Monografias.com > Lengua y Literatura
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Paseo entre los olmos de la poesía española




Enviado por Paz DÍEZ TABOADA



Partes: 1, 2

    Paseo entre los olmos de la
    poesía española

    Apenas quedan ya unos pocos olmos porque han ido
    muriéndose poco a poco atacados por hongos e insectos que
    se apoderan de sus raíces, circulan por su savia, trepan
    hasta sus ramas y secan para siempre las hojitas que los visten.
    La vieja Europa los contempla morir, impotente ante tan cruel
    azote devastador. Y botánicos y químicos se afanan
    por hallar un remedio eficaz para esta enfermedad
    múltiple; pero, hasta ahora, los remedios encontrados
    resultan muy costosos en esfuerzo y dinero; así, es
    probable que no se salve ni siquiera un diez por ciento de los
    árboles tratados.

    Ante la trágica presencia de los olmos
    agónicos, han venido a mi memoria las viejas y amadas
    voces de los poetas y, aunque las oigo sonar en la ordenada danza
    de los versos, me parece que se apagan, que se me mueren un poco
    más, también ellas, en estos tiempos de duelo por
    los olmos. De ahora en adelante, sólo gracias a la
    palabra, gracias al milagro del arte, los olmos vivirán
    encerrados, como tras los barrotes de una cárcel, en los
    versos que los han rescatado -¿para quienes, hasta
    cuándo?- de "la oscura región de nuestro
    olvido".

    Frondosa uitis in ulmo

    El motivo poético del olmo y la vid a él
    abrazada y en él entretejida se encuentra, además
    de en otros poetas clásicos, en el gran poeta romano
    Publio Virgilio Marón (70-19 a.C.), al final de la II de
    las Bucolic漯em>: "å®da [le
    dice el pastor Alexis a su amado Coridón], la vid
    frondosa sobre el
    olmo / está a medio
    podar
    …"[1]; también, más por
    extenso, en los Libros I y II de las
    Georgic漯em>, al referirse al
    plantón de vid; pero aún muchas veces más
    alude, con vid o sin ella, a los altos, fuertes y recios
    olmos.[2] Así cuando
    dice:

    匥ves
    cañas y varas sin
    corteza,

    rodrigones de fresno, fuertes
    horcas

    debes tener a punto, a que
    sustenten

    cuanto vaya brotando, y lo
    acostumbren

    a despreciar los vientos y a
    subirse

    de piso en piso a lo alto de los
    olmos.

    Y cuando, al desplegarse a nueva
    vida,

    brota el mugrón sus
    pámpanos primeros,

    respeta su terneza, y mientras
    libre,

    sueltas las riendas, el sarmiento
    sube

    por los aires
    ufano弯b>

    å¥ro cuando ya cercan
    a los olmos

    largos sarmientos de robusto
    abrazo,

    corta entonces su lucia
    cabellera,

    y sus brazos
    cercenaå ¼/b>(vv. 530-540
    y 543-546)[3]

    De Virgilio tomó el motivo, ya en el
    Renacimiento, el italiano Andrea Alciato (1492-1550), como
    emblema de la amistad que dura más allá de la
    muerte. Tradicionalmente, la imagen de la pareja formada por el
    olmo, alto y fuerte, y la vid que a él se abraza,
    bellamente adornada de pámpanos y sarmientos, ha sido
    considerada emblema del amor fiel y constante; y tanto que a
    veces los poetas se refieren a las bodas del olmo y la vid y a
    ellos aluden como a una pareja de amantes esposos.

    Monografias.com

    Emblema de la amistad fiel y
    constante.

    Xilografía de la primera
    edición del Emblematum Liber (o
    Emblemata)

    de Andrea Alciato: Augsburgo, Steyner,
    1531[4]

    Monografias.com

    Monografias.com

    Garcilaso de la Vega (h. 1501-1536), imitador de
    Virgilio, presenta este motivo poético en su Égloga
    I, por boca de su alter ego, el pastor Salicio, que se
    queja del desdén y desvío de su amada Galatea, uno
    de los nombres tras de los que el poeta toledano ocultaba el de
    su amada imposible Isabel Freyre; pero, combinado con el primer
    motivo, aparece otro, el de la hiedra antes a él asida,
    pero ahora arrancada de él y agarrada a otro
    muro:

    …¿Cuál es el cuello
    que, como en cadena,

    de tus hermosos brazos
    añudaste?

    No hay corazón que
    baste,

    aunque fuese de
    piedra,

    viendo mi amada hiedra

    de mí arrancada, en otro muro
    asida,

    y mi parra en otro olmo
    entretejida,

    que no se esté con llanto
    deshaciendo

    hasta acabar la vida.

    Salid sin duelo, lágrimas,
    corriendo.
    (vv.
    131-139)[5]

    El motivo tomó, pues, decidido carácter
    amoroso. Con este sentido se encuentra en varios poemas de
    Francisco de la Torre, poeta desconocido de la segunda mitad del
    s. XVI, cuya obra publicó Quevedo en 1631, aunque, casi
    con total seguridad, su colección de poemas ya en 1572
    estaba lista para ser publicada. En su soneto V alude a la encina
    en cuyo tronco está enredada la yedra y a dos olmos, uno
    ya seco y otro aún joven, adornado por el abrazo
    engañoso de la vid, como muestra de la unión
    amorosa que, sin embargo, le niega a él su amada; y, en la
    Oda I, se refiere a la vid que trepa por el tronco del olmo,
    seguida de la yedra:

    Viva yo siempre ansí con
    tan ceñido

    lazo, Filis, contigo, como
    aquesta

    yedra inmortal en esta encina
    puesta

    que le enreda su tronco
    envejecido.

    Mira allí un olmo
    seco, y un florido

    junto a la fuente, que una vid le
    presta

    hermosura y valor; y tú
    dispuesta

    a perseguirme pónesme en
    olvido…
    (vv. 1-8)

    * * *

    唯do brota, y
    extiende

    ramas, hojas, flores, nardo y
    rosa;

    la vid enlaza, y
    prende

    el olmo; y la
    hermosa

    yedra sube tras ella
    presurosaå ¼/b>(vv.
    36-40)[6]

    En la Canción I, el yo poético o voz
    que habla se dirige a la yedra que ha quedado sin el arrimo del
    vástago, que, en efecto, es el tronco de un olmo al que se
    alaba como "honor del prado"; por tanto, la yedra viuda y sola,
    que podría ser metáfora de la amada que ha perdido
    a su amante, viene a ser aquí falacia
    patética
    del propio poeta ausente de su
    amada:

    Verde y eterna
    yedra,

    viuda y
    deslazada

    de las ramas del
    olmo, honor del
    prado;

    a la desierta
    piedra

    del yerto monte
    dada;

    tu bellísimo tronco en
    flor cortado;

    si del dichoso
    estado

    en que un tiempo
    viviste,

    conserva la
    memoria

    algún rastro de
    gloria

    en la dureza de este crudo y
    triste,

    lloremos
    juntamente

    tu bien pasado y tu dolor
    presente…
    (vv.
    1-13)[7]

    En otros poemas de Torre se encuentran los dos motivos a
    los que acabamos de referirnos, pero ya no es patente en ellos el
    sentido amoroso, sino que el olmo y sus letales
    compañeras, vid y yedra, constituyen el elemento central o
    protagonista de un elegante locus
    am쮵s
    , viejo tópico latino que,
    descriptivamente, exalta la belleza de la naturaleza y el
    paisaje; así, por ejemplo, en la Égloga I y
    también en la IV en que vuelve a referirse a yedra y vid
    que adornan los fuertes troncos de olmos y robles, y a como el
    primero se mira una y otra vez en la fuente, siempre presente en
    el viejo tópico:

    Sube la yedra con el
    olmo asida,

    y en otra parte con la vid
    ligado;

    ellas reciben de su arrimo
    vida,

    y él de sus hojas
    ornamento amado;

    cuya bella corona
    sacudida,

    mansamente del aire
    regalada,

    ya se mira en el agua, y se
    retira,

    y luego vuelve, y otra vez se
    mira…
    (vv. 33-40)

    * * *

    奮tretejiendo
    el arboleda umbrosa

    yedra con roble, vid con
    olmo hermosa.
    (v.
    13)[8]

    El abrazo de la vid al olmo como emblema de amor
    constante se halla en la Égloga (h. 1567) que
    Cristóbal Mosquera de Figueroa (1547-1610) le envió
    a su amigo el gran poeta sevillano Fernando de Herrera. Mosquera
    lamenta el alejamiento de su amada, que ha quedado en Salamanca,
    a orillas del Tormes, mientras él ha tenido que marchar a
    las del Betis -a Sevilla-; pero, desde la ausencia, promete ser
    constante en su amor por ella:

    En tanto que la vid ciña
    hermosa

    el olmo espeso, y que
    levante el pino

    su corona extendida en la
    ribera

    de Betis, siempre te
    amaré contino,

    aunque tú dura seas o
    amorosa.
    (vv.
    43-47)[9]

    Y, en la extensa obra poética del Divino Herrera
    (h. 1534-1597), el motivo se encuentra en la Égloga que
    comienza "A la muerta Amarilis
    lamentaba妱uot; (1578). La vid y el olmo
    abrazados y los juegos y arrullos de las dulces palomas que
    anidan en el haya vecina, hacen crecer el dolor del amante que ha
    perdido a su amada:

    ¡Ayme, mísero!,
    veo yo cargada

    la vid, con verdes
    pámpanos hermosa,

    al olmo maridable
    sustentarse;

    y en la haya que crece
    ambicﯳa

    las palomas contemplo en paz
    amada

    con dulces juegos, dulces,
    arrullarse,

    porque pueda
    inflamarse,

    creciendo en ellas
    luego,

    el amoroso
    fuego;

    y yo, cuitado, en culpa de
    fortuna,

    sin luz, sin bien, sin
    esperanza alguna,

    que es lo que menos, triste, ya
    presumo,

    por la suerte
    importuna,

    viviendo solitario, me
    consumo.
    (vv.
    99-112)[10]

    En el poema de larguísimo título "Muestra
    el sentimiento de tener causa para sospechar que un gran amigo
    suyo se había entibiado en su amistad", el aragonés
    Lupercio Leonardo de Argensola (1559-1612) hace explícita
    la referencia al matrimonio del olmo y la vid:

    å¹ que en
    propicios meses

    las plantas se
    casasen,

    y las vides
    trepasen

    por los olmos
    estériles, y fuesen

    adoptivos los frutos que
    tuviesen,

    lejos del suelo, y del
    ladrón seguros,

    y que después
    viniesen

    a dar al dueño su licor
    maduros.
    (vv.
    77-82)[11]

    Algo más joven que Argensola, el cordobés
    Luis de Góngora (1561-1627) también trató el
    mismo motivo del olmo abrazado por la vid en, por ejemplo, la
    "Fábula de Polifemo y Galatea": la ninfa, abrazada a su
    esposo Acis, aún más estrechamente se ciñe a
    él y se estremece de miedo cuando oye la estentórea
    llamada del Cíclope, que de ella se ha enamorado y del que
    es perseguida. Siempre original y distinto, el gran culterano
    invierte el sentido habitual, de tal manera que es el abrazo de
    los dos amantes el que se metaforiza en el de la vid y el
    olmo:

    Árbitro de
    montañas y ribera,

    aliento dio, en la cumbre de
    la roca,

    a los albogues que
    agregó la cera,

    el prodigioso fuelle de su
    boca;

    la ninfa los oyó, y
    ser más quisiera

    breve flor, hierba humilde,
    tierra poca,

    que de su nuevo tronco vid
    lasciva,

    muerta de amor, y de temor no
    viva.

    Mas -cristalinos
    pámpanos sus
    brazos-

    Amor la implica, si el temor
    la anuda,

    al infelice olmo que
    pedazos

    la segur de los celos
    hará
    agudaå ¼/b>(vv.
    253-265)[12]

    El antequerano Pedro de Espinosa (1578-1650) incluye
    el motivo en su famosa "Fábula del Genil" (a. 1605).
    Ponderándole su riqueza, así le dice el río
    Genil a su amada, la ninfa Cínaris:

    Así del
    olmo abrazan ramo y
    cepa

    con pámpanos harpados
    los sarmientos;

    falta lugar por donde el rayo
    quepa

    del sol, y soplan los
    delgados vientos.

    Por flegibles
    tarahes[13]sube y
    trepa

    la inexplicable yedra, y los
    contentos

    ruiseñores trinando,
    allí no hay selva

    que en mi alabanza a
    responder no vuelva.
    (vv.
    57-64)[14]

    El madrileño Francisco de Quevedo (1580-1635)
    trató dicho motivo en la canción "El escarmiento",
    casi una oda por el tono melancólico y meditativo sobre su
    escarmentada vida, ya desengañada de locas pasiones y
    vanas esperanzas. Escrita unos ochos meses antes de morir y
    dirigida al caminante, como en las inscripciones sepulcrales,
    más que un epitafio es el testamento que nos lega la
    portentosa sabiduría de su autor. En este poema, los
    olmos, condenados a muerte por la vid que los abraza, son
    símbolo del poeta que siente ya enroscada en él la
    muerte; pero el símbolo, como siempre, es doble y
    aún más, puesto que, si los olmos con sus sombras
    protegen el frescor de las aguas en los días calurosos, en
    una segunda lectura podría interpretarse que "de la sed de
    los días" -o sea, de la cansada vida ya casi pasada- los
    olmos guardan en sí con sombras -sin duda, las de la
    muerte cercana- las corrientes frías, símbolo
    inequívoco de las del Leteo, río de la muerte y del
    olvido:

    …Estos olmos
    hermosos,

    a quien esposa vid abraza y
    cierra,

    de la sed de los
    días,

    guardan con sombras las
    corrientes frías…
    (vv.
    67-70)[15]

    Entre nuestros poetas del siglo XVIII, el
    madrileño Manuel José Quintana (1772-1857) incluye
    el motivo en su poema "A don Nicasio [Álvarez de]
    Cienfuegos, convidándole a gozar del campo", ya que era
    muy amigo de este otro poeta ilustrado:

    妩excl;Oh,
    cuántas veces,

    cuántas, mirando las
    sociales[16]vides

    enlazarse a los
    olmos, y
    lozanas

    entre los ramos de su verde
    apoyo

    sus hojas ostentar y alegre
    fruto,

    en dulce llanto se
    bañó mi pecho!
    (vv.
    48-53)[17]

    "El olmo, honor del
    prado…"

    También de Virgilio es esta imagen Nec gemere
    a벩a cessabit turtur ab

    ulmo[18]cuyo eco llegó al Garcilaso de la
    Égloga II, en la voz del pastor Salicio conversando con
    Nemoroso:

    Nuestro ganado pace, el
    viento espira,

    Filomena sospira en dulce
    canto,

    y en amoroso llanto
    s"amancilla;

    gime la tortolilla sobre"l
    olmo,

    preséntanos a colmo
    el prado flores,

    y esmalta en mil colores su
    verdura;

    la fuente clara y pura,
    murmurando

    nos está convidando
    a dulce trato…
    (vv.
    1.146-1.153)[19]

    En este delicioso locus
    am쮵s
    , de graciosa rima interna, el olmo,
    con la dulce tórtola gimiente, es la figura central: "el
    honor del prado", como en el citado poema de Torre, pues es
    frecuente que el olmo posea el carácter de elemento
    principal de entre todos los que componen dicho viejo
    tópico -prado verde con flores, fuente, brisa y, por
    supuesto, aves, etc.-; él es el eje y el centro de un
    cuadro paisajístico, en torno del cual giran y se ordenan
    todos los demás.

    Así, en su poema "El céfiro", primer poema
    de su libro "La inconstancia. Odas a Lisi" (a. 1782), el
    ilustrado extremeño Juan Meléndez Valdés
    (1754-1817), el mayor poeta de nuestro siglo XVIII, va pasando
    revista a los distintos elementos de la naturaleza entre los que
    se mueve este suave viento; y, en primer lugar, las aves, tan
    amigas de anidar en los olmos:

    . å–¥rasle
    [
    al céfiro] ya en la
    cima

    del olmo entre las
    aves

    seguir con dulce
    silbo

    sus trinos y
    cantareså ¼/b>(vv.
    33-36)[20]

    Y también el viento del norte, el furioso
    Bóreas, sacude, hasta arrancarlo, al viejo olmo alzado en
    la cumbre en "La tormenta de noche. Idilio", uno de los primeros
    que compuso el gran poeta romántico José de
    Espronceda (1808-1842), cuando, aún adolescente, estudiaba
    en el colegio de la calle de San Mateo y formaba parte, con otros
    alumnos poéticamente aventajados y bajo las directrices
    del poeta Alberto Lista, de la Academia del Mirto, cuyas
    creaciones fueron recogidas en el manuscrito Varias
    composiciones de los Académicos del Mirto

    (1823-1826).

    ¡Como gime la
    tierra, cual
    retiembla,

    cual arrebata el
    Bóreas furioso

    de la elevada cima el
    olmo añoso!
    (vv.
    1-3)[21]

    Con muy distinta métrica y ritmo y con muy otra
    sensibilidad, se encuentra también el olmo en algunos
    poemas del romántico vallisoletano José Zorrilla
    (1817-1893); así, olmos y pájaros, por supuesto,
    son lo más valioso que el capitán moro le dice
    tener en sus jardines a la cautiva leonesa en la más
    conocida "Oriental" (1837) del poeta vallisoletano:

    …Y olmos tengo
    en mi alameda

    que hasta el cielo se
    levantan,

    y en redes de plata y
    seda

    tengo pájaros que
    cantan…
    (vv. 33-36)

    Y el olmo preside, majestuoso, los delicados locus
    amoenus
    en, por ejemplo, otra de sus famosas
    Orientales, el susurro del olmo al compás con el
    del aura; en su conocida leyenda "A buen juez, mejor testigo", el
    olmo reflejándose en el agua; y en "Soledad del campo"
    -todas, de 1838-, de nuevo el suave sonido del olmo en
    concordancia con el arrullo de las palomas y el canto de la
    fuente:

    Susurra el olmo
    sombrío

    sobre el río

    dando al oído
    solaz,

    y en los juncos y
    espadañas

    y en las
    cañas

    susurra el aura fugaz… (vv.
    7-12)

    * * *

    Algún olmo que
    escondido

    creció entre la yerba
    blanda,

    sobre las aguas
    tendido

    se reflejaba perdido

    en su cristalina banda… (III,
    vv. 346-350)

    * * *

    ¿Quién me diera el
    pacífico murmullo

    de tus olmos mecidos
    mansamente,

    de tus palomas el sentido
    arrullo,

    y el grato son de tu escondida
    fuente?…
    (vv.
    13-16)[22]

    "Bajo los altos
    olmos…"

    A sentarse entre olmos y avellanos, soplando el
    caramillo y recitando versos, invitaba el pastor Menalcas a Mopso
    en la Bucólica V (1-3) de Virgilio. Y era
    frecuente en la poesía bucólica clásica que
    se presentara al pastor, ausente de su amada o no correspondido
    por ella, exhalando sus quejas y lamentos amorosos, sentado o
    melancólicamente semirrecostado contra el tronco de un
    árbol en el que, a veces, deja por escrito las muestras de
    su amor. Con frecuencia, el árbol es un fuerte y alto
    olmo, aunque también puede ser haya, pino, álamo,
    roble o encina. Así, en la Égloga II de Garcilaso,
    el pastor Albanio -uno de los cuatro que en ella intervienen-,
    asentado al pie de un olmo, recuerda un pasado encuentro con su
    amada, a la hora de la siesta -o sea, a la sexta-, de manera
    semejante a lo que ya había dicho el poeta en la
    Égloga I:

    Al pie de un olmo hice
    allí mi asiento;

    y acuérdome que ya con
    ella estuve

    pasando allí la siesta
    al fresco viento;

    en aquesta memoria me
    detuve

    como si aquésta fuera
    medicina

    de mi furor y cuanto mal
    sostuve…
    (vv.
    545-550)[23]

    En cambio, en el soneto "Silvano a su pastora Silvia"
    (a. 1544), el vallisoletano Hernando de Acuña (1518-h.
    1580) se presenta transmutado en pastor triste y ausente que
    escribe su queja amorosa en la corteza del
    árbol:

    åµ® pastor
    triste y solo en la ribera

    de
    Tesín[24]gravemente
    sospiraba,

    y vi que en un alto
    olmo que allí
    estaba

    con un hierro escribió
    de esta
    maneraå¼³mall>[25]

    Quevedo trata también el doble motivo -olmo con
    vid y, a un tiempo, olmo: centro del locus
    am쮵s
    – en la canción
    bucólica "Llama a Aminta al campo en amoroso
    desafío" cuyo título posee una indudable referencia
    erótico-bélica, pues el campo al que la pastora es
    requerida es el de las lides amorosas. Los juegos eróticos
    del poeta y su amada, ya se llamen "abrazos o prisiones",
    darán envidia al árbol -a un tiempo, abrazado y
    preso-, pues serán vivificadores para ambos amantes,
    mientras que el hermoso pero letal abrazo de la vid dará
    muerte al olmo:

    …Mas si gustas de
    sombra,

    en esta verde
    alfombra

    una vid tiene un olmo
    muy espeso;

    no sé si diga que
    abrazado o preso,

    y a sombra de sus
    ramas

    le darán nuestras
    llamas,

    ya lo digan abrazos o
    prisiones,

    envidia al olmo y a la
    vid pasiones…
    (vv.
    29-36)[26]

    Pero los amantes bajo el olmo, mientras el viento
    refresca los calores de la hora sexta -o sea, de la siesta-, me
    traen a la memoria aquella deliciosa y anónima voz popular
    -¿él o ella?-, recogida en los Romancerillos de
    Pisa
    (1595), que cantaba:

    Ventezillo
    murmurador,

    que lo andas y gozas
    todo,

    hazme el son

    con las hojas del
    olmo

    mientras duerme mi lindo
    amor.[27]

    El idilio dieciochesco se muestra particularmente
    erótico en los poemas de Meléndez; así, por
    ejemplo, en la oda XII de "Los besos de amor" (1776-1781), el yo
    poético se dirige a su amada Amarilis a la que otra vez
    Cupido le une tras una larga separación marcada por el
    enojo y el olvido; pero ahora él expresa su deseo de gozar
    de nuevo con su amada:

    ¡Ay, ay! si yo
    gozara

    en regalado lecho aquella
    rosa

    tanto a Venus
    odiosa,

    y cual olmo
    abrazara

    tu cuello
    delicado,

    en un mar de deleites
    anegadoå ¼/b>(vv.
    13-18)[28]

    Y Quintana, en el poema antes citado, presenta la
    imagen del olmo como testigo y protector del idilio de su amigo
    Nicasio con una amada innominada:

    å±uí
    en tus verdes márgenes
    sentado

    tal vez se vio de la beldad
    que ansiaba

    gratamente acogido
    [Nicasio]å¼¢>

    塬lá,
    más lejos,

    dentro de aquella gruta
    solitaria

    que guarda el olmo
    en cavidad sombría,

    ¡quién sabe si
    el placer!…
    (vv. 223-225 y
    229-232)[29]

    ¡Cuántas amables pláticas
    habrán oído y de cuántos idilios
    habrán presenciado los olmos de nuestra lírica!
    Ellos han sido los mudos testigos que guardan el secreto de
    paseos y coloquios que, a veces, ninguno de los dos amantes
    quiere ya recordar poco después. En la rima XL, la
    melancólica voz del posromántico sevillano Gustavo
    Adolfo Bécquer (1835-1870) evoca, a solas con su memoria
    triste, aquella dulce escena de tan sólo un año
    antes:

    Su mano entre mis
    manos,

    sus ojos en mis
    ojos,

    la amorosa
    cabeza

    apoyada en mi
    hombro,

    Dios sabe cuántas
    veces

    con paso
    perezoso

    hemos vagado
    juntos

    bajo los altos
    olmos

    que de su casa
    prestan

    misterio y sombra al
    pórtico…
    (vv.
    1-10)

    Pero, al final, tras la ruptura de los amantes, el poeta
    pide silencio a los testigos presenciales de aquel amor
    traicionado por la falacia de la amada:

    ¡Discreta y casta
    luna,

    copudos y altos
    olmos,

    paredes de su
    casa,

    umbrales de su
    pórtico,

    callad, y que el
    secreto

    no salga de
    vosotros!

    Callad, que por mi
    parte

    lo he olvidado
    todo;

    y
    ella嬠ella, no hay
    máscara

    semejante a su rostro.
    (vv.
    29-38)[30]

    "La gracia de tu rama
    verdecida…"

    Quizá el más bello canto al olmo de toda
    la poesía española sea el poema "A un olmo seco"
    del también sevillano Antonio Machado (1875-1939). Escrito
    en mayo de 1912, pocos meses antes de la muerte de su mujer,
    Leonor Izquierdo, el poema condensa en el olmo centenario y casi
    seco, que reverdece con la primavera, la imagen del eterno
    retorno de la naturaleza que, como promesa lírica de todo
    renacer, abre las puertas a la esperanza del
    poeta.[31]

    Al olmo viejo, hendido
    por el rayo

    y en su mitad
    podrido,

    con las lluvias de abril y el
    sol de mayo,

    algunas hojas verdes le han
    salido.

    ¡El olmo
    centenario en la colina

    que lame el Duero! Un musgo
    amarillento

    le mancha la corteza
    blanquecina

    al tronco carcomido y
    polvoriento.

    No será, cual los
    álamos cantores

    que guardan el camino y la
    ribera,

    habitado de pardos
    ruiseñores.

    Ejército de hormigas en
    hilera

    va trepando por él y, en
    sus entrañas,

    urden sus telas grises las
    arañas.

    Antes que te derribe,
    olmo del Duero,

    con su hacha el leñador,
    y el carpintero

    Partes: 1, 2

    Página siguiente 

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter