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La Unión Europea llama a revisión al Euro la casa está en llamas I (página 10)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11

En cierto sentido, el euro es un
experimento arriesgado, una alianza económica forjada en
torno a una moneda común, pero que deja la política
fiscal en manos de cada país miembro. La promesa de que
ningún integrante gaste en exceso ha sido violada por
Grecia en reiteradas ocasiones durante los últimos diez
años.

Se calcula que el déficit fiscal de Grecia para
2009 ascienda a cerca del 13% de su Producto Interno Bruto (PIB),
muy por encima del límite de 3% fijado por la
UE.

Durante la mayor parte de su existencia,
el euro siguió su marcha a pesar de que países como
Grecia e Italia no respetaban los límites fiscales. Los
inversionistas no prestaban mucha atención a las escasas
facultades del brazo ejecutivo de la UE para obligarlos a cumplir
sus compromisos.

Ahora, sin embargo, el mercado ha
enviado una clara señal de que el juego tiene que terminar
y la UE tiene una difícil decisión por
delante.

Cualquier solución que se
configure para Grecia podría convertirse en un modelo para
futuros rescates, apuntan analistas. ¿Debería
Portugal recibir ayuda también? ¿Cuál es el
mensaje que esto envía a los países de Europa del
Este que tratan de incorporarse a la UE? ¿Qué
ocurrirá con Irlanda, que no ha obtenido asistencia y que
ha puesto en marcha severos recortes de gastos?

"El incendio puede apagarse de un
día para otro. No es tanto dinero", dice Stephen Jen, del
fondo de cobertura londinense BlueGold Capital Management. "Nos
encontramos ante un problema mucho mayor".

Cualquier asistencia que preste la UE
tendrá que hallar un equilibrio entre impedir una
catástrofe de mayores proporciones, por una parte, y no
castigar lo suficiente a países proclives a gastar en
exceso, como Grecia, por la otra. Esto último
podría mermar la confianza en el euro.

"Mientras quede muy claro que cualquier respaldo
vendrá aparejado de condiciones muy severas, no va a
afectar el tema del riesgo moral", indica Fabian Zuleeg,
economista jefe del Centro de Política Europea, un centro
de estudios de Bruselas. De todos modos, añade, "hay que
elegir entre dos males".

Un rescate generaría grandes
interrogantes acerca del pacto de estabilidad y crecimiento de la
UE, como se conoce el mecanismo en que los países de la
zona euro manejan su deuda. La UE ha sostenido que el pacto por
sí solo es suficiente para ordenar las finanzas de los
miembros más gastadores.

El martes hubo una leve señal de un cambio de
parecer en Bruselas cuando Joaquín Almunia, en su
último día como comisionado de Economía de
la UE, afirmó que esperaba que otros miembros de la UE
estuvieran dispuestos a ayudar a Grecia, pero que Atenas
tenía que reconocer que no podía "recibir apoyo
gratis".

"Es muy pronto aún para calibrar los efectos
del posible rescate de Grecia por parte de Bruselas pero, si
éste se confirma, supondrá sin duda un peligroso
precedente para los países miembros de la Unión
Monetaria e, incluso, para la futura viabilidad de toda la
Unión Europea. El edificio de la moneda única, que
vio la luz hace apenas una década, se sustenta sobre el
Pacto de Estabilidad y Crecimiento, que impone un déficit
público máximo del 3% del PIB y una deuda que, en
ningún caso, debe superar el 60%"…
Un peligroso
precedente (Libertad Digital – 9/2/10)

Pues bien, las políticas de estímulo
aplicadas por los gobiernos comunitarios para solventar la crisis
económica han hecho saltar por los aires estas
líneas rojas a nivel presupuestario. Todos los
países de la zona euro, sin excepción, incumplen el
Tratado que hace posible la moneda única. De hecho,
algunos países, como es el caso de Grecia, Irlanda y
España, lideran el desequilibrio fiscal, con
déficits superiores al 10% del PIB.

Ahora, sin embargo, se ha demostrado que
el Estado, al igual que una empresa o familia, también
puede quebrar. El problema no es sólo de Grecia, sino de
toda la Unión. Las necesidades de financiación de
la zona euro en su conjunto están batiendo todos los
récords conocidos hasta la fecha. En concreto, los
dieciséis países miembros precisarán
créditos por valor de 2,2 billones de euros, tan
sólo en 2010, para cubrir sus necesidades de
financiación (deuda pública), lo que equivale al
19% del PIB de la eurozona.

Ante esta enorme demanda de
créditos, sin contar las necesidades de
financiación de otras grandes potencias como Japón,
Reino Unido o Estados Unidos, resulta evidente que los mercados
(esto es, los inversores) discriminarán entre unos y otros
a la hora de conceder los préstamos requeridos.
Así, si una empresa atraviesa por graves problemas
económicos y, en lugar de ajustar plantilla y reducir
costes, apuesta por gastar lo que no tiene, es muy probable que
ningún banco o inversor se arriesgue a concederle un
crédito. Y, en caso de hacerlo, resulta del todo
lógico que a cambio exija un tipo de interés muy
superior respecto a otras empresas solventes y saneadas, debido
al mayor riesgo de impago.

Esto mismo es lo que sucede con los
países. Los mercados no están dispuestos a seguir
manteniendo una línea de crédito a tipos bajos de
forma ilimitada y a todos por igual. Grecia, con un
déficit próximo al 14% del PIB -tras falsear sus
cuentas– y una larga historia de evasión fiscal, es el
típico deudor de baja calidad crediticia (subprime) y, por
lo tanto, está obligado a pagar unos intereses muy
superiores al de otros países más solventes y
sólidos. De ahí, precisamente, que en las
últimas semanas haya tenido que ofrecer a los inversores
una rentabilidad superior a la de la deuda alemana para lograr
colocar sus bonos en el mercado (es lo que se conoce como spread
o diferencial).

Si a una familia muy endeudada y con escasos ingresos le
triplican de repente los tipos de interés, su
situación financiera se vuelve dramática e
insostenible por momentos. Esto mismo es lo que le ha sucedido al
Gobierno heleno y, de hecho, es justo lo que está
empezando a experimentar en sus propias carnes el Gobierno
socialista de España.

El rescate, sin embargo, es una
inmoralidad. En esencia, Bruselas pretende que los contribuyentes
europeos (sobre todo, alemanes y franceses) se hagan cargo de los
disparates cometidos por el Gobierno de Atenas. Todo ello se
materializará, sin duda, en más impuestos para
todos.

Habrá que ver si los alemanes, que conocen a la
perfección los terribles efectos que conlleva una
creciente deuda pública, aceptarán el citado plan
en caso de que la canciller Angela Merkel dé finalmente su
brazo a torcer. No obstante, la broma le podría salir muy
cara electoralmente. Además, tras Grecia, posiblemente,
irán otros (España y Portugal son firmes
candidatos).

Además, salvar a los gobiernos que han hecho mal
los deberes impedirá el necesario ajuste que precisan la
mayoría de balances presupuestarios en el seno de la
Unión. El rescate tan sólo será un parche a
corto plazo para prolongar la agonía en caso de que los
países más débiles y con mayores
desequilibrios fiscales no pongan en marcha de forma urgente
drásticos planes de austeridad en el gasto público.
Y cuando me refiero a drásticos, me refiero a recortes
presupuestarios mínimos del 30% ó 40% en un
período de dos o tres años. Tan sólo
así se podrá solventar la crisis de deuda
pública que acaba de comenzar.

"El rescate de Grecia por parte de Alemania -vale,
aceptamos la UE- provocó un enorme alivio en los mercados
de deuda y en la Bolsa de Nueva York, que hoy debería
trasladarse a las europeas. Pero no significa el fin de los
problemas, ni mucho menos. A pesar del precedente que sienta esta
medida, rescatar digamos a España es bastante más
difícil que a Grecia"…
El problema de la deuda
europea no ha hecho más que empezar (El Economista –
10/2/10)

Y tampoco hay que circunscribir el problema a los
países periféricos del euro, porque hay amenazas,
mucho mayores.

Juguemos a un juego. Quitamos algunas
palabras del siguiente análisis de deuda y ustedes deben
adivinar a qué país se refiere el autor: "El
país necesita urgentemente un plan de austeridad
creíble y contundente. La preocupación de los
inversores en ***** es que, pese a todos los anuncios de ******,
los políticos no asumen la magnitud del problema. Las
consecuencias pueden ser graves, los bonos aguantan en el aire y
el escenario de fondo es amenazante".

¿A que lo primero que se les
viene a la mente es España? Pero podría ser
perfectamente Grecia, o Portugal. Pero no, es de Reino Unido de
quien habla el estratega jefe de crédito para Europa de
Schroders, David Scammell. En todo caso, podría estar
hablando de muchos países en la UE y fuera de ella. Y
ése es precisamente el problema. Porque los mercados se
habían acostumbrado a los temores sobre los países
periféricos de la zona euro, pero el dolor apenas ha
empezado en muchos más países
occidentales.

A juicio de Scammell, el derrumbe de la deuda griega es
un claro aviso a navegantes de que los mercados están
dispuestos a castigar a cualquier país que da por seguro
que podrá financiar su déficit sin problemas porque
los inversores le van a comprar toda la deuda que haga falta. A
su juicio, el Gobierno británico tiene que prestar mucha
atención a los inversores y a sus temores, porque tiene
que colocar 220.000 millones de libras (260.000 millones de
euros) este año, y más de 550.000 millones (640.000
millones de euros) en los próximos tres.

