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La maldición de Yavé (página 5)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

Jacob invirtió todo el día visitando la
ciudad acompañado por sus familiares y amigos,
rindió finalmente visita al Muro de las Lamentaciones para
efectuar unos rezos, no podía marchar de la ciudad sin
ello. Al regresar al hotel, en recepción le entregaron un
sobre que contenía un mensaje, lo metió en el
bolsillo de la chaqueta y subió a la habitación,
estaba verdaderamente fatigado, la falta de hábito a
caminar tantas horas y la subida al Gólgota junto al el
calor reinante le había hecho sudar como no recordaba
haberlo hecho nunca.

Se tumbó sobre la cama tan largo como era sin
despojarse de las ropas, deseaba descansar un poco para darse
después una buen baño. Se quedó adormilado
un largo rato.

Le despertó el timbre del teléfono de la
mesita de noche. –Dígame-.

-¿Señor Cohen?- preguntó una voz
que no le pareció desconocida.

-Si, soy yo-.

-Le habla Yashin, ¿le han dado a usted un sobre
en la recepción del hotel?.

Jacob tuvo un momento de duda, no esperaba ninguna
llamada telefónica y menos de aquella persona,
reaccionó respondiéndole: -Ahora que recuerdo si,
me dieron uno al llegar, lo metí en un bolsillo pero no lo
he leído todavía, ¿ocurre algo señor
Yashin?-.

-Léalo por favor, hay en el un mensaje que le
envió mi jefe, el señor Goldberg-.

-Aguarde usted un momento-.

Recordó haber metido el sobre en uno de los
bolsillos de la chaqueta, hurgó en varios hasta hallar lo
que buscaba. Lo abrió algo nervioso y leyó el
mensaje, decía :.

"Contacte conmigo pronto, hemos podido hallar el
hilo al documento
"…,
luego le ponía un
número de un teléfono móvil.

-¿Yashin?-

-Si, sigo al aparato-.

-Disculpe, cuando me dieron el mensaje dentro de un
sobre, metí éste en el bolsillo de mi chaqueta, lo
había olvidado, ahora mismo llamo al señor
Goldberg-.

Después de colgar, llamó al número
que ponía en el papel. De inmediato tuvo respuesta de
Goldberg, se disculpó por la demora en llamarle, a lo que
aquel quitó importancia. :-Señor Cohen, creo que
hemos llegado a una posible consecuencia con el documento que
ayer usted me hizo entrega, sería bueno que viniera de
nuevo para hablarlo personalmente.

-Tengo un vuelo mañana para el final de la tarde,
por la mañana puedo estar con usted-.

-Vendrá a por usted una persona en mi nombre,
luego Yashin le llevará al aeropuerto para que pueda usted
tomar su vuelo a Varsovia-.

-De acuerdo, entonces hasta mañana-.

Saltó de la cama para ir directamente a tomar una
ducha y a cenar en algún restaurante típico de la
ciudad. Estaba satisfecho, las palabras del hombre del Mossad
fueron esperanzadoras, sabía que esta gente no daba nunca
una opinión sin antes haberla contrastado y
asegurado.

Salió a la calle cuando ya el sol se había
acostado luciendo ahora una brillante luna creciente, casi llena,
que adornaba un cielo limpio y tachonado de estrellas, una suave
brisa que procedía del mar le azotaba agradablemente la
cara, pensó cuan distinto era el clima de tierra Santa al
de su ciudad, siempre gris y frío, pensó que le
gustaría vivir algún día en
Israel.

Al regreso de su paseo después de cenar en un
pintoresco restaurante a la orilla del mar, utilizó el
servicio de Internet del hotel para enviar un mensaje a sus
compañeros, les informaba en el que mañana
estaría de nuevo en las oficinas del Mossad y que a su
regreso a Varsovia les daría más detalle. Luego fue
directo a su habitación, antes de entrar en ésta le
abordó una pareja de "turistas".

-Señor Cohen-, le dijo una voz femenina que le
sorprendió.

-¿Me conoce usted señorita?-,
preguntó algo desconcertado.

La mujer y el hombre que le acompañaba se
identificaron como agentes del Mossad, se tranquilizó un
poco, pero no comprendía el motivo del contacto. Los dos
agentes adivinaron sus dudas. –No debe usted preocuparle
nuestra presencia, desde que usted salió de Tel Aviv hemos
estado custodiándole, que por cierto nos ha hecho hacer
una buena caminata-, dijo la agente con una sonrisa.

Jacob se tranquilizó, ahora todavía con
mayor motivo, estaba comprobando la meticulosidad y la
efectividad de aquella extraordinaria
organización.

-Tenemos instrucciones de acompañarle a usted
mañana hasta la Central, ¿le parece que salgamos
sobre las nueve de la mañana?-.

-No hay inconveniente alguno-, dijo el
polaco.

-Entonces hasta mañana, nos veremos en el
salón de desayunos-.

-Allí estaré, hasta
mañana-.

Se durmió muy pronto, estaba todavía
fatigado del paseo que había efectuado por la ciudad Santa
de Jerusalem.

Jacob se encontró con los dos agentes que le iban
a acompañar hasta la sede Central. En poco más de
media hora rodaban por la carretera, Jacob llevaba el
automóvil de alquiler acompañado por la agente
Saila, una muchacha que no sobrepasaría los treinta
años de edad, bien parecida, de pelo lacio, negro y
abundante, por el camino ésta le contó que
había nacido en un Kibutz o "comuna". El primer Kibutz se
fundó a principios del siglo XX en las orillas del mar de
Galilea por unos jóvenes. Hoy casi 120.000 personas viven
todavía en los kibutz que se extienden desde los Altos del
Golán en el norte hasta las orillas del Mar Rojo. Se
podría decir que son los primeros granjeros de Israel a la
vez que un fuerte cuerpo de resistencia armada frente a los
enemigos del país, comparten las cosechas y bienes, son la
sangre o la savia nueva de la nación.

De vez en cuanto Jacob miraba al espejo retrovisor para
ver si era seguido por el automóvil blanco del otro
agente, este no les perdió de vista en todo momento, ni
tan siquiera al mezclarse con el bullicioso tráfico de la
ciudad de Tel Aviv siguió pegado a ellos en todo momento.
El vigilante de la puerta de la Central les abrió la
barrera metálica previa identificación, en la zona
de estacionamiento de los vehículos que con
autorización podían aparcar en aquel lugar estaba
Yashin aguardándoles, éste saludó a los dos
agentes e invitó a Jacob a que le
acompañara.

El señor Goldberg les aguardaba en la sala que ya
conocía, acompañado ahora de otro personaje,
éste lo presentó como el cabeza del grupo de tres
personas que analizaron el documento. -El profesor Elías
Matloub les informará respecto a la investigación
que han llevado a cabo al respecto-.

El profesor era un hombre de unos sesenta años,
calvo, que utilizaba unas gruesas gafas de montura de carey y
llevaba puesto el kipa que sujetaba con el poco pelo que le
quedaba en los lados de la cabeza con una especie de
clips.

-Después de un severo y largo análisis y
con los antecedentes que el señor Goldberg nos ha
informado de cómo fue hallado, creemos que este documento
es incompleto, me explicaré : los grafismos o dibujos que
contiene son expresamente incompletos, quiero con ello decir que
el autor seccionó cada carácter o símbolo,
de manera que en uno por si solo fuese imposible de interpretar
su lectura, pero con otro u otros más superpuestos pudiera
ser leído o interpretado-.

Jacob estaba atentísimo a la disertación
del profesor Elías, removió sus posaderas del
asiento y siguió muy atento a la
explicación.

-Esta fue una antigua práctica poco común,
pero que algunos de nuestros antepasados utilizaban para cuando
debían viajar con información comprometedora o
importante, solían hacer tres escritos con las letras
diseccionadas y, tres viajeros llevaban cada uno de ellos un
ejemplar, viajando claro está en medios distintos, cuando
llegaban al punto de destino unían los tres documentos
sobreponiéndolos el uno al otro, entonces el receptor de
los mismos podía enterarse del contenido del mismo. Si por
el camino alguno de los mensajeros era descubierto, el documento
que llevaba no decía nada para nadie-, -¿Han
entendido ustedes?-.

Jacob no pudo casi contener su entusiasmo,
felicitó al profesor y al señor Goldberg, por el
trabajo efectuado.

-Pero desearía añadir algo al respecto,
prosiguió Elías Matloub, en la fecha que el
documento pudiera haber sido creado, tengo entendido que
sería entre los años 1930 al 1940, el
plástico todavía no había sido descubierto,
por lo que el documento o documentos originales pudieran haber
sido efectuados sobre el que es conocido como papel vegetal que
puesto a contraluz es casi transparente y permite visionar lo que
se sitúe debajo de éste, he aquí un modo de
poder ser leído perfectamente todo su
contenido-.

Jacob miró a aquel hombre con sincera
admiración. -¿Qué hacer ahora?-,
preguntó.

-Para confirmar la teoría del profesor,
debería preguntar usted si el original en poder de su
amigo de España, es de algún material
translúcido, ello sería la certificación a
mi teoría-.

-Podría llamarle ahora mismo, pero estamos casi
seguros que nuestros teléfonos están "pinchados" de
un tiempo para acá, y creemos que nuestras conversaciones
son escuchadas-.

-Es un contratiempo, deberemos aguardar que usted le
pida este dato por Internet que es algo más
seguro-.

-Aguarde, dijo Jacob, ¿qué hora es ahora
en España?,-.

Yashin miró el reloj y dijo : -Son ahora las diez
y cuarenta y cinco minutos-.

-Puede que se halle ahora en la universidad, allí
muy probablemente la línea no estará pinchada, voy
a ver si llevo su número en mi agenda-. Sacó una
libreta del portafolios y seleccionó un número.
–¿Alguien de ustedes habla español?-
preguntó.

-Yo lo hablo- dijo Yashin.

-Bien, entonces póngase usted y dígale a
la telefonista que le pase con el catedrático don, Felipe
Frutos, cuando le pregunte quién llama dígale que
es Jacob Cohen, cuando le tenga al aparto le hablaré
yo-.

El agente del Mossad marcó el número que
el polaco le acababa de facilitar y al tercer ring del timbre una
voz de mujer preguntó que deseaba. Yashin pidió por
el catedrático y se identificó como Jacob.
–Un momento voy a ver si está en su despacho,
aguarde por favor señor-, dijo la telefonista.

Pasaron unos segundos silenciosos que parecían
minutos, al poco una voz de hombre decía desde el otro
lado de la línea -¿Jacob?-.

-¿Profesor Frutos?- dijo Yashin.

-Si soy yo mismo-.

-No se retire le hablará Jacob Cohen-,
pasándole a continuación el auricular a
éste.

-Felipe, ¿cómo estás?, te llamo
aquí por que estoy donde tu ya "sabes" y necesito que me
des un dato-.

-Entiendo, dime, dime-.

-¿Puedes confirmarme si el original que tú
tienes está escrito sobre algún tipo de papel
transparente?-.

-Si, es una especie de papel vegetal, algo amarillento
por el tiempo, pero si se transparenta frente un foco de luz un
poco intenso, ¿Por qué me lo preguntas?-,
dijo.

-Ya te contaré por Internet, pero te puedo
avanzar que el documento que tu tienes no es único, deben
existir uno o dos más, probablemente dos, ya que se han de
complementar superponiéndolos con el que tu tienes para
poder efectuar la lectura del contenido-.

-Bien, bien, ya me dirás. Ésta es una
buena noticia. Hasta luego-.

-Les confirmo que el documento original que el
catedrático Felipe Frutos encontró escondido en el
libro, acaba de asegurarme que está hecho sobre papel del
tipo vegetal o semitransparente, con lo cual la teoría del
profesor Matloub pasa a convertirse en una realidad-.

-Si usted me lo permite-, dijo el señor Goldberg,
– a nuestra oficina este asunto nos interesa mucho, le sugiero
que trabajemos en equipo con sus amigos de España y
Francia, nosotros tenemos medios de largo alcance. Le diré
el motivo principal de nuestro interés; meternos en esta
investigación nos acercará a la organización
nazi que aparentemente está dormida y que a pesar de
varias intentonas a través de los años, no hemos
logrado todavía desenmascarar, puede ser una
ocasión única para poder asestar un golpe
definitivo a la red criminal que actúa en la
sombra-.

-Es muy interesante su proposición, pero debo
consultarlo con mis compañeros e incluso con el
señor Wiesenthal, me permitirá entonces
señor Goldberg que no le de a usted ahora una respuesta,
pero si le aseguro que en pocos días tendrán
ustedes noticias nuestras-.

Yashin le acompañó hasta la Terminal del
aeropuerto Ben Gurión, se quedó
acompañándole hasta que este entró en el
finger de embarque.

CAPÍTULO
XVIIº

Felipe encontró en su ordenador un esperanzador
mensaje de Jacob, comprobó que éste mismo mensaje
también le había sido enviado
simultáneamente a Georges. Después de su lectura se
quedó un buen rato pensativo con la mirada fija en el
techo de la habitación apoyando la espalda en el respaldo
de la butaca, le volvió a la realidad la voz femenina su
invitada austriaca, que en aquel preciso instante tenía
olvidada, la vio de pie en el dintel de la puerta, acababa de
despertarse y vestía todavía el pijama de
satén con el que se había acostado.

-Hola buenos días-, dijo ésta sin cruzar
el umbral.

El catedrático salió del ensimismamiento
en que se hallaba, vio a su invitada enfundada en el reducido
pijama y el corazón le dio un vuelco, hacía
años que no veía al natural una muchacha tan
atractiva y con tan escasa ropa, asomaban por debajo del
pantaloncito unas largas piernas muy bien formadas.

-¿Qué tal has dormido?-, le
preguntó con una especie de balbuceo y levantándose
de la silla.

Ella se apercibió del efecto que había
causado a su anfitrión, y decidió explotarlo:.
–Excelente, es una cama muy cómoda, no he
extrañado en absoluto la mía, únicamente he
notado algo de frío durante la madrugada, he estado por
llamarle para ver si podía facilitarme otra manta, pero he
visto que estaba profundamente dormido y no me atreví a
despertarle-, dijo mientras se iba acercando
él.

Se puso tan cerca de Felipe que éste notó
el aroma del perfume que ella desprendía, una ola de calor
le invadió la cara y parte de la cabeza, y el
corazón comenzó alterar sus pulsaciones.

Rompió la escena Lola, la sirvienta que acababa
de llegar a la casa para iniciar las labores domésticas de
todos los días. Ésta se quedó mirando con
cierto descaro a la muchacha con los brazos en jarras, Felipe
reaccionó y le encargó a Lola que preparara el
desayuno para dos, la fámula se fue a la cocina
refunfuñando por lo bajo.

Casi una hora después salían de Granada
camino de Córdoba. Por el camino Felipe fue documentando a
su invitada dándole referencias históricas de
algunos pueblecitos serranos blancos como la nieve y del paisaje
de las tierras que iban cruzando. Las grandes extensiones de
olivares causaron impacto en Ingelod. Casi sin darse cuenta
cruzaban el río Guadalquivir por el Puente Romano y la
Puerta del Puente, giró a la derecha para aparcar el
automóvil en el solar donde lo estacionaba habitualmente,
el vigilante, que ya le conocía, fue solícito a
dirigir la maniobra de aparcamiento.

Les tomó casi el resto de la mañana la
visita a la monumental Mezquita, Felipe profundo conocedor de la
historia del edificio le iba explicando a su invitada los
detalles históricos y arquitectónicos más
relevantes de aquella antigua y singular edificación del
más puro estilo árabe. En una de las columnas le
hizo observar a Ingleod el desgaste que ésta tenía
a una altura algo superior a un metro, le explicó que una
vieja leyenda contaba que los árabes tuvieron encadenado
muchos años a un cristiano en aquella columna y el roce de
las cadenas del prisionero desgastaron de aquel modo a
ésta. La llevó también hasta el
pequeño recinto del fondo de la edificación donde
el Imán se situaba para efectuar las lecturas del
Corán a los fieles que acudían a las horas de los
rezos, se situó en el interior de éste que
tenía una forma semicircular y le pidió a Ingelod
que se alejara unos veinte metros, Felipe se puso hablar en un
tono no excesivamente alto, ella pudo oírle perfectamente
a pesar de la distancia que entre ambos había, una
demostración práctica de una excelente
acústica .

Después de visitar la mezquita cruzaron la calle
del Cardenal Hierro y se entretuvieron para tomar un aperitivo en
la cafetería del Hotel Maimónides, luego salieron a
pasear por las callejas adyacentes del barrio de la
judería, hasta llegar a la puerta de la vieja
librería de la que Felipe era desde hacía bastantes
años cliente habitual, la misma en la que había
adquirido el libro en el que halló el extraño
documento cuyo descubrimiento estaba dándole bastantes
trastornos.

Se disculpó con su acompañante para entrar
a ver al librero, le explicó que tenía
interés por algún ejemplar antiguo, -puedes
acompañarme si lo deseas-, le dijo a su amiga.

Esta asintió con la cabeza y con toda naturalidad
sacó su pequeña cámara fotográfica
digital y tomó algunas exposiciones de la fachada del
establecimiento, que justamente formaba esquina con otra calleja
y en la que había una placa de cerámica con el
nombre de la calle. Vio una oficina de correos muy cerquita de
donde ella se hallaba, compró un sello que pegó en
el sobre que llevaba en el bolso con una dirección de
Viena echando éste en el buzón de
extranjero.

El mismo "turista" de Granada estaba también
visitando aquella parte de la ciudad, al pasar cerca de donde se
hallaba Ingelod la hizo un guiño, al que ésta
correspondió con la cabeza con un movimiento que
parecía asentir a algún tipo de consigna
preconcebida.

Felipe saludó al viejo librero que se hallaba al
fondo del establecimiento. -¿Cómo está
profesor?-, dijo este en cuanto vio de quien se trataba el
visitante, a la vez que se acercaba hacia él arrastrando
los pies debido a su ancianidad. – Por cierto,
¿cómo les va a ustedes el estudio sobre el
último libro que adquirió?-.

Felipe vio que su interlocutor se acordaba de la excusa
que le había contado y que inventó en su
última visita. –Por cierto, hemos llegado a la
conclusión de que el libro debía ir
acompañado de alguno más-.

El librero se encogió de hombros como queriendo
decir que ignoraba esta posibilidad.

-Por casualidad ¿recuerda usted cuántos
libros adquirió de la subasta en la que se hallaba
éste libro?- preguntó Felipe.

-¿Es importante para usted?-, preguntó el
librero.

-Si, creo que lo es, me agradaría adquirir todo
el lote-.

