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Descartes: El racionalismo




Enviado por Carolina



  1. La duda metódica
  2. Crítica del saber sensible: Conocimiento sensible: las ilusiones de los sentidos y los sueños
  3. Crítica del conocimiento racional
  4. El cogito: cogito, ergo sum (pienso, luego soy)
  5. Criterio de verdad
  6. Reglas del método
  7. La cosa pensante: soy una substancia o cosa pensante (res cogitans)
  8. Ideas: innatas, adventicias y facticias
  9. La existencia y veracidad de Dios
  10. La substancia extensa: res extensa (cuerpo)
  11. El racionalismo

La duda metódica

Descartes dice: lo que debemos cuidarnos es de no caer en el error, debemos ser críticos respecto de nosotros mismos y no solo del pasado.

El radicalismo cartesiano se manifiesta por evitar el error. Esto lo lleva a no ya una teoría del error sino a la duda metódica.

La duda metódica consiste en hacer de la duda un método, un camino que lleva a la verdad y evita el error. No se conforma con conocimientos más o menos probables, para evitar errores el radicalismo quiere alcanzar un saber absolutamente cierto cuya verdad sea tan firme que este más allá de toda posible duda. Descartes no busca el conocimiento verdadero, sino que busca un conocimiento absolutamente cierto, quiere estar absolutamente seguro de sus conocimientos, no puede aceptar lo dudoso, solo dará por valido lo que sea absolutamente cierto. La manera más segura de encontrar algo absolutamente cierto es dudar de todo, para ver si dudando de todo y aun forzando la duda hasta sus mismos limites, queda algo que resista de ella.

El método cartesiano consiste en emplear la duda para ver si hay algo capaz de resistirla y que sea absolutamente cierto.

La duda es metódica, universal e hiperbólica:

Metódica: se emplea la duda como instrumento o camino para llegar a la verdad. Y también es universal, porque se aplicará a todo sin excepción.

– Universal: porque se aplica a todo sin excepción, nada deberá excluirse de ella hasta no llegar al caso que resulte imposible la duda.

– Hiperbólica: porque será llevada hasta su último extremo, hasta su última exageración, forzada al máximo posible.

"estamos apartados del conocimiento de la verdad por numerosos prejuicios de los que creemos no poder liberarnos de otro modo que no sea empeñándonos en dudar de todas aquellas cosas en las que hallemos sospecha de incertidumbre.

Deben darse por erróneas aun aquellas cosas en que pueda suponerse la más mínima posibilidad de duda y aceptar solamente lo indubitable.

"En cuanto a la universalidad no significa que a mis opiniones vaya examinándolas una por una porque sería un trabajo infinito, sino que bastara que dirija mis ataques a los principios en los que se basaban mis opiniones antiguas."

Se logrará igualmente el propósito de introducir la duda en ellos si se la dirige a los principios o fundamentos sobre los cuales esos conocimientos se apoyan, las facultades de conocimiento gracias a los cuales se los ha adquirido.

Dado que las facultades de conocimiento son los sentidos y la razón: se deberá hacer primero la crítica del saber sensible y luego del saber racional.

Crítica del saber sensible: Conocimiento sensible: las ilusiones de los sentidos y los sueños

Descartes postula dos argumentos para probar que el saber sensible debe ser puesto en duda: Las ilusiones de los sentidos y los sueños.

– Las ilusiones de los sentidos: "hemos descubierto que los sentidos a veces yerran y es propio de la prudencia no confiar en aquellos que ya nos han engañado una vez". La única actitud prudente sería desconfiarle. Nuestros sentidos muchas veces nos engañan, por lo tanto "las cosas sensibles" resultan dudosas, y no podemos saber si los sentidos nos engañan en todos los casos, por lo menos no es seguro que no nos engañen. Entonces según el método de dar por falso todo lo dudoso, se deberá desechar el saber que nos proporcionan los sentidos.

Si bien debe admitirse que los sentidos nos engañan acerca de cosas muy distantes, o acerca de objetos difícilmente perceptibles, hay muchas cosas de las que no puede razonablemente dudarse, aunque las conozcamos por medio de los sentidos; que son, por ejemplo, que estoy aquí, sentado junto al fuego, vestido con una bata, sosteniendo este papel en las manos, y otras cosas por el estilo.

– Los sueños:

"he de considerar aquí que soy hombre y que tengo costumbre de dormir y de representarme en sueños las mismas cosas y aun a veces menos verosímiles que los dementes cuando velan"

Así sucede que alguna vez en sueños he imaginado estar sentado y escribiendo, cuando en realidad estaba dormido y acostado.

"si pienso en ello con atención, me acuerdo de que muchas veces ilusiones semejantes se han burlado de mi mientras dormía, y veo tan claramente que no hay indicios ciertos para distinguir el sueño de la vigilia, me quedo atónito, y es tal mi extrañeza que casi es bastante persuadirme de que estoy durmiendo."

No tenemos ningún indicio, ningún signo seguro o criterio que nos permita establecer cuando estamos despiertos y cuando dormidos: no hay posibilidad ninguna de distinguir con absoluta seguridad el sueño de la vigilia.

Resulta que todo conocimiento sensible es dudoso, ya sea a través de los sentidos o a través de los sueños.

Crítica del conocimiento racional

Descartes enuncia dos argumentos:

– Estoy tan expuesto al error como cualquier otro:

"hay hombres que yerran al razonar, aun acerca de los más simples asuntos de geometría, y cometen paralogismos (razonamientos incorrectos), entonces juzgué que yo estaba tan expuesto al error como otro cualquiera y rechacé como falsas todas las razones que anteriormente había tenido por demostrativas"

Sin ir más lejos, en la matemática, la más racional de las ciencias, existe la posibilidad de equivocarse, aun en una operación sencilla cabe la posibilidad del error. Cabe también la posibilidad de que todos los argumentos racionales sean falaces, de que todo conocimiento racional sea falso.

– El genio maligno:

Los razonamientos o procesos discursivos se apoyan en "principios", por ejemplo "el todo es mayor que la parte". Estos principios del conocimiento racional no son conocidos de forma discursiva sino intuitivamente, es decir, sin que nuestro pensamiento fluya, sino de modo inmediato, por simple inspección del espíritu.

"supondré que cierto genio o espíritu maligno, no menos astuto que burlador y poderoso, ha puesto toda su industria en engañarme"

Puede imaginarse que exista un genio maligno poderoso y perverso que nos haya hecho de forma tal que siempre nos equivoquemos, que haya construido de tal forma el espíritu humano que siempre caigamos en el error. Haciendo que nuestros pensamientos se tuerzan deliberadamente y hacernos caer en el error.

A este argumento se refiere el hiperbolismo de la duda cartesiana. No es que exista efectivamente este genio maligno, sino que es una posibilidad, por más exagerada o descabellada que sea. Y ya que la duda debe ser llevada hasta su límite mismo si lo tiene e incluso hay que forzarla si en verdad se quiere llegar a un conocimiento absolutamente indubitable. Entonces resulta que la hipótesis del genio maligno representa el punto máximo de la duda, el último extremo a que la duda puede llegar.

Aquí la razón misma se hace problema y la tarea es ahora fundamentar la razón, el saber racional. Se encuentra tan cargado de dudas que no puede ni pensar más:

"como si de pronto hubiese caído en aguas profundísimas quedándome tan sorprendido que no puedo afirmar los pies en el fondo ni nadar para mantenerme sobre la superficie"

La superficie simboliza el saber vulgar, la existencia cotidiana, y el fondo el fundamento absolutamente firme que se busca y hacia el cual se encamina el filósofo.

El cogito: cogito, ergo sum (pienso, luego soy)

Cuando la duda llega al extremo se convierte en un conocimiento absolutamente cierto:

"queriendo yo pensar que todo es falso, era necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa; y observando que esta verdad: yo pienso, luego soy, era tan firme y segura que las más extravagantes suposiciones de los escépticos no son capaces de conmoverla, juzgue que podía recibirla sin escrúpulos, como el primer principio de la filosofía que andaba buscando"

Aunque suponga que el genio maligno existe y ejerce su poder maléfico sobre mí, yo mismo tengo que existir o ser porque sino no podría ser engañado:

"no cabe duda de que yo soy, puesto que me engaña (el genio maligno) y por mucho que me engañe no conseguirá hacer que yo no sea nada, mientras yo esté pensando que soy algo (婠habiéndolo pensado bien, la proposición: "yo soy, yo existo" es necesariamente verdadera mientras la estoy pronunciando o concibiendo en mi espíritu."

Esta afirmación: cogito, ergo sum (pienso, luego existo) ya no puede ser puesta en duda, por más que la forcemos. Es una verdad absoluta, absolutamente cierta en indubitable, es justamente lo que se buscaba. El cogito constituye el primer principio de la filosofía desde el punto de vista gnoseológico y metodológico: constituye el primer conocimiento seguro, el fundamento de cualquier otra verdad y el punto de partida para construir todo el saber en general. Priemro también del punto de vista ontológico porque me pone ante el primer ente indudablemente existente que soy yo mismo en tanto pienso.

"Pienso, luego soy" es un conocimiento intuitivo: se lo conoce de modo inmediato, directo y no depende de una premisa mayor de la que se lo deduzca: no tenemos más que reflexionar sobre el cogito (yo pienso) para darnos cuenta en el mismo de su verdad. Pienso, soy o simplemente soy ("existo") sin la conjunción "luego" se ve más claramente la inmediatez del principio. En lugar de "pienso, luego soy" optamos por "Pienso entonces soy" porque no viene el ser después o "luego" del pensar, es inmediato si pienso entonces existo, si pienso entonces soy.

Criterio de verdad

Una afirmación es verdadera cuando lo que ella afirma coincide con el objeto al que se refiere (si digo: "la puerta está abierta", y efectivamente hay una puerta y esta abierta, entonces lo afirmado será verdadero). El "criterio" de verdad es la nota, rasgo o carácter mediante el cual se reconoce que una afirmación es verdadera, o que nos perite distinguir un conocimiento verdadero de uno falso.

Con el cogito hemos hallado un conocimiento indudablemente verdadero, y Descartes dice que hallará en el también el criterio de verdad, la característica gracias a la cual se lo reconoce como verdadero sin ninguna duda.

"堥n la proposición "yo pienso, luego soy" no hay nada que me asegure que digo la verdad sino que veo muy claramente que para pensar es preciso ser, juzgué entonces que podía admitir esta regla general: las cosas que concebimos muy clara y distintamente son todas verdaderas."

Una proposición (afirmación o negación) sabremos que es verdadera cuando sea clara y distinta, o en una palabra evidente.

Reglas del método

"por método entiendo un conjunto de reglas ciertas y fáciles, por las cuales nadie tomará jamás lo falso por verdadero, y sin fatigarse con inútiles esfuerzos del espíritu, sino aumentando progresivamente su saber, al conocimiento verdadero de todo aquello que sea capaz".

Descartes enuncia cuatro reglas o preceptos que reúnen todo su pensamiento metodológico:

  • 1. Evidencia:

"no admitir como verdadera cosa alguna si no se con evidencia que lo es, es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención, y no comprender en mis juicios nada más que lo que se presente tan clara y distintamente a mi espíritu, que no hubiese ninguna ocasión de ponerlo en duda."

Se debe admitir como verdadero un conocimiento solo en caso de que sea evidente, esto es cuando no se pueda dudar de él, "cuando no haya ninguna ocasión de ponerlo en duda".

La evidencia tiene dos características fundamentales: Claridad y distinción.

Un conocimiento es claro cuando "está presente y manifiesto a un espíritu atento", es decir cuando la idea a la que me refiero se muestra directamente al espíritu, está inmediatamente presente en éste. (por ejemplo, en el momento que tengo un dolor, ese dolor es claro, ahora cuando ya no lo siento y solo queda un recuerdo de ese dolor tendré un conocimiento "oscuro" de ese dolor). Si además de este conocimiento de algo no hay nada que no le pertenezca a ese algo, el conocimiento será distinto, es decir, cuando no se mezcla con otra cosa.

"Claro" se opone a "oscuro" y "distinto" a "confuso". Todo conocimiento distinto tiene que ser a la vez claro, pero un conocimiento claro puede ser distinto o confuso.

El precepto de evidencia ordena evitar dos fuertes propensiones de nuestro espíritu:

Precipitación: consiste en afirmar o negar algo antes de haber llegado a la evidencia.

Prevención: equivale a los prejuicios, y en general a todos los conocimientos, verdaderos o falsos, que nos llegan por tradición, educación, factores sociales, etc. Y no por evidencia. Sino que son conocimientos heredados.

La regla de la evidencia encuentra su confirmación y su fuente en el cogito, porque el que éste sea un conocimiento indubitable se lo reconoce en la circunstancia que es evidente.

  • 2. Análisis: Dividir lo complejo hasta llegar a lo simple.

"dividir cada una de las dificultades que examinaré, en cuantas partes fuera posible y en cuantas requiriese su mejor solución"

La regla del análisis dice, cuando nos ocupamos de cualquier problema o dificultad o cuestión compleja, se lo debe dividir, analizar y seguir con la división hasta llegar a algo evidente, de modo que la división es a la vez el procedimiento para alcanzar la evidencia.

Este estudio es necesario pero requiere complementarse con la relación reciproca de las partes y con la visión del conjunto, y esto es lo que prescribe la regla de la síntesis.

  • 3. Síntesis: Unión de lo simple hasta llegar a lo complejo

"conducir ordenadamente mis pensamientos, empezando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo gradualmente hasta el conocimiento de los más compuestos e incluso suponiendo un orden entre los que no se preceden naturalmente."

En todo conocimiento debe partirse siempre desde los más simple a lo más complejo, siempre según un orden racional. Hay que suponer un orden aún entre los conceptos que no se preceden naturalmente.

  • 4. Enumeración/orden: Revisar lo que conocí.

"hacer en todo unos recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales, que llegase a estar seguro de no omitir nada"

Esta regla exige examinar lo estudiado para ver si no hay ningún tema o aspecto pasado por alto, ya sea en el momento analítico o en el sintético.

Esta regla exige que se hagan todas las revisiones necesarias hasta llegar a la certeza de que no se ha omitido ningún miembro del razonamiento.

La cosa pensante: soy una substancia o cosa pensante (res cogitans)

Podemos dudar de todo menos de que, en tanto pienso, soy. Pero ¿que soy yo?

"examine atentamente lo que yo era, y viendo que podía fingir que no tenía cuerpo alguno y que no había mundo ni lugar alguno en el que yo me encontrase, pero no podía fingir por ello que no fuese. (婠conocí por ello que yo era una sustancia cuya esencia o naturaleza toda es pensar, y que no necesita para ser de un lugar ni depende de ninguna cosa material; este yo, el alma por la cual soy lo que soy, es enteramente distinta del cuerpo y hasta más fácil de conocer que este y, aunque el cuerpo no fuese, el alma no dejaría de ser cuanto es"

Entonces, yo soy una substancia o cosa pensante (res cogitans), una cosa cuya propiedad fundamental, esencial y definitoria consiste en pensar. Con el término pensar se refiere a toda actividad psíquica consciente:

¿Qué es una cosa que piensa? Es una cosa que duda, entiende, concibe, afirma, niega, quiere, no quiere, y también imagina y siente.

Este yo o cosa pensante, o alma, es independiente del cuerpo y más fácil de conocer que este, no se si tengo cuerpo o no, pero la existencia de mi alma o yo (el cogito) es indubitable. De mi cuerpo tengo conocimiento indirecto a través de mis vivencias (sensaciones, dolores, etc.) que no son nada corporal sino pensamientos, es decir, modos de la substancia pensante, sus estados o manifestaciones.

Ideas: innatas, adventicias y facticias

Entre los pensamientos hay algunos que son de singular importancia y que Descartes los llama "ideas"

"entre mis pensamientos, unos son como las imágenes de las cosas y sólo a éstos conviene el nombre de idea: como cuando me represento un hombre, una quimera, un ángel o el mismo Dios"

Pensamientos como el de "hombre", "triangulo" o "cosa" los llama ideas y estas son como imágenes de las cosas, especie de cuadros o fotografías, representaciones mentales de las cosas.

Las ideas se dividen en: Innatas, Adventicias y Facticias

Adventicias: son las ideas que vienen del exterior, a través de los sentidos (por ejemplo: la idea de rojo, amargo, etc.)

Facticias: son las ideas que nosotros mismos elaboramos mediante la imaginación (por ejemplo, la idea de centauro o quimera)

Innatas: son las ideas que el alma trae consigo, constituyendo un patrimonio original, con total independencia de la experiencia. De éstas unas representan cosas o propiedades de cosas (como las ideas de Dios, alma, círculo, mayor); y otras son axiomas o verdades eternas, y son proposiciones como "el todo es mayor que la parte" o "nada puede ser y no ser al mismo tiempo" (principio de contradicción), de la nada no resulta nada" (principio de causalidad) etc.

La razón trabaja con ideas innatas. Si nos atenemos a las reglas del método ya establecidas tendremos siempre un conocimiento evidente, absolutamente seguro.

Para ir más allá de la sola afirmación del cogito (lo que llevaría a caer en el solipsismo: teoría según la cual lo único que puede conocerse es mi yo, "solo yo mismo") y salir de la inmanencia de la conciencia, se debe eliminar por completo la hipótesis del genio maligno, y esto se logra mediante la demostración de la existencia de Dios.

La existencia y veracidad de Dios

Descartes utiliza tres pruebas para demostrar la existencia de Dios, pero solo veremos dos.

Las dos pruebas parten de la idea de Dios, la idea de un ente perfecto (idea que tengo independientemente de que yo crea en Su existencia o no).

  • 1. Algo o alguien más perfecto que yo produce la idea de Dios en mí: Esa idea de Dios que yo tengo fue producida por algo o alguien, necesita una causa, porque de la nada, nada sale. Esa causa no puedo ser yo, porque yo soy imperfecto (soy imperfecto porque dudo) y lo imperfecto no puede ser causa de lo perfecto. Es preciso entonces que esa idea me la haya puesto alguien más perfecto que yo, a saber Dios. Por lo tanto, Dios existe.

  • 2. Argumento ontológico: Tengo la idea de un ente perfecto, siendo este ente perfecto no le puede faltar nada, porque si le faltase algo sería imperfecto, por lo tanto tiene que existir porque si no existiese le faltaría la existencia, sería inexistente, y esto es evidencia de imperfección. Entonces en la esencia o concepto de Dios se encuentra como nota suya, que no le puede faltar, la de existir.

"es tan imposible separar de la esencia de Dios su existencia, como tratar de concebir una montaña sin la idea de valle"

"la existencia necesaria y eterna está comprendida en la idea de un ser enteramente perfecto"

Dios que es una substancia pensante infinita (a diferencia de mi que soy substancia finita) y que es perfecto, no puede ser engañador ni mentiroso, sino totalmente veraz; si nos ha hecho con nuestra razón y las ideas innatas, y esta razón y estas ideas son instrumentos válidos para el conocimiento. De manera que la veracidad de Dios es la garantía y fundamento de la verdad del conocimiento evidente, claro y distinto. Y si nos equivocamos no es por culpa de Dios, sino por nuestra culpa, porque nos apresuramos a juzgar antes de haber llegado al conocimiento claro y distinto o nos dejamos llevar por los prejuicios.

Dios ocupa un papel fundamental en el sistema cartesiano, ya que es el único camino posible para evitar la hipótesis del genio maligno. Sin demostrar la existencia de Dios no podríamos tener ningún conocimiento cierto fuera del cogito, por lo tanto el único modo de avanzar e ir mas alla del "yo pienso" es la demostración de la existencia de un Ser perfecto, que no nos engaña y que nos garantiza el valor de todo conocimiento claro y distinto.

La substancia extensa: res extensa (cuerpo)

Encuentro en mi la posibilidad de cambiar de posición, de cambiar de lugar, de moverme; el movimiento supone algo que se mueve, y solo es posible si hay una substancia espacial a la cual se halla unido , una substancia extensa. Por lo tanto los movimientos deben pertenecer una substancia corpórea o extensa y no a una substancia inteligente. La substancia pensante no necesita para ser de un lugar sino que es puro pensamiento o actividad psíquica sin extensión.

Es imposible dudar de que tengo sensaciones, de que tengo la facultad de recibir ideas de cosas sensibles. Entre mis ideas encuentro ideas adventicias, que son las referentes a mi cuerpo y al mundo exterior. Estas ideas deben tener una causa, algo que las produzca, pero esa causa no puedo ser yo porque la receptividad de estas ideas no presupone mi pensamiento. "Yo no soy consciente de producirlas, sino que las recibo pasivamente, incluso contra mi voluntad, como impuestas de fuera. Por lo tanto son efecto de una substancia diferente de mi"

Las ideas adventicias parten de las cosas corporales, y esta inclinación natural ha sido puesta en mi por Dios, y como éste no es engañador, "hay que concluir que existen cosas corporales"

Todo lo que percibimos clara y distintamente en las cosas corporales está verdaderamente en los cuerpos" solo las propiedades geométricas son propias de la res extensa.

De este modo encontramos una nueva substancia junto a la pensante: la res extensa, que así se llama porque su carácter esencial es la extensión, el ocupar lugar. La extensión –que es el único aspecto exterior que se me ofrece con total claridad y distinción- equivale a la corporeidad, a la materia, de modo que para Descartes coinciden materia y extensión (no hay para él espacio vacío)

El racionalismo

Según el racionalismo, el verdadero conocimiento es el conocimiento necesario y universal, el que se logra con la sola y exclusiva ayuda de la razón, sin recurso ninguno de la experiencia ni los sentidos. Las ideas innatas son siempre para el racionalismo el modelo e ideal de todo conocimiento.

– El racionalismo asegura que partiendo de puros conceptos se llega a los conocimientos más complicados, y ello de modo universal y necesario, como sucede en las matemáticas, partir de axiomas y puros conceptos sin ningún recurso de la experiencia.

La idea es la cosa misma en tanto pensada: La verdadera estructura de las cosas, más alla de las apariencias o fenómenos que nos dan los sentidos, es racional, tiene un trasfondo inteligible que constituye el verdadero ser de las cosas. Por lo tanto entre la estructura de esa realidad y la de nuestra razón hay paralelismo, correspondencia o afinidad.

– La razón no debe nada a la experiencia sino que es una facultad independiente de esta (a priori) y por ello sus conceptos no los encontramos ni podemos encontrarlos en la experiencia.

El conocimiento que nos proporciona la razón es válido porque Dios es quien nos ha creado –no un genio maligno- y en su infinita bondad y veracidad no puede querer engañarnos.

Entre las ideas innatas hay dos que en el racionalismo son esenciales:
los conceptos de substancia y causalidad. La primera demostración de
la existencia de Dios se apoya en la relación de causalidad. La causalidad
representa una relación necesaria de nuestro pensamiento y las cosas,
que Descartes afirma es un axioma o verdad eterna. En cuanto al concepto de
substancia, este representa para el racionalismo el modo de ser fundamental
y primario: todo lo que es, o es cosa, o es propiedad o característica
de alguna cosa. Mi propio ser es el ser de una cosa –una substancia pensante
infinita-; y Dios, que es substancia pensante infinita, ya sabemos su papel
fundamental en el sistema cartesiano: es garantía de la validez del conocimiento
claro y distinto.

 

 

Autor:

Carolina Gioffre

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