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San Agustín (página 2)



Partes: 1, 2

"Me convencieron de ir a Roma y enseñar lo
que enseñaba en Cartago. Aunque no debo dejar de confesar
el motivo que me movió a hacerlos: mi determinación
de ir a Roma no fue por ganar más ni conseguir más
prestigio, como me prometían los amigos que me aconsejaban
eso – aunque también influyeron estas cosas en mi
decisión -, sino que el mayor motivo y casi único
fue que yo había oído que los adolescentes de Roma
eran más correctos y sosegados en las clases, debido a la
rigurosa disciplina a que estaban sometidos, y no les estaba
permitido entrar en las alas que no fueran las suyas sin previo
permiso ni armar alboroto. Todo lo contrario ocurría con
Cartago, donde es tan grosera y desmedida la conducta de los
estudiantes, que entran con toda desvergüenza en las clases,
y con su alboroto perturban el orden establecido por los
profesores para provecho de los alumnos… Yo me veía
obligado en Cartago a soportar como profesor esas malas
costumbres que, siendo estudiante, no quise nunca hacer. Por eso
deseaba ir a Roma, donde los que lo sabían me aseguraban
que no se daban allí semejantes cosas. Pero el verdadero
porqué de que yo saliera de Cartago y me fuera a Roma
sólo Dios lo sabía; me ponía espinas en
Cartago – por así decir – para arrancarme de
allí, y me ofrecía esperanzas de una mejor
situación en Roma para atraerme allá; aunque yo
buscara una falsa felicidad, Él quería la salud de
mi alma, sin indicármelo a mí ni a mi madre, que
lloró enormemente mi partida y me siguió hasta el
mar…"
(Agustín, Confesiones)

  • 5. "OÍR LO QUE DECÍA":
    AMBROSIO

"Confieso que no me preocupaba de aprender lo que
Ambrosio decía, sino más bien de oír lo que
decía. Era este el único y vano cuidado que me
había quedado desesperado de poder encontrar un camino que
me llevara a ti. No obstante, ese mismo significado que yo
trataba de ignorar venía a mi mente junto con las palabras
que me agradaban. No podía separar las dos cosas y
así, cuando abría mi corazón para recibir la
suavidad y elegancia de las palabras, tras ellas entraba
también, aunque poco a poco, la verdad."

(Agustín, Confesiones V, 13, 2)

  • 6. LAS ESCRITURAS.

"Por lo que respecta a los pasajes absurdos que me
presentaban las Escrituras… creí que debía
catalogarlos entre los misterios profundos. Por otra parte, la
autoridad de las Escrituras que parecían más
venerables y dignas de fe cuanto más abiertas estén
a todos los que quieran leerlas. Encubría la dignidad de
su secreto bajo un sentido profundo, dándose a todos con
palabras llanísimas y con un estilo humilde,
haciéndose entender de lo que creen y no son ligeros de
corazón."
(Agustín, Confesiones VI, 5,
3)

  • 7. LA ESCENA DEL 386 EN EL FONDO DEL
    JARDÍN

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"Había en la casa en donde nos
alojábamos un jardincito que usábamos nosotros lo
mismo que el resto de la casa, pues su propietario no
vivía allí. A este jardín me había
traído la zozobra de mi corazón, para que nadie
pudiera estorbar el fiero combate que había entablado
conmigo mismo. Me retiré, pues, al jardín, y Alipio
siguió mis pasos. Su presencia allí no me
impedía sentirme solo. Nos sentamos alejándonos lo
más posible de la casa."
(Agustín,
Confesiones VIII, 8, 2)

"Me arrojé, como pude, debajo de una higuera
y di rienda suelta a las lágrimas, que brotaron de mis
ojos como ríos enteros, sacrificio aceptable a ti,
Señor. Y te dije muchas cosas, si no con las mismas
palabras, si con el mismo sentido que éstas:
"¿Hasta cuándo, Señor? ¿Vas a estar
enojado? No quieras acordarte más de nuestras viejas
iniquidades."
(Agustín, Confesiones VIII, 12,
1)

