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Trastornos Antisociales (página 2)




Enviado por Lorena Herrera



Partes: 1, 2

Estructura de personalidad de tipo
limítrofe: donde se ubican los trastornos de personalidad
más severos; dividida a su vez en limítrofe
superior y bajo

• Estructura de personalidad de tipo
psicótico: que es un criterio de exclusión para los
trastornos de personalidad.

¿Qué son los trastornos de
personalidad?

Los trastornos de la personalidad se
caracterizan por patrones de percepción, reacción y
relación que son relativamente fijos, inflexibles y
socialmente desadaptados, incluyendo una variedad de
situaciones.

Cada uno tiene patrones
característicos de percepción y de relación
con otras personas y situaciones (rasgos personales). Dicho de
otro modo, toda la gente tiende a enfrentarse a las situaciones
estresantes con un estilo individual pero repetitivo.

Aunque la gente tiende a responder siempre
del mismo modo a una situación difícil, la
mayoría es propensa a intentar otro camino si la primera
respuesta es ineficaz. En contraste, las personas con trastornos
de la personalidad son tan rígidas que no pueden adaptarse
a la realidad, lo cual debilita su capacidad operacional. Sus
patrones desadaptados de pensamiento y comportamiento se hacen
evidentes al principio de la edad adulta, frecuentemente antes, y
tienden a durar toda la vida. Son personas propensas a tener
problemas en sus relaciones sociales e interpersonales y en el
trabajo.

Las personas con trastornos de la
personalidad generalmente no son conscientes de que su
comportamiento o sus patrones de pensamiento son inapropiados;
por el contrario, a menudo creen que sus patrones son normales y
correctos. Con frecuencia, los familiares o los asistentes
sociales los envían a recibir ayuda psiquiátrica
porque su comportamiento inadecuado causa dificultades a los
demás. En cambio, la gente con trastornos por ansiedad se
causa problemas a sí misma pero no a otros. Cuando las
personas con trastornos de la personalidad buscan ayuda por
sí mismas (frecuentemente, a causa de frustraciones),
tienden a creer que sus problemas están causados por otras
personas o por una situación particularmente
dificultosa.

Los criterios para los trastornos de
personalidad son:

La característica principal de un
trastorno de la personalidad es un patrón permanente de
experiencia interna y del comportamiento que se aparte
acusadamente de las expectativas de la cultura del sujeto y que
se debe manifestar, al menos, en dos de las siguientes
áreas: cognoscitiva, afectiva, de la actividad
interpersonal o del control de los impulsos

• Criterio A. Este patrón debe
ser persistente y debe extenderse a una amplia gama de
situaciones personales y sociales.

• Criterio B. Además de
provocar un malestar clínicamente significativo o un
deterioro social, laboral o de otras áreas de la actividad
del sujeto.

• Criterio C. El patrón, como
ya hemos dicho, es estable y de larga duración,
además de descubrir que su inicio se remonta, al menos, a
la adolescencia o al principio de la edad adulta.

• Criterio D. Este patrón no
debe ser atribuible a ninguna manifestación o consecuencia
de otro trastorno mental.

• Criterio E. No es debido a los
efectos fisiológicos directos de una sustancia
médica (droga o medicación) ni a una enfermedad
médica, como por ejemplo un traumatismo
craneal.

El diagnóstico de los trastornos de
personalidad requiere una evaluación de los patrones de
actividad del individuo a largo plazo, y las
características de la personalidad han de estar presentes
desde el principio de la edad adulta. Los rasgos de personalidad
patológicos que definen estos trastornos también
deben diferenciarse de las características que surgen como
respuesta a estresantes ambientales o situacionales
específicos o estados mentales más transitorios
(por ejemplo, trastornos de ansiedad o intoxicación de
sustancias); por ello, el clínico debe valorar la
estabilidad de dichos rasgos de personalidad en situaciones
diferentes y a lo largo del tiempo. La evaluación de este
trastorno también puede complicarse, por el hecho de que
las características que definen un trastorno de
personalidad, en ocasiones, no son consideradas como
problemáticas por el individuo; por ello es útil la
información que puedan aportar otros informadores
externos.

Modelos
teóricos

Se distinguen dos tipos del Modelo
Cognitivo-Conductual:

La psicopatía primaria: ausencia de
ansiedad o culpa por su comportamiento antisocial.

Psicopatía secundaria: es capaz de
tener conductas antisociales, pero esto le "produce ansiedad o
culpa. Sería más bien un problema de falta de
control de los impulsos.

Tratamiento: vienen a la terapia porque
alguien les fuerza a hacerlo ya que en su opinión el
único problema que tienen es que las demás personas
pretenden restringir su libertad.

Técnicas: I. Explicarle la
formulación de su problema, los esquemas que están
en la base y el cómo se formaron. II. Facilitar la
comprensión y re-estructuración de sus esquemas con
las técnicas estándar adecuadas a cada
momento.

Estrategia general: presentarle la terapia
como la posibilidad de evaluar los aspectos que obstaculizan su
independencia y la obtención de sus deseos.

Personalidad
antisocial

Las personas con personalidad antisocial
(en otro tiempo llamada psicopática o personalidad
sociopática), la mayor parte de las cuales son hombres,
muestran desprecio insensible por los derechos y los sentimientos
de los demás. Explotan a otros para obtener beneficio
material o gratificación personal (a diferencia de los
narcisistas, que creen que son mejores que los otros).
Característicamente, tales personas expresan sus
conflictos impulsiva e irresponsablemente. Toleran mal la
frustración y, en ocasiones, son hostiles o violentas. A
pesar de los problemas o el daño que causan a otros por su
comportamiento antisocial, típicamente no sienten
remordimientos o culpabilidad. Al contrario, racionalizan
cínicamente su comportamiento o culpan a otros. Sus
relaciones están llenas de deshonestidades y de
engaños. La frustración y el castigo raramente les
ocasionan la modificación de sus conductas.

Las personas con personalidad antisocial
son frecuentemente proclives al alcoholismo, a la
toxicomanía, a las desviaciones sexuales, a la
promiscuidad y a ser encarceladas. Son propensas a fracasar en
sus trabajos y a trasladarse de un sitio a otro. Frecuentemente
tienen una historia familiar de comportamiento antisocial, abuso
de sustancias, divorcio y abusos físicos. En su
niñez, generalmente, fueron descuidados emocionalmente y
con frecuencia sufrieron abusos físicos en sus años
de formación. Tienen una esperanza de vida inferior a la
media, pero entre los que sobreviven, esta situación
tiende a disminuir o a estabilizarse con la edad.

