Monografias.com > Sin categoría
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

La Unión Europea llama a revisión al Euro la casa está en llamas II (página 13)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14

Tercero, la cuestión no es si los
gobiernos de las economías avanzadas harán ajustes;
que los realizarán. La verdadera pregunta se refiere a la
naturaleza del ajuste (ordenado o desordenado), a la fecha y al
impacto colateral.

Como es natural, los gobiernos aspiran a superar la
dinámica de las deudas incobrables a través de la
ordenada (y relativamente indolora) combinación de
crecimiento y voluntad del sector privado para mantener y
aumentar sus títulos de deuda gubernamental. Sin embargo,
teniendo en cuenta los índices inusualmente altos de paro,
el débil crecimiento, los grandes déficits y la
incertidumbre reguladora, ese objetivo afronta importantes
contratiempos.

Los países se verán
obligados así a tomar difíciles decisiones en
relación a las subidas de impuestos y los recortes del
gasto. Si estas no se materializan a tiempo, el universo de
posibles consecuencias se expandirá para incluir el
aumento excesivo de la deuda y, como posibilidad extrema, el
impago y la confiscación.

Cuarto, los gobiernos pueden imponer
soluciones a otros sectores de la economía
doméstica. Lo harán tomando y desviando recursos.
Esto adquiere especial relevancia cuando el margen para la
migración trasfronteriza de actividades es limitado, tal y
como sucede ahora dada la naturaleza generalizada de los
daños a las finanzas públicas.

Quinto, la dimensión
internacional complicará el ajuste fiscal interno que
afrontan las economías desarrolladas. La eficacia de la
consolidación fiscal no sólo depende de la voluntad
y capacidad de un gobierno para implementar medidas a medio
plazo. También se ve influenciada por lo que decidan hacer
otros países.

Estos cinco puntos apoyan la idea de que
el daño causado a los balances públicos es de gran
relevancia para un amplio número de sectores y mercados.
Por el momento, sin embargo, la inclinación es a restar
importancia al impacto calificándolo de aislado, temporal
y reversible.

Todo esto lleva al sexto y último
punto. Deberíamos esperar (en lugar de sorprendernos) que
los daños tarden en reconocerse por parte tanto del sector
público como del privado. No hay estrategias sencillas a
las que recurrir ante nuevos problemas sistémicos. Esto
lleva a muchos a volver a modelos analíticos
retrógrados, cuya idea central consiste esencialmente en
hacer caso omiso de la nueva realidad del sistema.

Existe otra complicación más. Es necesario
reconocer la situación a tiempo, pero no basta. Debe ir
seguido de la respuesta adecuada. Aquí, la historia
sugiere que a gobiernos y empresas no les resulta sencillo
superar la tiranía de compromisos internos
anticuados.

¿Dónde nos lleva todo
esto? Nuestra sensación es que la importancia del
daño causado a las finanzas públicas de las
economías desarrolladas aún no se ha apreciado y
comprendido en su justa medida. Sin embargo, con el tiempo,
quedará patente su gran trascendencia. Cuanto antes se
reconozca, más probabilidades habrá, de evitar los
trastornos y no verse afectados por ellos.

– Por qué la Unión Monetaria Europea pasa
su mayor crisis (Expansión – 13/3/10)

(Por Wolfgang Schäuble)

Grecia ha llegado a una encrucijada. Por primera vez, la
eurozona mantiene un estrecho control sobre la política
fiscal y económica de uno de los países miembros de
la unión monetaria europea.

El caso de Grecia nos sirve de aviso
para extraer lecciones para la unión monetaria. No pienso
en medidas específicas para estabilizar Grecia. Tampoco en
discutir sobre una forma de gobierno económico que mejore
la coordinación en política económica en la
UE. Mis ideas van dirigidas a crear una unión monetaria
más resistente a una crisis.

El euro ha demostrado ser un elemento de
estabilidad fiable durante la crisis. Nos ha protegido de unas
turbulencias en las divisas europeas que, de lo contrario,
habrían agravado la situación en Europa. Sin
embargo, la unión monetaria afronta un momento decisivo.
Las secuelas de la crisis se están haciendo más
visibles, los mercados laborales de algunos países
languidecen y la deuda gubernamental excede los límites
permisibles prácticamente en todas las
regiones.

Sólo hay un camino a seguir:
todos los miembros de la eurozona tienen que adherirse nuevamente
al pacto de estabilidad y crecimiento lo antes posible. Hago
hincapié en este mensaje porque tengo la impresión
de que los mercados financieros globales parecen estar hablando
con más claridad que muchas de las voces de la esfera
política.

Se han revelado graves problemas
estructurales en algunos estados de la zona euro -debilidades que
hay que abordar mediante un largo y doloroso proceso de ajuste-.
El control de la política fiscal y económica de la
eurozona no bastó para evitar tendencias no deseadas. Por
lo tanto, debemos hacer un uso más decisivo de los
instrumentos a nuestra disposición. A partir de ahora, un
estado miembro con un déficit excesivo no debería
recibir fondos de cohesión de la UE si no ahorra lo
suficiente.

Es obvio que el conjunto de leyes
europeas aún está incompleto. La unión
monetaria no está preparada para situaciones de extrema
severidad como la actual y que demandan una intervención
exhaustiva para evitar mayores riesgos para el sistema. La
confianza en que el control presupuestario era eficaz,
hacía inconcebible el desequilibrio actual.

Si deseamos que el euro sea
sólido y estable -que fue nuestra condición para
dejar el marco y su alta credibilidad por la divisa común-
tenemos que estar preparados para integrarnos más en la
eurozona. La coordinación entre los miembros del euro
tiene que ser más trascendental; deben asumir un papel
activo en las políticas del resto de socios.

Sé que habrá que superar
una fuerte oposición política. Sin embargo, estoy
convencido de que desde la perspectiva de Alemania, la
integración europea, la unión monetaria y el euro
son la única opción. La capacidad de los europeos
para cooperar a la hora de afrontar las adversidades es decisiva.
Por primera vez, ha quedado patente que un miembro de la
unión monetaria con débiles fundamentos
económicos puede perder con rapidez la confianza de los
mercados financieros globales ante una grave crisis
presupuestaria. Esto plantea preguntas en torno a cómo
sería posible ofrecer apoyo a un estado miembro y,
simultáneamente, evitar la amenaza de impago cuando ese
país esté consolidando sus finanzas.

Estas funciones las ha asumido tradicionalmente en
muchas crisis el Fondo Monetario Internacional, con buenos
resultados. Para un miembro de la unión monetaria, este
enfoque no está exento de problemas debido a un
área central de la política común, que
recibe el nombre de política monetaria. Por tanto, la
implicación del FMI está siendo objeto de un
acalorado debate.

Es mejor que los estados miembros de la eurozona se
preparen para esas crisis y aumenten su marco institucional.
Podría aprovecharse la experiencia adquirida del uso de
los instrumentos de ayuda financiera a medio plazo de la UE para
estados miembros que no pertenecen a la eurozona. En mayo de
2009, se aumentó de forma sustancial la
financiación en base a las considerables dificultades
económicas que afrontaban algunos estados miembros del
centro y el este de Europa. Esto ayudó a controlar las
consecuencias de una crisis.

Los miembros de la eurozona
también podrían recibir liquidez de emergencia de
un "fondo monetario europeo" para reducir el riesgo de impagos.
Habrá que imponer condiciones estrictas y un precio
prohibitivo para que esa ayuda sólo se obtenga en casos de
emergencias que supongan una amenaza para la estabilidad
financiera de toda la zona euro.

Este efecto debería reforzarse
excluyendo al país afectado del proceso de toma de
decisiones -la ayuda debe ser el último recurso-. Las
decisiones políticas sobre la ayuda deberían
tomarse en el Eurogrupo y con el acuerdo del Banco Central
Europeo. La ayuda de emergencia también podría
vincularse de forma obligatoria a sanciones más estrictas
dentro del marco de las medidas relativas al déficit
presupuestario.

Las multas monetarias podrían imponerse
inmediatamente y, una vez finalizado el periodo de ayudas y
normalización, aplicarse contra el estado miembro sin
posibilidad de reclamación. La perspectiva de asociar las
ayudas de emergencia con severas actuaciones correctivas fiscales
aumentaría la confianza de los mercados financieros,
previniendo un agravamiento de la crisis y evitando la necesidad
de los miembros de la eurozona de recurrir al FMI en el
futuro.

La ayuda de emergencia nunca debe darse
por sentada. En principio, la quiebra de un estado debe seguir
siendo una posibilidad. Afrontar una realidad incómoda
podría ser la mejor opción bajo ciertas
condiciones. La unión monetaria y el euro están
mejor protegidos si la eurozona mantiene su credibilidad y
capacidad de actuación, incluso en situaciones
difíciles.

Esto necesariamente implica la retirada
del derecho a voto en el Eurogrupo de un estado miembro poco
dispuesto a cooperar. No debe permitirse que un país en
cuyas finanzas reine el desorden participe en decisiones que
afecten a las finanzas de otro miembro del euro. Si un estado de
la eurozona es finalmente incapaz de consolidar sus presupuestos
o de recuperar su competitividad, este país, al menos como
último recurso, debería abandonar la unión
monetaria, pero podría seguir formando parte de la
UE.

Además, debería
suspenderse durante un año el derecho de voto de un
miembro de la eurozona si se determina que este país
violó de forma intencionada la legislación
económica y monetaria europea. El verdadero alcance del
desastre presupuestario griego no quedó patente hasta que
se salió a la luz el pasado otoño la
manipulación de las estadísticas. Soy partidario de
que la oficina estadística de la UE, el Eurostat, pueda
inspeccionar las cuentas públicas cuando la sospecha de
manipulación esté justificada.

