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Origen de la masoneria (página 3)




Enviado por HERBERT



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La historia de la Royal Society está íntimamente entrelazada con la historia de la ciencia en Inglaterra y Escocia desde 1660. Y por los mismos caminos con la de la Masonería de esos reinos del siglo XVII en su interés de apoyar las ciencias experimentales. Sus orígenes parecen estar en una institución conocida como Invisible College integrada por unos filósofos Masones que se empezaron a reunir hacia mediados de los 1640s para discutir las ideas de Francis Bacon.

Pero su fecha oficial de fundación corresponde al 28 de noviembre de 1660, cuando 12 hombres todos ellos miembros de la Masonería, se reunieron en el Gresham College, después de una conferencia de Christopher Wren, profesor de astronomía en esa institución educativa, con el fin de fundar un Colegio para promover la enseñanza experimental de la física y la matemática.

Este grupo incluyó al mismo Wren, Roberto Boyle, Juan Wilkins, Sir Robert Moray, y William, Vizconde de Brouncker. La Sociedad acordó reunirse semanalmente para presentar los avances de los experimentos adelantados y discutir asuntos científicos. El primer Curador de Experimentos fue Robert Hooke y Moray fue el encargado de presentar al Rey Carlos II esta empresa y obtener su aprobación y patronazgo. Este monarca de acuerdo a la tradición de los Estuardo durante el siglo XVII se había hecho iniciar en la Masonería.

El nombre de la Royal Society apareció por primera vez en una publicación de 1661, pero fue en una Carta Real de 1663 en que aparece nominada como The Royal Society for Improving Natural Knowledge (Real Sociedad para la Promoción del Conocimiento Natural), y su primera sede estuvo localizada en el mencionado Gresham College, en Londres, en donde inició rápidamente una biblioteca y un depósito o museo de especimenes de interés científico.

La Royal Society es desde un principio una asociación dirigida a agrupar intelectuales y hombres de ciencia sin importar su pensamiento religioso, político, filosófico o su raza y su carácter liberal queda definido por las palabras de Thomas Sprat, uno de sus fundadores y su primer historiador, en su obra The History of the Royal Society of London, aparecida en 1667, en favor de una unión entre manuales e intelectuales, en la cual sostenía:

… Tenemos así una visión excepcional de la nación inglesa, al saber que hombres de pensamientos y de modos de vida antagónicos olvidan sus odios y se reúnen para el progreso de la ciencia. Pues, el soldado, el comerciante, el marchante, el erudito, el gentilhombre, el cortesano, el presbiteriano, el papista, el librepensador y los adeptos de la religión oficial han abandonado su hacer específico y trabajan con serenidad en práctica y en espíritu…

Después del gran incendio de Londres de 1666, la Sociedad se mudó durante algunos años a Arundel House, hogar en Londres de los Duques de Norfolk. Y no fue, sino hasta 1710, bajo la Presidencia de Sir Isaac Newton, que la Sociedad adquirió sede propia, en Crone Court. A partir de 1662 comenzó a publicar libros, en forma tan exitosa que la Philosophical Transaction (Memorias Filosóficas) que edita es actualmente la publicación científica de mayor antigüedad continua del mundo.

Al igual que en la Masonería, desde un principio, los miembros de la Sociedad escogen por cooptación a sus nuevos compañeros, pero al comienzo los criterios para esta elección no estaban muy definidos y la mayoría de ellos no eran científicos profesionales.

En 1731 una nueva reglamentación estableció que cada candidato debía ser propuesto por escrito y apadrinado por dos miembros activos que lo apoyaran. Estos documentos todavía sobreviven y permiten dar una ojeada a las razones por las que se hacía la elección y los criterios de selección.

En 1780, bajo la Presidencia de Sir Joseph Banks (1778-1820), quien la ejerció hasta su muerte, la Sociedad varió su orientación hacia una combinación que favorecía tanto los trabajos profesionales científicos como los de los aficionados. Esta visión decreció en popularidad durante la primera mitad del siglo XIX, hasta que finalmente en 1847 se decidió que en adelante los nuevos miembros serían elegidos con base en sus trabajos científicos.

Este viraje hacia lo profesional contribuyó significativamente para que la Sociedad, poco a poco, se convirtiera enteramente en una academia de científicos. El gobierno reconoció esto en 1850 otorgando una donación a la Sociedad de 1.000 Libras Esterlinas para asistirlos en sus investigaciones y comprar equipos. De ahí en adelante comenzó una relación muy cercana con el gobierno que no implicó, en ningún momento, que la Sociedad disminuyera su autonomía esencial.

En 1857 la Sociedad se mudó una vez más a Burlington House en Piccadilly, y durante la siguiente centuria su personal creció rápidamente obligándola a cambiarse de lugar. Por lo tanto, en 1967 se trasladó a su actual sede en Carlton House Terrace, también en Londres, con un personal que ahora ha crecido a 120 miembros, todos trabajando por el futuro de la Royal Society en su rol de academia científica independiente. Su actual Presidente desde el año 2000 es Lord (Robert) May of Oxford.

Volviendo a los siglos XVII y XVIII, tenemos que el Dr. John Campbell (1708-1775), en su artículo sobre el anticuario y miembro de la Royal Society Elías Ashmole, que apareció en 1747 en la Biographica Britannica, sostiene que numerosos manuscritos reunidos por este, con la intención de escribir una historia de la Masonería entre los siglos XIV y XVII, desaparecieron el 26 de enero de 1679 cuando un incendio destruyó el Middle Temple de la Royal Society donde tenía su gabinete:

En lo que concierne a la historia antigua de los Francmasones, respecto de la cual estamos deseosos de saber lo que se conoce con certeza, puedo deciros solamente que, si nuestro digno hermano E. Ashmole hubiese llevado a bien su proyecto, nuestra fraternidad se habría hallado con respecto a él tan deudora como los miembros de la muy noble Orden de la Jarretera..

En 1714, paralelo con la llegada de los Hannover al trono británico a unos siete señores que no eran Masones, reunidos con otros que sí lo eran, pero al parecer todos socios de la Royal Society, se les ocurrió un día en Londres, en la taberna Goose and Gridiron Ale House, en St Paul´s Churchyard, constituirse por sí y ante sí como Logia Masónica con el nombre de la taberna en donde se reunían.

Es difícil precisar cuál era la intención inicial de la iniciativa. ¿Habían descubierto algo atractivo en el método de enseñanza que se daba en el interior de las Logias a partir de las herramientas de la albañilería? No. ¿Les parecía que los debates deberían tener dos niveles, dependiendo del nivel intelectual de los socios? No. ¿Era una simple travesura intelectual, surgida al calor de unas buenas copas? Tampoco. ¿Entonces?

El punto esencial a tener en cuenta, es que unos Masones impulsaron y crearon en 1660 la Royal Society, y que a su vez, cuando ocupaba la Presidencia de esta Sociedad Sir Isaac Newton (1703-1727), algunos de sus miembros Masones y no Masones se inventaron la Gran Logia de Londres, en el marco de la disputa surgida por la llegada al trono de Inglaterra, en 1714, de Jorge I, perteneciente a la dinastía extranjera alemana de los Hannover, la cual debió enfrentar desde el principio la oposición aguerrida de escoceses, no pocos ingleses e irlandeses, los Masones y los católicos, que querían ver gobernando a Jacobo, último vástago de la dinastía Estuardo, conocido como el Viejo Pretendiente.

El hecho político real consistía en que en palabras del ilustrado Masón socorrano Gabriel Dávila Mejía: El problema que enfrentaron los Hannover con la Masonería es que el gremio se desarrolló como una organización Jacobita (relativa a Jacobo Estuardo), entonces observaron las tradiciones Masónicas como una amenaza para la estabilidad de su linaje..

Por efecto dominó, en esta disputa se encontraban en peligro los miembros de la Royal Society en virtud de la doble militancia que poseía la mayoría.

Es en este contexto, en que la decisión política de los Masones ingleses y los miembros de la Royal Society consistió en crear distancia con respecto a sus Hermanos que apoyaban la Casa Estuardo -circunstancia, que frecuentemente se pagaba con la vida- fundando una Gran Logia en Londres el 24 de junio de 1717 partidaria del Rey Hannover, enfrentada a la Masonería tradicional que ya contaba con ramas en Francia, Holanda, Irlanda, Escocia y las colonias británicas de Norteamérica, y por reflejo colocar a buen recaudo a la Royal Society de la animadversión real.

Los historiadores se refieren a estas dos líneas evolutivas de la Orden como Masonería Hannoveriana y Masonería Jacobita. La primera se tornaría en la Masonería en Gran Bretaña, al tiempo que se eliminaría a la segunda. A su vez, la Jacobita, ya sin este mote a lo largo de los setecientos se extendería primeramente a Francia, Holanda y España, y desde allí, contagiado su ideario con el liberalismo francés, se difundiría por todo el mundo hasta llegar a Latinoamérica a principios del siglo XIX a lomo de caballo de los movimientos independentistas. Pero esta conversión de jacobitas en jacobinos, es otra historia.

De todos modos, hay que reconocer que la decisión novedosa de Londres posibilitó el nacimiento de una Masonería que en esa ciudad reuniera a antiguos enemigos políticos y académicos con el fin de estudiar y cultivar las ciencias experimentales y la filosofía, bajo la premisa de prohibir en su seno las discusiones sobre asuntos de Estado y teología.

Por otra parte, y dicho sea a manera de ilustración, desde 1371, catorce Estuardo dirigieron Escocia consecutivamente, y los últimos seis también reinaron simultáneamente en Inglaterra, hasta cuando la corona pasó a la Casa Hannover. El hecho de que los Estuardo fueran protectores de la Masonería en Escocia y que se hubieran iniciado en ella sus últimos reyes, desde que Jacobo I lo hizo en 1601, generó que la Orden fuera incondicional con ese linaje cuando perdió el reino en 1714.

Por esta vía, desde 1714 en el lenguaje Masónico, los términos Escocés y Antiguo resaltan el pasado escocés de la Masonería en contraste con el relato oficial inglés que sostiene que la Masonería moderna nace en Londres en 1717 de la conjunción de cuatro Logias. Versión que ha contado con mucha difusión ya que como recuerda Robert Lomas en su libro El Colegio Invisible, El papel de la Masonería en el Nacimiento de la Ciencia Moderna (Impresiones Gráficas de Arte Mexicano, S. A. de C. V., México D. F. 2003): la historia la escriben los vencedores.

Y este no es un detalle de poca monta, puesto que la procedencia espúrea es la base del señalamiento de la irregularidad de origen, que se le anota a la Gran Logia de Londres. Una de las dos Obediencias que en 1813 fundaron la Gran Logia Unida de Inglaterra (United Grand Lodge of England UGLE), que hoy pretenden dispersar regularidad por la vía de su reconocimiento unilateral a otras grandes Logias del mundo.

Esta anécdota, que en otro contexto podría ser un mal chiste, fue en realidad el evento que dio el puntapié inicial a la Masonería Moderna, y del cual se quiere hacer emanar la Regularidad.

Los innovadores iniciales convocaron a otros cinco grupos de legos en Masonería que se definían a sí mismos como hombres libres y de buenas costumbres, para estudiar la posibilidad de crear una asociación que combinara la estructura organizacional y el lenguaje arquitectónico de las Grandes Logias Masónicas que ya existían en Escocia, Irlanda, y en la misma Inglaterra, en la ciudad de York, con la característica adicional de ser un punto de encuentro neutral de personas de diferentes ideologías, a semejanza de lo que entonces practicaba la Royal Society en esa ciudad.

Dos grupos no estuvieron de acuerdo y se apartaron desde el principio de la iniciativa, y los otros cuatro se declararon a sí mismos como Logias Masónicas y fundaron la Gran Logia de Londres en 1717. Esas cuatro Logias fundadoras salidas de la nada se denominaron: La Oca y la Parrilla, La Corona, El Manzano, y El Cubilete y las Uvas, tomando como nombre el de las tabernas en donde se reunían a comer y beber.

En principio la Gran Logia de Londres no tenía un objetivo trascendental. Sus fundadores no aspiraban más allá que elegir un Gran Maestro que sirviera de líder y reunirse dos veces al año en los días de los solsticios de verano y de invierno. Pero lo primero era alejarse de los Jacobitas.

Los primeros Grandes Maestros de la Gran Logia de Londres fueron:

a) Anthony Sayer, elegido en 1717, por un año, en el cual logró jurisdiccionar dos Logias nuevas.

b) George Payne, elegido por un año en 1718 y 1720, era un anticuario que reunió una importante colección de documentos antiguos de las Logias Operativas, y profirió con base en ellos 39 Ordenanzas Generales. En 1721 encomendó a James Anderson, Pastor presbiteriano y miembro de la Royal Society que a la sazón oficiaba de guía religiosa de uno de los grupos fundadores, la revisión de estas Ordenanzas con el fin de dotar a la Gran Logia de un cuerpo normativo que regulara sus trabajos. Cometido que se cumplió en tres meses y su resultado sometido a una Comisión de estudio, para que fuera finalmente aprobado y publicado en 1723 bajo el título de La Constitución de los Francmasones durante la Gran Maestría de Felipe, Duque de Wharton.

c) Theofilo Desaguliers, elegido en 1719, participó activamente en el estudió de las 39 Ordenanzas Generales. Era yerno de James Anderson, miembro de la Royal Society, científico destacado y Pastor anglicano.

d) Juan, Duque de Montagú, elegido en 1721 y reelegido en 1722, de su labor se destaca la intención de convertir a la nueva Gran Logia en un cuerpo regulador, atrayendo de paso a Logias ubicadas fuera de Londres.

e) Felipe Wharton, elegido en 1722. Al momento de su ascenso a la Gran Maestría contaba con 23 años de edad, gozaba de un pésimo prestigio social, y la monarquía británica protestante le acababa de otorgar el título de Duque por su exitosa campaña de exterminio de católicos en Irlanda. Le correspondió en suerte la aprobación definitiva y la publicación de La Constitución de los Francmasones, conocida desde entonces como Las Constituciones de Anderson.

Felipe de Wharton murió en la indigencia en el Convento de Bernardine, en Cataluña, España, el 31 de mayo de 1731, luego de haber ayudado a difundir la Masonería Hannoveriana en Francia y España, país en donde también fue su primer Gran Maestro. Aún reposan sus restos allí, aunque hoy del lado exterior de los muros del Convento por cuanto el general Francisco Franco en su obsesión antimasónica los hizo desenterrar de la tierra santa.

De esta historia resultó que los artículos 1° y 2° de las célebres Constituciones de Anderson, de 1723, que definen a la Masonería Moderna, son una copia idéntica a sus pares de la Constitución de la Royal Society. Posteriormente estas Constituciones de Anderson fueron reformadas en 1738. Veamos:

La Constitución de Anderson

El 17 de enero de 1723 en la capital del Reino de la Gran Bretaña, la Gran Logia de Londres aprobó un Reglamento interno, conocido como Las Constituciones de Anderson, por el cual guiar sus trabajos, ordenar las relaciones entre los Masones, y proponer una historia de la Masonería, a la que remontaba literalmente hasta Adán y Eva en el Paraíso Terrenal.

Las Constituciones de Anderson contaban con 92 páginas que fueron publicadas por la imprenta de William Hunter, por encargo de John Senex y John Hooke; estaban divididas en cuatro partes, así:

a) Primera Parte: Contiene una serie de preceptos o Deberes de un Francmasón y cuenta una historia del arte de la Masonería desde la Creación, basada en el relato bíblico y en la cronología del Obispo irlandés James Usher, quien concluyó en 1650, en su libro Anales del Mundo que de acuerdo con el inicio del año judío, la creación del mundo ocurrió a las tres de la tarde del lunes 23 de octubre del año 4000 antes de Cristo.

En 1701 se insertó esta cronología en la versión autorizada inglesa de la Biblia. No queriendo contrariar sus deberes de pastores anglicanos y presbiterianos ni la versión bíblica oficial inglesa, los ministros religiosos que redactaron las Constituciones de Anderson fueron fieles a ella y elaboraron en consecuencia una historia del arte de la construcción acorde.

De aquí nace la costumbre de fechar los textos Masónicos añadiendo 4.000 al número de años del calendario gregoriano; y aún hoy, muchos textos de la Orden se están fechando con base en la cronología de Usher. Por ejemplo, el año 2006 de la era común correspondería al 6006 Masónico, o Año de la Verdadera Luz como suele denominarse.

En esta primera parte, Anderson redactó una historia del arte de la construcción que empieza con la identificación de Adán como el primer Masón que existió, sigue con Caín, y continúa su genealogía, pasando por Noé y Abraham, Asiria, los israelitas invadiendo Canaán, las Pirámides de Egipto, Moisés, Salomón, su Templo, Hiram, Grecia, Pitágoras, los romanos, los bárbaros y por último su natal Britania.

b) Segunda Parte: contiene los llamados Old Charges (Antiguos Deberes) o Leyes Fundamentales. El nombre original completo de este acápite es el de Las Antiguas Leyes Fundamentales o Reglas para los Francmasones, Sacadas de los Antiguos Documentos de las Logias de Ultramar, de Inglaterra, de Escocia y de Irlanda, para uso de las Logias de Londres, las que Deben Leerse Siempre en la Ceremonia de Recepción de un Nuevo Hermano y siempre que el Maestro lo Crea Oportuno.

c) Tercera Parte: Reúne las 39 Antiguas Ordenanzas Generales, compiladas por George Payne.

d) Cuarta Parte: Contiene las aprobaciones respectivas y cuatro cantos Masónicos.

Esta codificación, se tiene universalmente como el punto de partida formal del Derecho Masónico moderno.

Un punto importante a destacar, lo constituyen las discusiones que se han presentado con frecuencia acerca de los alcances que se le deben dar a las expresiones estúpido ateo y libertino irreligioso contenida en la redacción del artículo primero de las Constituciones de 1723, y en sus modificaciones de 1738 y 1813.

Una posición al respecto niega el acceso a la Orden a los ateos y a quienes no son fieles practicantes de una religión, y otra sostiene que los que no deben ingresar a la Masonería son los estúpidos y los libertinos, independientemente de si son creyentes, ateos, agnósticos, religiosos o irreligiosos. Y aquí sí caben todos, siempre que sean buenos y leales, es decir, hombres de honor y de probidad, cualquiera que sea la diferencia de sus nombres o de sus convicciones.

Desde el principio se vio cómo la principal causa de inquietud la ofrecía la redacción de este artículo primero de las Constituciones de Anderson, lo cual condujo a Londres en el año 1738 a reformarlo buscando un texto más apropiado a lo que se entendía como obligaciones de los Masones.

Un punto neural en el desarrollo de la legislación de la Masonería especulativa lo constituye el hecho histórico de 1738, la Masonería de Londres se había extendido por Escocia e Irlanda y atravesado el Canal de la Mancha hacia Europa continental, encontrándose implantada en varias naciones y organizada a partir de la normativa inicial. Por lo tanto la reforma de 1738 solo tuvo aplicación en Inglaterra y en las Obediencias que de ahí en adelante se le derivaron o la adoptaron.

Al fin y al cabo, la nueva norma de conducta se redactó bajo el título de Deberes de un Francmasón: Extractado de los Antiguos Registros de las Logias de Ultramar y Aquellas de Inglaterra, Escocia e Irlanda, para el Uso de las Logias de Londres.

Posteriormente, en 1813, en el marco de la fusión de las dos Grandes Logias inglesas que dio origen a la Unida de Inglaterra, se revisó de nuevo el pasaje de la modificación de 1738 y se redactó uno nuevo. El resto de las Constituciones de Anderson pasaron impunemente los exámenes ingleses de 1738 y 1813.

Cabe aclarar que constituye un error darles carácter universal e inmutable a las disposiciones enunciadas o, lo que es peor, otorgarles una antigüedad de tiempos remotos que están lejos de poseer.

Transcribimos los preceptos contenidos en la primera parte de las Constituciones de Anderson:

I. LO QUE SE REFIERE A DIOS Y A LA RELIGIÓN

El Masón está obligado, por vocación, a practicar la moral y si comprende sus deberes, nunca se convertirá en un estúpido ateo, ni en un hombre inmoral. Aún cuando en los tiempos antiguos los Masones estaban obligados a practicar la religión que se observaba en los países donde habitaban, hoy se ha creído más oportuno, no imponerle otra religión que aquella en que todos los hombres están de acuerdo, y dejarles completa libertad respecto a sus opiniones personales. Esta religión consiste en ser hombres buenos y leales, es decir, hombres de honor y de probidad, cualquiera que sea la diferencia de sus nombres o de sus convicciones.

De este modo la Masonería se convertirá en un centro de unión y en el medio de establecer relaciones amistosas entre gentes que, fuera de ella, hubieran permanecido separados entre sí.

MODIFICACIÓN DE 1738: Un Masón está obligado por su título, a obedecer a la ley moral en tanto que verdadero noaquita y si comprende bien la profesión, él no será nunca un ateo estúpido, ni un libertino irreligioso ni actuará en contra de su conciencia.

En los tiempos antiguos, los Masones cristianos eran llamados a actuar de acuerdo con las costumbres cristianas de cada país donde ellos viajaban. Pero la Masonería existente en todas las naciones, aun de religiones diversas, lleva a que los Masones adhieran a la religión según la cual todos los hombres están de acuerdo (dejando a cada Hermano sus propias opiniones), es decir, ser hombres de bien y leales, hombres de honor y de probidad, cualquiera sean los nombres, religiones o confesiones que ayuden a distinguirlos; pues todos se articulan sobre los tres artículos de Noé suficientes para preservar el fundamento de la Logia. De este modo la Masonería es el centro de la unión y el feliz medio de unir a las personas, quienes, de otro modo, habrían permanecido perpetuamente desconocidas entre sí.

MODIFICACIÓN DE 1813: En lo que respecta a Dios y la Religión, un Masón está obligado, por su título, a obedecer la ley moral y si comprende bien el Arte, él no será jamás un ateo estúpido ni un libertino irreligioso. De todos los hombres, él debe comprender mejor que Dios ve de otra manera que el hombre, pues el hombre ve la apariencia externa, en tanto que Dios ve el corazón. Un Masón está, en consecuencia, restringido a no actuar nunca en contra de los mandatos de su conciencia. Cualquiera sea la religión del hombre o su manera de adorar, no está excluido del Orden, considerando que él cree en el glorioso arquitecto del cielo y de la tierra y que practica los deberes sagrados de la moral. Los Masones se unen a los hombres virtuosos de todas las creencias en el lazo sólido y agradable del amor fraternal, que les enseña ver los errores de la humanidad con compasión y a esforzarse por la pureza de su propia conducta y demostrar la alta superioridad de la fe particular que ellos profesen.

II. DE LA AUTORIDAD CIVIL, SUPERIOR E INFERIOR

El Masón, debe ser una persona tranquila, sometida a las leyes del país donde esté establecido y no debe tomar parte ni dejarse arrastrar en los motines o conspiraciones fraguadas contra la paz y contra la prosperidad del pueblo, ni mostrarse rebelde a la autoridad inferior, porque la guerra, la efusión de la sangre y los trastornos, han sido siempre funestos para la Masonería. Así es que en la antigüedad, los reyes y los príncipes se mostraron muy bien dispuestos para con la sociedad, por la sumisión y la fidelidad de que los Masones dieron constantemente pruebas en el cumplimiento de sus deberes de ciudadano y en su firmeza para oponer su conducta digna a las calumnias y acusaciones de sus adversarios; esos mismos reyes y príncipes no se desdeñaron de proteger a los miembros de la corporación y de defender el honor de la misma que siempre prosperó en los tiempos de paz. Siguiendo esas doctrinas, si algún Hermano se convertía en perturbador del orden público, ninguno debía ayudarle en la realización de sus propósitos y por el contrario, debía ser comparecido como un ser desgraciado. Pero por este solo hecho y aún cuando la cofradía condenase su rebelión para evitarse el dar al gobierno motivo alguno de sospecha o de descontento, siempre que el rebelde no pudiese ser censurado de otro crimen, no podía ser excluido de la Logia, permaneciendo inviolables sus relaciones con esta Logia y los derechos de que como Masón gozaba.

III. DE LAS LOGIAS

La Logia es el lugar donde los Masones se reúnen para trabajar, y por extensión se da este nombre a toda asamblea de Masones constituida; todos los Hermanos deben formar parte de una Logia y someterse a sus reglamentos particulares y a las ordenanzas generales.

Las Logias son particulares o generales y el mejor medio de distinguirlas en estos dos distintos caracteres es visitarles y estudiar los actuales reglamentos de las Logias Generales o Grandes Logias.

Antiguamente los Maestros y los miembros de estas Logias, no podían ausentarse, ni dejar de asistir a sus sesiones cuando eran invitados, sin incurrir en un castigo severo, a menos que hicieren conocer a los Maestros y a los Inspectores, las causas que les habían impedido cumplir con este deber.

Las personas que querían ser admitidas en calidad de miembros de las Logias, debían ser personas buenas y leales, libres de nacimiento, de edad madura y razonable y de buena reputación; estaba prohibido admitir en la Masonería, esclavos, mujeres y hombres inmorales, cuya conducta fuera motivo de escándalo.

IV. DE LOS MAESTROS, INSPECTORES, COMPAÑEROS Y APRENDICES

Entre los Masones, las preferencias no pueden fundarse exclusivamente en el verdadero mérito personal, se debe cuidar con especial atención de que los propietarios que disponen las construcciones, serán servidos a su completa satisfacción; debe procurarse que los Hermanos no tengan porqué avergonzarse de sus obras, y que la Real Asociación no pierda la consideración de que goza. Por esta razón, los Maestros e Inspectores deben ser elegidos teniendo en cuenta más que su edad, sus méritos personales. Es imposible tratar todas estas cosas por escrito. Cada Hermano debe estar en su lugar y aprender estos principios según el método adoptado en cada cofradía; debe, sin embargo, tenerse en cuenta por los aspirantes que ningún Maestro puede aceptar un Aprendiz, si este no le presenta suficientes obras, si no es un joven perfecto, sin deformidad física alguna y sin defecto que le haga incapaz de instruirse en su arte, de servir a su Maestro y de llegar a ser a su vez un Hermano y Maestro, cuando haya transcurrido el tiempo de su Aprendizaje.

Debe ser también, hijo de padres honrados, para que si posee otras cualidades, pueda llegar a obtener el puesto de Inspector, o de Maestro de una Logia, de Gran Inspector y de Gran Maestro de todas las Logias, según su mérito y virtudes.

Los Inspectores han de ser miembros de la corporación y los Maestros han debido desempeñar antes el cargo de Inspector.

Los Grandes Inspectores han de haber sido Maestro de Logia, y en fin, para ocupar el puesto de Gran Maestro ha de poseerse el carácter perfecto de Masón.

El Gran Maestro debe ser noble de nacimiento, o bien ocupar una posición
excepcional, de una educación perfecta, o bien un sabio distinguido,
un arquitecto hábil, un hábil hijo de padres honrados, y además,
las Logias deben reconocer en él un mérito real, y para que pueda
llenar los deberes de su cargo de un modo más perfecto, se le autoriza
para designar y nombrar un diputado que debe ser o haber sido Maestro de una
Logia Particular; el Diputado Gran Maestro, tiene el deber de realizar todos
los actos que son de la competencia del Gran Maestro, su superior, en las ausencias
de este o por su delegado. Todos los Hermanos están obligados a prestar
obediencia a todas estas ordenanzas y a todos los gobernantes superiores y subalternos
de la Antigua Logia, en sus diversos empleos, con arreglo a las antiguas leyes
y reglamentos, y ejecutar las órdenes con respeto, afecto y actividad.

La Masonería en Escocia 1717

Es un hecho generalmente aceptado por los historiadores el que las Grandes Logias Especulativas actuales deben su estructura al sistema de Logias aprobado el 28 de diciembre de 1598 en Edimburgo, Escocia, en una reunión de Maestros Masones Operativos convocada y presidida por William Schaw, Maestre de Obra y representante de la Corona en todas las construcciones oficiales durante el reinado de Jacobo VI de Escocia y I de Inglaterra.

Este nuevo esquema de funcionamiento de las Logias fue recogido en un documento conocido desde entonces como Estatutos de Schaw. En estos Estatutos se dispone por primera vez en la historia una alianza de Logias, se crea un parlamento superior a ellas, se instituye un funcionario ejecutivo general de superior nivel jerárquico, que al principio se llamó Vigilante General, y se ordena que cada Logia lleve un registro escrito de sus actividades.

Posteriormente, la Gran Logia de Inglaterra, fundada en la ciudad de York en 1705, heredera de las viejas Logias Operativas, recoge la forma organizativa de los Estatutos de Schaw, pero denomina Gran Logia a la federación de Logias y Gran Maestro a su máximo dirigente. Aún hoy en día una Gran Logia o un Gran Oriente no es más que una Federación de Logias. Y por lógica, las asociaciones de estas se denominan Confederaciones.

Doce años después, en 1717, al crearse la Gran Logia de Londres se duplica el esquema estructural de la ciudad de York, con la diferencia de que acerca de ella no se han encontrado evidencias que permitan sostener la presencia, en alguna de sus cuatro Logias fundadoras, de un solo Masón Operativo. Es decir, de un hombre que se hubiera ganado el pan diario en el negocio de la construcción.

Para entonces, la situación en Escocia era diferente. En 1717 había en existencia por lo menos veinte Logias a lo largo de su territorio. Funcionaban Logias en Edimburgo, Kilwinning, Inverness, Dundee, Stirling, Perth, Aberdeen, Glasgow, y otras ciudades más pequeñas del país. Sin embargo, no debe entenderse que estas Logias escocesas eran la contraparte de aquellas cuatro Logias especulativas de Londres, puesto que la mayoría todavía estaban integradas en su totalidad por miembros operativos, es decir, por hombres que se ganaban la vida en la explotación de la edificación.

Para 1717, el uso de la piedra como material de construcción en Inglaterra había sido reemplazado en gran parte por el ladrillo, por lo menos en lo que concierne a edificios destinados a servir de residencias familiares, lo cual dio lugar a la declinación del negocio de los Masones.

Pero este no era el caso de Escocia, en donde la piedra continuó siendo utilizada como el principal material de construcción, y en consecuencia el mercado de la Masonería siguió siendo activo y brindando empleo al país. Como resultado, las Logias continuaron prosperando.

Esto explica, en gran medida, el porqué las Logias operativas escocesas seguían siendo activas después de que sus pares inglesas habían comenzado a declinar.

No obstante lo anterior, algunas de esas Logias escocesas contaban con un reducido número de miembros no operarios, es decir, de personas que no tenían ninguna conexión con el negocio de la edificación, y que habían ingresado a la Logia por curiosidad, como miembros honorarios, o quizás como patrón.

Prueba de ello, es que hasta 1717 la Logia de Edimburgo (St. Mary Chapel), había admitido a ochenta y ocho no operarios en su membresía desde 1634, y la Logia de Aberdeen había aceptado a unos doce universitarios antes de 1670. Pero hay que aclarar, que en ninguna de estas Logias los no operarios tomaron el control antes de 1717.

Un caso aislado, lo constituye una Logia que funcionó en Haughfoot, desde 1702 hasta 1764, en donde se encontró que ninguno de sus miembros era operario. Uno puede suponer que una Logia de tal condición, tenga sede en una ciudad importante, pero el hecho real es que Haughfoot era para entonces una aldea pequeña y lejana en la frontera entre Escocia e Inglaterra. El que una población chica, alejada del centro de poder económico y político, contara con una Logia especulativa en pleno funcionamiento es uno de los misterios de los Masonería escocesa aún no esclarecido suficientemente por los historiadores.

Una explicación podría ser, la de que abandonado el objeto social inicial por haber desaparecido los contratos de construcción, la Logia mantuvo ya sea por inercia o por apego a un pasado que evocaba con orgullo la costumbre de reunirse periódicamente, evolucionando con el paso del tiempo hacia una especie de tertulia que se ocupaba de asuntos diferentes que le llamaban su atención.

En todo caso, el negocio de la construcción en Escocia estaba bajo mayor control central que en Inglaterra. Los estatutos de Schaw de 1598 y 1599 mencionan tres Logias en Edimburgo, Kilwinning y Stirling, que estaban bajo el poder central y la supervisión del Rey de Escocia, al igual que las obras en esas tres regiones del país. De otras fuentes, parece probable asumir que sobre la Logias en St. Andrews, y Dundee y, posiblemente, Aberdeen, en el noreste del país, se ejercía un control similar.

La admisión de no operarios en las Logias escocesas es algo que todavía se está investigando. Al inicio, se dio probablemente como un gesto de agradecimiento dirigido a una persona que había ofrecido una buena cantidad de trabajo a la Logia y, por lógica, de utilidades pecuniarias. Más adelante pudo haber sido por curiosidad o posiblemente por un deseo nostálgico de pertenecer a una organización que estaba en cierto peligro.

Es posible que un motivo distinto atrajera a los primeros no operarios a las Logias Masónicas, pero lo cierto es que los investigadores siguen escudriñando las razones por las que comenzaron a girar las Logias, lenta pero seguramente, de un arte operativo hacia una sociedad especulativa.

Hacia 1717, el proceso de conversión de las Logias operativas en Logias especulativas en Inglaterra había avanzado lo suficiente como para permitir la fundación de una Gran Logia especulativa, que era una organización absolutamente desconocida hasta entonces. En Escocia el proceso no había avanzado igual, y no fue sino hasta 1736 en que los no operarios se encontraban lo bastante fuertes como para fundar una Gran Logia de Escocia a semejanza de la especulativa de Londres.

Estas circunstancias, unidas a la llegada de los Hannover al trono de Gran Bretaña, en 1714, que veían a la Masonería como una aliada tradicional de sus rivales, se confabularían para la aparición de la novedad especulativa inglesa que formalizaba la distancia con los Masones escoceses.

En 1717, las Logias operativas escocesas estaban principalmente integradas por constructores en piedra, y contaban con una minoría de no operarios. Si nos atemos a las evidencias registradas en las actas de las Logias, necesariamente debemos concluir que solamente se trabajaba en dos Grados (Aprendiz y Compañero).

Para estos años, a la Masonería escocesa le había surgido una rama especulativa que se había trasladado a Francia y Holanda y que giraba alrededor de la aspiración de Jacobo Estuardo de recuperar el poder en el Reino Unido. Este nuevo retoño continental del árbol escocés era esencialmente especulativo y tendría unos desarrollos inesperados en los próximos siglos.

Por su parte, las Logias escocesas en 1717 ejercían un control considerable sobre los contratos en el negocio de la construcción, en algunos aspectos equivalente a una unión gremial moderna. Cobraban las deudas, se ocupaban de las viudas y los huérfanos de sus miembros, y ejercían control sobre el tipo de edificios erigidos dentro de los límites de la ciudad. Aparte de la Logia en Haughfoot, las Logias escocesas de 1717 no permitieron que sus miembros no operarios tuvieran voz en el funcionamiento de la Logia. No fue, por ejemplo, sino hasta 1728 que la Logia de Edimburgo eligió un no operario para ocupar un cargo en ella.

Otra diferencia con lo que ocurría en Inglaterra, es que las Logias escocesas en 1717 no se reunían en tabernas sino en oficinas y edificios especiales. Algunos de ellos aún sobreviven, aunque muy pocos siguen sirviendo de punto de reunión a una Logia.

Uno de estos edificios, conocido como St. John Chapel, consagrado en la primera mitad del siglo XVIII, es el más antiguo en funcionamiento del mundo. Hoy pertenece a la Logia Canongate Kilwinning No. 2 y es un lugar que ha estado sin cambiar por más de doscientos cincuenta años. Muchos de los otros viejos edificios de las Logias escocesas del siglo XVII se han derrumbado en nombre del progreso. Para citar un solo caso, tenemos que el salón en el que se reunía la Logia de Edimburgo (St. Mary Chapel) fue demolido en 1787, después de haber sido construido en 1504.

Las Logias escocesas no parecen haber tenido documentos equivalentes a los famosos Antiguos Deberes (Old Charges), que tuvieron tan alta estima en Inglaterra. Por otra parte, las copias de los Estatutos de Schaw y de las Cartas de St. Clair deben ser colocadas junto con las copias de los Antiguos Deberes ingleses, ya que, en honor a la verdad, son documentos de igual o superior categoría histórica.

Queda mucho por estudiar y escudriñar en la historia de la Masonería en el Reino Unido, a la luz de sus coyunturas históricas y de las luchas por el trono entre las dinastías Tudor, Estuardo y Hannover, que se dieron en los siglos XVII y XVIII. Ya que si los Hannover no llegan al trono de Gran Bretaña en 1714, la historia de la Masonería sería distinta. Ellos y sus partidarios no solo cambiaron el rumbo de la Orden sino que además falsearon su historia pretérita y la propagaron y dividieron al compás de sus intereses imperiales.

Se expande la Masonería

A lo largo del siglo XVIII, en el viejo continente se pone de moda todo lo inglés, y en parte esto facilita la rápida creación de Logias en Europa. La curiosidad del público anglófilo es considerable y la predisposición favorable de numerosos miembros eruditos de la sociedad hace que la nueva institución se desarrolle y expanda por el mundo entero en unas pocas décadas.

En 1730 la Gran Logia de Londres poseía cerca de 100 Logias jurisdiccionadas en Inglaterra y el país de Gales, y había comenzado a incursionar en el exterior al fundar Logias en Madrid y Calcuta. Sin embargo se crearon Grandes Logias separadas en Irlanda (1725) y Escocia (1736).

El primer Masón de la Casa Real inglesa fue iniciado en 1737 cuando ingresó Frederick Lewis, Príncipe de Gales, hijo del rey George II, y en lo sucesivo la relación de la Masonería inglesa con la realeza ha sido estrecha hasta nuestros días. Eso ha determinado el que los Masones ingleses sean buenos súbditos y no buenos republicanos.

Aún hoy, es tan marcada la identificación con el régimen monárquico de la Gran Logia Unida de Inglaterra, que el trato protocolario correcto para su Gran Maestro es Su Alteza Real Príncipe Edward George Nicholas Paul Patrick, Duque de Kent, Gran Maestro. Algo exótico en países de tradición republicana y democrática.

El Duque de Kent, de acuerdo a información obtenida, nació en 1935, y fue educado en la exclusiva escuela de Eton y en Le Rosey, en Suiza. Es primo de la Reina Isabel II. Su padre que fue Gran Maestro entre 1939 y 1942, fue el cuarto hijo del Rey Jorge IV, y su madre, la Princesa Marina, era hija del Príncipe Nicolás de Grecia,

El Duque de Kent es Gran Maestro de la Gran Logia Unida de Inglaterra desde 1967, y de acuerdo a la costumbre, cuando este cargo lo ocupa un miembro de la familia real se nombra un funcionario adjunto con el título de Pro Gran Maestro, quien lo reemplaza en ocasiones especiales. Actualmente este cargo lo desempeña Spencer Douglas David Compton, 7º Marqués de Northampton, otro noble aristócrata.

El origen de la Gran Logia de Londres en 1717 choca enseguida con la oposición de la Gran Logia de Inglaterra fundada en la ciudad de York, en 1705, desde donde se le objeta su origen espureo y se le acusa de falsear la tradición, ya que esta última se considera a sí misma la Más Antigua y Honorable Fraternidad de Masones Libres y Aceptados de Inglaterra por cuanto su existencia derivaba directamente de Logias Masónicas legítimas -esas sí- herederas y continuadoras de las de constructores que se fueron llenando a través del siglo XVII de Masones Aceptados y no de extraños a ellas. Por esta razón la calificaban como Moderna.

La Gran Logia de Inglaterra, con sede en York acusaba específicamente a la de Londres de no trabajar de acuerdo con las viejas instituciones establecidas por un príncipe Edwin en York en el año 926, del que tampoco existe evidencia histórica sobre su real existencia.

En ese entonces, no se reclama ninguna condición de Regularidad.; más bien se apela a la antigüedad y a la honorabilidad, como indicadores de encadenamiento entre los antiguos Talleres Operativos y las nuevas Logias de Masones Aceptados. La tacha que se hacía era que ni la nueva Gran Logia de Londres, ni sus Masones, tenían correspondencia con el pasado de la Orden como eslabones de una misma cadena.

En 1738, comienza a perfilarse la presentación actual de la Masonería Moderna. El Grado de Aprendiz se divide para convertirse en dos: Aprendiz y Compañero, el primero contentivo de un discurso ético, y el segundo relacionado con la ciencia; y el Grado que venía conociéndose como de Compañero desde hacía seis siglos, pasa de ser el segundo a convertirse en el tercero con el nombre de Maestro. Igualmente se adopta para este último la leyenda de Hiram, y el nuevo líder de la Logia se titula Venerable Maestro.

Así se pretende dar un matiz religioso y profundizar la relación de la Orden con los relatos bíblicos.

El historiador Daniel Beresniak, del Gran Oriente de Francia, sostiene que hasta 1773, el título de Maestro de Logia era frecuentemente de índole patrimonial. Se vendían y se compraban Patentes de Maestros en las Grandes Logias exactamente igual a las Provisiones que se adquirían en el poder público para desempeñar cargos judiciales y militares.

En 1773, fecha de la fundación del Grand Orient de France (Gran Oriente de Francia), se estableció el principio, hoy uniformemente admitido, de no reconocer como Venerable Maestro de una Logia más que al Maestro elevado a esa dignidad por la elección libre de los miembros de la Logia. (artículo IV, sección I, Título I de las Constituciones del Gran Oriente de Francia).

El Gran Oriente de Francia nace como un cuerpo poderoso, influenciado por las luces filosóficas y diversas culturas especulativas. Hoy sabemos que no existió un complot Masónico en el origen de la Revolución Francesa, pero se reconoce que muchos Francmasones tuvieron participación en los eventos de ella, y que la influencia de las ideas debatidas en las Logias fue significativa. Estas huellas Masónicas en la Revolución también se reflejan en los modelos de funcionamiento y en muchos de los signos simbólicos adoptados por las nuevas instituciones. Además, La Marsellesa, una canción compuesta por el Masón Rouget de Lisle, y se transforma en el himno nacional de Francia.

La estructuración del cuerpo Masónico francés en el Grand Orient de France, en 1773, permitió federar, armonizar y codificar todas las estructuras y usos vigentes, lo que constituyó un avance considerable, decidido democráticamente por los delegados de las Logias. La gran mayoría de estos últimos se unifican bajo los auspicios de la Obediencia, excepto una "Grande Loge de Clermont" que, rechazando especialmente la elección de los Venerables Maestros, seguirá sola su camino durante varios años para finalmente fusionarse con la Obediencia en 1799, tras los acontecimientos revolucionarios.

El término Venerable, para distinguir al presidente de una Logia, es de origen francés y muy probablemente viene del lenguaje eclesiástico. Se introdujo con mucho éxito en la Masonería cuando ocupaba la Gran Maestría de la Gran Logia de Francia el nieto de Luís XIV, Luís de Borbón, Conde de Clermont, quien ocupó ese cargo desde el año 1743 hasta 1771. Es decir, durante los años de efervescencia francesa en que se definieron la mayor cantidad de las características que posee la Masonería que ha llegado hasta hoy.

En la segunda mitad del siglo XVIII, en Francia, la Masonería deja de ser un Club de hombres ilustrados para, contaminada con las ideas de los enciclopedistas, convertirse en caja de resonancia del Siglo de las Luces, participando en las concepciones que dieron pie a la Revolución Francesa, y en la posibilidad de nuclear a un grupo meritorio de jóvenes pertenecientes a la burguesía criolla americana, para que a partir de sus propios talentos y con la ideología libertaria que vehiculizaban las Logias continentales europeas, independizaran a casi todo el continente americano en las dos últimas décadas del siglo XVIII y las dos primeras del XIX.

La Independencia de EE.UU.

En 1765, el gobierno inglés de Jorge III cometió el error de aumentar los impuestos:

Estableciendo primero un impuesto del timbre, sello que tenían que llevar los documentos jurídicos y que fue suprimido; y después un impuesto sobre el té, que acabaría desencadenando la revolución.

En el puerto de Boston, un buque cargado de té fue saqueado por americanos disfrazados de pieles rojas. Ambos impuestos habían sido promulgados sin consultar a las colonias; Inglaterra trató de mantenerlos haciendo uso de la fuerza. Los colonos, considerándolos abusivos, se reunieron en el Congreso de Filadelfia y, tras proclamar la Declaración de Derechos (1774), se declararon independientes (1776). Habían nacido los Estados Unidos de Norteamérica.

La Declaración de Independencia, leída solemnemente en Filadelfia, constituye todavía hoy uno de los textos más innovadores y trascendentes de la historia contemporánea. En él quedaron proclamados los tres principios básicos que constituirían el lema de la Revolución Francesa: "libertad, igualdad y fraternidad ". De acuerdo con ello, los nuevos estados formaron una república, regida por un presidente y una asamblea o congreso, elegido ambos por todos los habitantes mayores de edad. Se había instituido, pues, un régimen democrático, fijándose los derechos y deberes de gobernantes y gobernados en una ley fundamental o Constitución.

El destino de la nueva nación se libró en una guerra con Inglaterra que fue difícil para los americanos durante los tres primeros años. Después, con la ayuda de franceses y españoles y conducidos por George Washington, lograron derrotar a su antigua metrópoli en Saratoga (1777) y Yorktown (1781). Dos años después se firmaba la Paz de Versalles por la que Gran Bretaña reconocía la independencia de los Estados Unidos.

"…Nosotros los representantes de los Estados Unidos de América, reunidos en Congreso general, acudimos al juez supremo del mundo para hacerle testigo de la rectitud de nuestras intenciones.

En el nombre y con el poder pleno del buen pueblo de estas colonias damos a conocer solemnemente y declaramos que estas colonias unidas son y por derecho han de ser Estados libres e independientes; que están exentas de todo deber de súbditos para con la Corona británica y que queda completamente rota toda conexión política entre ellas y el Estado de la Gran Bretaña, y que, como Estados libres e independientes, poseen pleno poder para hacer la guerra, concertar la paz, anudar relaciones comerciales y todos los demás actos y cosas que los Estados independientes pueden hacer por derecho. Y para robustecimiento de esta declaración, confiados a la protección de la Providencia divina, empeñamos unos a otros nuestra vida, nuestra fortuna y nuestro sagrado honor.

Tomás Jefferson, Benjamín Franklin, John Adams."

Tres años duro la guerra por la independencia norteamericana de sus trece colonias, que tuvo a su vez, un gran impacto en toda América. Casi doce años después llegó la Revolución Francesa que generó el Republicanismo y divulgó los axiomas masónicos de "Libertad, Igualdad, Fraternidad", cuyo eco atravesó el Atlántico llegando a exaltar, fuerte e irresistiblemente, el espíritu revolucionario en las colonias españolas de América.

El primer chispazo de revolución en Norte América se planificó, en 1773, en una placentera taberna de Boston llamada "El Dragón Verde", allí se reunía la logia Masónica de San Andrés o en ingles Saint Andrews (Eugen Lennhoff, Los Masones ante la Historia, Edit. Diana S.A. México 1983, Pág. 206).

Las ideas de libertad proclamadas por la masonería prendieron rápidamente en las trece colonias inglesas del Norte de América. Muy pronto las logias Masónicas de aquel territorio, se convirtieron en el foco y cuartel general de la revolución naciente contra la dominación de la Corona Británica en sus colonias.

Los firmantes del Acta Independencia de los Estados Unidos que eran masones fueron: Ellery, Franklin, Habncok, Hewes, Hooper, Paine, Stockton, Walton, Whipple; los que rubricaron los artículos de la nueva Confederación, de los trece delegados, nueve eran masones: Adams, Carroll, Dickinson, Ellery, Hancock, Harnett, Laurens, Roberdau y Bayard Smith; también los firmantes de la Constitución Estadounidense: Bedfor, Blair, Brearley, Broom, Carroll, Dayton, Dickinson, Franklin, Gilman, King, Mc Henry, Paterson y Washinton.

La gran mayoría de los congresistas que ratificaron dichos acuerdos eran igualmente miembros de la hermandad, lo mismo que prácticamente la totalidad de los altos mandos del ejército republicano.

La Revolución Francesa.

Las logias masónicas fueron en la Francia pre-revolucionaria, la correa de transmisión de las nuevas ideas. Es innegable que su aportación fue fundamentalmente ideológica y simbólica, aún cuando no hay pruebas objetivas, de valor para la historiografía, de que las logias prepararan los sucesos revolucionarios.

La divisa masónica "Libertad, Igualdad, Fraternidad", fue incorporada al acervo revolucionario. Los colores de la bandera republicana -azul, blanco y rojo-, proceden de los tres tipos de logias, procede de la escarapela tricolor ideada por Lafayette, francmasón y carbonario. El gorro frigio, símbolo de la república, es igualmente un símbolo masónico. El mismo himno de la revolución, "La Marsellesa", compuesto por el también masón Leconte de l'Isle, fue cantada por primera vez en la Logia de los Caballeros Francos de Strasburgo. Y así mismo, todo el simbolismo griego que adoptan los revolucionarios, al igual que el deismo naturalista de que hacen gala, puede encontrarse sin dificultad en las leyendas y temas masónicos.

La masonería como organización parece haber sido desbordada, como cualquier otra institución francesa de la época, por el discurrir revolucionario. Masones guillotinan a masones, rompiendo el juramento de fraternidad y ayuda mutua: Hebert es guillotinado con el beneplácito de Dantón, éste, a su vez, sube al patíbulo a instigación de Saint Just y Roberspierre -instaurador del "culto al ser supremo"- y sus cabezas rodarán al producirse la "reacción termidoriana", que dará origen al Directorio constituido por notorios masones como Fouché.

Finalmente, Napoleón Bonaparte, según algunas versiones iniciado durante la campaña de Italia en la Logia Hermes de rito egipcio y según otros, mucho antes, cuando era teniente en Marsella, pone término a todo este caos, nombrado Primer Cónsul y luego proclamándose Emperador. Napoleón impondrá a su hermano José Bonaparte "Pepe Botella", un hombre mucho más serio y responsable de lo que este mote popular deja pensar ya que era Gran Maestre de la Masonería francesa.

Los principios de la masonería triunfan más que la masonería en sí. Notorios masones protagonizan los sucesos revolucionarios, llevados por sus instintos y sus intereses, más que siguiendo un plan preestablecido y una planificación orgánica. Si existió una "conspiración masónica", el deber respecto a la verdad nos obliga a afirmar que no puede demostrarse.

El 11 de julio de 1789, el rey Luis XVI, actuando bajo la influencia de los nobles conservadores al igual que la de su hermano, el Conde D'Artois, despidió al ministro Necker y ordenó la reconstrucción del Ministerio de Finanzas. Gran parte del pueblo de París interpretó esta medida como un auto-golpe de la realeza, y se lanzó a la calle en abierta rebelión. Algunos de los militares se mantuvieron neutrales, pero otros se unieron al pueblo por el miedo a lo que les podría suceder.

El 14 de julio el pueblo de París respaldó en las calles a sus representantes y, ante el temor de que las tropas reales los detuvieran, asaltaron la fortaleza de la Bastilla, símbolo del absolutismo monárquico pero también punto estratégico del plan de represión de Luis XVI, pues sus cañones apuntaban a los barrios obreros. Tras cuatro horas de combate, los insurgentes tomaron la prisión, matando a su gobernador, el Marqués Bernard de Launay. Si bien sólo cuatro presos fueron liberados, la Bastilla se convirtió en un potente símbolo de todo lo que resultaba despreciable en el antiguo régimen. Retornando al Ayuntamiento, la multitud acusó al Alcalde Jacques de Flesselles de traición, quien recibió un balazo que lo mató. Su cabeza fue cortada y paseada por la ciudad clavada en una pica, naciendo desde entonces la costumbre de pasear en una pica las cabezas de los decapitados, lo que se volvió muy común durante la Revolución.

La Revolución se fue extendiendo por ciudades y pueblos, creándose nuevos ayuntamientos que no reconocían otra autoridad que la Asamblea Nacional Constituyente. Los campesinos dejaron de pagar impuestos y destruyeron castillos y todo lo que simbolizara al feudalismo. La Asamblea Nacional, actuando detrás de los nuevos acontecimientos, suprimió por ley las servidumbres personales (abolición del feudalismo), los diezmos, y las justicias señoriales, que ya habían sido suprimidos de hecho por el campesinado, instaurando la igualdad ante el impuesto, ante penas y en el acceso a cargos públicos. El rey, junto con sus seguidores militares, retrocedió al menos por el momento. Lafayette tomó el mando de la Guardia Nacional de París y Jean-Sylvain Bailly, presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, fue nombrado nuevo alcalde de París. El rey visitó París el 27 de julio y aceptó la bandera tricolor.

Sin embargo, después de esta violencia, los nobles, no muy seguros del rumbo que tomaría la reconciliación temporal entre el rey y el pueblo, comenzaron a salir del país, algunos con la intención de fomentar una guerra civil en Francia y de llevar a las naciones europeas a respaldar al rey. Éstos fueron conocidos como los émigrés (emigrados).

La insurrección y el espíritu de poder popular siguieron extendiéndose por toda Francia. En las áreas rurales se llevaron a cabo actos de quema de títulos sobre tierras, y varios castillos y palacios fueron atacados. Esta insurrección agraria se conoce como La Grande Peur (el Gran Miedo).

El 4 de agosto de 1789, en la llamada "Noche de la locura", la Asamblea Nacional Constituyente abolió el feudalismo, eliminando las prebendas que recibía el clero y los derechos señoriales de la nobles (como, por ejemplo, el privilegio de no pagar impuestos que tenían). En cuestión de horas, los nobles y el clero perdieron sus privilegios. El curso de los acontecimientos estaba ya marcado, aunque tardo cuatro años la implantación del nuevo modelo.

La revolución se enfrentó duramente con la Iglesia Católica que paso a depender del Estado. En 1790 se eliminó la autoridad de la Iglesia para imponer impuestos sobre las cosechas, se eliminaron también los privilegios del clero y se confiscaron los bienes de la Iglesia. Bajo el Antiguo Régimen la Iglesia era el mayor terrateniente del país. Más tarde se promulgó legislación que convertía al clero en empleados del Estado. Éstos fueron unos años de dura represión para el clero, siendo comunes la prisión y masacre de sacerdotes en toda Francia. El Concordato de 1801 entre la Asamblea y la Iglesia finalizó este proceso y establecieron normas de convivencia que se mantuvieron vigentes hasta el 11 de diciembre de 1905 cuando la Tercera República sentenció la separación definitiva entre la Iglesia y el Estado. El viejo calendario gregoriano, propio de la religión católica fue anulado por Billaud-Varenne, en favor de un calendario republicano y una nueva era que establecía como primer día el 22 de septiembre de 1792.

La independencia del Perú, Venezuela, Argentina, Colombia y otros Pueblos de América del Sur.

La participación de masones en la lucha por la independencia de los países de América del Sur esta evidenciado a través de: Francisco de Miranda, Militar y Político; Gustavo Córdova Valenzuela, Docente Universitario y Periodista; el Gral. José Francisco De San Martín, Masón y Estadista; El Gral. Simón Bolívar, Masón y Libertador; El Gran Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre y Alcala, Triunfador en la Batalla de Junín y Ayacucho; Bernardo O´Higgins Riquelme, Político y Militar. La independencia de los Pueblos de América Latina, ha sido una de las grandes contribuciones de los masones para la vida democrática y por tanto civilizada de nuestro tiempo, a pesar de que en esta misma América Morena, de tanto en tanto, se haya retrocedido a períodos de Tiranía y Opresión.

El Precursor Francisco de Miranda inspiró la fundación de la benemérita Logia "Lautaro", que funcionaba en Cádiz, España, donde se iniciaron San Martín y Bernardo O"Higgins, mientras que Simón Bolívar pertenecía a la Logia "Caballeros Racinales", ambas funcionaban en Cádiz.

Más tarde José de San Martín fundó en Buenos Aires, Argentina, otra logia "Lautaro", en recuerdo de la sociedad secreta de Cádiz. Después hizo lo mismo en Santiago de Chile y Lima, donde las logias "Lautaro" fueron semillero de patriotas en la lucha por la independencia. (Historiadores: Julio Manzini, Villa Urrutia y Américo Carcinelli)

Los masones que participan en la Independencia de los países de Sudamérica, constituyen una pleyade a los que sumamos: José Gabriel Condorcanqui "Tupac Amaru", Mateo Pumacahua, Francisco de Zela, los hermanos Catari, Julian Apaza "Tupac Catari", Mariano Moreno, Santiago Nariño, Andrés Bello, Luís Méndez, José Miguel Carrera, Tomas Guido y Manuel Belgrano, que bebieron del fuego idealista de Miranda y fue sellada en la Batalla de Ayacucho. Estos héroes de mil batallas, llevaban junto a la espada, lanza o fusil, el Mandil, la Escuadra y el Compás.

San Martín, después de proclamar la Independencia del Perú, tras haber demostrado ser un excelente estratega militar al remontar los Andes para llegar a Chile y desde allí caer en las trincheras mismas del poderoso ejército español en el Perú, ejerció durante un poco más de un año el Gobierno del Perú con el cargo de Protector, demostrando dotes de estadista al preocuparse en ese breve tiempo, a la par de las campañas militares; de la educación y la cultura futura del Perú, y evidencia ser un hombre Ilustrado, lo cual se puede apreciar en el texto del Decreto de creación de la Biblioteca Nacional y sus disposiciones para adoptar nuevas formas de educación. Para ilustrar lo dicho, transcribimos el texto integro del Decreto de Creación de la Biblioteca Nacional: "Convencido sin duda el gobierno español de que la ignorancia es la columna más firme del despotismo, puso las más fuerte traba a la ilustración del americano, manteniendo su pensamiento encadenado para impedir que adquiriese el conocimiento de su dignidad. Semejante sistema era muy adecuado a su política; pero los gobiernos libres, que se han erigido sobre las ruinas de la tiranía, deben adoptar otro enteramente distinto, dejando seguir a los hombres y a los pueblos su natural impulso hacia la perfectibilidad. Facilitarles todos los medios de acrecentar el caudal de sus luces, y fomentar su civilización por medio de establecimientos útiles, es el deber de toda administración ilustrada. Las almas reciben entonces nuevo temple, toma vuelo el ingenio, nacen las ciencias, disípense las preocupaciones que cual una densa atmósfera impiden a la luz penetrar, propagase los principios conservadores de los Derechos Públicos y Privados, triunfan las leyes y la tolerancia, y empuña el cetro, la filosofía, principio de toda libertad, consoladora de todos los males, y origen de todas las acciones nobles.

Penetrando del influjo que las letras y las ciencias ejercen sobre la prosperidad de un Estado por tanto declaró:

1ero Se establecerá una Biblioteca Nacional en esta capital para el uso de todas las personas que gusten concurrir a ella.

2do El Ministerio de Estado en el Departamento de Gobierno, bajo cuya protección queda este establecimiento, se encargará de todo lo necesario de su planificación. (Dado en Lima a 28 de Agosto de 1821 2do de la Libertad de Perú). Firmado: José de San Martín y Juan García del Rió (Gaceta del Gobierno de Lima Independiente, Tomo I Nº 15, pág. 68).

Posteriormente el 6 de Julio de 1822, creó la Escuela Normal bajo la Dirección del Pedagogo Inglés Diego Thompson, aplicándose el método Lancasteriano o de "Enseñanza Mutua" para preparar a los maestros de primeras letras.

San Martín demostró ser un Masón enterizo por su desprendimiento al renunciar ante el Congreso constituyente que inauguró en Septiembre de 1822, con las siguientes palabras: "Si mis servicios por la causa de América merecen consideración al congreso, yo los represento hoy, solo con el objeto de que no haya un solo sufragante que opine sobre mi continuación al frente del gobierno, al deponer la insignia que caracteriza al jefe supremo del Perú, no hago sino cumplir con mis deberes y con los votos de mi corazón. Si algo tienen que agradecerme los peruanos es el ejercicio del Supremo Poder, que por el imperio de las circunstancias me hizo obtener. Hoy que felizmente los limito, yo pido al ser supremo el acierto, luces y tino que necesita para hacer la felicidad de sus representados. ¡Peruanos! desde este momento queda instalado el Congreso soberano y el pueblo reasume el Poder Supremo en todas sus partes".

Por otra parte Javier Agüero Vega, Gran Canciller Gran Logia Mixta de San Juan – Oriente del Perú en su artículo titulado Masonería Oficiosa y Masonería Histórica del Perú nos da a conocer que: Es evidente que el ingreso de San Martín a la ciudad de Lima no fuera necesariamente después de la medianoche, sino más bien después de una reunión logial entre masones peruanos y españoles.

Y refiriéndose a la reunión que sostuvieron San martín y Bolívar dice: La particular privacidad de a puerta cerrada de la reunión en Guayaquil entre San Martín y Bolívar es una manera discreta de decir que fue a cubierto de toda indiscreción profana. Fue por esta calidad de reunión masónica que primó en la decisión acordada por los asistentes el más alto grado masónico de Bolívar sobre el de San Martín y no precisamente las razones ni los argumentos presentados, ya que San Martín tenía el Grado Filosófico 7° mientras que Simón Bolívar el Grado Filosófico 30°.

También se afirma que la capitulación fue firmada la noche anterior en un trabajo logial conjunto donde se acordó además que los hermanos se reconocieran con los signos que le son comunes. La versión de la firma previa de la capitulación adquiere visos de autenticidad porque La Serna fue herido precisamente en la mano derecha quedando imposibilitado de firmar en el campo de batalla.

La costumbre de los nombres y otros aspectos de las logias

La costumbre inicial, en la primera mitad del siglo XVIII, era la de colocar a las Logias el mismo nombre del local en donde se reunían, recuerden los nombres de las primeras logias inglesas donde se dio inicio a las logias especulativas, un ejemplo adicional al inglés, lo constituye la primera Logia especulativa fundada en España, la cual recibió el título Logia de Las Tres Flores de Lis, debido a la taberna en que se congregaba en la calle Ancha de San Bernardo número 17, de Madrid.

Es en Francia, en donde se comienzan a bautizar las Logias con nombres evocadores de un valor, un personaje o un acontecimiento.

Difundida la nueva Masonería en Francia, en plena efervescencia emancipadora del siglo XVIII, la Orden es sometida a un período de grandes innovaciones. Hacia 1740 llegan a ella algunas corrientes de pensamientos herméticos y de influencia caballeresca y monástica con un gran impacto, lo cual va a derivar, en el empleo de la espada en las ceremonias, el cambio en la solemnidad de la iniciación (de un juramento se pasa a un psicodrama), y en el enriquecimiento lingüístico del discurso Masónico. También se confiere a la ceremonia de recepción innovaciones fundamentales: gabinete de reflexión, viajes y pruebas por los elementos, cambia el mandil, el caminar en cuadratura, etc.

La creatividad de los Masones en Francia ya sean franceses, ingleses o escoceses residentes en París de mediados del siglo XVIII, es tan fecunda que aparecen una gran diversidad de Ritos. La Masonería vive su libertad más grande, y se crean Logias con perfiles específicos y fines propios: surgen las académicas, femeninas, militares, navales, itinerantes, políticas, mixtas, etc. Es el período de mayor esplendor especulativo de la Orden, en el cual se adoptan (o se contribuye con su fortalecimiento) las ideas liberales, y la libertad de pensamiento y de conciencia, que han sido su orgullo, hasta que llegan los anglosajones, desde principios del siglo XIX, con sus pretensiones de instaurar un pensamiento único.

Mientras tanto, en Inglaterra, en el año de 1760, la Gran Logia de Londres, acogiendo la propuesta de William Preston, lleva a cabo otra reforma a la utilería de las Logias que sería fuente de agrias discusiones entre los Masones del mundo entero hasta nuestros tiempos: adopta como una de las luces de los Talleres a la Biblia.

En la Masonería Operativa no se encuentran vestigios de que se trabajara frente a la Biblia ni de cara a un Libro de la Ley Sagrada. Ni siquiera se le utilizaba al momento de prestar el juramento de ingreso. En cambio, sí se encuentran referencias documentales acerca de la dotación de las Logias con un Libro de la Ley, el cual contenía los Antiguos Deberes y las reglas los Old Charges sobre los que prestaban su juramento los Francmasones Operativos. Es decir algo más secular e irreligioso.

Ni en las Constituciones de Anderson de 1723, ni en las reformas de 1738, se menciona algo sobre la presencia de un Libro Sagrado en las Logias. En los altares de los Francmasones Operativos solo se encontraban los útiles de trabajo: la regla, la escuadra y el compás. Estas eran sus luces y se constituían en herramientas indispensables para las reuniones.

El historiador O. Wirth, afirma con acierto que la Biblia conserve todo su prestigio ante aquellos espíritus religiosos que buscan en ella la palabra de Dios, haciéndola, a la par, la guía infalible de su fe; pero semejante veneración está muy lejos de poder imponerse racionalmente y constituye una característica anglosajona de la que no participan las razas latinas. Los Masones anglosajones quisieron tener su Masonería particular y renunciaron al universalismo proclamado en 1723. No hay respuesta cierta. Pero no debemos los Masones prolongar por más tiempo el uso de un libro y un concepto que no nos pertenece.

En las postrimerías del siglo XVIII, la Masonería inglesa viviría una experiencia que marcaría sus destinos para siempre, así como su relación con la Masonería extranjera. La estela de la Revolución Francesa de 1789, llevó al Parlamento de Londres a la aprobación de una serie de leyes dirigidas a contener las ideas libertarias y antimonárquicas francesas, así como a los sindicatos, clubes políticos y organizaciones subversivas. De acuerdo con información oficial del Gran Oriente de Francia en ese país funcionaban en 1789 cerca de 3.000 Logias Masónicas que agrupaban a un poco más de 30.000 Masones, lo cual para la época era un número importante. En 1799, el Parlamento británico prohibió terminantemente las reuniones de aquellos grupos que requirieran a sus miembros tomar un juramento o una obligación, entre ellos la Masonería. Para conjurar el peligro de extinción, Earl de Moira (Gran Maestro de la Gran Logia de Londres) y el Duque de Athol (Gran Maestro de la Gran Logia de Inglaterra) usaron su cercanía con la nobleza y la aristocracia inglesa y visitaron al primer ministro (William Pitt, que no era Masón) para explicarle que la Masonería era partidaria de la ley y de la autoridad legalmente constituida y que se dedicaba al trabajo caritativo. Consecuentemente, la Masonería fue eximida de los términos de la ley mencionada a condición de que cada secretaría de las Logias, una vez al año, aportara a la autoridad local la lista de sus miembros junto con sus edades, profesiones y direcciones.

Esa disposición que continuó vigente hasta 1967, en que fue rescindida por el Parlamento, obligó a la Masonería inglesa a no ser progresista, servir a los intereses del imperio británico, apoyar la monarquía, mantener buenas relaciones con la iglesia Anglicana, y a distanciarse de la Masonería que propugna por la libertad, la igualdad y la fraternidad, cuyo eje conceptual se sitúa en los avatares de la Revolución Francesa y la independencia de las colonias americanas.

Desde entonces en el Reino Unido ha existido desconfianza hacia los Masones ya que consideran los súbditos británicos que podrían estar actuando en asuntos públicos en desarrollo de acuerdos secretos. Esta circunstancia siempre ha sido una piedra en el zapato para los Masones que ocupan cargos oficiales.

Recientemente, y con un gran despliegue, el periódico inglés The Times, en su edición del día 6 de abril de 2006, publicaba la noticia de que el Tribunal Supremo de la Gran Bretaña, por intermedio del juez Timothy Newman, determinó el día anterior en una sentencia histórica, que la Masonería no provoca colusión de poderes en la toma de decisiones. Para el magistrado británico, aquellos Masones que ejerzan funciones públicas no deben dejar de tomar decisiones cuando traten casos en que se vean involucrados otros Masones y además negó que los mecanismos discretos de ese grupo sean una influencia negativa para la sociedad, afirmando en el veredicto que La Masonería no es una religión y aunque sus miembros se llaman entre ellos Hermanos Masones., están sujetos a las leyes y principios británicos.

Es de esperar que este fallo del Tribunal Supremo de la Gran Bretaña le otorgue mayor margen político y social a los Masones ingleses para hacer los cambios urgentes que se le exigen y que ya son comunes en otras latitudes.

Pero, en realidad ¿en qué ocupaban las Tenidas esos Masones de principios del siglo XVIII en los que no existían ni los manuales de Lavagnini, ni las enciclopedias de Lorenzo Frau Abrines y Albert Gallatín Mckey, ni las publicaciones de André Cassard, ni se habían inventado los Ritos, ni la Biblia estaba frente a ellos, ni nadie hablaba de Hiram, ni se usaban espadas con actitudes caballerescas?

Los Libros de Actas conservados hasta la fecha nos muestran que las Planchas presentadas, incluso por los aprendices tratan de las ideas en boga entre los pensadores de principios del siglo XVIII: la felicidad, la virtud, la sociabilidad, y nada se menciona sobre el templo de Jerusalén o el caso de Hiram.

Habrá que esperar hasta la segunda mitad del siglo XVIII, en Francia, y la multiplicación de los altos grados para ver la llegada a la Orden de varias corrientes esotéricas, así como la versión que sostiene que la Masonería Moderna desciende de la Orden de los Templarios que asoló y desangró la Palestina del siglo XII en nombre de la cristiandad occidental europea dirigida por el Papa católico, como hoy también lo hace el ejército americano para apropiarse de la riqueza de los pueblos del Medio Oriente, a costa de ahogar en su propia sangre a sus legítimos propietarios.

La irrupción de los denominados Altos Grados correspondientes al Rito Escocés Antiguo y Aceptado, que es el más difundido geográficamente por el mundo, podemos situarla (permitiéndonos cierta licencia porque el tema es materia de discusión) a partir de los dos célebres discursos, escritos con muy dudoso rigor histórico, por el Caballero de Ramsay, que introdujo lo que podríamos llamar la Hipótesis Templaría, la cual resultó ser mucho más atractiva para la nobleza del siglo XVIII que el carácter burgués de las antiguas Corporaciones de Oficio.

El primero de estos dos discursos fue pronunciado en 1736 en la Logia parisina St. Thomas No. 1, que es la primera fundada en Francia por nobles ingleses en 1725. El segundo, en 1737, lo leyó ante una asamblea general de la Orden francesa.

Dentro del sistema de 33 Grados del Rito Escocés Antiguo y Aceptado
tienen un claro matiz Templario los Grados 18, 25, 26, 27 y 30, e influencias
visibles los Grados 16, 17, 29 y 32. En total 9 Grados de 33, lo que representa
cerca del 30% de su contenido.

Los ritos

La efervescencia creativa del siglo XVIII trajo también consigo una organización del método Masónico que no había existido antes. La aceleración en el crecimiento del número de las Logias y del de los Masones, sobre todo en Francia, España y Alemania, llevó a los Talleres a hombres provenientes de muy diversas extracciones ideológicas, que van desde las metafísicas hasta las racionales.

En Francia, los partidarios de la familia real escocesa de los Estuardo, desplazados del trono inglés por los Hannover, y emigrados a París, fueron los grandes impulsadores de los llamados Altos Grados. Masónicos. De hecho, a las Logias en que se practicaban se les comenzó a conocer como Escocesas y correspondían a lo que hoy denominamos, dentro del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, Logias de Perfección.

Para ser admitido en una de esas Logias Escocesas, en la segunda mitad del siglo XVIII se requería no solo ser miembro activo de una Logia simbólica, sino además haber ocupado, por lo menos, uno de sus tres cargos principales.

Por la circunstancia particular de que tradicionalmente los Maestros Masones Escoceses acostumbraban usar el color rojo, este color pasó a ser el de las Logias Escocesas, y como los Maestros ingleses se decoraban con un cordón azul se fue generalizando la denominación de Logias Azules para las que se ocupaban de los tres primeros Grados simbólicos. La costumbre ha llegado hasta el siglo XXI.

Pero a la vez que se distinguió a las logias por colores, también llegaron miembros con diferentes creencias, misticismos y corrientes esotéricas, de esta forma llegaron a la Orden los Rosacruces, los que afirmaban descender de los Templarios, los que venían de pelear con los curas, los netamente racionales, los platónicos, los pitagóricos, los de la Cábala, los dionisíacos, los herederos de los Misterios de Isis y Osiris del antiguo Egipto, los iluminados, los alquimistas, los hugonotes, los teósofos, los ateos, los deístas, los teístas, los agnósticos, y un largo etcétera.

Lo cierto es que ninguna de estas corrientes de opiniones y de creencias o no creencias, sobre la mortalidad o inmortalidad de la vida, o sobre la existencia de un alma que sobrevive a la muerte biofísica, o sobre una figura suprema creadora, controladora y/o reguladora del universo, nace y surge de la Masonería, sino que llegan a ella tardíamente como por aluvión, y se le incorporan como un afluente lo hace a un río.

La forma en que la Masonería del siglo XVIII solucionó las diferencias conceptuales de sus miembros, en medio de este maremagnum ideológico, fue estructurando espontáneamente sistemas de Grados, más o menos eclécticos, con contenidos diferentes a los tres que acababa de concebir, cada uno con una orientación específica y un encadenamiento particular.

Poco a poco, estos Grados, y sus sistemas, se fueron juntando hasta que finalmente se nuclearon en asociaciones denominadas Ritos, con diferentes extensiones. Existen, y han existido desde entonces, Ritos de 3, 5, 7, 9, 33, 99 Grados, etc.

El término Rito deriva etimológicamente de la palabra latina Ritus, que designaba un formalismo o algo convencional. Desde la antigüedad existían algunas prácticas a las que se le imponía que fueran realizadas solemnemente con el fin de que se grabaran en la imaginación. Los gobernantes procuraban la repetición de gestos, coros, signos, símbolos, palabras, canciones, etc., para crear acondicionamientos uniformes en la realización de prácticas colectivas denominadas Ritos.

En la historia se conocen ritos religiosos, jurídicos, militares, familiares, morales, etc., entre otros: La Masonería no escaparía a esta disciplina.

Un Rito, para ser eficaz en la transmisión de una influencia, debe contener fórmulas y procesos vivénciales que den ritmo y armonía, así como consistencia, permanencia, unidad, pertinencia y particularización, además de condiciones y experiencias grupales sensitivas.

Partes: 1, 2, 3, 4
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