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Los valores en el mundo de los aztecas



Partes: 1, 2

  1. La seguridad
    básica
  2. Código de
    conducta
  3. El
    autosacrificio
  4. Control educativo
    sobre el instinto sexual
  5. El humanismo de
    Quetzalcóatl
  6. Bibliografía

La seguridad
básica

Sabían los padres que para forjar una
personalidad, la de un hijo, éste necesitaba tener
seguridad y certidumbre. Por medio de la protección y del
cariño, satisfechas las necesidades afectivas, el
niño adquiría seguridad. Y por medio del
pensamiento claro de sus padres, de las ideas precisa y de
comprobar que cuando las ponían en práctica eran
verdaderas y funcionaban, los niños adquirían la
certidumbre. Por lo tanto, carecían de dudas y la angustia
consecuente con éstas. Se les educaba con el ejemplo y con
consejo (Díaz, 1992).

Consejos del padre a los hijos con el afecto, firmeza y
seguridad en su principio de autoridad:

Hijos míos, escuchad lo que os quiero decir,
porque yo soy vuestro padre, y tengo cuidado y rijo esta
provincia, ciudad o pueblo, por voluntad de los dioses; y aunque
lo que hago, lo hago con muchas faltas y defectos delante de Dios
y de los hombres que morirán.
(Sahagun,
1956).

Así los niños aprendían que el ser
humano se esforzaba por ser perfecto, y que los errores eran el
camino para llegar a tal condición. Entendían
perfectamente el valor de la corrección, del enderezarse
del pulimentarse.

Código de
conducta

Los valores eran clasificados, ordenados, y se creaban
una serie de leyes para que estos puedan cotidianamente ponerse
en práctica. Se tenía un sistema de conocimiento y
un código preciso a fin de lograr una completa ausencia de
contradicciones (Díaz, 1992).

A este código los niños tenían
acceso desde muy pequeños, y conforme lo iban entendiendo
se les exigía cumplir con él con todo
rigor.

La introducción de hábitos abarcaba tanto
el control del hambre, la sed, el calor, el frío, el
dolor, como el cumplimiento de normas de urbanidad, las cuales
tenían como resultado la formación de su propia
personalidad y carácter y la aceptación de los
valores sociales.

El Huehuetlatolli de Olmos, "reunión de
consejos que daban los viejos sabios", dice:

Y cuando alguno te estuviese
amonestando,

No te estarás divirtiendo con alguna otra
cosa,

No tendrás algo en la mano con que te
estés dando gusto,

No estarás dando golpecitos con los pies,
como quien se distrae,

No estarás mordisqueando la manta con que te
cubres,

No escupirás,

No volverás el rostro para uno y otro
lado,

No te pararás de repente.

Todas estas cosas te tengo recomendadas que no
hagas:

Hazlas así y te darás a conocer como
un gran bellaco,

Que no hay para ti ni sentido, ni
cortadura,

Que deveras tú eres un hombre dejado al
vicio,

Que deveras tendrás con merecimiento tuyo y
serás tú herencia,

La yerba estupefaciente, la yerba
embrutecedora,

El pulque, el hongo intoxicante:

Los comerás, los beberás, con ellos te
embriagaras,

Con ellos rodarás, te perderás
tú mismo,

De modo que ya no tengas sentido de ti
mismo,

Y te arrojarás al fogón encendido, al
comal del fuego,

Al río, al peñascal;

Caerás en la trampa, en la red de
cuerda;

Ya no te darás cuenta de cómo vienes a
encontrar piedra y palo,

La suciedad y la basura;

Con esto te insolentarás, echándote a
la cabeza y mollera ajenas,

Te harás estúpido y falaz, te
embrutecerás salvajemente,

Te harás compañero del conejo, del
venado,

Te meterás por bosques y
llanuras.

Si no hoyes, si no recibes la doctrina de tu
madre,

La doctrina de tu padre, si no quieres acoger lo que
se hace tu vida y muerte.

¡Basta! ¡Ya sucedió, infeliz de
ti! No harás más quehacer:

Estarás en el poder y garras del coyote, del
tigre.

Nada te valdrá repudiar lo pesado, lo que ya
se fue atrás.

Contigo se ha cumplido, se ha hecho lo
debido:

Pero tú no tomaste, no cogiste el llanto, las
lágrimas;

De nada te sirvió el alacrán o el
gancho, la ortiga con que se te castigó;

Nada te aprovechó, nada te
sirvió:

No por esto te enmendaste, te corregiste, te viste
por algo recto.

Pues sobre ti no hay más que piedra y pelo
(Sahagún, 1956).

También Sahagún relata cómo los
educaban:

Lo primero es que seas muy cuidadoso de despertar y
velar y no duermas toda la noche, porque no se diga de ti que
eres dormilón perezoso y somnoliento.

Lo segundo: tendrás cuidado de cuando fueres
por la calle o por el camino que vayas sosegadamente, ni con
mucha prisa ni con mucho espacio, sino con honestidad y
madurez

Partes: 1, 2

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