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El despreciado – Novela (página 3)




Enviado por Francisco Tovar



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9

Ambrosio ¡Como es sabido!, en la convivencia con
sus hermanos siempre llevaba las de perder; sino eran los
mayores, que la emprendían en su contra por cualquier
cosa; eran los menores, comandados por Pablito; que lo cayapeaban
o lo enchismaban con sus padres, para que éstos lo
castigaran; la tirria de éstos hacía él,
aumentaba con el transcurrir de los años, y el
carácter de él, se hacía más fuerte y
altanero. Ambrosio no se dejaba dominar fácilmente,
¡Y menos si era él, el que tenía la
razón!, pero seguía siendo obediente a sus padres,
y trabajador ¡Y de los hijos de los Ortiz- Aponte!,
Ambrosio, era el que les daba más muestra externas de
afecto, al abrazarlos y besarlos con regularidad,
demostrándoles el amor que sentía por ellos en toda
oportunidad que se le presentaba; y era por ello, que
éstos sentían una especial deferencia y algo de
preferencia hacia el. En la parcela, Ambrosio era el primero que
se levantaba, y cuando su padre se aclaraba la garganta;
señal que avisaba que había que salir de la cama;
ya el tenía rato merodeando por la casa; y la
mayoría de las veces, tenía que luchar mucho para
levantar a su hermano Pedro; ya que éste sufría de
ictericia; antes de que llegara Don Emiliano a puyarlo con la
chícura por las costillas; porque era ésta, la
forma habitual de levantar a los que se quedaban en la cama
después de la cinco de la mañana, y la misma iba
acompañada de una orden emitida con ronca voz _ ¡A
levantase carajo! ¡Que ya maneció! _ De los hermanos
del Negrito Ambrosio, el que más demostraba su
animadversión por él, seguía siendo Pablito,
y era también, al que más rabia le daba, el
observar la deferencia y la preferencia de sus padres para con
éste, y por eso, buscaba siempre la forma de hacerle
quedar mal ante ellos, o de hacerle daño de una forma u
otra ¡Y como es sabido !, haciendo siempre que
Ramón y Antonio, lo ayudaran en sus fines; ya que el miedo
que éstos le tenían, había aumentado con el
transcurrir del tiempo ¡Y se haría más firme,
con el paso de los años!. Cierto día, Don Emiliano,
mandó a Ambrosio a limpiar unas matas de yuca que
había sembrado en un sector de la parcela, y Pablito, que
se encontraba muy cerca, escuchó lo que le decía el
Don al Negrito, y enseguida llamó a Antonio y lo
mandó a buscar a Ramón; y en lo que estuvieron
juntos los tres, comenzó a decirles, en forma burlona _ Se
nos presentó tro chance pa jodi al monito feo, papá
lo mandú a limpiá la yuca ¡Y nosotros lo vamo
ja yudá desta manera!;cuando e laiga telminao, nosotros
nos vamo ja meté nel yucal con la jescaldilla ji vamo ja
sacá varias mata ¡Pero eso sí!, no tan celca,
una qui otra lla _ Y así lo hicieron, pero Pablito,
actuando con más mala intención que los otros dos,
no solo desarraigaba las matas de yuca, sino que también
las partía en dos. Cuando Don Emiliano fue a ver el
trabajo hecho por Ambrosio, quedó muy sorprendido por el
estado en que había quedado el sembradío, y
enseguida se dirigió a buscar al Negrito, y al
encontrarlo, le dijo duramente, a la vez que le daba un
coscorrón _ ¡Mira muchachu el carrizo!
¡Tú como qui cistel trabaju e mala gana? ¡Taba
jarrecho qué? ¡Polque yo sé que tu trabajas
bien! ¡Y esa sería lúnica razón pa qui
ciera jeso ! ¡Casi me destroza jel yucal! _
¡Pero si yo lo limpié bie napá!_ Le dice
Ambrosio temeroso y sin entender lo que pasaba _ ¡Aaah
sí! _ Dice Don Emiliano, con un gesto despectivo, y con la
misma, lo agarró por una oreja y se lo llevó hacia
el sitio de los hechos, y al llegar allí, el Negrito
soltó dos gruesas lágrimas de rabia e impotencia,
al observar, como habían dejado al sembradío; pero
no dijo nada, ya que para su padre, no había replica
alguna que valiera la pena hacer; en eso, Don Emiliano le dice _
Deje mañana te va jen calgá tú solu e lo
janimale _ A lo que le pregunta Ambrosio, con el ceño
fruncido, ya que ésta seguía siendo la labor que
realizaban los cuatros muchachos menores _¿Y hasta
cuándu apá? _ _¡Hasta que yo mi acuelde!_ Le
responde el Don con firmeza y viéndolo directamente a los
ojos _ Ta bie napá, comus te diga _ Termina respondiendo
el Negrito, y dando media vuelta, salió a buscar a los
autores del hecho, puesto que él sabía a ciencia
cierta, quienes habían sido los autores de la maldad, y
con furia, pensaba _ Esta me la va na pagá también
¡Estos no se cansan de chame vaina carajo ! _ Al
primero que encontró, fue a Antonio, quien se encontraba
trepado en una mata de guayaba, y sin pensarlo dos veces,
comenzó a menearla, con la fuerza que le daba la rabia que
sentía en ese momento, y meneó y meneó ,
hasta que Antonio, que daba gritos de desespero, se
desprendió del guayabo y cayó al suelo
violentamente, y sin dejar que se repusiera, Ambrosio,
agarró un rama seca del mismo árbol y
comenzó a darle con todas sus ganas; en esos instantes
llegó Pablito, atraído por los gritos de Antonio; y
dice, en alta voz ¡DE JANTONIO TRANQUILO! _ Pensando, que
iba a ser obedecido inmediatamente ¡Y efectivamente, fue
obedecido!, pero no como él esperaba, ya que Ambrosio, al
oír la voz de Pablito, saltó hacia éste como
un tigre, y sin darle tiempo a reaccionar, le dio una andanada de
golpes que lo llevaron al suelo, sitio en el cual, seguía
recibiendo castigo de su hermano menor; Ramón, que a la
distancia vio a sus hermanos y la polvareda que éstos
levantaban, salió corriendo hacia el sitio, para colaborar
con sus hermanos, en golpear a Ambrosio, como era normal en
ellos; él, pensaba que era el Negrito, quien llevaba la
peor parte, pero al llegar y ver quién era, el que estaba
siendo golpeado salvajemente, se quedó como petrificado;
Ambrosio, al sentir su presencia, dejo de golpear a Pablito y
volteó a verlo, y Ramón, viendo lo intimidante de
esta mirada, y atemorizado por la expresión del rostro de
su hermano, presintió lo que le iba a pasar, e
instintivamente, echó a correr hacía el potrero;
Ambrosio, incorporándose rápidamente,
comenzó a perseguirlo, mientras tanto, Pablito y Antonio,
se sobaban sus cuerpos adoloridos, a la vez que sacudían
sus ropas empolvadas, y decía el primero, con rabia_
¡No te priocupe!, el lune je nel caminu a les cuela no la
descobramo. Y él decía esto, porque en verdad,
desde los primeros días en que llegaron al parcelamiento
agrícola, Doña Carmen, a pesar de la férrea
oposición de Don Emiliano, se enfrentó a
éste y los puso a estudiar. ¡De repente !
Pablito y Antonio, oyeron unos gritos a lo lejos, los mismos eran
de Ramón, el cual, apenas Ambrosio lo había
agarrado por los hombros, daba alaridos cobardemente,
pidiéndole ayuda a sus hermanos, y el Negrito,
sacudiéndolo, le decía _ ¡A ti como que no te
duelen los golpes veldá? ¡Te doy, te doy te doy
sigue jechándome vaina! ¡Quién planió
lo del yucal? ¡Quién fue?_ _ ¡PABLITO!
¡FUE PABLITO! ¡Pablito lu hizo to! ¡Yo lo quice
fue ve deje lejito! ¡Snif !_ Le responde Ramón,
todo lloroso y moqueando; a lo que le replica Ambrosio con dureza
_ ¡DE TUAS MANERA! ¡Tú también lu
hiciste, polque no li avisasti a papá! ¡Y como no te
duelen los golpe!, te voy a du na ració nespecial _ Y con
la misma, se lo llevó arrastrando hacia unas matas de
Picapica que se encontraban allí cerca, y lo pasó
por encima de ellas varias veces mientras le decía _
¡Yas toy cansau e pegati nu aprendes, vamo ja ve si esto ti
hace cambia y te poltas bieni no sigues dejándote
llevá pol Pablito!_ Y desentendiéndose de
él, lo dejó revolcándose en el suelo,
gritando y llorando por la comezón. Transcurrió el
día, y ya cuando la tarde caía pesadamente sobre la
noche, resistiéndose ésta a soportarla;
llegó el Negrito a la casa, y como siempre sucedía,
Don Emiliano lo estaba esperando con la bandola en la mano, para
castigarlo por lo que le había hecho a sus hermanos, y le
dio varios fuetazos mientras lo reprendía e interrogaba, y
Ambrosio aguantó el castigo sin llorar ni decir nada;
mientras los causantes de esto, observaban y disfrutaban
sonrientes a poca distancia del lugar… El día
señalado, cuando Ambrosio se dirigía a la escuela,
muy cansado, después de haber cumplido las tareas del
castigo que le había impuesto su padre; oyó un
ruido a un costado del camino, y quizo reaccionar, pero Pablito,
Ramón y Antonio, quienes eran los que estaban emboscados
en el matorral, no lo dejaron, y sin darle tiempo a nada, le
cayeron encima, todos a la vez, emprendiéndola a golpes y
a patadas en contra del Negrito, dejándolo todo maltrecho
en medio del camino; éste, haciendo un esfuerzo
sobre_humano, se levantó, y a duras penas,
prosiguió su camino hacia la escuela, y al llegar a
ésta, como pudo, se sacudió su vestimenta y se
medio limpió las heridas con las hojas de un arbusto que
cerca de la entrada se encontraba, dirigiéndose luego, a
la puerta de su salón de clases, y entrando, dijo _ Buenas
talde señorita, peldón pol llegá talde
¿Me da pelmiso pen tra?_ La maestra, al verlo llegar en
semejante estado, gritó sorprendida
_ ¡MUCHACHO ! ¡Qué te pasó? _
Ambrosio se le quedó mirando por un momento, pensando
qué responderle; y haciendo gestos de dolor, le dice _ Me
saliún perro muy grande nel camino y me brincó
encimi mechú na buena revolqui despué
juyo ¡Pero me las va pagá! _ Dirigiendo la
mirada hacia sus hermanos mientras hablaba, los cuales
sonreían en forma burlona. En eso, la maestra le dice,
cariñosamente _ Mire mijo, vaya a buscar al policía
escolar y le dice; que le mando a decir yo, que lo lleve para su
casa, y que le explique a sus padres el porqué lo
devolví_ _¡Pero maestra!_ Replica Ambrosio, no
estando de acuerdo con ella _ Yos toy bieni quiero il a clase_
¡No señor!, nada de eso Le responde la maestra,
inclinándose hacia él, haciendo señales de
negación con su mano y tomándolo de la barbilla con
cariño _ Usté se me va para su casa a que me lo
curen y a descansar ¡Además mi
niño !, usté es uno de mis mejores alumnos, y
como todo muchacho inteligente, va bastante adelantado con
respecto a los otros, así que váyase tranquilo_
_Tabien Señorita_ Le dice Ambrosio, de manera sumisa.
Mientras tanto, sus hermanos, que habían oído todas
las cosas que decía la maestra acerca del Negrito, le
hacían muecas y gestos de amenaza y desagrado, y el
Negrito se sentía bien y sonreía, al ver que la
envidia y la mala intención, los hacía sentir mal
era a ellos. Al llegar a casa, Doña Carmen lo ve, y pega
un grito de susto y preocupación _ ¡DIOS MÍO!
¡Qué me le pasó mijo? ¡Quién
tizu esto?_ A lo que responde Gregorio por el muchacho,
contándole todo y dándole el mensaje enviado por la
maestra; por lo que Doña Carmen, agradecida, le da las
gracias; en eso, viene llegando Don Emiliano, y pregunta,
mientras ve alejarse a Gregorio, muy intrigado por la presencia
del policía escolar en su casa_ ¿Qués ta
pasandu aquí? _ La Doña, le cuenta al Don, todos
los hechos con un dejo de preocupación, y éste, con
una sonrisa irónica en flor, dice _ ¡Que raro!, que
yo sepa pu ese camino nu hay naiden que tengun perro asina
¡Grande, bravu y sin colmillo! _ Diciendo esto
último, mientras lo agarraba por el mentón y le
examinaba el rostro. Don Emiliano, se quedó meditando por
un momento, para luego dirigirse nuevamente a Ambrosio,
diciéndole _ ¡Bueno!, ya ques ta ja quí,
búscate la criolina, pa que leche jen la pata la vaca
Zamurita, que parece que le cayó gusano, y despué _
_¡Mi Remiliano! _ Lo interrumpe Doña Carmen ¡Y
sin dejar que continúe hablando!, se le pone al frente con
las manos en la cintura y le dice _ ¡Al ñino lo
mandó la maestra descansá! ¡No tas viendo
comos ta? ¡Tu aporriao!_ ¡Mira Calmen ! _ La
refuta el Don con brusquedad _ ¡Muchachu es muchacho!
¡Y a ello no les duele los rajuño ni los golpe 
¡Y ademá!, tú sabes muy bien lo que yo piensu
e la escuela, polque sos muchacho jen ve jesta peldiendu el
tiempo, deberían pasá más tiempu en la
palcela ciéndo la producí ma ¡Demasiao buenu
he sío yo!, dejándolos que vaya na pelde tre ji
cuatro ra sentao frenti una mujé, viéndole los
justani aprendiendo no sé cuantas ñoñadas _
_ ¡Emiliano pol Dio! _ Le dice la Doña, como
suplicando _¡Hazmel favol chico! ¡No sé!
¡No jallo la folma di haceten tendé¡ que su es
lo mejol que podemo jacé po rellos ¡Tú tienes
quen tendelo chico! _ ¡Tá bien mujé !
¡Ta bien !_ la interrumpe Don Emiliano, haciendo
gestos de hastío con los brazos _ No discutamo jotra ve
pol lo mismo, tú nunca va ja da tu brazu a tolcé
¡Siempre qui hablamos des tu es la misma vaina! ¡Pero
lo que jahorita, este tarajallo va se lo que le mandé!
¡Y él sabe pol qué tiene qui hacelo!
Doña Carmen iba a refutar de nuevo, pero Ambrosio la
interrumpe diciendo, de manera sumisa _ Ta bie namá, no se
priocupe, yo ya me siento bieni casi no me duele _ A lo que dice
la Doña, resignada _ ¡Bueno ! ¡Ta
bién! Pero pol lo meno ven pa limpiati echati algu e nesos
rajuño _ El Negrito Ambrosio, después de ser curado
por su madre, cumplió las órdenes de su padre, y
luego se bañó, se cambió y se dirigió
al bananal; al llegar allí, se recostó de una de
las matas, poniéndose a meditar _ ¿Serés ta
la vida que voy a llevá siempre?, ¿Pol
qué mi jelmano se polta nasí conmigo?
¡Eliodoro !, hace la del juda, jalando pon de mejol le
conviene, mi haci una cara ciendo que mi apoyi ma jadelante
descubro que jun falsu y que no mi apoya na; ¡Santiago!, a
él le digua luna cosa qui otra, siempre tan tranquilo
¡Con tal que no se metan co nél!; ¡Pedro!, tan
masilentu y tonto, que ni el mismo Pablito lo respeta;
¡Elnestina!, ni se diga; ¡Y Ramoni Antoniu y Pablito
que son lo menore! ¡Y que debería llevame mejol co
nellos! Mi hacen la vida dura con sus maldadi me tienen comu
arrechera, ¡Bueno! Ramoni Antonio pol la cizaña que
li a sembrao Pablito ¡Y que no deje regala!, polque no veo
razones pa no llevanos bieni querenos cumu helmano; la
veldá que si no fuera po re lamol de papí
mamá, quién sabe que locura fuera cometío yo
ya _ Y mientras meditaba sobre todas estas cosas, gruesas
lágrimas rodaban por las mejillas del Negrito,
haciéndolas purpureantes. ¡Y así
transcurría la vida de Ambrosio Ortiz!; seguía
siendo cíclica, la forma atípica de relación
familiar entre él y sus hermanos; éstos,
haciéndole maldades y buscando siempre la forma, de
hacerle quedar mal ante sus padres; él, cobrando venganza
contra ellos; el Don y la Doña, dándole fuetazos,
por los chismes de sus hermanos, y éstos,
cayapéandolo cada vez que podían ¡Hasta que
un día!, creyó ver una salida a esta conflictiva y
tensa situación, ya que el Sargento Torres, que era
parcelero también, y que se había hecho muy amigo
de la familia Ortiz-Aponte; conocía lo trabajador que era
Ambrosio; y en cierta oportunidad, encontrándose de visita
en casa de éstos, le pidió a Don Emiliano y a
Doña Carmen, que le prestaran al Negrito, para ponerlo a
trabajar en su parcela; que él se encargaría de
alimentarlo y vestirlo ¡Y que si le echaba pichón!,
hasta algo de dinero le daba también de vez en cuando.
Ambrosio, que a pesar de encontrarse algo alejado del lugar en
donde estaban conversando, ya que el estar cerca o atravesado en
las conversaciones de los mayores, era severamente castigado;
escuchó por casualidad, lo que decía el Sargento
Torres con altisonante voz, y pensó enseguida, que eso
sería lo mejor para él; irse de su casa hacia otro
sitio, para así alejarse de sus hermanos y poder sentirse
tranquilo, teniendo algo de libertad, sin tener que estar
pendiente, de que maldad le tendrían preparada
éstos, en este o en aquel momento, y rogaba a Dios, para
que sus padres lo dejaran ir con el Sargento Torres. Don
Emiliano, aceptó a duras penas, la petición del
militar, debido a la insistencia de sus esposa, ya que no le
agradaba la idea de desprenderse de Ambrosio, por las razones que
ya conocemos; pero Doña Carmen, pensaba lo mismo que su
hijo, en alejarlo de los otros, muy a su pesar, ya que el
separarse del Negrito, le causaba un opresión en el pecho;
y le pedía al militar, que se lo cuidara mucho,
diciéndole a la vez, que tuviera en cuenta, que el
muchacho era de un carácter fuerte ¡Y así
sucedió! , el Negrito Ambrosio Ortiz, acomodó su
maruza, y se fue a vivir en la casa del susodicho militar. Una
vez allí, la esposa del Sargento Torres, le acomodó
una estera en uno de los rincones de la vivienda, sitio que
sería, durante su estadía en la misma, su
habitación. Ambrosio, en su nueva ubicación,
mantenía su rutina de levantarse bien temprano, como era
su costumbre, y cuando el Sargento se levantaba, ya él
tenía recogida su ración de frutas habitual; su
faena diaria, sólo era interrumpida por las horas de
escuela; trabajaba como un burro ¡Y de eso, se
sentía muy feliz el Sargento!, ya que éste, pensaba
que se había sacado un premio gordo con el Negrito, puesto
que Ambrosio era para todo; que si echarle comida a las gallinas,
que si buscarle y echarle comida a los cochinos, que si buscarle
pasto a las vacas y a las bestias, halar machete y escardilla,
acomodar la tierra y sembrarla, hacer los mandados, arreglar la
cerca… Cierto día, luego de haber pasado varios meses en
la parcela del Sargento Torres, Ambrosio, se encontraba apoyado
en el almocafre, con las manos entrelazadas en el cabo, la
barbilla sobre ellas y con la mirada perdida en la distancia,
pensando _¡Que buena vaina!, lúnico bueno destu es
que no veu a mi jelmanu y ni mi acueldu e sus maldade; polques te
salgentu el demonio como que cre que se comprún esclavo,
no me deja ni un momentu en pa ji la libeltá que yo
creí qui había conseguío nu es veldá,
polque no me deja salí pa ninguna palte, e lúnico
ratu es les cuela, polque ni sábado ni domingo tengo
descanso ¡Y hasta cuandus toy dolmio descansandu en mi
rincón, va y me levanta pa que li haga cualquier vaina!
¡Y lo de la ropa, lo zapatu y los riale fue puru embuste!_
¡De repente!, dentro del apacible silencio que lo rodeaba,
oyó el restallar y a la vez sintió, un doloroso
latigazo en la espalda, al mismo tiempo que oía, una
fuerte voz que decía, en autoritario tono _
¡Muchachu el carajo! ¡Yo no te traje pa ca pa que
flojeara! _ Ambrosio reaccionó de inmediato, con la
agilidad que lo caracterizaba, y con los ojos inyectados por la
rabia, se abalanzó sobre el Sargento sin darle tiempo a
más nada, derribándolo con el impulso y los golpes
que sin tregua le lanzaba, y a la vez que lo golpeaba, le
decía _ ¡AHORA SÍ QUE PASATE LOS
LÍMITE DESGRACIAO! ¡A lúnico que yo li
aguanto golpe ji regañu e ja papá!_ Y
después de darle esa andanada de duros golpes y dejarlo
aturdido en el suelo, se puso de pie, y dirigiéndose de
nuevo al maltrecho, Sargento, le dice _ ¡Ahora te busca
jotru esclavo sabandija, polque yo me voy pal coño! _ Y
con la misma salió corriendo, pasó recogiendo su
maruza y prosiguió su carrera. El Sargento, que se
había recuperado, blandiendo la bandola, lo seguía
muy de cerca y le gritaba, lleno de odio_ ¡PÁRATE
DESGRACIAO! ¡PÁRATE PEN SEÑATI A
REPETÁ LOS MAYORE ! ¡PÁRATE PUE HIJUE
PUTA! ¡A ti ten tregaro na mi calgo! ¡Y voy hace que
Miliano te joda bien jodío! _ Ambrosio, que en ese momento
brincaba por sobre la cerca que rodeaba la parcela del militar,
se proparó por un momento del otro lado y le dijo _
¡Mira desgraciao ! ¡Así mismo lo va na
sabén mi casa mi jelmano, papí mamá!, que la
llamaste puta ¡Y también va na sabé que to lo
que prometiste fuen buste!, y que me tratate común perru
el tiempo que tuvi aquí _ Y terminando de decir esto,
emprendió la carrera nuevamente, mientras el Sargento,
parado del otro lado de la cerca, lo veía alejarse entre
los árboles frutales, y rumiando su rabia, pensaba,
mientras se sobaba el mentón _ Ahora si es veldá
que la puse, me quedé sin silviente, y ni siquiera puedo
ilu a busco tra ve ¡Cómo se mi ocurre llamalu hijue
puta? ¡Cómo cometo la burré pegale?, ya la
mama mi habíal veltío sobre su caráltel
¡Y como pegue duru el condenao!_ Y emprendiendo el camino
de regreso hacia su casa, seguía meditando sobre el
asunto, y continuaba sobándose la barbilla _ Todu iba tan
bien co nel negro mojinu ese, mi hacía tu el trabajo
¡Y de grati !, que mala pata la mía
¡Bueno !, voy a dejá pasún tiempu y
despué me le japarezco po rallá, como que sino
fuera pasao na ¡Y ese mono me las va pagá !
¡Seguro que me las paga !, polqués tos golpe no
se va na queda así _ Ambrosio estuvo varios días
vagando por el parcelamiento agrícola, sin rumbo fijo,
temiendo volver a su casa, ya que se imaginaba, que el militar no
le iba a hacer caso a las amenazas que él profirió,
puesto que era su palabra contra la de él, e iba a ir a
buscarlo de nuevo para llevárselo de regreso ¡Y eso
le gustaba menos!, que la cueriza que le podían dar sus
padres; pero al fin decidió irse a su casa, debido a las
lluvias, al dormir a la interperie y a la dieta de variadas
frutas a la que estaba sometido; la cual, no le estaba
satisfaciendo el organismo y se sentía débil,
porque el Sargento, no sólo lo trataba mal, sino que
tampoco lo alimentaba bien. La mamá, que lo vio desde el
lavandero, cuando saltaba la cerca que rodeaba la casa,
salió a su encuentro y lo abrazó y lo besó,
y contestándole la bendición, que éste, le
había pedido; lo interroga _¡Dios me lo bendiga
mijo ! ¡Qué me le pasó?, mi asuste
lestau en que llega; to suciu y pu este lau e la casa_ _ Buenu
amá, lo que pasó fue que me le vini al Salgento_ Le
contestó Ambrosio, atribulado; procediendo a relatarle a
su madre, incentivado por la continuidad de los porqués de
ella; todo lo sucedido en la parcela del militar en
cuestión, y al terminar de contarle lo acontecido,con todo
lujo de detalles, Doña Carmen, se quedó pensativa
por un momento, y luego de meditar bien el asunto, le dice,
preocupada _ Mire mijo, ese Salgento me cuentan que tiene muy
malas pulga, y a lo mejol trate vengáseme di usté;
vamo japrovechá quel compai Pablu y la comai están
de visiti se van mañana, pa mandalo co nello ja case su ti
Ulalia, u a ve si ellos pueden tenelu a uste, mientras pasel
tiempu y al Salgento se li olvide lasunto_ A Ambrosio le
gustó mucho la idea de su madre, porque además de
continuar alejado de sus hermanos, tendría la oportunidad
de viajar y conocer la Capital, teniendo algo de la libertad por
él deseada. Cuando los compadres se enteraron de lo que
quería Doña Carmen, les agradó mucho, ya que
así tendrían una compañía y
también algo de ayuda en la casa, puesto que sus hijos ya
habían hecho su vida aparte. Y así, al día
siguiente, salió Ambrosio, en su edad adolescente, para la
Capital, una vez allí, como muchacho obediente y
respetuoso de los mayores que era, los Uzcátegui le
recostaron casi todo los oficios de la casa, allí
llegó a dar sus primeros pasos como cocinero;
también les hacía los mandados por toda la ciudad,
la mayoría de las veces a pie, razón por la cual,
la llegó a conocer como a la palma de su mano.
Después de un año y varios meses de haber estado en
la Capital, Ambrosio enfermó gravemente, hasta el extremo
de llegar a parecerse un cadáver viviente, por la
deshidratación. La señora Petra se asustó
mucho, al irse percatando de lo mal que estaba el muchacho, y con
bastante nerviosismo, se lo comunicó a su esposo _
¡Mira Pablo !, ese muchacho está bien feo, y no
podemos dejarlo morir de mengua, mira que él está
bajo nuestra responsabilidá y tenemos que entregarle
buenas cuentas a los compadres _ El señor Pablo, fue a
cerciorarse de lo que decía su esposa, y al comprobarlo,
tomaron a Ambrosio y salieron de carrera con él, para
el "Hospital Central de la Capital". Al llegar a la
emergencia del centro hospitalario, las enfermeras, viendo el
estado del Negrito, lo pasaron inmediatamente, para que lo
atendiera el médico de guardia; al rato, salió una
de las enfermeras a informarle a los Uzcátegui que estaba
fuera de peligro, pero que si hubieran esperado veinte minutos
más para traerlo, se hubiera muerto, la señora
Petra, al oírla, pegó un gritico de susto, y
persignándose, decía _ ¡Ay! ¡Dios nos
libre!_ A lo que le dijo la enfermera _ No se preocupe, ya le
dije que el peligro pasó, él se va a quedar
hospitalizado varios días, para su recuperación _ A
los dos días, lo pasaron del área de
observación, para la de hospitalización, en donde
pasó otros cuatro días recuperándose
totalmente, y lo dieron de alta. En el camino de regreso a casa
de los Uzcátegui, la señora Petra le decía a
su esposo _ Mira viejo, después de este susto, yo creo que
lo mejor es que le llevemos de regreso este muchacho a los
compadres, no vaya a ser que sufra una recaída y sea peor
– Y Ambrosio, para sus adentro, pensaba con tristeza _
Ahora sis ta nasustao, despué que de vaina no me muero pol
culpa de llo, polquel doctol me dijo, que lo que me pasó
fue pol no comé bien, pol nos ta bie nalimentao ¡Y
eses la velda! Lo tiene na uno tu el dien la calli
haciéndole diligencia, y uno llega casi de noche co ne
lestomagu estragao, si nabel comio na entu el día, y no le
gualda na uno ni un piazu e pan duro manquesea _
¡Está bien chica !_ Dice el señor Pablo,
bruscamente, interrumpiéndole sus pensamientos _
Mañana mismo salimos para Turemo a llevar al muchacho _ Lo
que hace que Ambrosio se dirija a ellos, en un tono suplicante _
¡Tíos ! ¿Ustede me puede naci un favol?
_ _Uste dirá mijo _ Es que yo quiero que le diga na
mamá, pa que me mande pa co tra ve, pa la case su helmana,
mi ti Ulalia, es que yo quiero quedami aquí, en la Capital
_ ¡Está bien!_ Le responde el señor Pablo _
Nosotros cumplimos con llevarte y le hacemos tu ruego, si ellos
te vuelven a mandar para acá, es cosa de ellos ¡Pero
eso sí !, no le digas a ellos nada de lo que
pasó ¡Estamos de acuerdo? _ Di acueldo tío_ Y
así pasó. Al día siguiente salieron los
Uzcátegui, con el Negrito Ambrosio, hacia los valles del
Estado, en donde estaba situada la jurisdicción de Turemo,
y al llegar a la casa de los Ortiz-Aponte, los recibieron
Doña Carmen y sus dos hijas, ya que Carmela, se
había aparecido meses atrás en la parcela, con un
par de hermosos muchachos, que tiraban a catire, Williams y
Gregorio, hijos de Mister Willy ¡Cosa que jamás
sabrían Don Emiliano y Doña Carmen por supuesto!.
Cerca del lugar de recibimiento, se encontraban observando,
Ramón, Antonio y Pablito, y éste le decía a
sus hermanos, sarcásticamente _ Vamo ja ve qué
bienvenida le preparamo ja "la cosa linde mamá", hay que
pensé nalgo bueno ¡¡Ja ja ja … En eso, el
señor Pablo le decía a Doña Carmen _ Mire
comadre, venimos solamente a pedirle permiso para llevar a
Ambrosio a vivir para la casa de Eulalia, porque nosotros nos
vamos para el llano, a casa de nuestro hijo mayor, y él
dice que le gusta la Capital y que quiere quedarse allá
viviendo_ _Ta bien_ le responde Doña Carmen, algo insegura
_ yo le mandu na caltiqueUulalia co nustedes mismo, si mi hace
nel favol, mi muchacho mi hace mucha falta, pero
teniéndolu aquí sufro mucho, polque lo jelmano no
me le dan vida, me le tienen como tirria; teniéndolo lejo
de mí también sufro, pero meno, polque sé
ques ta bien cuidau y aprendiendu a vivi mejo le nesta vida_
Mientras su madre hablaba, Ambrosio esbozaba una sonrisa y
pensaba _ ¡Ay mamá querida, si tú supieras!,
pero prefiero mil veces pasel trabaju hereje po rallá ques
ta qui_ En eso, Doña Carmen lo saca de sus pensamiento,
cuando dice _ ¡Pero va na pasá la nochi aquí!
Nu es bueno que cojan caminu esta hora _ Está bien
comadre_ le responde el señor Pablo. A la mañana
siguiente, emprendieron de nuevo el viaje de regreso, hacia la
Capital, pero no sin que antes, durante la noche, Pablito y sus
aliados, al no tener tiempo para prepararle un mejor recibimiento
a su hermano, optaron por bañar a Ambrosio, y le echaron
varios valdes de agua por encima, en el sitio en donde se
encontraba durmiendo; Ambrosio, recuperándose del susto,
se seco y se cambio de ropa, y no pudiendo dormir más, se
dedicó, aprovechando lo resplandeciente de la luna; a
recoger excrementos de cochino en un valde, ligándolos con
el agua que habían dejado éstos en los comederos;
le echó también tierra y bosta de ganado,
agarró un trozo de madera, y tranquilamente se
sentó en una piedra, que se encontraba recostada de la
casa, y se puso a mezclar semejante preparado, arrugando la cara
de cuando en vez, debido al fétido olor que
despedía dicho mejunje; esperó que faltara poco
para salir de viaje, y se fue al sitio en donde dormían
plácidamente sus hermanitos, y le echó por encima a
cada uno, su ración del baturrillo en cuestión… _
La bendició namá_ Decía Ambrosio, mientras
abrazaba y besaba a su madre _ Que Dios me lo bendiga mijo y me
lo lleve con bien _ Le respondió la doña,
abrazándolo y besándolo también, procediendo
luego a despedirse de sus compadres; mientras que Don Emiliano;
quien se disponía a castrar las colmenas de las abejas ese
día; rezongaba _ Este muchachu el carajo me lu está
nalcaguetiando mucho _Y, a la vez lo abrazaba y le echaba la
bendición también; mientras que Pablito,
Ramón y Antonio, no muy lejos del sitio y despidiendo
aún el fétido olor ¡A pesar de haberse
bañado y cambiado!; lo veían con odio y
proferían maldiciones en contra del Negrito Ambrosio
Ortiz. Al llegar a la Capital nuevamente, los Uzcátegui
pasaron dejando a Ambrosio, en casa de su tía Eulalia,
entregándole también la pequeña carta y los
saludos que le habían enviado _ La bendición
tía _ Dice Ambrosio, muy apenado _ Dios te bendiga _ Le
responde la tía, quien luego de leer la misiva, le dice
_Vente por aquí para acomodarte. El único sitio en
donde hay un espacio para ponerte la camita plegable es
aquí, al lado del baño ¡Eso sí!, todos
los días la recoges, tú veras cómo te
acomodas en ese rincón _ Y como era normal en la vida de
Ambrosio, le tocó la misma rutina; hacer el oficio de la
casa, mientras sus primas flojeaban y fastidiaban; Ambrosio,
barre, Ambrosio, limpia el piso, Ambrosio, frega, Ambrosio, anda
a hacerme un mandado ¡Y para variar !, comía,
si alcanzaba para él, muchas veces lo mandaban a hacer
alguna diligencia, y al regresar, habiendo pasado todo el
día en la calle, la tía le preguntaba muy tranquila
_ ¿Quieres comer algo? ¿O ya comiste? Y
Ambrosio, en su interior, pensaba con rabia
_ ¿Será ques ta viejel coñu es loca?
¿Qué se pensará? ¿Será que cre
que yo vivo de laire o que soy un santu e yeso? ¡Qué
cachaza!, me tiene tu el dien la calle pasandu hambri
haciéndole su diligencia ¡Y tiene la santas bola je
preguntame! ¡Ni siquiera si acuelda que yo también
como! _ Y así pasaron dos años más, en la
vida del Negrito Ambrosio Ortiz, lapso en el cual,
visitaría a su familia en tres oportunidades, las mismas
en que su tía visitó a su hermana; ocasiones en las
cuales, cuando su mamá le preguntaba qué
cómo se sentía, él siempre respondió
que de maravillas. Cierto día, ya cansado de la vida que
llevaba con su tía y sus primas, decidió correr
mundo por sí solo, y le dijo a Eulalia _ Querida
tía, tin folmo que se te va tu silviente _
¡Queé? ¡Por qué?_ Lo interroga Eulalia,
sorprendida y confundida _¡Tú estás loco?
¡Tú eres menor de edá todavía y
estás bajo mi cuidado! ¡No te puedes ir! _ A lo que
responde Ambrosio, con otra pregunta _¡Cómo que no
me puedo i? ¡Claro que me voy! ¡Y nadie me va
detené! _ Y así lo hizo, recogió la poca
ropa que tenía, hizo un pequeño envoltorio y
agarró camino. Los primero meses estuvo durmiendo debajo
de los puentes, y en cuanto a la comida, el entrenamiento que
había tenido con los Uzcátegui y con su tía
Eulalia, le sirvieron de algo, ya que estaba acostumbrado a comer
poco o nada ¡Entrenamiento que por cierto!, le
ocasionó una úlcera estomacal, que lo
fastidiaría por el resto de su vida. Para sobrevivir en
esta nueva situación, muchas veces, se iba de madrugada al
Puerto, a las fábricas, a los mercados, a los centros de
acopio, como descargador, otras veces, ayudaba en trabajos de
albañilería, o limpiaba solares o pozos
sépticos y letrinas; fueron muchas las clases de trabajo
que realizó Ambrosio, para subsistir en esta etapa de su
vida, siempre protegiéndose debajo de los puentes, en
donde siempre habían otros inquilinos con quien compartir
los alimentos, con quien departir, acerca de la vicisitudes de la
vida y con quien consolarse y darse fuerza para seguir adelante.
Cierto día, en que Ambrosio tenía varios
días sin comer, por no haber conseguido nada de dinero,
comenzó a sentir los dolores causados por los
ácidos estomacales, ya que éstos, al no encontrar
nada que procesar, comienzan a destruir las paredes del
estómago; y se vio en la necesidad de entrar en un
restaurant, cuyo propietario era un chinito, para ver si alguien
dejaba algún sobrado y él comérselo; el
dueño del establecimiento, al verle la cara y el estado en
que andaba, se imaginó que era lo que le pasaba y lo
llamó_ ¡Hey muchacho!, ven pa la ca, tú
tené lambli yo te voy a lal comila_ Ambrosio, muy asustado
y nervioso, se dejaba conducir; el chinito lo sentó en una
mesa y le trajo de comer, diciéndole amigablemente _ Toma,
coma testo, pelo te lo coma poca poca, pala que no ti haga
laño _ _ ¡Pero señol! _ Logra decir Ambrosio,
a duras penas _ Yo no tengo rial pa pagale _ _ No pliocupa _ Le
dice el chinito, haciendo gestos con los brazos _ les pue paga,
coma, coma tlanquilo que les pue paga _ A medida que
ingería los alimentos, Ambrosio sentía que le
volvía el espíritu al cuerpo, y al terminar de
comer, le pidió una escoba al chinito para barrerle el
negocio, pretendiendo así aportar algo a cambio de la
camida, pero el chinito le volvió a decir, haciendo los
mismos gestos y empujándolo hacia la salida _ ¡Nala
nala!, tu te va, les pue paga _Como que si conociera a Ambrosio y
la forma de proceder de éste, cosa que él le
agradecería toda la vida. Al poco tiempo después de
haber sucedido esto, aproximadamente dos meses después;
consiguió trabajo con un señor que vendía
Keroseno; su trabajo consistía en despachar el
combustible, a los usuarios en los edificios, en latas de veinte
litros de capacidad, recorriendo piso por piso, apartamento por
apartamento; pagándole el señor, medio real por
cada lata que despachaba. El Kerosenero, llegó a tomarle
mucho cariño a Ambrosio, por lo responsable, respetuoso,
trabajador y obediente que era, razón por la cual lo
trataba muy bien, y al enterarse que su residencia era un puente,
se lo llevó a vivir a su casa. En su trabajo con el
señor Julio, distribuyendo Keroseno, a Ambrosio le tocaba
muchas veces, comer en la calle, y él, en agradecimiento,
y estuviese en donde estuviese, siempre se dirigía al
restaurant del chinito, que prácticamente le salvó
la vida en una oportunidad, y cierto día, que se
dirigía a comer en dicho lugar, se le paró un
vehículo de la policía al lado, y uno de los
agentes le dice, mientras se bajaba de la unidad _ ¡Levanta
las manos ! ¡Date vuelta ! ¡Pégate
de la paré! _ Ambrosio, entre sorprendido y asustado,
obedeció las órdenes impartidas por el agente
policial, que después de requisarlo y pedirle su carnet de
identidad, le dice _ ¡Súbete a la patrulla, que
estás reclutado! _ ¡Pero si yo ! _ Quiso
replicar Ambrosio, todo confundido, pero el agente no lo
dejó, diciéndole _ ¡Sin oponer resistencia!
¡Vamonó! _ El señor Julio, el Kerosenero;
preocupado por la tardanza del muchacho, comenzó a
buscarlo; sabiendo que éste era muy cumplidor y puntual,
se supuso que algo malo le había ocurrido, y preguntando
aquí y preguntando allá, alguien le dijo Al Negrito
que tú cargas de ayudante, se lo llevó la
policía _ _¡La Policía! _ Replica el
señor Julio, sorprendido y extrañado; y con un
gesto de disgusto, se dirigió al destacamento policial, y
al llegar allí, le informaron que lo buscara en la
circunscripción militar, ya que había comenzado la
recluta, mientras tanto, en el lugar de concentración de
los conscriptos, Ambrosio, al principio, alegaba que a él
no le tocaba pagar servicio todavía, que él no
tenía la edad aún, y pensaba _ Ahora que
creí que mesta ben pesandu a i bien, me pasés to_
Pero al oír a varios soldados y a algunos conscriptos, que
conservando entre ellos; comentaban, que allí lo
único que había que hacer era portarse bien y
obedecer, para que no les faltara ropa, techo, comida, cama,
deportes, estudios,…, además de aprender a desenvolverse
en la vida; resolvió quedarse de una vez; por eso cuando
el señor Julio llegó a buscarlo para sacarlo de
allí, él le dijo _Muchas gracia señol Julio,
pero nu haga ninguna diligencia pa sacame di aquí, polque
decidio cumplí co nel selvicio milital di una
ve..

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