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María, ejemplo de humildad




Enviado por Agustin Fabra



Partes: 1, 2

  1. La
    virtud de la humildad
  2. Mariología
  3. María: nacimiento y
    asunción
  4. María en la palabra de
    Dios
  5. María: ¿adoración o
    devoción?
  6. María y los dogmas
    marianos
  7. María y las apariciones
    marianas
  8. El
    culto mariano
  9. La
    crisis del culto mariano
  10. María en la discusión
    ecuménica
  11. Anexos
  12. Bibliografía

LA VIRTUD DE LA
HUMILDAD

"Cualquier cosa que hagas, hijo, hazla con
discrección, y te amarán los hijos de Dios. Cuanto
más grande seas, más debes humillarte, y el
Señor te mirará con agrado. Porque grande es el
poder del Señor, y los humildes son los que le dan
gloria"
(Sirácides / Eclesiástico
3:17-20)

La humildad

La palabra humildad proviene del latin
humilitas y es una virtud que consiste en el
conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar
de acuerdo con este conocimiento.

Todos debemos conocer nuestras limitaciones, asumir que
no somos perfectos, que por muy bien que hagamos algo, siempre
vendrá alguien que tarde o tempano nos superará;
que necesitamos a los demás. Con este conocimiento
sabremos cómo actuar, hasta dónde podremos llegar,
cómo mejorar, cómo buscar a la gente adecuada que
nos ayude y complemente, cómo cubrir nuestra
debilidades.

Hay una historia que ilustra perfectamente
lo que es la humildad y quién no lo es. Dice
así:

Caminaba con mi padre, cuando él se detuvo en una
curva y después de un pequeño silencio me
preguntó:"Además del cantar de los pájaros,
¿escuchas alguna cosa más?" Agudicé mis
oídos y algunos segundos después le
respondí: "Estoy escuchando el ruido de una
carreta…"

" Eso es", dijo mi padre, "es una carreta vacía".
Pregunté a mi padre: "¿Cómo sabes que es una
carreta vacía si aún no la vemos?" Entonces mi
padre respondió: "Es muy fácil saber cuándo
una carreta está vacía; es por causa del ruido.
Cuánto más vacía está la carreta,
mayor es el ruido que hace".

Me convertí en adulto y hasta hoy, cuando noto a
una persona hablando demasiado, interrumpiendo la
conversación de todos, siendo inoportuna, presumiendo de
lo que tiene, sintiéndose prepotente y haciendo de menos a
la gente, tengo la impresión de oír la voz de mi
padre diciendo: "Cuanto más vacía la carreta, mayor
es el ruido que hace".

La humildad consiste en callar nuestras virtudes y en
permitirle a los demás descubrirlas. Y recuerden que
existen personas tan pobres que lo único que tienen es
dinero. Nadie está más vacío que aquel que
está lleno del yo mismo. Seamos lluvia serena y
mansa que llega profundamente a las raíces, en silencio,
nutriendo.

Grados de humildad

Decíamos al principio que la humildad es una
virtud, un hábito bueno que nos ayuda a conocernos a
nosotros mismos, a ser conscientes de nuestras limitaciones y
debilidades. Toda criatura está llamada a la humildad; al
reconocimiento de Dios como Creador, a la sumisión ante
Él. Y este rendimiento nos enaltece. Nada nos ennoblece
más que proclamar que sólo Dios es Dios.

La historia de los hombres parece, en tantas ocasiones,
ser un canto a la soberbia, al envanecimiento insensato, a la
presunción absurda. Ya nuestros primeros padres,
Adán y Eva, cedieron a la tentación de desconfiar
de Dios, de pensar, por un momento, que Dios compite con
nosotros, que resta espacio a nuestra libertad.

En cambio María, ya en el Magnificat, no teme
engrandecer al Señor; no tiene miedo a decir en voz alta
que Dios es grande: "Celebra todo mi ser la grandeza del
Señor y mi espíritu se alegra en el Dios que me
salva, porque quiso mirar la condición humilde de su
esclava. En adelante todos los hombres dirán que soy
feliz"
(Lucas 1:46-48).

Sin embargo, para llegar a la modélica humildad
de María, debemos atravesar cuatro marcadas etapas o
grados: conocerse, aceptarse, olvidarse de sí mismo y
darse a los demás. Analicemos a continuación cada
uno de esos grados.

Conocerse

Ya los griegos antiguos ponían como una gran meta
el aforismo: "Conócete a ti mismo". La Biblia dice a este
respecto que es necesaria la humildad para ser sabios: Donde hay
humildad hay sabiduría . Sin humildad no hay conocimiento
de sí mismo y, por tanto, falta la
sabiduría.

Es difícil conocerse ya que la soberbia, que
siempre está presente dentro del hombre, ensombrece la
conciencia, embellece los defectos propios, busca justificaciones
a los fallos y a los pecados. No es infrecuente que, ante un
hecho claramente malo, el orgullo se niegue a aceptar que aquella
acción haya sido real, y se llega a pensar: no pude
haberlo hecho
, o bien no es malo lo que hice, o
incluso la culpa es de los demás.

