Reflexiones epistemológicas –
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El concepto tradicional de ciencia es el que
estuvo vigente durante el Medioevo y se caracterizó
por su orientación aristotélico-tomista, en
la que predomina el principio de autoridad, la necesidad de
encontrar principios rectores que justifiquen el
conocimiento.
Aristóteles observa ese movimiento de la
razón intuitiva que pasa, por medio de la
contraposición de opiniones, de una afirmación a la
siguiente y de ésta a la siguiente y encuentra la ley en
virtud de la cual se produce esta transición. Es el origen
de la Lógica. Sin embargo no puede decirse que
Aristóteles sea el inventor de la Lógica, puesto
que Platón en su dialéctica, tiene ya una
lógica implícita; pero Aristóteles es el que
le da estructura y forma definitiva, la misma que tiene hoy
(GARCIA MORENTE-1967, 24). La lógica aristotélica
se definía como estructuras del pensamiento que
concordaban con las estructuras de la realidad a punto tal que
Aristóteles identificaba los principios lógicos
también como principios ontológicos; así, el
principio lógico de identidad y el de no
contradicción, aludían tanto al pensamiento como a
la realidad. Los escolásticos y entre ellos principalmente
Santo Tomás de Aquino, completan el método de la
prueba, el método del silogismo, como una especie de
reviviscencia de la dialéctica platónica. El
método que siguen los filósofos de la Edad Media no
es solamente, como en Aristóteles, la deducción, la
intuición racional, sino que además es la
contraposición de opiniones divergentes (GARCIA
MORENTE-1967, 24).
Esta concepción tiene además fuerte
carácter normativo y parte de una idea de ciencia
implicada en la nobleza de los objetos, objetos necesarios a los
que denomina universales. Para Aristóteles todos
los enunciados de una disciplina científica debían
ser enunciados universales, pues sólo ellos
expresarían auténticas regularidades. Los
enunciados singulares o los existenciales no serían
genuinamente enunciados científicos, sino enunciados
anecdóticos, que expresan informaciones locales
(KLIMOVSKY-1994, 73).
La pregunta fundamental apunta a establecer cómo
es, más bien, cómo se produce el conocimiento; el
conocimiento en sentido amplio, es decir, abarcativo del
conocimiento científico, tanto como del
teleológico, cuanto del filosófico (este
último como parte integrante de la teoría del
conocimiento).
Durante los siglos XVI y XVII, la cultura europea y
consecuentemente la humanidad vivió lo que se conoce como
revolución científica, cuyos representantes
fueron Copérnico y Kepler en astronomía; Galigeo y
Newton en Física, Versalios y Harvey en anatomía y
filosofía, a partir de cuyos descubrimientos e
investigaciones se consolida la Ciencia moderna. En este
período la ciencia desplaza su preocupación por
sí misma y concentra su interés en las
particularidades del método, del procedimiento y surgen
reflexiones críticas en torno a si la experiencia
tiene valor como instrumento destinado a garantizar y justificar
el conocimiento, como también los problemas relativos a la
causalidad, a la inducción. Para la ciencia moderna el
concepto de verdad, no deriva de una autorreflexión
crítica que haga la ciencia, sino que aparece
íntimamente ligado a la producción
tecnológica y a la noción de eficacia; por ejemplo
la física postula su verdad y la aplicación del
conocimiento físico, es la evidencia empírica de
esa verdad; luego el valor de la experiencia de la
explicación de la transformación, es lo que
proporcionará argumento a la noción de verdad en la
ciencia.
La pregunta fundamental se ordena ahora en
dirección a determinar ¿cómo es posible el
conocimiento? ¿Cómo se justifica el conocimiento?
Esto porque, desde la ciencia moderna, al entrar en este proceso
de un saber racional que trata de estar exento de
componentes teológicos, la noción de conocimiento
por excelencia que aparece, es la de conocimiento
científico.
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