Monografias.com > Sin categoría
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

La maldición de Yavé (página 6)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

El automóvil robado lo estacionaron a muy pocos
metros de la puerta del garaje por el que saldría el Audi
A8 de uno de los sujetos, el tal Strauss, que como siempre
iría acompañado de su fornido chófer a la
vez que guardaespaldas. Los dos "cazadores" es esperaron
pacientemente que se levantara la puerta del garaje, no tuvieron
que aguardar demasiado tiempo, unos minutos después se
ponían en acción, siguieron al Audi a una distancia
prudencial y no actuaron hasta que se hallaran cerca de una calle
en que la iluminación pública era bastante
deficiente. Cruzaron su automóvil frente al que
seguían, la lluvia y el factor sorpresa fue fundamental,
ambos agentes saltaron del automóvil con sendas pistolas
provistas de silenciador y liberadas del seguro, dividieron su
acción, uno se ocupó del chófer y el otro
del pasajero del asiento posterior.

El primero recibió un certero disparo en mitad de
la frente que le atravesó limpiamente el cráneo
cuando todavía tenía una de sus manos asiendo la
puerta y la otra intentando sacar la pistola que llevaba en la
sobaquera, cayendo fulminado sobre el volante, en el entretanto
el otro agente entraba como una exhalación en le parte
trasera y le propinaba un culatazo en la cabeza del ocupante
dejando a este sin conocimiento e inmovilizándolo con unas
esposas y amordazarle con un pedazo de cinta adhesiva. Uno de los
agentes se puso al volante del Audi y arrancó, mientras el
otro le seguía con el auto robado, cruzaron la ciudad sin
excesivas prisas, evitaban llamar la atención de la
policía local. La copiosa lluvia que en aquel momento
caía inundaba las calles y les añadía un
plus de protección, los limpiaparabrisas de los autos casi
no daban abasto para desplazar el agua del cristal.

Salieron de la ciudad por una carretera secundaria muy
poco transitada elegida previamente el día anterior,
abandonaron el Audi en un descampado entre unos espesos arbustos
que casi lo cubrían totalmente. Trasladaron el individuo
secuestrado al vehículo robado y dejaron el cadáver
del chofer en interior del Audi, luego se dirigieron a la casa
alquilada. Todos los movimientos habían sido previstos y
estudiados minuciosamente el día anterior, el Mossad no
dejaba nunca nada al azar.

Una suerte pareja corrió el otro
objetivo, en esta ocasión lo sacaron a
media noche de su casa, estaba acostado, todavía en el
primer sueño, cuando el frío del
cañón del silenciador de la Parabellum de uno de
los agentes lo notó ejerciendo presión sobre los
labios, abrió los ojos desmesuradamente, un certero golpe
en la cabeza le dejó medio inconsciente, la esposa de
éste dormía en la cama de al lado en la misma
habitación, el gruñido de dolor de su esposo la
despertó, se incorporó en la cama para ver
qué sucedía, grave error el suyo, un disparo a
bocajarro en los pulmones terminó de manera fulminante con
su vida. Uno de los agentes arrastró en la obscuridad al
sujeto en dirección a un ventanal que daba al
jardín de la casa mientras el otro efectuaba un registro
en algunas habitaciones, pretendía hallar algún
documento que les permitiera ampliar la información sobre
la organización.

En una habitación contigua había un
despacho o estudio donde probablemente el rehén
debía trabajar, comprobó que no hubiera nadie
más en la casa, regresó a la habitación y le
dijo a su compañero que se llevara al rehén y lo
dejara maniatado con el otro y regresara a por él, le dijo
que se quedaba para registrar la habitación de al lado,
quizás pudiera encontrar algún documento que
interesara, el compañero asintió con la cabeza y se
llevó al individuo medio arrastras.

El agente regresó al estudio e inició un
registro minucioso del mismo, se ayudaba con una linterna para no
tener que encender la luz y no llamar la atención en el
exterior del edificio, procuraba eliminar toda suerte de ruidos
con el fin de no alarmar a ningún vecino de las viviendas
cercanas, por seguridad desconectó la entrada de la
línea telefónica en la casa, de este modo si
alguien llamaba le daría el zumbido de cómo si
estuviera ocupado.

El estudio estaba lujosamente amueblado, tras la mesa de
trabajo había la pintura de una dama elegantemente
ataviada con un vestido de color verde obscuro y escote palabra
de honor rematado con un collar de esmeraldas de notable
tamaño, era una bella mujer, de pelo muy rubio recogido
detrás de la cabeza y grandes ojos azules, el pintor le
había plasmado la expresión de una suave sonrisa
que le daba aspecto bondadoso y angelical, como si deseara
obtener la expresión de la Gioconda, el agente mantuvo
unos segundos el foco de su linterna sobre aquel cuadro,
observó que éste estaba separado unos pocos
centímetros de la pared, pero descansaba directamente
sobre ella en todo su contorno, se acercó algo más
para observar mejor la anómala posición de
éste comprobando que la parte trasera del marco descansaba
en su totalidad sobre la superficie de la pared, algo anormal
para un cuadro que está colgado, ya que la parte superior
siempre está ligeramente separada de ésta por el
tipo de sujeción a ella.

Tiró hacia si del marco y sorprendentemente el
cuadro se separó de la pared como si fuera la hoja de una
ventana dejando al descubierto la puerta de una caja fuerte de
seguridad, el agente esbozó una leve sonrisa, el ruido de
un automóvil que se detenía, hizo que apagara la
linterna y se acercara a la ventana para ver que ocurría,
pudo oír unas voces, separó ligeramente la cortina
de la ventana y comprobó que se trataba de una pareja que
regresaban a la casa vecina después de probablemente haber
asistido a algún espectáculo. Se mantuvo unos
instantes quieto hasta que volvió hacerse el silencio en
el entorno, regresó al lugar donde estaba la caja y
comenzó a trabajar en ella, durante los cursos en la
academia del Mossad, una de las asignaturas era el conocimiento y
manejo de varios tipos de cajas fuertes, no tardó
demasiado en oír los chasquidos que los resortes
mecánicos de la combinación hicieron al encajarse
en los alojamientos que les correspondía, -es una caja
facilona, se dijo para si-, tiró de la manecilla y la
puerta siguió, enfocó el interior de la misma, no
era demasiado grande pero vio que había algunos fajos de
billetes de banco sujetos por una cinta de papel, un par de
estuches que contenían valiosas joyas, entre ellas le
pareció ver el collar de esmeraldas que lucía la
dama del cuadro, algunas carpetas conteniendo documentos, una
libretita de cubiertas de piel que parecía una agenda, y
una pistola automática con la cruz esvástica
grabada en la empuñadura, le extrañó que una
simple agenda estuviera guardada en una caja de seguridad, le
echó una ojeada, a simple vista vio que tenía
escrito a mano nombres y direcciones de múltiples lugares
del mundo, principalmente en Europa y América del Sur, y
cifras, se la metió en uno de los bolsillos de la
chaqueta, para el resto buscó en la cocina de la casa una
bolsa y metió todo el contenido en ella, -en la Central
sabrán que hacer con todo ello- pensó.

Se sentó en una butaca de la habitación
aguardando a que su compañero regresara a por el, no sin
antes haber dejado rastros para que la policía creyera que
se había tratado de un robo. No tuvo que aguardar
demasiado tiempo, el ruido de un motor al relantí le
indicó que el otro agente le aguardaba casi en frente de
la casa. Salió por la parte trasera con máximo
sigilo, arrancó el automóvil suavemente con la
intención de pasar desapercibido, unos treinta minutos
después habían llegado a la casa donde
tenían a los dos rehenes.

Ambos individuos habían ya despertado,
tenían las esposas puestas y las bocas selladas con cinta
autoadhesiva, permanecían sentados en las sillas en que
les habían dejado. Los dos agentes se enfundaron unas
capuchas elásticas de color negro con agujeros para los
ojos y la boca. Era una cuestión psicológica,
sabían que encapuchados de ese modo causaban mayor
sensación de pánico a su interlocutor.

Les quitaron de un tirón las cintas que les
sellaban la boca, profirieron gritos y maldiciones por que con la
cinta se fueron una buena parte de los pelos del bigote.
Trasladaron a uno de los dos rehenes a otra habitación
para evitar que en el interrogatorio pudiera ser oír lo
que a cada uno de ellos le "sacaran".

El interrogatorio se inició con la
identificación del nombre real con el que estuvo afiliado
en el ejército alemán y al partido Nazi en el
pasado, algo que como ya era de esperar fue negado, una y otra
vez repetían su nombre actual. El agente del Mossad no
estaba para perder demasiado tiempo pero necesitaba sacarle toda
la información posible sobre la organización y el
alcance de sus raíces por distintos países.
Sacó con parsimonia del interior de un maletín una
botella de vidrio de color marrón, depositó
ésta sobre una mesita auxiliar a poca distancia del
rehén, con bastante cuidado la liberó del
tapón de vidrio, de la que salió un ligero y
sospechoso humo, una etiqueta pegada en el cuerpo
cilíndrico decía : SO4H2, vitriolo en estado puro,
ácido altamente corrosivo. Vertió un chorrito del
líquido sobre la superficie de la mesa, iniciándose
de inmediato una rápida corrosión de una parte de
la madera desprendiendo un olor nauseabundo.

El agente del Mossad sostuvo la botella en la mano y se
quedó mirando fijamente a los ojos su rehén, -si no
me respondes con la verdad a mis preguntas, te llenaré el
cuerpo de éste ácido-, y para mayor
demostración le vertió unas gotas sobre el dorso de
la mano. El rehén exhaló un agudo grito
cayéndose de la silla al suelo, el agente le
levantó y le sentó de nuevo haciendo caso omiso a
los gritos y lamentos.

