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La melancolía como experiencia estética: De la Grecia clásica al siglo XVII (página 2)




Enviado por Luis Felipe Vélez



Partes: 1, 2, 3

Dentro de la significación especial de cada número, el cuatro (4) habría de utilizarse de manera contundente como un número ordenador, lo emparejaron con las cuatro estaciones climáticas y con las cuatro edades del hombre (infancia, juventud, madurez, vejez) fue designado como la "raíz y fuente de la naturaleza eterna"[5], se dividía al hombre racional en cabeza, pecho, tórax y genitales, al igual que su alma se imaginaba como un cuádruplo que "abarcaba el intelecto, el entendimiento, la opinión y la percepción (????, ?p?st?µ?, d??a, a?s??s??)"[6]. Dentro de éstas categorías tetrádicas el pitagórico Alcmeón de Crotona cerca del año 500 a.C. identificó el estar sano como el equilibrio -isonomía (?s???µ?a)- entre las cualidades conocidas como húmeda, seca, fría y caliente, mientras que el estar enfermo era o el predominio de una sola de ellas –monarchía– (µ??a???a) o un desequilibrio general –dyscrasia– (d?s??as?a). La salud fue entendida como armonía en la naturaleza del hombre que se suponía fuerte, equilibrado y bello, la enfermedad era un proceso desarrollado en el tiempo con sus causas, modos y aspectos específicos manifestados físicamente. ¿Cómo relacionar el misticismo numérico con la ejecución material de la doctrina? Para constituirse como dicha doctrina requería contenido material, ubicación en el organismo de los humores e interpretación "en términos de una cualidad que establezca un eslabón visible entre los elementos originales y los componentes del cuerpo humano"[7], única manera ésta en apariencia, de conciliar las reflexiones de la filosofía de la naturaleza, con las pruebas empíricas de la fisiología.

Empédocles de Agrigento (495/490-435/430 a.C.), consideraba dos clases de elementos o principios: uno material, y otro espiritual; según él, todos los fenómenos de la naturaleza están formados por los cuatro elementos primigenios que los filósofos de la naturaleza habían considerado como principio de todas las cosas –arche– (a???) estos eran el agua, aire, fuego y tierra[8]que combinados de distintas maneras podían formar los diferentes seres del universo. De estos principios, eternos e indestructibles, de sus uniones y separaciones, nacen y perecen todas las cosas. Los seres se diferencian unos de otros en su naturaleza y en sus cualidades por las distintas proporciones en que cada uno de los cuatro elementos entra en su composición. Junto a estos elementos materiales, entendidos como las cuatro raíces, –rizomata– (????µata) o fundamentos, Empédocles postula dos fuerzas exteriores de carácter espiritual que regulan y equilibran la combinación entre ellos: la discordia –neîkos– (?e????) y la amistadphilía– (f???a) que actuaban como causa de la combinación o disociación de los elementos que en un principio eran dominados por la amistad de forma absoluta, de modo que los cuatro elementos estuvieran completamente mezclados en una armonía perfecta. ¿Pero, perdurarían? No. Después vendría la discordia a romper esa armonía, dando origen a los seres individuales y generando su separación y diversificación hasta el dominio absoluto del mal y el desorden. El mal llegaría a su fin, su culminación es el principio de una nueva fase de la amistad que vuelve a juntarlo y confundirlo todo hasta llegar al único ser perfecto y armónico del principio que vuelve a disgregarse de nuevo en un ciclo en el que predominan alternativamente cada una de las dos en un retorno a sí mismas.

Esta caracterización del mundo por parte de Empédocles que tomaba las cuatro entidades cósmicas iguales en valor, en contenido y en forma, tenía cada una su quehacer y naturaleza particular, de su buena mezcla dependía que el hombre fuera entendido, capaz y agudo, si no era así, el hombre sería imprudente, necio y torpe; si los elementos en su forma eran demasiado grandes o demasiado pequeños, el hombre resultante sería entre triste y letárgico ó apasionado y vehemente, incapaz de realizar esfuerzos a largo plazo, entregado a la contemplación de los fenómenos que el mundo iba extendiendo a su paso. Cada raíz –elemento- se turnaba con el correr de las estaciones y era su combinación –krasis– (??a~s??), distinta en cada caso, la que engendraba todas las cosas individuales y la que por sí sola determinaba el carácter de los hombres. Empédocles, que basó su sistema en una tétrada, redujo las sustancias que componían a los seres humanos y a las cosas mismas del universo material en tierra, aire, fuego y agua, estableciendo una base común para el macrocosmos -el todo- y el microcosmos o el hombre que, reducido a elementos generales que explicaban su materia original pero no los materiales de su composición, lo dejaba inconexo en su relación con el todo que lo sopesaba. Para solventar esta posible falencia entre el hombre y el cosmos, Hipócrates fijó los elementos materiales para la constitución dinámica del concepto en el hombre, configurando y ubicando novedosamente la doctrina en el organismo humano, combinando en un mismo sistema la patología humoral y la especulación cosmológica general.

1.2 Hipócrates y el Corpus

La medicina antigua estaba franqueada como toda la cosmología por el culto divino a diversos dioses; así por ejemplo Ares era el dios para la guerra y Eros era el del amor, los seguidores de la práctica médica tenían como suyo al dios Asclepio quien una vez entregado por Apolo al centauro Quirón cuando era niño para que aprendiera todo sobre la medicina y la física, contravino a Zeus dando vida a los muertos, castigándolo éste con un rayo y con la muerte. Años después, los griegos erigieron numerosos templos en su honor cambiando radicalmente la práctica médica. Hasta el siglo V a.C. la principal forma de suministrar la naciente medicina a las personas deseosas de ella era yendo de polis a polis en un peregrinar constante. Pero con el templo, el médico –ó sacerdote asclepiano- se queda en un lugar y los enfermos se dirigen a él en romería sagrada. La forma principal del culto sanador se basó en la incubación, que consistía en "dormir en un lugar sagrado para esperar, a manera de revelación de los dioses, un sueño sobre lo que se debe hacer para curarse."[9] Con el establecimiento que garantiza el templo, el practicante del culto de Asclepio tuvo el tiempo necesario para permitirse formular una teoría sobre la enfermedad gracias al continuo trabajo con los enfermos, la acumulación por escrito de pequeños detalles que la componían desarrolló en su totalidad lo que había comenzado como un modelo pleno de ideas transformado en ciencia.

La doctrina de los humores –chumoi– (??µ??), demostrados empíricamente en la obra De la medicina antigua[10]anterior al año 400 a.C. aplicaba la doctrina del médico pitagórico Alcmeón de Crotona a sustancias reales y presentes identificadas con las cualidades de caliente, frío, húmedo y seco que se hacían visibles como materia salada, dulce, acida o insípida. Los humores se manifestaban por medio de secreciones[11]en organismos enfermos, que se suponía se infectaban por alguna causa en el alimento o en el aire –ya que se desconocía la generación de bacterias por el organismo propio- que al producirse en exceso debía ser expulsado para restaurar el equilibrio. Heródico de Cnido[12]identificó dos de ellos como ácido y amargo, humores que posteriormente recibieron los nombres de flema –phlegma– (f???µa) y bilis –chole– (????) en el tratado De la naturaleza del hombre[13]contenido en el Corpus Hippocraticum atribuido por Galeno (131 -201 d.C.) a Hipócrates. En éste tratado, aparecen los constituyentes definitivos de los elementos de la naturaleza –physis– (f?s??) (aire, tierra, agua y fuego) relacionados de forma directa con el hombre y su organismo; la bilis, que se había considerado como un único fluido se subdividió en dos, bilis amarilla –chole xanthe– (???? ?a???) y bilis negra –melaina chole– (µ??a??a ???? ó –melagcholia– µe?a?????a), la sangre, aunque no era un humor sobrante se incluyó en el sistema y la flema se interpretó como categoría independiente de las demás. Los cuatro humores eran causa a la vez de enfermedad y salud prevaleciendo según las estaciones, cada humor tenía una completa organización con sus propias enfermedades, curas y beneficios, cada estación tenía a su vez enfermedades características con rasgos evidentes. Según cambie la estación las afecciones serán semejantes o distintas de la clase de dolencia o facultad producida en esa estación. Así, si el verano resulta propicio para la bilis y ésta, tras aumentar se queda dentro, sobrevendrán entonces afecciones del bazo que enfermarán el organismo quizá hasta la muerte si no sufre de alguna complicación forzosa. La melancolía, entendida como un humor excesivo y sobrante, afectaba considerablemente tanto el bazo como la psique (????). Debido a la obstrucción del humor sanguíneo – fundamental para la inteligencia– en su paso hacia el cerebro a causa de la bilis negra, se provocaba la fiebre, el abultamiento venoso en la frente, el enceguecimiento, la privación de la voz y del oído seguidos de convulsiones y perdida temporal del conocimiento. Síntomas todos éstos de la melancolía y también de lo que durante mucho tiempo se denominó la enfermedad sagrada[14]pero que, según Hipócrates no tenía nada más de divino que las otras enfermedades.

