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Reflexiones en torno al dialogo judeo cristiano (página 2)




Enviado por Marcos Cynowiec



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La predicada abominación de cuerpo como matriz del pecado, no puede sino remitirme al "Cantar de los Cantares" libro ingresado en el canón bíblico efectuado en el siglo II (d.c) por el Sanedrín de Yabne. Este libro como muchos otros que fueron exluídos, fue objeto, como ya fue señalado, de arduas discusiones entre los sabios de Israel. Al respecto sostuvo Rabí Akiva, uno de los más ilustres eruditos de la época, que si bien cabía discutir la santidad del Eclesiastés, no correspondía hacerlo en relación al "Cantar de los Cantares. "No hubo en el mundo, solía decir, otro día tan grandioso como aquel en que fue dado el Cantar de los Cantares". Si bien su texto fue interpretado como una alegoría del amor de Dios por Israel, no podemos prescindir de las palabras ni la belleza de ese poema de amor y sensualidad : "¡Que me bese con besos de su boca! Mejores son que el vino tus amores, qué suave el olor de tus perfumes; tu nombre es aroma penetrante por eso te aman las doncellas. Llévame en pos de ti:¡Corramos! Méteme rey mío en tu alcoba, disfrutemos juntos y gocemos, alabemos tus amores más que el vino. ¡Con razón eres amado! ¡ La voz de mi amado! Miradlo, aquí llega saltando por montes, brincando por lomas. Es mi amado como una gacela, parecido a un cervatillo." ( Cantar de los Cantares) –

En fin, Pablo, un genio religioso, abrió las puertas al nacimiento
de una nueva religión, el cristianismo, que si bien conservó los
aspectos esenciales de la ética judía, en su encuentro con la
filosofía griega, comenzó la aventura de la ortodoxia y fue perdiendo
la memoria del sufrimiento concreto del individuo (memoria passionis) tan intensamente
arraigado y proclamado por el profetismo judía.

El Judeo Cristianismo

La pequeña comunidad Judeo cristiana de Jerusalén, la "iglesia de Jerusalén", como es conocida, se mantuvo fiel a al mensaje de Jesús al tiempo que mantenía fervorosamente la observancia de la Ley y la espera de la inmediata llegada del Reino.

Un testimonio vibrante de esa espera es la epístola de Santiago dirigida a sus hermanos de las doce tribus en la diáspora en la que reitera el tema de los pobres y los ricos y la bienaventuranza de los primeros y la desdicha de los últimos cuando llegue el Juez Supremo. Se diferencia claramente de Pablo al proclamar "¿De que sirve hermanos míos que alguien diga que tiene fe? Si no tiene obras, podrá salvarlo la fe?" Pero lo fundamental en esa carta de Santiago es resaltar la esperanza de la inmediata llegada del Señor: "Tened pues paciencia hermanos hasta la venida del Señor…fortaleced vuestros corazones porque la venida del Señor está cerca. No os quejéis hermanos, mirad que el Juez está ya en las puertas. Tomad hermanos como modelo de sufrimiento y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor. Mirad como proclamamos felices a los que sufrieron con paciencia. Habéis oído la paciencia de Job y sabéis el final que el Señor le dió. Porque el Señor es compasivo y misericordioso". (Santiago 5-7).

Toda la literatura cristiana de los dos primeros siglos tiene la impronta del judeo cristianismo. Dejaron una rica herencia literaria y epistolar que influiría notablemente sobre las primeras comunidades cristianas. Sin embargo los escritos judeo cristianos se hallan contenidos en restos fragmentarios o transformados en escritos tardíos que sólo son reconocibles cómo tales por su estilo.

Las cartas Clementinas son quizá la fuente más importante para conocer la concepción doctrinal de los judeo cristianos aparecida en los siglos II y III. La carta a los corintios de Clemente de Roma es un claro ejemplo de de esa literatura. Clemente de Roma, a quién consideran acompañante de Pablo en su misión evangélica, fue un ebionita que llegó a ser obispo de Roma (año 96) y como tal el tercer pontífice de la Iglesia Cristiana (según Eusebio de Cesárea).

En la misma línea se encuentran los textos del Pastor de Hermas de mediados del Siglo II, la Didajé, manual de catequésis de contenido ético que hace referencia a los dos caminos, doctrina de clara filiación judía.

Como dice Etienne Gilson, uno de los más ilustres medievalistas católicos ("La filosofía de la Edad Media" Editorial Gredos S.A., Madrid 1965) "La visión cristiana del universo queda fijada en líneas generales desde el primer cuarto del siglo II. Se la podría llamar judeo cristiana sin inexactitud porque es la misma que el cristianismo había heredado del Antiguo Testamento"

En efecto, la comunidad judeo cristiana ," una comunidad autónoma de creyentes cristianos profundamente arraigada en la fe bíblica y sinceramente solidaria con los destinos del pueblo elegidos de Israel" es la que define el perfil del primer cristianismo (Montserrat Torrents "La Sinagoga Cristiana", Editorial Trotta, Madrid 2005 ).

Los paganos con una sólida cultura griega, que se convierten al cristianismo, como Tertuliano, Irineo de Lyon , Justino , Minucia Félix y otros, no encuentran en la filosofía las respuestas que sí encontraron en el mensaje cristiano, pero naturalmente no pudieron renunciar a su estructura intelectual y le dieron a la nueva fe una dimensión que la separaba cada vez más del tronco del que nació.

El distanciamiento entre el cristianismo judío y el cristianismo gentil se ahondaba cada vez más. Pronto el judeo cristianismo se vio envuelto entre el rechazo judío que los consideraba una apostasía y el hostigamiento de la nueva iglesia, que los consideraba herejes. Los Padres de la Iglesia, llegados desde el mundo helénico al cristianismo plantearon cómo tema central la doctrina de la sustitución; la iglesia de las naciones sustituye a la sinagoga que ha rechazado a Cristo. En "Adversus Judaeos" del pseudo Cipriano, una homilía latina de fines del siglo II, recuerda los beneficios que Dios ha concedido a los judíos, pero ellos no han sido fieles. Por ello Dios ha roto la Alianza que había establecido con ellos y ha establecido una nueva alianza con los paganos. Sin embargo la posibilidad de conversión sigue abierta para los judíos, pero mientras tanto éstos son despojados a la vez de su herencia temporal y espiritual" ( Jean Danielou "Los orígenes del cristianismo latino" Ediciones Cristiandad, Madrid 2006)

Tertuliano a su vez combate al judeo cristianismo con el propósito de desprender al cristianismo de sus atavismos judíos y concederle título de nobleza a la tradición latina. Esta reacción de Tertuliano no se comprende sino en el marco de la gran influencia que tenía el judeo cristianismo en su Cartago natal. Tertuliano pretendió, cómo se dijo, separar el mensaje cristiano de su revestimiento judío y evitar que el cristianismo se prestara a la crítica de los paganos por los aspectos místicos que presentaba su versión cristiano judía (Danielou, obra citada).

Irineo de Lyon se refiere brevemente a los judeo cristianos en su "Adversus Haereses" (Contra los Herejes) diciendo: "Los llamados ebionitas admiten ciertamente que el mundo ha sido creado por el verdadero Dios, pero en lo concerniente al Señor profesan las mismas doctrinas que Cerinto y Carpócrates. Utilizan únicamente el evangelio según Mateo y rechazan al apóstol Pablo acusándolo de apostatar de la ley. Se aplican con gran minuciosidad a exponer las profecías. Se circuncidan y preservan en las costumbres propias de la ley y en el modo de vida judío hasta el punto de venerar a Jerusalén puesto que la consideran la casa de Dios".

Justino mártir, uno de los primero Padres Apologistas, pagano de cultura griega, convertido al cristianismo, escribe en el "Diálogo con el judío Trifón" sobre el problema de la salvación a propósito de una pregunta que le formula éste último, si hay salvación para quien quiere guardar la ley mosaica pero reconociendo que Jesús es el Cristo, creyéndole y obedeciéndole. Justino le contesta: "Yo no convengo con ellos, que si por la flaqueza de su inteligencia siguen aún guardando lo que les es posible la ley de Moisés, aquello que sabemos fue ordenado por la dureza de corazón del pueblo, cómo juntamente con ello esperan en Cristo, y quieren guardar lo que eterna y naturalmente es justo y piadoso .deciden convivir con los cristianos y creyentes y no intenten, como dije, persuadir a los demás de circuncidarse como ellos, y a guardar el sábado y prescripciones de la ley. Estoy con los que afirman que se les debe recibir y tener con ellos comunión en todo cómo hombres de nuestro Señor y hermanos en la fe. Aquellos ¡ oh Trifón, de vuestra raza que dicen creer en Cristo pero pretenden obligar a todo trance a los que han creído en Él de todas las naciones, a vivir conforme a la ley de Moisés, o no se deciden a convivir con estos, a éstos digo, tampoco yo los acepto como cristianos"

Los judeo cristianos pervivieron hasta el siglo IV. No pudieron resistir el embate de la ortodoxia triunfante en el seno del cristianismo ni el rechazo y la condena del judaísmo, de lo cual hay huellas el el Talmud. Según Dubnow, Para evitar la influencia del judeo cristianismo entre los judíos fieles, porque también entre éstos últimos había palidecido la idea del Mesías político, se impuso en la época del Patriarca Gamaliel II una oración especial referente a los "mínim" (sectas), oración que se habría incorporado al shmoné esré, las dieciocho oraciones, que un judío piadoso, aún hoy, reza todo los días, y que seguramente comenzaba con éstas palabras " y para los minim no haya esperanza". El texto actual, que se modificó en el medioevo, dice así: "Y no haya esperanzas para los difamadores" (Simón Dubnow, obra citada Tomo III-pags. 53 y ss.)

David Flússer, evocando a los judeo cristianos con especial benevolencia, dice: "¿ Tenían entonces razón las diversas sectas judeo cristianas al pensar que viviendo al estilo judío seguían la voluntad de Jesús? A pesar de que la Sinagoga los consideró herejes y la Gran Iglesia los consideró extraviados, estos judíos continuaron viviendo con la firme convicción de ser ellos los únicos que realmente custodiaban la herencia de su maestro y, por consiguiente los únicos también que había captado el verdadero significado del judaísmo. Por eso, rebasados por la historia, poco a poco la predicación de Jesús se convirtió entre ellos en una rígida caricatura apologética. Todavía en el siglo X los encontramos en los alrededores de Mosul , muy solos en su fidelidad sobrehumana".