-¡¡Hablaré, hablaré!!-
chilló el viejo.

El agente sacó de su bolsillo la libretita que
había hallado en la caja fuerte y la mostró
blandiéndola en el aire a su prisionero, éste al
verla se le puso la cara lívida y gesto de terror.
–Ahora vas a explicarme muchas, muchas cosas, y me
informarás del contenido de esta agenda que
encontré en tu casa-, sacó una pequeña
grabadora y accionando el pulsador de "on".

Una situación paralela estaba ocurriendo en la
habitación inmediata…….

CAPÍTULO
XXIIº

Al finalizar de impartir sus clases en la facultad, el
profesor René Drapeau tomó un taxi para dirigirse
al domicilio del matrimonio poseedor del último libro que
quedaba por inspeccionar. No sabía como le iban a recibir,
ni tampoco cómo iba a presentarse y enfocar el tema, pero
su amigo y paisano Georges Pradel le había pedido que le
hiciera esta gestión y él había tomado el
compromiso de efectuarla.

El taxista le dejó frente a un edificio de
viviendas de construcción bastante moderna y de
considerable altura, tomó el ascensor hasta la cuarta
planta y llamó al timbre de la puerta segunda..

Abrió una mujer joven, no sobrepasaría los
cuarenta, que con cara de sorpresa le preguntó que
deseaba.

René se identificó y preguntó si
vivían allí el matrimonio Tray, la mujer le
respondió afirmativamente, no le invitó a que
entrara en la casa, le mantuvo de pie en el rellano de la puerta,
se sintió algo incómodo, pero siguió
exponiendo el motivo de su presencia. Finalmente la mujer
comprendió y le invitó que entrara.

La señora Tray recordaba que en su visita a
España habían adquirido un libro bastante antiguo
en una ciudad de Andalucía de la que no recordaba en
aquellos momentos el nombre. –Era una especie de
librería muy vieja de una calle muy estrechita-, le
dijo.

René se esperanzó con la
información que la mujer le daba. –¿Conservan
ustedes todavía este libro?-, preguntó.

La señora algo extrañada se acercó
a las estanterías que tenía a su espalda y
buscó durante unos segundos entre los varios libros que
allí estaban. –Todavía no lo hemos
leído-, apostilló con una ligera sonrisa que
más bien parecía una disculpa.

-Verá, mis colegas de España
necesitarían poder leer el contenido del libro ya que
forma parte de una tesis literaria que están
desarrollando-, dio como excusa.

Sacó un libro de grosor algo considerable con
rudimentarias cubiertas de azul marino que se apreciaban bastante
sobadas y letras doradas, estaba escrito en idioma alemán,
se lo entregó a René, éste lo ojeó un
poco y le propuso a la mujer comprárselo, ésta le
dijo que no tenían necesidad ni intención de
venderlo ya que lo consideraban un recuerdo de su estancia en
España.

A René se le ocurrió una posible
solución: -¿Podrían prestárselo por
unas semanas para poder estudiar su contenido?, naturalmente yo
les depositaría a ustedes una cantidad de dinero como
garantía de devolución-.

A la mujer no le pareció descabellada la
solución, pero adujo que debía consultarlo con su
esposo. Finalmente acordaron que la llamaría al día
siguiente para conocer su decisión.

René tomó un tren de cercanías para
trasladarse a la cercana población donde tenía su
domicilio y desde allí enviarle un e-mail a Georges
explicándole los resultados de la
gestión.

En Hamburgo la policía fue advertida del incendio
de un Audi A8 a las afueras de la ciudad con una persona dentro.
Por otro conducto fue también avisada que en uno de los
parques de la ciudad había el cadáver de un hombre
colgando de un árbol aparentando un suicidio, con la cara
y las manos totalmente desfiguradas por algún ácido
corrosivo.

Unas horas después los dos agentes
israelíes volaban a Tel Aviv con un importante
"botín" recaudado en las casas de los dos rehenes y la
información obtenida de las confesiones de los
mismos.

En Granada Felipe Frutos recibió en la
universidad una inesperada visita de un subtito paraguayo, un tal
Hans Manrique le dijo el bedel alargándole una tarjeta del
mismo.

Felipe se extrañó no conocía a
nadie con este apellido y de aquel país, pero dio
instrucciones para que le hicieran pasar.

Instantes después entraba en el despacho de
éste un joven que aparentaba tener alrededor de los
treinta y cinco años, bien parecido y atlético, de
pelo rubio cortado al cepillo y mentón prominente y
bastante bien vestido, casi elegante se dijo para si. La primera
impresión del profesor Frutos le pareció ver a un
individuo de raza aria en lugar de un típico hombre del
sur del continente americano, sin embargo el color de su piel
decía que pasaba horas a la exposición
solar.

Le invitó a que tomara asiento después de
saludarle. El joven se presentó como perteneciente a una
asociación sudamericana de estudios étnicos de la
universidad de Asunción, al tiempo que le alargaba una
carta de presentación que firmaba el rector de dicha
universidad. Felipe pensó que no sabía a cuento de
que venía la visita del muchacho en cuanto y tanto en su
cátedra granadina nada tenía que ver con estudios
étnicos sudamericanos, pero optó por
escuchar.

El joven le hizo una larga y lenta explicación
del estudio que en su universidad estaban llevando a cabo, Felipe
le seguía escuchando con atención, hasta que en un
punto de la exposición, el joven dijo algo que le puso en
guardia, le habló de que en el estudio buscaban la
relación étnica de algunos de los colonizadores del
Cono Sur con la raza semita, en este momento al
catedrático se le encendieron las alarmas en su
mente.

-Si me permite señor Manrique ¿en que
punto interviene nuestra universidad con los estudios que vienen
ustedes realizando?-, preguntó Felipe.

El joven se revolvió ligeramente en la butaca en
la que se había sentado mientras se mesaba con la mano el
cabello, como si se estuviera hallándose en
situación algo incómoda. -Pensamos profesor que
quizás puedan ustedes facilitarnos algunos documentos que
pudieran despejarnos ciertas dudas-, respondió.

Felipe se puso en guardia, no sabía por que, pero
inmediatamente pensó en sus extraños documentos.
Pensó que como fuera debía ganar tiempo para poder
poner en sobre aviso a Georges, Jacob y al inspector Lacroix y
ver que hacer. No respondió directamente al requerimiento
del joven, esgrimió una serie de evasivas, pero se le
ocurrió decirle a su interlocutor que le disculpara ya que
justamente tenía que impartir de inmediato una clase y no
podía prestarle más tiempo de atención.
–¿Le sería posible venir a visitarme
mañana por la tarde alrededor de las cinco?-, pensaba que
esta excusa podría tener tiempo de contactar con todos y
alguna solución hallarían. Por otra parte
debía ser también cauto, no fuera que su corazonada
fuese simplemente eso, una corazonada. Su interlocutor le
manifestó que estaría encantado en volver a
visitarle al día siguiente a la hora que le había
indicado. Felipe le acompañó hasta la puerta de la
facultad donde se despidieron.

Regresó a toda prisa a su despacho ansioso de
poder establecer contacto con sus amigos. En pocos minutos
había puesto al corriente a Georges y Jacob, ambos
coincidieron en la impresión que éste tuvo de la
entrevista con el tal Manrique, el francés le dijo que
él se ocuparía de llamar a Lacroix para informarle
mientras Jacob Cohen lo hacía con el Mossad.

Desde la prefectura de Aix-en-Provence, Lacroix
contactó con Yashin, éste último
había enido la precaución de facilitarle el
número de su teléfono móvil en la pasada
visita.

Al otro lado de la línea la peculiar voz del
agente del Mossad sonó algo ronca pero seca y firme.
Lacroix le relató puntualmente la información
recibida, tal como si estuviera redactando un informe para la
prefectura.

-Gracias amigo Lacroix, esta información acaba de
llegarme también desde el señor Cohen, y observo
algunos puntos coincidentes con una investigación paralela
que estamos llevando a cabo desde nuestra central. Tenemos
informes de nuestros agentes que nos dicen haber hallado unos
sobres de correos que provenían de Paraguay, más
adelante estos mismos agentes pudieron "interrogar" a algunos
personajes en Alemania que ampliaron más
información al respecto. En consecuencia y para abreviar,
creo muy interesante poder entrevistarme con este personaje, no
creo ni una palabra de la explicación que le dio al
profesor Frutos, y pienso que debe haber una conexión
directa con el informe de nuestros agentes, hay unas
coincidencias bastante puntuales. ¿ha dicho que
volverán a verse mañana por la tarde?-.

-Efectivamente eso me han dicho-, respondió
Lacroix.

-Bien, son ahora aquí en Tel Aviv las once de la
mañana, voy a intentar estar en Granada, alrededor de
media tarde para hablar personalmente con el profesor y
mañana intentar entrevistarme con este individuo
paraguayo, si no le importa inspector anticipe al señor
Frutos mi visita y de mis intenciones, le agradezco mucho su
llamada, le tendré a usted informado-.

