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¡Libre de ataduras sexuales!



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Un
    problema común
  3. El
    adulterio, una epidemia de nuestro tiempo
  4. El
    adulterio, una impureza sexual
  5. Una
    definición sencilla
  6. Mirando el fenómeno desde la
    sicología
  7. ¿Nos golpea el adulterio? ¿De
    qué manera?
  8. El
    adulterio: origen, evolución y
    consecuencias
  9. Una
    perspectiva desde la Biblia
  10. Es
    hora de arrepentirse
  11. Enfrentando la
    homosexualidad
  12. Un
    comportamiento con amplia
    aceptación
  13. Posibles factores
  14. ¿Qué del homosexualismo a la luz
    de la Biblia?
  15. Venciendo las Parafilias
    Sexuales
  16. La
    pornografía, el gigante silencioso que gana
    terreno
  17. El
    puente que se tiende hacia la inmoralidad
    sexual
  18. Emprenda hoy el camino para ser
    libre…

"Cuando alguno es tentado, no
diga que es tentado de parte de Dios, porque Dios no puede ser
tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada
uno es tentado cuando de su propia concupiscencia es
atraído y seducido. Entonces la concupiscencia,
después que ha concebido, da a luz pecado; y el pecado,
siendo consumado, da a luz la muerte"(Santiago
1:13-15).

Introducción

¡Es real! Tú
también puedes caer…

Eran pasadas las doce de la noche. Sólo estaba
encendida la luz del cuarto de estudio. Afuera llovía
fuertemente. Orlando se restregó los ojos con el dorso de
las manos. Estaba cansado. Llevaba mucho tiempo frente al
computador. Su esposa se asomó a la puerta. Estaba
adormilada.

No puede creer que estés otra vez en lo
mismo
—le dijo, en tono de reproche.

Tranquila, ya apago el computador. Voy para
allá
—se defendió.

Era la quinta vez en menos de un mes que, aprovechando
el profundo sueño de ella, él se conectaba al
Internet para ver pornografía. Aunque no quería
admitirlo, se había convertido en una poderosa
adicción.

Lo más preocupante era que justo al amanecer del
domingo, debía estar al frente de la congregación
presidiendo la oración preparatoria del
culto…

En otro espacio diferente, esa misma noche,
Rómulo no podía conciliar el sueño. No
sabía qué hacer. Aunque se esforzaba por vivir
conforme a la Palabra de Dios, sentía la impotencia de
caer una y otra vez en adulterio con una compañera de
oficina.

Una relación de vieja data. Todo comenzó
como una amistad que estrechó sus lazos hasta convertirse
en un concubinato no declarado. Ni a él ni a ella les
convenía un escándalo. Los dos estaban
comprometidos y no querían romper sus respectivas
relaciones.

Ernesto por su parte despertó con una llamada
inesperada en el teléfono celular. Al otro lado de la
línea se encontraba su novia. Llevaban un compromiso de
diez meses. Ella era la líder juvenil reconocida en la
ciudad. Su mayor aspiración era graduarse como
abogada.

No puedo soportarlo, Ernesto. Creo que estoy
embarazad…—
musitó entre sollozos.

Debiste decírmelo esta
noche…–
dijo él.

Sabes que no hubo tiempo. Además
querías que habláramos de otros asuntos y no de mi
situación. No se qué
hacer…–

Pero pudiste decírmelo…
Además sabes que no estoy para asumir una responsabilidad
así… Estoy en la mitad de la carrera de
ingeniería y desvincularme de los estudios sería
terrible…—
argumentó.

Un problema
común

Aunque pretendamos desconocer el fenómeno, la
inmoralidad sexual está alcanzando dimensiones de epidemia
en una sociedad caída como la nuestra. Cada día
aumentan los índices de adulterio, embarazos no deseados,
adicciones a prácticas sexuales aberrantes y,
además, las consecuencias que se derivan de estos
comportamientos.

Indistintamente de si queremos o no abordar el asunto a
la luz de la Biblia, no podemos cerrar los ojos a la realidad: la
dignidad del ser humano se ve vulnerada y las reacciones no se
hacen esperar. Los celos, el resentimiento y la desilusión
son tres de los resultados que se desprenden de estas
actitudes.

Es probable que usted mismo revise su vida y encuentre
que la forma como actúa no es la más apropiada.
Pone en peligro la relación familiar. Además es
probable que le acompañe una sensación de culpa que
le sigue a todas partes como una sombra.

Pero puede ocurrir también que considere que no
se trata de su problema. Al evaluarse conceptúa que
moralmente está sujeto a unos principios y valores que le
convierten en alguien sano en su forma de pensar y de actuar.
Pero cuidado… ¡Usted puede caer en la inmoralidad
sexual!

A través del material que publicamos hoy,
estaremos analizando con detenimiento la
epidemia—permítame utilizar este
término—de la inmoralidad sexual y las terribles
consecuencias que desata.

Agradezco infinitamente a quienes me escriben
diariamente desde diferentes países con problemas de
adulterio, fornicación y toda suerte de adicciones y que,
tras aconsejarles y seguir con ellos un proceso de
acompañamiento, autorizaron que se utilizaran sus
dificultades para ilustrar los diferentes capítulos que
publicamos. Lo único que modificamos, por razones obvias,
fue el nombre de los protagonistas, así como la
ubicación geográfica.

Deseo también testimoniarle mi gratitud a
René Mondejar, mi editor en línea, quien a lo largo
de varios años ha compartido el sueño de buscar a
través de un medio moderno, maravilloso y que a veces
califico de "mágico" como es el Internet, para predicar el
Evangelio transformador de Jesucristo y las pautas que nos llevan
al crecimiento personal y espiritual.

Mi sincero deseo es que este material constituya un
instrumento de bendición para su vida. Recuerde que puede
escribirnos a pastorfernandoalexis@hotmail.com o contactarnos en
el (0057)317-4913705.

© Fernando Alexis
Jiménez

Santiago de Cali, Colombia, Agosto 26
de 2011.

Capítulo 1

El adulterio, una
epidemia de nuestro tiempo

"Porque Jehová es testigo
entre ti y la mujer de tu juventud, con la cual has sido desleal,
aunque ella era tu compañera y la mujer de tu pacto.
¿No hizo él un solo ser, en el cual hay abundancia
de espíritu? ¿Y por qué uno? Porque buscaba
una descendencia para Dios. Guardaos, pues, en vuestro
espíritu y no seáis desleales para con la mujer de
vuestra juventud."(Malaquías 2:14,
15).

Lo que jamás logrará explicar Safiyatu
Huseini fue el dolor que sintió cuando al amparo de la
quietud de su aldea en la lejana Sotoko, en Nigeria, entró
a su choza Yakubu Abubakar –casado y con dos esposas–, y abuso
de ella. Aunque estaba divorciada, el incidente llevo a que se le
considerara como adúltera.

Jamás quise hacerlo…–dijo aun
reportero de la CNN, mientras abrazaba a su pequeña Adama,
prueba fehaciente de que aquel traumático incidente estuvo
signado por el abuso.

La mujer fue condenada a muerte y apeló en varias
ocasiones. Buscó que se reconsiderara su caso en una
sociedad férrea como la islámica que en su ley, la
Sharia, contempla la amputación por robo, los
azotes por beber alcohol y la lapidación por
adulterio.

A ella la acusaron de adulterio, aun cuando era
inocente. A su abusador también. Compartieron igual pena.
Sin embargo y como Yakubu Abubakar argumentó que no la
conocía, fue absuelto. Se hubiesen necesitado cuatro
testigos presenciales del acto para mantener su
culpabilidad.

En Nigeria a las mujeres que sufren este tipo de castigo
se les arroja en un foso en el que los hombres dejan caer una
buena cantidad de piedras hasta que muere.

En otro escenario, los lectores compraron el texto con
avidez. Pronto no quedaron ejemplares en las estanterías
de ninguna librería. Los libros, impecablemente impresos,
no diferían en presentación de cualquier otro. Lo
que tornaba diferente aquella edición era su contenido: En
ella Edwina Currie, una ex política conservadora, revela
que durante cuatro años mantuvo una relación
adúltera con John Major antes de que éste fuera
primer ministro. Major admitió el hecho "más
vergonzoso de mi vida
".

Los diarios del mundo no pudieron pasar alto la noticia:
Una mujer de Ciudad del Cabo acaba de denunciar que Alex
Ferguson, el entrenador del Manchester United, la había
manoseado cuando ella lo acercó en su auto al hotel donde
paraba. Ferguson dice que la acusación es
"ridícula y falsa".

Un caso más: Las autoridades del fútbol
inglés tiemblan ante las inminentes revelaciones del libro
de memorias de Ulrika Jonsson, la ex amante del entrenador del
seleccionado nacional, Sven-Goran Eriksson. Uno de los temores es
que la vengativa Ulrika recuerde o invente cosas que ofendan a
jugadores importantes, tal vez David Beckham.

Los episodios relatados ilustran lo que personalmente
considero es una epidemia de nuestros tiempos: el
adulterio.

El adulterio, una
impureza sexual

Una de las impurezas de carácter sexual, que
afectan nuestra vida a nivel personal y espiritual, es el
adulterio. Una verdadera epidemia en nuestro tiempo. Por su
generalización vale la pena que destinemos varios
capítulos a su análisis. Es un fenómeno
creciente que destruye hogares, provoca heridas en los
sentimientos de las personas, mina es esquema de las relaciones
entre padres e hijos y, además, genera una
sensación de culpa que acompaña a la persona como
una sombra.

El alcance e impacto de caer en el adulterio debe ser
mirado desde diferentes perspectivas, como en un prisma. La
Biblia tiene un enfoque mientras que la psicología y la
sociología otro. Como disciplinas coinciden en un
elemento: mantener relaciones con otra persona mientras se
está comprometido, resulta altamente
perjudicial.

Entre los Israelitas, como veremos más adelante,
los adúlteros experimentaban las consecuencias de su
proceder, no solo con el rechazo y expulsión de la
comunidad, sino con la propia muerte mediante apedreamiento. La
prohibición de incurrir en este pecado moral quedó
expresada en el Monte Sinaí cuando Dios proclamó
sus leyes eternas para el pueblo, conocidas en su fase esencial
como los diez mandamientos (ver Éxodo 20). En los tiempos
de Jesús encontramos ilustrado el castigo en el caso de
una mujer que iba a ser ajusticiada por haber sido sorprendida en
el acto mismo (Cf. Juan 8:2-11), aunque resulta curioso que el
hombre no fuera objeto de señalamiento ni
castigo.

Históricamente y dependiendo de los legisladores,
en muchos países se ha restado contundencia al adulterio y
naciones como Estados Unidos, que se precian de tener
sólidas bases de fe cristiana entre sus Congresistas,
tiene establecidas muchas triquiñuelas para evadir las
consecuencias de incurrir en este tipo de actuaciones.

A tal punto ha tomado fuerza el adulterio en nuestros
tiempos, que aún contrariando disposiciones legales
existentes, muchos países restan peso al adulterio. En
España, por ejemplo, fue despenalizado el 19 de febrero de
1978 mientras que en México se oficializó la
despenalización en mayo de 2008.

En Argentina, si bien el Código Penal en el
Artículo 118, daba carácter penal a este
comportamiento, se derogó mediante Ley 24-453 de 1995.
Queda definido, eso sí, que es causal de divorcio en
consonancia con los artículos 204 y 214 del Código
Civil.

Para los puertorriqueños el asunto es distinto.
Adulterar está penado en el Código Civil del 2004,
Artículo 130, pero se le considera delito menos grave que
solo abre puertas al pago de una multa o prisión hasta por
90 días.

Finalmente y para ilustrar este aspecto, es interesante
notar que hasta el momento en que escribía estas
líneas, una fría mañana en mi amada Santiago
de Cali, todavía no figuraba como penalizado el adulterio
en el Perú…

Una
definición sencilla

Si queremos tener una aproximación al concepto de
adulterio, podemos describirlo como la violación a
la fe conyugal
. Al menos así lo entendemos en la
sociedad Occidental hoy, tal como muchas de las culturas
orientales. No obstante la concepción que tenían
los romanos era distinta. Si la mujer estaba casada, era
adulterio relacionarse con un hombre, mientras que si
ocurría lo contrario, no tenía penalización
de acuerdo con el sistema legal.

El cristianismo fue el que rescató el principio
de que tanto el hombre o la mujer eran adúlteros cuando
mantenían una relación al margen del
matrimonio.

El emperador Constantino legitimó este principio,
dejando sentado que era causal de divorcio en los territorios
sobre los que tuviera dominio el imperio romano.

Justiniano, por su parte, declaro el que el adulterio
del marido era causal de divorcio para la mujer. La
especificación para hacer valedero este derecho es que el
hombre fuera sorprendido en la casa de habitación o se
tuviera comprobación de mantener la relación
ilícita por mucho tiempo (Cf. Novela 117).

Pero si bien es cierto, a raíz del relajamiento
que el tema está teniendo en el ámbito legal, no
solo en nuestro tiempo sino a través de los siglos, vale
la pena ahora el impacto que tiene sobre los componentes de la
pareja el trasgredir el principio de fidelidad que se juraron al
contraer nupcias.

Mirando el
fenómeno desde la sicología

Hace pocos días leí en un portal
internacional de noticias, el resultado de una
investigación según el cual la infidelidad tiene
orígenes de carácter genético. Esta
predisposición genética está sustentada en
ciertos estudios, pero no tienen –como en ninguno de los
casos a los que aluda la ciencia—una infalibilidad
absoluta.

A nivel sicológico hay una premisa que le invito
a considerar y es que los factores predominantes alrededor del
niño, pueden llevarlo a replicar el comportamiento
adúltero de sus padres en su relación
matrimonial.

Un segundo elemento, son los condicionantes de la
sociedad. En la medida que el mundo nuestro legitima el
adulterio, para quienes no han "renovado su mente", puede
resultar fácil de aceptar que un comportamiento así
es "normal".

Un amigo me refería que adulterar representa para
el hombre una forma de satisfacer sus impulsos sexuales que
considera, no colma su cónyuge, mientras que en la mujer
es una manifestación del deseo de comprobar que aún
es atractiva o bien, que desea sentirse amada, valorada, de
significación para la vida de un hombre.

Quienes más resultan perjudicados, son los hijos.
El impacto sobre sus vidas puede resultar traumático,
difícil de superar. En sus corazones puede germinar el
resentimiento, odio e incluso, negación del
parentesco.

¿Qué decir del cónyuge que sufre el
engaño? Sin duda, se ve afectado en su autoestima, se
siente traicionado y en el peor de los casos, puede pensar que no
confiará jainas en nadie.

Es posible que hayas visto casos de adulterio muy cerca.
Tienes claro en tu corazón todo lo que se desprende de
este comportamiento, Las consecuencias son desastrosas. Cualquier
lazo familiar se rompe y todos resultan perjudicados, heridos en
sus sentimientos.

¿Nos
golpea el adulterio? ¿De qué
manera?

El adulterio golpea nuestra vida. En lo personal y lo
espiritual. Es un fenómeno social que cobra fuerza y
destruye vidas. Si nos preguntamos, a la luz de la Biblia, si es
permitido este comportamiento, la respuesta categórica es
un NO. El Plan divino es que en el matrimonio hayan dos. Nada
más. El hombre y la mujer.

Le invito para que nos acompañe a los
próximos capítulos en los que seguiremos analizando
esta práctica, considerada una de las inmoralidades
sexuales más comunes de nuestro tiempo.

© Fernando Alexis
Jiménez

Capítulo 2

El adulterio:
origen,
evolución y consecuencias

Comenzó con un correo electrónico. Uno
solo. Después de haber abierto su página personal
en un servicio de la Internet. "Me pareció muy
atractivo. Coincidencialmente vivimos en la misma ciudad.
Quisiera que nos encontráramos, para tomarnos algo.
Marién
".

El joven miró el correo, pensó unos
instantes y lo cerró. Definitivamente no le interesaba.
Estaba casado, desde hacía dos años. Es más:
tenía una hermosa bebecita. No le quería fallar, ni
a Dios, ni a su esposa y menos, al ministerio que
desempeñaba en la congregación, como parte del
coro.

Eran apenas las ocho y cuarenta minutos de la
mañana. Los empleados comenzaban a llegar a las oficinas
administrativas de la compañía aérea en la
que se desenvolvía. El pensamiento le asaltó de
nuevo: ¿Qué tendría de malo si leía
el email nuevamente? La tentación fue mayor que sus
fuerzas. Al menos así lo rememoraría tiempo
después. Y respondió: "Agradezco sus palabras.
Soy casado. Pero insisto: le agradezco
".

A partir de ese primer acercamiento, los mensajes
electrónicos fueron y vinieron en una sucesión que
parecía interminable, a toda hora, varias semanas, por un
tiempo que le pareció excesivo. En una de las cartas la
joven le remitió su fotografía. Era linda. Y se
dejó atrapar por la red.

Francisco y Catalina se encontraron por primera vez un
viernes en la tarde. Él salió temprano del trabajo,
con un pretexto cualquiera. Ella no asistió a las dos
últimas clases de la universidad. El encuentro le
pareció a los dos maravilloso. No hablaron de amor, sino
de trivialidades: cine, deportes, música… Quedaron
en encontrarse de nuevo.

Los días se le hicieron eternos al joven. Por un
lado, quería encontrase de nuevo con la estudiante, por la
que no podía negar su atracción. Pero por otra
parte le asaltaba la sensación de culpa. Fallarle a su
cónyuge, ministrar en los cultos y de paso, arrodillarse a
orar, le resultaban un motivo recurrente para que la conciencia
lo torturara.

Cayeron en infidelidad y conforme pasaba el tiempo, se
iban comprometiendo más. La relación de Francisco
terminó en divorcio. Ya no está en el
ministerio…

A Lina María sus primeras incursiones en el
adulterio, tuvieron lugar cuando trabajaba en una
compañía de construcción. Era secretaria.
Además de bonita, eficiente. La rodeaba un hogar feliz. Su
esposo, comprensivo; sus hijos, amorosos. "Un cuento de
hadas
", como le dijera su hermana Lucía.

Aunque su decisión contrariaba al jefe, apenas el
reloj marcada las cinco de la tarde, apagaba el computador,
guardaba todo y salía rumbo a casa. Era un gozo descubrir,
asomándose por la ventana, los ojos curiosos de sus hijos
que la esperaban con ansiedad.

Pero su historia tuvo un giro inesperado. Justo cuando
estaban haciendo cierre de mes, ajustando la nómica. Le
tocó trabajar hasta pasadas las ocho de la noche con un
ingeniero. "No te angusties, te llevo a casa", le dijo
para tranquilizarla.

En medio de balances, comprobaciones matemáticas
y corroboraciones de los documentos de identidad de los
empleados, no perdía oportunidad para decirle algo bonito,
halagador. "Recuerde que soy casada", se defendía
ella. El asedio continuó. Ella decidió aquella vez
irse en taxi. Pero le seguían rondando la serie de
comentarios galantes.

Al día siguiente ni siquiera cruzó mirada
con él. Le rehuía. No obstante, él fue
insistente. Incluso, en los días siguientes, le trajo
chocolates que discretamente le colocó en el
escritorio.

Y su actitud inicial de rechazo, fue cambiando casi sin
darse cuenta. Cuando menos lo pensó Lina María,
estaba comprometida en una cita con aquél profesional de
la constructora, y después de un aperitivo, en un
restaurante elegante de la ciudad, vino un toque de manos, con
sutileza, que minutos después dio lugar a un beso
furtivo.

Cayó en adulterio. Algo doloroso, para ella y
para su esposo, cuando le descubrió unos mensajes de texto
que le hizo llegar el amante al teléfono
celular.

El matrimonio continuo por diez meses más antes
que definitivamente se fuera a pique, como una embarcación
rota en altamar. La disposición de perdón que
inicialmente manifestó el cónyuge fue reemplazada
posteriormente por la desconfianza y la sensación de que
en cualquier momento lo traicionaría de nuevo.

Una perspectiva
desde la Biblia

De acuerdo con la concepción bíblica, el
adulterio es la relación sexual voluntaria entre una
persona casada y otra del sexo opuesto que no es su
cónyuge. Aquí es importante anotar que en criterio
del pueblo israelita, fundamentados en la Ley, el matrimonio
debía tener la más elevada condición moral,
lo que incluía por supuesto, la relación con los
hijos. En este principio de vida estaban por encima de las
naciones circundantes. No en vano el guardarse del adulterio es
el séptimo mandamiento divino proclamado desde el Monte
Sinaí (Éxodo 20:14; Deuteronomio 5:17. Cf. Mateo
19:18; Romanos 13.9; Santiago 2:11).

Sobre esta base, en aquellos tiempos y hasta poco
después de que el Señor Jesús desarrollara
su ministerio terrenal, quienes incurrían en esta conducta
eran penados con la lapidación, como leemos en la Palabra:
"Si fuere sorprendido alguno acostado con una mujer casada
con marido, ambos morirán, el hombre que se acostó
con la mujer, y la mujer también; así
quitarás el mal de Israel"(Deuteronomio 22:22).

La situación era tan delicada que si había sospecha
de adulterio, la mujer debía ser sometida a juicio
(Números 5:11-31).

Aunque los cristianos no estamos sujetos a la Ley, no
podemos incurrir en el adulterio. El Señor Jesús lo
dejó muy claro cuando enseñó:
"Oísteis que fue dicho: No cometerás
adulterio; pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer
para codiciarla, ya adulteró con ella en el
corazón"(Mateo 5:27, 28).

Observe que incluso el deseo, ya es adulterio delante de
nuestro Dios. Este principio nos llama a tener cuidado con la
"segunda mirada". ¿La conoce? Es la actitud de quien
inicialmente se siente atraído por la belleza de una mujer
o lo apuesto de un hombre, pero en cuestión de
milésimas de segundos—invadido o invadida por la
tentación o el deseo—vuelve a mirar y ya lo hace con
otro propósito.

¿Es posible evitar el adulterio? A la pregunta de
si es posible evitar caer en adulterio, la respuesta
absolutamente que sí. Recuerde que la decisión de
caer en pecado o no, tras enfrentar la tentación, es
nuestra y nada más que nuestra.

En la Biblia leemos que cada quien decide si deja que
tome fuerza la tentación: "Cuando alguno es
tentado, no diga que es tentado de parte de Dios, porque Dios no
puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino
que cada uno es tentado cuando de su propia concupiscencia es
atraído y seducido. Entonces la concupiscencia,
después que ha concebido, da a luz pecado; y el pecado,
siendo consumado, da a luz la muerte"(Santiago
1:13-15).

Esta Palabra es contundente porque nos hace
responsables, a usted y a mi, del pecado en el que podamos
incurrir.

Lo más común para quien cae en pecado de
inmoralidad, es justificarse en por lo menos tres
excusas:

1.-
"Es culpa de la otra persona, que me
tentó
".

2.- "Todos lo hacen,
¿por qué entonces me cuestionan a
mi?"

3.- "Realmente no pude
resistir la tentación
".

4.- "Fue solo un
error
".

5.- "¿Qué me
exigen a mi? Al fin y al cabo nadie es perfecto
".

6.- "El diablo me
obligó a hacerlo
".

7.- "Me presionaron y por eso
caí en pecado
".

8.- "Yo no sabía que
aquello era malo
".

9.- "Es que Dios me estaba
tentando
".

Es hora de
arrepentirse

El Evangelio de Juan nos presenta una escena de la que
debemos tomar nota porque ilustra un caso de adulterio. Lo
hallamos en el capítulo 8, desde el versículo 1
hasta el 11, en donde se nos relata la historia de una mujer que
traída ante el Señor Jesús por los escribas
y fariseos. ¿La razón? Había sido
sorprendida teniendo una relación sexual con un hombre que
no era su marido.

Frente al juzgamiento que aquellos religiosos realizaron
acerca del comportamiento de aquella persona, y que tal vez es la
misma actitud que asumimos muchos de nosotros desconociendo
cuál es nuestra situación moral, Jesús
"…se enderezó y les dijo: El que de vosotros
esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra
ella"(Juan 8:7).

Es importante revisar nuestra vida. Es probable que
estemos acariciando el pecado del adulterio y que lo
justifiquemos bajo un barniz sutil diciendo que "..en las
cosas del corazón no manda nadie
". O tal vez hayamos
confundido los sentimientos y creamos que estamos enamorados de
alguien distinto de nuestro cónyuge. ¡Mucho cuidado!
Es imperativo que vayamos a la presencia de Dios en
oración. Solamente Él puede fortalecernos cuando
enfrentamos la tentación.

Resulta significativo que al marcharse cada uno de los
acusadores, quedaron únicamente el Maestro y la mujer
adúltera. "Enderezándose Jesús, y no
viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer,
¿dónde están los que te
acusaban?¿Ninguno te condenó?. Ella dijo: Ninguno,
Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te contenido;
vete, y no peques más"(Juan 8:10-12).

Si reconoce que está en adulterio, tenga claro
que si confiesa su pecado delante del Señor, Él le
perdona y ofrece una nueva oportunidad. Pero, y permítame
enfatizar en ese pero, es imperativo que renuncie a ese
comportamiento inmoral. Se requiere que corte de raíz esa
atadura. El Hijo de Dios lo fortalecerá si se lo
pide.

Si se congrega en una iglesia, vaya donde su pastor,
infórmele lo ocurrido y él le guiará en el
proceso de restauración. Recuerde que no está bien
que siga ministrando en el altar si hay pecado de inmoralidad en
su vida.

En caso de no ser una persona comprometida con una
congregación, igual: arrepiéntase delante de Dios y
emprenda ese proceso de cambio. En lo posible, comience a asistir
al grupo de creyentes más cercano. Recuerde que solo en
oración y dependiendo de Jesucristo, podemos alcanzar la
victoria.

Y a usted que no ha reconocido que algo anda mal,
permítame hacerle una pregunta: ¿Vale la pena
arriesgar su matrimonio e incluso su futuro por una
relación que sin duda es pasajera y traerá dolor a
su vida y a la de sus seres queridos? ¡Renuncie hoy al
adulterio! Es por su propio bien…

© Fernando Alexis
Jiménez

Capítulo 3

Enfrentando la
homosexualidad

"¿No sabéis que los
injustos no heredarán el reino de Dios? No os
engañéis: ni los fornicarios, ni los
idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni
los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los
borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores,
heredarán el reino de Dios." (1 Corintios 6:9,
10)

En su mente se grabó la idea de que jamás
podría llegar a hacer algo que valiera la pena. Era una
idea recurrente. Justo cuando alcanzaba un peldaño en la
escalera hacia la cumbre de los propósitos que se fijaba y
a los cuales renunciaba fácilmente, aparecía la
imagen de que era un fracasado.

Esa convicción, que tenía afincada en su
corazón como un sello grabado incandescente en la piel,
nació en Arnobio a partir de los doce años cuando
fue abusado por un inquilino, en una casa humilde en la periferia
de Tegucigalpa. Ese día marcó su desgracia. En
adelante pensó que nada tenia sentido y que, por mucho que
se esforzara, estaría atado a su pasado, porque "lo
habían desgraciado para siempre
".

Una de sus mayores torturas era recorrer las cinco
cuadras que le separaban de su colegio, grande, de salones
acogedores con amplios ventanales por los que entraba el sol al
morir la tarde, y su casa, que asociaba siempre con la tristeza.
Aunque tenía todas las comodidades y su madre lo esperaba,
invariablemente con una sonrisa amplia, vistiendo sus delantales
de colores que le parecían festivos y que le semejaban a
un carnaval, le invadían los recuerdos dolorosos del
momento en que fue violentado.

Pero lo más grave estaba por venir. En medio de
su confusión no sabía quiénes realmente le
atraían, si las mujeres o los hombres. Quizá le
parecía más estimulante la fuerza. Y creyó
por momentos que quien podría colmar sus expectativas de
amor y seguridad, sería el profesor de matemáticas
que un día, después del tiempo de recreo, le
sugirió quedarse para repasar algunos problemas de
algebra. Esa cita extra oficial terminó con su primera
relación homosexual.

A un encuentro se sucedieron otros. Arnobio estaba cada
vez más confuso. Cuando menos lo pensó,
terminó la relación con el docente y se
involucró con un estudiante dos años mayor que
él. Lo veía en las clases de educación
física. Y lo creyó atractivo. Su relación
fue conflictiva desde el comienzo y desencadenó en una
tremenda escena de celos cuando lo vio salir con una chica que
intuyó, sería la novia.

Creyendo que podría escapar del infierno en el
que se convirtió su vida, ingresó al Seminario, a
cursar la formación para sacerdote. Pero todo
siguió igual.

Un día, después de esa carrera de
desorden, cuando quiso no seguir más en lo mismo, se
arrodilló en actitud de oración para pedirle a Dios
que le permitiera salir del laberinto. No fue fácil.
Constantemente sentía inclinación de volver a lo
mismo. Y aunque al comienzo iniciar una relación con una
joven, el esfuerzo valió la pena. Tres años
después clarificó lo que él llama "amor" por
alguien del sexo opuesto. La chica tuvo mucha paciencia,
sobretodo cuando él en medio de su desesperación le
repetía que era homosexual y que no había caso, que
lo mejor era renunciar. Finamente contrajeron matrimonio. Hoy
sirve en una denominación carismática de su
país…

¿Valió la pena echar todo por la
borda?

El ventilador zumbaba con el ruido de un
helicóptero que pasa demasiado bajo en una
concentración de casas de una ciudad poblada. Las aspas
parecían querer salirse del límite que le marcaba
el motor. Aún así, hacía calor.

En un extremo se encontraba, Andrea. Al otro, su esposo.
Y en un asiento, a pocos centímetros del juez, en lo que
se podía aprovechar del diminuto espacio de la oficina,
Viviana, la amante de la mujer.

Como ya no necesitamos mayores explicaciones a lo
que ha ocurrido, creo que debemos proceder
—dijo el
funcionario. Una secretaria tomaba nota, en un pequeño
escritorio, contiguo.

Nadie dijo nada. Solo en el hombre se veía una
amalgama de alegría y tristeza. Alegría porque
recuperaba a sus hijos, nostalgia, porque oficializaba la
separación de la joven que por espacio de diez años
había sido su esposa.

El drama comenzó tiempo atrás cuando ella
decidió cursar unos módulos de inglés. Se
hizo muy amiga de Viviana y, antes que llegar a casa temprano en
la noche, comenzó a encontrar excusas para retrasarse. Los
viernes iban a bailar, por encima de lo que dijera el esposo de
Andrea. Un día él descubrió, por una
tarjeta, que era en locales de ambiente, frecuentados por
homosexuales y lesbianas. Lugares de mala muerte donde,
además de lo que se vivía, se presentaban
espectáculos que atentaban contra la moral.

El día que le hizo el reclamo, ella simplemente
lo aceptó. Lo retó incluso para que iniciaran los
trámites del divorcio. Pareció que no le
importó tener que renunciar a sus hijos. Cuando fue junto
a su marido en procura de consejería pastoral, se
defendió argumentando que tenía inclinaciones por
personas del mismo sexo desde adolescente, y que ahora se
había enamorado.

La separación fue traumática, sobretodo
para los niños. El único vestigio de conciencia de
lo que estaba haciendo, lo dejó entrever cuando comento
que se sentía enredada, atrapada, como en un
callejón sin salida.

Echó a perder su testimonio de
vida

A Arturo siempre le reconocieron en casa, su marcada
vocación por las cosas de Dios. "Es muy
consagrado
", solía repetir su abuela, que
invariablemente lo llevaba al servicio dominical. Algo hermoso,
si se mira desde la perspectiva de quien edifica a alguien en la
fe cristiana. Complejo, por la sobreprotección a la que se
vio sometido.

El joven jamás dio explicación del momento
en el que se vio inmerso en actividades homosexuales, pero su
condición salio a la luz el día en que,
después de un servicio de jóvenes el sábado
al caer la noche, fue sorprendido con otro muchacho en un acto de
inmoralidad.

El pastor tuvo un diálogo con él.
Procuraba que entrara en razón, además de
exhortarlo para que en adelante no asumiera ninguna
posición de liderazgo en la sociedad de jóvenes de
la iglesia. Arturo prefirió no volver. A pesar de las
lágrimas de su abuela, dejó de ir progresivamente a
los servicios de la congregación.

Lo conocí en un hospital de Santiago de Cali. Se
encontraba en la Unidad de Cuidados Intensivos, en estado
terminal. Demacrado. Sin brillo en los ojos. Desilusionado.
Hablamos de Dios, de la oportunidad que Él ofrece a
quienes se arrepienten, de que siempre hay una
oportunidad.

"Yo no creo que haya para mi un nuevo
mañana
", dijo. Su argumento, con palabras quedas,
eran los diagnósticos cada vez más desalentadores
de los médicos. Fruto del Sida que enfrentaba tres
años atrás, una infección estaba
robándose la vida minuto a minuto.

Me contó que después de dejar de ir a la
iglesia, se involucró aún mucho más con sus
compañías homosexuales. Iba a fiestas, frecuentaba
tipos de mal vivir que incluso le llevaron al consumo de drogas.
La prueba de VIH salió positiva después de ser,
literalmente, obligado por el médico, para que se
practicara unos exámenes. Era la única forma de
explicarse las manchas de rojo muy intenso que aparecieron en
varias partes de su cuerpo, las náuseas, la fiebre
imparable y la diarrea que llevo a que perdiera peso
rápidamente.

"Descubrir que tenía Sida fue
demoledor
", me dijo en la confidencialidad de ese
cubículo donde sólo se escuchaba el bip-bip de los
monitores. Se arrepintió de su vida de pecado e incluso,
reconoció que se dejó arrastrar por el
comportamiento homosexual. "Igual me atraían las
chicas, pero preferí los hombres
". Fue su
opción. Murió.

Igual que su familia, lamente que una vida tan joven se
hubiese perdido. La abuela solo se limitó a decirme:
"Echó a perder su testimonio de vida".

Un comportamiento
con amplia aceptación

Hoy por hoy el homosexualismo y su manifestación
en el género femenino, el lesbianismo, se ha convertido en
una de las practicas de progresivo y sostenido crecimiento, pero
a la par, con aceptación social.

El argumento de quienes defienden este comportamiento,
es que se nace con inclinación hacia personas del mismo
sexo. Sin embargo no hay un estudio científico que avale
en un cien por ciento esta afirmación. Quizá
recuerde la investigación ampliamente difundida en 1992,
en la cual se realizó una investigación de
más de 30 horas, sobre artículos
científicos—3.400 en total publicados desde
1975—sobre posibles causas genéticas,
biológicas, neurológicas u hormonales del
homosexualismo, y ¡sorpréndase! Solo se hallaron dos
escritos que merecieron una cierta consideración
(Estudio citado por la Dra. Dawn Siler, de la Seattle
Pacific University
, en una conferencia titulada "Are
Homosexuals Born or Made?", el 13 de mayo de 1991, en su clase de
Sexualidad Humana).

La Revista "Science" publicó en 1991 un
estudio del especialista, Simón Le Vay; quien se declara
abiertamente homosexual, en el cual mostraba las diferencias
que—según él—existen entre los cerebros
de un homosexual y de quien es heterosexual (Ver Trudy
Hutchens, "Homosexuality: Born or Bred?", Family Voice
(June 1993): 14; William A. Henry III, "Born Gay?", Time
(July 26, 1993): 36-39
).

Entre los fallos que posteriormente se cuestionaron a su
investigación, estaba el hecho de que se utilizaron
solamente 41 cadáveres, dado que se trata de una
investigación de una magnitud tan grande que pretende
trazar derroteros para una sociedad disímil como la que
integra la totalidad del género humano.

Un segundo elemento es que todos habían fallecido
como consecuencia del Sida o complicaciones colaterales, lo que
sin duda puede afectar el tejido del cerebro. Aunque los medios
de comunicación difundieron ampliamente sus conclusiones,
no publicaron el hecho de que el doctor Simón Le Vay no
estaba seguro si muchos de los cadáveres investigados
pertenecían o no a heterosexuales. En síntesis, su
estudio presentaba inconsistencias.

Dos científicos de la Universidad de California,
en Los Ángeles, los doctores Allen y Gorski, publicaron un
estudio similar pero admitieron que las personas que fallecieron,
padecían del Sida.

Otra investigación, en la década de los
90s pretendió probar a partir de estudios en mellizos
homosexuales, el origen genético de esta conducta. Sin
embargo las conclusiones de este análisis fueron refutadas
por la bióloga de la Universidad Brown, Ann Fausto
Stirling, quien explicó que para hacer tal
afirmación debió estudiarse a mellizos que fueran
criados en diferentes condiciones.

Los conocidos investigadores, Master y Johnson, en su
libro "Sexualidad humana", páginas 319 y 320, aseguran que
la teoría genética de la homosexualidad carece de
fundamento hoy día y que no hay comprobación de que
tenga fundamento en mecanismos hormonales.

No debe sorprendernos que el homosexualismo tenga tantos
aliados entre científicos. Desde 1973 la Asociación
de Siquiatría de los Estados Unidos retiró la
homosexualidad de su Manual de Diagnóstico de la lista de
los desórdenes.

Dios nos concibió con un cuerpo perfecto. Es
así como la vagina, de la que se hace uso en las
relaciones heterosexuales, está recubierta por una mucosa
que impide el fácil ingreso de virus, mientras que el
recto está diseñado para asimilar hasta
último momento los alimentos útiles y contiene
vasos linfáticos extremadamente desarrollados que absorben
hasta medicamentos y, por supuesto, virus. Recuerde que antes del
descubrimiento del Sida como tal, el 90% de quienes tenían
prácticas homosexuales estaban frecuentemente infectados
por múltiples enfermedades, entre ellas la Hepatitis
B.

Posibles
factores

Un hecho que no podemos desconocer es que entre las
personas con comportamiento homosexual, se evidencian factores
predisponentes como:

a.-
Padre violento, alcohólico, hostil o
distante.

b.- Una madre sobre
protectora.

c.- Una madre con transtornos
emocionales que no manifiesta cariño hacia su
hijo.

d.- Timidez extrema, la que
generalmente está ligada a la condición
física del niño, que bien puede ser muy delgado o
gordo y le lleva a experimentar baja autoestima.

e.- Ausencia de la figura paterna
en casa, la que genera crisis en las distintas etapas de
crecimiento del niño y que pueden deberse al divorcio de
sus progenitores o a la desaparición del padre.

f.- Una marcada falta de
identidad del chico respecto a su condición sexual. A esto
se suman padres que no le ayudan en ese proceso de
identificarse.

g.- Ausencia de
integración con chicos de su edad y por supuesto, con las
mismas preferencias, y por último,

h.- abuso sexual o
violación.

Ahora una pregunta: ¿Puede
alguien que ha sido homosexual o ha tenido un comportamiento de
lesbianismo, reemprender una nueva vida? Por supuesto que
sí. Decenas de casos lo corroboran.

El proceso involucra el revisar las
heridas emocionales del pasado, resolver el enojo contra aquellos
que han causado daño mediante el perdón, admitir
que en nuestras fuerzas es literalmente ser libres y apoyarse en
Jesucristo, quien nos hace libres.

El médico cristiano Richard
Fitzgibbons plantea los siguientes pasos que comparto con
usted:

1.- Entender

Entender la realidad de la situación que se vive
en la condición de homosexual o lesbiana. Los conflictos
emocionales que desencadenan en las diferentes etapas de la vida.
Esto es fundamental si alguien quiere recuperarse. No se debe
negar que, tal vez en la infancia, adolescencia o primera
juventud, ocurrió algo que propició el
comportamiento.

2.-
Perdonar

No es otra cosa que resolver el enojo
excesivo que se siente contra quien, se asume, causó el
daño. Es fundamental para superar los desórdenes
emocionales y adictivos.

Partes: 1, 2

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