Todas las afecciones eran divinas y humanas por igual, los hombres se acostumbraron a atribuirle enfermedades a cualquier dios por tener a quien dirigir sus rezos y sopesar sus preocupaciones. La enfermedad sagrada no era otra que la epilepsia (ep?????a) cuya caracterización de sagrada la atribuían "los magos, purificadores, charlatanes y embaucadores ante el asombro, la banalidad del método de curación y ante su incapacidad de comprenderla"[15]. Hipócrates, que combatía así las especulaciones sobre la medicina y su curación, quería con esto asignarle a su práctica médica un método que no fluctuara en lo banal sino que se caracterizara por lo específico. Hipócrates defendió sagazmente que el origen de las enfermedades provenía de la familia, es decir, por herencia[16]y que todas estas se originaban a partir de la bilis y de la flema en cuanto a las causas internas; y a los golpes, la fatiga, las heridas, el excesivo calor o frío en cuanto a las causas externas; dedujo gracias al afán científico por explicar coherentemente los fenómenos sucedidos al cuerpo que la enfermedad sagrada se adquiría por los melancólicos "cuando se corrompe la sangre por efecto de la bilis y del flegma, y empiezan a delirar y algunos incluso enloquecen"[17].

Todo comenzaba en el cerebro, que al estar expuesto a cambios de temperatura a veces bruscos, a veces graduales, se iba derritiendo de forma irreversible, corrompiéndose hasta convertirse en humor –flema o bilis-. El proceso de "separación" entre cerebro y humor era de vital importancia ya que al ser la bilis y la flema de características frías si se dirigía hacia los pulmones o el corazón que los enfriarían súbitamente produciendo asma y dificultad de la respiración –asfixia-; en tanto que si se dirigían al intestino produciría diarreas, y si se quedaba atrapado en las venas, enfriaría el aire de la sangre bloqueándolas por su densidad. El resultado, la parálisis o entumecimiento de los órganos a los cuales no llega el aire, "la perdida de conocimiento y la capacidad de juzgar, un dolor muy intenso debido a que el aire se queda encerrado y trata de salir por todos lados provocando que el afectado patee desesperado."[18] Este desvarío a causa de la corrupción cerebral comenzaba por asignarle a la melancolía el matiz taciturno y noctívago que se mantuvo poética y estéticamente con el paso de los siglos. La reflexión sobre los efectos que tal implicación mental tendría sobre el organismo a posteriori serán analizados seguidamente, pero en lo que respecta a la ubicación de la melancolía como sistema en el bazo más no en el cerebro se constituiría en el organom que se observa.

El bazo, afectado de cuatro formas, dependía de la estación que estuviese atravesando para que así asumiera un determinado comportamiento. El primero de ellos que enumera Hipócrates con sus curas y soluciones, hace referencia al calor que produce el sol en el organismo y en la bilis, que al calentarse incita fiebres agudas, poca deposición y variaciones en la piel ya más amarillenta. Luego de que "las clavículas se hunden, no entra fácilmente el alimento como al principio y con poco se siente lleno"[19], el bazo se vuelve a veces grande a veces pequeño y para remediarlo, novedosamente Hipócrates recopila en su corpus, una solución que iba al tratamiento de la causa y no al síntoma, previniendo las afecciones para no repetir curaciones una y otra vez. Como prevención y remedio para estos dolores, se recomendaba entonces beber por intervalos eleboro[20]y comer puré de lentejas bien aciduladas y otro de acelgas aceitadas. Pero esto no es todo, al día siguiente y al tercero, se recomendaba dar un poco de pan de trigo con guiso de lentejas y carne de oveja bien picada hervida dentro del guiso. Para beber lo ideal es un vino astringente tinto, poco aguado y en pequeñas dosis. Si con esto no mejorara, habría que cauterizar el bazo con hongos, "haciéndole diez grandes escaras en el momento en que el bazo esté más grande y especialmente abultado. La enfermedad requiere atención pues difícil y duradera si no se le atiende enseguida"[21].

Otra de las enfermedades del bazo con iguales causas que la anterior, tenía como síntomas el vientre agrandado y lleno de gases, la piel se tornaba primero de color amarillo ocre luego de color amarillo pálido seguido de un olor fétido que sale del oído, separamiento de encías y mal olor en la boca, en las piernas y glúteos prosperan unas llagas que son como pústulas que hacen imposibles la defecación. La curación para ésta afección es igual que la anterior, pero en lo que respecta a las deposiciones al ser estas tan escasas, se recomienda colocar enemas de media cotila de miel y nitro egipcio, en cantidad como el tamaño de un astrágalo de oveja, después triturarlo, diluirlo en cuatro cotilas de agua, cocer acelgas que luego son colocadas con cuidado en el esfínter. La tercera enfermedad específica del bazo se presentaba especialmente en época de verano cuando la sangre llenaba todos los espacios extendiendo el órgano hasta el máximo provocando así la ruptura del mismo hacia "la clavícula, el hombro y la zona que está bajo el omoplato"[22]. Los excrementos se expulsaban con materias sanguinolentas de aspecto vinoso, la piel adquiría un color gris plomo, en las piernas salían excoriaciones que desembocan en llagas, el vientre se colocaba rígido y el bazo duro como una piedra, éste tipo de prevalencia humoral era la más mortal de todas y sólo con cuidado se podría escapar de ella.

Para esta forma de enfermedad, además de las anteriores recomendaciones, había que dar dos congios de leche hervida de vaca o cabra, uno de ellos mezclado con miel bebidos alternadamente. Si parecía oportuno, se utilizaba un recurso que se perpetuaría como lo serían las llamadas "sangrías" en la vena de la cara interior del codo izquierdo. Tanto en éste como en los demás tratamientos el enfermo debía abstenerse del contacto sexual y de exceso del vino más no de su total restricción. La enfermedad del bazo producida en otoño era causada por la bilis negra originada por una excesiva ingestión de verduras crudas y de agua. Los síntomas de tal afección se manifestaban con "dolor en el bazo, escalofrío, fiebre, pérdida de apetito, enflaquecimiento, dolor de viseras y piel reseca"[23]. El enfermo debía tratarse con los mismos remedios, comidas, bebidas y ejercicios que en los anteriores casos para evitar posibles agravamientos como la contracción de ictericia[24]y el tifus[25]que son estudiados en profundidad por Hipócrates en los capítulos subsiguientes de su corpus.

Las enfermedades del bazo afectaban directamente el estado anímico, dependía del humor tanto la personalidad como la constitución física del organismo, uno de los resultados más importantes que surgieron con esta constitución ideológica sobre el cuerpo y sus enfermedades, se basó en que los humores no eran falsos, podían verse, estaban ubicados y no eran un producto de la imaginación para explicar afecciones imposibles de ser entrañadas. La sangre se veía en las heridas, la bilis negra en deposiciones de diversos tipos, la flema en tuberculosis nasal y bucal, la bilis amarilla en vómitos. La reflexión sobre el cuerpo y sus necesidades trascendía el campo de la idea para incrustarse en el organismo viviente que era necesario ser pensado, como una importante relación entre los humores, las estaciones y los temperamentos, "un verano u otoño demasiado seco conviene a los flemáticos pero hace el mayor daño a los coléricos que corren peligro de secarse por completo, se les secan los ojos, están febriles, y algunos caen en enfermedades melancólicas"[26], un hombre con exceso de bilis amarilla era irritable, orgulloso, ambicioso y vengativo, el exceso de humor sanguíneo, que es caliente y húmedo, producía excitación, optimismo y entusiasmo en Primavera y el flemático, que era frío y húmedo producía apatía e insensibilidad en el Invierno. La sangre caliente y húmeda, como el aire, aumentaba en primavera; la bilis amarilla, caliente y seca, como el fuego, aumentaba en verano, la bilis negra, fría y seca, como la tierra, aumentaba en otoño, la flema, fría y húmeda, como el agua, aumentaba en invierno. Hipócrates desarrolló así un esquema que se mantuvo con el paso del tiempo casi en su manera original, y aunque posteriormente se le agregarían más elementos, éstos no modificarían radicalmente su forma:

Humor

Estación

Elemento

Cualidad

Características

Sangre

primavera

aire

Caliente y húmeda

sanguíneo

Bilis amarilla

verano

fuego

caliente y seca

colérico

Bilis negra

otoño

tierra

fría y seca

melancólico

Flema

invierno

agua

Fría y húmeda

flemático

Al notar la regularidad en las enfermedades que se producían en las diferentes estaciones, Hipócrates ideó un plan alimenticio el cual complementaba sus recomendaciones sobre las enfermedades y sus síntomas. Con el afán de preservar la vida, el tratado sobre la dieta[27]fue un esfuerzo completo y sistemático –alimenticio y curativo- por superar sus predecesores y por demostrar que las enfermedades no atacan a los hombres de improvisto sino "que se incuban poco a poco para declararse luego de golpe. He descubierto a fondo –prosigue- lo que sufren los pacientes y como hay que recompensar esto para recobrar la salud."[28] La reflexión sobre el organismo hizo que el desarrollo latente de las enfermedades y su investigación dieran el paso siguiente al diagnostico previo –prodiagnosis– que opera sobre los primeros síntomas permitiendo que éstos sean evitados. La capacidad para pronosticar iba seguida de la observación racional sobre todos los hechos fisiológicos y patológicos. El médico-filósofo de la isla de Cos, a diferencia de sus contemporáneos que "no saben observar lo invisible a partir de lo visible"[29] quiso encontrar en la indagación de la naturaleza un método que relacionara los hechos generales y los particulares, buscando la verdad en todos los sistemas con la duda, con la desconfianza de las hipótesis y los principios exclusivos. ¿Qué es investigar entonces sino señalar, apreciar y entender causas? ¿Qué es explicar sino exponer una teoría? Hipócrates fue un teórico pero no se limitó a observar, desarrolló también la relación de los hechos y de las causas con el hombre, se dirigió hacía la praxis y con todas sus hipótesis fundó los principios de su propia y de posteriores doctrinas.

A partir de entonces, las prácticas de curación científicas se fueron especializando gracias a un primer esbozo "clínico" con las historias particulares de algunos enfermos, reconstruidas como modelos a seguir; el médico por primera vez ofrecía un trato dedicado a los pacientes que sufrían cualquier tipo de dificultad corporal: los rastreaba, los observaba, los formulaba. La constitución del Corpus como un todo más o menos homogéneo da a pensar que su medicina seguía un hilo conductor realista aunque a veces paradójico ya que, por una parte había que orar y esperar la curación del mal, al mismo tiempo que el conocimiento humano debía de hacer oposición al poder de los dioses para contribuir al restablecimiento del cuerpo con su sabiduría. Por otra parte, aunque el Corpus Hippocraticum colocaba el exceso de sangre junto a las enfermedades flemática, colérica y melancólica; la sangre a su vez se consideraba en general no como una disposición perjudicial sino más bien como la más noble y saludable por excelencia. A excepción de ésta, los humores tomados de la medicina eran sustancias totalmente inútiles[30]causa de enfermedades que comenzaban a entenderse como predisposiciones corporales debido a que la mayoría de las veces el organismo, no sólo se enfermaba a causa de su humor dominante sino también por otras afecciones no necesariamente ligadas a él.

La posterior vinculación del método hipocrático con la doctrina de los humores y la filosofía de la naturaleza, conllevó a que desde esa época en adelante los términos "colérico", "flemático" y "melancólico" comprendieran dos significados fundamentalmente dispares: "podían denotar estados patológicos o aptitudes constitucionales originadas por el mismo humor"[31] que en determinadas circunstancias podían pasar de ser una mera predisposición a ser enfermedad real. Disparidad que no sucedía con la sangre, debido a que, primero era la única que permanecía independientemente de la estación o clima que estuviese haciendo, y segundo -como lo anota Raymond Klibansky- la sangre en la fisiología griega en la que el humoralismo significó primordialmente patología humoral, carecía de adjetivo para describir su constitución, es decir, así como la colérica está determinada por la bilis amarilla, la melancolía por la bilis negra y la flemática por la flema. La sangre debía de corresponder por tanto a una categoría corporal que no se conocía. ¿Qué hacer con el humor sanguíneo sin tener donde ubicarlo? Era irrisorio suponer que la sangre sobraba, encajaba tan mal en la serie de humores concebidos como desperdicios que no se pudo sino hasta la aparición de la doctrina del médico Galeno, y con la transformación de los humores en temperamentos que se pudo entender la sangre como el temperamento que menos problemas le acarreaba al cuerpo y el que salía mejor librado corporalmente debido a que era la sangre –como se demostró[32]y no el aire o los flatos[33]como lo hizo pensar Hipócrates lo que constituía el cuerpo en su totalidad.

Aunque la sangre constituyera el cuerpo en su totalidad, y la flema y la bilis amarilla fueran causa de diversas enfermedades; debido a las graves afecciones ocurridas sobre diferentes partes del cuerpo por la bilis negra, ésta adquirió una importancia mayor al caracterizarse como un sufrimiento cuyos síntomas principales variaban desde la alteración mental, el miedo, la misantropía, la depresión, hasta la licantropía, la locura violenta y el delirio total. Los esfuerzos por entender tales conductas centraron la atención en a la distinción entre el temperamento melancólico y la enfermedad melancólica, la ambigüedad de los síntomas psicológicos dificultaba de manera ostensible la diferencia entre la enfermedad y la normalidad, obligando esto a reconocer una conducta que denotara melancolía sin que se considerara al sujeto portador continuamente enfermo. Al aceptarse así, la doctrina de los cuatro humores tomaría un giro hacia la teoría de los caracteres y tipos mentales que atribuía al melancólico, además de una fisonomía específica, una forma psicológica en la que la ansiedad y la depresión constantes eran sus signos más vitales. La melancolía comenzó a simbolizar algo más que una enfermedad, se dio como un motivo inquietante al espíritu de los grandes pensadores que vieron en ella, una conducta por la cual el entendimiento (?????) –logos- se perdía indiscriminadamente, dejando así serias dudas sobre la capacidad humana por controlar su desasosiego y sobrellevar sus estados. El paso definitivo y revolucionario que ayudaría a comprender la melancolía de una manera diferente, como una manifestación sensible del mundo –aisthesis– más que como una enfermedad, se daría durante el siglo IV a.C., momento en el cual surge contundentemente tanto la idea de locura en las grandes tragedias[34]como la idea de furor divino en la filosofía platónica.

1.3. La melancolía y el problema XXX, 1.

Una de las características que se atribuyeron a la melancolía o la bilis negra, era que todas sus afecciones siniestras provenían del malvado color negro –melas– (µe?a?) que evocaba la idea de todo lo malo y lo nocturno. La sustancia perversa por su color, era aceptada como fuente de la demencia y del éxtasis de todos los hombres, era un sinónimo del estar loco y de estar poseído por los delirios y por el furor. La concepción cosmológica que fue dando paso al razonamiento científico y discursivo con interpretaciones simbólicas de los mitos, asimiló el temperamento del melancólico con cierto grado de heroísmo y se le idealizó aún más cuando se le equiparó con el furor platónico, en la medida que el humor melancholicus figuraba como fuente -aunque peligrosa- de la más alta exaltación espiritual. Esta idea de furor, asemejada al carácter del melancólico trabajada por Platón (428-347 a.C.) en el Fedro o del amor, tenía matices diferentes a los asignados por la cosmología general de tal temperamento. En su diálogo, Platón defiende la tesis de que "del furor se reciben los mayores beneficios en cuanto es enviado como un don divino"[35], es una ventaja maravillosa para los mortales que le recibían, era un don utilizado primero, como revelación del porvenir para los hombres sabios, segundo, como vía para establecer contacto con el espíritu de Eros –amor- y tercero para ponerse en contacto con las musas de la poesía que agitaban el cuerpo elevándolos eclipsados por el éxtasis o furor divino.

La idea de furor estudiada por Platón era muy diferente de la que tradicionalmente se asignaba para el melancólico. Para Platón no había vinculación entre la melancolía y el éxtasis que elevaba por igual al filosofo, al amante y al poeta, para él, ésta significaba sino locura, al menos insanía moral que ofuscaba y debilitaba la razón de una manera enferma. Platón, manteniéndose en la tradición médica hipocrática, colocaba el acento de la melancolía en el equilibrio y en la medida entre lo psíquico y lo corporal, la melancolía no dejaba de ser un estado anímico que generaba furor, pero su causa tal como se le atribuye en el Timeo era una alteración del organismo: "pues si las flemas ácidas y saladas de éste o sus humores amargos o biliosos vagan por el cuerpo sin encontrar salida exterior, ruedan de un lado a otro dentro y mezclan el vapor que expide el alma, de modo que dan lugar a múltiples enfermedades."[36] Platón opinaba que ésta enfermedad era corporal y no mental, afirmaba que el melancólico era un ignorante consciente que no quiere aprender nada, que huye de la normalidad de lo hombres que buscan conocimiento, era entre otras cosas, un haragán conciente. Este tema del furor divino que abordó Platón en sus textos, y la manera como se relaciona con el temperamento melancólico, fue estudiado con más profundidad por Marsilio Ficino (1433-1499) dieciséis siglos después a partir de traducciones y comentarios de las obras de Platón que contribuyeron a difundir el platonismo durante el renacimiento[37]¿Cómo se logra relacionar el concepto fisiológico de la melancolía con el psíquico? ¿Cómo surge la manifestación estética de la melancolía? El siguiente paso estaría a cargo de la filosofía aristotélica de la naturaleza que sería la primera en unir la idea puramente clínica de la melancolía y la concepción platónica del furor.

Aristóteles (384-322 a.C.) creía como Platón que la forma en que el cuerpo se manifestaba al mundo dependía de la actividad que tuviera la psiquis, se interesó como Hipócrates por los humores y por la forma en que estaban involucrados en la formación del cuerpo y de la mente, asociando la sangre caliente y espesa con la fuerza, y la sangre fría menos espesa con la inteligencia[38]La referencia más exacta de los planteamientos del estagirita sobre el tema se hallan en el mencionado problema XXX,1, atribuido a él por Cicerón en las Tusculanarum Disputationum (45-44 a.C.) y por Plutarco en la Vida de Lisandro (I.d.C.), sin embargo de dudosa procedencia al ser como se conoce un texto apócrifo. De todas maneras, siendo de él o no, el texto proponía que el melancólico lo era por constitución y no pasajeramente, ello suponía como doctrina una tendencia hacia cierto tipo de enfermedades, pero además, a diferencia del resto de los tipos humanos, una propensión a las alteraciones psíquicas, a la enajenación y a una locura que se asignaría tanto a héroes como a cualquier otro individuo. Con el fin de profundizar en éste enfoque de la melancolía, en lo que sigue, se analizará y estudiará el Problema XXX, 1 que se adjunta íntegro tomado del texto "Saturno y la melancolía" de los autores Raymond Klibansky, Edwin Panofsky y Fritz Saxl. El problema XXX, 1 se constituye como tal en el punto de partida de una naciente concepción sobre la melancolía que ayudará a contestar los interrogantes surgidos sobre el tema.

EL TEXTO DEL PROBLEMA XXX,1 ESTÁ ESCANEADO, SI INTERESA, POR FAVOR COLOCARSE EN CONTACTO CON EL AUTOR PARA FACILITARLO.

En el texto atribuido al Estagirita, se puede ubicar como en Platón, un punto de partida fijo sobre la bilis negra el cual es de la tradición hipocrática. Siendo fieles al Corpus, la melancolía se producía por la bilis negra y era ella quien modelaba el carácter del organismo. La disposición del humor en el cuerpo permanecía por igual en todos los hombres a veces como una enfermedad corporal o mental sin que necesariamente se manifestara. Si se presentaba corporalmente, generaba los síntomas habituales conocidos en el organismo[39]si afectaba directamente el carácter mental de una persona, ésta era considerada como melancólica por naturaleza –melagcholicos dia physin– (µe?a???????? d?? f?s??) sin desconocer el hecho de que pueden existir individuos en los cuales la melancolía se transforma en enfermedad propiamente dicha. Los hombres "normales" no podían adquirir las cualidades que eran propias del melancólico natural, pero si podían enfermarse en virtud de su disposición habitual. En el texto se unen por primera vez la idea clínica de la melancolía con el furor platónico, de tal forma que, aunque para Platón la melancolía no era más que una patología moral que debilita la voluntad y la razón, síntoma de la peor alma de todas, la del tirano[40]y aunque en el pensamiento platónico no estaban relacionados la melancolía y el éxtasis que elevaba al filósofo, al amante y al poeta a la aprehensión de las ideas puras, el Problema XXX, l, confluye en la tesis de que no sólo los héroes trágicos, sino todos los hombres sobresalientes en el campo de las artes, la filosofía, la política o la poesía eran manifiestamente melancólicos.

Aristóteles trataba de comprender y hasta cierto punto justificar, al hombre que era grande porque sus pasiones eran más violentas que las de los hombres vulgares, y porque, a despecho de esto, era lo bastante fuerte para alcanzar un equilibrio partiendo del exceso. El Problema XXX, 1, ocupa, pues, un punto de la historia del pensamiento en que platonismo y aristotelismo se inter-penetran y se equilibran mutuamente. El furor divino vino a ser visto como una sensibilidad del alma, y la grandeza espiritual de un hombre vino a medirse por su capacidad para experimentar y, por encima de todo, para sufrir la oscura y biliosa fuente de la genialidad -ya implícita en la palabra "melancolía"- se desvelaba por primera vez. El furor divino de Platón era la memoria de una esfera de luz supracelestial ubicada en el demiurgo, por fuera del mundo mismo. En el pensamiento peripatético, la melancolía era una forma de experiencia en la que la luz era un mero correlato de la oscuridad, y en la que el camino hacia la luz como lo entendieron épocas posteriores, estaba expuesto a peligros demoníacos. El melancólico natural aún estando perfectamente bien poseía, como dice Klibansky un ethos muy especial que se manifestaba siempre bajo estados distintos a la conciencia, distinto de los hombres corrientes, que eran por así decirlo, normalmente anormales.

El texto muestra la melancolía como constitución, señala el humor melancólico -aunque frío por naturaleza- como algo mixto ya que la bilis negra puede estar muy caliente o muy fría. Si la bilis está demasiado fría y en exceso produce depresión, ansiedad, abatimiento y furor: "a menudo estamos en un estado de duelo pero no sabríamos decir por qué, mientras que en otros momentos nos encontramos alegres sin motivo aparente" Si está demasiado caliente produce animación, úlceras, prontitud a la ira y al deseo: "Muchos, también, son proclives a accesos de exaltación y éxtasis, porque este calor se localiza cerca de la sede del intelecto; y es así como se elevan las sibilas y los adivinos". La idea de que el melancólico podía gracias a su constitución, elevarse hasta estados de completa transfiguración, se apoyó también en la Ética a Eudemo de Aristóteles que le atribuía "este privilegio al elemento divino; él es el que ve claramente lo que debe ser, lo que es, y todo lo que queda aún obscuro para nuestra razón impotente. Por este motivo, los melancólicos tienen visiones y sueños tan precisos"[41].

El autor lleva a cabo un símil importante para explicar la manera como actúa y como influye la bilis negra en el organismo al relacionarla con el efecto que tiene el vino en el cuerpo. Para tal fin hace un paralelo entre sustancias como el agua, la leche o la miel cuya absorción no afectaba el alma o la psiquis y el vino, que afecta directamente la mente trastornándola, disponiendo el organismo para estados o actitudes que sin su presencia no serían posibles. El vino como la bilis negra, afectaba directamente la disposición corporal como ningún otro humor, pues así como el vino según su temperatura y cantidad provoca reacciones diversas, la bilis podría desencadenar seres originales y extraordinarios, que no se comparan con el común de los mortales y que pueden llegar a ser geniales. ¿Es éste el germen del espíritu del genio como se le conoce hoy? ¿Son éstos héroes insignes los que inspirarían el imaginario estético de belleza, fortaleza y armonía? ¿Nace del concepto de furor una perspectiva hacía la razón? La disposición natural del melancólico según el autor del texto permitiría pronosticar eventos con certeza e impartir conocimiento y sabiduría en pleno trance melancólico u alcohólico, pues tanto los efectos del vino como los de la bilis negra conllevaban a situaciones en las cuales el éxtasis y la euforia hacían a los hombres hablar en demasía.

Una de las características que poseía tanto el vino como la bilis negra tenía que ver con el elemento aire, un ejemplo es la espuma que sale del vino y que no sale de otros líquidos como el aceite. Además de la piel tensa, las venas abultadas, los trastornos abdominales y las carnes magras en el organismo, el apetito sexual desenfrenado era un síntoma vital que buscaba con el acto hacer "escapar" del cuerpo el aire por medio de las eyaculaciones. El concepto tan caro a Hipócrates de que por las venas no corría sangre sino aire –idea cambiada por Galeno- constituyó un elemento más para la búsqueda de la perfecta proporción según la cual, el melancólico debería mantener un balance medio, ni demasiado caliente ni demasiado frío, no siendo entonces "un tarado sino un genio, pues entonces y sólo entonces, será posible que esta mezcla anómala este bien templada y en cierto sentido bien ajustada"[42] Siempre con riesgos latentes de caminar por un sendero estrecho entre dos abismos, si no tenía cuidado caería fácilmente en enfermedad melancólica o se vería aquejado por una depresión aplastante sobrevenida por accesos de terror, desenfreno y una vehemencia ingobernable. Además, otro de los síntomas que se le atribuían a los melancólicos naturales que no pueden mantenerse en un estado normal, era el de la falta de dominio sobre su memoria que se negaba a recordar las cosas cuando hacia falta y luego las traía a destiempo, esto sin embargo, habría de preparar el camino para la idea del melancólico como hombre genial no fácil de distraer, ni mucho menos de confundir.

Aristóteles, que consideraba la palabra –manikos– (µa?????) en un sentido negativo en lo que respecta a la constitución general del cuerpo, también la utilizaba para calificar al inspirado en el arte de la poesía. En la Poética afirma que "el poeta tiene que tener una idea clara de cada uno de los momentos del drama, y el mismo debía de experimentar directamente todas las emociones a las que eran sometidos sus héroes"[43], había de ser un hombre de talento o inspirado por un furor –tal como sucede en Platón- pero furor no en cuanto divino, ya que ésta idea se sustituye por la idea científica de la melancolía construida como constitución. La conducta del poeta que vivía cerca del delirio en comunicación constante con las musas no era ni mucho menos una conducta estética sobre la melancolía, sino que era por cuanto un acercamiento sensible de lo que con posterioridad se realizaría concretamente en el campo artístico. Los términos "melancólico" y "loco" –delirante- en el sentido patológico que venían siendo sinónimos desde hacia tiempo en el imaginario popular, hicieron a la melancolía adquiriera un contenido nuevo, positivo y gracias a ello, fue posible reconocer y explicar a la vez el fenómeno del hombre genial. La distinción que se establece en el Fedro entre furor divino y furor como enfermedad conllevó a la diferencia entre melancolía natural y melancolía patológica, "pero sólo la idea aristotélica de la materia unida a la teoría del calor hizo posible reducir a orden sistemático las muchas formas de vehemencia atribuidas al melancólico"[44]

El problema XXX, 1, constituido como el punto de giro desde la concepción hipocrática de la medicina y la filosofía, sustituyó los conceptos que se tenían de la melancolía como disposición corporal y como enfermedad. La diferencia entre ambas fue uno de los inconvenientes que surgieron tanto en el momento de la elaboración del problema como posteriormente. Los estoicos como lo veremos a continuación, prosiguieron con la tarea y junto a Rufo de Efeso (h. 100 d.c.), dieron muestras claras de la distinción y aportaron considerablemente al concepto estético al finalmente pretendo llegar. El nacimiento del fenómeno del genio y la manera de considerar el humor melancólico como un instrumento de precisión altamente sensible que podía ser desequilibrado por cualquier influencia externa o interna, conformarían el tratamiento médico que hizo avances formidables en el campo de la prevención y la curación de enfermedades nunca antes enfrentadas. Los avances generales sobre la constitución de la bilis negra, no variarían en su forma, la enfermedad siguió siendo constituida por un humor y las investigaciones se hacían de la misma forma sin lograr hasta entonces ubicar, ver, distinguir con precisión –como la sangre- la mencionada bilis en el organismo. Será función entonces de los primeros pensadores del imperio romano, definir y comenzar a establecer basados en los estudios de Platón y de Aristóteles sobre el arte, la teoría estética que emparentaba al melancólico con el genio creador y que se desarrollaría a cabalidad a finales del siglo XIV.

Sobre la melancolía en la Edad Media y el Renacimiento

2.1. La melancolía antes y después del siglo I.

El concepto de la "melancolía" en el s. I d.C. seguía franqueado como toda la medicina por los conceptos del Corpus. Lo que marca la tradición hipocrática de la antigüedad será la separación cuerpo y alma, la consideración mecánica sobre la causa de la melancolía y su asiento en el cerebro. Esta postura es resultado de las escuelas filosóficas que surgen como reacción a las ideas platónicas y será la base de la discusión medieval sobre las llamadas posesiones demoníacas que abordaré más adelante y que generaban melancolía. Por otra parte, se produce un desprendimiento del saber filosófico, que más tarde pasará al orden médico de la oscultación, aunque el lineamiento de la doctrina hipocrática no aportó nada nuevo en éste periodo en lo que respecta al tratamiento de la melancolía; se dividió al llegar a Alejandría en las escuelas dogmática, pneumática, metódica y ecléctica con ilustres representantes que sí se ocuparon del tema en cuestión, y que en seguida se procederán a examinar. A pesar de haber logrado un avance considerable en la representación de la melancolía como una disposición que afectaba el organismo, las teorías al respecto seguían constituyendo al melancólico por su delirio y por los estados que alcanzaba en medio de la euforia hacía la inspiración. Esta constitución, debido a que podía llevar a la locura y a la total pérdida de la conciencia del que la padeciera, fue estudiada por teorías que la veían como un peligro para el sabio, paso éste a la aparición del fenómeno del genio. El concepto de "genio" como lo conocemos hoy en día no había aparecido tal cual, pero el estado patológico del melancólico se tomó como referencia por los estados anímicos parecidos que provocaba.

A la par con la aparición de las escuelas hipocráticas, el juicio moral de los filósofos al enfoque curativo y a la concepción médica del oficio de quien lo desempeñaba, la idea estoica del hombre sabio contra la locura se abrió vía al estar ambos relacionados. Para los estoicos, el sabio puede ser victima de desilusiones por efecto de la melancolía y el delirio y a causa de esto podía perder su voluntad y su virtud. La voluntad libre y pura de acuerdo con la naturaleza del estoicismo es el principio fecundo de toda moral [45]los estoicos insistían en la moral de vivencia cotidiana y no en las ideas abstractas sin forma que representan valores pero que son difíciles de concretar. Su experiencia consiste en la aguda toma de conciencia de la situación del hombre que condicionado por el destino, no es libre de nada, no depende de él si nace bello o con alguna enfermedad congénita como la melancolía, aunque podía controlar su placer o evitar el sufrimiento de perder la cordura por medio de lo único que dependiera de él, que era la voluntad de actuar conforme a la razón. Los estoicos fundamentan la razón humana en la naturaleza concebida como la razón universal, el logos era el principio de razón en el cosmos, idéntico con Dios y fuente de toda actividad. El logos es la razón del alma, tanto el mundo como el hombre son creaciones racionales porque participan de él. Por tanto, la razón se convierte en la única fuente valida de la ley de la ética, y un hombre que estuviera constituido y sufriera los síntomas de la afección melancólica no se consideraba como libre, pues era esclavo de la euforia de su espíritu.

La virtud para esta escuela se convirtió en la libertad que se basta a si misma. "El sabio no siente necesidades porque solo atesora lo que depende exclusivamente de su voluntad"[46], la felicidad viene de la tranquilidad del ánimo y la independencia del espíritu; el melancólico estaba supeditado a sus pasiones que son movimientos del alma irracional contra la naturaleza. Las pasiones eran para ellos, por un lado un estado de sentimiento, y por otro un juicio acerca de ese objeto. "Había cuatro pasiones básicas: a) el apetito o deseo: inclinación irracional hacia algo; b) el miedo: rechazo irracional de algo; c) el placer o gozo o alegría: expansión irracional de la mente; y d) la pesadumbre o tristeza: contracción irracional de la mente,"[47]estas pasiones son enfermedades del alma, vicios que representan impulsos irracionales que luchan por satisfacer los intereses particulares en menoscabo del orden general. El carácter del melancólico convertía al ser humano en un tonto mientras que el sabio usaba su razón para lograr imperturbabilidad del ánimo –ata?a??a-(ataraxia) que se constituía en su principal virtud.

