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Dra Cira Soto Palenque: una vida consagrada a la formación magisterial



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Sus padres: paradigma de estirpe mambisa
  3. Dra. Cira Soto Palenque: una vida consagrada a la formación magisterial
  4. Referencias y notas bibliográficas

Introducción

El mero intento de abordar una u otra arista del proceso de formación de nuestra identidad cultural y nacional nos envuelve prontamente en el afán apasionado por descubrir una senda jalonada por destacadas personalidades que dedicaron su existencia a proezas épicas, significativos descubrimientos científicos o por sus aportes fundamentadotes a la humanidad, en actuaciones que marcaron toda una época por su trascendencia histórica. Esas son las más conocidas y con justa razón, siempre recordadas con veneración.

Múltiples biógrafos, investigadores, ensayistas, periodistas y todos aquellos perspicaces escudriñadores de las raíces de nuestra cubanía, le han dedicado incontables horas de trabajo acucioso, plasmadas en trabajos de gran significación investigativa, docente, literaria y cultural.

No obstante existe una pléyade de peculiares personalidades, que con su

hacer abnegado trazaron caminos no menos gloriosos, aunque menos divulgados y que en el tenue titilar de su anónima grandeza, irradian luz suficiente para guiar en su formación a las generaciones pasadas, contemporáneas y futuras, en su acción y pensamiento. Son los que en su práctica cotidiana, en el quehacer pedagógico, nos dejaron la impronta de su sabia modestia, perseverantes empeños y maestría magisterial, que prodigaron con altruista amor, ajeno a mezquinos intereses, a varias generaciones de maestros y profesores, multiplicadores de virtudes.

Ellos representan a los que, como expresara José Martí, por…"…su mérito reconocido, como científicos y comerciantes, empresarios e ingenieros, como maestros, abogados, artistas, periodistas, oradores y poetas, como hombres de inteligencia poco común, se ven honrados dondequiera que ha habido ocasión para desplegar sus cualidades de justicia para entenderlos" (1).

Entre esas personalidades de amable cultura y sencilla dulzura, figura con méritos propio, la inefable Cira Soto Palenque, toda una vida consagrada a la formación magisterial.

CAPÍTULO 1.-

Sus padres: paradigma de estirpe mambisa

El 18 de mayo de 1895, un día antes de la caída en combate en Dos Ríos, de nuestro Héroe Nacional, una joven pareja contrae matrimonio en la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de La Caridad y el Apóstol Pablo, en el pequeño pueblo de Cartagena, antigua provincia de Santa Clara, perteneciente al entonces Partido Judicial de Cienfuegos (2).

Ella, una bella joven cubana, apenas una adolescente, América Palenque Sosa, y él, Andrés Soto Pulgarón, en la plena juventud de sus 26 años, nacidos en La Habana y Cartagema, respectivamente. Del matrimonio nacería nueve hijos, el primero de los cuales, José Andrés, nacido el 3 de mayo de 1896, moriría de hambre y paludismo en los Montes de Poza Redonda, en tierra mambisa, en los límites entre Placetas y Sancti Spiritus, como una víctima más de la Reconcentración de Weyler.

Tanto Andrés como América, con activa participación en la gesta independentista del 95, educarían a sus hijos en el paradigma de la ideología mambisa. América, la madre, amerita por si misma un ensayo biográfico propio.

Martiana ferviente, de arraigado patriotismo, testigo excepcional de los preparativos de la "Guerra Necesaria", maestra de vocación y de espíritu.

Como ella misma recalcaría a sus luminosos 94 años:

"Nací en La Habana el primero de noviembre de 1878. En ese año se había firmado la Paz del Zanjón, o sea, se había dado fin a la Guerra de los Diez Años. Mi padre era español pero mi madre era cubana. Se había perdido la guerra y cuando empecé a tener conocimiento de las cosas que se hablaban, comprendí que mi pueblo, donde yo había nacido, estaba triste, no podía conformarse, la lucha tenía que seguir" (3).

Su padre, Don Clemente Ildefonso Palenque Madrazo, natural de Hoz de Marrón, en la cantábrica provincia de Santander, se desempeñó como juez de paz, vista de aduana y al final, al perder su empleo, como comerciante y dueño de una pequeña tabaquería, en Cárdenas, donde se trasladaría con su familia. En 1884 muere de disentería, dejando a su familia en precaria situación económica. América contaba entonces solo 6 de edad.

De la misma enfermedad morirían dos de sus tres hermanos, un varón y una hembra, de 7 y 9 años respectivamente. Quedaría Alfredo, que con 14 años se incorporaría a las tropas de Máximo Gómez, a su paso por la Región Central, a finales de 1895.

A Cartagena se trasladó la familia en 1887, necesitada del apoyo económico de la familia paterna. Al ya conocer los rudimentos de lectura y escritura, la madre la retiró de la escuela "…donde ya no aprendería más de lo que sabía" (4).

