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La maldición de Yavé (página 7)



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Felipe efectuó las presentaciones de sus
acompañantes, correspondiendo el funcionario con afectada
ceremonia, éste les invitó a visitar la casa
consistorial, edificada durante el primer tercio del siglo XVII
en el más puro y sobrio estilo castellano. Luego
más tarde les acompañó hasta el hotel
acordando la visita a la Casa del Greco para el día
siguiente por la mañana.

Cenaron todos ellos en el restaurante del hotel en que
se alojaban. En el transcurso de la cena, el doctor Matloub, que
estaba sentado a la izquierda de Felipe, preguntó muy
discretamente a éste, quién era la señorita
que le había presentado y que tenía que ver en todo
el desarrollo del asunto que les había conducido hasta
allí.

Felipe estaba preparado por si le hacían alguna
pregunta al respecto, pues sabía que el Mossad se
informaba de todo cuanto le rodeaba o pudiera incidir en la
seguridad del pueblo israelí.

-Es una buena amiga que está de visita en
España y se aloja en mi casa-, respondió
Felipe.

-Disculpe profesor, quizás mi pregunta pueda
parecerle a usted una impertinencia, ¿pero tiene usted
plena confianza en la señorita?.-

A Felipe le sorprendió la segunda pregunta que su
interlocutor le había lanzado, pero por sus adentros
pensó que quizás fuera conveniente contarle algo
sobre Ingelod.

Le contó como él y Georges la
habían conocido en Viena y a grandes rasgos el motivo de
la primera visita a Granada de ella, y de su posterior
remordimiento y huída de la compañía en la
que trabajaba.

El doctor Matloub no mostró sorpresa alguna a la
exposición que Felipe le había hecho, todo lo
contrario, le dijo que estaban al corriente de las actividades de
la sociedad en que la señorita había trabajado, y
también le dijo saber que estaba buscada por toda Austria
y Alemania.

Felipe se quedó de una pieza, nunca hubiese
podido imaginar que aquella organización pudiera llegar
tan lejos e hilar tan fino. Se quedó mirando a su
interlocutor y no sabía que responder, finalmente le
contó a éste el sincero arrepentimiento que ella le
había mostrado y al que el dio credulidad, hasta el punto
de darle refugio en la casa de un amigo suyo con el fin de que no
pudieran dar con ella.

-¿Pero como es posible señor Matloub que
pueda saber usted todo eso sobre la señorita?-,
preguntó Felipe.

-Verá amigo, el Mossad no deja nunca nada al
azar, desde que ustedes estuvieron en Viena, visitando al
señor Wiesenthal, han estado todos ustedes bajo una
discreta vigilancia de nuestros agentes. Así como
también las casas donde ustedes viven. Supimos de la
primera visita de la señorita a Granada, y de sus paseos
mostrándole la ciudad, que por cierto le diré que
uno de nuestros agentes tuvo que eliminar al "turista" que les
estuvo siguiendo a todas partes-.

Felipe no salía de su estupor, ahora estaba
comprobando en primera persona cuan cierto era todo lo que del
Mossad le habían contado y leído.

Desde el lado opuesto de la mesa, Ingelor observaba la
conversación que Felipe mantenía con aquel
mandatario de una de las organizaciones de espionaje y
contraespionaje de más prestigio del mundo. Intuía
que hablaban de ella y se sintió inquieta, hasta que
Felipe le hizo un guiño y una sonrisa, que la
tranquilizó.

Finalizada la cena acordaron encontrarse a la hora del
desayuno.

Flipe acababa de darse una ducha cuando le
pareció que habían llamado ligeramente en la puerta
de su habitación, se puso el batín de toalla y fue
a ver quién había llamado. Entreabrió la
puerta y vio que al otro lado estaba Ingelor que vestía
también un batín de baño. Abrió del
todo e invitó a pasar a la muchacha.

A Felipe el corazón se le aceleró, notaba
que la sangre le bullía en las venas, le vino a la mente
la noche que en su casa de Granada había estado con
Ingelod, llegando a culminar largamente con ella a satisfacer el
deseo carnal, fue una noche inolvidable, todo esto le vino a su
mente en fracciones de segundo.

Cerró la puerta y al darse la vuelta vio como la
vienesa se había despojado completamente del batín
y se arrebujaba con una sonrisa entre las
sábanas.

CAPÍTULO
XXXIIº

La mañana en Toledo amaneció fresca y
adornada con un cielo azul intenso, las primeras golondrinas de
la temporada comenzaban a tener presencia y frente a la
habitación de Felipe a través de la ventana
podía apreciarse sobre la chimenea de una tejado cercano,
un voluminoso nido de cigüeñas con sus
habitantes.

Felipe fue al baño para asearse después de
una noche bastante ajetreada, había casi perdido el
hábito de tener encuentros amorosos. Sobre la cama Ingelod
retozaba todavía con las sábanas mientras se
desperezaba.

Bajaron al comedor del hotel para desayunar, vieron en
una mesa a Georges, Jacob y a los dos israelitas, que
habían madrugado algo más que ellos. Una vez
finalizado éste, fueron al salón de
recepción donde ya les aguardaba el funcionario municipal
que les acompañaría hasta la Casa del Greco, la que
fuera la sinagoga más importante de la ciudad
imperial.

Se desplazaron a pie hasta el lugar, por el camino el
funcionario les iba explicando algunas particularidades de
determinadas edificaciones del casco histórico toledano.
En el grupo se notaba cierta tensión, en pocos minutos
tendrían la oportunidad de enfrentarse con el misterioso
tesoro que de modo tan casual se les había
presentado.

Un cuarto de hora más tarde estaban frente la
fachada principal de la antigua sinagoga-palacio de Samuel
Ha-Levi.
Era una edificación sobria en la que se
adivinaba la mano de arquitectos judíos y castellanos de
la época. La construcción era de ladrillo revestido
de piedra y el marco de la puerta principal en granito de la
zona, en el friso de la misma había esculpido " Museo del
Greco". Tal y como el amigo de Felipe les había dicho,
estaban en plena restauración del histórico
edificio, que en algunas zonas amenazaba ya ruina.

En previsión, el día anterior Georges
había comprado un par de linternas en una
ferretería, dado a que iban a visitar un edificio
construido hacía más de seiscientos años,
pensó que quizás el sótano no tuviera
iluminación eléctrica.

El funcionario sacó una gruesa y antigua llave
abriendo con ella el pesado portalón principal del
palacio.

La emoción se hacía latente en los
visitantes, quizás el que aparentaba mayor tranquilidad
era el doctor Matloub, Ingelod iba cogida del brazo de Felipe y
Georges, el pavimento era bastante irregular y corría
peligro de torcerse un tobillo. Tras ellos seguían Jacob,
Yashin y el doctor Matloub, precedía el grupo el
funcionario municipal, este les fue mostrando todas las
dependencias del edificio, a falta del sótano, Felipe
quizás era el que más exteriorizaba sus nervios,
casi no prestaba atención a lo que el guía les iba
explicando de cada una de ellas, que dicho sea de paso, casi
todas tenían historias o leyendas sumamente interesantes,
en especial cuando llegaron a las que habían sido
habitadas por el valorado pintor conocido como El Greco, en cuyas
salas pintaba, dormía y tenía sus más
variados y extraños amores.

Georges notó la ansiedad que a Felipe le
comía los nervios, e intentó tranquilizarle, pero
todo fue inútil, solo cuando el guía un par de
horas después les dijo que se había finalizado el
recorrido, éste le pidió al funcionario que les
mostrara los sótanos del palacio, algo que a éste
le extrañó, pero sin rechistar les llevó
hasta la dependencia en la que había una vieja puerta que
accedía a la escalinata que descendía a los
sótanos.

A medida que bajaban, la ansiedad se
aceleraba.

El último peldaño finalizaba en un amplio
rellano pavimentado con polvorientas baldosas de barro
cocido.

Ante la creciente obscuridad del lugar, Georges
sacó el par de linternas que había comprado el
día anterior. Al encenderlas se les presentó un
largo y amplio pasillo con grandes arcos de ladrillo a ambos
lados, que probablemente debía soportar una buena parte de
la edificación que tenía por encima, el suelo era
bastante irregular y lleno de polvo que durante decenios fue
depositándose, Georges y Felipe empuñaron ambas
linternas, lentamente caminaron por el centro del corredor que
formaban los arcos laterales del sótano, e iban iluminando
en todas las direcciones, no era fácil pues habían
algunas dependencias detrás de las columnas que
partían desde algunos de los arcos, el funcionario
municipal no les acompañó, se había quedado
arriba sentado en una desvencijada silla, lo que facilitó
que los visitante pudieran efectuar el registro con mayor
minuciosidad y a sus anchas sin llamar excesivamente la
atención de éste.

Nada anormal observaban, solo una gran cantidad de polvo
en el suelo y algunos murciélagos colgados cabeza abajo en
los techos que a la luz de las linternas se marcharon a toda
prisa emitiendo agudos chillidos . Al entrar en una de las
pequeñas dependencia laterales, a Georges le
pareció ver un bulto que asomaba por detrás de una
de las gruesas columnas, no sabía a ciencia cierta que
podía ser pero el corazón le dio un vuelco,
tiró del brazo a Felipe a la vez que avisaba a Jacob de
que algo había visto en aquella dirección,
dirigieron sus pasos hacia allí acompañados de los
demás, a medida que se acercaban crecía el
misterio.

Doblaron la esquina que formaba uno de los pilares de
los arcos, y centraron los haces luminosos al rincón que
formaban las dos paredes. ¡¡ Sorprendente !!, tres
cajas de madera de un volumen aproximado a un metro cúbico
cada una estaban alineadas y adosadas a una de las
paredes.

Se miraron entre ellos, como si quisieran decirse, -lo
hemos hallado-. Felipe se frotó los ojos, no podía
creer que tuviera ante si aquel tesoro, se abrazó a
Georges y también con Ingelor que se había avanzado
a los otros tres acompañantes, que quedaron en segundo
término.

Serenaron sus ánimos y se acercaron lentamente a
las cajas, a medida que estaban más cerca de ellas les
pareció que la parte superior o de lo que sería la
tapadera, habían sido levantadas, pues los clavos con que
habían sido fijadas al resto de la caja estaban
salidos.

En el polvoriento suelo les pareció ver tiradas
una especie de delgadas varillas de metal y un sinfín de
pisadas que no procedían de ellos.

Yashin les sugirió a que se acercaran despacio
procurando no borrar las huellas de calzado que allí se
veían. Georges fue el primero que tocó una de las
cajas, le dio su linterna a Ingelor y le pidió que
iluminara la caja.

Intentó levantar la tapa, pero se
extrañó que pesara tanto, finalmente pudo con ella,
le dio la vuelta y pudieron apreciar que había sido
forrada por una lámina metálica de un par de
milímetros de espesor, por el peso y color pudiera ser que
el metal fuera plomo.

Felipe colocó la tapadera a un lado, arrimada a
la pared, enfocaron con una de las linternas el interior de la
caja que estaba también forrada del mismo metal; –
¡¡vacía!! Exclamó Georges. No
había rastro alguno de haber contenido nada.

Igual ocurrió con la segunda y la tercera. Nada
de nada.

Quedaron mirándose extrañadísimos,
pero era evidente que las tapaderas habían sido
levantadas, y probablemente cortado el metal con algo parecido a
un soplete, deducción que procedía por los pedazos
de electrodos que habían tirados por el suelo.

Felipe sintió una gran decepción por tan
triste final, a la vista de las cajas se había hecho
algunas ilusiones.

Jacob que había cogido la linterna de Georges,
iluminó el suelo del inmediato alrededor de donde se
hallaban, resaltó unas huellas que formaban una especie de
línea continua sobre la gruesa capa de polvo del piso,
éstas seguían más allá de donde ellos
estaban –vamos a seguirlas-, apuntó.

Procedieron a seguirlas, anduvieron casi unos cuarenta
pasos por el amplio y húmedo pasillo que había
entre los arcos, al final de este se apreciaba un punto de luz
natural, tuvieron la impresión de que las huellas que
andaban siguiendo, pudieran haberse producido por el arrastre de
algo pesado y probablemente el envoltorio fueran
sacos.

El punto de luz se convirtió en una puerta de
salida no demasiado grande, que daba a pocos pasos de la orilla
del Tajo. Una vieja y herrumbrosa reja que a la vez hacía
de puerta, le había sido violentada la cerradura,
probablemente con alguna robusta palanqueta o un escoplo. Los
hierbajos de los alrededores a ésta estaban aplastados,
probablemente por haber sido pisoteados por los mismos que
abrieran las tres cajas y se llevaran su contenido.

Continuaron el seguimiento de las huellas, ya que las
señales que quedaban sobre la abundante vegetación
del lugar eran claras y formaban ya una especie de senderito cuyo
final llegaba al pié de unos altísimos olmos de
hoja gris plateada, en la ribera derecha del río Tajo como
si formaran una gigantesca pared de protección a las
avenidas fluviales.

Un pedazo de cuerda permanecía atado en el tronco
de uno de los árboles, parecía haber sido cortada
precipitadamente con algún objeto cortante. Ingelor se
agachó para recoger un pedacito de algún objeto de
porcelana que vio allí tirado. Llamó la
atención de Felipe para mostrarle aquel pequeño
objeto, éste se lo quedó mirando al tiempo que
Georges que también había observado como la
muchacha recogía algún objeto del suelo, se acerco
para verlo, en el entretanto Jacob y Yashin seguían
investigando los alrededores.

-¡Diantre!-, exclamó Georges al tener en su
mano aquel

pedacito de porcelana. –Sin ser un experto,
juraría que esta fina porcelana bien pudiera pertenecer a
alguna figurita artística elaborada hace algunos siglos en
Sevres. Si mi suposición fuera cierta, la pieza entera
tendría un gran valor, por su calidad, antigüedad y
origen.

-Esto vendría a reafirmar que las cajas halladas
en el sótano contenían las riquezas materiales y
que la leyenda que veníamos intentando desentrañar
desde hace algunos meses, al fin es cierta-, sentenció
Felipe.

Lo que era indudable es que alguien se les había
anticipado, probablemente por poco tiempo de diferencia,
quizás hasta de horas.

Se miraron todos un poco desconcertados por el resultado
final de su aventura.

Alguien preguntó por el doctor Elías
Matloub, uno de los jefes del Mossad, que no se encontraba
allí con ellos, se había quedado en la penumbra del
sótano junto a las tres cajas, con una sarcástica y
fina sonrisa prendida en sus
labios…………….

Fin

M.Batista

 

 

Autor:

Manel Batista I
Farrés

Comenzó : 4 de Ocubre del
2007.

Finalizó : 8 de Marzo del
2009

Insc. Reg. de la Propiedad Intelectual :
B-1509-09

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
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