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Una aproximación teórica a la resolución de problemas matemáticos (página 4)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

Desde el punto de vista de la imagen, Hessen
(op.cit): "la imagen del objeto en el sujeto es un ente
lógico y, como tal, objeto de la lógica" (p.23).
Pero al igual que el punto de vista anterior, la lógica no
resuelve el problema del conocimiento puesto que la misma tiene
que ver con la concordancia del pensamiento consigo mismo y no
con el objeto; así el objeto queda fuera del alcance de la
lógica y no se resuelve el problema planteado.

Desde el punto de vista del objeto el mismo autor
considera: "así como no puede eliminarse del conocimiento
el objeto tampoco puede eliminarse el sujeto" (p.23). En todo
conocimiento entran en juego los tres elementos: sujeto, imagen y
objeto. Los tres pertenecen a la esencia misma del conocimiento y
es una relación indisoluble; por tanto no puede
desconocerse a ninguno de ellos. Así al quedar el sujeto
fuera, tampoco se resuelve el problema del
conocimiento.

En vista de lo antes señalado, ni la
psicología– el sujeto- ni la lógica- la imagen- ni
la ontología – el ser del objeto- pueden resolver el
problema del conocimiento conduciendo al hecho que estos tres
elementos relacionados deben ser objeto – en efecto lo son – de
estudio de otra rama de la ciencia o mejor dicho, de la
filosofía. De este modo surge la filosofía de la
ciencia, epistemología, teoría del conocimiento o
gnoseología – dependiendo de los diferentes autores – que
se encarga o al menos trata de resolver el problema del
conocimiento.

Valdez (s.f) señala: "el ser humano puede captar
un objeto en tres diferentes niveles: sensible, conceptual y
holístico". Al hablar del conocimiento sensible,
la referencia es sensorial, es decir, la captación del
objeto por medio de los sentidos. El conocimiento
conceptual se refiere a conceptos inmateriales pero
universales. El mismo autor considera: "que la principal
diferencia entre el nivel sensible y el conceptual reside en la
singularidad y universalidad que caracteriza, respectivamente, a
estos dos tipos de conocimiento". Cuando se hace referencia al
automóvil propio, el concepto es singular al referirse a
una persona en particular, pero al mencionar el objeto
automóvil, éste adquiere carácter universal
al referirse a cualquier vehículo automotor de ese tipo.
El conocimiento holístico por su parte,
significa, como indica Valdéz (op.cit.):"captarlo
dentro de un amplio contexto, como elemento de una totalidad, sin
estructuras ni límites definidos con claridad". Así
mismo formula la diferencia entre conocimiento holístico y
conceptual al indicar: "el primero carece de estructuras o por lo
menos tiende a prescindir de ellas. El concepto en cambio, es un
conocimiento estructurado". Un buen ejemplo de conocimiento
holístico lo constituye la captación de valores;
así se puede ver a un ser humano, se puede
conceptualizarlo y definirlo como hombre o mujer pero
además se pueden intuir los valores de ese ser en el
trabajo o familia.

Lo anterior indica las formas de captación del
objeto- formas del conocimiento – pero al igual que el intento de
las diferentes ramas de la filosofía por resolver el
problema del conocimiento, éste continúa
ahí. Posiblemente, como lo plantean Hessen y Fingermann,
el problema no es único, es decir, es necesario estudiarlo
desde diferentes vertientes. En este sentido, se
contemplará la división del mismo en cinco
problemas particulares y analizar cómo, a lo largo de la
historia, se han señalado y presentado diferentes
formulaciones que tratan de dar respuesta a cada uno de
ellos.

Las particiones a las que se hizo referencia en el
párrafo anterior tienen que ver con la posibilidad del
conocimiento
, es decir, saber si es posible conocer algo,
saber si en la relación sujeto-objeto ¿ puede
realmente el primero aprehender al segundo?. El siguiente
problema a resolver es el del origen del conocimiento,
es decir, las fuentes de donde parten los conocimientos. El
hombre está formado por sentido y espíritu,
¿derivan los conocimientos de la experiencia o la
razón? El tercer punto de vista se refiere a la
esencia del conocimiento en el sentido de si se
corresponde con una realidad objetiva o son simples ideas. El
problema central radica en la determinación del sujeto por
el objeto o el objeto por el sujeto ¿quién
trasciende a quién? El siguiente punto de vista se refiere
a las formas del conocimiento, es decir, en qué
formas se aprehende el objeto. Además de la
aprehensión racional del objeto ¿existe otra forma?
El último punto de vista está relacionado con el
criterio de la verdad, en el sentido de reconocer cuando
un conocimiento es o no verdadero.

Posibilidad del
conocimiento

Esta primera faceta del problema del conocimiento
está relacionada con la posibilidad que el sujeto
aprehenda el objeto, si es posible conocer algo de él. A
lo largo de la historia se han producido diversas teorías
o posturas las cuales han tratado de dar una respuesta plausible
al planteamiento hecho. Las principales de estas corrientes por
la posición asumida referente al punto en cuestión
son: el dogmatismo, el escepticismo, el subjetivismo, el
pragmatismo, el criticismo y el positivismo.

Dogmatismo. En el sentido histórico es
la posición más antigua. Aparece en los comienzos
de la filosofía griega con los pitagóricos, los
eleáticos, con Heráclito, entre otros; en general,
los presocráticos. Estos pensadores no ven en el
conocimiento un problema. Consideran al contacto entre sujeto y
objeto como real, una existencia per se donde el sujeto
aprehende el objeto de hecho. Como señala Hessen
(op.cit.): "este hecho que el conocimiento no sea
todavía un problema para el dogmatismo descansa en una
noción deficiente de la esencia del conocimiento" (p.26).
Es evidente la inexistencia del problema en este sentido al no
considerar al contacto sujeto-objeto como una relación.
Otros dogmáticos, en la antigua Grecia, fueron
Platón y Aristóteles. En los tiempos modernos, los
prekantianos Descartes y Leibniz se convierten en los mayores
representantes de esta doctrina.

Escepticismo. Esta posición
filosófica es completamente contraria al dogmatismo. Niega
que el sujeto pueda aprehender el objeto y por tanto adquirir
conocimiento de él. Mientras el dogmatismo
prácticamente niega el sujeto, el escepticismo hace lo
propio con el objeto. El fundador de esta doctrina es
Pirrón de Elis (360 a.c – 270 a.c). Su posición es
completamente radical al considerar en la conciencia cognoscente
la imposibilidad de aprehender el objeto no existiendo, por
tanto, conocimiento. Al no existir juicio verdadero sobre el
objeto, cualquiera de ellos tendrá esa
característica contradiciendo las leyes lógicas. La
salida de Pirrón a este problema fue el de no emitir
juicio acerca del objeto sino una mera opinión-
doxa. El escepticismo radical queda así
descartado, por contradictorio.

Posterior a esta posición extrema, Arquesilao
(316 a.c – 241 a.c) y Carnéades de Cirene (214 a.c – 129
a.c) plantean una posición escéptica moderada al
considerar que, aún cuando no hay certeza de un
conocimiento verdadero, existe la probabilidad de serlo. Esta
posición también crea una autocontradicción
puesto que el hecho de la probabilidad encierra el
carácter de verdad y al rechazar ese carácter, es
necesario negar la probabilidad. Queda así negada la
posibilidad del escepticismo como tal.

En la era moderna los mayores representantes del
escepticismo fueron el francés Montaigne (1533 – 1592) y
el inglés Hume (1711 – 1776) quienes conformaron nuevas
ramas del mismo conocidas como escepticismo ético
y escepticismo metafísico,
respectivamente.

Al escepticismo, con todo, no se le puede negar su gran
contribución al desarrollo del pensamiento humano. En este
sentido, las palabras de Hessen (op.cit.) son bastante
adecuadas:

Mientras éste [el dogmatismo] llena a los
pensadores e investigadores de una confianza tan bienaventurada
como excesiva en la capacidad de la razón humana, aquel
[el escepticismo] mantiene despierto el sentido de los problemas.
El escepticismo hunde el taladrante aguijón de la duda en
el pecho del filósofo de suerte que éste no se
aquieta en las soluciones dadas a los problemas, sino que afana y
lucha continuamente por nuevas y más hondas soluciones
(p.32).

Subjetivismo. Esta corriente filosófica
está emparentada al escepticismo. Este niega la
posibilidad de conocimiento verdadero en tanto el subjetivismo
establece que si bien existe una verdad, ésta es limitada.
En el subjetivismo, la validez de la verdad se limita al sujeto
ya sea individual o colectivo: el primero constituye un
subjetivismo individual y el segundo, un
subjetivismo general. Existe una corriente, el
relativismo
, muy ligada al subjetivismo en el sentido
según el cual, ambas limitan la validez de la verdad. La
diferencia entre estas dos tendencias radica en el hecho que
mientras el subjetivismo hace depender el conocimiento a factores
propios del sujeto cognoscente, el relativismo hace lo propio
pero acreditándolo a factores externos.

Las raíces tanto del subjetivismo como del
relativismo es necesario buscarlas en la Grecia antigua en las
palabras de Protágoras (486 a.c – 410 a.c) quien en su
obra Sobre el Ser plasmó sus célebres
palabras " el hombre es la medida de todas las cosas". Así
lo remarca Fingermann (op.cit): "porque éstas
[las cosas] son lo que parecen ser a cada uno, en un momento
dado. La verdad depende, como el gusto, del sentimiento
momentáneo del individuo" (p.33).

El relativismo ha encontrado su más conspicuo
representante en Spengler (1880 – 1936) quien en su obra
Decadencia de Occidente, citado por Fingermann
(op.cit): "sólo hay verdades en relación a
una humanidad determinada" (p.124). Así mismo se pronuncia
Hessen (op.cit.): "el círculo de validez de las
verdades coincide con el círculo cultural y temporal de
que proceden sus defensores. Las verdades filosóficas,
matemáticas y de las ciencias naturales sólo son
válidas dentro del círculo cultural a que
pertenecen" (p.33). Tanto el subjetivismo como el relativismo
presentan una contradicción similar al escepticismo. Este
último niega la posibilidad de la verdad en tanto los dos
primeros la aceptan pero con la condición de no ser
universal. En este hecho radica la contradicción puesto
que toda verdad lleva consigo el carácter de
universalidad; si un juicio es válido lo es para todos, si
un juicio es falso, no es válido para nadie.

Pragmatismo. En esta doctrina, al igual que en
el escepticismo, el concepto de verdad como concordancia entre
imagen y objeto es dejado de lado y sólo es tomado como
válido cuando es útil y práctico al sujeto
cognoscente. Para el pragmatismo, Fingermann (op.cit.):
"será verdad todo aquello que le permita [al hombre]
actuar con congruencia en la vida, todo aquello que le resulte
útil y provechoso, especialmente para la vida social"
(p.125). Para el pragmatismo el hombre no es un ser pensante sino
un ser práctico y su verdad consiste en la congruencia que
exista entre conocimiento y practicidad. El padre de esta
corriente filosófica es James (1842 -1910) y uno de sus
principales seguidores en Norteamérica es Dewey (1859 –
1952). En Alemania, su más conspicuo representante es
Nietzche (1844 – 1900).

El error principal o contradicción del
pragmatismo radica en enlazar conceptos tan disímiles como
verdad con útil. Así mismo la experiencia revela
que algunas verdades pueden ser no útiles. Si bien es
cierto, como señala Hessen (op.cit): "el
pensamiento y el conocimiento están ciertamente en la
más estrecha conexión con la vida" (p.37) y en ello
radica la esencia del pragmatismo, también es cierto que
el pensamiento es autónomo y no depende de la vida humana
como pretende esta filosofía.

Criticismo. Esta doctrina concibe una
posición intermedia entre el subjetivismo, relativismo y
pragmatismo – que son formas del escepticismo – y el dogmatismo.
El criticismo tiene del dogmatismo la confianza excesiva en la
razón y la existencia de una verdad en el conocimiento
pero se aleja de él al no aceptar como válido todo
lo proveniente de la razón humana. Hessen
(op.cit.) "el criticismo examina todas las afirmaciones
de la razón humana y no acepta nada despreocupadamente.
Dondequiera pregunta por los motivos y pide cuentas a la
razón humana" (p.37). En otras palabras, el criticismo
toma cuenta de los problemas que puede resolver y los que
están fuera de su alcance.

En la antigüedad griega aparece algo de criticismo
en Platón y Aristóteles. Más modernamente en
Descartes, Leibniz, Locke, Hume y Kant quien fue el verdadero
creador de esta corriente. Con Kant se accede al conocimiento
reduciéndose éste al mundo de los fenómenos
conociendo la realidad sólo como ésta se presenta.
Hessen (op.cit.) define el criticismo como "aquel
método de filosofar que consiste en investigar las fuentes
de las propias afirmaciones y objeciones y las razones en que las
mismas descansan, método que da la esperanza de llegar a
la certeza" (p.38).

Positivismo. Esta corriente tiene su
génesis en el criticismo kantiano. Sostiene la existencia
de límites al saber y constriñe el conocimiento al
campo de la experiencia considerando sólo los hechos
fenoménicos y no las causas primeras ni los fines
últimos; por esto, en el positivismo los hechos son
explicados por otros hechos. El principal representante de esta
doctrina es el francés Comte (1798 – 1857).

Origen del
conocimiento

Esta segunda faceta del problema del conocimiento
está relacionada con la fuente de donde deriva dicho
conocimiento. Existen situaciones o hechos de la realidad, como
por ejemplo: el agua al congelarse expande su volumen, lo cual es
conocido por el sujeto a través de los sentidos. Puede
observarse – sentido de la vista – como mediante el frío
el agua cambia de fase – de líquida a sólida – y a
través de una simple medición, como ha modificado
sus dimensiones. Hubo algo que indicó el cambio de fase –
la experiencia – pero hay otro aspecto del fenómeno
producido como consecuencia del primero – la expansión- el
cual no es sensorial sino fruto de la inteligencia
pudiéndose establecer una causalidad entre uno y otro. La
cuestión radica en conocer cual fue la fuente u origen del
conocimiento: la experiencia sensorial o la inteligencia o
razón. Diversos autores a lo largo de la historia han
tomado posición al respecto. Para algunos sólo es
la experiencia la que promueve el conocimiento; para otros,
sólo lo es la razón y otro grupo, quienes asumen la
posición que ambos aspectos coadyuvan a su
producción.

Sobre este aspecto del problema, diversos
filósofos en diferentes épocas de la historia han
formulado sus teorías al respecto considerándose
como las más importantes: el racionalismo, el empirismo,
el intelectualismo y el apriorismo. De cada una de ellas se
hará una breve reseña señalando sus
principales características y sus más conspicuos
seguidores.

Racionalismo. Esta corriente filosófica
ejerció una influencia decisiva en el pensamiento moderno
a partir de la segunda mitad del siglo XVII. La misma sostiene
que la razón es la fuente determinante en el conocimiento.
En este sentido Hessen (op.cit.):

Un conocimiento sólo merece, en realidad, este
nombre cuando es lógicamente necesario y universalmente
válido. Cuando nuestra razón juzga que tiene que
ser así, y que no puede ser de otro modo; que tiene que
ser así, por tanto, siempre y en todas partes, entonces, y
sólo entonces, nos encontramos ante un verdadero
conocimiento… (p.40).

Las características principales del racionalismo
son, entonces, la necesidad lógica y la validez universal.
Al establecer el juicio "si a=b y b=c, entonces a=c" se establece
una necesidad: tiene que ser así por encima de cualquier
experiencia sensorial; así mismo, este es un razonamiento
el cual tiene validez para toda la humanidad racional. La
principal crítica hecha al racionalismo radica en el hecho
de tomar como fuente de inspiración la matemática,
en la cual sus axiomas y postulados están por encima de
cualquier experiencia sensorial.

En la antigua Grecia, los filósofos
Parménides (515 a.c – 440 a.c) y Demócrito (460
a.c-370 a.c) consideraban al conocimiento como sólo
fundado en el raciocinio puesto que el sensorial era oscuro y no
podía conducir a un verdadero saber. En este mismo orden
de ideas se pronunciaban Sócrates (470 a.c – 399 a.c) y su
discípulo Platón (427 a.c-348 a.c). Platón
considera que de los sentidos sólo puede obtenerse una
mera opinión y no un conocimiento verdadero al estar el
mundo de los sentidos en contínuo cambio debiendo existir
un mundo suprasensible del cual se obtiene el
conocimiento.

El gráfico siguiente muestra
esquemáticamente como concebía Platón la
creación del conocimiento.

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Gráfico 1. El origen
del conocimiento según Platón.
Fuente: En
http://www.
luventicus.org/articulos/03U012/platon.html

Existe un mundo inteligible o de las Ideas que no son
más que los modelos de las cosas empíricas donde el
alma las contempla. Al reencarnar el alma en el cuerpo se produce
un olvido del conocimiento adquirido pero como las cosas del
mundo sensible son copias de las Ideas hechas por el Demiurgo,
son percibidas por el cuerpo al estar éste en
comunicación con el alma lo cual despierta en ésta
un recuerdo o reminiscencia de las ideas olvidadas. Esta
teoría platónica es así conocida como
Teoría del Recuerdo o Reminiscencia.

Posterior a Platón se encuentra en Plotino (205 –
270) una forma de neoplatonismo en el cual se sustituye el mundo
de las Ideas por el Nus Cósmico o Espíritu del
Universo quien es el autor de todo, produciéndose el
conocimiento por la simple relación entre el hombre y el
Espíritu Universal. Posteriormente, Agustín (354 –
430), asume la teoría de Plotino dándole un sesgo
cristiano al transformar el Nus de éste en el Dios del
cristianismo de donde se recibe todo conocimiento por
iluminación. Se conoce así esta teoría como
Teoría de la Iluminación.

El racionalismo alcanza su máximo apogeo con
Descartes (1596 – 1650) en la era moderna. El racionalismo
trascendental de Platón y el teológico de
Agustín dejan paso a un racionalismo metódico o
inmanente. Al hacer referencia a esta doctrina Hessen
(op.cit.) señala: "según ella, nos son
innatos cierto número de conceptos, justamente los
más importantes, los conceptos fundamentales del
conocimiento. Estos conceptos no proceden de la experiencia, sino
que representan un patrimonio originario de la razón"
(p.44). Descartes, por tanto, prioriza el raciocinio como medio
para lograr el conocimiento y señala el primer intento de
establecer un método para alcanzarlo: la duda
metódica. En sus magistrales obras El discurso del
método
y Reglas para la dirección de la
mente
, Descartes presenta la manera cómo alcanzar el
verdadero conocimiento de todas las cosas accesibles al
conocimiento humano.

El siguiente gráfico presenta un esquema de la
manera como entiende Descartes el proceso del
conocimiento:

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Gráfico 2. El
conocimiento según Descartes.
Fuente: En
http://www.luventicus.
org/articulos/03U012/descartes.html.

Descartes en su búsqueda de la veracidad del
conocimiento, comienza considerando como falsa toda
afirmación de la que se pueda dudar. Así, pone en
duda el conocimiento sensible puesto que los datos de los
sentidos no son seguros e incluso indica la no existencia de
indicios ciertos para distinguir sueño de vigilia. De
igual manera pone en duda el conocimiento racional al afirmar que
aún cuando este conocimiento no es sensible, es posible
equivocarse al realizar un cálculo matemático
llegando al extremo de considerar la presencia de un "genio" o
dios maligno que engaña al sujeto. Por encima de cualquier
cosa e incluso del engaño causado por ese genio maligno,
está la propia existencia del hombre de la cual no puede
haber duda por ser una evidencia que se impone.

A pesar de encontrar una certeza absoluta – pienso
luego existo
– y haber definido un criterio de verdad para
todas las otras cosas – claridad y distinción – existe
aún la hipótesis del genio maligno que puede
inducir al error. Descartes subsana esta hipótesis al
colocar a Dios como garante, recobrando el conocimiento
matemático toda su seguridad quedando superada así
esta hipótesis. Las ideas adventicias y facticias se
perciben por los sentidos, las primeras, y mediante la
imaginación, las segundas, en contraposición a las
ideas innatas cuales son las verdaderamente claras y distintas.
Las ideas innatas constituyen el conocimiento absolutamente
seguro; las otras mencionadas, provenientes del exterior,
están sujetas a duda.

Seguidor de Descartes, Leibniz (1646 – 1716) considera a
las ideas innatas como sólo existentes potencialmente en
contraposición a Descartes que las considera acabadas. En
este sentido se pronuncia Fingermann (op.cit.) cuando
señala:

Nuestro espíritu tiene la facultad innata de
formar ciertas ideas independientemente de la experiencia. Por
esto corrige el célebre aforismo aristotélico:
"nihil est in intellectu quod prios non fuerit in
sensu",
con este agregado: "nisi ipse intellectu",
es decir, "nada hay en el intelecto que antes no haya estado en
los sentidos, salvo el intelecto mismo" (p.129).

El racionalismo peca de exclusivista al considerar a la
razón como única fuente del conocimiento así
como de dogmático al deducir de conceptos,
conocimiento.

Empirismo. Esta doctrina filosófica es
completamente opuesta al racionalismo. La misma sostiene que la
única fuente de conocimiento radica en los sentidos y en
el sujeto cognoscente no hay ninguna idea "innata" ni
ningún concepto a priori de la razón. Los
empiristas deducen sus conclusiones de los hechos observables –
ciencias naturales – los cuales, después de ser
comprobados, son fuente de nuevos conocimientos, es decir, una
condición indispensable para adquirir conocimiento es
tener nuevas experiencias.

El origen del empirismo se encuentra en los sofistas,
principalmente Protágoras, y en los estoicos quienes
fueron los primeros en considerar el alma como una
tábula rasa o tabla en blanco donde escribe la
experiencia. En la filosofía moderna, Locke (1632 – 1704)
es considerado el fundador de esta corriente. Combate fuertemente
al racionalismo sobre todo en el concepto de las ideas innatas de
Descartes y plantea la existencia de dos experiencias:
interna y externa. A este respecto "en Locke
aparecen la experiencia externa (sensorial) y la experiencia
interna (reflexión) como dos fuentes casi independientes
del conocimiento cuya relación no está claramente
determinada, pero cuya independencia es señalada
categóricamente por el filósofo". Sin embargo
aún cuando Locke establece el valor sensorial del
conocimiento, no deja de admitir que existen verdades que no
proceden de la experiencia y señala, por ejemplo, las
verdades de las matemáticas. Es así como Locke
infringe el principio empirista al admitir ideas a
priori.

Hume (1711 – 1776) se constituyó en el principal
continuador de la doctrina de Locke. Aplicó el
método científico al estudio del espíritu
humano en un análisis similar al realizado por Newton a
los fenómenos físicos. Combate fuertemente el
principio de las ideas innatas de Descartes pero al igual que
Locke reconoce en la matemática un conocimiento
independiente de la experiencia con lo cual también
infringe el principio fundamental del empirismo.

En el siguiente gráfico puede verse
esquemáticamente el proceso del conocimiento tal como lo
entendía Hume:

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Gráfico 3. El origen
del conocimiento según Hume
. Fuente: En http://www.
luventicus.org/articulos/03U012/hume.html

Hume entiende por percepciones a los elementos
básicos de la actividad del espíritu dividiendo a
las mismas en impresiones e ideas. Las impresiones son
percepciones intensas que pueden provenir de la sensación
externa – ver, oír, tocar – o de la interna – desear,
odiar -. Las ideas por su parte son las representaciones de la
memoria y la fantasía siendo más débiles y
oscuras que las impresiones y surgen en nosotros sobre la base de
éstas. De esta manera asienta Hume el principio
según el cual todas las ideas proceden de las impresiones
y no son más que copias de ellas. A partir de las ideas el
espíritu razona y construye proposiciones e ideas
complejas. Las ideas más generales provienen de las
simples y si no se dan en el mismo orden en el cual se dan las
impresiones de donde provienen, la idea compleja no responde a
dichas impresiones sino a la imaginación. Las
proposiciones construidas sobre la base del razonamiento son de
razón – necesarias – o de hecho – contingentes. En las
primeras, la verdad depende de las mismas ideas pensadas
permitiendo alcanzar un conocimiento verdadero puesto que su
contenido es necesario. En las segundas, no hay posibilidad de
alcanzar un conocimiento cierto ya que no hay necesidad sino
contingencia pudiéndose pensar lo contrario sin
contradicción.

Como fue señalado, Hume al igual que Locke
infringen el principio básico del empirismo al considerar
que cierto conocimiento puede ser alcanzado sin la
intervención de la experiencia. En este sentido, Hessen
(op.cit.) se refiere a algunas relaciones
matemáticas, como el Teorema de Pitágoras: "pueden
ser descubiertas por la pura actividad del pensamiento, y no
dependen de cosa alguna existente en el mundo. Aunque no hubiese
habido nunca un triángulo, las verdades demostradas por
Euclides conservarían por siempre su certeza y evidencia"
(p.48).

Condillac (1715 – 1780) transformó el empirismo
en sensualismo reprochando a Locke la presencia de una
experiencia interna al considerar la sóla existencia de
una fuente u origen del conocimiento como lo es la
sensación. En clara referencia al sensualismo, Hessen
(op.cit.): "el alma sólo tiene originariamente
una facultad: la de experimentar sensaciones. Todas las
demás han salido de ésta. El pensamiento no es
más que una facultad refinada de experimentar sensaciones"
(p.48). Con posterioridad a los nombrados, Stuart Mill (1806 –
1878) se presenta más radical en el empirismo al reducir
el conocimiento matemático a la experiencia. Para este
filósofo nada hay independiente de la experiencia
incluyendo las leyes lógicas del pensamiento.

Intelectualismo. Esta corriente
epistemológica se encuentra ubicada entre el racionalismo
y el empirismo. Sostiene, coincidiendo con el racionalismo, la
existencia de juicios con carácter de necesidad y
universalidad pero no concibe a los conceptos – elementos de los
juicios – con existencia a priori en la razón. Del
empirismo toma el hecho que los conceptos provienen de la
experiencia, por consiguiente, tanto la razón como la
experiencia contribuyen a formar el conocimiento
humano.

El intelectualismo nace con Aristóteles (384 –
322) al hacer una síntesis entre el racionalismo –
proveniente de su maestro Platón – y su inclinación
hacia la naturaleza -empirismo -. El gráfico que ha
continuación se presenta, muestra esquemáticamente
la manera como este filósofo concebía al proceso
del conocimiento:

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Gráfico 4. El origen
del conocimiento según Aristóteles
. Fuente: En
http://www.
luventicus.org//articulos/03U012/aristoteles.html

Para Aristóteles el objeto del conocimiento es la
substancia, la cosa en sí con materia – particular – y
forma – universal -. Las Ideas de Platón no forman ya un
mundo supraterreno, un mundo independiente del objeto, sino que
se encuentran dentro de las cosas dándole forma a la
substancia. La facultad sensible – sentidos – percibe el objeto
formando una imagen donde está contenida la Idea de la
cosa. Aristóteles afirma que sin representación
sensible el alma no puede pensar; si carecemos de un sentido,
carecemos de los conocimientos correspondientes y lo reafirma al
señalar como "un ciego de nacimiento no tiene
conocimiento de los colores
". Lo percibido por los sentidos
es, en cierta forma, filtrado por el sentido común para
que pueda ser captado por la imaginación
elaborándose una imagen del objeto. Las imágenes de
la fantasía o imágenes sensibles poseen la esencia,
la Idea de la cosa, sólo hace falta extraerla para
realizar el conocimiento. Esto se logra mediante una facultad del
intelecto: el entendimiento real – abstracción –
quien según Aristóteles "ilumina o alumbra el fondo
de las imágenes sensibles, la Idea de la cosa" para ser
recibida por el entendimiento posible – pasivo –
generándose el concepto de la cosa.

La teoría aristotélica del intelectualismo
tuvo en Tomás de Aquino (1225 – 1274) su continuador en la
edad media. Este admite, como Aristóteles, un intelecto
activo – agente – y un intelecto posible – pasivo – quien juzga
sobre las imágenes que recibe del agente.

Apriorismo. Esta doctrina filosófica
configura otra manera de mediar entre el racionalismo y el
empirismo. Contra el empirismo afirma la existencia de ideas a
priori las cuales no se originan en la experiencia; contra el
racionalismo señala que no se conoce la realidad de las
cosas en sí sino tal como se manifiestan en los
fenómenos; es decir, mientras el racionalismo considera
los elementos a priori como conceptos perfectos, el apriorismo
los trata como de naturaleza formal. Con respecto al
intelectualismo, coincide en admitir un factor racional y un
factor empírico en el conocimiento humano, pero se separan
cuando éste deriva lo racional de lo empírico. El
apriorismo rechaza esta idea al significar que lo a priori no
deriva de la experiencia sino de la razón.

El creador de esta posición filosófica es
Kant (1724 – 1804) para quien su filosofía es un intento
mediador entre el racionalismo de Descartes y Leibniz y el
empirismo de Locke y Hume. Y lo hace, Hessen (op.cit.)
"declarando que la materia del conocimiento procede de la
experiencia, y que la forma procede del pensamiento"
(p.52).

El siguiente gráfico muestra un esquema del
proceso del conocimiento como fue concebido por Kant:

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Gráfico 5. El origen
del conocimiento según Kant.
Fuente: En http://www.
luventicus.org/articulos/03U012/kant.html

Kant no duda sobre la posibilidad de alcanzar el
conocimiento científico: Newton ya lo había
demostrado. Y sabe que este conocimiento no puede estar centrado
en la experiencia por lo cual sienta sus bases en el sujeto
cognoscente. En la filosofía kantiana, el sujeto no
encuentra el objeto como algo acabado, sino que lo
construye.

Para Kant la cosa en sí – noúmeno
– es la realidad como es en sí misma la cual permanece
incognoscible. Los sentidos forman impresiones del noúmeno
que penetran en el intelecto en forma caótica el cual, a
través de las formas a priori de la sensibilidad – espacio
y tiempo – las ordena construyendo el fenómeno. Hessen
(op.cit.) lo refiere así: "las formas de la
intuición son el espacio y el tiempo. La conciencia
cognoscente empieza introduciendo el orden en el tumulto de las
sensaciones, ordenándolas en el espacio y en el tiempo, en
una yuxtaposición y en una sucesión" (p.52). Estos
fenómenos, vinculados a través de las
categorías del entendimiento, los cuales también
son formas a priori, permiten elevar estos fenómenos a
objetos fenoménicos quienes a través del raciocinio
se unifican en tres grandes Ideas de la razón pura:
mundo, donde se entrelazan los fenómenos de la
sensibilidad externa; alma – o el yo – donde se agrupan
los fenómenos de la sensibilidad interna; y Dios,
donde se unifican los dos anteriores.

El apriorismo toma base en la experiencia pero termina
de construir el conocimiento con las leyes inmanentes del
pensamiento. Si se hace una comparación entre apriorismo e
intelectualismo con el racionalismo y empirismo, se nota que el
intelectualismo se acerca al empirismo y el apriorismo, al
racionalismo.

Esencia del
conocimiento

Esta faceta del problema del conocimiento tiene que ver
con la correspondencia del mismo con una realidad objetiva o no.
El núcleo del problema radica en la determinación
del sujeto por el objeto o viceversa, es decir, ¿
quién trasciende a quién? Si se deja fuera el
carácter ontológico de ambos: sujeto y objeto, se
está en presencia de una respuesta
premetafísica del problema la cual puede asumir
dos posiciones: objetivismo y subjetivismo según
que lo decisivo sea el objeto o el sujeto en la relación
del conocimiento. Si, por otra parte, se considera el
carácter ontológico del objeto se está en
presencia de una solución metafísica al
problema con sus tres acepciones: idealismo, realismo y
fenomenalismo.
Finalmente, Hessen (op.cit.), se
puede tener una tercera solución al problema cual es la
teológica. En este sentido se hará una
breve reseña de las diferentes soluciones presentadas
así como sus más conspicuos
representantes.

Las principales soluciones de carácter
premetafísico al problema de la esencia del
conocimiento son: el objetivismo y el subjetivismo. En
el objetivismo lo fundamental es el objeto quien
determina al sujeto el cual sólo reproduce las cualidades
del objeto. Para esta corriente, el objeto es algo dado, algo
acabado que enfrenta al sujeto cognoscente quien se limita a
reconstruirlo. El primer representante del objetivismo
fue Platón quien con su Teoría de las Ideas encarna
el principio fundamental de la corriente. Para Platón las
ideas son realidades objetivas y así como se descubren las
cosas del mundo sensible mediante la percepción,
así se descubren las ideas del mundo inteligible o
suprasensible mediante la intuición de las ideas –
contemplación. Más recientemente, Husserl (1859 –
1938) se convierte en el principal representante de esta doctrina
siendo el fundador de la fenomenología. Este
filósofo, Fingermann (op.cit.), "distingue una
intuición sensible, que tiene por objeto las cosas
concretas, las cosas individuales, y una intuición no
sensible, cuya finalidad son las esencias generales de las cosas.
Lo que Platón llama Idea, Husserl lo denomina esencia"
(p.133).

El subjetivismo es una posición opuesta
al objetivismo donde lo fundamental es el sujeto. Pero no el
sujeto individual sino un sujeto superior – trascendente – lo que
trae a colación el racionalismo plotiniano y agustiniano
cuando colocan el mundo de las Ideas platónicas en el Nus
cósmico o espiritual y en el Dios cristiano,
respectivamente. Es así como lo principal del conocimiento
no consiste en enfrentar un mundo objetivo sino mirar hacia aquel
sujeto supremo de quien recibe el espíritu cognoscente
todo conocimiento en una especie de iluminación. En el
siglo XX el subjetivismo encontró adherencia en
los neokantianos de la Escuela de Marburgo: Cohen, Natorp y
Cassirer quienes consideran, Fingermann (op.cit.), "el
sujeto en quien se opera el conocimiento es un sujeto
lógico, es decir, una conciencia en general, formada por
el conjunto de las leyes y los conceptos supremos de nuestro
conocimiento" (p.133). De esta forma es la conciencia del sujeto
la que determina al objeto.

Con respecto a las soluciones
metafísicas del problema en cuestión se
tienen tres figuras que tratan de responder al mismo:
realismo, idealismo y fenomenalismo. En lo que concierne
a la primera de las soluciones, el realismo considera
que existen cosas reales independientes de la conciencia. Las
percepciones de los objetos se corresponden exactamente con la
cosa. Así, por ejemplo, los colores de las cosas son
condiciones intrínsecas a ellas, le pertenecen, sin
intervención alguna del sujeto percipiente. Este realismo
data de los principios de la filosofía griega y es
conocido como realismo ingenuo.

Otra acepción del realismo se tiene en el
realismo natural el cual, si bien es cierto que coincide
con el ingenuo en su característica fundamental de la
copia exacta del objeto, se aparta un tanto de él al hacer
reflexiones críticas sobre el conocimiento; es decir, no
identifica el contenido de la percepción y el objeto, sino
que los distingue. Otra forma de realismo más moderno, si
bien tiene su primer representante en Demócrito (460 a.c –
370 a.c), es el realismo crítico quien considera
que las cualidades de las cosas yacen en la conciencia y surgen
cuando ciertas condiciones o estímulos actúan sobre
nuestros sentidos. Es sin embargo menester, Hessen
(op.cit.): "suponer en las cosas ciertos elementos
objetivos y causales para explicar la aparición de estas
cualidades. El hecho de que la sangre nos parezca roja y el
azúcar dulce ha de estar fundamentado en la naturaleza de
estos objetos" (p.61).

En relación al idealismo éste
sostiene, en antítesis al realismo, que no hay cosas
reales independientes de la conciencia cognoscente. Se presenta
en dos formas: el idealismo subjetivo o
psicológico
y el idealismo objetivo o
lógico.
En el primero toda la realidad se encuentra
en la conciencia del sujeto. En este sentido se pronuncia
Fingermann (op.cit.):

Los cuerpos no son otra cosa que los contenidos de
nuestra percepción. Una manzana, por ejemplo, no consiste
más que en un complejo de sensaciones visuales, olfativas,
gustativas y táctiles. La existencia de las cosas consiste
en su percepción; de ahí la fórmula esse est
percipi: existir es ser percibido (p.134).

Respecto al otro formato del idealismo, el objetivo
o lógico,
es esencialmente distinto del anterior al
tomar como punto de partida la objetividad de la ciencia tal como
aparece en las obras científicas. El ser de las cosas no
se reduce a ser percibido sino a ser creado por el pensamiento.
Un ejemplo tomado de Fingermann (op.cit.) ayudará
a diferenciar las formas del idealismo con el
realismo:

Consideremos un trozo de madera. Para el realista la
madera existe como objeto fuera e independientemente de la
conciencia del sujeto. Para el idealista subjetivo la madera
sólo existe en nuestra conciencia como conjunto de
fenómenos. Para el idealista objetivo o lógico, la
madera no existe ni en nosotros, ni fuera de nosotros. Necesita
ser engendrada por el pensamiento, y esto se produce en la forma
siguiente: al formar el concepto madera, nuestro pensamiento
produce el objeto madera. La madera no es, por lo tanto, un
objeto real, ni un contenido de la conciencia. No es más
que un concepto, un ser lógico, un ente ideal
(pp.134-135).

La tercera solución metafísica al problema
de la esencia del conocimiento lo constituye lo
fenomenológico. El fenomenalismo, como
doctrina, propende a conciliar las otras dos tendencias: realismo
e idealismo. Así como en el problema del origen del
conocimiento Kant con su apriorismo trata de conciliar el
racionalismo con el empirismo, así mismo trata de hacerlo
acá con lo fenomenológico. En su esencia
esta corriente señala que las cosas no se conocen como son
en sí sino como se aparecen. Al tratar la posición
conciliadora del fenomenalismo, Hessen
(op.cit.) hace la siguiente consideración: "el
fenomenalismo coincide con el realismo en admitir cosas reales;
pero coincide con el idealismo en limitar el conocimiento a la
conciencia, al mundo de la apariencia…" (p.70). De esta forma
el fenomenalismo kantiano puede sintetizarse en lo siguiente: no
se conoce la cosa en sí, el conocimiento se limita a los
fenómenos y surge en la conciencia al ordenar las
impresiones con arreglo a las formas sensibles a priori de la
sensibilidad y entendimiento.

La tercera solución al problema de la esencia del
conocimiento lo constituye la forma teológica con
sus dos vertientes: monista- panteísta y dualista-
teísta.
La solución teológica
pretende, como señala Hessen (op.cit.),
"remontarse al último principio de la realidad, lo
absoluto, y tratar de resolver el problema partiendo de
él" (p.75). En el monismo se trata de confundir
en una sola unidad el objeto y el sujeto quienes son, en el
fondo, dos aspectos de una sola realidad. El mayor representante
de esta corriente fue Spinoza (1623 – 1677) quien coloca en el
centro de su teoría a la sustancia. Por otra
parte en el dualismo- teísta la solución
del problema está en la idea de Dios – divinidad – como
origen de objeto y sujeto. Su mayor auge lo experimentó en
la edad media con Agustín y Tomás de Aquino
aún cuando se presenta también en Descartes y
Leibniz.

Formas del
conocimiento

Esta cara del problema del conocimiento se refiere a la
forma como se aprehende el objeto. Köhler, citado por Hessen
(op.cit.), señala en su obra El problema de la
Realidad: "estamos inermes frente al problema de la realidad si
sólo admitimos con Kant dos fuentes de conocimiento: la
sensación y el pensamiento" (p.90). El mismo autor
señala que la verdadera solución al problema
sólo es posible si se considera otra fuente de
conocimiento diferente a las mencionadas: la experiencia
interna y la intuición.

La conciencia cognoscente discurre en torno al objeto de
modo de aprehenderlo realmente produciéndose un
conocimiento mediático o discursivo. Pero así, como
señala Köhler, no es la única forma de conocer
el objeto, existe otra manera no sensible llamada
intuición espiritual. Hessen (op.cit.)
manifiesta: "cuando, por ejemplo, comparamos el rojo y el verde y
pronunciamos el juicio: "el rojo y el verde son distintos", este
juicio descansa patentemente en una intuición espiritual
inmediata" (p.78).

Esta intuición ha sido planteada a lo largo de la
historia por diferentes filósofos: Platón la
señala al referirse al mundo de las Ideas, Plotino con el
Nus espiritual, Agustín con el Dios cristiano, Descartes
al reconocerla como un medio autónomo de conocimiento.
Así mismo Pascal pone al lado del conocimiento por el
intelecto un conocimiento por el corazón; Hume la denomina
"belief" entendiendo por tal una aprehensión intuitiva;
Messer reconoce la intuición en el terreno de los valores;
Volkeet la asume como una vivencia inmediata de algo
inexperimentable; Bergson considera que sólo la
intuición puede penetrar la esencia de las cosas; para
Dilthey es entrar en contacto con la realidad de un modo emotivo
y volitivo.

Este concepto de intuición ha tenido detractores
a lo largo del tiempo estando entre ellos: Aristóteles y
Tomás de Aquino quienes consideran sólo un
conocimiento lógico, discursivo; Spinoza, Leibniz y Kant
para quienes la intuición no juega papel de importancia en
el conocimiento; Cohen, de la Escuela de Marburgo, se vuelve
contra los predicadores de la intuición; la Escuela de
Baden y Geyser tienen una opinión claramente negativa.
Probablemente la idea más apropiada sea la de Messer, en
Fingermann (op.cit.), "las intuiciones podrán
conmover nuestro corazón, pero no suministran un
conocimiento. Sólo podrá suministrar ciertos datos
para el conocimiento, pero será menester que estos datos
sean elaborados e interpretados por el pensamiento"
(p.137).

Criterio de la
verdad

Esta última vertiente del problema se refiere a
la condición de veracidad o no de un conocimiento. De
acuerdo con Fingermann (op.cit):

Si consideramos cualquier conocimiento, se nota
fácilmente que dicho conocimiento ofrece una triple
relación:

1º En primer término, todo conocimiento
está en relación con el objeto que es
conocido

2º En segundo lugar, el conocimiento de ese objeto
se halla en relación lógica y necesaria con otros
conocimientos, vale decir, que hay una coherencia entre
ellos.

3º El conocimiento se encuentra relacionado con la
vida práctica, con lo útil para nuestra existencia
(p.140).

Con anterioridad se mencionó el hecho
según el cual para la conciencia, la verdad del
conocimiento consiste en la concordancia del contenido del
pensamiento con el objeto. Esta concepción de la verdad
posee rasgo trascendente pero existe otro concepto en
este sentido el cual señala que un conocimiento es cierto
si el contenido del pensamiento concuerda con el pensamiento
mismo constituyendo la inmanencia de la verdad. De esta
forma se pueden considerar dos criterios de verdad: el
trascendente,
en la concordancia de pensamiento y objeto, y
el inmanente, en la concordancia del pensamiento consigo
mismo. Sin embargo algunos autores como James consideran que la
verdad del conocimiento radica en el hecho de su utilidad para la
vida práctica.

Los conceptos de verdad mencionados han tenido
críticas a favor y en contra a lo largo de la historia. El
concepto trascendente de la verdad del conocimiento es una
posición asumida por el realismo al considerar que existen
cosas reales independientes de la conciencia, todo lo contrario
del idealismo el cual se identifica con la idea de que no existen
cosas reales fuera de la conciencia cognoscente
identificándose claramente con el concepto inmanente de la
verdad del conocimiento. Este concepto es también recogido
por el fenomenalismo quien aún cuando acepta la presencia
de objetos reales, éstos son incognoscibles por el sujeto
negando por tanto el carácter inmanente de la veracidad
del conocimiento. En cuanto a la tercera opción, en el
pragmatismo, se deja de lado la concordancia entre sujeto y
objeto y sólo se considera válido aquel
conocimiento que es útil y práctico al sujeto
cognoscente. Esta idea de verdad del pragmatismo se contradice
puesto que enlaza conceptos tan diferentes como verdad con
utilidad.

Con la cuestión del carácter de verdad del
conocimiento se culminan los cinco aspectos señalados del
problema del conocimiento. Se ha pretendido plantearlos en forma
sucinta pero con bastante claridad a manera de promover un
fácil entendimiento toda vez que este aspecto – en
profundidad filosófica – no es objetivo de la
investigación más que introducir a la
consideración de las teorías cognitivas del
aprendizaje quienes serán planteadas en el capítulo
próximo.

La Ciencia como Sistema de
Conocimientos

Al comienzo del capítulo se trató acerca
de la aparición de la mente humana – raciocinio o
inteligencia – y se mencionaron diversas teorías que
explican o tratan de explicar la presencia del fenómeno.
Así mismo se señaló el hecho según el
cual, con la aparición de la mente, se produjo un
crecimiento o evolución más complejo en el hombre y
su sociedad con la solución creativa de problemas lo cual
se tradujo en un aumento del conocimiento y, como consecuencia,
la aparición de las primeras formas de ciencia –
protociencia o presciencia -. La sedentarización primero y
el comercio después produjeron avances significativos en
las artes y técnicas primitivas señalando el camino
para que escribas y sacerdotes fungieran como los primeros
científicos de la historia.

Actividades religiosas y culturales de ese remoto pasado
tales como: observación de los astros, comunicación
con el mundo de los muertos, interpretación de
sueños, adivinación del futuro, entre otras, las
cuales en la actualidad se considerarían como
supersticiones o supercherías constituyeron o sentaron los
cimientos de lo que, con el devenir del tiempo, sería la
astronomía, astrología, psicología,
sólo por mencionar algunas de las ciencias del presente.
No es válido caer en el error de considerar esas antiguas
creencias como ignorancia; antes por lo contrario, constituyeron
los primeros intentos de entender y explicar los fenómenos
de la naturaleza.

En este orden de ideas pueden señalarse los
avances de la matemática, astronomía, medicina,
arquitectura, entre otras, en los pueblos babilónico y
mesopotámico y egipcio – sobre todo a partir del 2.000 a.c
– en el cercano oriente, y los pueblos hindú y chino en el
oriente más alejado. Grandes fueron los avances en las
"ciencias" mencionadas en esas civilizaciones conduciendo a la
creación de conocimientos extrañamente similares
cuando se presume que no hubo contacto alguno entre ellos, lo que
continúa siendo uno de los misterios de la
humanidad.

En el mundo occidental se desarrolló una ciencia
más avanzada con los griegos – sobre todo a partir del
siglo V a.c – en campos como matemática y filosofía
produciéndose las primeras explicaciones de cómo el
conocimiento es aprehendido por el hombre. Los eleáticos y
pitagóricos como Heráclito, Zenón,
Pitágoras, entre otros, fueron al comienzo de la
filosofía griega los precursores de esta actividad que con
el correr del tiempo devino en ciencia: epistemología,
gnoseología o filosofía de la ciencia. Los
mencionados fueron dogmáticos al igual que Platón y
Aristóteles; Protágoras fue el padre del
relativismo; las raíces del racionalismo se encuentran en
Parménides y Demócrito; el origen del empirismo se
tiene en los sofistas; el intelectualismo nace con
Aristóteles; es decir, todas las corrientes principales de
la filosofía de la ciencia tuvieron su origen en la
filosofía griega.

Como se mencionó en el capítulo III, la
era de oro de la filosofía y ciencia griega llegó a
su fin hacia el 300 d.c. Las invasiones bárbaras se
sucedían por toda Europa causando – entre otras razones –
la caída del Imperio Romano de Occidente y el comienzo de
una era de oscurantismo que se mantuvo por toda la edad media
hasta el siglo XVI. A la par de esta situación, el
cristianismo experimentó un auge inusitado fungiendo como
depositario del arte y ciencia conocidos haciendo prevalecer su
doctrina filosófica escolástica basada en el
dogmatismo de Agustín y Tomás de Aquino. Este
escolasticismo esgrimía como problema fundamental la
relación entre conocimiento y fe teniendo ésta
última prioridad sobre la razón. Hacia mediados de
la Edad Media – siglo XIII – con la figura de Bacon (1220 – 1292)
se comienza a experimentar un vuelco en la escolástica y
un nuevo entender de la ciencia al separar la noción de
materia de la noción de Dios. Bacon planteaba ya que el
experimento era una fuente del saber pero no bastaba por si
sólo y había de recurrir a una instancia
superior.

El renacimiento se presenta con una nueva cultura
oponiendo el carácter laico de la ciencia al
escolástico-religioso predominante en la edad media. Se
comienza un estudio sistematizado de la ciencia de manera
experimental haciendo al hombre centro del universo: Galileo
(1564 – 1642) funda el método
experimental-matemático de investigación de la
naturaleza dando pié al desarrollo de una nueva etapa en
el pensamiento filosófico de los siglos XVII y XVIII;
Bacon (1561 – 1626) trató de establecer las reglas del
método científico teniendo como norte que el objeto
de la ciencia es permitirle al hombre dominar la naturaleza.
Bacon rompe con Aristóteles al señalar, Castro
(1994): "el verdadero método consiste en la
reelaboración mental de los materiales proporcionados por
la experiencia. El método es el medio principal de la
investigación" (p.48).

En los siglos XVII y XVIII, como observa Castro
(op.cit.), "la divisa de los filósofos y
naturalistas de los nuevos tiempos no es "la ciencia por la
ciencia" sino la multiplicación del poderío del
hombre sobre la naturaleza, el perfeccionamiento, la
potenciación, su salud y belleza. La nueva ciencia se
apoya sobre todo en la práctica de la producción
material (p.49).

En este escenario nacen dos de las concepciones
más importantes sobre el origen del conocimiento: el
racionalismo de Descartes y el empirismo de Locke, ya presentados
en párrafos anteriores del presente capítulo. Para
el primero es la razón y no los sentidos la fuente del
conocimiento, para el segundo es lo contrario. Comienza
así un nuevo periodo para la ciencia. En este sentido,
Castro (op.cit.) al referirse a Descartes indica: "su
distinción entre existencia y esencia material condujo a
la dicotomía entre abstraccionismo científico y
existencialismo humanista… [lo que] culminó en la
creación de las matemáticas modernas y las ciencias
físicas" (p.49). Con el racionalismo de Descartes, Spinoza
y Leibniz, y el empirismo de Locke y Hume, se produce un cambio
radical en el modo de pensar de la época tanto en las
ciencias naturales – geología, química,
fisiología – como en los aspectos culturales. Estos
cambios unidos a la filosofía kantiana de finales del
siglo XVIII marcan el camino hacia otras doctrinas del siglo XIX
que conformarán la idea de ciencia de ése y del
venidero siglo XX.

El irracionalismo de Shopenhauer (1788 – 1860); el
existencialismo de Kierkegard (1813 – 1855); el materialismo
antropológico de Feuerback (1804 – 1872); el socialismo de
Marx (1818 – 1883) y Engels ( 1820 – 1895); el positivismo de
Comte (1798 – 1857); el empirismo clásico de Stuart Mill
(1806 – 1873) y Spencer ( 1820 – 1903), son sólo algunos
de los más importantes movimientos filosóficos del
siglo XIX que condicionan la aparición de otras corrientes
– en el siglo XX – preparatorias de la concepción de
ciencia contemporánea.

La Ciencia en el Siglo XX

El racionalismo cartesiano dictó las pautas de la
ciencia desde el siglo XVII hasta el siglo XIX. El cogito
ergo sum
presenta al hombre como centro del universo
desviando la atención del dogmatismo escolástico
que veía en Dios la fuente suprema del conocimiento.
Galileo funda la mecánica moderna e introduce la
matemática para la explicación de las leyes de la
física al establecer una formulación para el
principio de inercia y una interpretación acerca del
movimiento rectilíneo de los cuerpos y en caída
libre sentando las bases para que Newton hacia 1687, en los
Principios Matemáticos para la Filosofía Natural,
desarrollara toda una ciencia basada en la dualidad causa-efecto
la cual sería pilar fundamental de la era conocida como
modernidad.

Los finales del siglo XIX con las corrientes
filosóficas ya mencionadas: materialismo, positivismo,
empirismo, entre otras, unidas a un vertiginoso crecimiento de la
física: la unificación de los campos
eléctrico y magnético por Maxwell en la
teoría electromagnética; el descubrimiento de las
geometrías no-euclídeas como las de Riemann y
Lobatchesky; la teoría cuántica de Planck, entre
otras, decretan el "fin" de la física newtoniana y el
comienzo de una nueva – la relativista de Einstein – que sienta
las bases de la ciencia del siglo XX.

Visto de esta manera pareciera que la ciencia ha
avanzado por un camino mullido y sin mayores contratiempos.
¡ Nada más alejado de la realidad!. Morales
(op.cit.), en este sentido, aclara:

Repensar la ciencia no es algo que ocurre de la noche a
la mañana, de ello dan cuenta los grandes pensadores como
Galileo, Kepler y Copérnico. Ellos cargaron el peso de
iniciar el nuevo paradigma… y fueron cuestionados por los
principios "teocéntricos" imperantes en el momento; sin
embargo, se abrieron paso entre las vicisitudes y opiniones
desfavorables al intentar dar a conocer lo profundo de sus
descubrimientos… (p.122).

Los primeros años del siglo pasado se
caracterizan desde el punto de vista filosófico por una
discusión a fondo de los principales problemas
epistemológicos y ciertas fisuras, en este sentido,
comenzaron a distanciar a las diferentes escuelas del
pensamiento. Durante la casi primera mitad del siglo XX las
discusiones sobre filosofía de la ciencia se concentraron
en dos grandes polos: la Escuela de Berlín, bajo la tutela
de Reichenbach y la Escuela o Círculo de Viena con Carnap
como guía. García (2003) establece los principios
rectores de estos movimientos:

Es posible extraer tres ingredientes que constituyeron
el meollo de la teoría que surgió de estas
escuelas. Estos son: a) los criterios de Ernst Mach referentes a
la física y, en general a las ciencias empíricas;
b) los criterios de Henri Poincaré, relativos al papel de
las matemáticas en la física; c) la
revolución en la lógica iniciada por Frege y que
culminó en los Principia Matemática de
Whitehead-Russell (p.39).

Respecto a Mach, estas escuelas tomaron su insistente
principio de la verificabilidad como criterio para justificar el
sentido. De esta manera se afirmó que todo conocimiento
podía reducirse a un análisis de las sensaciones y
se promocionó una nueva mecánica en crítica
a la newtoniana la cual hizo tambalear los rígidos
preceptos de ésta en una época donde se estaban
produciendo los grandes cambios paradigmáticos de la
física conocida. El segundo aspecto asimilado por las
escuelas mencionadas fue la Tesis de la Convencionalidad de
Poincaré la cual llenó el vacío dejado por
Mach caracterizado por dos temas primordiales: el papel que
juegan las matemáticas en la física y el hecho de
poder explicar ciertos fenómenos físicos no
observables. La tesis de Poincaré establece que las leyes
de la mecánica son sólo convenciones no
arbitrarias, las cuales tienen un origen experimental y cuyos
términos teóricos pueden expresarse en lenguaje
matemático.

El tercer ingrediente que marcó definitivamente a
las Escuelas neopositivistas de Berlín y Viena fue la
tremenda revolución en la lógica conducida por
Frege y remarcada con gran maestría por Russell y
Whitehead. Estos pretendieron demostrar que la matemática
podía reducirse a las leyes de la lógica influyendo
definitivamente en la concepción de las teorías
científicas sobre todo en el Círculo de
Viena.

El neopositivismo de las Escuelas de Berlín y
Viena pronto tropezó con obstáculos graves que se
convirtieron en insalvables para esta teoría de la
ciencia. El ejemplo más notorio con el cual se
refutó la teoría neopositivista fue el concepto de
fragilidad. Dicho ejemplo es el siguiente: Sea "x es
frágil "(1). Así mismo, "en cualquier momento, si x
sufre un golpe en ese instante entonces x se romperá en
ese mismo momento" (2). La trampa quedó así
montada. En la lógica, base de la teoría, el
condicional "si… entonces" establece que si el antecedente es
falso, el consecuente es verdad. La expresión (2) es
verdad para cualquier objeto x que no ha sido golpeado siendo
también verdadera la fórmula (1). En consecuencia,
un objeto x no golpeado es, por definición, frágil
no siendo ésta la acepción dada a esta palabra. Por
tanto la proposición es incorrecta.

Los problemas del neopositivismo fueron aumentando y la
cuestión se centró en el término
"directamente observable" de las teorías empíricas.
En este sentido, García (op.cit.)
señala:

Ya sea que se crea poseer definiciones directas de
términos teóricos en términos observables, o
que se dispone de definiciones parciales siempre relativas a la
experiencia o que se de un significado empírico a la
teoría como un todo, y no a cada término en si
mismo, en todos los casos se termina en el concepto de
observaciones directas (p.42)

Y es éste el punto que plantea un problema
más para el neopositivismo, como ya se indicó,
siendo que es sumamente difícil establecer una
demarcación clara entre los observables y los no
observables. Para un físico, por ejemplo, inferir una
propiedad como consecuencia de una medición, es un
observable lo cual puede no serlo para el filósofo quien
entiende por el término lo percibido por los sentidos.
Todos estos puntos fueron haciendo mella en la teoría al
llegarse a la conclusión según la cual las
observaciones directas involucran algún tipo de
construcción por parte del observador.

La década de los 50`s y 60`s , con la entrada en
escena de las computadoras, la transición del conductismo
hacia el cognitivismo, el cambio de la física relativista
a la probabilística, entre otros, marca también un
repensar del concepto de ciencia y como ésta se produce y
desarrolla. Reichenbach señala que la ciencia se produce
en forma caótica y es necesario establecer dos conceptos
para definir una teoría científica: el contexto
del descubrimiento y el contexto de la justificación.

García (2000) se refiere a Reichenbach: "una teoría
de la ciencia no debería tratar de explicar como se
construyen las teorías científicas, como surgen en
la mente de los científicos. Su tarea sería
más bien justificar, establecer sobre bases sólidas
las pretensiones de la teoría" (p.43). La crítica a
esta posición de Reichenbach es, como señalaron en
la época, que una teoría no puede ser explicada
independientemente de cómo fue formulada y es dentro de su
contexto como se entiende su significado real y como puede ser
justificada.

La posición de Reichenbach fue, por tanto,
rechazada y sustituida por una nueva teoría de la ciencia
liderada por Kuhn quien sostiene que la ciencia no progresa en
forma caótica sino a saltos y presenta el concepto de
paradigma (op.cit.) como "realizaciones
científicas universalmente reconocidas que, durante cierto
tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una
comunidad científica" (p.13). En este sentido establece lo
que es "ciencia normal" y "ciencia en períodos de crisis o
revoluciones" señalando en la ciencia períodos de
equilibrio y momentos en los cuales ocurren "saltos o
revoluciones científicas" siendo éstos cuando la
ciencia experimenta su progreso. El paradigma que daba cuenta de
un problema ya no puede explicarlo y en esos momentos de
"revolución" es sustituido por otro incompatible con el
primero. En este sentido Kuhn coincide con Bachellard quien en
sus obras " La formación del espíritu
científico" en 1938 y el "Materialismo racional" en 1953
presenta sus conceptos de "obstáculo epistemológico
y ruptura epistemológica", respectivamente.

La crítica efectuada a Kuhn proviene
principalmente al hecho de señalar que el progreso de la
ciencia se debe a la aceptación de un paradigma por una
comunidad de científicos con lo cual,
implícitamente, acepta la decisión de las masas. En
este sentido y al hecho de preconizar que la ciencia progresa a
saltos es donde se sienta la polémica más fuerte
con Popper. Este último considera al desarrollo que
experimenta la ciencia como un contínuo y lo demuestra
refiriéndose a la historia de la ciencia. Pero Kuhn
también demuestra su punto de vista apelando a la misma
historia. Los más recientes descubrimientos de la Escuela
de Ginebra dan apoyo a la tesis de Kuhn en el sentido de haber
comprobado de manera concluyente que la evolución cultural
de un niño se sucede en etapas de cuasiequilibrio entre la
asimilación y la acomodación a diferentes niveles.
Del mismo modo se encontró la existencia de un paralelismo
sorprendente en la evolución de los sistemas cognoscitivos
entre el nivel de desarrollo intelectual del niño y el
nivel de evolución de la ciencia.

Las controversias desatadas el pasado siglo referente a
la ciencia, su progreso y desarrollo, están bastante lejos
de haber terminado. Las posiciones de Carnap y Reichenbach sobre
el empirismo lógico, las posiciones encontradas entre Kuhn
y Popper, los estudios de la Escuela de Ginebra sobre la
aprehensión del conocimiento y su correspondencia con la
evolución genética, las consideraciones de
Fayerabend y Lakatos sobre epistemología de las ciencias,
entre otros, afianzan claramente lo mencionado.

La ciencia hoy

Pareciera paradójico establecer en un mundo con
tan avanzada tecnología, producto de una "ciencia", un
concepto único de ciencia. Como se mencionó,
existió la llamada preciencia o protociencia desarrollada
en los albores de la civilización basada fundamentalmente
en la necesidad o curiosidad por conocer lo desconocido. O como
decía Aristóteles: "en todos los hombre hay un
deseo innato y natural de conocer".
Con el devenir del
tiempo, pasando por la antigüedad griega y el medioevo, se
hizo ciencia básicamente sin sistematización o
axiomatización hasta la aparición de las ciencias
positivas quienes constituyeron la verdadera ciencia y la
definieron como tal.

La filosofía fue considerada como la madre o
reina de las ciencias hasta tanto el método experimental
comenzó a utilizarse a comienzos del siglo XVI y en tanto
las diferentes corrientes filosóficas se mantuvieron
enclaustradas en un dogmatismo permaneciendo fieles al estudio de
la razón y el espíritu dejando de lado lo que se
constituiría en conocimiento científico. Los
desarrollos de la física, fisiología,
astronomía, entre otras, en los siglos XVII y XVIII
comienzan a promover un distanciamiento cada vez mayor entre
empiristas y racionalistas al acentuarse en los primeros el
método experimental de investigación. Posiblemente
la ruptura definitiva ocurre hacia fines del siglo XIX con la
separación definitiva de la psicología.

El mundo, Bueno (s.f), "no es "la totalidad de las
cosas" – omnitudo rerum -; sólo es la totalidad de las
cosas que nos son accesibles en función del radio de
acción de nuestro poder de conformación de las
mismas." Cada animal y cada hombre posee su propio mundo –
entorno – no en forma independiente sino entrelazado con el de
cada congénere lo que conformará – en cierta manera
– una sociedad. Así mismo, cada rama del conocimiento
posee un entorno propio que le es característico donde una
comunidad de hombres desarrolla una determinada actividad
científica. Esta investigación o estudio de la
ciencia no procede en forma caótica, como señalaba
Reichenbach, sino más bien en forma progresiva, no como
una simple yuxtaposición de conceptos e ideas sino en un
entrelazamiento de las mismas.

Bueno (op.cit.) presenta cuatro vertientes
desde las cuales se puede definir la ciencia: el concepto de
ciencia como saber hacer, como sistema ordenado de proposiciones
derivadas de principios, como sinónimo de ciencia positiva
y como sinónimo de ciencias humanas. La primera
vertiente
es considerada la acepción más
antigua de ciencia y se refiere más al arte o a la
habilidad humana que a otra cosa. Así se habla de la
"ciencia de la navegación", la "ciencia de manejar", y
así sucesivamente. Es una concepción no
científica que desde el punto de vista estricto no tiene
mayor validez hoy día. Respecto a la segunda
vertiente,
Bueno (op.cit.), indica: "esta
acepción sólo puede aparecer, obviamente, en un
estado del mundo-cultura en la que exista escritura, debate,
organización lógica de proposiciones…" Se puede
notar en lo anterior que este concepto se corresponde con el
modelo aristotélico y fue quien se mantuvo vigente por
casi 20 siglos- hasta el siglo XVII- por las razones ya
comentadas. Es un concepto escolástico-dogmático
que pierde vigencia con la entrada del renacimiento –
humanismo.

El tercer punto de vista se presenta con la
entrada de la modernidad en el escenario mundial y trae consigo
la aparición de la ciencia basada en lo observable,
medible y verificable. Es la ciencia de Galileo y Newton la cual
se mantendrá vigente hasta el siglo XX. La nueva ciencia
basada en la física relativista y probabilística
conforma junto al positivismo lógico una nueva forma de
concebir el conocimiento. Respecto al último
punto
, éste pudiera considerarse como una
extensión del anterior. El desarrollo experimentado por el
conocimiento sobre la historia, la sociología, la
psicología, entre otras, llevó al mundo
científico a hacer una separación de las ciencias
en fácticas y humanísticas simplemente por sus
contenidos u objeto de estudio entendiendo que estas ciencias
también son positivas.

El desarrollo tecnológico ha producido la
aparición de nuevas ciencias: ciencias de nuevos
materiales, biología genética, astronáutica,
por nombrar sólo algunas, las cuales han llevado a
repensar el concepto de ciencia sobre todo por las implicaciones
éticas, políticas y sociales que conllevan. Las
palabras de Valdez (op.cit.) son adecuadas a este
respecto: "el siglo XXI clama por una epistemología
profundamente antropológica… se trata entonces de que
ahora como nunca antes, el avance del conocimiento registra
connotaciones éticas, económicas, jurídicas,
políticas y por supuesto ideológicas" (p.46). La
ciencia del siglo XXI es así un sistema de conocimientos
parcelados que interactúan o se entretejen los unos a los
otros y que, como un "retorno" a la modernidad, deben considerar
lo humano como núcleo de su objeto. Una ciencia humanista
y ecológica, como señalan diversos autores,
tendiente a mejorar la calidad de vida y preservar el medio
ambiente en este planeta el cual constituye nuestra temporal
morada.

CAPITULO V

Teorías
del aprendizaje

Introducción

El capítulo precedente se dedicó, entre
otros, a considerar uno de los problemas más relevantes de
la filosofía de la ciencia cual es el del conocimiento.
Entre las diferentes facetas del mismo se trató lo
referente a su origen señalándose al racionalismo y
al empirismo como las corrientes filosóficas más
importantes relacionadas con la fuente de donde deriva. El
racionalismo sostiene que la razón es la fuente
determinante; por otra parte, el empirismo afirma que la
única fuente de conocimiento radica en los sentidos no
existiendo, en el sujeto cognoscente, ninguna idea innata ni
ningún concepto a priori de la razón. Como
posiciones mediadoras entre estas dos corrientes se encuentran el
intelectualismo y el apriorismo kantiano, pero son las primeras
nombradas las que mayormente influenciaron la ciencia hasta bien
entrado el siglo XX e inclusive, en la actualidad.

La realidad se aprehende y como tal es menester conocer
de qué manera, desde el punto de vista subjetivo, se
realiza dicha aprehensión. El estudio de este
fenómeno es materia de una ciencia: la psicología,
quién al separarse de la filosofía hacia finales
del siglo XIX, dio origen al estudio científico de las
formas de aprehensión de la realidad por parte del sujeto
cognoscente. Se toma como fecha cierta de este comienzo el
año 1878 cuando Wundt (1832- 1920) funda su laboratorio en
Leipzig (Alemania). Es a partir de este momento cuando se crean o
formulan las primeras teorías psicológicas del
aprendizaje. El estructuralismo de Wundt, el funcionalismo de
James, el conductismo de Watson y el gestaltismo de Wertheimer
constituyen, entre otros, los primeros intentos de la
psicología por resolver el problema del
aprendizaje.

Acerca del Concepto de
Teoría

Aragón (op.cit.) define una
teoría como "un sistema organizado de proposiciones que
trata de explicar un fenómeno determinado y de orientar
las investigaciones dirigidas a ampliar los conocimientos que ya
hayan sido recogidos sobre el mismo" (p.18). Dos aspectos
resaltan en esta definición: el primero es considerar la
teoría como "sistema organizado de proposiciones" y el
segundo, la idea de investigación. La información
disponible y la nueva obtenida, como sustento de dicha
teoría, debe ser organizada puesto que de lo contrario se
convertiría en una serie de proposiciones sin orden ni
concatenación las cuales en poco o nada ayudarían a
concretar dicha teoría. La investigación produce
información, dentro de un contexto, dando sustento a la
misma; en pocas palabras, ambas se complementan para constituir
una totalidad coherente.

Kerlinger (1988) afirma: "el objetivo básico de
la ciencia es la teoría. Dicho en un lenguaje más
llano, su objetivo básico es explicar los fenómenos
naturales. Tales explicaciones se llaman teorías" (p.9).
Como el mismo autor señala, el comentario anterior puede
parecer extraño puesto que se ha generalizado la idea de
ser el mejoramiento de la humanidad el objetivo de la ciencia,
cuando no es así. Su objeto principal es la teoría.
De esta manera, Kerlinger (op.cit.) define teoría
como:

Un conjunto de constructos (conceptos)
interrelacionados, definiciones y proposiciones que presentan un
punto de vista sistemático de los fenómenos
mediante la especificación de relaciones entre variables,
con el propósito de explicar y predecir los
fenómenos (p.10).

En el capítulo precedente se señaló
que la ciencia avanza de forma caótica – Reichenbach – o a
saltos – Kuhn – o en forma progresiva – Popper. El hecho cierto
es que las teorías hacen la ciencia y las mismas explican
o tratan de explicar determinados fenómenos. Estas
explicaciones pueden ser utilizadas para predecir o no;
así mismo, las mismas no tienen porqué ser probadas
o confirmadas. Es más, una teoría no puede ser
confirmada ya que al representar la posición de un
científico o comunidad de éstos, deja un margen de
probabilidad de la no explicación del fenómeno en
cuestión. Popper, en el sentido de la verificabilidad de
la teoría, propone su método del falsacionismo.
Así, Sira (s.f), se refiere al mismo: "él [Popper]
propone la falsabilidad como criterio de demarcación en el
que los enunciados nunca son verificables con la experiencia
empírica pero si son contrastables con ella mediante la
falsación (ensayo-error) o por la contradicción
interna (lógica)".

Lo señalado en párrafos anteriores viene a
colación para demostrar que las teorías
científicas sirven para explicar un fenómeno en un
contexto determinado y son temporales. Servirán como base
para nuevas teorías o serán desechadas a la luz de
nuevos conocimientos. Es así como ha sucedido con las
teorías psicológicas del aprendizaje, como se
verá en lo siguiente, las cuales han servido para formular
nuevas teorías o por el contrario han sido descartadas al
proponerse nuevas explicaciones del fenómeno del
aprendizaje.

Teorías Psicológicas del
Aprendizaje

Diversas son las interrogantes que surgen cuando se
plantea el problema psicológico del aprendizaje:
¿qué es aprendizaje?, ¿ qué factores
influyen en él?, ¿qué función cumple
la memoria y la motivación?, ¿ existe un solo tipo
de aprendizaje? Al responder o tratar de clarificar las
interrogantes planteadas han surgido diversas posiciones o
teorías a lo largo de la historia las cuales comenzaron a
aparecer desde el momento mismo de la separación entre
psicología y filosofía.

Pérez Gómez (1994) ha
señalado:

La mayoría de las teorías
psicológicas del aprendizaje son modelos explicativos que
han sido obtenidos en situaciones experimentales, y hacen
referencia a aprendizajes de laboratorio, que sólo
relativamente pueden explicar el funcionamiento real de los
procesos naturales del aprendizaje incidental y del aprendizaje
en el aula (p.36).

Como podrá verse en lo siguiente, al presentar
las diversas teorías del aprendizaje, éstas han
surgido de experimentos con animales – los primeros intentos – en
laboratorio y cuyos resultados han sido extrapolados al ser
humano. Algunas de ellas han sido descartadas y otras relanzadas
– a la luz de nuevos descubrimientos – a fin de presentar
situaciones reales cuando el sujeto aprehende la realidad. Estas
nuevas teorías contemplan situaciones de intercambio y
comunicación con el entorno social del individuo
así como fenómenos particulares que le afectan.
Así mismo, el orden de presentación seguirá,
en lo posible, el orden histórico de su aparición
con el fin de enmarcarlas en la corriente filosófica
imperante para ese momento y como influyó en su
conformación.

El primer grupo de teorías a considerar son las
llamadas asociacionistas, conexionistas o conductistas las cuales
fueron las primeras en ver luz y se llamarán
teorías clásicas. El segundo grupo lo
constituyen las teorías del aprendizaje social, las
teorías cognitivas y de la gestalt, que se
denominarán, siguiendo a Pérez Gómez
(op.cit.) teorías mediacionales. Los grupos
tercero y cuarto lo constituyen las teorías
genéticas
y de procesamiento de la
información.
El quinto grupo lo conforma la
posición constructivista.

Teorías clásicas del
aprendizaje.

En el aparte anterior se comentó que el comienzo
de la psicología del aprendizaje se corresponde con el
momento cuando la psicología como tal se separa de la
filosofía y se señaló a Wundt, al fundar su
laboratorio en Alemania, como iniciador de esta nueva ciencia. A
partir de ese momento nacen una serie de teorías – todas
basadas en el empirismo – las cuales constituyen los primeros
pasos por tratar de explicar los fenómenos del
aprendizaje. Las primeras escuelas psicológicas que surgen
en estos albores y quienes producirán las diferentes
teorías clásicas son:

Estructuralismo.- Nace en el laboratorio de
Wundt siendo su principal representante Titchener (1867 – 1927).
Aragón (op.cit.) se refiere a esta
posición

El estructuralismo es asociacionista, atomista y
empirista y su objeto de estudio es la conciencia o experiencia
humana inmediata… utiliza preferentemente el método
introspectivo o introspección, que consiste en una forma
de autoobservación mediante la cual el sujeto, sometido a
un estímulo, observa lo que sucede en su interior y lo
verbaliza (p.44).

El problema fundamental del estructuralismo radica en el
hecho mismo de la introspección ya que depende de la
propia interpretación hecha por el sujeto del
estímulo y de las sensaciones que vivencia. Los
estructuralistas no sólo se preocuparon por el estudio de
los contenidos de conciencia sino también por las
relaciones entre dichos contenidos. Estos contenidos:
sensaciones, imágenes y sentimientos se combinan entre
sí para producir percepciones, emociones e
ideas.

Funcionalismo.- Es adaptativo en el sentido
según el cual la psicología debe priorizar en el
estudio de aquellos aspectos mentales más relevantes para
la adaptación,tales como el aprendizaje y la
atención, entre otros. Sus más conspicuos
representantes fueron James (1842 – 1910), Dewey (1859 – 1952) y
Carr (1873 – 1954), mencionados por Aragón
(op.cit.) quienes trataron inútilmente de
presentar una posición consolidada. Como señala
Aragón (op.cit.):

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8
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