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Acerca del narcisismo



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Evolución
    histórica del concepto de
    narcisismo
  3. Nuestro
    interés en el tema
  4. Bibliografía

"Tú crees que me
matas.

Yo creo que te
suicidas"

Antonio
Porchia[2]

Introducción

El concepto de narcisismo es considerado uno de los
más importantes y controvertidos en psicoanálisis
dado que en él se entrecruzan situaciones que durante
mucho tiempo permanecieron separadas, como es el punto de vista
tópico y la teoría de las pulsiones. Su historia
está signada desde su nacimiento por la
insatisfacción de Freud acerca de su elaboración
teórica y por las dificultades que halló luego en
la clínica para precisarlo más
adecuadamente[3]sobretodo los autores que luego
profundizaron en el concepto, se esforzaron por relacionar el
plano metapsicológico con el clínico sin caer en
ambigüedades o en abstracciones que se revelaban
inútiles por ser excesivamente
genéricas.

Desde el punto de vista clínico, el trastorno
narcisista de la personalidad, se ha impuesto en los
últimos tiempos como una patología que exige un
diagnóstico diferencial de los trastornos de personalidad,
asociados al mismo, como ser los cuadros bordeline,
histriónicos y antisociales. En épocas recientes, a
partir de 1980, a través del DSM-III, la personalidad
narcisista ingresó en el diagnóstico
psiquiátrico.

Para tener una idea más adecuada acerca del
término en un sentido descriptivo, nos remitiremos al
criterio diagnóstico utilizado en el DSM-III-R de 1987 de
la American Psychiatric Association. De los nueve rasgos de
personalidad propuestos, cinco son los indispensables para
formular el diagnóstico de personalidad
narcisística:

  • 1. Tiene tendencia a aprovecharse de los otros
    para sus propios intereses o metas.

  • 2. Experimenta un grandioso sentido de
    autoimportancia (por ej. exagera logros, capacidades, espera
    ser reconocido como superior, sin logros proporcionados a sus
    pretensiones)

  • 3. Se siente único o especial y que
    sólo puede ser comprendido por ciertas personas (o
    instituciones) que son de alto status.

  • 4. Está preocupado por fantasías
    de éxito ilimitado, poder, brillantez, belleza y amor
    imaginarios.

  • 5. Exige una atención o
    admiración excesiva.

  • 6. Es pretencioso (por ej. tiene expectativas
    irrazonables de recibir un trato de favor especial o de que
    se cumplan automáticamente sus deseos).

  • 7. Carece de empatía (es reacio a
    reconocer o identificarse con los sentimientos y necesidades
    de los demás)

  • 8. Frecuentemente envidia a los demás y
    cree que los demás lo envidian a él. (Este
    último criterio diagnóstico no se hallaba
    presente en el DSM-III de 1980 y fue añadido en el
    DSM-III-R).

  • 9. Presenta comportamientos o actitudes
    arrogantes o soberbias. Reacciona a las críticas con
    rabia, vergüenza o humillación.

Riva Posse (1996) nos comenta acerca de dichos rasgos:
"Los sujetos con este trastorno asumen con alegría el que
los otros otorguen un valor exagerado a sus actos y se sorprenden
cuando no reciben las alabanzas que esperan. Es frecuente que de
forma implícita en la exageración de los logros, se
dé una infravaloración o devaluación de la
contribución de los demás. La vulnerabilidad de la
autoestima hace al sujeto muy sensible al "ultraje" de la
crítica o la frustración. Las críticas
pueden obsesionar a estos sujetos y hacer que se sientan
humillados, degradados, hundidos y vacíos. Estas
experiencias pueden conducir al retraimiento social. Es habitual
que no consigan darse cuenta de que los demás tienen
sentimientos y necesidades. En todo caso, cuando los reconocen,
es probable que los vean con menosprecio, como signos de
debilidad. Quienes se relacionan con sujetos con trastorno
narcisista es típico que lleguen a una frialdad emocional
como también a una falta de interés
recíproco".

Evolución
histórica del concepto de narcisismo

"El término narcisismo proviene de la
descripción clínica y fue escogido por Paul
Näcke en 1899 para designar aquella conducta por la cual un
individuo da a su cuerpo propio un trato parecido al que
daría al cuerpo de un objeto sexual; vale decir, lo mira
con complacencia sexual, lo acaricia, lo mima, hasta que gracias
a estos manejos alcanza la satisfacción plena"
[4]

En la tradición griega, se llamaba narcisismo al
amor a sí mismo. La leyenda y el personaje de Narciso se
hicieron célebres gracias al libro tercero de las
Metamorfosis de Ovidio.[5]

Según Alice Miller (1994) la leyenda de Narciso
describe la tragedia de la pérdida del Yo, del llamado
trastorno narcisista. El Narciso que se refleja en el agua
está enamorado de su hermoso rostro. También la
ninfa Eco responde a las llamadas del joven, de cuya belleza
está enamorada. Las llamadas de Eco engañan a
Narciso. También le engaña su imagen especular en
la medida en que sólo refleja su parte perfecta y
extraordinaria, mas no las otras partes. Su parte posterior y su
sombra, por ejemplo, le quedan ocultas, no pertenecen a su amada
imagen especular, son excluidas de ella. Este estadio de la
fascinación es comparable con la grandiosidad, así
como el siguiente, el deseo destructor de sí mismo, es
comparable con la depresión. Narciso no quería ser
nada más que el joven hermoso, negaba su verdadero Yo,
quería fusionarse con la bella imagen. Y esto lo condujo a
la autoentrega, a la muerte, o bien –en la versión
de Ovidio – a la metamorfosis en flor.
[6]

Havelock Ellis usa el término "narcisismo" en
1892 por primera vez en un estudio psicológico sobre el
autoerotismo, describiendo la raíz mitológica y
literaria del mito de Narciso, y extendía el
término narcisismo al comportamiento no manifiestamente
sexual. Posteriormente, en 1908, Isidor Sadger (alumno de Freud
que intervenía en las reuniones de los miércoles de
Viena), lo hace entrar definitivamente en la terminología
psicoanalítica.

En 1911, Otto Rank presenta el primer escrito dedicado
específicamente al narcisismo asociándolo a
fenómenos no sexuales como la vanidad y la
autoadmiración: "amar el propio cuerpo es un importante
factor de la vanidad femenina" (donde se puede interpretar que
Rank está anticipando en muchos años, el concepto
de "narcisismo sano" de Kohut) y entrevé por primera vez
una posible naturaleza defensiva del narcisismo, como en el caso
de aquella mujer que "se refugia en el amor de sí misma
herida por un hombre malo y con incapacidad de amar" (ejemplo en
el cual ya se observa el "retiro narcisístico" frente a la
herida objetal, o sea el desenlace del encierro en sí
mismo debido a la frustración en la relación
interpersonal, temática que será retomada y
teorizada por Freud). (Migone, 1995).

Dentro de este recorrido histórico del concepto
de narcisismo, nos dedicaremos con un mayor detenimiento a su
evolución dentro de la obra freudiana.

La tesis de Freud descansa sobre tres proposiciones
básicas: El narcisismo es una catectización
libidinal de uno mismo, un amor a sí mismo, pero en
segundo lugar, dicha catectización pasa necesariamente en
el hombre por una catectización libidinal del yo, y
tercera, esta catectización es inseparable de la
constitución misma del yo humano.

Comenzaremos el rastreo en la obra Tres ensayos de
teoría sexual (1905) donde en el apartado III, Las
metamorfosis de la pubertad, Freud define "la libido como una
fuerza susceptible de variaciones cuantitativas, que
podría medir procesos y trasposiciones en el ámbito
de la excitación sexual…. Así llegamos a la
representación de un quantum de libido a cuya
subrogación psíquica llamamos libido
yoica
; la producción de esta, su aumento o su
disminución, su distribución y su desplazamiento,
están destinados a ofrecernos la posibilidad de explicar
los fenómenos psicosexuales observados. Ahora bien, esta
libido yoica sólo se vuelve cómodamente accesible
al estudio analítico cuando ha encontrado empleo
psíquico en la investidura de objetos sexuales, vale
decir, cuando se ha convertido en libido de objeto….
Además podemos conocer, en cuanto a los destinos de la
libido de objeto, que es quitada de los objetos, se mantiene
fluctuante en particulares estados de tensión y, por
último, es recogida en el interior del yo, con lo cual se
convierte de nuevo en libido yoica. A esta última, por
oposición a la libido de objeto, la llamamos
también libido narcisista[7]La libido
narcisista o libido yoica se nos aparece como el gran reservorio
desde el cual son emitidas las investiduras de objeto y al cual
vuelven a replegarse; y la investidura libidinal narcisista del
yo, como el estado originario realizado en la primera infancia,
que es sólo ocultado por los envíos posteriores de
la libido, pero se conserva en el fondo tras
ellos".[8]

El término narcisismo aparece por primera vez en
la obra de Freud, en su trabajo de 1910, Un recuerdo infantil de
Leonardo da Vinci, a los fines de explicar la homosexualidad.
Freud dice que el amor del niño por su madre, deber ser
reprimido en un momento determinado del desarrollo. A partir de
dicho proceso, se identifica con ella y busca como objeto
erótico a un sustituto de sí mismo al cual
podrá amar como su madre lo amó: "halla sus objetos
de amor por la vía del narcisismo, pues la saga griega
menciona a un joven Narciso a quien nada agradaba tanto como su
propia imagen reflejada en el espejo y fue transformado en la
bella flor de ese nombre".

En 1911, en Puntualizaciones psicoanalíticas
sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides) descrito
autobiográficamente, Freud describe al narcisismo como
estadio intermedio entre el autoerotismo y el amor objetal. En
esta etapa las pulsiones sexuales se han sintetizado en una
unidad y toman por objeto amoroso al propio cuerpo, antes de
dirigirse a la elección de otra persona. Describe esta
etapa como normal e indispensable y nunca totalmente superable.
De este modo, la primera elección de objeto es homosexual
debida a la búsqueda de lo semejante y sólo
posteriormente se encaminaría hacia el objeto
heterosexual.

También en 1911, en Formulaciones sobre los dos
principios del acaecer psíquico, aparece la idea de un
primer estado hipotético, en el que el organismo
formaría una unidad cerrada con relación a su
entorno. Tal estado no se definiría por una
catectización del yo puesto que sería anterior
incluso a la diferenciación de dicha estructura sino que
se caracterizaría por un especial tipo de estancamiento
libidinal bajo un modelo anobjetal ejemplificado con la vida
intrauterina o con el estado del dormir y el sueño. En
dicho estado la satisfacción primera de la necesidad
estaría dada por la alucinación primitiva, de la
cual se saldría por la presión de la necesidad
vital.

En Tótem y tabú (1913), Freud aclara mejor
el concepto de autoerotismo: "Las exteriorizaciones de las
pulsiones sexuales se disciernen desde el comienzo, pero ellas no
se dirigen entonces a un objeto exterior. Los diversos
componentes pulsionales de la sexualidad trabajan en la ganancia
de placer cada uno para sí, y hallan su
satisfacción en el cuerpo propio. Ese estadio recibe el
nombre de autoerotismo, y es relevado por el de la
elección de objeto.

Reitera en esta obra, la presencia entre ambas fases
(dejando la posibilidad de que se trate de un desdoblamiento del
autoerotismo) de una fase intermedia, el narcisismo, "en la cual
las pulsiones sexuales hasta ese momento disociadas, se conjugan
en una unidad y el yo es investido como objeto. Esta
organización narcisista nunca se resignará del
todo. El ser humano permanece narcisista en cierta medida aun
después que ha hallado objetos externos para su libido;
las investiduras de objeto que él emprende son, por
así decir, emanaciones de la libido que permanece en el
yo, y pueden ser retiradas de nuevo hacia este. Los estados de
enamoramiento, psicológicamente tan asombrosos y que son
los arquetipos normales de las psicosis, corresponden al
máximo nivel de estas emanaciones comparado con el nivel
del amor al yo.

Pero fue el importante trabajo de Freud de 1914
"Introducción del narcisismo" el que dio categoría
oficial al concepto del narcisismo en el psicoanálisis.
Comienza este estudio refiriéndose al narcisismo como
descripción clínica de los casos en que el
individuo toma como objeto sexual a su propio cuerpo,
considerándolo una perversión que ha acaparado toda
la vida sexual del individuo. Sin embargo aclara que el
psicoanálisis descubre aspectos de esta conducta
narcisista en otras perturbaciones como por ejemplo, en la
homosexualidad. También la dificultad del análisis
de neuróticos con rasgos narcisistas lo conduce a pensar
que se dan localizaciones narcisistas de la libido en toda
evolución sexual normal. De este modo, el narcisismo se
presenta ya no sólo como perversión, sino como
complemento libidinoso de la pulsión de
autoconservación.

La idea del narcisismo como fase evolutiva surge al
tratar de explicar la esquizofrenia aplicando la teoría de
la libido. Compara los parafrénicos a los
neuróticos y observa que ambos pierden su relación
con la realidad. Pero mientras en los histéricos y
neuróticos obsesivos se conserva el vínculo
erótico con los objetos en la fantasía
(sustitución), los parafrénicos parecen haber
retirado su libido del mundo exterior sin realizar
sustitución alguna. El destino de esta libido
sustraída lo constituye el yo, surgiendo de este modo un
estado narcisista.

Freud establece aquí que la manía de
grandeza es la intensificación de un estado anterior que
"nos vemos llevados a concebir el narcisismo que nace por
replegamiento de las investiduras de objeto como un narcisismo
secundario que se edifica sobre la base de otro, primario,
oscurecido por múltiples influencias…. Nos formamos la
imagen de una originaria investidura libidinal del yo, cedida
después a los objetos; empero, considerada en su fondo,
ella persiste, y es a las investiduras de objeto como el cuerpo
de una ameba a los seudópodos que emite….Vemos
también a grandes rasgos una oposición entre libido
yoica y la libido de objeto. Cuanto más gasta una, tanto
más se empobrece la otra.[9] Desde esta
perspectiva, la libido objetal en su máximo desarrollo
caracteriza el estado amoroso, mientras que a la inversa, la
libido del yo en su mayor expansión da fundamento al
fantasma del fin del mundo en el paranoico.

Además de las parafrenias que constituyen un
excelente acceso para el estudio del narcisismo, los otros
caminos que propone Freud en esta obra lo constituyen el estudio
de la enfermedad orgánica, de la hipocondría y de
la vida erótica de los sexos. En el primer caso, el
enfermo retrae a su yo sus cargas libidinales a fin de
destinarlas a su curación. El hipocondríaco retrae
su interés y su libido de los objetos del mundo exterior y
concentra ambos sobre el órgano que lo preocupa. El
niño toma sus objetos sexuales de sus experiencias de
satisfacción, provenientes de los cuidados de sus primeros
objetos sexuales que son aquellas personas a cuyo cuidado se
halla. Esta primera fuente de elección de objeto que Freud
llama de apuntalamiento (o tipo anaclítico) se diferencia
de la que realizan los perversos y homosexuales, quienes eligen
sobre un modelo narcisista.

Luego Freud se pregunta por el destino de la libido
yoica en el adulto normal. Lo explica por la represión que
parte del yo, de la propia estimación del yo. Se entiende
ese destino de la libido apuntando a la construcción en el
interior de sí un ideal por el cual mide su yo
actual. "La formación de ideal sería, de parte del
yo, la condición de la represión. Y sobre este yo
ideal recae ahora el amor de sí mismo de que en la
infancia gozó el yo real". Sustituye el narcisismo por su
ideal, configurándose así una ubicación
tópica permanente para el
narcisismo[10]

Para Hornstein (2000) "cuando se instaura el ideal del
yo, la pulsión ya no persigue una descarga
automática y el placer ya no resulta de una simple baja de
tensión. En este estado de narcisismo secundario, la
relación recíproca que una vez tuvo lugar dentro de
la unidad madre – niño, se reproduce ahora
intrapsíquicamente. Se hace posible la regulación
interna de la autoestima[11]El ideal del yo es una
"operación de rescate" del narcisismo apuntalado en su
nostalgia por la época en que era para sí su propio
ideal…. El anhelo del niño de llegar a "ser grande"
aspira a reconquistar la perfección perdida."

El desarrollo teórico que constituye este texto
de 1914, implica una primera revisión de la teoría
de las pulsiones, desapareciendo la separación entre
pulsiones del yo y pulsiones sexuales[12]y
quedando el yo como el "gran depósito de libido"
bosquejando el narcisismo que posteriormente en su obra, se
convertirá en el ideal del yo.

En 1916, en su 26ª Conferencia de
introducción al psicoanálisis, La teoría de
la libido y el narcisismo, nos aclara respecto al hecho de la
fijación de la libido al propio cuerpo en vez de la
fijación a un objeto, que no se trata de una
situación que carezca de importancia o que sea
excepcional, "más bien – nos dice Freud – es
probable que este narcisismo sea el estado universal y originario
a partir del cual sólo más tarde se formó el
amor de objeto"[13].

Es en esta conferencia también donde hace un
aporte en términos del narcisismo, al fenómeno del
dormir: "…el dormir es un estado en el cual todas las
investiduras de objeto, las libidinosas así como las
egoístas, son resignadas y retiradas al interior del
yo…. En el durmiente se ha restablecido el estado originario de
la distribución libidinal, el narcisismo pleno, en el cual
libido e interés yoico moran todavía unidos e
inseparables en el interior del yo que se contenta a sí
mismo.[14]

Luego distingue narcisismo de egoísmo, expresando
que el narcisismo es el complemento libidinoso del
egoísmo: "Cuando se habla de egoísmo se tiene en
vista la utilidad para el individuo; cuando se mienta el
narcisismo, se toma en cuenta también su
satisfacción libidinal…. Se puede ser absolutamente
egoísta y, no obstante, mantener fuertes investiduras
libidinosas de objeto, en la medida en que la satisfacción
libidinosa en el objeto se cuente entre las necesidades del yo;
el egoísmo cuidará después que la
aspiración al objeto no traiga perjuicios al yo. Se puede
ser egoísta y al mismo tiempo extremadamente narcisista,
es decir, tener una muy escasa necesidad de objeto, y ello en la
satisfacción sexual directa o bien en aquella otra
aspiración más alta, derivada de la necesidad
sexual, que solemos llamar "amor" por oposición a la
"sensualidad". En todas estas relaciones, el egoísmo es lo
obvio, lo constante, y el narcisismo es el elemento
variable.[15] (Freud, 1916).

En Duelo y melancolía (1917), Freud da como
condiciones para el proceso melancólico, una
enérgica fijación en el objeto de amor, junto a una
escasa resistencia de la investidura de objeto. Esta
contradicción la explica basándose en el hecho de
que la elección de objeto se haya cumplido sobre una base
narcisista, de tal modo que la investidura de objeto pueda
regresar al narcisismo si tropieza con dificultades. La
identificación narcisista con el objeto se convierte en el
sustituto de la investidura de amor. La identificación es
la etapa previa de la elección de objeto y es el primer
modo, ambivalente, como el yo distingue a un objeto. Freud aclara
que esta identificación narcisista es la más
primitiva y la adscribe a la etapa oral. (Freud, 1917). Lo que
interesa destacar en la melancolía es la caída de
la hiperestimación narcisista que sufre el sujeto,
hiperestimación que provenía de la propia
elección de características narcisistas.

En Psicología de las masas y análisis del
yo (1921), Freud reitera el concepto de un narcisismo anterior al
nacimiento cuya representación concreta podría
concebirse con la forma de vida intrauterina, que se basta a
sí mismo por completo, anterior a la constitución
del yo, y al que se regresaría en el
sueño.

En El yo y el ello (1923), en el apartado III, El yo y
el superyó (ideal del yo), Freud plantea tomando la
melancolía como modelo, una reconstrucción en el yo
del objeto perdido. O sea la sustitución de una
investidura de objeto (erótica), por una
identificación (erección del objeto en el yo) que
modifica al yo y contribuye esencialmente a producir lo que se
denomina su carácter. "Quizás el yo,
mediante esta introyección que es una suerte de
regresión al mecanismo de la fase oral, facilite o
posibilite la resignación del objeto. Quizás esta
identificación sea en general la condición bajo la
cual el ello resigna sus objetos". Dado que este proceso para
Freud se produce desde etapas muy tempranas del desarrollo, lo
lleva a enunciar su concepción de que el carácter
del yo es una sedimentación de las investiduras de objeto
resignadas, conteniendo a su vez, la historia de tales elecciones
objetales. "Esta trasposición de una elección
erótica de objeto en una alteración del yo es,
además, un camino que permite al yo dominar al ello,
aunque, por cierto, a costa de una gran docilidad hacia sus
vivencias[16]La trasposición así
cumplida de libido de objeto en libido narcisista conlleva,
manifiestamente, una resignación de las metas sexuales,
una desexualización y, por tanto, una suerte de
sublimación…. El narcisismo del yo es un narcisismo
secundario, sustraído de los objetos".

Por lo tanto, recapitulando habría 4 fases
libidinales: 1) la del autoerotismo[17]2) la del
narcisismo primario[18]3) la del amor objetal
(primero homosexual y luego heterosexual) y por último, la
del narcisismo secundario, que se manifestaría bajo el
fenómeno de los vasos comunicantes: cuanto más
disminuye el revestimiento libidinal de los objetos, más
tendrían lugar los fenómenos
narcisistas.[19]

Sintetizaremos el tema, siguiendo la visión de
Bleichmar (1976) "Freud nos ofrece dos concepciones del
narcisismo; en una de ellas el enfoque económico se une a
la teoría de la libido. Desde esta perspectiva el
narcisismo primario es la condición en que toda la libido
está en el yo, o la situación prenatal en que por
una armonía de orden biológico no existe
tensión en el organismo…. En la otra concepción
del narcisismo se lo entiende como la valoración que el
sujeto hace de sí mismo, como la significación que
el Yo en tanto representación de sí toma para el
sujeto, es decir como éste se ubica en una escala de
valores…..a partir de cada una de estas concepciones,
surgirá una teoría diferente sobre la
génesis del mismo. Si se acepta el narcisismo como
condición económica, habrá un narcisismo
primario, anobjetal, biológico. El narcisismo se
originará dentro del individuo y de ahí
partirá hacia los objetos. El narcisismo caracterizado por
el amor del sujeto a la representación de sí mismo
será siempre secundario.

El problema a explicar será cómo se pasa
del nivel de las cargas, de las cantidades de excitación
al de las representaciones valorativas. En cambio, si el concepto
del narcisismo está desde su origen en el campo mismo de
la significación, de las valoraciones, resulta evidente
que éstas implican un orden simbólico que es
exterior al individuo, el de la cultura, en la cual aquél
se inscribe…. El propio Freud reconoció que la
representación de sí mismo viene de otro cuando, en
"Un recuerdo de infancia en Poesía y verdad (1917b),
escribió "Cuando uno ha sido el predilecto indiscutido de
la madre, conservará toda la vida ese sentimiento de
conquistador, esa confianza en el éxito que no pocas veces
lo atraen de verdad."

Siguiendo la historia del concepto que nos ocupa, Karl
Abraham (1919) en "Una forma particular de resistencia
neurótica contra el método psicoanalítico"
describe la resistencia transferencial en el tratamiento de
determinados pacientes como proveniente de su narcisismo,
resistencia que incluso conduce al fracaso terapéutico.
Posteriormente en 1921, lo relaciona con el posible origen de las
dificultades en el establecimiento de la capacidad de
amar.[20]

Recordamos en este recorrido histórico, trabajos
de Ernest Jones, Annie Reich, Edith Jacobson, hasta llegar a los
más recientes como Herbert Rosenfeld, Béla
Grunberger[21]Otto Kernberg y sobre todo Heinz
Kohut, como los que más han contribuido al estudio de
dicho aspecto de la personalidad.

Kohut ha inspirado un importante movimiento dentro del
psicoanálisis definido como la psicología del Self,
caracterizado por algunos críticos como la corriente
disidente más importante dentro del psicoanálisis
contemporáneo.

La radical diferencia de la teoría de Kohut con
la freudiana clásica consiste en: su concepción del
Self como dependiente del ambiente, que puede hacerlo crecer o
no, según determinados sucesos como la empatía de
los padres y en que el conflicto se da entre el Self y los
objetos y no siendo intrapsíquico (como
clásicamente se plantea entre el yo, el ello y el
superyó), atribuyéndole así una gran
importancia al ambiente como determinante en la
constitución del sujeto. El Self de Kohut, por lo tanto,
es una entidad que carece de conflicto en sí mismo,
perteneciente a un nivel de abstracción distinto a la
estructura tripartita (yo-ello-superyó) porque no ha sido
concebido como una función del yo, según la
definición de Hartmann que había establecido el
Self como una representación de la persona, de parte del
Yo.

En el inicio de sus desarrollos, Kohut rescata lo que
considera los instrumentos fundamentales en la práctica
del psicoanálisis: la empatía y la
introspección como los caminos principales a través
de los cuales se puede acceder al mundo de los fenómenos
psíquicos. A partir de la observación
empática de sus pacientes, él intuyó la
existencia de una perturbación caracterológica no
descripta hasta entonces, a la que llamó trastorno
narcisista de la personalidad, que era distinguible
clínicamente de las neurosis clásicas y en la cual
los pacientes tendían a percibir al analista como una
parte de su propio cuerpo o como una imagen especular de
sí mismos a la cual denominó transferencia
narcisista.

Según lo desarrollan Bleichmar y Bleichmar
(1999),[22] dicha transferencia narcisista
planteaba un problema teórico (dado que el narcisismo era
considerado básicamente anobjetal), que fue resuelto por
Kohut con su planteo de que el narcisismo, lejos de ser superado
en el curso del desarrollo, sufría una evolución
paralela e independiente de la libido objetal, coexistiendo con
éste a lo largo de toda la vida. El resultado del
desarrollo pulsional es la estructura tripartita de la mente y el
del desarrollo del narcisismo, es el self. Para su
maduración, el narcisismo utiliza ciertos objetos del
medio ambiente con los que establece relaciones peculiares;
objetos a los que Kohut llamó objetos del self. En el
tratamiento de los pacientes con dicho trastorno narcisista,
Kohut propone fortalecer el self, a través de la
interpretación y elaboración de las transferencias
narcisistas y dar curso a un desarrollo normal de la libido
narcisista. En síntesis, hacia el final de su obra, Kohut
propone que los conflictos pulsionales considerados por el
psicoanálisis clásico surgen sólo cuando el
desarrollo de la libido narcisista no ha resultado
suficientemente exitoso.[23]

Otro de los autores que profundizaron el tema del
narcisismo, fue Otto Kernberg. A pesar de coincidir en muchos
planteos con Kohut, Kernberg difiere en las explicaciones
etiopatogénicas y estructurales que aporta Kohut y por lo
tanto, a partir de esas diferencias, discrepa con ciertas
indicaciones técnicas.

"El sí-mismo grandioso descripto por Kohut
constituye para Kernberg el resultado de la fusión de
imágenes del sí-mismo ideal con el sí-mismo
real y con el objeto, aunque difieren respecto a su origen: para
Kohut, el sí-mismo grandioso refleja la fijación en
un sí-mismo primitivo y arcaico pero normal, mientras que
para Kernberg constituye una estructura patológica
netamente diferente del narcisismo infantil normal.

Otro punto de divergencia es el relacionado con la
naturaleza de la libido objetal y narcisista. Recordemos que para
Kohut la libido narcisista tiene una línea de
evolución paralela e independiente de la libido objetal.
En cambio para Kernberg no es posible divorciar el estudio del
narcisismo normal y patológico[24]de las
vicisitudes de los derivados de instintos tanto libidinales como
agresivos, y del desarrollo de los derivados estructurales de las
relaciones objetales internalizadas.

La importancia que Kernberg da a los impulsos agresivos
se pone de relieve al ahondar en las explicaciones que uno y otro
autor ofrecen ante ciertos fenómenos transferenciales.
Para Kohut la transferencia idealizadora es la expresión
de una falla primitiva de los objetos del self
idealizados, quienes no permitieron al niño vivir la
experiencia de idealización y fusión con un objeto
externo. Kernberg, por su parte, distingue en la transferencia
idealizadora una formación patológica resultante de
la condensación del sí-mismo con las
imágenes del objeto real y del sí-mismo ideal. En
dicho vínculo se puede observar una intención
defensiva contra la expresión de la rabia y la envidia. El
desarrollo narcisista no manifiesta fallas estructurales que la
terapia podrá reparar sino una distorsión y
desvalorización activa de los objetos externos. En
síntesis, el problema que se expresa a través de la
transferencia idealizadora no es un defecto de los objetos
externos sino una incapacidad del sujeto de idealizar a sus
progenitores a consecuencia de tener grandes montos de rabia y
envidia en su relación con ellos.

Por lo tanto, surgen importantes discrepancias
técnicas, Kernberg critica a Kohut que no interpreta las
pulsiones agresivas y además, su propuesta de permitir la
idealización del analista por parte del paciente. Opina
que esto hace degenerar la técnica en una psicoterapia de
apoyo, dado que aceptar la admiración implica un abandono
de la posición neutral, en la misma medida en que lo hace
la hiper-objetividad crítica". (Bleichmar y Bleichmar,
1999).

Según Elisabeth Roudinesco (1998) la
concepción lacaniana del estadio del espejo, desarrollada
en 1949, se basó en el punto confuso de la
ubicación del narcisismo primario y su relación con
la constitución del yo. Para Jacques Lacan, el narcisismo
originario se constituye en el momento de la captación por
el niño de su imagen en el espejo[25]imagen
a su vez basada en la del otro (en particular la madre),
constitutiva del yo. Con la experiencia de esta fase, que se
extiende desde los 6 hasta los 18 meses, el niño va
configurando la imagen de su cuerpo, la que estructura al yo
antes de que el sujeto se comprometa en la dialéctica de
la identificación con el otro y con el lenguaje. La unidad
del cuerpo es un resultado de este proceso, mientras que en la
etapa previa el niño tiene la angustiante fantasía
de su cuerpo fragmentado.[26]

El período del autoerotismo corresponde entonces
a la primerísima infancia, al período de las
pulsiones parciales y del "cuerpo fragmentado", signado por ese
"desamparo original" cuyo posible retorno constituye una amenaza,
en el fundamento de la agresividad.[27]

"Si pensamos que la imagen en el espejo no alude
sólo a la relación física madre –
hijo, sino que también constituye una metáfora del
vínculo entre ellos, se nos ampliará de manera
notable la comprensión de cómo el deseo materno
contribuye a formar la imagen corporal de cada sujeto… Si la
madre reconoce en el hijo la materialización de su ideal,
o si percibe en él a alguien monstruoso, defectuoso o
peligroso, todo ello será registrado por el niño,
que verá – en los ojos y en la actitud afectiva de
la madre – reflejada una imagen que no tardará en
aceptar como propia". (Mayer, 1989)

Según Laplanche (1970) la de Lacan constituye la
tentativa más elaborada para tratar de llenar el
vacío que deja la noción freudiana del yo en la
descripción del "nuevo acto psíquico" susceptible
de provocar el pasaje del autoerotismo al narcisismo. La
intención de Lacan, interpreta Laplanche, no es por cierto
el vincular de manera necesaria la aparición del yo humano
con la creación del instrumento del espejo, ni
con el hecho de que Narciso pueda contemplar su imagen en el agua
sino con el reconocimiento de la forma del otro humano y la
precipitación correlativa en el individuo de un primer
esbozo de dicha forma. Según Laplanche, sin embargo,
sería inexacto decir que Freud no delimitó el lugar
de la identificación especular, que ya se halla presente
en Duelo y melancolía (1917) y sobre todo en un pasaje de
El yo y el ello (1923), donde especifica que "el yo es ante todo
un yo corporal, no es tan solo un ser de superficie, sino que es
en sí mismo la proyección de una
superficie".

La contribución de Green al tema del narcisismo
es el resultado de largos años de tarea. En su obra
Narcisismo de vida y de muerte, publicado en 1983, reúne
escritos que van de 1966 hasta dicha fecha, y que trasuntan un
esfuerzo por integrar los postulados freudianos con la
concepción estructuralista. Green considera la estructura
narcisista como un componente fundamental e insustituible de la
esencia humana, componente además pesquisable en la
clínica como estructura de fondo que en ocasiones
constituye el aspecto conflictivo central.

Green subraya que en el tema del narcisismo, dado que
Freud ha permanecido excesivamente atado al tema de las neurosis,
y en particular a las de transferencia, se hace indispensable
lograr una continuidad conceptual sin introducir una
contraposición neta entre la vieja y la nueva
conceptualización metapsicológica.

El deseo, entendido como el movimiento a través
del cual el sujeto busca el objeto, constituye por consiguiente
la unión entre la vieja conceptualización, fundada
sobre el análisis de la neurosis y la nueva apoyada sobre
la clínica de los casos límite. Según nos
puntualiza Hornstein (2000), la insatisfacción del deseo
señala la dependencia del sujeto respecto del objeto y
acrecienta los sufrimientos narcisistas. Se aspira a una
satisfacción no sometida a la dependencia del objeto,
logrando un silencio del deseo; cuando el otro impone una
desmentida a la omnipotencia se genera la rabia narcisista. Esa
insatisfacción lo priva al narcisista de ser liberado, por
la satisfacción, del deseo. Busca más un deseo
de satisfacción que una satisfacción de deseo

(Green, 1983).

Según Green (1995), "lo que hace del narcisismo
un estado mortífero es sin duda la autosuficiencia que
veda todo intercambio verdadero, o limita los intercambios a
relaciones especulares, condenando a la esclerosis al sistema
cerrado que él constituye, como esas células que
mueren por sobrecarga de grasa". También nos parece
importante destacar la idea de Green acerca del dormir como
manifestación narcisista tanática y el soñar
como expresión del narcisismo libidinal.

Nuestro
interés en el tema

El propósito que nos guió para la
profundización del tema del narcisismo, se basa en la
hipótesis, compartida por otros
autores[28]de que la última década
de este siglo se la podría describir como "la era del
narcisismo".

Recordamos a Luis Chiozza (1982) cuando dice "El auge
del individualismo, que otrora condujo al hombre hacia el
florecimiento pleno de sus disposiciones latentes nos muestra hoy
sus formas caducas. Por ejemplo: el orgullo, que implica
responsabilidad y esfuerzos, cede su puesto a menudo a la
vanidad, que es irresponsable y más fácil. Un
narcisismo excedido se oculta frecuentemente bajo el disfraz del
amor a los hijos. El egoísmo se viste con el ropaje
más digno del amor familiar. La amistad, sazonada con el
cálculo, queda sometida a las leyes de la relación
concretamente útil. El cariño, que enriquece el
vínculo amoroso a través de la generosidad y la
capacidad de cuidar, se convierte en una debilidad peligrosa, que
debe ser sustituida por la pasión y el enamoramiento, que
procuran la posesión del objeto. Todo esto en nombre de
una necesidad de progreso individual, que se hace imperativo bajo
las formas, paupérrimas en su absurda simplicidad, de
mayor poder, o prestigio, y mayor riqueza".

Describe este autor la conflictiva del narcisismo vs. la
relación objetal en términos que nos resulta
fructífero compartir: "El hombre no ha nacido, sin
embargo, para vivir aislado. Para realizarse plenamente necesita,
como la neurona, vivir inmerso en un mundo de
interlocución. Ninguna de sus posesiones, como le ocurre a
un niño con una pelota, puede ser gozada en ausencia de
otro con quien compartirla. El goce solitario se realiza mediante
el artificio efímero de una presencia imaginaria. Las
formas de un individualismo degradado, que hemos llamado caducas,
desoyendo esta perentoria necesidad de convivir, crean en el
hombre medio de nuestros días un vacío existencial
de fondo. Entonces, como le ocurre a un solterón en el
día de Navidad, no existe quien pueda llenar ese
vacío. Sus hijos sólo funcionan como prolongaciones
narcisistas de su propio ego; su cónyuge, frecuentemente
devorado en un vínculo simbiótico, es sólo
un pretexto para su crecimiento egoísta; sus amigos fueron
elegidos para otros fines, acordes con la conveniencia de otro
momento. Así, aterrorizado por un silencio enfermo,
intentará hablar del tiempo, de lo que pasará con
el dólar, o, irresponsablemente, de lo que ocurre en la
política nacional o internacional. O intentará
hacer algo, arriesgando su dinero, su vida o su honra, en el
deporte o el juego; o soñará con vacaciones
imposibles; o con adquisiciones nuevas, incluyendo en estas
últimas las aventuras sexuales. Cuando, como a menudo
sucede en la edad media de la vida, sus formaciones defensivas se
agotan, aparece un cuadro que nuestra complicidad culpable
prefiere encerrar, todo entero, en el diagnóstico de la
melancolía. Sienten que sus vidas, o la vida en su
conjunto, carece de sentido. En nuestra interpretación
diagnóstica habitual, las vicisitudes de las relaciones
del yo con el superyó, que fundamentan la psicodinamia de
la melancolía, invaden abusivamente el campo nuevo,
constituido por las relaciones del superyó "individual"
con las formas ideales caóticas del consenso social".
(Chiozza, 1982).

Como patología emanada del trastorno narcisista
manifestado en el individualismo acendrado que predomina en
nuestra era, podemos describir, dentro del vacío de
sentido que reina, a la depresión como una de las
enfermedades más frecuente, resultante de vivencias como
la ausencia de un futuro promisorio, la falta de trabajo creador,
el nihilismo, el hundimiento de los ideales, el pesimismo
abrumador del cual se intenta salir con drogas, en resumen, el
profundo desánimo moral que embarga al individuo en la
actualidad. Esta cultura que impregna las llamadas sociedades de
avanzada, donde la crisis de los valores ha transformado
completamente la existencia del individuo, provocándole
replegamientos cada vez más frecuentes sobre su propio yo,
es una cultura que desdeña la entrega afectiva al otro,
entrega que es interpretada como un acto de debilidad, de
sometimiento y de pérdida de autonomía. Es en este
tipo de cultura, donde los actos de camaradería han sido
sustituidos por la rivalidad, la magnanimidad por la voracidad,
la búsqueda de lo esencialmente bueno, por el
acaparamiento indiscriminado de bienes y relaciones.

Entendemos que desde el individuo se halla enfermo el
afecto descripto como la magnanimidad[29]desde la
sociedad, lo que describiríamos como el altruismo
metapsicológicamente hablando, constituiría una
falla en la adquisición del narcisismo sano, libidinal o
maduro, según la terminología de los distintos
autores.

Sería deseable que el hombre frente a la soledad
en que lo sume el narcisismo patológico, adquiriera
conciencia de que necesita ineludiblemente al otro para ser
plenamente feliz, para realizarse auténticamente. Para
alcanzar este nivel, debería poder tolerar la "injuria
narcisista" que implica la aceptación de que sólo
hay un Yo si hay un Tú, y que este Yo halla su verdadera
trascendencia en la construcción del Nosotros. Nosotros
enriquecedor, que basado en el compartir y en el
re-descubrimiento del amor verdadero que tolera las diferencias,
es el que trasciende las tendencias individualistas y ayuda en el
verdadero crecimiento yoico.

Partes: 1, 2

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