El librero al oír que se abría la
posibilidad de vender algunos libros más, fue a por su
peculiar archivador para consultarlo. Regresó con la
cajita de madera que contenía las fichas en las que
registraba las entradas y salidas, coincidió en aquel
instante que Ingelod entraba en el establecimiento
acercándose al lugar en el que se hallaba su
acompañante. Felipe hizo referencia al librero de la
señorita que le acompañaba presentándola
como su invitada, éste le saludó con un movimiento
de cabeza.

El propietario del establecimiento sacó varias
fichas para mirarlas concienzudamente, unos instantes
después, volvió a colocarse las lentes sobre el
caballete de su ostentosa nariz y se dirigió a su
interlocutor mirándole por encima de la montura de sus
viejas gafas para decirle :. –La compra que efectué
de ésta subasta, era un lote de seis libros, yo me
quedé con tres de ellos y los tres restantes se los
cedí a un librero amigo mío de
Barcelona-.

-¿Tiene usted todavía alguno de los otros
dos libros?- preguntó Felipe.

El librero revisó de nuevo una de las fichas y
dijo:. –Me queda un ejemplar, el otro se lo llevó
una pareja de americanos hace ya casi un año, tengo
algunos datos de ellos registrados ya que me pidieron que les
hiciera una factura para poder declarar la entrada del libro al
país legalmente. -¿Le interesa
conocerlos?-.

-Si, por supuesto, quizás pudiera necesitar
contactar con ellos para hacerles alguna consulta-.

El librero cogió un block de notas y le
facilitó los datos del matrimonio americano. Felipe se
puso la nota en el bolsillo, y se entretuvo ojeando algunos
libros de las estanterías en compañía de su
invitada.

-¿De su colega de Barcelona guarda usted la
dirección de la librería?, casualmente debo ir
allí y le visitaría-, comentó Felipe
queriendo quitar importancia a su pregunta.

-Naturalmente, tengo con él una buena
relación, a menudo nos intercambiamos algunos libros-, a
continuación le escribió las señas en otro
papelito con los títulos de cada uno de los
ejemplares.

El librero buscó el ejemplar que le quedaba del
lote adquirido, soplando le sacó algo del polvo que
tenía y se lo entregó a su interlocutor. Felipe le
ojeó, pero lo que más le importaba eran las
cubiertas del ejemplar. Nada que le captara su atención
pudo observar en aquel ejemplar, evidentemente era un libro que
no guardaba relación alguna con el que había
adquirido, la fecha de edición era del año 1798, la
encuadernación era bastante más sencilla, menos
cuidada, no obstante pensó que si el librero se lo dejaba
a un precio asequible lo adquiriría. Le hizo una oferta
por el libro y por sorpresa suya la aceptó. Metió
el libro en una bolsa de papel y le devolvió el cambio del
billete que Felipe le había dado.

Felipe y su invitada pasearon todavía un buen
rato por las antiguas callejas de la judería, éste
iba documentando a Ingelor de las particularidades
históricas del lugar, la muchacha se había agarrado
del brazo de su acompañante con la excusa de que el
pavimento de aquellas callejuelas era muy irregular, Felipe
sentía en su interior una especie de gusanillo que le
excitaba como hacía años no experimentaba. A la
hora del almuerzo entraron en un típico restaurante cuyas
paredes estaban atestadas de fotografías firmadas por
famosos toreros y actores, era un local no demasiado grande,
apenas tenía una docena de mesas, pero era coquetón
y sumamente acogedor, se diría que
romántico.

Más tarde ya de regreso a Granada, Felipe detuvo
el automóvil junto a una cabina telefónica
pública para llamar a un amigo de Barcelona, el profesor
J.M. Roig, con el que mantenía con frecuencia
correspondencia ya que compartían la misma afición
a la lectura y de coleccionar libros antiguos. Felipe le
pidió si podía hacerle una gestión acerca de
unos determinados libros de una librería en la calle
Tallers de la ciudad, facilitándole los títulos de
los tres.

-Esta misma tarde voy hacerte la gestión y te
llamaré para informarte del resultado-.Felipe le
sugirió que no le llamase, le puso como excusa que estaba
de viaje. –Ya te llamaré yo esta noche o
mañana por la mañana. Era un modo seguro de no ser
espiada su conversación.

Unos minutos después entraban en su típica
casa granadina. Felipe le explicó a su invitada que la
palabra carmen tiene varios orígenes pero
que en árabe significa jardín, es por ello que a
aquel tipo de construcción con jardín interior
hubiese sido bautizado con ese bello y significativo
nombre.

Eran ya algo más de la ocho de la tarde,
lucía todavía el sol que iniciaba lentamente su
declive por detrás de los montes que rodean Granada,
pintando de rojo fragua el cielo, un bello espectáculo
natural que Felipe y su bella invitada se quedaron contemplando
desde la puerta de la casa. Por lo avanzado de la primavera, en
Granada hacía ya bastante calor, el suficiente para que
una persona poco habituada lo experimentara con mayor grado que
los nativos, a la invitada de Felipe la afectaba bastante,
aquellas horas el termómetro señalaba los
veintiocho grados, el calor era seco pero Ingelor se
sentía sofocada y respiraba con cierta dificultad, sin
embargo estaba embelesada con el espectáculo
celeste.

Felipe además del cielo, contemplaba a la
muchacha que tenía pegada a el, era realmente muy
atractiva, todas sus células se pusieron en actividad,
acercó sus labios al oído de ella y le dijo muy
quedo : –cest un belle tombée du jour en plus que
romantique
-. Ingelor sonrió con dulzura
invitando a que Felipe la rodeara la cintura con uno de sus
brazos. Se mantuvieron en esta posición bastante tiempo
contemplando como el sol iba marchitándose y la noche le
ganaba una vez más la partida. Entraron finalmente en la
casa, Lola ya se había marchado no sin antes haber dejado
algo de comida preparada para que el "señorito" y su
"invitada" pudieran cenar.

La muchacha fue directamente a su habitación para
darse una refrescante y reconfortante ducha, cuando estaba
cayendo el agua del difusor de la ducha, se apercibió que
no había la pastilla de jabón que por la
mañana había dejado sobre una pequeña repisa
de mármol blanco que había en una de las esquinas
de la ducha, lo necesitaba para poder eliminar el sudor que por
el calor durante el día habían exudado sus
poros.

Alzando algo la voz, llamó a Felipe, éste
acudió solícito y entró en la
habitación, pero se apercibió que la voz
procedía del baño, llamó con los nudillos a
la puerta, –antré-, oyó
que decía, entró sin más, pero cual
sería su sorpresa cuando vio a través de la
traslúcida mampara que la muchacha estaba totalmente
desnuda, se quedó de una sola pieza, no sabía que
hacer ni decir, -No tengo jabón Felipe,
¿podrías alcanzarme una pieza?-.

-Si, si al momento-, dijo éste azorado,
buscó dentro del armario blanco en el que debía
haber alguna pastilla de jabón, se le cayeron algunos
frascos por el suelo, los recogió a toda prisa, estaba muy
nervioso y torpe, excitado diría, al fin pudo hallar el
tan buscado jabón. Cogió la pieza y se
acercó a la mampara. –Ya le tengo-, dijo.

La muchacha con toda naturalidad abrió la mampara
mostrando toda su desnudez le cogió a Felipe el
pequeño paquetito que este tenía en la mano con una
suave y tentadora sonrisa, Felipe por pudor y ante su
desconcierto se dio la vuelta rápidamente, como deseando
rechazar la imagen que tenía frente a si, pero no pudo
evitar seguir viéndola por unos instantes a través
del espejo que había en la pared opuesta.

-¿Te importaría frotarme la espalda?- le
dijo en un tono de voz muy sugerente.

Felipe no sabía que hacer, ni decir, era una
situación harto comprometida, no era hombre de mundo como
para poder decidir que acción tomar ante tal
situación. Desde que había enviudado vivía
entregado por completo al estudio y a la docencia, había
permanecido todo este tiempo sin contar con el elemento femenino
en su vida, sin embargo sentía una atracción
especial incapaz de explicársela hacia aquella
muchacha.

Finalmente se dio la vuelta y se puso a enjabonar y
luego frotar el dorso de su invitada. A medida que iba frotando
suavemente el cuerpo de la muchacha, se despertaba en él
su natural y humano apetito sexual.

-Que manos tan suaves tienes-, le dijo ella con voz
queda muy suave y sugerente mientras se daba la vuelta y mostraba
el resto de su cuerpo. Ambos se abrazaron y se fundieron en un
beso bajo la lluvia de agua de la ducha.

CAPÍTULO
XVIIIº

La secretaria del inspector Lacroix le pasó una
llamada telefónica de la gendarmería de una
pequeña población cercana a Aix-en-Provence. Le
informaron que acaban de hallar el cadáver de la persona
que cuya orden de búsqueda les habían cursado unos
días atrás.

-El cadáver ha sido trasladado al hospital
provincial de Aix para su autopsia-, le dijo el
agente.

-Adviertan al forense que no inicie la autopsia hasta
que no hayamos inspeccionado nosotros el cadáver, vamos
ahora mismo para allá-, colgó el teléfono y
fue a por su automóvil conectando la luz y la
característica sirena de la policía francesa con el
fin de cruzar la población sin demasiados
impedimentos.

En menos de media hora Lacroix se presentó en la
sala de "frigoríficos" del hospital, uno
de los auxiliares levantó el lienzo blanco que
cubría el cadáver de un anciano que tenía el
rostro contraído como si la muerte la hubiese pillado en
un momento de mucho sufrimiento, llevaba barba de varios
días sin afeitar, cejas sumamente pobladas de pelos negros
e hirsutos que le conferían un aspecto algo
diabólico, el cabello de la cabeza, todavía
bastante abundante a pesar de su edad, era ya de un blanco
níveo, de una de las orejas había un hilillo de
sangre coagulada que habría manado del interior del
oído, un ostentoso moratón en la sien izquierda
delataban que el individuo había sido golpeado con
brutalidad.

