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Re-descubrir el fuego



  1. La
    cultura como resultado de la acumulación de
    conocimientos
  2. Nuevo
    giro
  3. Nuevo
    concepto
  4. Diferenciación social
  5. Los
    bienes simbólicos
  6. La
    sociedad globalizada
  7. Un
    mundo sin afecto
  8. Nueva
    fuente de energía moral
  9. Necesidad de belleza

El advenimiento de una nueva era
geológica, el Antropoceno, y la supervivencia de la
especie demandan una nueva mirada sobre los valores
esenciales.

El hombre debe alcanzar
rápidamente un nuevo equilibrio entre el plano moral y el
progreso técnico.

El término Antropoceno (de griego
anthropos, 'hombre
(humano) es usado por algunos científicos para describir
el actual período en la historia terrestre desde que las
actividades humanas han tenido un impacto global significativo
sobre los ecosistemas terrestres. El ganador del premio Nobel de
química Paul Crutzen, acuño este término,
que considera a la influencia del comportamiento humano sobre la
Tierra después de la Revolución Industrial, como
algo tan significante que ya constituye una nueva era
geológica.

La cultura como
resultado de la acumulación de conocimientos

La historia nos muestra que la cultura para
el hombre es un concepto que ha evolucionado rápidamente
hasta concebirse en un sentido social mucho más universal,
mucho más amplio, que abarca prácticamente a todo
el conjunto de los actos humanos en una comunidad dada, y estos
actos pueden ser las habilidades económicas, las
habilidades artísticas, los descubrimientos
científicos, las destrezas discursivas, las guerreras o
cualesquiera otras de las practicas y eventos sociales que
podemos identificar. En la actualidad, el perfeccionamiento de la
civilización y la posterior acumulación de cultura,
han sacado al hombre de su subordinación a la naturaleza,
conduciéndolo a la conquista y señorío sobre
prácticamente todo el planeta, hoy paradójicamente,
ese mismo proceso le reclama, bajo la amenaza de un cataclismo de
proporciones nunca vistas, una inaplazable y radical nueva mirada
sobre los valores esenciales y una revisión inmediata de
los métodos utilizados.

"Cultura, es el aprovechamiento
social del conocimiento
". Esto lo dijo García
Márquez en un reportaje de hace veinte años,
aproximadamente. Creo que es la más significativa
definición que he escuchado referente a la cultura pero, a
pesar de la síntesis de esta brillante enunciación
sobre un concepto tan complejo, la humanidad en su conjunto, por
una cuestión de sobrevivencia, deben lograr axiomas
más abarcadores y precisos de este evento social que es la
educación, el conocimiento y su consecuencia cuando se
acumula lo suficiente, la cultura.

Cuando digo, cuestión de
sobrevivencia, me estoy refiriendo a que naciones como la
Argentina o cualquiera de los países subdesarrollados,
serian prácticamente inviables en un mundo que impidiera a
sus sociedades no aprovechar para su beneficio y
evolución, la acumulación del conocimiento
individual de sus componentes, es decir que no generara
permanentemente educación que le permita acumular
cultura.

Y si no, recordemos una de las sentencias
del ministro de propaganda del Tercer Reich, Joseph Goebbels,
cuando en un discurso dijo. "Si escucho la palabra cultura saco
mi pistola". Como buen fanático totalitario y extremista,
sabía perfectamente dónde estaba su enemigo y
cómo hacer para neutralizarlo, pero además
también conocía la importancia de la cultura como
sostén de la libertad de los pueblos y como transformarla
en arma para someterlos.

Antiguamente, como materia significante, el
axioma Cultura alternaba o reemplazaba al de civilización
y a su vez era también su complemento. Los dos
significados derivan del latín y por eso se aplicaban como
opuestos a brutalidad, irracionalidad. Para los romanos,. Cultura
y Civilización era la antípoda de barbarie o al
menos estaban enfrentados al significado de
salvajismo.

Luego se fue aceptando que civilizado, era
el hombre educado, el hombre que había aprovechado y
utilizaba el conocimiento acumulado de la sociedad para su bien y
principalmente para bien del colectivo.

Pero las cosas fueron cambiando y desde el
siglo XVIII el romanticismo, por una cuestión de
índole filosófica, fundamentada principalmente en
la tesis naturalista y en un intento vano de no contradecirla,
impuso y asignó una diferencia, un contraste, un
enfrentamiento o antinomia entre civilización y
cultura.

Nuevo
giro

Es a partir de este nuevo giro que le dio
el romanticismo a la materia significante de las palabras
Civilización y Cultura, que el primer término se
reservó exclusivamente para nombrar el desarrollo
económico y tecnológico, lo estrictamente material
y el segundo para referirse a lo "espiritual", es decir, el
"cultivo" de las facultades intelectuales y morales.

En el uso de la palabra "Cultura"
cabía, entonces, todo lo que tuviera que ver con la
filosofía, la ciencia, el arte, la religión.
Además, se pasó a entender la cualidad de "culto"
no tanto como un rasgo social, sino como algo individual. Por eso
podía hablarse de, por ejemplo, un hombre "culto" o
"inculto" según hubiera desarrollado sus condiciones
intelectuales y artísticas y esto aun hoy es muy frecuente
de ver.

Los nuevos estándares
teóricos de la sociología y la antropología
contemporáneas tuvieron que redefinir esta
representación, enfrentando e impugnando la
conceptualización Romántica.

Ahora se concibe y se enseña la
Cultura en un sentido social, más universal, más
amplio y la Cultura pasó a ser el conjunto total de los
actos humanos en una comunidad dada, ya sean estas habilidades
económicas, artísticas, científicas,
discursivas, guerreras o cualesquiera otras.

Nuevo
concepto

El esquema expresivo de este nuevo concepto
o significación sería: Toda práctica humana
que supere la naturaleza biológica debe ser considerada
como una práctica cultural o producto de la
misma.

Es a partir de entonces que el diferente
uso del término Cultura, designa, otorga la cualidad
de…, a todo el conjunto de las experiencias, habilidades y
destrezas humanas, de modo que incluye todas las prácticas
sociales y, para entender y analizar una Cultura determinada, la
ortodoxia ahora impone que no se deben separar ni estudiar por
separado.

Con la contribución de la
antropología, a partir del siglo XX, el concepto de
cultura pasa a incluir también los bienes materiales, los
bienes simbólicos, las instituciones, los canales por
donde circula el poder social: escuela, universidad, familia,
gobierno, ejércitos, los medios de difusión, las
costumbres, los hábitos, la moda pero del mismo modo pasa
también a incluir específicamente las leyes, los
intercambios personales, en una palabra, las compensaciones
permanentes de poder de esa cultura.

Lo concreto es que la cultura no
sólo tiene un aspecto colectivo, también tiene un
aspecto particular y dependiente de cada uno de sus individuos.
Sobre la base del aprendizaje de la socialización, las
personas vamos diferenciando nuestros gustos, nuestras
consideraciones relativas, nuestra forma de ver la vida y nuestra
propia escala de valores que después se suman al colectivo
constituyéndose en un aporte dinámico y muy
creativo.

Es mediante este procedimiento por el cual
un sujeto determinado llega a ser individuo y a la vez el mismo
sistema nos permite acumular y transformar todo aquello que
tomamos del colectivo social a través de la
educación. Marcel Proust fue uno de los primeros
pensadores que identificaron este fenómeno social, lo
llamo "el efecto Berma" por la forma como conmovía a su
público en sus actuaciones la diva Sarah Bernhardt, y es
precisamente este efecto mental de aprendizaje individualizado
por Proust, el que permite a posteriori filtrar y reconstituir
poco apoco, a través de una combinación de
recuerdos, análisis retrospectivos e impresiones
individuales, todo lo aprendido, culminando con la
asimilación y el aprovechamiento intelectual del
acontecimiento en forma absolutamente particular.

Diferenciación
social

De esta manera, a pesar de pertenecer al
mismo colectivo, nos vamos transformando en seres diferentes de
los demás, en individuos que a pesar de la
masificación, efectúan distintos aportes a la
sociedad porque al mismo tiempo debemos agregar que a todo este
proceso de instrucción, también se le suma la
intervención de los distintos corpus acumulados en los
respectivos aprendizajes particulares y los distintos tiempos de
rediseño de la información, en otras palabras la
Cultura es el resultado de las distintas e individuales
interpretaciones de diferentes acontecimientos y eventos sociales
pero también es el resultado de la interpretación
particular e individual de esos corpus o colección de
textos. Hoy, la semiótica ya habla del "corpus
computacional" y nos demuestra que ya no debemos ni siquiera
considerar que un corpus es solamente una colección de
textos sobre un tema determinado. Ahora en base a la habilidad
que poseen los motores de búsqueda en Internet como Google
o Yahoo, la capacidad que tienen instantánea de recuperar,
ordenar hacer cálculos y exponerlos a cantidades masivas
de textos e información, nos permite comprender, explicar
e interpretar el contenido de esos corpus de formas tan diversas,
tan diferentes que no eran siquiera imaginables hace unos pocos
años atrás.

La enorme importancia que tiene esta
derivación tecnológica en el proceso educativo y la
permanente tensión que ella genera entre sus componentes,
la convierte en motor, en impulsor, en tractor y vehículo
constante del cambio, este es un aspecto fundamental de la
cultura moderna, su autoinducción al cambio y a la
regeneración constante de sus mecanismos que nos permite
abrigar ligeras esperanzas con respecto al futuro.

Los bienes
simbólicos

El pensamiento simbólico y la
conducta simbólica de los individuos se hallan entre los
rasgos más característicos de la vida social
humana. Todo el progreso de la cultura, toda la
acumulación de conocimientos sociales a través de
la educación, se basa en estas condiciones de
producción

La antropología simbólica
concibe a cada cultura como un contexto en el cual los sujetos
pueden deducir qué se está comunicando, cómo
debe interpretarse un gesto, una mirada, y por lo tanto,
qué gestos deben hacerse para dar a entender algo,
qué palabras deben usarse y cuáles no.

Como podemos comprobar la cultura es una
telaraña de signos que permite, a los individuos que la
comparten, atribuir sentido tanto a las prácticas como a
las producciones sociales de los bienes simbólicos. A
principios del siglo XX, este nuevo concepto de la red de signos
en la cultura, dio lugar a una nueva teoría del
aprendizaje, la teoría del interpretante, sustentada a su
vez por la teoría semiótica de Charles S. Peirce,
transformando este pensamiento en el más coherente y
esperanzador avance de la sociología de los últimos
años.

La sociedad
globalizada

Al principio de este ensayo decíamos
que el progreso de la civilización y la cultura, avance
que ha sacado al hombre de su dependencia de la naturaleza,
conduciéndolo a la conquista y señorío sobre
el planeta, hoy le reclama, bajo la amenaza de un cataclismo de
proporciones nunca vistas, una inaplazable y radical nueva mirada
sobre los valores esenciales.

Este reconocimiento, esta evaluación
a la luz de las nuevas teorías sociales y el
reconocimiento de tan particular instancia evolutiva de la
sociedad humana, nos obliga a aceptar que las herramientas, los
instintos que hemos utilizado, los dispositivos que nos
permitieron salir de las cavernas, los elementos que nos ayudaron
a quedar fuera de la cadena alimenticia a pesar de nuestra
fragilidad con respecto al medio, los instrumentos que nos han
permitido dominar y avasallar nuestro hábitat, hoy esos
mismos mecanismos plantean un verdadero problema y actúan
como los ejércitos vencedores que tienen que volver a su
patria cuando acaba la lucha: resulta muy difícil para el
resto del colectivo hacerlos trabajar para la paz e integrarlos a
la sociedad. Pero no obstante, igual que con las huestes
después de la guerra, sabemos y tenemos que reconocer que
son estos instintos un mal definitivamente necesario, son parte
indivisible de nosotros y que sin esos reflejos, sin la
agresividad característica de la especie no
hubiéramos sobrevivido en este mundo, lisa y llanamente no
lo habríamos logrado.

Pensemos que hace apenas diez o quince mil
años atrás, no teníamos muchas
probabilidades de perdurar como especie, la agresividad del
entorno, nuestras enormes carencias físicas comparadas con
el resto de la biosfera y la insignificante
especialización con la que estamos dotados nos hubieran
relegado a un escalón o nicho biológico similar al
que tienen algunos de los grandes monos, analizado desde este
punto de vista, nuestras chances de sobrevivir y de proliferar
sin la ayuda del elemento cultura, eran muy exiguas. Hoy, que lo
hemos logrado, que estamos en una posición netamente
dominante, el desafío es distinto, las reglas han cambiado
y es menester canalizar a través de una nueva
formación, toda esa potencia, toda esa energía y
todo el vigor del mono depredador con hábitos sociales,
encauzarlos hacia otras luchas que son definitivamente
diferentes.

Hoy como ayer son los educadores, base
insustituible del nuevo concepto social, los que deben liderar el
cambio. El objetivo y el desafío inmediato que deben
afrontar los pedagogos es la transformación de la materia
significante de la palabra ciencia. Básicamente el cambio
se debe verificar sobre la entidad, sobre el objeto ciencia, pero
también la cultura en general debe ser inmediatamente
transformada, hay que dotar a estos dos conceptos de un alma
diferente, de un espíritu nuevo y así canalizar su
enorme energía y potencia simbólica para ponerla
definitivamente al servicio de la nueva sociedad humana, que so
pena de desaparecer, deberá ser una sociedad
indefectiblemente integrada, armónica y solidaria con su
entorno.

El hombre, su ciencia, su
tecnología, su cultura, no puede seguir desafiando el
medio ambiente con la actitud ancestral del enfrentamiento, la
hostilidad, la beligerancia y la depredación. El gran
filósofo evolucionista Theilhard de Chardin decía
hace más de cincuenta años: "el hombre debe
colaborar con el cosmos, la sociedad no puede seguir a merced de
una ciencia sin conciencia".

Un mundo sin
afecto

El individuo contemporáneo
lamentablemente, sigue concentrando todos sus esfuerzos sobre el
desarrollo y la educación del intelecto para ponerlo al
servicio de la devastación, del consumismo y la
depredación del hábitat, desconociendo que los
recursos de la inteligencia, de las técnicas y destrezas
que ha utilizado hasta ahora son absolutamente contraproducentes,
inapropiados y que rápidamente se vuelven en su
contra.

Mientras la instrucción y la
educación para este, a todas vista, proyecto caduco de
devastación sigue siendo el centro de las preocupaciones
de las familias, de los educadores y de los poderes
públicos, el desarrollo de la emotividad y el idealismo,
sigue casi totalmente librado al azar o en manos de intereses
religiosos o peor aún, en manos de los exaltados y
fanáticos. En la civilización contemporánea
esto lleva a una pasmosa destrucción de la vida afectiva
principalmente de los individuos más
jóvenes.

Los educadores tienen una tarea fundamental
que desplegar y lamentablemente poco tiempo para
instalarla.

La reivindicación, la nueva
instalación de las capacidades emotivas del ser humano,
tienen que ir de la mano de una reivindicación mucho
más importante y trascendente, la reivindicación
del mito.

Lamentablemente durante mucho tiempo se ha
desprestigiado el concepto del mito. Platón lo
utilizó cuando se encontró sin herramientas para
seguir enseñando a sus alumnos. Y lo utilizo porque se dio
cuenta que el mito poético es superior y va mucho
más allá que la simple alegoría. Los grandes
mensajes que transmite la cultura, inclusive Los Grandes Relatos
religiosos, aunque ya caducos, fueron importantísimos en
todo nuestro desarrollo cultural porque se basan en el relato
mítico y de allí toman su fuerza. El mito
poético puede servir para estos fines porque nos plantea
un mundo distinto al real, plasmando una conciencia superior
tanto para el que transmite como para el que recibe y la imagen
de un posible mundo nuevo es precisamente la imagen que
más urgentemente necesitamos.

Nueva fuente de
energía moral

¿Porque elegiríamos al mito
como herramienta o instrumento de transformación cultural?
Porque el mito en definitiva, existe o fue inventado por el
hombre para contestar la enorme y a la vez simple pregunta
existencial ¿de dónde venimos? Esta elemental,
primordial interrogación filosófica es la que a su
vez genera, trae implícita en su esencia a la
utopía, el ¿de dónde venimos? es la pregunta
que desata la imaginación, la que da vida a la
ilusión y la utopía es el instrumento que empleamos
para intentar contestarnos esa pregunta. Por supuesto que este
sistema mental no puede contestar ni satisfacer el interrogante
pero este procedimiento nos sosiega el intelecto y nos saca del
abismo de la duda forjando una nueva pregunta que es ni
más ni menos la paradigmática ¿hacia
dónde vamos? Y esta pregunta si es de gran utilidad
práctica porque nos muestra, nos permite atisbar el futuro
y en nuestro caso particular de estudio la imagen del futuro que
se nos devuelve es muy sombría.

La vida emotiva, privada de una
formación metódica, sistemática y enfocada
al servicio social, es para el hombre moderno, una fuente de
imprevistos habitualmente muy desagradables, con resultados
bastante traumáticos y cuyas derivaciones son, en general,
muy difíciles de llevar, y que terminan casi siempre
confundidos tratados como una patología psicológica
o peor aún, una cuestión
siquiátrica.

No es exagerado decir que la vida emotiva
ocupa en el desarrollo de la personalidad del hombre actual, una
posición de mínima influencia, tiene muy poca
autoridad para definir el temperamento y su jurisdicción
está limitada a solamente algunas cuestiones que tienen
que ver con la sensibilidad o el sentimentalismo en su fase
primaria. La desesperada pulsión que encontramos en
algunas personas hacia los psicofármacos, el alcohol y
todo tipo de drogas peligrosas para tratar de suplir esta
insuficiencia o negación de la vida emotiva, nos
están confirmando el diagnóstico.

Las nuevas camadas de educadores deben
entender que sólo por el desarrollo apropiado de la esfera
emotiva a través de los nuevos mitos, el hombre puede
abrir una nueva fuente de energía moral, cuya necesidad
para él y para su planeta es tan apremiante.

En apoyo, y complementando este nuevo
concepto educativo, se deben descubrir rápidamente
métodos prácticos para adiestrar seriamente la vida
emotiva de los seres humanos y de esta forma alcanzar nuevamente
un equilibrio entre el plano moral y el progreso
técnico.

Un sistema viable de lograr este objetivo
es orientar las energías de los artistas y los educadores
hacia un ideal moral común. El arte está organizado
y apoyado en las leyes de traspasos inmediatos de ideas,
emociones, sentimientos y sensaciones hacia el intelecto, hacia
la inteligencia profunda y por lo tanto el mensaje artistico es
el vehículo ideal para este proyecto.

Necesidad de
belleza

El mundo en que vivimos tiene necesidad de
belleza para no caer en la desesperanza y contrarrestar el
desaliento. La belleza llama a lo trascendente, es la llave y en
cierto sentido es la expresión visible del bien, es el
principal y más escaso bien simbólico que nuestra
sociedad ha elaborado. Platón decía: "la potencia
del bien se ha refugiado en la naturaleza de lo bello". Esta es
la labor y el compromiso que deben asumir los
artistas.

Los educadores, en cambio, cuando pensemos
que está todo perdido, debemos recordar las palabras que
el pedagogo uruguayo José Enrique Rodó le hace
pronunciar al viejo maestro Prospero en su libro Ariel, "Invoco a
ARIEL como mi numen. Quisiera para mi palabra la más suave
y persuasiva unción que ella haya tenido jamás.
Pienso que hablar a la juventud sobre nobles y elevados motivos,
cualesquiera que sean, es un género de oratoria sagrada.
Pienso también que el espíritu de la juventud es un
terreno generoso donde la simiente de una palabra oportuna suele
rendir, en corto tiempo, los frutos de una inmortal
vegetación".

Es preciso entonces que los artistas y
educadores de todo el mundo se unan en un esfuerzo
copartícipe, colaborador, para imaginar
estéticamente ideas o realidades pedagógicas
conducentes a una vida moral y espiritual más elevada,
para que a su vez estas despierten en la sociedad inquietudes,
emociones y sentimientos superiores.

Es un salto cualitativo. Debemos ser
conscientes de que ya no alcanza con mejorar la educación
tal y como la conocemos, hay que acceder a planos diferentes. La
paz real, la prosperidad sostenida para todo el conjunto social,
sin exclusiones, en perfecta armonía y colaboración
con el habitad, sin destruirlo, depende de cuán
rápido se consiga educar al hombre para que este alcance
nuevamente el equilibrio con la naturaleza y vuelva como en el
mito de Prometeo, a descubrir el fuego.

 

 

Autor:

Profesor. Roberto González
Oliveira

 

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