Para Vallejo (1980), la personalidad
antisocial (trastorno antisocial de la personalidad) refleja en
los pacientes una gran frialdad y una falta de miedo ante
aquellas situaciones en las cuales cualquier otro sujeto con las
mismas características y la misma edad, podría
sentir temor o "prudencia" por su aparente peligro o
situación de riesgo. Este mismo autor también
menciona que los trastornos de la personalidad antisocial se
manifiestan con mayor acentuación en aquellas personas que
desde la infancia presentan alteraciones y rechazos ante las
normas y reglamentos que se les presenten para la vida cotidiana.
De este modo, el autor argumenta que desde la etapa de la
niñez es común notar este tipo de comportamiento en
los pacientes que presentan características de
personalidad antisocial, además porque se suman factores
relevantes como la mentira constante, el robo, el exceso de
travesuras y conductas agresivas, que sobresalen una vez que se
avanza en la etapa de la niñez.

Desde el punto de vista de la
relación directa con los demás, los pacientes que
presentan personalidad antisocial reflejan una regulación
que se basa exclusivamente en la sensibilidad ante las
señales de recompensa y la gratificación inmediata,
por ello no se motivan a realizar actividades que requieran un
esfuerzo sostenido y acaban desinteresándose de todo lo
que no les provea estimulación y gratificación.
Esta descripción de Vallejo (1980) se complementa con
otras observaciones tales como la presencia continua de consumo
de estimulantes del tipo de las anfetaminas o la cocaína,
que se ven combinados con el alcohol o la marihuana,
características propias de síndromes tóxicos
en dichos pacientes.

Estos múltiples síntomas que
abarcan el trastorno, determinan la aparición de la
alteración como un cuadro que afecta al individuo cuando
se presentan en la mayoría de las situaciones
experimentadas. Por esto, el DSM-IV ha logrado reunir los
síntomas en un conjunto de criterios diagnósticos,
que facilitan la identificación de la psicopatía.
Estos se describen a continuación.

Criterios diagnósticos para el
trastorno de personalidad antisocial según el
DSM-IV

Criterio A. A1. No hay adaptación a
las normas entorno al comportamiento legal.

A2. Desprecian deseos, derechos y
sentimientos de los demás. Engañan y manipulan para
sacar provecho propio.

A3. Incapacidad para planificar el
futuro.

A4. Irritables y agresivos (pelea
física).

A5. Despreocupación por la propia
seguridad y la de los demás.

A6. Continua y extremadamente
irresponsables.

A7. Tienen poco remordimiento por las
consecuencias de sus actos.

Criterio B. El individuo debe tener, por lo
menos, 18 años.

Criterio C. El individuo debe tener un
historial de algunos síntomas de trastorno disocial de
personalidad antes de los quince años.

Criterio D. El comportamiento antisocial no
debe aparecer exclusivamente en el transcurso de una
esquizofrenia o de un episodio maníaco.

Sintomatología

Para entender el trastorno de personalidad
antisocial (TPA), es necesario ver a que se refiere este
concepto. Según lo definido por el Manual
Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos
Mentales (DSM-IV-TR, 2000), un trastorno de personalidad (TP) es
un patrón persistente de pensamientos, sentimientos y
comportamientos que es significativamente diferente de lo que se
considera normal dentro de la persona propia cultura.

Profesionales de los trastornos de la
personalidad del grupo sobre la base de una comunidad de los
síntomas.

Categoría A trastornos de la
personalidad son aquellos que incluyen síntomas de
aislamiento social, y / o impar, comportamiento
excéntrico. Estos trastornos incluyen:

• Trastorno paranoide de la
personalidad

• Trastorno esquizotípico de la
personalidad

• Trastorno esquizoide de la
personalidad

Grupo B trastornos de la personalidad son
aquellos que incluyen síntomas de comportamientos
erráticos o dramática (conductas contra-social).
Estos trastornos de la personalidad son:

• Antisocial

• Límite

• Histriónico

• Narcisista

Grupo C trastornos de la personalidad
están dominadas por las dificultades con la ansiedad y la
conducta inhibida. Estos trastornos se denominan e
incluyen:

• Trastorno de la personalidad por
evitación

• Trastorno de la personalidad por
dependencia

• Trastorno de personalidad obsesivo
compulsivo (TOC)

El trastorno de personalidad antisocial es
un patrón dominante en concreto de hacer caso omiso y
violando los derechos de los demás. Este modelo
deberá incluir al menos tres de los siguientes signos y
síntomas específicos:

• La falta de conformarse a las leyes,
como lo demuestran varias veces la comisión de
delitos

• Falsedad repetida en las relaciones
con los demás, como la mentira, utilizando nombres falsos,
estafar a otros con fines de lucro o por placer

• El incumplimiento de pensar o
planificar el futuro (impulsividad)

• Tendencia a la irritabilidad, ira y
agresión, como se muestra en varias ocasiones por otros
agredir o entrar en peleas físicas frecuentes

• Indiferencia por la seguridad
personal o la seguridad de otros

• Persistente falta de asunción
de responsabilidades, tales como no haber establecido un
patrón de buenos hábitos de trabajo o de
mantenimiento de las obligaciones financieras

• La falta de sentirse culpable por
malas prácticas

Otras características importantes de
este trastorno incluyen que no se diagnostica en niños
(personas menores de 18 años de edad), pero la persona
debe haber presentado síntomas de este diagnóstico
por lo menos desde la edad de 15 años. Además, no
se puede diagnosticar si la persona sólo muestra
síntomas del trastorno antisocial de la personalidad, al
mismo tiempo están sufriendo de esquizofrenia o cuando
tiene un episodio maníaco.

Signos y exámenes

Para hacer un diagnóstico del
trastorno de personalidad antisocial, una persona tiene que haber
mostrado comportamientos de trastorno de conducta durante la
niñez.

Las personas con trastorno de personalidad
antisocial pueden tener los siguientes signos:

• Ira y arrogancia

• Capaz de actuar gracioso y
encantador

• Bueno para adular y manipular las
emociones de otros

• Problemas legales y
drogadicción

Causas, incidencia y factores de
riesgo

Los trastornos de personalidad son patrones
de relaciones y comportamientos prolongados (crónicos) que
interfieren con la vida de una persona durante muchos
años.

La causa de este trastorno se desconoce,
pero se cree que factores genéticos y el maltrato infantil
contribuyen a su desarrollo. Las personas con padres antisociales
o alcohólicos están en mayor riesgo. Los hombres
resultan de lejos muchísimo más afectados que las
mujeres y esta afección es común en la
población carcelaria.

El hecho de prender fuegos y la crueldad
con los animales durante la infancia están ligados al
desarrollo de la personalidad antisocial.