Frente a esto, la retirada de los estímulos
extraordinarios por parte del Banco de Inglaterra, es decir, los
bancos contarán con mucha menos liquidez para comprar
estos bonos. Y los compradores privados no bancarios de deuda
fueron vendedores netos de deuda por 40.000 millones de libras el
año pasado. Encima, existe la amenaza de que las agencias
de rating rebajen la actual calificación de triple A del
país, algo sobre lo que corren ríos de tinta estos
días y que dificultaría y encarecería
notablemente esas ingentes emisiones que debe
realizar.

A juicio de muchos comentaristas, el
problema de la deuda masiva en que han incurrido muchos Estados
para reactivar sus economías y salvar sus sectores
financieros es una enorme amenaza que se cierne sobre los
mercados. Y EEUU no se escapa después del enorme gasto
público en que ha incurrido en los dos últimos
años.

Aunque la opinión general es que
la UE no va a dejar caer a ningún país
-después de Grecia rescatará a Portugal o
España si hace falta-, todo tiene un límite y los
presupuestos de los grandes países europeos
también. Y algunos recuerdan que la crisis del Sistema
Monetario europeo a principios de los 90 o la asiática de
finales de la década nos han enseñado que las
crisis no se circunscriben a los países donde se originan,
sino que se extienden a todo el mundo.

"Bruselas baraja varias opciones para rescatar a
Grecia – Préstamos bilaterales, avales o incluso compras
masivas de deuda son las opciones más claras"…

La primera crisis del euro – Europa contra los especuladores (El
País – 10/2/10)

Los problemas de Grecia han empezado a arrastrar a
Portugal y España, han desatado la especulación
sobre una posible crisis fiscal en estos países, llevan
unos días metiendo una enorme presión sobre las
Bolsas, sobre los mercados de deuda pública, sobre los
Gobiernos más afectados. Pero no se trata de Grecia, ni de
Portugal, ni siquiera de España, la cuarta economía
de la Unión. La pieza es mayor. La crisis griega -y sus
réplicas a lo largo del Mediterráneo- amenaza con
convertirse en un huracán contra la deuda soberana que en
última instancia podría desestabilizar a la
eurozona en su conjunto, desde Helsinki hasta Tarifa. Tras varias
semanas de negar la posibilidad de una suspensión de pagos
griega, de declaraciones tibias que han atizado el fuego en los
mercados, la Unión apuesta ahora por cocinar un rescate y
acabar con las apuestas de casino de los especuladores que
amenazan a los países sureños. ¿Cómo?
No es sencillo.

Hay expertos que consideran que un
rescate de un país desde dentro de la eurozona
sería simple y llanamente ilegal. Que es el Fondo
Monetario Internacional (FMI), el habitual apagafuegos en la
crisis de deuda, quien debería tomar las riendas. "Pero el
rescate es perfectamente legal", asegura Paul De Grauwe,
"además de necesario". Grecia supone apenas un 3% de la
eurozona, pero una suspensión de pagos abocaría al
sistema financiero europeo a una tremenda sacudida: una parte
significativa de los bonos griegos está en los balances de
los grandes bancos europeos, muy castigados por la crisis
subprime. Y provocaría un efecto contagio muy peligroso en
la deuda pública de otros países, como
España y Portugal han podido constatar.

Las cláusulas del Tratado de
Maastricht impiden categóricamente que sea el BCE quien
salga al rescate, y dejan claro que ningún país
puede ser forzado a salvar a otros. Pero eso no excluye que los
Gobiernos decidan libremente lanzar un salvavidas financiero a
uno de los Estados Miembros, en situaciones excepcionales y a
cambio de contrapartidas: básicamente, de que Grecia se
apriete el cinturón y ponga en marcha un durísimo
ajuste. Algo que en teoría ya ha hecho.

Al igual que Grecia y España,
Europa se enfrenta a un problema grave de credibilidad. La UEM
está en entredicho "como área monetaria
óptima", tradicional eufemismo que usan los economistas
para asegurar que no puede funcionar un área que deja su
política monetaria en manos del BCE, pero que convive con
políticas fiscales muy diferentes (países
irresponsables, cuyo epítome es Grecia, por
oposición con los rígidos corsés fiscales de
Alemania), con políticas laborales muy diferentes. Con
políticas económicas divergentes, en
suma.

Hasta ahora, Bruselas ha jugado al gato y al
ratón. Ha exigido a Grecia un fuerte ajuste
presupuestario, una subida de impuestos, una rebaja de salarios y
un tijeretazo en las pensiones. España y Portugal han dado
pasos en esa misma dirección. Pero los mercados no captan
el mensaje. "Ahora la UE pasa a la acción: lo más
probable es que haya una declaración inequívoca de
intenciones, una estrategia disuasoria para que los especuladores
se retiren", dice De Grauwe.

Las alternativas son numerosas: préstamos
bilaterales, avales, créditos del Banco Europeo de
Inversiones, incluso un nuevo mecanismo financiero que evite el
desastre. Incluso se baraja usar un fondo extraordinario creado
hace unos meses (con el apoyo explícito del FMI) para
ayudar a los países del Este. O la compra masiva de deuda
pública griega por parte de los bancos centrales
más poderosos, con Alemania a la cabeza. Desde el Reino
Unido y Suecia -los aledaños del euro, más
euroescépticos que nunca- se prefiere la opción del
FMI, pero eso sería casi una humillación para
Bruselas, una suerte de reconocimiento de la derrota del
euro.

"Si hay voluntad política puede haber rescate",
aseguró Brian Coulton, de Fitch. En ese caso
surgiría otro problema, el denominado riesgo moral. Un
rescate implica que se salva a quien ha actuado de forma
irresponsable. Pero dejar caer a Grecia supone un enorme riesgo
de contagio: un Lehman Brothers a la europea.

Brumas en el apoyo a Grecia

¿Cómo? Ya se verá.
Pese a esta falta de concreción, esperada por unos y
decepcionante para otros, la actitud de la UE tiene varias
lecturas. La primera, que Bruselas no está dispuesta a
dejar caer a ninguno de sus miembros. La segunda, que, con
independencia de cómo se vehicule la ayuda, sus dirigentes
parecen convencidos de que el coste de no hacer nada sería
muy superior al de hacerlo. Y la tercera, que la reunión
franco-germana ha vuelto a poner de relieve que, más
allá de la existencia de una divisa común en 16
países miembros, la UE sigue siendo una entelequia en el
resto de aspectos, incluidas su nueva y ya devaluada presidencia
estable y la presidencia de turno. ¿Dónde estaba
ayer Zapatero mientras Merkel y Sarkozy decidían lo que
había que hacer y decir?

Banca en peligro

Pero con independencia de su marcado
carácter político, el paso al frente de Alemania y
Francia tiene también una lectura económica. Sus
bancos serían los más castigados por una eventual
debacle griega y por su posterior contagio a otros países
periféricos. Las cifras son elocuentes: la
exposición de las entidades financieras galas y germanas
al polvorín griego asciende a 119.000 millones de
dólares y a más de 900.000 millones si se suman sus
intereses en España, Irlanda y Portugal.

A la luz de lo que se juegan, resulta
evidente por qué Merkel y Sarkozy han asumido la riendas
de los planes sobre Grecia, aun a costa de relegar al resto de
Estados miembros, y erosionar aún más la imagen de
una Europa débil y desunida. El apoyo político a
Grecia se escenificó ayer y el económico parece que
viene en camino, pero ello no fue suficiente para convencer a los
inversores, que esperaban más.

El Ibex perdió un 1,66%, más del doble que
sus principales homólogos europeos, mientras que el riesgo
país se redujo, pero no sin sufrir tensiones durante el
día. Las espadas siguen en alto en los mercados y su
comportamiento en los próximos días
dependerá de que Europa consiga transmitir la
sensación de que es capaz de resolver sus
problemas.

Dada la situación, el golpe de
autoridad de Alemania y Francia bien merecería la pena si
finalmente derivase en una mayor coordinación de la
política económica europea y sirviese para meter en
vereda a aquellos países, entre ellos España, que
parecen desconocer la importancia que la estabilidad
presupuestaria reviste para su futuro y el de la
Unión.

"La moneda comunitaria cae un 10% en dos meses y
medio, penalizada por los elevados desequilibrios
públicos"…
El mercado afila las armas para castigar
al euro (Cinco Días – 13/2/10)

Probablemente haya ahora mucha gente en
Grecia que empiece a pensar que el euro ha sido un mal invento.
Los problemas económicos del país
mediterráneo, creados no por la pertenencia al euro, sino
por su propia coyuntura, han puesto a la economía helena
al borde del colapso, con múltiples consecuencias: el
coste de la deuda se ha disparado, no sólo en Grecia, sino
también en el resto de países periféricos,
entre los que se incluye España, las Bolsas se han visto
penalizadas y la cotización del euro ha caído a
plomo, pasando de 1,432 dólares por unidad a los que
comenzó el año a situarse antes de mediados de
febrero en el entorno de 1,362, con el horizonte técnico
de 1,35 dólares muy próximo. No es un problema
coyuntural, la situación va a continuar.

"La UE no se puede permitir una suspensión de
pagos de Grecia, tendría un efecto contagio que no es
deseado. Pero la gestión de la reducción de los
déficits no va a ser sencilla. Hay que ser austeros y
mandar un mensaje muy contundente ante la sociedad, que no es
nada fácil", expone Marián Fernández,
responsable de estrategia de Inversis Banco, que advierte: "El
dólar seguirá siendo una moneda fuerte durante todo
este año".

La resistencia social a los planes de
austeridad y recorte de gasto no es de extrañar. "La gente
no entiende por qué se ha gastado tanto dinero en rescatar
al sistema bancario, tanto dinero que al final ha ido a pagar
bonus, tanto dinero para ayudar a quienes han cometido errores
muy graves, mientras el desempleo no mejora y sigue siendo alto",
subraya Christophe Donay, estratega jefe del banco suizo Pictet.
En dos años, la tasa de desempleo en la UE ha pasado de
poco más del 7% al 10%, una cifra que en España es
prácticamente del doble.

"Hay una serie de factores fundamentales
en marcha en contra del euro. En el pasado, cuando un país
tenía problemas, esto solía desembocar en una
salida masiva de inversores en la moneda concreta y la
presión se aliviaba devaluando dicha moneda. Eso ya no es
posible en la eurozona. Las soluciones son ahora más
difíciles de digerir, porque impactarán en todo el
área", explica Stuart Frost, gestor de Threadneedle, que
pronostica una caída hasta 1,2 dólares.

El euro ha cedido terreno contra casi todos sus socios
comerciales. La moneda comunitaria ha perdido un 8,6% frente al
yen; un 6,5% contra el peso mexicano; un 5,3% contra el
dólar canadiense; un 3,9% frente al dólar
australiano; un 2% contra la libra esterlina… (hasta el 15/2)
La excepción es el real brasileño, que se deprecia
un 1,3%; pero no por méritos europeos, sino porque la
economía suramericana ha comenzado su propio proceso de
enfriamiento, para mantener su competitividad exportadora; se
espera que el PIB Brasil crezca entre 4% y 5%.

Esta debilidad del euro no es precisamente una mala
noticia para la eurozona. El presidente francés,
Nicolás Sarkozy, y la canciller alemana, Angela Merkel, ya
habían manifestado públicamente su incomodidad por
un tipo de cambio de 1,5 dólares. "El euro parecía
sobrevalorado a medida que avanzaba la crisis y éramos
muchos los que habíamos tomado posiciones cortas", explica
Roddy MacPherson, director de inversiones en la gestora
británica SWIP. "Un euro más débil puede
suponer un respiro para la zona y atraer más turistas a
países como Grecia, España y Portugal",
añade. A comienzos de año, el consenso de mercado
se inclinaba por un tipo de cambio a 12 meses vista entre 1,5 y
1,6 dólares, dado el permanente déficit
público y por cuenta corriente de EEUU. Esas previsiones
están empezando a cambiar y el ajuste
añadirá presión al euro.

Apuesta masiva contra el euro

Las perspectivas de debilidad del euro están
provocando una apuesta masiva de los inversores especuladores
contra la moneda. Febrero ya comenzó con récord
histórico en posiciones netas cortas frente al euro,
según los datos divulgados por la Comisión de
Futuros y Materias Primas de EEUU. Pues bien, esas posiciones
netas se incrementaron en la segunda semana de febrero un 30%,
según las cifras publicadas este viernes, hasta alcanzar
57.152 contratos netos. Una señal de cómo ven los
inversores a la zona euro.

Preocupa Grecia, su deuda pública asciende a
240.000 millones, el 100% de su PIB y subiendo. Para un mortal
cualquiera, el dato puede parecer mareante. Pero no lo es tanto
si se tiene en cuenta que es sólo un 3,2% de todo lo que
debe la eurozona. La proyección inicial de deuda
pública de la zona euro para este año, según
la Comisión Europea, es del 84% del PIB, unos 7,5 billones
de euros; ese sí que es un número que da verdadero
vértigo. La capacidad de los Gobiernos para gestionar ese
ingente volumen de deuda y los eventuales problemas de
financiación determinarán la evolución del
euro en los próximos ejercicios.

"Con la mayor economía de la euro zona y la
mayor tradición de pensamiento estratégico europeo
en materia económica, Alemania es el país mejor
dotado para protagonizar las enmiendas que la situación
requiere ¿Por dónde irán los tiros? De
momento el mensaje esencial es desdramatizar la situación.
El barco del euro no se está hundiendo ni hay peligro de
que eso ocurra. Aun ha pasado poco tiempo desde la
"explosión griega", y el debate apenas comienza, pero es
evidente que se empiezan a sacar conclusiones, tanto para el
ámbito global como regional"…
Alemania desdramatiza
la eurocrisis (La Vanguardia13/2/10)

La crisis financiera evidenció la debilidad de
organismos y prácticas económicas
"internacionales", que en realidad son instrumentos de Estados
Unidos y de su moneda, el dólar. Una idea
comúnmente aceptada es la de que la política
monetaria global no puede ser un asunto nacional, sino que debe
ser organizado y controlado de forma verdaderamente
internacional.

En los años sesenta y setenta Estados Unidos
llevó a cabo una política monetaria "extremadamente
egoísta", adoptando decisiones que sólo le
beneficiaban a él, "sin tener en cuenta las tasas de
cambio de otros países", señala Peter Bofinger,
miembro de los "cinco sabios" que asesoran al gobierno
alemán en materia económica. Bofinger propone un
"sistema tripolar", con el dólar, el euro y el yuan (la
moneda china) actuando como reserva global.

"En lugar de tipos de cambio fijos, el valor de las
monedas sería determinado estrictamente por tasas de
interés diferenciales. Por ejemplo, si la eurozona tiene
un tipo de interés superior al de Estados Unidos, el euro
se devaluaría respecto al dólar, así cada
país podría pegar su moneda a una de las tres
monedas del sistema tripolar de reservas", dice el economista en
declaraciones a Der Spiegel.

Es una vieja idea que Pascal Lamy, actual Director de la
Organización Mundial de Comercio, predicaba en China
cuando era Comisario Europeo de Comercio. A los chinos tampoco
les parece mal. Tal sistema, controlado por el FMI, "haría
imposible las políticas monetarias egoístas", lo
que redundaría en la estabilización de la
economía global", dice Bofinger. Esta solución
también imposibilitaría la especulación, que
el caso griego ha vuelto a poner de actualidad.

Especulación y responsabilidades

El 8 de febrero los especuladores invirtieron 8000
millones de euros contra el euro, la mayor apuesta por la
expectativa de la caída de una moneda jamás
conocida. Fue un ataque en la línea del que George Soros
capitaneó en 1992 contra la libra, obligando a devaluarla
mientras él se enriquecía.

Según el "Financial Times
Deutschland", "lo que está pasando en los mercados tiene
muy poco que ver con los problemas económicos de Grecia, y
mucho más con los intentos de inversores que especulan
contra la eurozona para obtener beneficios". El diario estima que
"si el gobierno alemán hubiera ayudado a Grecia antes, la
operación de salvamento habría sido mucho menos
costosa, y la situación no habría llegado tan
lejos". Los inversores especulativos que ahora juegan con la
quiebra del Estado, "se habrían pillado los dedos
especulando contra el euro y los griegos". La tardanza ha
permitido a los especuladores, "poner a prueba a la eurozona", lo
que era innecesario. En ese sentido, señala el comentario,
"el gobierno alemán tiene parte de responsabilidad en el
drama griego".

Histerias y realidades

En Alemania se considera que la crisis del euro se ha
sacado de quicio."Si todos mantienen la calma, se verá que
en la eurozona no se producirá ni una sola quiebra
estatal", señala un comentario del "Handelsblatt", que
resume una posición bastante común. "No obstante",
continúa, "en el futuro los miembros de la Unión
Monetaria tienen que actuar de forma más convincente, es
decir: con claras profesiones de fe en la reducción de
deudas y actuaciones correspondientes en cuanto se hayan superado
las consecuencias inmediatas de la crisis económica y
financiera".

Ese es precisamente el propósito de la Canciller
Angela Merkel y de su Ministro de Finanzas, Wolfgang
Schäuble: la crisis griega debe contribuir a una mayor
coordinación entre países para poder controlar con
mayor eficacia los déficits.

El Consejero Bofinger cree que la
verdadera envergadura del problema griego es menor de lo que se
ha dicho. "La eurozona lo está haciendo mejor de lo que
muchos dicen. Las deudas públicas y el préstamo
estatal son más bajos que en Estados Unidos, y, llegados a
la emergencia podría asumir una bancarrota de Grecia,
país que sólo produce el 2,6% del PIB de la
eurozona", dice. La deuda pública europea (88% de su PNB)
es inferior al 92% de Estados Unidos y al 197% japonés,
explica. También el déficit presupuestario de
Inglaterra es mucho peor. "Durante meses California ha estado al
borde de la quiebra, cuando su peso en el PNB de Estados Unidos
es del 13%, así que mis temores de un efecto dominó
(griego) son limitados", dice este observador.

Propaganda

Entonces, ¿por qué tanto
ruido? La "crisis griega", y sus efectos colaterales
ibéricos, ha recordado, una vez más, los problemas
con el "aparato de propaganda" de la City y de Washington, en
materias económicas que afectan a intereses europeos.
Trátese de Airbus en su pelea con Boeing, o de la
competencia entre dólar y euro, se constatan carencias en
medios de comunicación, donde la hegemonía
anglosajona es aplastante y se ve incrementada por el seguidismo
inercial que practican los medios de comunicación
continentales que frecuentemente hacen suyas causas claramente
"antieuropeas".

De la misma forma en que la denominación
"•Pigs" persigue la denuncia y la degradación de los
países azotados por la crisis, "los mercados
también han reaccionado hace poco de forma
histérica ante el fantasma de la bancarrota de Grecia, un
país con la potencia económica de Baja Sajonia o de
Bremen", señala el diario berlinés
"Tagespiegel".

Lo que hay que reparar

Cuando, el día 4 de febrero, el jefe del Deutsche
Bank, Josef Ackermann presentó en Fráncfort su
balance anual con 5000 millones de beneficios obtenidos el
año pasado, el Estado alemán hizo de tripas
corazón. Más de dos tercios de los beneficios de
Ackermann, uno de los hombres más impopulares de Alemania,
se obtuvieron a través de la "banca de inversión",
es decir no como resultado de una buena gestión
empresarial sino especulando con el dinero del contribuyente que
los bancos recibieron en los paquetes de salvación del
año pasado.

"Cuanto más ganan los bancos, mayor es el clamor
en favor de unas reglas estrictas", constata "Die Zeit". La
Canciller Angela Merkel ha hablado mucho de esas "reglas
estrictas", pero aun no ha hecho nada, ni a nivel global, ni en
Alemania: los bancos siguen funcionando como antes de la
crisis.

Respecto a los problemas estructurales
de la eurozona, la lista es abultada y compleja; poner coto a la
especulación subiendo tipos de interés e
interviniendo en los mercados para "quemar a los especuladores",
como dice el Premio Nobel Josef Stiglitz. A largo plazo,
fortalecer el gobierno económico europeo y los más
complicado para Berlín, corregir los desequilibrios
internos de la eurozona, que benefician, en primer lugar a
Alemania, primera economía exportadora.

"En lugar de reparar eso, los
dogmáticos neoliberales de la Comisión y del Banco
Central Europeo, que son quienes deciden, impedirán con
todas sus fuerzas que se ponga fin a la nefasta política
de dumping fiscal y salarial, y continuarán haciendo creer
que una moneda común es viable sin política
económica coordinada ni compensación financiera",
se lee en el semanario "Der Freitag". Respecto a los "cinco
sabios" que asesoran al gobierno proponen un pacto de
consolidación europeo por el que todos los países
miembros se comprometan, de una forma transparente y
creíble, a lograr presupuestos equilibrados.

"En 1998, Milton Friedman advirtió de que el
compromiso de Europa con el euro se pondría a prueba
cuando llegara la primera recesión de calado. Doce
años después, ese momento ya está
aquí, como también lo está el desafío
lanzado por el economista"…
La reválida del euro
(ABC – 14/2/10)

Tras la caída de Lehman Brothers y el estallido
de la crisis financiera en 2008, el dólar ganaba peso y
valor en los mercados gracias a la liquidez con que la Reserva
Federal había inundado los mercados. Entonces, la
Unión Monetaria no se cuestionó.

Ahora, sin embargo, la apreciación que ha
registrado el billete verde se ha cimentado, según los
expertos, en una imparable percepción de riesgo en las
cuentas públicas del hogar de su contrario, el euro. Las
fuertes diferencias de gestión que se encuentran en los
países del Viejo Continente y las dificultades que
afrontan para equilibrar los desajustes de sus cuentas
países como Grecia, Irlanda, Portugal y España han
hundido la confianza de los inversores en la divisa de la
Eurozona, arrastrando la cotización del euro más de
un 4% desde noviembre.

Otra muestra de la desconfianza que la inestabilidad de
las cuentas públicas ha desatado entre los inversores ha
sido el ensanchamiento del diferencial de la deuda pública
de estos países con respecto a la de Alemania, referencia
de este mercado.

Ahora bien, ¿está cerca el fin del euro
tal y como ha existido hasta el momento? La mayoría de los
expertos no lo creen así. "Al mercado no le importan tanto
los niveles de déficit que se alcancen sino la
presentación de un plan creíble y convincente que
permita vislumbrar una plausible consolidación fiscal en
los próximos años", asegura Banif en su informe
semanal (11/2) de estrategia.

Y son muchos los "eurodefensores" que destacan que una
depreciación de la divisa europea será incluso
positiva para la zona: "Animará las exportaciones y esto
es clave en un momento como el actual", reflexionan. "Lo
importante ahora es que la Unión Monetaria transmita el
mensaje de que también es una verdadera unión
económica y apoye a Grecia. ¿Habría
algún problema si en EEUU salieran en apoyo del maltrecho
estado de California? Lo que está ocurriendo debe hacernos
más fuertes, no más débiles", asegura un
economista y directivo español.

No obstante, no son pocos los factores de riesgo que los
especialistas detectan en la divisa. El principal se centra en la
denominada "Europa de las dos velocidades". Y es que, aunque el
apoyo desde la UE a Grecia logró calmar en un principio el
pánico de los mercados y acotar el riesgo soberano, el
mercado ha empezando a leer ya el último episodio de
volatilidad -en lo que va de febrero, la moneda única ha
caído un 2,18% y desde comienzos de año pierde un
5,30% frente al dólar- en clave de política
monetaria.

"Es inevitable, las fuertes divergencias entre los
países limitan mucho el margen de maniobra de la Eurozona
a la hora de abordar un momento de tensión futuro",
advierten desde una casa de análisis nacional. Por ello,
hay quien, aún bajo la hipótesis de que se pusiera
un plan de rescate a Grecia sobre la mesa, se muestra
escéptico sobre su recuperación cercana. "Los
problemas de la región periférica van a persistir",
explican en la unidad de banca privada del Grupo
Santander.

Lo cierto es que el inicio del euro implicó, para
varios países, una sustancial bajada de tipos que,
entendida como permanente, impulsó la deuda del sector
privado. Al cabo de unos años, fue el endeudamiento total
el que creció, a pesar de que el superávit fiscal
relucía en las cuentas públicas. La falta de
convergencia en la inflación fue la puntilla, pues hizo
que el grupo de los lentos en la carrera europea acumulara las
mayores pérdidas de competitividad. Cuanta más
inflación había, menores eran los tipos de
interés reales, y más "rentable" el
endeudamiento.

"Pero ahora, la crisis reciente ha provocado un
incremento de los déficits públicos y ha tendido a
difuminar la diferencia entre la deuda pública y la
privada, debido a que los gobiernos, al salir como garantes de
estabilidad financiera, respaldaron los pasivos de los bancos,
los cuales habían articulado la expansión del
crédito al sector privado en los años de bonanza",
explica el servicio de estudios de Banca Mayorista de
Banesto.

Ahora, el debate está servido. Desde el principio
de la Unión Monetaria se consideró que la
estabilidad de las cuentas públicas era un elemento clave
para el buen funcionamiento del área, pero nada se dijo
del sector privado, cuyas finanzas quedaron ajenas al Pacto de
Estabilidad. Y no es difícil encontrar voces que claman
por reformas que garanticen el equilibrio financiero para el
conjunto de la economía.

"La primera crisis del euro pone en evidencia los
límites y deficiencias de la unión
monetaria"…
Lo que Grecia ha enseñado a Europa
(El País – 14/2/10)

Grecia enseñó al mundo a
pensar. De la Antigua Grecia arranca la tradición
filosófica occidental, el intento del ser humano por
explicar el mundo mediante la razón y no a través
de mitos y formas religiosas. Muchos siglos después Grecia
vuelve a ofrecer una importante enseñanza al mundo. Su
crisis fiscal ha puesto en evidencia las debilidades de la
unión monetaria a la que tanto le costó acceder
-trampas estadísticas incluidas-, ha expuesto
cuáles son las deficiencias estructurales del euro y
cuáles los límites de la propia Unión
Europea. Grecia, en el germen mismo del nacimiento de Europa, ha
precipitado la primera gran crisis del euro y sus consecuencias
aún están por ver.

Dado que no hay otra unión monetaria en el mundo
con la que comparar la marcha del proyecto europeo, hay quienes
argumentan que estos son los contornos propios de una
unión monetaria sin más, que no se trata de que las
reglas impuestas por Bruselas hayan sido equivocadas o
insuficientes sino que, en ausencia de una unión
política, estos son los elementos con los que hay que
trabajar y convivir.

"Los actuales problemas están en el origen mismo
del euro. Es su pecado original porque se unifica la
política monetaria de los estados miembros pero cada uno
de ellos mantiene su soberanía fiscal", asegura Gerardo
della Paolera, profesor de Economía de la Universidad
Americana de París.

Sin embargo, las cosas se podían haber hecho de
otra forma, se podían haber fijado otros límites y
las herramientas elegidas podían haber sido también
distintas. "Los niveles de vigilancia establecidos, a
través del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC),
claramente no son suficientes. No se tienen en cuenta
desequilibrios que ahora se han probado tan graves para la
eurozona como los déficits comercial y por cuenta
corriente, la evolución de los salarios, del
crédito, la política prudencial…. No hay duda de
que hace falta mayor supervisión", asegura Jean
Pisani-Ferry, director del think tank Bruegel, con sede en
Bruselas.

Las críticas al Pacto de
Estabilidad son un episodio habitual para los expertos. Y la
verdad es que no parece que un límite del 3% del PIB, en
el caso del déficit, y del 60%, en el de la deuda
pública, basten para dotar de estabilidad a una
unión monetaria en un mundo tan complejo como el actual y
en el que están tantos elementos en juego.

Precisamente, el PEC fue el origen de
otra pequeña crisis de la moneda única en estos 11
años de existencia. En 2004, la Comisión Europea
dejó en suspenso la aplicación de sanciones a
Francia y Alemania por haber superado el límite del 3% de
déficit el ejercicio anterior. Entonces se apostó
por una reforma del Pacto que flexibilizara su cumplimiento para
los países ricos, algo que algunos auguraron como una
carga de debilidad permanente para el euro. No fue así.
Pero ya entonces ese episodio permitió intuir algunos
problemas estructurales de la Unión: la dificultad de
acomodar unas reglas comunes a países con momentos del
ciclo muy dispares y con trayectorias económicas muy
diferentes. "El euro ha funcionado bien porque el 85% del
comercio se desarrollaba dentro de la UEM", apunta Della
Paolera.

Sólo que hay desequilibrios que
no se pueden mantener de forma indefinida. "La estructura del
crecimiento en Europa está desequilibrada de forma
peligrosa, con un gran superávit por cuenta corriente en
Alemania que tiene su reflejo en los grandes déficits que
soportan otros países de la Unión. Esos
países sufren entonces una pérdida de
competitividad que no pueden aliviar mediante una
devaluación del tipo de cambio", afirma Marco Annunziata,
economista jefe de Unicredit desde Milán. "Al mismo
tiempo, Europa no cuenta con un mecanismo lo suficientemente
fuerte como para redistribuir recursos de forma efectiva entre
países y cuenta con una movilidad laboral limitada. Una
unión monetaria en esas circunstancias, sin mayor
integración fiscal y política, no puede funcionar",
sentencia.

Con todo, mientras las cosas han ido
razonablemente bien -fuerte crecimiento, liquidez, optimismo- el
euro ha funcionado. Los problemas de verdad surgen cuando la
economía se deteriora. "Es la primera vez que las
economías en dificultades tienen que lidiar con el rigor
desde dentro de una unión monetaria y todo ello en medio
de una enorme crisis fiscal", recuerda desde su despacho de
Londres Peter Westaway, economista jefe para Europa de
Nomura.

Aunque la magnitud de la crisis actual
ha superado cualquier previsión, algunos escenarios
sí que se podían anticipar, al menos en parte. Las
crisis financieras suelen venir acompañadas de una
reducción de la deuda -desapalancamiento, según la
jerga económica- del sector privado y ésta, a su
vez, de un aumento de la deuda pública. La historia
concluye entonces que las suspensiones de pagos por parte de los
Estados aumentan considerablemente después de las crisis
financieras, como recogen Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff en su
libro Esta vez es diferente: ocho siglos de locura financiera. Si
bien "las posibilidades de una suspensión de pagos son muy
bajas, especialmente dentro de la eurozona, las incertidumbres
que (esta situación) conlleva son considerables", admiten
Ben Broadbent y Nock Kojucharov, de Goldman Sachs, en un reciente
informe. Es decir, que los problemas por los que atraviesan
economías como Irlanda, Grecia, Portugal o España,
por poner un ejemplo, no eran tan difíciles de prever. Y
menos después de la suspensión de pagos de
Dubái.

Los mercados están castigando con un aumento de
la prima de riesgo -medida por el diferencial de rentabilidad
frente a la deuda alemana que hay que pagar para financiarse o
por el coste de asegurar la deuda, los CDS- a los países
con peor desempeño fiscal "y en este punto entra en juego
la credibilidad, conseguida a lo largo del tiempo", como recuerda
Citigroup en una nota a clientes. Porque hay un poco de todo.
Desde luego en el caso de Grecia.

Cuando el nuevo gobierno griego del socialista Giorgios
Papandreu asumió el poder, en octubre pasado,
afloró la verdadera dimensión de las cuentas
públicas. Frente a un déficit inicial estimado del
3,7%, los números rojos iban a avanzar a finales de
año hasta el 12,7% del PIB. Lo peor es que se trataba de
la enésima vez que Grecia falseaba sus datos, incluidos
los que le permitieron acceder a la moneda única en el
año 2000. Desde entonces Atenas ha estado inmersa en una
carrera contrarreloj frente a los mercados para intentar ganar su
confianza con sucesivos planes de ajuste que devuelvan a la
economía helena al marco de las reglas comunitarias. Pero
no hay credibilidad posible a la que Papandreu pueda apelar y
menos para un gobierno que llegó al poder prometiendo
subidas salariales a los funcionarios.

No hay duda de que la inestabilidad se ha cebado con los
países del Sur de Europa más Irlanda, aunque el
gobierno de Dublín ha acometido un plan de ajuste tan
severo -incluyendo recortes del 15% del salario de los
funcionarios- que parece haber recuperado la calma. Una
coincidencia geográfica que ha llevado a los analistas a
rescatar para sus informes el despectivo acrónimo PIGS,
que significa cerdos, en inglés, y las iniciales en ese
idioma de Portugal, Italia, Grecia y España. Una
denominación que tuvo cierto éxito en los
años previos a la entrada en vigor de la moneda
única pero que la convergencia y el buen desempeño
económico habían hecho caer en el
olvido.

Claro que, si nos atenemos a las
economías que pueden verse arrastradas en caso de una
suspensión de pagos de Grecia, el nuevo acrónimo de
moda entre los analistas es STUPID, las siglas en inglés
de España, Turquía, Reino Unido, Portugal, Italia y
Dubái. Algunos añaden otra U para incluir a Estados
Unidos. La referencia del acrónimo en este caso es
innecesaria.

Ante el alcance y la extensión
que está cobrando la crisis, la Unión Europea se ha
visto obligada a plantearse un escenario que había querido
ignorar desde su creación: la posibilidad de un rescate
financiero a un miembro de la unión monetaria. Es
más, los estatutos fundacionales del Banco Central Europeo
excluyen explícitamente la posibilidad de un rescate por
parte de la autoridad monetaria. Sólo dejan la puerta
vagamente abierta a que lo hagan los Estados miembros, pero bajo
circunstancias muy concretas.

"No hay un mecanismo de gestión de crisis,
estamos en proceso de inventarlo", reconoce Jean Pisani-Ferry. En
algunos ámbitos ya ha habido avances. La Unión
Europea estableció una línea de ayuda junto al
Fondo Monetario Internacional (FMI) para acudir al rescate de
Hungría, Rumanía y Letonia, países miembros
de la unión pero no de la moneda única. Una
opción que, sin embargo, parece descartada de plano cuando
afecta a los países del euro.

No sólo por la humillación
que puede suponer para los europeos que sean otros los que le
resuelvan la crisis sino porque, además, el Fondo nunca ha
aplicado sus programa en países que carecen de control
sobre el tipo de cambio o sobre los tipos de interés. Y
eso comprometería en buena medida la independencia del
propio banco central. Pero no hay margen para la
discusión. El que era comisario para Asuntos
Económicos hasta el pasado martes, Joaquín Almunia,
lo dejaba claro. "Coincido con los diputados que han dicho que no
necesitamos llamar al FMI. Lo podemos y debemos hacer nosotros",
declaró ante el Parlamento.

Y a ello se han puesto. El primer intento institucional
de armar ese plan de rescate ha tenido lugar en la segunda semana
de febrero en Bruselas y el resultado ha sido, cuando menos,
decepcionante. Una declaración política asegurando
que los Estados miembros no dejarán caer a Grecia parece
lejos de transmitir la claridad que demandan los mercados. Y eso
que los mismos países que más reticencias expresan
a la hora de socorrer financieramente a Grecia -Francia y
Alemania, principalmente- son los mismos que tienen una mayor
exposición, a través de su banca, a estos
mercados.

"Lo que tendrían que hacer los jefes de Estado y
de Gobierno es clarificar cuáles pueden ser las
modalidades de ayuda que están dispuestos a prestar a
Grecia y fijar qué condiciones establecen ahora, y de cara
al futuro, para los planes de asistencia a Estados miembros. Eso
es lo que necesitan los mercados: no sólo bonitas palabras
prometiendo futuras ayudas sino saber cuáles son las
reglas del juego de la Unión para una situación de
crisis", insiste el director de Bruegel.

Es ahí cuando los más puristas apelan al
riesgo moral. El mismo temor que surgió entre las
autoridades estadounidenses y que les llevó a dejar caer
al banco Lehman Brothers, en septiembre de 2008, pero que no
impidió el rescate meses antes de Bear Sterns o el de la
aseguradora AIG, pocos días más tarde.

El mismo miedo de los países teóricamente
más cumplidores de la Unión a subvencionar a
gobiernos fiscalmente irresponsables, a que sus contribuyentes
acaben costeando con sus impuestos comportamientos de gasto
irresponsable.

En parte, no les falta razón.
"¿Cómo va a aplicar Irlanda recortes de salarios
públicos superiores al 10%, con la impopularidad que ello
implica para su gobierno, si Grecia se acoge a un plan de rescate
que le exime de adoptar ajustes dolorosos?", pregunta
retóricamente Westaway. Es evidente que nadie va a optar
por la disciplina presupuestaria si existe un camino más
fácil. Y el riesgo moral apela, precisamente, a que pueda
producirse una especie de contagio de países solicitando
un rescate.

"Eso no lo sabes nunca y no se debe tener en cuenta en
este momento. Lo importante es clarificar las reglas del juego
para hoy y para mañana, no sólo hacer algo a medida
de Grecia", incide Pisani-Ferry.

En todo caso, la Unión Europea
también ha modificado sus normas cuando las circunstancias
así lo han exigido, sin pararse a pensar si ello implicaba
o no un riesgo moral sino la magnitud de los problemas en
juego.

No en vano, el consejo de BCE
acordó en pleno estallido de la crisis financiera aceptar
deuda pública con calificación por debajo de A-, la
mínima categoría exigida hasta entonces, como
activo colateral a los bancos para facilitar su acceso a
líneas de financiación preferente. Una regla que ya
ha advertido que revertirá a finales de este año y
que, en caso de deterioro de la calificación griega,
podría hacer que sus bonos no pudieran ser utilizados por
la banca para recibir financiación barata del BCE.
Sería la primera vez que un banco central no acepta deuda
de un Estado miembro. Un nuevo episodio de inestabilidad en los
mercados estaría, sin duda, servido.

"Eso hace que resulte inconcebible que el BCE no vaya a
encontrar una vía, si fuera necesario, para ayudar a un
Estado miembro que permanece en riesgo sistémico. Al igual
que es también inconcebible que el BCE vaya a precipitar
deliberadamente los problemas de países en dificultades
por unas reglas altamente procíclicas", explican los
analistas de Moody's. Si el BCE ha reescrito sus reglas una vez,
y lo ha hecho para ayudar al sistema financiero, bien puede
volver a hacerlo en una segunda ocasión, sobre todo si se
trata de garantizar la viabilidad de la Unión monetaria y
el futuro del euro.

Porque de lo que no cabe duda es que la Unión
Europea está viviendo situaciones para las que claramente
no estaba preparada y siempre es buen momento para reformar
aquello que no funciona.

Lo quieran o no, los ministros de Finanzas se van a ver
forzados por las circunstancias a concretar algún tipo de
hoja de ruta. Ya sea ahora o lo dejen para algo más
adelante. Porque la crisis de deuda que ha estallado en el seno
de la UEM se ha producido con los tipos de interés en el
nivel más bajo de su historia, el 1%. Y si la
recuperación de las economías se empieza a
concretar como parece, la estrategia de salida del BCE pasa
indudablemente por ir elevando los tipos de interés, lo
cual añadirá más presión a las
economías más altamente endeudadas. Todo en un
contexto de fuerte competencia a la hora de colocar deuda, lo que
les va a obligar a pagar sustanciosas primas a los
inversores.

Al final, la Unión Europea va a acabar dando la
razón al jefe de gabinete de Barack Obama, Rahm Emmanuel,
cuando dice que "una crisis es una oportunidad que no se puede
desaprovechar. Nunca".

– El gran riesgo del euro era el paro (El Mundo –
14/2/10)

(Por John Müller) Lectura recomendada

A veces, las advertencias
teóricas se hacen realidad con gran crudeza. Hace 49
años, el profesor canadiense Robert Mundell formuló
su teoría de las áreas monetarias óptimas
que serviría de base a la Unión Monetaria Europea.
En ella, Mundell, que obtuvo el premio Nobel de Economía
en 1999, advertía que si los ciclos económicos de
los países miembros no estaban acompasados, se
producirían shocks asimétricos que harían
que economías bajo una misma moneda se comportaran de modo
distinto.

Y ya advertía que sólo
había dos maneras de paliar este problema: una gran
movilidad laboral o fuertes transferencias presupuestarias entre
los países miembros.

Estas últimas semanas, distintos
gurús económicos (Nouriel Roubini, Paul Krugman)
han sugerido que la zona euro puede romperse por los
desequilibrios que presentan Portugal, Irlanda, Grecia o
España, los llamados PIGS. Un hecho así
desautorizaría toda una escuela teórica,
precisamente la que desde el Bundesbank alemán tomó
las ideas de Mundell y favoreció la creación de la
zona euro y el Banco Central Europeo (BCE).

Cuando en 1999 los 11 países fundadores del euro
comenzaron a contar en esta moneda, su situación era muy
diversa pese a que se habían fijado en Maastricht cuatro
criterios de convergencia (inflación, deuda y
déficit público, tipo de cambio y tipos de
interés). Alemania, por ejemplo, llevaba unos años
malos por la pesada digestión de su
unificación.

En el caso español, lo peor que nos pudo ocurrir
es que durante una década mantuviéramos un
diferencial de inflación con la zona euro de casi un punto
anual.

La inflación, unida a los bajos tipos de
interés, desató una auténtica orgía
de consumo y gasto que desembocó en la burbuja
inmobiliaria y otros dispendios.

La fiesta fue considerable. En la evolución de
los tipos de interés reales (el euríbor menos el
IPC) en España y en Alemania desde 1999, se aprecia
claramente cómo durante 49 meses las tasas en
España fueron negativas, cosa que no ocurrió nunca
en Alemania.

Esto significa que debido a que España
tenía una inflación mayor que Alemania, aquí
era más atractivo endeudarse. No sólo porque la
tasa real era mucho más baja, sino porque durante casi
cuatro años la inflación se comió nuestras
deudas. ¿Cómo? La explicación es simple: si
en enero tenemos un billete de 100 euros y la inflación es
del 5% anual, el mismo billete al cabo de un año
sólo valdrá 95 de los euros de enero. Si lo que
ocurre es que alguien me presta ese billete y tardo un año
en devolvérselo, habré ganado cinco
euros.

En España, a diferencia de la mayoría de
los salarios que están indexados con la inflación
los tipos de interés no lo están. Por eso nuestros
tipos eran muchos más altos que en Europa: para que la
inflación no hiciera desaparecer las deudas a largo
plazo.

Si no hubiéramos estado en el euro, el mercado se
habría ajustado solo y los tipos de interés
habrían subido. Como consecuencia, menos gente
habría podido gastar en casas y otros bienes. La
inflación hubiera devaluado nuestra moneda y
habríamos preservado nuestra competitividad.

Pero como estábamos en la zona euro y las tasas
de interés las fija para todos el BCE, los tipos no se
movían y el dinero del resto de Europa fluía hacia
España atraído por la demanda. Eso disparó
el déficit de nuestra balanza por cuenta corriente (la
diferencia entre ingresos y pagos de un país), un dato que
suena tan técnico que muchos políticos no lo
reconocen como una luz roja.

España ha sufrido un shock asimétrico,
porque aunque todos los países sufren la crisis
financiera, lo que nos diferencia es nuestro elevado
endeudamiento, una alta inflación que además ha
destrozado nuestra productividad y el monocultivo que
suponía el ladrillo.

Cuando Mundell planteó los
requisitos básicos para crear un área monetaria
óptima, entre ellos figuraba que los factores de
producción -capital, trabajo y tecnología– tuvieran
una gran movilidad. Una unión monetaria suponía
enormes beneficios para sus integrantes y aunque los miembros
perdían el control de los tipos de interés y del
tipo de cambio, las crisis se podían combatir con otras
herramientas. Por ejemplo, Mundell recomendaba una alta movilidad
laboral para que si un país del euro generaba paro, la
mano de obra pudiera desplazarse a otro. El problema es que si ya
en España la movilidad interna de los trabajadores es muy
baja, ni hablar de los flujos hacia Europa.

En EEUU, en cambio, cuando Detroit ha
entrado en crisis, muchos desempleados cambian de ciudad o de
Estado en busca de nuevos empleos, una situación
impensable para un parado español.

Por eso Mundell nunca consideró
que la zona euro fuera un área monetaria óptima. De
hecho, siempre insistió en que o los países
acompasaban sus ciclos o había que flexibilizar el mercado
laboral o permitir las transferencias fiscales entre estados,
cosa que Bruselas descartó desde el principio.

Un problema añadido es que los pocos estudios que
hay sobre los shocks asimétricos en Europa han sido muy
optimistas. Uno de 2005 concluía que las divergencias
inflacionarias dentro de la zona euro no representaban más
fricciones que las que se producen entre los mercados de
Canadá y EEUU operando juntos bajo el NAFTA. El estudio
recomendaba al Banco Central Europeo que exigiera a los gobiernos
que se eliminaran las rigideces de los mercados europeos. El
informe lo suscribían los profesores Gunter Beck y Axel
Weber, éste último el actual candidato de Angela
Merkel para presidir el BCE.

Ahora, con cuatro millones de parados en España,
descubrimos con desazón como las advertencias
teóricas se convierten en cruda realidad. Descubrimos, por
ejemplo, que el euro tiene un pecado original que ahora purgamos:
nadie puso suficiente énfasis en la necesidad de construir
un mercado laboral europeo único y flexible antes de poner
en marcha la moneda única.

"Europa quizá necesite desembolsar hasta
320.000 millones de euros si decide rescatar a Grecia, porque
abriría la puerta al salvamento de otros países con
problemas financieros, según BNP Paribas"…
El
coste del rescate de Grecia para la UE podría ascender a
320.000 millones de euros (Cinco Días –
17/2/10)

"Un plan de rescate que tenga
posibilidades razonables de éxito debería cubrir a
todos los candidatos más probables, y tendría que
ser grande", dijo Paul Mortimer-Lee, director mundial de
economía de mercado para BNP en Londres. "El tamaño
importa cuando se intenta ahuyentar a los especuladores y
confortar a los bonistas nerviosos".

Para hacer el cálculo,
Mortimer-Lee utilizó el 20% del producto interno bruto
como regla general, basándose en los paquetes recientes
del Fondo Monetario Internacional. Y también tiene en
cuenta la ayuda proporcionada a la aseguradora American
International Group Inc., el mayor rescate de Estados Unidos, que
costó 182.000 millones de dólares.

La semana pasada, los líderes europeos se
comprometieron a garantizar la estabilidad de la eurozona, aunque
no nombraron medidas específicas para ayudar a Grecia. Los
bonos de España y Portugal han caído por temor a
que esos países también tengan problemas para
reducir sus déficits. "No es de sorprender que el apoyo
dado hasta ahora a los países europeos periféricos
haya sido principalmente moral", dijo Mortimier-Lee. "Como dicen,
prometer no empobrece, pero un rescate convincente sí que
costará".

Por su parte, la Comisión Europea insistió
hoy que vigilará de cerca que el Gobierno de Atenas
aplique las medidas de ajuste a las que se ha comprometido para
rebajar en 2010 su déficit cuatro puntos porcentuales (del
12,7% al 8,7%). Si el plan fracasa y finalmente es necesario
rescatar a Grecia de la quiebra, el Ejecutivo comunitario
afirmó que elaborará un marco europeo para
coordinar la actuación de los Estados miembros.

"La Comisión Europea va a seguir muy de cerca de
manera regular las medidas propuestas por el Gobierno griego y su
impacto presupuestario con el objetivo de ayudar a las
autoridades griegas a aplicarlas para lograr los objetivos de
déficit público", dijo el portavoz de Asuntos
Económicos, Amadeu Altafaj, tras la reunión semanal
del colegio de comisarios de mediados de febrero.

En caso de sea necesario un rescate para evitar la
insolvencia de Grecia, el portavoz insistió en que
"tenemos los medios y los instrumentos necesarios para
salvaguardar la estabilidad financiera de la eurozona". "En este
caso, la Comisión está dispuesta a poner en marcha
un marco europeo para coordinar la acción",
señaló Altafaj, que subrayó que de momento
el Gobierno de Atenas no ha pedido ayuda financiera y no
precisó qué medidas concretas de rescate se
adoptarían ni el reparto de la carga entre los Estados
miembros.

Los ministros de Economía de la UE pidieron este
martes a Grecia que de aquí al 16 de marzo prepare nuevas
medidas de ajuste por si fracasa su plan anticrisis. Entre las
medidas que la UE podría exigir a Atenas se encuentra el
aumento del IVA y de los impuestos sobre la energía y la
creación de una nueva tasa sobre productos de
lujo.

Al mismo tiempo, la oficina estadística
comunitaria, Eurostat, ha pedido información a Grecia
sobre el uso, con la ayuda del banco de inversión Goldman
Sachs, de instrumentos financieros derivados para maquillar su
nivel real de deuda y espera una respuesta para el viernes. El
portavoz dijo que la Comisión todavía no tiene una
opinión definitiva sobre si el uso de estos instrumentos
era legal en el año 2001. Y reiteró que Bruselas no
descarta investigar a otros Estados miembros si se confirma si
utilizaron estos derivados.

El Ejecutivo comunitario está
convencido de que los Gobiernos de la UE aceptarán ahora,
tras las falsedades griegas, su propuesta de dar a Eurostat
más poderes para que pueda auditar directamente las
cuentas públicas de los Estados miembros en caso de
sospechas sobre la veracidad de los datos, pese a que el Ecofin
rechazó una propuesta similar presentada en 2004. "La
fiabilidad y la transparencia de los indicadores principales
sobre las finanzas públicas es crucial",
señaló Altafaj.

Al ser preguntado por el impacto que las medidas de
ajuste exigidas por Bruselas pueden tener en una fuerte
caída del crecimiento económico de Grecia en 2010,
el portavoz explicó que "no es posible mantener un
crecimiento sostenible ni garantías de crecimiento y de
empleo adecuadas si aumenta de forma desproporcionada el gasto
público". "Esto supone una hipoteca para las generaciones
futuras que tiene también un coste mucho más
elevado que las decisiones que se toman en términos de
gasto e ingreso público en tiempos de crisis",
señaló.

– Alemania ante el "trilemma" del euro (Expansión
18/2/10)

(Por Pedro Schwartz) Lectura recomendada

La mayoría de los alemanes se
resiste a ayudar a los griegos, refinanciando su abultada deuda
pública, sólo porque sus dos países
pertenezcan al área del euro.

Los alemanes abandonaron su querido
marco por idealismo europeo, porque Helmut Kohl les
convenció de que la nueva moneda suponía un gran
paso en la construcción de una Europa unida. Ahora ven que
la mala gestión de los asuntos públicos en los
países periféricos de la Unión está
minando la moneda europea. Se encuentran ante el dilema de
permitir una quiebra del Estado griego o evitarla creando
expectativas de que, en el futuro, otros Gobiernos manirrotos
serán rescatados de manos de sus deudores.

Se habla de una solución intermedia, la de
combinar la ayuda a la Hacienda helena con la imposición
de drásticas medidas de saneamiento, controladas por el
Banco Central Europeo y la Comisión. Esto equivale a dar
un paso más en la centralización, lo que no es
acorde con los tratados europeos. Como ven, los alemanes en
realidad se enfrentan con un "trilemma" de salidas, todas ellas
malas.

El Tribunal Constitucional de Karlsruhe aprobó
los Tratados de Maastricht, y el más reciente de Lisboa,
bajo condiciones muy estrictas. Para que las normas
básicas de la UE fueran compatibles con la "Ley
básica" o Constitución alemana, la UE debía
quedarse en ser una Federación de Estados, sin trasponer
el umbral de convertirse en un Estado propiamente dicho. La
intervención directa de la Comisión de Bruselas en
la gobernación económica de Grecia
supondría, en opinión de un gran número de
constitucionalistas alemanes, una intromisión en los
asuntos internos de un Estado miembro y, para los alemanes, una
posible infracción de su Ley básica.

Un referéndum daría la victoria sin duda a
los victorianos. Por desgracia, o por suerte, los referendos
están prohibidos por la Constitución alemana. Ya
saben: esta prohibición se debe al temor de los
plebiscitos hitlerianos. Adolf Hitler nunca ganó unas
elecciones parlamentarias en Alemania, sólo un plebiscito
libre en Austria, después del Anschluss. Los alemanes
suelen ponderar lo listos que son los austriacos, que han
convencido al mundo de que Beethoven era austriaco y Hitler
alemán.

Además, ese tipo de ayudas, condicionadas a un
mejor comportamiento, después de un primer momento de
alivio, no se agradecen. La prueba son las manifestaciones en las
calles de Atenas contra los recortes presupuestarios y la
reducción del número de empleados públicos.
Cunden las acusaciones de conspiración contra Grecia y el
euro por parte de interesados especuladores.

Regeneración

En un reciente sondeo de opinión, más del
70% de los alemanes consultados se ha opuesto a prestar ayuda a
Grecia con su dinero. Preguntan por qué no se deja que la
Hacienda griega suspenda pagos.

Los propios griegos pagarían el
coste de ese desfalco con tipos de interés más
altos en sus próximos empréstitos. Esa firmeza
comunicaría una señal a los Gobiernos y votantes de
toda Europa de que la irresponsabilidad a la postre se paga. Lo
malo de esta solución es que los mercados financieros
comenzarían inmediatamente a apostar contra otros
países endeudados. Se tambalearía el crédito
de algunos Estados de los Balcanes o del Báltico, de
Portugal, de Italia y, seguramente, de España.

Aunque los ministros del Gobierno de Zapatero insistan
en que el porcentaje de la deuda pública española
sobre el PIB no es de los más altos, a nadie se le oculta
que les resultará muy difícil reducir el
déficit presupuestario del actual 12% del PIB al 3%
exigido por el Tratado de Maastricht.

España necesita crecer vigorosamente para reducir
ese déficit hasta el límite del 3% establecido por
Maastricht, para lo que es necesaria una fuerza de trabajo y una
economía más productivas. Para que los mercados
financieros creyeran posible esta regeneración,
sería necesario otro Gobierno en España. No se
olvide que los que han acabado de hundir a Grecia eran
conservadores, no socialistas.

El presidente francés Nicolas Sarkozy quiere
ayudar directamente a Grecia, pero la canciller alemana Angela
Merkel se opone. Han llegado a un típico compromiso
europeo, el de decir que apoyan políticamente a Grecia y
que, quizá, estarían dispuestos a avalar los 30.000
millones de euros que necesita refinanciar en los meses de mayo y
de junio.

La cuestión, sin embargo, es
más profunda. Se trata de hacer saber al mundo, y no
sólo a los mercados financieros, que el euro se gobierna
por reglas firmes y que quien no las obedece corre el peligro de
hundirse solo. No olvidemos que la moneda europea debería
ser una barrera contra los abusos de los políticos
populistas, siempre a la caza de votos. La tragicomedia griega
también debería servir para que los votantes
dejaran de pensar que hay servicios públicos
gratuitos.

"Los profetas del fin del mundo siempre han
aprovechado las situaciones de zozobra para poner en
cuestión los fundamentos del sistema, sea cual
sea.

Siempre vende más achacar una
catástrofe natural al calentamiento global, o certificar
el ocaso del capitalismo, en lugar de examinar los factores de
riesgo que condujeron al reciente colapso financiero. Algo
parecido ocurre ahora con el euro, designado como responsable de
la crisis griega y factor que frena todo posible ajuste real en
los países atrapados en tan malévolo invento. No se
repara en los beneficios que ha reportado en el pasado, ni en su
contribución a evitar una dislocación de las
economías en los momentos más negros de la actual
recesión"…
Los males del euro (Expansión –
26/2/10)

Se dice que una moneda fuerte constituye una
invitación a endeudarse a bajo coste, en ausencia de
mecanismos comunes de disciplina suficientemente constringentes.
Algo hay de cierto en ello, y tampoco hay motivos para tolerar la
deficiente supervisión de las finanzas griegas por sus
pares. Pero, en última instancia, el deudor compulsivo
sabe muy bien a qué se enfrenta y sobre todo
tratándose de un Estado.

Más serio parece el argumento que
asocia una unificación monetaria a una dificultad
intrínseca para operar ajustes reales y recuperar la
competitividad dilapidada. Asegurar una senda de crecimiento a
base de reducciones en los salarios nominales y en los precios de
los activos resulta utópico. Pero sanear la
situación a medio y largo plazo, manteniendo una estricta
política de moderación salarial y de control de la
demanda y los precios, constituye la única opción
viable.

Las devaluaciones sólo aportan un
alivio temporal si no se acompañan de un severo plan de
austeridad que aleje el fantasma de la espiral de
inflación y sucesivas depreciaciones. Por firme que
resulte el compromiso de actuar sin contemplaciones siempre
resultará más fiable la estabilidad otorgada
anclando la economía al euro, al crear así un marco
de predictibilidad en las expectativas tan esencial para que la
actividad productiva y la inversión se desenvuelvan sin
sobresaltos.

Las recetas avanzadas muestran, más si cabe, las
ventajas del euro. Los más radicales propugnan desde sacar
a Grecia de la moneda común a que se vaya Alemania, lo que
equivale a defender la vuelta al inestable sistema monetario
fraccionado que afortunadamente superamos.

Otros se lamentan de la inexistencia de un gobierno
europeo dotado de suficiente capacidad presupuestaria para
ejercer un efecto equilibrador, sin reparar que, de fijarse
uniformemente en toda la UE las prestaciones sociales al nivel de
Alemania, los incentivos al trabajo en los países del sur
se evaporarían.

Si los países del sur son menos
productivos que los germanos no pueden aspirar a cobrar lo mismo
y pretender al tiempo generar aquí actividad y empleo. La
única respuesta realista reside en una mayor
coordinación de las políticas económicas que
fuercen a quienes disponen de margen a incrementar su demanda
interna y obligue a frenar a tiempo a quienes han mostrado
tendencia a vivir de prestado.

El mal europeo debe buscarse en las
carencias para diseñar un plan de reactivación
propio, sin fiarlo todo a una hipotética
recuperación de los EEUU. Enfrascarse en la agenda 2020 en
lugar de actuar en 2010. Culpar al euro equivale a cortar la
cabeza del mensajero, por recordarnos con su callada, pero
inexorable, disciplina que las alegrías se pagan tarde o
temprano.

– ¿Se puede romper el euro? (El Confidencial –
1/3/10)

(Por R. J. Lapetra) Lectura recomendada

La moneda única, forjada en las profundidades de
la antigua Comunidad Económica Europea, afronta
días difíciles. Quizá su examen más
crítico, como vaticina la cancillería alemana
Angela Merkel. En los buenos tiempos, la Unión hizo la
fuerza, pero desvió la atención de las debilidades.
Más de una década después de activarse la
divisa que unió a doce monedas nacionales como la peseta
española, el franco francés, el marco alemán
o la lira italiana, entre otras, ha resucitado uno de los
fantasmas de los euroescépticos: su rigidez.

El debate sobre una potencial
desmembración parcial del euro se ha extendido en las
últimas semanas sobre muchas economías europeas y,
en particular, sobre las más débiles. Países
como España, Italia o Portugal han visto como frente a la
crisis económica y financiera carecen del arma principal
que les ayudó en el pasado a salir del pozo: la
devaluación de su divisa, que consigue ajustar los
desequilibrios económicos adquiridos (déficits,
salarios, competitividad…) en periodos de bonanza. Pero la
pertenencia al euro impide este truco macroeconómico
utilizado en el pasado en tiempos de crisis.

Los países más débiles están
ligados a los más fuertes como Alemania o Francia a
través de la Unión Monetaria. Este caldo de cultivo
se asemeja al que se produjo en el nacimiento del sistema
monetario europeo a principios de los años 90, con el
ataque de varios hedge funds a la libra británica, que
tuvo que salir del de aquella primitiva unión pese a la
intervención del Banco de Inglaterra. Esta misma semana,
George Soros, el protagonista de aquella gran batalla en los
mercados, ha reaparecido en pleno debate sobre el euro tras
revelarse una reunión con otros inversores para apostar
por la paridad euro-dólar.

Los analistas consideran que es muy difícil que
alguno de los estados miembros, o todos, abandonen la disciplina
del euro. "No creemos que la Unión Monetaria Europea se
vaya a romper. Los costes de romper el euro, en esta fase,
superan con mucho sus beneficios. Mucho mejor, en nuestra
opinión, es entrar en suspensión de pagos en el
seno del euro que incurrir en los costes políticos,
económicos y sociales de tratar de sobrevivir en el
exterior", añaden desde UBS.

En este sentido, las consecuencias de un
hipotético abandono del euro para un país
consistirían en denominar la deuda pública viva en
la nueva-antigua divisa, un cambio tan radical de las condiciones
del país emisor que se igualaría al de una
bancarrota o suspensión de pagos. Coinciden en alertar de
esta tentación desde la agencia de calificación
S&P y añaden que si se opta por mantener la deuda en
euros, la profunda devaluación de la nueva divisa
multiplicaría el valor real de la deuda mantenida en
euros, con lo que la capacidad de repago y el acceso a nuevas
fuentes de financiación quedarían en una
misión casi imposible.

Antecedentes de rupturas monetarias

"A pesar de que pensamos que el euro se
ha conservado intacto es evidente que, en términos
económicos, el euro no funciona. Es decir, hay partes de
la eurozona área que hubieran ido mejor
económicamente si nunca se hubiesen unido. Esto no es un
argumento para apartarse [del euro], pero plantea preguntas
acerca de los factores que construyen el éxito
económico en las uniones monetarias y que ocurre cuando
estos factores no aparecen", añaden desde esta
firma.

En cuanto a los antecedentes históricos de la
unión monetaria se mencionan la intervención
temporal de EEUU en 1933, y el colapso de la Unión
Checo-Eslovaco monetaria en 1993, referentes históricos de
lo que se hace mención. A mediados de los años 30,
en plena Gran Depresión estadounidense, una mayoría
de estados de EEUU adoptaron restricciones a las transferencias
bancarias y una especie de corralito que no fue seguido por
todos. Sin embargo, después de casi un lustro de cierta
flexibilidad interna en materia de tipos de interés y
emisión de dinero, se reconstruyó la
unión.

Un escenario que a algunos economistas les recuerda a la
fase previa de pertenencia al euro de las monedas que van a
ingresar en él, como les ocurre a los futuros candidatos a
ingresar en la unión. Durante varios años se
convierten en monedas y economías satélites que
gravitan alrededor de la moneda única hasta que cumplen
los criterios de convergencia y se ratifica su adhesión.
La posibilidad de volver a esta fase de cuarentena y vigilancia
es precisamente uno de las posibilidades planteadas para dotar de
flexibilidad monetaria a los Estados miembros del euro más
débiles.

"Existen algunos tentadores paralelismos entre la
situación de EEUU en la década de 1930 y la
posición del euro en la actualidad. La unión
monetaria de EEUU, aunque efectivamente terminó a
principios de 1933, fue capaz de restablecerse mediante la
adaptación de sus instituciones. En particular, la
movilidad del mercado laboral y las transferencias fiscales a
través de fronteras fueron finalmente decisivas en la
generación de un área monetaria más suave de
funcionamiento", dice el informe.

Esto explica como en plena crisis fiscal de Grecia se ha
puesto sobre la mesa la posibilidad de un rescate liderado
principalmente por países más prósperos como
Alemania. "Las uniones monetarias implican el sentido de
comunidad económica. Esto significa que las zonas
más prósperas deben, de hecho, subvencionar las
partes de la unión monetaria que se encuentran en una
situación de desventaja económica. Las
transferencias fiscales son el precio que tiene que ser pagado
para crear una unión monetaria de un tamaño
significativo", señalan.

"El euro está siendo sometido a una dura
prueba y "quizá no sobreviva" a la crisis del
déficit de Grecia, dijo el inversor multimillonario George
Soros.

La constitución de la moneda europea tiene
"fallos" porque hay "un banco central común, pero no hay
un Tesoro común", dijo Soros en el programa Fareed
Zacharia GPS de CNN"…
Soros: El euro "quizá no
sobreviva" a la crisis griega (Cinco Días –
1/3/10)

"El tipo de cambio es fijo. Si un
país se mete en problemas, no puede depreciar su moneda,
lo cual sería lo normal", dijo Soros. "Y tampoco cuenta
con los pagos de transferencias que los estados estadounidenses
reciben si les va peor que a otros estados".

La deuda de Grecia ha hecho que el euro tenga la racha
bajista más prolongada frente al dólar desde
noviembre de 2008. Los inversores también están
preocupados por los déficits de presupuesto en otros
países de la eurozona, como España.

Soros pronosticó que Grecia
sobrevivirá a su crisis fiscal, "pero que España y
los otros países" encararán dificultades similares.
"Así que si Europa no toma las medidas institucionales que
se requieren para compensar la deficiencia, quizá no
sobreviva", dijo sobre el euro.

La semana pasada, Soros escribió
en el Financial Times que si los países miembros de la
Unión Europea no dan el próximo paso hacia la
unión política, la moneda común puede
desintegrarse.

La mejor solución para Grecia
sería que los países de la UE vendieran eurobonos
para refinanciar aproximadamente el 75 por ciento de su deuda por
vencer, a condición de que alcance sus objetivos, y dejar
que el país financie sus necesidades restantes como mejor
pueda, dijo Soros en el diario.

El economista Martin Feldstein, profesor de la
Universidad de Harvard, que en 1997 advirtió que la
unión monetaria europea desencadenaría un mayor
conflicto político, dijo el 12 de febrero que los
problemas fiscales de Grecia exponen las fallas del proyecto de
moneda única.

– Pan para hoy… (Expansión –
6/3/10)

(Por Juan Pedro Marín Arrese) Lectura
recomendada

La crisis griega ha demostrado, una vez más, que
todo mal inicio conduce a pésimo final. Si el Consejo
Europeo, y Angela Merkel en persona, se hubieran abstenido de dar
a entender su apoyo incondicional al socio en apuros, no
estaríamos en el actual atolladero. Papandreu ha cumplido
con su parte del trato, instaurando un plan de austeridad sin
precedentes, y espera ser correspondido, por parte de quienes le
han impuesto los deberes, con la compra de la deuda que
emita.

El problema es que el mercado descuenta
este desenlace y, de verse defraudado, podría desencadenar
una tormenta que arrastrase a los más vulnerables, sin
realizar distingo alguno. Hemos comunitarizado el problema por
jugar a crear expectativas, sin pensar en las consecuencias de
sentar un precedente reflotando a Grecia.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11
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