¿Cómo es posible ésta elección moral entre la manía y la sabiduría? será posible negándose a aceptar su destino, rebelándose en contra del orden universal y actuando en contra de la naturaleza asignada. La elección de su vida postulaba y exigía que la razón se comportara como su faro rector, la melancolía, que lo alejaba gradualmente de todo lo que éste perseguía, se pensó críticamente como una perversión que no permitía vivir conforme con la naturaleza, con la ley universal que impulsaba desde el interior el desarrollo de su virtud. La melancolía entendida como una enfermedad mental que impedía el acceso al ideal del hombre sabio, preocupó a pensadores de las diferentes escuelas que continuaron la labor emprendida por Hipócrates y su Corpus.

  • 1. La primera de estas escuelas, conocida como la dogmática –empírica- no se distancia mucho de la idea hipocrática original, es la más representativa en lo que respecta a la idea del tratamiento de las enfermedades; recomienda además el estudio de la anatomía y la investigación a través del razonamiento sobre la esencia de las enfermedades y de sus causas ocultas observando lo invisible en lo visible, el examen directo con el organismo afectado con el fin de no divagar sobre suposiciones sino de acertar con soluciones.

  • 2. La escuela pneumática (Del griego pneuma -p?e?µa- soplo, respiración) remite el origen de las enfermedades a la acción del espíritu aéreo que modifica los líquidos y los sólidos. El pneuma, producto del aire exterior circulaba por el cuerpo humano dándole salud cuando el estado de tensión era el conveniente, de lo contrario, el resultado sería la epilepsia y su desencadenamiento en la melancolía, el delirio y el furor que tanto miedo en los hombres que no le conocían generaba. El pneuma, otra manera de nombrar los aires que circulaban por el cuerpo que como lo había hecho entender Hipócrates constituían el cuerpo, producían agitación o relajamiento. Rufo de Efeso (s. II) miembro de ésta escuela, subraya que aquellos que tienen un espíritu sutil y que son muy inteligentes, son fácil presa de la melancolía que no significa bilis negra, sino un estado de "cólera negra", la bilis actuaba principalmente sobre el cerebro, en la sangre y en el estomago. Rufo volvió a forjar el eslabón entre melancolía e intelecto que había surgido en el problema XXX, 1, ubicó en la mente la causa directa de la melancolía dedujo que el pneuma mal ubicado era el causante del desenfreno sexual. Estableció como síntomas principales el decaimiento, la taciturnidad, el deseo de morir, una extraordinaria desconfianza, llanto, musitación y ocasional jovialidad. Rufo vuelve a trazar una disposición más neta entre la locura y la melancolía -la primera en la cabeza, la segunda en el cuerpo- por lo que elaboró un completo sistema de terapia que recogía toda la información anterior transmitiéndola a posteridad combinando las medidas del régimen de Asclepiades con la prescripción farmacéutica.

  • 3. La escuela metodista explicaba todas las enfermedades por el estrechamiento y relajamiento de los poros por los que pasaba el pneuma, el estado de salud dependerá de los movimientos de las partículas que se hallan en constante movimiento. De la agitación o relajamiento en el recorrido de los conductos que transportaban las partículas –las venas- dependía que el hombre fuera más febril o más callado, ya fuera bilioso o melancólico. Sólo se conocen algunos representantes de ésta escuela, entre ellos están Adison de Laudicea y el médico Asclepiades (I a.C.) que es el más significativo al ahondar en el estudio sobre la constitución corporal, la enfermedad patológica de la melancolía y su salud. Es posible que Asclepiades, natural de Bitinia, profesor de oratoria en Roma, fuera el fundador de la escuela. Postuló además de lo que pugnaban los metodistas sobre la constitución del cuerpo, que el estado de salud o enfermedad dependía de la acción adecuada de los poros al dejar salir las partículas que al organismo no servían[48]Si había menos poros que partículas el organismo colapsaría provocando los síntomas conocidos de la enfermedad melancólica, en tanto que si había más poros que partículas se trataba de una fuga y el organismo estaría débil y pálido[49]

No se conoce directamente la obra de Asclepiades, pero sus opiniones se encuentran conservadas en Celio Aureliano, quien destacó por primera vez el papel del ambiente en el comportamiento corporal, distinguió entre alucinaciones –visun– e ilusiones –phantasia– sintetizó las afecciones del comportamiento corporal y sus reacciones a los temperamentos que enunciaría como crónicos y agudos. Según la teoría atribuida a Asclepiades los síntomas de la melancolía eran piel oscura, hinchazón, mal olor, voracidad unida a delgadez permanente, depresión, misantropía, tendencias suicidas, sueños verídicos, temores, visiones y transiciones bruscas de la hostilidad, la mezquindad y la avaricia a la sociabilidad y la generosidad; el melancólico estaba ligado tanto a la indisposición corporal, como al delirio que provocaba la bilis negra y que de forma crónica engendraba locura. Además de la ya intrincada relación que se tejía entre melancolía, genio y locura; la manía, el frenesí (frenitis) y la letargia, se retomaban del pensamiento hipocrático como disposiciones que afectaban el cuerpo diferente de la melancolía.

  • 4. La última de las escuelas, denominada la ecléctica (del griego eklegein –e??e?e??- escoger) es la que tiene más representantes interesados en la constitución de la melancolía como un trastorno mental. El primero de ellos, Aulio Cornelio Celso (siglo I d.C.) escribió un tratado médico[50]de ocho volúmenes en el que se refería a los padecimientos mentales al igual que a las enfermedades que dividía en generales y locales, agudas y crónicas. El frenesí formaba parte de las enfermedades agudas generales, más de la melancolía como enfermedad crónica general quedaban los delirios, "unos con alucinaciones -que pueden ser tristes o alegres- los demás sin alucinaciones, pero clasificables en delirios generales y delirios parciales, entre los cuales hay que considerar la manía"[51] Celso divide las enfermedades según el modo en que son tratadas, clasifica los signos de la inflamación según el calor, el dolor y distinguió terapéuticamente tres modos para su tratamiento, el dietético, el fármaco, y el quirúrgico. Proponía técnicas especiales  para animar a los enfermos deprimidos y tranquilizar a los excitados, sugiriendo entre otros medios, el uso adecuado del lenguaje, de la  música y de algunas actividades grupales. En esta misma obra introduce el Delirio y la Demencia con el nombre de Letargia, describiendo otro trastorno psiquiátrico que podía presentarse con algunos cuadros  febriles y que se caracterizaba por somnolencia y disminución de lucidez. Como remedio, Celso recomienda el ejercicio de todo tipo, cambiar del calor al frío, la moderación en la comida y la bebida, baños con agua tibia, así como unturas de aceite[52]Aconseja la aplicación del agua fría en paños, lavados, irrigaciones, inmersiones y sobre todo al igual que lo recetaba Hipócrates, los masajes para aliviar y ayudar a la expulsión de los flatos o el pneuma sobrante.

A la par de Celso, Areteo de Capadocia (50- 130 d.C.) escribe un tratado Sobre las causas y signos de las enfermedades agudas y crónicas[53]en donde dedica un capítulo a la manía en el cual distingue los trastornos maníacos, de otros padecimientos con los que habitualmente se los confundía. Areteo piensa que la manía y la melancolía eran dos fases de la misma enfermedad, dividió las enfermedades mentales como la frenitis y la histeria en aguda y la letargia, la manía, la melancolía, en crónicas; afirmó que la frenitis no solo se presentaba en padecimientos febriles, sino también en cuadros por intoxicación alcohólica como sucedía con el vino en el problema XXX, 1, siendo éste un medio por el cual se podía llegar a la euforia. La frenitis era una enfermedad aguda que presentaba "delirio, fiebre intensa y continua; anomalías del pulso, insomnio o sueño agitado con pesadillas, temblores, espasmos, sequedad de lengua, sudor corporal, dolor de cabeza"[54] y a menudo dolor en la región de los hipocondrios o del diafragma. A diferencia de la frenitis, la letargia era considerada como una enfermedad más grave ya que consistía en el debilitamiento y la obcecación de los sentidos.