Para superar esta etapa debemos hacer un examen de
conciencia honesto. Para ello primero pediremos luz al
Espíritu Santo, y después miraremos ordenadamente
los hechos vividos, los hábitos o costumbres que se han
enraizado más en la propia vida: pereza o laboriosidad,
sensualidad o sobriedad, envidia o generosidad, etc.

Aceptarse

Una vez se ha conseguido un conocimiento propio profundo
viene el segundo escalón de la humildad: aceptar la propia
realidad. Resulta difícil porque la soberbia se rebela
cuando la realidad es fea o defectuosa.

Aceptarse no es lo mismo que resignarse. Si se acepta
con humildad un defecto, error, limitación, o pecado, se
sabe contra qué luchar y se hace posible la victoria. Ya
no se camina a ciegas sino que se conoce al enemigo. Pero si no
se acepta la realidad, ocurre como en el caso del enfermo que no
quiere reconocer su enfermedad: no podrá curarse. Pero si
se sabe que hay cura, se puede cooperar con los médicos
para mejorar. Hay defectos que podemos superar y hay
límites naturales que debemos saber aceptar.

Dentro de los hábitos o costumbres,
a los buenos se les llama virtudes por la fuerza que dan
a los buenos deseos; a los malos los llamamos vicios, e
inclinan al mal con más o menos fuerza según la
profundidad de sus raíces en el actuar humano. Es
útil buscar el defecto dominante para poder
evitar las peores inclinaciones con más eficacia.
También conviene conocer las cualidades mejores que se
poseen, no para envanecerse, sino para dar gracias a Dios, ser
optimista y desarrollar las mejores tendencias y
virtudes.

Es distinto un pecado, de un error o una
limitación y conviene distinguirlos. Un pecado es un acto
libre contra la ley de Dios. Si es habitual se convierte en
vicio, requiriendo su desarraigo, un tratamiento fuerte y
constante. Para borrar un pecado basta con el arrepiento y el
propósito de enmienda unidos a la absolución
sacramental si es un pecado mortal y con acto de
contricción si es venial. El vicio en cambio necesita
mucha constancia en aplicar el remedio pues tiende a reproducir
nuevos pecados.

Los errores son más fáciles de superar
porque suelen ser involuntarios. Una vez descubiertos se pone el
remedio y las cosas vuelven al cauce de la verdad. Si el defecto
es una limitación, no es pecado, como no lo es ser poco
inteligente o poco dotado para el arte. Pero sin humildad no se
aceptan las propias limitaciones. El que no acepta las propias
limitaciones se expone a hacer el ridículo, incluso
hablando de lo que no sabe o alardeando de lo que no
tiene.

Olvidarse de sí mismo

El orgullo y la soberbia llevan a que el pensamiento y
la imaginación giren en torno al propio yo. La
mayoría de la gente vive pensando en sí mismo,
dándole vuelta a sus problemas. El pensar demasiado en uno
mismo es compatible con saberse poca cosa, ya que el problema
consiste en que se encuentra un cierto gusto incluso en la
lamentación de los propios problemas. Parece imposible
pero se puede dar un goce en estar tristes, pero es por pensar en
sí mismo.

El olvido de sí mismo no es igual que tener
indiferencia ante los problemas. Se trata más bien de
superar el pensar demasiado en uno mismo. En la medida en que se
consigue el olvido de sí, se consigue también la
paz y alegría. Es lógico que sea así, pues
la mayoría de las preocupaciones provienen de conceder
demasiada importancia a los problemas, tanto cuando son reales
como cuando son imaginarios. El que consigue el olvido de
sí mismo está en el polo opuesto del
egoísta, que continuamente esta pendiente de lo que le
gusta o le disgusta. Se puede decir que ha conseguido un grado
aceptable de humildad. El olvido de sí conduce a un santo
abandono que consiste en una despreocupación responsable:
ya no se preocupa; se ocupa.

Darse

Este es el grado más alto de la humildad, porque
más que superar cosas malas se trata de vivir la caridad,
es decir, vivir de amor. Si se han ido subiendo los escalones
anteriores, ha mejorado el conocimiento propio, la
aceptación de la realidad y la superación del yo
como eje de todos los pensamientos e imaginaciones. Si se mata el
egoísmo se puede vivir el amor, porque el uno mata al
otro.

En este nivel la humildad y la caridad
llevan una a la otra. Una persona humilde al librarse de las de
la soberbia ya es capaz de querer a los demás por
sí mismos, y no sólo por el provecho que pueda
extraer del trato con ellos.

Cuando la humildad llega al nivel de darse se
experimenta más alegría que cuando se busca el
placer egoístamente. La única vez que se citan
palabras de Nuestro Señor del Evangelio en los Hechos de
los Apóstoles dice que se es más feliz en dar que
en recibir . La persona que es generosa experimenta una felicidad
interior desconocida anteriormente en su vida.

A San Antonio Abad Dios le hizo ver el mundo sembrado de
los lazos que el demonio tenía preparados para hacer caer
a los hombres. El santo, después de esta visión,
quedó lleno de espanto, y preguntó:
"Señor, ¿quién podrá escapar de
tantos lazos
?". Y oyó una voz que le decía:
"Antonio, el que sea humilde; pues Dios da a los humildes la
gracia que necesitan, mientras que los soberbios van cayendo en
todas las trampas que el demonio les tiende sin que ellos mismos
se den cuenta".

Solamente la gracia de Dios puede darnos la
visión clara de nuestra propia condición y la
conciencia de su grandeza que origina la humildad. Hemos de
desearla y pedirla incesantemente, convencidos de que con esta
virtud y con el amor de Dios, seremos capaces de grandes
empresas.

Aprenderemos a ser humildes meditando en la vida de la
Virgen María y uniéndonos a ella en oración.
La mujer más humilde y por eso también la escogida
de Dios; la más grande. La esclava del Señor; la
que no tuvo otro deseo que el de hacer la voluntad de
Dios.

MARIOLOGIA

La Mariología es el estudio sobre la Virgen
María. Jesús, el hijo eterno de Dios, nació
de una mujer (Gálatas 4:4), María, con quien tuvo
una relación profunda. Por ello, desconocer a María
sería como negar la realidad de la encarnación del
Hijo de Dios y su dimension plenamente humana.

Consideramos importante hablar de la Virgen
María, no solamente por ser un ejemplo de humildad, sino
también por los tres ejemplos siguientes:

Primero.- María tiene una misión
extraordinaria en la historia de la salvación,
después de la de Jesús, superior a la de cualquier
otro personaje bíblico. Jesús es el Salvador, pero
María ha colaborado positiva y activamente en la obra de
salvación.

Segundo.- La Mariología está
directamente relacionada con los principales tratados
teológicos y ayuda a comprender otras temáticas
importantes, como son éstas:

o Cristología (Estudio
sobre Cristo): En el Concilio de Efeso, en el año 431,
bajo el

Papa Celestino I, María fue
proclamada Theotokós, Madre de Dios y de
Jesús.

o Eclesiología (Parte de la
teología que estudia el papel de la Iglesia como entidad
orgánica): En la constitución dogmatica sobre la
Iglesia, Lumen Gentium, María es el prototipo de
la Iglesia.

o Escatología (Creencias religiosas
sobre la vida después de la muerte y sobre el fin del
universo): María ya es desde ahora lo que cada uno de
nosotros y la propia Iglesia será al final de la
historia.

Tercero.- La Mariología es importante
porque se ha convertido en uno de los mayores obstáculos
en el diálogo con los hermanos protestantes y en una gran
division entre cristianos, ya sea por ignorancia o por
prejuicios. Con demasiada frecuencia encontramos a hermanos
protestantes que piensan en honrar a Jesucristo rechazando o
menospreciando a la Virgen María, su Madre.

En este estudio analizaremos lo que dice la Biblia
acerca de la figura y la misión de María y
seguiremos en lo posible su vida personal y familiar desde su
nacimiento hasta su Asunción. Profundizaremos en las
cuatro afirmaciones mariológicas que pertenecen a la fe y
a la enseñanza de la iglesia católica y en al final
trataremos del culto a la Virgen María y la
tradición ecumenica sobre María.

La historia del nacimiento y de la Ascensión de
María ha sido obtenida de los

Evangelios Apócrifos debido a que no hay
constancia de ello en la Biblia canónica.

Asimismo se han utilizado partes del texto de Lumen
Gentium
(LG), que es la Constitución Dogmática
sobre la Iglesia, y de Dei Verbum (DV),
Constitución Dogmática sobre la Divina
Revelación.

MARIA: NACIMIENTO
Y ASUNCION

De acuerdo al Evangelio del Pseudo Mateo (de gran
similitud al Protoevangelio de Santiago), María fue hija
de Joaquín y de Ana (IV). El era una persona temerosa de
Dios, pastor de profesión y perteneciente a la tribu de
Judá. Cuando tenía 20 años se casó
con Ana, hija de Isachar, de la misma tribu que él
(I.2).

Llevaban ya 20 años casados y no habían
tenido hijos ni hijas por lo que no tenía permitido
ofrecer incienso ni sacrificios a Dios en el Templo, ya que
sólo los que tenían descendencia podían
efectuarlo (II.1). En su frustración Joaquín se
retiró a la montaña con sus rebaños durante
cinco meses, regresando a su casa cuando un ángel les
comunicó a ambos de que tendrían descendencia
(III.1 y 2).

Al cabo de nueve meses Ana, que hasta entonces
había sido estéril, dió a luz una
niña y le puso por nombre María, de acuerdo al
mandato del angel (IV).

Según continúa Mateo, María era la
admiración de todo el pueblo. Ya a la edad de tres
años María caminaba con paso seguro, hablaba
perfectamente y ponía gran ardor en alabar a Dios y estaba
en oración como si se tratara de una persona de treinta
años (VI.1).

María se había impuesto la regla de orar
todas la mañanas, después tejía durante tres
horas y luego regresaba a la oración y no paraba hasta que
un ángel del Señor se le aparecía y
recibía el alimento de su mano. Cada día
María poseía más sabiduría en las
cosas del Señor, era más humilde, más afable
en la caridad, más pura en su castidad y más
perfecta en todas las virtudes.

A esa edad, Joaquín y Ana entregaron a su hija
María al Templo para que fuera educada con las
demás doncellas. Ahí estuvo María hasta la
edad de doce años, edad máxima permitida por los
sacerdotes para que una mujer pudiera residir dentro del Templo
(VIII.1). Por ello los sacerdotes eligieron a José de
Belén para que se convirtiera en el guardián de
María, y se la entregaron para que residiera en su casa,
acompañada con otras cinco compañeras suyas
(Rebeca, Séfora, Susana, Abigea y Zaheli) (VIII.4 y
5).

José era viudo, carpintero de profesión, y
con su fallecida esposa habían tenido cuatro hijos y dos
hijas. Sus nombres eran: Judá, Josetos, Santiago,
Simón, Lisia y Lidia

(Historia de José el carpintero II). En una
ocasión José tuvo que ausentarse un largo tiempo
fuera de su residencia por motivos de trabajo, y al regresar
encontró a María encinta, lo cual le
ocasionó una gran turbación que no se
resolvió hasta que un ángel del Señor le
comunicó que María, de catorce años, estaba
embarazada por voluntad de Dios por medio del Espíritu
Santo (X.2).

Por los envangelios canónicos conocemos ya la
vida de María desde la Anunciación hasta la
Resurrección de Jesús, pero su Asunción
solamente es narrada en los Evangelios Apócrifos, en el
Libro de San Juan Evangelista.

Según San Juan el Evangelista, un día
viernes, al regresar María de visitar el sepulcro de
Jesús, recibió la visita de un ángel que le
avisó de que en pocos días abandonará el
mundo y partirá hacia las mansiones celestiales, al lado
de su Hijo, para vivir la vida auténtica y perenne
(III).

Al regresar a su casa en Belén María
oró pidiéndole a Jesús que le enviara a Juan
para que estuviera en aquel momento a su lado, así como a
los restantes apóstoles, tanto a los que seguían
vivos como a los que ya habían partido (V).

Atendiendo al ruego de María, Juan fue traido
desde Efeso en una nube (VI). El fue el primero al que Ella
pidió a su lado acordándose de la voz del
Señor cuando dijo a Juan "he aquí a tu
madre"
y después a María "he aquí a
tu hijo"
(VII). Juntos se pusieron a orar (VIII) hasta que
llegaron los demás discípulos y apóstoles
del Señor traídos en una nube desde diferentes
partes: Pedro desde Roma, Pablo desde Tiberia, Tomás desde
el centro de las Indias, Santiago desde Jerusalén (XII),
Andrés, el hermano de Pedro, junto con Felipe, Lucas,
Simón el Cananeo y Tadeo, los cuales ya habían
fallecido (XIII). Marcos, vivo aún, llegó de
Alejandría, y así otros más traidos por el
Espíritu Santo desde diferentes partes del mundo
(XIV).

La casa donde ellos estaban reunidos con María
fue rodeada por ángeles y ocurrieron tantos portentos que
quien tocaba las paredes de la casa era sanado de inmediato
(XVII). A la vista de lo que estaba sucediendo los sacerdotes
judíos advirtieron al gobernador romano diciéndole
que si no actuaba de inmediato en contra de María y de los
discípulos de Jesús, ellos darían cuenta al
emperador en Roma (XIX). Pero avisados por un angel, los
discípulos salieron de la casa en dirección a
Jerusalén llevando en una litera a María,
aún con vida, y fueron arrebatados por el Espíritu
Santo en una nube, dejándolos en la casa que María
tenía en Jerusalén, donde estuvieron juntos
cantando himnos durante cinco días seguidos
(XXII).

Al cabo de esos días se apareció de nuevo
el Espíritu Santo que por medio de un angel les dijo que
en un día domingo tuvo lugar la Anunciación, el
nacimiento de Jesús en Belén, la entrada de
Jesús en Jerusalén montado en un asno y la
Resurrección del Señor. En domingo vendrá
también a juzgar a vivos y a muertos y aquel mismo
día, domingo, debía partir la Virgen María
(XXVII).

El Señor descendió de los cielos para
trasladar la santa alma a los cielos, coronada de un gran
resplandor (XXXIX) y dijo que el cuerpo de María
sería trasladado al paraíso. Después los
discípulos sepultaron el cuerpo de María en el
Getsemaní, en una tumba nueva, de donde se
desprendía un exquisito perfume. Durante tres días
estuvieron orando junto a la tumba mientras se oían las
voces de ángeles invisibles. Al finalizar los tres
días se dieron cuenta de que ya su cuerpo había
sido trasladado al paraíso, tal como había predicho
Jesús (XLVIII).

MARIA EN LA
PALABRA DE DIOS

María en el Antiguo Testamento

El Antiguo Testamento no habla explícitamente de
la Virgen María, aunque sí podemos asegurar que
prepara de varias maneras el acontecimiento salvador, que se
realiza en Jesucristo.

Las bases del Antiguo Testamento estaban establecidas
para anunciar proféticamente la venida de Cristo (DV 15),
o sea que el Antiguo Testamento está patente en el Nuevo y
el Nuevo Testamento está latente en el Antiguo (DV
16).

