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El puesto del hombre en el cosmos (página 2)



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Scheler, a partir de este método, descubre lo
esencial del hombre, pues lo estudia desde lo más patente
y así paulatinamente profundiza en él hasta llegar
a su verdadera esencia que, según él, es el
espíritu como lo veremos más adelante.

LA FILOSOFÍA DE MAX
SHELER

El despertar de Scheler al mundo de la filosofía
está caracterizado por el problema antropológico,
pues él mismo lo expresa de forma directa: "Las
cuestiones: "¿Qué es el hombre y cuál es su
puesto en el ser?", me han ocupado de un modo más directo
y esencial que todas las demás cuestiones de la
filosofía, desde el primer despertar de mi conciencia
filosófica."[3]

Es claro que Max tiene como eje central de su
filosofía el estudio del hombre, pero lo desarrolla
teniendo en cuenta cuál es la relación que
éste tiene con los demás seres naturales y trata de
mirar qué es aquello que lo caracteriza, que lo hace
diferente; y lo estudia desde una visión integral: "le
interesa la concreción íntegra del hombre, es
decir, le interesa tratar de aquello que, a su parecer, distingue
al hombre de otros seres vivos pero en conexión de lo que
tiene de común con ellos, y tratarlo de manera que pueda
ser reconocido, partiendo de lo común, por la
separación que su carácter específico impone
en esa comunidad."[4]

Su filosofía ha sido dividida en tres grupos, el
primer grupo no tiene mucha importancia, pues apenas estaba
empezando su pensamiento; pero es necesario aclarar que en esta
filosofía Scheler trata principalmente el problema
fenomenológico y utiliza este método para aplicarlo
a sus ideas. Pero a medida que estudiaba y profundizaba este
método, descubrió que lo podía "trascender",
es decir, llevarlo más allá de lo que Husserl
pretendía: "su gran aportación fue desarrollar la
fenomenología más allá del angosto campo de
la conciencia y de la lógica, proyectándola sobre
el ámbito de los sentimientos y de la
ética."[5]

Vemos, pues, que su pensamiento madura, y es considerado
por los estudiosos como su segunda filosofía, que
está entre los años 1906-1920, y representa la
época más importante del filósofo. El
escrito central aquí es "El formalismo en la ética
y la ética material del valor", una de las obras
clásicas y decisivas del siglo XX . En esta etapa de su
filosofía pasa del problema fenomenológico, como
mero método intelectual, a la aplicación en el
campo axiológico, que es lo predominante durante este
periodo del filósofo. Aquí trata principalmente la
persona, donde rechaza aquel concepto que la reduce a todo
carácter sustancial, pues afirma que definirla como
sustancia equivale a cosificarla, a concebirla como algo
estático e inerte, cuando ella es esencialmente
dinámica; ya que la persona no es, se hace. Se puede
afirmar, a partir de esto, que este segundo grupo de su
filosofía tiene que ver con el obrar, con la
acción, de donde depende del hombre llegar a ser
persona.

En esta etapa tiene mucho que ver la cultura, porque
ésta es el proceso en el que el hombre se hace y este
carácter inadecuado de su ser radica en su origen
metafísico; ya que el hombre por mucho que alcance a ser,
siempre quiere ser más, es el eterno insatisfecho. La
cultura determina fuertemente al hombre, pues es en ella donde
él se hace y por lo tanto donde éste adquiere su
obrar moral.

El tercer grupo, es decir, la filosofía
última de Scheler, es antropológica, pero
¿con qué fin? Con el fin de identificar el por
qué el obrar del hombre dentro del cosmos es tan diferente
al de las demás realidades existentes.

Se podría resumir entonces que Max Scheler hace
su tratado antropológico en relación con el
problema axiológico y viceversa; con el fin de descubrir
el puesto del hombre dentro del mundo, es decir, la esencia del
hombre, y para hacer esto utiliza el método
fenomenológico.

Me detendré un poco más en el tercer
grupo, en razón de que es en éste donde se
encuentra ubicada la obra a tratar: El puesto del hombre en
el cosmos
.

