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Acerca del narcisismo (página 2)



Partes: 1, 2

El narcisismo patológico desde el punto de vista
ecosistémico se lo puede descubrir bajo la forma de los
llamados por Bateson "propósitos conscientes" que son
aquellos en los que, y "con la más pura de las intenciones
conscientes", se cometen graves acciones destructivas en sistemas
más amplios que el individual, provocándose
así repercusiones incontrolables. Es en este sentido como
en ocasiones para nuestra "comodidad", "progreso" y "bienestar",
luchamos contra el ambiente y al derrotarlo, nos estamos
destruyendo. (Bateson, 1972).

Para alcanzar la verdadera comprensión
trascendente de nuestra inclusión en el ecosistema es
necesario tomar conciencia de la insignificancia de nuestro Yo
frente a la magnitud de dicho ecosistema. Esta
configuraría parte de una "injuria narcisista
básica", que pondría en crisis nuestra creencia
egoísta de lo particular de nuestro propio yo, pero que, a
su vez, sería el modo indispensable para que el hombre se
incluyera culturalmente de una manera más plena y menos
destructiva en todo lo que lo rodea.

Una buena autoestima, como expresión libidinal de
la función narcisista[30]debería
realzar la importancia de todas aquellas actividades que
incluyeran metas y ambiciones que se hallaran al servicio del
desarrollo del sujeto y al enriquecimiento de aquellos objetos
que lo rodean, sobre todo las orientadas al engrandecimiento de
los vínculos objetales que no se encuentran destinados al
servicio del propio Self. En este último caso englobamos a
aquellos sujetos que "dan todo por sus hijos", o por su familia o
por su grupo de pertenencia, donde a través de una
magnanimidad supuesta, se encubre el impulso egoísta de
volver a recibir de acuerdo a lo invertido en dichos
objetos.

Muchos de los supuestos "benefactores" que aparecen en
las redes de intercambio social, en ocasiones esconden tendencias
de grandiosidad y exhibicionismo, subyacentes a sus obras de
bien.

Un adecuado sentimiento de amor propio y del propio
valor, permitiría al individuo renunciar a sus motivos
narcisistas patológicos, en la organización de su
conducta y de sus relaciones, donde el equilibrio de los vasos
comunicantes estuviera dado por una adecuada proporción
entre la dedicación orientada hacia los objetos y la
destinada al propio yo, o sea entre la investidura narcisista y
la objetal. La distinción entre el narcisismo sano y el
patológico estaría dada por el grado de
éxito logrado en el armonioso desarrollo y enriquecimiento
del sí – mismo, comprometido emocionalmente con la
misma meta, en lo que respecta a su ecosistema.

Pensamos que la patología narcisista, en nuestra
época, también se la puede adscribir a la falta de
figuras relevantes que encarnen un Ideal para el
Yo[31]lo cual alteraría el equilibrio
libidinal, hundiendo al hombre en un "estancamiento narcisista"
que lo mantendría sin encontrar la salida de dicho
narcisismo, por imposibilidad de dirigir sus catexias hacia un
objeto que funcionara como fuente de enriquecimiento yoico,
ayudándolo hacia su crecimiento, apuntando hacia el
engrandecimiento de dicha instancia a través de
posibilitarle cada vez mayores y más adecuados procesos
sublimatorios.[32] En este estancamiento el sujeto
queda atrapado en un narcisismo
tanático[33]que rebaja y lesiona la
autoestima, dado que el ideal del cual depende le impone una
relación de sometimiento y de ausencia de posibilidades de
trascendencia.

Este estancamiento narcisista también puede
producirse por tomarse a sí mismo como objeto de amor,
viendo en sí al ideal de perfección al que se
aspira. Podemos interpretar que en dicha egolatría el
sujeto queda varado en el lugar del ideal narcisista de sus
padres, tratando de ser o tener aquello que ellos soñaron.
Dentro de este vínculo endogámico, de una manera
autosuficiente y sin necesidad de conquistar el amor del objeto,
vive como en una especie de burbuja individualista, donde no hay
realimentación posible por hallarse perturbados los
vínculos enriquecedores con los otros. Dichos
vínculos también son frecuentemente eludidos,
porque al ser capaces de provocar frustración, angustia o
miedo, lo llevarían al sujeto a poner en tela de juicio su
propia omnipotencia.

Observamos en esta época una especie de
formación reactiva al individualismo, por el cual se
encubre este estancamiento narcisista con el hecho valorado
socialmente, de entablar numerosos ligámenes,
caracterizados en su mayoría por la superficialidad del
vínculo afectivo que los sostiene, relaciones en las
cuales los individuos "se llevan bien con todo el mundo" porque,
en realidad, no le dan auténtica importancia,
esencialmente, a nadie. Algunos autores se han referido a este
fenómeno describiéndolo como la "época
light".

Estos vínculos, que adquieren la categoría
de elecciones narcisistas, se configuran sobre la base de que los
objetos seleccionados representan cómo es el sujeto que
los elige, cómo fue o cómo quisiera serlo, o
también, como describe Freud para la elección
femenina de amor, eligiendo a quien más satisface su
autoestima. En este caso la elección no se hace por los
atributos del objeto, sino porque convierte al individuo en un
ideal que lo retrotrae a la antigua situación de "his
majesty the baby".

También en la misma dirección de
alteración narcisista, ubicamos las "personalidades como
si" caracterizadas por contener en su estructuración
identificaciones parciales y disociadas, que dan lugar a
pseudoindentificaciones, características del mimetismo,
merced a las cuales lo que fingen ser dichos individuos,
es en realidad una vestidura vacía. Esta situación
configura una difusión de la identidad (pseudoidentidad),
donde falta un concepto integrado de sí y de los objetos
totales, en relación con el sujeto, con manifiesta
incapacidad para establecer adecuadas interacciones con los
demás por falta de empatía emocional. (Spagnuolo,
1999).

Desde otra vertiente, y asimismo partiendo de
Freud[34]podemos interpretar las afecciones
tumorales como otra expresión de la patología
narcisista, en las cuales se ha perdido el código
ordenador del tejido al cual pertenece originalmente la
célula tumoral, célula que inicia un derrotero
individualista por el cual ella va a sobrevivir, pero haciendo
peligrar la vida del hombre que la alberga. Esto en el lenguaje
popular está representado por la expresión con la
cual se denomina a un individuo como un "cáncer", cuando
se pretende describir metafóricamente su tendencia a vivir
del otro, o sin preocuparle el destino de aquellos que lo
rodean.

En otros trabajos acerca del cáncer de mama, nos
hemos ocupado más extensamente de la problemática
de esta vicisitud de la relación objetal perturbada.
(Spagnuolo, 1977, 1983, 1985). En dicha patología hemos
interpretado, en términos del lenguaje de órganos,
hechos como por ejemplo, la gran diferencia estadística de
aparición de dicha patología, en mujeres que no han
amamantado, de su ausencia en aquellas que lo han hecho con
frecuencia. Desarrollamos en dichos trabajos una visión
del vínculo de la lactación como un fenómeno
mutuamente enriquecedor, donde interpretamos el dar de mamar como
expresión de un "dar" mucho más abarcativo,
símbolo del afecto que encarna a la magnanimidad y la
aparición de la patología mamaria como una
expresión somática de las alteraciones o
vicisitudes que sufrió dicha entrega
amorosa.[35]

En otra enfermedad muy actual, sobre todo en uno de los
países más desarrollados del mundo, en Estados
Unidos de Norteamérica, la hiperobesidad, también
se estaría mostrando el aspecto de voraz
acumulación narcisista de reservas energéticas que
nunca serán utilizadas y que se vuelven contra el propio
sujeto que la alberga.

También podemos interpretar esta
alteración libidinal, en las frecuentes enfermedades por
autoinmunidad en donde se ve atacada la propia identidad, como si
fuera desconocida, evidenciando una alteración de lo que
algunos autores consideraron el "narcisismo sano" o una falla del
narcisismo primario, traicionando de esta manera la forma
más primitiva del amor propio.

El hombre ante la amenaza de su derrumbe individualista,
se halla enfrentado a la terrible dramática de pactar con
su tendencia narcisista, trocando los vínculos de
rivalidad por las vivencias de encuentro pleno con el otro, yendo
más allá de los límites que le provee su
narcisismo patológico para construir con el otro una
realidad donde el bienestar consista en el logro del placer
mutuo, gozando la oportunidad que nos da el otro de convertirnos
en dadores.

No podemos hablar propiamente de un objetivo amoroso sin
presuponer el reconocimiento de una básica e ineluctable
insuficiencia narcisista, al modo de la elaboración de la
posición depresiva kleiniana. Dicha vivencia de carencia o
incompletud, guiaría al yo en la búsqueda del
objeto que posibilitara, en cuanto diferente, el hallazgo de los
aspectos que saciaran dicha falta.[36]

Si podemos hablar hoy en día de una psicosis
social, sería a través de la imagen de sus
individuos descatectizando sus vínculos con los otros y
encerrándose en un acorazamiento narcisista, a fin de
lograr metas que son meras prótesis de aquellas vivencias
esenciales perdidas en un desarrollo defectuoso, donde fallaron
las figuras magnánimas que lo habrían ayudado a
configurar ideales dadores[37]Un narcisismo
tanático presupone fuertes procesos desintegrativos y va
dejando cada vez más sumido al sujeto sin la
realimentación necesaria de su entorno, hasta terminar
viviendo como en una perpetua autodestrucción, o en
palabras de Angel Garma (1971) "cada cual ama o destruye a su
prójimo como a sí mismo".

Deseamos concluir este trabajo con las palabras del
poeta Khalil Gibran (1984), donde sentimos que se halla
bellamente expresado el concepto de un dar magnánimo,
producto del narcisismo maduro, que hemos intentado
describir.

Un rico mercader se acercó al Profeta y
preguntó "Maestro, ¿puedes hablarnos del
dar?".

Y él contestó:

Dais muy poco cuando entregáis lo que es
vuestro como patrimonio.

Cuando ofrecéis algo de vuestro interior es
cuando realmente dais.

¿Qué son vuestras posesiones sino
cosas que atesoráis por temor a necesitarlas
mañana?.

¿Y que es el temor a la necesidad sino la
necesidad misma?.

¿No es, en realidad, el miedo a la sed,
cuando el manantial está lleno, la sed
inextinguible?.

Hay quienes dan un poco de lo mucho que tienen, pero
lo dan buscando el reconocimiento y su deseo oculto daña
sus regalos.

Y hay quienes tienen poco, pero todo lo
dan.

Son éstos los creyentes en la vida y en la
magnificencia de la vida y su cofre nunca estará
vacío.

Hay quienes dan con alegría y esa
alegría es su fortuna.

Y hay quienes dan con dolor y ese dolor es su
bautismo.

¿Y hay algo, acaso, que, de verdad puede
guardarse?

Todo lo que tenéis será entregado
algún día.

Dad, pues, ahora, que estáis en la
estación de dar, que es vuestra y no de vuestros
herederos.

Es bueno dar algo cuando ha sido pedido, pero es
mucho mejor entregar lo que no nos ha sido solicitado,
comprendiendo.

Porque, a la verdad, es la vida, la que da a la
vida, mientras que vosotros que os creéis dadores, no sois
más que testigos…

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Autor:

Ana Spagnuolo de Iummato

[1] Este trabajo recibió el Premio
Psiquiatría Dinámica “Dr.Celes
Cárcamo”, en el 7º Congreso Internacional de
Psiquiatría, de la Asociación Argentina de
Psiquiatras. Buenos Aires, octubre de 2000.

[2] Del libro “Voces”, Ed.
Hachette. Buenos Aires, 1978.

[3] “Muy difícil ha sido para
mí el parto del narcisismo, y es lógico que hayan
quedado en él los consiguientes rastros de
deformación” (Freud en su carta a Karl Abraham,
del 18 de marzo de 1914, en Sigmund Freud – Karl Abraham,
Correspondance 1907 – 1926, París; Gallimard.
1969, pág. 171)

[4] Según el comentario de Strachey,
Freud en una nota agregada en 1920 a Tres ensayos de
teoría sexual, dice que se equivocó al afirmar en
Introducción del narcisismo (1914) que el término
“narcisismo” fue introducido por Näcke, y que
debería haberlo atribuido a Havelock Ellis. Sin embargo,
el mismo Ellis escribió posteriormente (1927) un breve
artículo donde corrigió la corrección de
Freud y sostuvo que, en verdad, la prioridad debía
dividirse entre él y Näcke, explicando que el
término fue usado por él como descripción
de una actitud psicológica, y que Näcke lo
introdujo para describir una perversión sexual. (Freud,
1914).

[5] “Hijo del dios Cefiso, protector
del río del mismo nombre, y de la ninfa Liríope,
Narciso era de una belleza inigualada. Se atrajo el amor de
más de una ninfa, entre ellas Eco, a la que
rechazó. Desesperada, ésta cayó enferma y
le imploró a la diosa Némesis que la vengara. En
el curso de una partida de caza, el joven hizo un alto cerca de
una fuente de agua clara: fascinado por su propio reflejo,
Narciso creyó ver otro ser y, en pleno estupor, no pudo
ya desprender su mirada de ese rostro que era el suyo.
Enamorado de sí mismo, Narciso hundió entonces
los brazos en el agua para estrechar esa imagen que no cesaba
de sustraerse. Torturado por ese deseo imposible, lloró
y terminó por tomar conciencia de que el objeto de su
amor era él mismo. Quiso entonces separarse de su
persona, y se golpeó hasta sangrar antes de decirle
adiós al espejo fatal y entregar el alma. En signo de
duelo, sus hermanas, las Náyades y las Dríadas,
se cortaron los cabellos. Al querer cremar el cuerpo de Narciso
en una hoguera, comprobaron que se había transformado en
una flor”. (Roudinesco, 1998).

[6] “Esta muerte –interpreta
Miller – es una consecuencia lógica de la
fijación en el falso Yo. Pues no son sólo los
sentimientos “bellos”, “buenos” y
complacientes los que nos permiten estar vivos, dan profundidad
a nuestra existencia y nos proporcionan ideas decisivas, sino a
menudo aquellos que nos resultan incómodos e
inadecuados, precisamente aquellos que preferiríamos
evitar: impotencia, vergüenza, envidia, celos,
confusión, rabia y duelo. En el espacio de la terapia,
estos sentimientos pueden ser vividos, comprendidos y
ordenados. En este sentido, dicho espacio constituye un espejo
del mundo interior, que resulta mucho más rico que el
“rostro hermoso”. Narciso está enamorado de
su imagen idealizada, pero ni el Narciso grandioso ni el
depresivo pueden amarse realmente. Su entusiasmo por su
respectivo falso Yo les imposibilita no sólo el amor al
otro, sino también, pese a todas las apariencias, el
amor por la única persona que les ha sido confiada por
entero: ellos mismos”. (Miller, 1994).

[7] El subrayado es nuestro.

[8] Freud reconoce que la ubicación de
un narcisismo primario acarrea numerosas dificultades dado que
no es fácilmente observable. En forma de
observación indirecta destaca la admiración
parental por “his majesty the baby” como una
manifestación del narcisismo primario abandonado de los
progenitores, en cuyo lugar se ha constituido progresivamente
su ideal del yo. Entendemos que para la constitución de
este estadio, que organice el anárquico universo
autoerótico, el mecanismo básico lo constituye la
identificación primaria, fundante del yo inicial. Es
evidente que sublimación e identificación son las
formas de transformación de la libido erótica en
libido del yo.

[9] “El estado de enamoramiento se nos
aparece como la fase superior de desarrollo que alcanza la
segunda; lo concebimos como una resignación de la
personalidad propia a favor de la investidura de objeto y
discernimos su opuesto en la fantasía (o
percepción de sí mismo) de “fin del
mundo” de los paranoicos. En definitiva concluimos,
respecto de la diferenciación de las energías
psíquicas, que al comienzo están juntas en el
estado del narcisismo y son indiscernibles para nuestro
análisis grueso, y sólo con la investidura de
objeto se vuelve posible diferenciar una energía sexual,
la libido, de una energía de las pulsiones
yoicas”. (Freud, 1914)

[10] “La sublimación es un
proceso que atañe a la libido de objeto y consiste en
que la pulsión se lanza a otra meta, distante de la
satisfacción sexual; el acento recae entonces en la
desviación respecto a lo sexual. La idealización
es un proceso que envuelve al objeto; sin variar de naturaleza,
este es engrandecido y realzado psíquicamente. La
idealización es posible tanto en el campo de la libido
yoico cuanto en el de la libido de objeto. Por ejemplo, la
sobrestimación sexual del objeto es una
idealización de este. Y entonces, puesto que la
sublimación describe algo que sucede con la
pulsión, y la idealización algo que sucede con el
objeto, es preciso distinguirlas en el plano conceptual. La
formación de un ideal del yo se confunde a menudo con la
sublimación de la pulsión. Que alguien haya
trocado su narcisismo por la veneración de un elevado
ideal del yo no implica que haya alcanzado la
sublimación de sus pulsiones libidinosas”. (Freud,
1914)

[11] Con respecto a la autoestima, Fenichel
(1964) nos dice “la primera satisfacción
proporcionada por el mundo externo, el suministro de alimento,
constituye al mismo tiempo el primer regulador de la
autoestima”. Más adelante, en la evolución,
el alimento es reemplazado por pruebas de amor y entonces
“el niño pierde autoestima cuando pierde amor y la
logra cuando recupera amor. Posteriormente se diferencian las
necesidades narcisísticas de las sexuales. Las
necesidades sexuales se desarrollan en la relación con
los objetos, las narcisísticas en la relación
entre el yo y el superyó. Todo sentimiento de culpa hace
decrecer la autoestima, todo ideal que se cumple, la
eleva”

[12] Según Laplanche (1970), en este
texto de introducción del narcisismo, es preciso
introducir una distinción entre las pulsiones del yo y
la libido del yo. Las pulsiones del yo, aquí y hasta
1920, designan a las grandes funciones vitales cuya finalidad
es la autoconservación del individuo biológico.
Se las opone constantemente, en un profundo dualismo, como
pulsión de autoconservación no sexual, a la
pulsión sexual. Si se retiene el hecho de que, por el
contrario, la libido designa a la pulsión sexual bajo su
aspecto energético, se verá que la libido del yo
se sitúa en el otro extremo del dualismo, designando una
catectización sexual del objeto – yo por
oposición a la “libido de objeto” en la que
la sexualidad se catectiza en el exterior. En el primer caso,
por consiguiente, se trata de una denominación de la
pulsión por su fin o por su esencia: pulsiones de
autoconservación o del yo por una parte y pulsión
sexual por la otra; en el segundo, en cambio, toda
diferenciación recae sobre el objeto dentro del mismo
grupo de pulsiones: las pulsiones sexuales o libido….
entonces, ¿cómo explicar a pesar de todo esta
ambigüedad suscitada por una denominación
común y en cierto modo paralela: pulsiones del yo,
libido del yo? Lo intentamos a través de la idea del
pasaje del yo individuo biológico – tal como
aparece precisamente en el “origen de las pulsiones del
yo” – al yo instancia que puede ser objeto de la
“libido del yo” y relevo en el trayecto que esta
recorre: He aquí toda la problemática de la
derivación del yo psicoanalítico”.

[13] “De la historia del desarrollo de
la libido de objeto, tendríamos que recordar que muchas
pulsiones sexuales se satisfacen al comienzo en el cuerpo
propio (decimos que se satisfacen de manera autoerótica,
y que esta capacidad para el autoerotismo es la base que
permite el retraso de la sexualidad en el procesode educarse en
el principio de realidad. Por tanto, el autoerotismo era la
práctica sexual del estadio narcisista de
colocación de la libido” (Freud, 1916)

[14] El narcisismo primario es un estado
absoluto que representa el límite de lo que se puede
concebir como forma de inexcitabilidad total, dado que el
principio de quiescencia postulado por dicho estado, tiene como
objetivo esencial la abolición de todas las tensiones
(principio de Nirvana). El principio de constancia, en cambio,
que constituye una función secundaria, tiende a mantener
el sistema con el mínimo de carga posible.
Posteriormente Freud en Más allá del principio
del placer (1920) asigna carácter primario al principio
de constancia, del cual hará derivar el principio del
placer y carácter secundario al principio de realidad.
Para Green el narcisismo primario, que no es un estado sino una
estructura, “es Deseo del Uno, aspiración a una
totalidad autosuficiente e inmortal cuya condición es el
autoengendramiento, muerte y negación de la muerte a la
vez”. (Green, 1970). Freud consideró
también entre las experiencias devenidas del narcisismo
primario, el sentimiento oceánico y el anhelo de
unión con Dios o con el universo.

[15] Como bien se comprende, lo opuesto del
egoísmo, el altruismo, no coincide con la investidura
libidinosa de objeto; se separa de esta porque faltan en
él las aspiraciones a la satisfacción sexual.
Empero en el enamoramiento pleno el altruismo coincide con la
investidura libidinosa de objeto. El objeto sexual atrae sobre
sí, por regla general, una parte del narcisismo del yo,
lo que se hace notable en la llamada
“sobrestimación sexual” del objeto. Si en
cambio se produce la trasmisión altruista del
egoísmo al objeto sexual, este cobra máximo
poder; por así decir, deglute al yo. (Freud, 1916)

[16] “Cuando el yo cobra los rasgos del
objeto, por así decir se impone él mismo al ello
como objeto de amor, busca repararle su pérdida
diciéndole: “Mira, puedes amarme también al
mí; soy tan parecido al objeto…” (Freud,
1923).

[17] Para tratar de delimitar el concepto de
yo que subyace al narcisismo y al autoerotismo, recordamos que
Freud los diferencia por el hecho que en este último no
está constituido el yo, y se necesita de un “nuevo
acto psíquico que le posibilite al individuo una
representación unificada de sí mismo como objeto
amoroso.

[18] En la discusión acerca de si el
narcisismo primario es objetal o anobjetal coincidimos
plenamente con el desarrollo de Bleichmar (1976) donde afirma
que el narcisismo primario es objetal desde el punto de vista
de la situación estructurante en que se constituye el
yo, situación en la que no hay un yo preexistente al
encuentro con el objeto, sino que aquél se construye
precisamente en ese encuentro. Pero desde la vivencia del
sujeto, o sea cómo experiencia éste la existencia
del objeto, hay dos creencias ilusorias: 1) la creencia en la
no existencia del objeto, por tomar como representación
de sí, como Yo, lo que es representación de un
objeto no reconocido como tal y, 2) la creencia en la
existencia de otro cuando en realidad uno está frente a
su propia imagen, tal como describe el mito de Narciso o como
realiza Freud el análisis de la elección
homosexual, donde el sujeto vive en su conciencia como si
él y el otro fueran dos objetos separados y diferentes,
pero en cuanto a los rasgos que determinaron esa
elección narcisista hay una representación
inconsciente – la de su propio yo – que es vista y
amada en el otro.

[19] Freud reúne bajo el significado
del término narcisismo a tres fenómenos: a) un
tipo de elección objetal; b) un modo de relación
objetal y c) la autoestima. En Introducción del
narcisismo (1914) ha utilizado dicho término para 4
situaciones distintas: 1) para una perversión sexual; 2)
para un estadio del normal desarrollo sexual libidinal; 3) para
una característica de la esquizofrenia, en la cual la
libido sería retirada del mundo externo y
recaería sobre el sujeto y 4) para un tipo de
elección del objeto amoroso en la cual el objeto
sería elegido en tanto representa aquello que el sujeto
es o desearía ser .El estudio del narcisismo induce a
Freud a presuponer la existencia de una fase de la
evolución psicosexual intermedia entre el autoerotismo y
el amor por el objeto. Con la segunda teoría del aparato
psíquico, Freud contrapone un primer estadio narcisista,
anobjetal, a la relación de objeto. El narcisismo desde
dicha concepción, parece caracterizarse por una total
ausencia de relación con el ambiente.

[20] La educación, que impone una
renuncia a esos placeres, expone el narcisismo del niño
a una severa frustración. Cuando las condiciones son
óptimas el niño se identifica con la demanda de
los educadores y se siente orgulloso de su adquisición.
La gratificación original es reemplazada, entonces, por
la gratificación del logro de "ser bueno" ante la
estimación de sus padres. No todos los niños
obtienen ese éxito y tratan, entonces, de alcanzar
compensaciones detrás de las cuales se oculta la
obstinación y el deseo de aferrarse al primitivo derecho
a la autodeterminación. Muchos niños y adultos
que sobresalen por su bondad y obediencia esconden fuertes
impulsos rebeldes subyacentes, fundados en el hecho de haber
sido obligados, desde la infancia, a someterse al control de
los adultos. Si la limpieza se le exige precozmente, el
niño adquirirá el hábito a través
del temor, pero su resistencia interior permanecerá, y
puede resultar de ello una perturbación en la capacidad
de amar (Abraham, 1921).

[21] Es de destacar el aporte de Béla
Grunberger quien considera al narcisismo como una instancia
psíquica de igual importancia que las instancias
freudianas de la segunda tópica. Oponiéndose a
esta concepción, Melanie Klein, plantea su rechazo, al
postular la existencia primera de las relaciones objetales, a
la idea del narcisismo primario, así como la de un
estadio narcisista, y sólo considera los estados
narcisistas como resultado de las retracciones libidinales que
se producen sobre objetos interiorizados.

[22] Según nos aclaran los autores
(1999), Freud propuso la idea de que el niño pasa en el
comienzo de su vida por una fase de narcisismo primario en el
cual los objetos externos no son reconocidos como tales. Poco
tiempo después el bebé es capaz de percibir a su
madre como objeto satisfactor; como su relación con ella
se canaliza en gran medida a través del acto de mamar,
esto produce como consecuencia que se catectice la zona oral.
Así se produce el desarrollo pulsional del ser humano, a
lo largo del cual distintas zonas corporales van adquiriendo
prioridad como zonas erógenas. El narcisismo primario es
reemplazado por la libido objetal. Sólo en
circunstancias patológicas hay una regresión a
ese estadio anobjetal del desarrollo.

[23] El narcisismo para Kohut no excluye la
relación objetal: se puede necesitar del objeto y de sus
cuidados lo cual no quiere significar que lo ama.

[24] Para Hugo Mayer (1989) el narcisismo
normal es equivalente de lo que diversos autores han llamado
también erótico, libidinal o de vida… y el
narcisismo patológico corresponde al narcisismo
especular que es potencial o manifiestamente tanático.
Este autor recuerda que Green propone que al narcisismo
positivo se le debe aunar su doble invertido que llama
narcisismo negativo, que se halla dominado por el principio de
Nirvana, representante de las pulsiones de muerte, y que tiende
al rebajamiento de la libido al nivel cero, aspirando a la
muerte psíquica. Mayer subraya la íntima
conexión entre el narcisismo patológico y la
com-pulsión de muerte derivada de la
interiorización de los sentimientos filicidas
parentales.

[25] Según nos aclara Bleichmar (1976)
el niño obtiene una imagen unificada de sí, a
través de la visión que de él le devuelve
el espejo, y la fantasía de cuerpo fragmentado resulta
de un efecto retroactivo de tal representación unificada
del cuerpo. Si tal representación unificada no
existiera, nada podría entenderse como fragmentado, ya
que la idea de fragmentado proviene del efecto de contraste con
la representación unificada. El planteo recíproco
también es cierto ya que si no se tiene la noción
de fragmento, nada puede entenderse como entero y no se
justificaría el saludo jubiloso de la imagen
especular.

[26] En la fase del espejo pueden
diferenciarse 3 etapas: 1) el niño percibe su reflejo en
el espejo como si fuera un ser real que trata de aprehender; 2)
la imagen reflejada es diferenciada de un ser real y el
niño no trata de aferrarla; 3) el niño reconoce
que el reflejo del espejo es una imagen y que la imagen
reflejada es suya. El niño a través de esta
dialéctica entre el ser y la apariencia,
alcanzaría la identidad. La identificación
primitiva de la fase del espejo sería la raíz de
las identificaciones posteriores. (Palmier, 1971).

[27] Articulada con la teoría
lacaniana que reconoce la existencia del narcisismo primario
incluso antes del estadio del espejo, la reflexión de
Françoise Dolto ubica las raíces del narcisismo
en el momento de la experiencia privilegiada constituida por
las palabras maternas más centradas en la
satisfacción de deseos que en la respuesta a
necesidades.

[28] Entre los autores que la han denominado
de esta forma, podemos citar a Christopher Lasch que se ocupa
profundamente del tema en su libro “La cultura del
narcisismo”, Bompiani. Milano. 1981.

[29] Es actualmente llamativa la falta de
inclusión de las personas en las redes de
cooperación social, así como nos resulta
paradojal, que la situación de ayuda al prójimo
que debería constituir un verdadero placer objetal,
figure como “castigo” ante determinados delitos,
donde se incluye en la pena, el “trabajo
comunitario”.

[30] En nuestro medio, fue Gilda Sabsay de
Foks quien postuló para la actividad narcisista, el
término de función, planteando que esta
función puede ser libidinosa o tanática. Si es
libidinosa se transforma en estructurante para el yo. Dicha
autora considera que sólo si hay
autoconsideración o autoestima es posible la emergencia,
el desarrollo y el enriquecimiento de la maduración
yoica. Se trata de una función multideterminada, que
proviene de una estructura narcisista que, por lo tanto, es
estructurante de la función, pero a su vez, esta
función es estructurante del yo. En dicha función
tienen un papel de importancia los componentes heredados que, a
través del Ello, pasan a formar parte de ella. (Sabsay
de Foks, 1974)

[31] La formación del Ideal del Yo
también ha sufrido una evolución en el
pensamiento freudiano ya que en un principio (1914) lo describe
como una formación intrapsíquica que constituye
un residuo del narcisismo primitivo perdido; posteriormente
(1923) utiliza el término “superyó”
como sinónimo de “ideal del yo”. Luego en
1932, el superyó aparece como una estructura que engloba
las funciones de autoobservación, conciencia moral e
ideal.

[32] En esta dirección, sabemos que
Freud (1914) define al narcisismo primario como aquel estado
particular en el cual una magnitud de libido proveniente del
ello carga al yo, que describe Freud como “ante todo un
yo corporal” (1923). El narcisismo secundario surge
mediante la asimilación de los objetos en el yo, que
provoca la retracción sobre éste de las cargas
libidinosas dirigidas hacia esos objetos. “Los
psicoanalistas hablan de un narcisismo primario, o bien
secundario. Si bien no existe un absoluto acuerdo acerca del
uso de estas expresiones, se admite por lo general que el
narcisismo primario designaría todos los revestimientos
libidinales anteriores al revestimiento de un objeto en el
pleno sentido del término (y, por tanto, ya que el
revestimiento objetal en su pleno sentido no aparece sino con
el Edipo, a todos los revestimientos pre-edípicos). El
narcisismo secundario sería aquel en el que un sujeto,
tras haber revestido a un objeto, retiraría este
revestimiento del objeto, no para revestir con la libido
liberada a otro objeto (como aquel que cambia de pareja o de
objeto amoroso), sino para dirigirla sobre el propio sujeto.
(De Waelhens, 1973)

[33] Diferenciamos el narcisismo
tanático del sadomasoquismo, a partir de que en este
último se puede ver una relación con el objeto
externo (aunque sea un objeto de elección narcisista) y
se observa una necesidad de sufrimiento o de agresión,
como modos de lograr el goce. En cambio el narcisismo
tanático, se hallaría más cercano a
situaciones desintegrativas, con alto dosaje de desesperanza,
que acercan el sujeto a lo inanimado.

[34] En Más allá del principio
del placer, Freud (1920), afirma que las células
germinales se comportan de un modo “narcisista”,
porque tienen necesidad de la actividad de sus pulsiones de
vida para sí mismas, en calidad de reserva, con miras a
su posterior actividad de grandiosa dimensión
anabólica. Agrega un año más tarde, en la
misma obra, que tal vez habría que declarar narcisistas,
en ese mismo sentido, a las células de los neoplasmas
malignos, dado que la patología esta preparada para
considerar congénitos sus gérmenes y atribuir a
ellos cualidades embrionales.

[35] Clínicamente y por
disección, se observa a menudo un notable grado de
estancación láctea en el cáncer de mama,
los conductos distendidos con secreción espesada faltan
rara vez en la mama limítrofe al carcinoma y
frecuentemente se halla esta estancación tan sólo
en la zona que conduce a la neoplasia. (Ewing, 1948)

[36] Podríamos describir esto con la
metáfora de los vasos comunicantes en donde a mayor
conciencia de la carencia y de la propia incompletud, mayor
sería la necesidad y búsqueda del afecto del otro
destinada a colmarla.

[37] “Si gracias al ´narcisismo
de vida´ el yo procura alcanzar cohesión yoica, el
´narcisismo de muerte´ intenta reducir a cero las
investiduras yoicas” (Green, 1983).

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