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Las revoluciones rusas de 1917




Enviado por Abraham Omonte



Partes: 1, 2

  1. Presentación
  2. Balance bibliográfico
  3. Síntesis de la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa
  4. La participación rusa en la Primera Guerra Mundial
  5. Las revoluciones de 1917
  6. La revolución de Octubre
  7. Conclusión
  8. Fuentes consultadas

Presentación

Una de las grandes fantasías de niños y adolescentes, es participar en la guerra. La sola idea de disparar contra otros seres humanos, derribar muros o hacer volar por los aires un vehículo llena de adrenalina el espíritu deseoso de experimentar aventuras. Sin embargo, como dijera un experimentado militar de la guerra independentista estadounidense, "la guerra es el infierno". Toda conflagración bélica denuncia la incapacidad de los gobiernos para resolver sus diferencias en el clima del respeto y la diplomacia.

Sin embargo, la guerra se presenta a veces como un momento necesario para desnudar las debilidades internas de un Estado, sea el agredido o el agresor, y éstas pueden ser determinantes para definir el curso de la contienda armada. El siglo XX fue testigo de una gran cantidad de ellas, pero la que primero marcó la nueva orientación que tendrían, fue sin duda la ahora conocida como Primera Guerra Mundial.

Los detalles de esta enorme carnicería, superada sólo por la Segunda Guerra Mundial, no serán presentados profusamente en el presente documento. El propósito principal es analizar la importancia que este episodio tuvo en el curso de la historia rusa, en forma particular en el triunfo de los bolcheviques en la Revolución de Octubre. Asimismo, se propondrá con esta base un símil con la historia latinoamericana del mismo siglo, y ver los efectos que tuvo en el orden interno de los casos expuestos.

En este sentido, el presente trabajo se desarrolla en tres apartados generales: en el primero, se expone el balance bibliográfico, explicando las fuentes consultadas y su valor para la investigación. En el segundo, se expone una síntesis de los antecedentes y el desarrollo de la Primera Guerra, con especial énfasis en la participación rusa en ella. En el mismo apartado, se describe el desarrollo y los protagonistas de las revoluciones rusas de Marzo y Octubre. Finalmente, se presentan conclusiones preliminares.

Lejos, muy lejos de ser un trabajo completo y exhaustivo, este pequeño documento se presenta como una invitación a explorar los episodios históricos referidos, no en busca de la verdad, búsqueda que tantas muertes trae y que justifica tantas estupideces, sino sólo de ampliar nuestra comprensión por el mundo en que vivimos.

I. Balance bibliográfico

Para la redacción de esta monografía se emplearon exclusivamente fuentes de carácter secundario, considerando tanto el factor espacial como el temporal de los hechos abordados en el presente estudio.

En este sentido, el libro "Historia de la revolución rusa", de León Trotsky, resulta un aporte importante para entender el proceso desde las causas primeras, que se ubican incluso antes que la participación rusa en la Primera Guerra Mundial, pero con un importante análisis de esta contienda bélica que involucró a la mayoría de los estados europeos, como se expondrá en el apartado correspondiente de esta monografía. Debe destacarse que el autor estuvo presente en todos los hechos que expone y analiza, habiendo sido uno de los protagonistas principales del triunfo de la facción bolchevique de la socialdemocracia rusa.

También se consultó el libro "La revolución rusa (1891-1924). La tragedia de un pueblo", de Orlando Figes, que presenta en forma detallada los grandes hitos del período histórico examinado, aportando una visión complementaria de los hechos, basada principalmente en fuentes documentales. El mérito de este trabajo es haber examinado tanto los documentos de la historia oficial como los pequeños testimonios que fueron dejando testigos y protagonistas de menor trascendencia en los anales rusos, por lo que se tiene la visión del pequeño agricultor que deja la aldea, del noble que reniega de su cuna y también del revolucionario profesional.

La obra homónima "La revolución rusa" de Sheila Fitzpatrick contiene una visión panorámica de este proceso histórico. Aunque carente del detalle de otros textos consultados, la lectura de este libro posibilita un repaso global de las causas y efectos de la revolución sociopolítica más importante del siglo pasado.

Otro libro importante para la comprensión de este fenómeno es el libro "Diez días que estremecieron al mundo", del autor estadounidense John Reed, quien tuvo la oportunidad de presenciar los hechos en forma personal, y realizó un importante trabajo de campo, entrevistando tanto a los líderes de la revolución como a ciudadanos comunes durante aquellos intensos días que significaron el triunfo de la revolución bolchevique.

Finalmente, se consultó "Nicolás y Alejandra. El amor y la muerte en la Rusia imperial", de Robert K. Massie, que reconstruye en detalle los últimos años de la familia imperial rusa, así como los hechos más significativos que marcaron el período entre las revoluciones de 1905 y de febrero-octubre de 1917, con énfasis en los personajes que protagonizaron dicho período, haciendo un especial hincapié en el rol que le cupo desempeñar al polémico personaje Grigori Yefimovich Novij, más conocido como Rasputín.

En forma complementaria, se consultó la Enciclopedia Encarta 2008, que permitió ampliar la información para ciertos casos, pero sin ser la principal fuente de información, así como páginas web que permitieron aclarar algunos puntos expuestos a lo largo de esta monografía.

Con estas fuentes consultadas, se logró una comprensión general del tema de estudio, que así como cualquier otro de esta dimensión, demandaría una mayor dedicación para su cabal entendimiento, que se traduciría incluso en meses e incluso años de estudio, entrevistas y visitas a las principales bibliotecas de la ciudad y el país, cuando menos.

II. Síntesis de la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa

En este apartado se desea identificar los principales elementos que caracterizaron a la Primera Guerra Mundial, con especial énfasis en la participación rusa, las cifras, la coyuntura existente en ese momento y otros puntos de interés. Pero antes de explicar esto, se considera necesaria una breve mención a la revolución de 1905, sin ir más allá, para explicar el proceso que se analiza.

2.1 Antecedentes básicos

La historia de Rusia, al igual que del resto de los dos continentes que ocupa (Europa y Asia), es una historia de continuas guerras, revueltas y ocupaciones. Los hechos están registrados por los historiadores. Si nos fiamos de su veracidad, podemos afirmar que desde el establecimiento de los primeros grupos humanos en estos territorios, se produjo la apropiación violenta de los mejores espacios para la cacería, la ganadería y la agricultura, alrededor del siglo V, cuando los eslavos llegaron al sureste y asimilaron los restos de las civilizaciones escita y sármata, antiguas tribus originarias de Asia, dedicados principalmente a la ganadería, pero que también fueron grandes guerreros e invasores, sucesivamente sometidos por otras culturas indoeuropeas.

Omitiendo la pasión por retratar y analizar más de mil años de historia, en la segunda mitad del siglo XIX, concretamente la década de 1860, se inician varios movimientos contrarios al establishment. Originados en diversos factores, se forman varios grupos pertenecientes a la clase acomodada, que reciben el apelativo de intelligentsia rusa, y que buscaba la transformación con una orientación anarquista, populista e ideologías socialistas. Paralelamente, se inicia la autoeducación de sectores menos favorecidos, principalmente entre los campesinos insertados en el mercado industrial de Moscú. Esa década fue significativa por la liberación de los siervos, siendo emperador Alejandro II. El hecho de que los siervos fueran "emancipados" de sus antiguos amos debe entenderse en una situación similar al proceso de manumisión acaecido en la naciente Estados Unidos: no se trataba de un asunto de conciencia, sino de conveniencia. Así como mantener a un esclavo supone no sólo darle comida y techo, sino también pensar en los cazarecompensas cuando escapan, los médicos y fármacos para evitar epidemias (un esclavo muerto por influenza carece de importancia, pero una epidemia que diezme una colonia completa, era asunto de alta preocupación), el tener siervos para los señores feudales rusos tenía sus ventajas y desventajas. Una ventaja, por absurda que resulte hoy en día, era su ostentación. El número de vasallos que poseyera un noble era socialmente reconocido, e incluso muchos puestos en la corte dependían de este burdo dato.

El siervo no era considerado una fuerza productiva, como lo es el trabajador moderno, ni siquiera como lo era el esclavo negro en tierras americanas, incorporado desde su llegada a las diferentes labores agrícolas, principalmente. El siervo era apenas algo más que una cosa. Si bien eran productores, no era la producción lo que primaba de ellos, sino el solo hecho de poseerlos. Empero, al ser considerados "cosas", los nobles también disponían de sus existencias, y no de una forma mercantil, sino que incluso eran dejados como prendas. Figes retrata este período en los siguientes términos: "A mediados del siglo xix muchos de los caballeros se habían endeudado desesperadamente. Hacia 1859, una tercera parte de las posesiones y dos terceras partes de los siervos poseídos por los nobles terratenientes habían sido hipotecados a favor del Estado y de los bancos aristocráticos. Esto, más que otra cosa, ayudó al gobierno a forzar la emancipación en contra de la considerable oposición de la nobleza. No es que las condiciones de la liberación fueran desfavorables para los terratenientes: recibieron un buen dinero por la tierra (a menudo de baja calidad) que decidieron transferir a los campesinos".[1]

En pie de página, Figes aclara: "Según los términos de la emancipación, los siervos se vieron forzados a pagar su tierra recientemente adquirida mediante un acuerdo hipotecario con el Estado, que le pagó a la nobleza de manera completa y directa. Así, en realidad, los siervos compraron su libertad pagando las deudas [completas] de sus [antiguos] amos".[2]

Así pues, se tiene una situación nada fácil para los amos, y menos para los siervos, que llevaron hasta el final de sus existencias el peso de las insensateces de sus antiguos amos. Este libro, ni las demás fuentes consultadas, señalan nada respecto a la herencia de la deuda, pero es probable que así sucediera. Las legislaciones modernas prohíben expresamente esto, pero era frecuente en los ordenamientos legales antiguos el que una deuda recayera sobre toda la familia, incluidos hermanos que no tenían nada que ver con el asunto, y era heredada por los hijos y los hijos de sus hijos. Esto, desde luego, era aplicado exclusivamente a las clases sociales dominadas, pues las leyes siempre fueron dictadas por las clases dominantes.

En cuanto a los efectos que la referida emancipación tuvo en la "alta sociedad", el mismo Figes apunta: "La emancipación tuvo el efecto de un duro golpe no sólo para la economía, sino también para el conjunto de la civilización provincial de la nobleza. Privados de sus siervos, la mayoría de los nobles terratenientes se sumergieron en una decadencia terminal. Muy pocos pudieron responder a los nuevos desafíos del mundo comercial en el cual como agricultores (y menos a menudo como hombres de industria y comerciantes) se vieron obligados a sobrevivir en adelante. Todo el período entre 1861 y 1917 podría ser presentado como la muerte lenta de la antigua elite agraria sobre la que siempre había descansado el sistema zarista".[3]

Este período debe ser entendido como uno de reformas o intentos de reforma. En el caso referido, el zar buscaba devolver el equilibrio a las finanzas de su propia clase social, los grandes aunque improductivos terratenientes, la élite gobernante rusa, de ninguna forma el propósito fue liberar a los siervos de su condición por una suerte de conciencia cristiana ni nada parecido. El haber llegado a situaciones de insostenibilidad para una clase social completa sólo puede ser atribuido al desinterés con que vivía esa misma clase social. Figes afirma sobre el particular: "La antigua economía servil rusa nunca había tenido como finalidad, en términos generales, la de conseguir beneficios. Los nobles obtenían prestigio (y en ocasiones, un puesto elevado) por el número de siervos que poseían [坠y por la ostentación de sus mansiones señoriales más que por el éxito de sus explotaciones. La mayoría de las posesiones señoriales eran labradas por siervos que disponían de los mismos instrumentos y métodos primitivos que utilizaban en sus propios huertos domésticos. Muchos de los caballeros gastaban los reducidos ingresos de sus posesiones en los costosos lujos importados de Europa en lugar de invertirlos en sus posesiones agrarias. Pocos parece que llegaran a comprender que los ingresos no eran lo mismo que los beneficios".[4]

Buscando una similitud en el contexto latinoamericano, hallamos en el ensayo del boliviano Alcides Arguedas la siguiente referencia a un anuncio pagado en un periódico local: "Alquilo pongo con taquia pueblo enfermo", aclarándose que la taquia era la bosta utilizada como fertilizante natural. En esta analogía se observa una afinidad de pensamiento entre los terratenientes rusos y los latinoamericanos, que consideraban parte de su feudo a los campesinos que laboraban las tierras de los denominados "señores". La misma palabra "señor" tenía una connotación mucho más fuerte que la otorgada en los tiempos actuales, e implicaba reconocer en otro la capacidad de decidir sobre la propia vida y de la familia.

Figes identifica esta etapa como el verdadero germen de la revolución rusa, al señalar: "Resultaba lógico que el régimen zarista buscara basar su poder en las provincias con nobleza terrateniente, su aliado más cercano. Pero fue una estrategia peligrosa y el peligro fue creciendo a medida que pasaba el tiempo. La nobleza terrateniente se encontraba sometida a una fuerte decadencia económica durante los años de la depresión agrícola a finales del siglo xix, y se estaba volviendo hacia los zemstvos para defender sus intereses locales agrarios contra la burocracia centralizadora e industrializante de San Petersburgo. En los años anteriores a 1905, esta resistencia se expresó fundamentalmente en términos liberales: era vista como la defensa de la "sociedad provincial", un término que ahora se utilizaba por primera vez y que conscientemente se ampliaba para incluir los intereses del campesinado. Este movimiento liberal de los zemstvos culminó en la petición política de mayor autonomía para el gobierno local, de un parlamento nacional y de una constitución. Aquí estuvo el inicio de la revolución: no en los movimientos socialistas o de los trabajadores sino (como en Francia en la penúltima década del siglo xviii) en las aspiraciones del más antiguo aliado del régimen, la nobleza provincial".[5]

El período referido dio inicio a un masivo éxodo de los campesinos pobres a las principales ciudades, a la sazón San Petersburgo y Moscú. Este hecho se constituyó en una reforma importante, pero la sociedad demandaba más.

No deben confundirse los datos: el que Moscú poseyera un sector industrial no significa que la industrialización hubiera llegado con fuerza a Rusia. Eran pocas las fábricas existentes en el inmenso territorio ruso, e incluso en los años de la Gran Guerra (Primera Guerra Mundial), pues, según señala León Trotsky, "en vísperas de la guerra, cuando la Rusia zarista había alcanzado el punto culminante de su bienestar, la parte alícuota de riqueza nacional que correspondía a cada habitante era ocho o diez veces inferior a la de los Estados Unidos, lo cual no tiene nada de sorprendente si se tiene en cuenta que las cuatro quintas partes de la población obrera de Rusia se concentraban en la agricultura, mientras que en los Estados Unidos, por cada persona ocupada en las labores agrícolas había 2,5 obreros industriales. Añádase a esto que en vísperas de la guerra Rusia tenía 0,4 kilómetros de líneas férreas por cada 100 kilómetros cuadrados, mientras que en Alemania la proporción era de 1,7 y de 7 en Autria-Hungría, y por el estilo, todos los demás coeficientes comparativos que pudiéramos mencionar".[6]

Esta comparación es necesaria para entender la situación general de Rusia. A esas cifras, se debe añadir las características psicológicas de la población, que veían en su soberano una especie de "Enviado de Dios", sino una forma suya, e incluso él no dejaba de considerarse a sí mismo su único representante en la tierra. La mentalidad colectiva, por tanto, estaba más cerca de la cosmogonía egipcia que la correspondiente a una sociedad moderna. La religiosidad es otro eje de discusión sobre el que se podría tematizar, debido a la curiosa comunión entre la casa del Zar y la Iglesia Ortodoxa.

La división entre el catolicismo romano y la ortodoxia griega, iniciado el segundo milenio (las perspectivas varían entre el 1054 y el 1204), significó el primer gran cisma del cristianismo, y las posiciones, con el transcurso de los siglos, se hicieron irreconciliables. Las diferencias entre una y otra iglesia son de compleja explicación, pero se puede señalar básicamente que tienen en común la tradición de adoración a Jesús y las imágenes heredadas de culturas paganas, a la vez de los Evangelios. También tienen en común su estrecho vínculo con los gobernantes, que no siempre fue una relación armónica, sino plagada de altas y bajas.

Empero, convendría distinguir entre la religiosidad urbana y la campesina, pues mientras la primera se caracterizaba por ser una religiosidad letrada, y que por tanto podía ser adoctrinada en términos de semejantes, la segunda estaba imbuida por un recelo del campesino hacia los sacerdotes ortodoxos. Orlando Figes señala al respecto: "Al ser analfabeto, el campesino corriente conocía muy poco de los evangelios. El Padrenuestro y los Diez Mandamientos le resultaban desconocidos. Pero comprendía vagamente los conceptos de cielo e infierno, y sin duda esperaba que la observación a lo largo de su vida de los rituales de la Iglesia de alguna manera salvaría su alma. Concebía a Dios como un ser humano real, no como un espíritu abstracto [坠El icono era el centro de la fe del campesino. Seguía las historias de la Biblia a partir de los iconos que había en su iglesia y creía que éstos tenían poderes mágicos. El rincón en la cabaña del campesino donde colocaba el icono de la familia era, como la estufa, un lugar santo. Proporcionaba albergue a las almas de sus antepasados fallecidos y protegía la casa de los malos espíritus [坠Sin embargo, como Belinsky señaló a Gogol, el campesino también encontró otro uso para este objeto sagrado. Dice del icono: "sirve para rezar y también se pueden tapar con él cazuelas"."[7]

El tema de la religiosidad es amplio y complejo. Lejos de la oposición condenación/salvación que se constituyen en el eje central de los discursos religiosos occidentales, presentes en gran parte de Europa y América, está el hecho de ser una constante en la vida cotidiana de las personas, pero no sólo a un nivel espiritual, sino también mundano. Así, la parte final de la cita de Figes alerta sobre la forma en que se veía un objeto considerado sagrado dentro de la sociedad rusa. El icono era simplemente la imagen de Jesús, María o cualquier santo del cristianismo. Efectuando un símil con las sociedades latinoamericanas (andinas o no), se observan situaciones difíciles de explicar aunque fáciles de describir. Así, se tienen los casos de curanderos y hechiceros (la diferenciación de las categorías no son de interés para este estudio) que entre otros artículos propios de su actividad tienen biblias. Es decir, al lado de las ranas disecadas, hojas resecas de diversas plantas, huevos podridos y otros artilugios, se encuentra uno de los símbolos más importantes de la religiosidad cristiana. Cristianismo-paganismo coexisten en muchos rincones del mundo, y los actos de los seres humanos respecto a los símbolos de ambas formas de ver el mundo se hace difícil de entender, salvo que exista la predisposición a aceptar que un individuo puede valorar dos objetos símbolo de visiones opuestas, situación que podría ser considerada incluso herética, para sustentar sus creencias, para hacerlas concretas en un mundo concreto. Asimismo, el hecho de que un campesino ruso utilice un icono como tapa de la cacerola dice mucho sobre el deseo de hacer de su religiosidad algo útil para su existencia cotidiana.

La religión es una institución concreta, formada por hombres, mujeres, edificaciones y relaciones entre sacerdotes y fieles, pero su base es abstracta, inmaterial. Para conectar unos y otros, son necesarios los símbolos, que no son otra cosa que objetos materiales que reflejan el mundo de las ideas, como las personas consideran o imaginan que deben ser los seres que habitan el mundo inmaterial. El valor que se le asigna a cada símbolo dentro de una cultura puede diferir diametralmente de una cultura a otra. Así, tenemos en varias culturas andinas la presencia del "Tiu" (mal llamado "tío"), imagen similar al Satanás del imaginario colectivo cristiano, que para el hombre de los Andes representa protección, un espíritu que habita las profundidades y el que, de llevar un buen diálogo, una buena confraternización y relación, está dispuesto a ayudar. Por ello, no resulta extraño encontrar en los socavones mineros la imagen cornuda con ofrendas de coca y alcohol. Son los mismos mineros que los días domingos van a misa, rinden culto a las diferentes imágenes católicas, como una forma de extensión de la Colonia y las tradiciones heredadas de la presencia española, un tributo que no se termina por la simple razón de que al andino no le interesa terminarla, ya que pudo adaptarse sin sucumbir a estas tradiciones que no eran suyas, para luego hacerlas suyas, darles un nuevo sentido de acuerdo a sus valores.

Un caso sobre el que vengo especulando desde años atrás es el de la imagen de la virgen María morena, muy diferente en su configuración a la rubia de ojos azules, delgada y muy pulcra que nos presenta la tradición católica europea, y que todavía se halla en los templos heredados de la Colonia. Examinando cuidadosamente las pinturas en las que los artistas locales y nativos plasman su versión de "la madre de Dios", se puede apreciar la forma cónica que tienen varias de estas imágenes, cual cerros elevados y el color tierra de las facciones físicas de la mujer que se constituye en el tema – objeto central del cuadro. También en este mismo sentido, según las fuentes consultadas sobre la revolución rusa, la cruz también es un símbolo dentro de la iglesia ortodoxa oriental, pero que muchas veces el campesino simplemente no entiende.

Ese fue el contexto general en el que germina la revolución rusa, pero fue la guerra ruso-japonesa la que encendió la primera chispa de la rebelión contra el zarismo ruso en el siglo XX, acelerando la politización de los sectores más importantes de la población rusa. León Trotsky señala sobre el particular: "Los acontecimientos de 1905 fueron el prólogo de las dos revoluciones de 1917: la de Febrero y la de Octubre. El prólogo contenía ya todos los elementos del drama, aunque éstos no se desarrollasen hasta el fin. La guerra ruso-japonesa hizo tambalearse al zarismo. La burguesía liberal se valió del movimiento de las masas para infundir un poco de miedo desde la oposición a la monarquía. Pero los obreros se emanciparon de la burguesía, organizándose aparte de ella y frente a ella en los soviets, creados entonces por vez primera. Los campesinos se levantaron, al grito de 릩excl;tierra!묠en toda la gigantesca extensión del país. Los elementos revolucionarios del ejército sentíanse atraídos, tanto como los campesinos, por los soviets, que, en el momento álgido de la revolución, disputaron abiertamente el poder a la monarquía".[8]

Tanto la referencia a la guerra ruso-japonesa como la participación rusa en la Primera Guerra Mundial se presentan como antecedentes importantes para entender los procesos revolucionarios que las siguieron. Aunque en el caso de 1905 la revolución quedó trunca, se habían encendido en cambio los focos más importantes de la escalada de revueltas que le tocaría vivir a la Rusia de principios de siglo XX, pues se identifican claramente los sectores beligerantes al interior de la sociedad, que son los trabajadores y los campesinos. En palabras de Trotsky, "Fue entonces cuando actuaron por primera vez en la historia de Rusia todas las fuerzas revolucionarias: carecían de experiencia y les faltaba la confianza en sí mismas. Los liberales retrocedieron ostentosamente ante la revolución en el preciso momento en que se demostraba que no bastaba con hostilizar al zarismo, sino que era preciso derribarlo. La brusca ruptura de la burguesía con el pueblo, que hizo que ya entonces se desprendiese de aquélla una parte considerable de la intelectualidad democrática, facilitó a la monarquía la obra de selección dentro del ejército, le permitió seleccionar las fuerzas fieles al régimen y organizar una sangrienta represión contra los obreros y campesinos. Y, aunque con algunas costillas rotas, el zarismo salió vivo y relativamente fuerte de la prueba de 1905".[9]

Los factores que alude el autor para que la revolución de 1905 no derrocara al zarismo (inexperiencia y falta de confianza) son fundamentales para entender el proceso que de todos modos se iniciaba, pues la inexperiencia se convertiría en la experiencia que se sumaría después de las dos guerras señaladas, la posterior revolución de febrero de 1917 y las numerosas revueltas que se dieron entre estos grandes acontecimientos, pues no se debe perder nunca de vista que un gran hecho histórico es antecedido por atisbos que denuncian la inconformidad de la población. A esto, se suma que la falta de confianza que menciona Trotsky se convirtiera en confianza plena, confianza que sólo pueden darla la experiencia y la apropiada conducción política y militar de todo acontecimiento de esta naturaleza. Resulta interesante observar que en los párrafos citados y otros del libro referido, Trotsky indica a la participación burguesa liberal como importante en un principio, pero vacilante en el momento decisivo, y que al final muestre una actitud conservadora, incluso pacifista, incluso aunque encienda con una chispa la llama que amenaza consumirlo todo, incluso a ella misma. Debe recordarse que en ese instante la burguesía no se hacía del poder en Rusia, pero se encontraba en estación embrionaria en el país más extenso del mundo, sin terminar de nacer, por emplear una alegoría. Era la agricultura la actividad predominante, y la presencia de campesinos más que de obreros la que, según Trotsky, retrasó la insurgencia de un proceso revolucionario exitoso.

Esta observación se basa en las teorías del materialismo dialéctico e histórico, fundamentalmente el último enfoque, que afirma que el motor de la historia lo constituye la lucha de clases, y que para el tránsito de una sociedad capitalista (que no era el caso de la Rusa zarista, aún feudal) era necesaria la existencia de una importante masa obrera, en las fábricas, minas, pozos petroleros, etc.

Empero, considerando que la historia se comprobó más de una vez en demostrar su diferencia con las teorías, en el caso analizado, como se expondrá en páginas posteriores, el fenómeno de la revolución pudo llevar exitosamente a un segmento de la población sobre otra, pero en las circunstancias que se explican en este estudio.

Adicionalmente, se debe considerar como uno de los efectos más importantes de dicho momento histórico la creación de la Duma, que según contiene la enciclopedia informática Encarta, fue la "cámara baja del Parlamento ruso (1906-1917), creada por el zar Nicolás II en respuesta a las peticiones que reclamaban representación popular en el gobierno, realizadas durante la Revolución de 1905. Cada uno de los cuatro estamentos electorales (terratenientes, propietarios de fincas urbanas, trabajadores de fábricas y campesinos) elegía delegados que, a su vez, designaban a los miembros de la Duma. El zar tenía poder para vetar las medidas adoptadas por la asamblea y para disolverla. En teoría, era preciso el consentimiento de la Duma para aprobar cualquier legislación, pero en la práctica esta norma se pasaba por alto con frecuencia".[10] En los hechos, la Duma no se constituyó en un contrapeso suficiente frente al poder del Zar, y su disolución en las cuatro oportunidades en que se instaló fue la suficiente prueba de su inefectividad, pese a que la cuarta duma (1912- 1917) "manifestó una creciente oposición a la gestión gubernamental durante la I Guerra Mundial. Nicolás II la disolvió en marzo de 1917, poco antes de ser derrocado".[11]

Ya en este período, se dio una suerte de politización de la población, pues por primera vez se asumía conciencia sobre las contradicciones existentes en la sociedad rusa. Incluso en el ejército, cuya oficialidad estaba compuesta por miembros de las clases sociales dominantes y con tropas compuestas por campesinos e hijos de obreros, las diferencias se reproducían y agudizaban. Así, Orlando Figes señala que "Hubo más de cuatrocientos motines entre el otoño de 1905 y el verano de 1906. El ejército se vio arrastrado al borde del colapso, y necesitó años para restaurar una apariencia de orden".[12] Estos motines eran la señal clara de una serie de crisis que afectaron a las fuerzas armadas rusas. El autor además afirma que "Muchos de estos motines fueron parte de una protesta general contra las condiciones feudales que prevalecían en el ejército [坠A los oficiales se les permitía utilizar una amplia gama de términos insultantes, tales como "escoria" y "sabandija" para humillar a sus soldados y mantenerlos en su lugar. Incluso cuando se encontraba fuera de servicio, el soldado raso se veía privado de los derechos de un ciudadano normal. No podía fumar en los lugares públicos, acudir a restaurantes o teatros, subir a los tranvías u ocupar un asiento de primera o de segunda clase en un coche de ferrocarril. En los parques públicos aparecían letreros que decían: "Prohibida la entrada de perros y soldados". La determinación de los soldados por derribar esta "servidumbre del ejército" y obtener la dignidad de la ciudadanía iba a convertirse en uno de los episodios más relevantes de la revolución".[13] Desde luego, estos cambios no serían inmediatos, sino que sería todavía necesario un lapso de tiempo suficiente para que esas mismas masas de individuos fueran politizándose paulatinamente, lo que fue posible con la participación activa de los partidos socialistas, liderados por Lenin, Trotsky, Stalin y otros.

2.2 La participación rusa en la Primera Guerra Mundial

Sería una labor agotadora e inútil presentar un resumen de lo que fue la Primera Guerra Mundial, pero siendo necesario contextualizar el primero de los hitos históricos a explicar, se hará periódicas menciones al desarrollo de los acontecimientos.

Así, se hará una mención general a las causas de esta gran contienda bélica, con base en las fuentes consultadas, y que las identifican en el intenso espíritu nacionalista que se extendió por Europa a lo largo del siglo XIX y comienzos del XX, la rivalidad económica y política entre las distintas naciones (principalmente Inglaterra, Alemania y Francia) y el proceso de militarización y de vertiginosa carrera armamentística que caracterizó a la sociedad internacional durante el último tercio del siglo XIX, a partir de la creación de dos sistemas de alianzas enfrentadas. Las alianzas eran básicamente coaliciones bilaterales o multilaterales de cooperación y asistencia basados en tratados y convenios, para resguardar a sus miembros en caso de que fueran agredidos por un país no integrante de la misma, o bien durante el desarrollo de una contienda, cuando los intereses de más de un Estado se veían involucrados. Así, durante el período que se analiza existieron básicamente la Triple Alianza (Alemania-Imperio de Austria-Hungría-Italia), y la Triple Entente (Francia-Inglaterra-Rusia).

Estas alianzas o coaliciones, sin embargo, no podían ocultar las diferencias entre las naciones, y ahí se alude al creciente nacionalismo como una de las causas principales para el desencadenamiento de la Gran Guerra, que halló en el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Habsburgo, heredero del trono austro-húngaro, cometido en Sarajevo, Bosnia, el 28 de junio de 1914, el pretexto para iniciar la contienda bélica, un mes después.

Trotsky señala sobre la motivación que tuvo Rusia para intervenir en la guerra en los siguientes términos: "La intervención de Rusia en la guerra era contradictoria por los motivos y los fines que perseguía. En el fondo, la sangrienta lucha entablada giraba en torno a la supremacía mundial. En este sentido, excedía de las fuerzas de Rusia. Los 믢jetivos de guerra려e ésta (los estrechos turcos, Galitzia, Armenia) tenían un carácter provincial y sólo podían ser alcanzados de pasada en la medida en que se armonizasen con los intereses de las potencias beligerantes decisivas. Pero, al mismo tiempo, Rusia, como gran potencia que era, no podía permanecer al margen en aquellas disputas de los países capitalistas más avanzados, del mismo modo que, en la época anterior, no había podido abstenerse de introducir en su país fábricas, ferrocarriles, fusiles de tiro rápido y aeroplanos".[14] El argumento expuesto por Trotsky es puntual respecto al papel que le cupo desempeñar a la Rusia zarista en sus últimos días: la de adquirir un rol protagónico adhiriéndose a un conflicto protagonizado por la potencias económicas, políticas y militares de entonces.

Visto de esa manera, se puede afirmar los intereses de una clase gobernante estarán en función al momento histórico que vive. La Rusia zarista retratada por los principales historiadores era una sociedad atrasada, con un vasto territorio inexplorado, agresivos vecinos y un pasado milenario cargado de encrucijadas. El que no terminara de salir del feudalismo es un dato importante para esta explicación, ya que le era virtualmente imposible ponerse a la par de otras potencias del mundo, cuando Inglaterra, Francia y Alemania habían consolidado su presencia en el mundo con el capitalismo, colonizando y expoliando vastas regiones de Asia, África y toda América en los siglos precedentes, y un nuevo actor, Estados Unidos, emergía con fuerza en el escenario mundial. El atraso de las fuerzas productivas, una clase dominante que se movía con el mismo peso del vasto territorio ruso, un pueblo culturalmente rezagado, eran los resultados de siglos de influencia externa tanto europea como asiática, pero sin consolidarse en ninguno de los dos extremos, y hacían del sistema político, militar y económico ruso inoperante frente a sus competidores europeos y los pujantes Estados Unidos, que incluso habían tenido el acierto de comprar Alaska en décadas anteriores.

Así pues, una vez iniciada la Guerra, declarada por el imperio austro-húngaro (aliada de Alemania), involucró directamente a Rusia, entonces aliada de Serbia. Sin embargo, este conflicto bélico internacional no hallaba a la Rusia zarista en las mejores condiciones, ya que subsistían viejos conflictos internos, se habían agudizado las contradicciones dentro de la sociedad, y el hecho de que el grueso del ejército ruso estuviera conformado sobre todo por campesinos (que abundaban) y obreros del incipiente sector industrial, se mostraron como el caldo de cultivo ideal para la insatisfacción de la colectividad, que no aprobaba la participación rusa en dicho conflicto.

A esto, debe sumarse la conciencia que lentamente fueron adquiriendo sobre su realidad tanto los soldados como sus familiares. Los primeros, en el frente de combate, eran obligados a latigazos a enfrentarse con las tropas alemanas. Los segundos, veían llegar los avisos de condolencia del ejército, y en muchos casos familias enteras fueron diezmadas con la marcha de sus hijos jóvenes a una guerra que no era suya. Las siguientes cifras comparativas, obtenidas en base a datos contenidos en la enciclopedia Microsoft Encarta son ilustrativas al respecto:[15]

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* Incluye los muertos, por cualquier causa, dentro del Ejército

Se aprecia que en conjunto, los aliados tuvieron bajas entre muertos, heridos, prisioneros y desaparecidos, al 52,3% de los hombre movilizados, pero fue Rusia la que soportó el porcentaje más alto, además de ser el que más aportó al total de tropas. Así, se observa que del total general (65.038.810), Rusia movilizó a 12 millones (18,45%) del total de soldados involucrados en la contienda, con el 19,91% de muertes, 23,33% de heridos, 32,25% de prisioneros y desaparecidos y el 24,4% de bajas en total, que implica que además de bordear la quinta parte del total de hombres movilizados, sufrió casi la cuarta parte de bajas del total de tropas, lo cual incluso queda como algo insignificante al considerar que sus bajas representan más de las tres cuartas partes de sus tropas (76,3%).

Adicionalmente, se tiene el siguiente comentario: "厩colás Golovín hizo un cuidadoso análisis de las bajas rusas. El antiguo general del Ejército Imperial, sopesando todos los datos, calculó que 1.300.000 hombres murieron en combate; 4.200.000 resultaron heridos y, de éstos, unos 350.000 murieron; 2.400.000 fueron tomados prisioneros. El total es de 7.900.000堭ás de la mitad de los 15.500.000 hombres que habían sido movilizados".[16] Este comentario corresponde a un solo episodio de la Gran Guerra, la campaña de 1916 del frente ruso.

Eso en lo que respecta al análisis cuantitativo. Cualitativamente hablando, es otra vez Trotsky quien orienta la explicación del papel ruso en la contienda internacional: el ejército estaba compuesto por mandos caracterizados por "la ignorancia, la pereza y la venalidad de las clases gobernantes rusas", en tanto que "Había una gran desproporción entre el nivel cultural del campesino-soldado y el de la técnica militar".[17] Es decir, la oficialidad rusa estaba conformada por nobles e hijos de nobles, así como jóvenes no nobles pero cuyas familias gozaban de una importante posición dentro de Rusia, todos desconocedores de la realidad del país que dominaban, a la vez que no mostraban ni remotamente la misma disciplina y desarrollo estratégico que sus pares alemanes, por poner un ejemplo extremo, en tanto que las tropas estaban bastante rezagadas por el desconocimiento que tenían de las técnicas bélicas elementales, lo cual es propio de una sociedad culturalmente atrasada, como lo era la población rusa de entonces.

Sheila Fitzpatrick añade a lo anterior: "La Primera Guerra Mundial expuso e incrementó la vulnerabilidad del antiguo régimen ruso. El público aplaudió las victorias, pero no toleró las derrotas. Cuando éstas tenían lugar, la sociedad no se unía tras el gobierno [坠sino que se volvió violentamente contra éste, denunciando su incompetencia y atraso en tono de desprecio y superioridad moral. Ello sugiere que la legitimidad del régimen ya era extremadamente precaria, y que su supervivencia estaba estrechamente vinculada a los logros tangibles que obtuviera y, de no haberlos, a la mera suerte. El viejo régimen fue afortunado en 1904-6, otra ocasión en que las derrotas bélicas lo sumieron en la revolución, pues pudo salir de la guerra con relativa prontitud y honor, obteniendo además un importante empréstito posbélico de Europa, que por entonces estaba en paz. No tuvo tanta suerte en 1914-7. La guerra se prolongó demasiado, agotando no sólo a Rusia, sino a toda Europa. Más de un año antes de que el armisticio se celebrara en Europa, el viejo régimen de Rusia había muerto".[18]

Es decir, se trataba de un proceso lento pero irreversible por el cual se derrumbaba el zarismo, que había dominado este gran país desde el siglo XVI, con la entronización de Iván el Terrible, el año 1547.

Resulta una materia interesante de estudiar la evolución del zarismo, e incluso la profundización de la comprensión de este período acrecentaría el entendimiento general de los cambios que se sucedieron en el pasado siglo XX, y que afectaron de forma significativa no sólo a la sociedad rusa, sino a todo el mundo, especialmente después del fin de la Segunda Guerra Mundial y el inicio de la Guerra Fría, que fue cuando se empezó a oír más de Rusia, país inmenso y cuya existencia y realidad, sin embargo eran desconocidas por la generalidad de las personas en el mundo entero.

2.3. Las revoluciones de 1917

2.3.1 La revolución de febrero

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