El tercer grupo representa los escritos desarrollados
entre los años 1921-1928, año de su muerte, y
resulta mucho más difícil caracterizarlo por algo
en especial, por el hecho de no contar con una obra central, como
en el segundo grupo, pero sin embargo es considerada por muchos
pensadores como antropología filosófica. El
puesto del hombre en el cosmos
esclarece en parte este
problema, la cual es, originalmente, el producto de una
conferencia en la que Scheler anticipó algunos de los
grandes temas de aquellas obras que estaba preparando; o sea, que
esta obra es una visión general, una introducción a
los temas que tenía el pensador en proyecto. Esto explica
su carácter fragmentario, los innumerables pasajes
oscuros, sus notoria lagunas. Este último grupo se
caracteriza por el intento de llegar a una concepción
global del mundo y de la realidad, con el hombre como centro. Es
ahora cuando la cuestión antropológica adquiere su
madurez, lo que implica una visión metafísica de la
realidad. El rasgo característico de esta época,
han dicho los grandes estudiosos, es la importancia que le da
Scheler a los factores vitales; no es que él se hubiera
olvidado de esta cuestión, pero ahora lo resalta mucho
más, hasta el punto de que algunos llegaron a confundirlo
como un vitalista.

El puesto del hombre en el cosmos es, pues, la
obra que aclara un poco el último pensamiento de Scheler,
aunque como lo dije arriba, es toda una introducción al
proyecto que pensaba realizar, y el mismo autor lo expresa en el
prólogo de dicha obra: "Este trabajo representa un breve y
comprimido resumen de mis ideas sobre algunos puntos capitales de
la antropología filosófica, que tengo
entre las manos hace años y que aparecerá a
principios del año 1929."[6]

Max Scheler muestra esta obra como un resumen de todos
sus proyectos con respecto al estudio del hombre; lastimosamente
falleció y sólo nos dejó el legado de su
visión general con respecto a su último
pensamiento. Desde aquí decimos que El puesto del
hombre en el cosmos
fue el "anteproyecto", que nunca pudo
llevarse a cabo por la inesperada realidad de la
muerte.

Paulatinamente he llegado a la obra a tratar durante
esta investigación, se pudo ver que para poder llegar
aquí se hizo necesario un recorrido breve por la vida de
su autor. Se ha visto también que esta obra está
ubicada en el tercer grupo de su filosofía, es decir, en
su último pensamiento, caracterizado por el profundo deseo
de descubrir cuál es el lugar del hombre en el mundo,
qué es lo que tiene de común con los demás
seres vivos, pero también qué es lo que lo
caracteriza. Estas cuestiones son las tratadas durante la obra
El puesto del hombre en el cosmos. No está de por
más recordar que esta obra es una introducción a lo
que Max Ferdinand Scheler pretendía
desarrollar.

EL HOMBRE Y EL
MUNDO

Como lo dije anteriormente la principal
preocupación de Scheler es mostrar cuál es el
puesto del hombre en el cosmos, él, para cumplir este
propósito, parte exponiendo qué tiene de
común el hombre con los demás seres vivos, esto se
puede ver claramente en el primer capítulo de la obra,
donde hace una especie de niveles, partiendo del más bajo,
pero hace énfasis que incluso el grado más
ínfimo de lo psíquico es común al
hombre.

Para justificar lo anteriormente dicho, voy a describir
de manera rápida lo que nos propone Scheler en este primer
capítulo.

IMPULSO AFECTIVO

Es el grado menor de lo psíquico y es el
único que posee la planta. En el impulso afectivo no
están aún diferenciadas la sensibilidad y la
tendencia, que implica siempre una dirección sobre algo;
éste sólo posee dos estados que son una mera
"dirección hacia" y "desviación de". La planta
está adaptada al medio que la circunda, en ella no existe
sensaciones, asociaciones, órganos sensibles, ni posee
libertad; simplemente está condicionado por su medio.
Scheler dice que: "es un impulso dirigido íntegramente
hacia afuera. Por eso llamo extático al impulso afectivo
de la planta, para indicar que a ésta le falta totalmente
el anuncio retroactivo de los estados orgánicos a un
centro."[7]

La planta no tiene conciencia, en definitiva, su
existencia se reduce a nacer, crecer, reproducir y morir. Pero
algo muy importante es que ésta posee la expresión:
marchita, lozana, pobre, y esto es un fenómeno primordial
de la vida.

Max dice que este primer grado también pertenece
al hombre, pues no hay sensación, percepción,
representación, tras de la cual no esté este
impulso.

INSTINTO ANIMAL

Esta es la segunda forma psíquica esencial. El
instinto, por ser una palabra tan oscura, hay que definirlo como
conducta del ser vivo; la cual tiene cinco
características: en primer lugar, la conducta instintiva
se presenta como una conducta con sentido; en segundo lugar, debe
ser con cierto ritmo; como tercera característica tenemos
que la conducta instintiva siempre está dirigida al
servivio de la especie; en cuarto lugar, ésta es innata y
hereditaria; por último se podría decir que la
conducta no depende del número de ensayos que haga el
animal para afrontar determinada situación. El instinto,
pues, está de antemano en el animal, es momentáneo,
o sea sale a flote en el momento de la acción; de tal
manera que se puede decir que este grado psíquico no es
ajeno al hombre, ya que muchas veces éste actúa
intuitivamente.

MEMORIA ASOCIATIVA

Ésta "debemos atribuirla únicamente a los
seres vivos, cuya conducta se modifica lenta y continuamente en
forma útil a la vida, o sea, en forma dotada de sentido."
[8]

La memoria asociativa depende del número de
ensayos o pruebas que haga el animal; es decir, en aquel intento
donde el animal tuvo éxito él lo va a volver a
repetir, en cambio si tuvo fracaso, no; a esto es lo que Max
Scheler llama principio del éxito y del error. Pero cabe
anotar que la memoria asociativa son hábitos,
autoadiestramiento, o cuando el mismo hombre adiestra al animal.
Este grado psíquico es aprehendido por el animal ya sea
porque lo vea o lo experimente, y simplemente es una
repetición de actitudes; es una cadena donde una especie
se trasmite de generación en generación dicha
actitud inconscientemente. Este tercer grado también
está en el hombre, sobre todo en la vejez, donde
éste se torna esclavo del hábito.

INTELIGENCIA PRÁCTICA

Scheler llama inteligencia práctica a aquella
forma de comportamiento de un ser vivo, independiente de ensayos
y que es una acción totalmente nueva tanto para la
especie, como para el individuo; la denomina "práctica"
porque su objetivo siempre será un acto, una
acción. Estudiando los resultados alcanzados por Wolfgong
Vohler, acerca de los chimpancés, Scheler dice: "Las
experiencias han demostrado claramente, a mi juicio, que las
acciones de los animales no pueden explicarse todas por instintos
y procesos asociativos, sino que en algunos casos hay
auténticas acciones
inteligentes."[9]

Afirma esto porque comprobó, estudiando dichas
investigaciones, que los chimpancés se valían de
los elementos de su alrededor para alcanzar su
objetivo.

Resulta obvio que este grado psíquico se nota
claramente en la vida cotidiana del hombre, donde pone los
objetos circundantes a su servicio para alcanzar su
meta.

LO PARTICULAR DEL
HOMBRE

EL ESPÍRITU COMO
CARACTERÍSTICA NETAMENTE DEL HOMBRE

En el capítulo anterior traté de describir
de manera general, según Scheler, qué es aquello
que tiene de común el hombre con los demás seres
vivos. Pero hay algo que inquieta fuertemente y es que este autor
atribuyó a los animales inteligencia en algunos de sus
actos, por eso él, en esta obra dedica un capítulo
entero para esclarecer cuál es entonces la diferencia que
existe entre el hombre y el animal. No presenta un
capítulo para explicar cuál es la diferencia que
hay entre el reino vegetal y el hombre, pues ésta se
muestra a la vista; una simple diferencia: el "automovimiento"
que posee el ser humano, la planta no tiene la libertad de
desplazarse por sí misma de un lugar a otro.

Scheler afirma que la diferencia reside en "el nuevo
principio que hace del hombre un hombre, es ajeno a todo lo que
podemos llamar vida… es un principio que se opone a toda
vida en general… Esa palabra es
espíritu."[10]

Un ser espiritual se va a distinguir del animal, porque
éste es libre frente al mundo que lo rodea, es más
"está abierto al mundo, según expresión que
nos place usar, semejante ser espiritual tiene
mundo."[11]

En cambio el animal está condicionado por el
medio, todo lo que éste puede aprehender se encuentra
limitado por lo que lo circunda, no puede ir mas allá de
lo meramente inmanente, de eso que le ofrece la realidad
sensible; a diferencia del hombre que, gracias al
espíritu, es dueño de su propia conducta, hace
objeto la resistencia del impulso, es un ser abierto en medida
ilimitada, y, lo mas admirable aún, tiene autoconciencia,
es decir, sabe que sabe; en cambio el animal tiene conciencia,
pero no autoconciencia, el oye, ve, pero no sabe que oye o que
ve.

La diferencia entre el animal y el hombre
básicamente es la siguiente: "Para el animal, la conducta
se encuentra demarcada por los impulsos biológicos y los
objetos con los cuales se relaciona en el entorno físico;
por el contrario, la vida humana aunque no escapa de estos
condicionamientos…tiene la capacidad e independencia para
trascender el mundo circundante."[12]

El espíritu, el cual le ayuda al hombre a
objetivar el mundo, no puede ser parte de ese mismo mundo; es
decir, el espíritu puede objetivar el mundo, pero no puede
objetivarse, porque él es actualidad pura.

Desde lo anterior se pudo ver claramente que el
espíritu posee tres características principales: la
objetivación, la autoconciencia y la
actualidad.

En el hombre hay una característica netamente
humana: la libertad, como lo diría Danilo Cruz: "En el
hombre actúan los impulsos vitales como en el animal, pero
él no es esclavo de ellos sino que, como persona, puede
negarlos o frenarlos, reorientarlos en la dirección de
instancias espirituales o ponerlos al servicio de estos, como
ocurre en la vida moral."[13]

El animal siempre le va a decir "sí" a la
realidad, sea cual sea, en cambio el hombre tiene la capacidad de
elegir y puede decir "no"; puede poner todo aquello que le
ofrecen los sentidos en dudas; y así decimos que es el
eterno insatisfecho, que siempre va a querer más, y en la
medida en que éste quiera más, se le van a abrir
sus horizontes y nunca hallará el
límite.

Se ha mostrado que el elemento característico del
hombre, el que da su peculiar puesto dentro del cosmos, es el
espíritu; pero a Scheler le va a preocupar
fuertemente ¿Cuál es el origen del espíritu?
¿Dónde nace? Y estas cuestiones lo llevan a
expresar su doctrina del impulso y espíritu.

IMPULSO Y ESPÍRITU

Scheler empieza afirmando que el espíritu carece
de fuerza propia, de fuerza originaria; pero ante éste
está el poderoso impulso o energía impulsiva, que
lo vitaliza, le da fuerza; pero ahora bien, el impulso es ciego,
no tiene autodirección, entonces aquí entra en
juego precisamente el espíritu, que tiene como
función orientar los impulsos, los va a coordinar, para
que así se pueda ejecutar el proyecto de la voluntad,
dictado por el espíritu.

Se puede decir que estos dos atributos se complementan,
pues, el espíritu es propiamente el que tiene la voluntad,
el proyecto, mas no tiene fuerzas para llevarlo a cabo. En cambio
el impulso, es pura energía, pero sin dirección
alguna, totalmente desorientado. Entonces aquí entra en
juego el espíritu que dota de dirección al impulso,
y el impulso que da energía al espíritu.

Resulta un poco extraño cómo lo inferior
da fuerza a lo superior, cómo el espíritu,
característica principal del hombre, depende del impulso,
pero Max dice que "Originariamente, lo inferior es poderoso, lo
superior es impotente. Toda forma superior del ser es, con
respecto a los inferiores, relativamente inerte, y no se realiza
mediante sus propias fuerzas, sino mediante las fuerzas de los
inferiores."[14]

Desde aquí puede surgir la siguiente pregunta:
¿Qué llevó a Max Scheler a plantear la
doctrina del impulso y el espíritu?