El abismo

Después de su victoria sobre Licinus, su último adversario en el año 324 d.c., y ya reconocido el cristianismo como religión oficial, el emperador Constantino se hizo dueño absoluto de Roma. Lograda la unificación del imperio el emperador trató de hacer lo mismo con el cristianismo. Para lograrlo convocó a un concilio, que se realizó en la ciudad de Nicea. Según Eusebio de Cesárea se reunieron allí "los más distinguidos ministros de Dios de Europa, Libia ( África) y Asia" La cuestión central que tenía que discutir el Concilio era la controversia arriana. Ya fue reseñado el contenido del credo niceano, sólo cabría agregar que el propósito de esa fórmula fue excluir toda doctrina que pretendiera que el Verbo era en algún sentido una criatura. Lo que fue en el período proto-ortodoxo un distanciamiento con el judaísmo, se transformó a partir del siglo IV en un abismo solo atravesado por el odio.

Mientras el pueblo judío trataba de reconstruirse luego de la catástrofe de los años 70-71 que dejó en ruinas a Judea y destruido su templo y mas adelante el fracaso de la sublevación de Bar Kojva contra los romanos (135) se iba produciendo una mutación cultural que respondía precisamente a la destrucción de su soberanía territorial y con ella sus festividades, ligadas a los ciclos naturales de su tierra, y su liturgia ancestral.

De los escombros y los miles de muertos de Judea, emergió un nuevo judaísmo cultivado desde tiempo atrás por los sabios de Iavne (Jamnia) con las semillas que sembraron los fariseos. En adelante los judíos convertirían a la Torá (la Ley) en su nueva tierra, y las ofrendas a Yahvé, en plegarias. La Mishná, sobre la cual hablaremos mas adelante, hace referencias al rol que comienza a adquirir la Torá en la vida judía. Rabí Meir uno de los más eminentes legistas de Yabne, decía: " Todo aquél que se ocupa de la Torá por su propio valor se hace merecedor de muchas cosas, pero no sólo esto, sino que mundo entero sería digno de estar sólo para él. El es llamado amigo, amado, ama a Dios, ama a las criaturas, alegra a Dios, alegra a las criaturas; lo reviste de humildad y de temor; lo hace apto para ser justo, piadoso, recto, fiel; lo aleja del pecado; lo acerca al merecimiento; de él se puede recabar consejo y prudencia, sabiduría y fortaleza, tal como está escrito: "Mío es el consejo y la inteligencia, mía es La sabiduría, mía la fuerza" (Proverbios 8-4). ( Mishná; Pirque Abot (Padres), Cap. VI)

Debo hacer a esta altura una especie de contrapunto entre las concepciones de los sabios y doctores de ambos credos para entender el significado del término abismo que utilizo en este apartado. Lo que fue una lucha heroica de un pueblo contra su opresor, en defensa de su soberanía territorial y su libertad religiosa, para San Agustín se transforma en acontecimiento teológico . En el Libro Décimo octavo, capítulo XLVI de su obra "La Ciudad de Dios" dice: "—-nació Cristo en Belén de Judá, hombre manifiesto, de madre Virgen; Dios oculto de Dios padre. Porque así lo dijo el profeta: "Una virgen concebirá en su vientre, parirá un hijo y se llamará Emmanuel" que quiere decir Dios es con nosotros…..Pero los judíos que le dieron afrentosa y cruel muerte, y no quisieron creer en Él, ni convenía que así muriese y resucitase, destruidos miserablemente por los romanos, fueron del todo arrancados, expelidos y desterrados de su reino, donde vivían ya bajo el dominio de los extranjeros; esparcidos y desparramados por todo el mundo: y con sus escrituras nos dan fe y constante testimonio de que no hemos fingido las profecías que hablan de Cristo….. Y por eso, como no dan asenso a nuestras Escrituras, se van cumpliendo en ellas las suyas, las cuales leen a ciegas, y sin la debida meditación….Mostró pues Dios a la Iglesia, en sus enemigos los judíos, la gracia de su misericordia, pues como declara el Apóstol: "La caída de ellos fue ocasión que proporcionó la salvación a la gente". Y por eso no los acabó de matar, es decir no destruyó en ellos lo que tienen de judíos, auque quedaron sojuzgados y oprimidos por los romanos, para que no olvidasen la ley de Dios y pudieran servir para el testimonio de que tratamos…."

Volviendo a la gran tarea emprendida por el pueblo judío. Para enfrentar la nueva situación histórica y continuar su herencia milenaria fueron creando una valla a la Torá tratando de conservar cada uno de sus mandatos, cada una de sus palabras, pero adecuándolos a las nuevas condiciones de vida. La tradición oral fue el instrumento que permitió ese pasaje. La Torá she beal pé, la ley oral, representó en el renovado judaísmo un principio capital. Dios no ha concluído su alianza con Israel, dice el adagio talmúdico, sino gracias a la ley oral. En el momento mismo de la revelación Dios le entregó a Moisés los mandamientos con su respectiva interpretación. La misma fue pasada oralmente de generación en generación hasta que en el siglo II es codificada y así nace la Mishná, y con ella el judaísmo rabinico, el judaismo legal.