Lacroix llamó a continuación al
catedrático Frutos para informarle de la
conversación que había mantenido con Yashin y del
inmediato viaje de éste a Granada, esto tranquilizó
en parte a Felipe, tuvo la sensación de estar algo
más protegido. A través de las serie de vicisitudes
y situaciones anómalas sucedidas desde el día en
que halló el primer documento en aquel dichoso libro, la
monotonía por la que solía discurrir su vida
había sufrido cambios importantes, al principio fueron
realmente excitantes, estimularon de nuevo su adormilado
interés por la investigación, pero a medida que
avanzaba en ella las cosas fueron tomando un aire inesperado que
no dejaba de preocuparle, hubo momentos que desearía
haberlo abandonado todo, pero ya era algo tarde, aun con buena fe
y en aras de la investigación había involucrado en
ello a otras personas que además eran viejos y queridos
amigos.

Envió un mensaje de Internet a Georges en el que
le informaba de la próxima visita del hombre del Mossad, a
los pocos minutos de haber enviado el mensaje la operadora de la
centralita de la universidad le pasó una llamada de
Georges.

-Georges, ¿has leído mi mensaje que acabo
de enviarte?-

-Efectivamente, lo he leído y es por este motivo
que te llamo, si te parece voy ahora mismo con mi
automóvil al aeropuerto de Barcelona no demoraré
más de un par de horas en ello, y tomo un vuelo hasta
Granada, creo que podría estar contigo casi al mismo
tiempo que el tal Yashin, me tiene muy intrigado esta inesperada
visita del sudamericano y a su vez la rápida
reacción del agente del Mossad -.

-Tu presencia será muy reconfortante, ya que
tengo serias dudas en proseguir con todo esto-.

-Es por ello que deseo estar contigo, ahora no debemos
echar por los suelos todo lo que hemos avanzado, va en contra de
mis principios, ya sabes, procuro acabar todo lo que
comienzo-.

-Lo se, lo se, querido amigo-.

-Te dejo, voy a por mi automóvil en el
aparcamiento de la facultad y tomo la autopista para estar cuanto
antes en el aeropuerto del Prat, voy a probar de enlazar con
algún vuelo doméstico a Granada-.

Pasó primeramente por su domicilio para recoger
algunas ropas y un neceser de viaje, tomó su Citroën
DS y enfiló la autopista del Languedoc-Rousillon, no
demoró más de dos horas y media en llegar al
aeropuerto barcelonés. La fortuna le
acompañó, pudo tomar un vuelo a Granada dos horas
más tarde. Georges no se apercibió de que un
automóvil negro le había seguido hasta el
aeropuerto y que su conductor tomaba café en la misma
cafetería del aeropuerto a poca distancia suya.

En otra parte del Mediterráneo Yashin
subía en un avión de línea regular de la
compañía israelita El Al con destino a Madrid, iba
acompañado de dos agentes a su cargo. En Barajas
alquiló una van Vito de nueve asientos y una hora
después circulaban por la autovía en
dirección a Granada.

Unas horas más tarde llegaba a la ciudad en la
que residía Felipe Frutos. Llamó a la universidad y
la operadora le pasó con el despacho del
catedrático.

Éste había sido advertido de la
posibilidad que un personaje del Mossad le visitaría, dio
orden al Bedel para que cuando llegara la visita le
acompañara hasta su despacho.

Yashín dio instrucciones a sus dos agentes que
aguardaran dentro de la furgoneta y estuvieran atentos a las
instrucciones que pudiera darles a través del walkman con
que iban equipados.

El Bedel llamó con los nudillos en la puerta e
inmediatamente se oyó una voz que desde el interior
invitaba a que entrara.

-El señor Yashin- anunció
éste.

Felipe se levantó y se acercó tendiendo la
mano a su visitante.

-He oído hablar mucho de usted señor
Yashin- le dijo en el entretanto le invitaba a tomar asiento en
una de las butaquitas de piel que estaban frente a su
mesa.

-Veo que la inesperada visita de este joven paraguayo a
despertado una gran actividad-, adujo Felipe como inicio de la
conversación.

El agente del Mossad, se acomodó en la butaca,
miró fijamente al catedrático como si estuviera
estudiándolo y esbozó una ligera
sonrisa.

Felipe observó también a su interlocutor,
dedujo que por su aspecto debía ser un hombre de
acción, frío y calculador, había
leído algunos reportajes sobre el servicio secreto
israelí, pero le constaba su gran eficiencia y
preparación de sus agentes. Esto le dio un plus de
confianza pero también de cierto temor, el jamás
había tenido nada que ver con la policía, ni los
servicios secretos, todo lo que conocía de ello era a
través de novelas, artículos impresos y algunas
películas, pero valoró también que aquel
pueblo en las circunstancia tan difíciles que debía
vivir y bajo la constante amenaza bélica en su propio
territorio, era natural que para poder sobrevivir sus agentes
tuvieran una excelsa preparación en todos los
órdenes.

Yashin se presentó e inició la
explicación del motivo que le había traído a
Granada.

Le contó a Felipe en un más que correcto
castellano, la visita de J.Cohen a Tel Aviv, del interés
que el documento que portaba había despertado en la
"Compañía", y finalmente le explicó el
motivo principal que no era otro que desarticular o "eliminar",
usó este término que le dio escalofríos al
catedrático, la organización nazi todavía
existente y extendida por varios países y del daño
que continuaba haciendo al sionismo mundial. – Se excusan
con esta ideología para hacer sus propios
negocios-.

Felipe escuchaba con viva atención cuanto le
explicaba el hombre que tenía frente si, no se
perdía detalle de sus gestos y de cuanto le comunicaba,
Felipe era un gran analista del ser humano, ya desde muy
jovencito gustaba de observar a las personas con más
detenimiento que el resto de sus compañeros, con el tiempo
había ido archivando en su cerebro miles de gestos, frases
y caras de los seres humanos observados hasta el más
mínimo detalle, había confeccionado su propia
enciclopedia clasificando y agrupando a individuos que
mantenían rasgos físonómicos y expresiones
parecidas, en estos momentos su mente revisaba en su "archivo"
datos comparativos donde clasificar a su interlocutor.

Felipe le contó con todo detalle la sorprendente
visita del joven paraguayo, -me puso en guardia cuando me
citó algo sobre documentos relacionados con etnias
judías en el Cono Sur, inmediatamente tuve la
sensación que aquel hombre me ponía una especie de
excusa que no venía a llevar a ninguna parte y que
pretendía algo más, pues de todos es sabido que los
primeros judíos llegados a Suramérica en
número algo notorio, no lo hicieron hasta bien entrado el
siglo XIX, bastante antes de que se fundara el actual estado de
Israel-.

-No anda usted equivocado, en la Central, tenemos el
convencimiento que andan detrás de estos documentos
hallados fortuitamente por usted para apoderarse del posible
contenido que encierran y, para obtenerlos harán lo que
sea necesario, las vidas humanas para esta gentuza no tienen
valor alguno, ya lo pudimos ver en la década de los
años treinta y cuarenta -.

-Entonces en previsión a la visita de
mañana por este joven ¿qué opina usted que
debo hacer?-

Muy sencillo profesor, si le parece voy a suplantarle,
lo recibiré yo en este mismo despacho, le diré que
usted ha tenido que ausentarse por un imprevisto y le suplo a
usted, le diré que estoy al corriente de todos sus asuntos
ya que pertenezco a su equipo de colaboradores más
íntimos y veré que le puedo sacar, no se preocupe
tengo medios para sonsacarle-.

-Me parece bien, daré instrucciones en la
dirección para que pueda usted ocupar
momentáneamente este despacho-. Felipe tomó un
papelito amarillo y anotó su domicilio particular.
–Tenga usted, después de la entrevista le aguardo a
usted en mi domicilio, probablemente cuando usted venga
habrá llegado ya mi compañero francés el
doctor Georges Pradel-.

-Gracias, así lo haré, ah y recuerde no
utilizar su teléfono según para que, nos consta que
está "pinchado"-.

CAPÍTULO
XXIIIº

La mañana en Boston estaba algo fría y
lluviosa, y para terminar de arreglarlo una de las clases
impartidas por René Drapeau fue un fracaso de asistencia,
los estudiantes se habían manifestado en contra del rector
por una ley absurda que éste impulsó. La
situación le permitió salir casi una hora antes,
cruzó el campus a toda prisa, se había dejado el
paraguas y el impermeable en casa y le fastidiaba bastante
mojarse.

Tomó el bus y descendió unas cinco calles
más abajo, justo a un paso de la casa del matrimonio Tray,
pasó por delante de una tienda de artículos baratos
y compró por dos dólares y medio un paraguas
plegable y un impermeable de plástico de color amarillo
canario.

Llamó a la puerta y salió abrirle la
propia señora Tray. Después de los saludos de rigor
René le preguntó a la señora si había
consultado con su esposo la posibilidad de prestarle el libro
comprado en España.

-Verá profesor, efectivamente mi esposo y yo lo
hemos considerado-, dijo la dama en el entretanto invitaba a su
visitante a tomar asiento.

René puso cara de suspense, no sabía por
donde la señora le iba a salir, le vino a la mente la
frase latina de : alea jacta est, frase
que Suetonio atribuyó a Julio César cuando
cruzó el río Rubicón frontera con la
Galia.

La señora Tray le sacó de su reciente
pensamiento: -hemos decidido prestarle el libro a cambio de un
pequeño favor-.

-Dígame usted de que requisito se trata y
veré de cumplirle-.

-Muy simple, que me de unas lecciones de francés
durante cinco meses, dos veces por semana, siempre he deseado
aprender este bello idioma y vamos a ir este verano de vacaciones
a París-.

-No hay inconveniente siempre que pueda ser en unas
horas en las que mis obligaciones con la universidad me lo
permitan-

La señora Tray se levantó y fue a la
librería del saloncito para coger el libro tan deseado por
el francés. –Tenga usted señor Drapeau,
¿cuándo iniciamos la primera clase?- le dijo
sonriendo.

-Verá señora, podría ser todos los
martes y jueves por la tarde, ya que son días que no tengo
clases en la facultad-.

-Pero quizás esto le reste tiempo de estar con su
esposa-.

-No, no hay tal esposa todavía señora
Tray-, respondió con una sonrisa mientras se rascaba el
cogote.

-Llámeme Annie, por favor, voy a ser su
alumna-.

-Gracias Annie, lo tendré en cuenta-, le dijo
esto mientras cogía el libro y pasaba las hojas
rápidamente haciendo como el que las está
mirando.

Acabó el café de la tacita con que su
futura alumna le había obsequiado y se despidió de
ella : -hasta el próximo martes Annie, vendré
alrededor de las tres y media-.

René Drapeau era un joven de unos treinta y ocho
años, nacido en una población de la zona de la
Camargue, alto y bien parecido, hizo su licenciatura en la
universidad de Montpellier, fue un jugador estrella del rugby
universitario, al finalizar la carrera obtuvo una beca que le
llevó a los Estados Unidos afincándose en Boston,
llevaba ya tres años en la ciudad y estaba muy bien
considerado por el rector y sus alumnos.

Ya en la calle se puso de nuevo el impermeable
plástico que se había comprado y colocó
debajo el libro para evitar que se mojara con la pertinaz lluvia,
tomó un bus que le llevó hasta su casa.

Se dio una reconfortante ducha y después de
ponerse el pijama y un batín de baño se
sentó junto al hogar e inició un reconocimiento
minucioso del libro.

Como le había dicho su amigo Georges,
inició el reconocimiento en las cubiertas, nada anormal
pudo observar, los forros se apreciaban bien adheridos y sin
ningún resalte que pudiera parecer anómalo.
Comenzó a pasar las gruesas hojas una a una, a la mitad el
libro palpó una hoja algo más gruesa que las
demás, acercó ésta a la lámpara de la
mesita que tenía junto a la butaca en la que se
había sentado, la potente luz de la bombilla
atravesó el grosor del papel, la luz atravesó con
cierta facilidad todos bordes de la hoja no así la parte
central de la misma que se apreciaba algo más opaca.
Trató de separar las dos hojas que intuía haber
sido pegadas pero le fue imposible, so pena de hacer un
desaguisado, optó por coger un cutter y cortar la hoja
justo por la parte que estaba cogida al lomo del libro,
pensó que mutilaba al libro pero también
pensó que lo más probable es que sus propietarios
no leerían jamás este y no echarían en falta
la página.

Con ella en la mano pudo observar que el lado de la hoja
que estuvo cercana a lomo del libro, estaba dividida en dos
hojas, por aquel lado estaban despegadas, las separó con
sumo cuidado viendo que formaban una especie de bolsa,
había un papel doblado en el interior. Con el fin de no
dañarlo, cogió una pinzas y extrajo con sumo
cuidado éste. Desdobló el papel y vio una serie de
incomprensibles dibujos de segmentos de líneas
irregulares. Volvió a doblar el papel extraído y lo
retornó al interior de la bolsa que formaban las dos hojas
separadas del libro.

Buscó un sobre de dimensión suficiente
para que cupiera en su interior la hoja con su contenido sin
necesidad de doblarla.

Miró el reloj y calculó la hora que
tendrían en Francia, serían alrededor de las diez
de la noche, marcó el número de su amigo Georges.
Aquellas horas éste ya estaba en la cama, el timbre del
teléfono le desveló del primer
sueño.

-Dígame-, dijo con voz somnolienta que
acabó con un largo bostezo.

René utilizó el patois que
se habla en la Provenza entre los campesino derivado del
catalán, había sido advertido de la posibilidad de
que el teléfono tuviera escuchas.

-Ja tenc l´encarrec tois, demá et
cridaré a la feine
-.

bo, fins ademá-.

Georges colgó de nuevo el teléfono, se dio
media vuelta y se abrazó a su esposa Jackie
quedándose de nuevo dormido en pocos minutos.

CAPÍTULO
XXIVº

Felipe estaba algo nervioso, no sabía como
acabaría la suplantación que el hombre del Mossad
le propuso. Una hora antes de que viniera el paraguayo, Yashin se
presentó en el despacho del catedrático, no sin
antes haber previsto un plan con sus dos hombres que aguardaban
fuera en el interior de la van de alquiler.

-Tengo buenas noticias para usted profesor, gracias a
una serie de interrogatorios recientes que pudimos efectuar a
algunos viejos nazis que capturamos, sabemos el origen real y las
intenciones de este individuo que ahora esperamos. Es hijo de un
viejo general de las SS que cuando intuyó que las cosas se
le iban a poner feas, huyó al Paraguay con una fortuna
robada a gente de mi pueblo, allá se casó con la
hija de un hacendado del país descendiente de
españoles y compró una gran extensión de
tierra en la que cría ganado, es conocida como
Hacienda Santa Rosa, pero no es otra cosa que una
tapadera, es la excusa para manejar otros negocios de muy dudosa
legalidad, tales como tráfico ilegal de armas y drogas,
tienen conexiones con muchos de sus viejos camaradas afincados en
otros países; Brasil, Argentina, Paraguay, Bolivia y hasta
en los propios Estados Unidos de Norteamérica y como no en
su origen, Alemania-.

-No me sorprende-, respondió Felipe algo
impresionado ante la magnitud del enemigo.

-Vamos a llevarnos a este joven a Tel Aviv, allá
nos dará todavía más información de
la que ya poseemos y servirá también para presionar
a su padre-.

Siguiendo las consignas del agente del Mossad, Felipe se
marchó a la biblioteca, por el camino uno de los bedeles
le llamó para avisarle que el señor Pradel estaba
aguardándole en secretaría.
–Acompáñelo a la biblioteca le
recibiré allí-.

Los dos amigos se fundieron en un cordial abrazo, se
sentaron en un saloncito que había en una de las esquinas
de la gran biblioteca, cerca de un amplio ventanal que daba a los
jardines de la fachada principal de la edificación, se
relajaron y Felipe le contó los acontecimientos más
recientes acaecidos con la visita del hombre paraguayo y el
agente del Mossad.

Al final del pasillo se hallaba el despacho de Felipe
ahora ocupado por Yashin, casi una hora más tarde el bedel
que había sido previamente aleccionado,
acompañó al joven Hans Manrique al citado
despacho.

Llamó a la puerta al mismo momento que la
abría para darle paso al acompañante, -pase por
favor-, le dijo.

El muchacho se sorprendió al ver que
detrás de la mesa no se hallaba el interlocutor del
día anterior. Yashin notó la cara de sorpresa que
el joven ponía.

-Entre usted señor Manrique, me he visto en la
necesidad de sustituir al profesor Felipe Frutos, le ha salido un
imprevisto e ineludible compromiso y me ha pedido que le atienda
a usted en lo que pueda precisar de nosotros-, le dijo a la vez
que le estrechaba la mano.

El joven se sentó en la misma butaquita en la que
el día anterior se había acomodado. Yashin le
conminó a que le expusiera el motivo de su visita a la
universidad de Granada, el joven, al que se le veía algo
desconcertado, le contó el motivo de su viaje, el agente
del Mossad le escuchaba con disimulada atención, unos
minutos después llamaron a la puerta al tiempo que dos
hombre penetraban en la estancia.

El joven algo sorprendido por la interrupción, se
giró para ver de quien se trataba, al ver a los dos
hombres se dispuso a levantarse, pero una mano férrea
apoyada sobre su hombro izquierdo le impidió hacerlo, era
la de Yashin que al tiempo le decía en un
correctísimo alemán, -No se preocupe ni se altere,
si se comporta tranquilamente no le va a ocurrir a usted nada,
ahora nos acompañará usted con toda naturalidad y
sin hacer ningún tipo de aspaviento, no olvide que en todo
momento tres pistolas están dispuestas a pegarle a usted
un tiro en el caso de que intente cualquier tipo de jugarreta.
Ahora vamos a salir de éste edificio y subiremos a una
furgoneta que aguarda en la calle, vamos a subir los cuatro en
ella y haremos un viaje-.

-¿Dónde piensan ustedes llevarme?-,
exclamó algo alterado y sudoroso.

-No debe a usted preocuparle a donde vamos a ir, pero le
aseguro a usted que si hace todo lo que le digo, en pocos
días podrá volver a ver a su padre el
general……..-

Hans Manrique, se quedó petrificado por el
correcto alemán que aquel hombre hablaba y que le citara
el verdadero nombre de su padre, hizo que le viniera a la mente
como un rayo el tan temido Mossad. Sabía que poco
podía hacer, mejor dicho era consciente que nada le
valdría intentar una fuga, sería hombre muerto al
instante, le habían explicado mil historias sobre la
preparación y la eficacia de los agentes de aquella
organización de espionaje israelí.

Bajó los brazos y se dejó llevar.
Abandonaron la universidad sin llamar la atención, hubo un
momento que tuvo la tentación de huir al cruzarse con un
nutrido grupo de estudiantes, pero como si uno de aquellos
obligados "acompañantes" le hubiese adivinado la
intención, notó una férrea presión de
unos dedos sobre su antebrazo, subieron a la furgoneta y esta
arrancó alejándose del lugar.

Desde el ventanal del edificio en que se hallaban Felipe
y Georges pudieron ver como los cuatro individuos se alejaban con
el vehículo.

CAPÍTULO
XXVº

René antes de meter el hallazgo en el sobre,
sacó algunas fotocopias del documento ocultado dentro de
las dos hojas pegadas, una de ellas la envió por fax a la
universidad de Montpellier a la atención de su amigo y
antiguo profesor Georges Pradel, como avance al original que
enviaría a través del courier internacional
FedEx.

Toda la correspondencia que llegaba dirigida al rector,
Michelle su secretaria, la reservaba en una carpeta especialmente
destinada a ello. La secretaria tenía instrucciones del
propio Georges de que en su ausencia si llegaba algún
documento que ella considerase especial, le llamara por
teléfono para informarle, así lo hizo llamando al
móvil de su jefe.

-Señor rector, le llamo por que ha llegado un fax
con un documento bastante extraño, su remitente es un
señor llamado René Drapeau, lo envía desde
los Estados Unidos, ¿Qué desea usted que haga con
el?-.

-Gracias Michelle, ha sido usted muy oportuna en
llamarme, envíeme este mismo documento al fax de la
universidad de Granada, tiene usted el número en mi agenda
de trabajo que está sobre mi mesa, luego métalo en
un sobre y lo guarda en la caja fuerte de la
universidad-.

-Así lo haré señor
rector-.

En pocos minutos el documento aparecía por la
rendija del aparato de fax de la universidad. Felipe y Georges
estaban junto a el para recibirlo con sus propias manos. Ambos
estaban verdaderamente ansiosos por que creían que
quizás fuera el documento definitivo que les faltaba para
completar el puzzle que tenían entre manos.

Se marcharon a casa de Felipe para superponerlos a los
otros dos y comprobar si con este podían por fin descifrar
su contenido.

Felipe sacó de su pequeña caja fuerte una
carpeta de plástico que contenía los dos
originales.

Superpusieron las tres hojas y al fin pudieron leer el
contenido, estaba escrito con letras del alfabeto hebreo, Felipe
sacó una libretita de un cajón de su mesa de
trabajo y un lápiz para copiar los caracteres que a tras
luz se veían y que coincidían exactamente con todos
los demás formando una misteriosa frase que una vez
traducida decía:.

" Sótano del Palacio de Samuel Ha-Levi
– Pedro Iº "

Felipe y Georges quedaron mirándose algo
sorprendidos por la simplicidad y brevedad del texto de lo que
acaban de traducir, esperaban algo más.

-Que piensas del contenido del documento?-, dijo Felipe
en tono reflexivo.

-En principio diría que está indicando un
lugar de España, Pedro Iº fue un rey de
Castilla-.

-Estoy contigo, pero deberíamos averiguar
dónde puede hallarse éste palacio, puesto que en
España hay muchos-.

-Acompáñame a la biblioteca-.

Ambos se dirigieron al lugar indicado por Felipe.
Éste seleccionó varios libros de las
estanterías y los colocó sobre la larga mesa de la
sala de lectura.

Comenzaron a ojear alguno de aquellos viejos ejemplares,
eran las Crónicas escritas por un tal Pero
López de Ayala
.
Felipe encontró una
página que hablaba del Rey Pedro Iº de Toledo.
–Creo que he encontrado algo interesante Georges, ven
acércate-.

-Mira, aquí habla del Rey Pedro Iº, vamos a
seguir la lectura para ver que nos dice de este
personaje-.

Siguieron la lectura con interés, en la
página siguiente al iniciar su lectura el corazón
les dio un vuelco, decía :

" El judío Samuel Ha-Levi fue el
administrador del reino castellano durante muchos años,
hasta que el rey Pedro Iº le mandó prender por
sospechar que acumulaba grandes tesoros".

A ambos casi les temblaban las manos por lo que acababan
de leer, la emoción les embargaba. Felipe fue a las
estanterías y trajo otro par de libros, uno de ellos era
un tratado sobre todos los palacios y castillos existentes en
España desde la Edad Media, buscó en el
índice el nombre de Samuel Ha-Levi, seleccionó la
página y leyeron: Palacio de Samuel Ha-Levi,
también conocido por sinagoga o casa del Greco, se
extiende por el sur y el este del barrio de la judería en
Toledo. Fue construido por el que fuera tesorero del rey Pedro
Iº. Los extensos jardines vienen a morir a las orillas del
río Tajo, así como los subterráneos
utilizados por el antiguo propietario de la mansión. Es la
única mansión judía auténticamente
documentada en toda la Europa Medieval-.

-Creo Felipe que hemos encontrado el lugar donde
quizás pudieran haber sido escondidos estos
valores-.

-Puede que así sea-.

-¿Qué vamos hacer ahora?-, preguntó
Georges.

CAPÍTULO
XXVIº

Yashin y sus dos hombres condujeron al paraguayo hasta
la central del Mossad en Tel Aviv-Yafo (???????????-?????)?, para
la entrega de éste a los agentes especializados en
interrogatorios. A "Hansito" le esperaba una jornada muy dura, lo
llevaron sin demasiados miramientos a una sala aislada de las
oficinas, en uno de los sótanos de aquella especie de
fortaleza de hormigón.

Le sentaron esposado en una silla metálica nada
cómoda, frente a el una simple mesa con una grabadora y
una filmadora de vídeo instalada sobre un trípode.
Le dejaron allí solo durante unas tres horas, sin que
nadie hiciera acto de presencia en aquella reducida y silenciosa
sala iluminada por una débil lámpara. Era una
situación premeditada para ir minando la voluntad del
prisionero. Le dejaban solo en absoluto silencio para que su
mente fuera analizando la situación y se llenara de
pánico, le estaban "preparando" para el interrogatorio que
luego vendría.

Al principio Hans estuvo valorando la situación,
pero no tenía elementos de juicio para poder adivinar que
le depararía, poco a poco fue apropiándose de el
una especie de inquietud que se convirtió después
en pánico por lo desconocido, el ser humano siempre ha
sentido un natural temor a lo desconocido, en el Mossad eran muy
conscientes de ello. Durante todo este tiempo no tuvo ni tan
siquiera la oportunidad de poder beber un sorbo de agua, a pesar
de que en una de las esquinas de la habitación
había una botella de agua mineral sobre el asiento de una
de las sillas.

Intentó en un par de ocasiones levantarse para ir
a por el agua, pero las esposas que le habían colocado
estaban pasadas por una de las patas de la mesa y le
impedía dar un solo paso ya que éstas estaban
atornilladas al suelo de la celda.

Poco a poco fue entrándole en una especie de
angustia, ignoraba que desde el exterior estaba siendo observado
a través de otra cámara oculta situada en una de
las esquinas del techo. Cuando los hombres del Mossad intuyeron
que lo tenían "a punto", entraron a la salita con caras de
pocos amigos.

A Hans la presencia de aquellos hombres le
pareció en principio un alivio, la compañía
humana era para el una especie de bálsamo. Pronto
cambió de idea, uno de los individuos puso en marcha la
grabadora y la cámara de video, se sentó en una
silla al otro lado de la mesita, justo frente a el, sacó
unas cuartillas escritas de una carpeta que llevaba en la mano y
las puso sobre la mesa.

A Hans no se le ocurrió otra cosa que preguntar
por que le habían secuestrado, lo dijo con cierto aire
altanero, como el del hombre que está habituado a pedir
cuentas a los demás.

La respuesta fu un seco y sonoro bofetón que casi
hizo que se cayera de la silla. -¡¡ Aquí no
pregunta nadie más que nosotros y tu respondes,
¿has entendido?!!-.

Un hilillo de sangre comenzó a salirle por la
nariz resbalándole por el labio, la mejilla que
recibió el impacto inició un proceso de
hinchazón, a continuación el individuo le
advirtió con sequedad que iba hacerle una serie de
preguntas que debía responder con total sinceridad, que si
quería salir vivo de allí y volver a ver a su
familia respondiera con la absoluta verdad.

Hans respondió afirmativamente con la cabeza,
estaba dispuesto a responder cuanto le preguntaran, el no era
ningún héroe de guerra, ni tenía
ningún secreto que ocultar, en tal caso quizás su
padre, cuyo pasado el no conocía con demasiado detalle,
padre e hijo nunca había conversado sobre el particular,
todo lo que sabía era por haber estado presente en algunas
conversaciones de su progenitor con visitantes que el no
conocía y conversaciones telefónicas mantenidas. Su
padre se había preocupado de enseñarle el idioma
alemán y la base de la ideología del
nazismo.

Ahora el tono de voz del agente era ya algo más
conciliador, el otro individuo permanecía de pie en
silencio detrás del paraguayo, fuera de su campo de
visión.

-Dígame el nombre completo de su padre, lugar de
nacimiento, y nacionalidad, y le vuelvo a recordar que quiero la
verdad, nosotros sabemos su nombre actual y el que usaba cuando
era un oficial de alta graduación en las SS, allá
en Alemania, pero quiero que usted me lo confirme-. Hans
dudó unos instantes, sabía sobradamente el nombre
verdadero de su padre pero no sabía con que fin aquella
gente querían saberlo, ¿correría peligro la
vida de su familia?, se preguntó.

Pensó detenidamente lo que iba a contarles a
aquellos implacables individuos, finalmente soltó todo lo
que el sabía, su información, que conducida por el
agente israelí, duró más de dos horas, dio
nombre y direcciones de los contactos de su padre en Alemania,
Brasil, Argentina y en el propio Paraguay.

Una vez finalizado el duro interrogatorio al que fue
sometido, le llevaron a un reducido calabozo de uno de los
sótanos del edificio, era un pieza de unos quince metros
cuadrados por unos dos metros y medio de altura, de paredes
totalmente lisas, contenía una cama de somier
metálico y una especie de retrete en una de las esquinas,
estaba así mismo desposeída de ventilación,
la luz era artificial y la única aireación
disponible era un pequeño extractor de aire anclado
firmemente en el techo. Le habían desposeído de las
esposas, el cinturón de cuero y los cordones de los
zapatos. La puerta de la celda era de acero pintada de verde
claro, disponía de una pequeña abertura a la altura
de la cara con una puertecilla corredera practicable solo desde
fuera.

Se tumbó pensativo sobre el camastro
cubriéndose con una burda manta que encontró
plegada sobre ésta, la temperatura era algo fresca, le
habían desposeído así mismo de la chaqueta
del traje en la que llevaba su pasaporte y un teléfono
celular.

Unas horas después le vino a la cabeza
preguntarse cómo reaccionaría su padre cuando viera
que después de todas aquellas horas su hijo todavía
no le había contactado. Se sintió muy solo,
desamparado, a medida que pasaban las horas sus temores de que no
le liberaran iban en aumento.

En una sala de la segunda planta los dos individuos que
habían estado interrogando a "Hansito" se reunían
con el director del departamento, instantes antes le
habían hecho entrega de un informe detallado del
interrogatorio.

-He leído su informe, tiene suficiente contenido
para que podamos asestar un importante golpe a la
organización mundial nazi, que sumada a la obtenida de los
dos viejos generales de Hamburgo puede ser definitiva. Nuestra
gente destacada en las embajadas de todos estos países han
recibido instrucciones para iniciar ya su actividad, vamos a
intentar traerles uno por uno hasta nuestro país para
someterles a un juicio y si no fuera posible, tienen
instrucciones de ajusticiarlos en el lugar-.

CAPÍTULO
XXVIIº

La telefonista de la centralita avisó al profesor
Frutos de que en recepción se hallaba una señorita
extranjera que deseaba verle. –Haga que la acompañen
hasta mi despacho por favor-, ordenó. Tuvo la corazonada
de que podría ser Ingelor, no conocía a otra
señorita extranjera, hacía casi un mes que no
sabía de ella, durante la estancia de ésta en
Granada se sintió atraído de su persona, era culta,
educada y además estaba "muy bien" se dijo.

Unas discretas llamaditas a la puerta de su despacho le
sacaron de dudas, por la puerta apareció la dama que
él había imaginado, Ingelor.

Se levantó rápidamente de la silla y se
acercó a ella sonriente, ella se había quedado
quieta a un paso de la puerta, esbozaba una ligera y algo forzada
sonrisa, Felipe la abrazó amistosamente mientras le
decía en voz baja; -Que sorpresa me has dado, no esperaba
tu visita, entra, entra por favor, toma asiento-, le dijo
mientras la llevaba cogida del brazo hasta una de las butacas que
estaban junto a la mesa de trabajo.

La muchacha seguía algo callada, solo
respondía con monosílabos a las preguntas que
Felipe le hacía, éste noto que algo en ella no iba
bien, se quedó mirándola y vio que la cara de
ésta no traslucía precisamente alegría ni
felicidad.

-¿Te ocurre algo Ingelor?- le
preguntó.

La muchacha se revolvió en el asiento de la
butaca y bajó la vista al suelo, Felipe intuyó que
deseaba explicar algo pero que por el motivo que fuera no se
atrevía, trató de animarla a que descansara en
él si es que tenía algún pesar.

-Verás Felipe, no se como explicarte algo que
llevo clavado en el corazón-.

A Felipe la frase de Ingelor le alarmó, no
podía imaginar que una muchacha como aquella pudiera tener
algún problema que le causar un hondo penar. –Sigue
por favor, me preocupan tus palabras-.

-La verdad es que no se como comenzar, es tan grave, que
no encuentro el valor suficiente para
explicarte-……

-Por grave que pueda ser, somos suficiente adultos como
para poder comprender cualquier cosa por grave que esta pueda
ser, te escucho con atención. Dime-, le conminó una
vez más.

Ingelor cruzó las piernas y puso sus manos sobre
el regazo, como si fuera a orar. –Felipe, contigo no he
sido todo lo noble ni sincera que tu te mereces, no he actuado
contigo con sinceridad, en una palabra te he engañado-, en
este punto se detuvo para ver la reacción de Felipe, este
se mantenía como al principio, mirándola
simplemente con atención, no obstante estaba algo
sorprendido, pensó que quizás la muchacha se
habría aprovechado de su buena fe para así poder
tener la oportunidad de visitar Granada de un modo más
familiar que siendo una simple turista, pero abandono pronto este
pensamiento, pensó que una muchacha culta y con recursos
económicos confortables, no tenía necesidad de
ello.

Se hizo un largo silencio dentro de la sala, ambos se
miaron fijamente intentando adivinarse los pensamientos. Felipe
se levantó y puso en marcha una cafetera eléctrica
que tenía instalada en su despacho, un pequeño
privilegio de cuanto se llevan muchos años en el lugar,
preparó dos tazas de café y le alcanzó una
de ellas a Ingelor que seguía pensativa, ésta
bebió un sorbo y parecía que le había
animado a poder continuar en su interrumpida
exposición.

Felipe se sentó de nuevo y dejando la taza sobre
la mesa manipuló su pipa, la prendió y en unos
instantes la salita se llenó de la mezcla de aromas que
desprendían el café y el tabaco holandés de
la pipa de Felipe.

-Felipe, lo que ahora voy a contarte es muy grave,
posiblemente no puedas imaginarte la dimensión de lo que
he decidido explicarte-, Ingelor hizo una pausa y tomó
aire.. -Trabajo para una sociedad que encubre una
organización nazi a nivel mundial. El presidente es un
viejo general del ejército alemán, más
concretamente de la Gestapo, tienen muy bien organizado un
sistema de escuchas y espionaje con conexiones en todo el mundo,
operan en clandestinidad, tienen sociedades tapadera para que la
justicia y los buscadores de asesinos de la guerra mundial no
puedan darles caza-. Detuvo unos instantes su explicación
para ver la reacción de su interlocutor. Este
seguía casi impasible, continuaba dando caladas a su pipa
y bebiendo pequeños sorbos de su tacita de
café.

-Lo que me estás contando, no me sorprende en
exceso, estoy al corriente de estas organizaciones, he
leído mucho sobre ello, y últimamente
todavía más ya que en compañía de
unos colegas estamos investigando un tema que se entrecruza en el
camino de estas organizaciones-.

-Lo se, Felipe, lo se-, respondió la muchacha
cabizbaja, -a mi me enviaron para espiar vuestro proyecto, y
obtener el documento que tan celosamente guardáis. Todos
los encuentros que al principio tuvimos allá en Viena, no
fueron en modo alguno fortuitos, la "organización"
sabía de la mayor parte de vuestros movimientos, fui
elegida para efectuar una táctica de aproximación,
cuya meta definitiva estaba en la obtención del original o
una copia del documento que tu hallaste en un viejo libro que
adquiriste en una librería de Córdoba-, en este
punto la muchacha se le escapó una especie de sollozo,
agachó la cabeza y sacó un pequeño
pañuelo de papel de su bolso que pasó suavemente
por sus ojos.

Felipe no salía de su estupor por el relato tan
preciso de su interlocutora, jamás podía haber
pensado que el arte de espionaje le hubiese llegado tan cerca,
eso solo se veía en las películas de espionaje.
Aquella dulce muchacha a la que tenía tanto aprecio, no
dejaba de ser una mera espía. Habituado a la
reflexión, Felipe se preguntó el motivo de que
Ingelor estuviera allí, ante el, confesándole todo
lo que la organización criminal nazi maquinaba para
apoderarse del documento. No tiene necesidad de ello, se
dijo.

Un sentimiento de compasión le embargó,
pensó que la confesión de la muchacha era un acto
de arrepentimiento, o así quería creerlo,
sentía un gran aprecio por ella, solo tenía la duda
de que si la relación íntima que tuvieron fue una
representación o por el contrario fue sincera, para
él este detalle significaba mucho.

-¿Entonces todo fue una farsa?-
preguntó.

Ingelor acabó de secarse los ojos y se
sonó, guardó el pañuelito en el interior del
bolso, miró a Felipe y respondió a su
pregunta:.

-Al principio fue evidentemente un montaje, pero cuando
vine a Granada y me acogiste con tanto cariño y por todas
las atenciones que me deparaste, fue cambiando mi manera de
pensar. A pesar de todo tenía que llevar a cabo la
misión que me había sido encomendada, de lo
contrarió hubiese tenido serios problemas, mejor dicho,
graves problemas con la organización, que podían ir
desde la pérdida de mi empleo o incluso mi propia vida-,
Ingelor se quedó en silencio mirando al sorprendido
Felipe, mientras le deslizaban un par de lágrimas por sus
encendidas mejillas.

Felipe sintió una gran pena por la muchacha que
tenía frente a si, se levanto para acercarse a ella, se
agachó para estar a la misma altura y la rodeó con
los brazos, en aquel instante la muchacha prorrumpió en un
fuerte llanto. Felipe trató de tranquilizarla cuanto pudo
hasta que ésta se serenó.

Ya algo más tranquilizada cogieron el
automóvil para marcharse a la casa de Felipe.

Por el camino Ingelor fue contándole muchos de
los pormenores de la organización. Le contó que
finalmente dejó de creer en la sarta de mentiras que le
contaban y del arrepentimiento de haber engañado a una
persona tal gentil y caballerosa como era Felipe, -no
había conocido nunca a una persona como tu-, le dijo
mirándole a los ojos con ternura.

