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Saulo de Tarso




Enviado por Agustin Fabra



Partes: 1, 2

  1. Saulo:
    su vida
  2. Saulo
    y el judaísmo
  3. Saulo:
    su conversión
  4. Saulo:
    su apostolado
  5. Pablo:
    su personalidad
  6. Pablo:
    sus viajes misioneros
  7. Pablo
    encarcelado en Jerusalén
  8. Viaje
    de Pablo a Roma
  9. Martirio de Pablo
  10. Los
    escritos de Pablo
  11. Conclusión
  12. Anexos

SAULO : SU
VIDA

Saulo (Shaúl, en hebreo) nació el
año 5 en Tarso, en la región de Cilicia, en la
costa sur del Asia Menor (la actual Turquía). Saulo fue
quizás el perseguidor más encarnizado del
cristianismo. Era un hebreo fanático, un líder
religioso, descendiente de la tribu de Benjamín. El hecho
de haber nacido en Tarso le dio la oportunidad de estar en
contacto con una de las culturas más avanzadas de su
tiempo. Tarso era una ciudad universitaria que se destacaba por
su cultura y su escuela de filosofía.

Saulo, así como su progenitor, tenía la
ciudadanía romana, un gran privilegio en esos días.
Parecía estar muy bien versado en la cultura y el
pensamiento helénico. Según la costumbre
judía, desde los cinco años debió de
aprender a leer en la Biblia hebrea.Tenía un gran dominio
de la lengua griega, que era la corriente en Tarso, y al mismo
tiempo desplegaba su habilidad dialéctica. Era de una
familia adinerada y según la costumbre judía, Saulo
aprendió también un oficio: fabricante de tiendas
(Hechos 18:3), lo que significa o que fabricaba tiendas con lona
comprada para ellas, o lo que es más probable, que
tejía él mismo la lona. Cilicia era conocida por
sus telas tejidas de pelo de cabra, de las que se fabricaban
tiendas y mantas de viaje. Durante su actividad apostólica
Pablo ejercía su oficio para ganarse el sustento (Hechos.
18:3) y vivir independientemente (1 Corintios 9:15).

La educación de Pablo fue judía y la
recibió bajo la estricta doctrina de los fariseos,
teniendo como profesor a Gamaliel, uno de los más grandes
rabinos de su tiempo, que era nieto de Hilel. Pablo se daba el
lujo de afirmar que él no sólo era fariseo, sino
discípulo de fariseos (Hechos 23.6) El se jactaba
diciendo: "En la práctica del judaísmo, yo
aventajaba a muchos de mis contemporáneos en mi celo
exagerado por las tradiciones de mis antepasados"

(Gálatas 1.14).

SAULO Y EL
JUDAISMO

En Jerusalén Saulo se vio sorprendido por las
predicaciones de los nazoreos. Saulo no había llegado a
conocer a Jesús, y nada sabía de su ministerio ni
de su muerte y resurrección. Tampoco conocía con
detalle la historia reciente de Jerusalén. Pero lo que
sí sabía era que esos nazoreos eran todo lo
contrario de lo que él era.

Allí donde él era capaz de relacionarse
por cuestiones económicas y hasta sociales con griegos,
romanos y otros gentiles, los nazoreos abominaban de cualquier
tipo de relación con los incircuncisos. Allí donde
Saulo era capaz de adaptarse a las costumbres de las gentes y
ciudades que visitaba, los nazoreos eran intransigentes en sus
costumbres, incapaces de perdonar la más ridícula
de las transgresiones a la ley.

Saulo chocó de inmediato con los nazoreos hasta
el punto de que llegaba a odiar el hecho de que se presentasen en
el templo a predicar su doctrina, y durante varias semanas
acudió allí para rebatir sus patrañas
mientras el odio en su interior iba creciendo. Un día, a
principios del 33, llegó a incitar a los judíos que
estaban en el templo para echar de allí a los nazoreos,
acto que realizaron provocando la muerte de Esteban y varias
heridas de gravedad en Santiago. Santiago abandonó
Jerusalén mientras se recuperaba de sus heridas y los
demás discípulos de Jesús se mantuvieron a
la expectativa de lo que ocurriese.

Saulo era un devoto de la ley judía, y esto fue
lo que provocó su tremendo odio contra Jesucristo y la
iglesia primitiva. Saulo se sentía insultado con el
mensaje de los seguidores de Cristo, no por causa de la
afirmación de que Jesús era el Mesías, sino
porque le atribuía a Jesús el papel de Salvador,
con lo cual se le quitaba a la ley todo valor en el
propósito de la salvación. La nueva secta del
judaísmo golpeaba la esencia de la formación
judía de Saulo y sus estudios rabínicos. El
exterminio de esta secta llegó a ser la pasión de
Pablo (Gálatas 1,13).

Apoyado por sus amigos del Sanedrín, que de una
forma tan inesperada habían encontrado un aliado tan
formidable, Saulo se convirtió en defensor de la ortodoxia
judía representada por el Sanedrín, iniciando una
campaña de persecución a los nazoreos;
campaña en la que el Sumo Sacerdote y el Sanedrín
le dieron un fuerte apoyo. Esto no hubiera sido posible bajo el
control de los romanos, pero destituido Pilato y estando Vitelio
organizando las tropas para sofocar una rebelión de los
nabateos contra Herodes Antipas, Jonatán, el Sumo
Sacerdote del Sanedrín, tenía una cierta libertad
para actuar impune e independientemente.

Los activistas nazareos empezaron a dispersarse en todas
direcciones y Saulo consiguió cartas de
presentación de Jonatán autorizándolo a
perseguir a los nazoreos camino hacia Damasco, donde Saulo
creía que habían ido a refugiarse.

Algunos historiadores afirman que la Damasco a la que
Saulo se dirigió no podía ser la Damasco siria ya
que Jonatán no tenía jurisdicción más
que en Judea y enviar un grupo de alborotadores a una ciudad
siria hubiera sido políticamente impensable. Por otro
lado, Damasco en ese momento estaba ocupada por Aretas, rey de
los nabateos, contra los cuales Vitelio y Herodes Antipas estaban
intentando organizar un ejército. Es posible que el
objetivo de Saulo no fuera Damasco, sino las ciudades que a mitad
de camino, entre el mar de Galilea y Damasco, eran el refugio de
varias comunidades nazareas. En tal caso Saulo no se
dirigiría concretamente a Damasco, pero sí
estaría viajando por el camino de Damasco cuando fue
interrumpido su viaje.

Antes de su partida hacia Damasco, Saulo fue a
despedirse de su maestro Gamaliel y éste, que había
sido testigo de parte de la vida de Jesús y respetaba
profundamente a Santiago, el jefe de los nazoreos, le
recriminó la lucha que había emprendido, la que
calificó de abominación a los ojos de Yavé.
Ante las recriminaciones de su maestro, Saulo se sintió
perdido en un mar de dudas. Emprendió el camino a Damasco
dirigiendo a un grupo de

hombres que le debían ayudar en su empresa pero
las dudas le atormentaban y se preguntaba si estaba haciendo lo
correcto.

Cuando Vitelio regresó a Jerusalén en la
Pascua del 37 y examinó las acciones que Jonatán
había realizado, lo destituyó de inmediato
nombrando a su hermano Teófilo como Sumo Sacerdote. Este
nombramiento lo acompañó con la advertencia de que
no toleraría actividades como las que había
fomentado Jonatán y eso hizo que los siguientes
años fueran relativamente tranquilos para los nazareos,
dándoles ocasión de organizarse y afianzar su
influencia en todas las ciudades por las que se habían
extendido.

SAULO: SU
CONVERSION

En las obras de arte y en la creencia popular se tiene
la imagen de que Pablo se cayó de su caballo de camino
hacia Damasco, cuando ni en las epístolas ni en los Hechos
de los Apóstoles se menciona una caída desde un
caballo y, es más, pudiera tratarse de un
anacronismo.

Según los Hechos de los Apóstoles (9:1-9)
"Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los
discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le
pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que
si hallase algunos hombres o mujeres de este
Camino, los
trajese presos a Jerusalén. Mas yendo por el camino,
aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente
le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en
tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo,
¿por qué me persigues? El dijo:
¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy
Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar
coces contra el aguijón. Él, temblando y temeroso,
dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el
Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se
te dirá lo que debes hacer. Y los hombres que iban con
Saulo se pararon atónitos, oyendo la voz, mas sin ver a
nadie. Entonces Saulo se levantó de tierra y abriendo los
ojos, no veía a nadie; así que, llevándole
por la mano, le metieron en Damasco, donde estuvo tres
días sin ver, y no comió ni
bebió."

En sus epístolas no da detalles sobre este hecho,
pero sí afirma que perseguía a los cristianos y que
se le apareció Jesús "a mí, que soy como
un aborto"
(1Corintios 15: 3-8).

Se ha sugerido a través de no-creyentes, que este
fenómeno podría tratarse de un ataque
epiléptico, pues la epilepsia puede ocasionar ceguera
temporal y visiones místicas acompañadas de
sentimiento de placer (epilepsia extática). También
se ha comparado este relato con una experiencia cercana a la
muerte; se ha dicho que podría haber sufrido un delirio
como consecuencia de una insolación, etc. En el caso de
Saulo, sin embargo, resulta atípico que manifieste haber
visto a Jesús cuando se dedicaba a perseguir a sus
seguidores y se pase al "enemigo".

En cualquier caso, con independencia de si la
visión en el camino de Damasco fue milagrosa o si tiene
explicación científica, el resultado es que Saulo
de Tarso, que se dedicaba a "perseguir sobremanera" y a
"asolar con celo" las comunidades cristianas,
según sus propias palabras (Gálatas 1: 13), tuvo un
testimonio que lo marcó para el resto de sus días;
literalmente se pasó al enemigo para ser el
principal difusor del cristianismo arriesgando su vida, sufriendo
encarcelamientos y, finalmente, para morir decapitado en Roma.
Pablo fue fiel hasta la muerte al testimonio que lo
convirtió en uno de los apóstoles más
efectivos de Jesucristo.

Su vida fue totalmente transformada en Cristo: "Lo
que era para mí ganancia, lo he juzgado una pérdida
a causa de Cristo. Y más aún: juzgo que todo es
pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo
Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las
cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo"

(Filipenses 3:7-8).

SAULO: SU
APOSTOLADO

Saulo se preparó a fondo para iniciarse en ese
nuevo camino: el de Cristo. Al finalizar los tres años de
aprendizaje que exigía su ingreso en la comunidad nazorea,
Saulo, como miembro de pleno derecho, regresó a
Jerusalén e intentó presentarse a otros miembros de
la comunidad, pero recordando los desmanes que había
cometido, sólo Pedro y Santiago accedieron a entrevistarse
con él.

Sin desalentarse, Saulo comenzó a predicar cerca
del templo pero aquellos que le conocían de años
atrás como perseguidor de los nazareos intentaron matarlo.
La rabia de los judíos ortodoxos contra este
"traidor" era tan fuerte que tuvo que escaparse
dejándose bajar de la pared de la ciudad en una canasta.
En parte para protegerlo y en parte para librarse de tan
incómodo como notorio personaje, Santiago lo envió
a su ciudad natal, Tarso.

Saulo no se dejó engañar; sabía que
Santiago le había enviado lejos de Judea con el fin de
quitárselo de en medio, pero recién ingresado en la
secta nazarea, Saulo obedeció a su superior y se
consoló pensando que, aunque lejos de Judea, tal vez
aún podría ser útil a Yavéh. Durante
cinco años Saulo permaneció en Tarso haciendo
periódicas visitas a ciudades vecinas.

Cilicia, donde estaba la ciudad de Tarso, tenía
muchas similitudes con Judea: las caravanas eran muy frecuentes,
continuamente había gente de paso de muchos reinos y los
romanos gobernaban con mano dura a los habitantes. Pero en Judea
la mayor parte de los residentes eran judíos que odiaban a
los romanos dominadores y que confabulaban contra distintas
facciones para quitarse el poder las unas a las otras. En
Cilicia, en cambio, los judíos eran minoría y los
habitantes de la región no se preocupaban por estar
dominados por los romanos mientras el comercio siguiese trayendo
dinero a sus puertas.

El ambiente era más distendido, y aunque
también se producían disturbios de vez en cuando,
nadie, ni siquiera los judíos de Cilicia, querían
que se fueran los romanos.

Al predicar a los judíos de su tierra, Saulo
notó que a éstos les interesaban las noticias de
Judea, y se emocionaban cuando oían la historia de
Jesús, pero esto no se traducía en el odio visceral
a los romanos que caracterizaba a los judíos de
Jerusalén, sino que el objeto de ese odio era la casta
sacerdotal de los saduceos que habían provocado la muerte
de Jesús.

Así pues, cada vez que contaba la muerte y
resurrección de Jesús minimizaba la culpa de Pilato
y exageraba la maldad de los saduceos. Y otra cosa que
notó fue que no sólo los judíos estaban
interesados en esta historia. Con el tiempo se llegó a dar
cuenta de que también los gentiles sentían
curiosidad por ella y que la doctrina de la resurrección,
aunque resultara nueva para ellos, les atraía
poderosamente.

Poco a poco, de manera tan imperceptible que ni
él mismo llegó a darse cuenta, sus
enseñanzas se centraban más y más en la
figura de Jesús y en su resurrección, y eso atrajo
la atención de muchos judíos y gentiles.

No era Saulo el único que predicó a los
gentiles, hubo otros que también lo hicieron en
Antioquía y los dirigentes nazareos enviaron a
Bernabé con el fin de verificar que la conversión
de los gentiles se realizase de forma adecuada. Teniendo que
comunicarse con muchos judíos helenizados, Bernabé
pensó que Saulo podría ayudarle en su tarea, por lo
que acudió a Tarso a buscarlo.

Durante un año de trabajo en Antioquía,
Bernabé vio que las predicaciones de Saulo llegaban a
más gentes que las suyas y se dio cuenta de que él
mismo empezaba a incorporar en sus discursos diversos elementos
de los discursos de Saulo. Y uno de los elementos que
desarrollaron en gran medida fue la predicación en griego.
Si hasta entonces habían predicado siempre a los
judíos y a unos pocos gentiles que sentían
curiosidad, ahora, aunque seguían predicando a los
judíos, había muchas ocasiones en que su mensaje
iba exclusivamente dirigido a los gentiles, y en esos casos
usaban mayoritariamente el idioma griego.

Otro elemento que Bernabé tomó del
discurso de Saulo fue la interpretación que éste
daba al mesianismo de Jesús. Los nazoreos esperaban no
sólo un Mesías, sino El Mesías Salvador que
los liberaría del yugo de los romanos. Debido a su
resurrección, los nazareos tenían claro que
Jesús era el Mesías Salvador.

El discurso de Saulo rompía varios moldes y
abría las puertas de la esperanza para los pobres y los
oprimidos que, si se mantenían en la fe de Jesús
como mesías salvador, alcanzarían la gloria en el
reino de los cielos. Para Saulo, lo más importante era
creer que Jesús era el Mesías; no un mesías
que había fracasado en su intento de libertarlos de los
romanos, sino un Mesías que había triunfado sobre
la muerte y que era la salvación de todos los que creyesen
en él.

Al traducir el mensaje al griego, el idioma de la
mayoría de los viajeros que había en
Antioquía, Saulo y Bernabé usaron la palabra que
significaba consagrado: Kristos. Y así
nació la denominación con la que se
conocerían desde entonces los creyentes en Jesús:
los cristianos; los "ungidos o consagrados por
Dios
".

Desde entonces Pablo fue un hombre verdaderamente nuevo
y totalmente movido por el Espíritu Santo para anunciar el
Evangelio. Saúl desde ahora se llamará con
el nombre romano: Pablo. Ambos nombres tienen un significado
claro: Pablo significa "hombre de humildad", y el
significado de Saulo es "aquel que ha sido pedido al
Señor
".

Él mismo nos dice que fue apedreado, azotado,
naufragó tres veces, aguantó hambre y sed, noches
sin descanso, peligros y dificultades. Fue preso y, además
de estas pruebas físicas, sufrió muchos desacuerdos
y casi constantes conflictos los cuales soportó con gran
entusiasmo por Cristo, por las muchas y dispersas comunidades
cristianas.

PABLO: SU
PERSONALIDAD

Físicamente Pablo no era impresionante ni
atrayente; sus adversarios le echaban en cara que «su
presencia era poca cosa y su palabra despreciable»
(2
Corintios 10:10); él mismo alude también a su
exigua estatura corporal (2 Corintios 10:12-14). Su salud era
débil; Pablo sufría una enfermedad que él
mismo califica de aguijón de su carne y bofetón
de Satán
(2

Corintios 12:7-9); es un sufrimiento doloroso,
humillante y crónico, como lo confirma el propio Pablo
(Gálatas 4:13-15).

Pablo poseía temperamento de jefe, voluntad de
hierro, constancia inquebrantable, sentido para la iniciativa,
extraordinaria capacidad de trabajo y resistencia, y un
carácter conquistador; su carácter era,
además, apasionado, impetuoso y dominador, que se
entregaba de modo total al amor o al odio. Mas, junto a su
férrea voluntad, Pablo tenía también un alma
de fina sensibilidad y condescendencia, y un corazón lleno
de ternura que se pegaba a los hombres y despertaba fuerte
simpatía, que sentía profundamente la necesidad y
el dolor de los demás.

Como pensador Pablo fue esencialmente un espíritu
intuitivo, que concebía la religión más por
visión inmediata que por razonamiento discursivo. Sin
embargo, fue también un poderoso dialéctico, y su
capacidad natural se perfeccionó aún más por
su formación rabínica.

La naturaleza y el arte le decían muy poco; era
más bien un psicólogo introspectivo. Sus
comparaciones e imágenes están tomadas generalmente
de la vida ciudadana, de los soldados o del derecho.

Pablo fue un escritor de ingenio, que disponía de
un vocabulario extenso y de un conocimiento sólido de la
lengua griega. Su lengua es el griego corriente entre la
clase

culta de su tiempo, salpicado con numerosas expresiones
tomadas de la versión griega de los LXX, que era la
más común entre los judíos de la
diáspora. Su estilo es cuidado, sus frases se hallan
muchas veces sobrecargadas de incisos y hay ocasiones cuando se
presiente más el estilo oral que el cultivo de la
escritura.

Era un hombre que creaba interés en torno a
sí, que atraía a los demás y emanaba
amistad. La lista de veintisiete nombres en Romanos 16:1-16 nos
descubre una pequeña parte del círculo de sus
amigos íntimos. Escribe una carta a un amigo rico para
salvar la vida y recomendar a un esclavo al cual ha hecho su
hermano en Cristo en la prisión. Es agradecido con los
pequeños favores, y se interesa por la iglesia en
Jerusalén cuando los malos tiempos ponían a los
pobres en dificultad.

El fuego de su sensible corazón queda bien
patente en sus sentimientos para con sus fieles. Lleno de
confiado abandono para con los de Filipos, sufre un acceso de
indignación cuando los de Galacia se disponen a traicionar
su fe, y experimenta una dolorosa contrariedad ante la
inconstancia vanidosa de los de Corinto. Sabe manejar la
ironía para fustigar a los inconstantes e incluso los
reproches severos; pero es por su bien. Y no tarda en suavizar
sus reprensiones con acentos de conmovedora ternura.

Su predicación es, ante todo, el kerigma
apostólico; la proclamación de Cristo crucificado y
resucitado conforme a las Escrituras. Su mensaje no es cosa suya;
es el mensaje de la fe común, sólo que con una
aplicación especial a la conversión de los
gentiles. Pablo se siente solidario con las tradiciones
apostólicas; las cita cuando se le presenta la
ocasión porque les debe mucho. No conoció a Cristo
en vida, pero conoce sus enseñanzas y también
recibió su visita personal.

Si bien Pablo resiste al mismo Pedro cuando se entera de
que este último consideraba como verdaderos cristianos a
los judíos convertidos que seguían practicando la
Ley judía y tendía a formar dos comunidades
separadas entre sí, sabe mostrarse también
conciliador cuando es necesario y pone su mayor esmero en la
colecta a favor de los pobres de Jerusalén y la considera
como la prenda mejor de la unión entre los cristianos
gentiles y los que aún siguen la Ley.

PABLO: SUS VIAJES
MISIONEROS

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Primer viaje: Del 46 al 48
d.C.

Salida: Antioquía de
Siria / Llegada: Antioquía de Siria

El primero de ellos, según los Hechos de los
apóstoles (13:1-2), fue motivado por lo que él
denominó una revelación del Espíritu
Santo
a emprenderlo junto con Bernabé y con Juan
Marcos, quien era sobrino de éste último. El viaje
se realizó entre los años 46 al 48 después
de Cristo. Embarcaron en Seleucia, que era el puerto de la ciudad
de Antioquía de Siria, y de allí se dirigieron por
barco a Chipre; realizaron su tarea misional en esa isla, en la
costa oriental, en una ciudad llamada Salamina, que estaba muy
cerca de la hoy ciudad de Famagusta; de la costa oriental
cruzaron la isla a la costa occidental a una ciudad llamada
Pafos, de allí se embarcaron al Asia Menor, hasta la
ciudad de Perge, en Panfilia, pasando por la ciudad de
Atalía, que por entonces era una provincia del imperio
Romano; de allí sólo con Bernabé se
dirigió a la ciudad de Antioquía de Pisidia. Se
asentaron un tiempo en Antioquía de Pisidia y de esa
ciudad partieron para la ciudad de Iconio que se encontraba en la
provincia romana de Galacia. Por allí pasaba una ruta
principal que unía la importante ciudad de Éfeso
con Siria. De allí fueron a la ciudad de Listra en la
región de Licanoia. Pablo y Bernabé partieron de
Listra a Derbe y de esta ciudad regresaron sobre sus pasos a
Listra, luego a Iconio y luego a Antioquia de Pisidia; de
allí fueron a Perge y de Perge al puerto de Atalia donde
se embarcaron de regreso hacia Antioquía de
Siria.

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Segundo viaje: Del 49 al 52
d.C.

Salida: Jerusalén (Judea)
/ Llegada: Antioquía (Siria)

El segundo viaje de Pablo lo realiza junto a otro
discípulo llamado Silas o Silvano. Salen de
Jerusalén, de allí a Cesárea, luego fueron a
Tolemaida (Palestina), pasaron por Tiro y Sidón, para
pasar por Siria y de allí al Asia Menor, llegando a
Antioquía. Desde allí fueron a Tarso, la ciudad
natal de Pablo. Este viaje se realizó durante los
años 49 al 52. Ya en Asia Menor llegan a la ciudad de
Derbe y luego a Listra, allí se les une Timoteo y se
dirigen a Troas, ciudad junto al mar Egeo. La ruta clásica
de la época era pasar por las siguientes ciudades para
llegar desde Listra a Troas: Iconio, Antioquía y
Dorylaeum; de ahí se dirigen a Macedonia haciendo pie en
la ciudad de Neápolis y luego llegan a Filipos, de donde,
atravesando por Anfípolis y Apolonia de Iliria, se
dirigieron a Tesalónica. De Tesalónica fueron a
Atenas, y de ahí a Cencrea y Corinto (Hechos 18:18) y por
mar a Éfeso, y de allí a Cesárea, donde
finalizó este segundo viaje en Antioquía de
Siria.

Es de destacarse el hecho de que Pablo, en Cencrea, se
había afeitado la cabeza porque tenía hecho un voto
(Hechos 18:18). También en Jerusalén Pablo hace el
mismo voto, junto con otros cuatro hombres. El que emitía
un voto era considerado un nazir (Números 6:2), o
sea, se había consagrado a Yahvé y debía
abstenerse de beber vino o bebidas embriagantes, ni tampoco comer
uvas frescas o uvas pasas durante el tiempo que durase su voto,
que generalmente era de treinta días.

En este segundo viaje Pablo dió un discurso en el
Areópago de Atenas, que era el consejo supremo de la
ciudad de Atenas que en la colina del mismo nombre celebraba sus
sesiones. Pablo aprovechó esa oportunidad para hablar a
los griegos sobre su "Dios desconocido", a quien los
griegos le tenían dedicado un altar.

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Tercer viaje: Del 54 al 58
d.C.

Salida: Antioquía (Siria) /
Llegada: Jerusalén (Judea)

El tercer viaje y último de Pablo, fue entre los
años 54 a 58. Partió Pablo desde Antioquía
para Tarso por tierra y pasó por Derbe, Listra, Iconio y
Antioquía de Pisidia. De allí fue a Éfeso y
de Éfeso partió hacia Esmirna, Pérgamo y
Troas (Tróade), de ahí partió a Macedonia
pasando por Neápolis, Filipos, Anfípolis y
Tesalónica. Por mar fue Corinto y luego por tierra a Berea
y Tesalónica, volviendo por el mismo camino hasta Troas.
Desde esa ciudad fue por mar a Asón, Mileto y
Pátara, y de allí vuelve a Jerusalén pasando
por Tiro y después por mar a Tolemaida y Cesárea.
Finalizó el viaje en Jerusalén en el año
58.

En este tercer viaje Pablo ofreció un gran
discurso, que constituyó en su testamento pastoral (Hechos
20:17-35). Sucedió en la ciudad de Éfeso y
ahí se dirigió a los jefes de la principal de las
iglesias por él fundadas. Los puntos de contacto con sus
epístolas son muchos; el espíritu es el de las
epístolas pastorales. Pablo ahí hizo sus
últimas recomendaciones a los presbíteros de
Éfeso posiblemente intuyendo ya que sería el
último al dar a entender una separación definitiva,
posiblemente su muerte.

A los siete días de haber regresado Pablo a
Jerusalén de este último viaje misionero fue
arrestado en el Templo, al ser visto por judíos
procedentes de Asia, los que habían oído predicar
ahí a Pablo.

Seguidamente se detallan en una lista los nombres
antiguos de las ciudades y regiones visitadas por Pablo,
así como el nombre actual (si la ciudad aún existe)
y el país al que geográficamente pertenecen en la
actualidad. También se detallan aquí las ciudades
que tuvieron especial significado en los viajes de
Pablo.

Nombre antiguo de la
ciudad

Región
antigua

Nombre actual

País actual

Antioquía

Antioquía de
Pisidia

Anfípolis Apolonia de Iliria
Asón

Atalia Atenas Berea Cencrea
Cesárea Corinto Derbe Éfeso Filipos Iconio
Jerusalén Listra Mileto Neápolis Pafos
Pátara Perge Salamina Seleucia Sidón Tarso
Tesalónica Tiro Tolemaida Troas

Sirio-Fenicia Pisidia Macedonia
Macedonia Misia

Panfilia Tesalia Tesalónica
Acaya Samaria Acaya Licaonia Asia Menor Macedonia Licaonia
Judea Licaonia Caria Macedonia Chipre

Licia Panfilia Chipre
Siria

Sirio-Fenicia Cilicia
Tesalia

Sirio-Fenicia

Sirio-Fenicia

Misia

Antalya Aksehir Desaparecida
Poligiros Desaparecida Antalya Atenas

Veria Desaparecida Tel-Aviv Corinto
Benbir-Klissa Desaparecida Desaparecida Konya
Jerusalén Llistra Desaparecida Kavala

Pafos Fethiye Desaparecida Famagusta
Latakia

Sidón Tarso Salónica
Desaparecida Acre Desaparecida

Siria Turquía Grecia Grecia
Turquía Turquía Grecia Grecia Grecia Israel
Grecia Turquía Turquía Grecia Turquía
Israel Turquía Turquía Grecia Chipre
Turquía Turquía Chipre Siria Líbano
Turquía Grecia Líbano Líbano
Turquía

NOTAS:

Algunas ciudades de la época
de los viajes de Pablo ya no existen actualmente

(Desaparecida).

Todos los viajes de Pablo en lo que
hoy es Turquía los realizó a la Península
de

Anatolia (Asia Menor), y ninguno en la
parte de la Turquía europea.

Las Regiones antiguas están
enmarcadas hoy día dentro de los límites
territoriales de los países descritos en la última
columna.

CIUDADES RELACIONADAS CON LA VIDA DE
PABLO

Tarso de Cilicia: Ciudad natal
de Pablo.

Jerusalén: Ciudad donde estudia
la ley de Moisés con el gran rabino Gamaliel, asiste al
Concilio de los Apóstoles y, antes, al martirio de
Esteban; y allí es, a su vez, apresado por los
romanos.

Damasco: En sus cercanías se
convierte a Cristo.

Antioquía de Siria: Iglesia
fundada por Bernabé. Lugar de partida de tres primeros
viajes misioneros; allí reciben los discípulos por
primera vez el nombre de cristianos.

Galacia: En la región situada en
el centro del Asia Menor, a los cristianos Pablo escribe desde
Éfeso una carta para defender a los hermanos de los
"judaizantes" o falsos hermanos, que querían imponer a los
convertidos de la gentilidad las observancias de la ley de
Moisés.

Filipos: Centro importante de la
región de Macedonia. Durante su segundo viaje misionero
Pablo funda en esta colonia romana una iglesia con la cual
estará siempre ligado por los lazos más firmes de
amor cristiano.

Tesalónica: En esta ciudad
(capital de la provincia romana de Macedonia) funda una iglesia a
la que escribe dos cartas desde Corinto. La primera es el escrito
más antiguo del Nuevo Testamento, y estando en
Tesalónica recibió ayuda de la comunidad de
Filipos.

Atenas: Ciudad griega donde Pablo
predicó a un grupo de hombres de cultura durante su
segundo viaje misionero.

Corinto: La iglesia de allí fue
fundada por Pablo en su segundo viaje. Allí predica y
trabaja en ella. A esta comunidad dirigirá dos cartas, la
primera desde Éfeso y la segunda desde Filipos.

Colosas: Pequeña ciudad
en la región de Frigia, al este de Éfeso. Esta
iglesia fue fundada por un discípulo de Pablo, Epafras, y
a ella dirige una carta sobre los peligros que los
amenazan.

Éfeso: Iglesia fundada
por Pablo en el tercer viaje.

Cesárea: Ciudad en la costa de
Palestina donde vivió preso durante dos años,
siendo procuradores Félix y Porcio Festo. De aquí
partió Pablo para Roma en el viaje de la
cautividad.

PABLO ENCARCELADO
EN JERUSALEN

La Judea que encontró Pablo en el año 58,
a su regreso de su tercer viaje apostólico, estaba al
borde del caos. El odio y el resentimiento de los judíos
hacia sus dominadores romanos se hallaban en su punto culminante
y una chispa hubiera bastado para desencadenar una
sublevación general. Bajo el gobernador romano Cumano (del
48 al 52) habían estallado varias revueltas, y los
frustrados rebeldes habían formado guerrillas
clandestinas, conocidas por el nombre de sicarios. El
sucesor de Cumano, Félix (año 57), no tuvo mayor
fortuna en el restablecimiento del orden, pese a sus implacables
medidas, o quizás debido a ellas.

Pablo llegó a Jerusalén a tiempo para
celebrar la fiesta de Pentecostés y allí fue
recibido calurosamente por Santiago y los hermanos de la ciudad.
Tras entregarles sus donativos se dirigió al Templo. Al
pasar por entre los peregrinos llegados de Asia, un grupo de
judíos de aquella zona lo reconoció y
aprovechó la ocasión para hacerlo arrestar. En voz
alta le acusaron de introducir paganos en los atrios del Templo,
delito que podía ser castigado con la pena de muerte.
Sólo la llegada de los soldados romanos le salvó de
morir apaleado por la enfurecida muchedumbre.

El tribuno de la cohorte de Jerusalén lo
envió a Cesárea para que fuera juzgado ante el
gobernador Félix. Allí, una delegación de
judíos encabezada por el sumo sacerdote Ananías le
acusó de blasfemia y de traición, y exigió
su ejecución. El astuto Félix, deseoso de evitar
conflictos, se negó a pronunciar la sentencia, pero retuvo
a Pablo prisionero en Cesárea durante dos años,
aunque Félix permitió que Pablo pudiera recibir la
visita de sus amigos.

VIAJE DE PABLO A
ROMA

Durante la prisión de Pablo, Félix se
enfrentó a un importante estallido de violencia. El
intento de los judíos por expulsar de Cesárea a los
ciudadanos de habla griega desencadenó una guerra, en la
que los soldados de Félix dieron muerte a cientos de
personas. Los judíos se quejaron a Roma y el nuevo
emperador, Nerón, sustituyó a Félix por
Porcio Festo.

Festo tenía gran interés en aplacar a los
judíos. Por eso cuando Ananías y los suyos
renovaron su petición de que Pablo fuese juzgado en
Jerusalén, Festo se inclinó inicialmente a aceptar
tal propuesta. Pero Pablo invocó un derecho legal
inherente a su ciudadanía romana, y anunció:
"Apelo a César".

En el otoño del año 60, cuando contaba 55
años de edad, Pablo fue embarcado junto con otros presos
rumbo a Roma bajo la custodia de un centurión llamado
Julio. Parece ser que

iba con él Lucas (Hechos 27:1), quien al parecer
le había acompañado en alguna parte de su tercer
viaje apostólico.

El grupo zarpó en una pequeña
embarcación de carga en Cesárea y navegó
costeando el Asia Menor. En Mira transbordaron a un gran barco de
transporte de grano que se dirigía a la península
itálica. Su siguiente escala fue en el lugar llamado
Puertos Hermosos, al sur de Creta, pero al no reunir ese puerto
buenas condiciones para fondear, el patrón trató de
alcanzar otro mejor acondicionado: el de Fenice, al oeste de
Puertos Hermosos. En ruta, la nave fue desviada por una tormenta
invernal y, tras dos semanas de navegar sin rumbo, siguiendo la
dirección del viento, fueron a naufragar en la isla de
Malta, a casi mil kilómetros de Creta. A instancias de
Pablo, el capitán y los pasajeros alcanzaron a nado la
orilla. Las gentes de Malta les ofrecieron sustento y albergue, y
se quedaron ahí durante el invierno. Pablo realizó
curaciones y predicó durante aquellos meses.

En la primavera del 61 reanudó el viaje hacia
Roma, junto con sus compañeros, a bordo de otra nave
alejandrina de transporte de granos. Se dirigieron hacia el
norte, a Sicilia, y luego al puerto italiano de Pozzuoli, desde
donde se desplazaron a pie hasta Roma. Un pequeño grupo de
cristianos romanos salió a recibir a Pablo al Foro de
Apio, a unos 60 kilómetros de Roma, y juntos marcharon por
la Vía Apia hacia la capital.

Pablo quedó bajo arresto domiciliario durante dos
años, en espera del juicio al que debía ser
sometido. Esto significaba que era libre de moverse dentro de la
ciudad, pero no podía salir de Roma. Aprovechó este
tiempo para fortalecer la pequeña iglesia cristiana de
Roma, junto con Pedro. Se mantuvo en contacto por carta con las
iglesias que había fundado en otras ciudades y
probablemente contaría con la ayuda de Aquila y Priscila,
que habían regresado a Roma tras la muerte del emperador
Claudio en el año 54.

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MARTIRIO DE
PABLO

En esos años debieron llegar hasta Pablo las
noticias relativas al empeoramiento de la situación en
Judea. Los acontecimientos se precipitaban hacia un
trágico desenlace a medida que la hostilidad entre
judíos y romanos se tornaba más acusada y abierta.
También aumentaba la intolerancia de los judíos
contra los cristianos. A la muerte de Festo (año 62), el
sumo sacerdote judío, Ananías, aprovechó el
breve vacío de poder para ordenar el asesinato de
Santiago, el llamado hermano de Jesús y líder de la
naciente iglesia cristiana en Judea.

Poco después un halo siniestro se cernía
sobre los cristianos de Roma. Una cálida noche de verano
del año 64 estalló un gran incendio en el extremo
norte del Circo Máximo. Las llamas se propagaban con
celeridad alimentadas por las frágiles mercancías
de las tiendas cercanas e impulsadas por un fuerte viento. El
incendio persistió durante cinco días, destruyendo
y reduciendo a cenizas la mayor parte de la ciudad de
Roma.

Los ciudadanos de Roma sospechaban que el incendio se
debía a la iniciativa del emperador Nerón para
reconstruir la capital con mayor magnificencia. Pero para desviar
las sospechas que recaían sobre él, Nerón
acusó a los cristianos de Roma de haber originado el
incendio, y se desencadenó una vasta persecución. A
los cristianos sospechosos se les acorralaba
sistemáticamente y, después de ser interrogados, se
les ejecutaba en crueles espectáculos públicos.
Algunos hicieron de antorchas humanas para iluminar los jardines
de recreo de Nerón; otros fueron envueltos en pieles de
animales y lanzados a las fieras en el circo. Pedro fue
igualmente víctima de esa cruel campaña y fue
crucificado con la cabeza hacia abajo por considerarse él
mismo indigno de morir como Jesús.

Pablo resultó atrapado también en el
torbellino de esa depravada persecución. Al parecer se le
había levantado el arresto al no insistir nadie en
Jerusalén en acusarlo. Salió de Roma y
visitó las iglesias de Grecia y algunas del Asia Menor. En
Tróade los enemigos del cristianismo lo detuvieron y le
acusaron de traición. Una vez más Pablo
pidió ser juzgado en Roma y volvió a la capital,
donde no tardó en sucumbir víctima del odio de
Nerón.

Como ciudadano romano que era le fue otorgado el juicio
solicitado y, declarado culpable, fue sentenciado a muerte en el
año 67. Sin embargo, al ser ciudadano romano, tenía
el privilegio de que su muerte fuera por decapitación y no
de otra forma más cruel aún.

Pablo fue decapitado horas después a las puertas
de la ciudad de Roma, según era costumbre con los
ciudadanos romanos. Los cristianos trasladaron reverentemente sus
restos a un cementerio cercano y le dieron sepultura. Su sepulcro
se encuentra en la actualidad en la basílica romana de San
Pablo, en las afueras de Roma.

LOS ESCRITOS DE
PABLO

No debemos olvidar que las Cartas que Pablo nos
dejó son escritos para una determinada ocasión y
propósito; no son tratados de teología, sino
respuestas a situaciones concretas. Son exposiciones que Pablo
destina a lectores concretos y, en último término,
a todos los fieles de Cristo. Por ello no hemos de buscar en
ellas una formulación sistemática y completa del
pensamiento del Apóstol, sino buscar siempre la palabra
viva contenida en ellas en forma de puntos particulares. A pesar
de ello no dejan de ser esas Cartas extraordinariamente valiosas,
tanto más que su riqueza y variedad nos permiten encontrar
lo esencial del mensaje paulino. En ellas se descubre una misma
doctrina fundamental centrada en torno a Cristo, muerto y
resucitado, pero adaptada, desarrollada y enriquecida a lo largo
de aquella vida entregada a todos.

Algunos intérpretes de sus escritos han atribuido
a Pablo un eclecticismo o intención de querer conciliar
las doctrinas, que a tenor de las circunstancias le habría
hecho adoptar puntos de vista divergentes y aún
contradictorios, sin concederles valor absoluto puesto que
sólo le interesaba ganar los corazones para Cristo. Otros
han contrapuesto a ese punto de vista un fijismo
según el cual el pensamiento de Pablo, estructurado desde
un principio por la experiencia de su conversión, no
habría experimentado después ninguna
evolución. La verdad está entre ambos extremos: el
mensaje de Pablo, evolucionado en una línea
homogénea, se ha desarrollado realmente bajo el influjo
del Espíritu Santo, que dirigía su
apostolado.

Partes: 1, 2

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