Esta idea de la ley oral, es decir, del diálogo entre las generaciones, de renovación perpetua de significados, es el muro que protege al judaísmo de todo autoritarismo dogmático. Todo hombre es intérprete, todo lector es exégeta. (Jaime Barylko "El Talmud")

La Torá escrita sólo queda completa con la oral; la voz de Dios habla a través de la disputa de interpretaciones de los entendidos en las Escrituras de todas las generaciones, hasta el último día. La revelación se considera más bien al proceso mismo de la tradición; la revelación se ve remitida al comentario creador. (Jürgen Habermas "Perfiles filosófico- políticos" capítulo dedicado a Gershom Sholem)

En el Tratado Abot (padres) de la Mishná se cita a Yojanán ben Zakay , quien solía decir:" si estudiaste mucho Torá , no lo tomes como mérito, porque para eso fuiste creado". La ley oral, como ya se indicó fue codificada en la Mishná y sobre esta codificación, los amoraítas (maestros) continuaron la profundización del estudio de la ley conformando la Guemará.

La integración total de ese universo de conocimientos, leyes, normas éticas, aforismos y sentencias se articuló la redacción del Talmud de Jerusalén (siglo IV) y el Talmud de Babilonia (siglo VI)

Sobre ese firme sostén espiritual transcurrió la vida judía durante los siglos siguientes, no sin sufrir fuertes tensiones internas, y sobre todo la marginación, el desprecio y la persecución física por parte de la Iglesia Católica desde su centro romano o los reinos donde ésta era la iglesia dominante.

En la conciencia del cristiano fue penetrando la convicción que
la lucha contra el demonio era asimilable a la lucha contra el judío.
Pero esa conciencia no nacía "ex nihilo" sino de la enseñanza
que partía desde los púlpitos o de los predicadores errantes.

En el año 438 se sancionó el Código de Teodosio II, un cuerpo de leyes imperiales. Fue en ese código donde por primera vez la inferioridad civil de los judíos adquirió estado legal.

El papa Inocencio III (1198-1216) estableció gradualmente la política antijudía en sus misivas a los obispos y gobernantes de Europa. Al confirmar una bula de sus antecesores por la que se prohibía los actos de violencia contra los judíos, escribía en la introducción: "Aunque la perfidia de los judíos merece ser señalada de todas las maneras, los fieles, sin embargo, no han de oprimirlos demasiado, pues por ellos se demuestra la verdad de nuestra religión". En una misiva al conde de Never, a quien Inocencio III reprocha ser demasiado bondadoso con los judíos (1208), el papa escribía "Los judíos están condenados, como el fratricida Caín, a vagar por la tierra, cual fugitivos y vagabundos; sus rostros han de estar cubiertos de vergüenza. Los gobernantes cristianos de ningún modo han de protegerlos, sino que han de darle en esclavitud" (Simón Dubnow-obra citada- Tomo V)

Esta visión de los judíos permaneció inalterable por siglos. Tomás de Aquino, pocos años después sostenía que" los judíos como consecuencia de su pecado, fueron destinados a la esclavitud perpetua: por ende los Estados soberanos pueden tratar sus bienes como su propia propiedad, con la única previsión de no de lo necesario para mantenerse vivos"

Por bulas papales se exigió a los judíos a usar señales especiales como un redondel pecado sobre su pecho, o un gorro puntiagudo para distinguirlos de los cristianos. Desde el año 1348 se abatió sobre Europa una terrible peste, que diezmó aproximadamente dos tercios de su población. Los indescriptibles padecimientos sufridos y el hecho de que los judíos por sus hábitos de pureza alimentaria y cuidados en su higiene, murieran en mucha menor cantidad que el resto de la población, dispararon la acusación de que los judíos habían envenenado las fuentes de agua en una perversa conspiración anticristiana.

En el siglo XV, se llegó a la aniquilación casi completa de los judíos de Renania y en el sur de Alemania.

