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Caudillos y nacionalismo durante la determinación nacional (1821-1841) (página 2)



Partes: 1, 2

El estado republicano emergió en medio de una
enorme precariedad social y política, siendo en
éste sentido su expresión auténtica. Esta
fragilidad social expresada en la falta de un sector dirigente
llevó a la aparición de dos corrientes
ideológicas contrapuestas: los liberales y los
conservadores, los cuales van a desarrollar una lucha permanente
por hegemonizar en el discurso y la praxis política en los
albores del régimen republicano. Los liberales fueron
firmes creyentes en las instituciones y opositores implacables
del régimen autoritario. Consideraban que el nuevo sistema
republicano debía sustentarse en el fortalecimiento de las
nuevas instituciones, especialmente del congreso, y por el
debilitamiento de la institución del ejecutivo, al cual
consideraban cercano al sistema despótico colonial. Su
razonamiento nacía de la utopia ilustrada. Como
contraparte a la posición de los liberales, los
conservadores partían de la constatación de que
nuestras instituciones no funcionaban y no lo podrían
hacer en mucho tiempo, lo cual ponía en peligro la
consolidación de un poder organizador que garantizara el
desarrollo de la nueva república. Frente a ello
proponían la existencia de la "mano dura", como
solución al vacío de poder. Esta "mano dura"
vendría del poder de las bayonetas, de los caudillos
militares que a partir de la consolidación de sus redes de
clientelaje le darían estabilidad al país. Era
favorables al régimen presidencialista y personalista,
pues consideraban que esto serviría de contrapeso frente a
las fuerzas disgregacionistas existentes en el país y a la
amenaza que representaban nuestros países vecinos en el
proceso de definición de nuestras fronteras.

II.2 Caudillos y poder

Los caudillos y la forma como articularon su poder fue
el resultado del carácter propio de la sociedad peruana
post colonial. La incapacidad intrínseca del estado para
ejercer el poder en el país permitió la
aparición y desarrollo de un feudalismo republicano, de
dimensiones regionales. Las limitaciones regionales de las nuevas
redes de poder surgidas con la república llevaron a que
las redes de clientelaje y el apoyo a los caudillos
también tuvieran estas dimensiones. Al respecto Klaren (
2005: 177) menciona:

"Los caudillos eran el resultado de otro problema
postcolonial. Con el colapso del estado virreinal en 1824, las
tendencias políticas centrífugas inherentes al
Perú, pero generalmente controladas por el centro, Lima,
resurgieron con fuerza. Por otro lado. el poder se
dispersó por el campo, en donde afirmó su autoridad
una red vagamente conectada y a menudo conflictiva de gamonales
(hacendados señoriales), en asociación con los
terratenientes más grandes (latifundistas). Estas
élites naturales esgrimían un control
político de facto sobre vastas áreas: frecuente
ocupaban cargos públicos y quedaban mayormente libres del
control del estado central republicano de Lima. El eje de su
poder era su control de la tierra dominio sobre una fuerza
laboral servil, conformada por campesinos in-de cuyo trabajo y
servicios se apropiaban."

Sobre el clientelismo imperante en las redes de los
caudillos Klaren ( 2005: 178) sostiene lo siguiente:

Es claro que el poder de los caudillos se encontraba
articulado en torno a una muy compleja red de vínculos
sociales y económicos, básicamente de
carácter regional, que le garantizaban los recursos
humanos y materiales para acceder al poder político. Estas
redes eran los medios a través de los cuales se
podía hacer efectiva la participación en la
política peruana, ante la inexistencia de partidos
políticos y agrupaciones formalmente constituidas. Al
respecto Klaren ( 2005: 173 ) sostiene:

"Manipulando hábilmente el personalismo y el
clientelaje hispano, estos caí líos andinos
movilizaron seguidores y extendieron la generosidad del tesoro ,
nombramientos estatales de cargos como recompensa a la lealtad.
Igualmente establecieron alianzas con diversas élites
terratenientes y comunidades indígenas usando la fuerza o
amenazado con hacerlo para derrotar a sus rivales, y negocia el
respaldo de la sociedad civil para obtener el poder a nivel
local, regional y nacional. El resultado de esta situación
fue que la temprana sociedad republica andina constantemente fue
quebrada y desestabilizada, en un contexto de descontrolados
conflictos de clase y regionales, y la inexorable rivalidad entre
los oficiales y la élite. Repleto de diversas elecciones,
anulaciones, conjuras, conspiraciones golpes y rebeliones, el
Perú experimentó no menos de veinticuatro cambios
de gobierno —en promedio uno por año— entre
1821 y 1845, y la constitución fue escrita un total de
seis veces".

Pese al papel que cumplió el caudillismo en la
política peruana y que, en términos reales fue la
única fuente de poder fáctico en el Perú.
Sin embargo, fue inxcapaz de crear un pais fuerte y unido.
Basadre ( 1963: TOMOI: 87) dice al respecto:

"Pero hubo muchos peruanos conservadores, liberales
y hombres no definidos en sus ideas políticas, que
acompañaron a Bolívar en los días tremendos
que forjaron la victoria final. Allí estuvo Unanue.
Allí estuvo Sánchez Carrión. Allí
estuvieron los jefes militares como La Mar, Gamarra, Santa Cruz
que figuraron de inmediato en la vida pública, y, en
posiciones de menor realce, los que se destacaron tanto en los
años siguientes como Castilla, Vivanco, Salaverry,
Orbegoso, La Fuente. Todo lo cual no impidió la extrema
debilidad inicial del país, cuyos dos primeros Presidentes
habían terminado acusados de tratos con el
enemigo."

En el Perú
postcolonial la idea de patria era aún bastante
débil. Inicialmente se alimentó del anti-hispanismo
reinante desde las postrimerías del siglo XVIII. Con
respecto a la debilidad inicial de la idea de patria, Basadre
(1963: tomo I:211) menciona lo siguiente:

Una de las manifestaciones más palmarias de
la debilidad inicial de la idea de Patria fue la falta de una
conciencia activa en relación con las fronteras. Pocos
supieron con exactitud, en los primeros días del
Perú independiente, de la Amazonía. El Brasil
parecía distante, extraño, misterioso, como si
fuera un mundo aparte. Guayaquil fue arrebatado casi sin debate.
Los derechos sobre Jaén, Maynas y Quijos eran conocidos
unos cuantos expertos que sólo a partir de 1841 y 1842 y,
sobre todo, a partir de 1860, comenzaron a presentar
orgánicamente las pruebas de esos títulos. Por el
sur, si bien de un lado no se afirmó, en ningún
momento, bajo la dominación de Bolívar, una
pretensión sobre el Alto Perú, en cambio, la
desmembración de Arica y Tarapacá que hubiese
podido resultar de la misión Ortiz de Zevallos,
provocó hondo malestar y el propio negociador la
llegó a condenar.

Y así fue naciendo, entre grandes esperanzas,
desorientados pasos, rudos embates y antagónicas
tensiones, el Perú independiente."

Roto el vínculo con España la idea de
patria, carente de vínculos sociales sólidos al
interior de la sociedad peruana, devino en el surgimiento de
faccionalismos que expresaban el carácter
inorgánico de la sociedad peruana de inicios del siglo
XIX. Al respecto Basadre (1963: tomo I:212-213)
menciona:

" La guerra de la emancipación, con sus
simultáneas convulsiones internas, permitió el
faccionalismo que, a menudo, olvidó la integridad
patriótica; y los conflictos surgidos con Colombia y
Bolivia promovieron actitudes en donde el extremo doctrinarismo o
el extremo personalismo ahogaron el punto de vista de la
conveniencia o es nacionales. La presencia de jefes oriundos de
otros países contribuyó a la desorientación.
Para muchos, el paceño Santa Cruz o el cuencano La Mar que
resultaron, en 1826 o en 1827-1829, teniendo en sus manos el
destino del país fueron peruanos; y para otros no,
según las circunstancias."

Es importante observar que las frágiles
estructuras sociales no dieron lugar a la división del
Perú. En nuestro país pudo emerger un peligroso
proceso de balcanización. A diferencia de las naciones
europeas, en las cuales la identidad lingüística
jugó un papel clave; en el nuestro, el derrotero de la
definición de los espacios nacionales siguió un
camino sinuoso. Esto fue destacado por Basadre (Basadre:
1963:tomo I: 213) cuando menciona:

"A pesar de todo, el Perú fue emergiendo en
su dimensión específica, ni más ni menos de
lo que la historia había ido gestando. Pero se fue
definiendo con dificultad y bajo múltiples asechanzas. Ni
la educación ni la literatura ni el periodismo orientaron
su gesta dolorosa que, más bien, tuvo mucho de
espontáneo y encontró, a veces, canales
impuros."

CAPITULO III

El caudillaje y
su papel en la determinación nacional

III.1 La definición de nuestras fronteras y
las fuerzas disgregadoras al interior del
Perú.

El nacimiento de las nuevas repúblicas
sudamericanas llevó a una nueva situación
internacional al Perú. Nuestro país no sólo
debía construir un nuevo estado que regulara y ejerciera
el poder en su territorio; sino también mantener
relaciones de poder con los nuevos estados vecinos formados como
consecuencia de la independencia.

Los antiguos límites territoriales coloniales
sirvieron sólo de base para la determinación de los
territorios que corresponderían a las nuevas
repúblicas ( 1810), pero sobre esa base se
realizarían ajustes. Era necesario firmar nuevos tratados
limítrofes con los países vecinos, y en algunos
casos solucionar militarmente las diferencias cuando ambos
países tenían aspiraciones notoriamente
contrapuestas.

La importancia de lo militar no había terminado
con la derrota de las fuerzas españolas en Ayacucho. Al
contrario, el ejército sería fundamental para
garantizar la existencia del estado peruano en la
situación de precariedad institucional y de
indefinición de sus fronteras. Pero el ejército no
era aún una institución orgánica sino
más bien un conjunto de caudillos de raigambre regional
capaces de movilizar recursos en función de ciertos
objetivos; pese a ello jugaron un papel crucial para garantizar
la unidad del Perú en los primeros años de vida
independiente.

El Perú debió enfrentar diversos
conflictos militares con países vecinos durante las
primeras décadas de vida independiente. Colombia y Bolivia
serían los dos países con quienes mantendremos
mayores diferencias de carácter territorial.

A la caída del régimen vitalicio en el
Perú, Bolívar, en su condición de presidente
de la Gran Colombia ( que por aquel entonces agrupaba a las
actuales repúblicas de Colombia, Venezuela y Ecuador)
reclamó como combinaos los territorios de la Comandancia
General de Maynas. Este territorio había pasado a la
jurisdicción del Virreynato del Perú de acuerdo a
la Real Cédula de 1802. Sin embargo, Bolívar hizo
un llamado a los Colombianos a hacer la guerra al Perú y
vengar "la vindicta".

Por aquel entonces gobernaba el Perú José
de la Mar. Natural de Cuenca (actual territorio ecuatoriano),
había sido investido como presidente por el Congreso de
1828, constituido después de la caída de
Bolívar.

El Perú debió movilizar sus fuerzas por
mar y tierra para enfrentar la amenaza colombiana. La
campaña naval, conducida por Martín Guisse fue un
éxito al lograr bloquear el puerto de Guayaquil; sin
embargo, no se encontró el correlato en la campaña
terrestre. El "Portete de Tarqui" fue el escenario donde las
fuerzas peruanas fueron derrotadas por las colombianas, debido a
una hábil maniobra de Sucre.

La campaña militar de 1829 frente a Colombia,
permitió, al menos el mantenimiento del statu quo,
conservando para el Perú la región de Maynas y el
gobierno de Quijos, acabando con las pretensiones Colombianas
sobre la totalidad de esa región, aunque retomadas por los
ecuatorianos muy posteriormente.

La importancia del contexto internacional en el que se
desarrolló nuestro país fue de tal magnitud que la
caída de Bolívar le abrió al Perú la
posibilidad de ser atacado por dos frentes: Colombia y Bolivia,
este último donde el libertador tenía aún
bastantes adictos. Gamarra, aprovechando la fragilidad de La Mar
( por su origen cuencano en un momento de sentir anti-colombiano)
y sus fracasos militares, tomo el poder y en su condición
de presidente logró firmar el tratado de 1829 en el cual
se reconoce la pertenencia de Maynas al territorio del
Perú.

Bolivia fue durante los primeros años de vida
independiente el país con el que más problemas
tendremos de definición, no solo territorial sino de
índole nacional. Bolivia nace en 1825, como la
república de Bolívar. Un intento del Libertador de
garantizar la preponderancia de la Gran Colombia en la
federación de los Andes, debilitando al Perú.
Bolivia, históricamente había sido el
alto-Perú. Geográfica, social y culturalmente
había sido parte constitutiva de lo peruano. Su
creación puso en peligro estos vínculos
además de los económicos que habían sido
sumamente dinámicos.

El espacio geográfico con el que nació
Bolivia le imponía enormes limitaciones. La costa
Boliviana estaba bastante alejada de las ciudades principales de
aquella república. Antofagasta era un puerto que estaba
bastante alejado de La Paz, Chuquisaca u Oruro, si lo comparamos
con Arica, puerto peruano que seguía siendo la ruta de
acceso al altiplano boliviano.

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Agustín Gamarra.
http://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Agustin_Gamarra.jpg

Los vínculos económicos y sociales que
unían históricamente tanto al sur peruano como a
Bolivia hacían que las fronteras existentes entre estas
dos nuevas repúblicas evidenciaran su
artificialidad.

El ascenso al poder de Santa Cruz inició una
nueva era en las relaciones entre Bolivia y el Perú.
Natural de La Paz, fue educado en el Cusco y formó parte
del ejército libertador peruano y cómo tal se
batió en Pichincha por la Libertad de la Gran
Colombia.

Santa Cruz era considerado por muchos como un peruano
nacido en La Paz y por otros como un Boliviano peligrosos para
los intereses peruanos. Desde la llegada de Santa Cruz al poder
en Bolivia buscó asegurar la viabilidad geopolítica
para Bolivia. Con un territorio desmembrado le sería
imposible alcanzar una presencia importante en Sudamérica,
además de conformar una clase social burguesa que le
modernidad y viabilidad al país. Santa Cruz
sabía que el sur peruano debía estar unido a
Bolivia como condición para superar las limitaciones que
la geografía le imponía a Bolivia.

Santa Cruz, desde 1829, empezó a avivar a grupos
peruanos en Arequipa y Cusco favorables a reconstituir la unidad
con Bolivia y separarse del Perú. Santa Cruz, aprovechando
que el sur peruano había tenido históricamente
más vínculos con Bolivia que con el Norte del
país había proyectado e surgimiento de un
movimiento secesionista al interior de nuestro país que
sería apoyado por las armas bolivianas a través de
una invasión una vez que hubiese estallado
éste.

Estos intentos fueron descubiertos por Ramón
Castilla y puestos en conocimiento de Agustín Gamarra, que
por entonces era presidente del Perú. Gamarra se
convirtió en un tenaz opositor a los planes de Santa Cruz,
interviniendo directamente en el develamiento de los intentos
secesionistas en el sur peruano.

Gamarra frente al proyecto de Santa Cruz de integrar el
sur peruano a Bolivia mantuvo la idea de que Bolivia siempre
había sido parte del Perú y que por ello,
más bien debía integrarse Bolívia al
Perú, como el Alto Perú había sido parte del
Perú.

Si bien es cierto que detrás de éstos
proyectos se escondían apetitos personales, es innegable
que el mantenimiento de la postura de Gamarra como opositor al
proyecto de Santa Cruz jugó un papel importante en el
mantenimiento de la unidad territorial peruana, como se aprecia
durante la Confederación Perú-
Boliviana.

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Andrés de Santa Cruz

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El golpe de estado de Felipe Santiago Salaverry y el
pedido de ayuda de Orbegoso le dio a Santa Cruz la oportunidad
para invadir el Perú y emprender aquellos proyectos en los
que había estado meditando desde hacía varios
años: el unificar al Perú y Bolivia, pero
especialmente el sur peruano y Bolivia.

Invadido el sur peruano por el ejército de
Bolivia , fusilado Salaverry y exiliado Gamarra, Santa Cruz dio
inicio a su proyecto de unificar el Perú y Bolivia: La
Confederación Perú- Boliviana.

La Confederación Perú- Boliviana
consistía en la constitución de dos estados
peruanos (El Nor- peruano y el Sud- peruano ), los cuales se
unirían a Bolivia. Sin embargo frente a este proyecto
surgen algunas interrogantes: ¿Por qué dividir al
Perú en dos partes, si su unidad no es un impedimento para
la integración con Bolivia? , ¿Por qué no
integrar Bolivia al Perú como siempre había sido y
no afirmar la existencia del estado Boliviano?¿ la
división del Perú en dos estados guarda alguna
relación con los intentos secesionistas que alentó,
en 1829, a favor de Bolivia?

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Bandera de la Confederación
Perú- Boliviana.

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Santa Cruz era un político muy astuto y no
ignoraba que existirían importantes fuerzas opositoras a
su proyecto y que su constitución legal no sería
garantía de su existencia en el tiempo. Tampoco ignoraba
que la oposición tendría su bastión en el
norte del Perú y sus bases de apoyo en el sur, de forma
tal que todo hace pensar que el mariscal paceño manejaba
un plan maximalista y uno minimalista: el primero
consistía en integrar la totalidad del Perú con
Bolivia; pero si las fuerzas opositoras eran lo suficientemente
fuertes garantizar al menos la unidad del sur peruano con
Bolivia, tal como lo había proyectado desde que
asumió la presidencia de Bolivia.

Caudillos militares peruanos, como Gamarra y Castilla se
mostraron opositores del proyecto secesionista de dividir al
Perú, enfrentándose abiertamente a las fuerzas de
Santa Cruz hasta hacerlo abortar y reconstituir la unidad
política del país.

Acabada la confederación y habiendo ascendido
Gamarra a la primera magistratura de la nación por segunda
vez intentó materializar su propio proyecto de hacer que
Bolivia forme parte del Perú a través de una
invasión a territorio boliviano, pero murió en
Ingavi.

III.2 Caudillaje y legitimidad

La etapa conocida como la de la determinación
nacional estuvo marcada por la carencia de recursos
económicos, la inexistencia de instituciones republicanas
operantes y funcionales y la fragmentación social
(BASADRE: 1963).

En éste contexto fue que surgió el
caudillo militar. Flores Galindo (1999) ha expresado que el
caudillo emergió en circunstancias en que el vacío
de poder ocasionado por la desmembración de la antigua
aristocracia colonial y el éxodo español
ocasionó que la fuente única de poder real fuera el
nacido de las bayonetas.

El ejército peruano literalmente no
existía, tan solo estaba la presencia de distintos jefes
militares, los cuales congregaban a un número variable de
seguidores según clientela que pudieran conformar y
mantener.

Los grupos de poder no tenían una
dimensión nacional, sino tan solo regional, como resultado
de la desarticulación económica y social del
Perú. Estos grupos encabezados y liderados por caudillos
se expresaron en la propia posición personalista de los
distintos jefes militares.

El discurso personalista de los jefes militares fue la
expresión de la falta de una visión
ideológicas orgánica de lo que es el Perú.
No habían programas, planes nacionales, en suma,
visión de país. En este contexto la personalidad
del caudillo era la mejor garantía del "orden"
nacional.

Nuestro país no alcanzará mínimas
condiciones de gobernabilidad hasta la llegada al poder de
Ramón Castilla. Castilla contó con la capacidad de
mantener el orden político y social, además de
empezar un proceso de organización del estado peruano
gracias a que pudo disponer de los ingentes recursos provenientes
de la exportación del guano, del cual habían
carecido los gobernantes que lo precedieron. Estos recursos los
movilizó para generar una enorme clientela, de dimensiones
no vistas en los años inmediatamente posteriores a la
caída del régimen colonial.

La "consolidación de la deuda interna",
hábilmente apoyada por la disposición de 1847 que
indicaba que, ante cualquier duda, con respecto al real aporte
del demandante de pago, se pagara lo solicitado; permitió
el surgimiento de un grupo adicto a Castilla que garantizó
la estabilidad política de la que gozo durante su primer
gobierno, entre 1845 y 1851..

Antes de Castilla los caudillos militares habían
venido luchando de manera implacable e ininterrumpida por el
poder. Esto ha sido visto por la historiografía como el
reflejo de una anarquía que impidió la
construcción de un país con un proyecto viable.
Esta visión no deja de tener sólidas bases. Sin
embargo, no ha sabido apreciar el papel que los caudillos
tuvieron en la continuidad del Perú como un país
unitario y, en suma, como la prolongación histórica
de un país milenario.

Los caudillos militares que gobernaron el Perú
cumplieron un papel fundamental en evitar el desmembramiento
geográfico del Perú, primera condición para
asegurar la viabilidad del país.

Los caudillos no podían consolidar el sistema
democrático, representativo y constitucional del
Perú. En éste sentido eran esencialmente
autoritarios y opuestos a los sueños doctrinarios
liberales que creían que bastaban los dispositivos legales
y la dación de una Constitución que recortaba los
derechos de los gobernantes en beneficio del legislativo, como la
de 1823 y la de 1828, para construir una sociedad
institucionalizada y un sistema político respetuoso de la
legalidad. A diferencia de ellos, los caudillos consideraron que
el poder nacía de la real capacidad de mando que se
tuviera del país.

Estas diferencias entre los liberales y los caudillos,
en la forma en que perciben el fenómeno del poder, explica
la permanente oposición entre éstos y el hecho de
que el legislativo y la normatividad legal fuera un campo de
batalla en el cual se buscaba recortar o recortar el poder de los
gobernantes de turno. Tuvimos desde Congresos enemigos del poder
centralizado en la figura del presidente de la República,
como lo fue en de 1823, hasta obsecuentes y presidencialistas
como el de 1839.

Con respecto a la Constitución de 1839, Basadre (
1963: Tomo I: 442), menciona lo siguiente:

"Es así cómo la Carta de Huancayo
representa una novedad en la historia constitucional peruana: es
la primera Carta de contenido autoritario elaborada en el
país; mejor dicho, es el primer exponente constitucional
de un autoritarismo nacionalista…"

Esta inicial idea del poder de los caudillos no supuso
una posición contraria al mantenimiento de las formas
constitucionales peruanas. Al contrario, estas formas fueron
hábilmente utilizadas y aprovechadas por ellos, como medio
para hacerse y conservar el poder. Un ejemplo claro de ello fue
la postura que Agustín Gamarra tomó frente a la
constitucionalidad del país una vez acabada la experiencia
de la Confederación Perú- Boliviana, emergiendo
como el general victorioso que construyó un orden
constitucional a su medida a través de la llamada
Constitución de Huancayo, en 1839.

Con respecto al papel que el Congreso de Huancayo
cumplió en la legalización del poder por parte de
Gamarra, Basadre (1963: Tomo I: 447) menciona lo
siguiente:

"Esta segunda Presidencia de Gamarra se
inició con una aparente sumisión a las formas
legales. En su mensaje al Congreso de Huancayo el 15 de de 1839,
Gamarra dijo:

"Mis cansados años han extenuado tanto mis
fuerzas, que no permiten consagrarme al despacho de los negocios
públicos con la actividad que deseara. Yo seré el
primero en dar ejemplo de sumisa reverencia a vuestros preceptos,
desde el hogar doméstico a donde me retiro. Mis
sacrificios por la libertad quedarán ampliamente
recompensados, si vuestra indulgencia se digna dispensarme los
errores en que haya incurrido""

Más adelante Basadre ( 1963: TOMO I: 447),
menciona lo siguiente:

"El Congreso de Huancayo lo nombró como ya se
ha dicho, Presidente provisorio; y él, por cierto,
aceptó el nombramiento, dando "ejemplo de sumisa
reverencia". Pero el mismo Congreso, por ley de 26 de noviembre
de 1839, mandó efectuar, sin demora, la elección
del Presidente Constitucional de la República por los
colegios electorales, encargando a los diputados que volvieran a
reunirse, esta vez en Lima, para hacer la calificación de
las actas y la proclamación del candidato que hubiera
obtenido la mayoría de votos. Los periódicos de la
época presentaron a esta ley como un gesto de sublime
desinterés. Dijeron que la Constituyente de Huancayo pudo
ordenar la elección presidencial popular simultánea
con la de diputados del Congreso ordinario, lo cual hubiera
significado un año de prórroga a la Presidencia
provisoria; o, efectuar, con la autorización de un
artículo constitucional transitorio, la elección
presidencial mediante un acto de la misma Constituyente, como en
1827, lo cual hubiera satisfecho la vanidad y servido a las
conveniencias de Gamarra.

La elección popular llegó a ser
efectuada. La Constituyente, transformada en Congreso, se
volvió a reunir en Lima del 7 al 11 de julio de 1839.
Verificado el escrutinio, resultó elegido Gamarra por
2,542 votos de los 3,028 sufragados en los colegios electorales
de 58 provincias. Torneo obtuvo 253 votos y La Fuente 192. Apenas
si algunos votos indicaban, pues, la surgente ambición del
general Juan Crisóstomo Torneo. Proclamado Presidente
constitucional, Gamarra se dio por sorprendido afirmando
públicamente que se había estado preparando "a
presenciar, libre de los azares de la vida pública, el
hermoso espectáculo de la felicidad común". Y, sin
duda, la elección no había sido sino una
imposición oficial. Del mismo modo, el nombramiento de
Presidente provisorio que le confiriera la Constituyente de
Huancayo, había tenido ese
carácter"

III.3 El papel del nacionalismo

A falta de nación, el nacionalismo fue la fuerza
ideológica que le dio continuidad al país. Desde el
surgimiento de nuestra vida republicana el nacionalista
había sido el discurso ideológico preponderante. A
La Mar y a Santa Cruz se les acusó permanentemente de no
ser peruanos. Gamarra justificó siempre su presencia en la
vida política del país a través de su
discurso nacionalista.

Pero, ¿Sobre que bases se asentaba el discurso
nacionalista en el Perú?

En el Perú el discurso nacionalista
provenía del siglo XVIII. Rowe señaló que
durante aquel siglo este discurso fue el soporte para las
reivindicaciones impulsadas por el sector de caciques,
especialmente del sur andino. Esta tesis ha sido recogida por una
gran cantidad de investigadores (Tamayo Herrera: 1980) ( Flores
Galindo: 1994 )( Loayza : 2005), entre otros. Este nacionalismo
Inca se expresó de igual manera en el proyecto
político revolucionario Tupacamarista ( Loayza: 2005 ),
cuyo tenor principal fue la búsqueda por conformar una
nación peruana, claramente diferenciada de la
española, cuya característica principal fuera la
integración de todos aquellos sectores no peninsulares (
Flores- Galindo: 1994 ).

Sin embargo, el proyecto político Tupacamarista
no cristalizó y a partir de ahí se irán
ensayando diversos discursos, paralelos, que buscarán
darle viabilidad al Perú.

Uno de los más importantes fue el impulsado por
los revolucionarios de 1814. Representaba la afirmación de
los sectores medios de la sierra sur, especialmente del Cusco,
frente a la hegemonía de la aristocracia limeña,
abiertamente comprometida con el sistema colonial hasta
entonces.

Abortado el intento revolucionario encabezado por los
hermanos Angulo el epicentro del discurso nacionalista irá
trasladándose progresivamente hacia Lima y la costa norte
del Virreynato del Perú, sin que ello signifiqué la
inexistencia de discursos nacionalistas en otras
regiones.

La independencia del Perú, entendida como el
resultado del desmembramiento continental del poder
español en América, puso a la sociedad peruana de
cara al desafío de construir un
estado-nación.

El territorio virreynal fue el imaginario que
alimentó la idea de lo que era el Perú. Nuestro
país no se diferenciaba lingüísticamente de
sus vecinos, la cultura, dada nuestra diversidad interior no
podía ser en modo alguno un factor de unificación.
Cos escasas vías de comunicación, con un
país geográficamente desconocido en gran parte y
con una sociedad desmembrada en la cual el racismo era la fuerza
aglutinante, la idea del Perú como un territorio,
continuidad histórica del pasado incásico era el
elemento ideológico que podía darle impulso a la
continuidad de nuestro país.

La ideología expresa los intereses de una clase,
sector, facción o grupo social. En este sentido, no
sería apropiado referirnos exclusivamente a este factor
divorciándolo de los sectores que le dieron vida y que la
utilizaron como forma de legitimarse en el poder. Ante un
país geográficamente, económicamente y
socialmente desmembrado la idea del territorio colonial
quedó apoyada eficazmente por la afirmación del
pasado Inca. Lo inca siguió jugando un papel fundamental,
al igual que en el siglo XVIII, en la construcción de un
nacionalismo que surgió más como oposición
que como afirmación. Fue en primer término opositor
al sistema de dominación colonial y después
afirmación de una nación idílica de la cual
todos nos considerábamos herederos, la Inca, aunque eso no
resistiera el mayor análisis ni el escrutinio del sentido
común.

Una prueba de ello es la persistencia de los
símbolos y alegorías incásicas durante la
primera etapa de la vida independiente del Perú. Este
recuerdo idílico con respecto a lo Inca no implicó
en ningún sentido la idea de que los indígenas eran
parte integrante de la "nación peruana". El racismo
siguió imperando en nuestra sociedad y los
indígenas siguieron siendo tan "indios" como lo
habían sido durante la época colonial.

Ante el vacío de poder producido tras la
caída del régimen colonial, los caudillos militares
emergieron como los únicos capaces de hacerse del control
del Estado por la fuerza de las armas. Pero todo poder necesita
ser legitimado y anclarse en las más profundas
aspiraciones e imaginarios sociales para tener soporte. Ante la
falta de una nación peruana, el nacionalismo
compensó la situación de fragmentación
estructural que vivía el país.

Basadre ( 1963) ha señalado que uno de los retos
más importantes que tuvo el Perú durante los
primeros años de vida independiente fue el de determinar
su ámbito geográfico. Las relaciones
internacionales del Perú con las nuevas repúblicas
vecinas eran en éste sentido fundamentales. La
determinación de las fronteras de nuestro país
eran, en el contexto peruano, fundamentales para construir la
nación.

El nacionalismo en el Perú que nació como
oposición a España, recogiendo el discurso criollo
de Vizcardo y Guzmán, planteaba como sustento
ideológico la distancia geográfica entre
América y España. Ello derivó en un
nacionalismo que partía de las diferencias
geográficas entre el Perú y sus vecinos. La
afirmación y defensa del espacio geográfico se
convirtió entonces en el soporte concreto al discurso
nacionalista encarnado en los caudillos.

Esta fue una de las razones por las cuales el
caudillismo, en la práctica se impuso al discurso liberal.
Las fronteras solo podrían defenderse con las armas y
sólo los jefes militares podrían
hacerlo.

Nuestros caudillos militares desde la guerra con
Colombia hasta la fracasada invasión a Bolivia manejaron
hábilmente el discurso nacionalista como oposición
a nuestros vecinos y a su voraz interés por desmembrar el
Perú. El nacionalismo peruano siguió siendo de
oposición durante las dos primeras décadas
posteriores a la independencia, ya no tanto con respecto a
España como a nuestros vecinos y a la "amenaza" que
representaban.

Escribir sobre el nacionalismo desde la oposición
a Bolívar

El nacionalismo que surgió durante la vigencia
del régimen vitalicio si bien tuvo variados
orígenes, estuvo cargado por un inicial nacionalismo. El
nacionalismo fue un arma ideológica que buscó
justificar las aspiraciones de la aristocracia peruana en su
intento por mantener el control del país con
Riva-Agüero y Torre Tagle. De igual manera alimentó
la desconfianza creciente que significó la presencia de
las tropas colombianas en el Perú.

La presencia misma de Bolívar, que en un primer
momento fuera loado como nadie antes en el Perú por el
Congreso, los hombres más notables del Perú y el
pueblo muy pronto se convirtió en un personaje que
despertó la desconfianza de varios sectores. El rechazo a
Bolívar estuvo representado por los militares peruanos que
estaban bajo su mando supremo y que a través de su
expulsión podrían ocupar su lugar en el poder.
Estos militares tenían como principal justificación
de sus aspiraciones el carácter colombiano del libertador.
Con respecto a la oposición a Bolívar por parte de
quienes serían los caudillos militares del Perú
Basadre ( 1963: TOMO I: 153), menciona:

"El aspecto personalista de la oposición
contra Bolívar se revelaba, sobre todo, en el ansia de sus
tenientes por gobernar. La división de los partidos y la
ruina de la hacienda pública en Colombia, obligaron a
Bolívar a dejar el Perú y a dirigirse a ese
país, temiendo que si su ausencia se prolongaba,
imperaría allí la guerra civil. Pero también
en el Perú abundaban las ambiciones impacientes. El
general Agustín Gamarra, prefecto del departamento del
Cuzco, el general Antonio Gutiérrez de La Fuente, prefecto
de Arequipa, el mismo general Andrés Santa Cruz,
presidente del Consejo de Gobierno creado por Bolívar para
gobernar en su reemplazo, aspiraban a usar del poder de modo
más completo o vasto."

El nacionalismo fue parte del discurso legitimador
caudillista durante las primeras décadas posteriores a la
independencia. De hecho los opositores a La Mar hicieron
campaña en contra de su liderazgo acusándolo de
Colombiano, por haber nacido en Cuenca, durante la guerra que
nuestro país mantuvo con aquella república, de la
cual resultó a asunción de Gamarra como presidente
y la defenestración a La Mar.

La presencia caudillista y su discurso nacionalista se
vieron fortalecidos por los avatares de la determinación
de la nacionalidad peruana. Uno de los casos que más
importancia tuvo en este contexto fue el de la
Confederación Perú- Boliviana.

Santa Cruz había nacido en La Paz, desde 1825
perteneciente a la República de Bolivia. Había
lucha por la independencia del Perú como un oficial
peruano destacado. Bolivia había nacido segregando al
Perú. Históricamente el Perú y Bolivia , el
Alto y el Bajo Perú, habían sido parte de una misma
unidad geográfica y cultura. El intento de Santa Cruz de
reunificar ambos territorios a partir de un modelo Confederado no
estuvo exento de personalismos.

El triunfo de la Confederación habría
significado la consolidación de Santa Cruz y el
eclipsamiento de Gamarra. Esta fue una de las razones por las
cuales el caudillo cusqueño presentó una abierta
oposición al modelo Santacrucino. De hecho, Gamarra no se
oponía a la unificación del Perú y Bolivia,
postulaba la idea de que Bolivia debía desaparecer y pasar
a ser parte integrante del Perú, con él a la
cabeza.

La campaña de Gamarra contra la
Confederación Perú- Boliviana fue justificada con
un hábil discurso nacionalista de índole
territorial: la negativa al desmembramiento del Perú en
dos estados (El Nor- Peruano y el Sud –Peruano). Gamarra
desde las banderas de la nacionalidad hábilmente
congregó una importante oposición nacional e
internacional a la Confederación y se situó como la
personificación de la nacionalidad peruana. El fin de la
Confederación se manejó como la
consolidación de la unidad del Perú, expresada en
la hegemonía política de Gamarra, gracias al
Congreso y a la Constitución de Huancayo.

La constitución de Huancayo se caracterizó
por su acentuado tinte nacionalista. Sobre el nacionalismo del
Congreso de Huancayo, Basadre (1963: Tomo I: 445) sostiene
que:

"Al lado del autoritarismo, tuvo la
Constitución de 1839 como vigorosa característica,
el nacionalismo.

La nación no podía hacer pactos que se
opusieran a la independencia la unidad. La forma de gobierno era
inalterable. La aprobación del Poder Legislativo
debía seguir a los pactos que se celebraran con potencias
extranjeras. El extranjero que adquiriera propiedades en la
República iría equiparado, en cuanto sus
obligaciones, a los ciudadanos peruanos. Para dar empleo a los
extranjeros aparecía como un requisito necesario el
acuerdo del Consejo de Estado. El acto de contraer matrimonio en
el Perú implicaba la
naturalización.

Para ese nacionalismo había razones
comprensibles. Era el rescoldo de: cuatro años de guerras
civiles e internacionales, en las que soldados de las naciones
vecinas habían luchado en suelo peruano; y era el
contraste vivo con el régimen que acababa de ser
derribado, régimen sostenido no lo por las bayonetas
bolivianas, sino también por el oro
inglés.

No fue incompatible con el nacionalismo de Huancayo
un amplio americanismo. En esa asamblea fue aprobada una ley para
reunir a plenipotenciarios de todo el continente.

Puede afirmarse, en suma, que el único
destello resueltamente liberal que se vislumbra en la
Constitución de 1839 son el artículo que mantiene
juicio por jurados y el que prohibe sólo el ejercicio
público de cualquier otro culto que no fuera el
católico. Las Constituciones anteriores habían
prohibido dicho ejercicio en principio y al respecto se
había discutido extensamente en la Constituyente del
27."

Conclusión

La sociedad peruana durante las primeras décadas
posteriores a la independencia exhibía una
condición de fragilidad estructural. Desde el punto de
vista étnico cultural eran patentes las diferencias,
patentizadas y hábilmente explotadas por el sistema
colonial. Estas diferencias eran la base estructural de un
sistema de dominación que no enfrentó la
independencia. La nación era una ficción solo
acariciada desde el púlpito del ideólogo liberal o
conservador; pero carente de todo contenido concreto.

La sociedad peruana republicana era la heredera de la
sociedad colonial. Fue la dominación española la
que estructuró socialmente a lo que hemos de llamar
Perú. Lo andino dejó de ser el único
componente de nuestra identidad cultural. Los nuevos elementos
que pasaron a ser parte de la sociedad peruana y que dieron lugar
a lo peruano, tal como lo conocemos hoy, se entretejieron en una
compleja de red de relaciones caracterizadas por la
dominación y la explotación. Esas relaciones de
dominación y explotación, aunque parezca
paradójico constituyeron los vínculos fundamentales
que nos permiten hablar de sociedad peruana; pero a la vez
expresan la fragilidad de la misma.

Siendo la sociedad peruana esencialmente frágil,
el problema de la viabilidad del Perú no podía
resolverse a nivel de una identidad única y nacional que
se expresara a nivel político en la conformación de
un estado- nación. En éste sentido, la única
garantía de la existencia del Perú como país
debía ser la existencia de estructuras de poder que
pudieran garantizar la continuidad política de los
antiguos territorios que había pertenecido al virreynato
del Perú; esto es, un sistema político que
garantizara un Estado medianamente capaz de impedir la
desmembración del Perú.

El estado peruano surgió de una independencia a
la cual, en cierta medida, nos vimos arrastrados. Carente de
recursos económicos mínimos fue completamente
incapaz de cumplir mínimamente sus funcionas. El
vacío de poder, dejado por el estado colonial fue llenado
por el creciente poder de los nuevos terratenientes surgidos de
las guerras de independencia. Estos nuevos terratenientes dejaron
de ser simples poseedores de tierras y riqueza para convertirse
en la personificación del Estado, feudalizándose de
ésta manera el país.

La paralización de las actividades
económicas, la desarticulación de la
economía peruana y la dependencia creciente de nuestra
economía frente a las necesidades del capital
inglés impidieron la formación de una
burguesía nacional capaz de elaborar un proyecto nacional
peruano.

En este contexto dos fuerzas actuaron como una amenaza a
la unidad del Perú: por un lado los crecientes conflictos
internacionales orientados a la definición de fronteras
internacionales; pero por otro lado, los crecientes regionalismos
que amenazaban la unidad del país.

Frente a éstas condiciones estructurales, los
caudillos militares van a construir un poder político
capaz de darle, en la práctica, una continuidad al estado,
oponiéndose a las fuerzas externas que buscaron
arrebatarle al Perú grandes extensiones de territorio
así como a las fuerzas internas que intentaron de manera
recurrente desmembrar al País.

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Autor:

Daniel Iván Loayza
Herrera

 

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