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Teísmo y ateísmo



  1. La filosofía del teísmo
  2. El declive del teísmo
  3. Filosofía y ascenso del ateísmo
  4. Mi aversión a la superstición
  5. Tu filosofía
  6. Mi filosofía
  7. La moral
  8. La mentira, el engaño, siempre repugnan

Del libro DIOS NO EXISTE por Christopher Hitchens.

Emma Goldman (1869-1940) Rusa de nacimiento, fue una de las grandes paladines de los derechos civiles y laborales en los Estados Unido, por lo que fue deportada a Rusia en 1919. En la Unión Soviética fue una de las voces críticas del experimento soviético.

Teísta, persona que cree en dioses. Teísmo, creencia en dioses. Ateísmo, sustitución de los dioses por las fuerzas naturales. Ateo, quien no cree en dioses y explica los fenómenos por las fuerzas naturales.

La filosofía del teísmo

Queda fuera del alcance de este ensayo describir los innumerables dioses en que han creído los seres humanos a lo largo de la historia, desde los tiempos más remotos hasta el momento actual. La esencia del teísmo, está plasmada en los conceptos de dios, poder sobrenatural, espíritu, deidad y otros términos similares. Durante el desarrollo de la humanidad, la idea de dios, de acuerdo con sus orígenes, se ha visto obligada a adaptarse a todas las fases del quehacer humano.

La noción de los dioses tuvo su origen en el entorno y la curiosidad. El hombre primitivo, que no entendía los fenómenos de la naturaleza, pero sufría su acoso, veía en cualquier manifestación aterradora una fuerza siniestra que se desencadenaba expresamente contra él. La ignorancia y el miedo, la inquieta fantasía del hombre primitivo urdieron la idea de dios, como una superstición para explicar la causa de estos fenómenos aterrorizantes.

Mijaíl Bakunin, ateo y anarquista de fama mundial, afirma en su gran obra Dios y el Estado, que todas las religiones, con sus semidioses, profetas, mesías y santos, fueron creadas por la fantasía llena de prejuicios de personas que estaban desarrollando sus facultades. El cielo religioso es una imagen divinizada, un espejismo de la humanidad, del hombre ignorante y exaltado por la fe. La historia de las religiones, y de la fe humana en el nacimiento, apogeo y decadencia de los dioses es parte del desarrollo de la inteligencia y la conciencia colectivas de la humanidad. A lo largo de su trayectoria histórica progresiva, las personas cuando descubrían, en sí mismos, o en la naturaleza que les rodeaba, alguna cualidad, o defecto, los atribuían a sus dioses, en forma exagerada, ampliada o desmesurada, siguiendo el dictado de su fantasía religiosa, como lo hacen los niños. La idea de dios supone la abdicación de la razón y la justicia humana, es la más rotunda negación de la libertad humana, y conlleva necesariamente a la esclavización de la humanidad, tanto en la teoría como en la práctica.

La idea de dios revitalizada, adaptada y ampliada o restringida en función de las necesidades de cada época, ha dominado a la humanidad y lo seguirá haciendo, hasta que el ser humano actúe sin temor, con voluntad propia y despierta. La filosofía del teísmo, es estática e inamovible.

El mundo irreal del teísmo, con todos sus espíritus, oráculos y mísera conformidad, ha mantenido a la humanidad en un estado inerme de degradación. Este mundo real, y muestra vida, han permanecido sujetos mucho tiempo a la influencia de la especulación metafísica, no a la de fuerzas físicas demostrables. Bajo el azote de la idea teísta, esta tierra ha servido solo de escala temporal para poner a prueba la capacidad humana de inmolación a la voluntad de dios. Cuando las personas intentaban averiguar cuál era esa voluntad se les prohibía, porque a la inteligencia humana finita no le estaba dada ir más allá de aquella voluntad omnipotente e infinita. El tremendo peso de esta omnipotencia, ha mantenido a las personas postradas, convertidas en seres sin voluntad.

La luz de la razón ha disipado una y otra vez la pesadilla teísta, pero la pobreza, el dolor y el miedo atraen de nuevo los fantasmas.

El principio del teísmo consiste en creer en un poder sobrenatural, omnipotente que gobierna al mundo, y por tanto a las personas que en él viven.

Insisten todos los teístas en que sin la fe en un poder divino no puede haber moralidad, justicia, honradez ni fidelidad.

El declive del teísmo

La idea de dios más indefinida y vaga con el paso del tiempo y el progreso, se ha vuelto más impersonal y nebulosa, a medida que la mente humana comprende los fenómenos naturales, y las ciencias sociales establecen correlaciones entre estructuras y funcionamiento de grupos humanos.

Hoy en día, dios ya no cuenta con la misma fuerza que al principio de su invención, tampoco dirige los destinos humanos con la mano de hierro de tiempos anteriores. La idea de dios es más bien una especie de estímulo espiritualista para satisfacer los caprichos y manías de todo el abanico de flaquezas humanas.

A medida que las personas aprenden a realizarse solas, y a dar forma a su propio destino, el teísmo se torna superfluo. Del grado en que las personas puedan dejar su dependencia de dios, depende su capacidad para encontrar mejores relaciones con sus congéneres.

Se observa que el teísmo, que es la teoría de la especulación, está siendo sustituido por el ateísmo, ciencia de la demostración. Mientras el uno flota en las nubes metafísicas del más allá, el otro desarrolla raíces cada vez más fuertes en la tierra. Y es la tierra, no el cielo, lo que debe interesar a las personas si desean alcanzar su plena realización.

El declive del teísmo se manifiesta en la inquietud de los teístas, de la confesión que sean. Les angustia darse cuenta que las masas se vuelven cada vez más ateas, más antirreligiosas, que no tengan reparos en dejar el más allá y sus celestes dominios a los ángeles y a las aves rapaces, y que se preocupen cada vez más en los problemas de su existencia inmediata. Tal vez intuyan que la humanidad se está cansando de los mil y un cuentos de dios.

La cuestión más acuciante para todos los teístas es como hacer que las masas regresen a la idea de dios. Las industrias más potentes y lucrativas de todos los tiempos han sido la fabricación de armas de fuego y municiones, los narcóticos y la religión o industria de nublar el pensamiento humano y reprimir el corazón humano. La verdad divina, las recompensas y los castigos son sus distintivos. En tiempos de necesidad, cualquier remedio es bueno, por eso la mayoría de los teístas aprovechan cualquier tema, por carente que esté de relación con la divinidad, la revelación o el más allá, para imponer estos distintivos.

La lucha contra el estancamiento de la fe teísta es una cuestión de vida o muerte para todas las religiones. De ahí su tolerancia, una tolerancia nacida no de la compresión, sino de la debilidad. Esto explica el empeño de todas las religiones por aunar filosofías religiosas y teorías teístas que se contradicen entre sí, en un solo conglomerado de fe. Cada vez se descarta más, gran diversidad de conceptos como único dios verdadero, único espíritu puro, única religión cierta, en un esfuerzo frenético por establecer un frente común, desde el que intentarán rescatar a las masas modernas de la influencia perniciosa de las ideas ateas.

En la tolerancia teísta a nadie le importa lo que la gente crea, mientras crean, o finjan creer; y con este fin se emplean los métodos más burdos y vulgares. Como acampadas reuniones de evangelización con el gran paladín Billy Sunday. Métodos que no pueden menos que indignar a cualquier intelecto cultivado, y cuyo efecto en los ignorantes y curiosos tiende a generar un estado de locura similar a la erotomanía. Estos frenéticos esfuerzos cuentan siempre con el beneplácito, y también con el respaldo, de los poderes terrenales, desde el presidente ruso al presidente de los Estados Unidos, y desde Rockefeller y Wanamaker al empresario más insignificante. Saben que el capital invertido en Billy Sunday, y la YMCA, la Ciencia Cristiana, y una larga serie de instituciones religiosas redundará en enormes beneficios, en forma de masas, sometidas, mansas y adormiladas.

Consciente o inconscientemente, la mayoría de los teístas ven en dioses y demonios, cielos e infiernos, recompensas y castigos, el látigo para obtener obediencia, sumisión y conformidad a base de azotes. Haría tiempos que el teísmo se habría derrumbado sin el apoyo simultáneo del dinero y el poder. Su quiebra lo ha ido arrinconando a las trincheras y los campos de batalla de Europa.

Tras miles de años de estar predicando los teístas a su deidad como el dios del amor y la bondad, los dioses siguen sordos a la agonía de la especie humana. A Confucio no le importa la pobreza, la miseria y el dolor del pueblo chino. La indiferencia filosófica de Buda no hace ceder a un ápice el hambre y la inanición de los ultrajados hindúes. Yahvé persiste en su sordera a los amargos lloros de Israel y Jesús se niega resucitar para poner remedio a la masacre de cristianos por cristianos.

Aunque en los cánticos y alabanzas al altísimo siempre se presenta a dios como el gran defensor de la justicia y la misericordia, cada vez hay más injusticia entre los hombres. Las atrocidades infligidas a las masas populares no se desbordan a los cielos. Los dioses que pongan fin a estos horrores, a estas ofensas, a este trato inhumano contra el ser humano no aparecen. Son las personas que han sido engañadas por todas las deidades y traicionadas por sus emisarios, quienes deben levantarse con terrible cólera e imponer la justicia en la tierra.

Las personas reflexivas empiezan a darse cuenta de que los preceptos morales, impuestos a la humanidad mediante el terror religioso, se han vuelto triviales, han perdido su vitalidad. La vida actual, su naturaleza desintegradora, sus conflictos de intereses, de los que se derivan odios, crímenes y codicia, demuestran la esterilidad de la moral teísta.

Los seres humanos deben cambiar sus relaciones con sus congéneres. Además mientras sigan encadenados como Prometeo estarán condenados a ser presa de los buitres del oscurantismo. Para deshacer la noche y sus horrores deben desencadenarse.

Filosofía y ascenso del ateísmo

La filosofía del ateísmo promueve la expansión y el desarrollo de la mente humana. El mero hecho de intentar elucidar los misterios supone no creer en la omnipotencia que todo lo abarca, y negar la sabiduría de los poderes divinos que existen más allá del ser humano. Afortunadamente, la mente humana no se deja ni se ha dejado nunca atar por nada inamovible. No ceja en su incansable marcha hacia el conocimiento y la vida. La mente humana ha ido comprendiendo que el universo no es fruto de un decreto creador, de una inteligencia divina, que esta obra maestra no se produjo de la nada, sino mediante un proceso perfecto, de fuerzas caóticas ejercidas durante millones de siglos, de choques y cataclismos, de repulsiones y atracciones, que siguiendo el principio de la atracción, cristalizan en lo que se llama el universo. Una ley de la naturaleza no es una fórmula establecida por un legislador, sino un resumen de los hechos, un haz de hechos observados. Las cosas no funcionan de un modo determinado, debido a que existe una ley, sino que la ley se formula porque las cosas funcionan de ese modo.

La filosofía del ateísmo representa un concepto de la vida sin ningún más allá metafísico, sin ningún regulador divino. El concepto de un mundo real, existente, con sus posibilidades de liberación, crecimiento y hermoseamiento.

La tarea de la filosofía del ateísmo es liberar a las personas de la pesadilla de los dioses, significa la desaparición de los fantasmas del más allá. El ateísmo, en su aspecto filosófico, rechaza rendir tributo o cualquier servidumbre como la idea de Dios. El ateísmo combate con todas sus fuerzas el absolutismo del teísmo por su influencia perniciosa en la humanidad como sus efectos paralizadores en el pensamiento y la acción

La filosofía del ateísmo hunde sus raíces en la tierra, en la vida, su meta es emancipar a la humanidad de todos los dioses, sean judaicos, cristianos, mahometanos, budistas, brahmanistas o de cualquier otra denominación. Largo y duro ha sido el castigo de la humanidad por crear dioses. Desde que aparecieron los dioses, todo ha sido dolor y persecución para el ser humano. El remedio posible a esta equivocación es romper los grilletes que han encadenado a las personas al cielo y al infierno. Luego empezar a moldear un nuevo mundo, en esta tierra, con una conciencia despierta y más iluminada.

La libertad y la belleza no podrán ser realidad mientras no triunfe la filosofía del ateísmo en las mentes y los corazones de la humanidad. Como don del cielo, la belleza ha demostrado ser inútil, y se convertirá en la esencia y el motor de la vida, una vez que el hombre aprenda a ver que el único cielo a su medida está en la tierra. El ateísmo está contribuyendo a liberar a las personas de su dependencia de los castigos y de las recompensas eternas, baratillos para los pobres de espíritu.

La moral basada en el miedo y la esperanza siempre ha sido algo vil, compuesta a partes iguales de fariseísmo e hipocresía. Los valerosos exponentes, los osados defensores de la verdad, la justicia y la fidelidad, que han vivido luchado y muerto por ellas, han sido llamados impíos y ateos. Sabían que la justicia, la verdad y la fidelidad no son algo caído de los cielos, sino producto de los enormes cambios que experimenta la vida social y material de la humanidad, e inseparable de ellos. No algo fijo y eterno. Algo fluctuante como la vida misma. Nadie puede vaticinar a qué alturas llegará la filosofía del ateísmo, pero sí es posible predecirlo. Las relaciones humanas solo se liberaran de los horrores del pasado con el fuego regenerador del ateísmo.

El ateísmo al negar los dioses, constituye la afirmación más vigorosa del ser humano y de la vida, a la cual da sentido y belleza.

Mi aversión a la superstición

Joseph Conrad (1857-1924). Novelista ingles de origen polaco. Como marino navegó durante 20 años. Como escritor hizo del mar el principal protagonista de sus novelas.

Hay quienes ven en algunos de mis escritos un intento de permitir a mi imaginación un amplio vuelo, para llevarla a lo sobrenatural, más allá de los confines de lo humano. Pero nuestra imaginación no es tan flexible como para soportar sin fallar, la carga de lo sobrenatural. Además todo ser posee moral e intelectualmente la invencible convicción de que, todo lo accesible al imperio de nuestros sentidos pertenece a la naturaleza. Y que por excepcional que sea, no difiere en esencia de los demás efectos del mundo visible y tangible, al cual también nosotros pertenecemos.

En el mundo en que vivimos son tantas las maravillas y misterios que actúan sobre nuestras emociones e inteligencia de manera inexplicable, que se justifica concebir nuestra existencia como un encantamiento. Mi conciencia de lo maravilloso no es tan firme como para que me fascine con lo sobrenatural. Ello es una profanación de nuestros recuerdos más hermosos, una ofensa a nuestra dignidad.

Lo sobrenatural es una creación, un artículo manufacturado por mentes insensibles a las íntimas delicadezas de nuestras relaciones con vivos y muertos.

A todos los amantes de la humanidad nos llena de insoldable tristeza, que se haya caído tan bajo recurriendo a la imaginación con varias ensoñaciones comunes en todas las épocas.

El efecto de un impacto moral o mental en una mente corriente es un tema atractivo para el estudio o la descripción. La conciencia moral de personas enfermas reciben duras sacudidas en sus relaciones con la muerte de seres cercanos y puede convertirse en una fantasía supersticiosa compuesta de miedo y animosidad. En estos hechos no hay nada de sobrenatural, nada que pueda considerarse fuera de los confines de este mundo, aunque contenga suficiente misterio y terror.

Howard Phillips Lovecraft (1890-1937). Escritor norteamericano, autor de relatos fantásticos. Otro maestro del misterio en la ficción.

Tu filosofía

Tu interrogante, ¿qué tengo contra la religión? me recuerda tu ensayo "El agnóstico". Aunque los agnósticos aceptamos inaccesible al entendimiento humano toda noción de lo absoluto, en tu ensayo olvidas de mencionar que el quid del agnosticismo es que la mitología judeocristiana no es cierto. A tu modo ver, el hombre es el centro de todo, y el único problema del universo es su conformidad exacta, sea como sea, a determinada reglas de conducta.

En tu filosofía la verdad per se tiene poco lugar, tu mundo esta contraído. Ni el vigor mental, ni la erudición de todas las épocas logran turbar tu complaciente autorización para las doctrinas empíricas y las nociones puramente pragmáticas. Limitas voluntariamente tu horizonte, excluye determinados hechos y tendencias mentales innegables de la humanidad. A tu modo de ver, las personas están sometidas solo a dos influencias: los instintos degradantes del salvaje o los impulsos temperados del filántropo. Para ti solo hay dos clases de personas: los amantes del yo y los amantes de la especie. Para ti las personas tienen solo dos tipos de emociones: la gratificación de uno mismo, que hay que combatir, y el altruismo que hay que fomentar.

Consciente o inconscientemente, dejas afuera un tercer grupo de personas que actúan por un impulso real y poderoso. Que a pesar de estar restringido a un número relativamente bajo de personas a demostrado ser tan real y vital como el hambre y tan poderoso como la sed o la codicia. Me refiero al atributo más noble de nuestra especie el ansia persistente, aguda e insaciable de saber. En muchas personas dan una importancia enorme y profunda al hecho de comprobar que lo que les rodea, sea o no como les parece. El olvido, la omisión de este otro quid entorpece irremediablemente la valides de tus conceptos filosóficos.

Mi filosofía

Reconozco la distinción entre vida soñada y vida real, entre apariencias y realidades. Confieso el deseo irresistible de saber si duermo o estoy despierto, de si el entorno y sus leyes que me afectan son externas y permanentes o un producto transitorio de mi cerebro. Admito estar muy interesado por mis relaciones de tiempo espacio y causalidad con las cosas que me rodean. deseo saber aunque sea en forma aproximada, qué es mi vida en términos de historia humana, terrestre, solar y cósmica, cual es mi magnitud en términos de extensión terrestre, solar y cósmica y por encima de todo deseo saber cuáles son las características de mi vinculación al sistema general en que me hallo. De qué manera, por medio de que intermediarios, y en qué grado actúan sobre mí y gobiernan mi existencia las fuerzas evidentes que rigen la creación. Si existen otras fuerzas menos evidentes, también deseo conocerlas y conocer mi relación con ellas.

¿Dices que esto es una tontería?. ¡Sin la menor duda!. ¿Qué me convendría ser un pragmático consecuente, emborrachándome y encerrándome satisfecho en un pequeño mundo feliz y bestial hasta la bota de un policía interrumpa mi reposo filosófico?. Es posible pero no puedo ¿Por qué? me preguntarás. Po que un impulso humano muy definido, me lleva a rechazar lo absoluto a favor de lo relativo. Estarás de acuerdo en que vea el mundo tal como es, o que ahogue mis penas en el alcohol. Pero como por cierto ímpetu me dejo llevar más allá, de lo puramente relativo, me mira con malos ojos y me tachas de criatura extraña e incomprensible, inmersa en las perversas atracciones de la filosofía.

¿Qué soy?. ¿De qué naturaleza es la energía que me rodea?. ¿Cómo me afecta?. De momento no he visto nada que pueda formar en mí la idea de que un pensamiento y una voluntad, como la mía, son manifestación de una fuerza cósmica infinitamente magnificada. De una conciencia poderosa que trata de manera individual y directa con habitantes execrables de una mísera partícula del universo, elegida como lugar concreto a su hijo único. Y con la misión específica de redimir a sus piojosos pobladores, llamados seres humanos.

Es todo esto tan infantil, que no puedo sentirme ofendido, por una filosofía que pretende hacerme tragar semejantes estupideces. He ahí la triste base de un pensamiento religioso y filosófico. ¡Esto es lo que tengo contra la religión!.

La moral

Pasemos ahora a la moral. A pesar de tu clasificación e identificaciones preconcebidas, la moral no tiene nada que ver con ninguna forma concreta de religión. Antecedió a la religión cristiana, y en muchos casos se ha elevado por encima de las religiones coexistentes. La moral es el ajuste de la materia a su entorno, la disposición natural de sus moléculas. Es la ciencia que concilia al animal más o menos racional con las fuerzas y condiciones que le rodea. Solo se vincula con la religión en la medida en que sus elementos naturales se deifiquen o personalicen. La moral tiene respaldo poderoso de los impulsos humanos, de por sí muy pocos religiosos. Y personalmente soy intensamente moral y nada religioso. A mi moral le atribuyo dos orígenes distintos: el científico y el estético. El científico o amor a la verdad es la indignación a trastornos flagrantes de las relaciones sociológicas que entraña lo que llamamos mal. El estético es la indignación o asco a las infracciones del buen gusto y la armonía. Sin embargo no veo justificación a que estos dos orígenes se le relacionen con la religión.

Si quieres excluirme del debate, puedes hacerlo. No olvides, sin embrago, que no puedo evitar ser excesivamente solitario, y que en mi relación con la moral, no tengo nada de pasivo, ni indiferente. Solicitarte además que los materiales que tratemos estén dentro de mi corto alcance. No puedo considerar que la moral sea la esencia de la religión, como tú lo haces. Antes de analizar los usos y objetivos de la religión es necesario examinar su estructura completa. Si pretendemos definir la relación entre causas y supuestos efectos, debemos primero investigarlos, he investigar la realidad de la religión. Para suponer que el fenómeno de la fe es la causa de los efectos morales observados, falta examinar la base de dicho fenómeno.

La mentira, el engaño, siempre repugnan

Está claro, que el debate entre teístas y ateos no se reduce, como das tú la impresión de creerlo, a la simple cuestión de si la religión es útil o perjudicial. El agnóstico de tu ensayo debía ser muy utilitarista. Aunque existen agnósticos utilitaristas como él, por su número no son realmente representativos. Como un pensador honesto, no tengo nada que ver con la compleja conducta humana. Solo pido una explicación científica a lo que veo. Siento animadversión hacia las religiones porque inculcan conscientemente a las personas falsedades demostrables. Por bien intencionada que sea una mentira, por muchos beneficios que pueda reportar, siempre repugna en alguna medida. Esto es propio de la naturaleza humana. Como agnóstico sincero siento respeto hacia las religiones por lo que han hecho en el sentido de la virtud, y siendo generoso, hasta apoyo la utilidad pública que esto pueda tener. Pero en privado no puedo reprimir cierto rencor abstracto, ni refrenar un sentimiento humorístico y la llamada irreverencia que surge inevitablemente de la contemplación del engaño piadoso, por noble y benévolo que sea.

Los efectos benéficos de las religiones no se pueden negar, ni
valorar a la ligera, aunque reconozco con toda franqueza que me parece sobrevalorados.
El pensamiento libre y racional es relativamente nuevo. A los racionalistas
le resulta más viable apoyar organizaciones benéficas religiosas
ya existentes, que fundar otras nuevas, pues ello provoca dispersión
de energías y reducción de la eficacia de la beneficencia organizada
en conjunto. Por ejemplo, la Cruz Roja y la Luna Roja son organizaciones puramente
humanitarias y filantrópicas y sus recursos provienen, en iguales proporciones,
de fuentes cristianas, judías e islámicas. Sin embargo y por ejemplo,
aunque la Cruz Roja lo único de cristiano que tiene es la cruz, las iglesias
cristianas tratan de usurpar los meritos del servicio social que presta.

 

 

Autor:

Rafael Bolívar Grimaldos

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