"Esto decía con lágrimas de amarga
contrición. Y mientras tanto se oyó una voz, de
niño o de niña, no lo sé, que desde la casa
vecina decía y repetía cantando: toma y lee, toma y
lee."
(Agustín, Confesiones, VIII, 12,
2)

  • 8. 397 – 398: LOS AÑOS DE LAS
    CONFESIONES

Estamos en la época de la redacción de las
Confesiones, diez años después de
su conversión, para proclamar, cantar y testimoniar una
fe, una gracia, una necesidad. Bastante brisa habrá
corrido por la cabeza de Agustín para sumirse en la
escritura de una autobiografía con humilde
confesión de sus faltas, "la ausencia de Dios en el
pecado", proclamar la necesidad de Dios desde una inquietud y
testimoniar la inmensa acción de la Gracia debida a Dios
como autor de todas las cosas.

"Alma mía, no seas vana ni permitas que se
ensordezca el oído de tu corazón con el tumulto de
tus vanidades. Oye tú también al mismo Verbo que
clama y te dice que vuelvas y que éste es tu centro y
lugar de inquietud imperturbable, donde el amor no es abandonado,
sino cuando él mismo abandona."
(Agustín,
Confesiones, IV, 11)

"¡Tarde te amé, hermosura antigua y tan
nueva, tarde te amé!

Y, sin embargo, Tú estabas dentro y yo fuera,
y fuera de mí te buscaba.

Desfigurado y maltrecho como era,

me lanzaba, sobre las cosas hermosas que Tú
creaste.

Tú estabas conmigo, pero yo no estaba
contigo.

Me retenían lejos de Ti todas esas cosas que,
si no estuvieran en Ti,

no existirían.

Me llamaste y me gritaste hasta romper mi
sordera.

Brillaste sobre mí y me envolviste en
resplandor, e hiciste huir mi ceguera.

Exhalaste tu perfume y
respiré.

Y ahora suspiro por Ti.

Gusté de Ti y siento hambre y
sed.

Me tocaste y quedé envuelto en las llamas de
tu paz."
(Agustín, Confesiones, X,
27)

El pensamiento
filosófico de San Agustín

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Dos grandes figuras dominan el pensamiento
filosófico de la Iglesia: San Agustín y Santo
Tomás. El primero, el más grande Padre y "Doctor de
la Gracia"; el segundo el más grande Doctor de la
Iglesia.

San Agustín es el Padre de la Filosofía
Cristiana y de la Filosofía de la Historia. Buscador
incansable de la verdad. Él la busca en las fuertes
tensiones existentes. ¿Qué es la verdad?

"La verdad consiste en poner en Dios estas tres
cosas: la causa del mundo, el soberano bien y el punto de apoyo
de la razón. El error consiste en poner esas tres cosas en
el mundo de los cuerpos o en el espíritu humano."

(Agustín, De vita beata, 34)

Bibliografía fundamental de San
Agustín

De la obra de San Agustín relativa a la
filosofía se puede mencionar:

  • a. De apto et pulchro, escrita cuando
    era maestro de retórica en Cartago.

  • b. Contra Académicos, obra contra
    el escepticismo. Muestra que la verdad es cognoscible y la
    felicidad no se halla en su búsqueda sino en la
    posesión de la verdad.

  • c. De vita beata enseña que la
    verdadera felicidad se encuentra en Dios.

  • d. De ordine en donde investiga el
    origen del mal.

  • e. Soliloquia o sobre la inmortalidad
    del alma.

  • f. De inmortalitate animae,
    también sobre el alma y la inmortalidad.

  • g. De quantitate animae, igualmente
    sobre la inmortalidad del alma.

  • h. De magistro sobre la
    psicología pedagógica.

  • i. De musica, que es su mejor tratado de
    estética.

  • j. De civitate Dei, sobre la
    teología, la teodicea y la filosofía cristiana
    de la historia con el interés de mostrar la historia
    como historia de la salvación. Algunos desarrollos
    están ya en el libro XI de las Confesiones para
    explicar que el tiempo histórico es lineal y no
    cíclico.

  • k. Confesiones. Autobiografía
    espiritual con apuntes al problema del bien y del mal, al
    triunfo de la verdad sobre el error, a la actividad
    espiritual como búsqueda interior.

