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Relativizando el relativismo (página 3)




Enviado por José López



Partes: 1, 2, 3

La humanidad sólo podrá prosperar y sobrevivir mediante una democracia mundial que garantice también la supervivencia de todo el planeta. Como así nos dice la ley dialéctica de la negación de la negación, la humanidad volverá a sus principios, pero no exactamente a los mismos principios. La democracia directa primitiva dio lugar al despotismo bajo sus distintas formas, pero éste volverá a dar paso a la democracia, a una democracia acorde con una nueva humanidad donde todos los individuos participarán en ella, donde además el resto de seres vivos tendrán alguna voz, aunque sea humana. Y todo ello, además de por razones éticas, sobre todo por razones materiales. La humanidad necesita de la democracia para no ser exterminada física y mentalmente por ella misma. La conquista de la verdadera democracia equivaldrá al paso definitivo de la humanidad del primitivismo a la civilización. La civilización empieza con la democracia. Todo lo ocurrido desde que el hombre dejó la vida en la naturaleza es en verdad una etapa de transición. Etapa que a nosotros nos parece muy larga, pero que a escala planetaria es un segundo. Como decía Marx, quien llamaba comunismo a lo que yo estoy llamando democracia: Las relaciones burguesas de producción son la última forma contradictoria del proceso de producción social; contradictoria no en el sentido de una contradicción individual, sino de una contradicción que nace de las condiciones de existencia social de los individuos; sin embargo, las fuerzas productivas que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa crean al mismo tiempo las condiciones materiales para resolver esta contradicción. Con esta formación social termina pues la prehistoria de la sociedad humana.

Asimismo, Engels dice en Del socialismo utópico al socialismo científico:

Al posesionarse la sociedad de los medios de producción, cesa la producción de mercancías, y con ella el imperio del producto sobre los productores. La anarquía reinante en el seno de la producción social deja el puesto a una organización armónica, proporcional y consciente. Cesa la lucha por la existencia individual y con ello, en cierto sentido, el hombre sale definitivamente del reino animal y se sobrepone a las condiciones animales de existencia, para someterse a condiciones de vida verdaderamente humanas. Las condiciones de vida que rodean al hombre y que hasta ahora le dominaban, se colocan, a partir de este instante, bajo su dominio y su control, y el hombre, al convertirse en dueño y señor de sus propias relaciones sociales, se convierte por primera vez en señor consciente y efectivo de la naturaleza. Las leyes de su propia actividad social, que hasta ahora se alzaban frente al hombre como leyes naturales, como poderes extraños que lo sometían a su imperio, son aplicadas ahora por él con pleno conocimiento de causa y, por tanto, sometidas a su poderío. La propia existencia social del hombre, que hasta aquí se le enfrentaba como algo impuesto por la naturaleza y la historia, es a partir de ahora obra libre suya. Los poderes objetivos y extraños que hasta ahora venían imperando en la historia se colocan bajo el control del hombre mismo. Sólo desde entonces, éste comienza a trazarse su historia con plena conciencia de lo que hace. Y, sólo desde entonces, las causas sociales puestas en acción por él, comienzan a producir predominantemente y cada vez en mayor medida los efectos apetecidos. Es el salto de la humanidad del reino de la necesidad al reino de la libertad.

La prehistoria se caracteriza para el marxismo por la lucha de clases. La historia empieza cuando se supere la división clasista de la sociedad. La propia lucha de clases extinguirá las clases. Pero no de cualquier manera. Sólo cuando dicha lucha adopte ciertas formas especiales, cuando la gane cierta clase, el proletariado, es decir, la clase mayoritaria, los dominados, los más explotados. La lucha de clases que extinga la sociedad clasista no puede ser calcada de las luchas precedentes que la asentaron. Las armas del proletariado no pueden ser las mismas que las de las clases que le precedieron y se oponen a él. A distintas naturalezas, a distintos objetivos, distintos métodos. Proletariado vs. burguesía. Mayoría vs. minorías. Explotados vs. explotadores. Emancipación vs. dominio. Democracia vs. dictadura. Estado neutral vs. Estado clasista.

