Monografias.com > Filosofía
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Demonios e inquisición



  1. Conveniencia de los demonios
  2. Historia de los demonios
  3. Actividad de los demonios
  4. La
    Inquisición
  5. Fuente

Conveniencia de
los demonios

El temor a las cosas invisibles es la semilla natural de
las religiones. Demonio viene de una palabra griega que significa
conocimiento. En esta época en que las religiones
están sometidas al fuego abrazador de la ciencia, es
conveniente envolver a dioses y demonios en un atuendo
científico. Las dos clases de seres sobrenaturales o
naturales, reales o imaginarios sirven a las necesidades humanas.
Muchas culturas humanas enseñan que los dioses, entidades
buenas velan por las personas y guían sus destinos y que
los demonios, entidades malévolas son los responsables del
mal.

Historia de los
demonios

En el mundo antiguo la creencia en los demonios estaba
muy extendida, se les consideraba seres más naturales que
sobrenaturales.

Hesíodo, poeta griego del siglo VIII a.C.,
ya habla de ellos.

Sócrates sostenía que la
inspiración filosófica era obra de un demonio
personal. Que todo genio estaba entre lo divino y lo mortal. Que
a través de los demonios la divinidad se ponía en
contacto con los hombres para que tuviera lugar todo comercio y
dialogo, durante la vigilia y el sueño.

Platón, asignaba un gran papel a los
demonios: La naturaleza humana investida con el poder de los
demonios puede ordenar los asuntos humanos, de lo contrario
rebosa de insolencia y error. Así como los humanos
gobernamos sobre los animales, por ser una raza superior, los
demonios gobiernan sobre nosotros. Dios puso por encima de
nosotros a los demonios, como una raza también superior
para que con gran facilidad y placer nos dieran paz, reverencia,
orden y justicia sin decaimientos y unieran e hicieran felices a
las comunidades humanas. Negaba decididamente que los demonios
fueran fuente del mal, los describía como seres no buenos
ni malos, ni mortales, ni inmortales.

Los platonistas posteriores influyeron
poderosamente en la filosofía cristiana y clasificaron a
los demonios en buenos y malos.

Los primeros teólogos de la iglesia
cristiana formados en la cultura del neoplatonismo promovieron la
separación de las creencias paganas en la iglesia
cristiana.

Enseñaban que en las religiones paganas se
adoraba a demonios y hombres como a dioses.

San Pablo predicaba que la lucha de los
cristianos no era contra otros humanos (contra la sangre y la
carne) sino contra los principados y potestades dominadores de un
mundo tenebroso, y contra los espíritus del mal que
estaban en las alturas.

San Agustín posicionó la altura de
la región donde se encuentran los demonios como intermedia
entre la de los dioses y la de los hombres. Dijo que los demonios
poseen cuerpos inmortales, pasiones comunes a las de los hombres,
que son malignos sin excepción, que no tiene virtudes que
los rediman y que son el manantial de todo mal espiritual y
material. Los llamó animales etéreos, ansiosos de
infligir males, completamente ajenos a la rectitud, henchidos de
orgullo, pálidos de envidia, sutiles en el engaño y
que se disfrazaban de ángeles para llevar mensajes falsos
entre dios y los hombres. Que esta actitud era una trampa para
llevar a las personas a la perdición. Que podían
asumir cualquier forma y sabían muchas cosas especialmente
del mundo material. Que eran inteligentes pero de caridad
deficiente.

Creía que los demonios a quienes llamaba poderes
del aire, diablos y ángeles caídos, bajaban del
cielo y mantenían relaciones sexuales ilícitas con
las mujeres, y que las brujas eran el fruto de esas uniones
prohibidas.

Tertuliano. Adicionó que los demonios
atacan las mentes cautivas y burladas de los hombres, moran en el
aire entre las estrellas y comercian en las nubes.

Miguel Psellus, influyente teólogo y
filósofo bizantino, y turbio político del siglo XI,
describió así a los demonios: son animales
existentes de manera abundante en nuestra vida llena de pasiones,
su lugar de residencia es la materia, posee rango y grado, y
están sueltos y encadenados a las pasiones.

Richalmus. Abad de Schönthal, por 1270
escribió un tratado sobre sus experiencias con los
demonios, como aquella de que veía incontables demonios
malévolos, revoloteando sobre su cabeza como nubes de
polvo. A pesar de los sucesivos puntos de vista racionalistas de
persas, judíos, cristianos y musulmanes, y a pesar de los
fermentos revolucionarios en lo social, político y
filosófico, la existencia, el carácter y hasta el
nombre de los demonios se mantuvo prácticamente
inalterable desde Hesíodo hasta las Cruzadas.

Edad media. En la edad media se creía
todavía en las historias de los demonios de la
antigüedad clásica. A los demonios seductores de
mujeres se les llamo íncubos y a los seductores de hombres
súcubos. En ciertos casos algunas monjas declaraban con
cierta perplejidad, el parecido asombroso entre su obispo o el
cura confesor y los íncubos de quienes se encontraban
contaminadas.

Richard Baxter, presbítero, en su
libro Certidumbres del mundo de los espíritus (1691)
argumenta que eran muchas las mujeres que denunciaban sus
relaciones con íncubos, al despertar en las
mañanas. Relatos similares se encuentran también en
los harenes de la China antigua.

Mare es la antigua palabra inglesa para designar el
íncubo. Night – mare, pesadilla en español,
significaba antiguamente el hecho de que algún demonio se
sentaba sobre el pecho de un durmiente y lo atormentaba con
sueños.

San Antonio de Atanasio. Por el año 360
describe que los demonios entraban y salían a voluntad de
habitaciones cerradas.

Ludovico Sinistrari, erudito franciscano en el
siglo XVIII aseguró en su De demonialitate que los
demonios atravesaban las paredes.

Abba Poemen, uno de los Padres del desierto de la
primera iglesia, fue uno de los primeros teólogos que
insinuó que los demonios eran productos de nuestras
mentes: No son los demonios, sino nuestras propias voluntades las
que se convierten en demonios y nos atacan.

Macrobio, en el siglo XIV en su Comentario al
sueño de Escipión, describió fantasmas que
veía como depredadores en sueños entre la vigilia y
el sopor.

Actividad de los
demonios

Interfieren en la copulación. Kramer y
Sprenger en su libro El martillo de las brujas revelan que los
diablos se dedican a interferir en el proceso de
copulación y concepción normales, para obtener
semen humano y transferirlo. Y que como producto de las uniones
demoniacas se forja un vínculo sexual multigeneracional
entre especies. La inseminación artificial
demoníaca fue prohibida desde la edad media por santo
Tomás de Aquino y san Buenaventura. Tomás de Aquino
en su libro De la Trinidad, dice que los demonios pueden recoger
y transferir el semen de varones e inyectarlo en el cuerpo de las
mujeres. Buenaventura expresa que los demonios toman la forma de
súcubos para recibir el semen de los machos y luego se
transforman en íncubos para verterlo en los depositarios
femeninos.

Viven en las alturas. De los demonios se ha
afirmado muchas veces que vuelan y viven en las alturas, que son
seres no humanos con obsesiones sexuales, que atraviesan paredes,
se comunican telepáticamente y se cruzan sexualmente con
la especie humana.

Preguntas recurrentes. ¿Cómo
entender que el mundo occidental, incluyendo a muchos de sus
sabios, hayan abrazado y defendido un sistema de creencias tan
extraño? ¿Qué cada generación lo haya
ido reforzando, dizque con experiencias personales y siga siendo
enseñado por las Iglesias y los Estados? ¿Hay
alguna alternativa real, fuera de que haya sido un sistema de
creencias ilusorias conscientemente compartidas? ¡Fe es
querer creer en cualquier cosa científicamente no
comprobable, afirman muchos!

La
Inquisición

El Papa Inocencio VIII, en su famosa Bula de 1484
declaró: Ha llegado a nuestros oídos que miembros
de ambos sexos no evitan las relaciones con ángeles malos,
íncubos y súcubos, y que mediante brujerías,
conjuros y hechizos, extinguen y echan a perder los
alumbramientos de las mujeres. Además de generar con esta
Bula calamidades, Inocencio VIII inicio la acusación,
tortura y ejecución sistemática de incontables
mujeres, acusadas de brujería en toda Europa. Eran
culpables de pertenecer a lo que san Agustín había
descrito como: "Asociación criminal del mundo
oculto".

Henry Kramer y Janes Sprenger, fueron
encomendados mediante cartas apostólicas de Inocencio
VIII, primero para escribir un estudio completo sobre las brujas,
utilizando toda la artillería académica del siglo
XV. Luego fueron delegados como inquisidores de depravaciones
heréticas, porque: Si las abominaciones y atrocidades en
cuestión se mantienen sin castigo, las almas de las
multitudes se enfrentan a la condenación
eterna.

Con citas exhaustivas de las Escrituras y de los
eruditos modernos produjeron el Malleus Maleficarum, o Martillo
de las brujas. Este libro fue descrito y calificado como uno de
los documentos más aterradores de la historia humana:
Doctrinas e invenciones infames, horribles mentiras que
servían para ocultar una crueldad sin parangón en
el mundo. El Malleus decía que si a una mujer la acusaban
de brujería, era bruja y la tortura era el único
medio infalible para demostrar la validez de la acusación.
La acusada no tenía derechos, no tenia oportunidad de
defenderse ante los acusadores. No se prestaba atención a
que las acusaciones se hiciesen con propósitos
impíos, por ejemplo, por celos, venganzas o avaricia de
los inquisidores, quienes confiscaban las propiedades de las
acusadas para su propio uso y disfrute.

Este manual técnico para torturadores
incluía los métodos de castigo para sacar a los
demonios del cuerpo de las victimas antes de matarlas. Con el
Malleus a la mano y el respaldo papal; surgieron inquisidores por
toda Europa y sus santos procesos se convirtieron en fraudes,
asesinatos y robos masivos sancionados legal y
moralmente.

Todos los costos de investigación, juicio y
ejecución recaían sobre las acusadas y sus
familias. También las dietas de los detectives privados
contratados para espiar a las brujas potenciales, el vino para
los centinelas, los banquetes para los jueces, los gastos de
viaje de mensajeros enviados a otras ciudades a buscar
torturadores más experimentados, los haces de leña,
el alquitrán y la cuerda del verdugo. Además, cada
miembro del tribunal tenía gratificación por bruja
quemada. El resto de las propiedades de la bruja, si algo
quedaba, lo dividían entre iglesia y estado.

A medida que se institucionalizaban estos asesinatos y
robos masivos, crecía una inmensa burocracia para
servirla, que se fue extendiendo a brujas de clase pobre, clase
media y clase acaudalada.

Como a cada bruja se le obligaba a implicar a alguna
más, el número de condenadas crecía
exponencialmente. Se aplicaban las torturas más horrendas
a toda acusada después que los curas encargados
bendecían el instrumental de tortura. Cuantas más
confesiones de brujería se conseguían bajo tortura,
más difícil era sostener que estas confesiones eran
obligadas.

En una era de credulidad y con el mandato de la Biblia
"no dejarás que ninguna bruja viva", se aceptaron
tranquilamente hasta los testimonios más
fantásticos como pruebas temibles, como aquellos de que:
"El diablo sigue vivo". "Decenas de miles de brujas se
reúnen para celebrar aquelares, o reuniones nocturnas con
presencia del demonio en las plazas públicas". "El cielo
se oscureció cuando doce mil brujas se echaron a volar
hacia Terranova". De esta manera se quemaron legiones de mujeres
en hogueras.

El Papa Inocencio murió en 1492, después
de varios intentos fallidos de mantenerlo con vida, como la
muerte de tres jóvenes para practicarle transfusiones y el
pecho de mujeres lactantes para amamantarlo. Lo lloraron sus
amantes y sus hijos.

En Gran Bretaña, los buscadores de brujas
llamados "punzadores", recibían buena gratificación
por cada bruja que entregaban para su ejecución.
Comprobaban que eran brujas pinchándolas con una aguja sin
que sintieran dolor ni sangraran. Los punzadores lo hacían
en manchas, cicatrices o lunares, que llamaban marcas del diablo.
Lo hacían con un movimiento de la mano que daba la
impresión que la aguja penetraba profundamente en la carne
de la bruja, sin que ello sucediera realmente.

Un punzonador de mediados del siglo XVII confesó
haber causado la muerte a más de 220 mujeres en Inglaterra
y Escocia, y haber recibido como beneficio 20 chelines por cada
una.

En los juicios de brujas no se admitían pruebas
atenuantes, testigos defensores, ni coartadas, es decir,
argumentos de encontrarse en otro sitio en el momento del hecho.
Por ejemplo cuando las mujeres eran acusadas de participar en
aquelarres, no aceptaban los testimonios de sus esposos quienes
aseguraban que en esos momentos sus esposas se encontraban
durmiendo con ellos. Los inquisidores afirmaban que en esos casos
los demonios se hacían pasar por sus esposos. Que el poder
de percepción de los maridos era incapaz de contrarrestar
los poderes de engaño de Satanás.

Muchas mujeres jóvenes y bellas que se negaron a
los caprichos de los inquisidores fueron enviadas a la hoguera.
En una sociedad reprimida socialmente, dominada por varones, con
curas inquisidores, aparentemente célibes, abundaban los
hombres misóginos, que odiaban a las mujeres y los
sádicos que gozaban con la perversión sexual y el
sufrimiento moral y físico infringido a sus
víctimas.

Aunque Agustín aseguraba que no se podía
llamar fornicador al diablo por la naturaleza de su miembro, en
los juicios se prestaba atención minuciosa a la calidad y
cantidad de orgasmos en las supuestas copulaciones de las
acusadas con los demonios.

Como Ludovico Siniastri afirmó en su libro que
las marcas del diablo se encontraban en los pechos y partes
íntimas de las mujeres los inquisidores, que fueron
exclusivamente varones, afeitaban el vello púbico de las
acusadas y les inspeccionaban cuidadosamente sus
genitales.

En la inmolación de la joven de 20 años
Juana de Arco, el verdugo de Ruán apagó las llamas,
tras habérsele quemado el vestido para que los
espectadores pudieran ver todos los secretos que guarda una
mujer.

La estadística del año 1598, de las
personas que fueron cremadas por brujería en la ciudad
alemana de Wurzburgo, constituye una pequeña muestra de
aquella macabra realidad: Un senador, el administrador del
senado, un canónigo, un estudiante políglota, un
herrero, el ciudadano más gordo y la chica más
guapa de la ciudad, ancianas, esposas, extranjeras, niñas,
niños y mujeres jóvenes.

En un solo año hubo hasta 28 inmolaciones
públicas con 4 a 6 víctimas en cada una de ellas.
Estas estadísticas son un microcosmos de lo que
ocurría en toda Europa. Nadie sabe cuántas
víctimas fueron ejecutadas, cientos de miles, quizá
millones. Los responsables de la persecución,
justificación, juicio, tortura y quema, inquisidores
torturadores y verdugos cumplían un trabajo de dios,
aniquilar demonios para salvar las almas.

La brujería no era la única ofensa a dios
merecedora de tortura y quema en la hoguera. La herejía
era un delito todavía más grave, castigado sin
piedad.

En el siglo XVI, William Tyndale cometió la
temeridad de traducir el Nuevo Testamento del latín al
inglés. Las autoridades eclesiásticas de entonces
argumentaron que las personas que no podían leer la biblia
en latín, eran peligrosas para la doctrina y la
iglesia.

Formar puntos de vista religiosos propios e
independientes, establecer líneas privadas de contacto con
dios sin los intermediarios consagrados por la iglesia para ello,
era un desafío, una desestabilización del trabajo
de los clérigos autorizados. Tyndale fue perseguido,
detenido, muerto a garrote y su cuerpo quemado en una hoguera.
Irónicamente los ejemplares de su traducción
decomisados, sirvieron de base luego a la exquisita
traducción de la Biblia al inglés, ordenada por el
rey Jacobo.

Los clérigos que monopolizaban
fanáticamente el derecho a la palabra divina,
impedían que muchos cristianos pudieran conocerla. Con
esta disposición mental y con el conocimiento absoluto de
hacerse acreedores a la tortura y a la muerte, era
prácticamente imposible que los cristianos del
común profundizaran en el conocimiento de la doctrina y
ayudaran a las acusadas de brujería.

La quema de brujas, característica de la cultura
occidental, declinó a partir del siglo XVI. Algunas
iglesias, sin embargo, siguen practicando exorcismos de demonios
y denuncian como brujería las mismas prácticas
rituales que ellos usan, cuando son realizadas por otras
religiones.

En el siglo XVIII, la enfermedad mental se consideraba
adscrita a causas sobrenaturales, como la posesión
demoníaca. El insomnio se consideraba un castigo provocado
por los demonios. Muchas personas, entre ellas Martín
Lutero, afirmaban que se comunicaban regularmente con el
diablo.

En nuestra época todavía es normal
encontrar brujos y diablos pero en cuentos infantiles. Sin
embargo parte considerable de las poblaciones de las religiones
monoteístas creen aún en el diablo y algunos
sostienen haber tenido comunicaciones con él, o visiones
de él.

Rebeca Brown, sostuvo que el aborto y el sexo
fuera del matrimonio casi siempre terminaban en infestaciones
demoníacas y que las meditaciones no religiosas como el
yoga y las artes marciales pretendían seducir a los
cristianos a adorar al demonio, y que el rock era un plan musical
cuidadosamente elaborado por el propio Satanás.

Fuente

Carl Sagan, El mundo y sus demonios, del libro Dios no
existe de Christopher Hitchens.

 

 

Autor:

Rafael Bolívar
Grimaldos

 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter