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Guía para la Evaluación Familiar del Buen Trato Infantil




Enviado por Judith Gajardo



  1. Resumen
  2. Antecedentes y marco
    conceptual
  3. Relevancia
  4. Método
  5. Objetivos
  6. Operacionalización
  7. Guía de evaluación familiar para
    el buen trato infantil
  8. Autoevaluación
    profesional
  9. Conclusiones
  10. Referencias

"…. el bienestar infantil o la
"felicidad de un niño" no es nunca un regalo, sino una
tarea siempre incompleta, nunca perfecta ni definitiva… es
mucho más que un proceso puramente individual y familiar;
debe ser el resultado de la acción de toda una
comunidad"

(Barudy y Datagnan, 2005)

RESUMEN

Se presenta una guía para la evaluación
familiar del buen trato infantil, con el fin de dirigir la
discusión entre los profesionales que se encuentran a
cargo de decidir el egreso o permanencia de los niños y
niñas en un centro residencial de protección. Es
una guía práctica que integra los diferentes
factores que son parte del buen trato infantil con la
información recopilada por medio de técnicas del
Trabajo Social. Se acompaña de un instrumento previo para
los profesionales que permita una evaluación objetiva a
las familias.

Palabras claves:

Buen trato; competencias parentales; parentalidad;
familia; institucionalización.

Guide to the family assessment of child
treatment good: A contribution to the decision of
des-institucionalización children.

ABSTRACT

A guide is presented here for the evaluation of proper
child care, with the intent of guiding the discussion between
professionals in charge of deciding children's permanence in a
protective residential center. It is a practical guide that
integrates different factors involved in proper child care with
the information gathered through Social Work techniques. It is
accompanied by an instrument for objective evaluation of families
by professionals.

Keywords:

Proper child care, paternal competences, parenting,
family, institutionalization.

ANTECEDENTES Y
MARCO CONCEPTUAL

BUEN TRATO

El "modelo del buen trato infantil", propuesto por el
psiquiatra y terapeuta familiar Jorge Barudy, se basa en que los
bueno tratos infantiles son el resultado de las competencias que
las madres y los padres tienen para responder a las necesidades
del niño, y también de los recursos que la
comunidad ofrece a las familias para apoyar esta tarea. Una gran
fortaleza de este modelo –y por ello la inclinación
para apoyar esta intervención en él- es el acento
que pone en los recursos y las competencias de las madres y de
los padres, más allá de los fallos y carencias de
una familia, sin olvidar que los buenos tratos son un derecho
fundamental de los niños y niñas y un deber de la
sociedad adulta (Barudy y Marquebreucq, 2006).

Por lo tanto, el bienestar de los niños y
niñas como resultado de los buenos tratos, sería la
consecuencia de un proceso social complejo, en que intervienen
cuatro factores:

1. Los recursos y las capacidades de las
madres y de los padres.

Las competencias parentales, se refieren a las
capacidades prácticas de las que disponen madres y padres
para ocuparse de sus hijos. Los autores diferencian dos tipos de
competencias parentales: la biológica y la
social.

La biológica se refiere a la capacidad de
procreación, mientras que la capacidad social es aquella
que ayuda a los padres a cuidar, educar y proteger a quienes han
dado vida. Estas competencias son el resultado de procesos
complejos en los que se mezclan las capacidades innatas de los
padres y los procesos de aprendizaje en la familia de origen,
todo ello ampliamente influenciado por la cultura (Barudy y
Datagnan, 2005).

Según los autores, para proponer intervenciones
destinadas a apoyar a las madres y a los padres en el cuidado de
sus hijos, es importante tener en cuenta la diferencia entre
capacidades y habilidades parentales. Ambas son parte de las
competencias parentales, sin embargo las capacidades son
"componentes fundamentales" de la parentalidad, mientras que las
habilidades "son recursos" emocionales, cognitivos y
comportamentales que permiten a los padres dar respuestas
adecuadas y pertinentes a las necesidades de sus
hijos.

Capacidades parentales básicas:

Vínculo o apego. Es la capacidad de los padres
para establecer un vínculo afectivo con sus
hijos.

Inteligencia Emocional. Permite a los padres reconocer
sus emociones y manejarlas para ponerlas al servicio de la
función parental.

La empatía. Es la capacidad para estar en
sintonía con el niño, para reconocer el lenguaje
corporal por el que expresa sus necesidades y poder darles una
adecuada solución. También permite comunicarle al
hijo, por medio de gestos o actitudes, su satisfacción o
apoyo.

Las creencias y los modelos de cuidado. Corresponden al
conjunto de representaciones y comportamientos de los padres para
responder a las necesidades de sus hijos. Estas representaciones
son en gran medida adquiridas en la familia de origen de los
padres, es decir, adquiridas inter generacionalmente gracias a
mecanismos de imitación, identificación y de
aprendizaje social.

Capacidad para utilizar los recursos comunitarios. Es la
capacidad de los padres para interactuar con la red social y
local.

2. Las necesidades de los niños y las
niñas

Para realizar una comprensión más sencilla
de las necesidades de los niños, éstas de
dividirán en dos grupos: las necesidades
fisiológicas (es decir, las físicas y las
biológicas) y las necesidades relativas al desarrollo
psicosocial (como las afectivas, cognitivas, sociales y
éticas)

Las necesidades fisiológicas básicas de un
niño, corresponde en primer lugar a la necesidad de
existir, y que su vida no sea interrumpida intencionalmente.
Junto con ello, a contar con buena salud, y si estuviese enfermo,
tener la posibilidad de atención médica para
mejorarse. En segundo lugar, los niños tienen la necesidad
de recibir alimentos en la cantidad y calidad suficiente que le
permitan un desarrollo normal y saludable. En tercer lugar,
tienen la necesidad de vivir con condiciones higiénicas
adecuadas. En cuarto lugar, tienen la necesidad de
protección real a los peligros a los que pueda estar
expuesto. Y a vivir en un medio que permita una actividad
física sana (Barudy y Datagnan, 2005).

Junto con ello, la no satisfacción de las
necesidades básicas constituye para el niño(a) un
obstáculo para la configuración de un apropiado
sentimiento de sí

mismo. Cuando la sociedad y los adultos le han fallado a
un niño o niña, cuando no ha tenido un hogar, una
familia nutritiva o cuando han sido abandonados y/o violentados,
le falta al niño el escudo protector que le permita tener
una sensación de bienestar y sentirse valioso (Milicic y
López de Lérida, 2009).

Las necesidades de desarrollo psicosocial, pueden ser
presentadas por grupos: afectivas, cognitivas, sociales y
éticas.

Entre las necesidades de tipo afectivas,
encontramos la necesidad de vinculación, primero a sus
padres o cuidadores, luego a su grupo familiar, y si estos lazos
se forman sanos y seguros, el niño no tendrá
mayores problemas para vincularse con otras personas, redes y en
general la sociedad (Barudy y Datagnan, 2005). Otra necesidad de
tipo afectiva según Barudy y Datagnan, es la de
aceptación, la cual se refuerza con la
recepción por parte del niño de mensajes positivos,
seguros y benevolentes de su entorno. Una atmósfera de
aceptación es un elemento esencial para el desarrollo de
la autoestima infantil. Una tercera necesidad de tipo afectiva,
corresponde a la necesidad que tienen los niños para
sentirse importantes y queridos por al menos un adulto a
lo largo de todo su recorrido existencial (Barudy y Datagnan,
2005), a quien debe lealtad y fidelidad, y es tarea del adulto
potenciar esa relación, animando y queriendo, y sobre
todo, no haciendo mal uso –abuso- de la confianza que el
niño deposita en él. En este sentido, el rol
fundamental de los padres consiste en graduar las exigencias de
manera que estas respondan al nivel de desarrollo del
niño, con lo cual será altamente probable que tenga
éxito al enfrentarlas (Milicic y López de
Lérida: 2009).

Las necesidades de tipo cognitivo, se orientan
a la presencia de un ambiente que permita al niño
comprender y dar sentido al mundo en el que vive. Esto lo
logrará mediante el desarrollo de sus sentidos, de su
percepción, de la memoria, de su atención, la
capacidad de comunicarse verbalmente y de pensar (Barudy y
Marquebreucq, 2006). Los adultos deben aportar en la
estimulación de los niños y en la entrega de la
información necesaria para que pueda comprender y dar
sentido a las cosas.

Las necesidades sociales, son aquellas que
ayudan al niño a integrarse a la sociedad, para ello es
importante que el niño conozca ciertas reglas sociales que
aseguren el respeto a los otros y el desarrollo de sus
habilidades (Barudy y Marquebreucq, 2006). Para Milicic y
López de Lérida, la base del respeto hacia
sí mismo está dada por una familia que en el
contenido y en la forma en que se establecen las relaciones, se
manifiesta con una actitud respetuosa y valorativa.

Por último, se encuentran las necesidades
éticas que se relacionan a los valores y
creencias que les son inculcados a los niños. Es
imperativo que estas sean legítimas y universales, de
manera que garanticen el respeto, la justicia, la solidaridad, el
altruismo y la cooperación con otros.

3. Las fuentes de resiliencia de todas
las personas implicadas en el proceso.

El modelo de Grotberg (1996) sobre resiliencia, citado
en Milicic y Lopez de Nérida (2009), permite entender
cómo ayudar a formar niños resilientes, permitiendo
entender qué actitudes son necesarias para favorecer en
las personas la capacidad de recuperarse de la adversidad. Para
esto, el niño o niña debe percibir que cuenta con
ciertas condiciones, que es una persona valiosa y competente para
enfrentar ciertas condiciones.

En los padres correspondería a la capacidad de
mantener un proceso de buen trato hacia los hijos
independientemente de las difíciles condiciones de vida
que puedan existir. Si esta relación de buen trato se da,
aún en momentos o situaciones difíciles, los
niños podrán desarrollar con mayor facilidad esta
capacidad en los niños y niñas (Barudy y Datagnan,
2005).

4. Los recursos comunitarios.

El buen trato infantil debe ser el resultado del
esfuerzo conjunto de la sociedad. En palabradas de Jorge Barudy,
"…. el bienestar infantil o la "felicidad de un niño" no
es nunca un regalo, sino una tarea siempre incompleta, nunca
perfecta ni definitiva… es mucho más que un proceso
puramente individual y familiar; debe ser el resultado de la
acción de toda una comunidad". En virtud de ello, los
recursos comunitarios corresponden a la obligación de la
sociedad o comunidad de ofrecer las mejores condiciones de vida
posible a sus descendientes (Barudy y Datagnan, 2005).

NEGLIGENCIA

Si bien el modelo del Buen Trato Infantil se sostiene en
cuatro factores fundamentales que promueven un óptimo
desarrollo de los niñas y niñas en sus familias y
entorno, y potencia la responsabilidad de toda la comunidad en su
ejecución (familia, estado, mercado y sociedad civil) la
propia CDN establece que los principales responsables por el
bienestar de los niños son sus propios padres (Art. 18
CDN).

A pesar de lo deseado, existen casos donde ni las
familias ni la comunidad permiten el normal desarrollo de los
niños. Barudy, define familia negligente como un
sistema donde los adultos, especialmente los padres, presentan de
una manera permanente comportamientos que se expresan por una
omisión o una insuficiencia de cuidados a los niños
que tienen a cargo
(Barudy, 1998: 87) y agrega que las
diferentes formas de negligencia familiar se producen en las
familias en donde los adultos, especialmente los padres,
presentan de una manera permanente una incapacidad para brindar a
los niños que tienen a su cargo los cuidados necesarios
para asegurarles un desarrollo sano y feliz (Barudy,

2000). Según el autor, estas fallas en que
incurren los padres, pueden ser el resultado de tres
dinámicas que se entremezclan: una biológica, la
otra cultural, y la tercera contextual.

La negligencia biológica, se
trataría del trastorno del apego biológico entre el
adulto y el niño. Corresponde por tanto a situaciones
donde el encuentro sensorial entre el adulto y el niño no
pudo establecerse, lo que produce una alteración del
sentimiento de familiaridad. Según el psiquiatra, este
trastorno grave se manifiesta por la ausencia de interés
y/o rechazo de los padres, frente a la presencia del cuerpo del
niño o niña. Y agrega que son muchos los casos
donde el proceso natural que asegura la vinculación entre
padres e hijos simplemente no se produce, y detalla como factores
que estarían a la base de esta situación problemas
de depresión, enfermedades mentales, toxicomanía y
alcoholismo, traumatismos infantiles de los padres, e incluso los
comportamientos propios del niño como resultados de esta
falta de apego (hiperactividad, problema de sueño,
trastornos alimenticios, y otros) que podrían a su vez
favorecer los comportamientos negligentes de sus padres (Barudy,
2000).

La negligencia cultural, hace referencia a la
transmisión intergeneracional de modelos de crianza
inadecuados y/o peligrosos para el niño. Esto se produce
cuando los padres son portadores de una falta de conocimientos
y/o de conocimientos inadecuados sobre los cuidados necesarios
para asegurarle un crecimiento y desarrollo sano; estos criterios
a menudo forman parte de la cultura de una familia o de su
comunidad. Ante este hecho, es importante para el interventor
respetar los rasgos culturales propios de los sujetos, sin
embargo debe tenerse especial cuidado en no caer en un
relativismo cultural extremo, que podría evitar proteger
al niño víctima de negligencia bajo el pretexto del
respeto a la cultura.

La tercera dinámica correspondería a la
negligencia contextual, que sería provocada por la
ausencia o por la insuficiencia de recursos en el ambiente, lo
que corresponde entonces a la negligencia asociada con la pobreza
y la exclusión social (Barudy, 2000), y es que justamente
el aislamiento social aumentaría los riesgos de la
negligencia causada por la pobreza, puesto que si la causa de
este tipo de negligencia es SER pobres, y que por ser pobres en
nuestra sociedad son aisladas de los bienes, servicios y redes de
apoyo, difícilmente podrán salir de esta
situación de aislamiento e incorporarse a estas redes de
apoyo que son a su vez lo que más necesitan para poder
superar la situación en que se encuentran.

La investigación titulada Familias
Multiproblemáticas y en Riesgo Social:
Características e Intervención
, publicada el
2007, comprende la familia multiproblemática como un
sistema vulnerable de alto riesgo, tanto por la acción de
sus mecanismos internos, como de fuerzas sociales que potencian
su disfuncionalidad y proponen como sus características
centrales la polisintomatología y crisis recurrentes, la
desorganización, el abandono de las funciones parentales y
el aislamiento (Gómez, Muñoz y Haz:

2007).

La descripción dada por los autores sobre las
familias multiproblemáticas, presenta muchas de las
características que Barudy otorga a los diferentes niveles
o estilos de negligencia parental. Según Gómez y
Haz, la investigación en familias
multiproblemáticas ha revelado que éstas tienden a
abandonar sus funciones parentales (Cancrini et al.,

1997; Navarro, 2002. Citado en Gómez y Haz:
2008), mostrando en muchos casos un grado elevado de
incompetencia parental y negligencia, que llevado al extremo (por
ejemplo, ligado a dinámicas de maltrato infantil grave)
puede acarrear la inhabilitación legal de los padres y la
salida del niño de su familia.

INSTITUCIONALIZACIÓN

Cuando un niño ha sido vulnerado en sus derechos,
generalmente a la base de este delito se encuentra su propia
familia, en cuanto principal encargado de velar por su bienestar
y protección. Cuando esto sucede –lo que puede ser
causa de diversos y múltiples motivos- el Estado
estaría validado para intervenir la situación
velando ante todo por el interés superior del niño.
Dicha intervención del Estado puede darse a su vez en una
gran gama de posibilidades, sin embargo, aquella forma de la cual
es preocupación primera de este artículo, es la
intervención del Estado en el núcleo familiar del
niño vulnerado con el objeto de alejarlo de su propia
familia.

Esta situación ha sido determinada
legislativamente en el Art 9° de la CDN, cuando describe en
su primer inciso que, Los Estados Partes velarán por
que el niño no sea separado de sus padres contra la
voluntad de éstos, excepto cuando, a reserva de
revisión judicial, las autoridades competentes determinen,
de conformidad con la ley y los procedimientos aplicables, que
tal separación es necesaria en el interés superior
del niño.
Tal determinación puede ser
necesaria en casos particulares, por ejemplo, en los casos en que
el niño sea objeto de maltrato o descuido por parte de sus
padres o cuando éstos viven separados y debe adoptarse una
decisión acerca del lugar de residencia del niño.
Es en este contexto en que surge la denominada
institucionalización.

Con respecto a esto el director de la Unidad de
Intervención Temprana (UIT) de la Universidad del
Desarrollo, el psicólogo Felipe Lecannelier, en
Efectos de la Separación Temprana: Una mirada desde
los Procesos de Institucionalización
, artículo
publicado por la Fundación San José; destaca
que:

No hay por qué temer o mirar con recelo o
tristeza esta situación, ya que ésta NO condena a
los niños a la desadaptación y vulnerabilidad, sino
que, aún cuando las condiciones de
institucionalización pueden ser un factor de riesgo
importante en materia afectiva del niño o niña, no
generarían un efecto causal directo en el desarrollo de la
emotividad del niño por la separación y carencia de
relaciones estables
(Lecannelier, 2006)

Esto permitiría, no pensar en la
institucionalización como una situación de
separación y ruptura del vínculo primario, que
origina una carencia de relaciones estables en el niño o
niña; sin embargo la teoría plantea que no se debe
descuidar la multiplicidad de factores que intervienen en el
proceso de institucionalización, y que por tanto deben ser
consideraros a la hora de evaluar los efectos que la
situación produce. Es decir, más que la
institucionalización por sí misma, los riegos
físicos y afectivos a los que los niños
institucionalizados están expuestos corresponden a
determinadas variables y características que poseen los
centros, y que serían por tanto los que determinan en
mayor o menor medida la vulnerabilidad de un niño
institucionalizado (Lecannelier, 2006).

Según el psicólogo, dentro de estos
factores, los más influyentes para tener en cuenta al
analizar los efectos de la institucionalización en un
niño, se encontrarían: el tiempo de
institucionalización, puesto que se interviene con la
lógica de que entre menos tiempo esté el
niño fuera de una familia, menor será el
daño al que esté expuesto; los recursos
físicos del centro, referido a las condiciones en las que
viven los niños; la calidad del apego de las cuidadoras,
ya que la actitud de la cuidadora influirá positiva o
negativamente en el niño y establecerá el modo de
relación con el resto de la sociedad, incluida familia de
origen o sustituta; la calidad del apego de los padres adoptivos,
que se presenta como un nuevo punto de partida para el
niño y su integración en la sociedad; y la cantidad
de niños por tías, donde la existencia de una
tía-mamá estable sería clave para el
desarrollo seguro del niño (Lecannelier, 2006).

A diferencia de ello, en el estudio realizado el 2001
por un equipo de investigadoras de la Universidad Andrés
Bello titulado La agresividad física en un grupo de
niños institucionalizados
, da cuenta que la
institucionalización provocaría un retardo en el
desarrollo de la personalidad, por la deficitaria
recepción de estímulos –sobre todo sociales y
afectivos- en un régimen cerrado. Esta deficiente
estimulación puede referirse a una o más de las
siguientes áreas en una misma persona: en relación
a los estímulos sociales, referidos al afecto, a la
sensación de seguridad y protección, y a la
facilitación y filtraje de estímulos. Por lo tanto,
provocaría alteraciones en la vida afectiva del
niño o niña, las que se podrían manifestar
en variadas formas, algunas de estas serían: sentimientos
de abandono y soledad, apatía y desmotivación,
desesperanza, y dificultad para manejar emociones.

Por su parte Barudy dice que los niños
víctimas de negligencia familiar, presentan una carencia o
insuficiencia crónica de cuidados físicos,
médicos,

afectivos o cognitivos al ser ignorados o rechazados por
sus padres, perjudica el desarrollo socio cognitivo del
niño (Barudy, 2000) que le proporcione herramientas
adecuadas para insertarse exitosamente en la sociedad y
posicionarse en ella como un sujeto social de
derechos.

La paradójica situación de vulnerabilidad
emocional del niño vulnerado, ocupa un lugar central
cuando se entra en el mundo de la institucionalización,
por que más allá de cifras estadísticas,
existen micro universos incalculables e inestandarizables (los
propios niños), a los que efectivamente les afecta cada
etapa del proceso que han tenido que vivir. Es decir, se
produciría una doble vulneración de
derechos.

Ahora bien, planteado esto, es posible exponer que
según lo informado en el Documento de Trabajo N°5
"Infancia" de octubre de 2004 de la UNICEF, (que permite conocer
datos concretos de la realidad chilena en materia de
Internación de niños en hogares y centros
especializados), en el año 2000, habían un total de
18.796 niños y adolescentes vulnerados en sus derechos que
se encontraban internos por motivos de protección en
residencias u hogares especializados administrados por organismos
privados colaboradores del SENAME. Cifra que para el año
2004 descendió a 14.108, es decir, aproximadamente un 25%
de estos niños, niñas y adolescentes
estarían nuevamente viviendo con sus familias (UNICEF,
2004)

Junto con ello, el SENAME informa han aumentado las
modalidades de atención ambulatoria por protección
de niños, niñas y adolescentes vulnerados o
amenazados en sus derechos. Y si se consideran todas las
modalidades de atención, se obtiene que han disminuido en
un 20% los niños y adolescentes que están viviendo
en algún sistema residencial, mientras que la oferta de
tipo ambulatorio presenta un aumento superior a un

60%. Por lo tanto se observa un giro desde una
visión centrada en dar a los niños un hogar, el
techo y la alimentación, cuyo óptimo sería
protegerlos en un Centro de Protección; a una
visión que presenta estos mismos centros sólo como
una medida transitoria, cuyo fin es que todos los niños y
niñas egresen a una familia definitiva en el menor tiempo
posible. Se pretende realizar un trabajo con la familia de origen
en miras de un egreso.

RELEVANCIA

Es a partir del desarrollo de los conceptos de Buen
Trato Infantil, Negligencia Familiar e
Institucionalización, y de la complejidad que estos
conllevan, que surge la necesidad de generar mecanismos que
contribuyan de manera directa o indirecta a la
des-institucionalización. Se ha planteado que una de las
formas de contribuir a disminuir la institucionalización
de niños y niñas es por medio de la
reconstrucción de vínculos con la familia de origen
(nuclear o extendida) y en el caso que la familia de origen no
exista o se encuentre en extremo inhabilitada, se incentiva a los
organismos y profesionales a cargo de los procesos, la
búsqueda de una familia sustituta o de
adopción.

Considerando el interés superior de los
niños y niñas, se quiere contribuir a que la toma
de decisiones, con respecto al egreso o permanencia de
éstos en los centros de protección, sea lo
más objetiva, fundada y rigurosa posible. Para llevar esto
a cabo, se presenta esta guía con el objeto de orientar la
discusión de los profesionales involucrados en el proceso,
ordenando la información obtenida del ejercicio de
técnicas del Trabajo Social para la evaluación
familiar, como lo son las entrevistas con los actores claves
(padres, niño, familiares, docentes y otros) la
generación del genograma familiar, del ecomapa de la
familia o persona que se haría cargo del niño o
niña ante un posible egreso, la observación de la
relación que se genera entre el adulto y el niño en
las visitas al hogar y las visitas domiciliarias que realizan los
profesionales a cargo. Junto con ello, se plantea ventajoso que
los profesionales realicen un auto diagnóstico, que les
ayude a despejar posibles prejuicios o preocupaciones personales
al momento de participar de la evaluación de la
familia.

Actualmente no existe un criterio estandarizado que
guíe la decisión de los profesionales que se
desenvuelven en centros de protección acerca del egreso o
permanencia de los niños o niñas que se encuentran
en ellos.

Es importante destacar que una familia competente
parentalmente (ya sea de origen, extendida, sustituta o adoptiva)
permite y potencia el sano desarrollo de sus miembros. La actual
intervención escasamente considera la realidad familiar
presente (su potencial o imposibilidad de mejorar la
situación por la que el niño fue separado de ella)
por lo que podrían existir familias cuyo motivo original
que llevó a la separación de los niños haya
sido superado y por falta de mecanismos esta situación no
haya sido detectada, o bien, que con una visión de
intervención centrada únicamente en la familia y no
orientada a velar por el interés superior del niño,
se intente trabajar con familias en extremo incapaces de asegurar
el afecto y la protección que un niño
necesita.

Ambas alternativas en la intervención
estarían hoy en día condenando a niños a
permanecer en un Centro de Protección, que no es un
ambiente apto para su óptimo desarrollo. Por lo que
contribuir a la toma de decisiones para que se pueda evaluar
correctamente este ambiente, favorecería el interés
superior de los niños y niñas.

Considerando la doble vulneración de derechos que
viven los niños institucionalizados, es que este
artículo quiere aportar con una Guía de
Evaluación de Buen Trato Infantil aplicable a familias de
niños institucionalizados
, brindando con ello a la
comunidad profesional una unificación de criterios a la
luz de la disciplina del Trabajo Social
, que permita dirigir
la decisión de egreso o permanencia en la
institución, o bien una reincorporación del
niño en una familia, preferentemente la de origen (ya sea
nuclear o extendida) o en el caso que ésta presente una
situación en extremo invalidante (sin posibilidades de
superar la situación que dio origen a la separación
del niño) que permita argumentar la posibilidad de que
sean insertados en una familia sustituta o de
adopción.

MÉTODO

Luego de la revisión bibliográfica, e
indagación en la literatura, se distinguieron 3 conceptos
claves (buen trato, negligencia e institucionalización)
que permitieron el análisis necesario para generar los 5
objetivos que son la base del instrumento.

Su aplicación supone la discusión de un
equipo interdisciplinario que pueda atender mediante
técnicas del trabajo social (observación,
entrevistas, visita domiciliaria, genograma, ecomapa) al grupo
familiar en que el niño se insertaría.

El conocimiento amplio de la situación real
presente de la familia evaluada, permitirá a las
instituciones realizar un trabajo específico con cada
familia, potenciando sus fortalezas y mejorando las
debilidades.

OBJETIVOS

1.- Dar a conocer los antecedentes generales del
caso
. Que permite contextualizar la evaluación, al
describir el motivo, historial de institucionalización del
niño, percepción de agentes claves, y definir el
grupo familiar al que el niño se integraría ante un
posible egreso.

2.- Identificar los principales recursos y
competencias parentales presentes en la familia.
Por medio
del conocimiento del apego, la inteligencia emocional, la
empatía, de las formas de relación y del modelo de
cuidado presente en el grupo familiar.

3.- Identificar qué necesidades de los
niños están o pueden ser satisfechas por las
familias.
Ya sean de carácter material o
físico, relaciones conflictivas del entorno y en el
interior de la familia, espacios de comunicación, poder,
autoridad y reglas al interior de la familia.

4.- Identificar las fuentes de resiliencia
familiar
. Que serán fundamentales para promover
cambios positivos en la familia que permitan la
reinserción del niño. Entre ellas se considera el
autoestima del niño, cuidado y afecto, y la capacidad de
cambio de los miembros del grupo familiar.

5.- Identificar los recursos comunitarios utilizados
por las familias.
Considerando la capacidad de cada familia
para acceder a ellas, que constituiría un facilitador de
la labor parental.

OPERACIONALIZACION

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GUÍA DE
EVALUACION FAMILIAR PARA EL BUEN TRATO INFANTIL

Monografias.com

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Monografias.com

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AUTOEVALUACION
PROFESIONAL

Monografias.com

CONCLUSIONES

Las últimas tendencias de SENAME estarían
orientadas a la disminución de la
institucionalización de niños en residencias
permanentes u hogares de protección de derechos, y a
fomentar la atención ambulatoria y estrategias de
reinserción familiar de los niños. Coincidiendo con
esta línea de intervención, este artículo
asume y promueve un tipo de intervención familiar centrado
en el niño, al considerar que un ambiente familiar
será el lugar más propicio para su desarrollo sano
y normal.

El propósito de este artículo es aplicar
la teoría existente sobre buen trato infantil al
ámbito de la evaluación familiar, poniendo a
disposición de los organismos colaboradores del SENAME de
un insumo que apoye su labor y facilite procesos de
des-institucionalización exitosos, es decir, que los
niños reinsertados en una familia, permanezcan en ella y
no tengan que volver a un centro de protección por una
nueva vulneración de derechos.

La guía no fue planteada con modelo
matemático de suma de puntuaciones, si no como modelo que
permita dirigir el diálogo sobre un caso, entre los
profesionales de una institución (asistente social,
sicólogo, enfermera, educadora, u otros) de manera que la
información que cada uno maneje respecto del área
que debe intervenir, sea socializado en el equipo de trabajo como
una tarea fluida y normal.

La apuesta por el diálogo entre profesionales
tiene a la base el enriquecimiento de la visión a un nivel
multidimensional, sin embargo está expuesta a factores
humanos del contexto y del día a día, que no
siempre son considerados y que podrían generar un sesgo en
el resultado. Por ello, se propone la aplicación previa de
una pauta de auto comprensión, para que los profesionales
que participarán de la evaluación de un caso sean
capaces de delimitar su situación personal,
preocupaciones, problemas, o incluso afecto involucrado por el
niño evaluado, de manera que el resultado sea lo
más objetivo posible, evitando la cargas emocionales
personales de los miembros del equipo.

Una de las últimas publicaciones de Barudy
refiere a la evaluación de competencias parentales, sin
embargo se propone un modelo muy complejo y difícil de ser
aplicado por los operadores sociales. Este hecho invita a la
reflexión sobre la labor de los trabajadores sociales hoy
en día: existe literatura, hay teoría… pero hace
falta aplicarla y sistematizarla. El propósito de este
artículo es realizar un aporte en ese sentido,
incentivando a otros profesionales a continuar con
ello.

Esta guía podría permitir generar nuevas
pautas aplicables a intervenciones previas, en cuanto a
evaluación familiar para la prevención de
situaciones de mal trato infantil (aplicables por ejemplo en
colegios, centros de salud familiar, en las oficinas de
protección de derechos y otras instituciones que trabajen
con niños).

Este es un primer paso, no se desconoce que con el
tiempo la Guía presentada pueda mejorarse y lograr una
mejor aplicabilidad para ser usada por los operadores sociales
(tanto para situaciones paliativas, mitigativas como preventivas)
donde cada vez se vaya ajustado más a las nuevas
exigencias que la sociedad va introduciendo, lo que implica una
constante reevaluación e incorporación de los
ajustes necesarios a las herramientas utilizadas, para que se
adecúen a los cambios que se van generando.

REFERENCIAS

? ACHNU (2008) Género,
Maltrato e Infancia, Manual
. Asociación Chilena Pro
Naciones Unidas, con el apoyo de SENAME. Santiago.

? ARRIAGADA, I. (2007) Familia y
Política Pública en América Latina: Una
Historia de desencuentros.
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Autor:

Judith Gajardo

Natalia Carbullanca

Pontificia Universidad Católica de
Chile

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