El Quijote o la revalorización de la desgracia
humana – Monografias.com
"Llenósele la fantasía
de todo aquello que leía en los libros, así de
encantamientos como de pendencias, batallas, desafíos,
heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles; y
asentósele de tal modo en la imaginación que era
verdad toda aquella máquina de aquellas sonadas
invenciones que leía, que para él no había
otra historia más cierta en el mundo".
Si el cuerpo es nuestra puerta al mundo, es decir, si
habitamos el mundo desde nuestro cuerpo y si el mundo que
experimentamos gira alrededor del cuerpo que nos confina
¿qué tipo de relación con el mundo puede
tener un hombre llamado Alonso de sobrenombre Quijada o Quesada
quien, además de ser "de complexión recia, seco de
carnes, enjuto de rostro" es también "un hijo seco,
avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos
varios"?
Dicho de otra manera: ¿qué experiencia del
mundo o como preguntaría George A. Kelly qué
"constructos personales" puede tener un cincuentón, de
mala figura, falto de muelas y de dientes, venido a menos y por
lo mismo mal alimentado, quien la mayor parte del tiempo vive
desvelado, que precisamente se le ha secado el seso por dormir
poco y leer mucho, un ser desatinado, además de ocioso,
parco y arrugado? ¿Qué clase de pensamientos y
sentimientos desencadena la percepción de la realidad de
un sujeto así? ¿cómo funciona, qué
conocimiento tiene de sí mismo y de lo que sucede a su
alrededor?
Para un psicólogo clínico no se trata de
un simple mentecato, sino de un individuo anormal: el Sr. Quijada
o Quesada sería diagnosticado como una persona
disfuncional y no cabe duda que la tarea del terapeuta
consistiría en cambiar los procesos de cognición de
su cliente. Ahora bien, ¿qué tipo de trastorno o
disfuncionalidad padece este potencial paciente?
Si como señala Saramago, Don Quijote es alguien
que "simplemente tomó la decisión de ser otra
persona", con El Quijote, Cervantes aborda un problema
antiguo: la dualidad de la naturaleza humana, el drama de
conciliar la dualidad.
Probablemente, el tema literario del desdoblamiento de
la personalidad exprese un arquetipo profundo: los seres humanos
somos bifrontales como el dios Jano. La mitología sugiere
que la luz y la sombra se conjugan en el interior de la misma
persona, es decir, al mismo tiempo que miramos hacia donde nace
la claridad, fijamos también la mirada hacia donde se
oculta.
Aunque no es el primero en recurrir a la
duplicación, Cervantes demostró su maestría
en el manejo del tema literario del desdoblamiento de la
personalidad o de la personalidad múltiple.
Pero, de este modo, Cervantes ha desatado la locura de
los prejuicios sociales. A lo largo de narraciones graciosas,
bajo el ropaje de la ironía y del humor, Cervantes trata
un tema escabroso para su tiempo, objeto de la obsesión de
los tribunales de inquisición: todos cargamos con un ser
incurable, todos llevamos un otro censurable. Quien es
auténticamente cuerdo, tiene algo de locura y quien
está declaradamente loco tiene un poco de cordura. No hay
pues Quijano sin su Quijote, ni Quijote que no tenga su Quijano.
Esto es lo saludable.
Podemos ubicar la máxima obra de Cervantes en el
contexto de la defensa no tanto del héroe loco, como
ilustró en 1886 Emilio Pi y Molist[1]sino
sencillamente de la locura. Pero no de la locura sapiencial de
Erasmo de Rótterdam, sino de la locura como trastorno de
la mente. Su personaje central, un demente impenitente, vaga
libre y sin cadenas.
Con El Ingenioso Hidalgo despunta entonces la
posibilidad de afirmar lo que la sociedad reprime. Pero, al
escudar la locura, El Quijote despliega también
un embrionario proceso postmoderno. Dado que lo postmoderno es
tal en su relación al límite, en este caso, a la
condición insuficiente e imperfecta del hombre, con El
Ingenioso Hidalgo se asoma también, si
quisiéramos seguir la moda y calificarla así, una
vena de postmodernidad, esto es, un proceso de apropiación
y revalorización de la desgracia, que es el pilar mismo de
lo humano.
En efecto, El Quijote, la novela más
representativa de la modernidad, asume una visión
crítica de lo que convencionalmente, como marco
referencial historiográfico, llevará el nombre de
modernidad. A partir de este punto, la reflexión que nos
interesa no versa entonces acerca de la inequívoca
modernidad de El Quijote, el lugar de primera magnitud
que ocupa en este terreno, lo que también es una
cuestión indispensable, sino, sobre cómo sale
parada la modernidad desde El Quijote.
En el arranque mismo de la modernidad literaria,
encontramos un ataque a los fundamentos de la modernidad.
Detectamos el atrevimiento y el arrojo de la crítica
cervantina a la esencia del modernismo. Si la modernidad exalta
la hegemonía de la razón, es la celebración
de la utopía, el paraíso prometido por la
razón, la postmodernidad que vislumbramos en El
Quijote es su incineración.
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