  • l. Retractaciones.

  • m. De Trinitate, desarrollos de su
    psicología y cosmología.

Fuentes del
pensamiento de San Agustín

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La filosofía de san Agustín tiene sus
raíces en el Hortensius de Cicerón
y en el pensamiento de Platón. Del
Hortensius dirá:

"Este libro cambió mi visión de la
vida. Y también cambió mis súplicas hacia
ti, oh Señor, y me proveyó de una esperanza y
aspiraciones nuevas. Todos mis vanos sueños perdieron de
repente su encanto y mi corazón comenzó a suspirar
con febril ardor por la eterna sabiduría. Comencé a
levantarme para volver a ti."
(Agustín,
Confesiones III, 4, 1)

San Agustín descubre el platonismo en
Milán, estudiando a Plotino. De esta tendencia aprende:
hacer un camino interior, de vuelta a sí mismo, y en
camino hacia Dios. De Platón, dice
Agustín:

"Platón, el hombre más sabio y erudito
de su tiempo, que ha hablado de tal modo, que todo aquello que
dice aparece grande y que dijo cosas que de cualquier manera que
se dijeren, no han sido nunca pequeñas"

(Agustín, Contra Académicos III,
37)

De todas las doctrinas asumidas por Agustín de
Platón la más importante es la teoría de las
ideas que las sitúa en Dios. Contrario a Platón,
para quien las ideas son objetivas, las ideas están en el
entendimiento y tienen su origen en los sentidos y siendo
representaciones de las esencias de las cosas externas poseen
como notas la eternidad y la inmutabilidad; de ahí que
haya que relacionarlas con Dios en cuanto que existieron en su
mente desde un principio como esencia y existencia.

El fundamento del
pensamiento de San Agustín

El centro del pensamiento de San Agustín se
encuentra en la expresión: tolle, lege
[toma y lee] que es el llamado definitivo que recibió
mientras meditaba en el jardín de su casa cuando
escuchó una voz que le decía tolle,
lege
y tropezó con Romanos 13,
13-14.

"Pero cuando de mis más arcanos fondos
sacó mi consideración toda la mole de mis miserias
y me plantó delante de los ojos se levantó en
mí una inmensa tempestad que desencadenó un
torrente de lágrimas. Y para poderlo soltar libremente,
con todas sus voces y alaridos, me aparté de Alipio; para
llorar era preferible la soledad, pues aun su presencia, grata
como era, la sentía yo como un estorbo. Yo era ya tuyo, y
él no sé qué sintió. Pienso que algo
debí decir con la voz cargada de llanto, y en esa
situación me levanté. Él lleno de estupor,
permaneció sentado en el mismo lugar, y yo fui a tenderme
no recuerdo cómo debajo de una higuera; solté la
rienda a las lágrimas y de mis ojos salieron como
sacrificio aceptable para ti ríos enteros. Y muchas cosas
te dije, no en estos términos precisos, pero sí con
este sentido: "¿Hasta cuándo, Señor?
¿Vas a estar enojado conmigo para siempre?
¡Olvídate ya de nuestras viejas iniquidades!" (Sal
6, 3; 12, 2; 128, 8). Porque me sentía amarrado a ellas y
lanzaba gemidos llenos de miseria: "¿Cuándo,
cuándo acabaré de decidirme? ¿Lo voy a dejar
siempre para mañana? ¿Por qué no dar fin
ahora mismo a la torpeza de mi vida?"

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"Esto decía con lágrimas de amarga
contrición. Y mientras tanto se oyó una voz, de
niño o de niña, no lo sé, que desde la casa
vecina decía y repetía cantando: Toma y lee, toma y
lee. Al punto se mudó mi ánimo y comencé a
preguntarme con fija atención si había oído
alguna vez cantar a los niños por juego una letrilla
semejante. Y comprimiendo el ímpetu de mis lágrimas
me levanté en seguida, seguro de que en aquella voz
había para mí un divino mandato de tomar el libro y
leer lo primero que vieran mis ojos. Porque de Antonio acababa de
oír que una lectura del Evangelio lo había
amonestado, como si con palabras le hablara, diciéndole:
Anda, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, con lo cual
tendrás un tesoro en el cielo; y luego, ven y
sígueme (Mt 19, 21). Y Antonio siguió este
oráculo y se convirtió a ti.

Volví entonces apresuradamente al lugar en
que estaba sentado Alipio, pues allí había dejado
el libro del apóstol. Lo tomé, lo abrí y
leí en silencio el capítulo en que habían
caído mis ojos. Decía: No andéis en
comilonas ni embriagueces; no en las recámaras y en la
impudicia, ni en contiendas y envidias; sino revestíos de
nuestro Señor Jesucristo y no os dejéis llevar de
las concupiscencias de la carne (Rom 13, 13-14) No quise leer
más, ni era menester. Porque al terminar de leer la
última sentencia una luz segurísima penetró
en mi corazón disipando de golpe las tinieblas de mi
dubitación."
(Agustín, Confesiones
VIII, 12, 1, 2, 3)

PARTES FUNDANTES DEL PENSAMIENTO DE SAN
AGUSTÍN

Como filosofía teocéntrica, la
visión de San Agustín se centra en Dios y el
alma:

"Deseo conocer a Dios y el alma.

¿Nada más? ¡Nada
más!"

"¡Oh Dios, el mismo siempre: conózcate
a ti, conózcame a mí!"

De modo que en las Confesiones de San
Agustín encontramos la pregunta por Dios y la pregunta por
el hombre.

  • 9. LA PREGUNTA POR DIOS EN SAN
    AGUSTÍN

Las Confesiones constituyen la expresión
de una búsqueda de Dios:

"¿Cómo pues, Señor, te he de
buscar?"
(Agustín, Confesiones X, 20,
1)

  • a. "¿Qué eres tú, Dios
    mío?"
    (Agustín, Confesiones I, 4,
    1)

  • b. "¿Qué eres tú para
    mí?"
    (Agustín, Confesiones I, 5,
    1)

"¡Oh Dios que todo lo sabes! Haz que yo te
conozca como tú me conoces a mí. ¡Oh fuerza
de mi alma!

Penetra en ella y adáptala a ti para que la
poseas sin mancha y sin arruga.

Esta es mi esperanza y por eso hablo…"
(Agustín, Confesiones X, 1)

"Dime pues, Señor, por tu misericordia,
Qué eres tú para mí.

Dile a mi alma: "Yo soy tu Salud" (Sal 34,
4).

Y dímelo en forma que te oiga, ábreme
los oídos del corazón,

y dime: "Yo soy tu Salud".

Y corra yo detrás de esa voz, hasta
alcanzarte.

No escondas de mí tu rostro, y muera
yo,

si es preciso, para no morir, y contemplarlo."
(Confesiones I, 5, 1)

  • 10. LA PREGUNTA POR EL HOMBRE EN SAN
    AGUSTÍN

Las Confesiones constituyen la expresión
de la búsqueda de sí mismo:

  • a. "¿Quién era y cómo
    era yo?"
    (Agustín, Confesiones IX, 1,
    1)

  • b. "¿Quién soy yo para
    ti?"
    (Agustín, Confesiones I, 5,
    1)

"Entonces me volví a mí mismo y me
pregunté: "Y tú, quién eres?" Y
contesté: "Soy un hombre, y tengo un cuerpo que mira al
exterior y un alma que está en mi interior". ¿En
cuál de los dos debí buscar a mi Dios, a quien
anduve buscando con mi cuerpo por la tierra y por el cielo hasta
donde pudieron llegar investigando los rayos de mis ojos? Pero la
parte mejor del hombre es, a no dudarlo, la parte interior."

(Agustín, Confesiones X, 6, 2)

EL HOMBRE, UNA DIFICULTAD MÁS: "GRANDE ABISMO
ES EL HOMBRE"

(Agustín, Confesiones IV, 14,
22)

"Felices aquellos a quienes aún contra su
voluntad y a contra corriente, una inesperada tempestad los
rebota en la deseadísima arena."
(Agustín,
De vita beata, 1, 1, 1)

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Para entender al hombre, Agustín propone tres
caminos.

El primer camino, será el de
contemplar al hombre como un ser de pecado, pero también
de gracia; un ser que tiene cuerpo, pero con alma. Eso es el
hombre, un ser desgarrado. En De vera religione, 39,
Agustín dirá: "Inscende in te, et trascendete"
("Entra en ti, y trasciéndete")

"Todo el que conoce su duda conoce con certeza la
verdad, y de esta verdad que entiende, posee la certidumbre;
luego cierto está en la verdad. Quien duda, pues, de la
existencia de la verdad, en sí mismo halla una verdad, en
que no puede mellar la duda. Pero todo lo verdadero es verdadero
por la verdad."

El segundo camino consistirá en
visualizar al hombre como un ser – existir en donde el alma
se presenta como potencia uniformadora y vivificante:

"Así como el agua amasa, conglutina y recoge
la tierra cuando con su mezcla se forma el lodo, de igual modo,
el alma, abrazándose a la materia, la vivifica, la reduce
a unidad armónica e impide su disolución."

(Agustín, De gen. Contra maniqueos, II, 7,
9)

El cuerpo también incide y actúa sobre el
alma, moviéndola y conmoviéndola: "Ita quod suo
motu animus facit in corpore al eum conmovendum valebit."

(Agustín, Epist. 9, 3)

El tercer camino consistirá en
ver al hombre como un ser en donde laten dos principios que se
llaman presencia de Dios y presencia del pecado pero el hombre es
un ser creado para quedar instalado en Dios:

"Grande eres, Señor, y dignísimo de
toda alabanza;

grande es tu poder y tu sabiduría no tiene
número."

Y quiere alabarte el hombre, pequeña parte de
tu creación,

y precisamente el hombre que lleva en torno a
sí el testimonio de su mortalidad, el testimonio de su
pecado…

Y con todo quiere alabarte el
hombre.

Tú mismo le excitas para que se deleite en
alabarte,

porque nos hiciste, Señor, para
ti,

y nuestro corazón estará inquieto
hasta que descanse en ti."

(Agustín, Confesiones, VII, 16)

  • 11. "LA LEY, EN EL CORAZÓN DE LOS
    HOMBRES"
    (AGUSTÍN)

El hombre no sólo está instalado en la
Creación y en la destinación eternal, sino que a
él le cabe ocupar el lugar que le corresponde en el orden
de la Creación de Dios: "Ordo est: parium disparium
que rerum sua cuique loca tribuens dispositio"

(disposición de cosas iguales y desiguales, dando a cada
una su lugar que le corresponde)" (Agustín, De Civitate
Dei
, XIX, 13)

Agustín se refiere a una lex intima por
medio de la cual Dios habla a los hombres en su conciencia:
"Las normas inmutables de un honesto vivir son también
conocidas por los impíos"
(Agustín, De
Trinitate
, Xi, 15, 21)

"Dios pondría su ley en el interior de los
corazones de donde tomó el apóstol esta
expresión: "No con tinta, sino con el Espíritu de
Dios vivo; no en letras de piedra sino que en tablas que son
corazones de carne"
(Agustín, Del espíritu
y de la letra
, 42)

"Pues cuando los gentiles, que no tienen ley,
guiados por ley de naturaleza, obran los dictámenes de la
ley, éstos, sin tener ley, para sí mismos son ley
como quienes muestran tener la obra de la ley escrita en sus
corazones."
(Agustín, Del espíritu y la
letra
, 43)

"Lex aeterna,
moderatia humanarum actioniumn"

(LEY ETERNA, MODERADORA DE LAS ACCIONES
HUMANAS)

"Creo que también te darás cuenta de
que en tanto la ley temporal es justa, y legítima en
cuanto fundada en la ley eterna. Según esto, para dar
verdaderamente una noción breve de la ley eterna, que
llevamos impresa en nuestra alma, diré que es aquella en
virtud de la cual es justo que todas las cosas estén
perfectamente ordenadas."
(Agustín, De Libre
arbitrio
, VI)

De modo que la ley temporal deben conformarme a la ley
eterna dado que es justo que todas las cosas estén
"perfectamente ordenadas".

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  • 12. "AMA, Y HAZ LO QUE
    QUIERAS"

¿Qué dice el corazón a la lex
intima
inscrita en él? la libertad que es el
presupuesto del obrar ya que es la autodeterminación de la
voluntad basada en el conocimiento de uno mismo: "Es un bien
tan grande que sólo necesitaba ser deseada para ser
poseída."
(Agustín, De libero arbitrio
I
, 12, 2)

La libertad del obrar humano está unida a la
justicia y a una justicia en el amor.

"En pocas palabras define (Cicerón) la
República diciendo que es la cosa del pueblo…
Define el pueblo diciendo que es una sociedad fundada sobre
derechos reconocidos y sobre la comunidad de intereses. Y
añade que la República no puede ser gobernada sin
justicia. En consecuencia, donde no hay verdadera justicia no
puede haber verdadero derecho. Como lo que se hace con derecho se
hace justamente, es imposible que se haga con derecho lo que se
hace injustamente. Por tanto, donde no existe verdadera justicia
no puede existir comunidad de hombres fundada sobre derechos
reconocidos y, por tanto, pueblo… Ahora bien, la justicia
es la virtud que da a cada uno lo suyo."
(Agustín,
La Ciudad de Dios, XIX, 21)

"Cuando el alma está sometida a Dios impera
con justicia al cuerpo y en el ánimo; la razón
sometida a Dios, manda justamente a la libido y a las
demás pasiones. Cuando el hombre no sirve a Dios,
¿qué justicia hay en él?… Si es un hombre
semejante no hay justicia, en una reunión de hombres, que
es un conjunto de esa ralea, tampoco lo habrá."

(Agustín, De Civitate Dei, XIX, 21,
2)

"Así, pues, de una vez y para siempre, se le
da un breve mandamiento. Dilige et quod vis fac. Ama y haz
lo que quieras. Si callas, calla por amor; si corriges, corrige
por amor; si perdonas, perdona por amor. Y que el amor sea tu
raíz interior, pues de tal raíz no podrá
brotar sino bien"
(Agustín, Comentario a la
Epístola de San Juan
, Tratado VII, 8)

¿Qué es filosofía para
San Agustín?

Para San Agustín, la filosofía es amor a
la sabiduría y la sabiduría es Dios, en quien viene
a confundirse el objeto de la fe y el objeto de la
investigación racional, y como la razón no basta
para entender a Dios, es necesaria la fe. Por esto dice:
"Entiende para que creas y cree para que
entiendas
".

Para san Agustín el verdadero filósofo es
amante de Dios, en quien, como verdad suprema, se pueden conocer
todas las cosas, la vida bienaventurada del alma y el principio
de toda existencia.

Respecto al ser, Agustín considera que tiene tres
propiedades trascendentales: la bondad, la verdad y la belleza.
"El ser es verdadero en cuanto existe; es bello el ser que
posee la debida proporción y bueno es todo lo que existe
en cuanto es apetecible"

Influido principalmente por Pitágoras,
Sócrates, Platón y la escuela de Alejandría
(Orígenes y Clemente de Alejandría, Agustín
acogerá el principio de este último al decir:
"No llamo filosofía ni a la estoica, ni a la
epicúrea, ni a la platónica, ni a la
aristotélica, sino a lo que existe de verdadero en estas
Escuelas."
(Stromata, 1, 21)

Conocemos también que el pensamiento de
Agustín se mueve en el ambiente de la disputa contra el
eclecticismo, el materialismo de los estoicos y epicúreos
y las doctrinas de la Media y Nueva Academia que conoció
directamente y a través de la lectura de Cicerón.
Contra el escepticismo afirmará:

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"¿Quién puede dudar de que vive y
entiende y quiere y piensa y juzga? Puesto que si duda, vive; si
duda entiende que duda; si duda es porque quiere tener certeza;
si duda, piensa; si duda, sabe que no sabe; si duda, juzga que
conviene no prestar un asentamiento temerario"

(Agustín, De Trinitate, X, 10, 14)

"Quien comprende que está dudando ya posee
una verdad, pues está cierto de la duda de que se da
cuenta; quien duda, piensa; quien duda sabe que no
sabe."

Agustín conoció la escuela
neoplatónica que fue la tendencia filosófica que
más influyó en su pensamiento después de
Platón. Estudió a Plotino del cual tomó los
siguientes elementos:

  • a. La analogía entre el neoplatonismo y
    el cristianismo sobre la doctrina del Verbo.

  • b. La doctrina de las ideas que no existen en
    sí sino en la mente de Dios y desde allí
    iluminan la inteligencia humana e influyen en todas las cosas
    pues Dios es la fuente de todo ser, de toda verdad y luz y de
    toda bondad o bienaventuranza.

  • c. La doctrina sobre las razones o
    energías seminales.

  • d. La doctrina sobre la necesidad de apartarte
    de lo sensible para hallar a Dios.

Del neoplatonismo rechaza Agustín las
doctrinas:

  • a. el emanatismo.

  • b. la creación ab aeterno.

  • c. la metempsícosis

  • d. la imposibilidad de los vicios meramente
    espirituales.

Siguiendo a Plotino, Agustín preguntará:
¿Quién podrá recibir la Voluntad de
Dios?

"Una es la luz que ilumina; otra la iluminada,
porque también nuestros ojos se llaman luces
(lúmine), y, sin embargo, abiertos a las tinieblas nada
ven. Pero la luz iluminante por sí misma es luz y para
sí misma es luz, y no necesita de otra luz para lucir;
antes bien, las demás necesitan de ella para
brillar"

Palabras conductoras para lo que se ha llamado una
metafísica de la luz en San Agustín.

  • 14. "EL QUE ENTIENDE, EXISTE Y
    VIVE"
    (EVODIO)

En el capítulo III de Libero arbitrio,
Agustín indica:

"Para llegar al conocimiento claro de la existencia
de Dios es preciso inquirir antes, sin desmayo, a ver qué
es lo más noble y excelente que hay en el
hombre."

"Porque siendo tres cosas entre sí, el ser,
el vivir, el entender, es verdad que la piedra existe y que la
bestia vive, y, sin embargo, no pienso que la piedra viva ni que
la bestia entienda, y no obstante, estoy certísimo de que
el que entiende, existe y vive."

  • 15. DEL SERMÓN 46

"Nosotros que nos encontramos en este ministerio
episcopal, del que tenderemos que rendir una peligrosa cuenta, y
en que nos puso el Señor según su dignación
y no según nuestros méritos, hemos de distinguir
claramente dos cosas completamente distintas: la primera, que
somos cristianos, y, la segunda, que somos obispos. Lo de ser
cristianos es por nuestro propio bien; lo de ser obispos, por el
vuestro. En el hecho de ser cristianos, se ha de mirar a nuestra
utilidad; en el hecho de ser obispos, la vuestra
únicamente."

Agustín,
doctor de la Gracia

"Hay que atravesar el mar, y ¿desprecias el
leño? ¡Oh sabiduría soberbia!

Te burlas de Cristo crucificado;

El es a quien has barruntado de
lejos:

En el principio era el Verbo y el Verbo estaba en el
seno de Dios y Dios era el Verbo.

Mas ¿por qué fue crucificado? Porque
el leño de la cruz te era necesario.

Te habías hinchado con la soberbia y fuiste
arrojado lejos de aquella patria;

y con las olas de este siglo se había
interceptado el camino

y no había modo de arribar a la patria si no
te transportaba el leño."

(Agustín, Tract in loan 2,
4.

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Bibliografía
consultada

Jesúa López Mede, "De la justicia y la ley
a la paz y el amor. Testimonio de San Agustín", Nuevo
Índice, Madrid, No. 17-18, 1983, pp. 1-12.

Horacio Bejarano Díaz, "San Agustín, Padre
de la Filosofía Cristiana" en Historia, Bogotá, No.
1, 1955, pp. 1-21.

Imágenes de la fe, las claves de la vida
cristiana hoy. Agustín, Obispo y Pastor, No. 295,
1995.

 

 

Autor:

Oscar Armando Pérez
Sayago

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Partes: 1, 2
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