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La Tercera Ola. El esquema oculto




Enviado por Juan cabrera ruiz



Partes: 1, 2

  1. Mecanomanía
  2. El equipaje
    representativo
  3. La fábrica
    de leyes global
  4. El ritual de
    seguridad
  5. Un frenesí
    de naciones
  6. El impulso
    imperial
  7. Indusrealidad
  8. Coda: el
    borbotón

Con los crecientes formatos existentes en los sistemas
políticos de todas las naciones de la segunda ola hubieran
sido construidos a partir del mismo esquema oculto.

Cuando los revolucionarios de la segunda ola lograron
derrocar a las élites de la primera ola en Francia,
Estados Unidos, Rusia, Japón y otras naciones, se vieron
en la necesidad de redactar constituciones, instaurar nuevos
Gobiernos y diseñar instituciones políticas nuevas.
En la excitación de la creación, debatieron nuevas
ideas, nuevas estructuras.

Una nueva arquitectura política emergió de
estos conflictos y debates en cada país. De esas
estructuras revela que se hallan edificadas sobre una
combinación de viejas suposiciones de la primera ola e
ideas más nuevas introducidas por la Era industrial.
Después de milenios de agricultura, les resultaba
difícil a los fundadores de los sistemas políticos
de La segunda ola imaginar una economía basada en el
trabajo, el capital, la energía y las materias primas,
más que en la tierra. Las gentes de la primera ola eran
típicamente inmóviles, y, por tanto, era natural
que los arquitectos de los sistemas políticos de la Era
industrial dieran por supuesto que las personas
permanecerían toda su vida en una misma localidad. El
ritmo de la vida de la primera ola era lento. Las comunicaciones
eran tan primitivas, que un mensaje del Congreso Continental de
Filadelfia podría tardar una semana en llegar a Nueva
York. La mayoría de las personas de la primera ola eran
analfabetas e ignorantes. Los representantes, procedían de
las clases instruidas, quienes tomarían decisiones
más inteligentes que la masa de votantes.

Mecanomanía

La maquina un representante, los hombres de negocios,
intelectuales y revolucionarios del primer período
industrial, estaban virtualmente hipnotizados por la maquinaria.
y construyeron innumerables analogías basadas en las
sencillas tecnologías. Científicos e inventores,
revolucionarios políticos. Newton dijo el hombre mismo era
una máquina. Que la economía es un sistema, al
describir los debates que condujeron a la Constitución de
los Estados Unidos, del poder político y de elegir
funcionarios a través de sucesivas filtraciones. La
Constitución misma estaba llena de pesas y balanzas, de la
maquinaria del Gobierno. un Gobierno imperial que
garantizaría el armonioso funcionamiento de las diferentes
partes de la máquina. esta mentalidad mecanicista no fue
producto del capitalismo. Estado como nada más que una
máquina utilizada por los capitalistas para reprimir a los
obreros. el movimiento de las masas tiene que vencer la inercia
de la máquina antes de poder poner el volante en
movimiento.

Imbuidos de una fe casi ciega en el poder y la
eficiencia de las máquinas, los revolucionarios fundadores
de las Sociedades de la segunda ola, tanto capitalistas como
socialistas, inventaron instituciones políticas que
participaban de muchas de las características de las
primeras máquinas industriales.

El equipaje
representativo

Las estructuras que forjaron y soldaron se basaban en la
noción elemental de la representación. De un
universal equipaje representativo

1. Individuos armados con el voto.

2. Partidos para reunir votos.

3. Candidatos que, al ganar votos, quedaban
instantáneamente transformados en representantes de los
votantes.

4. Legislaturas, en las que al votar los representantes
fabricaban leyes.

5. Ejecutivos (presidentes, primeros ministros,
secretarios de partido) que introducían en la
máquina fabricante de leyes materias primas en forma de
programas políticos, y luego imponían el
cumplimiento de las leyes resultantes.

Los votos eran el átomo, que funcionaban como
alimentadores del sistema. Recogían votos de numerosas
fuentes y los introducían en la máquina sumadora
electoral, la cual los combinaba en proporción a la fuerza
o mezcla del partido, produciendo como resultado la voluntad del
pueblo, el combustible básico que supuestamente accionaba
la maquinaria del Gobierno.

Los elementos de este equipaje se combinaban y
manipulaban de forma distinta en diferentes lugares. En algunos
se permitía votar a todas las personas mayores de
veintiún años; en otros, sólo los varones de
raza blanca tenían derechos de ciudadanía; en un
país, todo el proceso no era sino simple fachada para el
control absoluto a cargo de un dictador; en otro, los
funcionarios elegidos ostentaban considerable poder, la pauta
histórica es clara. Por modificados o configurados que
estuviesen sus elementos constitutivos, este mismo equipaje
básico fue utilizado para construir la maquinaria
política formal de todas las naciones
industriales.

En el curso de la elección, la voluntad del
pueblo trabajador hace sentir su influencia en los órganos
gubernamentales hechos nacer por el voto.

Centralismo democrático como comprensivo del
poder soberano del pueblo trabajador la elección de
organismos y dirigentes gobernantes y su responsabilidad ante el
pueblo, toda la estructura industrial, el Gobierno, se
convirtió en el símbolo de status de toda
nación. De hecho, incluso muchas naciones no industriales
bajo las presiones ejercidas por los colonizadores o a
través de la ciega imitación se apresuraron a
instalar los mismos mecanismos formales y a utilizar el mismo
universal equipaje representativo.

La fábrica
de leyes global

Fueron instaladas también a niveles estatales,
provinciales y locales, hasta el Concejo de ciudad o aldea, cada
una con sus propias elecciones, cuerpos representativos y
procedimientos de elección.

Millares de estas máquinas representativas
funcionan en regiones no metropolitanas, a lo largo del mundo.
Los candidatos ganan las elecciones y quedan mágicamente
transmutados en representantes. Estas máquinas
están ahora fabricando leyes, decretos, reglamentos y
normas solamente en países de la segunda ola.

Cada una tenía su jurisdicción
cuidadosamente definida, sus propios poderes, sus propios
derechos y deberes. Estas unidades se hallaban conectadas en
ordenación jerárquica, de arriba abajo, de
nación a Estado, región o autoridad local. Pero al
madurar el industrialismo y hacerse crecientemente integrada la
economía, las decisiones tomadas por cada una de estas
unidades políticas producían efectos fuera de su
propia jurisdicción, haciendo que otros organismos
políticos actuasen en reacción a ellas. Para
mediados del siglo XX, decenas de miles de autoridades
políticas pretendidamente soberanas o independientes
dispersas a lo largo del Planeta se hallaban conectadas una con
otra a través de la economía.

Así los miles de mecanismos representativos
construidos a partir del equipaje representativo fueron, formando
una sola e invisible supermáquina, una fábrica de
leyes global

El ritual de
seguridad

El Gobierno representativo abrió canales de
comunicación entre las capas superiores y las inferiores
de la sociedad. Proporcionó el terreno en que
podrían reconciliarse pacíficamente las diferencias
entre los distintos grupos.

1. Aparte los Gobiernos como tales, virtualmente todos
los partidos políticos, desde la extrema derecha hasta la
extrema izquierda, realizaban rutinariamente las tradicionales
operaciones de elegir mediante votación a sus propios
dirigentes. La jefatura de distrito o de célula local
solían requerir alguna forma de elección, Y en
muchos países el ritual de la elección se
convirtió en parte habitual de la vida de toda clase de
organizaciones, desde sindicatos, Iglesias hasta cuadrillas de
boy-scouts. Votar se convirtió en parte de la forma de
vida industrial.

Ayudó a los pobres y débiles a obtener
beneficios esto constituyó, un paso adelante en la
Historia. Pero desde su principio mismo defraudó con sus
promesas, entonces la maquinaria formal de representación
se convirtió en uno de los medios claves de
integración por los que se mantenían a sí
mismas en el poder. De este modo, las elecciones, con
independencia de quién las ganase, desarrollaban una
poderosa función cultural en beneficio de las
élites. En la medida en que todo el mundo tenía
derecho a votar, las elecciones fomentaban la ilusión de
igualdad. El votar proporcionaba un ritual masivo de seguridad,
aseguraban de manera simbólica a los ciudadanos que ellos
conservaban el control. Tanto en los países capitalistas
como en los socialistas, Las élites integracionales
programaron la maquinaria política de manera distinta en
cada lugar, controlando el número de partidos o
manipulando la capacidad de voto. Pero el ritual electoral, la
farsa, dirían tal vez algunos fue empleado en todas
partes. Pese a los esfuerzos de radicales y reformadores
democráticos, las élites integracionales
conservaban un control virtualmente permanente de los sistemas de
Gobierno representativo. Los ingenieros industriales distinguen
habitualmente entre dos clases de máquina fundamentalmente
diferentes: las que funcionan intermitentemente y las que
funcionan ininterrumpidamente. Si contemplamos la fábrica
de leyes global, con sus periódicas votaciones, nos
encontramos ante un clásico procesador intermitente. Al
público se le permite elegir entre candidatos en
épocas estipuladas, después de lo cual, la
máquina de democracia formal queda desconectada de
nuevo.

En resumen, las élites crearon una poderosa
máquina de funcionamiento destinada a trabajar juntamente
y a menudo, en conflicto con el procesador democrático
intermitente. Sólo cuando vemos juntas estas dos
máquinas podemos empezar a comprender cómo se
ejercía realmente el poder del Estado en la fábrica
de leyes global. Finalmente, se introdujo un instrumento de
control social más potente aún. Pues la mera
selección de unas personas para representar a otras
creó nuevos miembros de la élite.

En teoría, la necesidad de presentarse a la
reelección garantizaba que los representantes
actuarían honradamente y continuarían defendiendo a
sus representados. Sin embargo, en ningún lugar
impidió esto que los representantes fueran absorbidos en
la arquitectura del poder.

Lo que hemos visto, pues, volviendo la vista hacia
atrás a manera de recapitulación, es una
civilización que depende en gran medida de los
combustibles fósiles, la producción fabril, la
familia nuclear, la corporación, la educación
general y los medios de comunicación, basado todo ello en
la creciente separación abierta entre producción y
consumo. Y todo ello dirigido por un grupo de élites cuya
tarea era integrar el conjunto.

VII

Un frenesí
de naciones

En un mundo en que los movimientos nacionalistas luchan
por el poder y en el que unos 152 Estados reclaman su pertenencia
a esa asociación comercial de naciones que es la ONU,
gestos paródicos como éste cumplen una finalidad
útil. Nos obligan a cuestionar la noción misma de
nacionalidad.

la nación-Estado, Si no nos abrimos paso a
través de la espesa nube de retórica que rodea el
tema del nacionalismo, no podemos extraer sentido de los
titulares periodísticos ni comprender el conflicto entre
las civilizaciones de la primera y la segunda ola mientras la
tercera ola lanza sus acometidas contra ellas.

Cambiando de caballos

Antes de que la segunda ola empezara a recorrer Europa,
la mayor parte de las regiones del mundo no estaban aún
consolidadas como naciones, sino que se hallaban organizadas,
más bien, en una mezcolanza de tribus, clanes, ducados,
principados, reinos y otras unidades más o menos locales.
Las fronteras estaban mal definidas, los derechos gubernamentales
eran borrosos. El poder del Estado no se hallaba aún
uniformizado. Impone impuestos a los campesinos, El control
político no era aún uniforme resumió la
situación diciendo que al viajar por Europa tenía
que cambiar de leyes con tanta frecuencia como de
caballos.

Esta situación reflejaba el primitivo nivel en
que se encontraban el transporte y las comunicaciones, lo cual, a
su vez, reducía la distancia sobre la que incluso el
monarca más poderoso podía ejercer un control
eficaz. Cuanto más lejos se estuviese de la capital, tanto
más débil era la autoridad del Estado. Pero sin
integración política era imposible la
integración económica. Las nuevas y costosas
tecnologías de la segunda ola sólo podían
ser amortizadas si producían bienes para mercados de
extensión superior a la meramente local. Pero, cómo
podían los hombres de negocios comprar y vender a lo largo
de un amplio territorio si, fuera de sus propias comunidades, se
extraviaban en un laberinto de tasas, impuestos, normas laborales
y monedas diferentes Para que las nuevas tecnologías
resultaran rentables, las economías locales debían
ser consolidadas en una única economía nacional. Se
necesitaba una unidad política que estuviese a la altura
del desarrollo de las unidades económicas de la segunda
ola.

La segunda ola multiplicó rápidamente el
número de personas interesadas en un mundo más
amplio. Con las tecnologías basadas en el vapor y el
carbón, y más tarde con el advenimiento de la
electricidad, se hizo posible que un fabricante de tejidos de
Manchester, de relojes de Ginebra o de ropas de Francfort,
produjese muchas más unidades de las que podía
absorber el mercado local. También necesitaba materias
primas procedentes de lugares lejanos. Y el obrero fabril se
veía igualmente afectado por acontecimientos
económicos sobrevenidos a miles de kilómetros de
distancia: los puestos de trabajo dependían de remotos
mercados. Poco a poco, pues, fueron ampliándose los
horizontes psicológicos. Bajo el impacto de estos cambios
se iba esfumando el nacionalismo. Despertaba la conciencia
nacional.

Comenzando con las revoluciones americana y francesa y
continuando, un frenesí de nacionalismo invadió las
partes del mundo en que triunfaba la industrialización.
Los 350 insignificantes y diversos mini-Estados de Alemania, en
constante discordia entre ellos, necesitaban ser fusionados en un
único mercado nacional. Lo que dio lugar a la
nación moderna, Fue la mezcla de un sistema
político unificado y una economía
unificada.

El clavo de oro

Cuanto más extenso fuese el territorio sometido a
su control y más amplia el área de mercado
económico, mayores eran su riqueza y su poder. Al
distender al máximo cada nación sus fronteras
políticas y económicas las élites
integracionales recurrieron a la avanzada tecnología. Se
lanzaron a la construcción de ferrocarriles y así
abrirse paso.

Durante las siguientes tres décadas o más,
los obreros ferroviarios fueron empalmando una región con
otra. los trayectos transcontinentales fortalecerían los
lazos de unión entre las costas del Atlántico y el
Pacífico. El último martillazo sobre el clavo de
oro que completó la primera línea férrea
transcontinental abrió la puerta a un mercado
verdaderamente nacional, integrado a escala continental. Y
amplió el control real, no ya sólo el nominal, del
Gobierno nacional. Sino que podía ahora desplazar
rápidamente tropas por todo el continente para imponer su
autoridad. Por tanto, lo que sucedía en un país
tras otro era el nacimiento de esa poderosa nueva entidad, la
nación. De esta forma, el mapa del mundo quedó
dividido en un conjunto de manchas claramente
Delineadas.

VIII

El impulso
imperial

El imperialismo de la primera ola era todavía
pequeño, no estaba integrado aún a la
economía y de los frutos de las conquistas solo fueron
pequeñeces para lo que se venia y solo enriqueció a
la clase gobernante y no a la gente común. La segunda ola
transformó en un gran negocio esta especie de hurto a
escala relativamente pequeña.

Transformó el pequeño imperialismo en gran
imperialismo. Se trataba de un nuevo imperialismo, que no se
limitaba a obtener unos cuantos cofres de oro o esmeraldas,
especias o sedas. Se trataba de un imperialismo que se
proponía en último término, transportar
cargamento tras cargamento de nitratos, algodón, aceite de
palma, estaño, caucho, bauxita y tungsteno. Se trataba de
un imperialismo que explotaba minas de cobre en el Congo y
levantaba en Arabia torres perforadoras de petróleo. Se
trataba de un imperialismo que extraía materias primas de
las colonias, las sometía a tratamiento industrial y, muy
frecuentemente, devolvía a las colonias los productos
manufacturados, obteniendo en la operación un enorme
beneficio económico. Se trataba, de un imperialismo que
había dejado de ser periférico para integrarse en
la estructura económica básica de la nación
industrial de un modo tal que los puestos de trabajo de millones
de obreros llegaron a depender de él.

Y no sólo los puestos de trabajo. Además
de nuevas materias primas, Europa necesitaba también
cantidades crecientes de alimentos. A medida que las naciones de
la segunda ola volcaban sus esfuerzos en la fabricación,
transfiriendo la mano de obra rural a las factorías, se
iban viendo obligadas a importar alimentos cada vez en mas
cantidad, de India, de China, de África, de las Antillas y
de la América Central. A su vez, al aumentar la
fabricación masiva de productos, las nuevas élites
industriales necesitaban mercados mayores y nuevas salidas a la
inversión y las obtenían imponiendo la
fuerza.

Surtidores de gasolina en el
jardín

El estímulo para crear este mercado mundial
integrado se basaba en la integración a escala global y
dio origen a una élite global fueron turnándose en
el dominio de grandes partes del resto del mundo.

Las ventajas de este comercio global habrían
favorecido más o menos por igual a todas las partes.
Presuponía tratos comerciales no contaminados por amenazas
de fuerza política o militar. Presuponía
transacciones entre negociadores situados en pie de más o
menos igualdad. En la realidad, se hallaban totalmente
desequilibradas las negociaciones entre mercaderes de la segunda
ola y gentes de la primera ola sobre azúcar, cobre, cacao
u otros recursos naturales. A un lado de la mesa se sentaban
traficantes europeos o americanos, astutos y respaldados por
grandes Compañías, convencidos de su propia
superioridad y dispuesta a utilizar bayonetas o ametralladoras
para demostrarlo. Del otro, representantes de pequeñas
tribus o principados armados con flechas y lanzas. A menudo, los
gobernantes o mercaderes locales eran, simplemente, comprados por
los occidentales, quienes les ofrecían sobornos o
beneficios personales a cambio de explotar la mano de obra
nativa, reprimir la resistencia o rehacer las leyes en favor de
los extranjeros. Una vez conquistada una colonia, el poder
imperial establecía con frecuencia precios

Los campesinos africanos no necesitaban para nada el
cromo. Los jeques árabes no sabían qué hacer
con el oro negro que yacía bajo sus arenosos desiertos. se
denominaba competencia imperfecta.

La plantación de margarina

Una vez unificados, interrelacionados y compartiendo un
intercambio único y unificado previsto por las
élites integracionales que dirigían la
civilización de la segunda ola. En torno al mundo se
tejió una única red de dinero. Tratando al resto
del mundo como su surtidor de gasolina, jardín, mina,
cantera y reserva de mano de obra barata, el mundo de la segunda
ola forjó profundos cambios en la vida social de las
poblaciones no industriales de la Tierra. Culturas que
habían subsistido durante miles de años de un modo
autosuficiente, produciendo sus propios alimentos, fueron
absorbidas, quieras que no, en el sistema comercial del mundo y
obligadas a comerciar o perecer. De pronto, los niveles de vida
de bolivianos o malayos quedaban ligados a las exigencias de
economías industriales situadas a medio Planeta de
distancia.

El inocente producto de uso doméstico que es la
margarina proporciona un dramático ejemplo de lo apuntado.
Originariamente, la margarina se fabricaba en Europa con
ingredientes locales. Pero llegó a hacerse tan popular,
que esos materiales resultaron insuficientes. En 1907, los
investigadores descubrieron que la margarina podía
fabricarse con aceite de coco y de palmiste. El resultado de este
descubrimiento europeo fue un profundo cambio en el estilo de
vida de los africanos del Oeste. Grandes plantaciones fueron
creadas en el Congo belga, en Nigeria, en el Camerún y en
la Costa de Oro. Occidente obtuvo su margarina. Y los africanos
se convirtieron en semiesclavos de las grandes plantaciones.
Ciertamente, las potencias coloniales no eran por entero crueles
o malas. En determinados lugares construyeron escuelas y
rudimentarias instalaciones sanitarias para las poblaciones
sometidas. Mejoraron las condiciones higiénicas y los
suministros de agua. Es indudable que elevaron el nivel de vida
de algunos.

Contribuyeron también a ello un clima, de
corrupción y la tiranía, la ignorancia y la
xenofobia, forzadas a reorganizar su estructura social a menudo,
sus dirigentes eran sobornados, sus culturas ridiculizadas, sus
idiomas eliminados. Además, las potencias coloniales
inyectaron un profundo sentido de inferioridad psicológica
en los pueblos.

Integración a la americana

Con Primera Guerra Mundial, por el creciente
poderío industrial alemán. La destrucción
originada por la guerra, el devastador ciclo de inflación
y depresión que la siguió, la revolución
rusa, todo ello produjo una violenta sacudida en el mercado
mundial. Estos cataclismos causaron una drástica
reducción en la tasa de crecimiento del tráfico
mercantil mundial, y, aunque fueron absorbidos más
países en el sistema comercial, disminuyó el
volumen real de mercancías negociadas internacionalmente.
La Segunda Guerra Mundial redujo más aún la
extensión del mercado mundial integrado. Al final de la
Segunda Guerra Mundial los Estados Unidos se encontraban
económicamente ilesos. Y los países que
participaron en la guerra estaban desbastados. Dos naciones
asumieron la tarea de reorganizar y reintegrar el sistema de la
segunda ola, los Estados Unidos y la Unión
Soviéticas.

Los Estados Unidos habían desempeñado
hasta entonces un limitado papel en la campaña del gran
imperialismo. Abriendo su propia frontera, había diezmado
a los americanos nativos y los había recluido en reservas.
En México, Cuba, Puerto Rico y Filipinas, los americanos
imitaron las tácticas imperiales de los ingleses, los
franceses o los alemanes. Después de la Segunda Guerra
Mundial, los Estados Unidos eran la principal nación
acreedora del mundo. Poseía la tecnología
más avanzada, la estructura política más
estable y una irresistible oportunidad para llenar el
vacío de poder dejado por sus maltrechos conquistadores,
entonces sus estrategas financieros habían empezado a
planear la nueva integración de la economía mundial
a lo largo de líneas más favorables a los Estados
Unidos. En la Conferencia de Bretón Woods en 1944,
presidida por los Estados Unidos, 44 naciones acordaron crear dos
estructuras integrantes clave, el Fondo Monetario Internacional y
el Banco Mundial. El FMI obligó a sus naciones miembros a
ligar su moneda al dólar americano o al oro, la mayor
parte del cual se hallaba en poder de los Estados Unidos. El FMI
fijaba así las relaciones básicas de las más
importantes monedas del mundo. Mientras tanto, el Banco Mundial,
creado al principio para suministrar a las naciones europeas
fondos destinados a la reconstrucción en la posguerra,
empezó gradualmente a facilitar también
préstamos a los países no industrializados. Estos
préstamos tenían frecuentemente por finalidad
construir carreteras, puertos, muelles, para facilitar el
movimiento de materias primas y exportaciones agrícolas a
las naciones de la segunda ola.

No tardó en agregarse un tercer componente al
sistema: el Acuerdo general sobre aranceles y comercio, GATT.
Este acuerdo, promovido originalmente también por los
Estados Unidos, se proponía liberalizar el comercio, pero
surtió el efecto de dificultar a los países
más pobres y menos avanzados tecnológicamente la
protección de sus pequeñas y nacientes industrias.
Las tres estructuras quedaron conectadas por una norma que
prohibía al Banco Mundial otorgar préstamos a
ningún país que se negara a ingresar en el FMI o a
cumplir las estipulaciones del GATT. Este sistema dificultaba a
los deudores de los Estados Unidos reducir sus obligaciones
mediante la manipulación de la moneda o los aranceles.
Fortaleció la competitividad de la industria
norteamericana en los mercados mundiales. Así influye
sobre la planificación económica de muchos
países de la primera ola, aun después de que
hubieran alcanzado la independencia política. Estos tres
órganos interrelacionados formaron una única
estructura integrativa para el comercio mundial.

Imperialismo socialista

Entonces las naciones socialistas y la soviética
se presentaban como el imperialismo como un fenómeno
puramente capitalista. Las naciones capitalistas oprimían
y colonizaban a otras naciones, no por capricho, sino por
necesidad. Las naciones industriales capitalistas, operaban
también en las naciones industriales socialistas.
También ellas formaban parte del sistema monetario del
mundo, basaban sus economías entre producción y
consumo, entonces necesitaban de un mercado y materias primas del
extranjero para alimentar sus máquinas industriales.
Externamente, las naciones industriales socialistas se hallaban
empujadas por las mismas necesidades de recursos que las naciones
capitalistas. También ellas necesitaban algodón,
café, níquel, azúcar, trigo y otros
artículos para alimentar a sus fábricas, en
rápida multiplicación, y a sus poblaciones urbanas.
Los administradores y economistas socialistas, exactamente igual
que sus colegas capitalistas, calculaban, así, el costo de
producir sus propias materias primas y lo comparaban con el costo
de comprarlas. Se enfrentaban a una decisión de hacer o
comprar, y pronto quedó claro que comprar ciertas materias
primas en el mercado mundial sería más barato que
intentar producirlas en casa. Una vez tomada esta
decisión, y tanto los socialistas como los capitalistas,
se beneficiaba a costa de las colonias. Se vio impulsada
también, por consideraciones estratégicas, a
adoptar políticas imperialistas.

Pero un hecho es indiscutiblemente claro. Mientras los
norteamericanos levantaban la estructura FMI-GATT-Banco Mundial,
los soviéticos avanzaban hacia el sueño de Lenin de
un único sistema económico mundial integrado,
creando el Consejo de Asistencia Económica Mutua (COMECON)
y obligando a los países de la Europa del Este a ingresar
en él. Los países del COMECON son obligados por
Moscú no sólo a comerciar entre ellos y con la
Unión Soviética, sino también a someter a la
aprobación de Moscú sus planes de desarrollo
económico.

Podemos considerar el imperialismo como el espoliador o
acelerador del desarrollo industrial en el mundo de la segunda
ola. El imperialismo, capitalista y socialista, hizo posible, la
civilización de la segunda ola.

IX

Indusrealidad

Mientras la civilización de la segunda ola
extendía sus tentáculos por el Planeta,
transformando todo cuanto tocaba, con ella llegó algo
más que tecnología o comercio. Al colisionar con la
civilización de la primera ola, la segunda ola no
sólo creó una nueva realidad para millones de
personas, sino también una nueva forma de pensar sobre la
realidad. Emergió una poderosa y coherente
concepción del mundo que no sólo explicaba, sino
que justificaba también la realidad de la segunda ola.
Esta concepción del mundo de la sociedad industrial no ha
recibido un nombre específico. Podría
denominársela indusrealidad.

La indusrealidad era el grupo culminante de ideas y
presunciones con que se enseñaba a los hijos del
industrialismo a comprender su mundo. Era el bagaje de premisas
empleadas por la civilización de la segunda ola, por sus
científicos, dirigentes comerciales, estadistas,
filósofos y propagandistas. La industrialización
tenía su ala izquierda y su ala derecha,
nítidamente delineadas ambas, sus defensores del
individualismo y la libre empresa y sus defensores del
colectivismo y el socialismo. Esta batalla de ideologías,
limitada al principio a las propias naciones en trance de
industrialización, americanos y rusos, se adentraron en
África, Asia y Latinoamérica, las regiones no
industriales del mundo. Ambos predicaban la superioridad del
industrialismo sobre todas las demás civilizaciones. Ambos
eran apasionados apóstoles de la indusrealidad.

El principio de progreso

La concepción del mundo que propagaban se hallaba
basada en tres creencias

La primera de estas creencias fundamentales estaba
relacionada con la Naturaleza. Si bien socialistas y capitalistas
podían discrepar violentamente sobre cómo compartir
sus frutos, ambos consideraban la Naturaleza de la misma manera.
Para ambos el objetivo era la explotación. En las culturas
anteriores Talaban e incendiaban, agotaban pastos y despojaban
los bosques para obtener leña y no había necesidad
de una ideología explícita para justificar el
daño que producían. Con el advenimiento de la
civilización de la segunda ola aparecieron capitalistas
industrialistas que extraían recursos a escala masiva,
lanzaban voluminosos venenos al aire, despoblaban los bosques en
busca de beneficios económicos. La idea de que la
Naturaleza estaba allí para ser explotada, proporcionaba
una adecuada racionalización para su miopía y su
egoísmo. El industrialismo era la forma más
avanzada de sociedad, Naturaleza y la evolución, era el
principio del progreso.

a lo largo de la civilización de la segunda ola,
tres conceptos fundamentales la guerra con la Naturaleza, la
importancia de la evolución y el principio del progreso.
Cada ser humano debe tratar con esos elementos, y cada
civilización los describe de manera distinta. Cada
civilización debe enseñar a sus hijos a enfrentarse
al tiempo y al espacio.

Así, la civilización de la segunda ola, al
madurar, creó una imagen completamente nueva de la
realidad, basada en sus propias y peculiares presunciones sobre
tiempo y espacio, materia y causa. Recogiendo así las
experiencias del pasado alteró drásticamente el
modo en que los seres humanos percibían el mundo que les
rodeaba y la forma de comportarse en sus vidas
cotidianas.

El concepto del tiempo

Las poblaciones agrícolas, que necesitaban saber
cuándo plantar y cuándo recolectar, desarrollaron
una notable precisión en la medición de largos
lapsos de tiempo. Pero como no necesitaban una estrecha
sincronización del trabajo humano, los pueblos campesinos
rara vez elaboraron unidades precisas para medir lapsos cortos.
Característicamente, dividieron el tiempo no en unidades
fijas, con horas o minutos, sino en trozos indefinidos,
imprecisos, que representaban la cantidad de tiempo necesario
para realizar alguna tarea.

En la segunda ola muchas sociedades preindustriales, y
algunas sociedades de la primera ola aún hoy, ven el
tiempo como un círculo, no como una línea recta. La
Sincronización, Uniformización, y
Linealización. Afectaron a las presunciones básicas
de la civilización y provocaron masivos cambios en la
forma en que las gentes corrientes manipulaban el tiempo en sus
vidas. Pero si el tiempo mismo se transformó,
también el espacio tenía que ser remodelado para
encajar en la nueva indusrealidad.

Remodelación del espacio

Empujados por el hambre, el frío o accidentes
ecológicos la civilización de la primera ola
engendró una raza de tacaños de espacio. Al ser
reemplazado el nomadismo por la agricultura, las rutas
migratorias dejaron paso a campos cultivados y asentamientos
permanentes. En vez de vagabundear por una extensa comarca, el
granjero y su familia se mantenían inmóviles,
Salían a los campos al amanecer y regresaban al
crepúsculo. El temporal industrial que se desató
sobre Europa en el siglo XVIII volvió a crear una cultura,
pero ahora a escala planetaria. Las personas eran transportadas a
miles de kilómetros de distancia, y vastas poblaciones
emigraban en busca de trabajo.

La producción, en lugar de dispersarse por los
campos, se concentraba ahora en las ciudades. Enormes y
prolíficas poblaciones se comprimían en unos
cuantos núcleos apretados. Por ello, los arquitectos no
tardaron en empezar a crear oficinas, Bancos, comisarías
de Policía, fábricas, terminales ferroviarias,
grandes almacenes, cárceles, cuartelillos de bomberos,
asilos y teatros. La falta de precisión y de medidas
uniformes constituía un cotidiano motivo de
exasperación para los fabricantes y para la naciente clase
de comerciantes.

La segunda ola de cambio trajo también consigo
una multiplicación y delimitación de fronteras. Los
mapas se hicieron más detallados y completos.
Surgió una nueva imagen del espacio, En las sociedades
preindustriales. Estas líneas férreas la
denominación misma es reveladora se convirtieron en el eje
en torno al cual tomaron forma nuevas ciudades construidas.
Así, pues, nuestra concepción y experiencia del
espacio siguió un proceso de linealización paralelo
a la linealización del tiempo.

La materia de la realidad

Se considera que los seres humanos son parte de la
Naturaleza, enteramente unidos a las vidas de sus antepasados y
sus descendientes, Además, en muchas sociedades el
individuo es parte de un organismo mayor, la familia, el clan, la
tribu o la comunidad. Unos dos mil años antes del
nacimiento del industrialismo, Demócrito expuso la
entonces extraordinaria idea de que el Universo se
componía de partículas, separadas, indestructibles,
irreductibles, invisibles, indivisibles. Dio a esas
partículas el nombre de átomos. Fue sólo
así, pues, que al comienzo de la segunda ola, el atomismo
filosófico avanzaba junto al atomismo físico. Se
trataba de un ataque deliberado a la noción de unidad, un
ataque al que no tardaron en sumarse oleada tras oleada de
científicos, surgieron inmediatamente innumerables
descubrimientos al ser aplicado a la medicina, en química
y otros campos.

Toda nueva civilización toma ideas del pasado y
las reconfigura de formas que le ayudan a comprenderse a
sí misma en relación al mundo y así dieron
nacimiento a una nueva concepción del individuo, la
persona como átomo. La persona no era ya un mero
apéndice pasivo de la tribu, la casta o el clan, sino un
individuo libre y autónomo. Cada individuo tenía
derecho a poseer propiedades, adquirir bienes, vagabundear o
trabajar, prosperar o morirse de hambre según sus propios
esfuerzos activos. Así pues la indusrealidad dio
nacimiento a una concepción de un individuo que se
asemejaba en gran manera a un átomo irreductible,
indestructible, la partícula básica de la
sociedad.

El porqué final

Una civilización no puede programar efectivamente
las vidas, a no ser que posea alguna explicación respecto
a por qué suceden las cosas, que parecía suficiente
para explicarlo todo. La civilización de la segunda ola
encontró su respuesta a los misterios de la causalidad en
el espectacular descubrimiento de Newton de la ley de la
gravitación universal. las causas eran las fuerzas
aplicadas a los cuerpos para engendrar movimiento. El ejemplo
clásico de la causa y efecto es el de las bolas de billar
que chocan una con otra y se mueven en respuesta la una a la
otra. la indusrealidad en un bloque herméticamente cerrado
y sellado. Si el mundo se componía de partículas
separadas bolas de billar en miniatura, entonces todas

las causas provenían de la interacción de
esas bolas. Una partícula o átomo golpeaba a otra.
ya que se podía ser considerado como el primer motor que
utilizaba el taco para poner en movimiento las bolas de billar y
luego, quizá, se retiraba del juego. Esta metáfora
de la realidad penetró como una inyección de
adrenalina intelectual en la naciente cultura indusreal. Con las
leyes podíamos manipular la economía, organizar
movimientos o máquinas políticas e incluso
así lo afirmaban prever y moldear el comportamiento del
individuo. Esta nueva causalidad, combinada con las nuevas
imágenes del tiempo, el espacio y la materia,
liberó a gran parte de la especie humana de la
tiranía de los antiguos ídolos. Hizo posible
triunfales logros en ciencia y tecnología, milagros de
conceptualización y realizaciones prácticas.
Desafió el autoritarismo y liberó a la mente de
muchos milenios de prisión. Pero la indusrealidad
creó también su propia y nueva prisión, una
mentalidad industrial que despreciaba o ignoraba lo que no
podía cuantificar, Finalmente, la indusrealidad, el
aspecto cultural del industrialismo, conformó la sociedad
que ayudó a construir. Ayudó a crear la sociedad de
grandes organizaciones, grandes ciudades, centralizadas
burocracias y el mercado que todo lo penetraba, ya fuese
capitalista o socialista. Vivimos en la fase final e
irrecuperable del industrialismo. Y, mientras la Era industrial
pasa a la Historia, nace una Era nueva.

X

Coda: el
borbotón

En pocas palabras con la inmensidad del tiempo la
historia nos dice, Qué fue lo que causó la
revolución industrial, Qué impulsó a la
segunda ola. Toda esta aceleración produjo que nuestra
civilización se abra paso a un Mundo que transmitió
una vibración de energía a la cultura y la
economía. El crecimiento de la población
estimuló un movimiento hacia las ciudades. El agotamiento
de los bosques producto del uso del carbón y a su vez,
forzó a que los pozos de las minas fueran siendo cada vez
más hondos, hasta que las viejas bombas accionadas por
caballos no pudieron ya vaciarlos de agua. La máquina de
vapor fue perfeccionada para resolver este problema, y ello
condujo a un fantástico despliegue de nuevas oportunidades
tecnológicas. Pues no hubo una causa única o
dominante. La tecnología, por sí sola, no es la
fuerza impulsora de la Historia. Ni lo son por sí mismos
los valores o las ideas. Ni lo es la lucha de clases. Ni es la
Historia simplemente un conjunto de cambios ecológicos,
tendencias demográficas o inventos de comunicaciones. La
economía sola no puede explicar éste ni
ningún otro acontecimiento histórico. Con este
espíritu, es evidente que todas las numerosas fuerzas que
confluyeron para formar la civilización de la segunda ola.
Cuanto mayor fue el divorcio entre productor y consumidor en el
tiempo, en el espacio y en distancia social y psíquica,
más llegó el mercado. La civilización de la
segunda ola no se limitó a alterar la tecnología,
la naturaleza y la cultura. Alteró también la
personalidad, ayudando a producir un carácter social
nuevo.

El hombre industrial era diferente de todos sus
precursores. Era dueño de esclavos energéticos, que
amplificaban enormemente su diminuto poder. Pasaba gran parte de
su vida en un medio ambiente de estilo fabril, en contacto con
máquinas y organizaciones que empequeñecían
al individuo.

Aprendió, casi desde la infancia, que la
supervivencia dependía, como nunca hasta entonces, del
dinero, el comercio y la industrialización. Entonces el
hombre industrial ocupaba un entorno que, en muchos aspectos,
habría sido irreconocible para sus antepasados. Aun los
signos sensoriales más elementales eran diferentes. La
segunda ola cambió el paisaje sonoro, sustituyendo el
canto del gallo por el silbato de la fábrica. Enfrentado
con tantos cambios, tanto psicológicos como
económicos, tanto políticos como sociales, el
entendimiento se desconcierta ante la tarea de evaluarlos. Con
arreglo a qué criterios juzgamos una civilización
entera, Por el nivel de vida, Por su impacto sobre la biosfera,
en los habitantes, científicos y la libertad del
individuo.

Partes: 1, 2

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