La auténtica democracia es la única que puede superar dicha prehistoria. La democracia supone el paso de la edad adolescente a la edad adulta por parte de la humanidad, el abandono definitivo de la animalidad. El ser humano que empezó siendo animal, que vivió en la naturaleza al principio en grupos pequeños, siendo social pero no mucho, acaba viviendo verdaderamente en sociedad cuando por fin la vida en sociedad se hace posible, cuando la libertad se ve acompañada por la igualdad y se conquista la fraternidad, cuando la libertad de la jungla da paso a la libertad de la civilización, cuando la libertad del individuo asocial, o muy poco social, da paso a la libertad social. Lejos de lo que creen muchos "marxistas", Marx retoma las ideas de la Ilustración, las corrige, profundiza en ellas y sigue adelante. El lema burgués Libertad, Igualdad, Fraternidad, lema abandonado por la burguesía, traicionado por ella, pues la burguesía se ha detenido en el camino que inició para satisfacer sus intereses como clase, porque ha sustituido los intereses de la humanidad por los suyos propios, es retomado por el marxismo y llevado hasta sus últimas consecuencias. El proletariado debe proseguir lo iniciado por la burguesía. Hay que seguir sacando todo el contenido de la Caja de Pandora que la burguesía abrió en su día e intentó volver a cerrar. ¡Y nosotros debemos seguir el trabajo de Marx! Como así hizo Marx con quienes le precedieron, nosotros debemos ampliar y corregir su trabajo. El marxismo sentó las bases del cambio social, del dominio consciente del destino de la sociedad humana, pero no está exento de errores, de contradicciones y de malas interpretaciones. Debemos sobre todo reasentar bien las bases del marxismo, entre las cuales están la dialéctica, el materialismo dialéctico, el determinismo débil y el relativismo relativo.

En el Manual de resistencia anticapitalista profundizo sobre todo en la cuestión del determinismo débil y de la dialéctica, en el nuevo libro que aparecerá más adelante titulado ¿Reforma o Revolución? Democracia asiento la cuestión del materialismo dialéctico. Y en el presente trabajo me centro en el relativismo. Prosigamos asentando bien el relativismo marxista. El que podamos o no tengamos más remedio que recurrir a las relaciones para explicar ciertas cosas no significa necesariamente que podamos prescindir del concepto de lo absoluto. Un ejemplo típico es el lenguaje. Un relativista radical podría rebatirme de la siguiente manera: la demostración más palpable de que todo es relativo es que sólo podemos definir las palabras con otras palabras, relacionando unas con otras. Y no le faltaría algo de razón. Un diccionario es relativismo en acción. En apariencia. Cuando uno busca el significado de un término el diccionario recurre a otros términos. Esto podría interpretarse como relativismo, el propio diccionario dice que el relativismo es que "el conocimiento humano sólo tiene por objeto relaciones". Por esta regla de tres, si asumimos por tanto que el relativismo extremo es el válido, que sólo es posible conocer las cosas por sus relaciones, ante dos definiciones distintas (es decir, ante dos relaciones distintas entre palabras), tendríamos dos conceptos diferentes, aunque sólo fuesen ligeramente distintos. Si es cierto que el diccionario es sólo "puro" relativismo, nunca llegaríamos a conocer el significado de ningún concepto, puesto que dos diccionarios distintos, incluso dos ediciones diferentes del mismo diccionario, dan definiciones distintas. Sin embargo, si asumimos que existe un concepto "puro" al que el diccionario aspira a acercarse todo lo posible, entonces admitimos que existe algo absoluto, algo que no puede describirse siempre por completo, ni de la misma manera, que no puede describirse de manera perfecta, que es abstracto, más o menos abstracto. Un diccionario pretende concretar lo abstracto. Sólo puede concretar de manera relativista, relacionando unas palabras con otras, pero eso no significa que no haya nada abstracto detrás de escena.

Así, por la existencia de los conceptos, de lo abstracto, del patrón común, de lo absoluto, mejor dicho, de lo menos relativo, el lenguaje se nos hace posible. Aunque dos personas acudan a dos diccionarios distintos, los términos empleados en la discusión son esencialmente los mismos, la conversación es posible. Y esto es así porque bajo la apariencia de relativismo, el diccionario sugiere que existen cosas absolutas, los propios conceptos.

En verdad, para ser más precisos, el diccionario nos demuestra el relativismo entendido de manera relativa: existen ciertas cosas más absolutas que otras, los conceptos son más absolutos que las palabras usadas para describirlos, pero también hay conceptos más absolutos que otros, o menos relativos que otros. Que recurramos a otras palabras para describir las propias palabras no significa que no haya algo por encima de ellas que sea más absoluto que las propias palabras, menos relativo si se quiere: los propios conceptos. Pero no todos los conceptos son igual de absolutos, el lenguaje evoluciona, es algo vivo, aparecen nuevos conceptos, desaparecen otros, y muchos cambian en el tiempo. Incluso podríamos decir que lo que se nos aparece ahora como absoluto en verdad no lo es, el lenguaje cambia. ¿Pero podríamos prescindir del diccionario en algún lenguaje? Si el lenguaje cambia, lo que no parece cambiar es el hecho de que un lenguaje deba tener sus reglas. Cuanto más sofisticado y rico es un lenguaje más necesario se hace el diccionario. Los animales tienen también su lenguaje, pero aunque no tengan diccionario, esto no significa que dicho lenguaje no tenga sus reglas. Lo que sí parece claro e ineludible es que todo lenguaje debe tener sus reglas. Podrá cambiar el lenguaje, es decir, sus reglas, pero no el propio hecho de que haya reglas. Sin reglas no hay lenguaje. Si hay lenguaje hay reglas. Esta verdad parece absoluta, no depende del espacio ni del tiempo ni de la percepción subjetiva de la misma. Así pues, el diccionario que se nos aparecía al principio como puro relativismo en acción, que se nos aparecía en determinado momento como la prueba de que también existe algo absoluto, menos relativo, que se nos vuelve a aparecer como relativista, cuando consideramos que los conceptos, los elementos presuntamente absolutos del diccionario, en verdad también cambian, al final, se nos aparece como la confirmación del relativismo relativo: existen verdades relativas, pero también absolutas, lo que se nos aparece como relativo en verdad esconde algo absoluto, lo que se nos aparece en determinado momento como absoluto se nos transforma en relativo cuando ampliamos la perspectiva, pero al final, siempre nos topamos con algún límite, con alguna verdad absoluta, que ya no podemos relativizar más, que acaba con este proceso de relativizar las cosas. El relativismo puro no existe en la realidad, sólo podemos aceptar la existencia de un relativismo relativo, limitado. No podemos relativizar ad infinitum.

Por otro lado, el que no demos con ciertas verdades absolutas, no significa que no las haya, ni debamos renunciar a encontrarlas, a seguir buscándolas. ¿Dos más dos son cuatro o no? ¿Esa suma no es siempre cuatro? ¿Es esto una verdad absoluta o no? ¿Podemos relativizarla? ¿Hasta qué punto? Podemos expresar esa afirmación de distintas maneras, podemos hacerla relativa al sistema numérico empleado, es decir, al decimal (basado en el número 10, el usado con las nueve cifras: 0, 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, y 9) o, por ejemplo, al binario (basado en el número 2, el usado con dos cifras: 0 y 1). Es decir, podemos "referenciar" dicha afirmación a cierto sistema concreto, pero tarde o pronto nos topamos con lo absoluto. Independientemente del idioma empleado, del sistema numérico de base, dos más dos son siempre cuatro. Esta verdad podemos "traducirla" a otro sistema, pero la traducción no consiste más que en expresar lo mismo en otro lenguaje, ya sea matemático o natural. El hecho mismo es que cuando sumamos dos objetos a otros dos, siempre obtenemos cuatro. Si usamos el sistema binario, el 2 sería 10, y el 4 sería 100. Aunque empleemos distintas bases numéricas, las aritméticas se corresponden. En la aritmética decimal lo expresamos como 2 + 2 = 4, en la aritmética binaria lo expresamos como 10 + 10 = 100. En español decimos dos y cuatro, en inglés two y four, en francés deux y quatre, etc. Y en todos los casos la suma es siempre la misma: cuatro, four, quatre, 4 o 100. Si no hubiera un absoluto, mejor dicho, un sistema de referencia "superior", no sería posible hacer las conversiones de unos sistemas numéricos a otros, de unos lenguajes a otros. Como concepto dos más dos son siempre cuatro, aunque ese concepto lo podamos expresar de múltiples maneras. Es una verdad absoluta, que nadie puede negar, que nadie se atrevería a negar en su sano juicio.

Por esto a las matemáticas se las considera el lenguaje más universal que hay. Todas las personas de todas las culturas, aunque lo expresen de distinta manera, conciben las mismas leyes matemáticas (una vez que sus culturas se uniformizan un mínimo, es decir, contactan suficientemente), porque son verdades absolutas. Tan es así que hasta en la exploración espacial en busca de seres extraterrestres inteligentes se usan las matemáticas. Desde el radiotelescopio de Arecibo en Puerto Rico, fue enviado un mensaje al espacio con el lenguaje de las matemáticas, como nos explican en la Wikipedia:

El mensaje tenía una longitud de 1679 bits y fue enviado en la dirección del cúmulo de estrellas (Cúmulo Globular) llamado M13 (objeto nº 13 del Catálogo Messier de objetos celestes). Este objeto celeste, situado en la dirección de la constelación de Hércules, a una distancia de unos 25.000 años luz está formado por unas 400.000 estrellas. El mensaje contiene información sobre la situación del Sistema Solar, de nuestro planeta y del ser humano. El mensaje fue diseñado por Frank Drake, Carl Sagan y otros.

El número 1679 fue elegido porque es el producto de dos números primos y por lo tanto sólo se puede descomponer en 23 filas y 73 columnas o 23 columnas y 73 filas, de forma que quien lo lea decida organizar los datos en forma de cuadrilátero. Hay 8 posibles configuraciones (las 8 simetrías de un mismo patrón) que muestran un dibujo no aleatorio. De esas 8 configuraciones sólo la información organizada de la segunda manera (23 columnas y 73 filas), con los unos y ceros ordenados de izquierda a derecha y de arriba a abajo genera información coherente. Es información sobre la Tierra y la especie humana. En realidad, con los unos y ceros ordenados de derecha a izquierda y de arriba a abajo se obtiene la misma información. Cualquiera de las dos configuraciones contiene información coherente.

Si no creyéramos que existen verdades absolutas, si no creyéramos que las matemáticas son verdades absolutas, no hubiéramos enviado mensajes al espacio en lenguaje matemático. Y si en ciertas ciencias, en las llamadas exactas, o en las naturales, hay verdades absolutas, si en cierta parte del todo, existen verdades absolutas, entonces, ¿quién puede asegurar que no las hay en otras ciencias, en otras facetas o partes del todo? Si existen verdades absolutas en las matemáticas, en la física, en la biología, en la química, ¿por qué no van a existir en las ciencias humanas, en las ciencias sociales? ¿Quién puede negar el hecho de que las haya? ¿En base a qué? ¿En base a que no las conocemos? Si el Cosmos es un todo al que pertenecemos, ¿quién puede asegurar que las verdades absolutas, que indudablemente existen en él, no nos afectan también a nosotros?, ¿quién puede asegurar que la verdad básica de que hay verdades relativas y absolutas no se aplica también a la sociedad humana, a una parte del Cosmos?

Se mire como se mire, no podemos evitar toparnos con la idea de que existen verdades absolutas, no podemos evitar pensar que la sociedad humana, que el ser humano en general, inevitablemente, sucumbirá ante alguna verdad absoluta que no puede eludir, aunque sólo sea por el hecho de pertenecer a un Universo con ciertas verdades absolutas, aunque sólo fuese por someterse a la ley de que todo nace, se desarrolla y muere. ¿Podremos algún día contradecir esta ley absoluta básica? ¿Podremos relativizarla? No lo sabemos, pero mientras llega ese hipotético día, no nos queda más remedio que considerarla como una verdad absoluta. No nos queda más remedio que admitir que existen leyes o verdades que están más allá del ámbito humano, a una escala mayor que la sociedad humana y que afectan a la propia sociedad humana. Simplemente por el hecho de que la sociedad humana no vive aislada, pertenece al Cosmos, existe dentro de él.

Por consiguiente, lo que sí podemos asegurar, aquí y ahora, es que hay verdades que nos parecen más absolutas que otras. Es decir, a los efectos prácticos, no nos queda otra opción que asumir que existen ciertas verdades absolutas, por lo menos hasta que dejen de serlo, aunque sospechemos que puedan dejar de serlo. Que algunas dejen de serlo, no significa que todas dejen de serlo. Hasta que todas dejen de serlo, no podremos prescindir de la idea de que existe lo absoluto, por lo menos de que existe algo más absoluto a lo considerado, de que siempre puede encontrarse algo más absoluto. Lo absoluto existe. Nos guste o no. Llevar el relativismo demasiado lejos es absurdo, contradice al mismo relativismo y no concuerda con muchas verdades que percibimos a nuestro alrededor, a las que todos podemos acceder. Si bien parece evidente que en toda sociedad inteligente compleja, las verdades absolutas escasean, tienden a ser menos numerosas que las relativas, tienden a relativizarse, esto podríamos explicarlo por el simple hecho de que la complejidad se realimenta a sí misma, de que con el tiempo, un sistema complejo tiende a ser cada vez más complejo, de que cambia más rápidamente y por tanto es más fácil identificar el carácter no eterno de muchas de sus verdades. La sociedad humana es altamente dialéctica, es decir, compleja. En ella el relativismo tiende a dominar, pero no por completo. Si bien es cierto que en la naturaleza muerta abundan más las verdades absolutas, en la sociedad humana éstas no desaparecen por completo. Al menos, no por ahora.

Centrándonos en la sociedad humana, la idea que podemos sacar en claro de todo esto es que hay muchas cosas relativas, en verdad la mayoría lo son, pero que hay unas pocas que no lo son. Que, además, la cualidad de absoluto o relativo depende mucho de la escala considerada. Cuando vemos las cosas con mayor amplitud de miras relativizamos, y, por el contrario, cuando las vemos con más detalle, cuando disminuimos la escala, lo que antes era relativo (el contexto más inmediato, por ejemplo) se torna absoluto. Realmente podríamos decir que las cosas son relativas o absolutas cuando se las compara unas con otras, pero que aun así, existe cierto límite absoluto que lo engloba todo. Algo puede ser el marco de referencia de muchas cosas, en este sentido es absoluto para éstas, pero puede a su vez convertirse en relativo respecto de otras referencias más amplias. Sin embargo, este proceso de "zoom" hacia arriba, de relativización, tiene sus límites. Al final, tarde o pronto, nos topamos con alguna verdad absoluta, con algo que no podemos relativizar más. Esa verdad absoluta, ese límite infranqueable, podremos llamarlo como queramos, algunos lo llaman Dios, otros Misterio supremo, otros Razón, pero existe. Hasta ahora no hemos podido franquearlo. Por tanto, deberemos considerarlo como infranqueable, como absoluto, aunque no nos guste. Si bien debemos intentar franquearlo. La búsqueda de la Verdad nunca debe detenerse. La especie humana no puede evitar seguir buscándola. Toda especie inteligente la busca. Cuanto más inteligente es, más se acerca a ella, más la busca.

En todo caso, por lo que a nosotros respecta desde el punto de vista práctico, lo importante es considerar el hecho de que podemos relativizar las cosas pero de que hacerlo en exceso, además de imposible, nos impide avanzar. Sin necesidad de relativizar hasta el extremo en que nos topemos con sus límites, lo que sí podemos concluir es que en determinadas escalas hay ciertas cosas más absolutas que otras y a esas cosas "absolutas" debemos agarrarnos, respecto de ellas debemos pensar y actuar. Lo verdaderamente crucial es que nos demos cuenta de que lo que "es" puede ser de otra manera, de que existen un "ser" y un "debe ser", al cual debemos intentar tender. Si analizamos con suficiente profundidad, además, aquellas cosas que se nos aparecen como demasiado relativas, que dependen a primera vista mucho de la época, de momentos muy puntuales, de intervalos pequeños en la historia de la humanidad, se nos aparecerán como menos relativas de lo que aparentaban. Así el Estado burgués es más parecido al feudal o al romano de lo que aparenta. La explotación en todos ellos se parece más de lo que pueda parecer a primera vista. Y también la libertad. El "ser" y el "debe ser" aun siendo relativos, son muy parecidos en esas épocas. Y, por tanto, sigue siendo válido, en esencia, todo lo dicho en cuanto a la utopía, en cuanto a la búsqueda de una sociedad más libre y justa. Con una salvedad, una importantísima salvedad, ahora somos capaces de comprendernos mejor a nosotros mismos, ahora, más que nunca, los sueños son realizables. El destino de la humanidad puede estar en sus manos, en manos de toda ella. El marxismo nos permitió ese importante salto cualitativo en la conciencia. Ahora somos mucho más conscientes de cómo funciona nuestra sociedad, y por tanto de cómo controlarla.

A modo de conclusión, si consideramos al materialismo dialéctico, al determinismo débil y al relativismo relativo, abrimos las puertas de la transformación social. Por el contrario, si nos quedamos tan sólo con el simple y burdo materialismo, el clásico, el metafísico; con el determinismo fuerte, el tomado hasta las últimas consecuencias, radical; y con el relativismo exacerbado, llevado al absurdo; por el contrario, dichas puertas se nos cierran de nuevo. El marxismo nos abrió las puertas y nos dio las llaves. ¡Abramos las puertas! Despojémosle de las malas interpretaciones o de los errores, de sus contradicciones, que también las tiene. Las llaves no abren por sí solas las puertas, hay que saber emplearlas. Marx y Engels nos diseñaron las llaves, por lo menos el prototipo, y nos enseñaron a usarlas. Nosotros debemos mejorar las llaves y usarlas de manera correcta. El principal legado del marxismo fue su visión del mundo, su concepción de la sociedad humana. Y en esta concepción los principales ingredientes son: la dialéctica, el materialismo (dialéctico), el determinismo (débil) y el relativismo (relativo). Bien es cierto que en determinados momentos Marx o Engels parecen caer en cierto materialismo metafísico, en cierto determinismo exagerado o en cierto relativismo absoluto, pero lo que se desprende en general de sus escritos, a pesar de ciertas contradicciones puntuales, es una concepción del mundo como la descrita. Y si no es así, el marxismo debería ser corregido, completado o matizado para que así sea.

Debemos relativizar, moderar, matizar, darles los apellidos adecuados a dichos ingredientes para que la razón de ser del marxismo, la transformación de la sociedad, no se vaya al traste. Para que no se cumpla aquello que decía Lenin: El medio más seguro de desacreditar una nueva idea política (y no solamente política) y de perjudicarla consiste en llevarla hasta el absurdo so pretexto de defenderla. Pues toda verdad, si se la hace "exorbitante" (como decía Dietzgen padre), si se la exagera y se extiende más allá de los límites en los que es realmente aplicable, puede ser llevada al absurdo y, en las condiciones señaladas, se convierte de manera infalible en un absurdo. Toda verdad tiene sus límites. La clave está en encontrar dichos límites. Encontrar una verdad implica también establecer sus límites, tanto espaciales como temporales. Y esto es especialmente difícil por cuanto respecta a las leyes humanas, inherentemente cambiantes. Lo más complicado es prever el rango de duración de dichas verdades en el futuro. Los errores de estimación en cuanto a las verdades humanas futuras son los que imposibilitan la transformación de la sociedad humana. El anarquismo y el marxismo sucumbieron ante dichos errores, aunque a veces por motivos opuestos.

Se podrá defender o no al marxismo, algunos postulados sí y otros no, pero su razón de ser es la que más importa: de lo que se trata es de transformar la realidad. Si no transformamos la sociedad humana ésta se encamina hacia su autodestrucción. No sólo hay que luchar por una sociedad más libre y justa en la que realmente merezca la pena vivir, sino que también por la propia supervivencia de nuestra especie y de nuestro hábitat. Sin justicia no habrá paz social. Sin libertad no habrá justicia. Sin igualdad no habrá libertad. Sin paz social la sociedad peligra. Porque los conceptos genéricos y profundos de libertad, igualdad, justicia, paz, o supervivencia, no se circunscriben sólo a la actual sociedad burguesa, tienen unos límites espaciales y temporales bastante amplios, afectan a todas las sociedades humanas y a casi todas las épocas. Gracias precisamente a que son bastante absolutos es posible superar las distintas sociedades históricas que no los satisfacen. La democracia burguesa se superará porque existe un concepto genérico, más absoluto, de democracia: el poder del pueblo, el sistema en que todos los individuos de una sociedad participan en las decisiones que les incumben.

El proletariado actual, como los siervos de la época feudal o los esclavos de la antigüedad, siguen necesitando la libertad, deben satisfacer sus necesidades físicas y psicológicas. La satisfacción de las necesidades por parte de cualquier ser vivo es una verdad absoluta. Todo ser vivo necesita sobrevivir. La sociedad humana avanza, en primer lugar, para satisfacer sus necesidades físicas, materiales, más elementales, pero también para satisfacer las menos básicas, las menos materiales, como la libertad. Cuanto más consciente e inteligente sea un ser vivo más necesitará también sentirse libre, dueño de sí mismo, de su propio destino. Porque la libertad es una de las principales necesidades intelectuales, y cuanta más desarrollada esté la intelectualidad, más necesaria será la libertad.

A medida que el ser humano vea satisfechas sus necesidades físicas más básicas, tarde o pronto, o dejará de ser humano en el pleno sentido de la palabra, o necesitará también conquistar la libertad. A medida que el ser humano vaya evolucionando intelectualmente la libertad se tornará cada vez más una necesidad básica. Como decía Marx, el obrero tiene más necesidad de respeto que de pan. ¡Pero primero necesita el pan! En verdad necesita el pan para sobrevivir como animal, pero el respeto, la libertad, para sobrevivir como ser humano. ¡Debemos aspirar al pan y al respeto, a ambos! La concepción marxista del mundo, de nuestra sociedad, sin duda, a pesar de los posibles errores, nos ayuda mucho en esta titánica labor de construir una sociedad mejor. No podemos prescindir del marxismo. Lo cual no impide que evolucione. Al contrario, si no evoluciona muere.

El marxismo, tan "sólo" estableció las bases
para que la humanidad se comprenda a sí misma, y por tanto tome
el control de sí misma. Dichas bases deben desarrollarse, concretarse,
adaptarse al momento y al lugar, pero, por encima de todo, antes de nada, dichas
bases deben ser claras y estar libres de errores. Sin comprender las bases
del marxismo, sin despojarlas de los posibles errores o de las malas interpretaciones,
no es posible avanzar, no es posible basarse en el marxismo, en la
teoría que mejor ha explicado hasta ahora la sociedad humana, en la teoría
que más cerca ha estado de posibilitar la superación práctica
del capitalismo.

 

 

Autor:

José López

Febrero de 2011

Partes: 1, 2, 3
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