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El divorcio y la religión




Enviado por Carla Santaella



  1. Introducción
  2. El
    divorcio y sus causas
  3. Influencia del divorcio en el ámbito de
    la estructura familiar
  4. Las
    instituciones religiosas: religión y
    sociedad
  5. Naturaleza de la
    religión
  6. Influencia de la religión en la sociedad
    moderna
  7. Conclusión
  8. Anexos
  9. Referencias

Introducción

Actualmente al igual que en tiempos pasados la
mayoría de nuestros valores personales están
afectados de manera directa por la sociedad, pero ahora no solo
es la que nos rodea si no la que es percibida a través de
los medios , reflejándonos un patrón de conducta
que no necesariamente estarán basados en la familia como
unidad fundamental de la sociedad, sino a una estrategia de
índole completamente comercial, diciéndonos como
debemos o no vestirnos, caminar, sentir, y hasta en que creer,
esto para muchos es un efecto de la perdida de nuestra cultura
religiosa la cual indudablemente ha decaído sobre todo en
Latinoamérica, trayendo consigo una serie de rupturas en
las bases de la familia y por ende de la sociedad, entre los
cuales se encuentra el divorcio.

Esta es una problemática que a
medida que pasan los años se aprecia con mas frecuencia y
a diferencia del pasado en el que se veía al matrimonio
como una unión sagrada e inseparable por el hombre, hoy
por hoy podemos ver que se toma mucho mas a la ligera,
evidenciando un uso mas contractual en papel que
sentimental.

El divorcio y sus
causas

Las causas de divorcio dependen de la
relación de la pareja, en la mayoría de los casos
se deben a problemas de convivencia, por factores internos a la
pareja, o por factores externos, problemas económicos, los
hijos. Las causas de divorcio que la legislación de los
diferentes países admite: Mutuo disenso Bigamia
Situaciones delictivas Enfermedades físicas o mentales
Incumplimiento de los deberes conyugales Abandono malicioso
Violencia domésticaAlcoholismo o
drogadicción.

Las causales de divorcio admitidas en la legislaron
venezolana vigente están taxativamente consagradas en los
artículos 185 y 185-A del Código Civil, cuyos
textos son los siguientes:

Artículo 185.- Son causales únicas de
divorcio:

1º El adulterio.

2º El abandono voluntario.

3º Los excesos, sevicia e injurias graves que hagan
imposible la vida en común.

4º El conato de uno de los cónyuges para
corromper o prostituir al otro cónyuge, o a sus hijos,
así como la connivencia en su corrupción o
prostitución.

5º La condenación a presidio.

6º La adición alcohólica u otras
formas graves de fármaco-dependencia que hagan imposible
la vida en común,

7º La interdicción por causa de
perturbaciones psiquiátricas graves que imposibiliten la
vida en común. En este caso el Juez no decretará el
divorcio sin antes procurar la manutención y el
tratamiento médico del enfermo.

También se podrá declarar el divorcio por
el transcurso de más de un año, después de
declarada la separación de cuerpos, sin haber ocurrido en
dicho lapso la reconciliación de los
cónyuges.

Artículo 185-A.- Cuando los cónyuges han
permanecido separados de hecho por más de cinco (5)
años, cualquiera de ellos podrá solicitar el
divorcio, alegando ruptura prolongada de la vida en
común.

En esencia todas las causales de divorcio consagradas en
las copiadas disposiciones legales (exceptuando únicamente
las señaladas en los dos últimos apartes del art.
185 CC y en el art. 184-A ejusdem) pueden resumirse en
una sola: la injuria grave que haga imposible la vida en
común. En efecto, las seis primeras causales de divorcio
señaladas en el primero de dichos artículos, no son
en realidad sino distintas formas o diferentes aspectos de esa
injuria civil.

Entre nosotros, pues, existen en la actualidad las nueve
causales de divorcio mencionadas en los Art. 185 y 185-A CC; pero
ninguna otra circunstancia, por grave que parezca, puede servir
de base para la disolución del matrimonio en la vida de
los conyugues. La autoridad judicial no podrá admitir una
demanda de divorcio que no este fundamentada en algunos de esos
motivos; y si no obstante lo hiciere, procede entonces oponer la
cuestión previa de prohibición de admitir la
acción propuesta, cuando la misma no está basada en
alguna en algunas de las causales que haya establecido
taxativamente la ley, para el caso especifico del cual se trate;
que por lo demás, es también regla del orden
publico.

Todas las causales e divorcio que admite nuestra
legislación, exceptuando la interdicción por causa
de perturbación mental grave (ord.7mo del art.185 CC); la
separación de hecho prolongada (art.185-A CC); y la
conversión de la separación de cuerpos en divorcio
(penúlt. ap. del art. 185 CC), se basan en el concepto de
divorcio-sanción y, por consiguiente, implican
violación grave de deberes conyugales por parte de algunos
de los esposos. Pero para que exista una irregularidad de esa
naturaleza, por otra parte, es indispensable que el acto que
constituye la causal en cuestión, pueda imputarse al
cónyuge que aparece como culpable; es decir, éste
tiene que haber procedido al respecto de manera consciente y
voluntaria. Los actos llevados a cabo por un demente,
sonámbulo, hipnotizado o en general, por una persona que
no se halla en su sano juicio, no puede constituir base para una
causal de divorcio.

En cuanto concierne a las seis primeros casos
contemplados por el art. 185 CC y en lo relativo a la
apreciación por el juez de la falta cometida por uno de
los esposos y alegada por el otro como constitutiva de causal de
divorcio, es necesario hacer una distinción: tanto el
adulterio como la condenación a presidio, constituyen
causales perentorias de divorcio. Esto quiere decir que una vez
comprobada cualquiera de ellas, la autoridad judicial está
obligada a pronunciar el divorcio, sin que le corresponda la
facultad de estimar si en el caso especifico sometido a su
consideración, los hechos probados, constituyen o no
violación grave de obligaciones derivadas del matrimonio.
En dichos casos, pues, la calificación de esa gravedad ya
ha sido hecha por el legislador, con carácter de regla
general.

Por el contrario, las restantes causales (abandono
voluntario, excesos, sevicia, o injurias graves; conato de uno de
los cónyuges para corromper o prostituir al otro
cónyuge o a sus hijos, o connivencia en su
corrupción y prostitución; y adicción
alcohólica u otras formas graves de
fármaco-dependencia), son facultativas. Tal
característica significa que cuando el divorcio pretende
basarse en alguna de ellas, corresponde al juez analizar
detenidamente los hechos alegados y probados al respecto, tanto
en su genero como en su especie, para determinar si en el caso
concreto sometido a su conocimiento, pueden o no ser ellos
calificados como infracción grave de deberes
conyugales.

Además, los actos constitutivos de causales de
divorcio deben, en principio haber ocurrido después de la
celebración del matrimonio. La explicación de esa
particularidad es muy fácil: únicamente puede haber
incumplimiento grave de deberes conyugales cuando ya existe el
vínculo entre las partes, pero no antes de haberse
constituido el mismo.

Sin embargo, suele admitirse que la ocultación
por uno de los esposos al otro, de hechos gravísimos o muy
bochornosos del pasado, puede constituir (según las
circunstancias) causal de divorcio (injuria grave).

Influencia del
divorcio en el ámbito de la
estructura
familiar

Un divorcio es siempre percibido como una
situación traumática, tanto para la pareja que da
por terminada su relación física y afectiva, como
para los hijos que experimentan la perdida significativa de la
estabilidad familiar de diversas maneras, cuando esta
separación ocurre sin proteger a los hijos del conflicto
producido se genera una desorganización
familiar.

El divorcio altera la estructura interna de los
distintos tipos de familia dando como resultado que sus miembros
tengan problemas en relacionarse y experiencia de desempleo, cosa
que no ocurre en las familias intactas.

La desintegración familiar ha aumentado
significativamente en los últimos años, lo que ha
motivado a distintos investigadores a determinar de que manera la
familia se ve afectada por el divorcio.

La mayoría de los padres que se divorcian se
preguntan a sí mismos qué efectos producirá
el divorcio en sus hijos y cómo lo
afrontarán.

No importa la edad que tenga el niño, de igual
manera tendrá mayor dificultad para adaptarse al divorcio
si existen continuas discusiones en la pareja, otros factores que
aumentan esta dificultad son: la pérdida de contacto ante
una mala custodia de los padres; problemas económicos;
cambios de dirección; pérdida de continuidad en el
colegio y en las rutinas diarias; y problemas psicológicos
con el padre que tenga la custodia.

Las investigaciones demuestran que los hijos de parejas
divorciadas son más propensos a mostrar problemas de
comportamiento, más síntomas de problemas
psicológicos, menor rendimiento académico,
más dificultades sociales y pueden ser discriminados por
niños con familias estables.

Los niños que están en la escuela
elemental saben comprender mejor esta separación, pero aun
así pueden experimentar tristeza y
depresión.

Las instituciones
religiosas: religión y sociedad

Numéricamente podría decirse que hay 6
religiones con más de cien millones de seguidores y
mayoritarias en varios países; el cristianismo mayoritario
en casi todo el occidente, el hinduismo, el budismo, la
religión tradicional china y la religión
tradicional africana.

El cristianismo: centrada en la figura de
Jesús de Nazareth (Siglo I). En casi todo el mundo,
excepto en el norte de África y gran parte de Asia
(presente en Rusia, antiguos países soviéticos,
asiáticos y filipinos). La iglesia catoliza proveniente
del cristianismo en Europa Occidental, tiene muchos adeptos en
América Latina, buena parte de Oriente Occidental (
excepto Reino Unido, norte de Alemania, y países
Nórdicos), Filipinas y Guinea Ecuatorial.

El islamismo: es el nombre que recibe un conjunto
heterogéneo de doctrinas y practicas políticas que
básicamente defienden el Islam, no solo como
religión sino como base para regir las esferas
económicas, políticas y sociales del
estado.

El hinduismo: originada en India, agrupa
distintas creencias alrededor de los Vedas, la cultura de textos
y religión de la India.

El budismo: fundada por Siddaharta Gautama (Siglo
IX A.C.), príncipe o noble indio conocido como el buda.
Actualmente extendida en una gran parte de Asia (China, Tibet,
Corea, Tailandia, Camboya, India, Bután, Laos, Vietnam,
Birmania, Mongolia, Japón, Taiwán, Siberia…)
Estados Unidos, Europa, Argentina, México y
Brasil.

La religión tradicional China: es la
religión propia y autóctona del pueblo Chino. Es
una religión politeísta y con ciertos elementos del
chamanismo y esta profundamente influenciada por el Budismo, el
Confucionismo y el Taoísmo.

La religión tradicional Africana: la mayor
parte del continente profesa religiones tradicionales africanas,
englobadas dentro del impreciso grupo conocido como animista.
Dicho animismo suele darse bajo la apariencia de religiones
universalitas como el Islam o el cristianismo.

Diferentes teorías ven a la religión como
el relleno de la brecha entre las expectativas y las experiencias
sociales. En todas las sociedades algunas expectativas
están destinadas al fracaso. El dolor y la
privación están distribuidos al azar; las
violaciones de las normas morales en ocasiones son recompensadas;
la conducta honrada puede terminar en pérdida y derrota
personal. La religión viene entonces a explicar el
sufrimiento y el mal como parte de un plan divino o
sobrenatural.

Los humanos necesitan saber que el mundo es
comprensible, que hay una razón para los acontecimientos
en sus vidas. La religión explica, y de hecho, celebra los
enigmas, las paradojas y las ambigüedades de la vida. El ser
humano es un animal cultural porque actúa conforme a las
ideas, pautas y valores que él mismo se da y descubre en
la interacción significativa con el medio y con el resto
de los actores sociales.

Los Universos Simbólicos han sido, a
través de la historia de la cultura humana, las grandes
matrices de significado, que han proporcionado un contexto total
de sentido objetivo e integral. Están relacionados con la
necesidad humana de proclamar la validez de la existencia humana,
por ello procuran afirmar que la realidad es humanamente
significativa, validez y significado, que en el caso de la
religión, remiten a una instancia sagrada. Desde esta
perspectiva, la religión se nos revela como un Capital
Simbólico que procura significación, incidiendo en
la vida, moral, política y social, y ayudando a configurar
los componentes colectivos.

Durkheim sostenía que la religión crea y
mantiene "comunidades morales" o colectividades. Las
creencias religiosas refuerzan las normas y valores de grupo
añadiendo una dimensión sagrada a la presión
social cotidiana. Los rituales religiosos sostienen la
solidaridad social manteniendo juntas a las personas para
reafirmar sus vínculos comunes y recordar su herencia
social. La participaron en rituales realza el sentimiento de ser
parte de algo más grande de uno mismo. Esto, a su vez
ayuda a los individuos a adaptarse a la pérdida y al
dolor.

Naturaleza de la
religión

Desde sus más remotos orígenes, el hombre
ha sentido la necesidad de explicar el mundo que lo rodea
proyectando en el deseo de comprender el significado
último de su propia naturaleza. Los mitos, las
supersticiones o los ritos mágicos que las sociedades
primitivas fueron tejiendo entorno a una existencia sobrenatural,
que por ser instruida era inalcanzable racionalmente,
respondieron a la creencia en un ser superior y al deseo de
comunión con el. La religión concepto adoptado por
el cristianismo y los diversos sistemas religiosos surgidos a lo
largo de la historia comparten con aquellos cultos ancestrales
las mismas características: el reconocimiento de una
entidad superior y la total dependencia y sumisión de la
naturaleza humana a ella.

La religión ha sido definida como el conjunto de
relaciones técnicas y practicas entre los hombres y una
potencia superior a la que, por su carácter divino y
sagrado se rinde culto individual o colectivamente. Pese a la
evidente dificultad que supone una clasificación
sistemática a las diversas religiones, suelen agruparse
estas en dos grandes secciones: religiones primitivas y
religiones donde el calificativo de superiores se refiere al
desarrollo cultural antes que al nivel de
religiosidad.

Los principales elementos comunes a la mayoría de
las religiones conocidas en la historia pueden agruparse en los
siguientes capítulos: creencias, ritos, normas de
conducta, e instituciones.

Toda religión supone unas creencias
básicas (supervivencia después de la muerte, mundo
sobrenatural, entre otras…) al menos como sustento de los
ritos que practica. Estas creencias pueden ser de tipo
mitológico (relatos simbólicos sobre el origen de
los dioses, del mundo o del propio pueblo), o dogmático
(conceptos transmitidos de alguna manera por revelación de
la divinidad y que suelen recogerse en las escrituras sagradas en
términos simbólicos pero también
conceptuales).

Los conceptos fundamentales suelen resumirse en un credo
o profesión de fe; las deducciones o explicaciones de
tales conceptos constituyen la teología o
enseñanzas de cada religión, que tratan sobre la
divinidad, sus relaciones con los hombres y los principales
problemas de estos (la mente, la moral, las relaciones humanas,
entre otras…).

Toda religión que sea algo más que
filosofía, al ser vivida por el pueblo genera una serie de
ritos. Generalmente se aprecia en las diversas religiones la
existencia de ministros sacerdotes encargados de celebrar los
principales ritos y muy especialmente el culto a la divinidad.
Los actos más importantes de este culto son las ofrendas y
sacrificios que se practican en unión de invocaciones y
plegarias.

Casi todas las religiones cristalizan en unas
instituciones dogmáticas (doctrinales) y culturales
(sacerdocio, jerarquía…); muchas de ellas llegan a
institucionalizar la conducta, incluso con tribunales de justica
y sanciones, y a organizar administrativamente las diversas
comunidades de creyentes y sus propiedades.

En los países modernos de Occidente, la
religión es, en gran medida, un tema netamente individual.
La gente medita o reza, busca el auto-mejoramiento, busca la
iluminación espiritual personal, o encuentra la
salvación individual. La religión es sólo un
conjunto de creencias y prácticas, que pueden ser
escogidas por quien las busca.

La religión no es algo separado de la vida del
grupo; es, por el contrario, una manifestación más
de la existencia del grupo. La religión brota de la misma
naturaleza del pueblo y es una expresión de la totalidad
de sus experiencias desde el comienzo de los tiempos.

Desde esta perspectiva, es impensable que la
religión deba ser vista como algo accesoria, algo que
puede quitarse como si fuera un saco o un sombrero. La
religión, por el contrario, se convierte en una
manifestación de la esencia del ser humano.

La religión es un elemento de la actividad humana
que suele componerse de creencias y practicas sobre cuestiones de
tipo existencial, moral y sobrenatural. Se habla de
religión para hacer referencia a formas específicas
y compartidas de la manifestación del fenómeno
religioso.

Muchas religiones están organizadas de formas
más o menos rígidas o laxas, mientras que otras
carecen de estructura formal y están integradas en las
tradiciones culturales de la sociedad en la que existen. El
término hace referencia tanto a las creencias y practicas
personales como a ritos y enseñanzas
colectivas.

En el individuo, la religión existe como una
tendencia ajena a lo estrictamente racional. Pero a la hora de
articularse, las religiones desarrollan doctrinas que intentan
dar respuestas globales al individuo. Por este motivo, la
mayoría de las grandes doctrinas religiosas han dado
respuestas a preguntas relacionadas con la creación del
universo, el propósito de la vida, la naturaleza humana,
la definición de bien y mal, la moral, la
escatología. Y del mismo modo elaboran diferentes
códigos éticos, rituales y simbólicos. No
obstante, toda religión intenta ofrecer una
posición para vivir y entender la existencia del ser
humano de una forma integral, incluyendo la dimensión
espiritual, por lo que existen elementos comunes en todas
ellas.

Influencia de la
religión en la sociedad moderna

La religión a una ética civil de
pretensiones universales. Sostenemos que tal ética mundial
actualmente es tarea de la sociedad civil, no de las religiones.
Pero estamos lejos de desconocer las aportaciones de las
religiones para la configuración de una ética civil
con carácter mundial en la sociedad global y de riesgo que
estamos viviendo.

La religión puede jugar un papel importante en la
moralización generalizada que solicitan los grandes
problemas que presenta la modernidad tardía como sociedad
de riesgo.

La religión, advertimos así, constituye
una de las grandes corrientes que alimenta la ética civil.
Claro que no sin ambigüedades y problemas, como ya sabemos
por la historia, incluso la de nuestros días. Pero la
problematicidad y ambigüedad que recorren a todo lo humano
no empequeñece la significatividad de la religión
para la ética civil. Al menos, no parece superfluo
reflexionar sobre esta cuestión, en un momento de
declarada necesidad y urgencia de un impulso moral público
ante los desafíos que nos cercan a los ciudadanos del
Noratlántico desarrollado y amenazado por una crisis
civilizacional.

En la sensación de crisis que vivimos al final de
este milenio, va creciendo la conciencia de que nos hallamos ante
una crisis de la sociedad moderna o modernidad. La sociedad
moderna aparece cada vez más como una sociedad
profundamente peligrosa, grávida de percances amenazas que
brotan desde su mismo seno: es una sociedad del
riesgo.

No se trata de los inevitables costes, no queridos ni
pretendidos incluso perversos que han acompañado al
desarrollo de la modernidad. Es la modernidad misma, sus factores
determinantes, los que constituyen una amenaza. La novedad radica
aquí: la ciencia, la técnica, la economía,
la burocracia, se están convirtiendo en peligros para la
sociedad moderna misma. El crecimiento de estos factores de la
modernización, lejos de mejorar la situación de la
modernidad la empeora: producen unos riesgos crecientes en la
misma medida en que aumentan sus posibilidades de
dominio.

Esta situación de riesgo es general, afecta a
todos. No se pueden hacer a un lado los daños y, como
acontecía con la sociedad de clases, desviarlos hacia una
parte de la sociedad con provecho para la otra. La creciente
desertización de la ecoesfera, o la destrucción de
los mundos culturales de sentido no beneficia a nadie. Todos se
producen daño a sí mismos. Como lo expresa el
teórico de la sociedad del riesgo, Ulrich Beck podemos
decir que se da un "perjuicio colectivo auto infligido
", ya que los "efectos circulares del riesgo afectan a
ejecutores y víctimas
". En expresión popular
plástica: en la sociedad del riesgo hasta los más
ricos tosen por contaminación. Todos somos iguales ante el
agujero de ozono y el cáncer de piel.

La novedad de los riesgos de la modernidad avanzada no
sólo radica en su socialización general, sino en
que carecemos de protección ante ellos. Ni el Estado de
bienestar, ni, por supuesto, las mismas instancias que producen
el mal (la ciencia, la técnica, la
industrialización, el militarismo, entre otros), nos
pueden librar. No existen instituciones para protegernos de estas
disfuncionalidades, ni conocemos todavía los medios para
eliminar los efectos no deseados. Carecemos tanto de conocimiento
fiable como de medios terapéuticos para hacer frente al
riesgo del propio riesgo.

Quizá una cosa está suficientemente clara:
no podemos fiarnos de aquellos factores que han desencadenado el
riesgo. Crece en la modernidad la desconfianza respecto a los
generadores de la misma. En su misma constitución la
modernidad deviene en peligrosa. Aquí yace la
vulnerabilidad máxima para el hombre actual. Se crea un
estado de incertidumbre o crisis generalizada que afecta al
sistema social, a la cultura y civilización
modernas.

En esta situación de crisis, donde crece el
peligro y la esperanza, la ética civil, el nivel
ético público de la sociedad moderna, está
llamado a dar un salto adelante.

Un problema, donde se dan cita la teoría moral y
la sociológica; no faltan reflexiones donde ambas se
integran a la hora de las propuestas para una formación
moral en nuestro tiempo. Y aquí aparece también la
religión que tradicionalmente se le ha considerado como el
portador social del sentido por excelencia. Le corresponde a la
religión, por tanto, ser uno de esos posibles espacios de
formación de actitudes y valores, de vinculación
entre los individuos y de orientación en los
comportamientos. Pero, como ya hemos indicado, le rodea la
ambigüedad, quizá más que a ningún otro
de los generadores y portadores sociales de sentido y de
comportamientos éticos. Vamos a detenernos en las
potencialidades de la religión como ámbito para la
revitalización de la sociedad y de la ética
civil.

La religión sigue siendo uno de los grandes
movilizadores de la sociedad civil, conviene atender el modo
cómo actúa. Las recientes discusiones en la
filosofía social y política nos proporcionan
material más que suficiente para observar las funciones
adscritas a los contextos asociativos religiosos, sin tener que
recurrir a las funciones tradicionales estudiadas por la
sociología de la religión.

El absoluto relativo del ser humano. Todas las grandes
religiones, especialmente el cristianismo, ponen en el centro de
sus preocupaciones al hombre. De una manera u otra, la
religión responde a las grandes cuestiones fundamentales
del ser humano: las preguntas sobre el amor y el sufrimiento,
sobre la culpa y el perdón, sobre la vida y la muerte. El
ser humano aparece en el centro de las religiones. Y en todas es
enaltecido este ser humano con una dignidad sin par (cabe Dios,
el Absoluto).

Las religiones son, desde este punto de vista, las
tradiciones que han vehiculado la dignidad y respeto absoluto al
ser humano. Desde ahí, como reconoce Habermas se ha
expandido este reconocimiento en la filosofía y cultura
occidentales, por ejemplo. Hoy día, en nuestra cultura
secularizada, la dignidad humana es una "superstición
humanitaria
" que se ha convertido en uno de esos
incondicionales o absolutos, "non negotiable standards",
es decir, una de las normas éticas fundamentales y de las
máximas que guían nuestra acción. La
traducción en aplicación práctica ha sido
recogida por el "Parlamento de las religiones del mundo"
como una actualización de la "regla de oro" que desde hace
milenios rige las tradiciones éticas y religiosas ("No
hagas a los demás lo que no quieras para ti"):
"¡todo ser humano debe ser tratado
humanamente
!"

Cinco grandes mandamientos de la humanidad. Las grandes
religiones del mundo participan también de cinco grandes
mandamientos éticos de gran importancia en su
aplicación cultural, socio-económica y
política.

Son los siguientes:

1) no matar (no causar daño a otro);

2) no mentir (no engañar, respetar los
contratos);

3) no robar (no violar los derechos del
otro);

4) no entregarse a la prostitución (no cometer
adulterio);

5) respetar a los padres (ayudar a los necesitados y
débiles).

Su aplicación en el contexto mundial actual
representaría una contribución muy importante de
las religiones a la configuración de una ética
mundial y a la puesta en práctica de los Derechos
Humanos.

Supondría un compromiso activo en pro
de:

– La paz, una cultura de la no violencia y del respeto a
toda vida y a la naturaleza (no matar).

– La tolerancia y de una vida vivida con veracidad (no
mentir)

– La solidaridad y de un orden económico justo
(no robar)

– La igualdad de los derechos y por la hermandad entre
hombre y mujer y todos los seres humanos sin distinción de
razas (no prostituirás ni te
prostituirás).

De la capacidad de movilización y
motivación de las religiones cabría deducir una
gran esperanza para el mundo, a partir de una cooperación
mundial de todas las religiones en esta línea.

Así mismo, la religión puede contribuir
eficazmente en la educación de actitudes éticas
democráticas fundamentales. Recordamos algunas:

La educación de la mirada: Tomamos la
expresión de R. Ballah y colaboradores. Para estos
estudiosos, democracia equivale a capacidad de prestar
atención. No desparramarse en una dispersión
fútil, sino concentrarse en las necesidades e intereses de
todos, especialmente de los más necesitados. Esta
capacidad de prestar atención es una categoría
religiosa que está presente tanto en el zen-budismo como
en el cristianismo. Supone apertura a la experiencia,
concentración y estar activamente donde se está;
una especie de iluminación, que exige autocontrol,
disciplina y descentramiento de sí.

Sin ciudadanos con la mirada, con la atención
educada, no superaremos la mayor forma de distracción
colectiva de nuestra sociedad moderna: el centramiento en el
dinero y el consumismo. Desde este punto de vista, la
aportación de la tradición religiosa que eduque a
mirar los rincones oscuros de nuestra sociedad C (B. Brecht), a
no centrarse en los propios intereses, cumple una función
fundamental para la actitud moral básica, el talante, que
requiere la vida democrática responsable.

El sentido comunitatio. D. Bell ha
señalado la necesidad de compartir y sacrificarse como una
de las condiciones de la vida colectiva común. La
vitalidad democrática exige esta capacidad que fue
denominada por lbn Khaldun "asabíyah", sentimiento de
grupo y disposición al sacrificio de unos por otros.
Normalmente va ligada a un "telos" o propósito moral que
suministra la justificación moral de la
sociedad.

Actualmente es extraño e inaceptable, salvo en la
peligrosa conjunción nacionalismo-religión, que la
religión funcione como donador de un propósito
moral para una sociedad (democrática). Pero sí que
puede motivar a los ciudadanos para la solidaridad y la capacidad
de sacrificio por los otros. De hecho, la precariedad de la
solidaridad en el momento presente, como en su dimensión
temporal -el respeto a las necesidades de las generaciones
futuras- está solicitando un lazo de vinculación y
de sensibilidad moral que tradicionalmente cumplió la
religión y que hoy puede seguir motivando la
religión. Incluso en situaciones postconvencionales del
derecho y la moral, Habermas reconoce que una moral universalista
" se orienta según los modos de vida que le salen al
encuentro. Precisa de una cierta coincidencia con las
prácticas de socialización y educación". La
universalidad formal, procedimental, es afín a las
convicciones creyentes del universalismo solidario. La
religión posee, claro está, un horizonte de
legitimación moral histórico salvífico o
trascendente, por lo que no concuerda con las exigencias formales
de una ética discursiva o deliberativa. Pero en la
situación actual de predominio sistémico funcional
y de relaciones mercantiles, el pluralismo liberal está
necesitado de la sensibilidad y motivación de la
convicción religiosa, entre otras, la del universalismo
solidario; de lo contrario, el universalismo procedimental se
quedará en pura demanda formal.

La función de catalizador. Desde los
teóricos críticos ha sido frecuentemente
señalada la función de la estética y de la
religión para facilitar la emergencia de preguntas y
cuestiones que suponen un paso adelante en los planteamientos de
la justicia y la solidaridad. Es en el ámbito de grupos,
comunidades, donde se superan las barreras comunicativas y surge
una nueva interpretación de las necesidades, de las
convenciones establecidas, que puede ser luego objeto de la
formación reflexiva, discursiva, de la opinión y la
voluntad políticas.

Las comunidades religiosas se pueden convertir en
comunidades de interpretación de los aspectos de la vida
buena o de la justicia, el derecho, la solidaridad, en una
sociedad dominada por la lógica funcional de los sistemas.
Estas comunidades religiosas poseen un potencial normativo
sustancial en sus tradiciones que puede ser movilizado en pro de
las cuestiones éticas de la justicia social. Es sabido,
desde Aristóteles hasta H. Arendt, pasando por Dewey, que
el espacio público donde florece la deliberación y
la "phrónesis" requiere de un "ethos" y un vínculo
afectivo que poseen -no exclusivamente- las comunidades
religiosas.

También desde el punto de vista de la
acción práctica, las comunidades religiosas
funcionan como catalizadores para la acción: proporcionan
la convicción, el coraje y la esperanza para arriesgarse
en pro de la defensa de los otros vulnerados. Ahí
están los ejemplos cercanos del movimiento de los derechos
civiles, o actualmente la vehemencia ética que surge desde
pequeños grupos juveniles impulsando el movimiento del
voluntariado social, de la defensa de los derechos humanos y de
los llamados nuevos movimientos sociales.

La función simbólica: en un momento
de cierre de expectativas y de desfallecimiento utópico,
la religión ofrece todavía la capacidad de apuntar
hacia formas de vida solidaria y de mutuo reconocimiento e
igualdad que no encuentran su formulación en las
mediaciones teóricas sociales. Aquí hay una
preeminencia de la religión sobre las teorías
éticas: éstas, respetuosas del pluralismo y la
racionalidad, no se escenifican en teorías
estéticas ni osan impartir consuelo o infundir esperanzas.
De aquí que J. Habermas pueda concluir que "mientras
en el medio que representa el habla argumentativa no encuentre
mejores palabras para decir aquello que puede decir la
religión, tendrá que coexistir abstinentemente con
ella, sin apoyarla ni combatirla
".

Por otra parte, pertenecen a la función
simbólica de la religión los signos
proféticos: pequeñas acciones, ejemplos,
movilizaciones (pensemos en la reivindicación 0'7 para los
países no desarrollados, o en la presencia de voluntarios
sociales en Bosnia o Burkina Faso), pero que tienen la
virtualidad de ofrecer una perspectiva diferente, un
comportamiento solidario, un indicio de otra cosa. Llevan la
provocación profética en su mismo carácter
aparentemente ineficaz, inane y hasta superfluo. Una sugerencia
utópica para las teorías críticas de la
sociedad.

Concluyamos este apartado reconociendo el potencial que
las tradiciones religiosas y el contexto asociativo religioso
(comunidades, grupos…) contienen a la hora de la
creación de un espacio público deliberativo y
propicio al surgimiento de propuestas de justicia y solidaridad,
como de movilizar simbólica y realmente a los individuos
para acciones en pro de un universalismo solidario. Condiciones
todas estas básicas para la generación de una
sociedad civil, de una reconstrucción social participativa
y responsable y de una ética civil abierta y
solidaria.

Una aportación indiscutible de la modernidad es
el haber mostrado cómo aspectos de la vida humana y social
tenidos como inamovibles, se mostraban disponibles a la
decisión y acción humanas. Pero, también ha
mostrado una faz nueva de la incontrolabilidad: la que procede de
la misma dinámica desatada por las fuerzas que han
configurado los rasgos más sobresalientes de la misma
modernidad. Los límites del conocimiento y del manejo de
los sistemas y procesos de modernización, nos han puesto
de nuevo de cara a la indisponibilidad. Vivimos, en este momento
de la modernidad, la experiencia de la contingencia y de la
dependencia del destino. Una especie de amenaza del no-ser,
traducida en miedo al futuro y en desconfianza ante el llamado
progreso.

De esta situación han deducido algunos, como H.
Lubbe, la necesidad antropológica de la religión.
La religión es la praxis humana destinada precisamente a
conferir sentido a la vida interpelada por lo indisponible:
"La experiencia de los límites de la capacidad de
transformación de la realidad vital en sentido de la
acción es la experiencia permanente, tan irritante como
insoslayable, de realidad, hacia la cual ni técnica, ni
moral ni políticamente, sino sólo religiosamente,
se puede uno comportar con racionalidad
".

La religión nos pone ante lo indisponible no para
manipularlo, sino para transformar su relación con
nosotros: nos permite aceptar con sentido mayores cuotas de
indisponibilidad.

Hemos mostrado brevemente algunas de las razones que la
actual discusión socio-política presenta para
justificar la aportación de la religión (cristiana)
a la ética civil. La religión se muestra como uno
de los lugares más vivos donde se concitan posibilidades
para la deliberación y la conformación de un
espacio público de donde emerjan propuestas de estilo de
vida marcadas por la sensibilidad moral de una solidaridad
universal.

En la actual situación de sociedad de riesgo urge
una remoralización de la sociedad en el sentido de una
responsabilidad o, mejor, corresponsabilidad moral generalizada
como único modo para hacer frente a los graves
desafíos de nuestra sociedad moderna. Las aportaciones de
las éticas racionales, argumentativas universalistas,
necesitan, de hecho, de los contextos de socialización y
de asociación donde las motivaciones en pro de la
igualdad, justicia, libertad y solidaridad obtengan aliento y
apoyo. Este les puede venir, entre otras, de las tradiciones
religiosas. La condición es que tales tradiciones se vivan
con hondura y se interpreten críticamente en un clima de
respeto de la autonomía moral y del pluralismo de la
sociedad moderna. Pensamos, además, que la máxima
aportación vendrá de aquellas comunidades
religiosas donde la confrontación con la situación
de riesgo y vulnerabilidad moderna (injusticia, desigualdad,
pobreza.) venga mediada por la búsqueda de soluciones
estructurales, político-sociales, no sólo de
acciones de compasión solidaria de mero
asistencialismo.

Conclusión

Existen una cantidad infinita de problemáticas
que nos pueden afectar desde cualquier dirección y a
cualquier nivel, sin excepción, todo lo que realicemos en
nuestra vida tendrá, si sabemos evaluar, un aspecto
positivo y otro negativo, y va ha depender única y
exclusivamente de nosotros y de nuestra conciencia saber
aprovechar lo que de verdad nos conviene en vez de seguir un
rumbo que otros que solo pensando en sus propios intereses
quieren que sigamos, aprovechándose mas comúnmente
de los jóvenes que en una etapa de confusión
existencial siguen como ovejas a un pastor que mayormente
será una imagen vacía, representada por dinero,
arrancándoles la posibilidad de crearse sueños
propios, un ejemplo de esto es que actualmente una gran cantidad
de jóvenes quieren ser cantantes y no solo por ser
artistas sino por la manera de vida que esto
representa.

Muchas personas encuentran sus respuestas espirituales
en la religión, y viven felizmente, otras las recordamos
solo en momentos difíciles, lo importante es encontrar
nuestro propio camino y entender la importancia de los valores
familiares y hacerlo ver a las futuras generaciones, y tratar d
evitar situaciones que son indudablemente difíciles,
incomodas y traumáticas para toda la familia como lo es el
divorcio.

Anexos

ANEXO A

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DIVORCIO

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ANEXO B

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CRISTIANISMO

Monografias.com

ISLAMISMO

Monografias.com

HINDUISMO

Monografias.com

BUDISMO

Monografias.com

RELIGIÓN TRADICIONAL
CHINA

Monografias.com

RELIGIÓN TRADICIONAL
AFRICANA

Referencias

  • Código Civil de Venezuela, Gaceta Nº
    2.990 Extraordinaria del 26 de Julio de 1980.

  • Naturaleza de la Religión, Disponible en:
    www.wikipedia.com,
    consultado 27/07/2008

  • El Divorcio, Disponible en: www.monografias.com,
    consultado 27/07/2008

  • La religión, Disponible en: www.wikipedia.com
    , consultado 27/07/2008

 

 

Autor:

Carla Santaella

Monografias.com

REPÚBLICA BOLIVARIANA DE
VENEZUELA

UNIVERSIDAD YACAMBÚ

VICERRECTORADO ACADÉMICO

FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y
POLÍTICAS

Cabudare, Junio 2008

 

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