Desde 1892 hasta 1895 la familia vivió en Cruces, donde América, a los 14 años, conocería a su futuro esposo. Durante esa etapa colaboró activamente en los preparativos de la nueva contienda, en la zona de Lajas-Cruces, organizados por los patriotas Federico Zayas Piloto e Higinio Esquerra. Éste último alcanzará los grados de general del Ejército Libertador, años después. Una de las tareas revolucionarias desempeñadas por la adolescente América, era distribuir y divulgar el contenido del periódico "Patria", editado por José Martí en New York, Estados Unidos, a partir de 1892.

América y Andrés deciden casarse a los pocos meses de iniciada la Guerra del 95. Andrés le expresó:

—- Vamos a casarnos. Así cuando me vaya para la guerra puedo llevarte (5).

El 3 de mayo de 1896 nació en Placetas el primer hijo del matrimonio: José Andrés. En septiembre del propio año, América, con su pequeño hijo de 4 meses de edad, marcha a unirse con su esposo en los campos de Cuba Libre. Contaba entonces 17 años y acababa de perder a su madre.

Los relatos de América sobre las calamidades pasadas en la manigua bajo el constante hostigamiento de las tropas españolas y las trágicas secuelas de la Reconcentración dictada por el entonces Capital General Valeriano Weyler, resultan conmovedoras. El 27 de noviembre de 1897 muere de hambre y paludismo el primogénito, de solo un año y medio, en los Montes de Poza Redonda, en los límites entre Placetas y Sancti Spiritus.

Como ella misma relata:

"Volvimos al rancho que teníamos anteriormente. Era bueno pues tenía una cama y tres taburetes. Un día vi que el niño tenía fiebre; estaba decaído. Ese día a mí me subió la fiebre. Noté que no tenía leche. Se habían secado los pechos. No tenía con que alimentarlo. Se me agravó…y se me murió. Andrés al ver que yo seguía enferma me dijo:

—"Lo mejor es que vayas a casa de mi familia para que te cures y puedas volver.

Pero yo no lloraba ni daba ningún grito por la muerte de mi hijo. Me conformé porque así es la guerra" (6).

América atormentada por la pérdida del hijo, la propia enfermedad y el deber de esposa, no quería abandonar el campamento mambí. A lo que Andrés le expresó:

—"Si quieres quédate. Aquí moriremos los tres" (7).

Acordaron en definitiva que ella se uniera a un grupo de campesinos refugiados que marchaban a Placetas, para allí recuperarse del paludismo y la desnutrición. En el camino encontró un cuadro dantesco: una familia acogida en un miserable bohío abandonado por sus moradores, compuesta por una mujer de parto, el esposo y sus pequeños hijos.

Relata América:

"Nació la criatura. Miré al hombre y me di cuenta que estaba hinchado, amarillo. Estaba muy enfermo. Miré de nuevo a los niños que seguían sentados en el taburete y tenían el mismo color…Le pregunté a la mujer que qué quería que hiciese con la niña. Ella me dijo:

—No le haga nada. ¡Ella se va a morir! " (8).

América sobrevivió a la guerra, mantuvo su matrimonio durante 66 años y parió numerosos hijos. Compartió la atención a la familia con su frustrada vocación magisterial, hasta su muerte, muchos años después. Resulta evidente la meritoria influencia que ejerciera esta madre ejemplar en la inclinación pedagógica de sus hijas Cira, Elodia y Paulina, maestras ejemplares, aunque en diversos campos de la profesión.

Como expresase la propia América en entrevista periodística:

"Yo lo que anhelé toda mi vida fue ser maestra. Para mí es la carrera más linda. El maestro forma seres humanos al igual que los padres. Esa es una obra más grande que escribir un libro" (9).

El 12 de enero de 1973, pocos meses antes de su muerte, América recibió en su humilde vivienda de Lawton, una emotiva carta del historiador Pedro José Cantón Navarro, en la que éste le expresa como…"…hace muy pocos días tuve el placer de leer en la Gaceta de Cuba nº 106 del mes de octubre de 1972, un trabajo suyo titulado Mis recuerdos desde el Zanjón hasta 1899 y que aparece también con otro título: Memorias de una mambisa.

Según pude observar, su trabajo recibió el merecido premio de testimonio del Concurso XII Aniversario de la Federación de Mujeres Cubanas y también he podido conocer por medio de este periódico, que desde hace años Vd. Ostenta la Orden de Gran Dama y Corazón de Púrpura otorgada por los gloriosos veteranos de nuestra guerra de 1895 a 1898, y además, pude saber también, que su esposo fue teniente del Ejército Libertador y que fue oficial Cruz de Honor de la Orden de Mérito Mambí….Consideramos que esos amplios relatos suyos, sus Recuerdos desde el Zanjón hasta 1899, como Vd. Lo titula, ha sido un trabajo muy importante; en el mismo va detallando Vd. Con minucioso cuidado sus inolvidables y penosos recuerdos, que Vd. Todavía, a sus 93 años de edad, no ha olvidado" (10)

Resulta notable que en la actualidad, contemplando a Cira, en compañía de sus inseparables hermanas Paulina y Elodia, en su acogedora y modesta vivienda de Playa, mientras afable y propicia a la conversación, con la sabiduría de su modestia, nos rememora a la madre mambisa, con alma de maestra.

