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Primeros años de la Iglesia Católica



Partes: 1, 2

  1. Fusión de cristianismo y
    paganismo
  2. Concilio ecuménico de
    Nicea
  3. Usurpación del mensaje de
    Jesús
  4. La
    Biblia de Constantino
  5. Libros
    sagrados y fe
  6. Los
    Evangelios Gnósticos
  7. La
    prostituta
  8. Hieros
    Gamos
  9. La
    sobrevaloración de lo masculino
  10. La
    devaluación de lo femenino
  11. La
    satanización de la palabra
    izquierda

Del libro CÓDIGO DA VINCI por Dan
Brown.

Dan Brown. Novelista estadounidense, Exeter,
Nuevo Hampshire, Estados Unidos, 22 de junio de 1964.

Fusión de
cristianismo y paganismo

Constantino fue pagano toda su vida y lo bautizaron en
su lecho de muerte, cuando ya estaba demasiado débil como
para oponerse. En tiempos de Constantino, la religión
oficial de Roma era el culto al Sol, al Sol Invictus, el Sol
invencible, y Constantino era el sumo sacerdote. Por desgracia
para él en Roma había cada vez más tensiones
religiosas. Tres siglos después de la crucifixión
de Jesús, sus seguidores se habían multiplicado de
manera exponencial.

Los cristianos y los paganos habían empezado a
guerrear, y el conflicto llegó a tal extremo que amenazaba
con partir el imperio en dos. Constantino decidió que
había que hacer algo. En el año 325 decidió
unificar a Roma bajo una sola religión: el cristianismo.
¿Y por qué escogió un emperador pagano el
cristianismo como religión oficial?. Constantino era muy
buen empresario. Veía que el cristianismo estaba en
expansión y, simplemente, apostó por un caballo
ganador. Los historiadores siguen maravillándose de su
capacidad para convertir, a la nueva religión, a unos
paganos adoradores del sol.

Con la incorporación de símbolos paganos,
fechas y rituales a la creciente tradición cristiana,
creó una especie de religión híbrida que
pudiera ser aceptada por las dos partes. Los vestigios de la
religión pagana en la simbología cristiana son
innegables. Los discos solares de los egipcios se convirtieron en
las coronillas de los santos católicos.

Los pictogramas de Isis amamantando a su hijo Horus,
concebido de manera milagrosa, fueron el modelo de nuestras
modernas imágenes de la Virgen María amamantando al
niño Jesús. Y prácticamente todos los
elementos del ritual católico, la mitra, el altar, la
doxología y la comunión, el acto de «comerse
a Dios», se tomaron de ritos mistéricos de
anteriores religiones paganas. Los simbologistas no
acabarían nunca de estudiar la iconografía
cristiana porque nada en el cristianismo es original: El dios
precristiano Mitras, llamado «hijo de Dios y Luz del
Mundo», nació el veinticinco de diciembre, fue
enterrado en una tumba excavada en la roca y resucitó al
tercer día. Por cierto, el veinticinco de diciembre
también es el cumpleaños de Osiris, de Adonis y de
Dionisos. Al recién nacido Krishna le regalaron oro,
incienso y mirra. Hasta el semanal día del Señor de
los cristianos es una idea que tomaron prestada de los paganos.
Originalmente, los cristianos respetaban el sabath de los
judíos, el sábado, pero Constantino lo
modificó para que coincidiera con el día de
veneración pagana al sol. Hasta nuestros días, la
mayoría de feligreses acude a la iglesia los domingos sin
saber que están allí para rendir su tributo semanal
al dios pagano el sol.

Concilio
ecuménico de Nicea

Durante esa fusión de religiones, a Constantino
le hacía falta fortalecer la nueva tradición
cristiana, y ordenó la celebración del famoso
concilio ecuménico de Nicea. Durante ese encuentro, se
debatió y se votó sobre muchos aspectos del
cristianismo, la fecha de la Pascua, el papel de los obispos, la
administración de los sacramentos y, por supuesto, la
divinidad de Jesús. Hasta ese momento de la historia,
Jesús era, para sus seguidores, un profeta mortal… un
hombre grande y poderoso, pero un hombre, un ser mortal. No el
Hijo de Dios. El hecho de que Jesús pasara a considerarse
«el Hijo de Dios» se propuso y se votó en el
Concilio de Nicea. La divinidad de Jesús fue el resultado
de una votación. Y de una votación muy ajustada,
por cierto. Con todo, establecer la divinidad de Cristo era
fundamental para la posterior unificación del imperio y
para el establecimiento de la nueva base del poder del
Vaticano.

Al proclamar oficialmente a Jesús como Hijo de
Dios, Constantino lo convirtió en una divinidad que
existía más allá del alcance del mundo
humano, en una entidad cuyo poder era incuestionable. Así
no sólo se sofocaban posibles amenazas paganas al
cristianismo, sino que ahora los seguidores de Cristo sólo
podían redimirse a través de un canal sagrado bien
establecido: la Iglesia católica apostólica y
romana.

Partes: 1, 2

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