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Émile Durkheim – una defensa social del individualismo moderno (página 2)




Enviado por Luis Morales



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Una perspectiva Actual

Permítannos finalmente intentar comparar y analizar las ideas sobre educación y enseñanza de Durkheim relacionándolas con las tendencias pedagógicas dominantes en la actualidad. Durkheim había definido la función de la educación y de la enseñanza sistemática en relación a la descripción de la sociedad moderna de su época que se caracterizaba por la diferenciación, la especialización, la división del trabajo y el surgimiento y formación de nuevos contextos morales. La educación tenía como tarea principal el crear mecanismos de integración social que pudiesen ser eficientes y acordes con la época de la sociedad moderna; la educación fue definida por sus tres elementos: regulación, disciplina y autonomía con el objetivo de socializar al individuo tanto en la sociedad como totalidad como en la sociedad civil cercana a la cual el individuo estaba ligado. Podemos ahora, finalmente, comparar estos rasgos pedagógicos con nuevas 붥rdades렳obre el niño, la autoridad y la pedagogía. Con este objetivo presentamos a continuación una herramienta analítica muy sencilla, la llamada 룲uz socioanalítica뮠

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La cruz está compuesta de cuatro campos analíticos, que reflejan distintos roles y funciones en la sociedad. En la práctica no se los puede dividir de una manera tan simple como se ha hecho aquí, pero con este sencillo esquema si es posible indicar una serie de diferencias categóricas entre cómo nosotros comprendemos la educación y la enseñanza si ellas se orientan hacia un campo, en desmedro de otro. La cruz tiene dos ejes, cada uno con dos dimensiones, que no constituyen la expresión de contradicciones sino que es, simplemente, una cuestión de énfasis distintos. En el eje vertical se precisa el proceso al cual se asocia un campo, puede ser el de la socialización o el de la individualización. ¿Cuánto énfasis se pone en lo individual y cuánto en lo social? Demostraremos posteriormente que Durkheim anula esta contradicción. En el eje horizontal el foco se dirige a en qué medida la forma de ser individuo es universal — es decir que significa la misma cosa para todos— o si tiene un contenido especial. Además podemos comprender los cuatro campos como distintas ramas para la acción social e individual, que implican distintas normas morales de conducta. Por consiguiente se puede hablar de pluralismo moral. Hemos incorporado además los conceptos de Durkheim organizaciones intermediarias y corporaciones en la figura, con el fin de ilustrar que funcionan como vínculos mediadores entre las funciones de los diversos campos.

Si se consideran los campos desde un ángulo histórico se puede asegurar que antiguamente, las sociedades premodernas se caracterizaban mayoritariamente por la existencia de normas sobre cómo se debería actuar ante uno mismo, la familia, la política y el comercio en el mercado, que aún no se divide en campos más o menos autónomos. En la sociedad moderna esos campos están organizados y planificados en torno a sus principios propios los que, según Durkheim, son de carácter moral e integrador.

Dirijamos ahora la mirada hacia el cómo diversas tradiciones pedagógicas han definido la educación y qué prioridades han hecho en relación a los distintos campos. La tradición que define a la educación como un proceso de construcción de las habilidades y destrezas con el objetivo de crear condiciones que permitan aumentar la utilidad al máximo lo encontramos, según Durkheim, en el pensamiento utilitarista; este pensamiento en su versión más extrema se caracteriza por considerar al individuo como un agente que actúa en el mercado, como un "yo" racional y calculador. Esta forma de razonar la encontramos hoy entre las corrientes de pensamiento políticas y pedagógicas que abogan por el equipamiento de calificaciones individuales, en parte por las exigencias del mercado laboral y en parte porque serían las herramientas más importantes para que el individuo alcance sus metas. Para Durkheim esta concepción es demasiado subjetiva y expresaría un ideal ahistórico de educación. No significa que Durkheim ignore las necesidades del mercado laboral sino que las necesidades del mercado laboral (la "economía interna") no pueden ser reducidas a las exigencias del mercado. Hay que pensar también en los otros campos.

Otra tradición, también criticada por Durkheim, afirma que la educación debe desarrollar la personalidad del niño, su identidad y su vida interior. Esta tradición ya desde el Renacimiento había otorgado gran importancia al desarrollo del gusto y al cultivo y perfeccionamiento de la personalidad. Levemente caricaturizado podemos manifestar que el énfasis se pone aquí no tanto en que el niño aprenda algo sino en que sea "alguien". Durkheim se lanzó en una fuerte ofensiva crítica en contra de esta educación estética, puesto que no estaba lo suficientemente conectada con las necesidades de la vida, sino que tenía como modelo exclusivamente a la antigua formación aristocrática. Nuevamente vemos aquí cómo se manifiestan las concepciones sociológicas de Durkheim. Los ideales en educación deben siempre se comparados con la realidad social actual, la que normalmente exige algo más que ser una persona cultivada.