Factores
neurobiológicos del trastorno de personalidad
antisocial

Factores neuroanatómicos

Del-Bel (2005) menciona que la
agresión (comportamiento característico de la
psicopatía) puede llegar a ser clasificada como reactiva
versus operativa. La reactiva (afectiva) se da cuando el
individuo se encuentra temeroso y siente la necesidad de
defenderse de los estímulos desconocidos, potencialmente
peligrosos. Por otro lado, la operativa (depredatoria) es aquella
planeada y ejecutada de manera calculada, para eliminar un objeto
claramente específico. Estas diferencias de
categorías del comportamiento agresivo se pueden
identificar claramente en los diferentes procesos neuronales. Las
estructuras donde se encuentran estas diferencias de la
agresión, la depredadora, han sido ampliamente estudiadas
y numerosas estructuras filogenéticamente muy antiguas han
sido implicadas, incluyendo el hipotálamo, el
tálamo, el mesencéfalo, el hipocampo y el
núcleo amigdalino. La amígdala y el
hipotálamo trabajan en estrecha armonía y el
comportamiento de ataque puede ser acelerado o retardado,
según sea la interacción entre estas dos
estructuras. Por lo tanto, la inhibición o
desinhibición de la agresión puede ocurrir entre
dos elementos neuroanatómicos, en los sitios más
primitivos o en las estructuras "superiores" sobre otras
"inferiores" (Del-Ben, 2005). A continuación se describen
los sistemas implicados en la desinhibición e
inhibición de la conducta agresiva:

1. La desinhibición
comportamental

Todas las alteraciones, incluidas las
comportamentales, tienen elementos comunes. La
desinhibición comportamental se vincula, según Mata
(2002), con el Sistema de Activación Comportamental (SAC)
como opuesto al Sistema de Inhibición Comportamental
(SIC). El SAC se activa en respuesta a incentivos gratificantes o
placenteros, en tanto el SIC lo hace frente a la posibilidad de
castigo o frustración, y se piensa que es el substrato de
la ansiedad. Se ha sugerido que en la psicopatía
habría una hiperrespuesta del SAC, con baja reactividad
del SIC. Esto ha sido demostrado por medio de pruebas. Algunos
autores encontraron que los altos buscadores de sensaciones,
especialmente aquellos que puntúan alto en
desinhibición, tienden a mostrar baja
desaceleración cardiaca a los tonos de moderada
intensidad, en tanto que los bajos buscadores de sensaciones
responden a la inversa. Estos resultados sugieren que los altos
buscadores atienden más a los estímulos novedosos,
aún si éstos carecen de significado desde el punto
de vista de la recompensa o el castigo (Mata, 1998).

La teoría del bajo nivel de alerta,
la cual tendría que ver con la frialdad afectiva, se apoya
en que los psicópatas tienen baja responsividad
fisiológica, evidenciada por el gasto cardíaco
bajo, desde muy temprana edad, exceso de ondas lentas en el
electroencefalograma (EEG) y baja conductividad eléctrica
de la piel. En un sentido directo, esta baja responsividad puede
hacer al individuo menos sensible a claves sutiles requeridas
para el aprendizaje de claves prosociales y puede deteriorar el
condicionamiento clásico de respuestas emocionales que se
cree son importantes para la formación consciente del
aprendizaje de la evitación (Howard, 1986).

2. La inhibición
comportamental

Para Mata (2002) una falta de alerta
autonómica podría explicar el déficit en el
aprendizaje de la evitación pasiva en psicópatas,
debido a que el arousal puede inhibir la respuesta en las
personas más ansiosas. Los psicópatas tienden a
exhibir menos alertabilidad de acuerdo a las mediciones de
resistencia eléctrica de la piel, pero muestran alta
respuesta cardiaca a los estímulos que han sido
condicionados al castigo, ocurriendo a la inversa cuando tal
condicionamiento no existe la respuesta cardiaca es
bifásica, esto es, puede mostrar tanto aceleración
como desaceleración en respuesta a los
estímulos.

Estudios de neuroimágenes

Debido a la necesidad de estudiar las
estructuras cerebrales implicadas en los diferentes procesos de
la psicopatía, la ciencia médica ha utilizado los
avances técnicos de neuroimagen funcional, como la
Tomografía por Emisión de Positrones (TEP), la
Tomografía Computarizada por emisión de
Fotón Único (SPECT) y la Resonancia
Magnética Funcional (fMRI) para hallar relaciones entre
las regiones cerebrales y los criterios diagnósticos del
TPA.

En un estudio de neuroimagen estructural
con fMRI, se encontró que las personas diagnosticadas con
TPA presentaban una reducción en el volumen de la masa
prefrontal que se correlaciona positivamente con una
reducción en la respuesta autónoma frente a un
evento estresor (Del-Ben, 2005). Chiana- Shan, Kosten y Shinha,
(2006), refieren que los individuos con TPA no tienen una
adecuada respuesta emocional ante las situaciones de
estrés y no logran aprender de las asociaciones cuando se
enfrentan a situaciones similares. Estos autores encontraron en
la fMRI una activación de la corteza prefrontal y del
área de Brodman (BA) 10, en personas antisociales para
suprimir el dolor emocional que se puede experimentar ante una
situación de estrés, siendo estas estructuras las
que controlan el sufrimiento del individuo en conjunto con la
disminución de la actividad del cíngulo posterior
izquierdo. Tal argumento es confirmado en otra
investigación realizada por Edens, et al. (2006), donde
hallaron que las personas con un alto puntaje en la escala PCL-R
(Psychpathic Checklist-Revised, ver anexo 1) tienen una actividad
electrotérmica menor ante estímulos
lingüísticos y no lingüísticos agresivos,
con lo cual lo correlacionan los autores con una baja
sensibilidad para llevar a cabo un proceso de aprendizaje ante
las señales de castigo. Estudios más recientes con
la fMRI demuestran que en el TPA se implican las regiones
prefrontales y el sistema límbico, donde según los
investigadores se presenta una disminución en la actividad
del complejo amígdala-hipocampo, giro parahipocampal,
estriado ventral y giro del cíngulo posterior y anterior
(Del-Ben, 2005).

Según García y Téllez
(1995), el déficit que se presenta a nivel límbico
en personas con alteraciones en el control de la impulsividad les
genera dificultad para tener un aprendizaje significativo. Estos
mismos autores también mencionan que los psicópatas
tienen alterado el mecanismo del núcleo peduncular
cerebeloso, el cual integra la acción motora, recibe
aferencias de los ganglios basales y del sistema nervioso
autónomo, por lo cual en el TPA, el individuo no se
percata de sus acciones, presentando frialdad afectiva con
incapacidad de tener memoria sensorial y aprender de las
experiencias.

Laasko (2001) describió que existe
una relación entre la psicopatía y las reducciones
bilaterales del volumen del hipocampo posterior. Por su parte,
Raine (1994), utilizando el TEP en la actividad de la corteza
prefrontal de 41 asesinos y 41 sujetos de control,
encontró que los asesinos tenían menor actividad en
esa zona. En relación con las regiones del córtex,
la reducción del funcionamiento prefrontal puede
traducirse en la pérdida de la inhibición o control
de las estructuras subcorticales; esto, dentro del plano
neuropsicológico, se traduce en alteraciones en los
sentimientos agresivos; en el plano neurocomportamental, se han
identificado comportamientos arriesgados, irresponsables,
trasgresores de las normas, con arranques emocionales y agresivos
que pueden predisponer a la violencia; en el plano de la
personalidad, se asocian con impulsividad, pérdida de
autocontrol e inmadurez y, finalmente, en el plano cognoscitivo,
causan una reducción de la capacidad de razonar y de
pensar (Raine, 1997; citado por Garrido, 2003).

Este mismo autor también explica que
el giro angular izquierdo registra una actividad menor del
metabolismo de la glucosa, lo que favorece la conducta violenta.
Identificó, además, que el cuerpo calloso tiene una
actividad menor que facilita que el hemisferio izquierdo tenga
dificultades en la inhibición de las emociones negativas.
En otros estudios con PET y SPECT se hace evidente la
reducción del metabolismo en regiones frontales
(córtex prefrontal) especialmente, en áreas medias
y en el núcleo caudado en el comportamiento antisocial
(Blair, 2004). Del mismo modo, se pudo estipular que la actividad
de la corteza prefrontal (PFC) más alta se asocia con baja
excitación fisiológica, hallando así una
correlación positiva entre la activación de PFC y
menos cambio en la proporción del corazón,
así como menor cambio en la ansiedad, presentando como
agravante, el hecho que los individuos antisociales pueden
comprometer el PFC a una magnitud mayor, al evaluar el dolor en
la tensión de manera positiva (Chiang- Shan, Kosten &
Shinha, 2006). Por último, Chiang- Shan, Kosten &
Shinha (2006) manifiesta que su estudio muestra una
correlación entre la actividad de MPFC y la personalidad
antisocial que hace pensar en la baja excitación
fisiológica durante situaciones de
estrés.

En particular, se ha observado la
pérdida del control de los impulsos y conductas agresivas
en los sociópatas (APA, 1999). Para concluir esta parte, a
continuación se resume lo expuesto sobre las bases
neuroanatómicas del trastorno de personalidad
antisocial.

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Factores
neurofisiológicos

Además de los estudios que se han
realizado sobre las estructuras anatómicas, también
es importante resaltar los estudios sobre el funcionamiento de
estas y las sustancias que intervienen, no sólo a nivel
cerebral, sino en todo el cuerpo y que influyen en el desarrollo
del TPA. Con tal finalidad a continuación se
expondrá dicho funcionamiento.

1. Agentes hormonales

Las conductas violentas se han asociado a
endocrinopatías tipo enfermedad de Cushing,
hiperandrogenismo, hipertiroidismo, hipoglicemia y tensión
premenstrual, asociaciones que han sido objeto de intensas
controversias.

Históricamente, los hombres
presentan mayor frecuencia de conducta antisocial en la infancia
y en la adolescencia que las mujeres, en proporción de
4:1. En la edad adulta, los hombres muestran mayor prevalencia de
trastorno de personalidad antisocial y conductas delictivas con
relación de 7:1. La tipología del delito por
género es diferente. Las mujeres cometen con mayor
frecuencia delitos menores, mientras los hombres muestran mayor
frecuencia de delitos contra la vida y la propiedad privada (APA,
1999). La discrepancia fisiológica de género parece
ser el resultado de la diferenciación prenatal del
área preóptica del hipotálamo, como
resultado del influjo de los andrógenos (García y
Téllez, 1995). Mata (1998) aporta que las diferencias de
género se deben a las hormonas gonadales, en particular la
testosterona, y han sido asociadas con la sexualidad, la
dominancia social y la agresividad en animales. Estos hallazgos
han sido algunas veces extendidos a los humanos sin suficientes
estudios comparativos. Altos niveles de testosterona en
prisioneros han sido relacionados con historias de agresiones
especialmente malignas, pero tanto en prisioneros como en
ciudadanos sin problemas legales, la testosterona parece estar
relacionada con la dominancia social, la búsqueda de
sensaciones (desinhibición) y experiencias heterosexuales
(Mata, 1998).

2. Agentes neuroquímicos

Se plantea la presencia de una
relación entre conductas agresivas y la
concentración de ciertas sustancias como la serotonina
(5-HIA) a nivel cerebral. Se ha encontrado disminución o
aumento de cierto tipo de neurotransmisores (NT) en el cerebro y
líquido cefalorraquídeo (LCR) de los suicidas y
personas que cometen actos violentos. Se dice que hay un
déficit serotoninérgico en los individuos con
trastorno de personalidad y conductas violentas. Algunos autores
consideran que estos niveles cerebrales de NT podrían ser
predictores de las conductas de agresión física y
violenta (Salín, Pascual y Ortega, 1989).

3. Noradrenalina (NA)

Para Raine (1995), los estudios que
vinculan la NA dan resultados paradójicos e
inconsistentes. Hay alguna evidencia de que la NA tiene alguna
participación en la agresión afectiva (defensiva,
impulsiva). La administración de Inhibidores de la
Monoaminooxidasa (IMAOs) que elevan los niveles de la NA central,
aumentan la lucha inducida por shock. De manera similar, drogas
que vacían de NA al cerebro, anulan la furia inducida en
gatos. Evidencias contradictorias, sin embargo, han indicado que
la inyección de NA colocada intraventricularmente no
produce agresión afectiva. En general, los resultados a
partir de estudios animales sugieren que la NA puede facilitar la
agresión afectiva, en tanto que inhibe la predadora,
aunque hay mucha inconsistencia en los hallazgos a través
de las especies.

4. Dopamina

Se ha encontrado también que las
drogas que aumentan los niveles de DA inhiben la agresión
depredadora. Por lo tanto, de manera similar a la NA, la DA puede
inhibir la agresión depredadora y estimular la defensiva,
o afectiva. No se ha demostrado consistentemente esta
proposición (Mata, 1995).

5. Serotonina

Funcionalmente, este NT está
asociado a muchos y diferentes efectos. Sus numerosas familias y
subfamilias de receptores cumplen en esta variedad un papel muy
importante. Aunque inicialmente fue conocido su papel en la
digestión, es en realidad un NT que, en el cerebro,
representa un papel inhibitorio para la descarga de impulsos. Por
lo tanto, podría esperarse que los individuos con bajos
niveles de serotonina (ST) tengan problemas en el control de los
mismos. Las pruebas de su acción en humanos, incluyen
(Volavka, 1999):

– Estudios del catabolito (ácido
5-Hidroxi-indol-acético, 5-HIAA) en Líquido
Cefalorraquídeo (LCR);

– Estudios del contenido de triptofano en
plasma y de la recaptación de ST en las plaquetas;
y

– Desafíos neuroendocrinos de sus
receptores centrales.

Los resultados de los estudios de Coccaro
(1991) conducen a la conclusión de que una historia de
actos agresivos y la tendencia a responder a las provocaciones
con violencia, covarían con el número no con la
afinidad de los sitios plaquetarios de recaptación de ST
evaluados usando paroxetina tritiada (1). Notablemente, la
correlación entre los valores Bmax (2) para la ligadura de
la paroxetina tritiada y la historia vital de agresión
eran independientes del funcionamiento global, del estado de la
depresión, o de los trastornos afectivos, alcoholismo, o
abuso de drogas, actuales o del pasado. Por lo tanto, es
improbable que esta relación simplemente represente un
epifenómeno de otras condiciones psicopatológicas
entre los pacientes, en esta muestra.

De acuerdo con la teoría de
Cloninger, el sistema ST está asociado con la
evitación del daño y la toma de riesgos; los
niveles bajos de ST están asociados con la tendencia a
evitarlos y los altos; en este marco, sugieren que la ST
estaría vinculada a la "evitación del daño"
(la tendencia a evitar o tomar riesgos). La NA se asocia con la
"dependencia a la gratificación" (la tendencia a buscar la
aceptación y recompensa social como motivador del
comportamiento), mientras que la DA estaría ligada a la
"búsqueda de estímulos" (la tendencia a buscar
estímulos novedosos). Desde el momento en que cada uno de
estos sistemas influye en los demás, las necesidades y el
comportamiento de cada individuo necesitarían el
análisis del estado de estos tres niveles (Mata,
1998).

La hipótesis de Linnoila (1994) es
que de dos grupos igualmente violentos, los ofensores impulsivos
podrían tener menores niveles de 5-HIAA en el LCR en
relación con los no impulsivos, que habían
premeditado sus actos. Por lo tanto, un bajo 5-HIAA es más
bien un marcador de impulsividad que de violencia. Puede
señalar baja producción de ST, o ser indicador de
un alto transporte fuera del LCR, lo cual es un fenómeno
de membrana. Los autores sugieren que el temprano consumo de
alcohol asociado a bajos niveles de 5-HIAA puede desembocar en
cuadros de psicopatía violenta, por lo que sería
conveniente suministrar preventivamente serotoninérgicos.
Esto apoya la hipótesis de que un control pobre de
impulsos está vinculado a bajos niveles de metabolitos de
las monoaminas y con una tendencia a la hipoglicemia en ofensores
criminales.

Significativamente, niveles bajos del
metabolismo de la ST, el 5-HIAA y de la enzima Monoamiooxidasa
(MAO) se encuentran en los aumentadores visuales en potenciales
evocados. Los bajos niveles de MAO se vinculan consistentemente
con los buscadores de sensaciones y son bajos en los
desórdenes desinhibitorios. La MAO baja puede ser un signo
de falta de actividad serotonina (ST) o excesiva actividad
dopamina (DA) (Raine, 1995). Este mismo autor explica la enzima
MAO (Monoaminooxidasa) como contenida en las mitocondrias de las
neuronas monoaminérgicas y reguladora del nivel de los
neurotransmisores (NT) disponibles en las células a
través de degradación catabólica por los NT
después de la recaptación. La MAO en los humanos es
evaluada usualmente a través de las plaquetas. La MAO
plaquetaria es usualmente de tipo B, la que está
primariamente asociada con la regulación de las neuronas
DA en el cerebro humano. Bajos niveles de MAO plaquetaria han
sido asociados con altos niveles del rasgo de búsqueda de
sensaciones, y también con niveles altos de actividad
social, criminalidad, tabaco, alcohol y drogas
ilegales.

Hasta este punto se han descrito los
factores neuroanatómicos y fisiológicos
relacionados con el trastorno de personalidad antisocial. Vale la
pena aclarar que la presentación de estructuras o
sustancias que aquí se expusieron se encuentran aún
en estudio y que no son las únicas implicadas. No
obstante, se logró cumplir con el objetivo de ampliar el
conocimiento en esta área. Ahora, para complementar la
visión sobre los factores biológicos se
describirán a continuación los factores
genéticos que se relacionan con el TPA.

Factores
genéticos del trastorno de personalidad
antisocial

1. Los factores genéticos en el
trastorno de personalidad antisocial

Los genes contienen la información
que codifica varias proteínas estructurales y regulatorias
(incluyendo al ácido ribonucléico, ARN) que
conducen a diferencias en el desarrollo del ser humano. Estas
diferencias individuales se pueden expresar en cualquier sistema
fisiológico, pero las más importantes son las que
se establecen en el cerebro y en otras partes del sistema
nervioso ya que son, probablemente, las que más influyen
en los rasgos comportamentales (Mata, 2002). En lo que respecta a
este tema la genética del rasgo impuss se puede decir que
las diferencias individuales en los sistemas bioquímicos y
neurológicos subyacen a los mecanismos básicos de
los orígenes sobre las variaciones en este
campo.

Uno de los estudios que más se ha
realizado con respecto al TPA es el de las correlaciones entre
gemelos idénticos que fueron criados en forma separada.
Estos estudios permiten una estimación directa de la
heredabilidad de estos rasgos, contradiciendo la creencia
común de que el ambiente familiar es el principal
responsable de la socialización del niño y que las
similitudes mayores observadas en los gemelos idénticos se
deben a que son tratados de manera más parecida que los
fraternos (Mata, 2002). La pregunta sobre qué factor es
más importante en el desarrollo de la personalidad, el
ambiente o la herencia, ha sido tema de muchas polémicas
durante muchos años y es por ello que las investigaciones
en los diferentes campos se han ampliado (Barnes, 1984). Se ha
sugerido que hay una predisposición genética al
retraimiento social, y que esto está relacionado con las
anormalidades electrofisiológicas vistas en algunos
psicópatas, lo cual sugiere que los niños que
están predispuestos biológicamente a ser
psicópatas están genéticamente predispuestos
al aislamiento social; estarían también en riesgo,
debido a su hipersensibilidad a amenazas de castigo (en los que
están sobrevalorando el peligro) (Howard,
1986).

Al resumir la hipótesis planteada
por Howard, se identifica una clase de individuos que muestran un
comportamiento antisocial muy temprano, crónico, y cuya
condición es fundamentalmente evolutiva,
manifestándose en la adultez como un déficit
madurativo, tanto comportamental como electrofisiológico;
al crecer la persona, estas características disminuyen, en
un nivel de rasgos. Algunos de estos individuos, especialmente
los que muestran un auténtico trastorno de personalidad,
se caracterizan por un subrasgo patológico de
impulsividad. Como consecuencia de esto, hay falta de
adaptación, que es la resultante del déficit de la
apreciación, tanto primaria como secundaria.

2. La genética en relación
con las características del trastorno de personalidad
antisocial

Es notable la importancia de los factores
genéticos en el trastorno de la personalidad antisocial,
como lo muestran los estudios que a continuación se
mencionarán. Ellos hacen evidente una relación, en
especial, en temas como sociabilidad, emotividad y nivel de
actividad.

Sociabilidad:

La sociabilidad abarca una considerable
variedad de estilos de interacción con el ambiente social.
En un estudio realizado con casi 13.000 parejas de gemelos
suecos, se descubrió que en la pareja de los gemelos
monocigóticos la medida de sociabilidad se correlaciona
0.54 y, para los gemelos dicigóticos en 0.21, lo que nos
sugiere que para el desarrollo de ciertos rasgos de personalidad
se encuentra una fuerte base genética. Por ende, una
persona con TPA tiene una carga heredable desfavorable en su
capacidad para relacionarse con los demás (Liebert, R y
Liebert, L, 2000).

Emotividad:

Es la tendencia a presentar
activación fisiológica en respuesta a los
estímulos ambientales. Liebert, R y Liebert, L (2000)
mencionan una investigación longitudinal realizada por Fox
y Loehlin, (1989) durante cuarenta y un años, con
individuos desde su infancia. El estudio consistía en
realizar entrevistas cada tres meses a los padres, luego cada
seis meses hasta los 5 años y después, cada
año a profesores, amigos y familiares. El resultado indica
que los seres humanos presentan rasgos emocionales constantes
desde el nacimiento hasta la adultez, lo que podría
implicar que dichas expresiones son heredadas, así como
sus alteraciones, patrón que ocurre en el trastorno de
personalidad antisocial.

Nivel de actividad

Este nivel es definido por Jang, Livesley,
Vernon & Jackson, (1996) como la cantidad neta de respuesta
producida por un individuo, la relación con el vigor y la
velocidad. Torgeersen (1995) realizó una
investigación donde halló una correlación
positiva en la heredabilidad de este rasgo del 0.93 en gemelos
monocigóticos. Menciona que era diez veces mayor la
correlación cuando alguno de los padres había
presentado durante la vida alteraciones en el control de
impulsos.

3. Biología molecular y trastorno de
personalidad antisocial

Desde la genética no se pretende
encontrar el gen de la agresión ya que se presume que
depende de la interacción de múltiples genes y se
entiende que en su determinación interactúan
múltiples factores tanto epigenéticos como
ontogenéticos. No obstante, se ha avanzado en el
descubrimiento de genes asociados a defectos enzimáticos
que modifican el equilibrio de los neurotransmisores y que se
relacionan con las características de la
sociopatía. (Jara y Ferrer, 2005).

Constantino, Morris y Murphi, (1997)
encontraron una variable predictora importante para el desarrollo
de la conducta antisocial. Ella es el que uno o ambos padres
padezcan el trastorno de personalidad antisocial. Se halló
una asociación entre la conducta hostil y agresiva en
niños de 3 meses de edad con niveles bajos de 5-HTAA,
cuando alguno de los padres o ambos habían tenido un
diagnóstico de TPA; esto aumenta la probabilidad del
infante de desarrollar el trastorno durante el transcurso de su
vida. Soyka, Preuss, Koller, Zill y Bandy (2003) también
mencionan la relación entre la serotonina y la conducta
antisocial. Ellos en sus investigaciones hallaron una
asociación entre 5-HT 1B del gen 8g1 y el trastorno
antisocial.

Por otro lado, Saudino, Pedersen,
Lichtenstein, McCt y Plomin (1997) mencionan que toda variedad
genética en los eventos de la vida, deseable o no,
está relacionada con un rasgo especifico. Ellos
identificaron correlaciones genéticas significativas entre
el fracaso para adoptar las normas sociales, violencia
interpersonal y comportamiento antisocial juvenil, con una
población de gemelos monocigóticos (324) y
dicigóticos (335) de Inglaterra.

Dentro de esta misma línea Capsi, et
al. (2002) en una investigación descubrieron que hay un
gen ubicado en el cromosoma X que afecta los niveles de la enzima
monoaminooxidasa (MAO-A), que es la encargada de metabolizar los
neurotransmisores en el cerebro como la dopamina, la serotonina y
la norepinefrina y potencia la aparición los trastornos de
conducta. Estos autores explican que una baja actividad de esta
enzima facilita el desarrollo de conductas antisociales en la
adolescencia y la adultez.

Por su parte Shih, Chen y Ridd, (1999)
apoyan los resultados de Capsi et al., (2002) en su
investigación, donde también encontraron una
asociación entre el gen de la monoaminooxidasa A (MAO-A)
localizado en el cromosoma X (Xp11.23-11.4).

Con respecto al polimorfismo del gen de la
MAO-A, Caspi, et al. (2002) mencionan que se ve involucrado en la
conducta agresiva cuando se presentan niveles bajos MAO-A en el
cerebro, según lo hallado en un estudio que realizó
en Nueva Zelanda. Los mismos autores mencionan, además,
que la presencia de una alelo corto del promotor del polimorfismo
de la MAO-A disminuye la actividad de transferencia de las
células incrementando de esta forma el riesgo de
comportamientos indeseados. Soportando lo anterior Haberstick, et
al. (2005) recientemente reportaron que el genotipo de la MAO-A
interactúa como una variable predictora para el desarrollo
del comportamiento antisocial.

Bau, Almeida y Hutz (2000) sugieren
según los resultados de su investigación, que el
alelo 1 del gen DRD2 (Taq1 A polimorfismo) se encuentra
relacionado con el desarrollo del trastorno de personalidad
antisocial, ya que genera una alteración de baja actividad
plaquetaria de la monoaminooxidasa-B lo cual origina una
disfunción en el sistema dopaminérgico. La
presencia de este alelo podría inducir a los portadores a
ser sensibles a los efectos de sustancias como alcohol o drogas
alucinógenas, es decir, prodopaminérgicas, en un
esfuerzo por compensar las deficiencias en el sistema
dopaminérgico. (Koob & Bloom, 1998).

Dejemos en este punto la descripción
de los factores genéticos en el TPA. Es de suma
importancia aclarar que siempre que se identifican elementos
genéticos asociados a alguna alteración
orgánica o mental, debe tenerse en cuenta que estos por
sí solos no generan la aparición, se hace necesaria
la interacción de factores medioambientales que aumenten
la probabilidad de ocurrencia. Ahora bien, el trastorno de
personalidad antisocial no se exenta de esta regla donde la
comorbilidad con ciertas condiciones de vida, generan la
diferencia para que un individuo padezca el trastorno.

Factores
causales

Una de las preguntas más frecuentes
sobre el trastorno antisocial de la personalidad por los
profesionales y los laicos es si es o no genética. Muchos
se preguntan si se hereda la misma facilidad que el cabello, los
ojos o el color de la piel, y si este fuera el caso, los hijos de
los antisociales se espera que sea altamente antisocial sí
mismos, sean o no vivir con los padres antisociales.
Afortunadamente, los seres humanos simplemente no son tan
sencillos. Como todos los trastornos de la personalidad y los
trastornos mentales también la mayoría, trastorno
de personalidad antisocial tiende a ser el resultado de una
combinación de biológicos / genéticos y
factores ambientales.

Aunque no existen causas claras
biológica para este trastorno, la investigación
sobre los posibles factores de riesgo biológicos para el
desarrollo de trastorno de personalidad antisocial indica que la
parte del cerebro que es el principal responsable para el
aprendizaje de los propios errores y para responder a las
expresiones faciales triste y temerosa (el amígdala)
tiende a ser más pequeños y con menos fuerza de
responder a las expresiones faciales feliz, triste o temeroso de
los demás. Esa falta de respuesta puede tener algo que ver
con la falta de empatía que los individuos antisociales
tienden a tener con los sentimientos, derechos, y el sufrimiento
de los demás. Si bien algunas personas pueden ser
más vulnerables a desarrollar el trastorno antisocial de
la personalidad como resultado de su condición
genética particular, que se cree que es un único
factor a la persona también está expuesto a eventos
de la vida tales como el abuso o negligencia que tienden a poner
a la persona en riesgo para el desarrollo del trastorno. Del
mismo modo, si bien hay algunas teorías sobre el papel del
síndrome premenstrual (SPM) y otras fluctuaciones
hormonales en el desarrollo del trastorno antisocial de la
personalidad, el trastorno puede, hasta el momento no, puede
explicarse como el resultado directo de tales
anomalías.

Otras condiciones que se cree que son
factores de riesgo para el trastorno antisocial de la
personalidad incluyen el abuso de sustancias, por déficit
de atención con hiperactividad (TDAH), o un trastorno de
lectura. Las teorías sobre las experiencias de vida que
ponen a las personas en riesgo de trastorno de personalidad
antisocial dar importantes pistas para su prevención.
Ejemplos de experiencias de la vida tales incluir una historia de
la infancia física, sexual o emocional abuso ,
negligencia, la privación o el abandono; la
vinculación con pares que participan en conductas
antisociales, o un padre que es o antisociales o
alcohólicos .

Consecuencias
psicosociales

Las personas que sufren de trastorno de
personalidad antisocial tienen un mayor riesgo de abusar del
alcohol y otras drogas, y en repetidas ocasiones la
comisión de delitos de prisión como consecuencia
potencial. Las personas con trastorno antisocial de la
personalidad también son vulnerables a los problemas del
estado de ánimo, como depresión mayor, ansiedad y
trastorno bipolar , tener trastornos de la personalidad,
especialmente borderline (BPD) y trastornos de la personalidad
narcisista, auto-mutilación y otras formas de
autolesión, como así como muerte por homicidio,
suicidio o accidente.

Trastorno de personalidad antisocial tiende
a hacer casi cualquier otra condición más
problemática y difícil de tratar. Después de
haber trastorno de personalidad antisocial hace que las personas
que también tienen un problema de abuso de sustancias
más difíciles de ayudar a abstenerse de consumir
alcohol u otras drogas. Las personas que tienen tanto trastorno
de personalidad antisocial y la esquizofrenia tienen menos
probabilidades de cumplir con los programas de tratamiento y
tienen más probabilidades de permanecer en una
institución como la cárcel o un hospital. Estos
riesgos se magnifican si trastorno de personalidad antisocial no
se trata. Muchas personas con trastorno de personalidad
antisocial experiencia una remisión de los síntomas
por el momento en que alcancen 50 años de edad.

Evolución

Las conductas antisociales tienen, a
menudo, consecuencias inmediatas serias tanto para el que las
lleva a cabo (expulsión de la escuela, clima familiar
alterado, hospitalización, etc.) como para aquellos con
los que interactúa (padres, maestros, compañeros,
etc.). Aparte de estos efectos inmediatos, las consecuencias a
largo plazo son también lamentables, ya que los problemas
de estos jóvenes suelen continuar en la vida adulta
aumentando, con ello, el riesgo de una mala adaptación
personal y social.

Hay un conjunto de medidas
problemáticas tales como pelearse, desobedecer, mentir,
robar, que los padres y maestros deben afrontar en el curso del
desarrollo normal. De todas formas, lo más significativo
de las conductas antisociales en los niños normales, es
que tienden a desaparecer durante el desarrollo y/o en respuesta
a las actuaciones de los padres, maestros y compañeros. Su
persistencia e intensidad extrema es lo que les da
carácter de disfunción clínica. Diversa
investigaciones citadas por Azrin (1988) concluyen:

1. Las conductas antisociales tales como
pelearse, negativismo, destructividad, mentir y otras son
relativamente frecuentes en distintos momentos del desarrollo
normal. El hecho de que ocurran en proporciones significativas de
niños, a menudo cerca de o sobrepasando la mayoría,
significa que su mera aparición no es clínicamente
significativa ni predictiva del curso futuro.

2. Muchas conductas antisociales declinan
en el curso del desarrollo normal. Así pues, la
significación de la conducta antisocial desde el punto de
vista clínico puede proceder de varias consideraciones del
desarrollo. El momento del desarrollo en que aparecen
determinadas conductas y su curso y persistencia a lo largo del
tiempo son relevantes para el pronóstico.

El inicio temprano y la amplitud de la
perturbación (afectando diversas áreas de
funcionamiento) así como su intensidad, son indicadores de
mal pronóstico.

En este tipo de trastornos hay que temer
complicaciones, en forma de problemas con la ley, traumatismos
(peleas, etc.). En personas con estos trastornos, si persisten en
la edad adulta, abunda también el número de muertes
violentas.

El curso del trastorno es imprevisible. Son
más leves los casos secundarios en los que el negativismo
desafiante es consecuencia de un proceso tratable, como por
ejemplo una depresión.

Expectativas (pronóstico)

Los síntomas tienden a alcanzar su
punto máximo durante los últimos años de la
adolescencia y comienzos de los 20 y pueden mejorar por sí
solos cuando la persona llega a los 40 años.

Complicaciones

Entre las complicaciones se pueden
mencionar encarcelamiento y drogadicción.

Prevención

Implica un comportamiento "antisocial…
recurrentes violaciones de los patrones socialmente establecido
de comportamiento", como la agresión, la hostilidad, el
desafío, y la destructividad (Walker, Colvin, &
Ramsey, 1995). En la actualidad, entre cuatro y seis millones de
niños y jóvenes en las escuelas han sido
identificados como antisociales (sólo algunos de los
cuales son identificados con una incapacidad educativa), y el
número va en aumento (Kazdin, 1993). La
investigación sugiere que:

• Agresivo, conducta antisocial entre
los niños no es "sólo una fase de" ser
superado;

• La conducta antisocial en la
niñez temprana es el predictor más exacto de la
delincuencia en la adolescencia;

• Niños antisociales pueden ser
identificados con precisión a los tres o cuatro
años de edad;

• Si un patrón de
comportamiento antisocial no se altera por el final del tercer
grado, puede convertirse en crónica, sólo para ser
"manejado" a través de apoyos e intervenciones,
y

• Prevención e
intervención temprana son la mejor esperanza que tenemos
de evitar que los niños de este camino (Walker et al.,
1995).

Sistema coordinado de esfuerzos de las
escuelas pueden ayudar a desviar la mayoría de los
niños de la conducta antisocial, mantenerlos en la escuela
y del sistema de justicia de menores.

En cada escuela, tres tipos de estudiantes
se pueden identificar: los estudiantes no corren el riesgo
típico, los estudiantes con un riesgo elevado, y los
estudiantes que ya han desarrollado patrones de conducta
antisocial. Una estrategia de tres niveles de prevención e
intervención es la forma más eficaz para evitar
problemas potenciales y dirección de las ya
existentes.

  • Prevención de conductas
    antisociales

  • Prevención primaria: actividades
    en toda la escuela al

  • prevenir el riesgo de desarrollar
    patrones antisociales.

  • Prevención secundaria:
    Orientación de los estudiantes en riesgo

  • para más actividades de
    prevención individualizadas.

  • Prevención terciaria: a largo
    plazo, servicios de gran intensidad

para los estudiantes con las pautas
persistentes de antisociales comportamiento, la delincuencia, la
violencia y la destructividad.

Amplia prevención primaria, las
actividades escolares pueden incluir la enseñanza de
resolución de conflictos, la alfabetización
emocional, y la gestión de la ira en una escuela, o con
carácter universal. Estas intervenciones tienen el
potencial no sólo para establecer un clima escolar
positivo, pero para desviar ligeramente los estudiantes en riesgo
de conductas antisociales. La prevención primaria se puede
prevenir el 75 por ciento a 85 por ciento de los problemas de
adaptación de los estudiantes.

La mayoría de los estudiantes que no
responden a la prevención primaria responde a los
esfuerzos de prevención secundaria más
personalizada, incluyendo apoyo para la conducta o
académica, la tutoría y desarrollo de habilidades.
Estrategias de prevención secundaria también
incluyen pequeños grupos de habilidades sociales
lecciones, contratos conductuales, tutoría especializada,
programas de rehabilitación, orientación y
tutoría.

Los estudiantes con patrones persistentes
de conducta antisocial requieren intervenciones más
intensivas, y pueden beneficiarse de servicios intensivos
individualizados que involucrar a las familias, la agencia de
personal de la comunidad, educadores, administradores y personal
de apoyo. Estas estrategias requieren evaluaciones generales del
problema, e implicar flexibles, integrales y sostenidas
intervenciones (Walker, Horner, Sugai, Bullis, Sprague, Bricker,
& Kaufman, 1996).

Los niños y los jóvenes
antisociales corren un grave riesgo para una serie de
consecuencias negativas: deserción escolar, la
inadaptación profesional, y el alcohol, el abuso de la
relación los problemas de drogas, y más alto de
hospitalización y mortalidad. La gravedad de los patrones
de conducta antisocial también está asociada con un
mayor riesgo para los contactos de la policía y
detenciones. Lo mejor que se puede hacer para los niños y
jóvenes con problemas de conducta es mantenerlos
comprometidos en la escuela, donde los educadores puedan
desarrollar sus capacidades, mantener una influencia positiva y
evitar la participación con grupos perturbadores durante
el horario escolar (Walker et al., 1995).

Situaciones que requieren asistencia
médica

Solicite una cita con un profesional en
salud mental si:

• Tiene síntomas del trastorno
de personalidad antisocial

• Su hijo muestra comportamientos de
este trastorno

Tratamiento

Si bien puede ser muy resistente al cambio,
la investigación muestra que hay una serie de tratamientos
eficaces para este trastorno. Por ejemplo, los adolescentes que
reciben terapia que les ayuda a cambiar el pensamiento que
conduce a su conducta desadaptada (terapia cognitivo-conductual)
se ha encontrado para reducir significativamente la incidencia de
la repetición de conductas antisociales.

Por otra parte, en un intento para tratar
el trastorno antisocial de la personalidad como las demás
condiciones a menudo no es eficaz. Por ejemplo, los programas que
han tratado de usar un reflexivo (orientada a la
introspección) enfoque puramente para el tratamiento de la
depresión o trastornos de la alimentación en
personas con trastorno de personalidad antisocial con frecuencia
empeoran en lugar de mejorar los resultados en las personas. En
esos casos, una combinación de firme pero justa de
programación que hace hincapié en la
enseñanza de la personalidad antisocial trastorno de las
habilidades que los individuos se pueden utilizar para una vida
independiente y productiva dentro de las reglas y los
límites de la sociedad ha sido más
eficaz.

Si bien los medicamentos no directamente el
tratamiento de las conductas que caracterizan el trastorno de
personalidad antisocial, que puede ser útil para tratar
las condiciones que produce esta enfermedad. En concreto, las
personas deprimidas o ansiosas que también tienen
trastorno de personalidad antisocial pueden beneficiarse de los
antidepresivos, y los que presentan la ira impulsiva puede
mejorar cuando se administra estabilizadores del
humor.

El de personalidad antisocial se considera
uno de los trastornos de la personalidad más
difíciles de tratar. Las personas con esta afección
rara vez buscan tratamiento por su cuenta y pueden iniciar una
terapia únicamente cuando los obliga una corte.

Se desconoce la eficacia del tratamiento
del trastorno de personalidad antisocial

Consejería

El tratamiento eficaz de la conducta
antisocial de la personalidad y es limitada. La psicoterapia de
grupo puede ser útil. Si la persona puede desarrollar un
sentido de confianza, psicoterapia individual o la terapia
cognitiva conductual también puede ser beneficioso. No hay
investigación que apoya el uso de medicamentos para el
tratamiento directo del trastorno de personalidad antisocial, sin
embargo.

Tratamiento de psicoterapia eficaz para
este trastorno es limitado. Es probable, sin embargo, que
intensiva, los enfoques psicoanalíticos no son adecuados
para esta población. Se acerca al reforzar las conductas
apropiadas y tratando de hacer conexiones entre las acciones de
la persona y sus sentimientos pueden ser más beneficiosos.
Las emociones son por lo general un aspecto clave del tratamiento
de este trastorno. Los pacientes a menudo tienen poca o
no-significativos gratificante relaciones emocionalmente en sus
vidas. La relación terapéutica, por lo tanto, puede
ser uno de los primeros. Esto puede ser muy atemorizante para el
cliente, inicialmente, y puede llegar a ser intolerable. Una
relación terapéutica estrecha sólo puede
ocurrir cuando una sólida y una buena relación se
ha establecido con el cliente y él o ella pueden confiar
en el terapeuta implícitamente.

Farmacoterapia

Los medicamentos sólo deben ser
utilizados para tratar la clara, grave y aguda del Eje I
diagnósticos concurrentes. Ninguna investigación ha
sugerido que cualquier medicamento es eficaz en el tratamiento de
este trastorno.

Self-Help

Ayudar a los métodos
autónomos para el tratamiento de este trastorno suelen ser
pasadas por alto por la profesión médica ya que son
pocos los profesionales están involucrados en ellos. Los
grupos pueden ser especialmente útiles para las personas
con este trastorno, si están adaptados
específicamente para el trastorno de personalidad
antisocial. Los individuos con este trastorno por lo general se
sienten más a gusto en hablar de sus sentimientos y
comportamientos frente a sus pares en este tipo de modalidad de
apoyo.

Referencias

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Virkkunen M, (2007).
Self-mutilación de la personalidad antisocial
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Acta Scandinavica Psychiatrica; 54 (5):
347-352.

 

 

Autor:

Hernández N.

Herrera L.

Martínez A.

Varea J.

Universidad Chapultepec

Partes: 1, 2
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