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Superstición



Partes: 1, 2

  1. Tratado
    teológico-político
  2. Definición
  3. Causas
  4. Dependencia de la
    superstición
  5. Orígenes de las
    religiones
  6. Origen
    del fanatismo religioso
  7. La
    doble moral de dioses y humanos
  8. La
    falsa moral de monarcas y dictadores

Del libro DIOS NO EXISTE por Christopher
Hitchens.

Tratado
teológico-político

Baruch Spinoza. (1632-1677). Nació en
Amsterdam. Filosofo holandés anatemizado y excomulgado por
las autoridades judías de Amsterdam, con el respaldo de
las autoridades calvinistas y católicas de la misma
ciudad. Su obra principal fue La Ética. Dudó de la
inmortalidad del alma y aconsejó la separación
entre estado e iglesia. Como panteísta identificó a
dios como un componente del universo que está en todas
partes y se manifiesta a través de multitud de
fenómenos naturales. Después de las publicaciones
de Spinoza, la defensa de un dios ajeno al universo, creador de
él e interventor en su desarrollo, ha sido más
difícil.

Definición

Superstición es la tendencia a atribuir
carácter sobrenatural a determinados acontecimientos. La
superstición como todos los caprichos del espíritu
humano y todos sus movimientos impetuosos son en extremo
variables e inconstantes. Como proviene de las pasiones
más fuertes y no de la razón sólo la
esperanza, el odio, la cólera y el fraude pueden hacerla
subsistir. Los seres que fácilmente caen en una
superstición, les es más fácil caer en todo
género de ellas y les es más difícil
persistir en una sola. El vulgo por su ignorancia y miseria nunca
vive tranquilo, siempre está corriendo tras todo lo nuevo
con que aún no lo han engañado. Esta ha sido la
causa de tantas guerras y grandes motines.

Causas

Incapacidad para regirse por reglas
preconcebidas.
Las personas se liberan de las supersticiones,
cuando son capaces de regirse permanentemente por reglas
preconcebidas y la fortuna les favorece de forma continua. Pero
las situaciones difíciles en que se hallan constantemente,
les impiden adoptar decisiones racionales, y fluctúan
siempre entre el por bienes que desean sin moderación.
Como consecuencia de esto permanecen fatigadas, son
inconsistentes, vacilan en la incertidumbre y el menor impulso
las mueve en rumbos diferentes. Sus espíritus están
siempre abiertos a la más exagerada credulidad, o creencia
fácil en cosas que no están comprobadas o
demostradas.

Cuando las personas, hasta las más ignorantes,
viven momentos de prosperidad, se jactan de gran sabiduría
y se niegan a recibir consejos. Pero cuando las sorprende la
adversidad, indecisas piden consejos a cualquiera y los siguen
ciegamente, así sean los más absurdos,
frívolos e irracionales. Superada esta crisis vuelven a
confiar en un mejor porvenir, o a temer mayores males, hasta que
las domina un temor o les ocurre algún incidente, que les
recuerde un bien o un mal pasados. Si es un bien auguran
inmediatamente que el porvenir le será propicio. Si es un
mal, el porvenir les será funesto. Cuando presencian
algún fenómeno extraordinario o calamitoso, guiadas
por la superstición religiosa, lo atribuyen a la ira
divina, al enojo de dios, por la impiedad de la gente que no ora,
ni hace sacrificios. Creen que la naturaleza es cómplice
de sus delirios, de sus ridículas ficciones con que
interpretan sus fenómenos. Y así durante toda la
vida permanecen engañadas y no dejan de creer en presagios
buenos o malos.

Fortuna. Las personas que desmedidamente apetecen
bienes son inseguras y dadas a creer en toda clase de
supersticiones. Cuando vislumbran el peligro de que no les sean
concedidos, imploran el auxilio divino con oraciones y
lágrimas. Tildan de inútiles a la razón y a
la sabiduría, por no mostrarles rutas seguras que les
permitan alcanzar sus vanos deseos. Para ellas, los delirios de
su imaginación, los sueños y toda clase de
extravagancias y puerilidades, que se les ocurra, son respuestas
divinas para satisfacer sus deseos. Según la
religión, dios anima con su hálito y revela el
porvenir a los idiotas, locos y pobres y detesta a los
sabios.

Miedo, tristeza y timidez. Dios en su exceso de
delirio infundió el temor o miedo en los humanos, ese
sentimiento de angustia ante un riesgo o un mal, que es la
verdadera causa de la superstición, lo que la conserva y
entretiene. La superstición entra con el miedo en el
corazón humano. La tristeza lleva al delirio y los objetos
de vana adoración son fantasmas de almas tímidas.
Los adivinos gozan de crédito, sólo durante las
grandes calamidades y se convierten entonces en seres
especialmente temibles para los gobernantes. La
superstición es una huella confusa de la divinidad. Por
esto naturalmente las personas están sujetas a
ella.

En la religión y en el gobierno

Las religiones usan gran boato y culto pomposo, para
imponer grandeza e importancia a sus ceremonias y mantener en
profundo respeto a sus súbditos, hacia sus jerarcas y
cosas sagradas. Además juzgan sacrílegas las
discusiones sobre textos que dicen fueron revelados, y mantienen
a las personas con multitud de preocupaciones religiosas para que
no razonen ni duden de sus postulados. La superstición es
el medio más eficaz para gobernar muchedumbres y llevar a
los pueblos a que adoren a sus gobernantes, o los detesten como
azote de la humanidad.

Partes: 1, 2

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