El Antiguo Testamento, al preparar la venida de Cristo,
prepara también la figura y la misión de
María, su Madre. Debemos recordar la realidad social de
aquella época, ya que antiguamente la brutalidad de las
costumbres confinaba a la mujer dentro del grupo familiar como si
fuese una esclava, sin personalidad, como si fuese un objeto que
se vende y se utiliza, a pesar de la maternidad. María dio
una nueva comprensión y valorización de la dignidad
de la mujer con el ejemplo de su vida.

Poco a poco la Biblia nos presenta a muchas figuras que
manifiestan una importancia mayor de la mujer en la vida de
Israel, como la que Proverbios 31:10-31 describe ("Una mujer
fuerte, ¿quién la encontrará?. Es de
más valor que cualquier joya
"). Podemos ver
también en el ejemplo de Rut, Ester, Sara, Judith, etc.
como la emancipación de la mujer llega a su plena
realización en María.

El Antiguo Testamento nos ofrece también una
preparación más directa y profunda al detallar los
valores religiosos y morales de varias mujeres, que la Virgen
María exaltará en el transcurso de su vida.
Así vemos que su devoción materna manifestada en el
Calvario, ya aparece en Rispá, la madre que vela y
defiende los cadáveres de sus hijos ejecutados (2 Samuel
21:10-14). La fe, el amor y la esperanza contenidas en el
Magnificat aparecen en el Cántico de Ana, la
madre de Samuel (1 Samuel 1:4-10). En otras palabras, podemos
decir que la santidad de María es el fruto maduro del
espíritu religioso del Antiguo Testamento.

Hay varios textos del Antiguo Testamento que, aún
cuando no hablan de María, tienen una gran importancia
teológica, pues manifiestan la idea que la Iglesia tiene
de María. Los siguientes son algunos ejemplos de lo
mencionado.

Judith 15:9 "Al entrar a su casa, todos la
felicitaban con estas palabras: Tú eres la Gloria de
Jerusalén, el orgullo supremo de Israel, el honor mayor de
nuestra raza
". El texto es una alabanza para Judith, que ha
librado al pueblo de las amenazas de Holofernes (general asirio
de Nabucodonosor). Judith es una prefiguración de
María y de su misión en la historia de la
salvación.

Sirácides 24:9 "Desde el principio me
había creado, antes que empezara el tiempo, y jamás
dejaré de ser, sirviéndolo junto a El en su Tienda
Celestial
". El texto afirma que la Sabiduría
acompaña a Dios desde el principio, lo cual, aplicado a
María, significa que en el plan Salvador de Dios,
concecibo desde la eternidad, se contempla también la
presencia de María al ser predestinada desde la eternidad
a ser la Madre de Cristo.

Provervios 8:22-23 "Yavé me creó por
primera, antes de sus obras más antiguas. Desde el
principio me tiene formada, desde el comienzo, antes de la
tierra
". Dios ya contaba con María para su plan
salvífico, desde el principio de los tiempos.

La Iglesia reconoce el significado mariológico de
tres textos del Antiguo Testamento acerca del anuncio
profético de María. Son éstos:

Génesis 3:15 "Enemistad pondré entre
tí y la mujer, entre tu linaje y su
linaje;

ésta te pisará la cabeza mientras
tú te abalanzarás sobre su talon
".

Isaías 7:14 "El Señor, pues, les
dará esta señal: la Virgen está embarazada
y

da a luz un varón a quien le pone el nombre
de Emmanuel
".

Miqueas 5:1-3 "Pero tú, Belén Efrata,
aunque eres la más pequeña entre todos los pueblos
de Judá, tú me darás a aquel que debe
gobernar a Israel: su origen se pierde en el pasado, en
épocas antiguas. Por eso, si Dios les abandona es
sólo por un tiempo, hasta que aquella que debe dar a luz
tenga su hijo. Entonces volverán a Israel sus hermanos
desterrados. El se pondrá de pie y guiará su
rebaño con la autoridad de Yavé, con la gloria del
nombre de Dios; vivirán seguros, pues su poder
llegará hasta los confines de la tierra. El mismo
será su paz
".

La lectura de Génesis se refiere a la advertencia
que Dios da a Adán y a Eva por su desobediencia,
mencionando que la mujer (María) vencerá al
enemigo, identificado por la serpiente, un ser demoniaco que
conduce al mal.

En este último texto de Miqueas vemos cómo
se resalta la dignidad de Belén por ser el lugar de
nacimiento de Jesús. Además Dios anuncia un castigo
para el Reino de Judá, hasta que una mujer de a luz un
niño: cuando Jesús nazca de María
Virgen.

Los evangelios reconocen en Belén de Efrata la
designación del lugar del nacimiento del Mesías de
la Virgen María (Mateo 2:6 y Juan 7:42). También la
tradición cristiana es unánime en reconocer el
carácter mesiánico del texto, atestiguado por
escritos de Justino, Tertuliano, Eusebio, Cirilo de
Jerusalén, Juan Crisóstomo, etc. Ese dominador
elegido para restablecer un dominio hasta los confines de la
tierra del que habla Miqueas, no es otro que el Emmanuel de la
profecía de Isaías, y la Virgen embarazada no es
otra que María (7:14).

María en los evangelios de la
infancia

La figura de María, profetizada en el Antiguo
Testamento, se hace plena realidad en el Nuevo Testamento, sobre
todo en los llamados evangelios de la infancia, o sea,
en los dos únicos Evangelios donde se narra la
Anunciación de María: los de Mateo y de Lucas. Los
evangelios de Mateo y de Juan empiezan hablándonos de un
Jesús ya adulto.

Vamos a examinar brevemente las afirmaciones principales
de ambos evangelios en lo que se refiere a la Virgen
María.

La Anunciación

"El angel Gabriel fue enviado por Dios" (Lucas
1:26). El acontecimiento se puede interpretar como una
experiencia interior de María.

"A una virgen que era prometida de José"
(Lucas 1:27). La palabra griega usada era
emnesteuméne y significa prometida o
también desposada o casada. Mateo
favorece claramente la hipótesis del noviazgo (Mateo
1:18), al igual que los evangelios apócrifos que hablan de
este tema. Recordemos que María y José estaban a
punto de casarse y que al estar ya comprometidos, según la
ley judía tenían los mismos derechos del matrimonio
(cfr pag. 141 Lucas).

"Y entrando le dijo: alégrate". (Lucas
1:28). No se trata de un saludo corriente, sino de un saludo
mesiánico que aparece ya en el Antiguo Testamento (cfr 855
Sofonías). La palabra Alégrate en griego
es Kháire, la misma que pronunciaban los profetas
antiguamente en el Antiguo Testamento para referirse a la Hija de
Sión (Zacarías 9:9).

"Llena de gracia" (Lucas 1:28). La palabra que
pronunció el angel fué
kekharitoméne, que equivale a un nombre propio.
En la Biblia el nombre nunca es arbitrario, sino que explica lo
que una persona es, su realidad y su misión. María
es la kekharitoméne, la que por excelencia es
objeto de la benevolencia divina. La Biblia Vulgata lo tradujo en
latín como gratia plena, que significa llena
de gracia
, por lo cual la Iglesia Católica ha llegado
a la afirmación de la Inmaculada
Concepción
; la perfecta santidad de María
desde el primer instante de su existencia.

"El Señor está contigo" (Lucas
1:28). El texto griego no tiene el verbo, con lo cual
podría aludir a la palabra Emmanuel o
Dios-con nosotros. María es invitada a la
alegría por causa de Emmanuel, que se hace Dios-con
María
, encarnándose en su seno.

"Vas a quedar embarazada y darás a luz un
hijo, al que pondrás por nombre Jesús"
(Lucas
1:31). Este versículo alude claramente a Isaías
7:14 donde dice "El Señor, pues, les dará esta
señal: La Virgen está embarazada y da a luz un
varón a quien le pone el nombre de Emmanuel
".
María le pone el nombre de Jesús, que significa
Yahve salva.

"¿Cómo podré ser madre si no
tengo relación con ningún hombre?"
(Lucas
1:34). El verbo indicativo expresado en esa frase corresponde a
la forma verbal hebrea yiktól y puede traducirse
por no puedo o no quiero conocer varón.
El propósito de la virginidad no era algo extraño o
excepcional en Israel ya que sabemos que en la época del
Nuevo Testamento la virginidad era practicada por muchos
componentes de los esenios.

"El Espíritu Santo descenderá sobre
tí y el poder del Altísimo te cubrirá con tu
sombra"
(Lucas 1:35). El versículo alude a Exodo
40:34: "La Nube cubrió entonces la Tienda de las Citas
y la Gloria de Yahve llenó la morada
". Dios mismo
actuó en María para tomar carne en su seno. Durante
nueve meses Dios mismo habitó en ella, como en un Templo
cubierto por la Nube.

"Por eso tu hijo sera Santo y con razón le
llamarán Hijo de Dios"
(Lucas 1:35). Para la
mentalidad semita llamarse equivale a ser. En
consecuencia María puede verdaderamente llamarse Madre
de Dios
ya que el mismo Dios habitó en
ella.

"Dijo María: Yo soy la servidora del
Señor, hágase en mi según tu palabra"

(Lucas 1:38). La palabra hebrea dúle equivale a
esclava. Con ello María manifiesta su plena
disponiblilidad al plan divino de salvación. Además
el de María la relaciona directa e
indisolublemente con Cristo y con su destino y se prolonga hasta
la cruz.

El sueño de
José

José y María estaban comprometidos, pero
aún no se habían casado. Cuando él se
dió cuanta de que María estaba embarazada y no
quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en
secreto, o sea, firmarle en secreto un acta de divorcio (Mateo
1:19). José era un hombre justo, fiel y obediente a la
voluntad de Dios. Piensa que no es su derecho el revelar el
misterio de María y decide dejarla secretamente. No quiere
encubrir con su nombre a un niño a cuyo padre no conoce,
pero al mismo tiempo está convencido de la virtud de
María, lo cual le tiene indeciso acerca de si debe dejarla
o no.

Dios mismo interviene mediante un sueño
indicándole el proceso y el motivo de la maternidad de
María (Mateo 1:20-23). El niño no es su hijo
carnal, pero al ser José hijo de

David, podrá incluirlo en la descendencia
davídica. Por ello Jesús desciende
jurídicamente de David por parte de José y
desciende también de Aarón por parte de
María. Será Rey y Sacerdote al mismo
tiempo.

La visitación a santa
Isabel

Cuando Isabel oye el saludo de María, llena del
Espíritu Santo exclama: "¡Bendita tú
entre las mujeres y bandito el fruto de tu vientre!"
(Lucas
1:42). Es la primera expresión de alabanza, el primer acto
de veneración y de culto a la Virgen María. La
grandeza de María está en su fe: "¡Feliz
la que ha creído que de cualquier manera se
cumplirán las promesas del Señor!"
(Lucas
1:45). Así como Abraham creyó y tuvo fe en Dios
cuando lo llamó a salir de Ur, María creyó
en el llamado de Dios.

María, ante las palabras de su prima Isabel
respondió con un cántico de alegría, el
Magnificat, celebrando los beneficios que Dios le ha
concedido (Lucas 1:46-55). Es una oración de alabanza y de
acción de gracias que nos hace recordar la de Ana, su
madre (1a. Samuel 2:1-10).

La fuente de la alegría de María
está motivada por el hecho de haber sido escogida por Dios
por su pobreza de espíritu. María es una de los
pobres de Israel: no confía en sí misma,
sino totalmente en Dios. A través de María Dios nos
hace llegar un claro mensaje: el hombre se salvará
solamente si vive en la misma actitud de pobreza de
espíritu de María, pues Dios desprecia a los
soberbios y revela su misericordia a los que le temen y ponen su
confianza en El.

Así comienza una nueva era. Dios toma en sus
manos y bajo su protección a su pueblo, realizando las
promesas hechas a Abraham y a su descendencia. Por el
de María ahora se cumplen las
bendiciones prometidas a Abraham en favor de todos los
pueblos.

El nacimiento de Jesús

Lucas nos recuerda la época del nacimiento de
Jesús: el gobernador de Siria, Quirino, ordenó el
empadronamiento obligatorio entre los años 7 al 5 antes de
Cristo (Lucas 2:1-

7). José y María, ya embarazada, se
trasladaron a Belén, la ciudad de David, donde
debían empadronarse. Alli nació Jesús:
"Y dio a luz a su primogénito…" (Lucas
2:7). En griego la palabra protótokos significa
primogénito, aunque según la mentalidad
judía protótokos no sugiere forzosamente
la idea de otros hijos y se puede usar para identificar a un
primer nacido sin que hayan posteriores hermanos del mismo. Las
Iglesias protestantes toman al pie de la letra la palabra
primogénito para defender su tesis de que
María tuvo más hijos, sin hacer caso al significado
real de protótokos.

Jesús nació en un pesebre porque no
había lugar para ellos en la sala común
(Lucas

2:7). La palabra katályma en griego
significa posada o alojamiento, pero
también sala o habitación; es
decir, el lugar de la casa en donde están las personas.
Esa habitación estaba tan llena de gente con motivo del
empadronamiento, que María se trasladó al lugar de
la casa reservado para los animales para así poder dar a
luz tranquilamente. Así Jesús nació enmedio
de la pobreza y en la humildad.

La fé de María

María tenía una fé dinámica.
No fue perfecta desde el comienzo ya que ella no conocía
plenamente el plan de Dios, pero poco a poco descubre el rostro
de Dios y su plan de salvación. Su fé es luz y
sombra: acepta a Dios aunque no todo sea evidente, y avanza en la
pregrinación de la fé (LG 58). Aquí vemos la
grandeza de María. Así como nosotros, ella camina y
progresa en la fe.

El silencio contemplativo de
María

Lucas por dos veces en el mismo capítulo nos
menciona la vida interior de la Virgen:

"María, por su parte, observaba
cuidadosamente todos esos acontecimientos y los guardaba en su
corazón"
(Lucas 2:19).

"… su madre guardaba fielmente en su
corazón todos estos recuerdos"
(Lucas 2:51). Ambas
afirmaciones manifiestan la profundidad espiritual de
María. En el recogimiento interior, María medita la
Palabra de Dios y los acontecimientos que suceden a su alrededor.
Silencio de palabras en lo exterior y profundo diálogo
interior del alma consigo misma y con Dios. María es un
alma espiritual y contemplativa. Vive su vida en la profundidad
de su espíritu.

La presentación de Jesús en el
templo

Los padres de Jesús, cumpliendo con la ley
judía, presentan a su hijo primogenito en el Templo (Lucas
2:22). Simeón, movido por el Espíritu (Lucas 2:27),
fue al Templo y ahí reconoció al Mesías en
el niño que estaban presentando. En su canto Simeón
proclamó a Jesús como luz y salvación de
todos los pueblos, no solo para Israel, sino incluso para pueblos
aún paganos por aquel entonces (Lucas 2:29-32).

Pero Simeón tenían también un
mensaje para María: "… y a tí misma una
espada te atravesará el alma"
(Lucas 2:35). Se trata
de palabras misteriosas, que anunciaban futuros sufrimientos.
María participará en la pasión de Cristo
para redimir al mundo. Es la Madre dolorosa que
acompaña a su Hijo hasta la cruz; nuestra
corredentora.

La templanza de María

La templanza es la serenidad o
moderación de la persona en el ánimo, las pasiones
y los placeres de los sentidos. Es considerada una virtud
cardinal.

El valor de la templanza es el esfuerzo por alejarse de
los extremos viciosos, comportándonos así como
adultos conscientes y responsables. Es la serenidad de la persona
que ha aprendido a conducir su vida sin extravagancias ni cosas
adicionales a estas que puedan causarle algún
daño.

Como en muchas otras cosas, María es para todos
nosotros un ejemplo claro de templanza. Es la mujer serena, que
con su ejemplo y vida nos ilustra a imitar sus obras y sus
virtudes con dulzura y encanto. Cuanto más nos acerquemos
a esta excelsa Mujer, más aprenderemos a ser serenos y
moderados en todo nuestro actuar.

El cántico de la serenidad es la templanza, en
esto María es maestra y madre para enseñarnos el
camino seguro y firme de esta disciplina. La templanza se
ejercita con obras de luz y misericordia al servicio del
prójimo, socorriendo sus necesidades corporales y
espirituales.

María siempre aplicó en su vida estas
instrucciones divinas: "¿Amas la justicia? La
sabiduría con sus obras es la madre de las virtudes: ella
enseña la templanza y la prudencia, la justicia y el
valor; pues bien, nada en la vida es más útil a los
hombres"
(Sabiduría 7:7).

Como el principio de sabiduría, "sólo
se que no se nada",
igual ocurre con este valor:

"In medio stat virtus", o sea, "en el punto
medio está la virtud entre dos extremos
".

María en los escritos de Juan

A veces imaginamos y concebimos algunas páginas
del evangelio demasiado teñidas de azul celeste o
excesivamente bañadas en un marcado tinte poético.
Sin duda en cierta casa de Nazaret se respiraría un
penetrante perfume de paraíso, pero a la vez la vida
allí discurriría dentro de una gran normalidad. Y
debió desenvolverse con todo tipo de acontecimientos; los
de todos los días.

La vida de la Virgen se vió
salpicada de eventos extraordinarios; es verdad. Pero la mayor
parte seguramente transcurrió de un modo muy sencillo.
Incluso los episodios sublimes y grandiosos, María los
vivió con la humildad y sencillez habituales en Ella a lo
largo de toda su vida.

María tenía motivos
más que suficientes para crecerse, engreírse,
reconocerse superior a sus semejantes. Se vio adornada de dones y
gracias que excedían con mucho a los de las demás
personas. Recibió privilegios que la situaban muy por
encima de los más privilegiados de este mundo. Sin
embargo, Ella vivió siempre y en todo momento con una
humildad y simplicidad que nos llenarán siempre de un
asombro total y absoluto que posiblemente nos cueste
entender.

San Luis María Grignon de Montfort
dijo: "La humildad de la Virgen María fue tan profunda
que no tuvo en esta tierra otro deseo más fuerte y
continuo que el de esconderse a sí misma y de todos, para
ser conocida únicamente por Dios.

Es suficiente con contemplarla en algunos
de los episodios narrados en el Evangelio de San Juan para
percatarnos de la humildad y del poder de intercesión de
María.

La boda de Caná (Juan
2:1-11)

El vino de la boda se había acabado y
María le dice a Jesús: "No tienen vino"
(2:3), a lo que El le respondió; "¿Qué
tengo yo contigo, mujer?. Todavía no ha llegado mi
hora"
(2:4). La petición de la Madre está
hecha con gran discreción y sencillez y, en cambio, la
respuesta de Jesús ha sido dura, en apariciencia. Sin
embargo el texto es muy claro. La respuesta de Jesús
significa "¿Qué relación hay entre
nosotros
?". Y es que entre ambos la única
relación es la de madre-hijo, pero cada cual debe seguir
su propio camino, ya marcado por Dios de antemano. Y su hora
(2:4) es la de su muerte y resurrección, cuando El salva
al mundo entero.

Y esa hora parte la vida de Jesús en dos momentos
muy marcados entre sí:

1 El primero, cuando la boda de Caná, es el
momento de su ministerio público en Palestina;
Jesús se dirige al pueblo de Israel y lo invita al
banquete del Reino. La libertad apostolic exige en ese momento el
desprendimiento complete, la separación de la familia y de
las actividades particulares. En este period María tiene
que apartarse, ponerse a la sombra, sin intervenir en la
actividad apostólica de Jesús.

2 El segundo momento es el de la realización
universal. Es la hora de Jesús en la cual muere,
resucita, es glorificado y entrega su Espíritu para la
vida del mundo. Aquí María está muy presente
y tiene un importante papel cerca de Jesús y colabora con
El en la Iglesia para la salvación del mundo.

Partes: 1, 2

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