Sin duda, hará falta una gran voluntad
política para adaptar con rapidez las reglas de la
unión monetaria de forma que se ajusten a las nuevas
realidades. Pero no existe una alternativa a la unión
monetaria. Hay algunos que podrían pensar que su
escepticismo sobre el euro ha quedado justificado. Están
pasando por alto los puntos fuertes de Europa y los problemas que
están afrontando otras importantes regiones
económicas del mundo.

Se necesita más calma. En términos de
estabilidad, el euro está al mismo nivel que el marco, hay
poca inflación y los costes de financiación
generalmente son bajos. El euro es en la actualidad la segunda
divisa de reserva e inversión más importante. Uno
de los principales motivos es que los mercados financieros
muestran una gran confianza en el BCE.

Para mantener esta confianza, hay que salir con rapidez
de la crisis. Esta credibilidad supone una ventaja para la
unión monetaria a la hora de superar la crisis financiera.
Si conseguimos que las políticas fiscales de los estados
miembros vuelvan a la senda adecuada, esta crisis habrá
provocado un cambio para mejor.

– Por qué no hay más opción que
resolver la crisis griega (El País –
14/3/10)

(Por Paul de Grauwe)

La principal responsabilidad de la
crisis griega recae en Grecia, pero las autoridades de la zona
euro también tienen parte de culpa. Han permitido que un
problema local degenere en una crisis sistémica de toda la
zona. Los gobiernos no han indicado claramente que estén
dispuestos a ayudar a Grecia. El Banco Central Europeo, a su vez,
ha generado dudas sobre la idoneidad de la deuda del Gobierno
griego como aval para la provisión de liquidez. Cuando la
clasificación de la deuda soberana griega quedó
rebajada a BBB+, las instituciones financieras se deshicieron de
los bonos del Estado griegos, lo cual precipitó la crisis.
Incertidumbres similares penden como una espada de Damocles sobre
los mercados de bonos del Estado de los países más
débiles de la zona euro.

A largo plazo, es posible que la zona
euro necesite crear un Fondo Monetario Europeo. A corto plazo, es
imprescindible que se ponga fin a la crisis de la deuda del
Gobierno griego, por tres motivos. Primero, si se permite que la
crisis griega desemboque en una situación de impago, se
corre el riesgo de generar una epidemia que afectaría a
otros mercados de bonos del Estado de la zona euro.

Segundo, la epidemia contagiaría
al sector bancario de la zona euro. Muchos bancos han empezado a
recuperarse de la crisis bancaria solicitando préstamos a
corto plazo e invirtiendo en bonos del Estado. Una crisis de los
bonos del Estado provocaría grandes pérdidas, y
posiblemente otra crisis bancaria.

Tercero, la consecuencia podría
ser una fuerte subida de la rentabilidad de los bonos del Estado
en varios países. Esto obligaría a los gobiernos a
recortar las políticas fiscales, lo que tendría un
efecto deflacionario y se correría el peligro de sumir las
economías de la zona euro en una recesión
aún más profunda después de una ligera
recuperación.

Las autoridades de la zona euro se
enfrentan ahora a una elección entre dos males. El primero
se deriva del riesgo moral. El segundo mal surge a raíz de
los efectos contagiosos que tendría el permitir que Grecia
incumpla los pagos relacionados con el sistema bancario y las
políticas macroeconómicas de la zona euro. Las
autoridades tienen que elegir el mal menor, que en este caso es
el segundo.

Aunque no cabe duda de que la crisis debe atajarse
cuanto antes mejor, se ha cuestionado la legalidad y la capacidad
financiera de la Unión para organizar un rescate
económico. La cláusula antirescate es mucho menos
restrictiva de lo que suele afirmarse. Y Grecia es relativamente
pequeña comparada con la zona euro en conjunto.

Otro elemento que falta es una posible
declaración del BCE acerca de su política de
garantías. Se mantiene la incertidumbre sobre lo que
hará el BCE en los próximos meses con la deuda
pública griega. El BCE debería indicar claramente
que seguirá aceptando la deuda del Gobierno griego como
garantía, independientemente de las clasificaciones
elaboradas por los organismos pertinentes.

La experiencia que ahora tenemos con la
política del BCE respecto a la idoneidad de los bonos del
Estado como aval para las inyecciones de liquidez nos lleva a la
conclusión de que hay una necesidad urgente de que el BCE
cambie de política. Más concretamente, el BCE
debería interrumpir su política de encargar los
análisis del riesgo de los países a organismos de
clasificación estadounidenses. Estos últimos tienen
un historial pésimo. Depender de dichos organismos es
simplemente inaceptable. Contribuye a desestabilizar los mercados
financieros en general y la zona euro en particular. Está
claro que el BCE no debería ser una fuente primaria de
inestabilidad financiera en la zona euro. El BCE está
más preparado que los organismos de clasificación
para la labor de analizar la solvencia de los Estados miembros de
la zona euro. Cuenta con un conjunto de analistas altamente
capacitados que son igual de competentes o más que los que
trabajan para los organismos de clasificación.

A la larga, se necesita una reforma
mucho más profunda que deje claro que los miembros de la
zona euro se toman en serio su deseo de preservarla. De lo
contrario, pocas dudas puede haber de que la eurozona no tiene
futuro.

(Paul De Grauwe es catedrático de Economía
en la Katholieke Universiteit de Lovaina –
Bélgica).

– Tribuna: Laboratorio de ideas – Los peligros de la
reducción del déficit (El País –
14/3/10)

(Por Joseph E. Stiglitz)

Una ola de austeridad fiscal se
precipita sobre Europa y Estados Unidos. La magnitud del
déficit presupuestario -como la de la recesión- ha
tomado a todos por sorpresa. Pero, pese a las protestas de los
antes defensores de la desregulación, que quisieran que el
Gobierno siguiera siendo pasivo, la mayoría de los
economistas creen que el gasto público ha tenido un
impacto positivo que ha ayudado a evitar otra Gran
Depresión.

La mayoría de los economistas también
coinciden en que es un error mirar solamente un lado de la hoja
de balance (ya sea en el sector público o privado). Uno
debe evitar fijarse solamente en las deudas de una empresa;
también hay que ver sus activos. Esto debería
servir para responder a los halcones del sector financiero,
quienes están dando la alarma sobre el gasto
público.

Después de todo, incluso los
halcones del déficit reconocen que deberíamos
concentrarnos en la deuda nacional de largo plazo y no en el
déficit actual. El gasto, especialmente en
inversión educativa, tecnológica y en
infraestructura, puede realmente conducir a la disminución
del déficit a largo plazo. La visión miope de los
bancos contribuyó a crear la crisis; no podemos dejar que
la visión miope del Gobierno -empujado por el sector
financiero- la prolongue.

Un crecimiento más acelerado y los rendimientos
de la inversión pública producen mayores ingresos
fiscales, y un rendimiento de entre el 5% y el 6% es más
que suficiente para compensar los incrementos temporales de la
deuda nacional. Un análisis de costo-beneficio (que tome
en consideración otros impactos, además de los del
presupuesto) hace que esos gastos, incluso financiados con deuda,
sean todavía más atractivos.

Finalmente, la mayoría de los economistas
están de acuerdo en que, aparte de estas consideraciones,
el tamaño adecuado del déficit depende en parte del
estado de la economía. Una economía con poco
dinamismo requiere de un déficit mayor, y el tamaño
apropiado del déficit frente a la recesión depende
de circunstancias precisas.

Es aquí donde difieren los economistas. Las
previsiones son siempre difíciles, pero en especial en
tiempos tan complicados. Lo que ha sucedido no es (por suerte)
algo que ocurra todos los días; sería una
tontería mirar las pesadas recuperaciones para predecir la
actual.

En Estados Unidos, por ejemplo, la morosidad y las
ejecuciones hipotecarias están en niveles no vistos en
tres cuartos de siglo; la disminución de crédito en
2009 fue la mayor desde 1942. Las comparaciones con la Gran
Depresión también son engañosas porque hoy
la economía es muy diferente en muchos sentidos. Y casi
todos los llamados expertos han probado ser altamente falibles
muestra de ello son las sombrías previsiones que hizo la
Reserva Federal de Estados Unidos antes de que estallara la
crisis-.

No obstante, incluso con déficit
importantes, el crecimiento económico en Estados Unidos y
Europa es anémico, y las previsiones de crecimiento del
sector privado indican que, en ausencia de un apoyo continuo del
Gobierno, existe el riesgo de un estancamiento sostenido -que el
crecimiento sea demasiado débil para que el empleo vuelva
a sus niveles normales pronto-.

Los riesgos son asimétricos: si
estas previsiones son equivocadas y se da una recuperación
más sólida, entonces, por supuesto, se pueden
reducir los gastos y/o aumentar los impuestos. Pero si son
correctas, entonces una salida prematura del gasto deficitario
podría conducir nuevamente a la economía a la
recesión. Ésta es una de las lecciones que
aprendimos de la experiencia de Estados Unidos durante la Gran
Depresión. También es una de las lecciones de la
experiencia de Japón a finales de los noventa.

Estos puntos son particularmente pertinentes para las
economías más afectadas. Por ejemplo, Reino Unido
ha tenido más problemas que otros países por una
razón obvia: tuvo una burbuja inmobiliaria [aunque menos
grave que la de España] y las finanzas, que estuvieron en
el epicentro de la crisis, desempeñaron un papel
más importante en su economía que en la de otros
países.

