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Personalidades Psicopaticas (página 4)




Enviado por Jorge H. Chamale



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9

El psicópata primario del primer grupo no se
correspondía con el ideal de Cleckley de haber sido criado
en una familia acomodada de clase media. Una gran parte de ellos
también habían tenido unos ambientes de crianza
poco deseables. Lykken comenta que si repitiese en la actualidad
el experimento usaría psicópatas primarios de clase
media para aumentar la distancia entre los sociópatas y
los psicópatas, generalmente explorando en instituciones
psiquiátricas y no en centros penitenciarios ;
además, usaría el Factor 1 del PCL en lugar de los
criterios de Cleckley.

Predicción 1 (bajo temor). Lykken
construyó un test ya mencionado anteriormente (el APQ)
para medir temerosidad. Los ítems piden al sujeto que
suponga que pueden ocurrir dos cosas, y que se decante por una de
ellas. La mayor parte de las alternativas son eventos o
experiencias que casi todo el mundo consideraría
desagradables. Una de las alternativas de cada par resultaba
amenazante, mientras que la otra era simplemente embarazosa e
incómoda.

  • (a) Estas en la sucursal de un banco y de repente
    irrumpen tres enmascarados con pistolas gritando a todo el
    mundo que levante las manos, (b) permanecer sentado durante 2
    horas en un concierto horrible de música
    contemporánea.

  • (a) Tener un dolor de estómago durante 24
    horas, (b) ser elegido por un atracador que amenaza con un
    cuchillo.

La predicción de respuesta es simple: las
personas menos temerosas tenderán a elegir las situaciones
más amenazantes (las opciones a y b del primer y segundo
ejemplo). Por tanto, la teoría predice que el grupo 1
tendrá puntuaciones más bajas (elegirá
más a menudo las situaciones amenazantes) que los grupos 2
y 3. Esta predicción resultó acertada.

Los ítems resultaron muy buenos, puesto que
estudiantes universitarios de psicología clínica
fueron incapaces de averiguar qué trataba de medir el
test.

Predicción 2 (escaso condicionamiento al
miedo). Después de responder al APQ se colocaban dos
electrodos en la mano no dominante del sujeto, a través de
los que propinar una descarga eléctrica desagradable. La
consigna era que se trataba de medir su resistencia al dolor, de
modo que se iban a ir aumentando las descargas hasta que el
sujeto dijese basta. Este umbral se usó más
tarde.

A continuación se colocaron dos electrodos de
registro en dos dedos de la otra mano, para medir la conductancia
eléctrica de la piel. Cuando se estimula al sujeto, la
actividad registrada cambia. Los registros se denominan
respuestas electrodérmicas. En cada sujeto, el
tamaño de su respuesta electrodérmica será
sintomático de la intensidad subjetiva del
estímulo.

En esta segunda parte del experimento, se le dice al
sujeto que de cuando en cuando oirá un sonido o
sentirá una breve descarga eléctrica. Al sujeto se
le tapan los ojos y se le pide que se siente relajadamente.
Durante 30 minutos, el zumbador suena durante 5 segundos entre
intervalos de 20 a 60 segundos. Durante los primeros 6 ensayos,
el sonido se presenta aisladamente. En los siguientes 11 ensayos,
se da una descarga cuando el zumbador termina de sonar (ensayos
de condicionamiento). Por último, hay otros 16 ensayos
solamente con el sonido, para trazar la curva de extinción
del sujeto.

La predicción es que los psicópatas
primarios mostrarán un condicionamiento menor al sonido
del zumbador, es decir, una menor perturbación
fisiológica de anticipación de la descarga
eléctrica, que los sujetos de los otros dos grupos. La
predicción resultó acertada.

Predicción 3 (pobre aprendizaje de
evitación). La tarea es una especie de laberinto con 20
puntos en los que tomar decisiones y en los que hay cuatro
alternativas. El sujeto se sienta en una cabina en la que hay
cuatro palancas. En un panel aparece el mensaje : "Minnesota
Leadership Assessment Test
". Debajo del mensaje hay un
contador electrónico así como dos luces (una roja y
otra verde). Al sujeto se le dice que en cada punto de los 20
deberá presionar una de las cuatro palancas ; caso de
acertar se encenderá la luz verde y pasará al
siguiente punto.

Presionar alguna de las palancas incorrectas
encenderá la luz roja y supondrá un error que
aparecerá en el contador electrónico. El sujeto
comprende que el primer paso en el laberinto tiene mucho de
ensayo y error. Al terminar, la luz verde se mantendrá
encendida, se registrará el número de errores, y se
iniciará la máquina para intentar otro ensayo. Su
tarea consiste en intentar recordar la secuencia de palancas
correctas, de modo que en su momento pueda pasar por el laberinto
sin cometer ningún error.

Aparentemente, esta tarea no es de aprendizaje de
evitación. Los sujetos participantes estaban movidos por
la curiosidad, quizá por un intento de retar al
experimentador o de demostrar lo listos que son. Se
suponía que los psicópatas podían aprender a
hacer esta tarea tan bien como cualquier otro sujeto.

¿Qué ocurre si se modifica la tarea de
modo que cada vez que se comete un error se propine una descarga
eléctrica ? Podría decirse que se añade la
evitación de la descarga a un aprendizaje rápido.
En este caso se puede esperar que los psicópatas aprendan
tan rápido como los demás, puesto que siguen
motivados para aprender a recorrer el laberinto. Incluso
serán más eficaces al no verse tan afectados por la
descarga como los otros sujetos.

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Sin embargo, para medir el aprendizaje de
evitación en sentido estricto, es necesario disociar las
motivaciones y el refuerzo implicados en el aprendizaje de las
respuestas correctas (tarea manifiesta) de las motivaciones y el
refuerzo implicados en evitar las descargas (tarea latente). Esto
se puede hacer manipulando las condiciones de modo que
sólo una de las tres palancas incorrectas en cada punto
propine una descarga. En este caso, la persona media desea
realizar la tarea manifiesta (aprender el laberinto) pero
también desea evitar tantas descargas como sea posible.
Por consiguiente, existe un incentivo implícito de
aprender a hacer la tarea latente.

Fuera de la vista del sujeto hay otro contador en el que
se registran los errores con descarga cometidos por el sujeto. Se
esperaba que los sujetos de los grupos 2 y 3 comenzasen
cometiendo 1/3 de errores, para ir progresivamente reduciendo el
número de errores a medida que van aprendiendo qué
palancas son peligrosas en cada ensayo (las condiciones se
manipulaban para que fuese más probable que las palancas
de la izquierda diesen la descarga). Se suponía que los
psicópatas primarios se iban a preocupar menos por las
descargas, se iban a centrar más en el aprendizaje de la
tarea, de modo que mostrarían una menor evitación a
los errores castigados con la descarga. Esta resultado fue
precisamente el que se encontró.

En resumen, el cumplimiento de las predicciones de estos
estudios está muy bien, dada la tendencia de las
teorías psicológicas a hacer predicciones
únicas o sobre una sola variable. En realidad, como
comenta Lykken, una predicción univariada permite que el
investigador corra muy poco riesgo de equivocarse e incluso que
si acierta, sea por azar. Por consiguiente, las predicciones de
una buena teoría deben ser varias y, además, los
resultados deben replicarse. Los resultados del estudio original
de Lykken han sido replicados en varias ocasiones por distintos
autores. Además, en la situación de aprendizaje de
evitación se usó una variación en la que el
castigo era monetario –se les quitaban cantidades de dinero
por los errores—lo que produjo la desaparición de
las diferencias entre los psicópatas y los no
psicópatas (Schamauk, 1970).

El cuestionario APQ de Lykken, sin embargo, ha tenido
problemas para ser validado. En algunos estudios, tras su uso se
llegó a la conclusión de que existen dos
vías para llegar a la delincuencia
crónica:

(a) fracaso escolar, ambiente subcultural, e
inestabilidad familiar

(b) un temperamento temerario.

En cualquier caso, Tellegen usó algunos de los
ítems del APQ para construir su escala de evitación
de daños (harmavoidance) del MPQ ya
mencionado.

Modulación, expectativa, y una
anécdota
.

En 1969 Lykken estudió la capacidad para modular
la fuerza subjetiva o el impacto de un estímulo cuando
este se puede predecir. En el caso de la percepción
negativa, el efecto consiste en reducir el impacto de un
estímulo aversivo como una descarga eléctrica. Se
administraban una serie de ensayos en los que el sujeto escuchaba
un tono de aviso 5 segundos antes de la aplicación de la
descarga (ensayos predictibles) mezclados con ensayos
impredictibles en los que la descarga se puede aplicar en
cualquier momento tras la señal de aviso (entre 0,5 y 15
segundos) ; el sujeto sabe de antemano qué tipo de ensayo
se va a administrar.

El impacto de la descarga se medía a
través de la respuesta cortical provocada por la descarga.
La predicción era que los componentes lentos de la
respuesta cortical serían mayores para los choques
más intensos que para los moderados, y para los choques
impredictibles que para los predictibles.

Para chequear la viabilidad de este experimento, Lykken
pidió a su esposa que hiciese de sujeto piloto. Tras
colocarle los electrodos, se dispuso a medir su nivel de
tolerancia al dolor. Después de esto, comenzó el
experimento. Para sorpresa del experimentador, no observó
ninguna diferencia en las respuestas corticales ante las
descargas predictibles e impredictibles. Cuando se le
preguntó por qué creía ella que no
había ninguna diferencia en sus respuestas, ella
comentó que si realmente las descargas tenían que
mostrar alguna influencia deberían ser más intensas
(ella se había limitado a ignorar las
descargas).

Algunos días después, los tres hijos
menores de Lykken quisieron pasar la prueba ; ellos sabían
que su madre había trabajado con la mayor intensidad de la
descarga. Los dos mayores llegaron hasta 100, mientras que el
pequeño sólo pudo llegar hasta 85 (más que
cualquier estudiante universitario al que se había
aplicado la prueba).

Quizá la esposa de Lykken soportó mejor la
descarga porque él estaba delante, es decir, alguien
en quien confiaba
, exactamente lo que podría pasar
con sus hijos (además de que sabían que su madre
había llegado a 100). En una palabra, los cuatro estaban
poco temerosos de lo que pudiera pasar en la sesión
(¡lo que no era el caso con los estudiantes
universitarios!).

En 1965, Hare midió la conductancia de la piel
mientras el sujeto miraba un contador que se movía lenta e
inexorablemente hacia un punto en el que el sujeto sabía
que recibiría una descarga eléctrica. Este
paradigma de cuenta atrás sustituyó el usado por
Lykken por su mayor sencillez y calidad. Con el método de
Hare, todos los sujetos controlan muy bien cuál es la
situación, de modo que su arousal fisiológico sigue
un curso más consistente. En todos sus estudios Hare
halló que los psicópatas mostraban menos cambios de
conductancia al anticipar la descarga y que el incremento de
conductancia comienza más tarde y alcanza menos intensidad
que en los sujetos de control. Según Fowles (1993) parece
claro que los psicópatas muestran una respuesta más
débil de anticipación a un castigo.

Para finalizar, la hipótesis del bajo miedo no
sugiere que las personas con el talento genético para la
psicopatía no podrán ser socializadas, sino
simplemente que la tarea se complica si la crianza en simplemente
convencional.

Por otro lado, el hecho de que la mitad de los gemelos
con parejas psicópatas no desarrollen una conducta
antisocial apoya la teoría del bajo miedo y compromete la
plausibilidad de otras teorías alternativas basadas en un
fallo de control inhibitorio o de procesamiento
lingüístico (desde estas perspectivas, cabría
esperar una mayor concordancia en los estudios de gemelos).
Puesto que la teoría del bajo miedo constituye una
teoría del desarrollo basada en los principios de la
correlación e interacción genotipo-ambiente,
resulta compatible con la observación clínica de
que hay muchos individuos con el talento genético para la
psicopatía que, sin embargo, están adecuadamente
socializados e incluso alcanzan un gran éxito
social.

Puesto que la teoría del bajo temor no ha
sido nunca refutada, su escasa popularidad se puede atribuir a
dos cosas:  

  • La negligencia de Lykken con su
    teoría.

  • La tendencia de los investigadores a suponer que a
    todo síndrome subyace un trastorno
    cerebral.

Psicopatía primaria y secundaria : Gray y
Fowles.  

Según Lykken, los psicólogos se inclinan a
pensar que los conceptos fisiológicos son más
científicos que los conceptos psicológicos. Uno de
los pocos ejemplos productivos, que contrasta con esta idea,
parece ser la sistematización de Fowles sobre la
teoría neurobiológica de la motivación
sugerida por Jef Gray.

Gray distingue tres sistemas de control de la conducta
emocional :  

  • Flight/fight system (FFS): responsable de
    la organización de la conducta en respuesta a un
    castigo o una ausencia de recompensa
    incondicionada.

  • Behavioral inhibition system (BIS):
    responsable de la organización de la conducta en
    respuesta a estímulos que señalan esos sucesos
    aversivos incondicionados.

  • Behavioral activation system (BAS):
    responsable de la organización de la conducta en
    respuesta a estímulos que señalan recompensas o
    ausencia de castigo incondicionado.

Según Gray, existen diferencias individuales
innatas en la actividad o sensibilidad de estos tres sistemas. De
este modo, personas con un FFS superactivo responderán de
modo más intenso a estímulos aversivos
incondicionados como el dolor. Las personas con un BIS activo
responderán intensamente a estímulos condicionados
asociados en el pasado con estímulos aversivos.

JEFF GRAY

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Un ejemplo de la independencia de estos dos sistemas es
el hecho de que analgésicos como la morfina reducen la
respuesta a un dolor real y presente, pero no reducen la
respuesta de temor (mediada por el BIS) en respuesta a
señales condicionadas o señales de dolor. Y a la
inversa, los tranquilizantes reducen el temor, pero no el
malestar incondicionado que produce el dolor.

Las personas con un BAS fuerte responden con intensidad
y entusiasmo a estímulos condicionados asociados a
recompensa o placer, así como a la experiencia asociada
con el escape de una situación de amenaza. El BAS responde
a las señales de recompensa que producen
esperanza (señales de incentivo de refuerzos
positivos como la comida o el sexo) o alivio (el cese de
dolor o el alcance de una posición de seguridad). La
respuesta del BAS a este tipo de señales de esperanza o
alivio consiste en activar la conducta hacia esas
metas.

El BIS responde a las señales de castigo,
así como a las señales de ausencia frustrante de
recompensa. El BIS inhibe la actividad, incluyendo la actividad
del BAS. El FFS se asocia con el sistema de activación
reticular del tronco cerebral y es activado tanto por el BIS como
por el BAS ; en cualquier caso, tanto el BIS como el BAS pueden
considerarse también sistemas especializados de
arousal.

El BIS resulta inhibido por el alcohol, los
barbitúricos y las drogas ansiolíticas, de modo que
estas sustancias reducen la inhibición que ejerce el BIS
sobre la conducta castigada. Es decir, estas sustancias inhiben
la evitación pasiva así como la extinción de
respuestas previamente reforzadas.

Los efectos subjetivos del BAS son equivalentes. Cuando
se corre a casa para cenar o evitar ser pillado por una
granizada, la anticipación es similar y el logro del
objetivo es igualmente reforzante en ambos casos. Los
estímulos asociados con el placer activan el BAS, el cual
provoca la conducta de aproximación. Drogas estimulantes
como la cocaína provocan al BAS de un modo
directo.

Conflicto.

El conflicto de aproximación-evitación
supone una oposición del BAS y del BIS. A medida que un
individuo se acerca a una meta, comienza a iniciarse el impulso
de evitación un poco después incrementándose
más rápidamente que el impulso de
aproximación. Así por ejemplo, la visión de
una galleta prohibida activa ambos sistemas, el BAS para
acercarse a la galleta y el BIS para evitar cogerla.

El gradiente de aproximación es
menos escarpado que el gradiente de evitación ; esto
significa que desde el punto ventajoso de la puerta de la cocina,
la galleta atrae más que repele, de modo que el
niño se acerca, pero a medida que se aproxima, el BIS
domina la escena de modo que el niño vuelve sobre sus
pasos. La altura de los gradientes constituye una medida del
nivel de arousal de ambos sistemas. Si el niño está
muy hambriento, pero teme mucho las consecuencias de que le
pillen, entonces su interacción con la galleta será
tormentosa.

El aumento de la actividad del BIS,
aumentando el incentivo (una galleta más suculenta) o el
impulso (más hambre), o las drogas, hace más
escarpado el gradiente de aproximación de modo que tarda
más en cruzar el gradiente de evitación. Esto
significa que el niño con una mayor motivación
positiva siente más ansiedad en una situación de
conflicto, puesto que está más cerca de la galleta
antes de que los gradientes se crucen, pare y se de la vuelta.
Atenuar la activación del BIS con, p.e. una caña,
permitiría alcanzar la meta, puesto que se
aplanaría el gradiente de evitación y se
reduciría la inhibición de la respuesta de
aproximación

Evitación activa vs. Evitación
pasiva.

La evitación pasiva supone inhibir una conducta
castigada previamente ; se asocia con la ansiedad y se gestiona
mediante el BIS. Según la teoría de Gray, el
castigo y la ausencia frustrante de recompensa son
equivalentes.

Así por ejemplo, si estoy acostumbrado a tomar
una galleta al llegar del colegio, pero hoy me dirijo a mi
objetivo y dentro de la caja de galletas me encuentro al meter la
mano un dispositivo que me da una descarga eléctrica, casi
con toda seguridad mañana me lo pensaré un poco
antes de meter mi mano dentro de la caja de galletas. El castigo
de hoy ha supuesto una respuesta de temor ante el impulso de
meter la mano en la caja de galletas. La próxima vez que
sienta el impulso, el BIS se activará, produciendo una
sensación de ansiedad, inhibiendo el BAS y las conductas
de aproximación que controla el BAS.

Gray supone que aunque no haya descarga al meter la mano
en la caja de galletas, sino simplemente que no haya ninguna
galleta en la caja, la respuesta será similar al caso
anterior : el BIS se activa, el BAS se inhibe, y se produce la
sensación de ansiedad. Una prueba de la equivalencia entre
castigo y ausencia de recompensa es que las drogas
ansiolíticas influyen en ambos. Si mañana me tomo
un par de cañas antes de visitar mi cocina, es más
probable que meta la mano en la caja de galletas,
independientemente de que hoy me hayan dado una descarga
eléctrica o de que me hayan vaciado la caja.

La evitación activa supone escapar de un peligro.
Las señales condicionadas de seguridad pueden reducir el
temor en situaciones novedosas. Así por ejemplo, un
niño que está asustado en un ambiente nuevo para
él, se sentirá mejor abrazado a su oso de peluche.
Por otro lado, las señales de seguridad pueden verse
reforzadas incluso cuando el temor es mínimo ; esto es,
los estímulos asociados con el escape de una
situación temida o la evitación de un castigo
esperado, actúan como estímulos asociados con
refuerzo positivo, es decir, sirven como refuerzos en sí
mismos. Esto explica por qué son tan resistentes a la
extinción las conductas de evitación
activa.

Distintos estudios han mostrado que el efecto reforzador
de las señales de seguridad es relativamente independiente
de la cantidad de temor provocado por las señales de aviso
y es inusualmente resistente a la extinción. Esto puede
ayudar a explicar por qué la mayor parte de nosotros
hacemos lo debido habitualmente sin necesidad de sentir temor al
castigo. Hacer lo debido constituye una señal de seguridad
inherentemente reforzante.

Muchos niños no psicópatas podrían
reaccionar agresivamente ante la interferencia paterna ; decirle
que haga algo o que deje de hacer cierta cosa o que sea
disciplinado, puede producir que el niño haga una rabieta.
Si el padre se da la vuelta y deja que el niño se salga
con la suya, esa conducta agresiva se convierte en un
método adecuado de evitación activa. Una vez se
afianza esta conexión, resulta muy difícil de
extinguir.

Pasión por deportes de alto
riesgo

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Impulsividad.

Según Fowles, la psicopatía es resultado
de un BIS débil. Puesto que la activación del BIS
se asocia con la ansiedad, un BIS débil supone una
ausencia relativa de ansiedad o temor. Un BIS débil supone
una débil inhibición de la conducta en respuesta al
castigo o a la ausencia de recompensa. Es más, respuestas
arriesgadas de evitación activa, como mentir o atacar el
origen de la amenaza, son más probables si el BIS
está debilitado. Las respuestas debilitadas a las
descargas eléctricas y el bajo nivel de evitación
pasiva de los psicópatas que ya se han comentado, son
compatibles con la tesis del bajo BIS.

En cualquier caso, hay que tener en cuenta que,
según la teoría de Gray, la conducta impulsiva del
psicópata puede deberse a una debilidad del BIS o a una
superactivación del BAS. Esto da lugar a dos tipos de
conducta psicopática : por debilidad del BIS y por
superactivación del BAS. El primer tipo produce el
psicópata de Cleckley o primario, así como el
psicópata por bajo temor de Lykken. Las transgresiones del
psicópata primario darán lugar a un bajo arousal
emocional ; en un ambiente tranquilo se sentirá
desactivado y aburrido, de modo que tenderá a buscar
estimulación ambiental que suponga una mayor
tentación y un mayor riesgo.

En cambio, el individuo con un BIS normal y un BAS
superactivo equivale al psicópata secundario. No
tendrá un respuesta electrodérmica baja al esperar
una descarga eléctrica, ni tendrá una mala
evitación pasiva en las tareas de laboratorio.

Pero si tendrá una baja evitación pasiva
en las actividades cotidianas que le sean tan atractivas que
superen su temor a las consecuencias. El psicópata
secundario tendrá ansiedad respecto a su conducta, dado
que su BIS actúa a un nivel normal, de modo que es su BAS
superactivo quien le lleva a situaciones estresantes.

Un resumen de los modos de actuación de personas
con distintas combinaciones de BIS y BAS se presenta en la
siguiente tabla.

Por tanto, parece que las teorías de Gray, Fowles
y Lykken constituyen el mejor punto de partida para desarrollar
el estudio experimental de la personalidad
psicopática

  • Por un lado, asimila la teoría del bajo temor
    de Lykken, a modo de teoría del BIS
    debilitado.

  • Además, sugiere un segundo tipo de
    psicópata (secundario), el individuo con un BAS
    superactivo.

  • También sugiere un tercer tipo en el que el
    FFS está infra-activado.  

Este tipo de evidencias llevan a sospechar que el
psicópata detectado por el PCL de Hare en realidad son
varios tipos de psicópatas.

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TABLA 4.3

El paradigma del sobresalto
potenciado.

En este paradigma, los sujetos observan diapositivas
agradables, neutrales y violentas.

Simultáneamente se presentan de un modo
impredictible sonidos intensos que inducen un parpadeo reflejo.
Se sitúan electrodos en la frente (para medir el nivel con
que el sujeto frunce el ceño) y en el lateral del ojo
(para medir el reflejo de parpadeo).

Los resultados suelen indicar que las escenas
placenteras producen un reflejo menos intenso, mientras que las
escenas amenazantes potencian el reflejo –sobresalto o
"susto" potenciado—cuando se comparan las respuestas con
las situaciones neutras.

Patrick et al. (1993) estudiaron a sujetos condenados
por delito de violación usando este paradigma.
  

  • El Grupo P estuvo compuesto por los sujetos con las
    puntuaciones más altas en el PCL.

  • El Grupo NP estuvo compuesto por los sujetos con las
    menores puntuaciones en el PCL.

  • El Grupo M estuvo compuesto por los sujetos con
    puntuaciones medias en el PCL.

Los grupos NP y M mostraron respuestas equivalentes a
los sujetos estándar, mientras que el grupo P no tuvo el
mismo tipo de respuestas, reaccionando de un modo neutro a las
diapositivas amenazantes. Por tanto, los sujetos P reaccionaron a
las escenas amenazantes como si atrajesen su interés, sin
producir ningún tipo de malestar.

Según Patrick et al. (1993) estos resultados son
congruentes con la teoría del bajo temor de Lykken,
así como con la teoría de Gray. El cirujano experto
reaccionaría igual que el psicópata a las escenas
desagradables de un accidente sangriento, dado que su experiencia
previa ha extinguido la respuesta emocional a ese tipo de
estimulación. Si esta idea es correcta, entonces el sujeto
normal no tendrá una respuesta potenciada a las escenas
amenazantes si toma alguna droga ansiolítica.

Patrick (1994) puso a prueba esta última idea y
comprobó que el Valium atenuaba la respuesta de los
sujetos normales de modo gradual con la dosis. Sin embargo, la
conductancia de la piel y la tasa cardiaca resultaron mayores a
las escenas aversivas y neutrales, tanto si los sujetos
recibían Valium como un placebo, lo que sugiere que el
efecto de potenciación puede ser un indicador más
sensible o más específico de diferencias en temor
que las variables autonómicas.

Patrick (1994) evaluó a una serie de internos de
una prisión de Florida, llegando a los siguientes grupos
:  

  • 18 no psicópatas.

  • 14 delincuentes con altas puntuaciones en PCL-1, y
    bajas en PCL-2.

  • 8 personalidades antisociales con altas puntuaciones
    en PCL-2 y bajas en PCL-1.

  • 18 sujetos con altas puntuaciones en PCL-1 y
    PCL-2.

En este estudio se sustituyó la visión de
diapositivas por una versión del paradigma de la cuenta
atrás de Hare anunciado anteriormente y detallado en el
siguiente apartado. En la primera fase, los sujetos veían
un estímulo simple durante periodos de 6 segundos, y en
algunos de ellos se presentaba un sonido. En la segunda fase
(experimental) los sujetos sabían que estos periodos de 6
segundos terminarían con un sonido muy desagradable. Los
estímulos de prueba se presentaban en 9 de los 14 periodos
de anticipación y durante 6 de los intervalos entre
ensayos. En el estudio piloto con sujetos normales se
observó que la anticipación potenciaba la
respuesta.

Con los sujetos experimentales se observó que la
respuesta de anticipación de los psicópatas era
menor que en los otros grupos, especialmente los sujetos con
altas puntuaciones en el PCL-1.

Este tipo de resultados hacen confiar en el desarrollo
de tests psicofisiológicos que quizá tengan una
mayor validez que los inventarios y las escalas de
valoración habitualmente usadas.

Robert Hare.

El paradigma de la cuenta
atrás.

 En el paradigma de la cuenta atrás, el
sujeto oye una voz que cuenta hacia atrás a partir de 9 en
intervalos de 3 segundos por número. Previamente se le ha
dicho que se le dará una descarga eléctrica al
llegar a 0.

Uno de los resultados más replicados en la
historia de la investigación experimental en
psicopatología es el siguiente : los psicópatas
primarios muestran un escaso arousal electrodérmico
durante la cuenta atrás, mientras que los sujetos de
control (incluyendo internos) muestran un alto arousal desde el
comienzo de la cuenta atrás, con un incremento en la
conductancia eléctrica de la piel más amplio e
intenso a medida que se acerca el 0.

Sin embargo, cuando se registró de modo
simultáneo la tasa cardiaca y la conductancia de la piel,
se observó algo interesante : los mismos psicópatas
con escasos indicios de actividad dérmica, presentaban una
tasa cardiaca enorme, mucho mayor que los sujetos control (Figura
1).

FIGURA 1

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Cambios en tasa cardiaca y conductancia de la piel
durante el paradigma de la cuenta atrás para
psicópatas (P) y no-psicópatas (NP). La unidad de
análisis representada en el eje de ordenadas es arbitraria
y en la parte inferior del eje de abcisas se simboliza el
número de la cuenta atrás.

Estos resultados podrían explicarse mediante los
estudios de Lacey y Lacey con sujetos normales : la tasa cardiaca
se reduce cuando el sujeto espera o está intentando
detectar un estímulo externo, pero aumenta cuando la
estimulación es aversiva o distractora. Pudiera ser que la
aceleración cardiaca constituya un reflejo de defensa, y
que sea un síntoma de un mecanismo de control inhibitorio
que reduce el impacto de un estímulo aversivo.

Lykken et al. (1972) mostraron que sujetos poco
temerosos tenían una tasa cardiaca mayor que sujetos de
control antes de una descarga eléctrica, pero que su
respuesta era menor a la descarga en sí misma (Figuras 2 y
3).

Según Hare, si el aumento de la tasa cardiaca
indica la actuación de alguna clase de respuesta de
"coping" o afrontamiento, entonces la reducción
simultánea de la actividad dérmica puede indicar el
éxito de esa respuesta de coping.

Ogloff y Wong (1990) han modificado el paradigma
permitiendo que el sujeto evite la descarga presionando un
botón justo después de oír el número
1. Encontraron que los psicópatas mostraron su bajo nivel
típico de actividad dérmica tanto en la
condición estándar como en la modificada, pero una
mayor tasa cardiaca sólo en la condición
estándar. Por supuesto, este resultado muestra que la
aceleración cardiaca de los psicópatas puede ser
una respuesta refleja de coping que inhibe el arousal
anticipatorio, reduciendo el impacto del estímulo
aversivo. Cuando se dispone de una respuesta operante
(versión modificada) el aumento de la tasa cardiaca es
innecesario y no se produce.

En el estudio de estos autores, los internos no
psicópatas seguían mostrando una activación
dérmica y cardiaca alta en la condición modificada.
En la condición estándar, el aumento de la tasa
cardiaca fue mayor en no psicópatas que en
psicópatas (a diferencia del resultado de la
gráfica anterior), dato incongruente con el de Hare. Sin
embargo, la labilidad de la tasa fue mayor en no
psicópatas que en psicópatas, lo que si es
congruente con los resultados de Hare.

FIGURA 2

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FIGURA 3

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Por tanto, la presencia de una respuesta de coping no se
puede inferir fiablemente de una aceleración cardiaca
anticipatoria. Mas bien, en sujetos que anticipan un
estímulo aversivo con una escasa activación
dérmica y, por tanto, con bajo arousal de temor, la
aceleración cardiaca anticipatoria se asocia probablemente
con alguna clase de respuesta de coping inhibitorio, dado que esa
aceleración desaparece cuando la respuesta de coping se
hace innecesaria (versión modificada del paradigma de la
cuenta atrás).

Hare, tras la afasia semántica del
psicópata.

Hare siempre ha creído que hay algo "tocado" en
el cerebro del psicópata. En contraste con esta idea,
Lykken sugiere que el psicópata comienza una vida normal
con un BIS debilitado, una característica que en sí
misma no es patológica, pero que dificulta el proceso de
socialización. Esta visión alternativa explica
bastante bien el nivel de discordancia en psicopatía en
los estudios de gemelos, por qué niños que se
crían en la misma familia sin unos hábitos normales
de crianza pueden ser conductualmente tan similares a los
psicópatas, y, sin embargo, mostrar una reacciones
fisiológicas distintas a ellos en el paradigma de la
cuenta atrás, y por qué algunas personas no
delincuentes tienen unas reacciones similares a los
psicópatas en esta situación
experimental.

Cleckley siempre ha creído que la
psicopatía es una condición cualitativamente
distinta a la normalidad. Hare siempre ha creído lo mismo
que Cleckley, aunque sus evidencias empíricas parecen
apoyar la teoría del bajo temor de Lykken.

Hare ha tratado de encontrar la diferencia básica
con la que el cerebro del psicópata procesa el lenguaje y
muy especialmente el lenguaje emocional.

En uno de sus primeros estudios, Hare comprobó
que P y NP tenían un rendimiento mejor (tiempo de
reacción) cuando las palabras se presentaban al campo
visual derecho (hemisferio izquierdo). Sin embargo, cuando las
palabras debían clasificarse semánticamente (p.e.
cosas con vida) los psicópatas cometían menos
errores si las palabras se presentaban al campo visual izquierdo
(hemisferio derecho), mientras que los NP mostraban la ventaja
usual del campo visual derecho (hemisferio izquierdo.

En otro estudio, se observó que los
psicópatas reaccionaban con menos intensidad a las
connotaciones emocionales de enunciados o dibujos. Por supuesto,
esto no sugiere ningún problema de procesamiento en si
mismo.

En otro estudio, se compararon los tiempos de
reacción y los potenciales provocados o evocados de P y
NP, en una tarea en la que se debían identificar palabras
y pseudo palabras presentadas al campo visual derecho o
izquierdo. Las palabras podían ser neutrales, positivas o
negativas ; se supuso que habría diferencias al procesar
las palabras con carga emocional, pero los resultados fueron
negativos.

Sin embargo, al combinar palabras positivas y negativas
y ambos campos visuales, se vio que los NP respondían con
mayor rapidez a las palabras emocionalmente cargadas, mientras
que este no era el caso en los P. Además, los P mostraron
menos diferencias en los potenciales provocados cuando las
palabras eran emocionales o neutras. En cualquier caso, en este
estudio las muestras son escasas y hay mucho análisis
post-hoc no incluido en las predicciones.

Por supuesto, los resultados encontrados por el grupo de
Hare deben ser replicados antes de considerarlos con seriedad.
Pero suponiendo que se replican y que parece haber un problema de
procesamiento lingüístico en psicópatas,
quedará por explicar cómo influye ese problema en
su inadecuada socialización y en las peculiaridades del
psicópata de Cleckley.

Otro problema es que la mayor parte de los zurdos
están menos lateralizados lingüísticamente,
pero la mayor parte de esos zurdos no son
psicópatas.

Por otro lado, puesto que el PCL-2 varia inversamente
con la inteligencia verbal (cristalizada), los psicópatas
identificados con el PCL tendrán una menor aptitud verbal
que los grupos de control con menores puntuaciones en el PCL
–lo que pudiera explicar su ausencia de diferencias en
tiempo de respuesta a distintos tipos de palabras. Esta es otra
de las razones para usar sólo el PCL-1. Además,
esto dato nos recuerda que "la evaluación directa de la
inteligencia debe ser una precaución obvia en estudios que
sugieran peculiaridades en el procesamiento
lingüístico. La inteligencia modula tantos procesos
psicológicos que es necesario confirmar que X e Y se
relacionan aunque se elimine la influencia de la inteligencia "
(Lykken, 1995, pág. 174).

La teoría de la reducida lateralización de
los psicópatas debería ser capaz de explicar por
qué algunas personas bien lateralizadas se convierten en
psicópatas y por qué algunas personas mal
lateralizadas no se convierten en psicópatas. La
teoría del bajo temor puede explicar ambos extremos a
través de la idea de que chicos poco temerosos con unos
padres competentes pueden convertirse en héroes en vez de
en psicópatas, y que el chico con un nivel de temor medio
con padres incompetentes pueden convertirse en sociópata y
en fenocopias (pero no en genocopias) de los
psicópatas.

En cualquier caso, debe recordarse que no es necesario
que la etiología de la psicopatía sea siempre la
misma. Pudiera ser que algunos psicópatas según el
PCL fuesen individuos poco temerosos y otros estuviesen mal
lateralizados. No obstante, para decidir algo respecto a estas
posibilidades se requiere mucha más
investigación.

Finalmente, hay que decir que de un modo relacionado con
la teoría de Hare, se ha observado en niños y
adultos que aquellos que se caracterizan por una emocionalidad
negativa tienen una mayor activación EEG en las
áreas del lóbulo frontal derecho, mientras que los
sujetos menos inhibidos tienen una mayor activación en las
áreas del lóbulo frontal izquierdo. En un
inquietante estudio de Kagan se observó que las
asimetrías en la temperatura de la mano y los dedos era un
buen predictor de las diferencias temperamentales de los
bebés y de los niños (irritables e inhibidos frente
a contentos y responsivos). La mayor parte de los niños
inhibidos tienen una temperatura más fría en la
mano derecha (hemisferio izquierdo) que en el caso de los
niños no inhibidos. De aquí no se sigue que los
niños desinhibidos se vayan a convertir en
psicópatas, pero si alguno de esos niños ha de
convertirse en psicópata probablemente
corresponderá a esa categoría.

Monografias.com

El lóbulo
frontal : Newman

En 1980 Gorenstein y Newman sugirieron un paralelismo
entre la psicopatía y la conducta de ratas de laboratorio
a las que se había manipulado el Septum y el Córtex
frontal, áreas que se suponen implicadas en la
regulación inhibitoria de la conducta.

Las cuatro características derivadas de los
daños del lóbulo frontal son : enlentecimiento,
perseveración, problemas de "darse cuenta de", y una
incapacidad para la planificación. Las tres últimas
resultan similares a lo que ocurre con la psicopatía. A
partir de esta observación, estos autores han desarrollado
una línea de trabajo muy productiva.

Rendimiento de los psicópatas en tests
estándar de daño cerebral.

Existen varios tests neuropsicológicos
diseñados para medir problemas del lóbulo frontal
(p.e. Wisconsin Card Sorting Task, WCST). En
algún estudio se ha observado que sujetos poco
socializados tienen un rendimiento inferior en la tarea de Stroop
–una tarea que consiste en inhibir una respuesta
automatizada.

Los sujetos estudiados por Gorenstein (1982)
seguían los criterios del DSM y además
tenían bajas puntuaciones en la escala So del CPI. En
algunas de las pruebas neuropsicológicas los
psicópatas mostraron el rendimiento previsto, pero no en
todas ellas. Sin embargo, Hare (1984) no pudo replicar los
resultados de Gorenstein. Sobre esto comenta Lykken (1995) lo
siguiente: "los psicólogos tan viejos como yo hemos
aprendido a desconfiar de un resultado experimental,
especialmente si es sorprendente o interesante, hasta que no se
ha replicado, especialmente por algún investigador no
comprometido con la idea original".

A pesar de ello, Newman y sus colegas volvieron a
intentarlo en 1992. En general, los resultados no fueron
demasiado buenos : de seis predicciones se cumplió una, y
eso forzando un poco las cosas (haciendo subgrupos experimentales
a partir de los originalmente formados y sobre los que se
hicieron las predicciones iniciales).

Aunque los tests neuropsicológicos no aporten
evidencias a favor de que los psicópatas tienen un
problema en el lóbulo frontal, no cabe duda de que los
daños del lóbulo frontal producen conductas
similares a las de los psicópatas en algún
sentido.

Así por ejemplo, Damasio et al (1990) estudiaron
a un paciente intervenido quirúrgicamente a causa de un
tumor cerebral (en ambos lados del lóbulo frontal), cuyo
CI no se vio alterado, pero que si había pasado de ser un
ciudadano modelo a adecuarse al diagnóstico de TAP. Cuando
se le presentaban escenas neutras y emocionalmente cargadas, se
observaba que su respuesta dérmica no se alteraba, pero
cuando se le decía que comentase las escenas se
sorprendía de que las escenas cargadas no le alterasen
emocionalmente, a pesar de comprender que deberían
hacerlo. Damasio et al. (1990) estudiaron a otros 5 pacientes
similares y hallaron resultados consistentes. En cualquier caso,
estos datos sugieren que las lesiones frontales producen un
síndrome similar a la psicopatía primaria, pero no
que los psicópatas primarios tengan problemas en su
lóbulo frontal.

La teoría de Newman sobre la
perseveración.

A Newman le intrigó mucho que las ratas con
problemas septales tendiesen a perseverar en realizar conductas
previamente reforzadas, incluso aunque los refuerzos hubiesen
cesado o se diese un castigo tras su emisión.

Newman diseñó varios tests de
perseveración y los administró a internos.
Así por ejemplo, diseño una tarea típica de
go/no go, en la que se refuerza al sujeto por acertar y
se le castiga por fallar. La idea es que para evitar el castigo,
el sujeto debe dejar de dar una respuesta que se ha venido
reforzando anteriormente.

Los sujetos eran clasificados según la escala Pd
del MMPI y según una escala de ansiedad /
neuroticismo.

En dos tareas el sujeto debe aprender por ensayo y error
qué 4 números de entre 8 números de dos
dígitos son correctos.

En la tarea 1, cada respuesta (elegir una tarjeta
con un número) se refuerza o castiga ; no responder es
neutro. En este caso se espera que el psicópata se
implique tanto en lograr refuerzo que no llevará una
conducta sistemática de elegir las tarjetas (es decir,
tendrá muchos errores de comisión). Estos errores
del psicópata supondrán una horrenda
evitación pasiva de la respuesta castigada.

En la tarea 2 no se usan castigos ; al sujeto se
le refuerza tanto cuando elige correctamente como cuando no elige
las tarjetas incorrectas. La predicción en este caso es
que igualar el resultado de responder adecuadamente y de inhibir
la respuesta inadecuada dará lugar a que no haya una
estrategia dominante.

En otras palabras, los psicópatas poco
neuróticos tendrán más errores de
evitación pasiva (eligiendo los números
incorrectos) que los no psicópatas poco neuróticos
en la tarea 1, y que no existirán diferencias en la tarea
2. Además, los psicópatas tendrán más
errores de comisión en la tarea 1 que en la tarea
2.

Los resultados indicaron que los psicópatas poco
neuróticos eligieron más a menudo los
números incorrectos en la tarea 1 (aunque el
cálculo de la significación estadística fue
bastante genuino). En la tarea 2 los grupos no dieron los mismos
errores de omisión. Los psicópatas poco
neuróticos no tuvieron más errores de
comisión en la condición de refuerzo-castigo que en
la condición de sólo refuerzo. En suma, los datos
no son claros.

Newman et al. (1987) diseñaron un juego de
ordenador. Si la carta que aparecía era una cara, ganaban
5 centavos, pero si era una carta con un número
perdían esa misma cantidad. Antes de presentar cada carta,
el ordenador preguntaba : "¿Quieres jugar ?" El juego
terminaba si el sujeto decidía dejar de jugar la siguiente
carta. 9 de las primeras 10 cartas eran caras, pero
después de esas primeras 10 cartas, la probabilidad de
perder aumentaba a razón del 10% en cada bloque de
ensayos. Los psicópatas perseveraban más en el
juego (90 cartas de promedio) frente a los sujetos de control (62
cartas de promedio). Sin embargo, cuando se exigía a los
sujetos una pausa de 5 segundos antes de decidir si continuar con
el juego, los intentos de ambos grupos se equiparaban.

Newman y sus colegas interpretan este resultado como
evidencia de algún problema en el lóbulo frontal de
los psicópatas. Sin embargo, una interpretación
alternativa es la búsqueda de sensaciones típica de
estos sujetos. Muchos sujetos aceptan retos para divertirse,
especialmente si eso supone salir de la rutina de la
prisión. Pudiera ser que a los psicópatas de Newman
les importase poco ganar o perder, excepto cuando les
pedían pensar durante 5 segundos antes de volver a jugar
una carta (¡momento en el que el juego se volvía
aburrido !).

Newman et al (1992) contrastaron la idea de que los
psicópatas son más incapaces de demorar un
refuerzo. Las condiciones del juego eran las siguientes
:  

  • En cada ensayo de la condición de refuerzo
    (R) el sujeto puede presionar el botón A
    inmediatamente o esperar 10 segundos y presionar el
    botón B. El botón A da una probabilidad de
    ganar del 40%, mientras que el botón B da una
    probabilidad de ganar del 80%. Dado que el número de
    ensayos es 50, se logra más dinero esperando a
    presionar el botón B (¡aunque a los sujetos no
    se les dice que sólo hay 50 ensayos). Aquí no
    hubo diferencias entre los grupos.

  • En la condición de igual demora (EQ) ambas
    condiciones de probabilidad exigían una espera de 10
    segundos. Ambos grupos eligieron presionar el botón B
    ¡por obvias razones financieras!

  • En la condición de refuerzo-castigo (R+P) el
    botón A hacía ganar 5 centavos el 70% de las
    veces y perder la misma cantidad el 30% de las veces,
    mientras que el botón B, que exigía esperar 10
    segundos, suponía ganar el 90% de las veces y perder
    el 10% de las veces. En las otras dos condiciones, los
    psicópatas poco neuróticos eligieron más
    frecuentemente el botón B, pero en esta última
    condición eligieron menos frecuentemente el
    botón B (aunque la diferencia no fue
    estadísticamente significativa).

A  partir de estos resultados, los autores restan
las puntuaciones de la condición EQ de las puntuaciones de
la condición R+P, lo que da lugar a que las puntuaciones
de los psicópatas poco neuróticos sean distintas a
las de los no psicópatas poco
neuróticos.

Según los autores, esto apoya las predicciones
originales.

Comentario crítico.

El primer problema de estos estudios es el uso
inconsistente de una medida de neuroticismo en la
selección de los psicópatas. Newman y sus colegas
usan el PCL habitualmente, pero cuando los datos no casan
recurren a una medida de ansiedad para hacer subgrupos de un modo
totalmente post hoc. Esto constituye una
manipulación relativamente sospechosa.

Por otro lado, la manipulación del estudio sobre
demora de refuerzo es excesivamente chocante.

En general, los resultados de Gorenstein y Newman son
demasiado inferenciales: de ellos no se sigue un fallo en la
arquitectura cerebral de los psicópatas en ninguno de los
casos, aunque esos fallos puedan originar conductas
típicamente psicopáticas.

La organización
cerebral

Lorenz y los etólogos consideran la agresividad
organizada como una adquisición evolutiva que se
habría producido hace unos 40.000 años.
Sería un ejemplo de "fusión" primitiva, en un
sentido social, ya que para aumentar la eficacia de la
agresión como arma de supervivencia, había que
unirse y organizarse. Este vínculo parece tener
relación con el "entusiasmo militante", forma
especializada de agresión comunitaria, un entusiasmo que
comparte el grupo contra un enemigo común. Su
máxima expresión sería la "esquizofrenia de
guerra", descrita por Kahler, y que necesita -en principio-
considerar que el enemigo no es un semejante. Hay una especie de
continuo en este modelo que va desde la agresión
organizada en ejércitos regulares regidos por convenciones
internacionales -cerebro límbico- a la crueldad y
brutalidad inútil de las torturas y vejaciones de los
campos de concentración y los genocidios -cerebro
reptílico

Monografias.com

Un modelo de cerebro organizado jerárquicamente
ya había sido propuesto por Hughlings Jackson. Para este
famoso neurólogo inglés habría centros
"superiores", "medios" e "inferiores", siendo estos
últimos re-representados por los medios, y ambos
re-representados por los superiores.

Contra esta posición surgió la de los
antilocalizacionistas, que querían ver al cerebro como
"una masa homogénea, como cualquier glándula, por
ejemplo el hígado, con funciones homogéneamente
distribuidas".

Ahora se sabe que cada acto mental es consecuencia
también de múltiples procesos paralelos y no
solamente de una sola línea secuencial.

La visión actual de estos procesos es que existen
tanto jerárquicos como paralelos. Las "últimas"
estaciones reciben "inputs" tanto de las "intermedias" como de
las "iniciales" confundiendo los esquema simplemente
jerárquicos.

De este modo, el cerebro funciona como un sistema
modular. A estos sistemas no lineales se les llama
heterarquías. Éstas, aunque tienen muchos elementos
de las jerarquías, son mucho más complejas. Desde
que sus diferentes unidades pueden ser relativamente
independientes, pueden interaccionar entre todas ellas, sin
considerarse sus niveles de complejidad. Dada la inseparabilidad
entre estructura y función, se puede pensar que el
comportamiento funciona de la misma manera.

El cerebro humano resulta de la superposición e
integración de funciones de tres cerebros
distintos
, con diferentes características
estructurales y neurofisiológicas, y también
especiales performances comportamentales.

Representan la herencia de nuestros
antepasados: los reptiles, los mamíferos y los primeros
primates. Consiste en un conjunto de estructuras nerviosas, que
en el hombre ocupan los llamados ganglios basales y el
complejo estrío palidal. Es la parte más
primitiva en el cerebro humano, y además de lo mencionado
comprende la médula espinal, el bulbo y la protuberancia,
que forman parte del cerebro posterior; y el cerebro medio o
mesencéfalo. McLean llama "armazón neural" al
conjunto integrado por la médula, el cerebro posterior y
el cerebro medio. Alberga los mecanismos neurales básicos
de la reproducción y de la autoconservación, lo que
incluye el ritmo cardíaco, circulación
sanguínea y respiración. En un pez o un anfibio,
éste es casi todo el cerebro que existe. Entre los
elementos comunes al hombre y a los reptiles, que suponemos
provenientes del componente R (cerebro reptílico)
figuran la selección del hogar, la territorialidad, el
involucramiento en la caza, apareamiento, crianza y, de acuerdo a
McLean, también intervienen en la formación de
jerarquías sociales y selección de líderes.
Tiene participación en los comportamientos
ritualistas.

Se dice que "mató a sangre
fría
" y la metáfora alude al componente R y a
la "sangre fría" de los reptiles.

Rodeando al complejo R se encuentra el
sistema límbico. Lo tienen rudimentariamente los reptiles
y, por supuesto, los mamíferos. El comportamiento de los
mamíferos, desde las clases más inferiores hasta
las más desarrolladas, incluyendo a los humanos, difiere
de los reptiles no sólo en la gama mucho más vasta
de comportamientos posibles, sino porque en ellos aparece la
emoción. Algo muy importante es que este sistema no
sufrió grandes cambios desde las especies menos avanzadas
hasta las más desarrolladas. Esto se advierte en las
expresiones de furia de un gato o un perro, notablemente
similares a las de un humano en la misma situación. No es
nada comparable con la impasibilidad de la expresión de
los reptiles.

Es llamativo que la casi totalidad de los
psicofármacos actúen en el sistema límbico.
Los sistemas neuroendocrino, neuroinmune, neurovegetativo, los
ritmos circadianos, todos ellos fuertemente influenciados por las
emociones, tienen allí su sede.

La amígdala, parte importante en
esta región, tiene un papel trascendente en la
agresividad. Recordemos que, actuando armónicamente con el
circuito septal, constituirían la sede
neuroanatómica y neurofisiológica de los instintos
de vida y de muerte de Freud. Existen motivos para creer que la
base del comportamiento altruísta se encuentra en el
cerebro límbico. El amor (instinto de vida) parece
ser una adquisición de este cerebro. Muchas
investigaciones documentan que las emociones son patrimonio de
los mamíferos y, en algunos casos, de las aves.
Precisamente las especies que, fuera de los insectos sociales,
cuidan de sus crías.

Los sitios más primitivos de agresión, la
agresión depredadora, han sido ampliamente estudiados, y
numerosas estructuras filogenéticamente muy antiguas han
sido implicadas, incluyendo el hipotálamo, el
tálamo, el mesencéfalo, el hipocampo y, como ya se
dijo, el núcleo amigdalino. La amígdala y el
hipotálamo trabajan en estrecha armonía, y el
comportamiento de ataque puede ser acelerado o retardado
según sea la interacción entre estas dos
estructuras. Por lo tanto, vemos que la inhibición de la
agresión puede ocurrir entre dos elementos
neuroanatómicos, que son ellos mismos primitivos, y que no
es tan simple decir que se trata del control de estructuras
"superiores" sobre otras "inferiores".

Por último, aparece el neocórtex,
que ya se presenta en estado rudimentario en los mamíferos
inferiores, sufre un desarrollo impresionante en los primates y
este proceso se vuelve explosivo en la línea de los
homínidos y en los grandes mamíferos
acuáticos. La velocidad, volumen y trascendencia de este
desarrollo parece haber incidido para que la integración a
los dos primitivos cerebros que le precedieron -y que ellos
lograron entre sí- no se cumpliera completamente. Tal vez
esta discrepancia permita explicar la disparidad entre la curva
de crecimiento de los logros científicos por una parte y
la falta de mejoría apreciable en el control de las
emociones y la primacía de la conducta ética por
otra.

La agresión y su subproducto perverso, la
destructividad, requieren el compromiso de estas antiguas
estructuras. Sin ellas no habría verdadera
agresión, ya que ésta ni es una abstracción
ni es definida por sus consecuencias. La verdadera fuerza de la
agresión radica en un conjunto de "redes neurales" o
"armazón neural" (como respectivamente la llaman Grisgby y
Schneider, por un lado, y McLean por el otro) y en la
emoción provista por el límbico (un modelo de
integración de redes neurales de diferentes
niveles).

De esta manera, el cerebro humano transporta consigo la
historia de la evolución(39) en su
anatomía.

Comenzó en el agua cuando el pez
desarrolló un tubo para transportar los nervios desde
partes distantes de su anatomía a un lugar central de
control. En primer lugar aparece un abultamiento en lo alto de la
espina, después los nervios comienzan a especializarse.
Algunos de ellos se vuelven sensibles a moléculas y forman
nuestro cerebro olfatorio. Otros se especializan en percibir la
luz y forman los ojos. Estas estructuras se conectan a una
especie de bosquecito que controla los movimientos: el cerebelo.
Este conjunto forma el cerebro reptílico, mecánico
e inconsciente. Sus partes básicas continúan
intactas y forman parte del más bajo nivel del sistema de
tres partes que se ha desarrollado desde entonces (cerebro
trino).

Encima de éste, se desarrollan luego más
módulos: el tálamo, que permite que la vista, el
olfato y el oído puedan ser usados conjuntamente; la
amígdala y el hipocampo, creando un sistema de memoria
primitivo; y el hipotálamo, haciendo posible que el
organismo reaccione a mayor cantidad de estímulos. Este es
el cerebro mamífero, el cerebro límbico. Las
emociones se generan aquí, pero todavía no puede
ser experimentadas como conscientes.

Durante la evolución de los mamíferos los
módulos sensoriales dispararon la creación de una
delgada capa de células, cuya forma permitía que se
formaran muchas conexiones entre ellas, con muy poco crecimiento
en volumen. Esta "piel" se volvió la corteza y es donde
emergió la consciencia.

Los mamíferos que iban rumbo a convertirse en
humanos desarrollaron un mayor córtex, desplazando al
cerebelo atrás, a la posición que ahora ocupa. El
"Australopithecus Africanus" tenía un cerebro muy cercano
al actual hace unos 300 millones de años atrás,
pero era un tercio de tamaño del actual. Un millón
y medio de años atrás el cerebro homínido
experimentó una evolución explosiva, como ya se
señaló. Tan súbito fue este desarrollo que
los huesos del cráneo debieron modificarse, para crear la
alta y plana frente que nos distingue de los primates.

Psicogenética de la
psicopatía

Cuando se habla de genética comportamental debe
entenderse que se está hablando de una teoría de la
personalidad. Esta teoría atribuye variaciones de la
personalidad, al menos parcialmente, a la variación de la
estructura y funcionamiento de sistemas fisiológicos. Los
genes contienen la información que codifica para varias
proteínas estructurales y regulatorias (incluyendo al
ARNm) que conducen a diferentes vías de ese desarrollo.
Aunque las diferencias individuales se pueden expresar en
cualquier sistema fisiológico, los que se establecen en el
cerebro y en otras partes del sistema nervioso son probablemente
más importantes para los rasgos
comportamentales.

A pesar de haberse encontrado que la influencia de los
pares era lo más fuerte en lo que hace a la
violación de reglas y conducta criminal, en estudios
correlacionales tales como el mencionado no se puede distinguir
entre los efectos genotipo-ambiente causales directos, y los
correlacionales e interaccionales. El comportamiento de los pares
puede correlacionar con el comportamiento propio debido a que la
gente aprende de sus pares y que estas personas seleccionan pares
que coinciden con ellos mismos. Coincidencias significativas en
las asociaciones de gemelos idénticos separados sugiere
que el genotipo puede influir sobre asociaciones e intereses
sobre el fenotipo. Similaridades genéticas en la
búsqueda de sensaciones pueden explicar parte de su
evolución, pero que la especificidad de la
expresión encontrada en el rasgo debe ser debida a alguna
clase de correlación activa genotipo-ambiente, a la que
los investigadores llaman emergenesis.

En lo que hace a la genética del rasgo ImPUSS
(Psicoticismo – Impulsividad – Búsqueda de Sensaciones –
No socializado), se puede decir que las diferencias individuales
en los sistemas bioquímicos y neurológicos que
subyacen a los mecanismos básicos tienen sus
orígenes en variaciones en este campo. Las diferencias
observadas en linajes animales en relación con la
exploración, el temor, la agresión, la actividad y
la inhibición sugiere un control genético de estos
rasgos. Los resultados de crianzas selectivas han confirmado la
influencia genética, y estudios de crianza cruzados han
provisto controles para los posibles efectos de un ambiente
compartido.

Como en otros casos, los estudios biométricos
genéticos en humanos utilizan gemelos y adoptados para
estimar la heredabilidad. El estudio de Minnesota de gemelos
separados provee datos para ambos tipos. El principal test de
personalidad usado en este estudio fue el Multidimensional
Personality Questionnaire de Tellegen, el cual puntúa tres
factores que recuerdan los de Eysenck. El principal de ellos es
llamado "restricción". Este factor consiste en tres
subescalas: Control, Evitación del Daño, y
Tradicionalismo, los que groseramente son el reverso de
Impulsividad, Búsqueda de Sensaciones, y tendencias No
Socializadas en el modelo de cinco factores
alternativo.

Monografias.com

Las correlaciones entre gemelos idénticos que
fueron criados en forma separada dan una estimación
directa de la heredabilidad de estos rasgos. La estimación
de la heredabilidad del factor de constricción y el
componente de búsqueda de sensaciones están cerca
del final superior de la heredabilidad evaluada por este
método. Hay pocas diferencias entre las correlaciones para
mellizos idénticos que fueron criados aparte y los que
fueron criados conjuntamente, lo que indica que el ambiente
compartido es de poca importancia para estos rasgos. Esta
conclusión va en contra de la creencia común de que
el ambiente familiar es el principal responsable de la
socialización del niño y que las similitudes
mayores observadas en los idénticos se deben a que son
tratados de manera más parecida que los fraternos. El
ambiente específico parece jugar un papel más
importante en estos rasgos. Esta clase de influencia es provista
por diferentes pares u otras presiones que afectan a un miembro
pero no a otros.

Se ha sugerido(24) que hay una predisposición
genética al retraimiento social, y que esto está
relacionado con las anormalidades electrofisiológicas
vistas en algunos psicópatas. Esto quiere decir que los
niños que están predispuestos biológicamente
a ser psicópatas están genéticamente
predispuestos al aislamiento social, estarían
también en riesgo debido a su hipersensibilidad a amenazas
de castigo (en los que están sobrevalorando el peligro).
Esto no significaría negar que, si la deprivación y
maltrato infantil fueran lo suficientemente intensos, estos
chicos necesitarían menos predisposición
biológica para expresar su estructura
psicopática.

Resumiendo, la hipótesis planteada por Howard es
que hay una clase de individuos (llamados por los norteamericanos
"sociópatas") que muestran un comportamiento antisocial
muy temprano, crónico, y cuya condición es
fundamentalmente evolutiva, manifestándose en la adultez
como un déficit madurativo, tanto comportamental como
electrofisiológico. Al crecer, estas
características disminuyen. En un nivel de rasgos, algunos
de estos individuos (especialmente los que mostrarán un
auténtico trastorno de personalidad) se caracterizan por
un subrasgo patológico de impulsividad. Como consecuencia
de esto hay falta de adaptación, que es la resultante de
déficits de la apreciación tanto primaria como
secundaria. Esta última puede ser la consecuencia de la
exposición a maltratos infantiles, disminuyendo la
sensibilidad a claves de recompensa o seguridad, lo que impide
relacionarse empáticamente con otras personas. Por otra
parte, si los otros no son percibidos como fuentes de
gratificación, no hay razones para modificar nuestra
propia conducta para satisfacer las expectativas sociales, ni
para verse a sí mismo como un objeto social.

Dentro de la categoría arriba señalada
(no-adaptativos) habrá algunos (psicópatas
secundarios y algunos esquizofrénicos) que muestran
déficits neuropsicológicos y de rendimiento,
además de algunas anormalidades
electrofisiológicas, que se suponen innatas. En este grupo
hay subgrupos que perciben amenazas exageradas, lo que es un
déficit en la "apreciación primaria".

También dentro de la clase de los no-adaptativos
hay otros (psicópatas primarios) que no tienen
retraimiento social ni demasiados signos orgánicos como en
la psicopatía secundaria, pero debido a que su conducta es
inintencional muestran un déficit en la apreciación
secundaria. Los psicópatas primarios, a diferencia de los
secundarios, son extremadamente sensibles al stress del
aburrimiento, y para eludir ésto se implican en conductas
patológicas de búsqueda de sensaciones

Por último hay un conjunto de individuos que
integran la amplia clase de los "sociópatas" que no son
psicópatas ni primarios ni secundarios. Estos individuos
no serán especialmente sensibles al stress ni desde la
amenaza ni desde el aburrimiento (los de alta ansiedad de
Esterly- Neely y los altos buscadores de sensaciones(18)). Sus
episodios de comportamientos psicopáticos no se
desencadenan fácilmente. Por lo tanto, aunque sean
criminales reincidentes, son plenamente imputables, y su lugar
más adecuado es la cárcel más que una
institución para enfermos mentales.

Sociobiología

Para completar esta breve reseña de los aspectos
neurobiológicos de las psicopatías, quisiera
agregar‚ algunas consideraciones provenientes del campo de
la sociobiología.

MacMillan y Kofoed hacen notar que una de las
características más salientes del psicópata
es que sus rasgos principales se dan en la interacción
social, lo que hace cuestionarse como se comportaría un
antisocial totalmente aislado de sus semejantes (isla desierta).
La naturaleza de los criterios diagnósticos hacen pensar
que la "patología" es más interactiva y social, que
interna. Las explicaciones internas han estado basadas
en:

1- Teoría del Aprendizaje: se han basado en la
evidente incapacidad del psicópata de aprender de la
experiencia.

2- Formulaciones psicodinámicas: pueden reflejar
los procesos mentales del paciente, pero no demuestran
convincentemente cómo experiencias tempranas tan variadas
pueden conducir a un trastorno altamente
estereotipado.

3- Teoría de los mecanismos de defensa: Vaillant
ha descrito el uso de mecanismos de defensa maladaptativos para
controlar la ansiedad y la depresión, enfocando sobre los
aspectos evolutivos más que en los
genéticos.

4- Las neurobiológicas.

Cualquiera sea la validez de estas explicaciones, para
un neurobiólogo que se hace preguntas sobre la filogenia,
las cuestiones claves quedan sin respuesta; es decir, si este
comportamiento está influido genéticamente y, si es
así, cuáles son los procesos que mantienen esta
condición en la población general.

Un enfoque de este tipo tiene que preguntarse
cuáles son las ventajas adaptativas de esta conducta; y
esto nos conduciría a un enfoque sociobiológico de
la cuestión. En éste, en lugar de ver a este tipo
de personalidad como maladaptativo, se lo ve como el final de un
continuo de estrategias adaptativas para maximizar el
éxito reproductivo. Se supone una influencia
genética para la predisposición a ciertas conducta.
Se ha analizado las manera como los genes pueden influir los
contenidos mentales.

Lumsden y Wilson ven las influencias genéticas
como coacciones observables en numerosos niveles del
funcionamiento neuropsicológico. Los mecanismos
sensoriales, con su sensitividad variable a diferentes
estímulos (por ejemplo, detección de movimientos
versus detección de límites a los mismos) fueron
desarrollados a través de un proceso de selección,
que apuntaba a la supervivencia dentro de ambientes competitivos.
Estudios efectuados sobre la adquisición del lenguaje y la
discriminación visual temprana indican que, mientras que
el proceso cognitivo tiene un gran monto de plasticidad, opera
dentro de límites neurofisiológicos preprogramados.
Estos límites parecen ser tendencias a actuar ciertos
comportamientos.

Al estudiar las predisposiciones genéticas para
las conductas, el sociobiólogo ve al gen, más que a
los individuos o a las especies, como la unidad de la
selección natural. El individuo mejor adaptado es el que
transporta la mayor parte de sus genes exitosos a la
próxima generación.

Las estrategias generales de supervivencia giran en
torno a dos temas:

a) Aumentando las probabilidades de supervivencia de
crías y parientes invirtiendo energía en conseguir
alimento, abrigo y protección, y por lo tanto disminuyendo
la dedicada al cortejo y copulación y de este modo,
limitando el número de crías y por consiguiente, de
parientes.

b) Aumentando el número de crías (y de
parientes) al dedicar mayor tiempo al cortejo y la
copulación con parejas múltiples, y disminuyendo
por consiguiente el tiempo y energía destinado a la
protección y cuidado de las crías y de los
parientes, limitando así su supervivencia.

MacMillan y Kofoed sostienen que el antisocial se
inclina -por razones genéticas- a la estrategia (B) y lo
fundamentan de esta manera.

En primer lugar, citan los trabajos de W.D. Hamilton
sobre el comportamiento altruista de las aves, el cual denomina
"adaptación inclusiva" para definir su función
evolutiva. Esto incluye no sólo el material
genético individual, sino también el que cada
animal tiene con sus congéneres. Visto de esta manera, un
ave puede actuar altruísticamente sin incurrir en un error
evolutivo. Dicho de otra manera, un individuo puede tener
más chance de transmitir sus genes a la siguiente
generación si corre riesgos para salvar la vida de un
semejante. Por ejemplo, si dos hermanos comparten el 50% del
material genético, salvar al hermano salva ese 50%. La
adaptación inclusiva aumenta, a pesar de su costo, la
supervivencia y esta conducta, por consiguiente, es seleccionada.
Si un ave emite graznidos de advertencia ante un peligro, aumenta
ligeramente su riesgo, pero aumenta considerablemente la
seguridad de muchos otros con los que tiene genes en
común. Las familias pueden ser vistas como entramados de
ligaduras de adaptación inclusiva que se vuelven
más débiles cuanto más se adelgazan sus
lazos.

Dentro de esta trama de ligaduras de adaptación
inclusiva, hay diferencias sustanciales entre machos y hembras en
la manera como distribuyen sus energías. Las hembras la
dedican mayoritariamente a la gestación y crianza,
intentando además inducir a los machos a hacerlo, como una
extensión de su propia estrategia. La elección de
las hembras a través de rituales de seducción ha
sido vista como una forma de verificar la probabilidad de que
éstas consigan ese último objetivo de sus
machos.

Estos, a su vez, tienen poca dedicación a las
crías, salvo en el momento de la concepción.
Pierden poco abandonando a las hembras y sus crías. Aunque
este abandono puede disminuir las posibilidades de supervivencia
de las crías, el macho puede equilibrar esto dedicando su
energía a reproducirse más aún con otras
hembras. Esta falta de adherencia a las crías
después de la concepción abre la puerta a
múltiples estrategias. Pueden invertir tiempo y
energía en la siguiente generación, criando a sus
hijos y apoyando otras familias extensas, a través de la
adaptación inclusiva si esto es conveniente. Sin embargo,
pueden hacer lo opuesto, como se dijo más arriba. Esta
última estrategia no está disponible de la misma
manera para las hembras, y hacer pareja con machos de este
último tipo puede ser desventajoso para ellas.

Dentro de los sistemas donde los machos pueden aparear a
muchas hembras, se desarrollan jerarquías de dominancia
para controlar el acceso a las mismas. La energía
invertida en los conflictos resultantes no está disponible
para copular ni criar. En tales situaciones, los machos tienen
varias estrategias reproductivas determinadas por tres
factores:

a) Capacidad para competir en el establecimiento de las
jerarquías.

b) Capacidad para elegir a la hembra.

c) Habilidad para "estafar".

La elección de la hembra es el punto de control
en todo el sistema reproductivo. La hembra tiene la posibilidad
de evaluar a través de los rituales de cortejo las
posibilidades del macho para seguir cuidando a las crías,
así como su poder a través de su lugar en la
jerarquía. Estas condiciones pueden ser simuladas por el
macho, quien adopta aquí la actitud de
"estafa".

Goodwin y Guze, al caracterizar a la personalidad
antisocial, describen "una manera seductora con falta de culpa y
remordimiento", "experiencias sexuales más tempranas",
"más probabilidad de ser promiscuo", tanto como
"matrimonios precoces… marcados por la infidelidad y el
divorcio". Esto parecería ser muy exacta
descripción de las acciones y autopresentaciones de los
individuos que simulan un status.

Si el trastorno de hecho describe un punto de un
continuo de estrategias reproductivas (continuo en el que muchos
machos exhiben estrategias combinadas), entonces uno
podría esperar encontrar un espectro gradual de
estrategias comportamentales que incluye a personas que
manifiestan formas menos severas de personalidad antisocial.
Algunos no entran en los criterios del DSM-IV, pero tienen no
obstante problemas sociales, legales o de abuso de substancias
similares.

La teoría sociobiológica predice que el
comportamiento "estafador", y por lo tanto los síntomas
sociopáticos, deberían ocurrir en el período
reproductivo (por lo tanto desvalorizando las crías nuevas
y valorando las futuras), y disminuir con la edad avanzada
(cuando la capacidad para competir es baja).

Devore demostró que, en una sociedad animal
jerárquica, los baboones savanah comienzan a menudo su
carrera reproductiva mediante cópulas tramposas, montados
sobre el lomo de los machos dominantes.

Robins encontró que el 82% de los chicos
diagnosticados como antisociales desarrollaron sus
síntomas antes de cumplir los 14 años, y Yochelson
y Samedow describieron criminales en sus poblaciones como
"profundamente involucrados en actividades sexuales a una edad
muy temprana". Inversamente, a medida que aumenta la edad el
interés por las crías actuales debería
incrementarse, convirtiéndose de "estafador" en
"criador".

La disminución de la severidad de los
síntomas psicopáticos con la edad ha sido
demostrada en el 39% de ellos (Robins). Aun en los casos en que
no remite, la frecuencia y variedad de las transgresiones legales
cambian con la edad, con una disminución de los asaltos,
homicidios y prostitución. La mayor parte de los
psicópatas mayores son arrestados por ebriedad. La edad
media de esta mejoría está en los 35 años,
pero muchos mejoran después de los 46
años.

Esta disminución de la gravedad con la edad ha
sido mal comprendida clínicamente, explicándola
como "maduración" o "temor". Los datos empíricos
son pues consistentes con la predicción de
aparición temprana y disminución con la
edad.

Estas teorías sugieren que la personalidad
antisocial debería ser un trastorno predominantemente
masculino, debido a las limitaciones biológicas que caen
sobre la mujer por el embarazo. Estrategias sutilmente
estafadoras son posibles entre mujeres, pero los datos actuales
dan diversas mayorías a los hombres.

Una conclusión adicional sería que las
mujeres deberían tener una predisposición genetica
mayor que los hombres, para que se pueda expresar en
síntomas, debido a que sus ventajas a través de la
conducta "estafadora" son menores, por el involucramiento innato
mayor con las crías. Cloninger y col. demostraron que las
mujeres antisociales tienen más parientes con el mismo
trastorno que su homólogos masculinos. Un estudio reciente
sobre la criminalidad, que MacMillan y Kofoed suponen un
epifenómeno del comportamiento "estafador", antes
descrito, en la lucha por la dominancia de jerarquías en
las sociedades altamente estructuradas separan los factores
ambientales y genéticos para tal conducta. Este estudio
encontró que la "predisposición (genética)
de una mujer debe ser mayor que la de un hombre para
manifestar… personalidad antisocial o criminalidad en la
adultez".

Y además, los "antecedentes congénitos de
criminalidad leve son cualitativamente los mismos
independientemente del sexo", pero "la mujer criminal tiene
más padres biológicos con criminalidad menor que
sus contrapartidas masculinas". Parece que verdaderamente las
mujeres requieren mayor carga genética para poder
manifestar los síntomas de este trastorno.

Si la personalidad antisocial es la manifestación
de una estrategia reproductiva "estafadora", los individuos con
este trastorno deberían tener menos relaciones
heterosexuales permanentes y una mayor tendencia a la
promiscuidad que los controles y otros pacientes
psiquiátricos. Los estudios muestran que las personas con
personalidad antisocial tienen un 56% de promiscuidad contra el
27% que no la tienen, y el 12% de los controles. Más
probablemente se divorcian (78,5 contra el 49% y 20% de los
controles), han sido poco confiables y financieramente
irresponsables, y han vivido con una pareja por períodos
más breves que otros pacientes o los controles, lo que
apoya estas predicciones.

Se esperaría que los individuos con personalidad
antisocial tuviesen un nivel de adaptación reproductiva
comparable a los controles si la predisposición a este
trastorno estuviese en equilibrio genético en la
población.

Debido a que este trastorno representa el extremo de un
continuo de estrategias reproductivas y debido a que el control
genético de la conducta es impreciso, uno podría
predecir que dentro de las muestras de antisociales se
podría encontrar un espectro entre un "estafador extremo"
con pocos ejemplares, y muchos individuos con formas leves o
sutiles de "estafa".

Las mediciones de éxito reproductivo son
complicadas. Deberían incluir no sólo la cantidad
de crías sino también mediciones de la capacidad de
adaptación de la cría. De éstas, las que no
producen nuevos descendientes, contribuyen poco a la
adaptación inclusiva. La falta del cuidado parental puede
tanto disminuir el número de crías sobrevivientes o
disminuir su adaptación debido a la falta de cuidados en
su desarrollo.

El equilibrio de estos factores se ilustra en la figura
de esta página. Este gráfico muestra la
interacción de la cantidad y adaptación a la
crianza, que conduce a una red de éxito reproductivo, y
predice un continuo de comportamiento antisocial que va desde
"estafadores" exitosos sutiles con muchas crías a
estafadores obviamente fracasados con pocos hijos.

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