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La contradicción del -pecado original-




    La contradicción del "pecado original" –
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    La contradicción del "pecado
    original"

    Desde el Concilio de Cartago a finales del
    siglo IV, la jerarquía cristiana afirma como dogma de
    fe
    la existencia de un "pecado" cometido por Adán y
    Eva, consistente en una desobediencia a Dios, que se
    transmitiría al resto de la humanidad con la
    excepción de María, la madre de Jesús. Se
    trata del llamado "pecado original".

    Sin embargo, en el Antiguo Testamento no se menciona tal
    "pecado original", aunque se hace referencia a la desobediencia
    de Adán y Eva a una prohibición de Dios y al
    correspondiente castigo, tal como puede leerse en el
    Génesis, donde Dios le habría dicho a Eva
    después de su desobediencia:

    "Multiplicaré los dolores de tu preñez,
    parirás a tus hijos con dolor; desearás a tu
    marido, y él te
    dominará"[1],

    y, a continuación, a Adán:

    "Por haber hecho caso a tu mujer y haber comido del
    árbol prohibido, maldita sea la tierra por tu culpa. Con
    fatiga comerás sus frutos todos los días de tu vida
    […] Con el sudor de tu frente comerás el pan, hasta
    que vuelvas a la tierra de la que fuiste formado, porque eres
    polvo y al polvo volverás"[2].

    Es decir: Esa desobediencia habría determinado
    que Dios les expulsara del Paraíso, les condenase a ganar
    el pan con el sudor de su frente, a parir con dolor, y, en el
    caso de la mujer, a quedar sometida al hombre. Sin embargo y por
    lo que se refiere a la cuestión de la mortalidad del
    hombre, en el último texto citado no se considera que
    exista una relación de causalidad entre aquella
    desobediencia primitiva y dicha mortalidad, sino que simplemente
    se presenta como un hecho natural que el hombre es polvo y que al
    polvo volverá, o, lo que es lo mismo, que después
    de la muerte no hay otra vida sino que el hombre se convierte de
    nuevo en aquella materia inerte de la que fue formado, sin que
    este regreso represente un aspecto más del castigo divino,
    que sólo por accidente o por fatalidad repercute en la
    descendencia e Adán y Eva, pero no porque Yahvé
    hubiera condenado explícita e injustamente a su
    descendencia.

    Este relato bíblico junto con el de la
    creación del mundo debió de tener como fundamento
    el deseo natural de entender diversos hechos, como el de la
    existencia del Universo, el de la existencia del sufrimiento en
    general y el del sufrimiento de la mujer durante los
    alumbramientos, y el de explicar por qué la mujer estaba
    sometida al varón. Y en todos los casos de situaciones
    negativas los sacerdotes judíos o quienes escribieron
    estos relatos se sirvieron de ellos para controlar y dominar a su
    pueblo, advirtiendo que sólo mediante la fidelidad a su
    Dios –es decir, a las órdenes de los sacerdotes-,
    mediante el cumplimiento de ciertos sacrificios y mediante la
    donación de bienes a los sacerdotes de Yahvé se
    podría aplacar su ira y conseguir su perdón. Tales
    doctrinas se defendían además porque afirmar la
    existencia de su Dios Yahvé a la vez que la de los
    diversos males de la vida como si vinieran de Yahvé de un
    modo gratuito no parecía nada lógico, pues el Dios
    de Israel, siendo bueno, hubiera debido evitarlos. Y
    efectivamente eso era lo que, según el escritor de esta
    fantasía, en un primer momento habría hecho
    Yahvé durante el tiempo en que Adán y Eva vivieron
    en el Edén, en el que incluso estaba el "árbol de
    la vida" que hubiera podido concederles la inmortalidad si el
    propio Yahvé no lo hubiera evitado mediante sus poderosos
    querubines cuando les expulsó del Edén.

    Sin embargo, fiel al machismo bíblico, pero en
    contradicción con el texto anterior por lo que se refiere
    a la causa de la mortalidad del hombre, el autor de
    Eclesiástico relaciona la muerte con el pecado de
    Eva:

    "Por la mujer comenzó el pecado, por culpa de
    ella morimos todos"[3].

    Pero, así como son muchas las ocasiones en que se
    hace referencia a Dios castigando a los judíos infieles
    hasta la tercera y la cuarta generación, ésta es la
    única en que se hace referencia al primer pecado
    considerando a la mujer, representada por Eva,
    culpable de él. Sin embargo, en el Antiguo Testamento, con
    la excepción del texto mencionado, nunca se hace
    referencia a un pecado tan "original" que recaiga en la
    descendencia de Adán y Eva y que requiera de la
    encarnación divina para liberar de él a la
    Humanidad!!

    1. La doctrina de los dirigentes
    católicos, que consideran que el supuesto pecado original
    se trasmite de padres a hijos desde Adán y Eva, de los
    cuales descendería toda la humanidad, fue defendida
    posteriormente por Pablo de Tarso, aunque en los evangelios ya se
    hace referencia a la salvación de los hombres por "los
    pecados" en general, y quedó expresada en la serie de
    ocasiones en que, de acuerdo con el escritor de
    Eclesiástico, escribió:

    "por el delito de uno solo la condenación
    alcanzó a todos los hombres"[4],

    como si tuviera algún sentido que, a consecuencia
    de una supuesta falta cometida por Eva, el conjunto de la
    humanidad, que nada tuvo que ver con dicha falta – y
    suponiendo que lo fuera-, debiera ser condenado.

    Un modo de pensar tan absurdo era coherente sin embargo
    con la mentalidad de los autores de la Biblia, en donde
    se cuenta, por ejemplo, que en la última de las famosas
    plagas de Egipto Yahvé, de manera despótica y
    absurda, castigó a los egipcios con la muerte de todos sus
    primogénitos –y a los de sus animales– a fin de
    conseguir que su faraón permitiese la marcha de los
    judíos. Igualmente son muchas las ocasiones en las que los
    sacerdotes, aparentando trasmitir órdenes de Yahvé,
    exhortan a los judíos a atacar a determinados pueblos y a
    exterminar a toda su población, incluyendo a ancianos,
    mujeres y niños; y son también numerosas las
    ocasiones en las que Yahvé, según lo presentan los
    sacerdotes, se muestra como un ser vengativo que castiga las
    ofensas recibidas "hasta la tercera y la cuarta
    generación"[5], lo cual representa ya el
    mismo tipo de arbitrariedad que el condenar a todas las
    generaciones posteriores, tal como sucedería como
    consecuencia del supuesto "pecado original", aunque en este
    último caso esa arbitrariedad tan injusta contra el
    conjunto de la humanidad, que nada tuvo que ver con aquel pecado,
    quedaba elevada a la máxima potencia. En cualquier caso,
    así se daba una explicación, a nivel de
    fábula bíblica, de los diversos males que
    en el contexto de la "cultura" judía quizá no
    hubieran podido entenderse como una simple decisión
    arbitraria de Yahvé, aunque también es verdad que
    la misma ocupación de la llamada "tierra prometida" por
    parte del pueblo de Israel era un ejemplo de arbitrariedad y de
    barbarie total del propio Yahvé, en cuanto los
    judíos llegaron a la tierra de Canaán y la ocuparon
    sin más, conquistándola y asesinando a sus
    habitantes, a partir del argumento según el cual los
    sacerdotales de Israel, que se presentaban como emisarios de ese
    Dios, dijeron que ésa era "la tierra prometida" que
    Yahvé les había prometido:

    "Él […] derrotó a muchas naciones y
    mató a reyes poderosos: a Sijón, rey de los
    amorreos, a Og, rey de Basán, y a todos los reyes de
    Canaán; y dio sus tierras en herencia a su pueblo Israel
    […] Porque el Señor salva a su pueblo y se
    compadece de sus siervos"[6]

    Conviene tener en cuenta que en Génesis,
    primer libro de la Biblia, en el que aparece el relato de aquella
    desobediencia, Dios castiga absurdamente a la serpiente, que por
    cierto nada tiene que ver con el demonio, y a su descendencia, y
    castiga a Eva y a Adán, pero nada en absoluto se dice de
    un castigo para su descendencia, al margen del simple hecho de
    que, una vez expulsados del Paraíso, ya no regresaron a
    aquel idílico lugar, pues una de las finalidades de la
    expulsión era la de evitar que comieran del "árbol
    de la vida"[7], que les hubiera permitido vivir
    para siempre[8]Pero además, en el
    Antiguo Testamento existen textos en los que de manera
    explícita se habla en contra de que los hijos carguen con
    las culpas de los padres. Así sucede, por ejemplo, en
    Ezequías, donde se dice:

    Vosotros decís: "¿Por qué no carga
    el hijo con la culpa de su padre?" Pues porque el hijo, recta y
    honradamente, ha guardado todos mis mandamientos y los ha puesto
    en práctica: por eso vivirá. El que peca es el que
    morirá. El hijo no cargará con la culpa del padre,
    ni el padre con la del hijo"[9]

    1.2. El dogma absurdo del pecado
    original
    implica además diversas
    contradic-ciones nuevas:

    La primera consiste en el hecho de que en los
    diversos libros del Antiguo Testamento –con la
    excepción mencionada del libro
    Eclesiástico, escrito hacia el año 180 a.
    C.– no se dice nada que haga referencia a tal pecado, a
    diferencia de lo que luego se comenzó a defender en el
    Nuevo Testamento hasta que la secta cristina lo proclamó
    como dogma de fe a finales del siglo IV. Además,
    sólo en el Nuevo Testamento comienza a hablarse
    del Hijo de Dios muriendo para redimir al hombre de ese o de
    otros pecados.

    La segunda consiste en el propio
    carácter absurdo y contradictorio de un pecado que se
    hereda
    , pues, en cuanto el concepto de pecado hace
    referencia a una acción voluntariamente cometida
    en contra de supuestas leyes divinas, no tiene sentido la tesis
    de que el hombre nazca ya en pecado, pues antes de nacer
    no puede haber realizado acción alguna, ni voluntaria ni
    involuntaria, en contra de tales supuestas leyes. De hecho, el
    mismo Aurelio Agustín –"san Agustín"-
    sólo pudo encontrar como expli-cación de la
    "herencia" de ese pecado una nueva doctrina tan absurda como la
    anterior, consistente en la teoría de que los hijos
    heredaban de los padres no sólo el cuerpo, sino
    también el alma
    -doctrina conocida con el nombre de
    "traducianismo"-, ya que estando relacionado el pecado
    con una potencia del alma como lo sería la
    voluntad, si el hombre sólo heredase el cuerpo,
    Aurelio Agustín no entendía qué
    lógica podía haber en la doctrina de tal supuesto
    pecado, pues el cuerpo era sólo el instrumento
    del que se servía el alma para realizar aquellos
    actos que podían estar o no de acuerdo con la voluntad
    divina, pero no podía ser la causa del pecado.
    Por otra parte, si el alma era creada directamente por Dios para
    cada uno de los hombres, era absurdo imaginar que Dios
    hubiese creado un alma en pecado
    . Sin embargo, los
    dirigentes cristianos de la época no aceptaron la tesis de
    Agustín, seguramente porque, al considerar el alma como
    una realidad espiritual, no podían aceptar que se
    transmitiese de padres a hijos como consecuencia de una
    relación meramente física y
    material. Así que, no encontrando ninguna
    explicación racional para esta doctrina, los dirigentes
    cristianos de los primeros siglos no tuvieron ningún
    reparo en considerar el pecado original -¡y tan
    "original"!- como un misterio, concepto con el que
    trataban de esconder y negar la serie de contradicciones en que
    incurrían continuamente.

    En tercer lugar, en cuanto la jerarquía
    católica considera que la omnipotencia divina pudo evitar
    que María naciera en pecado, esta doctrina
    representa la demos-tración más evidente de que
    nacer en pecado no sólo era absurdo en sí mismo
    sino que era evitable.
    En consecuencia, a partir de tal
    situación se plantea una insuperable dificultad:
    ¿No es contradictorio con la supuesta omnipotencia y amor
    infinito de Dios negar que concediese al resto de la humanidad la
    gracia que concedió a María? ¿Por qué
    no la concedió al resto de la humanidad? ¿Acaso
    pensó que era bueno que el hombre naciera en pecado? Pero,
    si era bueno, ¿por qué privó a María
    de ese "privilegio"? Y, si no era bueno, ¿por qué
    sólo utilizó su poder para librar del pecado a
    María y no al resto de la humanidad? Pues, a partir del
    supuesto de que el amor y el poder de Dios fuera infinito, no
    tendría sentido que ese poder se debilitase una vez
    concedida esa gracia a María. Y tampoco tendría
    sentido considerar que su amor fuera "más infinito"
    para unos que para otros. Quizá alguien,
    con ganas de decir disparates, pudiera sugerir que el pecado
    original era bueno
    a fin de que Dios manifestase su amor
    muriendo en una cruz, pero en tal caso la consideración
    del pecado como bueno sería contradictoria con la
    supuesta necesidad de la llamada "redención".
    Además, habría sido un nuevo absurdo que el
    perdón a la humanidad se obtuviese por la mediación
    del sufrimiento y de la muerte injusta de alguien, tanto si se
    trataba de un hombre como si se trataba del mismo Dios. Tal
    explicación sólo podría tener sentido en el
    contexto de una mentalidad sádica en la que las ofensas al
    rey o al faraón sólo se perdonaban con la muerte
    del ofensor o de algún familiar, como su hijo -en este
    caso, el propio Dios convertido en hombre-, que pagaría
    por el delito de otro hombre.

    Y, en cuarto lugar, esta doctrina
    representaría además una aplicación de la
    ley del Talión, "ojo por ojo, diente por diente", que,
    aunque defendida en el Antiguo Testamento[10]fue
    luego, según los evangelios, criticada por Jesús, y
    habría sido radicalmente incompatible con la constante
    referencia al perdón y a la misericordia infinitas de
    Dios
    , cuya aplicación debería ser
    gratuita precisamente por tratarse de una
    gracia y no el resultado de una "transacción"
    como la que podría expresar la supuesta
    "redención", doctrina basada en la aplicación de
    una doctrina del estilo de "tú me ofreces un sacrificio y,
    a cambio, yo te perdono".

    3. Por otra parte, el pecado original,
    considerado en sí mismo, plantea además otros dos
    problemas que muestran igualmente su carácter
    absurdo:

    3.1. Si en el momento de la supuesta
    creación de Adán y Eva no hubo contrato
    alguno entre Yahvé y Adán y Eva, que estableciese
    para éstos la obligación de obedecer los
    mandatos que él quisiera imponerles, es absurda la
    doctrina según la cual tuvieran tal
    obligación de obedecer a Dios a partir del
    argumento de que, como éste les había creado,
    tenía derecho a exigirles obediencia en aquello que
    quisiera mandarles, argumento que, como acertadamente
    señaló Hume respecto a la imposibilidad de obtener
    una conclusión prescriptiva a partir de premisas
    meramente descriptivas, no podía conducir a tal
    conclusión.

    3.2. Es igualmente absurdo que Dios impusiera a
    Adán y a Eva la prohibición de comer de
    aquel árbol –al igual que cualquier otra
    prohibición- en cuanto, a causa de su
    predeterminación y de su presciencia, no
    sólo sabría de antemano que comerían del
    fruto prohibido sino que además, de acuerdo con la
    doctrina católica acerca de la omnipotencia y de la
    predeterminación divinas, Dios mismo les habría
    programado para que obrasen del modo en que lo
    hicieron.

    Así que de nuevo nos encontramos ante la idea
    antropomórfica
    de un Dios que, al igual que un
    niño que, jugando con sus muñecos, deja volar su
    fantasía e imagina diversas aventuras entre ellos, aunque
    sólo sea él quien actúe mientras que sus
    juguetes sólo "hacen" aquello que él quiere que
    "hagan", del mismo modo el propio Dios sería quien, de
    acuerdo con la Biblia y con la teología
    católica
    , habría determinado las
    acciones del hombre y la misma ilusión de cada uno de ser
    el auténtico protagonista de "sus actos". Y, por ello
    mismo, habría sido un nuevo absurdo castigar a Adán
    y a Eva por ejecutar aquella desobediencia para la cual el propio
    Dios les habría programado. Y evidentemente este mismo
    absurdo es el que existe en el castigo de cualquier otra
    desobediencia o pecado, en cuanto todos los actos realizados por
    el hombre, según se defiende en la Biblia y en la misma
    teología católica, hayan sido programados o
    predeterminados por Dios.

     

     

    Autor:

    Antonio García
    Ninet

    Doctor en Filosofía

    [1] Génesis, 3: 16.

    [2] Génesis, 3: 17-19.

    [3] Eclesiástico 25:24.

    [4] Romanos 5:18.

    [5] Por ejemplo, en Éxodo 20:5 y
    34:7.

    [6] Salmos 135:8-14.

    [7] “Puso a los querubines y la espada
    de fuego para guardar el camino del árbol de la
    vida” (Génesis 3:23-24).

    [8] Génesis 3:22. La
    consideración de que toda culpa tiene carácter
    individual condujo a los musulmanes a rechazar la existencia de
    tal “pecado original”.

    [9] Ezequiel 18:19-20.

    [10] Éxodo, 21: 24.

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