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La educación ambiental en el contexto de la formación laboral



  1. Resumen
  2. Introducción
  3. La educación
    ambiental
  4. La educación
    ambiental hacia el desarrollo sostenible
  5. La educación
    ambiental como parte de la formación
    laboral
  6. Consideraciones
    finales
  7. Bibliografía

Resumen

Se fundamenta que educación ambiental constituye
una dimensión de la formación laboral, en el
contexto de la preparación del sujeto para el trabajo
activo, creador y productivo, especialmente en la esfera de la
producción material. Se propone el término
formación laboral ambientalista para identificar la
cualidad que, producto de la interacción entre ambas,
puede ser incorporada a la cultura general integral del individuo
y la sociedad, a través del proceso pedagógico. Se
ofrece una definición de esta última, orientada al
desarrollo sostenible.

Introducción

Por lo general se acepta que la formación laboral
constituye una dimensión del proceso pedagógico
orientada a preparar a al sujeto para el trabajo activo, creador
y productivo, especialmente en la esfera de la producción
material. Pretende dotar al individuo y a la sociedad en su
conjunto, de las cualidades cognitivas, motivaciones,
actitudinales y procedimentales, que le permitan analizar,
comprender y dar solución a los problemas de la
práctica social.

La actividad del sujeto (y particularmente la laboral)
se concreta en un medio ambiente determinado y el trabajo
constituye, en esencia, una acción destinada a transformar
a este último. Es por ello que al formar laboralmente al
sujeto, hay que prepararlo también para valorar las
consecuencias ambientales de su labor.

De allí la importancia que adquiere desarrollar,
como parte del proceso de la formación laboral, el
tratamiento del medio ambiente y la educación ambiental,
tanto desde la perspectiva cognitivo -instrumental como
motivacional – afectiva.

La
educación ambiental

La educación ambiental sin un profundo saber
ambiental, resultaría hueca, vacía; sin bases
pedagógicas, sería injustificablemente
espontánea y jamás lograría la efectividad
necesaria como instrumento de cambio social; sin una clara
definición ética, andaría a la
deriva.

Uno de sus principales fundamentos
epistemológicos lo constituye la concepción del
ecosistema, objeto de estudio y principal aporte de la
Ecología al conocimiento del medio ambiente. La
educación ambiental es responsable de la enseñanza
y del aprendizaje, no sólo de los componentes
físicos, geológicos, geográficos,
climáticos y bióticos que conforman un ambiente
concreto, sino también de las interacciones que se
producen entre ellos, producto de lo cual se genera y regenera
constantemente un sistema organizador con capacidad para
auto-producirse, auto-regularse y auto-organizarse sin un centro
de control determinado. Debe a su vez, colectivizar la
aplicación de esta cognición al análisis de
los problemas ambientales desde una perspectiva planetaria,
porque, como ha dicho Edgar Morín, "…el
diagnóstico de un mal ecológico apela, no a una
acción destructora sobre un blanco, sino a una
acción reguladora sobre una interacción"

(Morín, 1996: 5).

Resulta imprescindible superar la dicotomía
sociedad – naturaleza, a la vez que se profundice en lo que
distingue al hombre de su entorno. Para ello es necesario, asumir
un concepto amplio de medio ambiente (entendiéndolo como
"el conjunto multidimensional e integral de elementos
físicos, biológicos, socioeconómicos,
tecnológicos y culturales, que conforman el mundo material
y espiritual del hombre
" (Méndez, 2002) y de cultura
(para considerar también dentro de ella al entorno
natural); buscar la unidad entre las ciencias naturales y
sociales, así como el enfoque social de la ciencia y de
los problemas ambientales.

Se han hecho múltiples intentos por definir la
educación ambiental con diferentes enfoques y puntos de
vista (véase, entre otras fuentes, las siguientes:
Asamblea Nacional del Poder Popular de la República de
Cuba, 1997; Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio
Ambiente de la República de Cuba, 1997 y Novo 1998), pero
por lo general se entiende como un revolucionario proceso de
influencias positivas de la sociedad sobre todos los individuos,
con carácter permanente, sistemático, integrado y
contextualizado; para desarrollar los conocimientos,
experiencias, habilidades, sensibilidad, actitudes, conciencia,
hábitos, valores capacidades, competencias, voluntad de
actuar, participación y desempeño, que se necesitan
de cada ciudadano para avanzar en la armonización de las
relaciones entre los seres humanos, y de ellos con el resto de la
sociedad y la naturaleza, con vistas a asegurar su calidad de
vida de manera sostenible.

