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La niñez en conflicto con la sociedad



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    La niñez en conflicto con la sociedad. –
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    La búsqueda de alternativas que alivien los
    grandes problemas que vive la sociedad, ha enfrascado a la
    humanidad en innumerables investigaciones; por ejemplo, se han
    realizado estudios referidos a las causas que originan la
    delincuencia.

    "Educad a los niños y no será necesario
    castigar a los hombres"; dijo, Pitágoras. Palabras en las
    que se está de acuerdo, sin importar la preparación
    académica, el cargo público que se ostente, la
    posición que se ocupe en la sociedad o en el
    gobierno.

    La infracción a la ley y las buenas costumbres,
    es un problema que abate a las personas en toda época y
    latitud.

    El anhelo de vivir en paz se desvanece, cuando a diario
    miles de personas lloran a sus seres queridos, que pierden la
    vida por una u otra circunstancia relacionada con la actividad
    delincuencial. Todos claman por soluciones; pero,
    ¿dónde encontrar la respuesta a sus
    peticiones?

    Hace más de dos mil años, el hombre
    más importante de todos los tiempos, cuyas
    enseñanzas jamás han perdido vigencia, se
    encontraba entre la multitud, cuando de pronto, un grupo de
    niños corrió hacia él. Sus discípulos
    trataron de impedirlo, por lo que intervino, diciendo:

    "Dejad que los niños vengan a mí; porque
    de los que son como ellos, es el Reino de los Cielos".

    Sí, para el divino maestro el ser niño
    lleva imbíbita la llave que abre las puertas del cielo.
    Las personas asocian el cielo con felicidad y paz, pero por otra
    parte, también le interpretan como un gobierno. Así
    las cosas, la palabra cielo puede tener diferentes
    interpretaciones. No se trata en este ensayo de profundizar en
    aspectos teológicos, sino de presentar un conjunto de
    comentarios relacionados con el ser niño.

    Nadie quiere dejar de ser un niño. Sin embargo,
    en la negación del ser, indubitablemente se llega a la
    etapa del no ser niño; es decir, el ser adulto.

    Todos recordamos con nostalgia los años en que la
    vida transcurría sin mayor preocupación. Cuando los
    días largos o cortos pasaban desapercibidos. Cuando el
    ruido del trueno y la caída de la lluvia causaban entre
    fascinación y angustia, y a lo mejor se corría
    furtivamente a esconderse del relámpago. Cuando chapotear
    agua después de la lluvia o jugar con barquitos de papel
    constituía un verdadero encanto. Cuando no preocupaba el
    alimento, la ropa o el juguete. Cuando la vida fluía
    libremente, así como el río corre sin importar lo
    que deja o le espera. Cuando el ayer, el hoy y el futuro se
    vivían en forma simultánea; cuando no importaba el
    tiempo. Cuando el juego y la fantasía formaban parte
    integral del ser. Cuando no se veían los trapos que cubren
    el cuerpo; cuando la vanidad y la lujuria eran desconocidas.
    Cuando no importaba que cargar en los bolsillos o si éstos
    estaban vacíos.

    Quien no quiere volver a tener ese espíritu
    aventurero de niño. Buscar la verdad; asimilar el entorno
    por los poros de la piel; liberar energía desde al
    amanecer; robar la tristeza con una sonrisa.

    Esa carita chorreada; esos pies descalzos; barriguitas
    descubiertas; cabellos sueltos y maltratados cayendo en la frente
    o cubriendo la cara. Sí, eso es un niño, alguien a
    quien no le interesa quedar bien con los demás, porque
    simplemente vive; porque no le importa el qué
    dirán; porque su sueño no se ve interrumpido por el
    odio, por el rencor, por la avaricia o el deseo de
    venganza.

    Un niño vive en paz, porque ama y aunque no
    entienda lo que significa perdonar, él siempre perdona. No
    le interesa el concepto, mucho menos la definición. Un
    niño es afecto, ternura, servicio. Un niño da sin
    esperar nada a cambio. Y en su ser, está la
    condición sine qua non para resolver los conflictos de la
    sociedad presente y futura.

    Privilegiados aquellos que han dedicado parte de su vida
    a los niños. Si se está junto a ellos no hay
    tristeza, dolor o sufrimiento. En el inmenso océano de la
    lealtad de un niño las preocupaciones se
    desvanecen.

    Convivir con un niño es la experiencia más
    linda, estimulante, gratificante y enriquecedora. Es inimaginable
    todo lo que puede aprenderse de ellos. Son un libro, enciclopedia
    o como quiera llamárseles; no importa cómo.
    Sólo se trata de observarlos.

    Cualquier adulto puede cometer el error de juzgarlos
    equivocadamente. El conjunto de normas y patrones culturales que
    forman parte del bagaje de conocimientos que le es propio a una
    persona supuestamente educada y culturizada, hacen caer en la
    tentación de calificar a un niño. Así por
    ejemplo, se dice que un niño es torpe, desobediente,
    irrespetuoso, haragán, irresponsable; en fin, muchos otros
    que le estigmatizan y le convierten a la postre, en un resentido
    social; en un ser cuya estima se ve profundamente perturbada por
    los motes perjudiciales que se le adjudican.

    He dedicado mi vida a la más bella
    profesión social, y aún continúo cometiendo
    el error de enjuiciar e injuriar a los niños. En la
    búsqueda de educar, se comete el error de destruir la
    esencia del ser niño.

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