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La investigación científica (Mario Bunge)




Enviado por Claudia Saavedra



    La ciencia es un estilo de pensamiento y de
    acción: precisamente el más reciente, el más
    universal y el más provechoso de todos los estilos. Como
    ante toda creación humana, tenemos que distinguir en la
    ciencia entre el trabajoinvestigación— y su
    producto final, el conocimiento. En este Capítulo
    consideraremos tanto los esquemas generales de la
    investigación científica —el método
    científico— cuanto su objetivo.

    1.1 Conocimiento:
    Ordinario y Científico

    La investigación científica arranca con
    la percepción de que el acervo de conocimiento
    disponible es insuficiente para manejar determinados problemas.
    No empieza con un borrón y cuenta nueva, porque la
    investigación se ocupa de problemas, y no es posible
    formular una pregunta —por no hablar ya de darle
    respuesta— fuera de algún cuerpo de conocimiento:
    sólo quienes ven pueden darse cuenta de que falta
    algo.

    Parte del conocimiento previo de que acrarrea toda
    investigación es cono-cimiento ordinario, esto es,
    conocimiento no especializado, y parte de él es
    conocimiento científico– 0 sea, se ha obtenido mediante el
    método de la ciencia y puede volver a someterse a prueba,
    enriquecerse y, llegado el caso, superarse mediante el mismo
    método. A medida que progresa, la investigación
    corrige o hasta rechaza porciones del acervo del conocimiento
    ordinario. Así se enriquece este último con los
    resultados de la ciencia: parte del sentido común de hoy
    día es resultado de la investigación
    científica de ayer. La ciencia, en
    resolución, crece a partir del conocimiento común y
    le rebasa con su crecimiento: de hecho, la investigación
    científica empieza en el lugar mismo en que la experiencia
    y el conocimiento ordinarios dejan de resolver problemas o hasta
    de plantearlos.

    La ciencia no es una mera prolongación ni un
    simple afinamiento del conocimiento ordinario, en el sentido en
    que el microscopio, por ejemplo, amplía el ámbito
    de la visión. La ciencia es un conocimiento de naturaleza
    especial: (trata primariamente, aunque no exclusivamente, de
    acaecimientos inobservables e insospechados por el lego no
    educado; tales son, por ejemplo, la evolución de las
    estrellas y la duplicación de los cromosomas; la ciencia
    inventa y arriesga conjeturas que van más allá del
    conocimiento común, tales como las leyes de la
    mecánica cuántica o las de los reflejos
    condicionados; y somete esos supuestos a contrastación con
    la experiencia con ayuda de técnicas especiales, como la
    espectroscopia o el control del jugo gástrico,
    técnicas que, a su vez, requieren teorías
    especiales.

    Consiguientemente, el sentido común no puede ser
    juez autorizado de la ciencia, y el intento de estimar las ideas
    y los procedimientos científicos a la lux del conocimiento
    común u ordinario exclusivamente es descabellado: la
    ciencia elabora sus propios cánones de validez y, en
    muchos temas se encuentra muy lejos del conocimiento
    común, el cual va convirtiéndose progresivamente en
    ciencia fósil. Imaginémonos a la mujer de un
    Físico rechazando una nueva teoría de su marido
    sobre las partículas elementales porque esa teoría
    no es intuitiva, o a un biólogo que se aferrara a la
    hipótesis de la naturaleza hereditaria de los caracteres
    adquiridos simplemente porque esa hipótesis coincide con
    la experiencia común por lo que hace a la evolución
    cultural. Parece estar clara la conclusión que deben
    inferir tic todo eso los filósofos; no intentemos reducir
    la ciencia a conocimiento común, sino aprendamos algo de
    ciencia antes de filosofar sobre ella.

    La discontinuidad radical entre la ciencia y el
    conocimiento común en numerosos respectos y,
    particularmente por lo que hace al método, no debe, de
    todos modos, hacemos ignorar su continuidad en otros respectos,
    por lo menos si se limita el concepto de conocimiento
    común a las opiniones .sostenidas por lo que se suele
    llamar sano sentido común o, en otras lenguas, buen
    sentido. Efectivamente, tanto el sano sentido común cuanto
    la ciencia aspiran a ser racionales y objetivos: son
    críticos y aspiran a coherencia (racionalidad), e intentan
    adaptarse a los hechos en vez de permitirse especulaciones sin
    control (objetividad).

    Pero el ideal de racionalidad, a saber, la
    sistematización coherente de enunciados fundados y
    contrastadles, se consigue mediante teorías, y
    éstas son el núcleo de la ciencia, más que
    del conocimiento común, acumulación de piezas de
    información laxamente vinculadas. Y el ideal de la
    objetividad —a saber, la construcción de
    imágenes de la realidad que sean verdaderas
    impersonales— no puede realizarse más que rebasando
    los estrechos limites de la vida cotidiana y de la experiencia
    privada, abandonando el punió de vista
    antropocéntrico, formulando la hipótesis de la
    existencia de objetos físicos más allá de
    nuestras pobres y caóticas impresiones, y contrastando
    tales supuestos por medio de la experiencia intersubjetiva
    {transpersonal) planeada e interpretada con la ayuda de
    teorías. El sentido común no puede conseguir
    más que una objetividad limitada porque está
    demasiado estrechamente vinculado a la percepción y a la
    acción, y cuando las rebasa lo hace a menudo en la forma
    del mito: sólo la ciencia inventa teorías que,
    aunque no se limitan a condensar nuestras experiencias, pueden
    contrastarse con esta para ser verificadas o falsadas.

    Un aspecto de la objetividad que tienen en común
    el buen sentido y la ciencia es el naturalismo, o sea,
    la negativa a admitir entidades no naturales (por ejemplo, un
    pensamiento desencarnado) y fuentes o modos de conocimiento no
    naturales (por ejemplo, la intuición metafísica).
    Pero el sentido común, reticente como es ante lo
    inobservable, ha tenido a veces un efecto paralizador de la
    imaginación científica, la ciencia, por su parte,
    no teme a las entidades inobservables que pone
    hipotéticamente, siempre que el conjunto hipotético
    pueda mantenerse bajo su control: la ciencia, en efecto, tiene
    medios muy peculiares (pero nada esotéricos ni infalibles)
    para someter a contraste o prueba dichos supuestos.

    Una consecuencia de la vigilancia crítica y de la
    recusación naturalista de los modos de conocimientos
    esotéricos es el falibilismo, o sea, el
    reconocimiento de que nuestro conocimiento del mundo es
    provisional e incierto —lo cual no excluye el progreso
    científico, sino que más bien lo exige. Los
    enunciados científicos, igual que los de la experiencia
    común, snn opiniones, pero opiniones ¡lustradas
    (fundadas y contrastables) en vez de dicta arbitrarios o
    charlas insusceptibles de contrastación o prueba. Lo
    único que puede probarse hasta quedar más
    allá de toda duda razonable son o bien teoremas de la
    lógica y la matemática, o bien enunciados
    fácticos triviales (particulares v de observación)
    como "este volumen es pesado". Los enunciados referentes a la
    experiencia inmediata no son esencialmente incorregibles, pero
    rara vez resultan dignos de duda: aunque son también
    conjeturas, en la práctica los manejamos como si fueran
    certezas. Precisamente por esa razón son
    científicamente irrelevantes: si puede manejarlos de un
    modo suficiente el sentido común, ¿por qué
    apelar a la ciencia? Esta es la razón por la cual no
    existe una ciencia de la mecanografía ni de la
    conducción de automóviles. Kn cambio, los
    enunciados que se refieren a algo más que la experiencia
    inmediata son dudosos y, por tanto, vale la pena someterlos
    varias veces a contraslación y darles un fundamento. Pero
    en la ciencia la duda es mucho más creadora que
    paralizadora: la duda estimula la investigación, la
    búsqueda de ideas que den razón di- los hechos de
    un modo cada vez más adecuado. Así se produce un
    abanico de opiniones científicas de desigual peso: unas de
    ellas están mejor fundadas y más
    detalladamente contrastadas que oirás. Por eso el
    escéptico tiene razón cuando duda de cualquier cosa
    en particular, y yerra cuando duda de todo en la misma
    medida.

    Dicho brevemente: las opiniones científicas son
    racionales y objetivas como las del sano sentido común:
    pero mucho más que ellas. ¿Y que es entonces
    —si algo hay— lo que da a la ciencia su superioridad
    sobre el conocimiento común? No, ciertamente. la sustancia
    o tema, puesto que un mismo objeto puede ser considerado de modo
    no científico, o basta anticientífico, y
    según el espíritu de la ciencia. La hipnosis, por
    ejemplo, puede estudiarse de un modo acientífico, como
    ocurre cuando se describen casos sin la ayuda de la teoría
    ni del experimento. También puede considerarse como un
    hecho super-normal o hasta sobrenatural, que no implica ni a los
    órganos de los sentidos ni al sistema nervioso, o sea,
    como resultado de una acción directa de mente a mente. Por
    último, puede plantearse el estudio de la hipnosis
    científicamente, esto es, construyendo conjeturas acerca
    del mecanismo fisiológico subyacente al comportamiento
    hipnótico y controlando o contrastando dichas
    hipótesis en el laboratorio. En principio, pues, el objeto
    o tema no es lo (pie distingue a la ciencia de la no-ciencia,
    aunque algunos problemas determinados —por ejemplo, el de
    la estructura de la materia— difícilmente puedan
    formularse fuera de un contexto científico.

    Si la "sustancia" (objeto) no puede ser lo distintivo
    de toda ciencia, entonces tienen que serlo la "forma" (el
    procedimiento) y el objetivo: la peculiaridad de la ciencia tiene
    (pie consistir en el modo como opera para alcanzar algún
    objetivo determinado, o sea, en el método
    científico y en la finalidad para la cual se aplica dicho
    método. (Prevención: "método
    científico* no debe construirse como nombre de un conjunto
    de instrucciones mecánicas e infalibles que capacitaran al
    científico para prescindir de la imaginación; no
    debe interpretarse tampoco como una técnica especial para
    el manejo de problemas de cierto tipo). El planteamiento
    científico,
    pues, está constituido por el
    método científico y por el objeto
    de la ciencia.

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