La educación ambiental aspira a promover la
participación ciudadana en la búsqueda e
implementación de alternativas para enfrentar el deterioro
del ambiente, como respuesta a "…la percepción
de una situación o estado no satisfactorio con respecto a
una parte o a la totalidad del medio ambiente; el empeoramiento
cualitativo del entorno por causas naturales o provocado por la
actividad antrópica"
(Berriz y Bueno, s.a).
Deberá buscar soluciones para estas urgencias en toda su
diversidad, siguiendo una lógica conceptual basada en la
subordinación de las manifestaciones locales a las de
alcance nacional, regional y global, tanto en el plano
estrictamente ambiental (contaminación, cambio
climático, destrucción de la capa de ozono,
degradación de los suelos, pérdida de biodiversidad
y generación energética no sostenible), como en el
social (explosión demográfica, hambre,
insalubridad, analfabetismo, guerras, desigualdad, inequidad,
injusticia y problemas relacionados con el
desarrollo).

Sin embargo, aspirar únicamente a preparar la
ciudadanía para la búsqueda de soluciones para las
fisuras producidas en el funcionamiento del ecosistema por causas
antrópicas o naturales, significaría una
simplificación inaceptable de los fines de la
educación ambiental; sería fijar sus objetivos en
tácticas dirigidas a superar la crisis actual
(causa-efecto-solución), pero descuidaría la
preparación estratégica para un manejo atinado de
la biosfera en cualquier circunstancia. Por tanto, le
atañe también formar las competencias necesarias
para una gestión racional y sostenible del entorno
material y espiritual del hombre, buscando la "…
creación de las condiciones materiales, culturales y
espirituales que propicien la elevación de la calidad de
vida de la sociedad, con un carácter de equidad, y
justicia social de forma sostenida y basado en una
relación armónica entre los procesos naturales y
sociales, teniendo como objeto tanto las actuales generaciones
como las futuras
(Ministerio de Ciencia Tecnología y
Medio Ambiente de la República de Cuba, 1997: 9),
aspiraciones que sólo deben ser asumidas en el contexto de
una permanente reconsideración y complejización del
concepto de desarrollo humano.

El fundamento psicopedagógico de la
educación ambiental debe tomar el enfoque
histórico-cultural de L. S. Vigotsky (atención a la
relación afectivo – cognitiva, a la diversidad y el papel
del otro), la actividad protagónica del estudiante en su
aprendizaje y el papel regulador del educador en la
formación integral de la personalidad del individuo,
concebido este último como un ser social, sin desconocer
en ningún momento su componente
biológico.

Según la tesis de Vigotsky, las funciones
psíquicas superiores tienen un origen social, es decir,
surgen de las interacciones en el proceso de comunicación
entre las personas, pues cada individuo nace con aptitudes
innatas para reaccionar ante los estímulos del ambiente,
pero en el transcurso de su vida en sociedad incorpora
determinados criterios, patrones de conducta, que entre otros
modelan su modo de actuación. Posteriormente, en la
conformación definitiva de la personalidad, actúan
diferentes tipos de mediación, siendo las de tipo social,
que se concretan por la influencia de otras personas o grupos de
ellas, las de mayor significación y ello ha sido
identificado de manera general como, "… el papel del
otro en la formación de la conciencia individual
"
(Morenza, 1998: 4 ).

En este proceso de mediación debe tenerse en
cuenta la denominada zona de desarrollo próximo, entendida
como la distancia entre lo que puede aprender el sujeto por
sí solo y con la ayuda del otro. Toda diferencia entre el
conocimiento de las personas, entre sus puntos de vista con
relación al medio ambiente, es suficiente para que las
relaciones humanas puedan funcionar como escenarios de
enseñanza y aprendizaje. Es así que la
educación ambiental puede lograrse por vías
formales (fundamentalmente en las relaciones educador-estudiante
y estudiante-estudiante), no formales (esencialmente en las
relaciones institución – comunidad – sujeto) e informales
(interacciones sujeto – sujeto, fundamentalmente). La
enseñanza, guía y conduce el desarrollo cultural
del individuo, permite la formación de cualidades de su
personalidad que modelen conductas orientadas a la
conservación y al fortalecimiento de valores
ambientales.

La educación ambiental debe ser vista como parte
de la cultura general del ciudadano, como una dimensión de
su educación integral (Asamblea Nacional del Poder Popular
de la República de Cuba, 1997: 4). De acuerdo con lo
planteado, se impone descartar un modelo educativo
tradicionalista y asumir otro que coloque en primer plano al
discente y considere, tanto los conocimientos que este adquiere,
como las necesidades, motivos, sentimientos y emociones que
dirigen y orientan su actuación, de modo que exista una
estrecha unidad entre lo afectivo y lo cognitivo, aspecto
distintivo de la función reguladora de la
personalidad.

Se debe educar para la vida desde la realidad
circundante, orientar a las personas en la percepción de
los objetos, hechos y fenómenos, ayudarlas en la
adquisición de conocimientos, en el desarrollo de sus
sentimientos, lo cual contribuye significativamente al logro de
una actuación y a la participación consciente con
respecto al entorno de acuerdo con la edad y los contextos que le
son propios.

En esta dirección resulta de especial
interés el principio de la unidad entre la teoría y
la práctica. El desarrollo de la educación
ambiental no puede reducirse a la enseñanza en el plano
teórico, sino en una estrecha vinculación con la
realidad, para relacionar al discente con el medio donde
desarrolla su actividad y generar experiencias de carácter
participativo. La posibilidad de aplicar los conocimientos y
habilidades en la solución de problemas prácticos
relacionados con esta temática, consolida la teoría
que posibilita una adecuada relación individuo – sociedad
– naturaleza.

La educación debe tener un carácter
desarrollador, a lo cual no escapa la educación ambiental.
Para ello se requiere involucrar al educando en el proceso como
un ente reflexivo, caracterizado por un alto protagonismo en la
construcción de su conocimiento y en el autocontrol de su
aprendizaje. Aspira al desarrollo integral del individuo y de su
intelecto para alcanzar la creatividad, partiendo del precepto de
que la educación promueve el desarrollo, al "…
conducir a las personas más allá de los niveles
alcanzados en un momento determinado de su vida y propiciar la
realización de aprendizajes que superen las metas ya
logradas"
(Castellanos et al., 2002: 22).

Se necesita propiciar un nuevo saber que, potenciando la
unificación de lo cognitivo y lo valorativo, propicie la
sustitución del antropocentrismo desmedido que ha
justificado históricamente el dominio del hombre sobre la
naturaleza, por una concepción humanista que no
sólo centre sus aspiraciones en proporcionar a este
último mejores condiciones de existencia, sino que
también lo valore como parte de su entorno, que reconozca
el papel que para su supervivencia, calidad de vida y
desalienación, tiene el conjunto multidimensional e
integral de elementos físicos, biológicos,
socioeconómicos, tecnológicos y culturales que
conforman su ámbito material y espiritual.

La educación ambiental debe promover entonces la
integración del conocimiento científico y la
moralidad en una Bioética global que defienda la
solidaridad diacrónica y la extensión de la
función reguladora de la moral a las relaciones del hombre
con los componentes no humanos (físicos,
geológicos, geográficos, climáticos,
bióticos) de los ecosistemas y con la organización
constantemente generada y regenera, producto de las
inter-retro-acciones que se originan entre ellos.

La
educación ambiental hacia el desarrollo
sostenible

"En la medida en que evolucionó el
pensamiento ambiental, lo hizo también la dimensión
ambiental de la educación
…" (Roque, 2007:
38). En un inicio estuvo orientada hacia la protección
exclusivamente de la naturaleza, pero más tarde el
referente se amplió al medio ambiente en su conjunto,
mientras que la aspiración evolucionó hacia la
conservación[1]A partir del surgimiento del
concepto de desarrollo sostenible en 1987, comenzó a
hablarse de una educación para el desarrollo sostenible
(Ayes, 2007), tendencia que se ha generalizado en la
actualidad.

Roque (2007: 39) no considera que la educación
para el desarrollo sostenible "…constituya un concepto
emergente sino una orientación, una tendencia de la
educación ambiental después de los 90, como un
proceso lógico de su evolución
…". No
obstante, algunos autores han intentado aportar una
definición de "educación ambiental para el
desarrollo sostenible", en términos de: "Proceso
educativo que incorpora de manera integrada y gradual las
dimensiones económica, político-social y
ecológica del desarrollo sostenible a los estudiantes y
docentes del Sistema Nacional de Educación y se expresa en
modos de pensar, sentir y actuar responsables ante el medio
ambiente"
(Santos, 2009).

Múltiples cuestionamientos pudieran
realizársele a esta definición, bien sea en el
orden de su redacción (redunda de manera
tautológica al declarar que la educación es un
proceso educativo); de su fundamento ambiental (refiere una
dimensión ecológica del desarrollo sostenible,
cuando en realidad, por su alcance, debe ser ambiental); de las
limitaciones que evidencia en cuanto a fines (considera
sólo un valor en su proyección axiológica;
la responsabilidad, el cual, por importante que sea, no resulta
suficiente); así como de la innecesaria limitación
al sistema nacional de educación (cuando la
formación para el desarrollo sostenible sobrepasa la
enseñanza escolarizada y se extiende a la educación
masiva, popular y comunitaria) y la ambigüedad apreciable en
el uso de las categorías propias del proceso
pedagógico, entre otras. Pero no obstante a ello, es
ilustrativo de una tendencia actual de la reflexión
pedagógica en este campo y alerta sobre un saber en
construcción que avanza hacia la definición de
nuevos conceptos y la complejización gradual del
metalenguaje, aparentemente en busca de mayor precisión en
la comunicación.

La
educación ambiental como parte de la formación
laboral

Grabe (1989: 29), ha asegurado que: "La
educación ambiental debería ser un proceso continuo
y permanente para el personal técnico
". No resulta
difícil comprender que esta afirmación debe ser
extendida a toda la formación laboral que reciba el
sujeto, con independencia de su edad, nivel académico o
perfil profesional.

El autor antes citado hace referencia a que en este
contexto debe prestársele atención al medio
ambiente externo -el que se relaciona con el tipo de actividad
que realiza el sujeto- tanto como al interno, es decir, las
condiciones en que se lleva a cabo el trabajo, los principales
riesgos ambientales que se presentan en ese entorno, así
como las formas y medios requeridos para proteger a
aquéllos que laboran en él, contra accidentes e
insalubridad laboral.

En el ámbito de la carrera de agropecuaria que se
oferta en las universidades de ciencias pedagógicas
cubanas, la citada aspiración ha sido denominada por
Pérez (2007) en términos de "formación
laboral ambientalista
". Dicha expresión pudiera
perfectamente asumirse para identificarla, en el nuevo contexto
en que se viene analizando, pero para ello se necesita de una
adecuación imprescindible.

En la citada tesis no se ofrece una definición de
formación laboral ambientalista. Sin embargo, existen
reflexiones como la siguiente: "De lo que trata es de
estimular, desde la concepción pedagógica que se
propone, un aprendizaje que, en su carácter desarrollador
facilite la comprensión y desarrollo de actitudes
proambientales, de cara a la comprensión de la
problemática ambiental, como proceso que atraviesa la
sostenibilidad del desarrollo desde una visión
ética que implica, compromiso y responsabilidad social en
relación con la naturaleza en aras de su
explotación solidaria
" Pérez (2007: 44)
.

Si se limitara la formación laboral ambientalista
al desarrollo de actitudes, compromiso y responsabilidad,
evidentemente se reduciría de manera excesiva el alcance
del concepto. Por otra parte, si el autor propone, muy
acertadamente además, lograr un aprendizaje desarrollador,
habría que fijar los fines en cada una de las dimensiones
de este último proceso, de manera tal que se hicieran
coincidir con los objetivos definidos para la educación
ambiental (véase Méndez 2008). Desde el punto de
vista instructivo sería necesario atender además el
acopio de experiencias, la consolidación de percepciones y
la elevación del nivel de conocimientos. Desde una
perspectiva formativa, a la regulación del comportamiento,
el manejo de las motivaciones, sentimientos y conducta;
así como el desarrollo de la sensibilidad, la voluntad, la
conciencia, las actitudes y los valores en sentido general.
Finalmente, en la esfera desarrolladora: la conformación y
reafirmación de hábitos, habilidades, aptitudes,
capacidades y competencias, así como la
estimulación de la participación y perfeccionar el
desempeño.

Otro aspecto que se declara de manera ambigua en la
contribución a la definición que se viene
analizando es el alcance que se le da al aspecto ambiental, a lo
cual se hace referencia mediante la utilización del
término "proambiental". Etimológicamente,
se insta a lograr transformaciones en la educación del
sujeto, en favor del medio ambiente. Evidentemente, no
bastaría con desarrollar inclinaciones al respecto y si se
va a ser consecuente con la evolución que ha tenido la
educación ambiental durante las dos últimas
décadas, habría que hacer declaración
explícita del interés de contribuir por esta
vía a lograr la contribución imprescindible de cada
ciudadano al desarrollo sostenible.

De acuerdo con las consideraciones anteriores, pudiera
definirse la formación laboral ambientalista como: aquella
dimensión del proceso pedagógico orientada a
preparar al sujeto para el trabajo activo, creador y productivo,
especialmente en la esfera de la producción material; a
dotarlo de las cualidades cognitivas, motivacional – afectivas y
desarrolladoras, que le permitan analizar, comprender y dar
solución a los problemas de la práctica social con
vistas a propiciar, con equidad y justicia social, la
elevación sostenida de la calidad de vida de la sociedad,
sin alterar la relación armónica entre los procesos
naturales y sociales y teniendo como objeto tanto las actuales
generaciones como las futuras.

Como ha dicho Roque (2007), cuando se logre dar a la
educación un enfoque verdaderamente holístico y
transdiciplinar, no será necesario aclarar que es
ambiental sino que por sí sola estará enfocada al
desarrollo sostenible. Pudiera agregarse ahora que tampoco
sería necesario especificar que es laboral. Pero
todavía es preciso mantener ambas denominaciones porque
existen muchos obstáculos para que a la práctica
pedagógica pueda incorporarse ambas
dimensiones.

Consideraciones
finales

1-En tanto la actividad laboral produce siempre, en
alguna medida, transformaciones en el medio ambiente, la
formación laboral no puede estar separada de la
valoración de las consecuencias ambientales de la
actuación del sujeto.

2-La formación laboral y la educación
ambiental coexisten como dimensiones de todo proceso
pedagógico científicamente planificado.

3-Lejos de entrar en conflicto, se complementan
simultáneamente.

4-Ambas categorías son de máxima
generalidad y sólo pueden ser jerarquizada con respecto a
la otra, cuando ha sido definido anteriormente el sistema en el
marco del cual va a ser analizada la relación entre
ambas.

5-En este caso se ha considerado a la educación
ambiental como una dimensión de la formación
laboral, utilizando como referente la preparación del
sujeto para el trabajo activo, creador y productivo,
especialmente en la esfera de la producción material. La
integración de ambas se concibe a su vez como una
dimensión de la educación integral.

6-Pero si se cambia de referente y se asume, por
ejemplo, la preparación del sujeto para lograr la
contribución imprescindible de todos para alcanzar el
desarrollo sostenible, la máxima generalidad puede ser
atribuida a la educación ambiental y, la formación
laboral constituiría una dimensión de gran
significación dentro de ella.

Bibliografía

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República de Cuba. Ley 81, del medio ambiente.
Gaceta Oficial de la República de Cuba. La Habana, viernes
11 de julio de 1997.

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– Méndez, I. Hacia una concepción
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– Morenza, L., & Terré, O. Escuela
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En: Gaceta de Antropología No. 12. 1996. Disponible en:
http://www.ugr.es/~pwlac/G12 _01Edgar_Morin.html.

– Novo, M. La educación ambiental, bases
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Ediciones Universitas S.A. España, 1998.

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Tesis presentada en
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Pais García". Santiago de Cuba. 2007.

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. En: Educación ambiental para
el desarrollo sostenible
[Berriz, R., Ed.]. CIGEA, UNESCO,
Grupo Excelencias. La Habana. 2007. p. 35 – 43.

– Santos, I. La educación ambiental para el
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Memorias del Panel Congreso
Pedagogía 2009 [En CD ROOM, ISBN 798-959-18-0408-2]. Villa
Clara. 2009.

 

 

Autor:

Isidro E. Méndez Santos

Centro de Estudios de Medio Ambiente y Educación
Ambiental.

Universidad de Ciencias Pedagógicas "José
Martí".

Camagüey. Cuba.

[1] Con respecto a la aspiración, el
autor difiere de la citada de Roque (2007), quien define estas
etapas en términos conservación de la naturaleza
y protección del medio ambiente. Realmente la
conservación es más abarcadora que la
protección y surgió a la par del concepto de
medio ambiente.

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