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La Unión Europea llama a revisión al Euro la casa está en llamas II (página 12)




Enviado por Ricardo Lomoro



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Al ser preguntado por si Portugal
sería el siguiente país que tendrá que
recurrir al fondo de salvamento, Van Rompuy insistió en
que "las situaciones no son comparables y los mercados se
darán también cuenta los próximos
días", insistió, dando a entender que ninguno de
los dos países necesitará recurrir al mecanismo
acordado para rescatar a Atenas.

En este sentido, el presidente del
Consejo Europeo resaltó que el diferencial de
interés de la deuda de Portugal respecto al bono
alemán se sitúa en torno a un punto y el de
España en 0,7 puntos, mientras que el spread de Grecia se
llegó a acercar a los 4 puntos.

Según explicó que "estamos
convencidos de que el hecho de que el Eurogrupo y el FMI se
conviertan en garantes de que no se dejará caer a Grecia
bastará para reducir los spreads y hacer que la
situación sea soportable", afirmó el presidente del
Consejo Europeo.

"El problema griego sería
también completamente diferente si no hubiera habido ese
fraude estadístico que ha provocado grandes dudas sobre la
credibilidad de todas las medidas e iniciativas griegas",
añadió.

Van Rompuy consideró que la
decisión sobre el plan de rescate es "muy importante no
sólo para Grecia, sino también para la estabilidad
de la Eurozona y para la estabilidad monetaria internacional".
"Hemos adoptado las decisiones que debíamos adoptar",
aseguró.

También explicó que todos los
países de la eurozona se han declarado dispuestos a
participar en el mecanismo de préstamos bilaterales a
Grecia, pero se declaró convencido de que no será
necesario desembolsar los fondos. "Esperamos que no deba ser
activado porque confiamos en que dé garantías a
todos los poseedores de deuda griega de que la eurozona nunca
dejará caer a Grecia", insistió.

Sobre la posibilidad de que se reformen los Tratados
para poder expulsar en el futuro de la eurozona a los
países que incumplan los límites de déficit
y deuda, tal y como pide Alemania, Van Rompuy dijo que
sólo se hará esta propuesta si hay
"consenso".

Por su parte, el presidente de la
Comisión, José Manuel Durao Barroso,
defendió la participación del FMI en el plan de
rescate, pese a las reticencias iniciales de la mayoría de
los países de la eurozona, porque "era la única
manera de lograr el consenso".

– El rescate griego costará 75.000 millones y
abre la puerta a expulsar países (Libertad Digital –
26/3/10)

El eurogrupo oculta información. El plan de
rescate griego podría costar 75.000 millones de euros, el
triple de lo estimado. El FMI será el protagonista,
Berlín tendrá capacidad de veto y se debate la
expulsión de países y eliminar el derecho de voto a
Grecia.

(Por M. Llamas) Lectura recomendada

El comunicado oficial publicado ayer por
los líderes de la UE sobre el plan de rescate griego no
descubre todas sus cartas y da una imagen distorsionada de la
realidad. El plan, que logró el respaldo de los jefes de
Estado y de Gobierno de la eurozona, fue pactado previamente por
Francia y Alemania y, en esencia, consiste en la
combinación de préstamos bilaterales voluntarios
por parte de los países miembros con una aportación
"sustancial" del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Preguntado por los detalles del reparto de las
contribuciones o de los tipos de interés aplicables, el
presidente galo, Nicolas Sarkozy, rechazó hablar de cifras
bajo la excusa de que serían "utilizadas de inmediato por
la especulación". "El objetivo es decir que Grecia no
está sola", recalcó, para después apuntar la
"solidaridad" de los países europeos. Las claves
anunciadas giran en torno a tres ejes fundamentales:

En primer lugar, se trata de un plan
"preventivo" y su objetivo es "no utilizarlo", según
Sarkozy. Pero ¿cómo? La cuestión es que
será el FMI el primero en desembarcar en Atenas, aportando
la primera tanda de ayudas financieras, siempre y cuando Grecia
pida apoyo oficialmente. Es decir, una vez que el Gobierno heleno
se declare en quiebra. Algo que es tan sólo
cuestión de tiempo, según los analistas de la banca
internacional. Si la ayuda del FMI no es suficiente, será
entonces cuando se discutirá la aprobación de
créditos bilaterales "voluntarios" por parte de los socios
comunitarios.

En segundo lugar, el plan estará
dotado con hasta 25.000 millones de euros. El FMI
contribuiría con 10.000 millones de euros, mientras que
los préstamos bilaterales voluntarios oscilarían
entre los 12.000 y los 15.000 millones de euros. Según las
fuentes consultadas, las contribuciones de los países de
la eurozona se basarán en sus respectivas cuotas en el
capital del Banco Central Europeo (BCE).

La cuota de España en el capital del BCE asciende
al 8,3%. No obstante, la contribución final
española podría situarse alrededor del 12,5% del
total, teniendo en cuenta que los países de fuera de la
eurozona, que también aportan capital al Banco, no
contribuirán en principio al rescate griego.

Considerando estas variables, las autoridades
españolas calculan que aportarán al plan unos 2.000
millones de euros. El presidente del Gobierno, José Luis
Rodríguez Zapatero, aclaró que esta
participación computará como deuda y no como
déficit al tratarse de préstamos. La cuota de
Alemania se sitúa en el 18,9%, la de Francia en el 14,2% y
la de Italia en el 12,4%.

Nuevas sanciones

En tercer lugar, se creará un
grupo de expertos con representantes de los Gobiernos, la
Comisión Europea (CE) y el Banco Central Europeo (BCE)
para endurecer las sanciones contra los países que superen
los límites de déficit y deuda, y evitar así
que se repita un nuevo caso como el de Grecia. Las propuestas
deberán estar listas antes de que acabe el año.
Asimismo, el eurogrupo trabajará para avanzar hacia una
gobernanza económica europea, reforzando la
cooperación de los socios en esta materia.

Por último, dos medidas
adicionales. Los créditos bilaterales no ofrecerán
financiación "a los tipos de interés medios de la
zona euro", sino que fijarán "incentivos para volver a la
financiación del mercado lo antes posible mediante un
precio basado en el riesgo". Es decir, los tipos de
interés no incluirán ningún tipo de
subvención.

En la actualidad, Grecia paga un interés superior
al 6% en su deuda pública a 10 años. Además,
el BCE acordó ayer extender más allá de 2010
sus mecanismos de liquidez para seguir aceptando como colateral
deuda de baja calidad. De este modo, permitirá seguir
usando los bonos helenos como garantía para conceder
préstamos, salvando así a las entidades alemanas y
francesas y, por extensión, dando aire al sistema
financiero griego, que podrá descontar tales bonos en la
ventanilla del BCE para lograr liquidez.

Las variables ocultas

Hasta aquí lo que se ve, pero
existen otras variables no tan explícitas que se han
intentado ocultar. La más importante se refiere al coste
real del rescate. El eurogrupo estima que ascenderá a
cerca de 25.000 millones de euros, pero esta cuantía tan
sólo serviría para cubrir las necesidades de
financiación de Grecia hasta mayo. Por ello, según
los analistas consultados por la revista británica The
Economist, la factura será muy superior. En concreto,
75.000 millones de euros, el triple de lo estimado inicialmente
por Bruselas.

El plan tan sólo es una
"solución temporal. Se necesitarán años para
reparar las finanzas públicas de Grecia, lo que significa
un fondo de rescate mucho más grande si se quiere evitar
la quiebra". Atenas deberá recibir asistencia financiera
mientras lleva a cabo un ambicioso plan de ajuste fiscal, el
mayor de su historia. Y ello, sin poder devaluar su moneda. De
ahí que, según los expertos, precisará mucho
más tiempo para lograr el ansiado reequilibrio fiscal. En
concreto, cinco años para reducir el déficit al 3%
del PIB (en la actualidad roza el 13%).

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Las proyecciones indican que Grecia
precisará un endeudamiento extra de 75.000 millones de
euros hasta 2014, con lo que su nivel de deuda escalará
hasta el 152% del PIB. "Esta cifra es un indicador aproximado de
la cantidad de ayuda financiera que puede requerir Grecia",
indica el semanario.

Expulsión de países

Por otro lado, en el ámbito del
endurecimiento de sanciones, los líderes de la UE han
rechazado ofrecer detalles. Sin embargo, el acuerdo alcanzado
entre Berlín y París, base del plan acordado ayer,
incluye la posibilidad de reformar los tratados de la UE para
negar el derecho a voto en el seno de la UE a los países
que precisen ayuda y sean reiteradamente incumplidores con el
Pacto de Estabilidad y Crecimiento (déficit máximo
del 3% y deuda del 60% del PIB).

Es más, ambos países
acordaron también la expulsión de países de
la zona euro, tal y como exigía la canciller alemana,
Angela Merkel. Sobre este aspecto, los líderes reunidos
ayer tan sólo señalaron que están abiertos a
estudiar "todas las opciones", incluida pues la expulsión
del euro acordada entre ambas potencias.

Además, la concesión in
extermis de los citados préstamos bilaterales voluntarios,
en caso de que sea necesario, dependerá en última
instancia de la voluntad de Berlín, ya que deberán
ser acordados por unanimidad entre los miembros de la zona
euro.

Por último, la
intervención del FMI no es vista con buenos ojos por el
BCE. El presidente de la entidad, Jean-Claude Trichet,
señaló ayer en la cadena de televisión
francesa Public Senat que el apoyo financiero a Grecia procedente
del exterior (FMI) es "muy, muy malo".

