Límite y sentido: geografía de lo humano –
Monografias.com
(También las magnolias pierden
sus hojas)
"Lo más grande e importante del
mundo,
tiene como base la
debilidad".
(Blas Pascal)
En el universo nada es usual, abaratado, insignificante
o desvalorado. Es más: nunca hay rebajas, saldos ni
gangas. El universo no es el mercado de las pulgas. Y si bien
existen infinitas formas y maneras de ser, cada ser representa
algo nuevo, inconfundible y diferenciado. Precisamente por este
motivo, en el universo todo es significativo y
valioso.
Incluso pudiéramos afirmar que el universo, en
última instancia, ni siquiera es normal, si tomamos la
palabra normal en su sentido etimológico, de algo regido
por reglas que invariablemente se deben seguir como en las
operaciones de mercado, en la bolsa de valores, en los negocios,
en las transacciones comerciales o en la compra de un
terreno.
Lo normal en la naturaleza es no ajustarse a las
medidas, valoraciones, ponderaciones y normas confeccionadas por
el hombre. En la naturaleza, a decir poco, todo es
insólito, original y especial. Todo es
prácticamente excepcional y debido a esta
característica, la regla número uno del universo
parece ser la de no ajustarse de manera normal a lo tasado y
aquilatado por el pensamiento como normal, costoso, ventajoso,
precioso, significativo o valioso. El universo no sabe de esas
cosas. Nada es sobrante o inservible. En el universo todo es
lujoso. Lo desechable es una invención humana porque en el
universo todo es imprescindible. Diríamos entonces que lo
normal, lo caro o el derroche en términos financieros o
bancarios es una construcción social, un producto
histórico del taller mental hombre.
Es el hombre, en efecto, quien racionalmente normaliza
el universo, lo encuadra, lo homologa a sus propios postulados de
conocimiento científico, lo envasa en enunciados y en
aparatos conceptuales, finalmente lo cotiza, evalúa la
naturaleza y establece caprichosas relaciones de tarifa,
plusvalía y valores. Es el hombre quien lanza, de esta
manera, las redes de la mercantilización,
desvaloración y depreciación de lo que existe; el
mismo que desconoce, descompone, descolora la realidad y la
convierte en un inmenso supermercado, con ofertas de hasta doce
meses sin intereses. El universo, bajo este aspecto, es parejo.
No sabe de cacharros ni de cosas inútiles. Todo tiene
valor y todo es significativo. En el universo las cosas no se
valoran por su peso o volumen. ¿O acaso creen que la
constelación Andrómeda, que dista de nosotros
más de dos millones de años luz, (la podemos
observar a simple vista al sur de la Casiopea) debido a su peso y
desde la óptica del universo, tenga más valor que
un molusco o que una pelada concha de mar?
Todo en el universo y en la naturaleza está,
pues, embellecido por dos notas constitutivas, integrantes, de la
realidad: el límite y la
diferencia.
Como primera nota, todo lo que existe en el universo
conocido se caracteriza, por tener límites, bordes,
orillas. El límite es la dimensión de la realidad
porque todo lo que hay en el universo es finito. Si algo no
está limitado sencillamente no existe. Ser es estar
enmarcado, dotado de márgenes o contenido por fronteras.
Esta es la condición forzosa e ineludible para que algo
exista, el salvoconducto, diríamos, para formar parte del
universo. Ningún entidad o existencia puede colarse sin
este pase.
Como segunda nota, podemos reconocer que, a su vez, todo
lo que es limitado se caracteriza por ser diferente. Todo en el
universo es finito pero lo es de una manera peculiar,
inconfundible y distintivamente finito. No hay, pues, ni dos
escarchas, ni dos hojas de árboles, ni dos amebas, ni dos
asteroides, ni dos amas de casa, ni dos santos ni dos
delincuentes, ni dos esquizofrénicos que sean iguales. Es
más, ni siquiera a todo lo largo de mi vida
presenciaré dos mediodía iguales. ¡Qué
razón tenía Heráclito cuando afirmaba que
una persona no podía bañarse dos veces en el mismo
río!
En el universo no hay ejemplares repetidos, como los
libros salidos de una imprenta o las licuadoras del súper.
Nada está realizado al mismo tenor de otras cosas. Los
duplicados, los facsímiles, las réplicas, las
fotocopias y, últimamente que se diga, la
clonación, son puros inventos del hombre. Y como
consecuencia lógica, los plagios y las falsificaciones. El
universo ha sido el primero en decir no a la
piratería.
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