Teorías marxistas – Monografias.com
Teorías
marxistas
Di Santo, Pedro –
Las teorías marxistas desarrollan un pensamiento
normativo, una norma teórica que ha de ser empleada tanto
en el ámbito particular de la creación, como en el
más general de su valoración. Conforma
líneas de pensamiento ajenas al desarrollo de una base
empírica, de unas observaciones previas que permitan luego
trazar los criterios y los elementos de juicios. A su vez plantea
dos concepciones diversas del materialismo; el dialéctico
y el histórico.
El primero, como método que explica el desarrollo
del mundo, impone el dinamismo sobre el que se asienta el
pensamiento marxista. El segundo, el histórico, que es el
que impide que el marxismo sea determinista, ya que se concede a
la capacidad de transformación del individuo un papel
destacado.
Los dos principales teóricos marxistas no fueron
ajenos a los gustos literarios de mediados del siglo XIX y
dejaron diversos escritos de los que se puede extraer un fondo de
ideas que, luego, regularán los criterios de posteriores
obras críticas.
Marx, en su Crítica de la economía
política (1859) establece la necesidad prioritaria de
los cambios en la base económica para la
transformación de la sociedad y de sus superestructuras
(entre las que hay que incluir, como es lógico, a la
literatura).
Un de sus aportes al discurso crítico fue el
prólogo que escribió en 1857 a su libro ya citado y
que no apareció hasta 1903; en él despliega una
serie de observaciones sobre el arte griego,
extrañándose de cómo una sociedad tan poco
evolucionada (desde el punto de vista del materialismo)
había creado una producción artística tan
extraordinaria. Importa su consideración de que esa
estética puede seguir siendo operativa en otras
circunstancias culturales y económicas, lo que abre la
puerta para que las teorías literarias del marxismo puedan
asomarse a otras producciones literarias, ajenas a su norma
ideológica; es la noción del desarrollo
desequilibrado, por la que una sociedad necesariamente no tiene
por qué crear la producción artística que
ella se espera. Al no haber relación entre el arte y la
sociedad que lo produce, esa dimensión artística
puede llegar a adquirir una cierta autonomía, lo que no
deja de ser peligroso en una concepción filosófica
tan estricta como es el marxismo.
Por su parte, Engels aborda la relación que tiene
que establecer entre literatura y "tendencia" política,
afirmando que el escritor debe orientar al lector a extraer
soluciones de los conflictos sociales que tiene que mostrarle en
sus obras. Otra es la definición del "tipo" o rasgos de
que se ha de alimentar la caracterización del personaje:
es cierto que el tipo debe poner en juego unos rasgos abstractos,
pero, al tiempo, ha de dar cuenta de una singularidad
caracterológica, que puede ser aprovechada para
testimoniar los enfrentamientos que se producen en la
sociedad.
El realismo implica la reproducción
verosímil de los personajes y la fidelidad a la verdad
histórica, de ahí que considere admirativamente el
gran friso histórico de Balzac desarrolla en La comedia
humana, por haber aprendido de su lectura más sobre la
sociedad que en cualquier otro tipo de estudios
teóricos.
El pensamiento de Lenin reúne los valores que en
los escritos de Marx y Engels se habían constituido. Son
importantes los artículos que, entre 1908 y 1911,
dedicó a Toltoi, en los que enjuiciaba negativamente los
sustratos ideológicos sobre los que sus novelas reposan,
lo que no le impedía considerarlas como obras maestras.
Aquí, como se comprende, actúa la noción de
"desarrollo desequilibrado", puesto que Lenin afirma que,
superadas las circunstancias negativas que Toltoi refleja, su
obra podrá seguir apreciada.
Pone en juego otra concepción fundamental para
estas teorías marxistas: la del relativismo
histórico, que implicará que el juicio
estético que vea teñido de apreciaciones
históricas y materiales, de clara dependencia
ideológica. A Lenin se debe la integración de dos
principios que serán ya norma continua en la
crítica marxista: la valoración historicista y la
aplicación política que, de la obra juzgada, pueda
llegar a planearse. Fue el iniciador de la oposición a las
teorías formalistas; tal es el sentido de su
artículo "Organización del partido y literatura del
partido", de fines de 1905, en donde manifiesta su
preocupación por la influencia burguesa que, sobre el
partido, podían ejercer escritores de otras
ideologías:
Y nosotros, socialistas, desenmascaramos esta
hipocresía, arrancamos las falsas insignias –no para
obtener una literatura y un arte al margen de las clases (esto
sólo será posible en la sociedad socialista sin
clases), sino para oponer a una literatura hipócritamente
pretendida libre, y de hecho ligada a la burguesía, una
literatura realmente libre, abiertamente ligada al
proletario.
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