La respuesta a esta inquietud la da Antonio Pintor,
quien dice que Scheler se vio influenciado por la realidad que lo
circundaba:

En el marco de la república weimaniana, una vez
que la liquidación del imperio guillermino arrambló
con los antiguos sueños políticos de Scheler y
otros muchos, el filósofo observó la presencia de
una burguesía bien formada culturalmente, pero incapaz de
controlar en la práctica la situación. Frente a
ella, un socialismo ayuno de cultura, pero dotado de un gran
poder efectivo. Esta disociación entre el espíritu
y el poder es para Scheler una de las dos "enfermedades alemanas"
y es necesario compaginarlas.[15]

Es de gran importancia ver cómo influye el
contexto en la forma de filosofar; pues en Scheler se ve un caso
concreto, él, a partir de la realidad de su país,
pudo hacer una interpretación con respecto al
hombre.

Es interesante en el comentario de Pintor Ramos la
palabra "compaginarlos", esto es lo que pretende mostrar Scheler
en la doctrina de impulso y espíritu, hay que
compaginarlos, de tal modo que se vitalice el espíritu y
se espiritualice el impulso. No se puede hablar de una guerra
entre estos dos atributos, pues de hacerlo se estaría
dando pie a que las potencias impulsivas sigan por su propia
dirección, es decir, ciegas, sin control. Se debe de tener
cierta estrategia para que no haya guerra, lucha entre ellos, de
tal forma que el impulso que se presenta como malo, debe ser
atacado indirectamente, empleando esta energía para unas
obras moralmente aceptadas; esto es lo que Scheler llama
sublimación del espíritu.

EL ESPÍRITU ES SUPERIOR A LOS
PROCESOS VITALES

Cuando Scheler llega al problema del alma y el cuerpo lo
presenta como dos dimensiones que se integran en el hombre;
rechaza cualquier monismo o dualismo que se tenga con respecto a
la visión del hombre.

Él ofrece una visión totalmente integral
de lo fisiológico y lo psíquico, los considera como
un mismo proceso vital, donde no se entiende lo físico sin
lo psíquico y viceversa. Para comprobar esta
afirmación propone unos ejemplos muy sencillos, pero muy
aptos para su justificación; yo sólo voy a tomar
uno, que es muy común en lo cotidiano y Scheler mismo lo
admite: "Con arreglo a nuestra experiencia, una úlcera
gástrica puede estar condicionada por influencias
psíquicas tanto como por procesos
físico-químicos."[16]

Es notorio que para este filósofo lo
físico-psíquico, alma-cuerpo, son una unidad, una
totalidad en el ser humano.

Tomando lo psíquico y lo físico como dos
aspectos del mismo proceso vital, entonces el espíritu,
que lleva a cabo estos dos modos de consideración, debe
ser por necesidad superior al alma y al cuerpo.

En Scheler, además de estas dos dimensiones
mencionadas anteriormente, existe, pues, el espíritu, que
no tiene ni tiempo ni espacio, por lo tanto, es superior a los
procesos psicofísicos, los cuales están sometidos a
lo espacio-temporal. El espíritu sólo depende del
proceso vital cuando solicita una actividad, porque no posee
fuerza originaria, pero en sus demás casos es
independiente.

EL HOMBRE COMO SER ABIERTO AL
ABSOLUTO

Cuando el ser humano se aleja de la naturaleza, cuando
hace de ella su objeto, por medio de su espíritu, en
él surge un deseo de un ser que esté más
allá de lo puramente inmanente, finito, limitado, es
decir, de un ser trascendente, infinito e ilimitado por
excelencia. Esto surge precisamente cuando el hombre se interroga
por sí mismo, cuando se reconoce como un ser distinto a
las demás realidades existentes.

El hombre reconoce que su centro está más
allá de lo que puede observar y esto le ocurre cuando se
descubre como un ser abierto al mundo y en el momento cuando toma
conciencia de que no depende del medio como los
animales.

Desde lo anterior se puede concluir que el hombre tiene
la necesidad de Absoluto, él va orientado hacia él;
mas Scheler rechaza aquella visión donde el hombre, por
satisfacer esta necesidad, se refugia en la religión y
especialmente rechaza el judaísmo y el cristianismo. Llega
entonces a la conclusión de que "para nosotros la
relación del hombre con el principio del universo consiste
en que este principio se aprehende inmediatamente y se realiza en
el hombre mismo, el cual, como ser vivo, y ser espiritual, es
sólo un centro parcial del impulso y del espíritu
del "Ser existente por sí"".[17]

Para Scheler el hombre es el lugar donde se realiza lo
divino. Dios es un ser que se está haciendo, y se hace en
el hombre, es por tanto un Dios en camino, que sólo
alcanza la divinidad perfecta en el final del proceso
evolutivo.

CONCLUSIONES

Pude descubrir cómo el contexto histórico
condiciona todo pensamiento de un filosofo, pues en Max Scheler
se comprueba esta afirmación, ya que en su forma de
filosofar influyó mucho su ambiente familiar, sus
profesores, sus amigos y la misma realidad de su
país.

Comprobé que el hombre tiene mucho de
común con los demás seres vivos, aunque parezca
extraño, pues en muchas de sus actitudes es exactamente
igual a las plantas y a los animales; tiene de común con
las plantas el impulso afectivo y con los animales el instinto,
la memoria asociativa y la inteligencia
práctica.

Me di cuenta que el hombre, si bien es cierto que tiene
algo de común con las plantas y los animales,
también es cierto que entre ellos existe una gran
diferencia y ésta precisamente reside en que el hombre
tiene espíritu y, gracias a éste, objetiva las
demás realidades que existen, tiene autoconciencia, es
libre y, lo más admirable aún, es un ser abierto al
Absoluto.

Algo que me enriqueció mucho fue como
planteó Scheler la unidad del alma y del cuerpo, pues
tenía grandes dudas sobre este tema, pero este autor, con
su sencillez, al proponer como explicación el ejemplo de
la gastritis, me hizo comprender que en el hombre hay una sola
actividad humana y que ésta es unitariamente
psico-orgánica.

BIBLIOGRAFÍA

BUBER, Martín. ¿Qué es el hombre?
tr. por Eugenio Ímaz. Bogotá : Retina, 1994. p.
114-140.

CRUZ PRADOS, Alfredo. Historia de la filosofía
contemporánea. 2 ed. España : Eunsa, 1991. p.
149-157.

CRUZ VÉLEZ, Danilo. De Hegel a Marcuse.
Bogotá : Usta, 1986. p. 138-146.

KLINKERT, Gustavo. Interpretación de la
antropología integral en Max Scheler. En : Cuestiones
Teológicas y Filosóficas, Medellín : No. 65
(I-1999); p. 161-196.

PINTOR RAMOS, Antonio. El humanismo de Max Scheler.
Madrid : Edica, 1978. 410 p.

SCHELER, Max. El puesto del hombre en el cosmos. tr. por
José Gáos. 5 ed. Buenos Aires : Losada, 1964. 128
p.

 

[1] PINTOR RAMOS, Antonio. El Humanismo de Max
Scheler. Madrid : Edica, 1978. p. 27.

[2] Cfr., Ibid., p. 36-52.

[3] El puesto del hombre en el cosmos. tr. por
José Gaos. 5 ed. Buenos Aires : Losada, 1964. p. 19.

[4] BUBER, Martín. ¿Qué es
el hombre?. tr. por Eugenio Ímaz. Bogotá : Retina,
1994. p. 114-115.

[5] CRUZ PRADOS, Alfredo. Historia de la
filosofía contemporánea. 2 ed. España :
Eunsa, 1991. p. 150.

[6] Op. Cit., p. 19.

[7] Ibid., p. 31.

[8] Ibid., p. 42.

[9] Ibid., p. 52.

[10] Ibid., p. 56-57.

[11] Ibid., p. 58.

[12] KLINKERT, Gustavo. Interpretación
de la antropología integral en Max Scheler. En :
Cuestiones Teológicas y filosóficas,
Medellín : No. 65 (I-1999); p. 170.

[13] De Hegel a Marcuse. Bogotá : Usta,
1986. p. 140.

[14] Op. Cit., p. 89.

[15] Op. Cit., p. 368.

[16] Op. Cit., p. 102-103.

[17] Ibid., p. 122.

 

 

Autor:

Carlos Alberto Vargas

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