E inmediatamente vienen a la mente las palabras de América:

"…Soy patriota desde que tengo uso de razón. Yo recitaba siempre en las fiestas y hasta me dieron premios por eso, porque según la gente de aquella época, yo decía las poesías con mucho sentimiento. Cuba entonces era colonia de España, y a pesar de eso donde se podía, recitaba poesías patrióticas que eran mis preferidas. Recuerdo una de Luis Victoriano Betancourt:

— ¡Fundad primero la escuela, si queréis la libertad!" (11).

Respecto al padre, Andrés Soto Pulgarón, éste nació en Cartagena, antigua provincia de Santa Clara, el 28 de noviembre de 1869, Sus progenitores, Don José Francisco del Rosario Soto Ronquillo, natural de la antigua provincia de Sancti Spíritus y Doña Belaya Paulina Pulgarón Abreu, natural de Camarones, en la denominada entonces provincia de Santa Santa Clara (12).

Andrés quedó huérfano de madre a los 4 meses de nacido, al morir su madre de viruela, con solo 18 años de edad, por lo que fue criado por una tía. Otra tragedia conmovió a la familia casi por la misma fecha, aproximadamente en 1870. Un tío paterno, de 22 años, falleció de la misma enfermedad, así como su novia, al querer acompañarlo en su lecho de enfermo.

Como bien expresa Fernando Portuondo, en su Historia de Cuba, Instituto del Libro, La Habana, Cuba (1968) en las páginas 550-551:

"Las enfermedades endémicas en Cuba en la época colonial como la fiebre amarilla y el vómito negro, diezmaban en cíclicas epidemias a la población y se ensañaban con especial fuerza en las tropas españolas, poco habituadas a nuestro clima. Una estadística oficial española reconocía en 1897, poco después de finalizar el mandato de Weyler, que en Cuba habían fallecido

13 000 soldados de fiebre amarilla y 40 000 de otras enfermedades en el curso de la guerra".

Aunque no tenga en mi poder datos de los fallecimientos por enfermedades en la población civil, estos tienen que ser de considerable magnitud (Nota del autor).

A los pocos meses de su casamiento, se incorpora Andrés a las tropas, que en Sancti Spíritus organizaban Marcos García y Serafín Sánchez, con el objetivo de incorporarse a las lideradas por Máximo Gómez y Antonio Maceo, a su paso por la zona, en su indetenible marcha invasora hacia la región occidental… Las tropas mambisas, evitando confrontaciones militares a su paso por Camagüey, cruzaron la aparentemente inexpugnable Trocha de Júcaro a Morón, con pérdidas mínimas, al amparo de la noche, el 29 de octubre de 1895, llevando la Revolución a la Región Central de Cuba (13).

El 30 de octubre del propio año se encuentran las tropas de ambos patriotas. En su improvisada arenga a las mismas, el 30 de noviembre del propio año, Gómez termina la misma con palabras premonitorias:

—- ¡Soldados! ¡Lleguemos hasta los últimos confines del Occidente donde haya tierra española: allí se dará el Ayacucho cubano! (14).

Así la guerra llegó a Las Villas y paso a paso las tropas invasoras se acercaban a la meridional zona espirituana. La primera batalla significativa en la Región Central es la de "Iguará" (3 de diciembre de 1895). Otras igualmente importantes fueron las de "Manacal" (11 de diciembre); la de "Siguanea" (13 de diciembre), que abrió las puertas a la región de Cienfuegos, de gran importancia eco nómica, política y militar, hasta culminar en la de "Mal Tiempo" (15 de diciembre), que obligó al ejército español, tras su humillante derrota, trasladar su cuartel general a Colón, más al occidente, supuestamente para impedir la llegada de la guerra a Matanzas. Lo que fue impedido por la victoria mambisa en "Coliseo" (14).

Andrés Soto se incorpora el 23 de septiembre de 1895 a la Brigada de Cienfuegos, en la que se mantuvo hasta el primero de diciembre del propio año. Como integrante de la misma participó en los combates de "Cantabria", en "Los Tardíos" (31 de octubre de 1895) y en el de "Hanabanilla" (15 de noviembre", como apoyo de los villareños a la columna invasora. Tuvo el privilegio de participar en la legendaria "Batalla de Mal Tiempo" (15).

Muchos años después éste publicaría sus testimonios al coste de su propio peculio, donde narra la contribución de los naturales de Cartagena, su pueblo natal, a la Guerra de Independencia, que tituló "Corazones Cubanos", 1950; acerca del no cumplimiento del ideario martiano en la república mediatizada ("De la guerra y la paz", 1949) y "Cuba no es de los cubanos", en el que critica la dependencia neocolonial de nuestro país a Estados Unidos.

El primero de agosto de 1898, por orden firmada por Bartalomé Masó, entonces Presidente de la República en Armas, es ascendido el subteniente Andrés Soto al grado de Teniente de Caballería del Ejército Libertador (16).

Apasionado de la historia de Cuba, colaboró, con escritos y documentos, en la prensa de la época, particularmente en la Revista Bohemia.

Trabajó como empleado público la mayor parte de su vida en la República neocolonial, sin nunca aceptar una prebenda, no obstante conocer a muchos personajes de la época. Su honestidad le impidió cobrar las clásicas "botellas", introducidas en Cuba como práctica corruptora por el gobierno interventor y posteriormente utlizada con prodigalidad por los gobiernos en la seudorepública, hasta el triunfo de la Revolución el primero de enero de 1959.

Sus hijas aún lo recuerdan, a varias décadas de su muerte, como un hombre recto pero humano, justo y austero. En los últimos años de su vida, ya ciego, estas insistían en explicarle los cambios radicales llevados a cabo por la Revolución triunfante, tarea no difícil para un hombre de su historial patriótico, a lo que éste les respondió con voz firme y categórica:

—No me digan más nada, que ya yo soy comunista (17).

CAPÍTULO 2.-

Dra. Cira Soto Palenque: una vida consagrada a la formación magisterial

Conversar con Cira es un placer y un compromiso. Placer pues en sus ojos vivaces, negados a la opacidad de los años, se nos revela la tríada prodigiosa presente-pasado-futuro, como un todo enrumbador de utopías alcanzables. Paradigma de educadora, de hablar pausado y culto, sin pedantismo. Con esa sabiduría amiga que nos atempera el ánimo y frena el desasosiego. Compromiso, pues su interlocutor, si es prudente, cuida por decisión propia de la corrección del lenguaje, del tono y volumen de voz apropiados y de incurrir en poses snobistas

Estamos ante una personalidad de amplios conocimientos de la Gramática Castellana y la fonética, educadora por instinto y amor, formadora de numerosas generaciones de maestros y profesores, empeñada en la ardua tarea de enseñar a leer, escribir y hablar con corrección. En definitiva tales prevenciones se disipan, ante su amable sencillez, tan propia de las personalidades que acarrean su excepcionalidad, casi anónima, sin rencores ni amarguras.

Al hacer válida la prédica martiana de que "honrar, honra", aportemos a las nuevas generaciones de maestros y profesores en formación o en pleno ejercicio, el conocimiento de la vida y obra, de esta maestra de estirpe mambisa.

Sus primeros años. Estudios primarios (1918-1925).

La joven pareja integrada por Andrés y América, culminada la guerra, se establecen en Cienfuegos, donde éste labora como empleado público del ayuntamiento local. Posterior a la trágica muerte de su primogénito José Andrés, en tierra mambisa, América da a luz sucesivamente a Carlos Alfredo (Cruces, 1900); Oscar Armando (Cienfuegos, 1902), quien falleciese de tétanos a escasas semanas de su nacimiento; América de los Ángeles (Cienfuegos, 1903); Enrique Agustín (Cienfuegos, 1906); Dora Elisa Margarita (Placetas, 1909); Cira Delia (Cartagena, 1911); Paulina (Cienfuegos, 1913) y Elodia (Cienfuegos, 1917).

Dado que la familia acostumbra vacacionar en Cartagena, donde aún reside la familia paterna, América comienza a sentir los dolores del parto, un 21 de julio

de 1911, dando a luz una niña, a la que inscriben como Cira Delia Florinda.

La niña decursa sus primeros años en un ámbito familiar muy favorable. En la acogedora casona cienfueguera se respira el amor y el mutuo respeto, compañeros inseparables, con las noches amenizadas por los relatos de la guerra y los méritos de sus protagonistas. Las figuras de José Martí, Antonio Maceo y Máximo Gómez, constituyen con frecuencia el centro de las conversaciones. Todo ello influirá en la formación martiana de Cira, que perdurará toda su vida.

Cumplidos los 7 años, en 1918, inicia sus estudios primarios en la escuela privada local "Elisa Bowman", regida por la Iglesia Metodista cienfueguera, donde la enseñanza religiosa era opcional. Su padre, de marcada tendencia anticlerical y atea, bastante común entre los patriotas de la época, la considera la mejor elección, dada la lamentable situación de la escuela pública en la naciente república y la pobre preparación profesional de los docentes, dada la insuficiente existencia de escuelas formadoras de personal docente (18).

En 1917 es que se crean las primeras escuelas normales de maestros, primero en La Habana y posteriormente en las provincias, con capacidad máxima de 50 estudiantes cada una, con exigencia de ingreso de 6to grado y separación por sexos. La ley que las crea, propuesta por Manuel Sanguily, senador y patriota, y aprobada por el Congreso en 1915 era un paso positivo aunque obviamente insuficiente. A lo anterior se suma la falta de voluntad política de los sucesivos gobiernos por encarar el déficit de la falta de maestros debidamente preparados.

Se continuaba entonces usando el sistema de certificados, que daba validez al ejercicio de la docencia en primero, segundo y tercer grados, mediante pruebas de escasa exigencia, solución insuficiente heredada de las sucesivas ocupaciones norteamericanas de 1899-1902 y 1906-1909.

La niña sorprendió a todos desde los primeros momentos, por sus notas sobresalientes y una dedicación al estudio poco común.

Como nos relatan sus hermanas Elodia y Paulina, que también consagraron sus vidas a la educación, Cira ya se caracterizaría por los rasgos de carácter y personalidad, que la acompañarían toda su vida: perseverante, sencilla, sistemática, acuciosa, de entrega total al trabajo, solidaria, y hasta cierto punto, de una ingenua modestia. Transcurridos más de 80 años aún rememora Cira con amor a sus maestras cubanas. Conserva preferentemente el grato recuerdo de la maestra Lolita, hija del general mambí Higinio Esquerra o a la amable Asunción, que le proporcionaron valiosas enseñanzas. Solo una excepción no grata, la de la maestra norteamericana de segundo grado que les confesó estar sorprendida, pues esperaba tener que dar clases a "indios con plumas" (1).

Desde sus más tempranos años adquirieron Cira y sus hermanos el hábito de la buena lectura, que transitaba desde las aventuras de Salgarí, a las fantasías de capa y espada hasta las antológicas novelas de los Dumas.

Culmina sus estudios primarios en 1925, apenas cumplidos los 13 años, En esa época culmina su período presidencial Alfredo (el Chino) Zayas, en una etapa caracterizada en Cuba por las convulsiones sociales y los escándalos públicos. Se abre asimismo el mandato trágico del tirano Gerardo Machado.

El destacado revolucionario, martiano y marxista Julio A. Mella funda la Federación Estudiantil Universitaria (1922), la Liga Antiimperialista de Cuba (julio de 1925) y el primer Partido Comunista de Cuba (en agosto del propio año) junto con Carlos Baliño.

Entretanto el país va consolidando su identidad cultural. Regino Boti, destacado poeta, ha publica ya "El mar la montaña" y Agustín Acosta culmina los detalles finales de su emblemática obra "La zafra" (1926). A su vez, Don Fernando Ortiz dimensiona aún más su ya reconocida fama como etnógrafo con sus obras "Glosario de afronegrismo" (1924) y "Catauro de cubanismos" (1924). En el ámbito musical, el maestro Amadeo Roldán escribe su "Obertura sobre temas cubanos" (1925) y trabaja en la "Rebambaramba", ambas piezas antológicas (2).

En el curso escolar 1925-1926 matricula Cira en un centro privado cienfueguero de segunda enseñanza, que culmina con excelentes notas, aunque los exámenes finales debían ser aplicados por profesores del Instituto de Segunda Enseñanza de Santa Clara (3). Regía entonces el llamado "Plan Varona", que se propone desterrar el verbalismo y y el formalismo y hacer la enseñanza más científica y experimental. El destacado pedagogo, que conformó el gabinete del general Leonard Wood, durante la primera intervención norteamericana, encargado de las reformas en las enseñanzas media y superior, en un país devastado por 30 años de guerras (1868 a 1898), tomo como base para sus propuestas sus propias ideas filosóficas al respecto, progresistas para la época, basadas en su positivismo "aplatanado", Este plan de estudios se mantuvo vigente, en lo esencial, hasta 1937 (3).

En 1926 la familia se traslada a La Habana para facilitar la continuidad de estudios de sus hijos, estableciéndose en una modesta vivienda de la calle Teniente Rey entre Bernaza y Monserrate, muy próxima al ya creado Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, donde ésta matricula el 2do año del bachillerato, en el curso 1926-1927.

A la adolescente, curiosa pero retraída, le cuesta adaptarse a la vida algo turbulenta de la capital. En definitiva se gradúa de bachiller en 1929, con resultados excelentes., lo que ya no constituye sorpresa para los padres orgullosos.

En aquellos años los institutos de segunda enseñanza estaban bajo un régimen semi-militar y eran dirigidos por oficiales del Ejército Nacional. El de La Habana estaba rectoreado por un oficial de apellido Espinoza, según rememora Cira. El uniforme de las muchachas consistía en una saya de color azul Prusia, con listones en los bordes del dobladillo, según el año que cursasen; blusa blanca y botines cerrados hasta los tobillos. Siempre en los pasillos se mantenía la presencia de una profesora, veladora severa, siempre atenta a que las faldas nunca sobrepasaran la media pierna.

Para el profesor de Historia, de apellido Oñate, resultó una sorpresa, la explicación expuesta con singular brillantez, acerca de los acontecimientos de la "Noche de San Bartalomé", por aquella alumna, generalmente callada, de las últimas filas de pupitres, de la que solo conocía era un traslado de provincia. Era costumbre que los alumnos ocuparan los asientos acorde al orden alfabético de sus apellidos lo que condenaba irremisiblemente a Cira a las últimas filas.

Cira gustaba de todas las asignaturas, aunque no tenia formada aun su vocación magisterial, ni su futura pasión por los intrincados recovecos del apropiado decir, del buen leer y el correcto escribir, que le permitiría obtener en años venideros lauro y prestigio entre alumnos y profesores.

En determinada ocasión por el profesor de matemáticas quedó admirado de la inteligente solución a un problema de la asignatura. Al preguntarle si era repitente y explicarle ésta que era un traslado de provincia, esto no logró disuadirlo de su infundada sospecha de que la avispada estudiante recibía clases particulares a domicilio, lo que por supuesto, además de innecesario estaba fuera de las posibilidades económicas familiares.