El hecho de que el Reino Unido haya tenido resultados
más débiles no es resultado de políticas
peores; en efecto, en comparación con Estados Unidos, sus
rescates bancarios y políticas para el mercado laboral
fueron mucho mejores en varios sentidos. Evitó el enorme
desperdicio de recursos humanos que acompaña al alto
índice de desempleo en Estados Unidos, donde casi una de
cada cinco personas que buscan un empleo a tiempo completo no lo
encuentran.

A medida que la economía global vuelva a crecer,
los Gobiernos deberán preparar, evidentemente, planes para
elevar los impuestos y recortar el gasto. Inevitablemente, el
equilibrio adecuado será tema de controversia. Principios
como el de que "es mejor gravar cosas malas que buenas"
podrían sugerir el establecimiento de impuestos
medioambientales.

El sector financiero ha impuesto enormes externalidades
sobre el resto de la sociedad. La industria financiera
estadounidense contaminó al mundo con hipotecas
tóxicas, y en consonancia con el principio "el que
contamina, paga", se les deberían cobrar los impuestos.
Además, los impuestos bien diseñados sobre el
sector financiero podrían ayudar a aliviar los problemas
causados por un excesivo apalancamiento y los bancos, que son
demasiado grandes para fracasar. Los impuestos sobre las
actividades especulativas podrían alentar a los bancos a
poner más atención en su desempeño social
primordial como institución de crédito.

En el largo plazo, la mayoría de los economistas
coinciden en que los Gobiernos, especialmente los de los
países industrializados avanzados con poblaciones que
envejecen, deberían estar preocupados por la
creación de políticas sostenibles. Sin embargo,
debemos estar atentos al fetichismo del déficit. El
déficit para financiar la guerra o para ayudar
gratuitamente al sector financiero (como ocurrió en una
escala masiva en Estados Unidos) generó pasivos sin contar
con los activos que los respaldaran, imponiendo una carga para
las generaciones futuras.

No obstante, las inversiones públicas de altos
rendimientos que se pagan por sí solas pueden mejorar
realmente el bienestar de dichas generaciones, y sería una
tontería doble dejarles la carga de deudas
correspondientes a gastos improductivos y después recortar
las inversiones productivas.

Estas son preguntas para más
adelante -al menos, en muchos países, las perspectivas de
una recuperación sólida son, en el mejor de los
casos, para uno o dos años. Por el momento, la
economía es clara: reducir el gasto público no es
un riesgo que valga la pena tomar.

(Joseph E. Stiglitz es catedrático de la
Universidad de Columbia y premio Nobel de Economía en
2001. © Project Syndicate, 2010)

– Reducir la eurozona o crear una unión fiscal
(Expansión – 15/3/10)

(Por Wolfgang Münchau)

Me sentí desconcertado cuando
Wolfgang Schäuble, el ministro de Finanzas alemán,
propuso un Fondo Monetario Europeo (FME). No me esperaba algo
así. ¿Era un intento por desviar la atención
del rescate que se avecina de Grecia, tal y como me
sugirió un observador? No parece verosímil.
¿O tal vez supone un cambio genuino en la postura de
Alemania? ¿Me había perdido algo?

Cuando leí minuciosamente la propuesta completa,
la niebla se disipó -o tal vez es que mi confusión
aumentó aún más-. Me di cuenta de que el FME
no es más que una cortina de humo. Lo verdaderamente
importante de esta propuesta es que los países
podrían abandonar la eurozona sin salir de la UE. No se
trata de dar apoyo a los países con problemas, sino de
ayudarles a salir.

El mensaje político del plan
Schäuble es que Grecia será el último rescate
de la historia. A medida que avanzaban los preparativos para un
rescate, la reacción de la opinión pública
alemana se ha vuelto más hostil. Si el plan Schäuble
estuviera en vigor, Grecia ya habría salido del euro. Es
difícil concebir una situación bajo ese plan en la
que un país simultáneamente cumpla el criterio para
recibir ayuda, y la necesite.

La postura alemana es transparente,
consistente y equivocada. Se reafirma con cada nueva
resolución de su tribunal constitucional. El consenso en
Alemania es que la divisa única debe asentarse sobre los
pilares de la estabilidad de los precios y la rectitud fiscal.
Esto, lógicamente, implica que todos los ajustes deben
realizarse a través del sector privado o de las cuentas
corrientes. El actual clima global no hace esta última
opción muy probable, así que todas las
modificaciones recaerán sobre el sector privado. Si la
vida en la eurozona se hace intolerable, la salida se
convertirá en el mecanismo de resolución de un
impago. Y cuando se incluye la posibilidad legal de una salida,
la dinámica económica y política cambia, y
la amenaza de un abandono podría convertirse en una
profecía que conlleve su propio cumplimiento. Esto no se
aplica sólo a Grecia, sino también a una serie de
países que han perdido competitividad frente a
Alemania.

Antes, daba por hecho que Alemania tenía
intereses nacionales en preservar la eurozona, ya que sus
exportadores son los que más se benefician de una tasa de
cambio estable. Por lo tanto, pensé que Alemania -pese a
la retórica- haría lo que fuera necesario en
última instancia para evitar una ruptura. Sería lo
más racional. Pero creo que estaba equivocado.

Además, el plan Schäuble no contiene ninguna
disposición que en algún momento pudiera ser
vinculante para Alemania. Le permitiría seguir adelante,
sin obstáculos, con su estrategia económica
unilateral para erradicar el déficit presupuestario en
2016. Incluso si los gobiernos del sur de Europa tomasen
conciencia y aceptasen la necesidad de efectuar profundas
reformas, tendrían dificultades para reducir una
diferencia competitiva con respecto a Alemania que sigue
aumentando. Por lo tanto, no veo cómo va a encontrar el
plan apoyo político.

No habría ningún problema con un FME como
un sencillo sistema de seguro, financiado exclusivamente por
países con déficit excesivos en su propio
beneficio. Esto podría hacerse mediante una mejora de la
cooperación, que permita a un subconjunto de miembros de
la UE -en este caso la eurozona- crear instituciones
específicas.

La propuesta Schäuble en su estado
actual exigiría un cambio absoluto en los tratados
europeos -y nadie quiere recorrer esa senda ahora-. Algunas de
sus sugerencias son increíblemente extremas, privando, por
ejemplo, a los países con déficit excesivos de sus
derechos democráticos de voto, o reteniendo los pagos de
los fondos de cohesión de la UE. No habrá
mayoría en ninguno de estos aspectos, y mucho menos la
unanimidad que exigiría un cambio de este tipo. Y a la
inversa, dudo de que Alemania aceptase la creación de un
mecanismo formal de rescate sin un refuerzo simultáneo del
pacto de estabilidad.

Así que la consecuencia
más probable es que la situación siga en un punto
muerto.

Extraigo dos conclusiones principales de
todo este desorden. La primera es que una unión monetaria
que comprenda a 16 o más estados miembros de la UE
exigirá en última instancia una unión fiscal
en toda regla, o se verá abocada al fracaso. En
teoría, todo lo que se necesitaría es una autoridad
que ordene a Alemania y a España cambiar sus
políticas. Pero en la práctica, resultará
imposible obligar a grandes países soberanos a adoptar
políticas contra su voluntad. El Consejo Europeo
desempeñará un papel más importante en la
futura coordinación política, pero sería de
ingenuos pensar que los líderes europeos abordarán
el problema de los desequilibrios internos, cuando ni siquiera lo
reconocen. Si lo que se quiere es tratar el problema extremo de
la negociación de un nuevo tratado, habría que
abordar una unión fiscal, en lugar de malgastar recursos
en un fondo monetario trucado. Desde luego, es algo que no
sucederá.

La segunda conclusión es que
aún es posible una unión monetaria basada en
normas, pero sólo entre un grupo de países
similares -en términos de desarrollo económico, y
de actitud hacia la política económica-.
Sólo un número relativamente pequeño de
países es capaz de sostener una unión monetaria con
Alemania desde el punto de vista político y
económico.

La propuesta Schäuble me dice que
el conservadurismo alemán anhela la segunda opción.
Deberían tener cuidado con lo que desean. De una forma u
otra podrían acabar consiguiéndolo.

(The Financial Times Limited 2010. All Rights
Reserved)

– Estados de riesgo (Expansión –
17/3/10)

(Por Nouriel Roubini)

La Gran Recesión del período 2008-2009 fue
desencadenada por una excesiva acumulación de deuda y
apalancamiento por parte de las familias, las entidades
financieras e, incluso, el sector empresarial en muchas
economías avanzadas. Mientras que se habla mucho de
desapalancamiento a medida que la crisis va remitiendo, la
realidad es que la deuda del sector privado se ha estabilizado en
niveles muy altos.

En cambio, a consecuencia del
estímulo fiscal y la socialización de parte de las
pérdidas del sector privado, ahora hay un reapalancamiento
en masa del sector público. Se ven déficit de
más del 10% del PIB en muchas economías avanzadas y
se espera que los coeficientes entre deuda y PIB aumenten
marcadamente… en algunos casos, hasta duplicarse en los
próximos años.

Como demuestra el nuevo libro de Carmen
Reinhart y Ken Rogoff, This Time is Different ("Esta vez es
diferente"), semejantes crisis en los balances generales han
originado históricamente recuperaciones lentas,
anémicas e inferiores a la tendencia normal durante muchos
años. Los problemas de la deuda soberana son otra
posibilidad nada despreciable, en vista del reapalancamiento en
masa del sector público.

En los países que no pueden
emitir deuda en su propia moneda (tradicionalmente, las
economías con mercados en ascenso) o que emiten deuda en
ella, pero no pueden acuñar moneda independientemente
(como en la zona del euro), los déficit fiscales
insostenibles provocan con frecuencia una crisis crediticia, una
quiebra soberana u otra forma coercitiva de
reestructuración de la deuda pública.

En países que reciben préstamos en su
propia moneda y pueden monetizar la deuda pública, una
crisis de deuda soberana resulta improbable, pero la
monetización de los déficit fiscales puede llegar a
provocar una inflación elevada y la inflación es
–como la quiebra– un impuesto sobre el capital de los
titulares de deuda pública, pues reduce el valor real de
las obligaciones nominales con tipos de interés
fijos.

Así, los recientes problemas
afrontados por Grecia son sólo la punta del iceberg de la
deuda soberana en muchas economías avanzadas (y un
número menor de mercados en ascenso). Los "grupos de
autodefensa" de los mercados de bonos ya han puesto su mira en
Grecia, España, Portugal, Reino Unido, Irlanda e Islandia,
con lo que han provocando un aumento de los réditos de los
bonos estatales. En su momento, pueden poner el foco en otros
países -incluso Japón y Estados Unidos- en los que
la política fiscal siga un camino insostenible.

En la mayoría de las economías avanzadas,
las poblaciones de más edad -problema grave en Europa y
Japón- exacerban el problema de la sostenibilidad fiscal,
pues la disminución de los niveles de población
aumenta la carga de las responsabilidades no financiadas del
sector público, en particular los sistemas de seguridad
social y asistencia de salud. Un aumento bajo o negativo de la
población entraña un posible crecimiento
económico menor y, por tanto, una dinámica
deuda-PIB peor y graves dudas en aumento sobre la sostenibilidad
de la deuda del sector público.

Consolidación y recesión

El dilema estriba en que, mientras que
la consolidación fiscal es necesaria para prevenir un
aumento insostenible del número de bonos soberanos, los
efectos a corto plazo del aumento de los impuestos y de la
reducción del gasto del Estado suelen causar una
contracción, lo que también complica la
dinámica de la deuda pública e impide el
restablecimiento de su sostenibilidad. De hecho, ésa fue
la trampa que afrontó Argentina en el período
1998-2001, cuando la necesaria contracción fiscal
exacerbó la recesión y, con el tiempo,
provocó la quiebra.

En países como los miembros de la
zona del euro, una pérdida de competitividad exterior,
causada por una política monetaria restrictiva y una
moneda fuerte, la erosión de la ventaja comparativa a
largo plazo respecto de los mercados en ascenso y un aumento de
los salarios superior al de la productividad imponen limitaciones
suplementarias a la reanudación del crecimiento. Si no se
recupera el crecimiento, los problemas fiscales
empeorarán, al tiempo que dificultarán más
la aplicación de las dolorosas reformas necesarias para
restaurar la competitividad.

Entonces puede crearse un círculo
vicioso de varios déficit de deuda pública,
desfases de la cuenta corriente, empeoramiento de la
dinámica de la deuda externa y estancamiento del
crecimiento, lo que, con el tiempo, puede provocar una quiebra de
la deuda externa y del sector público de los miembros de
la zona del euro, además de la salida de la Unión
Monetaria por parte de las economías frágiles que
no puedan ajustarse ni reformarse con suficiente
rapidez.

"Rescates" insuficientes

La aportación de liquidez por un
prestador internacional de último recurso –el Banco
Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional o, incluso, un
nuevo Fondo Monetario Europeo– podría prevenir que
un problema de falta de liquidez se convirtiera en un problema de
insolvencia, pero, si un país es efectivamente insolvente
y no sólo carente de liquidez, semejantes "rescates" no
pueden impedir una quiebra y una devaluación, tarde o
temprano, (o la salida de la Unión Monetaria), porque el
prestador internacional de último recurso dejará en
algún momento de financiar una dinámica de deuda
insostenible, como ocurrió en Argentina (y en Rusia en
1998).

El saneamiento de una elevada deuda del sector privado y
la disminución de los coeficientes de deuda pública
tan sólo mediante el crecimiento resulta particularmente
difícil, si una crisis de balances generales provoca una
recuperación anémica y la reducción de los
coeficientes de deuda mediante el aumento del ahorro se presta a
una paradoja: la de que un aumento demasiado rápido de los
ahorros ahonda la recesión y empeora los coeficientes de
deuda. A fin de cuentas, la resolución de los problemas
planteados por el apalancamiento del sector privado mediante la
socialización de las pérdidas privadas y el
reapalancamiento del sector público es
arriesgada.

En el mejor de los casos, habrá
que aumentar impuestos, tarde o temprano, y reducir gasto, con su
consiguiente efecto negativo en el crecimiento; en el peor, el
resultado puede ser impuestos directos sobre el capital (quiebra)
o indirectos (inflación).

Se deben resolver los problemas que
plantea la deuda privada insostenible mediante quiebras,
reducciones de la deuda y conversión de ésta en
acciones. En cambio, si se socializan demasiado las deudas
privadas, las economías avanzadas afrontarán un
futuro sombrío: graves problemas de sostenibilidad con su
deuda pública, privada y extranjera, junto con
perspectivas muy poco prometedoras de crecimiento
económico.

(Profesor de Economía en Stern School of Business
de la Universidad de Nueva York y presidente de Roubini Global
Economics)

– Feldstein: el plan de Grecia fallará y
podría abandonar la Eurozona (El Economista –
17/3/10)

El profesor de Harvard Martin Feldstein,
que ya advirtió hace dos décadas sobre la
viabilidad del euro, cree que el plan de austeridad de Grecia
fallará y el país podría verse obligado a
salirse del euro para solventar sus problemas
fiscales.

"La idea de que Grecia puede reducir el
déficit del 12 al 3% en dos años parece
fantasía", explicó en una entrevista Feldstein, que
ha sido asesor de presidentes de EEUU desde Ronald Reagan y que
actualmente también trabaja para Obama. "Las alternativas
son algún tipo de default o abandonar el euro, o las
dos".

Esta idea de Feldstein, que fue uno de
los candidatos a sustituir a Greenspan en la Reserva Federal,
llega cinco años después de que dijera que las
reglas del euro generaban "un sesgo muy fuerte hacia grandes
déficits fiscales crónicos" y apenas un año
después de que dijera por primera vez que el bloque
podría deshacerse.

Un default educado

Según este reconocido economista,
Grecia necesitará encontrar alternativas para afrontar la
crisis, como por ejemplo encontrar "una manera educada" de hacer
default.

Dentro de esta posibilidad sugiere
convencer a los inversores de cambiar bonos que maduran ahora por
activos más a largo plazo con menores intereses.
También tiene la opción que no desea nadie: salirse
del euro, devaluar y volver a Eurolandia una vez que hubiera
solucionado sus problemas fiscales, según
Feldstein.

El economista advierte que la
opción de abandonar la moneda única
permitiría mejorar las exportaciones de Grecia, pero que
esta estrategia también requeriría recortes de
gasto, menores salarios e incrementos de impuestos.

"Si lo pones todo en conjunto, no parece
que los países estén deseando ponerse a la cola
para hacer esto", explicó a Bloomberg. Y aunque un rescate
sería una "solución relativamente menos dolorosa",
Feldstein dijo que generaría rechazó entre los
votantes y supondría un riesgo, ya que otras naciones
podrían demandarlos igualmente.

Feldstein cree que los problemas de origen del euro
fueron enmascarados por el crecimiento global durante su primera
década, y que ahora esos fallos, como tipos uniformes para
economías diversas con diferentes disciplinas fiscales,
han aflorado. A pesar de ello, cree que el euro se va a apreciar
frente al dólar por el déficit comercial de
EEUU.

El economista cree que el abandono del
euro por parte de algunos países no es "impensable" y que
es "ciertamente posible, incluso si todo el consejo
económico que se le diera a un Gobierno fuera 'No
deberías hacer esto'". "Los políticos no siempre
escuchan a sus economistas".

"No sé si hay una buena solución a este
problema", concluyó Feldstein.

China y Alemania se unen para imponer la
deflación global (Expansión –
17/3/10)

(Por Martin Wolf)

"Chimania" habló la semana pasada
y el mundo escuchó. ¿Era coherente lo que dijo? No.
¿Mostraba un tono de superioridad? Sin duda. ¿Eran
peligrosas sus palabras? Sí. ¿Prevalecerán,
pese a todo, ideas más sensatas? Lo dudo.

Es posible que hayan escuchado el término
Chimérica -un neologismo acuñado por el historiador
de Harvard Niall Ferguson y por Moritz Schularick, de la
Universidad Libre de Berlín, para describir una supuesta
fusión entre las economías china y estadounidense-.
Puede que también hayan oído hablar de Chindia,
inventado por Jairam Ramesh, un político indio, para
describir al nuevo gigante asiático compuesto. Dejen que
les presente a Chimania, una combinación de los mayores
exportadores netos del mundo: China, con un superávit por
cuenta corriente previsto este año en 291.000 millones de
dólares (212 millones de euros), y Alemania, con un
excedente estimado en 187.000 millones de
dólares.

Sin duda, China y Alemania, son muy
distintos. Sin embargo, pese a todas sus diferencias, comparten
algunas características: son los mayores exportadores
mundiales de productos manufacturados (China ya ha adelantado a
Alemania); tienen inmensos excedentes de ahorros sobre la
inversión; y disfrutan de enormes superávit
comerciales.

Ambos también creen que sus
clientes deberían seguir comprando, pero dejar al mismo
tiempo de solicitar créditos irresponsables. Teniendo en
cuenta que sus superávit conllevan el déficit de
otros, esta postura resulta incoherente. Los países
excedentarios tienen que financiar a los deficitarios. Si el
volumen de deuda crece demasiado, los deudores cometerán
impago. De llegar a suceder algo así, los cacareados
"ahorros" de los países con superávit
demostrarán haber sido una ilusión: los recursos
financieros del vendedor se convertirán, a posteriori, en
las ayudas a las exportaciones.

Empiezo a preguntarme si la
economía global abierta sobrevivirá a esta crisis.
Es posible que la eurozona también corra cierto peligro.
Las intervenciones la semana pasada de Wen Jiabao, el primer
ministro chino, y de Wolfgang Schäuble, el ministro de
Finanzas alemán, muestran perfectamente estos
riesgos.

El argumento central de Schäuble no
era el discutible Fondo Monetario Europeo, que no podría,
incluso aunque se llegase a un acuerdo y se crease, alterar las
presiones generadas por los inmensos desequilibrios
macroeconómicos dentro de la eurozona. Sus ideas
más importantes son: combinar las ayudas a países
con excesivos déficit fiscales con severas multas;
suspender el derecho de voto de los miembros del eurogrupo que
demuestren un comportamiento irresponsable; y permitir que un
miembro abandone la unión monetaria, pero que siga
formando parte de la UE. De repente, la eurozona no es tan
irrevocable: así lo ha dicho Alemania.

Pueden extraerse tres conclusiones de
esta propuesta del país más poderoso de Europa:
primero, tendrá un impacto principalmente deflacionista;
segundo, no es viable; y, tercero, podría preparar el
camino para la salida de Alemania de la eurozona.

Expliqué el primer punto la semana pasada. Si
Alemania obtiene lo que quiere, la segunda mayor economía
del mundo jugaría un papel negativo a la hora de buscar
una salida a la crisis global de demanda. La eurozona no
exportaría la demanda que el mundo necesita en la
actualidad. En su lugar, exportaría un exceso de
oferta.

Imaginemos que los países más
débiles de la eurozona se vieran obligados a efectuar un
fuerte recorte de sus déficits fiscales. Sin duda, esto
debilitaría la economía de toda la eurozona. Pero
también derivaría en un deterioro fiscal en
Alemania y Francia. Imaginemos que Alemania asumiese el coste.
¿Ordenaría a Francia que hiciera lo mismo?
Después de todo, el Gobierno francés gestiona ya un
déficit que la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico prevé
próximo al 9% del producto interior bruto este año.
¿Cree Schäuble que Francia podría ser multada?
Seguramente no. Sin embargo, no son las finanzas públicas
griegas las que amenazan la estabilidad de la eurozona. No son
más que una mera bagatela. El peligro reside en las
finanzas de los grandes países. Como Alemania no pudo
obligar a esos países a mostrar una buena conducta y no
tiene posibilidad alguna de expulsar de la eurozona a los
miembros cuya gestión desapruebe, tendría que ser
ella misma la que se marchase. Esta es la lógica de las
ideas de Schäuble. También debe resultar obvio para
él.

Alemania forma parte de una unión
monetaria supuestamente irrevocable con algunos de sus
principales clientes. Ahora quiere que busquen la prosperidad
mediante la deflación en un entorno de débil
demanda agregada crónica. Wen tiene la misma idea. Pero,
en su caso, la economía que quiere que persiga este
objetivo es la estadounidense. Muy poco probable.

En un discurso durante la clausura del Congreso del
Partido Comunista, Wen declaró: "Lo que no entiendo es que
un país deprecie su propia divisa, e intente presionar a
otros para que revaloricen las suyas, con el objetivo de aumentar
las exportaciones. En mi opinión, eso es proteccionismo".
También insistió en que le preocupaba la seguridad
de las inversiones de China en dólares.

Me pregunto qué pretendía Wen con todo
esto, aparte de decirle a EEUU que deje tranquila la
política monetaria china. Si el deseo de EEUU de un
dólar más débil es "proteccionista",
¿cuánto más no lo será la
determinación de China de mantener un bajo valor para su
divisa, pase lo que pase? No hay nada evidentemente
"proteccionista" en pedirle a un país con un inmenso
superávit por cuenta corriente que lo reduzca, en un
momento de débil demanda global. Si entiendo bien la
postura de China, lo que quiere es que EEUU recupere la
competitividad, en su lugar, mediante la contracción
fiscal y monetaria y, es de suponer, la caída de los
precios domésticos. Eso sería terrible para EEUU,
pero también para China y el resto del mundo. Es algo que
no va a suceder. China seguramente lo sepa.

Detrás de todo esto existe una
división fundamental. Los países excedentarios
insisten en que todo siga como antes. Pero se niegan a aceptar
que su dependencia de las exportaciones se volverá en su
contra cuando desaparezcan sus clientes. De hecho, es justo lo
que está sucediendo. Entretanto, los países que
gestionaron altos déficit externos en el pasado
sólo podrán reducir los enormes déficits
fiscales, resultado del desapalancamiento de sus sectores
privados tras el estallido de la burbuja, aumentando sus
exportaciones netas. Si los países excedentarios no son
capaces de compensar ese cambio, mediante la expansión de
la demanda agregada, el mundo se verá sumido
inevitablemente en una guerra que le empobrecerá: cada
país intentará desesperadamente colocar sus
excedentes a sus socios comerciales. Este fue uno de los motivos
de la catástrofe de los años 30.

En esta guerra, es muy poco probable que
los países excedentarios se alcen con la victoria. Los
trastornos en la eurozona serían muy malos para el sector
industrial alemán. El proteccionismo en EEUU no
beneficiaría a China. Aquellos a los que los dioses desean
destruir, primero los vuelven locos. Aún no es demasiado
tarde para cooperar y buscar soluciones. Ambas partes tienen que
hacer ajustes. Olvídense de tanta moralidad y apliquen
algo de sentido común.

(The Financial Times Limited 2010. All Rights
Reserved)

– La reforma financiera – Europa se deja arrebatar el
liderazgo (Cinco Días – 22/3/10)

Las discrepancias entre los socios y la falta de
liderazgo cortan el impulso con el que la UE emprendió el
proceso de reformas hace año y medio.

(Por Bernardo de Miguel – Bruselas)

La Unión Europea
interpretó la debacle financiera de 2008 como una
oportunidad histórica para cuestionar el capitalismo
financiero impulsado por EEUU. Y sustituirlo por otro basado en
una regulación estricta que pusiera al sector bancario al
servicio de la economía real.

Europa ganó en noviembre de 2008 (estreno del
nuevo G-20 en Washington) el primer asalto en ese combate gracias
al ímpetu de Nicolas Sarkozy, presidente francés y
entonces presidente de turno de la UE, y al desprestigio de una
administración Bush que agonizaba.

En abril de 2009, en Londres, el G-20 todavía
seguía bajo el liderazgo europeo, aunque el recién
estrenado Barack Obama empezó a mostrar el desapego de
EEUU hacia ese foro. Un año después de aquella
cita, el G-20 parece a punto de la desbandada y Europa parece
perder aliento. El Viejo Continente sigue sin concretar ninguna
de las grandes reformas del sector financiero iniciadas con tanto
frenesí tras la caída de Lehman Brothers y su
devastador efecto en el sector bancario comunitario.

LOS "HEDGE FUNDS" han sido la última prueba de
que la UE no continúa tan unida frente a los supuestos
excesos especulativos del sector financiero y de que los
operadores pueden explotar las diferencias entre los socios
comunitarios. La semana pasada, los ministros de Economía
y Finanzas de la UE (Ecofin) debían haber aprobado el
primer borrador de la directiva AIFM (gestores de fondos de
inversión alternativos), que por primera vez
someterá a control a los grandes fondos de alto riesgo y a
los de inversión privada (private equity). Pero la
resistencia de Londres, con llamada incluida del primer ministro
británico Gordon Brown al presidente del Gobierno
español y presidente de turno de la UE, José Luis
Rodríguez Zapatero, desbarató la iniciativa. La
presidencia española insiste en que intentará
cerrar un acuerdo antes del 30 de junio. Pero ya nadie se atreve
a apostar por el cumplimiento de ese objetivo. Y, mucho menos,
sobre la ambición del contenido de la futura ley. La City
londinense quiere relajar la norma, para poder comercializar en
toda Europa fondos domiciliados en jurisdicciones
extracomunitarias de dudosa reputación.

LOS CDS se han convertido en el nuevo frente abierto por
la Comisión Europea, forzada por la presión de
Berlín y París, que temen el impacto de la crisis
griega en los bancos alemanes y franceses. Y la secuencia se
repite en relación con otras ofensivas en el sector
financiero. Primero, el organismo presidido por José
Manuel Barroso descubre el problema, tras cinco años
predicando los beneficios de la innovación financiera.
Segundo, el Saulo comunitario se recupera de la caída y
anuncia una intervención para acabar con el desaguisado.
En el caso concreto de los credit default swaps (CDS), ese
anuncio llegó la semana pasada por boca del nuevo
comisario europeo de Mercado Interior, Michael Barnier. De
momento, el objetivo sería prohibir la compraventa de CDS
a los inversores que no poseen el título a cuyo riesgo
desean dar cobertura. La prioridad es evitar las posiciones
bajistas, al menos, en relación con la deuda soberana.
Pero instantes después del anuncio empieza la tercera
fase. Fuentes comunitarias explican que "aún no se sabe
qué instrumento legislativo se utilizará". Ni
siquiera, "si tendrá carácter vinculante o no".
Para cuando llegue la propuesta oficial, es fácil adivinar
la cuarta y última fase, porque ha ocurrido con el resto
de iniciativas: el impulso político, alentado ahora por el
supuesto daño de los CDS a la deuda griega, se
habrá disipado. Y la propuesta vagará entre el
Ecofin y el Parlamento Europeo durante meses o años, hasta
que una versión aguada llegue al Diario
Oficial.

