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El contradictorio Dios cristiano: Amoroso, déspota, cruel y vengativo




    El contradictorio Dios cristiano: –
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    El contradictorio Dios
    cristiano:

    Amoroso, déspota, cruel y
    vengativo

    Al igual que en muchas otras cuestiones, la
    solución de la problemática que representa la
    pretensión de compatibilizar la idea de un ser omnipotente
    e infinitamente bueno con la existencia del sufrimiento requiere
    de una reflexión simplemente racional, basada en el
    material de los textos bíblicos y pasa también por
    el análisis lingüístico del término
    "Dios", de manera que, según se entienda, se
    llegará a una conclusión o a otra. Por ello se
    abordará a continuación el análisis de esta
    problemática a partir de la toma en consideración
    de estos dos aspectos del problema.

    1. Cuando en el cristianismo se habla de "Dios",
    se hace referencia a un supuesto ser que, entre otras cualidades,
    tendría la de ser omnipotente, amor infinito y creador de
    todo lo existente; y cuando en el cristianismo se habla del
    "sufrimiento", se está haciendo referencia a todo lo que
    se relaciona con cualquier sensación, sentimiento o
    vivencia desagradable, como la tristeza, el dolor, el odio, el
    miedo, el hambre o la sed.

    A partir de estos presupuestos es fácil concluir
    que la existencia de un ser como sería el Dios del
    cristianismo excluiría la existencia del sufrimiento,
    mientras que la existencia del sufrimiento excluye la existencia
    del Dios cristiano. Y por ello, la conclusión evidente de
    estas consideraciones es la de que el Dios del cristianismo no
    existe.

    2. Sin embargo y a pesar de la facilidad con que
    se alcanza esta conclusión, a lo largo de mucho tiempo los
    teólogos cristianos han intentado refutar este argumento,
    buscando alguna explicación para la existencia del
    sufrimiento.

    2.1. Los dirigentes católicos, olvidando
    los múltiples textos bíblicos que ponen de
    manifiesto la crueldad, el carácter vengativo y el
    despotismo de su Dios, defienden, sin embargo, que es omnipotente
    y suma bondad, y consideran que estas cualidades de su Dios
    compatibles con su supuesta bondad infinita, pero, al no
    encontrar una explicación satisfactoria de esta
    contradicción, proclaman que se trata de un
    "misterio".

    2.2. En algunos momentos, sin embargo, han
    tratado de justificar la presencia del sufrimiento como un
    castigo divino por el "pecado original" o por los pecados
    cometidos por la humanidad. Pero, dado que, según la
    religión judía y la cristiana, Dios es omnipotente
    y predetermina todo lo que sucede, incluidos los actos
    humanos
    , el concepto de pecado es absurdo y, por
    ello mismo –y por otros diversos motivos-, la idea de
    purificación del pecado mediante el
    sufrimiento –basada en la Ley del Talión-
    es igualmente absurda, pues el sufrimiento no purifica de nada
    sino que para lo único que sirve es para satisfacer el
    deseo de venganza. Además esta doctrina carece igualmente
    de sentido desde el momento en que los dirigentes
    católicos afirman que su Dios es infinitamente
    misericordioso
    , cualidad que implicaría el
    perdón inmediato de cualquier culpa -suponiendo
    que este término tuviera algún sentido-, por lo que
    ni el castigo ni el sufrimiento
    llegarían a producirse.

    2.2.1. El contexto judío en el que aparece
    una "explicación" del sufrimiento se relaciona con la Ley
    del Talión, defendida en el Antiguo Testamento
    –y también en el Nuevo-, que refleja el
    punto de vista primitivo según el cual mediante un
    daño se compensaba otro daño
    –"ojo por
    ojo, diente por diente"[1]-, de manera quien
    escribió el libro del Génesis
    consideró que la desobediencia de Adán y Eva a Dios
    quedaba compensada mediante las diversas formas de sufrimiento
    con que Dios les castigó ellos y a la humanidad en
    general, pues el castigo a los descendientes de quien hubiese
    cometido determinado daño o determinada ofensa aparece en
    la Biblia como una forma normal de actuación del Dios
    judío -y católico-.

    2.2.2. Y, si estas consideraciones fueran
    insuficientes para mostrar la incompatibilidad entre el dios
    católico y el sufrimiento, puede tenerse en cuenta
    además el sufrimiento de los niños y el de los
    animales, que evidentemente no han cometido pecado alguno que les
    haga "merecedores" (?) de un sufrimiento que el supuesto poder y
    misericordia infinitas de Dios habría evitado si
    existiera.

    3. En cualquier caso, es evidente que la doctrina
    que considera compatible la existencia de un Dios omnipotente y
    amor infinito con la existencia del sufrimiento es una
    contradicción –y no un misterio-, en cuanto
    el sufrimiento es un mal y por ello mismo incompatible con la
    supuesta bondad divina, de manera que o bien Dios no
    habría sido capaz de evitar el sufrimiento y en tal caso
    no sería omnipotente, o bien lo habría producido
    él mismo y en tal caso no sería bondad
    absoluta.

    3.1. Así lo comprendieron diversos
    pensadores desde hace muchos siglos y así lo
    comprendió B. Russell, quien lo defendió
    del siguiente modo:

    "El mundo, según se nos dice, fue creado por un
    dios que es a la vez bueno y omnipotente. Antes de crear el
    mundo, previó todo el dolor y la miseria que iba a
    contener; por lo tanto, es responsable de ellos. Es inútil
    argüir que el dolor del mundo se debe al pecado. En primer
    lugar eso no es cierto; el pecado no produce el desbordamiento de
    los ríos ni las erupciones de los volcanes. Pero aunque
    esto fuera verdad, no serviría de nada. Si yo fuera a
    engendrar un hijo sabiendo que iba a ser un maniático
    homicida, sería responsable de sus crímenes. Si
    Dios sabía de antemano los crímenes que el hombre
    iba a cometer, era claramente respon-sable de todas las
    consecuencias de esos pecados cuando decidió crear al
    hombre. El argumento cristiano usual es que el sufrimiento del
    mundo es una purificación del pecado, y, por lo tanto, una
    cosa buena. Este argumento es, claro está, sólo una
    racionalización del sadismo; pero en todo caso es un
    argumento pobre. Yo invitaría a cualquier cristiano a
    acercarse[2]a la sala de niños de un
    hospital, a que presenciase los sufrimientos que padecen
    allí, y luego a insistir en la afirmación de que
    esos niños están tan moralmente abandonados que
    merecen lo que sufren. Con el fin de afirmar esto, un hombre
    tiene que destruir en él todo sentimiento de piedad y
    compasión. Tiene, en resumen, que hacerse tan cruel como
    el Dios en quien cree. Ningún hombre que cree que los
    sufrimientos de este mundo son por nuestro bien, puede mantener
    intactos sus valores éticos, ya que siempre está
    tratando de hallar excusas para el dolor y la
    miseria"[3].

    3.2. A continuación se comentan con
    detenimiento estas consideraciones, presentándolas en
    forma de argumentación lógica para evitar que su
    sencillez se confunda con superficialidad, de manera que pueda
    calibrarse mejor su rigor. Se presentarán igualmente las
    objeciones y las respuestas más significativas que
    podrían presentarse a las premisas que conducen a la
    conclusión correspondiente.

    El argumento en cuestión puede plantearse del
    siguiente modo:

    Primera premisa: Si existe un ser omnipotente,
    infinitamente bueno y creador de todo, entonces todo lo que
    existe es –o debería ser- bueno.

    Segunda premisa: Si existe el sufrimiento, entonces
    no todo lo que existe es bueno.

    Tercera premisa: El sufrimiento
    existe.

    Conclusión: No existe un ser omnipotente,
    infinitamente bueno y creador de todo.

    3.2.1. La conclusión deriva de las
    premisas de manera absolutamente necesaria de acuerdo con las
    reglas de la Lógica y, por ello, lo que queda por analizar
    es sólo si todas y cada una de sus premisas que conducen a
    la conclusión son verdaderas, pues en el caso de que lo
    sean la conclusión será igualmente
    verdadera.

    A la primera premisa se le podrían
    presentar las siguientes objeciones:

    a) En primer lugar se podría afirmar que
    efectivamente Dios lo hizo todo bueno, pero que fue el hombre
    quien, mediante el "pecado original", habría desafiado a
    Dios, quien le habría castigado con las diversas formas de
    sufrimiento que acompañan su existencia. Efectivamente,
    según la Biblia, Dios condenó a Eva
    diciéndole:

    "Multiplicaré los dolores de tu preñez,
    parirás a tus hijos con dolor; desearás a tu
    marido, y él te
    dominará"[4].

    Igualmente a Adán le dijo:

    "Por haber hecho caso a tu mujer y haber comido del
    árbol prohibido, maldita sea la tierra por tu culpa. Con
    fatiga comerás sus frutos todos los días de tu vida
    […] Con el sudor de tu frente comerás el pan, hasta
    que vuelvas a la tierra de la que fuiste formado, porque eres
    polvo y al polvo volverás"[5].

    Pero tal maldición divina, además ser
    irracional y absurda por tratarse de un castigo universal,
    referido a la mujer o al varón en general pero como
    consecuencia de una falta individual, sería incompatible
    con las cualidades que se atribuyen al Dios católico, que
    es ese mismo Dios de la tradición judía. Y, por
    cierto, en la propia Biblia, "palabra de Dios", se critica
    acertadamente, pero en contradicción con las anteriores
    palabras del Génesis, esta doctrina según la cual
    los hijos pagan por las culpas de los padres:

    "Vosotros decís: "¿Por qué no carga
    el hijo con la culpa de su padre?" Pues porque el hijo recta y
    honradamente, ha guardado todos mis mandamientos y los ha puesto
    en práctica: por eso vivirá. El que peca es el que
    morirá. El hijo no cargará con la culpa del padre,
    ni el padre con la del hijo"[6].

    b) Pero, al margen de estas contradicciones doctrinales,
    hay además muchos sufrimientos –o fenómenos
    naturales que provocan sufrimientos- que no provienen de
    supuestos pecados del hombre, como terremotos, enfermedades,
    sequías, inundaciones, sino de las adversidades de la
    Naturaleza, que provoca el sufrimiento de los niños y el
    de muchos otros seres vivos, ajenos indiscutiblemente a cualquier
    culpa que les hiciera "merecedores" de los sufrimientos que
    padecen, y cuyo único delito -como diría
    Calderón- sería el de haber nacido.

    En relación con tales males algunos incurren en
    la ingenuidad de pretender explicar el sufrimiento a partir de la
    Naturaleza, suponiendo que de esta forma Dios
    quedaría al margen de las diversas calamidades que rodean
    la existencia del ser humano y la de los demás seres
    vivos. Pero, como en el caso de la réplica anterior, es
    evidente que, si la Naturaleza produce el sufrimiento, en tal
    caso la Naturaleza será mala, y, en consecuencia, de la
    misma manera que se considera responsable de un asesinato a la
    persona que disparó y no a la bala que causó la
    muerte de la víctima, igualmente habría que
    entender la relación entre Dios, la Naturaleza y el
    sufrimiento, considerando a Dios como causa del sufrimiento, y a
    la Naturaleza como un simple instrumento para su
    manifestación.

    Por otra parte, aunque esta respuesta por sí sola
    es más que suficiente para refutar el valor de la anterior
    objeción, puesto que con sólo la presencia de una
    mínima porción de sufrimiento no causado por el
    hombre el argumento conserva toda su validez, hay que
    señalar que, si el hombre fuera causa parcial del
    sufrimiento, ello implicaría que el hombre, supuestamente
    creado por Dios, no sería bueno, ya que el modo de ser de
    cada cosa se conoce por sus obras ("operari sequitur esse"), con
    lo que el problema volvería a plantearse referido en este
    caso a la misma naturaleza humana.

    c) Otra objeción que suele presentarse
    es la de que el mal en general y el sufrimiento en particular
    sería inevitable, ya que sin él no se podría
    tener conocimiento del bien ni gozar de él. Ya los
    estoicos se habían servido de esta explicación,
    pero su valor es claramente nulo, puesto que quienes la presentan
    olvidan que en la argumentación inicial se hablaba de un
    ser omnipotente, cualidad que implica la capacidad de
    hacer todo aquello que no sea contradictorio; y, evidentemente,
    no existe contradicción alguna en la idea de un mundo
    absolutamente bueno en el que la felicidad no tuviera como
    condición la existencia previa de ningún tipo de
    sufrimiento[7]

    d) Llegados a este punto, en diversas religiones
    antiguas se llegó a considerar que junto a Dios, como ser
    infinitamente bueno, existiría un ser muy poderoso
    causante del mal. Un ejemplo de los planteamientos que van por
    esta línea se encuentra en la antigua religión
    persa de Zaratustra (s. VII a. C.), en la que Ormuz
    representaría el Dios benéfico y Ahrimán el
    Dios maléfico, que al final de los tiempos sería
    definitivamente derrotado. Pero en estos casos se olvida que la
    omnipotencia de Dios podría impedir la existencia de esa
    fuerza del mal, mientras que su bondad infinita le
    llevaría efectivamente a impedirla.

    Por lo que se refiere a la segunda premisa, es
    difícil encontrar alguna objeción digna de ser
    analizada.

    a) Una de tales objeciones consiste en indicar que
    quizás el sufrimiento podría ser bueno al menos en
    un sentido semejante a aquel en que lo es una intervención
    quirúrgica, la cual, aunque resulte dolorosa, es causa
    muchas veces del bien de la curación. La réplica a
    esta objeción consiste en diferenciar el dolor en
    sí mismo
    de aquello a lo que puede conducir, siendo
    evidente que, si se pudiera producir una curación de forma
    inmediata sin pasar por una fase de dolor, sería absurdo
    pasar por ella. Y, si Dios existiera como ser omnipotente e
    infinitamente bueno, no sólo podría evitar el dolor
    de la intervención quirúrgica, sino también
    el de la enfermedad que hizo necesaria dicha
    intervención.

    b) Por otra parte, ante la imposibilidad de negar la
    existencia del sufrimiento y su incompatibilidad con Dios,
    algunos han llegado a considerar que el sufrimiento podría
    ser bueno en algún sentido oculto para el entendimiento
    humano. En este sentido, resultan especialmente llamativas las
    excentricidades del fundador del "Opus Dei", José
    María Escrivá de Balaguer, quien llega a
    escribir:

    "el dolor es la sal de nuestra
    vida"[8];

    "Bendito sea el dolor. -Amado sea el dolor. -Santificado
    sea el dolor… Glorificado sea el
    dolor!"[9];

    "Contigo, Jesús, qué placentero es el
    dolor y qué luminosa la
    oscuridad!"[10],

    palabras que hubieran podido figurar con pleno derecho
    como lemas a la entrada de cualquier campo de
    concentración nazi.

    Pero este punto de vista, propio de un loco
    fanático, se refuta por sí mismo a partir de la
    consideración de que, si el sufrimiento fuera bueno, no
    tendría ningún sentido el mandamiento de
    no matar, ni tampoco el interés por remediar el hambre y
    el sufrimiento de la humanidad, ni el de eliminar las guerras y
    las torturas más refinadas, e incluso dejaría de
    tener sentido la práctica de la medicina, pues, si el
    dolor fuera la sal de la vida, sería muy triste privarnos
    de él. Pero, además, desde una simple perspectiva
    lingüística, es evidente que la afirmación
    según la cual el dolor es placentero es contradictoria por
    la misma definición de los conceptos de dolor y de
    placer.

    c) Una última objeción, variante de la
    anterior, consiste en sugerir que el hombre no está
    capacitado para comprender en qué consiste la bondad de
    Dios, y que el propio sufrimiento podría ser bueno en
    algún sentido oculto para el hombre pero compatible con
    esa forma especial de la bondad divina. La réplica a esta
    objeción consiste en señalar que referirse a la
    bondad de Dios como a algo ajeno a las posibilidades humanas de
    comprensión es utilizar palabras vacías e
    inútiles. Pues, si se dice que Dios es "bueno" y, a
    continuación, "se aclara" (?) que "bueno" no significa lo
    que todo el mundo piensa que significa, y no se explica
    qué es lo que se pretende decir con ese término, en
    ese caso se estará perdiendo el tiempo y haciéndolo
    perder a quienes escuchan tales "explicaciones". Conviene
    recordar, en este sentido, que el lenguaje es un producto humano
    y que el significado de las palabras no es algo que haya que
    esperar descubrirlo como si de un misterio se tratara, sino que
    es el ser humano quien se lo ha asignado a lo largo de su
    evolución histórica y cultural y que, por ello,
    sería una pérdida de tiempo absurda la
    construcción de frases cuyo significado fuera oculto
    incluso para quien las construye.

    Y, por lo que se refiere a la tercera premisa,
    es totalmente superfluo discutirla, pues todos tienen a diario
    sus propias experiencias a este respecto, de manera que la
    existencia del sufrimiento no se demuestra sino que se vive y se
    muestra. Además, si se sabe de qué se está
    hablando cuando se hace referencia al sufrimiento, es sólo
    por el hecho de haberlo experimentado; de lo contrario,
    sucedería como al ciego de nacimiento, que por no haber
    experimentado el color es incapaz de hacerse una idea adecuada de
    él.

    Una última objeción que podría
    utilizarse en relación con la totalidad del argumento es
    la de considerar, como se hace en la propia Biblia, que Dios se
    caracterizaría esencialmente por su omnipotencia,
    pero no necesariamente por su bondad, por lo que el mal
    podría proceder de él directamente. Se dice en este
    sentido:

    – "Si se acepta de Dios el bien ¿no habremos de
    aceptar también el mal?"[11].

    – "Bien y mal, vida y muerte, pobreza y riqueza, vienen
    del Señor"[12].

    Pero en casos como éstos se incurre en la
    contradicción de utilizar un concepto de Dios que no se
    corresponde con el del supuesto inicial, que se refería a
    un supuesto ser caracterizado por la omnipotencia y por
    la bondad infinita.

    La conclusión que deriva de estas tres
    premisas es, como ya se sabe, que no puede existir un ser que
    reúna al mismo tiempo las cualidades de la omnipotencia y
    de la infinita bondad, o, lo que es lo mismo, que o bien Dios
    quiso pero no pudo hacer un mundo sin sufrimiento y, en tal caso,
    no sería omnipotente, o bien pudo pero no quiso y, en tal
    caso, no sería infinitamente bueno.

    Si, por otra parte, se considera que el concepto
    judío de Dios sólo debería aplicarse a una
    realidad absolutamente perfecta, y se supone además que la
    omnipotencia y la bondad infinita deberían ser
    constituyentes de dicha perfección, en tal caso la
    conclusión evidente es la de que ese supuesto Dios no
    existe
    .

    4. Por lo que se refiere a cómo los
    judíos –al igual que posteriormente los cristianos-
    entendían a su Dios, en la Biblia aparecen afirmaciones
    contradictorias para todos los gustos, de manera que, a pesar de
    que en la actualidad los dirigentes católicos hablan de
    Dios como amor y misericordia infinita, en una gran
    mayoría de textos del Antiguo Testamento aparece
    un Dios cruel, déspota y vengativo que no tiene
    inconveniente alguno en matar y en castigar "hasta la tercera y
    la cuarta generación", mientras que en el Nuevo
    Testamento
    se insiste de manera especial en la idea de la
    condenación al fuego eterno del Infierno, incompatible con
    aquel supuesto Dios infinitamente misericordioso.

    Y efectivamente en la Biblia pueden encontrarse
    textos en apoyo de ambos puntos de vista. Así, en apoyo
    del amor y misericordia infinita de ese Dios se dice:

    "Tú tienes compasión de todos, porque todo
    lo puedes,

    y pasas por alto los pecados de los hombres

    para que se arrepientan.

    Porque amas todo cuanto existe,

    y no aborreces nada de lo que hiciste;

    pues, si odiaras algo, no lo habrías
    creado.

    ¿Cómo subsistiría algo si tú
    no lo quisieras?

    ¿Cómo permanecería algo si
    tú no lo quisieras?

    Pero tú eres indulgente con todas las
    cosas,

    porque todas son tuyas, Señor, amigo de la
    vida"[13].

    Pero igualmente, en contradicción con el texto
    anterior y poniendo de manifiesto la crueldad arbitraria y
    despótica de ese mismo Dios, pueden verse una enorme
    multiplicidad de ejemplos como los siguientes:

    – "Si a pesar de todo esto no me obedecéis y
    seguís obstinados contra mí […]
    Comeréis la carne de vuestros hijos y de vuestras hijas
    […] amontonaré vuestros cadáveres sobre los
    cadáveres de vuestros ídolos y os detestaré
    […] os dispersaré entre las naciones y os
    perseguiré con la espada
    desenvainada"[14].

    – "Así dice el Señor todopoderoso:
    […] castiga a Amalec y consagra al exterminio todas sus
    pertenencias sin piedad; mata hombres y mujeres, muchachos y
    niños de pecho, bueyes y ovejas, camellos y
    asnos"[15].

    – "El Señor mandó contra ellos al rey de
    los caldeos, que mató a espada a sus jóvenes en el
    santuario mismo, sin perdonar a nadie, ni muchacho ni doncella,
    ni anciano, ni anciana: Dios entregó a todos en su
    poder"[16].

    – "El ángel del Señor vino al campamento
    asirio e hirió a ciento ochenta y cinco mil hombres.
    Cuando se levantaron por la mañana, no había
    más que cadáveres"[17].

    – "[Así dice el Señor todopoderoso, Dios
    de Israel] Les haré comer la carne de sus hijos y de sus
    hijas, y se devorarán unos a otros en la angustia del
    asedio y en la miseria a que los reducirán los enemigos
    que buscan matarlos"[18].

    Evidentemente ese Dios, cuya existencia sería
    compatible con la del sufrimiento, tendría muy poco que
    ver con el Dios sumamente bondadoso que los dirigentes
    católicos proclaman, seleccionando textos bíblicos
    que no hacen referencia a la extrema crueldad que vemos en
    éstos otros, al margen de que el Dios que los dirigentes
    católicos presentan siga siendo extremadamente cruel y
    déspota en cuanto envía al fuego eterno a quienes
    él mismo ha predeterminado, tal como indicó
    Tomás de Aquino cuando escribió:

    "Y como se ha demostrado que unos, ayudados por la
    gracia, se dirigen mediante la operación divina al fin
    último, y otros, desprovistos de dicho auxilio, se
    desvían del fin último, y todo lo que Dios hace
    está dispuesto y ordenado desde la eternidad por su
    sabiduría […], es necesario que dicha distinción
    de hombres haya sido ordenada por Dios desde la eternidad. Por lo
    tanto, en cuanto que designó de antemano a algunos desde
    la eternidad para dirigirlos al fin último, se dice que
    los predestinó […] Y a quienes dispuso desde la
    eternidad que no había de dar la gracia, se dice que los
    reprobó o los odió […] Y puede también
    demostrarse que la predestinación y la elección no
    tienen por causa ciertos méritos humanos, no sólo
    porque la gracia de Dios, que es efecto de la
    predestinación, no responde a mérito alguno, pues
    precede a todos los méritos humanos […] sino
    también porque la voluntad y providencia divinas son la
    causa primera de cuanto se hace; y nada puede ser causa de la
    voluntad y providencia divinas"[19].

     

     

    Autor:

    Antonio García Ninet

    Doctor en Filosofía

    [1] Éxodo, 21:24; Lev, 24:20

    [2] En la traducción de EDASA pone
    “que se acompañase”, pero parece que
    “acercase” capta mejor el sentido del texto
    original.

    [3] B. Russell: Por qué no soy
    cristiano, p.39. EDHASA, Barcelona, 1979.

    [4] Génesis, 3: 16.

    [5] Génesis, 3: 17-19.

    [6] Ezequiel, 18: 19-20.

    [7] En caso contrario tendríamos que
    aceptar que el propio Dios necesita pasar alternativamente por
    sucesivas etapas de sufrimiento y felicidad por cuanto las
    últimas estarían condicionadas por las
    primeras.

    [8] José Mª Escrivá de
    Balaguer: Camino 203.

    [9] Camino 208.

    [10] Camino 229. Otras afirmaciones de
    similares características se encuentran en el aforismo
    169, donde se dice: “Te acogota el dolor porque lo
    recibes con cobardía. -Recíbelo, valiente, con
    espíritu cristiano: y lo estimarás como un
    tesoro”, y también en otros aforismos como el 219
    y el 220.

    [11] Job 2:10.

    [12] Eclesiástico 11:14

    [13] Sabiduría 11:23-26.

    [14] Lev 26: 27-33.

    [15] 1 Samuel 15:3.

    [16] 2 Crónicas, 36:17. En un sentido
    similar de despotismo y crueldad se dice en Ezequiel, 9:5-6:
    “Y pude oír lo que [el Señor] dijo a los
    otros: -Recorred la ciudad detrás de él, matando
    sin compasión y sin piedad. Matad a viejos,
    jóvenes, doncellas, niños y mujeres, hasta
    exterminarlos”

    [17] Isaías, 37:36. Otros textos de
    similares características pueden verse en 1
    Crónicas 21:14, donde se dice: “El Señor
    envió la peste sobre Israel y murieron setenta mil
    israelitas. Dios envió un ángel para exterminar a
    Jerusalén”; en Jer 14:14, donde se dice: “Y
    el Señor […] dijo [a Jeremías]: […]
    Y aquellos a quienes ellos profetizan serán tirados por
    las calles de Jerusalén, víctimas del hambre y de
    la espada; no habrá quien los sepulte, ni a ellos ni a
    sus mujeres ni a sus hijos; yo haré recaer sobre ellos
    su maldad”; en Jer 16:1-4, donde se dice “El
    Señor me habló así: -No te cases; no
    tengas hijos ni hijas en este lugar. Porque así dice el
    Señor de los hijos e hijas que nazcan en este lugar, de
    las madres que los den a luz y de los padres que los engendren:
    Morirán cruelmente; no serán llorados ni
    enterrados, sino que quedarán como estiércol
    sobre la tierra; perecerán a espada y de hambre, y sus
    cadáveres serán pasto de las aves del cielo y de
    las bestias de la tierra. Así dice el Señor: No
    entres en una casa donde hay duelo; no vayas al duelo ni les
    des el pésame, porque yo retiro de este pueblo,
    oráculo del Señor, mi paz, mi misericordia y mi
    compasión. Grandes y pequeños morirán en
    esta tierra sin ser enterrados ni llorados”.

    [18] Jer 19:9. En una línea de similar
    crueldad se dice en Ezequiel, 5:8-9: “Por eso, así
    dice el Señor: […] Por tus prácticas
    idolátricas haré contigo [con Israel, su pueblo]
    lo que nunca he hecho y jamás volveré a hacer:
    los padres se comerán a sus hijos, y los hijos a sus
    padres”. Pueden verse otros textos similares en
    Éxodo 12:1-13, donde se dice: “A media noche hizo
    morir el Señor a todos los primogénitos en
    Egipto, desde el primogénito del faraón, el
    heredero del trono, hasta el del que estaba preso en la
    cárcel, y a todos los primogénitos de los
    animales” (y, en este mismo sentido, también en
    Éxodo, 12: 29), 2 Reyes 19:35, Éxodo, 20:3-5 y en
    incontables pasajes de la Biblia.

    [19] O.c., c. 163.

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