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Escritura y sus manifestaciones literarias en la América precolombina (página 2)




Enviado por araceli



Partes: 1, 2

Las antiguas culturas americanas poseían diversos
y diferentes grados de cultura. Pueden agruparse en 123 familias
linguísticas de las cuales solamente tres corresponden a
grupos étnicos de alta cultura. Allí se dieron tres
formas sucesivas de escritura.

a.- La pictográfica es la más elemental y
consiste en la representación de hechos y seres mediante
el dibujo y la pintura.

b.- La ideográfica (culturas azteca y maya)
constituye un avance, ya que se compone de un sistema de glifos,
es decir, de figuras que simbolizan ideas o conceptos. En
general, los glifos pueden clasificarse en grupos: los de
carácter numeral, los calendáricos y los
representativos de ideas abstractas o metafísicas como la
divinidad, la vida, el movimiento, etc.

Este sistema de glifos se completaba con el uso de
colores simbólicos. Así, el amarillo identificaba
lo femenino, el morado indicaba la condición real del
"tlaotami" o jefe; el negro y el rojo, la sabiduría, que
incluía el dominio de la escritura. El sistema
ideográfico maya basado en glifos todavía no ha
sido descifrado en su totalidad, lo cual dificulta el estudio de
los textos.

c.- La forma parcialmente fonética para consignar
por escrito el pensamiento, es decir, la representación de
los sonidos o fonemas mediante signos gráficos, no
alcanzó su total desarrollo en la América
precolombina.

Los orígenes de la escritura y el sistema de
numeración mayas están en el interior de una zona
comprendida entre Tres Zapotes, Veracruz, (olmeca), Monte
Albán, Oaxaca y Chalchuapa, El Salvador. En algunos
monumentos olmecas aparecen esbozos de glifos y cifras, pero
entre 300 a.C. y 150 d.C. se inscriben ya fechas con el sistema
de Cuenta Larga (complicado sistema en el que participan varios
tipos de calendarios). La primera fecha conocida de la cultura
maya aparece en la Estela 29 de Tikal, Guatemala, (área
central), del 292 d.C.

El sistema de escritura maya es el más
desarrollado de la América precolombina. Consta de
numerales de puntos (con valor de 1) y barras (con valor de 5),
así como una concha estilizada que representa el cero.
Además de los números, como ya hemos mencionado, la
escritura tiene jeroglíficos o glifos, signos
esquematizados que también tienen variantes. Cada glifo
consta de un elemento principal y varios secundarios o afijos;
este conjunto es un "cartucho"; la unión de cartuchos da
una "oración".

Existen, aproximadamente, 350 signos principales, 370
afijos y alrrededor de 100 "glifos retrato", principalmente de
deidades.

Las
manifestaciones literarias

3.3.a.- La poesía en lengua
náhualtl

El náhuatl, idioma rico en vocabulario y de
expresión elegante, aparece como vehículo apropiado
para transmitir ideas abstractas o difíciles. Conscientes
del valor de la palabra, los nahuas cultivaban el arte del buen
decir. Quienes lo dominaban o "tlaquetzqui", es decir, "aquel
que al hablar hace ponerse de pie a las cosas
", eran los
creadores o poetas de cuyos labios brotaban las metáforas
sobre los grandes temas líricos y épicos: la
divinidad y sus enigmas, la muerte, el amor, las guerras, etc.
Esta lírica exalta el culto de la amistad y considera la
poesía como un don divino.

3.3.b.- Manifestaciones dramáticas de los
antiguos mejicanos

En general el teatro precolombino de esta región
fue marcadamente religioso. Las representaciones abarcaban veinte
meses, el mismo tiempo que duraba, para esta civilización,
un año solar. Incluía cantos, bailes y parlamentos
interpretados estos últimos por los sacerdotes y el
elegido para encarnar al dios, en cuyo honor se realizaban. Pero
también, paralelamente a este teatro religioso se
desarrolló una dramaturgia profana de la cual hoy se
conserva la obra Rabinal Achí o Señor de
Rabinal.

3.3.c.- La prosa didáctico-religiosa en lengua
mayence: Libros del Chilam Balam

También hacia 1859 los eruditos descubrieron
antiguos códices que contienen los titulados Libros
del Chilam-Balam
. Escrita en lengua maya pero con caracteres
arábigos, esta obra anónima y colectiva parece
haber sido redactada a lo largo de cuatro siglos después
de la conquista con el fin de preservar textos, mitos y
costumbres.

El primer libro es el Popol Vuh, especie de
biblia indígena que comienza con la enumeración de
los seres divinos y de sus varias denominaciones. Ellos engendran
el cielo, la tierra, el agua, las plantas y los animales.
Finalmente, crean los astros aunque no necesitaron crear la luz,
ya que existió siempre, según esta
tradición.

El Popol Vuh narra desde los sucesos
legendarios, protagonizados por dioses y héroes, propios
de la edad mítica, hasta los hechos que conforman la
historia del pueblo quiché, y resume las luchas de sus
diferentes tribus para alcanzar la dominación de
territorios con climas más propicios para el desarrollo de
su cultura.

La
transmisión de los textos

La literatura cumplió dentro de estas sociedades
funciones religiosas, históricas, organizativas,
proféticas y ceremoniales que predominaron sobre las
puramente estéticas
. Los textos que compusieron fueron
esculpidos en piedra, modelados en estuco, especie de masa de
yeso, o pintados en murales, cerámicas o "libros"
(formados por tiras plegadas de papel hecho a partir de la
corteza interior de un árbol). Muchos de estos valiosos
códices se perdieron al ser destruidos o quemados,
en el siglo XVI.

Esta fue la época de transición entre la
Edad Media y el Renacimiento, es decir, entre una
cosmovisión teocéntrica y, en sus antípodas,
renacentista. Por un lado, el hombre se lanzaba a buscar nuevos
mundos ya que se sospechaba que la tierra había dejado de
ser plana pero, todavía, prevalecía la oscuridad
medieval en los espíritus de los conquistadores.
Innumerables cantidades de documentos fueron así a parar a
la hoguera por temor a que hubieran sido inspirados por el
demonio.

Para salvar su cultura y su memoria, los mayas
escondieron o enterraron sus libros sagrados para preservarlos
del fuego español. Pasados los años, cuando los
mayas ya conocían el alfabeto español, copiaron
algunos de esos códices que tenían escondidos
manteniendo en la transcripción la lengua maya original
pero empleando la escritura hispana. Así surge la
literatura maya y aunque los originales se perdieron, otros
aún se conservan aunque han pasado por el tamiz de la
cultura europea, como ocurrió con el Popol Vuh, el libro
sagrado de los mayas.

Como hemos señalado, esta era época de
transición, por lo tanto, la avidez de conocimiento del
hombre renacentista, también caracterizó al
conquistador. Así fue que los hombres de armas y
también los misioneros se encargaron de preservar el
legado literario indígena. Aprendidas las lenguas nativas,
la misma tarea evangelizadora les permitió conocer esas
manifestaciones. En general, los misioneros se valieron de los
indios, a quienes ya habían enseñado nuestro idioma
y su escritura para fijar la literatura, conservada hasta el
momento en su mayor parte de manera oral. Estos amanuenses la
volcaron en caracteres latinos, pero mantuvieron la lengua
original. Se formaron así valiosos códices que
incluyen composiciones líricas, cantos épicos,
textos narrativos y fragmentos dramáticos.

Los
códices y el pensamiento mágico

El diccionario de la Real Academia Española nos
dice que la palabra "códice" deriva del latín
codex,-icis y que es un libro manuscrito de cierta
antigüedad
. La materia prima para elaborar los
códices era, entre otras, lo que hoy conocemos como papel
y que los mayas llamaban "kopó". Este tipo de material era
elaborado con corteza de árboles aunque también
solían usarse piel de venado o tela de algodón. El
proceso de fabricación del kopó, tanto en el mundo
maya como en las demás regiones indígenas era
básicamente el mismo. A las ramas se les arrancaba la
corteza de cuyo interior se obtenían capas de suave fibra.
Con estas fibras se producía una pasta que era
reiteradamente aplanada hasta convertirla en una hoja que era
puesta a secar al sol. Esas largas tiras de papel se doblaban a
manera de biombo en porciones iguales formando las páginas
de los códices. Las páginas se cubrían con
una capa de almidón y, finalmente, con una
preparación de carbonato de calcio. A cada página
se le pintaba un grueso marco de color rojo y algunas
líneas horizontales y verticales; de esta manera, la
página quedaba dividida en cuadros dentro de los cuales se
pintaba un ideograma.

Los códices fueron el soporte material de las
manifestaciones literarias de las antiguas civilizaciones
americanas, manifestaciones que, como ya se ha señalado,
excedían las funciones puramente estéticas. La
temática de un libro maya estaba vinculada con la
religión, la astronomía, la agricultura los ciclos
agrícolas, las profecías, historias regionales,
mitos, leyes genealogías, calendarios, etc.

En tiempos prehispánicos los códices se
guardaban en edificios especialmente construidos, los
amoxcalli o amoxpialoyan y
estaban al cuidado de los sabios o especialistas en las distintas
ramas del saber, los Tlamatinimes, responsables de
transmitir la información y formar a los jóvenes.
Los tlamatinimes eran asistidos por maestros escribanos, los
tlacuiloques.

3.5.a.- La cosmovisión
religiosa

Los códices, esos libros antiguos, nos resultan
misteriosos y enigmáticos. Al respecto, resulta
interesante observar lo que nos dice el notable investigador en
el campo de la historia de las religiones, Mircea
Eliade[1]: "…la noción de tiempo
histórico es una conquista reciente del hombre, la
consideración del hombre como ser histórico
entraña la interiorización del tiempo, el hecho
fundamental de que éste, en su carácter lineal e
irreversible, se transforma en conciencia… Si observamos el
comportamiento general del hombre arcaico nos llama la
atención un hecho: los objetos del mundo exterior, como
los actos humanos propiamente dichos, no tienen valor
intrínseco autónomo. Un objeto o una acción
adquieren un valor y, de esta manera, llegan a ser "reales",
porque participan, de una manera u otra, en una realidad que los
trasciende. Una piedra, entre tantas otras, llega a ser sagrada
y, por tanto, se halla instantáneamente "saturada de ser"
por el hecho de que su forma acusa una participación en un
símbolo determinado, o también porque constituye
una hierofanía, posee "mana", conmemora un acto
mítico, etc. El objeto aparece entonces como un
receptáculo de una fuerza extraña que lo diferencia
de su medio y le confiere sentido y valor"

Todas las creaciones culturales mayas (códices,
pintura, arquitectura, etc.) están fundamentadas por una
concepción religiosa del mundo, ya que éste se
concibe de origen divino y permeado por energías sagradas
que determinan todo acontecer. Esas energías son los
dioses que encarnan las fuerzas de la naturaleza, como los astros
y la lluvia (Chaac) y también son energías
de muerte, como los dioses que producen las enfermedades y la
misma muerte. Pero esas deidades también tienen aspectos
animales: el sol se manifiesta, a veces, como un jaguar, la
lluvia como una serpiente; la muerte como un murciélago o
un búho, etc.

El universo está constituido por tres grandes
planos horizontales: el cielo, la tierra y el inframundo. En el
cielo, dividido entres grandes estratos, residen los astros, que
son dioses como la Luna (Ixchel) y Venus (Nohoc
Ek
). El espacio celeste está representado por una
deidad llamada Itzamná (el dragón), que se
representa como una serpiente emplumada (Quetzalcoatl),
el dios supremo en la realidad maya y que simboliza la
energía fecunda del cosmos que infunde vida a todo el
universo.

La Tierra es una plancha plana que flota sobre el agua;
pero también se concibe como un gran cocodrilo o lagarto,
en cuyo dorso crece la vegetación. El inframundo
está dividido en nueve estratos; en el más profundo
de ellos habita el dios de la Muerte, Ah Puch, el descarnado
o Kisin, el hediondo
, representado por un esqueleto humano o
un cuerpo corrupto.

El cosmos fue hecho para habitación del hombre, y
ha existido varias veces, pues cíclicamente es vuelto a
ordenar por los dioses y destruido por una catástrofe,
después de la cual se renueva. La finalidad de las
creaciones y destrucciones del cosmos es la evolución de
los hombres; así, en cada época cósmica
aparecen hombres mejores, hasta culminar con el que es formado de
masa de maíz, que es el de la época
actual.

El franciscano Diego de Landa, obispo del
Yucatán, de triste memoria por el auto de fe que
encabezó en la localidad de Maní, en 1562,
ordenó la destrucción de 5000 ídolos y 27
códices. En la época colonial, la mayoría de
los códices originales fueron destruidos, otros, como
hemos señalado, fueron traducidos y copiados por
indígenas o misioneros.

Solamente sobrevivieron tres códices que reciben
el nombre del sitio donde se encuentran hoy: el
Dresde, el Madrid y el
París.

Estos son algunos de ellos:

I.- : Itzamná en forma de dragón arrojando
agua por las fauces. Bajo él, la diosa Ixchebel Yax,
vaciando un cántaro y una deidad negra de la guerra.
Códice Dresde, página 74.

II.- : Ah Puch, deidad de la muerte, detrás de un
almanaque sagrado, con una serpiente y portando un hacha.
Página 16 del Códice Madrid.

III.- : Página 6 del Códice Dresde, con
inscripción jeroglífica , numerales y figuras de
dioses y sacerdotes.

IV.-: Página 24 del Códice París,
con inscripción jeroglífica y figuras de animales
de cuyas fauces abiertas surge el glifo del Sol. Sobre ellos, hay
una banda de signos astrales

V.- : Pagina 34 del Códice de Madrid, con
inscripciones y representaciones de ofrendas y, en la parte
superior, un astrónomo en la noche que prolonga su ojo
para ver las estrellas.

Retomando los conceptos vertidos por Mircea Eliade,
podemos decir que el hombre arcaico vivía en una
permanente sed de absoluto que es incompatible con el pensamiento
racional, con la existencia profana. Por esta razón, a
nuestros ojos actuales, esta cosmovisión resulta
inquietante, enigmática, incomprensible. Pero esa fue la
manera en que el indígena comprendía y
aprehendía el mundo que lo rodeaba. El pensamiento
mágico del hombre primitivo quedó fijado en ese
soporte que llega hoy hasta nosotros para que podamos vislumbrar
aquella manera de concebir el mundo.

Los
códices y la cosmovisión después de la
conquista

Un grupo de estudiosos del Departamento de
Filología de la Facultad de Filosofía y Letras de
la Universidad de Buenos Aires halló en la provincia
argentina de La Rioja, en el año 2003,
apróximadamente, códices de los siglos XVII y
XVIII. Este grupo de investigadores encabezado por el Dr. Alfredo
Fraschini en el año 2005, se encargó del proceso de
traducción y edición de estos valiosos documentos.
La temática abordada en estos códices narra
episodios de la vida eclesiástica y cotidiana en la
región de Córdoba, Tucumán y
Santiago.

Gracias a este descubrimiento nos enteramos de varios
hechos de corrupción, de la vida de los estudiantes de la
época, de descubrimientos en astronomía y
meteorología y también de circunstancias de las
vidas privadas.

En 1701 el jesuita José Mazó
escribió al Consejo de Indias para denunciar la conducta
sexual del obispo de Tucumán. Otra de las numerosas
denuncias es sobre la actuación del dominico
portugués Francisco de Victoria, obispo de Tucumán
desde 1582, quien usó una falsa credencial de inquisidor
para amenazar con cárcel y hoguera a todos aquellos que le
desobedecieran; también lo sucedido con el obispo Manuel
Juan Mercadillo, quien utilizó una bula papal
apócrifa para crear su propia universidad en competencia
con los jesuitas. También nos enteramos de que a las
mujeres se les prohibía confesar las "llanezas" de los
religiosos. Por otra parte, en estos documentos aparece una
crítica social realizada por Francisco Javier Miranda,
quien fue rector del colegio de Monserrat. Y podríamos
conocer muchos detalles más que, parafraseando al jesuita
Mazó en su denuncia al Consejo de Indias, harían
que hasta la tinta se pusiera "colorada de
vergüenza".

La investigación dirigida por el Dr. Fraschini
fue presentada en el Simposio Internacional sobre Cultura
Colonial en noviembre del 2005 en la Biblioteca Nacional con la
asistencia de lingüistas de México, España
Alemania y Perú. Una gran parte del estudio abarca el
Códice Escurialense, 266 hojas de papel de trapo, escritas
de ambos lados, cosidas y con tapas de pergamino. Las copias
digitales fueron hechas en el convento español de El
Escorial a cargo del Dr. Fraschini y su equipo.

Así el pensamiento humano cambia su visión
del mundo y con ella cambia también la información
contenida en los documentos. Los sucesos de la vida clerical
relatados en estos códices nada tienen que envidiarle a
los contenidos de algunos programas de TV de nuestros
días.-

Conclusiones

Todo lo expuesto hasta aquí pretendió
esbozar un acercamiento a la cosmovisión americana antes y
después de la conquista. Esa información puede
estudiarse en los códices, soportes materiales de la
época que tratamos.

Como hemos observado, el pensamiento mágico del
hombre arcaico, la cosmovisión teocéntrica del
hombre medieval y la antropocéntrica del renacentista
llega a nosotros en esos documentos antiguos.

Y una vez más, y siempre, es el libro, en
cualquiera de sus formas, quien nos permite y nos seguirá
permitiendo apropiarnos de los conocimientos, conocer la historia
de la humanidad, y, (tal vez, sobre todo) apropiarnos de un
espacio y un tiempo que no se miden con los parámetros de
lo cotidiano, un espacio y un tiempo donde jugamos con la
posibilidad de ser otros, esto es, el famoso "placer por la
lectura".

A manera de conclusión final, parecen más
que oportunas las palabras de Humberto Eco, (con las cuales,
humildemente, coincide plenamente la autora de este trabajo); el
catedrático piamontés nos dice: "La humanidad
ha ido adelante… leyendo y escribiendo primero sobre piedras,
luego sobre tablitas (…) pero (…) cuando descubrió que
se podían enlazar entre sí unas hojas, aun siendo
manuscritas, dio un suspiro de alivio y no podrá nunca
renunciar a este instrumento maravilloso"

Bibliografía

  • Mercedes de la Garza, Los Mayas
    3000 años de civilización
    , Monclem
    Ediciones, 1999

  • Miguel Angel Caminos, Las letras
    hispanoamericanas y argentinas
    , AZ editora

  • Mircea Eliade, El mito del eterno
    retorno. Arquetipos y Repetición
    ,
    Planeta-Agostini, 1985

  • Clarín. Sociedad, Los
    Códices de la Colonia
    , martes 22 de Marzo de
    2005.

  • Diccionario de la Lengua
    Española, RAE, Espasa, vigésima primera
    edición, 1992

 

 

Autor:

Araceli

[1] Eliade Mircea, El mito del eterno
retorno, Planeta Agostini, 1985

Partes: 1, 2
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