Sólo he encontrado una expresa condena a Jesús y su mensaje, formulada por el más grande sabio y filósofo judío, Rabí Moshe ben Maimón (Rambam), más conocido en el mundo como Maimónides. En una carta a los judíos del Yemen, escrita probablemente en 1172, cuando residía en El Cairo, en respuesta al pedido de opinión que le hace Rabí Yacov, Guía Espiritual y Maestro de la comunidad Judía del Yemen,sobre la aparición de un judío que se proclama el Mesías, hijo de David, Maimónides escribe: "Ahora hermanos, prestad oídos y escuchad lo que voy a proponeros, enseñadlo a vuestros hijos y a vuestras mujeres……Debéis saber que ésta es la Torá del Señor, verdadera, la que nos fue dada por medio del Señor de todos los profetas, tanto de los anteriores como de los posteriores, que por ésta Torá nos diferenció el creador de los restantes hombres…no porque nos lo mereciéramos sino por la misericordia del Creador. Se apiadó de nosotros por su bondad, gracias a las buenas obras de nuestros padres en el conocimiento del Creador y en sus servicios, según se dice: "No por ser más numerosos que los demás pueblos se ha prendado de vosotros el Señor…" (Deut. 7-7,8) y porque el Creador nos distinguió con sus leyes y preceptos. Después de enumerar todos los intentos de distintas naciones para destruir a Israel y su Ley, dice Maimónides: "Desde que se nos entregó la Torá hasta el momento presente, no podrás encontrar ninguna época en que no nos domine u oprima con brutalidad y violencia algún rey idólatra…….Posteriormente surgió un grupo diferente….que le pareció aconsejable destruir a nuestra nación de otra forma, es decir urdiendo un plan para darse a conocer en nombre de la profecía, renovar la religión sin tener en cuenta la Torá del Señor y anunciar a las muchedumbres que las dos leyes procedían del Señor….El primero en tramar tales cosas fue Jesus de Nazaret. Pertenecía a Israel. Aquellos que se desviaron dijeron de él que había sido enviado por el Creador para dar sentido a los pasajes dudosos de la Torá y que él era el Mesías que había anunciado el Creador por medio de todos sus profetas. Él, siguiendo con el plan que se había trazado, cambió el significado de la Torá, dándole una interpretación que comportaba la anulación de toda la religión, la abolición de todos sus preceptos y la eliminación de todas sus admoniciones….Largo tiempo después surgió una religión relacionada con él, entre los hijos de Esaú, pero esta no había sido su intención ni lo que él habría querido; no consiguió dañar a Israel, no suscitó en ellos duda alguna…" (Moshé Ben Maimón- Maimónides "Sobre el Mesías- Carta a los Judíos del Yemen; Sobre Astrología– Carta a los Judíos de Montpellier" Biblioteca Nueva Sefarad. Riopiedras Ediciones. Barcelona").

Este abismo continuó por siglos. La tremenda catástrofe sufrida por los judíos españoles en 1492 con el edicto que los expulsa de España después de mil años de vivir en sus reinos, de donde surgieron sus más eminentes pensadores poetas y filósofos como Maimónides, Leví ben Gerson, (Gersónida), Moisés de Narbona, Ibn Gabirol, ibn Ezra, Iheuda Haleví, creadores de corrientes cabalísticas como el catalán Abraham Abulafia y muchos otros. Este colapso del judaísmo español influyó grandemente en el espíritu judío necesitado de esperanza y consuelo.

No muchos años después del éxodo español, el misticismo y la expectativa mesiánica vuelven a renacer a través de la cábala luriana. En el mundo de ideas de Irzjak Luria, quizá el más encumbrado exponente del misticismo judío, (siglo XVI) , su concepción del tsimtsum, como auto contracción de Dios para crear un espacio primordial para su creación funda una nueva teodicea, respecto al nacimiento del mal. Con Luria , como señala Gershom Sholem ( "Las grandes tendencia de la mística judía"), la cábala deja de ser una doctrina esotérica para convertirse en una doctrina popular. Por otra parte, la llegada del Mesías no significa otra cosa para Luria que la firma debajo del documento que escribimos nosotros mismos. En otras palabras, toda obra de bien, todo acto que devuelva al hombre a los caminos de Dios, apuraran el advenimiento del Mesías.

Y la historia judía continuó, con sus contradicciones, sus bajezas, sus elevaciones, sus sacrificios y sus vacilaciones, sus fidelidades y sus abandonos.

Pero también continuó vivo el inextirpable odio antijudío, devenido con sutileza en antisemitismo y luego con reservas semánticas en antisionismo.

El 19 y 20 de abril de 1903 ser produjeron en Kísheniev, Rusia, salvajes progroms en los que fueron asesinados con saña 49 judíos, entre ellos niños, las mujeres fueron violadas y saqueados sus hogares. Jaim Najman Bialik, considerado el mas eminente poeta judío de los siglos, traductor del Quijote al hebreo, escribió conmovido por el suceso, escribió un estremecedor poema: "La ciudad de la matanza" y dice: ¡Verdugo! He aquí el cuello! Toma! Corta! Mátame como un perro, con el hacha que aferra tu mano, que un patíbulo es para mi la tierra. ¡Corta! Que nuestra sangre poco importa. ¡Nuestro número es breve, y la sangre vertida del lactante te salpique, y la mancha de sangre no se borre de tu vida" "Si existe justicia, que de inmediato surja una señal" Y quien grite ¡Venganza! sea maldito, que venganza a la sangre de un pequeño no la puede inventar ni Satán, por más empeño. Y así hendirá la sangre el abismo infinito, así hendirá el abismo que negrura encierra, y comerá las sombras y roerá los cimientos de la tierra".

Este prologado sufrimiento llevó a Levinas a formular algunas reflexiones sobre el sentir judío. Es característico de la religiosidad de Israel el sentimiento de su destino, su historia- la Pasión de Israel, desde la esclavitud en Egipto hasta Auschwitz en Polonia, es el encuentro entre el hombre y el Absoluto y de su fidelidad. Cumplimiento de las prescripciones y de las prohibiciones de la Torá, estudio de esa Torá, según las perspectivas abiertas del Talmud, la vida entera se vuelve liturgia y culto en el marco del cual el estudio representa un valor eminente. El pueblo judío, en su inmensa mayoría, no practica hoy en día ese integrismo. Sus creencias, sus símbolos, sus prácticas y sus textos se han transformado en contenidos culturales: estilo de vida, costumbres, literatura. Una serie de vagos recuerdos, a algunas palabras que ya han perdido su sentido original. Pero en horas cruciales para el destino judío-signado hoy en día por las llamas del holocausto, en esas horas cruciales, esos vestigios pueden aún llenarse de un sentido que los desborda, y ello incluso frente a quienes han perdido contacto todo contacto socialmente significativo con el pueblo judío y su cultura. (Emmanuel Levinas: ob. citada)

La historia del pueblo judío, como hemos visto, revela ciertamente que Israel no se ha detenido en su evolución, ni ha quedado como una planta sin flor, como una raíz inmóvil y reducida al papel de testigo de la nueva alianza, como sostuvo equívocamente Jean Guitton.

