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Ocaso. Capítulo 1



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    Ocaso. Capítulo 1

    ETAPA 1

    Capítulo 1:

    La leyenda del Dios del tiempo

    El sol salía desde las montañas, emitiendo sus
    rayos y llenando de claridad el firmamento. En la capital de
    Japón,
    en Tokio, la gente acostumbraba a entrenar y se recibían
    en diversas artes, así como, las artes marciales, ninja,
    sumo, entre otras; que forjaban a las personas para ser buenos
    combatientes. Un mito muy
    interesante, es que algunos piensan que descienden de otras
    especies, por ejemplo, de un leopardo, buitre, etc.…, las
    cuales forman híbridos cuya fuerza excede
    los límites de
    la naturaleza.
    Esta hermosa ciudad guardaba secretos por todos lados, y, aunque
    eran buenos convivientes, las disputas nunca faltaban en alguna
    esquina o porche.

    La mañana estaba fría y se percibía un
    agradable olor a flores, que inundaban con su fragancia tan
    exquisita la habitación de Atsuko, mientras los pajarillos
    revoloteaban y cantaban preciosas melodías.

    Atsuko, una niña de 11 años, muy alegre,
    vivía en el centro de Tokio, en una casita blanca, amplia
    y acogedora de dos pisos, con pastizales y flores por doquier. Su
    cabellera rojiza y dos pequeños mechones blancos en medio,
    siempre habían dado mucho de qué hablar, sin
    embargo; ella trataba de no hacer caso omiso a esas
    críticas deconstructivas.

    Atsuko despertó por el ruido
    inquietante del despertador ubicado en la mesita a lado derecho
    de su cama, por lo cual se tornó irritante, se
    sentó curca y, después de restregarse los ojos,
    estiró completamente los brazos y bostezó.
    Después de un lapso prolongado, volteó a ver al
    despertador que le indicaba que eran cuarto para las ocho, por lo
    que ella estaba ciertamente atrasada. Expreso un grito alarmante
    y se alboroto.

    -¡Aaaay no! Estoy muy tarde-

    Ella se vistió rápidamente, se puso su casaca
    amarilla de cuello estilo japonés, de mangas largas,
    anchas y con una abertura en los hombros y su pantalón
    ajustado por una cinta blanca que poseía en una esquina el
    nombre de la Academia Taiyou que significa sol, se los puso lo
    más rápido que pudo. Por poco y Atsuko se marcha
    sin ponerse los zapatos de lo tan apresurada que estaba,
    cogió su mochila y se deslizó por el pasa manos de
    las escaleras.

    -Qué retrasada eres Atsulenta…-

    Aquella voz tan sarcástica le resultó muy
    familiar a Atsuko, quien después de haber dado un salto se
    paró erguida y regresó a ver atrás, entonces
    sus ojos se entrecerraron y contestó a aquel insulto.

    -pero si tú recién estás bajando las
    escaleras queridísimo hermano- expresó
    sarcásticamente mientras aquel joven se acercaba a ella.
    Él pasó cerca de Atsuko rosando su brazo y dijo
    marchándose en dirección a la puerta.

    -para que sepas, hoy me levanté mucho, pero
    mucho más temprano que tú-

    – ¡Isamu!…- gritó la pelirroja

    -¿Qué jodes?- Indagó severamente
    regresado a ver a Atsuko con sus ojos cafés oscuros

    -… ¿me esperas?- preguntó con mucha
    delicadeza y mostrando el semblante más dulce que
    tenía, pero ni siquiera eso logró suavizar el
    corazón
    de Isamu que ya estaba demasiado histérico. Él se
    puso firme y salió de la casa cerrando la puerta de forma
    grosera.

    Oye!, ¿eso significa que no?-

    Isamu era un muchacho de 15 años, de cabello rizado y
    claro, sus ojos penetrantes y oscuros siempre dejaban locas a las
    chicas. Entre los jóvenes de su edad, no había
    alguien que superar su belleza, su forma de expresarse o su
    fuerza y estilo de pelea. Él tenía un cuerpo
    musculoso y su prenda superior siempre se cruzaba dejando un
    espacio libre en medio; es decir, mostrando su pecho, en el cual,
    mostraba un pequeño lunar al que las muchachas
    consideraban muy sexy. Isamu no siempre actuaba de esa manera,
    él sólo se portaba así ante la presencia de
    Atsuko, ya que guardaba un profundo odio hacia ella. Él
    pensaba que toda la fuente de su desgracia se debía a
    Atsuko, pues por su culpa, su mama había fallecido.

    -Es cierto, ya estoy muy atrasada, ¡si llego tarde me
    van a castigar!- Y Diciendo esto, Atsuko corrió a la
    cocina…

    "mmm mi papi debería estar aquí, bueno de
    seguro ya se
    fue a su trabajo"
    Atsuko observó en la mesa del comedor que el desayuno
    estaba servido, así que se sentó rápidamente
    y empezó a comer. La cocina era un poco pequeña
    pero tenía todo lo necesario para poder cocinar
    algo rico, además era una cocina comedor. Las paredes
    estaban pintadas con un tono durazno, la refrigeradora se
    encontraba cerca de grifo, y la cocina estaba contigua a
    esta.

    Atsuko tomó un tazón, en el que agregó
    unos cereales y vertió un poco de leche.
    Culminó de desayunar en poco tiempo, pues
    ella era un feroz depredador comiendo. Salió
    rápidamente y casi se olvida de cerrar la puerta, a una
    cuadra tuvo que regresarse.

    -¡¡La puerta!!- Gritaba mientras se regresaba a su
    casa.

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