Si se afirma que la actual discusión pedagógica más que nunca acentúa el desarrollo personal como un ideal general para la educación y para la enseñanza sistemática, bien podemos analizar esta afirmación con Durkheim desde dos ángulos. ¿Se trata de un énfasis en la personalidad y en la identidad que se origina en el desarrollo social y por tanto se impone al individuo como un hecho social? ¿Se trata de un ideal educativo desequilibrado que no tiene contacto ni con la división social del trabajo ni con las necesidades sociales? Aquí la pregunta se trata de si no resulta razonable hacer hincapié en el creciente significado de la individualidad en distintas instituciones sociales, lo que daría a la individualidad un significado, un rol y una función orgánicos, es decir que no se trataría tan sólo de convertir un ideal aristocrático en exigencia general. De esta manera se puede argumentar a favor del cultivar la personalidad, una personalidad cultivada que se ha transformado en autocultivo puesto que la sociedad y sus organizaciones han sido individualizadas. Por otra parte, con Durkheim se puede abogar por que se le de a este cultivo de la personalidad un carácter en consonancia con los propósitos de la sociedad y no esté tan sólo formado para satisfacer necesidades individuales, independientes de las necesidades del medio. Es de esta manera que Durkheim anula e invalida la contradicción entre individualización y socialización. Cada forma de individualidad puede ser vista en el contexto de la sociabilidad, de la sociedad, y por consiguiente el proyecto de Durkheim puede ser visto como la defensa comunitaria de un moderno individualismo moral.

No por esto resulta menos interesante el preguntarse si en la actualidad no existe una carencia de comprensión de los otros dos campos, hacia los cuales la educación moral debe orientarse; debemos recordar que Durkheim mismo abogó, a fines de los años 1800 y comienzos del 1900, por que la educación se orientase a desarrollar cualidades físicas, mentales y morales en el niño relacionadas con la sociedad, en cuanto totalidad, y con el contexto inmediato al cual el niño está incorporado. Para Durkheim la educación invierte en la sociedad civil y en el estado/sociedad política. En lo que se refiere a la sociedad civil se crean determinadas identificaciones sociales y modelos morales ligados a un determinado medio (la comunidad local o el barrio, la familia, la región, etc. un 뮯sotros멬 con normas dadas, valores, tradiciones, etc. Aquí nos transformamos en 뭩embros de렠y tomamos posición frente a ese 뮯sotros렱ue delimita la comunidad. En relación a la sociedad política superior podemos manifestar que ésta injerta valores fundamentales, básicos, universales, y exigencias (un 볥멠como justicia, igualdad, y libertad que no sólo rigen para un grupo local sino que se orientan hacia un espacio político y social en el cual reconocemos otros ciudadanos como iguales, con le mismo valor, y podemos participar en proceso políticos y democráticos que superan nuestros pensamientos, intereses locales, personales, privados. La sociedad moderna no puede crear una civilización sin una educación moral y una enseñanza orientada hacia la sociedad política y la sociedad civil.

Si miramos el desarrollo de las tendencias educativas y pedagógicas en Europa occidental desde los años 70 hasta los años 1990 podremos apreciar grandes cambios. Mientras que durante los años 70 el énfasis estaba puesto en crear ciudadanos solidarios hemos sido testigos durante los años 1990 de una violenta acentuación del cultivo de la personalidad propia, de la preocupación de si mismos y del desarrollo de la identidad interior. El niño debe aprender a elegir y a fijarse metas. La gran diferencia con Durkheim parece residir en que el sociólogo francés otorgó al saber evolutivo y acumulador de las materias escolares un significado explícito para el desarrollo de la personalidad; hoy las materias, —y por consiguiente los profesores— ya no poseen la misma autoridad que en el pasado sino que, en forma creciente, empiezan a funcionar como medios para apoyar el desarrollo individual.

No iré en defensa de la tradición a nombre de Durkheim pero bien se puede argumentar a favor de una reflexión sobre la tradición; con el auxilio de su visión podemos enfatizar que la educación y la enseñanza también deben producir individuos que no sólo se preocupen de su propio bienestar o desarrollen competencias y conocimientos para alcanzar metas sino que también se vean a si mismo ubicados en ciertos contextos sociales y locales. No menos importante es que estén equipados con una serie de valores democráticos básicos, que los inviten a superar los intereses propios. Si seguimos las concepciones de Durkheim podemos asegurar un individualismo moral que sea pluralista debería tomar lo descrito en cuenta y darle prioridad a una educación para la ciudadanía (sociedad política) y al ser miembros de diversas comunidades (sociedad civil), como partes esenciales de la educación.

Finalmente debemos con Durkheim recordar, si bien esto no sucede simultáneamente,
que esa dependencia a la cual nos somete la sociedad moderna al estar relacionados
unos con otros a la larga se puede transformar en una dependencia liberadora.

 

 

Autor:

Luis Morales

 

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