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El papel de la escuela en la formación y fortalecimiento de los valores (página 2)




Enviado por Niurka Hernández



Partes: 1, 2

Por otro lado, es función de la escuela
contribuir a la solución de las contradicciones que se
presentan entre los resultados que se alcanzan y los deseados,
entre el ser y el deber ser, entre lo individual y lo social; a
la vez de utilizar todos los recursos, organización y
métodos persuasivos para propiciar en los estudiantes el
juicio reflexivo y crítico en el análisis
científico de los fenómenos y procesos del mundo
actual, nacional, del territorio y de la comunidad donde se
desarrollan.

Dados estos razonamientos, se añade el criterio
que poner el énfasis en lo esencialmente educativo e
interrelacionar el saber científico con las vivencias de
los valores, permite a los estudiantes crecer como
personas.

La educación como intención final implica
un proceso de preparación del hombre que le permita
enfrentarse a la vida y cumplir con las obligaciones
fundamentales que como ciudadano de nuestra sociedad se exigen.
La educación es, ante todo, un proceso
formativo.

Es preciso insistir, que la formación de valores
es un punto esencial de análisis, cuando se tratan los
aspectos que deben abarcar la preparación del
estudiante.

La formación intelectual se refiere a la
adquisición de métodos, habilidades, destrezas,
actitudes y valores de tipo intelectual; se incluyen determinados
objetivos, tales como: que el estudiante aprenda a pensar, a
razonar, a analizar, a expresar sus ideas por escrito y de forma
oral, a investigar, que aprenda a estudiar, que tenga curiosidad
intelectual a la vez que aprenda a discutir y a fundamentar lo
que dice, aceptando las ideas de los demás.

La formación humana entre otros aspectos incluye
habilidades, actitudes y valores por parte de los estudiantes,
considerando a estos como personas, con una potencialidad en
proceso de desarrollo que los maestros pueden ayudar a que se
realicen. Aquí se deben potenciar valores tales como la
honestidad, la honradez, la justicia, la solidaridad, la
laboriosidad, la responsabilidad, la búsqueda continua de
la verdad con espíritu de profesionalismo, que aprendan a
conocerse a si mismos y a aceptar limitaciones y capacidades en
sus comportamientos.

La formación social esta dirigida al desarrollo
de habilidades, actitudes y valores en los estudiantes,
considerándolos como parte de un grupo, buscando que
aprendan a convivir, a trabajar, a desarrollar su espíritu
colectivista, a conocer y respetar las normas, identificarse con
la política social cubana y a asumir una posición
comprometida ante las tareas sociales.

La formación política-ideológica
incluye habilidades, actitudes y valores que le permiten al
estudiante la utilización del instrumental
dialéctico materialista en el análisis de los
problemas de la contemporaneidad y de Cuba, de modo que asuma un
estilo de pensamiento reflexivo y valorativo siendo capaz de
traducirlo en una actitud humanista y revolucionaria en su labor
cotidiana.

En el estudio de los valores, como reguladores de la
actividad de los estudiantes se debe tener presente los
siguientes principios:

El carácter orientador de la actividad. Este
principio consiste en orientar adecuadamente a la juventud, sin
olvidar el nivel de instrucción que tienen los
estudiantes, lo que nos obliga que el trabajo político-
ideológico sea con argumentos sólidos,
actualizando, que pasa en Cuba y en el mundo.

Carácter autodeterminado: es decir que sean
generadores de tareas y decisiones, lo que favorece mayor nivel
de implicación social.

Principio de la integración de lo cognoscitivo y
lo afectivo de lo interno y externo. Este principio se basa en el
caudal de conocimientos que recibe el estudiante a través
de la instrucción y lo afectivo donde puede expresar sus
deseos, necesidades, motivaciones e intereses.

Los jóvenes que aún no se han insertado
socialmente, no han alcanzado una calificación, no han
adquirido un empleo, no han conformado una familia propia, tienen
su naturaleza propia, tanto en sus afecciones concretas como
implicaciones sujetivas. Además esta etapa juvenil es un
proceso de transformación social no solo de
adaptación personal.

En Cuba que se está produciendo un momento de
cambio social más general, impacta a la juventud como
conjunto, y contribuye a formar rasgos generales peculiares e
imponer visiones propias, que si bien se apoya en la experiencia
acumulada, representa un acercamiento a las condiciones de su
momento.

Por eso, nos interesa en especial tratar de entender
como evolucionan los valores en los jóvenes
(laboriosidad), aún cuando muchos de esos rasgos se dan de
forma similar en el resto de la sociedad.

Parafraseando las palabras del Maestro, educar es
preparar al hombre para que pueda enfrentar con seguridad todas
las exigencias sociales que se le presentan, es crear un sistema
de influencia para ejercer sobre el individuo desde su nacimiento
y durante toda su vida por parte de la familia, la escuela y toda
la sociedad en general.

La educación en valores requiere la
utilización de la persuasión como uno de los
métodos fundamentales, además de la
participación consciente y activa del sujeto en su propia
formación, donde la realización de toda actividad
tenga significación para sí.

Al respecto es importante que el profesor sea portador
de una ejemplaridad en su vida personal, como poderoso
instrumento en la formación de valores de sus
estudiantes

El trabajo del profesor con el grupo de estudiantes no
puede ser incidental, sino sistemático y continuo;
éste debe procurar que el grupo cada vez más se
valga por sí mismo y dependa menos de la atención
directa del profesor. Los valores a formar en el CSIJ,
establecidos en los "Lineamientos para fortalecer la
formación de valores, la disciplina y la responsabilidad
ciudadana" [1]son:

  • Responsabilidad

  • Laboriosidad

  • Solidaridad

  • Honradez

  • Honestidad

  • Patriotismo

  • Antiimperialismo

Es vital, educar a las nuevas generaciones
poniéndolos en situación que les permita realizar
un trabajo intenso y creativo, solo mediante su experiencia y
práctica en la vida social, es que lograrán
formarse como hombres capaces de mantener lo conquistado hasta el
momento. Ser mejores cada día y actuar responsablemente en
su vida presente y futura.

Los conocimientos, actitudes y valores se adquieren y se
forman como resultado de la realidad en que cada sujeto vive y
del desarrollo histórico social alcanzado en una
época determinada.

La labor, tanto del colectivo pedagógico general
como de cada profesor en particular, debe estar dirigida a hacer
coincidir cada vez más los valores sociales con los
individuales; enfrentando situaciones concretas, donde tengan que
demostrar con su ejemplo la responsabilidad.

La formación de acciones y orientaciones
valorativas en el estudiante son procesos que han de ser objeto
de importantísima atención en la clase. Ambas
estarán vinculados a la revelación del valor del
conocimiento que es objeto de aprendizaje, cualidad que le
confiere su valor social, la valoración podrá ser
positiva o negativa, en relación con el significado que
adquiera para el estudiante, lo cual debe expresarse por este en
los diferentes momentos de la clase, al darle la posibilidad de
plantear sus ideas, criterio, juicios, sentimientos y
argumentos.

Se considera necesario insistir en la necesidad de crear
una atmósfera adecuada, en la que la relación de
los estudiantes (unos con otros), y el profesor con los
estudiantes, se base en la confianza y el respeto mutuo y
dirigida hacia las diferencias individuales, lo que se expresa a
través de la aceptación de la actuación de
cada sujeto que participa en un diálogo abierto y franco,
alejado de prejuicios y presiones, contrario a toda
decisión individualista. De esta forma, se requiere de
actuaciones basadas en la persuasión y que eviten
imposiciones; dirigidas hacia la orientación, pero que
rechacen acciones manipulativas; en las que el sentido de la
igualdad, la dignidad y la oportunidad se respete, todo lo cual
convierte a la actividad en un lugar de entendimientos, acuerdos
y conclusiones.

Participando en estas actividades, cada estudiante
evalúa sus propias acciones durante una situación
determinada, en la cual piensa, reflexiona e imagina para
encontrar la solución de sus problemas. Todo esto lo
conduce a la valoración de sus logros, y a su
autovaloración, se acerca a la actitud de proponerse sus
propios objetivos y al compromiso con su propia conducta. La
actividad colectiva, le permite descubrir la experiencia del
valor en los otros y descubrir los valores en sí mismo,
tomar conciencia de ellos y ver hasta qué punto estos
orientan su vida propia, y la correspondencia entre su conducta y
sus valores.

El profesor necesita mucha sensibilidad y
preparación en su rol de mediador en estas actividades. Le
corresponde provocar las situaciones y plantear las
contradicciones y conflictos, propiciar que los estudiantes sean
el verdadero centro del proceso pedagógico y resaltar el
papel protagónico de los mismos. Debe asumir la
relación con sus estudiantes desde una posición de
respeto, con una alta coherencia entre lo que declara y su
actuación, ser consecuente con los elementos del deber ser
que proclama. Necesita establecer relaciones personales con cada
estudiante, y no tratar al grupo como un bloque de estudiantes,
disponerse a escucharlos, facilitar que estos expresen sus
opiniones, tomarlas en consideración y reconocer sus
aportes.

El profesor requiere persuadir y mostrar a los
estudiantes la ventaja social de lo nuevo que se quiere formar;
valorar la conducta y no al estudiante, lo que permite dejar
abierta la posibilidad de cambio y la confianza de que este se
puede lograr; despertar la admiración hacia lo valioso,
actuar sobre cada estudiante para garantizar que en su interior
se produzcan las valoraciones a las que se hace referencia
anteriormente, y finalmente, tiene la responsabilidad de ampliar
y reforzar los conceptos del grupo, de orientarlo hasta deducir
conclusiones colectivas y compromisos por parte de los
asistentes.

Para lograr todo lo anterior, el profesor necesita
dominar a la perfección el tema central sobre el cual
desarrolla la actividad; requiere combinar los métodos
productivos y las técnicas participativas; poseer una
actitud que facilite la auto estructuración del
conocimiento por cada estudiante, bien sea por asimilación
o por autodescubrimiento; debe realizar preguntas que faciliten
el razonamiento de sus estudiantes y que los motive a seguir el
proceso del diálogo, y a la vez, permitirles participar
libre y activamente.

Todo profesor debe utilizar recursos que permitan al
grupo decidir los temas que se quieren discutir, o parte de
ellos; elaborar una guía para la conducción del
debate; orientar trabajos independientes previos o posteriores a
la actividad y fomentar la valoración crítica del
grupo acerca de la calidad y adecuación de la
realización de la actividad. Sin embargo, lo esencial que
necesita, es una actitud honesta hacia el desarrollo de los
estudiantes. Debe evitar a toda costa asumir posturas
encubiertas, coactivas, excluyentes, de superioridad,
manipulativas o que abusen de los elementos
emocionales.

En este país están dadas todas las
posibilidades para que los jóvenes asuman las influencias
sociales y los valores humanos mediante un sólido
compromiso personal. Aquí es posible realizar los
objetivos progresistas y vivir enriquecedoras experiencias
morales.

Sin dudas, esta es la intención del llamado
protagonizado por el PCC, las instituciones culturales cubanas,
los intelectuales y específicamente el MINED en pro de la
formación de valores.

Se considera que todavía no son lo
suficientemente conocidos, los procedimientos a utilizar por la
sociedad y los profesores para realizar la formación
científica de los valores.

Desde el punto de vista psicológico y
pedagógico, todavía no es suficiente el estudio de
los procesos y vías a través de los cuales se
pueden formar los valores. Lograrlo permitirá dar un salto
cualitativo en la calidad de la educación moral y por lo
tanto en la orientación de los jóvenes.

Para lograr la formación del valor laboriosidad
en los jóvenes es necesario abarcar todo el universo de
influencias del profesor y la escuela. Estas acciones se llevan a
cabo a través del sistema de trabajo educativo y el
trabajo metodológico, dentro de las cuales se encuentran:
la clase, la preparación y realización de matutinos
con diversidad de contenidos históricos,
patrióticos o artísticos culturales, la
realización de actividades productivas y socialmente
útiles, donde el trabajo agrícola tiene un espacio
importante, la realización de círculos de
interés, las reuniones de análisis de grupo,
espacios dedicados a conversaciones y debates de temas
sociopolíticos, las reuniones de padres, las visitas a las
casas, así como otras múltiples actividades de la
escuela en su vínculo con la comunidad.

Uno de los problemas fundamentales por el que ha
atravesado la experiencia de la educación en la escuela
cubana, es que ha abarcado múltiples direcciones
consideradas indispensables en la formación en los
niños y jóvenes, y que en su instrumentación
se han ido incorporando al trabajo de los profesores como
exigencias sociales que engrosan el contenido de su
atención y tratamiento, las que se han visto aisladas o
independientes del trabajo metodológico, trayendo consigo
dos males esenciales:

En primer lugar, no han sido generadas de forma
intrínseca por parte del colectivo de maestros, como
resultado de su elaboración pedagógica,
científico metodológica, ante las exigencias
sociales y las características de la comunidad, la escuela
y los propios estudiantes.

En segundo lugar, que la instrumentación de las
múltiples direcciones en que se estructura el contenido
del trabajo del maestro y la escuela, se va conformando por
añadidura o sumatoria, como aristas independientes
priorizándose a veces en forma de campañas, lo que
ha incidido en efecto de sobrecarga del profesor, ejerciendo
nefastas influencias en la organización escolar,
así como en la organización de la vida profesional
del maestro, el que manifiesta un estado de agobio en su trabajo,
y en conjunto una distorsión dentro del proceso formativo
de los estudiantes, al interactuar estos, con una serie de
influencias sistémicas e incongruentes entre
sí.

La elaboración de los objetivos del trabajo
metodológico en la estructura funcional de la escuela, es
esencial en la proyección integral del trabajo a realizar
en cada curso escolar, donde lo docente educativo, así
como lo curricular y extracurricular, se proyectan de forma
orgánica sobre la base de la integración del
estudio – trabajo, que como principio rector de la
pedagogía cubana, permite la imbricación de los
restantes principios, y de los lineamientos institucionales
generales, así como todas las exigencias de la
educación de la personalidad en la escuela de
hoy.

El trabajo docente metodológico constituye el
centro del trabajo del profesor, donde la clase como momento
esencial se complementa con trabajos independientes,
prácticos, investigativos, círculos de
interés, visitas a museos y visitas a centros
laborales.

Para que el profesor pueda llevar a cabo una
formación laboral a través de su asignatura,
necesita tener un dominio de la ciencia, que le permita
fundamentar la significación del trabajo para el hombre,
vincular los conocimientos con los procesos de la técnica
y la producción, brindando una orientación
vocacional y profesional, así como desarrollar habilidades
físicas e intelectuales necesarias para afrontar los
problemas de la vida social. Todos estos elementos como
componentes de la cultura laboral, están vinculados entre
sí por el componente humanista que aporta la ciencia a la
asignatura, revelando su contenido axiológico, a
través de los valores morales, estéticos,
políticos, jurídicos y filosóficos, que cada
asignatura contribuye a formar en los jóvenes.

Dados estos razonamientos, se añade el criterio
que poner el énfasis en lo esencialmente educativo e
interrelacionar el saber científico con las vivencias de
los valores, permite a los estudiantes crecer como personas y en
su vida profesional.

La educación como intención final implica
un proceso de preparación del hombre que le permite
enfrentarse a la vida y cumplir con las obligaciones
fundamentales que como ciudadano de nuestra sociedad se exigen.
La educación es, ante todo, un proceso
formativo.

Es preciso insistir, que la formación de valores
es un punto esencial de análisis, cuando se tratan los
aspectos que deben abarcar la preparación del estudiante,
no obstante, se añade el criterio de que en Cuba, los
objetivos también responden a la formación
política e ideológica y cultural general que deben
recibir los mismos.

La formación intelectual se refiere a la
adquisición de métodos, habilidades, destrezas,
actitudes y valores de tipo intelectual; se incluyen determinados
objetivos, tales como: que el estudiante aprenda a pensar, a
razonar, a analizar, a expresar sus ideas por escrito y de forma
oral, a investigar, que aprenda a estudiar, que tenga curiosidad
intelectual a la vez que aprenda a discutir y a fundamentar lo
que dice, aceptando las ideas de los demás.

La formación humana entre otros aspectos incluye
habilidades, actitudes y valores de los estudiantes, considerando
a estos como personas, con una potencialidad en proceso de
desarrollo que los profesores pueden ayudar a que se realicen.
Aquí se deben potenciar valores como la honestidad, la
honradez, la justicia, la solidaridad, la laboriosidad, la
responsabilidad, la búsqueda continua de la verdad con
espíritu de profesionalismo, que aprendan a conocerse a si
mismos y a aceptar limitaciones y capacidades en sus
comportamientos.

La formación social está dirigida al
desarrollo de habilidades, actitudes y valores en los
estudiantes, considerándolos como parte de un grupo,
buscando que aprendan a convivir, a trabajar, a desarrollar su
espíritu colectivista, a conocer y respetar las normas,
identificarse con la política social cubana y a asumir una
posición comprometida ante las tareas sociales.

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Autor:

MSC Niurka de la Caridad Hernández
Carabeo

Partes: 1, 2
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