Horas después, sin embargo, Trichet negó
haber criticado la intervención del Fondo. "Nunca lo he
dicho. Siempre he dicho que lo que era importante era preservar
la responsabilidad de los gobiernos de la zona euro",
aseguró Trichet en rueda de prensa en Bruselas al
término de la cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de
la Unión Europea. "Estoy contento con el
acuerdo".

"La Comisión Europea aseguró este
martes que la crisis económica y financiera internacional
ha generado una especial "necesidad" de consolidación de
las cuentas públicas en la mayoría de los
países y que en el conjunto de la Unión Europea la
consolidación fiscal para restablecer la sostenibilidad
podría exceder los 800.000 millones en los próximos
años"…
Bruselas calcula que la UE necesitará
más de 800.000 millones de euros para consolidar sus
cuentas públicas (El Confidencial –
6/4/10)

En un informe presentado el día 6 y que
analizarán a mediados de abril en Madrid los ministros de
Economía y Finanzas de la UE, Bruselas plantea por tanto
analizar fuentes de financiación innovadoras, para paliar
el impacto presupuestario de los retos mundiales vinculados al
sector financiero, el cambio climático y el desarrollo.
Entre las propuestas, figura aplicar un impuesto a las
prácticas de riesgo de los bancos y gravar las emisiones
de carbono.

Entre otras cosas, el documento recuerda
que los planes de rescate del sector público para acudir
en ayuda de los bancos fueron del orden de más de 1,5
trillones de euros y que eso "no se puede repetir".

También subraya que el acuerdo de la cumbre de
Copenhague para que los países desarrollados ayuden a los
menos desarrollados a luchar contra el cambio climático
fue de 30.000 millones de dólares de aquí a 2012,
cantidad a la que la UE aportará 7.200
millones.

Además, se quieren movilizar para 2020 fondos
públicos y privados por un montante aproximado de 100.000
millones de dólares para que los países pobres
cumplan sus objetivos.

A ello hay que añadir, prosigue el informe de la
CE, los compromisos adquiridos para alcanzar los Objetivos de
Desarrollo del Milenio mediante el aumento de la Ayuda Oficial al
Desarrollo (AOD) al 0,7% del PIB en 2015, lo que supondrá
unos 100.000 millones de euros.

En principio, todas estas pruebas a las que se
verán sometidas las arcas públicas pueden superarse
reduciendo otros gastos o incrementando los ingresos de los
impuestos tradicionales.

No obstante, la CE considera que, mientras que este tipo
de esfuerzos siguen siendo necesarios y deben ser prioritarios en
la agenda política, tienen que explorarse "nuevas
vías" a la luz de que las necesidades financieras
serán altas y las fuentes innovadoras de
financiación pueden tener un papel nada desdeñable
tanto en la consolidación fiscal como en el crecimiento
sostenible que, por lo demás, figura en la estrategia
económica de la UE para 2020.

Anexo: El
rincón de los gurús (la
dictadura
intelectual)

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Coda: Sería de agradecer que algunos de estos
"escribas" (no digo todos) recuperaran su capacidad para armar
las conciencias, inspirar entusiasmo y ofrecer esperanza en una
vida más digna que su actual caricatura. Bastaría
con decir la verdad y enfrentarse a las consecuencias. ¡Ah,
pero son relativistas culturales! Y por lo tanto para ellos (no
digo todos) la verdad es un efecto mediático. Ahí
estamos… entre la pantalla total y el tecno-utopianismo.
De la falacia "ultraliberal" al socialismo "de mercado". Una
perspectiva binaria del autoritarismo posmoderno.

No todo el "capital intelectual" creado por estos
gurús mediáticos está destinado a producir
"bienes sociales"; los "males sociales" son también
inevitables. Aunque hay muchas razones para ser
escépticos, les ofrezco algunas "deposiciones" y dejo a
vuestro criterio su reflexiva "interpretación".
¿Caperucitas o lobos? En su caso: ¿le corresponde a
la Unión Europea representar el papel de la
"abuelita"?

– La tragedia griega merece el interés global
(Expansión – 20/1/10)

(Por Martin Wolf)

El Gobierno griego ha prometido reducir su
déficit fiscal desde aproximadamente el 12,7% del producto
interior bruto (PIB) el año pasado al 3% en 2012.
¿Podrá conseguirlo? No es muy probable.

Pero Grecia no es más que el canario de la mina
de carbón fiscal. Otros miembros de la eurozona
también sufren presiones para rebajar sus déficits
fiscales. ¿Qué efecto podría tener esa
presión sobre los miembros más vulnerables, la
eurozona y la economía mundial?

Después de haber falsificado sus datos durante
años, defraudando la confianza de sus socios, Grecia ha
caído en desgracia. Sin embargo, incluso si merece parte
de la culpa, la labor que va a acometer es de proporciones
astronómicas. En particular, a diferencia de la
mayoría de los países con enormes déficit
fiscales –como, por ejemplo, Reino Unido–, Grecia no
puede compensar el impacto del ajuste fiscal relajando la
política monetaria o depreciando su divisa.

Grecia es miembro de una unión monetaria que
cuenta con la política de divisas más severa de
entre las grandes economías, tal y como señalaba
esta semana en Financial Times Paul de Grauwe, de la universidad
de Leuven. Según la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la
demanda doméstica final real de la eurozona se
estancará en 2010. En el caso de Alemania, la
previsión es que crezca un 0,2%.

El euro también se ha fortalecido en
términos reales más que ninguna otra divisa desde
su lanzamiento en 1999. Para agravar la situación, Grecia
y otros países periféricos han perdido
competitividad dentro de la zona. Los costes laborales por
empleado crecieron en Grecia un 23% con respecto a Alemania entre
principios del año 2000 y el segundo trimestre de 2009,
algo que también sucede en el caso de otros miembros
periféricos.

Finalmente, incluso si el ajuste fiscal redujera los
márgenes de los bonos griegos frente a los bonos alemanes
-un indicador del riesgo de impago de Grecia-, no
supondría un gran beneficio para las finanzas
públicas y la economía. Es cierto, a principios de
esta semana, el diferencial griego sobre los bonos germanos era
de 2,74 puntos porcentuales. Pero los márgenes sólo
han sido amplios dos años. También es probable que
el impacto de los tipos de interés más bajos del
sector público sobre los pagados por el sector privado sea
bastante pequeño.

Teniendo en cuenta estas severas restricciones, un
fuerte ajuste fiscal estructural dará lugar a una profunda
recesión. Seguramente, eso aumentará el
déficit cíclico. Asumamos, con prudencia, que por
cada punto porcentual de endurecimiento fiscal hubiera, en
compensación, 0,2 puntos de deterioro fiscal. Entonces, el
ajuste estructural necesario para reducir el déficit
actual al 3% del PIB se aproximaría a los 12 puntos
porcentuales. El Gobierno griego se encontraría con que,
por cada paso que diera hacia adelante, sufriría un
pequeño retroceso. Hasta el momento, Grecia no ha sufrido
una recesión significativa. Parece que eso
cambiará. El Gobierno pronto se encontrará con unos
sectores público y privado en una situación
lamentable, sin instrumentos políticos.

Los problemas de Grecia son extremos,
porque de entre los países miembros vulnerables de la
eurozona, sólo ella sufre tanto un alto déficit
fiscal como una alta deuda. Otros países que cuentan con
altos déficits fiscales son Irlanda (12,2% del PIB en
2009) y España (9,6%). Pero, mientras que los
préstamos netos públicos alcanzaron el 86% del PIB
a finales de 2009 en Grecia, según la OCDE, en Irlanda y
España sólo ascendieron al 25% y el 33%
respectivamente. Entretanto, Italia, con un ratio de deuda neta
del 97%, registró un déficit de "únicamente"
el 5,5%. Portugal se encuentra en un término medio, con
una deuda neta del 56% del PIB y un déficit del 6,7%.
Así, el reto para Grecia es mayor y más apremiante
que para el resto de países.

En un artículo en Financial Times la semana
pasada, Desmond Lachman, del Instituto de Empresa Americano,
concluía que Grecia se vería obligada a abandonar
la eurozona. Simon Tilford, del Centro para la Reforma Europea
londinense, expuso en estas páginas, por el contrario, que
debe ser rescatada. Existen otras dos posibilidades: que Grecia
no ceda; o que simplemente cometa impago.

¿Cuál es más probable? No lo
sé. Pero el impago no puede ser una solución.
Grecia se vería obligada a reducir su déficit en
medio de una debacle económica nacional. La salida de la
eurozona supondría una catástrofe política.
Cualquiera de estas eventualidades (por no hablar de las dos
juntas) contagiaría a los miembros vulnerables, con
efectos letales. De repente, lo impensable sería posible.
La eurozona podría tener que hacer frente, entonces, a una
oleada de crisis de la deuda soberana y del sector financiero que
haría que lo sucedido en 2009 pareciera una
fiesta.

Al mismo tiempo, un rescate de la
eurozona originaría un enorme riesgo moral para los
políticos. Sólo sería posible si la eurozona
ejerciese posteriormente cierto grado de control directo sobre
las decisiones fiscales de los estados miembros. En pocas
palabras, sería la vía más rápida
hacia la unión política que muchos consideraron en
un principio una condición necesaria para el éxito
del proyecto.

Dada la terrible dificultad de todas las alternativas,
estoy seguro de que se harán esfuerzos para evitarlas el
máximo tiempo posible. Lo mismo sucederá en el
resto de países. Todos se verán obligados a aceptar
prolongadas recesiones. Pero en ausencia de una sólida
demanda en el resto de la eurozona o de un tipo de cambio
más bajo -ambos dependientes de las decisiones del Banco
Central Europeo- es muy probable que la vía de la
desinflación competitiva para alcanzar la prosperidad
fracase. Algunos países pueden verse sumidos en un
estancamiento a largo plazo.

Entretanto, tras haber perdido sus viejos motores de
demanda interna, a la eurozona sólo le queda esperar un
crecimiento más rápido de las exportaciones netas.
Lo mismo sucede en el caso de los países afectados por la
crisis financiera, como Reino Unido y EEUU. Y en el de un
Japón en recesión. También, especialmente,
en China. O el resto del mundo comienza a consumir en masa, o
estos países -que representan el 70% de la economía
mundial- se van a sentir defraudados.

Algunos, sabiendo de mi oposición a la entrada de
Reino Unido en la eurozona, supondrán que siento cierto
placer con estas dificultades. Todo lo contrario, temo las
peligrosas consecuencias. Pero este es, sin duda, el tipo de
dificultades que me preocupaban. La mayor parte del tiempo,
disponer de una divisa independiente no es más que un
incordio. Pero, de vez en cuando, y de forma bastante
impredecible, los países necesitan desesperadamente una
válvula de seguridad. Tal y como el profesor de Grauwe nos
recuerda, en los años 30 esa ayuda era necesaria. Nuestra
propia época plantea retos que parecen similares. Los
problemas surgen. Los miembros de la eurozona deseaban con fervor
la creación del euro. Ahora deben superar las dificultades
que se presenten cuando, como ahora, surge algún
problema.

(The Financial Times Limited 2009. All Rights
Reserved)

– Aprender de Europa (El País –
24/1/10)

(Por Paul Krugman)

La reforma sanitaria ha provocado muchos lloriqueos y
rasgado de vestiduras entre los conservadores. Y no me refiero
solamente a los más radicales. Hasta los conservadores
más serenos han estado lanzando advertencias atroces sobre
que la sanidad de Obama convertirá a EEUU en una
democracia social de tipo europeo. Y todo el mundo sabe que
Europa ha perdido todo su dinamismo económico.

Sin embargo, por extraño que parezca, lo que todo
el mundo sabe no es verdad. Europa tiene sus problemas
económicos; ¿quién no? Pero la historia que
oímos constantemente (de una economía estancada en
la que los impuestos elevados y los beneficios sociales generosos
han eliminado los incentivos, y detenido el crecimiento y la
innovación) se parece poco a los hechos, sorprendentemente
positivos. La lección de Europa es en realidad la opuesta
a la que cuentan los conservadores: Europa es un éxito
económico, y ese éxito demuestra que la democracia
social funciona.

De hecho, el éxito
económico de Europa debería resultar evidente
incluso sin estadísticas. Para aquellos estadounidenses
que han visitado París: ¿les parecía pobre y
atrasada? ¿Qué me dicen de Frankfurt o Londres?
Siempre deberían tener en cuenta que cuando se trata de
qué creer -las estadísticas económicas
oficiales o lo que uno ve con sus mentirosos ojos- son los ojos
los que dicen la verdad.

En cualquier caso, las
estadísticas confirman lo que ven los ojos. Es cierto que
la economía de EEUU ha crecido más deprisa que la
europea en la última generación. Desde 1980 -cuando
nuestra política giró bruscamente hacia la derecha,
mientras que la de Europa no lo hizo- el PIB real de EEUU ha
crecido, de media, un 3% al año. Mientras tanto, la UE de
los 15 -el bloque de los 15 países que eran miembros de la
Unión Europea antes de que ésta se ampliase para
incluir a una serie de antiguos países comunistas-
sólo ha crecido un 2,2% al año. ¡EEUU se
impone!

O puede que no. Todo lo que nos dice
esto es que hemos tenido un crecimiento demográfico
más rápido. Desde 1980, el PIB real per
cápita -que es el que importa para determinar la calidad
de vida- ha aumentado casi al mismo ritmo en EEUU y en la UE de
los 15: 1,95% al año en EEUU; 1,83% en Europa.

¿Y qué pasa con la
tecnología? A finales de los años noventa, era
posible sostener que la revolución de la tecnología
de la información estaba pasando de largo a Europa. Pero,
desde entonces, Europa ha acelerado en muchos sentidos. La banda
ancha, en concreto, está casi igual de extendida en Europa
que en Estados Unidos, y es mucho más rápida y
barata.

¿Y qué hay del empleo? En
esto se puede afirmar que a EEUU le va mejor: las tasas de paro
europeas suelen ser significativamente mayores que la
estadounidense, y la fracción de la población con
trabajo, menor. Pero si la visión que tienen es la de
millones de adultos con la edad perfecta para trabajar sentados
sin nada que hacer, viviendo del paro, piensen otra vez. En 2008,
el 80% de los adultos de entre 25 y 54 años de la UE de
los 15 tenían trabajo (y el 83% en Francia). Eso es
aproximadamente lo mismo que en EE UU. Los europeos tienen menos
tendencia que nosotros a trabajar cuando son jóvenes o
mayores, pero ¿es eso algo negativo?

Y además, los europeos son
bastantes productivos: trabajan menos horas, pero la
producción por hora en Francia y Alemania está
cerca de la de EEUU.

La cuestión no es que Europa sea
una utopía. Como EEUU, está teniendo problemas para
lidiar con la actual crisis financiera. Como Estados Unidos, los
grandes países de Europa se enfrentan a graves problemas
fiscales a largo plazo y, como algunos estados concretos de
Estados Unidos, algunos países europeos se tambalean al
borde de la crisis fiscal. (Sacramento es ahora la Atenas de
Estados Unidos, en el mal sentido). Pero desde una perspectiva
general, la economía europea funciona; crece; es tan
dinámica, teniéndolo todo en cuenta, como la
nuestra.

Entonces, ¿por qué muchos
expertos nos pintan un cuadro tan diferente? Porque, según
el dogma económico dominante en EEUU -y al decir esto me
refiero a muchos demócratas, así como a
prácticamente todos los republicanos- la democracia social
de tipo europeo debería ser un completo desastre. Y la
gente tiende a ver lo que quiere ver.

Al fin y al cabo, mientras que la
información sobre la defunción económica de
Europa se exagera, no se hace lo mismo con la referida a sus
impuestos elevados y beneficios generosos. Los impuestos en los
principales países europeos están entre el 36 y el
44% del PIB, en comparación con el 28% en EEUU. La
asistencia sanitaria universal es, bueno, universal. El gasto
social es inmensamente superior al de EEUU. Así que, si
hubiese algo de verdad en las suposiciones económicas que
predominan en los debates públicos estadounidenses -sobre
todo, la creencia de que la subida, incluso moderada, de
impuestos a los ricos y las prestaciones para los pobres
eliminarían radicalmente los incentivos para trabajar,
invertir e innovar- Europa sería la economía
estancada y decadente de la leyenda. Pero no lo es.

Europa se presenta a menudo como una historia con
moraleja, una demostración de que si uno trata de hacer la
economía menos brutal, de ocuparse mejor de sus
conciudadanos cuando pasan por malos momentos, uno
terminará destruyendo el progreso económico. Pero
lo que la experiencia europea realmente demuestra es lo
contrario: la justicia social y el progreso pueden ir de la
mano.

(Paul Krugman es profesor de Economía en la
Universidad de Princeton y premio Nobel de Economía 2008.
(c) 2010 New York Times News Service)

Joseph Stiglitz critica el plan de reducción de
déficit de Grecia (The Wall Street Journal –
2/2/10)

(Por Sebastián Moffett)

El plan de Grecia para recortar su déficit
presupuestal en medio de la creciente presión de sus
vecinos europeos podría frenar el crecimiento del
país, advirtió el economista Joseph
Stiglitz.

El gobierno griego ha esbozado recortes de gastos y
medidas para incrementar los ingresos por impuestos, en un
esfuerzo por frenar el déficit presupuestal a 3% de
producto interno bruto para 2012 frente a 13% del PIN en 2009. El
primer ministro George Papandreu anunció el martes un
congelamiento para todos los salarios de los empleados
públicos y dijo que se movería para elevar los
impuestos a la gasolina.

Pero sin medidas para estimular la economía,
tales como fondos de desarrollo y otros medios para incrementar
la liquidez, la reducción del déficit podría
desacelerar el crecimiento, dijo Stiglitz, profesor de la
Universidad de Columbia y ganador del Premio Nobel de
economía en 2001.

Un crecimiento más lento a su vez podría
generar menos ingresos impositivos y terminaría
incrementando el déficit.

"Yo advertiría seriamente en
contra del fetichismo del déficit", dijo Stiglitz en una
conferencia de prensa en Atenas. "Si usted tiene menos
éxito (estimulando la economía a través de
otros medios), entonces me comenzaría a
preocupar".

La Comisión Europea planea publicar el
miércoles un informe que ofrece su apoyo a las medidas de
austeridad griegas, que se ajustan a los procedimientos
establecidos en el tratado que gobierna a la UE.

Cuando un país del bloque rompe el techo de
déficit presupuestal de 3% del PIB, la comisión y
los ministros de finanzas de la UE establecen un cronograma para
regresar a esa meta.

El presidente de la Comisión Europea José
Manuel Barroso, dijo el martes que la comisión
apoyaría el plan presupuestal del país, indicando
que aún quedaban riesgos para la economía
griega.

Los mercados financieros, siguiendo el ejemplo de la
rebaja de calificaciones por parte de las firmas calificadoras,
han vendido deuda del gobierno griego. Grecia ahora tiene que
pagar más para tomar prestado dinero que otras
economías de la euro zona. El diferencial entre el
rendimiento del bono a 10 años del gobierno y su
equivalente alemán alcanzó más de cuatro
puntos porcentuales la semana pasada.

Los efectos en la economía griega de estas
medidas podrían ser devastadores. Recortar el
déficit del sector público a la mitad
impulsaría la tasa de desempleo del 9,3% actual a 16%,
según predijo el martes la firma de investigación
financiera estadounidense High Frequency Economics.

Stiglitz dijo que las medidas anteriores de austeridad
no funcionaron como se anticipaba, como por ejemplo
sucedió en Asia occidental hace una década.
Él aseguró que Irlanda, la cual recortó los
salarios de los empleados públicos para tratar de arreglar
su déficit, vivía una experiencia similar en estos
momentos.

"El tipo de política que Irlanda usó no
tuvo los efectos" anticipados por la gente que los
recomendó, dijo. "Hay cierta gente en la Unión
Europea que creen en el fetichismo del déficit y obtienen
un cierto confort al hablar con dureza".

– Dejemos que Grecia se tome unas vacaciones de la
eurozona (Expansión – 18/2/10)

(Por Martin Feldstein)

Las garantías de crédito o
los préstamos temporales de Alemania y Francia pueden
permitir a Grecia evitar una nueva crisis de
refinanciación a finales de esta primavera.

Pero los parches financieros temporales
no abordarán el verdadero problema: el déficit
presupuestario de Grecia, que asciende al 13% del producto
interior bruto (PIB). Para evitar una explosión del ratio
deuda gubernamental/PIB, Grecia debe reducir sus futuros
presupuestos anuales y subir los impuestos de forma que, juntos,
equivalgan al menos al 10% del PIB.

Por desgracia, semejante contracción fiscal
provocaría un fuerte aumento de la tasa de desempleo, que
se sitúa ya en el 10%; y la oposición
política hace que una actuación así sea
imposible.

Si Grecia dispusiera aún de su
propia divisa podría, en paralelo, devaluar el dracma para
reducir las importaciones y aumentar las exportaciones,
recortando su déficit comercial del 15% del PIB. El PIB y
el índice de ocupados de Grecia podrían crecer
entonces si el aumento de las exportaciones y el descenso de las
importaciones aportasen más al empleo y a la
producción que lo perdido por medio de las subidas de
impuestos y el recorte del gasto gubernamental. Pero como Grecia
no dispone ya de su propia divisa, no es libre para seguir esta
estrategia.

Así que, ¿qué puede
hacer? Puede, sencillamente, subir los impuestos y reducir el
gasto, pidiendo a su población que sufra muchos
años con un alto índice de paro. O puede buscar un
rescate real de sus socios europeos, por el que estos den al
Gobierno griego, año tras año, suficiente dinero
como para pagar sus deudas sin tener que aumentar los
impuestos.

Incluso si el pequeño
tamaño de la economía griega lo hiciera posible,
esta opción sería rechazada, ya que Alemania y
Francia temerían, con acierto, que al hacerlo surgieran
presiones para efectuar rescates similares de países de la
eurozona más grandes. Otra opción es que Grecia
salga de la eurozona, iniciando, tal vez, un proceso en el que
otros países con grandes déficit fiscales y
comerciales también la abandonen.

Ninguna de las opciones anteriores resulta atractiva
para Grecia o sus socios de la eurozona. Pero existe una mejor
idea que podría preservar la moneda única al tiempo
que ayudase al atribulado país a ajustar sus
déficits.

El resto de la eurozona podría
permitir a Grecia ausentarse temporalmente con el derecho y la
obligación de volver con un tipo de cambio más
competitivo.

Para ser más exactos, Grecia
cambiaría su divisa del euro al dracma, con una tasa
inicial de cambio de un euro por dracma. Los balances y las
deudas de los bancos seguirían estando denominados en
euros. Los salarios y los precios se establecerían en
dracmas.

Si el acuerdo exigiese que Grecia se
reincorporarse con un tipo de cambio de 1,3 dracmas por euro, la
divisa griega caería inmediatamente cerca de un 30% en
relación a la moneda común europea y a otras
divisas. Si la inflación inducida de Grecia es baja, o
simplemente inexistente, los productos griegos serían
sustancialmente más competitivos tanto en el mercado
doméstico como en los extranjeros.

A cambio del permiso para reajustar su
tasa de cambio, Grecia tendría que aceptar severas medidas
fiscales para reducir su déficit con rapidez y mantenerlo
en un nivel bajo. Aunque el mayor coste de las importaciones
reduciría los ingresos reales locales, el daño se
vería limitado por el hecho de que las importaciones
representan menos del 20% del PIB griego.

Cabe la posibilidad de que otros miembros de la eurozona
pusieran objeciones a concederle a Grecia esta mejora en la
competitividad. Podrían temer que otros países con
grandes déficit comerciales presionen para obtener
acuerdos similares. Pero permitir que Grecia reajuste su tasa de
cambio podría seguir siendo mejor que la opción de
que el país abandone de forma permanente la eurozona.
Sería sin duda preferible a condenar a los griegos a una
década de padecimiento. También sería mejor
que la idea de que Alemania y otros países ofrezcan una
asistencia financiera constante a Grecia, ya que ese proceso
podría hacer que el propio Berlín quiera abandonar
la eurozona.

La unión económica y
monetaria europea tiene dos imperfecciones básicas.
Primero, obliga a los distintos países a vivir con un tipo
de interés y de cambio que puede no ser adecuado para
todos los miembros. Segundo, la combinación de una divisa
única con políticas presupuestarias independientes
fomenta el derroche fiscal. La situación griega es la
manifestación de estos defectos. Si los líderes
políticos quieren, no obstante, preservar el actual
sistema, permitir que Grecia reajuste su tasa de cambio de forma
temporal puede ser la mejor opción.

(Martin Feldstein, profesor de Economía en
Harvard y presidente emérito de la Oficina Nacional de
Investigaciones Económicas)

– "No es la mejor idea, pero es la única viable":
Marc Faber habla del rescate de Grecia (El Economista –
19/2/10)

(Por José Luis de Haro / Nueva York)

El influyente inversor internacional
Marc Faber aseguraba durante una conversación con
elEconomista que tanto España como Portugal "se encuentran
en la misma mala situación que Grecia". "En el caso
español hay que tener en cuenta que su economía es
más grande y eso podría ser peligroso", dijo.
Grecia podría emitir bonos a 10 años la semana que
viene por 5.000 millones.

El inversor apuntó que la
Unión Europea tiene dos opciones a partir de ahora:
disolverse o permanecer unida y "después de todo este
tiempo, todos los esfuerzos se orientan a permanecer en un mismo
bloque".

Con este objetivo, Faber puso de
manifiesto que "la Unión Europea acabará prestando
dinero a todos estos países pero las condiciones de los
préstamos serán bastante duras, algo que no
beneficiará a dichas economías a largo
plazo".

En este sentido, el gurú
explicó que el rescate de la UE al gobierno griego "no es
la mejor idea, pero es la única viable a día de
hoy".

"El problema es que en la actualidad es
difícil aumentar los impuestos lo suficiente para corregir
estos excesos, por eso tanto en Europa como algunos estados de
EEUU tendrán que ser ayudados por los bancos centrales o
por otros gobiernos", apuntó.

Ante la polémica suscitada por
los artículos publicados en Der Spiegel y The New York
Times, en los que se destapó la relación entre
varias entidades de Wall Street y algunos gobiernos europeos,
incluído el griego, para maquillar las cuentas
públicas, el famoso gurú confirmó este hecho
y reiteró la necesidad de regular este tipo de
operaciones.

"Por supuesto que los bancos de
inversión, como Goldman Sachs, han ayudado a gobiernos
europeos a esconder algunos esqueletos en el armario pero ante
todo hay que entender el contexto donde ésta
situación tuvo lugar", aseguró Faber.

Al fin y al cabo estos hechos "tuvieron lugar ante la
falta total de supervisión regulatoria y en un momento en
que la política monetaria tomaba un rumbo expansivo",
matizó el Faber.

EEUU y su deuda

En lo que se refiere a la deuda de Estados Unidos, Faber
no dudó en reiterar que el país perdió hace
tiempo la triple A y que el gobierno norteamericano "siempre
solventa sus problemas deficitarios imprimiendo más
dinero".

Desde su punto de vista esta "es una forma de impago de
deuda", aunque, por supuesto, siempre provocará que las
agencias de calificación mantengan impoluto el rating de
la deuda estadounidense.

Aún así, el inversor recordó que
"AIG o muchas otras entidades también mantuvieron su
calificación hasta tener que ser rescatadas o sometidas a
la bancarrota".

Por último, Faber aseguró que la
volatilidad seguirá estando presente en la renta variable
de EEUU. "En las últimas semanas hemos visto una
caída media del 10 por ciento por lo que en las
próximas jornadas podríamos experimentar un nuevo
rally alcista", aseguró. "En general creo que este
año no será tan bueno para las acciones
convencionales como fue 2009", añadió.

– Turno para Italia: Robert Mundell cree que es "la
mayor amenaza para el euro" (El Economista –
18/2/10)

Empezó por Grecia, se trasladó a Portugal
y después a España. Y ahora le toca el turno a
Italia, que se ha convertido en el nuevo blanco de las
especulaciones por sus cuentas públicas y por el uso de
derivados por parte de sus ayuntamientos para "esconder" deudas.
En palabras del Nobel de Economía, Robert Mundell, "Italia
es la mayor amenaza para el euro". Grecia podría emitir
bonos a 10 años la semana que viene por 5.000
millones.

Ayer, el Tribunal de Cuentas italiano (Corte dei Conti)
advirtió de que los derivados que habían adquirido
los municipios del país pondrían en peligro las
finanzas públicas durante décadas. Y es que el uso
de derivados no se limita a los gobiernos, como en el caso de
Grecia o la propia Italia, que los utilizó para unirse al
euro.

El problema no es pequeño, ya que el tribunal
calcula que unos 500 municipios tienen contratos por valor de
35.000 millones de euros, cantidad equivalente a un tercio del
total de la deuda conjunta de las regiones, provincias y
ayuntamientos.

Este tipo de contratos estaban diseñados, entre
otras cosas, para cubrir los riesgos que suponen las variaciones
de los tipos de interés para las emisiones de bonos. Sin
embargo, al igual que en Grecia, se utilizaron para obtener
liquidez para el gasto corriente o incluso, según el
tribunal, con "fines especulativos".

El Gobierno italiano permitió este tipo de
maniobras en 2002, pero el año pasado las prohibió
y obligó a que toda la liquidez obtenida por estos medios
tuviera que ser contabilizada como deuda. Aún con todo,
los municipios italianos se enfrentan a pérdidas
potenciales enormes, que en 2008, según el Banco de
Italia, ascendieron a casi 2.000 millones de euros. El
único respiro es que al estar muchos de ellos ligados a
los tipos de interés, la bajada de los mismos ha aliviado
las pérdidas.

La batalla entre las instituciones y los bancos ya se ha
trasladado a los tribunales. El año pasado, por ejemplo,
fueron incautados 476 millones a JP Morgan, Deutsche Bank y UBS,
entre otros, acusados de haber estafado al ayuntamiento de
Milán con contratos de derivados.

Italia: "La mayor amenaza para el euro"

Por otro lado, Italia, cargada con la
segunda deuda más onerosa de la Eurozona, es la "mayor
amenaza" para la economía del bloque de 16 miembros,
según el premio Nobel de Economía Robert
Mundell.

"Italia tiene que preocuparse", dijo
ayer Mundell, profesor en la Universidad de Columbia, en una
entrevista a Bloomberg en Nueva York.

"Sería muy difícil
rescatar a Italia. Tenemos que asegurarnos de que lo que se haga
con Grecia, y posiblemente con Portugal y quizá con
Irlanda, salve a Italia de ese problema".

Las autoridades italianas han tratado de impedir que se
meta a Italia en el mismo saco que a otras economías
menores de la Eurozona, las cuales han creado preocupación
respecto de su capacidad para controlar sus déficits y
deudas.

El primer ministro Silvio Berlusconi dijo el 10 de
febrero que esos países estaban "mucho peor" que Italia y
que "los mercados nos brindaron su confianza".

Mundel explicó que el alto nivel de deuda de
Italia crearía problemas para toda la región del
euro si los crecientes costes financieros dificultan el pago de
intereses por los préstamos del país. Italia tiene
una deuda de cerca de 1,8 billones de euros, más de cinco
veces la de Grecia y el equivalente de alrededor de un cuarto de
la deuda de la Eurozona.

El déficit italiano es del 5,3% del PIB, mucho
menos que los de España o Grecia. Sin embargo, los bonos
italianos a 10 años cotizan con un diferencial respecto al
bund alemán de 85 puntos básicos, en niveles muy
similares a los de los bonos españoles.

– Los obstáculos políticos
impedirán que Grecia salga del euro (Libertad Digital –
19/2/10)

Grecia se mantendrá en el euro. Al menos
ésa es la apuesta de Credit Suisse, que en su
último informe sobre la economía europea lo deja
claro: "hay obstáculos políticos" que
impedirán que se deje caer al país
heleno.

(Por D. Soriano)

El banco suizo asegura que "las probabilidades de salida
de la Unión Monetaria son mucho menores", puesto que la
permanencia de Grecia dentro de la zona euro hace mucho
más sencillo que otros países le ayuden en caso de
dificultades.

De esta manera, los analistas de Credit Suisse aseguran
que la salida del euro no es sólo una "cuestión de
competitividad", sino que tiene otras implicaciones dentro de la
UE. Por eso, destacan que la retirada debería ser
"pactada" con el resto de los miembros (lo que evitaría el
efecto sorpresa) y provocaría numerosos "problemas
políticos" dentro de la Unión.

Además, el mismo informe señala que la
salida del euro supondría "una importante subida" de los
tipos de interés y, además, "no hay certeza de que
la subsiguiente depreciación de la moneda griega" fuera a
suponer una mejora de su competitividad por un largo
período de tiempo.

"Buena dirección"

En el aspecto puramente económico, el estudio
defiende que las medidas planteadas por el Gobierno griego son
"particularmente ambiciosas" y van encaminadas en la "buena
dirección". Además, el "apoyo" del pueblo que
muestran las encuestas hará más fácil su
implantación.

En el otro lado de la balanza, el documento destaca que
los mercados se mantienen "escépticos" ante el "esfuerzo
sin precedentes" que requerirá su aplicación.
Así, para incrementar el peso del Estado en la
economía, aumentar la recaudación impositiva y
rebajar la deuda pública, el Ejecutivo ha planteado "un
incremento permanente en numerosos impuestos", estimado en 2.600
millones de euros; un aumento del tipo aplicable a los beneficios
empresariales (supondrá 1.300 millones); y una mejora en
los mecanismos de "lucha contra la evasión fiscal" (que
podría aportar hasta 1.200 millones).

– Enseñando a los PIIGS a volar (Expansión
21/2/10)

(Por Nouriel Roubini)

Los problemas fiscales de Grecia son,
como he dicho en muchas oportunidades, sólo la punta de un
iceberg global. Ya que el próximo capítulo de la
reciente crisis financiera global será el creciente riesgo
soberano, especialmente en las economías avanzadas que
tienen voluminosos déficits presupuestarios y acumulan
grandes cantidades de deuda pública, a la vez que
socializan las pérdidas financieras privadas para reanimar
el crecimiento económico.

Por cierto, la historia sugiere que una
recesión severa y la socialización de las
pérdidas privadas suelen derivar en un incremento
insostenible de la deuda pública. Es más,
después de unos años, a las crisis financieras
ocasionadas por una deuda y un apalancamiento excesivos, les
siguen impagos soberanos y/o una inflación alta que
aniquila el valor real de las deudas públicas.

Grecia también es una temprana advertencia para
la eurozona, donde todas las economías PIIGS (Portugal,
Italia, Irlanda, Grecia y España) padecen los problemas
gemelos de la sostenibilidad de la deuda pública y la
sostenibilidad de la deuda externa. El acceso al euro y las
"operaciones de convergencia" alcistas empujaron los rendimientos
de los bonos en esos países hacia el nivel de los bonos
alemanes, con el consiguiente auge del crédito que
favoreció un crecimiento excesivo del consumo.

Salarios y productividad

La mayoría de estas economías
sufría una pérdida de sus mercados exportadores a
manos de Asia, con sus bajos salarios. Una década de
crecimiento salarial que superó las ganancias de
productividad condujo a una apreciación real, a la
pérdida de competitividad y a grandes déficits por
cuenta corriente.

En España e Irlanda, el boom inmobiliario
exacerbó los desequilibrios externos al reducir la tasa de
ahorro nacional, inflar el consumo y fomentar la inversión
residencial. Y la apreciación del euro en los
últimos años -impulsada en parte por la
política monetaria excesivamente ceñida del Banco
Central Europeo- fue el clavo final en el ataúd de la
competitividad.

En consecuencia, restablecer la
competitividad, no sólo el ajuste fiscal, es necesario
para reanimar el crecimiento sostenido. Existen sólo tres
maneras de lograrlo. Una década de deflación
funcionaría, pero estaría acompañada por una
estagnación económica, volviéndose
así -como sucedió en Argentina a principios de esta
década- políticamente insostenible, con el
resultado de una devaluación (salida del euro) e
incumplimiento de pago.

Acelerar las reformas estructurales para
aumentar la productividad controlando al mismo tiempo el
crecimiento de los salarios públicos y privados es la
estrategia correcta, pero, igual que antes, resulta
políticamente difícil de implementar.

O se podría tener un euro
más débil si el BCE estuviera dispuesto -cosa poco
probable- a relajar la política monetaria un poco
más para permitir una depreciación real. Sin
embargo, un euro más débil no eliminaría la
necesidad de reformas estructurales; de lo contrario, los
beneficios muy probablemente irían a parar a países
como Alemania que implementaron reformas dolorosas para
restablecer la competitividad mediante una reducción de
los costes laborales unitarios relativos.

Un programa sombra o real del Fondo
Monetario Internacional mejoraría enormemente la
credibilidad de una política de reducción fiscal y
reformas estructurales. En ese marco, la Comisión Europea
impondría una condicionalidad fiscal y estructural a
Grecia, mientras que la UE y/o el BCE ofrecerían
financiación, algo que sería absolutamente
necesario, porque aunque se anuncie el programa de reforma mejor
concebido, no bastaría para restablecer la credibilidad
perdida en las políticas.

Los mercados seguirían
mostrándose escépticos, especialmente si la
implementación conduce a manifestaciones callejeras,
disturbios, huelgas y una pereza parlamentaria. Hasta que no se
restablezca la credibilidad, perduraría el riesgo de un
ataque especulativo sobre la deuda pública -reflejado en
el actual aumento de los márgenes de las coberturas por
riesgo crediticio-, en vista del actual déficit
presupuestario y la necesidad de refinanciar deuda por
vencer.

Teniendo en cuenta que la Unión
Europea no tiene antecedentes en materia de imponer
condicionalidad, y que la financiación del BCE
podría ser vista como una forma de rescate, un programa
formal del FMI sería la mejor estrategia. Los programas
más exitosos emprendidos en presencia de un riesgo de
crisis de financiamiento de deuda fiscal y/o externa fueron
aquellos -como México, Turquía y Brasil– donde una
gran cantidad de apoyo para liquidez/financiamiento por parte del
FMI fortaleció un compromiso cada vez más
creíble con el ajuste y la reforma.

Las garantías de préstamos
de Alemania y/o la UE son menos deseables que un programa del
FMI, ya que resulta muy difícil diseñar e
implementar condicionalidad de manera creíble con estas
garantías. El respaldo del FMI, por otro lado, se paga en
cuotas y está condicionado al logro de varios objetivos de
políticas en el transcurso del tiempo.

Hasta hace poco, las autoridades griegas y la UE
habían negado la necesidad de financiación, por
temor a que esto se viera como una señal de debilidad y
creara un estigma. Fue un grave error. El ajuste fiscal y la
reforma estructural sin financiación son más
frágiles y tienen más riesgos de fallar sin un
fondo de liquidez que impida una gran demanda de deuda
pública mientras se implementan las políticas
apropiadas y gradualmente se gana credibilidad.

Al mismo tiempo, si Grecia no ajusta
plenamente sus políticas para restablecer la
sustentabilidad fiscal y la competitividad, un rescate parcial
por parte de la UE y del BCE seguiría siendo posible a fin
de evitar el riesgo de contagio al resto de la eurozona y la
consiguiente amenaza a la supervivencia de la unión
monetaria. Un incumplimiento de pago de Grecia, después de
todo, podría tener los mismos efectos sistémicos
globales que el colapso de Lehman Brothers en 2008.

Los diferenciales de riesgo soberano ya
le están poniendo precio al riesgo de un efecto
dominó de Grecia a España, Portugal y otros
miembros de la eurozona. A la UE y al BCE les preocupa el peligro
moral de cualquier "rescate". Pero ésa es precisamente la
razón por la cual un programa creíble del FMI que
vincule el respaldo financiero al logro progresivo de los
objetivos de reforma fiscal y estructural es la manera correcta
de enseñarle a Grecia y a otros PIIGS a volar.

– El test del euro va más allá de Grecia
(Expansión – 23/2/10)

(Por George Soros – Financial Times)

Según recuerda Otmar Issing, uno
de los padres del euro, los principios bajo los que se
fundó la moneda única contemplaban la unidad
monetaria, pero no política.

Los estados que lo integran
establecieron un banco central común. El euro, cuya
viabilidad se pone ahora en entredicho, se basó en unos
principios únicos y extraordinarios.

Para su correcto funcionamiento, una
moneda debe contar con un Banco Central y un Departamento del
Tesoro; este último debe estar disponible en tiempos de
crisis. Cuando el sistema financiero esté a punto de
colapsar, el Banco Central puede proporcionar liquidez, pero
sólo el Tesoro puede resolver los problemas de
solvencia.

La UE estableció objetivos
limitados, pero políticamente factibles, consciente de que
se necesitarían medidas adicionales en el futuro. Pero,
por diversas razones, el proceso se quedó en punto muerto.
Lo mismo ocurre con el euro. La crisis de 2008 puso de manifiesto
su defectuoso sistema, cuando los miembros tuvieron que rescatar
a sus sistemas bancarios de forma independiente. La crisis de la
deuda griega ha llevado la situación a un punto
culminante. Si los países miembros son incapaces de
avanzar, el proyecto del euro podría fracasar.

Aunque Maastricht estableció unos límites
que los miembros de la eurozona debían respetar, los
anteriores gobiernos griegos los incumplieron. La
situación llegó al límite cuando el
Ejecutivo de Papandreu anunció un déficit
presupuestario del 12,7% en 2009, noticia que alarmó tanto
a las autoridades europeas como a los mercados. Aunque las
autoridades europeas han aceptado el plan de reducción del
déficit griego, los mercados siguen nerviosos.

La prima de riesgo de los bonos del Gobierno griego
ronda el 3%, privando a Grecia de la mayor parte de los
beneficios de los miembros del euro. De continuar así, es
probable que Grecia no sea capaz de salir de su difícil
situación. Llevar más allá los recortes
presupuestarios incrementaría la depresión
económica, reduciendo los ingresos impositivos y
empeorando el ratio deuda/PIB. Teniendo en cuenta ese peligro, la
prima de riesgo no volverá a su nivel anterior, en
ausencia de ayuda exterior. La situación se ve agravada
por el mercado de swaps de crédito (CDS). La
especulación en CDS puede conducir a un incremento de las
primas de riesgo.

Conscientes de la gravedad de la
situación, en la última reunión del Ecofin
los ministros de Economía y Finanzas de la Unión se
comprometieron por primera vez a garantizar la estabilidad
financiera en la zona euro. Pero aún no han encontrado un
mecanismo para hacerlo, porque las medidas institucionales
actuales no garantizan esa estabilidad. Lo más eficaz
sería garantizar solidariamente la refinanciación
de deuda griega, por ejemplo, el 75% de la deuda a su
vencimiento, siempre que Grecia cumpla sus objetivos, y dejando
que Atenas financie el resto de sus necesidades como mejor pueda.
Esto reduciría significativamente el coste de
financiación, y equivaldría a medidas de
préstamo condicionadas por el FMI.

Pero esto es políticamente inviable ahora mismo,
dado que Alemania se opone firmemente a cubrir el despilfarro de
sus socios. Por lo tanto, habrá que encontrar acuerdos
provisionales. El gobierno de Papandreu está decidido a
corregir los abusos del pasado y goza del apoyo de la
opinión pública, dispuesta a aceptar la austeridad
mientras se corrigen los abusos presupuestarios. La asistencia
provisional debería ser suficiente para Grecia, pero no
para España, Italia, Portugal e Irlanda.

Sus economías son una parte demasiado extensa de
la eurozona para recibir ayudas similares a las de Grecia. La
supervivencia de ésta no garantiza el futuro del euro. Sin
duda, serán necesarios un control más exhaustivo y
medidas institucionales condicionadas. La cuestión es si
existe voluntad política para adoptar las medidas
necesarias para la supervivencia de la eurozona.

Rogoff asegura que "unos cuantos" países
suspenderán pagos (El Economista –
23/2/10)

El profesor de Harvard y ex economista
jefe del FMI Kenneth Rogoff cree que el incremento de la deuda
pública va a provocar que algunos países suspendan
pagos y obligará a EEUU a recortar drásticamente el
gasto.

Rogoff, en un discurso en un foro en
Tokio, ha destacado que tras las crisis bancarias "normalmente
vemos unos cuantos defaults de países en unos años.
Predigo que lo volveremos a ver". Además, el economista
cree que los mercados finalmente elevarán de nuevo los
rendimientos de los bonos y que países europeos como
Grecia o Portugal "tendrán muchos problemas".

"Es muy difícil calcular
cuándo, pero pasará", explicó Rogoff. "En
los países ricos -EEUU, Alemania y Japón- vamos a
ver un crecimiento lento. Se apretarán el cinturón
cuando llegue el problema con los tipos de interés. Lo
manejarán".

Ahora mismo, la deuda de Grecia es de 298.500 millones
de euros, según el gobierno heleno. Esto es más de
5 veces lo que debían Rusia cuando suspendió pagos
en 1998 y Argentina en 2001, cuando también dejó de
pagar.

La mayor deuda del mundo es la de Japón, 10,7
billones de dólares, y según Rogoff la
política fiscal del país "está fuera de
control". Esta deuda supone más que el PIB del Reino
Unido, Francia e Italia, juntos.

Rogoff anticipó en verano de 2008 que lo peor no
había pasado y predijo que quebraría alguno de los
grandes bancos de EEUU. En septiembre, cayó Lehman
Brothers, desatando la tormenta financiera.

– Apostar por Grecia (El Mundo –
28/2/10)

(Por Robert J. Samuelson)

Sería posible en otras
circunstancias desechar las noticias de Grecia y su deuda como la
aburrida crónica de los mercados financieros. Pero hay
mucho más. Lo que está sucediendo en Atenas ilustra
dos problemas más generalizados que afectan a centenares
de millones de personas en todas partes: el futuro del estado del
bienestar y el destino de la moneda única europea. La
relevancia de Grecia trasciende las altas finanzas.

Todas las sociedades avanzadas, incluido Estados Unidos,
gozan de las ventajas del estado de bienestar. Aunque los
detalles difieren, sus fines son similares: apoyar a los parados,
los pobres, los discapacitados y los ancianos. Todos los estados
del bienestar se enfrentan a problemas similares: su emergente
coste a medida que las poblaciones envejecen; la excesiva
dependencia de la financiación de la deuda y la
presión por reducir el endeudamiento, lo que genera
más tensión para reducir el gasto social. Deuda
elevada y estado del bienestar son antónimos. Que la
colisión despierte la agitación social y
económica o no es una cuestión abierta.

Grecia es el primer acto de esta obra.
Sus problemas presupuestarios ya han generado protestas
callejeras. Según las cifras, la tesitura en la que se
encuentra el país mediterráneo es delicada. Durante
el ejercicio 2009, su deuda pública -básicamente
suma de los déficits de los ejercicios anteriores- fue del
113% de su economía real (PIB), el déficit
presupuestario era del 12,7% del PIB y los extranjeros son
acreedores de los dos tercios de la deuda, según informa
el Instituto de Finanzas Internacionales.

La crisis se originó a causa del temor a que
Grecia no fuera capaz de refinanciar casi 17.000 millones de
euros (alrededor de 23.000 millones de dólares) en deuda
pública con vencimiento en abril y mayo de este
año, según indica Jeffrey Anderson, del Instituto.
Si los agentes de crédito se echaran atrás, el
Estado griego quedaría en situación de descubierto
y el incumplimiento de las obligaciones causaría
pérdidas a los bancos y al resto de inversores. Por
sí solo, esto no sería una calamidad, porque Grecia
es un país pequeño (su población es de 11
millones de habitantes). Pero un descubierto griego podría
socavar la confianza de los mercados en la capacidad del resto de
países de la zona euro de extinguir su deuda. Los
descubiertos en cadena amenazarían la recuperación
económica mundial. Los países que se mencionan con
mayor frecuencia son España, Portugal e
Irlanda.

Cómo evitarlo es lo que los 16
países de la zona euro, con Francia y Alemania a la
cabeza, debaten ahora. La adopción del euro por parte de
Grecia ha contribuido a la crisis. Durante años se
permitió que Grecia se endeudara a tipos de interés
muy bajos, gracias a la premisa generalizada de que el bloque
euro no permitiría que uno de sus miembros quedara en
descubierto, por lo que sería rescatado por los
demás. Estas expectativas constituyeron la garantía
implícita de la deuda de Grecia y de otros países
de la zona euro. Si Grecia no paga, la garantía se evapora
y ello, eventualmente, provoca la huida de la deuda
pública de otros países.

Pero en la práctica, el plan de
rescate está resultando ser tremendamente polémico.
Si se ayuda a Grecia, ¿no pedirán -o
exigirán- los demás países el rescate?
¿Es esto posible, teniendo en cuenta que hasta Francia y
Alemania tienen deudas considerables, y que el plan de rescate
griego es especialmente impopular en Alemania? Una forma de
acallar la polémica es que Grecia implante una dura
austeridad que reduzca su endeudamiento. Atenas ya se ha
comprometido a reducir el número de funcionarios y a
aumentar los impuestos de las bebidas alcohólicas, el
tabaco y los combustibles. Pero los demás países de
la zona euro quieren más. Su dilema reside en que tanto
abandonar como rescatar a Grecia es una apuesta de
riesgo.

Para algunos economistas, la
situación de Grecia es tan grave que el descubierto en la
servidumbre de la deuda es inevitable, aunque sucederá
dentro de unos años. La austeridad requerida sería
demasiado rigurosa, según Desmond Lachman, del American
Enterprise Institute. Grecia necesitaría recortes del
gasto y subidas tributarias equivalentes al 10% del PIB, dice. La
recesión galopante resultante agravaría el paro
existente, cifrado ya en torno al 10%. "Ningún país
en su sano juicio va a aceptar eso", dice Lachman. Grecia
podría lograr un rescate temporal, pero en algún
momento dejaría de poder pagar la servidumbre de la deuda
y volvería a su antigua moneda: el dracma.

Concebido como instrumento para unir a
Europa, el euro divide cada vez más. Nadie quiere a Grecia
en descubierto, pero tampoco pagar el precio de la
prevención. Lachman cree que con su propia moneda Grecia
seguiría el camino de la depreciación para impulsar
las exportaciones y la reactivación económica. Pero
si otros países abandonan el euro, podrían estallar
conflictos de cambio. La amenaza para el bloque euro proviene en
última instancia de un estado del bienestar saturado. La
situación de Grecia es muy difícil porque una baja
tasa de natalidad y una población que envejece muy
rápido han elevado automáticamente el gasto
público en la tercera edad, a la vez que el Gobierno
intenta recortar su propio gasto. La viabilidad del estado del
bienestar actual está en el aire.

Casi todos los países avanzados
-Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Italia, Francia,
Japón, Bélgica…- se enfrentan a una
combinación de enorme déficit presupuestario,
importante endeudamiento, una población que envejece y
parálisis política. Es una mezcla inestable. Los
déficit actuales pueden ayudar a la recuperación
económica, pero su persistencia amenaza la prosperidad a
largo plazo. Las mismas opciones desagradables a las que ahora se
enfrenta Grecia aguardan a las naciones más ricas. Incluso
si se actúa como si sucediera lo contrario.

(Robert J. Samuelson es analista del diario The
Washington Post)

– La pesadilla de Alemania con la crisis de la eurozona
(Expansión – 10/3/10)

(Por Martin Wolf)

Desde que se fundara la República
Federal, Alemania ha tenido dos objetivos estratégicos
fundamentales: finanzas sólidas e integración
europea. Ambos eran los imperativos aprendidos de las calamidades
del siglo XX. El euro es la encarnación de estos
objetivos, que ahora parecen incompatibles.

¿Cuál sería
entonces la respuesta adecuada, acudir al rescate de los
infractores, fortaleciendo la cohesión de la eurozona,
pero poniendo en peligro la estabilidad monetaria o permitir la
quiebra de aquellos reforzando la credibilidad monetaria pero
debilitando la cohesión? Alemania fue capaz de evitar esta
tesitura antes de la adopción de la moneda única:
los países menos competitivos sencillamente se
devaluaban.

El debate interno que hay en Alemania asume,
erróneamente, que la respuesta está en que todos
los miembros adopten su modelo. Pero Alemania sólo es el
país que es, una economía con disciplina fiscal,
débil demanda interna y un enorme excedente de
exportaciones, porque los demás miembros de la eurozona no
se le parecen.

Su actual modelo económico vulnera el principio
de universalidad del mayor filósofo alemán,
Emmanuel Kant. Es fácil llegar a la conclusión de
que un país está inmerso en una crisis por culpa de
sus descuidos en el caso de Grecia.

Según el último informe sobre las
perspectivas económicas de la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico, el
año pasado, la deuda pública bruta del país
fue del 115% del PIB, el déficit gubernamental
alcanzó el 12,7% del PIB y el déficit por cuenta
corriente se situó en el 11,1%.

Éste, por tanto, sería el clásico
ejemplo de intervención del FMI. El organismo
ofrecería liquidez de forma temporal a cambio de un mayor
rigor fiscal. Sin embargo, el Ejecutivo alemán rechaza la
idea de que un organismo externo dicte la política de un
país de la zona euro.

Como alternativa propone la
creación de un Fondo Monetario Europeo que proporcione
liquidez con condiciones. Bajo la dirección de otros
miembros de la zona euro, el FME diseñaría la
política fiscal del país al que ha destinado su
ayuda.

El Gobierno alemán también
insiste en la imposición de penalizaciones. Entre las
propuestas están: la suspensión de los subsidios de
la UE, los llamados "fondos de cohesión", a países
que no cumplan con la disciplina fiscal, la suspensión de
los derechos de voto en las reuniones ministeriales e incluso la
exclusión de la eurozona.

La idea que ha despertado menos polémica es la
imposición de penalizaciones, que ya contemplaba el Pacto
de Estabilidad y Crecimiento de la UE. No obstante, para la
creación del FME sería necesario un nuevo tratado,
al igual que para la exclusión de las instituciones de la
eurozona (aunque el país afectado siguiera utilizando el
euro). No obstante, hasta ahora no ha servido de mucho penalizar
a los países con dificultades fiscales. Además,
ahora mismo, habría que sancionar a casi todos los
miembros. Un grave error es pensar que la mayor amenaza es la
falta de disciplina fiscal. Grecia es un caso
excepcional.

Sus actuales excesos fiscales no son resultado de su
indisciplina monetaria, sino de la falta de disciplina privada.
Sin embargo, esta última es un elemento inherente al
funcionamiento de la propia eurozona. La actual situación
tiene su origen en la situación económica de la
zona euro antes de la crisis, con un nivel razonable de demanda
global. La explicación se entiende mejor comparando los
balances financieros de los miembros de la eurozona en 2006,
antes de la crisis, y en 2009, en su peor momento.

El balance entre ingresos y gastos en
los sectores público y privado debe sumar cero. En 2006,
Alemania, Holanda y Austria registraron enormes excedentes
privados con respecto al PIB, frente a los cuantiosos
déficits de los sectores privados de Portugal, Irlanda,
Grecia y España. Las posiciones fiscales se mantuvieron
bajo control en todos los países: Irlanda y España
llegaron incluso a tener excedentes fiscales importantes, aunque
ilusorios.

Mientras, los excedentes privados de
Alemania y Holanda compensaron las cuantiosas salidas de capital.
En conjunto, hay ciertos desequilibrios del sector privado,
aunque una aparente estabilidad fiscal, en países que
cumplen los criterios del déficit fiscal establecidos en
el Tratado.

Después llegó la crisis y,
con ella, el recorte de gastos de los sectores privados. En 2009,
estos registraban enormes excedentes en casi todos los
países de la eurozona: ¡ahora todos son alemanes!
¿Dónde está el contrapeso? En los
déficit fiscales. El panorama de Irlanda y España
es desolador. A corto plazo, es imposible cambiar los balances
externos de la noche a la mañana, sobre todo cuando la
demanda interna de los países excedentarios es tan
débil.

Ahora Alemania insiste en que todos los
países eliminen su exceso de déficit fiscal cuanto
antes. Sin embargo, eso sólo sería posible si los
balances por cuenta corriente o los balances privados sufrieran
un deterioro. Para que un balance privado vaya a menos,
tendría que producirse un aumento del gasto privado
financiado con deuda. En el caso de los balances por cuenta
corriente, hay dos opciones: primera, deben sufrir un deterioro
en el resto de la eurozona para que países como Alemania
reduzcan sus excedentes privados. Segunda, el balance general de
la zona euro debe acercarse al excedente, una política
proteccionista.

En la práctica, el resultado más probable
consecuencia de los recortes fiscales sería una crisis en
los países con grandes déficit externos y fiscales.
Dada la falta de competitividad de países con esos
déficits externos y la debilidad de la demanda en el resto
de la eurozona, esas crisis podrían prolongarse durante
mucho tiempo. La cuestión es si las poblaciones de estos
países soportarían una situación de estas
características. De no hacerlo, surgirán crisis
políticas de consecuencias impredecibles.

Pongamos las cosas claras: El sector
privado de Alemania y sus excedentes por cuenta corriente hacen
que a sus vecinos les resulte imposible eliminar sus
déficits fiscales, a menos que estén dispuestos a
asumir una larga crisis. El problema podría solventarse si
la eurozona se desplazara hacia el excedente externo. Me pregunto
qué explicación les daría a sus socios
mundiales.

También podría resolverse
con una política monetaria expansionista del BCE que
estimulara el gasto público en los países con
excedente y aumentara la inflación de Alemania muy por
encima de la media de la eurozona. Alemania está atrapada
en su propia concepción. Quiere que sus vecinos se le
parezcan lo más posible, algo tremendamente
difícil, dado que no se puede extender su deficiente
demanda interna a todo el mundo.

Como habría dicho Hegel, otro
gran filósofo alemán, la tesis alemana necesita una
antítesis en España. Ahora que la burbuja del
sector privado ha estallado, asistimos a un caos fiscal de la
eurozona. Paradójicamente, Alemania tendría que
renunciar a parte de su idiosincrasia para que la eurozona
pudiera acercarse a su modelo.

(The Financial Times Limited 2010. All Rights
Reserved)

– Angela Merkel y los especuladores (Expansión –
11/3/10)

(Por Pedro Schwartz)

Los gobernantes de los grandes países de la UE se
quejan de que los especuladores han puesto en peligro la
solvencia de Grecia e, incluso, han arrojado dudas sobre la
solidez de la moneda europea.

La señora canciller de Alemania,
Angela Merkel, ha llegado a decir que no era tolerable que esos
especuladores hicieran tambalearse algún Estado de la
Unión, como si tuvieran bula los Estados aunque falten a
todos sus deberes.

No son los especuladores los culpables
de esa debacle. Son los gobiernos griegos los que se han puesto
en el disparadero de suspender pagos. Son esos gobiernos los que,
durante años, no sólo han gastado más de lo
que se podían permitir, sino que han falseado las cuentas
públicas para esconder el tamaño del
déficit.

Más aún, al añadir a la
pródiga política fiscal una detestable
política económica, con concesiones laborales y
sociales demagógicas, y mucha indulgencia ante la
corrupción y la evasión de impuestos, esos
gobiernos han reducido la capacidad de crecimiento del
país y, por ende, los ingresos esperados del Estado.
Durante los años de bajos tipos de interés marcados
por el BCE, disimularon todos estos fallos tomando crédito
en el extranjero. Los mercados financieros han estado indulgentes
con Grecia durante más tiempo del razonable. De repente,
todo se ha descubierto, y la señora Merkel se vuelve
contra los mercados y acusa a los operadores de especular
"contra" la deuda pública griega y el mismísimo
euro.

El airado público y la prensa oportunista han
dirigido sus dardos contra dos dianas: los financieros del estilo
de George Soros y los mercados privados de Credit Default Swaps
(CDS). Cuando Soros escribe un artículo sobre el euro,
como el del 21 de febrero pasado en Financial Times, en el que se
leía que "el sistema del euro tiene un defecto evidente",
los mercados de divisas se echan a temblar. Todos recordamos
cómo Soros apostó contra la libra esterlina en 1992
y consiguió expulsarla del Sistema Monetario Europeo. De
hecho, hizo un gran favor a Reino Unido, cuyo Gobierno
conservador, bajo la dirección del europeísta John
Major, se empeñaba en mantener la libra pegada al marco, a
un tipo de cambio excesivamente alto: el Gobierno quedó
tocado, pero la economía respiró. Soros no
tenía la culpa de que la esterlina estuviera enferma, ni
tampoco de que la deuda soberana griega sea poco de
fiar.

Cobertura de riesgos

Igual pasa con los CDS. Son instrumentos financieros que
la gente no entiende, y menos los políticos. Un swap es un
contrato por el que un comprador hace unos pagos regulares al
vendedor, para recibir un abono si ocurre el incidente cubierto,
como podría ser una subida de los tipos de interés
o la devaluación de una moneda. En los CDS, el comprador
del swap contrata una indemnización si un bono o
préstamo no se atienden debidamente. Se parecen a un
contrato de seguro, sólo que, en este caso, se permite al
comprador del swap no ser dueño del bono en
cuestión y sólo estar buscando un hedge o
cobertura. Esos CDS son en realidad puts sobre la deuda griega.
Por ejemplo, un banco alemán que hubiera dado un
crédito a un naviero griego podría comprar un CDS
sobre un bono soberano que no posee para cubrirse del
riesgo-país.

Precisamente esa posibilidad de comprar swaps
"desnudos", contratados sin poseer el activo subyacente, es la
que ha puesto nerviosos a políticos y periodistas,
apurados por los incidentes griegos. Sostienen que eso supone
apostar contra la deuda pública griega y encarecer los
fondos que el Estado griego quiera pedir al mercado. Eso equivale
a decir que los posibles demandantes de deuda soberana griega se
han venido fijando en la sobreprima que los compradores de CDS
han tenido que pagar para obtener el seguro: muy dudoso, cuando
el volumen de los swap es tan exiguo en relación con el
montante total de la deuda griega.

Los clientes que Goldman Sachs invitó a desayunar
al Hotel de la Grande Bretagne, a la vista del Partenón,
decidieron comprar CDS porque habían perdido la confianza
en el Estado griego y porque esos instrumentos estaban aún
muy baratos. Cuando los bancos comerciales, especialmente
alemanes, descubrieron de repente lo poco que valía el
papel griego en cartera, se lanzaron a comprar CDS, que estaban
más baratos que si Goldman Sachs y sus clientes no los
hubieran acumulado. Los especuladores les hicieron un gran favor,
al tiempo que, como en el dicho, "se ponían las
botas".

Tampoco veo porqué el comprar CDS sin tener el
activo protegido pueda dar lugar a un conflicto de
interés. Cuando los dueños de restaurantes chinos
de San Francisco se aseguraron hasta las cejas antes de que,
¡oh casualidad!, hubiera una epidemia de incendios, el
hecho de que fueran dueños del activo asegurado más
bien fue un incentivo de las conflagraciones. Si los hedge funds
que compraron CDS contra la deuda soberana griega hubieran tenido
en cartera los bonos así cubiertos, el incentivo para
inundar el mercado vendiendo ese papel habría sido
vehemente. En este mundo de envidiosos, sólo pueden
ponerse las botas Messi o Ronaldinho.

– Cómo gestionar la explosión de deuda
soberana (Expansión – 11/3/10)

(Por Mohamed El-Erian)

Cada cierto tiempo, el mundo se enfrenta a un grave
suceso económico que se malinterpreta en un primer momento
y se considera poco relevante, y que posteriormente coge
desprevenidos a gobiernos, empresas y hogares.

Hemos asistido a varios ejemplos en los últimos
10 años, entre ellos la emergencia de China como una
importante influencia sobre la dinámica del crecimiento,
los precios, el empleo y la riqueza en todo el mundo.
También incluiría la dramática
sobre-expansión, y el espectacular colapso posterior, del
sector inmobiliario y de la banca en la sombra en las
economías estadounidense y británica, regidas por
las finanzas.

Ahora, todos deberíamos estar
prestando atención a un nuevo problema: el significativo
deterioro simultáneo de las finanzas públicas de
muchas economías desarrolladas. En la actualidad esto se
analiza principalmente -y en exceso- a través del estrecho
prisma de Grecia. En el futuro, se reconocerá por lo que
es: un importante cambio de régimen en las
economías desarrolladas con efectos trascendentales y
duraderos. Para adelantarnos al proceso, deberíamos
mantener en mente los siguientes seis puntos.

Primero, a nivel más
básico, lo que estamos experimentando se define mejor como
el último de una serie de trastornos en los balances. En
2008 y 2009, los gobiernos tuvieron que actuar para evitar la
implosión simultánea del sector inmobiliario, las
finanzas y el consumo. El mundo tiene que afrontar ahora las
consecuencias derivadas de cómo se hizo.

La deuda soberana estadounidense ha aumentado 20 puntos
porcentuales del producto interior bruto (PIB) en menos de dos
años, una cifra antes inconcebible. Incluso bajo un
escenario de crecimiento favorable, se prevé que el ratio
deuda/PIB siga aumentando los próximos 10
años.

Son muchos los análisis que señalan la
naturaleza generalizada de los trastornos en las finanzas
públicas. Mi preferido es el de Willem Buiter, economista
jefe de Citi. Más del 40% del PIB global se localiza ahora
en jurisdicciones (en su inmensa mayoría en las
economías desarrolladas) que gestionan déficit
fiscales del 10% del PIB o superiores. Durante gran parte de los
últimos 30 años, esta cifra fluctuó entre el
0% y el 5%, y se concentraba en las economías
emergentes.

Segundo, el impacto sobre las finanzas
públicas está minando la relevancia
analítica de las clasificaciones convencionales.
Consideremos el viejo concepto de una gran división entre
las economías desarrolladas y emergentes. A un creciente
número de los primeros se le presentan ahora unas
perspectivas económicas y financieras significativamente
peores, y más puntos vulnerables, que a un número
cada vez mayor de los últimos.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14
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