El cuerpo se sumía en estado de estupor general, "atacado por una fiebre aguda, el pulso comienza a ser espaciado y lento hasta el detenimiento total del organismo"[55], los ojos se hunden, la orina y la defecación además de involuntaria viene seguida de espasmos y convulsiones del cuerpo. Así como en la melancolía, de donde en apariencia se derivaron las constituciones que están siendo descritas, el organismo si era cuidado al extremo podía ser curado y la vida salvada, la mayoría de las veces esto se conseguía pero a costa de la manía mental y de la insania congénita. La manía, constituida por la agitación y el delirio, a veces más que una enfermedad era considerada como un síntoma que podía estar presente en otros padecimientos corporales. Para Celio Aureliano la enfermedad partía desde la cabeza, era continua y en intervalos, ocasionaba ataques de euforia, alineación de la razón y delirio generalizado; a causa de ello se le confundía con la melancolía, que para éstos autores, representaba otro tipo de constitución, como el miedo y la tristeza[56]que desde el Corpus eran considerados síntomas de la melancolía. Los melancólicos son inquietos, tristes, desanimados, presas del terror, se ponen flacos por su agitación y llegan a perder el sueño; quienes están afectados por la melancolía declaran estar "llenos de ansiedad y malestar, además de mostrar tristeza acompañada de mutismo al mismo tiempo llora sin motivo, pronuncia palabras incomprensibles, carentes de sentido y luego vuelve a la hilaridad"[57].

Marco Tulio Cicerón (106-43 a.C.) traducía la palabra griega "melancolía" por la latina "furor" que "describía directa y claramente una convulsión del alma que no se podía deducir del mero concepto de atrabiliosidad –bilis negra-"[58]. El estado de perturbación al que los latinos llamarían furor tiene un significado más extenso al provenir del verbo furo[59]cuyos principales significados están relacionados con una pérdida total o temporal de la razón por fuerzas que no dependen de él, se empleaba para referirse –como en Platón- al entusiasmo del poeta, a la inspiración del adivino y a las pasiones amorosas, que describían el deseo. De acuerdo con Cicerón, "la derivación del término "furor" del griego "manía" no es fácil de explicar debido a la diferencia entre la concepción acerca del termino "deseo" como perturbación del alma"[60]. La "manía" estaba asociada con las perturbaciones generadas en el alma, ya fuera por el amor, odio, venganza, ira o pasión; el hombre sabio debía carecer de todas ellas para acercarse a su ideal de imperturbabilidad y alejarse cada vez más del resultado concomitante de la manía que era la dementia. El término "furor" se empleó para las constituciones fisiológicas que como la del melancólico, carecían de salud mentalsanitas– o se encontraban "fuera de sí"; el termino "dementia" a su vez hacía referencia a la disposición del alma carente de razón, a la pasión intensa que provocaba el delirium con fiebre, sudor, temblores y desvarío. Con la idea que se tenía de las dos, sólo fue cuestión de tiempo para que se les relacionara de manera imbricada, el melancólico pasó de manifestar furor a representar demencia, característica general de la insania mental duramente combatida por la sabiduría estoica. El tratamiento de la melancolía no como un humor sino como un temperamento, le acarreó gran variedad de sinónimos que se utilizaban para designar las afecciones que el melancólico tenía como suyas de por sí.

Con la melancolía constituida como un temperamento, Lucio Annaeus Séneca (4 a.C.-65 d.C.) comparó la furia con un estado de la melancolía y a su vez de la ira, el más representativo de los eclécticos, el romano Galeno nacido en Pérgamo (129 d.C.-199) sin embargo, se mantuvo en la tradición del Corpus sobre la melancolía, siendo pionero en la observación científica de los fenómenos fisiológicos, practicando numerosas disecciones que le permitieron identificar siete pares de nervios craneales, describir las válvulas del corazón y establecer diferencias estructurales entre venas y arterias. Galeno logró demostrar que las arterias no transportaban aire, sino sangre[61]recogió los conocimientos de sus predecesores y realizó una nueva clasificación de los trastornos psíquicos considerando que las causas de la locura podían ser orgánicas o mentales.

Estableció firmemente la melancolía como una enfermedad crónica y recurrente, la melancolía se debía indudablemente a la bilis negra pero el exceso de bilis negra podía manifestarse y desarrollarse en distintas partes del organismo: alteración de la sangre en el cerebro, derramamiento de la bilis por las venas y por todo el cuerpo, hinchazón en la región de los hipocondrios que suben al encéfalo, ofuscamiento de la inteligencia y temores constantes, síntomas todos éstos de la melancolía y la insanía mental. Las afecciones a la razón eran en lo esencial, lesiones de la sensibilidad y de la inteligencia, la enfermedad mental era el resultado de la perturbación de los humores a nivel cerebral, su expulsión se llevaba a cabo mediante los métodos heredados de la tradición hipocrática. Galeno agrupó los signos de las enfermedades en diagnósticos que permitían identificarlas y en pronósticos que indicaban como acabarían, hizo notar, siguiendo la tradición hipocrática, la importancia del conocimiento previo del enfermo, su estado de salud, su ubicación dentro del sistema de los cuatro temperamentos, su régimen de vida, la alimentación, la época del año y las condiciones ambientales.

Siguiendo a Hipócrates en la relación entre fisonomía y temperamento, Galeno decía que "el calor hacia al hombre alto, el frío le hacía bajo, la humedad lo hacía obeso y la sequedad delgado"[62] cada uno de estos elementos se asemejaban a una de las sustancias que componían el organismo humano estableciendo una relación directa entre la constitución corporal y el carácter que se atribuía a los diferentes temperamentos. El sanguíneo hacía al hombre necio, simple y estupido, seductor y hermoso; la bilis amarilla agudo de ingenio y hábil, irascible, audaz e impetuoso; la bilis negra firme y constante, astuto, avaro, triste y soñoliento, alejado del trato humano; el flemático, perezoso, poco audaz, olvidadizo y mediocre. En éste contexto, el tipo melancólico se fue depreciando cada vez más hasta representar una disposición completamente maligna en la que se combinaban rasgos desagradables de la mente y el carácter con una constitución pobre nada atractiva. En adelante, el melancólico como un ser noctámbulo, sombrío, preocupado, cercano a la noche y al delirio se verá afectado por la prevalencia del pensamiento mágico y la tendencia a la interpretación demonológica de la enfermedad mental, el melancólico como se verá, pasó a ser tratado como un poseído por fuerzas supra naturales, lo que en nada favoreció su tratamiento médico, pues se avecinaba en vez de una cura para la enfermedad, un castigo de la justicia divina que no comprendía tales manifestaciones de manía y furor.

2.2. La melancolía en la edad media.

El tratamiento de la melancolía en la edad media, se transmitió como un conocimiento desarrollado que no sufriría mayores cambios en lo que respecta al desarrollo de la teoría sobre los cuatro temperamentos. Constituidos primero como humores, los temperamentos representaron cada momento, cada etapa de la vida[63]y la hora del día, eran motivo y forma del organismo, por ende la fisiología trató de explicar los procesos mentales utilizando esta teoría; representó además, un marco teórico para el concepto de la melancolía reforzado con la astrología, la astronomía y las artes sobrenaturales que determinaban los elementos causales de la enfermedad y su tratamiento, tal como sucedía con el dios Asclepio en la medicina de la Grecia antigua, a quien había que rezar y esperar por medio de sueños las posibles soluciones a los males que afectaban el cuerpo.

Buscando respuestas en el cielo, los babilonios estudiaron la astrología relacionando los planetas conocidos directamente con dioses, elemento que fundó la construcción del mito entre los astros y las personas a su vez que se estableció con los cuatro elementos y los cuatro humores,[64] una relación causal entre planetas y temperamentos que se manifestaba determinadamente a la persona según el momento del nacimiento en el día. Si nacía entre las tres y las nueve de la mañana primaba el temperamento sanguíneo, entre las diez a las tres de la tarde la bilis amarilla; entre las cuatro y nueve de la noche la bilis negra; y entre las diez y tres de la mañana la flema. La triada planeta-dios-temperamento, que se atisbaba desde Grecia en diferentes autores, se formalizó según se conoce, con la expansión del Islam al ser trasladada la capital del imperio romano por Constantino I a Bizancio –luego Constantinopla- en el 330 d.C., y con San Isidoro de Sevilla (560-636) quien en el Concilio de Toledo presentó su famoso texto Originum sive etymologicarum libri viginti[65]–Veinte libros de los orígenes o etimologías- más conocido como "Etimologías" en donde se incluye una descripción médica de la melancolía de gran valía entre sus contemporáneos y en el mundo árabe.

San Isidoro de Sevilla, en el libro IV, capitulo V de Etimologías titulado De quattuor humoribus corporis –De los cuatro humores del cuerpo- atribuye las enfermedades a la complexio –complexión- y su distribución en el organismo. Siguiendo la tradición hipocrática, asume que los cuatro elementos se conservan en el cuerpo junto a los cuatro temperamentos, y que éstos como ya se suponía, determinaban su disposición en el mundo. La melancolía se llamaba así porque estaba compuesta por sangre negra mezclada con abundancia de bilis –que San Isidoro de Sevilla llamaba Hiel-, al igual que la flema generaba convulsiones crónicas resultantes de la mala distribución de los temperamentos en el organismo provocando enfermedades crónicas y agudas. San Isidoro de Sevilla pensaba que con la expulsión del paraíso sucedió paralelamente la formación de los temperamentos, que con la apertura de un cielo cargado de influencias especificas para cada uno de los cuatro modos posibles, "el cielo y el cuerpo se enviaban señales cifradas según los temperamentos"[66] en donde la Luna excitaba al flemático apaciguando al colérico y Venus inundaba al sanguíneo de amor y fuerza llenando de pereza al melancólico. El temperamento sanguíneo por su complexión suave y al ser calido y húmedo –como el Paraíso- resultaba ser el mejor de todos mientras que el melancólico se consideró "desgraciado y desagradable" "torpe y mezquino" frío y seco. El melancólico era propenso a la demencia, no se podía curar sino renunciado a todo tipo de perturbaciones, lo que a menudo resultaba en el completo ascetismo y el alejamiento de cualquier tipo de gusto aunque bueno fuera.

La enfermedad y su curación, en especial la melancolía, ocupaba una posición importante en el desarrollo del cristianismo que había centrado en el cuidado y atención de los enfermos, un aspecto importante de la tarea del buen samaritano que debía tener unas aptitudes especiales para el desempeño de estas tareas. La salud se define como la integridad del cuerpo en una templanza en relación con la naturaleza, la enfermedad sería un conjunto de padecimientos del cuerpo, en una ruptura en relación a la manera como lo pensaba Alcmeón de Crotona, el equilibrio. Para recuperar el equilibrio, San Isidoro de Sevilla señala tres métodos para la curación de los enfermos, los medicamentos, la cirugía realizada con las manos del médico mediante la incisión y la dieta que se define como la observación de la ley y de la vida. Frente a la enfermedad, como todo exceso considerado vicio, debe atenderse con el cuidado de la correcta moderación, se indica que el ayuno, preceptivo para los hombres en buen estado de salud, debía evitarse en los niños y los ancianos, los primeros por estar en proceso de formación, los segundos debido a la fatiga de los años[67]San Isidoro como Hipócrates, desarrolló un cuadro de correspondencia entre "cosmos" y "microcosmos" según los cuatro temperamentos donde por primera vez, se incluían características especiales de cada uno de ellos como profesión, vicios, semblante. Etc. como se ve a continuación[68]

FLUIDO BÁSICO

HIEL O BILIS AMARILLA

FLEMA

SANGRE

BILIS NEGRA

ELEMENTO

Fuego

Agua

Aire

Tierra

CALIDAD

Calor, sequedad

Frío, humedad

Calor, humedad

Frío, sequedad

PLANETA

Marte

Luna

Júpiter

Saturno

SÍNTOMA

El fiero

El astro acuoso

La amable

El antiguo dios

INFLUENCIA

Inflamante

Inundante

Benéfica

Desdichada

VIENTO

Euro

Austro

Céfiro

Boreas

DIRECCIÓN

Oeste-este

Norte-sur

Este-oeste

Sur-norte

ESTACIÓN

Verano

Invierno

Primavera

Otoño

FASE DIARIA

Mediodía

Noche

Mañana

Atardecer

EDAD DE LA VIDA

Madurez

Vejez

Juventud

Senectud

TEMPERAMENTO

Colérico

Flemático

Sanguíneo

Melancólico

ÓRGANO TÍPICO

Hígado

Páncreas

Corazón

Bazo

SEMBLANTE

Esbelto-curtido

Obeso-pálido

Recio, tez rubicunda

Delgado, piel oscura

CARÁCTER

Irascible, belicoso

Hipócrita, indolente

Amable, sociable

Triste, huraño

VICIOS

Soberbia, discordia

Gula

Lujuria

Desesperación, avaro

PROFESIÓN

Milicia

Comercio

Artes liberales

Monje, agricultura

ANIMAL

El gato

El Buey

El conejo

El alce

ENFERMEDAD

Herida, flagelo

Hidropesía

Venéreas

Demencia

COLOR

Amarillo

Blanco

Rojo

Negro

La configuración cada vez más compleja y definida de cada uno de los temperamentos, sumado a la caracterización de cada humor a un planeta y éste por supuesto a un dios, abrió el camino para que Abu Ma"šar (muerto hacía 885 d.C.) junto a la sabiduría occidental instalada en Constantinopla diera luces a la relación astrológica que se entretejía. La conexión entre el temperamento melancólico y Saturno; entre la disposición sanguínea y Júpiter; entre la colérica y Marte; y la flemática y la Luna o Venus, parece haber sido establecida por primera vez en el siglo IX en la introducción a la astrología [69]de Abu Ma"šar. Según él, los astros, los elementos y los humores podían y debían enlazarse con sus colores correspondientes. Por ejemplo; el color de la bilis negra es oscuro y negro, por lo que también Saturno debía de ser oscuro, frío y seco por naturaleza, así como Marte se emparenta con el rojo, a Júpiter con la sangre y a la Luna con la flema. Además, Saturno fue considerado uno de los siete planetas dotados de poderes demoníacos a los que pertenecían esencialmente determinadas clases de animales, hombres, plantas, minerales y que ejercían una influencia decisiva sobre el destino de los hombres y el curso de todos los acontecimientos terrenales. Saturno más que un planeta era una divinidad mitológica para los romanos y así lo entendieron los sabios árabes quienes se remitieron a los griegos en donde Saturno, era representado por Cronos, el dios que habiendo destronado a Urano fue a su vez derrocado por Zeus.

Cronos –dios del tiempo- uno de los doce titanes hijos de Urano y Gea – el Cielo y la Tierra- se unió a su madre Gea por la liberación de los Hecatonquiros[70]primeros hijos de Urano a quienes éste tenía apresados en un lugar secreto para que no vieran la luz del sol. Después de la batalla, después de haber emasculado a su padre Urano con una hoz, Cronos se convirtió en señor del Universo y junto a su hermana la también titánide Rea, llegaron a ser padres de seis de los doce dioses y diosas conocidos como los Olímpicos. Pero Cronos no liberó a los Hecatonquiros, y Gea le prometió que así como el destronó a su padre, así el sería destronado por uno de sus hijos, motivo por el cual empezó a devorarlos uno por uno hasta llegar a cinco. Rea sin embargo, ocultó a su sexto hijo, Zeus, y ofreció a su hermano y esposo Cronos una piedra envuelta en pañales como uno de sus retoños. Zeus creció Creta, confiado a la custodia de una nodriza, la ninfa Almatea, y de jóvenes guerreros armados de lanza y escudo llamados los Curetas que danzando sin descanso en torno a la gruta donde reposaba el niño y haciendo el mayor ruido posible con el  fin de cubrir el llanto de Zeus, impedían que Cronos lo descubriera y se apresurase a devorarlo.

Protegido, Zeus creció y adquirió toda su fuerza divina, llegó el momento en que había de cumplirse la promesa de Gea. Entonces Zeus, gracias a una droga conocida como eleboro que la hija del océano, Metis –Perfidia- le había dado a Cronos, pudo hacer vomitar a su padre los hijos que había devorado anteriormente. Todos volvieron a ver la luz y con estos aliados, Zeus atacó a Cronos y a sus hermanos los Titanes. La lucha duró diez años hasta que el oráculo de Gea prometió a Zeus la victoria si tomaba a los seres monstruosos –los hecatonquiros- precipitados antaño en el Tártaro por Cronos, obedeciendo Zeus liberó a los monstruos que se convirtieron en sus guardianes y le dieron la victoria. Cronos y los titanes fueron confinados a su vez al Tártaro de donde se esperaba no salieran más. Zeus pasó a ser junto con sus hermanos los jerarcas del olimpo, lugar de donde se derivaron más divinidades que la mayor parte de las veces siguieron en disputa entre sí por la ayuda prestada entre ellos y a los humanos.

2.2.1. Sobre Saturno en la iconografía de la edad media.

Partes: 1, 2, 3
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