-Finalmente hace dos días decidí apartarme
de la organización, no presenté mi dimisión,
pues hubiese podido tener graves consecuencias, se demasiado de
ellos, decidí desaparecer sin dejar rastros. Una amiga
mía italiana, me vino a buscar en su automóvil
hasta un pueblecito de Austria que habíamos acordado
previamente por Internet, me llevó hasta Torino y desde
allí me trasladé hasta la frontera con Francia en
autobuses y trenes, de este modo podía adquirir billetes
sin tener que dar mi nombre. En San Remo hice autostop que me
llevó hasta la ciudad de Niza y allí tomé un
tren hasta Perpignan-.

-¿Por qué no me llamabas, te hubiese
venido a buscar?-

-Consideré que podía ser arriesgado para
ambos, tu teléfono está, creo que le llaman
"pinchado", escuchan todas tus conversaciones así como
también la de tus otros dos amigos, por este motivo
preferí llegar hasta Granada sin contactar contigo. Desde
Perpignan hasta Barcelona me trasladé con una línea
regular de autobuses y finalmente tomé un tren hasta
Granada-.

Felipe no salía de su asombro, pero
reaccionó, debía proteger a aquella muchacha, que
había tenido el valor de contarle su traición y a
la que veía sinceramente arrepentida, y por que no
decirlo, se sentía también atraído por
ella.

Estuvieron algo más de dos horas hablando sobre
todo ello, Ingelor se desahogó explicando cuanto
sabía de la organización. Felipe tomó de la
mano a la muchacha diciéndole:. –Ven,
acompáñame, vamos a ir a un lugar donde nadie
podrá encontrarte en una buena temporada-.

Recogieron el equipaje de Ingelor en la consigna de la
estación del ferrocarril y con el automóvil de
Felipe salieron de la ciudad, Felipe condujo el coche hasta
Huétor Santillán, un pueblecito cercano a la
capital, no distaba a más de cinco kilómetros, se
detuvo en el portalón de un cortijo propiedad de un viejo
amigo, Juan Sanmartín, un compañero de las
épocas del bachillerato, ahora era un político de
cierto renombre en la comunidad. Tiró un par de veces de
la cadena de una bruñida y reluciente campanilla de bronce
de tañido muy agudo, a los pocos instantes se abrió
una mirilla del gran portón y unos ojos cansados
aparecieron al otro lado de ésta, -¿qué
desean?- dijo una voz femenina.

-Soy Felipe Frutos, ¿está en casa el
señorito Juan?-, dijo.

-Aguarden un momento voy a avisarle-. Se cerró la
mirilla y un par de minutos después una de las hojas del
portalón se abría rechinando con cierta lentitud,
el peso de la misma no permitía manejarla con demasiada
facilidad.

-Entren por favor, el señorito viene ahora
mismo-, les dijo una mujer con marcado acento andaluz. Al poco
vieron atravesar el patio central un hombretón con atuendo
campero, unos tejanos azules con peto y faldones vaqueros de
cuero además de unas llamativas botas camperas, vestimenta
muy propia del campo en Andalucía.

Felipe y Juan se dieron un abrazo, hacía algunos
meses que no se veían, ambos mantenían una franca
amistad desde sus épocas estudiantiles.

Felipe presentó a Ingelor, -es una buena amiga-,
le dijo a su amigo, -voy a pedirte un favor Juan, necesito que mi
amiga austriaca se hospede en tu cortijo una temporada,
¿tienes inconveniente alguno?-.

-En absoluto, todo el tiempo que tu quieras-. Juan
llamó a uno de sus trabajadores para que se hiciera cargo
del equipaje de Ingelor, luego fueron a tomar café en uno
de los salones.

-Espero Felipe que la señorita se encuentre
cómoda aquí, será bien atendida por el
servicio y nada le va a faltar, yo vengo un par de veces a la
semana para ver como está todo, no se si sabes que ahora
vivo en Almería, tengo allí unos campos de cultivo
que merecen toda mi dedicación-.

En el entretanto Ingelor disponía su equipaje en
los armarios de la habitación asignada a invitados, Felipe
puso en antecedentes a su compañero Juan, le contó
muy por encima todo lo acaecido.

-¿Tienes especial interés por esta
señorita?-, le preguntó Juan.

-Si, tengo una muy particular inclinación por
ella-, respondió sonriendo.

CAPÍTULO
XXVIIIº

Después de casi una semana de haber partido, en
la Hacienda Santa Rosa, les extrañaba no
tener noticia alguna de "Hansito", su padre algo preocupado
decidió llamar por teléfono a un número de
Hamburgo para ver si le daban razón.

Un par de horas más tarde obtuvo línea
para poder efectuar llamadas internacionales, en Paraguay la
automatización de los teléfonos era todavía
bastante deficiente. Marcó el número y
aguardó unos instantes para obtener respuesta, el timbre
llamaba pero no era atendido por nadie, interrumpió la
llamada volviendo a marcar el mismo número, en esta
ocasión prestó mayor atención que la vez
anterior, pensó que quizás hubiese introducido
algún número que no pertenecía, de nuevo el
teléfono sonó unas diez veces sin que nadie
acudiera, miró el reloj, comprobó que en Europa
serían alrededor del medio día, le
sorprendió que nadie ni tan siquiera el servicio estuviera
en la casa para acudir al teléfono.

Marcó otro número de la misma ciudad que
también tenía registrado en su agenda personal,
corrió la misma suerte que con el anterior, nadie
atendió las varias llamadas que efectuó, se
quedó pensativo unos instantes, colgó el auricular
y encendió un pitillo, se puso a pasear con la cabeza
gacha por el porche de la hacienda meditabundo. A pesar de sus
casi ochenta años, se mantenía físicamente
francamente bien, tenía todavía la espalda recta y
casi pesaba lo mismo que cuarenta años atrás, su
porte no podía negar la evidencia de su pasado
militar.

Vio la llegada del cartero con su vieja y oxidada
bicicleta que se acercaba por la larga vereda de espesos
árboles que venía desde la entrada principal de la
hacienda hasta la casa, le entregó un sobre cuyo franqueo
procedía de la misma capital, Asunción,
abrió el sobre algo extrañado, se trataba de una
hoja de papel doblada en cuatro partes con una breve línea
de escritura manuscrita en idioma alemán, decía
: "Para un asunto de sumo interés personal le
aguardo en el Gran Hotel del Paraguay, habitación
223
. Firmaba un tal, Friedick Hans von
Möller
"

A pesar de que sabía quien era el firmante de la
nota no dejó de extrañarle el modo de citarle. Le
constaba que el tal von Möller era un subordinado de uno de
los amigos a los que acababa de llamar a Hamburgo. Su instinto
precavido hizo que desconfiara, pero por otra parte pensó
que quizás tuviera alguna relación con que no le
respondieran a las llamadas que poco antes había efectuado
a la ciudad del Norte de Alemania. Determinó acudir a la
cita, subió a su habitación y cogió del
interior de un cajón del ropero una pistola Walther P38
con las tapas de la culata en blanco marfil con la cruz
esvástica grabada en ambos lados, comprobó si
tenía munición y se la puso en el bolsillo de su
chaqueta de blanco lino.

Fue a por el Pick Up Chevrolet y se encaminó a la
ciudad de Asunción. Una media hora después
estacionaba el vehículo en los jardines del lujoso hotel
antigua residencia colonial del virrey.

Se acercó al mostrador de recepción y
preguntó si el señor von Möller estaba en su
habitación, en el casillero no estaba la llave de la
habitación, por lo que le confirmaron que estaba. Se
dirigió a uno de los ascensores, subió al tiempo
una mujer y un individuo, en la segunda planta se bajó y
también el individuo.

Caminó por el pasillo hasta llegar a la puerta de
la habitación 223, llamó con los nudillos y al poco
le abrió la puerta un individuo que nada tenía que
ver con el tal von Möller que el había visto en
algunas fotografías que la organización le
había enviado tiempo atrás.

El individuo le franqueó el paso, dudó de
entrar, repentinamente recibió por atrás un fuerte
empujón que le propinó el hombre que había
subido con él en el ascensor, dio un traspiés por
el inesperado empellón y cayó boca abajo sobre la
alfombra de la habitación, desde el suelo trató de
echar mano a su Walther, pero recibió un puntapié
en la cabeza que lo dejó sin sentido. Una vez más
el Mossad había "cazado" a otro viejo nazi camuflado. Fue
sacado discretamente del país atravesando el río
Paraná, en la otra orilla estaba Argentina y desde
allí a Israel para ser juzgado.

La fortuna se había aliado con el Mossad, gracias
a la aparición del primer documento que Felipe Frutos
halló en aquel libro, se pudo iniciar la
localización de una buena parte de antiguos jefes nazis
responsables de miles de asesinatos de judíos, que se vino
a llamar el "holocausto".

CAPÍTULO
XXIXº

Felipe llamó a Jacob Cohen para ponerle al
corriente de la interpretación o traducción
efectuada resultante de la lectura de los tres documentos
superpuestos.

Jacob quedó también tan sorprendido como
su amigo, -¿creéis que es posible que este tesoro
pueda estar en España?-.

-Por lo que deducimos y lo que dice la
traducción, cabe la posibilidad-.

– ¿Qué has pensado hacer?-.

– Intentar que se nos permita el acceso a este palacio,
hoy es propiedad del Estado, haré que intervenga la
universidad solicitando permiso para visitarlo-.