LA REFORMA DE LA SUPERVISIÓN FINANCIERA sí
que arrancó con gran fuerza en la Unión Europea. El
desplome de algunos bancos transfronterizos, como el
belga-holandés Fortis, puso de manifestó la
necesidad contar con un mecanismo de supervisión
supranacional para algunas entidades. En consecuencia, Bruselas
prepara la creación de tres autoridades de
supervisión (para banca, seguros y mercados
bursátiles) que dictarán normas de obligado
cumplimiento por las grandes entidades y podrán zanjar
posibles conflictos entre las autoridades de los países
donde opera un mismo banco. El proceso está bastante
avanzado, pero de nuevo a base de concesiones a los partidarios
de un mínimo común denominador, es decir, el Reino
Unido. El Parlamento Europeo ha advertido que exigirá un
texto más ambicioso cuando se pronuncie el próximo
mes de mayo. Y la entrada en funcionamiento de las tres
autoridades, prevista para este año, comienza a retrasarse
y ya se habla de 2011 como muy pronto. O sea, tres años
después de la caída de Fortis.

LOS "BONUS" multimillonarios del sector financiero
fueron otro frente de batalla nada más comenzar la crisis.
De momento, el plan de limitarlos no ha pasado de ser una
recomendación comunitaria. El proyecto de directiva sobre
requisitos de capital incorpora algunas normas sobre los sistemas
de remuneración en el sector bancario para limitar la
asunción de riesgos y permitirá a los reguladores
sancionar a las entidades que no las cumplan. El texto se
podría votar en el Parlamento Europeo el próximo
mes de abril. Pero si todo va bien, no estará en vigor
hasta primeros de 2011 como mínimo.

EL FONDO DE RESCATE bancario del que empezó a
hablar el viernes pasado el comisario Barnier es otro ejemplo de
que Bruselas empieza a perder el liderazgo de la reforma. La
Administración Obama lo planteó a principios de
año, anunció su financiación a través
de un impuesto a la banca e indicó que espera recaudar
90.000 millones de euros. La UE empezará a debatirlo el 16
de abril en el Ecofin de Madrid. Quizá algún
día incluso el organismo comunitario llegue a
aprobarlo.

– El Fondo Monetario Europeo o no querer ver el problema
(El Confidencial – 23/3/10)

(Por J. Jacks)

El profesor Ramachandran del Laboratorio del Cerebro de
la Universidad de California estudió el autoengaño
en personas con parálisis. Comprobó que los
pacientes se auto convencían de que no tenían
ningún miembro paralizado. Cuando se les explicaba la
cruda realidad, la negaban, inventaban excusas para justificar la
falta de movilidad y creaban "mecanismos psicológicos de
defensa" antes que aceptar que estaban equivocados.
(1)

La reciente descoordinación de nuestros
dirigentes hace pensar si de verdad quieren solucionar la crisis
o, por el contrario, necesitan una visita al profesor
Ramachandran.

En febrero, se proponía aquí un modesto
conjunto de propuestas para una reforma total de la presente
Unión Europea (UE). Entre ellas, la Propuesta 7, la
"creación de un Fondo de Ayuda para momentos de crisis
económicas o eventos inesperados".

En vez de una reforma real, y ante la
declaración del FMI de estar listo para intervenir en
Grecia, Wolfgang Schauble, el ministro alemán de Finanzas,
y de la mano de la Comisión Europea, aboga ahora por crear
un Fondo Monetario Europeo (FME). El FME se financiaría
por los países que incumplieran Maastricht con el pago del
1% anual de sus excesos de deuda (sobre el límite del 60%)
y un 1% anual sobre el exceso de déficit (sobre el
límite del 3%). Para obligar a mantener las cuentas
saneadas, los países incumplidores no podrían
acceder al Fondo.

Bien, no es una reforma total pero es algo.
Quizás. Miren la panoplia de declaraciones
cruzadas.

A pesar del apoyo de la Comisión,
el señor Rhen, el comisario para Asuntos
Económicos, dice que el FME no serviría para
Grecia, ya que "se trata de hacer mejoras para el futuro".
Michael Offer, del Ministerio alemán de Finanzas, coincide
al decir que "un FME no es la solución para Grecia".
Días más tarde, Otmar Issing (antiguo economista
jefe del BCE) dice que Grecia debería de ir al FMI ya y
olvidarse de ayudas de la UE. Posteriormente, la Sra. Merkel
comenta que "el FME sería una buena idea" mientras que el
Sr. Stark (BCE) rechaza la idea porque "sería incompatible
con los principios de la UE". Ante la falta de ayuda concreta, el
premier Papandreu dice que "la solución es el FMI". El
presidente francés, Nicolas Sarkozy, desautoriza al
premier griego y declara que "si necesita ayuda, estaremos
allí" (¿quiénes?) a lo que la Sra. Merkel
responde que "nadie, aparte del FMI, tiene instrumentos para
garantizar el acceso a los mercados a Grecia".

¿Es posible mayor
contradicción en unas autoridades? ¿Puede un
país depender de esta descoordinación? ¿Se
imaginan una empresa en la que el CEO dijera "blanco" el lunes,
el CFO "negro" el martes y el director de Ventas "azul" el
miércoles? Pues esa es la UE. Estas contradicciones se
originan por dos razones: a) porque se pretende evitar explicar a
los ciudadanos que la crisis es, en una gran parte, por la forma
en la que la UME se creó, b) porque los agentes de esta UE
persiguen sus intereses y no los de sus ciudadanos.

Del primer motivo ya se habló. Respecto al
segundo, ¿qué intereses buscan estos actores que
impiden una postura única y coherente sobre Grecia y el
FME?

1. Francia & el Sr. Sarkozy: Sarkozy no puede
permitir que el FMI ayude a Grecia porque el Sr. Strauss-Kahn
aparecería como el salvador de la Unión en las
elecciones francesas. Pero por otra parte, las entidades
financieras francesas están comprometidas en Grecia, con
lo que el FME es una solución aceptable.

2. Alemania & la Sra. Merkel: Por política
domestica y legislación constitucional, la Sra. Merkel no
puede aprobar una ayuda a Grecia. Pero por otro lado, debe
proteger a "sus" entidades. Garantizar préstamos bancarios
a Grecia en lugar de préstamos directos o usar el KfW
sería un mal menor, y si no, que intervenga el
FMI.

3. Grecia & el Sr. Papandreu: el Sr. Papandreu
prefiere el FMI que las medidas alemanas. Reducción de
salarios públicos y devaluación interna como
propone Berlín se entendería como una entrega de la
soberanía a Alemania. Pedir ayuda a la Unión
implicaría perder la capacidad de voto en la Unión,
así que mejor un SBA a 36 meses con el respaldo del FMI
(EEUU) y de paso se evitaría los ataques
"especulativos".

4. Entidades Financieras francesas y alemanas: ya
están protegidas del impago y algunas incluso apuestan por
ello. Mejor el FME para así poder canalizar las ayudas y
recibir las comisiones junto con la seguridad del cobro de los
préstamos concedidos.

5. Wolfgang Schäuble: el FME es el "comodín"
para que un país salga, se le expulse o se vaya del euro
sin dejar la Unión. Se evitaría la ruptura y se
crearía un núcleo "duro" con Alemania y
países del Norte y Francia con el Benelux. Lógico
que se le eligiera para impulsar la idea. Jefe de la Oficina de
Kohl, creador de la UE, parte en la Unificación y amigo de
K. Lamers. Nadie mejor para el trabajo.

6. El BCE: que unos miembros apoyen la creación
del FME mientras otros la rechazan solo evidencia que el BCE esta
en otros asuntos más importantes. (2) (3).

7. España: el cambio de actitud de nuestra
Presidencia sobre los Hedge Funds después que la propuesta
estuviera ya pre-aprobada da cierto tiempo al Gobierno. ¿Y
algunos todavía no entienden porque España coloca
su deuda sin problema y mantiene su rating? (4)

Todos estos dimes y diretes para no
admitir que "esta" Unión fue un error. Que no hay
intención real de ayudar a los países con problemas
y que Grecia no tiene capacidad por si sola para reducir su
déficit al 3%, salvo que aplique un ajuste brutal que
implique la destrucción del 30% de su PIB.

Al menos la ministra de Finanzas francesa se atreve a
decir que la competitividad de Alemania ha llevado (junto con los
desmanes de gobiernos, entidades financieras y parte de sus
ciudadanos) a Grecia, España, Portugal e Irlanda a su
situación presente y que mientras no se resuelva este
problema, reducir salarios y gastos no solucionará
nada.

Mientras, en España, a lo nuestro, discutiendo
sobre el IVA como si lo que decidan sobre qué hacer con
Grecia no nos afecta. El IVA no es la cuestión. La
cuestión real es cuándo se admitirá que se
necesita ayuda para salir de esta crisis. Seguimos perdiendo el
tiempo. Lo demás son excusas de los pacientes del profesor
Ramachandran.

(1) Con el debido respeto y consideración para
las personas con parálisis, en este artículo
sólo se describe el estudio.

(2) Será motivo de otra columna los lamentables
"manejos" en la renovación del BCE con Constancio, Mersch,
Draghi y Weber.

(3) Christian Noyer, el gobernador del Banco de Francia,
acaba de ser elegido nuevo chairman del BIS. Volveremos sobre
esto más tarde.

(4) Muy descriptiva la "doblez" de la Comisión
Europea y del comisario Barnier ante la carta del Sr. Geithner.
Si alguien creía que la City estaba acabada, que espere
sentado. Si alguien pensaba que el euro y la Unión eran
competencia al dólar y a EEUU, también.

Encuesta para los lectores (que deseen responder
evidentemente):

Cuando la Sra. Merkel dice en marzo de 2010 que se
necesita "un Tratado en el cual se pueda excluir a un país
del euro si rompe una vez y otra los Criterios de Maastricht",
¿a qué países creen ustedes que se
refiere?:

a) ¿A Alemania cuando sistemáticamente
incumplió el Criterio del 60% de deuda sobre PIB hasta
alcanzar el 67.9% en 2006?

b) ¿A Alemania cuando incumplió el
Criterio del 3% de déficit en 2002 (3.7%), en 2003 (4%),
en 2004 (3.7%) y en 2005 (3.2%)?

c) ¿A Grecia, España, Portugal y a Irlanda
en estos momentos?

– El euro necesita un Tesoro único y emitir su
propia "deuda" para competir con el dólar (El Confidencial
23/3/10)

(Por María Benito)

El papel del euro tras diez años de vida y una
grave crisis financiera mundial ha sido puesto en entredicho por
unos y destacado por otros. La divisa europea ha sido un eficaz
paraguas ante el entorno económico adverso de los dos
últimos años, pero la crisis ha constatado que los
mecanismos de coordinación macroeconómica en la
zona euro son mejorables.

También ha puesto en evidencia que la
unión monetaria no cuenta con un mecanismo de toma de
decisiones suficientemente centralizado y efectivo. Estas son dos
de las conclusiones del libro "El euro, al rescate de Europa",
publicado por el Real Instituto Elcano y coordinado por Federico
Steinberg, uno de los investigadores de la institución.
Ahora es el momento de superar las debilidades del euro, tal y
como destacó ayer en la presentación del documento
el comisario europeo de Competencia, Joaquín
Almunia.

Además, existen importantes
diferencias en cuanto a la confianza que los Gobiernos tienen en
la efectividad de la política fiscal discrecional, subraya
Steinberg en su introducción, en la que afirma que "en
contra de lo que los europeos más optimistas deseaban, la
crisis ha demostrado que el euro todavía no está
preparado para reemplazar al dólar como moneda de reserva
interior".

La moneda única, que no tiene
detrás ni un Estado, ni un ejército como el
dólar, seguirá por detrás del billete verde
"mientras no emita su propia deuda", destaca Steinberg. Esta es
una de las tesis del estadounidense Barry Eichengreen, autor del
primero de los cinco capítulos del libro. Eichengreen,
profesor de economía en la Universidad de Berkeley
(California), considera que "hasta que la zona euro no emita un
instrumento homogéneo de deuda y cohesione su gobernanza
interna, tendrá problemas para rivalizar con el
dólar". Se trata de construir un Tesoro Único en la
eurozona que financie las políticas económicas
impulsadas desde Bruselas, como hace EEUU.

Por su parte, Charles Wyplosz, profesor
del Graduate Institute de Ginebra y autor de otro de los
capítulos, piensa que es necesario avanzar en la
creación de un "mercado financiero único" con un
regulador central. Aunque no cree que esto vaya a suceder a corto
plazo, debido a las luchas territoriales y a "los desacuerdos
filosóficos e ideológicos".

Todos los autores coinciden en que la respuesta europea
a la crisis fue la adecuada y sin la moneda única
podría haber tenido unas "consecuencias económicas
y sociales catastróficas". Pero en el libro se subraya
que, además de contar con mecanismos más flexibles
de respuesta a la crisis, sería bueno tener una cara del
euro. Una idea en la que insistió Almunia, que dijo que
uno de los "límites claros" de la moneda única es
"la débil representación exterior: hay demasiadas
voces, está mal organizado".

Otro de los límites que el comisario percibe es
que "el Pacto de Estabilidad está lastrado en la
opinión pública, porque desde la crisis de
noviembre de 2003 -cuando Francia y Alemania se enfrentaron al
pacto tras superar el déficit público que permite-
hay un déficit de credibilidad".

Como dicen Jean Pisani-Ferry y
André Sapir, "el meollo del problema es la falta de una
entidad política en la zona euro que sea capaz de tomar
decisiones financieras y fiscales apropiadas en tiempos
difíciles". Creen que las debilidades del euro se
podrían subsanar, en parte, mediante el aumento del poder
del Eurogrupo, aunque son pesimistas sobre que esto se pueda
conseguir a corto o medio plazo.

El euro se ha ganado la confianza de los
mercados internacionales en poco tiempo, pero aún le falta
mucho camino por recorrer para alcanzar el estatus internacional
que tiene el dólar. Guillermo de la Dehesa, otro de los
autores del documento, defiende que la moneda única
todavía sufre "una clara desventaja estructural, con poco
atractivo más allá de las fronteras de Europa" y
salvo que se haga un esfuerzo importante para superar los
obstáculos que tiene por delante, el euro seguirá
sin alcanzar al dólar.

De la Dehesa se pregunta si los líderes europeos
podrán emprender las reformas necesarias para mejorar la
estructura de gobernanza de la Unión Económica
Monetaria y si podrán elaborar las políticas
necesarias para promover el papel del euro sin provocar un
conflicto grave con Estados Unidos. De momento, afirma, Europa no
ha aprovechado la oportunidad que le ha brindado la crisis para
tomar impulso como divisa de referencia.

Por otra parte, ayer el banco BNP Paribas
advertía de que el problema de deuda de Grecia no es la
única preocupación que mina al euro. La entidad
apuntaba a los riesgos deflacionarios derivados de la
consolidación fiscal en los países de la periferia
de la eurozona, que serán aún mayores si los
países centrales de la unión, como Alemania,
cumplen la limitación fiscal que piden algunas voces. "Se
espera que el euro siga extremadamente vulnerable y seguimos
apostando por aprovechar cualquier rebote del euro frente al
dólar como una oportunidad para vender", dijo el
banco.

– Stiglitz apuesta por nuevos estímulos para
evitar una doble recesión (Libertad Digital –
24/3/10)

EEUU y Europa no están camino de
la recuperación económica y si no hay una segunda
ronda de paquetes de estímulo económico hay un
riesgo muy serio de una doble caída o de que el
crecimiento sea cercano a cero, aseguró en Pekín el
premio Nobel de Economía (2001) Joseph
Stiglitz.

(Por Rita Álvarez Tudela /
Pekín)

Los gobiernos deben ser muy cuidadosos acerca de
qué hacer con su estímulo, o de lo contrario la
economía puede volver a bajar, dijo Stiglitz, quien
puntualizó que países como EEUU, China y otros
europeos deben ser conscientes de que si no tienen cuidado las
señales de recuperación podrían ser
sustituidas de nuevo por la recesión.

"El crecimiento y el empleo son, en última
estancia, el centro de atención entre Estados Unidos y
China", recalcó el profesor de la Universidad de Columbia,
quien se situó al lado de los pesimistas sobre la
situación de la economía.

"Antes de la crisis, la economía estadounidense y
la de todo el mundo era un boom de consumo unido a una burbuja
inmobiliaria, pero esa burbuja era insostenible",
añadió Stiglitz, quien también nombró
a España en varias ocasiones.

El resultado de la burbuja inmobiliaria fue que los
ahorros en EEUU bajaron hasta cero, mientras que cuando
estalló volvieron a situarse a un nivel más normal,
aunque todavía no alcanzan el 7%, considerado
históricamente como el nivel normal de ahorro.

"En EEUU el ahorro doméstico ha aumentado, pero
el estatal ha bajado y esto es uno de los motivos de
preocupación", puntualizó el economista, que
participa estos días en el China Development
Forum.

Stiglitz recordó las estadísticas que
señalan que en 2010 el número de estadounidenses
que podrían perder su casa serían entre unos 2,5 y
3 millones, una cifra más alta que la registrada en los
dos años anteriores.

Además, precisó que uno de cada cinco
estadounidenses que quieren obtener un trabajo de jornada
completa no consiguen encontrarlo, y mirando de cerca el ejemplo
de grupos sociales como los jóvenes, "los números
son más altos, con unas estadísticas oficiales del
25% de desempleados".

Los consejeros del presidente de EEUU, Barack Obama,
dieron una respuesta insuficiente a la crisis para minimizar sus
efectos, lamentó Stiglitz. Además, agregó
que dieron la impresión al público de que la
situación había estallado "sin haber hecho nada
malo". Por esta razón, el paquete de estímulo que
se presentó fue "demasiado pequeño", aunque
sirviese para bajar la tasa de desempleo.

"La lección es que debemos de ser muy cuidadosos
con la forma en que gastamos el dinero", dijo, dando el ejemplo
militar, en el que "hemos gastado millones de dólares en
explosivos que no funcionan y en objetivos que no existen,
así que ésta sería un área a la que
volvería y gastaría ese dinero en
tecnología".

Respecto a la decisión tomada por la Reserva
Federal estadounidense de parar de comprar la deuda hipotecaria
este mes, Stiglitz dijo que dejar de hacerlo puede conducir "a un
incremento de la tasa de interés hipotecario".

Aunque el premio Nobel cree que la situación de
la deuda hipotecaria en algunos países es peor que en
EEUU, y citó la presión que se está
produciendo en países como España y Grecia, donde
ahora se pretende recortar el gasto público.

"China debe ser consciente de esto", dijo Stiglitz, ya
que aunque su crecimiento económico se situó en un
8,7% en 2009 y es un país que presenta signos de
recuperación, cuando se habla de retirar el
estímulo fiscal, China tampoco está preparada.
"Estará lista cuando los otros estén
listos".

Para Stiglizt, el crecimiento de China depende en parte
de la recuperación económica de las grandes
potencias, ya que si el resto del mundo se vuelve más
débil, las exportaciones del país asiático
se verán también disminuidas.

– Europa, en la encrucijada (Libertad Digital –
23/3/10)

(Por Manuel Llamas)

Se acerca el momento de la verdad. La
resolución de la crisis griega modificará los
actuales mimbres sobre los que se sustenta la estructura
política comunitaria. La zona euro, y la Unión
Europea en su conjunto, se enfrentan al reto más
complicado y farragoso desde la puesta en marcha de la moneda
única.

Como resultado, la tensión se
masca en el ambiente: Sarkozy, Zapatero y Barroso defienden el
rescate de Grecia mediante la concesión de créditos
bilaterales; la canciller alemana, Angela Merkel, rechaza
frontalmente esta opción y abre la puerta al desembarco
del Fondo Monetario Internacional (FMI) en Atenas; una postura
que no comparte su ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble,
que apoya el rescate y la creación de un Fondo Monetario
Europeo; mientras, el Banco Central Europeo se opone a la
petición griega de recibir créditos blandos (a
tipos de interés inferiores al mercado).

El proceso, de momento, se mantiene en stand by, pero el
tiempo se agota. El Gobierno griego necesita colocar en el
mercado bonos por valor de 10.000 millones de euros en las
próximas semanas, y el interés de su deuda a 10
años ronda el 6,4%, el más alto desde finales de
febrero. La situación se agrava y el tono de las
declaraciones se dispara, hasta el punto de que Atenas tacha de
"miserables" a los alemanes.

Por si ello fuera poco, también saltan chispas
entre París y Berlín, los ejes de la UE,
después de que el Gobierno francés denunciara la
alta competitividad de la economía germana como detonante
de los desequilibrios internos que vive la
Unión.

Pero, ¿qué le pasa a
Europa? Bruselas se encuentra en una encrucijada. El rescate
griego crearía un peligroso precedente a nivel
político y minaría la fortaleza del euro. Por su
parte, la intervención del FMI chocaría,
inevitablemente, con las competencias de Bruselas y el BCE. Por
último, la expulsión o abandono del euro por parte
de Grecia marcaría el principio del fin del bloque
común, además de un impacto colosal en la
economía griega y en la banca europea.

Sin embargo, lo más preocupante
es la sombra creciente de un gobierno único, un "gobierno
económico común" a nivel europeo, tal y como
reclaman ahora al unísono Sarkozy y Zapatero. Con la
excusa de la crisis, la elite política comunitaria aspira
a acrecentar su ya de por sí elefantiásico poder.
Llegado el caso, la hegemonía de Bruselas sobre los
países socios acabaría por eliminar de facto la
escasa soberanía política de la que gozan hoy en
día los europeos. Y es que, un "gobierno económico"
es la antesala de un "gobierno único europeo", que
escapará por completo al control de los individuos. Huyan,
como del demonio, de las "gobernanzas" en bloque, ya que la
historia nos ha demostrado, una y otra vez, que a más
gobierno menos libertad, y a mayor expansión
geográfica menor posibilidad de escapatoria (voto con los
pies).

Espero y deseo que Merkel imponga su criterio y, en caso
de rescate, sea finalmente el FMI el que acuda en ayuda de los
griegos, por más que les pese a Barroso y a los defensores
del "gobierno mundial".

(Manuel Llamas es jefe de Economía de Libertad
Digital y miembro del Instituto Juan de Mariana)

– La excesiva eficiencia puede ser perjudicial para la
economía mundial (Expansión –
24/3/10)

(Por Martin Wolf)

Alemania dijo "no". Es la
conclusión más importante que puede extraerse del
debate sobre la política económica de la eurozona.
Lo que el Gobierno alemán dice es que la eurozona debe
convertirse en una Alemania más grande. Pero esta
política tendría implicaciones profundamente
negativas para la economía mundial.

La carta de Ulrich Wilhelm, secretario de Estado y
portavoz del Gobierno, a Financial Times esta semana, y el
artículo de la semana pasada de mi amigo Otmar Issing, ex
miembro del consejo del Banco Central Europeo, son significativos
no sólo por lo que dicen sino por lo que dejan de decir.
La observación que hacen es que Alemania no se
arriesgará a minar su competitividad. Lo que no reconocen
es que a la economía mundial le aguarda un difícil
ajuste, al que tienen que contribuir la eurozona y
Alemania.

Sobre el primer argumento, Issing es
bastante claro: "Tras años de divergencias entre el coste
laboral por trabajador y la pérdida de competitividad en
una serie de países, está ganando terreno la idea
de que la economía con el mayor superávit,
Alemania, debería ayudar subiendo los salarios en
interés de los países deficitarios y del conjunto
de la comunidad". Sin embargo, insiste, los salarios incluso en
Alemania siguen siendo demasiado altos, teniendo en cuenta el
elevado índice de desempleo.

Me cuesta discrepar. Muchos países entraron en la
unión monetaria sin reconocer las implicaciones para los
mercados laborales. En lugar de efectuar las reformas que exige
la pertenencia, disfrutaron de una fiesta irrepetible. La fiesta
se ha terminado. Teniendo en cuenta que los costes laborales por
trabajador se han estancado en Alemania y que el euro aún
muestra solidez, los costes laborales en los países
periféricos de Europa tienen que caer marcadamente. A
estos países no les queda otra alternativa, dentro de la
unión monetaria en la que decidieron entrar.

Sobre el segundo, en cambio, Wilhelm
comenta algo inquietante: "La clave para corregir los
desequilibrios en la eurozona y recuperar la estabilidad fiscal
está en mejorar la competitividad en el conjunto de
Europa. Cuantos más países con déficit por
cuenta corriente sean capaces de aumentar su competitividad,
más fácil les resultará reducir su
déficit público y de comercio exterior. Una
política menos centrada en la estabilidad en Alemania
perjudicaría al conjunto de la eurozona".

No puedo estar de acuerdo. Lo que resulta fascinante de
estas palabras es que no se hace mención alguna a la
demanda. Wilhelm es partidario de una política
egoísta en base a la cual cada país intente
arrebatar cuota de mercado al resto. En un momento de debilidad
global, es un consejo contraproducente tanto para la eurozona
como para el resto del mundo.

Lo que Alemania quiere, más concretamente, es una
fuerte reducción de los déficits fiscales en toda
la eurozona. Ante la contracción del déficit fiscal
y el debilitamiento de la producción, la solución
para cada país estaría en la caída de los
costes laborales relativos por empleado y el aumento de las
exportaciones netas. De dar resultado, cada nación
traspasaría la debilidad económica a otros
países de la eurozona o, más probablemente, del
resto del mundo, gracias a un mayor superávit de las
exportaciones netas de la eurozona.

Según la Organización para
la Cooperación y el Desarrollo Económico, el
déficit fiscal general de la eurozona se aproximará
al 7% del PIB este año. Asumamos que se reduce
rápidamente al 3%, mientras que el superávit del
sector financiero se mantiene próximo al 7% del PIB, tal y
como se prevé implícitamente en la actualidad.
Entonces, la balanza por cuenta corriente de la eurozona
tendría que aumentar cerca de un 4% del PIB. Eso
supondría casi 600.000 millones de dólares (443.892
millones de euros), una suma no muy distante del 1% del PIB
mundial.

¿Dónde piensa Alemania que
podrían aumentarse los déficits fiscales? Sin duda,
esta política haría inviables los ajustes
post-crisis para los antiguos países deficitarios,
incluidos, sobre todo, EEUU y Reino Unido.
¿Sobreviviría una economía mundial
abierta?

Tal vez sea demasiado pesimista sobre las repercusiones
que se esperan del previsto ajuste fiscal. Puede que en algunos
países la mejora de la credibilidad fiscal estimulase el
gasto privado. Sin embargo, sobre todo, es probable que la
demanda volviera a caer en la eurozona o que esta la exportase al
exterior.

¿Podría marcar la
diferencia una agresiva política monetaria? El BCE ha
conseguido mantener el rápido crecimiento del agregado
monetario M1 durante la crisis, mejor, de hecho, que la Reserva
Federal de EEUU y el Banco de Inglaterra. Pero el crecimiento del
agregado monetario M2 se ha colapsado. Además, la agresiva
política monetaria no ha conseguido evitar una fuerte
caída del PIB nominal, que se hundió un 2% hasta el
cuarto trimestre de 2009 dentro de la eurozona.

Por desgracia, parece que la política monetaria
no consigue fomentar el crédito de los bancos y el gasto
de los consumidores. Ha dado beneficios a los bancos y
enriquecido más a los banqueros, con modestos beneficios
para la economía real. Es poco probable que esta
situación cambie pronto.

Una solución alternativa podría ser la de
ayudar al mundo a absorber mayores excedentes de exportaciones de
la eurozona, EEUU, Japón y Reino Unido. Sí, no se
puede concebir salida alguna de este atolladero sin que aumenten
los flujos netos de capital a los países emergentes.
También parece evidente que es aquí donde
debería terminar el superávit mundial de ahorros.
Pero va a hacer falta tiempo y muchas reformas para lograr que
esto suceda.

Permítanme que deje claras mis
ideas sobre el papel de Alemania dentro de la eurozona y de la
eurozona dentro del mundo.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter