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La búsqueda de la salud perdida: los otros terapeutas




Enviado por Juan Gonzalo



Partes: 1, 2, 3

  1. Resumen
  2. Introducción
  3. Los
    otros terapeutas
  4. Algunas palabras más
  5. Bibliografía

Resumen:

En el marco de un proyecto de investigación
relativo al estudio de los sistemas etnomédicos vigentes
en Argentina, hemos realizado a principios del 2000 una
prospección en cinco localidades de la zona oeste del Gran
Buenos Aires (Castelar, Villa Tesei, Ituzaingó, Libertad,
Palomar) destinada a detectar profesionales no biomédicos
(terapeutas, curanderos, sanadores u otros especialistas afines)
a fin de recoger información relativa a su actividad. En
el presente trabajo expondremos textos correspondientes a tres de
esos profesionales, seleccionados por su representatividad,
poniendo especial énfasis en aspectos relativos a las
formas iniciáticas, aprendizaje, tipos de enfermedades,
técnicas de diagnóstico y de curación, entre
otros tópicos relacionados.

Palabras clave: Salud, Enfermedad, Curanderos,
Terapias

"Pero ¿qué es lo que
cura? Lo que cura es la fe"

Introducción

Uno de los aspectos más dolorosos de la crisis
que actualmente sufre nuestra población es la falta de
atención adecuada a sus problemas de salud por parte del
sistema sanitario imperante, sea el estatal (hospital) o el
privado (medicina prepaga, obras sociales, etc.), a causa de su
falta de capacidad administrativa y presupuestaria y su creciente
ineficiencia en línea con las dificultades sociales,
políticas y económicas que sufre el país y
que se hace ostensible en toda su dramaticidad en las grandes
aglomeraciones urbanas. Esta situación que incide en la
multiplicación y preferencias por parte de la gente de
métodos curativos sucedáneos, complementarios o
superpuestos con la biomedicina (Idoyaga Molina, 1997 a, b y c,
1998) y que van desde las prácticas más elementales
de la medicina casera, la automedicación, las medicinas de
origen étnico o tradicional, de fundamentación
religiosa y hasta las más sofisticadas y foráneas
terapias alternativas y cuyo conjunto constituye un verdadero
sistema etnomédico (Good, 1987; Idoyaga Molina, 1997 a,
1998 y 1999 a y b) imbricado profundamente en el tejido social
urbano tal como sucede en otras grandes ciudades latinoamericanas
(Guevara Corral, 1988 y 1990/91; Viturro, 1998).

Si bien los formas curativas tradicionales siempre
estuvieron presentes en las áreas urbanas y rurales,
así como la práctica de la medicina casera y la
automedicación y han constituido desde siempre parte de la
formación cultural de nuestra gente en forma más o
menos disimulada, es en estos últimos años donde
podemos observar un auge notable de este tipo de
prácticas, con el aditamento principal de las llamadas
alternativas, impulsadas y quizá en muchos casos
desnaturalizadas desde los medios de comunicación
masiva.

Sin duda que en el fenómeno de su
popularización creciente intervienen una gran cantidad de
factores además de la mencionada decadencia del sistema
sanitario público y su promoción mediática,
pero su análisis supera el objetivo del presente trabajo
el cual es dar cuenta, aunque sea mínimamente, de parte de
esta nueva realidad constituida por un lado por la gran masa de
apesadumbrados enfermos que día a día peregrinan de
un sitio a otro en busca de alivio, y del otro por los terapeutas
que los asisten sin matrículas oficiales y desde lugares
diferentes al de la biomedicina.

Es así que sobre la base de esta primera
clasificación operativa que discrimina entre pacientes y
terapeutas, hemos realizado durante los meses de enero a marzo
del 2000 una prospección[1]en cinco
localidades densamente pobladas de la zona oeste del Gran Buenos
Aires (Castelar, Villa Tesei, Ituzaingó, Libertad,
Palomar) con el objeto de detectar, en principio, las principales
alternativas al sistema biomédico a que acude gran parte
de la población (Gonzalo 2000), empezando por los
personajes principales de este drama[2]los
llamados curanderos, sanadores, médicos espirituales,
manosantas, mentalistas, terapeutas alternativos o chamanes
(neochamanes urbanos).

En un informe preliminar hemos dado las principales
características de los informantes detectados y el tipo de
encuestas[3]a que fueron sometidos (Gonzalo 2000).
Presentaremos a continuación a tres de ellos
pertenecientes a la primera categoría, la de los
curanderos, sanadores o terapeutas, seleccionados por ser
representativos de nuestra muestra y que suelen además
trabajar a veces en forma conjunta, pero que sin embargo
demuestran un grado notable de diferencia tanto en su
formación como en el tipo de prácticas que ejercen.
Dejaremos que ellos mismos, con sus propias
palabras[4]vayan delineando sus respectivas
figuras mientras nosotros iremos glosando sus testimonios
más notables. Al final de los textos presentados por cada
uno de los informantes haremos un breve resumen sobre sus
principales contenidos para hacer luego, a modo de
conclusión, algunos comentarios de índole
comparativa sobre los principales tópicos
tratados.

Los otros
terapeutas

La primera de nuestras informantes,
M.[5], es una mujer de aproximadamente cincuenta y
dos años de edad al momento de la encuesta, residente en
la localidad de Castelar, nacida en la provincia de Buenos Aires
y de religión católica. Indagada sobre el modo por
el cual llegó a ejercer su actual labor
terapéutica, manifiesta poseer un don o capacidad especial
que se hizo evidente en su adolescencia:

" [Yo tengo un don] desde chica. A los catorce
años …"[6].

Este don consiste en percibir ciertas manchas en la
figura humana invisibles para otros observadores:

"… veía a la gente y me mostraban si
había alguna mancha en su cuerpo …".

Considera que dicho don no le ha sido otorgado en forma
particular, sino que es más bien una cualidad de origen
divino que tienen todas las personas:

"… eso es mentira que dicen que le legan el don. Todos
tenemos el don de la curación para eso Dios puso sus hijos
sobre el mundo".

Este don de curación otorgado por gracia divina
implica como contrapartida la aceptación de una
misión a cumplir con los enfermos que acudan en busca de
alivio. Su ejercicio entraña riesgos para su persona como
los de adquirir graves enfermedades debido al tipo de casos
difíciles que le toca tratar, pero se siente obligada a
continuar con su profesión a pesar de la oposición
familiar:

"Yo, gracias a Dios me digo: – Vengo con una
misión a la vida de despertar cosas -, a mí no me
vienen casos de amor como otros compañeros que para tirar
a las cartas, siempre gente dañada, gente para que tengan
que salir adelante. Todos venimos con una misión en la
vida, yo si fuera por mi familia, mis hijos, no tendría
que hacer esto, no quiere mi marido tampoco, ni mi madre; yo
tengo siete operaciones que los médicos no saben lo
qué es, y yo sé que son todas cosas que yo de curar
me voy dejando …".

Ese don consiste entonces en la visión de manchas
cromáticas y amorfas sobre ciertas partes del cuerpo de
las personas que denotan o indican la presencia de algún
tipo de enfermedad:

"… me ha pasado casos que han tenido una persona
internada y yo le vi la mancha de una enfermedad y bueno, uno le
dice que vaya al médico; la mancha la veo sobre la persona
[en lugares] específicos del cuerpo, [si alguien tiene,
por ejemplo, un problema en un pulmón] le veo una mancha
en el pulmón, una cosa, ¿cómo le puedo
decir?, me lo marca como una mancha sin forma, más oscura
…".

A este elemento de valor diagnóstico constituido
por la percepción de manchas informes, obscuras o
cromáticas, sobre alguna parte del cuerpo del paciente y
relacionadas en general con órganos específicos, se
suma otro que juega un papel importante en su técnica
diagnóstica actual el cual es la percepción de una
entidad llamada "aura"[7] (Brennan,
1990:50-51/57-62), especie de campo energético radiante
que rodea a la persona como un halo y que sólo es
percibido por observadores entrenados o sensibles a este
fenómeno y al cual M. define de la siguiente
manera:

"El aura es una cosa como que cubre, hay personas que la
ven al aura, los colores que yo veo en el mundo este no existen.
Son, por ejemplo, como un verde brillante, un verde que nunca se
vio, un celeste, un rosa …".

Este aura variopinto, de colores inexpresables, que
cubre a la figura humana, es asimismo indicador de determinados
estados de ánimos que van desde la tranquilidad al
enardecimiento, a ciertas características de la
personalidad y a las enfermedades que estuviera sufriendo la
persona observada:

"[un verde brillante indica] que la persona está
muy bien anímicamente, espiritualmente, que esta tranquila
con sí misma. El rojo [indica a] una persona que
está enardecida, que puede hacer cualquier cosa, que todo
le está yendo por dentro y el blanco es un ser de luz, un
ser muy espiritual que puede ayudar a otras personas de muchas
formas; [veo manchas de colores que muestran la enfermedad o el]
estado anímico de las personas, un aura muy amarilla,
hermosa, según [las] personas, es el aura más
grande, es un aura de sabiduría, de dar a los demás
para enseñar …".

Con relación a las manchas diagnósticas,
M. nos da a continuación algunos ejemplos:

"… el cáncer es una mancha muy negra, que le
muestran un color negro …".

"La enfermedad pulmonar yo la veo como un gris plateado,
cuando está enfermo el pulmón …".

"… el riñón me lo muestran como un
marrón …".

Por un lado tenemos entonces el cáncer percibido
como una mancha negra, las enfermedades pulmonares como manchas
gris plateadas y las del riñón como marrones. Pero
hay además otros elementos que pueden ser utilizados en el
diagnóstico, tal como puede verse en el ejemplo siguiente
en relación a los problemas cardíacos los cuales
son percibidos por M. como una presión sobre su
pecho:

"El cardíaco no lo siento, cuando la persona
tiene dolor, siento una presión en mi pecho yo no le digo;
[le digo] que vaya al médico, que se haga ver
…".

A esta capacidad de percibir imágenes y
sensaciones físicas con valor diagnóstico
podríamos denominarlas "innatas" en el sentido de que le
han sido otorgados sin mediación de su voluntad o, si se
quiere, como una característica propia de su naturaleza a
la que se suma también en forma complementaria la
imposición de manos como técnica curativa. Otro
elemento que se imbrica con el primero es el concepto de aura,
también usado como elemento diagnóstico en forma
individual o combinado con las manchas. Pero el uso de este
segundo concepto, no la capacidad sensitiva de M. para percibirlo
concretamente, no parece ser innato en el sentido anterior, sino
más bien adquirido en forma posterior y a partir de
aprendizajes específicos. En efecto, nuestra informante
nos cuenta que ante la evidencia de su peculiaridad, decide
adquirir otros conocimientos que fortalezcan sus primeras
capacidades terapéuticas. Llamemos entonces "adquirido" al
aprendizaje posterior realizado a través de estudios
formales de parapsicología[8]y otros medios
(Colatarci, 1999; Pérez de Nucci, 1988 y 1989; Palma,
1978; Vivante, 1959; Pelegrin, 1998; Vellard, 1987):

"… y bueno, a través de mi, después de
lo que he hecho, de la parapsicología, he leído o
he estudiado, me he dado cuenta que yo lo hacía sin
aprenderlo de libros; después [de] muchos años me
enteré que se llamaba
mesmerismo[9]…".

Además de encontrar una explicación a su
propia peculiaridad terapéutica, la cura por la
imposición de manos a la cual atribuye igual naturaleza
que los fenómenos estudiados por Mesmer hace más de
doscientos años, a través de estos estudios
formales y lecturas personales aprendió variadas
disciplinas como por ejemplo la magia hebrea o el
chamanismo:

"… era como cuando tuve magia hebrea. Ahí se
presentó un rabino, la magia por intermedio de
símbolos hebreos, letras hebreas …".

"… [el chaman habló] de la naturaleza, del
agua, las hierbas, todo por la fuerza de la naturaleza, ellos
curan por la fuerza de la naturaleza; chamán [es] un
médico brujo, un médico de la tribu, yo estuve con
clases con chamanes que enseñaron como curar con yerbas,
lo que es la naturaleza, la fuerza de la naturaleza, la fuerza de
un árbol para curar una persona; era de la provincia del
Chaco …".

Esta formación también implicaba la
asistencia a eventos académicos tales como congresos
realizados en la Facultad de Medicina:

"… yo he ido a la Facultad de Medicina, en congresos,
con médicos paragnostas[10]que son
médicos videntes y creen y hacen; cuando yo fui a ese
congreso eran médicos de Norteamérica, italiano y
francés; [hace] como tres años, en la Facultad de
Medicina, [se hizo en] el Aula Magna de la Facultad de Medicina
…".

Así entonces esta formación habilita a
nuestra informante a considerarse una médica espiritual
que tiene bien delimitadas sus incumbencias y sabe cuáles
son los casos en que debe hacer mutis por el foro para permitir
el ingreso a escena del biomédico con el cual, a veces,
suele colaborar:

"… a nuestro nivel somos médicos espirituales,
que podemos curar a una persona pero sin recetar. Por eso yo
tengo gente paraguaya que me viene a ver y dice la médica,
allá, en Paraguay son médicos …".

"… en nombre de Dios yo te puedo ayudar, vos
andá al médico, que yo voy a ayudarte por
intermedio de la oración de mis manos …".

Estos terapeutas suelen trabajar solos, pero en este
caso nuestra informante mantiene contactos con algunos
compañeros con los cuales comparte algunas tareas, pero a
los que considera distintos en cuanto a formación y
objetivos de trabajo:

"[Yo trabajo] sola, sólo tengo compañeros
de estudio, de que uno se conoce por intermedio de esto, porque
todos trabajan distinto, todos …".

No obstante, en general existe entre ellos un profundo
sentimiento de desconfianza que los impulsa en la mayoría
de los casos a ser trabajadores solitarios y a considerar a
muchos de sus colegas como falsos terapeutas o estafadores cuyos
engaños manchan la imagen de aquellos que ejercen la
profesión honradamente:

"… en todo orden de la vida hay chantas, y hay quien
lo hace bien y quien lo hace mal, es como los médicos,
como el policía, como el presidente, como todos los
gremios, por eso a mí me molestan cuando hablan de que
dicen son todos unos chantas, son esto o el otro. No hay que
meter a todos en la misma bolsa, se ha utilizado mucho las cosas,
de cobrar y de [no cumplir], la gente está cansada, pero
yo muchas veces les digo: – Ustedes tienen la culpa de ir a los
cargos -, o porque salen en una televisión, usted sabe que
un Aragón, un Schiariti, una Blanca Curi cobra una
consulta cuatrocientos pesos, trescientos pesos, ¿ellos
llaman a alguien?, ¡no!, la gente va. Ellos no tienen la
culpa. [La gente] va, o porque sale en la televisión, o en
la radio, o en una revista …"[11].

"… que para eso hay mucho chanterismo, somos muy
manoseados, el que paga todo como tiene que pagar, el que
está todo al día las cosas, muy manoseados somos, a
nivel de todo …".

Respecto a estos comentarios sólo hay que mirar
las revistas o librerías especializadas, los diarios, los
programas de televisión o radio, los sitios de Internet,
los repartidores de volantes y los innumerables predicadores de
credos salvacionistas en los vestíbulos de las grandes
estaciones ferroviarias metropolitanas (Once,
Constitución, Retiro), las santerías, los avisos
pegados en vidrieras de comercios de todo tipo ofreciendo
servicios mágicos o esotéricos, etc., para
comprender la dimensión de lo que quiere decir M. cuando
habla de "chanterismo" y manoseo.

Este "trabajar distinto" a que hace referencia nuestra
informante en una cita anterior, se hace evidente en las
distintas especialidades o líneas de trabajo que siguen
algunos terapeutas, especialmente en el campo de las terapias
alternativas donde existen algunos que practican una sola
técnica, aunque es común encontrar, como veremos
más adelante, el uso por una misma persona de
técnicas diferentes, complementarias, según el
particular punto de vista de cada uno:

"… las terapias alternativas, la
magnoterapia[12]el reiki[13]las
curas con hierbas[14]con
gemas[15]yo hice Flores de
Bach[16]pero a mí no me gusta recetar nada,
porque para eso están los médicos …".

Entre estas terapias se encuentra el citado mesmerismo,
método basado sobre el magnetismo animal que utiliza la
imposición de manos para trabajar sobre las
energías corporales:

"… Mesmer es una persona que sacó el
mesmerismo, por eso se llama así curar por intermedio de
las manos …".

Y también la magnoterapia, relacionada con el
mesmerismo, pero que utiliza imanes para curar, aunque M. nos
dice que ella utiliza las manos:

"Después está la magnoterapia, que es una
rama más de la parapsicología: también es
curar con las manos; con las manos se puede, sin tocar nunca a la
persona, con la energía de uno, después
salió el reiki …".

El reiki, técnica que utiliza una supuesta
energía universal que se transmite por intermedio de las
manos de un operador (canal) sobre una serie de siete puntos
sensibles o centros energéticos o
chakras[17]ubicados a lo largo del cuerpo y
según una cierta disposición:

"El reiki es pasar su energía, sacar su
energía por intermedio de símbolos, todo, darle a
la otra persona, también, sin tocarla a la persona, pero
pasándole a un nivel de cinco centímetros la mano y
cambiar la energía y desbloquear todo lo que está
bloqueado, las chakras que están bloqueadas; las chacras
son los centros energéticos que tenemos a través
del cuerpo con las manos, pero nunca tocarlos …".

Estas tres técnicas, magnoterapia, mesmerismo y
reiki, se basan, según M., en la manipulación de un
tipo de energía que se caracterizaría por ser
dinámica y de cuyo equilibrio armónico depende la
salud[18]la cual es fácil de
comprobar:

"… si usted se hace así, sus manos mismas,
usted pruebe en hacer eso, así, va a ver que sus manos
mandan energía, [enfrentando las palmas] así,
acercándolas, usted haga esto y después hace esto
[frota las manos, las palmas, las separa unos diez
centímetros y las acerca en un movimiento de vaivén
las palmas] ahí usted se da cuenta la energía que
tienen ¿ahí no siente usted?, esa es una
energía …".

Otro grupo importante de enfermedades y consecuentes
técnicas curativas se refiere a las llamadas
"tradicionales" que encuentran sustento en el acervo
étnico y folklórico característico de cada
región y que se han difundido por todo el país
siguiendo las rutas de las migraciones internas. Entre los casos
típicos figura la "pata e " cabra" (Disderi, 1999-2000;
Torres y Aprea, 1995) que afecta a los niños de corta edad
y que presenta el siguiente cuadro:

"La pata e" cabra es que le agarra a las criaturas o
recién nacidos o un poquito más avanzado, es que se
las chupa, la criatura empieza con vómitos, colitis, se
mueve, no se quedan quietas, y hay médicos que no le
encuentran. Uno por intermedio de la oración lo cura. [Le
agarra] a los chicos nada más. Siempre son bebitos
…".

La causa de la enfermedad siempre es la
"maldición", una imprecación o palabra o frase que
se dirige a una persona con enojo y deseo vehemente de
ocasionarle daño intencional y que actúa por su
propia energía, fuerza o potencia negativa
implícita, por envidia real o supuesta:

"… según la creencia de la gente, que siempre
es gente muy avanzada en años, de campo dicen que la pata
e" cabra viene de maldiciones, de cuando la criatura esta en el
vientre de la madre, que la maldicen o que no quieren que nazca o
cualquier cosa es eso, que llegan las criaturas a tener hasta la
carita de la cabra. Y la maldición es: – Yo te maldigo,
que te pase esto, lo otro –, de envidia, de envidia
…".

"… si usted se pone a pensar, usted sabe que todo es
poder de la mente, no hay ninguna cosa que no vocifere la mente
de una persona, es maldición de palabra, es todo lo que
proyectamos, si usted esta pensando veinte minutos, cincuenta
minutos a una persona y quiero que te pase esto, que te pase lo
otro porque usted este proyectando según con qué
intención …".

Esta enfermedad, caracterizada entonces por
vómitos, colitis, hiperactividad y facies cabruna en
niños muy pequeños, es conjurada por intermedio de
una oración que invoca a Dios y a los Santos o al Padre,
al Hijo y a la Santísima Trinidad en nombre del enfermo,
impetrada con fervor, para expulsar el mal:

"… uno por intermedio de la oración lo cura,
[le pide] a Dios y a los Santos. La oración que yo digo
es: "Pata e" cabra, pata e" cabra, pata e" cabra/ yo te corto, yo
te corto / si eres macho, si eres hembra / a tu tierra te
irás / en nombre del Padre, del Hijo y la Santísima
Trinidad". Esa es la oración, la mía, de muchas
oraciones. Cada cual la cura a su manera y hace su
oración. [Yo la digo] tres veces, siempre, y haciendo la
señal de la cruz, siempre sin tocar la persona, [en
presencia] del niño, o si está internado, o lo que
sea, como una ropita de la criatura, [cuando está lejos el
chico, rezo delante] de la ropa y con el nombre del bebé
…".

Aquí la oración utilizada por M. es de su
propio cuño y para aplicar a esta enfermedad en
particular, reconociendo asimismo que existen muchas otras de su
tipo y que su uso depende del criterio del curandero. Se repite
tres veces (la sacralidad del número tres deviene de la
Santísima Trinidad) y se refuerza por medio de la
señal de la cruz (acción gestual cuya sacralidad
deviene del poder implícito en el símbolo) sin
tocar el cuerpo del niño cuando está presente, o de
su ropa cuando está ausente, lo que configura en este un
último caso un ejemplo de cura a distancia.

La culebrilla, otro doloroso clásico de la
medicina tradicional, es un herpes cutáneo que consiste en
una erupción inflamada de forma acordonada o circular, con
pequeñas ampollas que supuran un humor acuoso que al
secarse forma costras, acompañado de comezón o
escozor, y que se extiende formando líneas o
círculos ondulados sobre la piel, pudiendo aparecer en
diversas partes del cuerpo:

"… según la creencia es una víbora que
se agarra la cabeza con la cola. [Es como una erupción
circular que] con la tinta china se cerca, se hace como [un
círculo]. Se empieza, se le pregunta a la persona de
dónde salió, bueno, el primer granito empezó
acá, porque si es hembra es de agua, si está el
macho es de pus, porque es como una varicela que sale, y bueno,
uno lo va cercando, primero tiene que cercarlo para que eso no se
agrande, porque se va agrandando, se va agrandando y [se va
ampliando el círculo; sale] en distintos lados del cuerpo,
yo la última culebrilla que curé a un hombre hace
poco, hará quince días, de un ojo tenía el
hombre, el ojo todo hasta acá, el médico le dijo: –
Es un herpes – Es un herpes, claro, [es como una erupción]
rojiza, según dicen, que pica, pincha, según dicen,
porque hay personas que vienen después de mucho tiempo y
tienen un grande; ¡Ay!, a mí me han tocado
culebrillas vaginales, en el vientre, en la espalda, en cualquier
parte del cuerpo".

La descripción de M. coincide en líneas
generales con la descripción biomédica del herpes,
pero la suya es más rica porque agrega más datos:
se cree que es una víbora que se agarra la cola con la
cabeza en los casos de erupciones circulares y si el
líquido supurado es agua la culebrilla es hembra y si es
pus, macho. La técnica de curación consiste en dos
pasos simultáneos: se traza un cerco de cruces dibujadas
con tinta china o aceite con ajo (para los casos en que la
erupción sea visible, por ejemplo sobre una mejilla o un
ojo) para cercar la erupción e impedir que siga
avanzando:

"… se cura con tinta china o con aceite de ajo,
según en donde esté, como se puede tocar
ahí, eso sí, porque hay que encerrarla, se cerca
para que no avance eso, para que no corra, [por medio] de
crucecitas así. Es por medio de cruces, tiene un cerco
para que eso no siga …".

Mientras, se pronuncia una oración donde se
invoca a Dios para pedir la curación del enfermo
mencionando su propio nombre:

"… la cura también por intermedio de la
oración: "Padre Nuestro que estás en los Cielos,
que todo lo sabes, perdona los pecados de [nombre del enfermo], y
cura a este hermano, y saca la culebra que quiere amar a este mi
hermano Fulano de Tal", de mientras uno va haciendo las
crucecitas con tinta china, por ahí, si es un lugar
visible usted no lo va a hacer con tinta china, se cura con ajo y
aceite si es un lugar visible, como será este hombre que
la tenía en la cara y por intermedio siempre de una
oración …".

Concluida esta parte del ritual reza tres Padres
Nuestros y tres Ave Marías para reforzar el
pedido:

"… y después [de la oración
específica] … se dicen tres Padres Nuestros,
después [tres] Aves Marías que siempre se dicen en
todas las curaciones eso es mi forma, cada cual tiene su forma
…".

Toda esta operatoria se practica en presencia del
enfermo, ya que a diferencia del caso de la pata de cabra, la
culebrilla no se puede curar a distancia:

"… la pata e" cabra, eso es lo único que [se
puede curar a distancia], la culebrilla usted no la puede curar
si no es [presente la persona] …".

Asimismo, y para todos los casos, es necesario realizar
una "novena"[19], o sea repetir el ritual durante
nueve días seguidos:

"… yo lo hago venir nueve días, todos los
días. En la pata de cabra y en la culebrilla
también siempre es una novena que se hace. Siempre son
nueve días. Hay personas que me dicen que lo curan en tres
días, no sé, yo siempre hago venir a la persona
nueve días. Yo tengo compañeros que lo curan en
tres días, bueno. Y porque [son estas diferencias] no
sé, ellos dicen que la curan así …".

En este caso la sacralidad del número nueve
(Cassirer, 1972:II,187; Eliade, 1960:222), que a veces se alterna
con el siete, deviene de su posición en la liturgia
católica en relación a las Novenas, pero no parece
tener la misma importancia del número tres o el siete que
aparecen constantemente en los rituales
terapéuticos.

Otro caso es el del estómago caído, cuyos
síntomas son dolores de vientre y vómitos sin
causas detectadas por el biomédico y que tampoco remiten a
otras afecciones tradicionales como el empacho:

"… el estómago caído, bueno por
ahí a la persona le duele el estómago,
también come y devuelve, yo tuve un caso de un chiquito el
otro día que los médicos no le encontraban nada,
que no quería comerme, lo trajo la mamá, le digo: –
Mirá Graciela, lo único que puede ser – le digo –
empachado no está – le digo – el hígado no lo tiene
inflamado, vamos a ver si tiene el estómago caído –
…".

Para precisar el diagnóstico de este
síndrome, M. utiliza una técnica de medición
que recuerda al uso de la cinta métrica en la
detección del empacho, ya que también aquí
se trata de medir, aunque no con cinta, la diferencia o igualdad
que pueda existir entre los extremos digitales de las dos manos
extendidas hacia arriba y con las palmas enfrentadas del enfermo
en posición de sentado. Si hay diferencia hay
estómago caído:

"El estómago caído, usted lo hace sentar
en el suelo, le mido las manos así y cuando está
caído, póngale que las manos no llega a los dos
dedos, los dos dedos así, es una cosa que ya sale,
[levanto las manos hacia arriba y apunto, enfrentando las palmas,
y si no están juntas, si hay diferencia, hay estomago
caído] …".

Como en la culebrilla y la pata de cabra, también
aquí la curación se ejerce por medio de dos
acciones simultáneas: se levanta un poco al enfermo desde
debajo de las axilas dos o tres veces mientras se musita la
oración correspondiente. Luego se vuelve a repetir la
medición aludida para comprobar si las diferencias
detectadas se han modificado a favor de la igualdad digital
indicadora de la desaparición de la dolencia. Esta
operación se repite durante tres días:

"… y usted lo levanta de acá un poquito, [lo
levanta de las axilas], dos o tres veces, [y le mete al costado]
pidiéndole a Dios que levante ese estomago que está
caído; [entonces lo tomo], siempre de abajo de las axilas
y levanto, lo mido de nuevo y ahí levantó, bueno, y
ahí se da cuenta que está, y eso son tres
días. Tres días, yo lo hago venir tres
días".

La oración de M., dicha para sí misma,
invoca el nombre de Dios, Jesús y el Sagrado
Corazón para que le otorguen fuerza para curar al enfermo.
Notemos que ahora ella es el canal de la potencia sanadora, la
cual en los casos anteriores parece ser otorgada directamente al
enfermo por las deidades invocadas:

"Y la oración, pidiéndole a Dios que
levante ese estómago para que esa persona [se sane], yo le
pido a Dios y a Jesús, Sagrado Corazón de
Jesús, que me dé la fuerza por intermedio de
él para poderlo ayudarlo. [Yo digo las oraciones] para
mí, siempre para mí. [Noto la mejoría] en
todos los casos, sí, gracias a Dios".

Además de estas enfermedades tradicionales y que
se manifiestan por síntomas físicos, nuestra
informante se ocupa también de otros problemas que
califica de "mundanos" y que ya implican directamente la esfera
de las relaciones sociales:

"Problemas de la gente, porque no tiene trabajo, siempre
son cosas mundanas …".

Ahora bien, la reversión de las situaciones
sociales conflictivas (y también emocionales que
repercutan en el campo de las relaciones sociales), percibidas
también como enfermedades en sí mismas, lo cual se
advierte en el hecho de que para su solución se recurre al
mismo terapeuta que cura los dolores físicos, requiere el
uso de otro ritual que consiste en pedir por medio de oraciones,
potenciadas ahora por velones de colores adecuados a la
índole del problema que se quiere tratar y que llevan el
nombre y la fecha de nacimiento de la persona, a una deidad
cristiana o grupo de ellas la solución adecuada y que se
repite durante siete días. Así, la falta de trabajo
por ejemplo se revierte de la siguiente manera:

"[por falta de] trabajo se prende un velón
amarillo [y] le pido a San Antonio que es de lo imposible, a San
Pedro que le abra las puertas, a San Cayetano que lo ayude con
trabajo, uno hace con energía de un velón amarillo,
siete días, se le pone el nombre de la persona y se le
pide con la energía de uno, que energetice, se pide todos
los días, [el velón amarillo es traído por
la persona y es de unos veinte centímetros de alto por
cinco centímetros de diámetro]. En toda
santería hay. [El nombre de la persona] lo escribo [sobre
la misma vela y] se pide [a] Jesús, póngale San
Antonio, se pide para que Fulano de Tal le abra las puertas, para
el camino, para que a San Pedro que le abre las puertas, que le
encuentre trabajo, que le abra los caminos a esa persona, que le
de luz para sanar, [queda] siete días encendido. Todos los
días se le pide por la persona al santo para que encuentre
trabajo porque siempre se pide, [con el velón amarillo] o
con el velón blanco …".

El velón amarillo, blanco en su defecto, que
permanecerá encendido durante siete días (el siete
es un número sagrado en muchas cosmovisiones: por ejemplo,
en el cristianismo se asocia a los Siete Sacramentos y las Siete
Virtudes Cardinales y Teologales, los Siete Días de la
Creación, etc.) (Rand, ?; Cassirer, 1972:II,181-194;
Eliade, 1960:222), al que se le graba en la misma cera el nombre
(el nombre es una de las entidades, junto con el cuerpo y el
alma, que integran la persona) y la fecha de nacimiento
(identifica a la persona de otras que puedan llevar el mismo
nombre) del desocupado por el que se pide trabajo, contiene una
energía que refuerza la potencia implícita en la
plegaria que durante esos mismos días se dirigirá a
las deidades, santos cristianos con atributos adecuados al fin
que se busca lograr, que es en este caso específico el
trabajo (San Antonio, el de las causas imposibles, San Pedro, el
que abre las puertas y San Cayetano, el que propicia el trabajo).
Cabe destacar que la grabación del nombre y la fecha de
nacimiento de la persona en el cuerpo del velón puede
tener diferentes sentidos según se lo haga hacia arriba o
hacia abajo. Nótese asimismo que además de trabajo
se pide "luz para sanar" lo que confirma la idea de la
conflictiva social como enfermedad.

Otro caso del uso de los velones refiere a los problemas
emocionales como es el caso de los "nervios" o la
depresión con tendencias suicidas:

"El velón blanco yo lo uso para el sagrado
Corazón de Jesús, para limpiarle la mente a una
persona cuando está muy nerviosa, que no encuentra el
equilibrio justo, se le pide al Sagrado Corazón con agua
bendita [que] se pone ahí dentro de una compotera para que
limpie la mente de esa persona, para que esa persona se serene y
vea las cosas; siempre se escribe el nombre de la persona; la
fecha de nacimiento porque siempre es importante, porque sino
Fulano de Tal puede haber diez mil, pero con la fecha de
nacimiento. Siempre el velón se prende siete días
…".

El agua, cuyo valor simbólico esta relacionado en
muchas partes con la vida, la regeneración y los estados
positivos (van der Leeuw, 1975; Eliade, 1974; Turner, 1980),
aquí, como agua bendita purificadora cuya potencia
curativa deviene de su sacralidad, coadyuva en la limpieza de la
mente del enfermo

"[la vela azul] Esa persona está muy depresiva,
ha tomado pastillas, se quiere matar, no va a venir la persona,
viene un familiar a pedir por la persona, y uno pide,
lógico, si la está atendiendo un médico, le
está dando todo lo que [puede], pero espiritualmente, esa
persona esta mal, no está bien consigo mismo, entonces
¿adónde se pide?, a las fuerzas del universo; [me
traen] fotos o el nombre de la persona y pido por la persona esa.
Es una ayuda …".

Aquí, ambos velones, blanco y azul, se usan de la
misma forma que el velón amarillo, es decir, potenciar el
ruego al Sagrado Corazón o a las fuerzas del universo, con
el agregado del agua bendita que limpia, clarifica y serena la
mente en el caso de la persona atacada de "nervios". En el caso
del depresivo la diferencia consiste en que es una ayuda
espiritual a distancia que se ejerce a través de una foto
de la persona o de su nombre traídos por amigos o
familiares.

Un rasgo peculiar de algunos velones es la forma
abotellada que tienen algunos usados para curar el hábito
de la bebida:

"… hay personas que toman y uno le pide al Sagrado
Corazón de Jesús, para eso están las velas
botellas. Una vela con forma de botella, se escribe, ahí
también se le pone el nombre de la persona y usted va
pidiendo que esa persona deje de tomar …".

Referido a la forma y al color, hemos observado en
algunas santerías velones con forma de pene de color negro
o blanco, destinados los primeros a dañar la sexualidad
masculina y los segundos a restituirla. Asimismo pueden hallarse
otros con forma de muñecos que representan parejas de
hombre y mujer tomados de la mano, de color negro los destinados
a destruir matrimonios, noviazgos o amantes, o de color rosa para
mantenerlos en armonía y protegerlos contra los celos,
envidia u otros sentimientos negativos por parte de terceros.
Este último modo de usar los velones como medio de
prevención y protección de personas o grupos contra
el daño causado por las intenciones negativas de terceros
coincide con lo expresado al respecto por M.:

"[hay ocho velones para] ocho personas, yo siempre me
pongo para mí, para mis hijos, mi familia. Yo lo utilizo
para protección, contra daños de brujería,
todas las semanas preparo para mi marido, mi hija, mi hijo, mi
yerno".

No sólo usadas como preventivos contra la
brujería, también se las utiliza para cortar su
efecto cuando las personas ya han sido afectadas:

"Esas son rojas, blancas y negras, porque son para San
Cipriano, para cortar cosas que tiene la gente, para cortar
brujerías, malas ondas …".

El procedimiento es el mismo, sólo que en este
caso cambia el santo, San Cipriano, cuyo principal atributo es la
capacidad de cortar o anular estas fuerzas nocivas que se conocen
como "daño". Todos estos velones se distribuyen en el
consultorio de M. sobre una especie de altar. Al
señalarlos, nos dice respecto al significado de sus
colores:

"Y allá hay un velón amarillo para
trabajo, después el azul está para enfermedad.
Bueno, a eso se lo enseñan en
cromoterapia[20]y en parapsicología hay una
materia que se llama cromoterapia, que es a través de los
colores, y el azul se utiliza para enfermedad, para tranquilizar
a una persona. Y los blancos siempre también para
enfermedad, para que la persona se cure".

Entonces el color amarillo es para la búsqueda de
trabajo, el azul y blanco para enfermedades, el rojo, por estar
asociado a la sangre y a la energía vital, para
protección (son características las cintas rojas
usadas para prevenir el ojeo o la envidia) y el negro,
relacionado con el daño y lo demoníaco (Idoyaga
Molina, 1999 b, c y d) podría tener otro valor al estar
asociado al rojo y a San Cipriano. Cabe acotar, no obstante, que
los significados de los colores son variables según la
fuente[21]que se consulte. El concepto de
"daño", que bajo la forma de "maldición" ocasiona
la pata de cabra en los niños recién nacidos, se
origina en la envidia percibida como un sentimiento cuya potencia
negativa se activa por medio de la palabra y puede estar
originado en cualquier persona que sufra esta pasión. Otra
forma del "daño" es el mal ocasionado por alguna de las
tres magias más conocidas, llevado a cabo tanto por
especialistas como por legos (Barrios, 2000; Idoyaga Molina,
1999c y d, 2000a y b; Pérez de Nucci, 1989):

"… y según dicen la magia blanca es la
más liviana, la que no se utilizan [cosas], la roja,
cuando ya se utiliza ropa, foto, uña, pelo, y la negra
cuando utilizan de todo, cosas del cementerio, tierra o animales
o los otros. Todos los tres son para dañar
…".

"… la magia roja, la blanca y la negra, que es la que
las tres magias que siempre usan más los que usan el mal
…".

En los dichos de nuestra informante, las tres magias,
blanca, roja y negra, se disponen en una especie de continuo en
relación a su capacidad de producir daño, el cual a
su vez se correspondería con la utilización o no de
cierto tipo de objetos: desde la no utilización de objetos
en el caso de la blanca, objetos personales en el caso de la
roja, y objetos que comportarían una potencia negativa
extrema como en el caso de la negra en la que se usan elementos
extraídos de cementerios que comportan toda la carga
negativa que se asocia a la muerte. Los efectos que producen
abarcan todos los aspectos de la vida humana: salud, emociones,
vida social, etc., según la clase de daño que se
quiera realizar que puede, incluso, llevar a la víctima a
la misma muerte. M. aprendió las técnicas de
producción del daño:

"… a través de la parapsicología me
enseñaban a hacer el daño y también a
contrarrestarlo, cuando terminábamos una clase de magia,
el profesor nos decía: – Bueno, a ustedes les di una 45
[arma de fuego de grueso calibre], si la quieren usar está
en ustedes, y si no– [Yo sé cómo] se puede
hacer, sí, se puede hacer, como se puede, como se hace
…".

Y a detectarlo por medio de la experimentación de
molestias en su propio cuerpo luego de ver, por ejemplo, el
nombre del afectado que, como dijimos, es una de las entidades
integrante de la persona :

"… yo lo que siento si usted tiene algo y usted ahora
da su nombre, me lo muestra, yo empiezo a bostezar, a llorar, a
lagrimear y a eructar, es una cosa que me viene, es como si usted
esta sentado ahí y le duele la espalda, a mí me
duele la espalda …".

Y luego lo confirma por medio del tarot, las cartas
españolas o los velones, en particular los dedicados a San
Cipriano:

"… uno después lo contacta, tirándole el
tarot a una persona, uno lo percibe y después uno se da
cuenta por el tarot o cartas españolas, las velas de San
Cipriano se pone, si se apaga uno sabe con qué magia
estuvo trabajada esa persona …".

Detectado el daño, el curandero pasa a su
curación impetrando la ayuda de los santos especialistas
en lidiar con brujerías:

"… y uno limpia a la persona; yo, en este caso le pido
a San Cipriano, a San Miguel de Arcángel y a San Benito,
que es para cortar, todos son santos para sacar las
brujerías, en el rito católico se dice que son
santos para ayudar …".

El ritual terapéutico se completa con un
baño de limpieza del aura. El resultado del tratamiento
siempre es positivo ya que la víctima recupera la salud en
todos los casos:

"[Los daños] siempre se curan, siempre uno le
llevará más tiempo, menos tiempo, pero siempre la
persona se siente bien, y mientras uno pide por la persona, o uno
aporta con las velas, lo que sea, yo como ser, le mando un
baño a la persona [para] que se limpie su aura, que limpie
la persona misma …".

Partes: 1, 2, 3

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