Siguió observando el cadáver y pudo
apreciar en el tórax bastantes morados a pesar de que
éste estaba muy poblado de bello, al igual que los brazos.
Las manos estaban llenas de ampollas producto probablemente de
quemaduras producidas por cigarrillos, los dedos índice y
corazón de una mano estaban amoratados y machacados como
si hubiesen sido golpeados con algún objeto de gran
dureza, quizás con un martillo, pensó, uno de los
ojos estaba vacío, probablemente alguna alimaña o
algún pájaro carroñero hubiese iniciado su
festín, observó también que el
cadáver estaba descalzo y sin calcetines.

Sacó algunas fotografías al cadáver
con la pequeña cámara digital que siempre llevaba
consigo y autorizó al enfermero para que regresara el
cadáver al "frigo", luego se fue a la oficina del puesto
de policía de la zona para que le informaran de
cómo fue hallado el cadáver y le acompañaran
al lugar en que fue encontrado.

Los dos gendarmes patrulleros que habían
descubierto el cadáver acompañaron a Lacroix hasta
un bosquecillo cercano a la población, dejaron estacionado
el automóvil celular en la cuneta de la carretera,
caminaron unos doscientos metros atravesando unos espesos
matorrales que casi impedían el paso, el lugar
había sido acordonado con la cinta de plástico que
la policía suele utilizar para impedir el paso en
algún lugar acotado. En el centro de un gran zarzal se
observaba una especie de hueco que probablemente se habría
producido por el peso del cadáver al ser depositado
allí por sus asesinos.

Lacroix fue caminando formando círculos alrededor
de zarzal mientras observaba el suelo para ver si encontraba algo
que pudiera darle alguna pista. Unos metros más
allá le pareció ver unos hierbajos algo aplastados
que seguían una línea que dirigía hasta un
pequeño sendero de tierra que cruzaba el bosque.
Dirigió sus pasos hasta allí secundado por los dos
gendarmes hasta que llegó al sendero, en éste se
apreciaban algunas huellas de zapatos de suela de goma con un
dibujo en forma de espiga unos, y otros casi sin dibujo
perceptible.

-Deben ser dos individuos- se dijo. Tomó algunas
fotografías y dirigiéndose a los dos gendarmes que
le seguían les preguntó si por las cercanías
había alguna casa o edificación.

-No muy lejos de aquí hay una casa de campesinos
abandonada desde hace bastantes años-.

-Acompáñenme hasta allí-, les
ordenó el inspector.

Caminaron por el sendero casi treinta minutos, en
algunos tramos las huellas vistas con anterioridad se
repetían. Un poco más allá divisaron la
casa, una de las ventanas había sido reventada, uno de los
agentes con la pistola dispuesta se introdujo por ella al
interior, no sabían si podía haber alguien en el
interior que pudiera estar armado, Lacroix ordenó al otro
gendarme que se posicionara en la parte posterior del edificio
por si alguien trataba de salir por allí pudiera
detenerle.

El agente que había penetrado en la casa
abrió la puerta desde el interior y asomándose le
dijo al inspector que no había nadie, pero se que se
apreciaban rastros de que alguien recientemente hubiera estado
allí.

Lacroix entró, la casa estaba en penumbra,
ordenó abrir todas las ventanas para que penetrara la luz
y poder ver con mayor claridad el interior. En una
habitación contigua al comedor había un
montón de paja extendido a modo de lecho y junto a
éste una saco de dormir de color verde, algunas latas de
conserva y de bebidas estaban esparcidas por el suelo, en otra
esquina de la habitación habían las cenizas de
alguna fogata, probablemente para calentarse durante la noche o
para calentar algún alimento, las cenizas parecían
recientes, no más de un par de días, llamaba la
atención una desvencijada silla situada casi en el centro
de la estancia, en ella se observaba en un lado del respaldo unas
gotas de sangre y en una de las patas había un pedazo de
cuerda que colgaba de uno de los travesaños que reforzaban
las patas, era la prueba evidente de que alguien había
sido atado en ella y haber sufrido malos tratos, la sangre lo
ratificaba, en el suelo había también algunos
pedazos de la misma cuerda de algodón, posiblemente
habían sido utilizados para maniatar a alguien. El
inspector se puso unos guantes de fino látex y,
metió en una bolsa de plástico que encontró
por los suelos todas las latas, estaba seguro de hallar en ellas
las suficientes huellas digitales que identificarían a las
personas que las hubiesen utilizado. Arrancó un pedazo del
respaldo de la silla en el que estaban las gotas de sangre para
mandarlo al laboratorio de la policía científica,
no sin antes haber fotografiado todo lo que se hallaba en la
estancia.

El gendarme que se había apostado en la parte
posterior de la casa, se acercó al inspector para decirle
que a unos metros de la casa, en su parte trasera, había
una carretera forestal con bastantes de huellas.

Se apresuraron para ir hasta el lugar, el final de la
tarde se estaba echando encima y en pocos minutos la luz natural
comenzaría a escasear. Efectivamente a unos cincuenta
metros de distancia un camino forestal serpenteaba por la ladera
de una pequeña colina, detuvieron su andadura en el lugar
que el gendarme les señaló, las rodaduras de los
neumáticos de algún vehículo estaban
perfectamente marcadas sobre el polvo del camino, a primera vista
a Lacroix le parecieron muy parecidas a las de la furgoneta que
había recogido las sábanas en la residencia de
ancianos, las fotografió desde distintos ángulos,
estas se mezclaban con huellas muy similares que habían
encontrado, la suela en forma de espiga se repetía en
muchas ocasiones, así como también las
demás, en este caso se añadían otras que con
toda seguridad pertenecerían al secuestrado, no obstante
le extrañó que el cadáver estuviera ahora
descalzo.

A su regreso a la comisaría, Lacroix se
sentó ante su ordenador para elaborar un completo informe
de las pesquisas efectuadas aquel día. Más tarde
llamó por teléfono a Georges al teléfono de
la universidad, éste le había dado el número
directo de su despacho pensando que no estaría
"pinchado".

-¿Profesor Pradel?-

Después de identificarse, informó
detalladamente a Georges del hallazgo del cadáver y de
cuanto rodeaba al mismo, se reservó poder darle más
detalles por cuanto aguardaba el informe del forense que con toda
seguridad pudiera ser algo más esclarecedor.

Georges agradeció al inspector la deferencia de
la información. Pradel aprovechó la ocasión
para contarle a Lacroix la posibilidad de que hubiesen otros dos
documentos más al que ellos poseían, detalle que
éste agradeció y finalizó la
conversación diciéndole a su interlocutor : -La
gendarmería seguirá con la investigación
abierta, y ahora con un cadáver todavía con mayor
motivo-.

Una pareja de jóvenes con aspecto de estudiantes
cruzaban por un puesto fronterizo entre Francia y Bélgica,
con anterioridad, en la ciudad de Lille, se habían
detenido en una cafetería para desayunar, desde el mismo
lugar efectuaron una llamada a Hamburgo, la conversación
se mantuvo todo el tiempo en idioma alemán y en tono
sumamente respetuoso por parte de los jóvenes, su
interlocutor, les hablaba en un tono de suma autoridad a la que
ambos asentían, éste les ordenó desplazarse
sin dilación a Hamburgo, una vez allí debían
llamarle de nuevo por teléfono y les sería indicado
el lugar de encuentro.

Después de tomarse un reconfortante desayuno
fueron a por el automóvil que habían estacionado en
una plazoleta cercana. A medida que se aproximaban al
vehículo les pareció ver en el cristal delantero
sujetado por una de las escobillas del limpia, un papelito
doblado, el vehículo había sido denunciado por un
agente municipal por haber estacionado en lugar prohibido, era un
estacionamiento reservado a un consulado. El hecho les
contrarió ya que era motivo de poder facilitar una pista
que les pudiera identificar. Decidieron robar otro
vehículo, en el lado opuesto de la solitaria plazoleta
entre los vehículos vieron una Van Volkswaguen decorado en
su exterior con motivos hippyes, decidieron ir a por ella. Poca
"resistencia" les ofreció la furgoneta en pocos minutos se
habían apoderado de ella y salían de la ciudad de
Lille dirección a la frontera con el país
vecino.

Pasaron la aduana sin ser detenidos en ningún
momento, en poco más de dos horas entraron en Holanda, en
un descampado detuvieron el vehículo y registraron su
interior, estaba habilitada su parte posterior en dos literas y
algunos sacos de dormir, aprovecharon la ocasión para
dormir algo, habían estado conduciendo casi toda la noche,
ambos estaban bastante fatigados.

CAPÍTULO
XIXº

Poco después de la visita de Jacob Cohen a Tel
Aviv, se reunió el Comité de Acción (AC) del
Mossad, se puso sobre la mesa la visita de éste y el
affair aportado. El profesor Matloub llevaba una carpeta
conteniendo bastantes legajos que algunos sobresalían por
uno de los lados de la misma.

Carraspeó la garganta antes de iniciar su
charla:. –Señores, a continuación de la
entrevista que mantuvimos con el señor Cohen, me entretuve
a buscar entre mis viejos archivos y he podido hallar entre ellos
varios informes que vinieron a caer en mis manos hace ya
bastantes años-, en este punto tomó el vaso de agua
que tenía a su alcance del que bebió un sorbo,
luego liberó los lazos de cierre de la carpeta y
hurgó entre los papeles que esta contenía,
separó alguno de ellos del montoncito que formaban y los
puso a un lado. En la tapa principal de la carpeta había
una etiqueta que escrito a mano decía : "Informes y
Casos sin resolver".

-Verán ustedes, he seleccionado estos tres folios
por cuanto a mi entender podrían guardar cierta
relación con la historia del señor Cohen, pude
obtenerlos al poco de haberme incorporado al Mossad, era la etapa
en que andábamos en la búsqueda y captura del
criminal Eichmann localizado en la República Argentina.
Los agentes que entonces teníamos destacados en el cono
Sur del continente americano, en especial los que nos fueron
recomendados por el señor Wiesenthal, nos mandaron muchos
informes con una interminable lista de nombres de individuos que
habían localizado y que en su día habían
pertenecido a las SS o la Gestapo durante la guerra mundial. La
mayor parte de ellos fueron localizados en Paraguay, Argentina,
Uruguay, Bolivia, Chile y Brasil, mientras buscaban a Eichmann.
Uno de los agentes llamado Benjamin Ariel llegó a
introducirse y fomentar cierta amistad con los propietarios de un
lujoso hotel de Asunción, Paraguay, se trataba de los
hermanos Reinen, que en aquel entonces se hacían llamar
Rita y Carlos Rodríguez, habían logrado obtener de
las autoridades paraguayas la nacionalidad, supongo que a cambio
de una sustancial cantidad de dinero, sin embargo fueron
detectados dado a que casi no hablaban nada de español y
sus características físicas eran innegablemente
germanas, el informe dice jocosamente, que hasta el caminar de
ambos guardaba gran parecido al famoso paso de la oca de los
soldados alemanes cuando desfilaban.

Bien, en el informe de Ariel, nos dice que llegó
a tener bastante familiaridad con ambos hermanos, Ariel
había nacido en Colonia y recibió una excelente
educación, al estallar la guerra ésta le
pilló en el norte de África, en Marruecos, las
noticias que le llegaban de Alemania no eran demasiado
halagüeñas, y menos para un individuo cuyo pasado y
orígenes familiares eran semitas, determinó no
regresar a su país. Sus contactos mundiales con la
diáspora, le dieron la oportunidad de que le nombraran
representante general para Latinoamérica de una firma
Estadounidense de maquinaria agrícola, esto le
permitió viajar por toda la América latina con
pasaporte estadounidense, Ariel hablaba a la perfección
inglés y español, poco después de crearse el
Estado de Israel ofreció sus servicios al Mossad-.
Aquí Matloub hizo una pausa y bebió unos sorbos de
agua del vaso que tenía a su lado.

-Como les decía, Ariel cada vez que visitaba
Asunción se hospedaba en el Hotel del Paraguay, llegando
incluso a intimar con ambos hermanos propietarios del
establecimiento, hasta el punto de que llegaron a hacerle ciertas
confidencias y casi tratarle como uno de ellos, en una de ellas
le hablan de un gran tesoro que un grupo de judíos
habían ocultado en alguna parte del planeta y que la
Organización andaba loca tratando de localizar.

Quiero decirles con todo ello que quizás el
documento aparecido tantos años después en un libro
y que el señor Cohen nos ha facilitado, viene a corroborar
el informe que en su día y muchos años
después, Benjamín Ariel nos
entregó-.

A la reunión de Mossad asistía su
Director, máximo responsable de las operaciones de la
organización, estuvo todo el tiempo escuchando con gran
atención la exposición del doctor Matloub tomando
de vez en cuanto algunas notas. El director estuvo unos minutos
en silencio, meditando posiblemente qué hacer en este
asunto, mientras el resto de asistentes permanecían en
silencio.

Finalmente rompió éste y se dirigió
a uno de los asistentes:. – Yashin, le encomiendo personalmente a
usted dedicarse de pleno al esclarecimiento de este asunto,
utilice todos los medios y recursos que pueda precisar de nuestra
organización extendida por todo el mundo, usted habla
perfectamente español, inglés y alemán,
además del ruso como idioma materno, lo que le
permitirá poder moverse con mucha discreción al no
tener que precisar de intérpretes para comunicarse. Veo en
esta misión dos vertientes; la primera quizás
pudiera ser el momento desenmascarar y hasta quizás
destruir la organización nazi llamada por alguien; Odessa,
extendida como un cáncer por múltiple
países, y la otra la posibilidad de ser localizado el
lugar donde fue ocultado este tesoro que nos permitiría
restituirlo a los descendientes de sus propietarios y en todo
caso podría ser utilizado para financiar muchas
operaciones previstas por le Departamento de Defensa. Encuentre
usted el resto de documentos, ellos nos abrirán el camino
hasta él-.

El director fue muy conciso, le había dado a
Yashin instrucciones precisas y carta blanca para que utilizara
toda la organización internacional. Yashin asintió
con la cabeza y abandonó la reunión. Se
dirigió a su oficina para preparar una serie de contactos
e iniciar la investigación.

El inspector Lacroix ordenó fueran enviados
avisos a todas las gendarmerías del país para que
se tuviera especial atención en dos jóvenes
individuos extranjeros que probablemente viajaban cruzando
Francia en una furgoneta.

A su regreso a la comisaría entregó todo
el material que había recogido del lugar en que fue
hallado el cadáver al departamento de la policía
científica para su análisis.

Al mismo tiempo en Hamburgo en un local de las afueras
de la ciudad, se mantenía una reunión entre los dos
sujetos que viajaban con la van hippy y un par de caballeros de
edad avanzada, muy elegantemente vestidos.

Destacaba en uno de ellos, una cicatriz vertical de unos
cinco centímetros bajo el párpado inferior de uno
de sus ojos que le daba un desagradable rictus al rostro no
permitiéndole parpadear, trataba disimular la herida con
un monóculo ahumado que llevaba prendido en la solapa de
su chaqueta con una fina cadena de oro. El otro era muy alto y se
ayudaba con un bastón negro de empuñadura de
marfil, cojeaba ligeramente de su pierna izquierda producto de
una vieja herida de bala que le afectó una parte de los
ligamentos de la rodilla.

Los dos sujetos con sumo respeto informaron a ambos
caballeros de su actuación en la misión que les
había sido encomendada.

-Finalmente ¿qué llegaron sacarle al
individuo?-, preguntó uno de ellos en tono áspero,
como si le fastidiase dirigirse a aquellos muchachos.

-Nada, poca cosa, el hombre no estaba en sus plenos
cabales, a pesar de que le presionamos hasta lo indecible, lo
único que repetía gritando era :.
¡¡¡Los libros, los libros!!!-.

Ambos caballeros se miraron y asintieron con un ligero e
imperceptible movimiento de cabeza.

-¿Nada más?-.

-De ahí no salía-.

-¿Donde lo han abandonado?-.

-Se quedó frito y lo tiramos en un zarzal de un
bosque cercano-.

-¡¿Cómo?!, ¿no les dimos
instrucciones de que no queríamos muertos en este
asunto?-.

-Efectivamente, pero el individuo era muy viejo y no
pudo aguantar el interrogatorio-.

-Esto habrá alertado todavía más a
la policía e iniciarán una peligrosa
investigación que pudiera llevarles hasta la
organización-.

-Le aseguro Herr Otto que no pudimos
evitarlo-.

-Son ustedes un par de chapuceros aficionados-, dijo el
citado caballero con nada disimulada irritación,
-antaño nuestra gente eran más
profesionales-.

Ambos caballeros se levantaron de las sillas que
ocupaban con intención de marcharse.

-Oigan ¿y nuestra recompensa?, hemos efectuado el
trabajo encargado y nos ha ocasionado bastantes gastos-,
manifestó uno de los jóvenes. –Acordamos una
tarifa de 40.000 Euros por el trabajo-.

-Olvídense del dinero, no se lo merecen-. Sin
más se dieron la vuelta y se fueron a por el auto
estacionado fuera custodiado por un fornido chofer.

Los dos sicarios se quedaron muy indignados, aunque se
mantuvieron en silencio hasta que los dos caballeros hubieron
salido por la puerta.

-Estos dos se arrepentirán de habernos hecho
esto-, dijo uno de ellos sacando un teléfono móvil
del bolsillo y marcando un número de una localidad
francesa.

CAPÍTULO
XXº

Felipe acompañó a su invitada hasta el
aeropuerto de Granada para que tomara un vuelo a Barcelona que
enlazaría con otro que unas horas después la
llevaría hasta Viena.

Habían convenido reunirse en Viena un par de
meses después aprovechando las vacaciones estivales y
así poder recorrer todo el país. Para Felipe,
Austria y su historia relacionada con el imperio
austrohúngaro tenían un atractivo especial, ahora
con mayor motivo al haber tenido la oportunidad de conocer
aquella bella y culta muchacha con la que había congeniado
e intimado por unos días. Felipe al recordarla
sentía una extraña sensación de felicidad
que desde que había perdido a Carlota, su esposa, no
había vuelto a experimentar.

En la universidad de Montpellier la centralita de
teléfonos recibió una llamada de alguien que no se
quiso identificar, habitualmente por normas de seguridad este
tipo de llamadas se registraban. Una voz con fuerte acento
alemán, pidió hablar con el rector,
Monsieur Pradel.

-Aguarde un momento-, dijo la telefonista, mientras
conectaba el sistema de grabación e intentaba localizar al
rector.

Tardó pocos segundos en hallarle, estaba en su
despacho con una visita. –Señor Pradel, tenemos una
llamada de alguien que no ha querido identificarse y desea hablar
con usted-.

-Pásemela y no omita grabar toda la
conversación, e intente identificar el número del
que llama. Gracias-.

Georges levantó lentamente el auricular que
tenía a su alcance sobre la mesa de trabajo, -Hallo,
¿con quien hablo?- preguntó en tono
cauteloso.

-Eso ahora no importa- respondió una voz
áspera en un regular francés, que evidenciaba que
quien hablaba trataba además deformarla.
–Tómese nota de unos teléfonos que voy a
darle, guardan relación con el anciano que hallaron cerca
de Aix-.

A Georges el corazón le dio un vuelco, no
esperaba una llamada de éste género,

-puede usted dármelos, pero dígame
también a quien pertenecen-, añadió
Pradel.

-Solo le daré los teléfonos, el resto lo
hará la policía, ¡tómese
nota!….-

Georges anotó ambos números en un
cuadernillo que tenía a mano sobre la mesa. -¿Ha
tomado usted nota?- le preguntó la voz.

-Efectivamente pero………..-,
repentinamente se interrumpió la comunicación, en
el otro extremo habían colgado el auricular.

Pradel se quedó pensativo con el auricular en la
mano, reinaba en la sala un silencio absoluto, el visitante que
tenía sentado frente a él, quedó algo
sorprendido por la breve e irregular conversación a la que
involuntariamente había asistido, no se atrevía a
hablar, temía romper el silencio y los pensamientos que
pasaban por la mente del rector.

Georges regresó el auricular a su posición
y despidió algo precipitadamente a su sorprendido
visitante. Ordenó a la telefonista que traspasara la
conversación registrada en la centralita a una casette
virgen y le fuera entregada inmediatamente, sacó de un
bolsillo de su chaqueta la tarjeta que el inspector Lacroix le
entregó en su día, marcó el número
telefónico que en ella figuraba para invitarle a que le
visitara.

El inspector Lacroix no demoró más de una
hora en personarse en el despacho de Georges. Después de
cruzarse los saludos, Pradel le contó la breve y
enigmática llamada recibida, le escribió en un
papel los dos números telefónicos que le
habían dado y le hizo entrega de la grabación de la
breve conversación que había mantenido.

El inspector se quedó mirándolos breves
momentos, -el prefijo de estos teléfonos pertenecen a
Alemania, creo que no me va a ser difícil averiguar a
quién pertenecen, veré de hablar con mis colegas
germanos y lo haré también con INTERPOL, le voy a
tener informado en todo momento profesor-.

-Por cierto inspector, ¿han podido identificar el
cadáver del anciano que hallaron?-.

-Si, no tenemos la menor duda, se trata del individuo
que usted andaba tras su pista. La autopsia nos ha revelado que
fue sometido a duras torturas y le falló el
corazón, tenía moratones y quemaduras, posiblemente
efectuadas con cigarrillos, por todo el cuerpo, al final no pudo
resistir más y falleció, desconocemos si quienes le
raptaron pudieron sacar lo que de el
pretendían-.

-El pobre diablo tuvo un triste e indigno final.
¿Se han podido cerciorar de que se trataba de
Trezlez?-.

-No tenemos la menor duda de ello, sus huellas
dactilares corresponden perfectamente con las que hay en el banco
de datos de la Sureté y con la ficha que
se abrió cuando ingresó en la residencia de
ancianos-.

-No tengo la menor duda de que esta
gentuza anda detrás de nuestro documento
cuyo contenido al parecer debe ser de importancia
capital-.

-Sin duda profesor, sin duda- reafirmó el
inspector.

Lacroix se despidió de Georges
prometiéndole tenerle informado del desarrollo de las
pesquisas no sin antes preguntar a la operadora si había
podido registrar el número telefónico del
anónimo sujeto, ésta le respondió que
habían llamado desde un teléfono celular y le dio
el número, que entregó también al
inspector.

Georges encargó a la telefonista que le grabara
otro par de cassettes de la conversación, abrió su
PC portátil para conectarse a Internet y enviar un mensaje
a Felipe y Jacob Cohen. Fue un mensaje muy breve: "He sido
contactado por teléfono por alguien de la
"organización", necesito veros, sugiero reunirse en
Barcelona con carácter urgente".

El primero en leer el mensaje fue Jacob,
respondió que podría desplazarse el día que
Georges y Felipe convinieran. Felipe se encontró con el
mensaje por la tarde, le sorprendió el inesperado
contenido, respondió de inmediato, les decía a
Georges y Jacob que Barcelona le parecía bien el lugar de
encuentro para el próximo fin de semana,
aprovecharía también para reunirse con su amigo
Roig para ver si había localizado los libros que
éste le había pedido de localizar en la
librería de la calle Tallers.

El francés se desplazó a Barcelona el
viernes al medio día en automóvil, en algo
más de tres horas entraba a la ciudad, la cruzó
totalmente para arribar al aeropuerto del Prat, lugar donde
había acordado encontrarse con sus camaradas. El punto de
reunión acordado era la cafetería del área
de llegadas de vuelos procedentes de la UE.

Se sucedieron los saludos y bromearon sobre algunas
anécdotas de su pasado estudiantil en París, en el
entretanto se desplazaban a la ciudad en el Citroën DS de
George, éste les informó de la anónima
llamada que unos días atrás había recibido
en su despacho de la facultad.

-Cuando lleguemos al Hotel os daré unas cassettes
de la breve conversación que mantuve con el anónimo
individuo, se la hice grabar a la telefonista de la centralita de
la universidad, así podréis estar al corriente. Le
di también una al inspector Lacroix, me dijo que los
teléfonos que el individuo me dio, pertenecían a
alguna ciudad de Alemania, ahora debe estar
investigándolos-.

Jacob Cohen se quedó pensativo, estaban entrando
a la ciudad por la Plaza de España, súbitamente se
le ocurrió que podían enviar la grabación a
Tel Aviv para que fuera analizada por los expertos del Mossad,
les pidió el parecer a sus dos compañeros, ambos
coincidieron en la conveniencia de hacerlo.

-Pudiera ser de gran ayuda-, añadió
Felipe.

Georges detuvo el automóvil en la puerta del
Hotel del Compte, en la confluencia de las calles
de la Diputación y Conde de Urgell, un hotel de nueva
construcción, bien situado y mejor comunicado,
había efectuado la reserva de las habitaciones por
Internet. Dejaron sus parcos equipajes reuniéndose en uno
de los salones del hotel. Felipe llevaba consigo un reproductor
de casettes de pequeñas dimensiones, escucharon con
atención varias veces, la corta conversación que
ésta contenía, Jacob que era hombre de gran
capacidad analítica, confirmó lo que el inspector
Lacroix ya les había anticipado, el acento del
interlocutor de Georges era muy probablemente alemán o
quizás austriaco, en una palabra, su lengua materna era
casi con seguridad, germánica.

A continuación Jacob solicitó a la
centralita del hotel que le pusieran con un número de Tel
Aviv.

Pasó en primer lugar por varios filtros hasta que
le pusieron con Yashin. -¿Hablo con Yashin?-,
preguntó.

-Si, señor Cohen, Yashin al aparato-.

-Le llamo a usted para informarle de una novedad
ocurrida. A uno de mis compañeros, el profesor Georges
Pradel, recibió hace unos tres o cuatro días una
misteriosa y anónima llamada telefónica a su
oficina de la universidad. Tuvo la precaución de registrar
la conversación. Quién efectuó la llamada no
quiso en ningún momento identificarse, le dio simplemente
dos números telefónicos que según el
inspector de la prefectura de Aix-en-Provence, pertenecen a
algún lugar de Alemania, la centralita localizó el
número de quién efectuó la llamada, era un
teléfono móvil. ¿Qué le parece usted
que debemos hacer al respecto?-.

-En primer lugar, mantengan la precaución de no
comunicarse entre ustedes por medio del teléfono.
Háganlo desde teléfonos con los que no tengan
ningún vínculo registral, ya saben que están
ustedes controlados, efectúen los contactos vía
Internet, es algo más seguro y a poder ser en un idioma de
difícil comprensión, ustedes son expertos en
lenguas muertas, elijan alguna de ellas para comunicarse,
póngaselo difícil a esta gentuza, y le
agradecería que a la mayor brevedad posible me hiciera
llegar un ejemplar de esta grabación, con el número
del móvil localizado, ya sabe que estamos trabajando en
ello, concretamente nuestro Director me ha dado la
responsabilidad de la investigación, tengo carta blanca
para ello-.

-No sabe cuanto me tranquilizan sus palabras al saber
que su organización interviene en ello. ¿Qué
medio puedo utilizar para remitirle esto?-.

-Métalo en un sobre bien protegido, de los que
están acolchados y, si además puede
acompañarlo con el informe que Lacroix le facilite
respecto a estos dos números telefónicos, mucho
mejor. Póngalos en algún Courrier internacional y
envíelo a la Oficina Central, usted ya tiene la
dirección.

-Así lo haré, y gracias, estaremos en
contacto-.

Cohen siguió escrupulosamente las instrucciones
que el agente del Mossad acababa de darle, compraron uno de estos
sobres especiales en una papelería próxima. En el
fax del hotel recibió un mensaje de Lacroix que
contenía los teléfonos detectados y la corta
conversación. Algo más tarde salieron a dar un
paseo por la ciudad, no sin antes entregar el sobre en una
oficina de un Courrier internacional con la dirección de
la oficina principal del Mossad en Tel Aviv.

Felipe llamó a su amigo el profesor Roig,
éste les acompañó hasta la librería
de la calle Tallers en la que probablemente pudiera haber
todavía algún ejemplar de los libros que
acompañaban al lote de la subasta que el librero
cordobés había adquirido. Fue un agradable paseo,
Barcelona es para el visitante una ciudad cómoda, moderna
a la vez que clásica, muy mediterránea. En la
puerta de la librería les aguardaba su amigo,
después de unas breves presentaciones penetraron en el
interior de la misma, era un local bastante falto de luz,
probablemente estaba igual que el día de su
inauguración, fuera rezaba en un rótulo de madera :
Desde 1912.

Su cercanía con las famosas Ramblas, hacía
que aquel tramo de calle fuera sumamente transitado, el
establecimiento inmediato a ésta, estaba especializado en
la venta de toda clase de discos de música de todos los
tiempos, probablemente era tan antiguo como su vecino.

Largas estanterías abarrotadas de libros
cubrían todas las paredes del local. Les atendió un
joven de unos treinta y pocos años, sumamente
solícito y educado. Felipe le explicó el "proyecto"
que estaban "desarrollando" en su universidad,
exponiéndole los datos que el librero cordobés le
había facilitado.

Consultó un ordenador portátil que puso
sobre una mesa situada en una de las esquinas del local, en pocas
operaciones desplegó un fichero del programa Excel,
situó el cursor sobra la columna en la que se registraban
las entradas hasta que localizó lo que buscaban.
–Aquí están-, les dijo.

-En la estantería de la derecha cuarto nivel,
allí deben estar. No tengo registradas ninguna salida de
ellos-.

Se dirigió al lugar donde debían hallarse
los tres ejemplares, acercó una escalera de madera sujeta
a un carril e hizo que se deslizara hasta el lugar preciso,
ascendió por la misma y bajó con los tres
ejemplares. –Ahí les tienen-, dijo haciendo entrega
de ellos a Felipe, que en aquellos momentos sentía por sus
adentros una latente ansiedad para poder hojearlos
minuciosamente. Entregó un ejemplar a Cohen y a Pradel
para que efectuaran una inspección.

Cohen, después de hojear el suyo se acercó
al oído de Felipe para decirle en un susurro: -este tiene
algo en una de sus cubiertas, obsérvalo-.

Felipe lo cogió y, realmente su amigo llevaba
razón, palpando con suavidad la cubierta principal,
experimentaba un ligero grosor casi imperceptible a no ser que se
estuviera en sobre aviso. Sin embargo éste ejemplar era
distinto al que Felipe había adquirido en Córdoba.
El cartón de ambas cubiertas había sido forrado con
una sencilla tela de color verde manzana y su interior en papel
algo burdo de color crema. Era sencillamente un libro de aspecto
bastante vulgar, como había a cientos en las
librerías.

Se trataba de una edición impresa en Munich,
Alemania, fechada en el año 1932, el tema de su contenido
eran recetas culinarias de varios países europeos. Pradel
se acercó para decirles que el libro que había
examinado estaba convencido de que nada de particular
contenía, faltaba el que el propio Felipe tenía
bajo el brazo, el joven librero se les acercó para
preguntarles si eran de su interés. Felipe pidió
precio para los tres, éste les dio una cantidad que al
granadino le convino, pagó en efectivo y los cuatro
salieron de la librería con los tres ejemplares metidos
dentro de una bolsa de plástico con asas, cruzaron al otro
lado de Las Ramblas y se sentaron en la terraza de la
cafetería Moka para saborear un excelente café y
observar a los múltiples paseantes de tan popular
boulevard.

Tomaron un taxi para regresar al hotel, no sin antes
acompañar a su amigo Roig hasta su domicilio y agradecerle
su compañía. Ya en él se acomodaron en una
de las habitaciones para poder inspeccionar los tres
volúmenes libremente, sin interrupciones. Se iniciaron con
el libro de cubiertas de tela de color verde, el que Cohen
había palpado algo anómalo en la cubierta
principal. Sin lugar a dudas se apreciaba en el interior de
ésta un ligero resalte cuadrangular que casi cubría
toda la superficie. Con sumo cuidado intentaron levantar el papel
que tapaba aquella parte del libro, no fue fácil, estaba
muy bien pegado, quien hubiese efectuado aquel arreglo se
había asegurado de que no se pudiera despegar
fácilmente.

Georges era quien se encargaba de esta operación,
tiró suavemente de una de las esquinas que había
logrado levantar con una navajuela de bolsillo, pero se le
rasgó quedándose un pedazo de papel entre sus
dedos, pero fue lo suficiente como para que se asomara una parte
de lo que parecía ser uno de los documentos cuyo aspecto a
primera vista guardaba el papel un gran parecido con el que ya
tenían.

-Rásgalo con cuidado Georges, el forro de la
cubierta al igual que el resto del libro no tienen un gran valor
-.

Finalmente con la ayuda de la navaja logró
separar el resto del papel. Debajo de éste apareció
cuidadosamente doblado un papel del tipo vegetal de iguales
características al que Felipe había hallado con
anterioridad. Los tres se miraron, interrogativamente, la
emoción e intriga se palpaban en sus rostros, finalmente
Georges, el más decidido, cogió delicadamente con
sus dedos el papel ya algo ajado, por uno de los extremos y lo
extrajo de donde había estado alojado tantos
años.

Lo desdobló con sumo cuidado para evitar que
pudiera romperse, lo alisó suavemente con la palma de su
mano ya que los dobleces que tenía hacían que
tuviera la tendencia a regresar de nuevo a la posición en
que tanto tiempo estuvo.

Finalmente pudo dejarlo totalmente plano. Caracteres muy
parecidos al documento hallado por Felipe estaban garabateados
sobre el mismo. Felipe llevaba una fotocopia del primer
documento, pusieron ésta debajo del hallado recientemente,
comenzaron a divisar algo un poco más conexo que en
solitario y primer folio, no obstante todavía nada ello
les decía, pero si que en la coincidencia de algunos
caracteres podían adivinarse cierto sentido de
escritura.

-El profesor Matloub tenía razón al decir
que debían de haber más de dos o tres documentos
que superpuestos completarían los caracteres que
permitirían la lectura-, dijo Cohen mirando a sus dos
compañeros.

-Bien inspeccionemos los otros dos libros y veamos si
seguimos teniendo tanta suerte como hasta ahora-, dijo
Georges.

Una hora después los otros dos libros
habían sido despojados de los forros de sus cubiertas,
pero en esta ocasión la suerte nos les
acompañó.

-Ahora solo nos queda la esperanza de que el libro
adquirido por el matrimonio norteamericano pueda contener un
tercer documento-, dijo Felipe.

Sacaron la nota que el librero granadino les
había facilitado, en ella estaban los datos del matrimonio
americano que había adquirido el último de los
libros que les faltaba. Albert y Katty Tray, 728 Main street,
Boston, Ma., telf…….decía la nota
manuscrita.

Georges sacó de unos de los bolsillos de su
chaqueta una libretita y consultó un teléfono del
estado de Massachussetts, a continuación llamó al
número seleccionado que pertenecía a un
compañero suyo que tenía una cátedra de
literatura francesa en al universidad de Boston desde
hacía más de cinco años.

-¿René Drapeau?-.

-Si, ¿con quién hablo si vous
plait
?-.

Georges se identificó. Después de los
perceptivos saludos, éste le contó a René
una buena parte del tema que les ocupaba y el motivo de su
llamada. Le pidió si le sería posible contactar con
aquellas personas e intentar comprarles el libro. René se
brindó gustosamente en efectuar la gestión,
vivía a unas veinte millas de la ciudad de Boston pero
todos los días se desplazaba a la universidad para
impartir sus clases.

-No tengas la menor duda que mañana voy a
efectuarte la gestión, voy a ir a visitarles a la salida
de la facultad, alrededor de las 5 de la tarde, es una buena hora
para encontrar a la gente en sus casas. No pienso llamarles por
teléfono, ya que podrían ponerme cualquier excusa
para que no fuera, prefiero presentarme por sorpresa-.

-No se como agradecerte tus molestias, aguardaré
ansioso tus noticias-.

-Mañana te llamo al número que veo que me
aparece por pantalla, ¿O.K.?-.

-O.K., a
demá
-.

-Veremos que nos depara la visita de René al
matrimonio de Boston, pienso que con este segundo documento
hallado quizás tengamos la fortuna de avanzar algo en su
contenido-, apuntó Felipe esperanzado.

En una papelería cercana a al hotel compraron
unas láminas de papel vegetal y encargaron hacer una
fotocopia del primer documento que Felipe llevaba fotocopiado en
uno de sus bolsillo con aquel papel, esto les permitiría
poder superponer ambos documento y quizás con ello poder
aclarar un poco el camino a seguir para descifrar su
mensaje.

Los tres fueron a una de las habitaciones que ocupaban y
efectuaron la operación de superposición de ambos
folios situándolos sobre el cristal de una de las
ventanas, de ese modo la luz solar que entraba en la
habitación atravesaría ambos papeles permitiendo
ver con mayor claridad el contenido de los mismos.

Estuvieron un buen espacio de tiempo observando y
analizando los caracteres que se formaban, observaron que algunos
de ellos se repetían en determinados intervalos en varias
ocasiones. Jacob se atrevió a insinuar que algunos de
ellos parecían guardar, aunque incompletos, cierto
parecido a la escritura aramea, opinión a la que sus otros
dos compañeros convinieron.

-De todas maneras, es evidente que es incompleto el
conjunto de documentos que conforman el mensaje, no perdamos la
esperanza hasta que tengamos la fortuna de tener en nuestras
manos el libro de Boston-, aseveró Georges.

-Si os parece mañana volaré a Tel Aviv y
les llevaré una fotocopia del nuevo documento, es
importante que puedan analizar ambos-.

CAPÍTULO
XXIº

El Mossad…

En una discreta cafetería de la Avenue
Lafayette
en París, se reunían dos agentes
del Mossad con Yashin, ambos le habían sido expresamente
asignados por la Central de Tel Aviv, éste les introdujo
en los pormenores de la investigación que Jacob les
había planteado.

Las instrucciones eran muy concretas: penetrar en la
organización nazi cuya denominación clave la
bautizaron como SiWi (refiriéndose a Simón
Wiesenthal).

En los años posteriores a la segunda guerra
mundial, esta organización, ahora en la clandestinidad,
hacía puntuales actos de presencia en distintos puntos del
planeta, en especial a través de las jóvenes
generaciones, fomentando el odio al pueblo judío y a la
raza negra.

Algunas horas después, Yashin disolvía la
reunión para desplazarse a la estación central para
tomar uno de los trenes de alta velocidad que salía en
dirección al sudeste del país, su misión era
mantener una entrevista personal con el inspector Lacroix, con
quien unas horas antes tuvo una breve conversación
telefónica.

Había recibido también una esperanzadora
llamada de Jacob Cohen, en la que le informaba del nuevo
documento localizado en otro libro, Yashin sugirió que le
enviara una copia de éste vía fax al departamento
especialista en claves del Mossad.

Los otros dos agentes tomaron un vuelo con destino
Hamburgo, iban con la misión de efectuar averiguaciones
respecto a los números telefónicos que su jefe
inmediato les había facilitado y de quienes estaban
detrás de ellos.

Lacroix aguardaba al agente israelí en el
andén de la terminal del TGV en Marsella como
habían convenido telefónicamente, no se
conocían pero su instinto profesional valió para
que se identificasen inmediatamente. En uno de los coches de la
policía se desplazaron a la prefectura de Aix-en-Provence
para reunirse con el Prefecto Pierre Dumás.

Dumás y Lacroix pusieron a disposición del
agente del Mossad una copia completa del dossier abierto para el
caso Terzlez. Yashin lo leyó con suma atención
efectuando algunas anotaciones marginales en determinadas
páginas.

-En el informe del forense se cita que el cadáver
presentaba huellas inequívocas de haber sido torturado,
probablemente quienes le prendieron trataban de sacarle alguna
información o secreto que quizás el pobre
desgraciado pudiera guardar-, precisó el agente
israelí.

-En efecto, así fue, tuve la oportunidad de
examinar el cadáver personalmente en el lugar donde lo
hallaron unos gendarmes, tenía varias quemaduras
repartidas por el cuello y la cara, probablemente producidas por
cigarrillos y varios hematomas en la cabeza y algunas partes del
tórax, sin embargo como verá en el informe del
forense, el sujeto no murió del castigo físico
sufrido, le falló el corazón y se les
"quedó" en las manos. Jamás podremos saber si sus
secuestradores pudieron obtener de él lo que
pretendían, pero no hay duda alguna que su muerte guarda
estrecha relación con el enigmático documento del
profesor Frutos-.

Algo más de dos horas estuvieron comentando sobre
el asunto que le había traído hasta la Provenza
francesa. Durante la conversación a Yashin le sonó
el timbre de su teléfono móvil, después de
atender la llamada les dijo a sus interlocutores que los agentes
enviados a la ciudad de Hamburgo habían podido identificar
a los propietarios de los dos números de teléfono
de la llamada anónima recibida por Georges Pradel y que
éste facilitó a Lacroix.

Uno de estos era el gerente de una sociedad dedicada a
la venta de objetos de arte y subastas internacionales, un
individuo de casi ochenta años con una cicatriz vertical
que partía del párpado inferior de uno de sus ojos
que le afeaba el rostro hasta la mejilla y que trataba de
disimular con un monóculo ahumado, conocido por Andreas
Strauss.

El del otro fulano, correspondía a una agencia
estatal de estadísticas político-sociales y
asesoramientos financieros, en la calle Graskeller de la misma
ciudad. Todavía no habían tenido ocasión de
ver al sujeto, pero habían averiguado que su nombre era
Ernst von Fassenberg, también de edad próxima al
primero. -Tratarán de obtener fotografías de ambos
y las haremos llegar al archivo central en Tel Aviv y al
señor Wiesental para ver si se tienen informes del pasado
de los dos sujetos-.

Poco después Yashin salía de la Prefectura
con el inspector Lacroix que le acompañó hasta el
aeropuerto de Marsella.

Los dos agentes destacados por la organización
israelí a la ciudad de Hamburgo, se repartieron la
investigación, tomaron posiciones cercanas a los
domicilios de ambas sociedades montando estrecha vigilancia, iban
equipados con los más sofisticados instrumentos
electrónicos que la técnica de espionaje
había desarrollado últimamente, dos días
después sus esfuerzos no habían sido
baldíos, ayudados por poderosos teleobjetivos, obtuvieron
excelentes fotografías de sus dos "objetivos", reforzaron
su trabajo con un discreto seguimiento a ambos sujetos para ver
con quien o quienes se relacionaban y los hábitos
rutinarios de cada día, así como las rutas que
seguían en sus desplazamientos. Localizaron sus domicilios
particulares, e incluso pudieron lograr acceder a leer algunos de
los sobres de sus correspondencias escrutando entre los cubos de
las basuras de sus domicilios.

Por las noches se reunían y confrontaban
resultados. Les llamó la atención que los dos
individuos a los que tenían sometidos a vigilancia
habían recibido en las mismas fechas sendos sobres con el
mismo remitente de Paraguay, ambos habían sido emitidos
por un tal Manrique Beckmann de un lugar llamado :
Capiatá, Hacienda Santa Rosa,
lamentablemente el contenido de los sobres no estaban entre los
restos de la basura. En los informes que remitieron a la
"central", tuvieron la precaución de hacer resaltar este
dato que les pareció de capital importancia.

En Tel Aviv se analizan minuciosamente los informes que
diariamente les llegan de los agentes repartidos por todo el
mundo, no les pasó por alto el recibido desde Hamburgo en
el que se subrayaba un importante dato. El director de proyectos
pidió por Internet a la Embajada de Israel en Paraguay,
información amplia sobre los propietarios de la Hacienda
que se citaba en el informe.

Ya en Viena, Ingelod fue felicitada por el jefe de su
"oficina" por el éxito de su misión en
España, sin embargo la muchacha sintió un cierto
malestar por los elogios recibidos, no olvidaba la hospitalidad
que Felipe le había dispensado en su estancia en
España. Había recibido un trato generoso y
familiar, esto le provocaba que su conciencia se sintiera
insatisfecha.

Había entregado las fotocopias obtenidas del
documento de Felipe que acompañó con un breve
informe. Ingelor no compartía en exceso la
ideología nazi del presidente de la compañía
en la que trabajaba como directora de marketing, se avino a
efectuar este "trabajo" por que deseaba conservar el privilegiado
puesto en la compañía que le proporcionaba unos
generosos ingresos anuales permitiéndola vivir con
excelentes comodidades, no obstante sentía en su intimidad
que no se había portado bien con Felipe, pensó que
debía hacer algo.

Los agentes del Mossad siguieron la vigilancia a los dos
individuos durante algunos días hasta recibir
órdenes de la "central" en la que se les ordenaba
secuestrar a los dos "objetivos" y sacarles el máximo de
información de la organización a la que ambos
debían pertenecer. Al mismo tiempo el agente Yashín
recibía de Tel Aviv un exhaustivo informe sobre los dos
individuos que sus agentes tenían bajo estrecha vigilancia
en Hamburgo. Había sido elaborado por la oficina de
Wiesenthal, las fotografías facilitadas fueron decisivas
para poder identificar a ambos sujetos. Como era de esperar sus
verdaderos nombres no correspondían con los que al
finalizar la guerra adoptaron, los habían tomado de
civiles fallecido en algún bombardeo aliado, la
"organización" se ocupó de facilitarles nuevos
documentos "legales" con los nombres de aquellos fallecidos, de
este modo pudieron cambiar su personalidad ante la sociedad y
poder así iniciar unas nuevas vidas, este caso se
había repetido en muchas ocasiones entre la
organización, de este modo los aliados y las autoridades
federales no pudieron juzgarlos y consecuentemente aniquilar a
los ideólogos y ejecutores de la barbarie nazi.

El plan consistía en hallar una casa aislada en
lugar tranquilo que pudiera ser alquilada por unas semanas, el
consulado israelí se ocupó de ello, tuvieron la
precaución de utilizar a terceras personas con el fin de
no dejar rastros. Encontraron una no demasiado grande en las
afueras de la ciudad, entre un espeso bosque de hayas y junto a
un pantano, el lugar era muy solitario, perfecto para lo que
precisaban.

Uno de los agentes robó un automóvil de un
parking público al que les sustituyó las
matrículas por otras que con anterioridad habían
robado a otro en un pueblo de a unos cuarenta kilómetros
de la ciudad. En el entretanto no perpetraban los secuestros, el
automóvil utilizado por ellos lo estacionaron en un lugar
cercano a la casa alquilada, fijaron para el día siguiente
al final de la tarde ejecutar el "encargo".

Tuvieron fortuna en el día elegido, llovía
copiosamente y unos espesos y negros nubarrones
obscurecían las calles de la ciudad.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
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