A punto de matricular en la Universidad de La Habana, iniciándose el curso 1929-1930, se le presenta la disyuntiva de la carrera a matricular. Se inclinaba por la arquitectura, siguiendo el ejemplo de su hermano Enrique, de notable ascendencia personal sobre ella, pero su padre, más realista, la persuadió de que no era la mejor opción. Argumentaba para ello que para recibir un encargo de las familias adineradas, que eran las únicas con posibilidades de hacerlo, se requerían de relaciones sociales de las que ellos carecían. En el supuesto de obtener contratas a determinados proyectos gubernamentales, esto era solo posible en el rejuego de componendas, corrupción y politiquerías, inadmisibles para el viejo mambí (6).

En definitiva la convenció de que era más apropiado estudiar pedagogía, que le brindaba quizás la oportunidad de llegar a ser directora de escuela. Cira sigue el consejo paterno, matriculando además la carrera de Filosofía y Letras, por la que sentía en su inicio, más inclinación. En definitiva logró aprobar con excelentes notas el primer año en ambas carreras.

En los inicios próximo curso, el 30 de septiembre de 1931, se produce el asesinato del estudiante Rafael Trejo a causa de la brutal represión por la policía machadista de una manifestación estudiantil, lo que provoca masivas manifestaciones populares que desembocan en la clausura de la Universidad de La Habana y de los institutos de segunda enseñanza. Ello impidió la continuación de los estudios tan satisfactoriamente inicados (7).

En la etapa comprendida entre 1930 a 1933, en la que se mantiene la clausura de la Universidad de La /font>

Como maestra de historia, Cira profundiza aún más en la vida de maestros patriotas, conformadores de nuestra identidad cultural y nacional como José Agustín Caballero, Félix Varela, José de la Luz y Caballero, José Antonio Saco, Rafael María de Mendive, entre tantos otros, y por supuesto, en el ejemplo personal e ideario de aquel, a quien siempre se guardó especial veneración, en el seno familiar, desde los relatos de infancia: a José Martí (8).

Laborará también como maestra en la nueva escuela fundada por la familia, que bautizan como "América", en su nueva residencia de la calle San Lázaro No 1008, mientras que el hermano Enrique quedaba a cargo de la antigua escuela "Soto". Esta labor y sus inciales estudios pedagógicos refuerzan en Cira su vocación magisterial. En definitiva, reabierta la Universidad de La Habana, tras el derrocamiento de la dictadura de Gerardo Machado, reinicia sus estudios en el curso 1933-1934, en una época de trascendentes convulsiones políticas (9).

En sus estudios tuvo el privilegio de contar como profesores, con importantes personalidades intelectuales de la época, que desempeñaron papeles protagónicos en la sociedad cubana en los campos de la política, la docencia y la cultura. El Dr. José Antonio Portuondo como Profesor Titular de Estética; Dr Salvador Massip, en Geografía; el entonces senador, Dr Maza y Artola, como Profesor Titular titular de Griego, asignatura en la que figuraba además como Profesor Auxiliar el Dr. Manuel Bisbé; el Dr. Dubuchet, impartía Historia; el Dr. Salvador Salazar, Literatura; la Dra., Vicentina Antuña, ejercía como Profesora Auxiliar en Latín; el Dr. Martínez, padre del dirigente político y poeta, Rubén Martínez Villena, ocupaba la cátedra de Pedagogía, junto con la Dra. Camila Enríquez Ureña.

Culmina Cira sus estudios universitarios en ambas carreras, en el curso 1936-1937, salvo breves interrupciones, dada la coyuntura política de la convulsa época (10).

Con la ayuda de relaciones personales del padre, con el funcionario que en aquel momento atendía la enseñanza media, comienza a trabajar como profesora de Letras (sin sueldo) en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, durante los cursos 1938-1939 y 1939-1940. La influencia de los profesores de la cátedra, con los que compartió durante esos años, particularmente de la Dra. López, profesora de Gramática, la inclinaron definitivamente por esa especialidad, a la que dedicaría la mayor parte de su vida, con amorosa creatividad, su maestría pedagógica y afán investigativo.

A partir del curso 1940-1941 comienza a trabajar, ya con sueldo, como profesora Auxiliar en la Escuela Normal para Maestros de La Habana, ubicada inicialmente en la Finca Durañona, cerca del Puente de La Lisa, en el entonces municipio Marianao. Se vincula por primera vez a un centro dedicado a la formación de maestros, que será desde entonces, la esencia de su actividad docente.

La Escuela Normal para Maestros de La Habana solo contó con edificio propio desde 1944. Su matrícula en ese curso era de 1459 estudiantes que solo se incrementó a 1661 en el curso 1949-1950. En todo el país la matrícula ascendía en 1944 a 3361 alumnos. En la época existía una Escuela Normal para Maestros en cada una de las seis capitales provinciales, acorde a la división político-administrativa de la época. En el curso 1951-1952, el claustro profesoral de las Escuelas Normales para Maestros en todo el país contaba con 150 profesores titulares y 133 profesores auxiliares, para un total de 283 docentes. En particular la Escuela Normal para Maestros de La Habana, tenía un claustro de 125 profesores, 75 de ellos titulares (11).

Recuerda Cira con respeto y admiración la positiva influencia que en ella ejerciera, como profesora novel, la Jefa de Cátedra de Letras y Profesora Titular, la Dra. Carolina Poncet.

En esa década de los 40 era miembro del claustro de la Escuela Normal para Maestros de La Habana, el Dr. Juan Marinello, como Profesor Titular de Literatura. Cira aún retiene su imagen como persona culta, respetuosa, de visión política muy avanzada para la época y ya reconocido dirigente comunista, respetado hasta por sus enemigos.

En más de una ocasión, nos relata Cira, el claustro se prolongó durante horas, al entablarse polémicas discusiones, sobre temas diversos del acontecer nacional, entre el grupo de profesores de posiciones más revolucionarias, lideradas por Marinello y aquellos catedráticos de posiciones más conservadoras. Cira reconoce que aun en ese tiempo carecía de una conciencia política avanzada, aunque mantenía una posición crítica ante todo lo que lastraba el progreso del país (13),

En agosto de 1941 contrajo matrimonio con Gerardo Pallí López, de cuya unión nacieron dos hijos, Isidora en 1945 y Gerardo, un año después. Éste último con solo 5 años perdería la vida en trágico accidente, que marcó para siempre la vida de Cira, de tal modo, que transcurridas cinco décadas, su solo recuerdo humedece sus ojos.

Por consejo familiar y más para ocupar su tiempo ante el dolor por la sensible pérdida, que por problemas económicos, comenzó a compartir su labor docente en la Escuela Normal para Maestros de La Habana, en la escuela privada "Columbus School", como profesora de Letras de bachillerato, donde impartía su especialidad (Gramática" en todos los años. Para asombro de todos, ninguno de sus alumnos desaprobobó los exámenes oficiales aplicados, según las leyes escolares vigentes, por profesores del Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana. (14)

En esos años comienza Cira a aplicar sus ideas innovadoras en la enseñanza de la Gramática, inspirada en la obra, ya antológica "Gramática Castellana" de Amado Alonso y Pedro Henríquez Ureña, así como en la aplicación de los métodos más novedosos impulsados por el destacado filólogo y fonetista español, Tomás Navarro y Navarro. En todos los casos, sustituye la diligente profesora, los textos originales ajustados a otros contextos, por otros vinculados en el ideario de figuras relevantes forjadoras de nuestra identidad, especialmente de José Martí, con un profundo contenido axiológico.

Las concepciones vigentes en las décadas del 40 y 50 del siglo pasado en la impartición de esta enseñanza, adolecían de ciertos esquematismos en el tratamiento del contenido y en las concepciones de la mayoría de los profesores. Como explican los autores de la citada obra en su introducción "A los profesores":

Las doctrinas gramaticales del presente manual no siempre son las que uniformemente se repiten en los demás. Es sabido que, por la enorme profusión de la enseñanza gramatical, cuyo profesorado es numerosísimo y de muy variada preparación, en ninguna otra disciplina cuesta tanto esfuerzo desterrar un error o quebrantar la venerable rutina" (15).

A ese enfrentamiento contra la venerable rutina empeñó Cira sus mayores esfuerzos, en contra de los prejuicios siempre presentes ante todo lo novedoso. La compleja labor se complementaría, gracias a sus conocimientos musicales, con la aplicación de métodos asequibles que propiciaban la entonación más correcta en sus alumnos.

Durante la nefasta dirección de la Dra. Isolina Díaz, en la Escuela Normal para Maestros de La Habana, incondicional a la dictadura de Fulgencio Batista (1952-1958), la venta de títulos y exámenes se convirtió en algo habitual entre una camarilla de profesores en contubernio con ésta. Cira supo mantenerse al margen de tales actividades, las que siempre reprobó. Ello le valió que al triunfo de la Revolución fuese designada como integrante del tribunal de profesores que juzgaron a los docentes deshonestos.

En la "Historia me absolverá", título por que el que se conoce el alegato jurídico-político de defensa, pronunciado por Fidel Castro ante el tribunal que lo juzgo por el asalto al Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, el 26 de Julio de 1953 este expresó como…"…nuestro sistema de enseñanza se complementa perfectamente con todo lo anterior. ¿En un campo donde el guajiro no es dueño de la tierra, para que se quieren escuelas agrícolas? ¿en una ciudad donde no hay industrias, para que se quieren escuelas industriales? Todo está dentro de la misma lógica absurda….A las escuelitas públicas del campo asisten descalzos, semidesnudos y desnutridos menos de la mitad de los niños en edad escolar y muchas veces es el propio maestro quien tiene que adquirir con su propio sueldo, el material necesario. ¿Es así cómo puede hacerse una patria grande? (16).

Uno de los componentes principales, contenida en el Programa del Moncada, era hacer asequible la educación a todo nuestro pueblo…y para ello era necesario no solo crear aulas, sino perentoriamente formar maestros debidamente preparados. La idea de Fidel Castro consistía, en que a falta de maestros, donde existiese un maestro y un grupo de alumnos, ya había un aula. Y así hubo de aplicarse en los años iniciales del triunfo revolucionario cuando la educación se extendió a las zonas más recónditas del país, incluso en no pocas de las cuales, nunca existieron ni escuelas ni maestros. ¿Cómo formar maestros con la celeridad y cantidad necesarias, y además, el estar dispuestos a impartir clases en las zonas más apartadas?.

Como expresara Fidel Castro en concentración con campesinos, en la provincia de Pinar del Río, el 20 de mayo de 1960…"…y así estuvieron saqueando al pueblo durante 50 años….Y mientras tanto los hijos de los campesinos no podían ir a las escuelas, los hijos de ustedes no podían siquiera aprender a poner su nombre ¿para qué?. Para seguir saqueándolos. ¿Por qué iban a interesarse en poner escuelas? ¿por qué iban a preocuparse de que los campesinos aprendieran? (17).

Desde los primeros años del triunfo revolucionario se tomaron medidas trascendentes para cambiar tal estado de cosas, tan denigrantes y humillantes. El ministerio de Educación, a cargo del Dr. Armando Hart Dávalos se estableció simbólicamente en la antigua jefatura del estado mayor del ejército de la dictadura, en el tristemente célebre Campamento Militar de Columbia, fundado por las tropas de ocupación norteamericanas durante la primera intervención (1899-1902) y escenario donde se fraguaron golpes de estado y componendas políticas durante la República neocolonial (1902-1958) (18).

Entre algunas de tales medidas se convirtieron los principales cuarteles militares en centros escolares; se puso fin al robo descarado de los presupuestos escolares por los políticos de turno; se creó la Imprenta Nacional de Cuba; se desarrollo la Campaña Nacional de Alfabetización y se impulsaron los cursos regulares y emergentes para la formación de maestros y profesores, transformándose las antiguas Escuelas Normales para Maestros en Escuelas Formadoras de Maestros y creándose por primera vez, los Institutos Superiores Pedagógicos, en 1964, inicialmente en La Habana, Santa Clara y Santiago de Cuba.

El triunfo de la Revolución es acogido por Cira con júbilo. Pronto comprendió que las enseñanzas recibidas en el seno familiar acerca del ideario patriótico de José Martí y otros próceres se hacían realidad. A partir de 1959 continúa ejerciendo como profesora en la ahora Escuela Formadora de Maestros (antigua Escuela Normal para Maestros). Al principio de la Revolución (1959) existían 3 tipos diferentes de enseñanza con el perfil de formación de maestros: las Escuelas Normales para Maestros, las Escuelas de Kindergarten y las Escuelas del Hogar, las que fueron reestructuradas (19).

Al iniciarse la Campaña Nacional de Alfabetización (1961), en medio de agresiones, sabotajes y acontecimientos excepcionales de diversas índole, para el proceso revolución, decenas de miles de jóvenes alfabetizadores, muchos casi niños, así como maestros y profesores de mayor o menor experiencia, marchan a los más recónditos lugares del país con su farol y su manual (20).

Cira tenía el firme propósito de incorporarse a la misma, como una alfabetizadota más, pero la Dra. Dulce María Escalona, entonces funcionaria del MINED y destacada pedagoga, replantea que era necesario que se incorporara, a otra tarea no menos importante: la formación de nuevos profesores para la enseñanza media. En una escuela creada, por iniciativa de Fidel Castro, dedicada a la formación emergente de profesores de enseñanza media, con alumnos procedentes de diversas carreras universitarias, continúa la Dra, Cira Soto, la labor de toda su vida, pero con el estímulo de contribuir a la construcción de una sociedad más justa. Integrada al claustro de la misma, ésta no desiste de aportar a la Campaña, y en sus horas libres alfabetiza a varias personas en la propia capital.

Laboró a la par como profesora de la Facultad de Letras de la Universidad de La Habana, desde 1962 a 1964, siendo decana de la misma la Dra. Vicentina Antuña. En ese entonces los estudiantes reclamaban el recibir una enseñanza de Gramática Castellana, tanto teórica como metodológicamente, más ajustadas a los nuevos aires renovadores, como la que impartía la Dra. Cira Soto, con reconocido prestigio desde su ejercicio en las aulas normalistas.

Cira en esos años continuó trabajando activamente en los diversos planes de formación y superación de maestros populares, integrantes de la recién creada Brigada de Maestros de Vanguardia "Frank País" (1962) así como de profesores insertados en las enseñanzas media y media superior. Al respecto tuvo una destacada participación en la elaboración de los contenidos de su especialidad en los diversos tomos editados por el Ministerio de Educación bajo el título de "Cursos para Superación de Maestros" y que constituyó un aporte de excepcional valor.

En mayo de 1964 se incorpora al claustro del recién fundado Instituto Superior Pedagógico "Enrique José Varona", inicialmente adscrito a la Universidad de La Habana y creado por resolución ministerial conjuntamente con los institutos superiores pedagógicos "Félix Varela" de Santa Clara y "Frank País" de Santiago de Cuba.

Partes: 1, 2

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