El diálogo

Jules Isaac, ilustre promotor y actor del diálogo judeo cristiano
escribió en la presentación de su libro "La enseñanza
del desprecio" (Editado por Paidós en 1966 con el título
"Las raíces cristianas del antisemitismo") que " Suele
citarse esta sentencia de Jesús, que figura en el IV Evangelio "
En la casa de mi padre hay muchas moradas" (Juan XIV, 2). Yo temo que haya
muchas más en la casa de Satanás. Aunque sólo sea para
alojar las mil especies de antisemitismo, la más virulenta de las cuales
es aparentemente en nuestros días el antisemitismo racista de tipo hitlerista.
¿Tendré que excusarme pues, si continúo luchando para desentrañar,
y si es posible, extirpar, las raíces cristianas del antisemitismo? No,
pues estas son, a mi juicio las más profundas. Sería preferible-me
dicen- hacer una obra positiva; en lugar de incriminar la enseñanza del
desprecio, instauremos la enseñanza de la estima. Pero un debe ir acompañada
de la otra. Es imposible combatir la enseñanza del desprecio y sus supervivencias
actuales sin fundar al mismo tiempo, la enseñanza de la estima; y recíprocamente,
es imposible instaurar la enseñanza de la estima sin destruir las múltiples
supervivencias de la enseñanza del desprecio. Los objetivos son inseparables.
No se edifica la verdad sobre el error. Una obra de purificación nunca
es una obra negativa. Y desde éste, nuestro punto de vista, es un postulado
esencial que nos cansaremos de proponer a todos los corazones cristianos."

Esto fue un llamado a la conciencia cristiana para que cesara de esparcir el veneno antijudío en las mentes de sus fieles. Este llamado tuvo eco, como veremos, en el Papa Juan XXIII y muchos otros prelados de la Iglesia Católica, que en principio dieron el primer paso para revisar su historia respecto a las otras religiones y en particular las relaciones con los judíos. El Concilio Vaticano y la declaración Nostra Aetate (1965), marcaron el inicio del diálogo judeo cristiano. La ya famosa declaración de la Iglesia manifiesta- entre otras importantes cuestiones- que: "La Iglesia, junto con los profetas y el Apóstol espera el día, que sólo Dios conoce, en que todos los pueblos invocarán al Señor con una sola voz y "le servirán como un solo hombre". Recordemos al respecto el sueño de Isaías, cuando ve confluir a la Casa de Dios a todas las naciones y acudir a pueblos numerosos para decir "que Él nos enseñe sus caminos y nosotros sigamos sus senderos" (Isaías 2). También dice Nostra Aetate que "la Iglesia reprueba cualquier persecución contra los hombres, consciente del patrimonio común con los judíos, e impulsada no por razones políticas sino por la religiosa caridad evangélica, deplora los odios, persecuciones y manifestaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos. Por último remite al pueblo judío de la detracción de pueblo deicida.

Debemos señalar sin embargo, en justo homenaje a quienes lo convocaron y asistieron, que en 1947,65 judíos y cristianos de 19 países se reunieron en Seelisberg, Suiza, y unidos expresaron el profundo dolor por el holocausto y su propósito de luchar contra el antisemitismo y fomentar relaciones más fuertes entre judíos y cristianos.

Auschwitz, todavía no era conocido en todo su horror, recién en los años setenta del siglo pasado comenzó tímidamente a hablarse de la masacre de millones de seres humanos entre ellos seis millones de judíos, aproximadamente dos tercios de los judíos europeos. Monstruosidades ha habido muchas a lo largo de la historia, aún después de la Shoá, pero la singularidad de Auschwitz, como su símbolo más siniestro, fue que el judeocidio no fue una erupción de violencia bruta, ni un producto demoníaco, sino una masacre perpetrada mediante un sistema planificado de producción industrial de muerte. Un engranaje creado por una minoría de arquitectos del crimen, puesto en práctica por una masa de ejecutores a veces afanosos otras inconsciente, en medio de la silenciosa indiferencia de la gran mayoría de la población alemana, la complicidad de Europa y la pasividad del mundo (Ver Enzo Traverso, "La violencia nazi. Una genealogía europea" Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires 2002)

La eufemísticamente llamada solución final tuvo cómo propósito exclusivo borrar de la tierra a los judíos, una remodelación biológica de la humanidad, en otras palabras "Decidir quién debía vivir y quién no debía habitar el planeta"

Pero el rabioso y demencial antisemitismo nazi, no es un producto de su exclusiva creación, en la Europa evangelizada durante los últimos dos milenios el antisemitismo nazi encontró tierra fértil para su prédica destructiva. Francia, Polonia, Ucrania, Croacia, Lituania , Letonia , Rusia y la propia Alemania se encontraban intoxicadas de antijudaísmo. No fue casual que las fábricas de muerte como Auschwitz, Treblinka, Maidanek, Sobibor fueran instalados en territorio polaco o el campo de Janówska en Ucrania. La enseñanza del desprecio, la imputación de pueblo deicida, la humillación y el castigo por haber rechazado y crucificado a Cristo estaba profundamente arraigada en la mente de los cristianos de Europa. En el año 1543, casi al final de su vida, escribió Lutero "Sobre los judíos y sus mentiras". Este denigrante libelo concluye con una serie de recomendaciones que cuatrocientos años después el nazismo hizo efectivas, como anticipo del genocidio posterior. Aconsejo Lutero: "Quemen las sinagogas y escuelas judías para honrar a Dios y a la cristiandad, para que Dios vea que no permitimos que su hijo y sus cristianos sean blasfemados; Destruyan las casas de los judíos y colóquenlos juntos bajo un techo, como se hizo con los gitanos para que sepan que en nuestro país ellos no son los amos; Retiren el Talmud y sus libros de oraciones que les enseñan estas mentiras y blasfemias; Prohíban que los rabinos enseñen; Limiten la movilidad de los judíos, ellos deben permanecer en sus casas; Los judíos son absolutamente malos, dañinos y llenos de veneno trasfundido por el diablo y han sido nuestra plaga, pestilencia y desgracia durante 1400 años. "El veredicto de Cristo sobre ellos se ha hecho realidad: son una cría de víboras y los niños del diablo"(Reinhard Boetteher "El antijudaísmo de Lutero" del libro "Holocausto-Shoá" Editorial Claretiana, Buenos Aires, 2007)

En esos años sombríos cuando millones de judíos, jóvenes, ancianos y niños son gaseados y sus cuerpos transformados en humo y ceniza, ante el silencio y en algunos casos la complicidad de las iglesias, se produce de algún modo una bancarrota teológica. La política primó sobre la misericordia y el silencio, sobre la caridad. Donde debió haber un clamor que conmoviera al mundo, hubo sólo cálculo.

Sin embargo hubo hombres y mujeres católicos y protestantes que arriesgaron sus vidas y las de sus hijos ayudando, protegiendo y salvando a judíos de una muerte segura. Son los justos entre las naciones, los que representaron con su ejemplo el mensaje evangélico, hoy reconocidos y recordados por siempre por el pueblo judío.

Metz, eminente teólogo alemán sostuvo que con Auschwitz y con lo que Auschwitz representa, la catástrofe de la humanidad ha adquirido unas dimensiones que dieron lugar a una moratoria del lenguaje, no hubo ni hay palabras que la puedan expresar. Agrega que después de mucho tiempo comprendió que esa masacre demencial fue un atentado contra todo lo que habría que ser sagrado para los cristianos. (Ver "Esperar a pesar de todo" Conversaciones con Johann Baptist Metz y Elie Wiesel".Editorial Trotta). En esas conversaciones hay una reflexión del escritor y pensador judío Wiesel cuya franqueza y claridad debe ser tenida en cuenta para comprender el sentimiento de muchos judíos respecto al cristianismo y su indiferencia por el inexcusable e imperativo diálogo entre ambas comunidades. Dice Wiesel a su interlocutor: "La cruz es para usted un símbolo de amor y compasión. Para mi pueblo, no. Pues ha habido tiempos- no hoy, naturalmente- en que para mi pueblo la cruz simbolizó, más aún, encarnó el sufrimiento y la crueldad".

Pero a pesar de la memoria del escarnio y del inocultable antijudaísmo cristiano el diálogo debía avanzar a través del reciproco conocimiento y la necesidad de descubrirse necesarios unos a otros, reconociendo su matriz común.

"En primer lugar debemos reconocer espiritualmente el don de Dios a Israel puesto que eso forma parte de nuestra fe", dijo el ya fallecido arzobispo de París, Cardenal Jean Marie Lustiger ("La Promesa" Ediciones Cristiandad, Madrid), agregando: "No podemos ser cristianos, discípulos de Cristo, si no reconocemos ese don que Dios ha otorgado en forma irrevocable. Tal vez sea una gracia de nuestra época que tras dos mil años de desgarramiento nunca curado del cuerpo de Cristo, surja hoy esa toma de conciencia en el mismo momento en que la iglesia empieza a reconocer sus pecados. El antisemitismo cristiano está bien vivo. Ese odio revela algo de la pasión de Cristo. La imagen de Cristo así invertida se vuelve intolerable. Cristo es irreconocible cuando quienes llevan su nombre dan de Él una imagen opuesta, cuando es desfigurado por los mismos que lo reivindican".

El Papa Juan Pablo II encara el acercamiento con audacia y respeto, a pesar de las contradicciones. Su experiencia de vida lo preparó para ello. Conocía la condición judía. Había tenido vecinos, condiscípulos, amigos judíos. Sus costumbres le eran familiares, como también su memoria de las persecuciones. Había visto el aniquilamiento de los judíos. Fue obligado a trabajos forzados a 70 kms. De Auschwitz. Fue el primer Papa que conoció por experiencia directa el mundo hoy desaparecido de las comunidades judías de Europa Central.

Sus palabras en la gran Sinagoga de Roma el 13 de abril de 1986 marcaron una clara línea divisoria en el proceso dialógico. Dijo Juan Pablo II en esa ocasión: "La religión judía no nos es extrínseca, sino, en cierto sentido es intrínseca a nuestra religión. Tenemos pues con ella un vínculo que no tenemos con ninguna otra religión. Vosotros sois nuestros hermanos preferidos, y, podría decirse, nuestros hermanos mayores"

Pero el veneno antijudío sigue habitando en muchas conciencias cristianas. Y no me refiero a aquellos que chapotean en el lodo del prejuicio porque es lo único que conocen y lo único que da sentido a sus vidas, sino a reconocidos pensadores cristianos como el historiador católico y miembro de la Academia Francesa, Daniel Rops, quien fuera amigo y colega de Jules Isaac. En 1946 poco después de la finalización de la guerra, y aunque todavía no conocido todo el horror de las fábricas de muerte, sí sabía sobre el asesinato de millones de judíos, Rops publicó su libro "Jesús en su época". En el escribe: "…Por qué misteriosa ley de reversión y de similitud, esos ultrajes y esas persecuciones se abate desde hace veinte siglos sobre la raza que, más que los feroces soldados, más que Pilatos, atrajo sobre sí ese oprobio, y que reclamó, como un honor, la responsabilidad de la sangre que iba a derramarse….Dios, en su justicia, accedió a éste último deseo del pueblo que había sido su elegido (Recaiga su sangre sobre nosotros y nuestros hijos). A lo largo de los siglos en todas las tierras por donde se dispersó la raza judía, vuelve a caer la sangre y el grito de muerte lanzado en el pretorio de Pilatos….El rostro de Israel perseguido llena la historia, pero no puede hacer olvidar aquel otro rostro manchado de sangre y salivazos del cual el pueblo judío no tuvo piedad….No estaba en poder de Israel, sin duda, no matar a su Dios después de haberlo desconocido, y, como la sangre llama misteriosamente a la sangre, quizá tampoco esté en poder de la caridad cristiana impedir que el horror del progrom compense, en el equlibrio secreto de la voluntad divina, el insondable horror de la crucifixión…"(Jules Isaac, ob. cit.). Pensamientos monstruosos, sencillamente monstruoso.

Cuanta distancia hay entre esa aberración intelectual y las inspiradas palabras del Cardenal Roger Etchegaray, pronunciadas el 8 de setiembre de 1997, en ocasión de un coloquio organizado por el International Council of Christians and Jews."¿ Que representa para mí, cristiano, esta permanente interpelación que representa el judío? ¿ Que significa para mi Iglesia este pueblo judío que sigue mostrando el Antiguo Testamento en una época que, según yo creía, se había transformado definitivamente en el tiempo del Nuevo Testamento? Ante mi conciencia cristiana confrontada con ese rostro judío que hasta hoy hemos disimulado, incluso desfigurado, con esta Sinagoga a la que hemos llegado a vendar los ojos, aparece este profundo misterio que es al mismo tiempo un gigantesco desafío….Frente al "ya" de la Iglesia Israel es el testigo del "todavía no", de un tiempo mesiánico no plenamente cumplido….Dicho de otro modo: para la Iglesia la perennidad de Israel no es solamente un problema de relaciones exteriores que debe llevar adelante, sino un problema interior que debe profundizar y que atañe a su propio ser. El camino que estamos emprendiendo es cuesta arriba, todavía ha sido poco explorado en exégesis y en teología, pero es en ese sentido que debemos avanzar. De lo contrario el diálogo entre judíos y cristianos seguirá siendo superficial, limitado y lleno de restricciones mentales…Es en mi propia experiencia espiritual ante Cristo, donde busco medir y comprender que me separa del judío, sin pensar jamás, sin embargo, en considerar al judío un "cristiano en potencia".

Entiendo que en estas profundas reflexiones del Cardenal Etchegaray se encuentra el meollo del diálogo judeo cristiano. Convivir entre el "ya" cristiano y el "todavía no" judío es la dura tarea que espera a judíos y cristianos. Pero como sostuve al principio esa convivencia exige extirpar los arraigados prejuicios acumulados durante dos milenios y esa tarea debe ser encarada en las escuelas en los púlpitos y en las sinagogas. Siempre quedarán bolsones de integristas que no pueden salir de sus pensamientos ya cristalizados. Einstein solía decir que era más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio. Esa dura desintegración es la tarea más urgente y necesaria. Sobre todo lograr que esa comprensión se filtre tanto en forma vertical.

Me gustaría terminar esta nota con la cita que hace el Cardenal Etchegaray del gran poeta judío Edmond Fleg en "Escucha Israel" (Shemá Israel):

Tú que Él venga y tú que Él vuelva;

Pero es la misma paz la que pedís

Y lustras dos manos, sea que venga o que vuelva,

En el mismo amor Le tendréis!

¿Qué importa pues? De una u otra orilla

¡Haced que Él llegue!

¡ Haced que Él llegue!

 

 

Autor:

Marcos Cynowiec

Partes: 1, 2
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