– En cuanto me lo digas vuelo a Madrid, ¿te
parece que informe al Mossad?, ellos pueden enviarnos gente
experta que podría ayudarnos -.

-No estará por demás su
colaboración, como tu bien dices, pueden sernos de gran
ayuda-, apostilló Felipe. –Cuando sepas la hora y el
vuelo de llegada, infórmame vendré a por ti a
Barajas y desde allí podríamos desplazarnos a
Toledo, yo cuido de avisar a Georges de tu llegada, vendrá
inmediatamente-.

-Así lo haré-.

Felipe tomó asiento en su cómoda butaquita
de mimbre del patio de su casa, encendió su pipa, lo
hacía siempre que se ponía a pensar. Revisó
los últimos acontecimientos transcurridos. Le vino a la
memoria haber leído en una ocasión un reportaje de
un historiador español en el que, entre otras cosas,
explicaba que poco después de nuestra

guerra civil, allí por 1940 algunos altos jefes
de las SS visitaron la montaña santa de Montserrat (*). Se
preguntó qué interés tendrían las SS
en visitar este lugar, si precisamente ellos eran
anticristianos-.

Se levantó como impelido por un resorte y se puso
delante de su ordenador, llamó a Georges y al cuarto
timbrazo del teléfono colgó, era la señal
convenida con su amigo para indicarle que se conectara a
internet. A los pocos minutos conversaban en
línea.

Felipe expuso a su compañero la idea que le
había venido a la mente.

-Cierto, ahora que lo citas, yo también
había oído hablar de ello, pero no en Montserrat si
no que en el castillo de Montsalvat en la zona del Languedoc, la
región de los Cataros, que según la leyenda eran
los guardadores del Santo Grial, la copa en la que Jesús
efectuó la consagración del vino en la Santa Cena.
Los nazis creían que esta copa podía dar poderes
sobrenaturales. Quizás era la excusa que daban para buscar
lo que ahora nosotros también andamos tras
ello-.

Felipe, mientras hablaba con Georges, buscó por
las hemerotecas de varios periódicos de la época,
encontró en la de La Vanguardia de Barcelona de fecha 24
de Octubre de 1940, una noticia en la que se citaba la visita del
general de las SS Henrich Himmler a la montaña de
Montserrat. También se citaba que el día anterior,
el general Franco tuvo una entrevista con Adolf Hitler en la
estación de ferrocarril de Hendaya.

En otro suelto del mismo periódico y con la misma
fecha, se comentaba que Himmler fue recibido por el abad e
historiador, Andreu Ripol Noble, el militar se acompañaba
de un séquito de rubios oficiales de las SS, visitaron el
famoso museo montserratino. Su presencia en el monasterio
venía precedida por un extenso informe elaborado durante
años por un investigador germano llamado Otto Rahn, que
bajo otra identidad había trabajado para la inteligencia
alemana en diversos países, apareciendo unos años
más tarde muerto en los hielos de las montañas del
Wilden Kaiser. El periódico oficial nazi Bolkischer
Beobatcher, afirmó que se había suicidado al estilo
Cátaro.

-Todo un descubrimiento, ¿no te
parece?-.

-Efectivamente, todo esto viene a añadir
todavía más misterio al asunto-.

En la pantalla del chat les apareció la
referencia que Jacob estaba en línea, le dieron paso y los
tres continuaron conversando. Jacob les informó de que
había podido hablar con el doctor Matloub
confirmándoles que a la mañana siguiente se
encontrarían con este en la terminal de Barajas, alrededor
del mediodía.

(*) Fuente : La Vanguardia 24.10.1939,
pág.2

CAPÍTULO
XXXº

Hacía un par de horas que Georges había
llegado al despacho de Felipe, éste mandó llamar a
uno de los bedeles para que volviera de colocar cada uno de los
libros de la biblioteca que habían consultado, en su lugar
correspondiente. Luego se marcharon a su casa de los
Cármenes.

Por el camino Felipe desvió su ruta y tomó
una de las carreteras que salían de la ciudad de Granada
dirección a Huétor Santillán, al cortijo
"Esperanza" que daba solitario refugio a Ingelod. En el trayecto,
Felipe explicó a su compañero Georges la
confesión que su amiga le había hecho, éste
realmente nunca hubiese sospechado de la doble actitud de aquella
bella señorita que conocieron en Viena.

-De todas maneras Felipe, su decisión y
valentía de venir a propósito a Granada para
confesártelo y solicitarte amparo, es muy significativo,
¿has pensado que vas hacer con ella?.

-Pues realmente no, no lo he pensado, pero si te
confieso que siento algo especial por ella-.

-¿Te has enamorado quizás?-.

-No se como explicarte, simplemente que siento
atracción por ella. Es culta, bella, dulce de
carácter, a pesar de que nos llevamos casi veinte
años de diferencia, en algunos momentos me ha pasado por
la cabeza que quizás podría rehacer con ella mi
vida sentimental. No se, debo pensarlo detenidamente a mi edad ya
no cabe equivocarse, y lógicamente contar también
con su opinión-.

Casi sin darse cuenta llegaron a la puerta del cortijo
de su amigo Juan Sanmartín.

-Hemos hecho un gran descubrimiento-, dijo Felipe a
Ingelor en la misma puerta de entrada.

Ingelor se agarró del brazo de Felipe para
ayudarse a caminar sobre el desigual empedrado del patio interior
del cortijo, miró Georges como si le estuviera preguntando
por el resultado de lo que Felipe había titulado de "gran
descubrimiento".

-Pues verás, hemos podido traducir
definitivamente el famoso documento que tan ocupados nos ha
tenido a todos estos últimos meses, no dice gran cosa,
pero confiamos que acertamos en la ubicación del
lugar-.

-¿Y….?-

-Aparentemente ha sido más sencillo de lo
esperado, no se si nuestra traducción y conjeturas
serán las que esperamos encontrar pero vamos a ir a ver si
se nos permite poderlo comprobar-.

Pasaron una buena parte de la tarde en
compañía de Ingelor, ésta sin que Felipe se
lo pidiera, espontáneamente le contó a Georges lo
ocurrido con Felipe durante su estancia en Granada y su
colaboración en aquella compañía cuyos
accionistas eran antiguos jefes de las SS alemanas. Georges la
escuchó todo el tiempo con atención y sin
interrumpirla.

-No tenías ninguna obligación de contarme
nada de esto, y te agradezco la confianza con la que me has
distinguido en este acto, dice mucho en tu favor Ingelor, ahora
debes olvidarte de todo ello, como si hubiese sido un
sueño y súmate a nuestro equipo, necesitaremos en
esta recta final todo tipo de ayuda-.

Cenaron en el cortijo y alrededor de las ocho de la
tarde, Felipe y Georges regresaron a Granada. Felipe detuvo su
automóvil en la puerta de un locutorio telefónico
regido por una pareja ecuatoriana, desde allí llamó
a un concejal del ayuntamiento de Toledo que conocía desde
tiempo atrás.

Le dijo que tenía un gran interés en
visitar el palacio de Samuel Ha-Levy, o
Casa del Greco.

Felipe le explicó que con un grupo de profesores
de distintas universidades europeas estaban desarrollando una
tesis sobre los orígenes del pueblo judío que una
parte de la misma les conducía a Toledo y concretamente al
citado palacio-sinagoga.

-Lleva muchos años cerrado, está pendiente
de una reconstrucción parcial de muchas de sus
dependencias, algunas de ellas en estado casi ruinoso, te
diría que es un peligro entrar en él. Pero si
asumís la responsabilidad, pondré a tu
disposición un funcionario de la municipalidad para que os
acompañe en la visita, conoce bastante bien el lugar, ya
que nació en una casa cercana y de jovencito jugaba por
allí.

El granadino agradeció al concejal sus
facilidades acordando que le diría con antelación
el día en que con sus colegas efectuarían tal
visita.

Luego llamó a Jacob para informarle de la
conversación mantenida con el funcionario municipal,
éste le dijo que estaría en Madrid dos días
después y que iría acompañado por una
persona del Mossad, probablemente del profesor Elías
Matloub.

-Ya te avisaré por Internet del día y hora
de nuestro vuelo para que podamos coincidir en el aeropuerto de
Barajas -, respondió Jacob.

A la mañana siguiente en el correo
electrónico de Felipe, había un mensaje de Jacob
confirmándole el vuelo de llegada a Barajas para el
día siguiente por la tarde.

El mensaje no decía si éste iba
acompañado de alguien, por lo que Felipe solo
reservó por el mismo sistema cuatro habitaciones en el
Hotel Alfonso VI ubicado muy cerca de la Casa del
Greco.

CAPÍTULO
XXXIº

El doctor Matloub y Yashin, llegaron a Madrid con
bastante antelación a la hora acordada con Jacob, el
avión de éste tomaba tierra dos horas
después.

En el meeting point de la nueva terminal
aérea de Barajas se reunieron y poco más tarde
hacían acto de presencia Felipe, Ingelod y Georges,
éstos se habían desplazado desde Granada con el
tren de alta velocidad. En el mismo aeropuerto alquilaron una
furgoneta para pasajeros con capacidad suficiente para todos
ellos.

Dos horas más tarde estacionaban el
vehículo en un parking cercano al ayuntamiento
toledano.

Fueron recibidos por el concejal que Felipe
conocía, un hombre delgado y enjuto, un individuo cuyo
aspecto recordaba a Don Quijote, tendría alrededor de los
sesenta años, utilizaba ademanes bastante elocuentes que
reafirmaban la opinión que de su figura se
desprendía.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter