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La violencia, una amenaza no tan silenciosa



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Violencia intrafamiliar
  3. Concepto de género
  4. Violencia de género
  5. Salud
    mental, ansiedad y depresión
  6. Violencia y salud mental
  7. Evaluaciones
  8. El
    marco jurídico mexicano
  9. Acciones para el cambio

Introducción

Violencia es el uso de la fuerza, abierta u oculta, con
la finalidad de obtener, de un individuo o de un grupo, algo que
no quiere consentir libremente ([1]); la violencia
también tiene que ver con el intento de controlar a la
sociedad mediante la centralización del saber. La
violencia no se refiere sólo a una forma de "hacer", sino
también de "no hacer"

En una investigación realizada en el estado de
Durango, México, ([2]) para caracterizar y
determinar, desde un enfoque de género, la prevalencia de
los diferentes tipos de violencia, se entrevistaron 384 mujeres
con un cuestionario de 184 preguntas cerradas y 22 abiertas, con
reactivos específicos para la violencia física,
emocional y sexual, encontrando que la prevalencia de violencia
doméstica fue de violencia sexual, 42%; física,
40%, y emocional, 39%. Se reconoce que el problema de la
violencia, en sus diferentes formas, es un hecho altamente
prevalente que pone en peligro el bienestar del núcleo
familiar.

Se realizó una encuesta piloto en 57 mujeres de
Guadalajara, México, seleccionadas mediante un muestreo
polietápico. Se encontró que el 46% de las mujeres
habían sufrido violencia. El perpetrador más
frecuente fue el compañero/esposo (73%). De las mujeres
que han sufrido violencia por parte del esposo, la violencia
emocional se identificó en el 33%, la violencia
física con 19% y la sexual con 12%
([3])

En un estudio para estimar la frecuencia de diferentes
formas de violencia sexual y su asociación con
sintomatología depresiva, ideación e intento
suicida, y uso de alcohol y otras drogas alguna vez en la vida
realizado en un centro de salud oficial de México, D.F.,
en 1998, ([4]) se encontró que de 345
mujeres usuarias del establecimiento asistencial, 19%
señaló haber sido objeto de tocamientos sexuales
contra su voluntad al menos alguna vez en su vida, en tanto 11%
habían sido violadas y 5% fueron forzadas a tocar los
órganos sexuales de otra persona contra su voluntad. Una
de cada cinco mujeres reportó haber experimentado alguna
violencia sexual dentro de la relación de pareja. Se
encontró una asociación significativa entre algunas
formas de violencia sexual y la depresión, la
ideación e intento suicida y el uso de
psicofármacos.

Al evaluar la actitud afectiva, cognoscitiva y
conductual del personal médico del Instituto Mexicano del
Seguro Social del estado de Morelos, México, hacia la
identificación y canalización de mujeres
maltratadas que acuden a consulta médica, mediante un
cuestionario de autoaplicación que se proporcionó a
269 médicos y médicas generales, especialistas y
estudiantes de pre y posgrado, se encontró que el 90% de
los entrevistados nunca ha recibido capacitación en
violencia contra la mujer ([5]). La actitud
afectiva y cognoscitiva del personal médico que
recibió capacitación sobre el tema fue más
favorable hacia la identificación y atención de
mujeres maltratadas que llegan a consulta médica, en
comparación con los que no la recibieron. Sobre el nivel
de conocimiento acerca del tema, 21% de los entrevistados
mostró un nivel bajo, 63% medio y 16% alto. En el personal
médico, con nivel de conocimiento medio y alto, se
observó 2.1 y 6 veces –respectivamente– una
actitud afectiva más favorable respecto a la
identificación y canalización de casos de mujeres
maltratadas en comparación con el personal con nivel de
conocimiento bajo. Las médicas mostraron 2.3 veces mejor
actitud para identificar y canalizar mujeres maltratadas. Este
estudio evidencia la necesidad de capacitar y sensibilizar al
personal médico sobre la materia.

Otro estudio, donde se evalúa la opinión
del personal médico frente al fenómeno de la
violencia intrafamiliar, utilizando un cuestionario
diseñado ad hoc., muestra que la mayoría de
encuestados (87,1%) consideró que era un problema
importante, pero no lo consideraban un problema de salud. El 60%
consideró que podía tener un papel relevante en la
detección de esta situación. En general, valoraron
como muy baja su preparación para atender a este tipo de
pacientes. El personal de enfermería era más
sensible al problema y se consideraba más preparado que el
personal médico. Este estudio concluye que los
profesionales de la salud están sensibilizados frente al
problema de la violencia de género, pero no lo consideran
un problema de salud y aducen falta de preparación para
abordar este tema. ([6])

En México, no obstante, la investigación
epidemiológica al respecto es aún incipiente, en
uno de los primeros estudios que se llevaron a cabo en la zona
sur de la Ciudad de México, se encontró que 38% de
las mujeres había sufrido violencia alguna vez en su vida,
tanto emocional como física. Por otro lado, 37% de las
mujeres que asisten a servicios de salud en instituciones
públicas han sido sometidas a alguna forma de violencia
alguna vez en la vida y 21.6% han sido víctimas de
violencia por parte de su pareja en el último año.
La edad más proclive para ser víctima de violencia
es entre los 31 y 45 años de edad y se trata de mujeres
con un nivel de instrucción bajo. De acuerdo con la
Secretaría de Salud, en México el Estado en que se
documentó mayor prevalencia de la violencia, es Quintana
Roo; Aguascalientes acusó la prevalencia menor.
([7])

Un tema de importancia y preocupación social en
la actualidad es la violencia, particularmente la violencia
doméstica que afecta a la población en general pero
sobre todo a niñas y niños, mujeres, personas de la
tercera edad y a discapacitados.

Se ha encontrado que la violencia que ejerce la pareja
conyugal contra la mujer es mucho más significativa cuando
se trata de mujeres jóvenes: 46 de cada 100 mujeres de 15
a 29 años de edad declaró haber sido objeto de al
menos un incidente de violencia en el año 2006; en
particular 48 de cada 100 mujeres de 15 a 19 años de edad
manifestó haber sufrido un incidente de violencia en ese
periodo.

Según la Encuesta Nacional sobre Dinámica
de las Relaciones de los Hogares 2006, ([8]) son
objeto de violencia emocional 36.5% de las mujeres
jóvenes; este tipo de violencia incluye menosprecios,
amenazas, prohibiciones, amedrentamientos, etcétera. El
28.3% sufre violencia económica: la pareja le reclama
cómo gasta el dinero, no le da gasto, se gasta lo que se
necesita para la casa o le prohíbe trabajar o estudiar. El
12.9% fue víctima de algún tipo de violencia
física (empujones, patadas, golpes con las manos o con
objetos, agresiones con armas, etcétera) y 4.8% tuvo
algún incidente de violencia sexual por parte de su
pareja.

En América Latina la violencia es extensa y tiene
inmensos costos. Los indicadores más tradicionales
ilustran su cuantía. En la región hay 140.000
homicidios cada año; cada latinoamericano pierde el
equivalente a casi tres días anuales de vida saludable por
causa de la violencia; 28 millones de familias son sujetas a
hurto o robo en un año o, para decirlo en forma más
contundente, 54 familias son robadas cada minuto; aproximadamente
una por segundo. La violencia, medida por cualquiera de estos
indicadores, es cinco veces más alta en esta región
que en el resto del mundo. ([9])

La violencia sobre los bienes y las personas representa
una destrucción y transferencia de recursos,
aproximadamente el 14.2% del PIB latinoamericano; es decir 168
millones de dólares. En capital humano se pierde 1.9% del
PIB, este porcentaje es equivalente al gasto en educación
primaria de la región. En recursos de capital se pierde
anualmente 4.8% del PIB, o sea, la mitad de la inversión
privada. Las transferencias de recursos que se realizan entre las
víctimas y los criminales alcanzan al 2.1% del PIB,
porcentaje superior que el del efecto distributivo de todas las
finanzas públicas.

Sin embargo, esta problemática es bastante
diversa entre los distintos países del continente. En el
Cono Sur –especialmente en Chile y Uruguay– y en Costa Rica
se registran los menores índices de violencia,
éstos son comparables al de los países europeos. La
mayor incidencia de hechos violentos se presenta en otros
países andinos y en los de Centro América; los
casos extremos son El Salvador y Colombia, aquí se
encontró que a causa de agresiones contra personas y
bienes se destruye una cuarta parte del potencial anual de
producción.

La magnitud y costo de la violencia en la región
ha conducido, con frecuencia, a visiones nihilistas sobre las
posibilidades de intervención. Se arguye por un lado, que
ésta se halla tan enraizada en la cultura de la gente y
sus instituciones que deja poco espacio para el desarrollo de
políticas. Por otro lado, se estima que no hay campo para
las intervenciones, mientras no se logre erradicar los problemas
estructurales asociados con la pobreza y la inequidad.

Hay políticas simples muy eficaces, en el
área de vigilancia y seguimiento epidemiológico de
los hechos, el control del consumo del alcohol y otras drogas,
restricción al uso de armas de fuego, y la adecuada
atención de urgencias en los servicios de salud, que
permitirían reducir sustancialmente tanto la incidencia de
la violencia como sus costos. Más y mejor
educación, así como un crecimiento económico
equitativo que permita reducir la pobreza, resultan
antídotos de enorme eficacia para la agresión sobre
el hombre y sus bienes.

Así mismo, se debe combinar una lucha
pública contra la impunidad y por la eficacia de los
aparatos judiciales y policiales, con mayor
flexibilización para que los individuos y sus asociaciones
puedan ejercer mayor prevención y control de los
comportamientos violentos. La reconstrucción del tejido
social y la acumulación del capital social son las
inversiones más importantes que los latinoamericanos
podrían hacer para cimentar una convivencia ciudadana
más pacífica.

La violencia es en la actualidad -sin duda alguna- la
limitante principal del desarrollo económico de
América Latina. Y es por esto, y por su alto costo social
y económico, que se hace imperante y muy apremiante la
necesidad de actuar con la mayor eficacia. Las experiencias de
países y localidades de la región de los
últimos quince años examinadas con algún
detalle en los estudios de caso, ofrece instrumentos de
acción para rescatar el respeto a la vida y a la propiedad
como los elementos esenciales de nuestro desarrollo futuro.
([10])

Violencia
intrafamiliar

Son innumerables las formas de violencia familiar. Puede
pensarse en violencia hacia los mayores, entre cónyuges,
hacia los niños, las mujeres, los hombres, los
discapacitados, etc. Siempre es difícil pensar un esquema
típico familiar, debido a que la violencia puede ser
psíquica o física, y ocurre en todas las clases
sociales, culturas y edades. La mayoría de las veces se
trata de adultos hacia uno a varios individuos.

Se caracteriza a la violencia familiar en la que alguien
con más poder abusa de otras con menos poder. El
término violencia familiar alude a todas las formas de
abuso que tienen lugar en las relaciones entre los miembros de la
familia. La relación de abuso es aquella en la que una de
las partes ocasiona un daño físico y/o
psicológico a otro miembro. Este daño se puede dar
ya sea por acción o por omisión y se da en un
contexto de desequilibrio de poder.

Para establecer que una situación familiar es un
caso de violencia familiar, la relación de abuso debe ser
crónica, permanente y periódica,
refiriéndonos así a las distintas formas de
relación abusiva que caracterizan un vínculo
familiar.

Generalmente en las familias en las que aparece la
violencia familiar tienen una organización
jerárquica fija o inamovible; además, sus miembros
interactúan rígidamente, no pueden aportar su
propia identidad, deben actuar y ser como el sistema familiar les
impone.

Las personas sometidas a situaciones críticas de
violencia familiar presentan un debilitamiento de sus defensas
físicas y psicológicas, lo que conduciría a
un incremento en los problemas de salud. Muchas padecen de
depresión y enfermedades psicosomáticas.

También estas personas muestran una
disminución marcada en el rendimiento laboral. En los
niños y adolescentes tienen problemas de aprendizaje,
trastornos de la personalidad, etc.

Por lo general las personas que viven afectadas por la
violencia familiar, como se criaron dentro de este contexto,
tienden a reproducirlos en sus futuras relaciones.

La violencia intrafamiliar contra las mujeres tiene
también un alto costo social y económico para el
estado y la sociedad y puede transformarse en una barrera para el
desarrollo socioeconómico. Algunos estudios estiman que el
abuso sexual y el maltrato físico disminuyen el ingreso de
las mujeres entre un 3% y un 20% por el impacto sobre el logro
educacional y sobre la salud, lo que a su vez repercute en su
actividad laboral. Según cálculos hechos con la
metodología AVAD (Años de Vida Ajustados
según Discapacidad), en las economías de mercado,
para las mujeres de 15 a 44 años, la violencia
intrafamiliar representa casi un año de vida perdido por
cada cinco años de vida saludable.
([11])

Violencia familiar es un término aplicado al
maltrato físico y emocional de una persona por alguien que
está en estrecha relación con la víctima
([12]). El término incluye la violencia en
el hogar, maltrato físico y abandono del niño,
abuso sexual del niño, maltrato del anciano y muchos casos
de agresión sexual. La violencia familiar se puede
constatar en cualquier país del mundo, sin importar el
sexo ni todos los estratos raciales, étnicos, religiosos y
socio – económicos. Aunque las definiciones varían
según la cultura, la violencia familiar representa un
importante problema de salud pública, debido a las
muertes, heridas y sus consecuencias psicológicas
adversas. El daño físico y emocional puede
representar impedimentos crónicos o de por vida para
muchas víctimas. La violencia familiar va asociada a un
gran riesgo de depresión, angustia, abuso substancial y
comportamiento autodestructivo, incluido el suicidio. Las
víctimas a menudo se convierten en agresores o participan
en relaciones violentas más tarde.

Los sociólogos consideran que la violencia
familiar tiene sus raíces en la crisis que padece la
institución familiar, creada por la gran cantidad de
estresores externos a los que está expuesta o por el
cambio que están sufriendo las normas sociales y
culturales. Esta se ve exacerbada por la alta valoración
que la familia da a la privacidad, que impide el control social
de la violencia que puede haber en su interior.

La incidencia de violencia intrafamiliar, tanto contra
cónyuges como contra los hijos, parece ser elevada en todo
nuestro país, pero hay muy pocos datos que permitan
determinar a ciencia cierta si esos niveles van en aumento y si
son mayores o menores en algunos estados o en el Distrito
Federal. Independientemente de eso, las consecuencias son
tremendamente perjudiciales para la sociedad.

Concepto de
género

Se conoce como Género, el conjunto de relaciones
sociales basadas en las diferencias percibidas entre los sexos,
además es una forma primaria de relaciones significativas
de poder que se traducen en símbolos culturales, conceptos
normativos, instituciones y organizaciones sociales e identidad
subjetiva. El concepto de género se refiere a la
construcción social de las relaciones entre mujeres y
varones, aprendidas a través del proceso de
socialización, cambiantes con el tiempo, que varían
de una cultura a otra, y aun dentro de una misma cultura.
([13])

El término fue utilizado en los años
setenta para describir las características de mujeres y
varones que son construidas socialmente, en contraste con las que
son determinadas biológicamente. Esto demuestra que no se
nace con atributos y características femeninas o
masculinas, sino que se desarrollan a partir del aprendizaje,
sólo se nace con sexo. ([14]) Esta
distinción tiene implicaciones muy importantes. El
concepto aparece entre las feministas a mediados de los
años 70 para insistir sobre el carácter
eminentemente social de las distinciones basadas en el sexo y
rechazar los determinismos biológicos que se apoyan en la
diferencia sexual. El concepto pone énfasis en la
construcción social de los roles y en las relaciones entre
los géneros (en tanto que productos culturales y no
biológicos).Se reconoce así la subordinación
de las mujeres como un producto social, situado en una cultura y
un tiempo histórico específico, resultado de
arreglos sociales privados. ([15])

El concepto "Género" se refiere a las diferencias
socioculturales que existen entre mujeres y hombres en
determinados períodos históricos y culturas. Las
sociedades configuran una serie de responsabilidades, papeles y
funciones y determinan diferencias en el acceso a los recursos,
en las necesidades y en la visión del mundo de las mujeres
y los hombres de las distintas clases sociales.

El género es una variable de análisis que
permite analizar los papeles que desempeñan las mujeres y
los hombres y sus respectivas dificultades, necesidades y
oportunidades. El término "género" no es
sinónimo de "mujer" sino que hace referencia a los
atributos socioculturales, al análisis de las funciones de
cada sexo y de sus interrelaciones. Es el sexo socialmente
construido, son características, roles, espacios y rasgos
de personalidad que la sociedad asigna a varones y mujeres en
función de su sexo y a las relaciones entre
ambos.

Sexo alude a los aspectos físicos,
biológicos y anatómicos que distinguen lo que es un
macho y una hembra; por el contrario, Género, remite a las
características que social y culturalmente se atribuyen a
hombres y mujeres a partir de las diferencias biológicas,
constituyendo así lo que se conoce como género
masculino y género femenino. Cuando asumimos una
perspectiva de género pensamos en los dos polos de la
relación (sexo y género) y no sólo en uno de
ellos. ([16])

El término Sexo alude a las diferencias
biológicas entre hombres y mujeres (órganos
genitales y reproductivos) y que son naturales, congénitas
y universales, por lo tanto inmutables, irreversibles.

El término Género se refiere a las
diferencias construidas por la sociedad para hombres y mujeres, a
su forma de relacionarse y dividir sus funciones. Estas
diferencias se pueden modificar y cambian según el tiempo,
contexto y clase social, etnia, edad, región, cultura,
religión. Se expresan en "lo femenino" y "lo masculino".
Son las características sociales, culturales,
políticas, psicológicas, jurídicas y
económicas que hacen diferentes a las mujeres y los
hombres. El género es el sexo socialmente
construido.

Las relaciones de género están
además interrelacionadas e implicadas en otras relaciones
sociales: de producción, etnicidad, nacionalidad,
religión y otras de carácter generacional. El
sistema de género como tal, no está aislado, sino
que se articula con otros sistemas de relaciones
sociales.

Cuadro 1. Diferencias entre sexo y
género ([17])

SEXO

GÉNERO

Diferencias biológicas entre mujeres y
varones

Construcciones Sociales y culturales

Mujeres:

Posibilidad de gestar y alumbrar.

Posibilidad de dar de lactar.

Desarrollo de los senos.

Aparato reproductivo interno.

Varones:

Aparato reproductivo externo.

Inviabilidad de gestar, alumbrar y dar de
lactar.

Producción de espermatozoides.

Diferencias Principales:

Cromosómicas: XX / XY

Anatómicas: sistema reproductor, caracteres
sexuales secundarias: (senos, voz, vello, etc).

Fisiológicas: diferencias hormonales

Varones: testosterona

Mujeres: estrógenos y
progesterona.

Asignación diferenciada de
roles.

Asignación diferenciada de atributos,
cualidades, capacidades.

Restricciones diferenciadas para varones y
mujeres.

Prescripciones diferenciadas para mujeres y
varones.

Derechos y obligaciones distintas para mujeres y
varones:

Privilegios y exclusiones

Vestido y ornamentos diferentes.

Usos y costumbres sobre el arreglo personal
diferenciado.

El enfoque de género es una herramienta
teórica y metodológica desarrollada para analizar
los significados, prácticas, símbolos,
representaciones, instituciones y normas que las sociedades
elaboran a partir de la diferencia biológica entre varones
y mujeres. Contempla específicamente la dimensión
de las relaciones sociales y de las estructuras de poder y hace
hincapié en la necesidad de entender cómo se
realizan estas relaciones en cada contexto social y cultural.
Como metodología aporta en el análisis los modos en
que las diferencias sociales y de género trascienden a las
personas enraizándose en las sociedades.

El enfoque de género explica el ordenamiento
social y la distribución desigual de los recursos, las
decisiones, el poder y el trabajo entre mujeres y varones,
basados en las diferencias de género y en relaciones de
subordinación.

La perspectiva de género busca fortalecer a la
familia, promover relaciones equitativas, armónicas y
solidarias entre varones y mujeres y la promoción de la
igualdad de derechos y oportunidades para niños,
niñas, jóvenes, mujeres, varones y adultos
mayores.

Esta perspectiva busca promover un conjunto de medidas
de equidad que permitan compensar las desventajas que les impiden
disfrutar por igual de los beneficios del desarrollo y tener un
acceso igualitario a las decisiones públicas y privadas.
Es considerada como la visión a lograr en el largo
plazo.

Esta perspectiva considera los problemas necesidades e
intereses que surgen de las desigualdades socialmente
constituidas, para que mujeres y varones puedan realizarse
plenamente en su identidad, roles y capacidades, sin
discriminación alguna.

El análisis de género permite visualizar
que las relaciones entre el género femenino y masculino
son relaciones de poder, donde lo masculino domina lo femenino
(subordinación). El análisis de género
evidencia que la construcción social adjudica roles,
espacios y atributos diferentes para cada sexo.

Cuadro 2. Roles, espacios y atributos
para cada sexo ([18])

Mujer

Hombre

Roles

Reproductivo

Productivo

Espacios

Doméstico

Público

Atributos

Dulzura

Comprensión

Emotividad

Fortaleza

Competencia

Razón

La visión de género es una herramienta que
permite percibir la realidad desde un punto de vista que abarca
un mayor espacio. Esta herramienta considera de manera
explícita las diferencias de género determinadas
por la sociedad y las relaciones entre mujeres y hombres en un
contexto determinado. Al considerar las relaciones de
género como relaciones de poder, su visión implica
un contenido político. La visión de género
busca volver a definir el concepto y la práctica del
desarrollo, al igual que los elementos que tienen mayor o menor
prioridad en el cambio, plantea superar el conflicto entre los
espacios público y privado, tiene como propósito
lograr la equidad entre los sexos dentro del proceso de
desarrollo y desafía la posición subordinada de la
mujer, reconociéndola como participante activa en el
desarrollo.

Violencia de
género

Si bien las violaciones de los derechos humanos afectan
tanto a los hombres como a las mujeres, su impacto varía
de acuerdo con el sexo de la víctima. Los estudios sobre
la materia permiten afirmar que toda agresión perpetrada
contra una mujer tiene alguna característica que permite
identificarla como violencia de género. Esto significa que
está directamente vinculada a la desigual
distribución del poder y a las relaciones
asimétricas que se establecen entre varones y mujeres en
nuestra sociedad, que perpetúan la desvalorización
de lo femenino y su subordinación a lo masculino. Lo que
diferencia a este tipo de violencia de otras formas de
agresión y coerción es que el factor de riesgo o de
vulnerabilidad es el solo hecho de ser mujer.

La violencia de género puede adoptar diversas
formas, lo que permite clasificar el delito, de acuerdo con la
relación en que ésta se enmarca y el ejercicio de
poder que supone, en las siguientes categorías:
violación sexual e incesto, asedio sexual en el trabajo y
en las instituciones de educación, violencia sexual contra
mujeres detenidas o presas, actos de violencia contra las mujeres
desarraigadas, tráfico de mujeres y violencia
doméstica o intrafamiliar.
([19])

La violencia de género es el reflejo de la
relación desigual de poder en las relaciones entre las
mujeres y los hombres y la raíz de la violencia se
encuentra en la dimensión de dominio y poder masculino en
nuestra sociedad. La causa subyacente de todas las agresiones
contra las mujeres se encuentra en el sexismo. Existen cuatro
cuestiones que han de considerarse en el análisis de la
situación del maltrato hacia la mujer:

  • La utilidad explicativa de los constructos
    género y poder.

  • Análisis de la familia como una
    institución que estructura las relaciones
    heterosexuales de acuerdo al género y al
    poder.

  • Comprensión y validación de las
    experiencias de las mujeres.

  • Desarrollo de teorías y modelos que reflejen
    de manera fidedigna las experiencias de las
    mujeres.

Los hombres utilizan la violencia física y/o el
enfado y el maltrato psicológico como estrategia de
control. La violencia masculina se encuentra en la estructura
social y no en la psicopatología individual de los
agresores.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU),
afirma que la violencia que sufren muchas mujeres, tanto en
países desarrollados como en los no desarrollados,
está relacionada con el estatus de desigualdad de las
mujeres en todas la sociedades y que su origen tiene sus
raíces en la estructura del matrimonio, en la familia y en
la sociedad, siendo imposible comprender su naturaleza sin tener
en cuenta el contexto social e ideológico dentro del cual
la violencia ocurre.

Plantea que cualquier explicación debe ir
más allá de las características del agresor,
de la víctima, de la familia y de la sociedad; para
erradicar la violencia en primer lugar, hay que erradicar la
desigualdad a nivel de género.

Existen formas de violencia específicas para cada
género. En las fases tempranas del desarrollo, los
niños y las niñas tienen riesgo y patrones de
victimización parecidos; cuando crecen, las mujeres
empiezan a sufrir más ataques sexuales.

Erradicar la pandemia de la violencia de género
es el verdadero reto del siglo XXI, mucho más que
cualquier otro tipo de avance científico, cultural o
tecnológico. Si la humanidad aprendiera a detectar,
prevenir y parar esta enfermedad histórica, se
produciría un punto de inflexión en su
evolución: el fatuo "homo sapiens" pasaría a ser
persona, ser humano.

La violencia de género es la primera causa de
muerte de la mujer en el mundo, pero también es la primera
causa generadora de guerras. El niño que crece en el mito
de la superioridad del varón frente a la mujer, incorpora
a sus más íntimas creencias la de que unos seres
son superiores a otros sólo por su sexo. Es fácil
extrapolar esta idea a la de superioridad por la raza, por la
lengua, etc.

El primer paso para afrontar el reto de la
erradicación de la violencia de género es aprender
a detectarla. La violencia de género suele manifestarse en
primer lugar cómo agresión verbal en sus formas
más encubiertas. Es muy importante conocer sus mecanismos,
porque las secuelas psicológicas de los malos tratos
psíquicos son igual o más graves que las de los
malos tratos físicos.

Siempre hay alguien que pregunta ¿por qué
ella no se va? en vez de preguntar ¿por qué
él la agrede? La sociedad suele poner el centro de
gravedad de los malos tratos en la víctima, buscando las
razones por las que merece o se deja maltratar, y justifica al
agresor diciendo que es un enfermo o un borracho.

Los profesionales de la salud tienen un
importantísimo papel que jugar en la detección,
atención, derivación de la víctima y
denuncia si fuera necesario.

Existe un síndrome llamado estrés
postraumático (EPT) que experimentan los sujetos que han
tenido una exposición a diferentes situaciones de
maltrato, el cual es medido a través de una escala de
presencia de evento traumático y su relación con el
estrés postraumático; se presenta mayor nivel de
EPT en aquellas mujeres que han sido abusadas sexualmente, luego
en sujetos sometidos a maltrato físico severo y por
último en aquellos que han sido maltratados
emocionalmente.([20]) A partir de los primeros
abusos, la mujer se paraliza y, por tanto, queda incapacitada
para responder a la agresión física o emocional de
su pareja. Vive un constante estado de estrés que la lleva
a padecer continuamente síntomas de depresión, los
cuales pueden ocasionar complicaciones tan severas que pueden
llevar a una enfermedad irreversible o a la misma muerte. Este
proceso se denomina triangulo de
abuso-estrés-depresión (TAED)

El maltrato físico puede ser definido como
cualquier trauma, lesión o condición no accidental,
que cause daño físico. El maltrato físico
infligido representa a menudo castigo corporal severo e
irrazonable o castigo injustificado. Esto suele ocurrir cuando el
padre y/o la madre sacuden con violencia o le dan un fuerte golpe
al menor. Otras manifestaciones del abuso físico son:
quemaduras, mordiscos, torcerle las extremidades u otras formas
de tortura. El daño puede ser producto de un sólo
episodio o de varios episodios.

En la mayoría de los casos el abuso físico
no es un mero acto físico contra la mujer. Es un
patrón de conducta, es el estilo que tiene el varón
para lidiar con su pareja. Mientras más tiempo exista,
más serios serán los golpes que reciba la mujer y
más difícil será eliminar la conducta
abusiva.

La negligencia emocional implica la carencia
crónica de proveer el apoyo y el afecto necesario para que
la mujer desarrolle una personalidad fuerte y saludable. Consiste
en faltar a los deberes o dejar de ejercer las facultades de
proveer adecuadamente albergue, alimentación, vestido,
educación, supervisión, atención de salud,
no visitar o no mantener comunicación frecuente con la
pareja u otras necesidades básicas requeridas para el
desarrollo de las capacidades físicas, intelectuales o
emocionales de la mujer

Además de la negligencia, existe otra forma de
ejercer el maltrato emocional, que incluye la ejecución
–consciente o no- de acciones que dañan a la mujer
en su esfera emocional.

La presencia simultánea de varios factores que
posibilitan y/o favorecen la violencia intrafamiliar hace que
exista un riesgo elevado en la aparición de este
síntoma de descomposición social, aunque a veces no
se detecte su presencia. En este sentido juegan un papel muy
importante los factores de mediación social como la
disponibilidad de un sistema social de apoyo que pueda actuar
como recurso mediador o liberador en situaciones estresantes;
asimismo, la afiliación o conexión con
instituciones públicas o privadas, agrupaciones de diversa
índole, organizaciones no gubernamentales e incluso
familiares o miembros de la comunidad del entorno de la familia
en los que pueda encontrarse el apoyo preciso.

Salud mental,
ansiedad y depresión

El Manual Diagnóstico y Estadístico de los
Trastornos Mentales (en inglés Diagnostic and Statistical
Manual of Mental Disorders, DSM) de la Asociación
Psiquiátrica de los Estados Unidos (American Psychiatric
Association) contiene una clasificación de los trastornos
mentales y proporciona descripciones claras de las
categorías diagnósticas, con el fin de que los
clínicos y los investigadores de las ciencias de la salud
puedan diagnosticar, estudiar e intercambiar información y
tratar los distintos trastornos mentales. La edición
vigente es la cuarta (DSM-IV-TR) ([21])

Para todas las personas, la salud mental y física
y el bienestar social son componentes vitales inextricablemente
ligados. Con el desarrollo del conocimiento acerca de esta
interrelación, surge más claramente que la salud
mental es crucial para asegurar el bienestar general de los
individuos, sociedades y países. En efecto, la salud
mental puede ser definida como el estado de bienestar que permite
a los individuos realizar sus habilidades, afrontar el
estrés normal de la vida, trabajar de manera productiva y
fructífera, y hacer una contribución significativa
a sus comunidades. No obstante, en la mayor parte del mundo, ni
remotamente se le atribuye a la salud mental y los trastornos
mentales la misma importancia que a la salud física. Por
el contrario, la salud mental ha sido objeto de abandono e
indiferencia. ([22])

La magnitud y la carga del problema de la salud mental
se evidencian con los siguientes datos:

  • 450 millones de personas sufren de un trastorno
    mental o de la conducta.

  • Alrededor de un millón de personas se
    suicidan cada año.

  • Cuatro de las seis causas principales de los
    años vividos con discapacidad resultan de trastornos
    neuropsiquiátricos (depresión, trastornos
    generados por el uso de alcohol, esquizofrenia y trastorno
    bipolar)

  • Una de cada cuatro familias tiene por lo menos un
    miembro afectado por un trastorno mental. Los miembros de la
    familia son frecuentemente los cuidadores primarios de las
    personas con trastornos mentales. La magnitud de la carga en
    la familia es difícil de justipreciar, y por eso es
    frecuentemente ignorada. No obstante, es dable afirmar que el
    impacto de la patología mental es importante en el
    deterioro de la calidad de la vida familiar.

  • Amén de los costos de salud y sociales, las
    personas afectadas por trastornos mentales son
    víctimas de violaciones de los derechos humanos,
    estigma y discriminación, dentro y fuera de las
    instituciones psiquiátricas.

  • Existe una enorme carga emocional y financiera para
    los individuos, sus familias y la sociedad en su
    conjunto.

  • Los impactos económicos de las enfermedades
    mentales se expresan en la disminución del ingreso
    personal, en la habilidad de la persona enferma – y,
    frecuentemente, de sus cuidadores – para trabajar, en la
    productividad en el ámbito de trabajo, en la
    contribución a la economía nacional, así
    como en el aumento de la utilización de los servicios
    de atención y apoyo.

  • El costo de los problemas de salud mental en
    países desarrollados se estima entre el 3% y el 4% del
    Producto Nacional Bruto (PNB). Más aún, las
    enfermedades mentales cuestan a las economías
    nacionales varios miles de millones de dólares, tanto
    en términos de gastos incurridos directamente como en
    la pérdida de la productividad.

El DSM-IV clasifica como trastornos de ansiedad a los
siguientes: Trastorno de angustia (con agorafobia o sin ella) o
agorafobia sin trastorno de angustia, Fobia específica,
Fobia social, Trastorno obsesivo-compulsivo, Trastorno por
estrés postraumático, Trastorno por estrés
agudo, Trastorno de ansiedad generalizada, Trastorno de ansiedad
debido a enfermedad médica, Trastorno de ansiedad inducido
por sustancias y Trastorno de ansiedad no
especificado.

La ansiedad se define como un estado emocional
desagradable en el que hay sensaciones de peligro amenazador,
caracterizado por malestar, tensión o aprensión.
Generalmente, la causa es un conflicto intrapsíquico
inconsciente o irreconocible. La ansiedad es una emoción
comúnmente experimentada por el ser humano a lo largo de
su existencia y que responde a una amenaza a su identidad. Se
considera normal cuando es una reacción adaptativa a un
peligro identificable en el ambiente y se corresponde
cuantitativamente y cualitativamente con él. Habitualmente
se usa el término "miedo". Sin embargo, la ansiedad
patológica es desproporcionada a cualquier estímulo
posible y persiste por encima del nivel de adaptación. Es
una respuesta a una amenaza indeterminada, difusa y muchas veces
inexistente. La ansiedad es una estado psicológico de
inquietud y sobresalto.

La ansiedad que no es excesiva presenta aspectos
positivos, ya que estimula el aprendizaje y el cumplimiento de
tareas. No ocurre lo mismo con los episodios persistentes de
ansiedad intensa, los cuales son nocivos y comprometen la
autonomía del individuo. El inicio de la ansiedad puede
situarse en cualquier edad, aunque hay mayor incidencia en los
adultos jóvenes (entre los 20 y los 40 años). En
cuanto al sexo, la frecuencia es más alta en las mujeres,
cuyo número puede alcanzar el doble que en los
varones.

El paciente ansioso puede buscar una mejoría
sintomática en el alcohol y otras sustancias, cuyo abuso
no es raro. Tampoco es extraño que la presencia de
ansiedad crónica provoque en el paciente una
desmoralización que puede ocasionar la coexistencia de
síntomas depresivos o de un síndrome depresivo
completo.

El trastorno de ansiedad generalizada (TAG) se
caracteriza por ansiedad generalizada y persistente y que
podría denominarse "ansiedad libre flotante". Se
acompaña de síntomas físicos variables y
múltiples, preocupaciones por uno mismo o por sus
allegados, así como pensamientos negativos
diversos.

Es más frecuente en las mujeres y entre los
factores desencadenantes destaca el estrés crónico
ambiental. Su evolución tiende a la cronicidad. El TAG
presenta también una elevada comorbilidad con el trastorno
de pánico.

Dentro de los trastornos de ansiedad, el criterio para
el diagnóstico de crisis de pánico o crisis de
angustia es la aparición temporal y aislada de miedo o
malestar intensos, acompañada de cuatro (o más) de
los siguientes síntomas, que se inician bruscamente y
alcanzan su máxima expresión en los primeros 10
minutos: ([23])

1. Palpitaciones, sacudidas del corazón o
elevación de la frecuencia cardiaca.

2. Sudoración.

3. Temblores o sacudidas.

4. Sensación de ahogo o falta de
aliento.

5. Sensación de atragantarse.

6. Opresión o malestar
torácico.

7. Náuseas o molestias abdominales.

8. Inestabilidad, mareo o desmayo.

9. Desrealización (sensación de
irrealidad) o despersonalización (estar separado de uno
mismo)

10. Miedo a perder el control o volverse
loco.

11. Miedo a morir.

12. Parestesias (sensación de entumecimiento u
hormigueo)

13. Escalofríos o sofocaciones.

Los criterios para el diagnóstico de agorafobia
son:

Partes: 1, 2

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